Pelea de boxeo

Sumida en un letargo completamente ajeno a su alcurnia, la Escuela cubana de boxeo vivió una renovación casi total a partir del año 2011, con la llegada de nuevos técnicos y el rescate de otros.

El indetenible talento de los boxeadores cubanos no había sido capaz de traducirse en triunfos en las principales citas planetarias desde el año 2005, y queda demostrado que no basta con el diamante en bruto, hay que saber pulirlo.

Pulirlo como lo hizo el eterno Alcides Sagarra en sus mejores momentos, para darnos las mayores alegrías de la historia.

Pues bien, a una altura similar nos ha llevado la actualidad del boxeo cubano, flamante bicampeón del mundo luego de esa etapa gris, consolidado ahora con cinco campeones tras la memorable actuación en Hamburgo.

Solamente dos de los púgiles cubanos no llegaron a la final: el inexperto Javier Ibáñez y el estelar Arlen López, venido a menos este año. No me olvido de la ausencia en más de 91 kilogramos, la primera baja en un equipo cubano que yo recuerde, salvo cuando no se obtiene el boleto. Esta pequeña mancha no puede atribuirse al colectivo técnico, pero sí se debe estar más atento a lo que puede pasar para no dar falsas esperanzas a un deportista que sangra sobre los cuadriláteros en pos de su sueño.

Volviendo a la cita del orbe, entre signos de admiración coloco a Erislandy Savón, que no convenció ni siquiera en semifinales, pero en la final se creció ante el titular mundial y olímpico ruso Evgueny Tischenko, y le batió en toda la línea. Hace rato que Savón nos debía una actuación así contra un oponente a su altura.

A Yosbany Veitía y a Andy Cruz los veía como campeones antes de salir, y me alegro por Johannys Argilagos, pero debe consolidarse sobre todo contra esos dos hombres que le han dado dolores de cabeza.

Por último, unas líneas para el más estable de nuestros representantes, y a la vez quizás uno de los más criticados por su estilo. Sin embargo, cuando no confunde elegancia con exceso de confianza, en este planeta no hay nadie capaz de superar a Julio César La Cruz. Sus cuatro títulos del mundo hablan por sí solos, pero no bastan, hay que verlo sobre el ring cuando regala maestría a base de esa velocidad endemoniada que exhibe.

Me sorprendió la derrota de Lázaro Álvarez, pero porque no lo vi en su máximo esplendor, y me congratula mucho la plata de Roniel Iglesias, de vuelta al podio en este tipo de lides casi una década después, porque será el oxígeno necesario para sobrevivir a este ciclo olímpico.

Es otro aldabonazo, pero este me parece definitivo: la Escuela cubana de boxeo recupera el sitial que merece.