Responsabilidad en universos paralelos: Internet y la vida real

Muchos de nosotros somos madres, padres, abuelos, hermanos de usuarios de Internet, e incluso parte de esa multitud virtual que se extiende constantemente.

Ante esa realidad qué hacemos: preocuparnos, alarmarnos, aplaudir, ignorar…?

Por ejemplo, en Camagüey, el servicio de navegación lleva la delantera entre los que más dinero ingresa al Joven Club de Computación y Electrónica y ni hablar de las muchas conexiones que se establecen por todas las vías posibles.

El correo, el tiempo de máquina, el alquiler de computadoras, los cursos ofrecidos de manera gratuita de mucha utilidad para los cubanos que aún damos pasos en el ciberespacio y otras prestaciones se suman a la lista de ofertas de cualquiera de las 45 instalaciones con que cuenta ese sistema tecnológico en la provincia.

Sin embargo, dentro o fuera de ellas, las redes sociales siguen siendo las favoritas, lo mismo para buscar información que para establecer relaciones interpersonales.

¿Qué atrae tanto de ellas? ¿Por qué las escogen? ¿Para qué las usan? ¿Nos lo hemos preguntado nosotros?

Muchos se preocupan porque los niños y adolescentes no vean videos de contenido sexual, otros en menor cuantía vetan también los violentos, o lo intentan, pero ¿acaso la banalidad, la tontería, la desinformación y el mal gusto no provocan también daños igual de lamentables?

La deformación de las generaciones, - y digo “generaciones” para no reducirlo a las más nuevas, porque conozco gente deformada de todas las edades- no comenzó en la era de la Internet, pero ésta se ha convertido en una opción más para deformar, enajenar, y descuidar, incluso, el hogar porque a veces es más importante sacar tiempo para conectarse que para conversar con la familia.

Entonces, ¿por qué tantas personas de todos los estratos y hasta los buenos líderes y los malos Jefes la utilizan? ¿Será mejor prohibir Facebook y a todo lo que viene con su acceso?

No!, eso sería como pensar en nunca salir de casa, o ni comunicarnos por si alguien hace daño; y así mismo sucede en las redes sociales, donde cada uno refleja lo que tiene dentro o lo que quiere aparentar.

En Facebook, si tenemos un montón de amigos que solo comparten hechos violentos, de contenido sexual, o enajenante, nos deformamos.

Si tenemos a los que comparten muchos post de amor y comprensión o para hacernos reír, quizás tengamos un mejor día, y si le sumamos usuarios capaces de informarnos y educarnos, entonces esa plataforma digital se convierte en una escuela.

Todos los extremos son malos y por idiosincrasia, solemos llegar a ellos, pero en este caso, en mi opinión, el peor sería la ingenuidad, ante lo que hacemos y lo que hacen los seres que queremos y que nos preocupa.

Lo más importante, considero, es que cada uno conozca lo que hace y ayudar a quienes están aprendiendo a conducir sus vidas para asumir con responsabilidad lo que se lee, comparte y consume, incluso, fuera de Facebook, porque tanto en la Internet como en la vida real las verdades y los puntos de vistas disímiles se contrastan para adoptar posturas y tomar partidos de manera consciente.

Hagamos de la Internet una zona no de confort, sino de acción, para romper las reglas del consumo y ser entes activos, pero justos, lógicos y sensatos, en todo lo que hacemos desde ese universo paralelo.