“Me dicen Cuba”, como ha expresado Alexander Abreu, es “la fuerza que nos mueve” (Foto: cubasoyyo.com).

Hay tantas Cubas, o imágenes de ella, como homo videns nacidos o impresionados aquí. Un vitral de representaciones —sensitivas, afectivas y racionales—, determinadas por el grado de cubanía y por la sensibilidad al captar los signos y sentidos de sus “intensidades”; de recordar, resumir y reproducir sus paisajes de alumbramientos y sombras.

Sin embargo, no todas las bandas de tan rico espectro se observan en el videoclip cubano. La más aplastante y manida es una Cuba folclórica, epidérmica e importada, como la Cuba del documental Buena Vista Social Club y de la octava saga de Rápido y Furioso. Esa con las que el director alemán Wim Wenders, con su “mirada indudablemente europea de conquistador, de colonizador”, redujo todo un archipiélago en La Habana, y esta a sus más descascaradas y ruinosas fachadas. En el road movie se viaja de Centro Habana a Marianao y se saltan al Vedado; porque están vedadas imágenes diferentes a las encargadas por la Vanity Fair a la fotógrafa Annie Leibovitz. Una Cuba monocroma, de sepias y ocres sucios.

Tan superficial y colonizadora como la colorida Cuba del director estadounidense Felix Gary Gray, también realizador de videos musicales. Repetida en el videoclip “Hey Ma”, con el colombiano J Balvin y los cubanoamericanos Pitbull y Camila Cabello, pista del álbum Fate of the Furious de Universal Music.

Es la Cuba del “turismo y la gozadera”, el reino del “bailoteo y la sensualidad”, como ha descrito Joel del Río, y que abunda en los videos del más internacional de nuestros realizadores, Alejandro Pérez, famoso precisamente por dos videos que son el súmmum de esta caricatura: “Bailando” y “La gozadera”. No por gusto, YouTube te “sugiere” a esta última después de “Hey Ma”.

Una especie de “fórmula” reiterada hasta el tedio en muchos otros copiadores. La imagen de “una Cuba ideal, de postalita, colmada de mulatas y mulatos bellísimos, constantes bailoteos en la calle, gozaderas sinfín, hedonismo interminable, sensualidad sin límites…; todo ello descubierto, de momento, por el cantante líder, que protagoniza una representación en la cual nos toca el papel de bullangueras comparsas”.

Seguidores colonizados de un líder extranjero que nos viene a descubrir, a salvar, “el milagro de ancianos cubanos hecho realidad a merced de un guitarrista estadounidense y un cineasta alemán”, que fue como se publicitó en Occidente el fenómeno del Buena Vista.

Hay también otra imagen Cuba sesgada por la nostalgia por La Habana prerrevolucinaria. Una “nostalgia norteamericana” y otra “cubano-americana”, como señaló Alan West en un profundo debate de Temas sobre el documental de Wenders. “Ambos casos congelan el tiempo, la historia, y anulan las diferencias, las contradicciones, la ambigüedad y la complejidad de Cuba antes y después de 1959. Creo que hay una especie de valorización, de dorar la píldora de la pobreza y mostrarla como algo bueno, que produce una riqueza espiritual, o cultural…”. Es la del video clip “Piensas” con Pitbull y Gente De Zona, dirigido por el venezolano radicado en Miami David Rousseau y un poco la de “Culpable de nada” con la orquesta Los Van Van, bajo la dirección del cubano Asiel Babastro. En la misma línea es el “Tú me debes algo”, dirigido por José Rojas y con el dúo reguetonero de Yomil y El Dany. Mucho más perturbador que los dos anteriores, por esa especie de “exotismo de la pobreza” y una “añoranza” por la violencia de otros lares.

Y no es que ocultemos nuestros paisajes citadinos más necesitados de amor y de mantenimiento. Que no aparezcan “los solares, las tendederas y otros artilugios” tan manidos en los videos de hip hop y reguetón facturados aquí, sino que, como apuntaba Paquita Armas, sean concebidas con ARTE, como por el músico y realizador X Alfonso.

Hay, por suerte, otras propuestas más esenciales y menos miméticas que superan eso que Vicente González Castro señalaba como causa primaria de lo anterior: “Cuba no diseña la imagen Cuba: la imagen Cuba es diseñada por los que tienen el dinero para hacerla, a su manera”. Producciones audiovisuales que recrean temas que nos mueven el cuerpo, los sentimientos y el orgullo patrio.

Son los casos de “Me dicen Cuba” (2015), con Alexander Abreu y Havana D'Primera; “Cuba Isla Bella” (2016), con Orishas e invitados, y “Musica Vital” (2017) con Buena Fe, Omara Portuondo, Yomil y el Dany. Mención aparte para “Mi casa.cu” (2018), pertinente revisita al tema del trovador Tony Ávila. Cuatro viñetas de autor, con diversas gradaciones de profundidad.

“Me dicen Cuba”, tema incluido en el disco La vuelta al mundo, es como ha expresado el trompetista, cantante, compositor y arreglista Alexander Abreu, “la fuerza que nos mueve”, éxito que lo identifica como artista y “una canción que se arraigó muy fuerte en el corazón de todos los cubanos”. El video bajo la conducción de Pablo Massip y auspiciado por la Sociedad Cultural José Martí, es un collage intencionalmente compuesto de paisajes y personajes, con los que nos identificamos.

Con la recreación visual del sencillo “Cuba Isla bella”, se confirmó el anuncio del reencuentro profesional de Yotuel Romero, Roldán González y Ruzzo Medina. “Aquí está el video desde lo más profundo de nuestros corazones para todos los emigrantes que añoran su tierra”, publicó la agrupación en su página en Facebook al compartir el clip del tema, compuesto por los tres Orishas, la española Beatriz Luengo y el panameño Omar Alfanno.

Para Julio Martínez Molina este “himno de amor de Orishas es un poema hecho para leerse y para escucharse”. No obstante, pese a reconocer en la obra toda “el mérito de constatar el encanto telúrico de nuestra tierra, el poder de imantación de este suelo, la grandeza de representar a la bandera de la estrella solitaria”, consideró que a los realizadores el videoclip les resultó difícil “eludir tics de manual o apelaciones icónicas preconizadas por el discurso hegemónico a la hora de representar a la isla”.

Como bien apunta el colega, no faltan “almendrones, muladares urbanos, la inactividad laboral manifiesta en los dominós en las aceras o los jóvenes en edad productiva interrumpiendo el tráfico en la vía pública mediante juegos, el rostro desvencijado de una ciudad llena de grietas y zapatos viejos acordonados en el tendido eléctrico, la intención de la mirada hacia lo añoso visto desde todo sentido”, sin embargo, en los cinco minutos del audiovisual no aparece un solo “niño cubano con su pañoleta”, como sí se ven en el video de “Me dicen Cuba”.

Como “regalo por el nuevo año” fue presentado “Musica vital” a finales del 2017, “para levantar el orgullo de ser cubano y echando pa’ adelante con nuestra gente”, comentó Israel Rojas. Dirigido por Omar Leyva, el video de esta “canción de amor para Cuba y su música”, se construye con tomas de los intérpretes durante la grabación del tema, hermosas vistas de bellos parajes de la isla y de la coreografía de la conocida bailarina, coreógrafa y youtuber cubana,Lía Rodríguez.

A propósito de ciertas polémicas que generó su estreno, la colega Bladia Rubio consideró: “Es verdad que las imágenes de Cuba que incluye el audiovisual son hermosas vistas de playas, paisajes. Nadie se propone regalar algo desagradable en fin de año. ¿Por qué insistir en lo feo, en las ciudadelas, las paredes descascaradas, las guaguas repletas, los charcos... en ese realismo sucio de la visualidad, que no porque en verdad existe es imprescindible reiterarlo en locaciones para clips, modelos y otras propuestas?”.

A la bien lograda “alegoría a la sociedad cubana actual” que es “Mi casa.cu” le dedicamos un post anterior. La metáfora visual protagonizada por el cantautor Tony Ávila y dirigida por Alfredo Ureta fue merecedora recientemente del Premio al Mejor Video del año, Mejor Dirección de Arte (Niels del Rosario), Mejor Producción (Susel Ochoa) y Mejor Video de Trova de la última edición de los Premios Lucas.

Una simbólica representación de una Cuba ecléctica, no mediante la reproducción de sus paisajes y sus gentes como las anteriores, sino a través de sus anhelos, impulsos y movimientos, de los objetos y atributos más personales o íntimos, guardados en casa, en la casa de la gran familia cubana. Porque, como nos legara Martí: “El que ha andado la vida y visto reyes, sabe que no hay palacio como la casa de familia donde se desdeña la pompa impura y resplandecen los ojos, como para que se vea crecer el universo, cuando se habla de libertad y de virtud. El que piensa en pueblos, y les conoce la raíz, sabe”.

Así nos ven y nos vemos, reproducen y nos transfieren etiquetas, prejuicios y complejos de inferioridad. Ya como objeto de representación o como contexto; atractivo, por su valorización como última moda después del 17D, o como natural locación de una historia de aquí, o que nuestro paisaje resignifica. Frente a lo cual otros, genuinos artistas, nos transmiten intensas chispas y conexiones de amor patrio.