Osvaldo Doimeadiós

Margot, Feliciano, Pipo Pérez o Mongo Castillo, así el televidente lo ha descubierto o aprehendido, para bien siempre porque Osvaldo Doimeadiós es un actor “todo terreno”.

El premio nacional del humor 2012 y merecedor de otros numerosos lauros más, accedió a esta conversación  sobre actuación y… sándwich taino.

-¿En que parte de  nuestro Holguín naciste? ¿Acaso en Velazco cerca de la extraordinaria (en un tiempo) sala de teatro?

– Nací en 1964 en la clínica Frexes, que estaba en la calle Frexes y Morales Lemus y hasta los 17 años viví en el reparto Alex Urquiola”. Allí todavía vive mi padre y parte de la familia.

-¿Cómo es eso que a los cinco años dijiste que serías actor?

-Me considero un afortunado por haber descubierto desde una edad tan temprana mi vocación. No tenía antecedentes familiares. Es algo que podrá parecer misterioso pero así sucedió. Mi abuela se empeñaba en que fuera médico o abogado y yo le repostaba diciendo que si era actor podía ser todo eso y mucho más. Supongo que el hechizo que significaban la radio, luego la tv ( pues en mi barrio apenas habían dos aparatos) y descubrir la pantalla grande del cine fueron hechos que marcaron mi destino. También fui un niño muy enfermizo. Pasaba muchas horas de encierro que se llenaron con la lectura. Mi madre me enseñó a leer y a escribir antes de ir a la escuela y la lectura me alimentó un mundo de sueños y fabulaciones. Después me vinculé a la radio holguinera, ahí empezó la cosa…

-¿Te fue difícil entrar en el ISA? ¿Y ser diploma de oro? Háblame de esa época, de lo que le debes (o no)  a la Academia.

– El ISA fue un antes y un después. Me presenté a los exámenes en Santiago de Cuba y en Holguín nos enteramos de las pruebas un día antes. El director de mi unidad docente en la vocacional “José Martí” donde hice la secundaria y el pre, se negó a darme el pase para ir. Gracias a mi natural rebeldía y desobediencia pude llegar a tiempo, realmente eso de las pruebas siempre es estresante.

Al ISA entré en septiembre de 1982 y fue una de las etapas más hermosas que he vivido. Puedo decir que tuve los mejores profesores y las personas que junto a mis padres legaron los principios éticos que enrumbaron mi vida. El instituto además de ser mi academia fue un verdadero taller que sobrepasaba el espacio de las aulas y se extendía a la beca. Tuvimos de maestros a los mejores referentes de la cultura nacional, las funciones de teatro eran de martes a domingos y casi todas las semanas había un estreno. Económicamente vivíamos una situación privilegiada. Hay quien dice que era una burbuja, en fin, fueron años de crecimiento en todo sentido. Además del aprendizaje en el ISA, me vinculé con grupos teatrales, proyectos comunitarios, hice trabajos en cine, tv y desde el primer año nos íbamos cada verano a Moa con una brigada artística donde hacíamos proyectos de investigación y puestas en escena en ese territorio minero. Después de graduado estuve trabajando allí junto a José Oriol y un grupo de actores en lo que llamamos Teatro del Este.

Por todo este trabajo de extensión y los resultados académicos estuve entre los diplomas de oro de la graduación de 1987 junto a Rubén Darío Salazar, Broselianda Hernández, Laura Fernández Jubrías y otros estudiantes de otras especialidades. Ana Viñas, mi maestra de actuación nos decía siempre: aprendan bien la academia para que luego puedan negarla. Esa ha sido mi premisa durante todos estos años…

-¿Por qué el nombre de Sala-Manca para tu Teatro Humorístico? ¿Qué  ganaste entonces?

– Precisamente Sala-manca surgió en los predios del ISA. Éramos un grupo de estudiantes de actuación, becados que jugábamos a hacer personajes y a divertirnos en la beca y eso un día lo pusimos en una actividad a la que nos invitaron y luego seguimos jugando hasta que decidimos continuar ese camino y así llegamos hasta 1996. Sala-manca fue una escuela en el sentido de la creación, de la convivencia, de la toma de decisiones, de aprender a dialogar, de estar atentos, selectivos y críticos a todo aquello que podamos  traer al escenario. Fue un momento de efervescencia creativa para todos los que pasamos por esa experiencia, siempre con la premisa de “divertirnos nosotros para que el público se divierta” (diversión en la acepción más amplia del término)

El nombre se le ocurrió a Jorge Luis Sánchez Noya, Salamanca, sala incompleta, una precariedad que el actor debe completar y pienso que ese ha sido otro de los derroteros en mi carrera. Con el grupo hicimos muchos espectáculos en los principales espacios y teatros del país y de allí también surgieron personajes importantes que luego me han marcado. Los primeros años trabajábamos sin devengar salario, por pura vocación.

¿Qué pasó contigo a partir de Sabadazo?

 Osvaldo Doimeadiós

-Sabadazo fue la oportunidad de amplificar lo que hacía  a un público mayor. Llegó en uno de los momentos más aciagos de nuestro país: el período especial. Fue la oportunidad de hacer un equipo, de descubrir otra manera de hacer, quizás más apegada al lado costumbrista pero que todavía hoy me regocija. Quedan en youtube y otras plataformas momentos del programa y me asombra que aún muchachos muy jóvenes, algunos ni siquiera habían nacido, lo disfruten como nosotros la primera vez. Fue un hito dentro de la tv y curiosamente hecho con muy pocos recursos.

-¿En qué época dirigiste el Centro promotor del humor? Se dice que el humor que se hace hoy en cabarets admite la vulgaridad que no era permitida veinte años atrás ¿es cierto?

-Inicialmente la creación de un centro que promoviera el humor fue de Virulo, al irse él a residir en México lo continuamos nosotros. Sucedió que era un lugar que reunía a algunos de los grupos y dos o tres solistas que por cuestiones de af inidad estética (casi todos veníamos de las universidades) hacíamos humor en esos años. La institución como tal no tenía personalidad jurídica, ni independencia económica.

Un híbrido del Centro de la Música Popular y la Empresa Provincial de cine en la que ambas se llevaban toda la recaudación pero en realidad ninguna nos asesoraba técnicamente ni defendía del fuego cruzado que caía sobre nosotros. Fueron momentos muy difíciles. Mal abordado por las instituciones que regulaban la vida cultural.

En enero de 1993, nos cerraron el Acapulco, nos echaron a la calle y como dice la canción se acabó, se acabó. A partir de ahí comenzó un intenso peregrinar, tocando todas las puertas, exigiendo nuestro derecho a pertenecer al proyecto cultural de la nación, proyecto que no concibo de ninguna manera sin la inclusión de un género tan raigal como el humor. Desde los días del Acapulco había redactado un proyecto de autofinanciamiento para el Centro junto a Rita Alfonso, con quien trabajaba en esos años.

Ese documento alguien lo había engavetado y tras tantas muestras de perseverancia y a la ayuda de Armando Hart en el MINCULT, Fernando Rojas desde la AHS y otros, se aprueba de manera experimental el Centro Promotor del Humor en 1994. Es desde ese año oficialmente, porque como te conté ya lo hacía desde 1989 y hasta el 2002 que dirigí el Centro. Desde su fundación sus presupuestos fueron defender y proyectar lo mejor del género en el país. Desgraciadamente han pasado muchas cosas, en el camino se suben al carro personas que no son las que son y muchos espacios se han deformado. Ha pasado no solo en el humor, desgraciadamente pasó en muchas zonas de la creación y la distribución del arte.

-Defíneme lo que es el humor inteligente para ti…

– Para mí el humor tiene que ser inteligente o no lo es…

-¿Prefieres alguno de tus personajes humorísticos? ¿Por qué?

-Cada personaje lo disfruto y  por eso muchos me siguen acompañando. Por supuesto algunos llevan más tiempo que otros, pero no tengo predilecciones de uno sobre los otros, porque cada uno tiene su historia y su especificidad. Cada uno tiene su expresión y su público.

-Detente en La sombrilla amarilla y La colmena Tv ¿niños?

-Disfruto enormemente el trabajo para los niños. De hecho mis personajes de humor siempre han tenido buena recepción en los niños y eso es muy halagador. He intervenido en varios espacios para los niños: La hora de las brujas, La sombrilla amarilla, El camino de los juglares, Claro Clarita,  La ColmenaTV entre otros.

En todos los casos la cuestión es tratar a los niños como seres pensantes e inteligentes, sin indulgencias ni menosprecios. En el caso de La Colmena TV, exige un trabajo de una precisión absoluta porque es un programa de competencias, donde cada criterio que se emita debe estar muy sopesado. No se puede lacerar a nadie, mucho menos a los niños.

-Y vamos al dramatizado, Dime lo que significaron para ti, no por los premios, sin o por la entrega: Santa Cecilia, Mongo en LBC, La otra guerra, El Dr en Ciencia de ConCiencia.

-Defiendo la idea del actor, de la exposición de todo nuestro instrumental más allá de un género u otro precisamente porque somos instrumentos de nosotros mismos y de nuestro cuerpo y voz pueden salir las más diversas melodías.

En esa dirección están Santa Cecilia y otros personajes que he interpretado bajo la batuta del maestro Carlos Díaz, en las cuales todas esas melodías que llevamos dentro se entretejen con mi biografía personal, por ahí anda también Mongo Castillo, con esos aderezos que llevamos de equipaje. Porque no somos de un solo color o de una manera y ya, como humanos tenemos matices, comportamientos, ritmos, estados de ánimo, contradicciones.

En fin, en materia de interpretación hace años tengo la corazonada de que todo lo que hacemos es música y de que la música lo es todo. Esos personajes han marcado momentos especiales de crecimiento en mi carrera y en mi vida personal. Hay cosas que van sedimentando con el tiempo. Me gusta todos los días reinventarme, así asumí el trabajo con Carlos Díaz, con Luberta, con Rudy  y con todos los directores que trabajo.

-¿Qué sientes cuando Andrea actúa contigo o lejos de ti?

Andrea, la hija de Doimeadiós

-Creo fervientemente en la dialéctica y ver que Andrea tiene resultados, que se empeña en hacerlo con toda la seriedad que esta profesión exige me llena de satisfacción. Por la edad que tiene creo que en muchos aspectos me supera. Tiene que perseverar y nunca quedarse quieta. Nunca acomodarse. Somos muy críticos el uno con el otro. Esa ha sido una costumbre familiar y me alegra que así sea. En mi casa no se anda con paños tibios.

-Habla lo que desees del resto de la familia ¿le has enseñado a comer sándwich taíno?

-Siento orgullo inmenso de mi familia toda: de la que me trajo hasta aquí y de la que hice. Ellos son mi árbol, mi raíz y mi sombra… (El casabe desgraciadamente en este lado de la isla apenas se conoce. Así que lo sigo defendiendo como algo genuino para comer con carne asada un delicioso sándwich taino. Ojalá y a algún holguinero(a) se le ocurra fabricarlo y comercializarlo en la habana… ¿te animas?)