Banner alegórico al filme Yuli

La escritura ayudó al bailarín cubano Carlos Acosta a escapar de la realidad y volver a su infancia, familia y pueblo natal, reflejados en una película cuya proyección hoy genera una aglomeración de público ansioso.

Tal es el aura del filme Yuli, cuya primera presentación en Cuba hace dos días dejó afuera del Teatro Karl Marx, de esta capital, a un auditorio tan numeroso como el de adentro, una escena típica dentro de los Festivales Internacionales del Nuevo Cine Latinoamericano cuando el programa anuncia una obra reconocida.

A juzgar por la crítica, el nuevo largometraje de la cineasta española Iciar Bollaín clasifica entre las grandes realizaciones del año en el mundo, con esta pieza el dramaturgo británico Paul Laverty ganó el premio de guion en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, España.

Para este filme en particular, Laverty se basó en el libro autobiográfico del bailarín, No Way Home (Sin mirar atrás), aunque la película se enfoca principalmente en la relación entre un padre y un hijo.

De acuerdo con Santiago Alfonso, la película es un gran homenaje a su personaje, Pedro Acosta, el humilde descendiente de esclavos que se empeñó en convertir a su hijo en un bailarín del más alto nivel.

El talento resulta importante pero la disciplina deviene fundamental en esta carrera y eso es una enseñanza de nuestros maestros: Ramiro Guerra, Fernando Alonso, subrayó el Premio Nacional de Danza 2006 en conferencia de prensa.

Alfonso, bailarín de profesión y director de espectáculos musicales, agradeció la oportunidad de hacer cine y los consejos para afrontar este reto de trabajo a sus casi 80 años de edad, lo mismo a la directora y el guionista que a sus colegas de reparto Laura De la Uz, Yerlín Pérez y Andrea Doimeadiós.

Esta última interpreta a Bertha, una de las hermanas de Acosta, mientras Pérez encarna a la madre y De la Uz a Cheri, como le llaman todos a Ramona de Sáa, la maestra que supo ver y moldear el talento del joven aspirante a bailarín.

Una mujer mucho más inmensa de lo que yo creía, con una visión para ver el talento de los demás, con una fortaleza y una ternura admirable, así la describe de intérprete, una actriz de numerosos premios.

Según De la Uz, cerca de la hora del rodaje aún se sentía incapaz de representar a un ser humano que había colocado en un pedestal y porque asumir a un personaje real vivo entraña varias complicaciones, sobre todo porque la creación enfrentará luego el juicio de esa misma persona y de sus conocidos.

Por otra parte, Acosta contó que empezó a escribir un libro sobre su vida en un momento de depresión en Londres, cuando era primer bailarín del Royal Ballet pero no lo ponían a bailar tanto y le sobraba el tiempo.

En aquella etapa, los cielos grises y la lluvia típica de la capital británica le opacaban los ánimos, sin embargo, escribir en los momentos libres lo ayudaba a escaparse a su soleada Cuba, con los cielos azules y calores del Caribe.

Gracias a eso todo el mundo se me iluminaba, comentó tras relatar el desafío de un amigo al principio que le aconsejó dedicarse solo a bailar y dejarle la escritura a los escritores.

El hijo de Pedro Acosta aprendió bien de su padre a luchar contra las vicisitudes y el proceso de 10 años de elaboración de un texto definitivo valió la pena, el libro no solo triunfó como obra sino que además se convirtió en una película cuya puesta amenaza ahora la integridad de los cristales de los cines, hoy los del Yara.