Horarios de apertura y cierre de las tiendas

Los horarios de apertura y cierre de las tiendas y otros servicios parecen conspirar contra la disciplina laboral y, por momentos, hasta contra la cordura de moradores de esta Isla.

“Yo salgo a la 5 de la tarde y no tengo tiempo de ir a buscar nada. Resultado: o tengo que llegar tarde al trabajo o irme fuera de hora para resolver mis problemas de alimentación, porque lo que sí no puede pasar es que mi hijo deje de comer. Los mercados abren a las 8 pero a las 5 ya están cerrados, igual con las tiendas recaudadoras de divisas, es decir, todo está diseñado para que de una forma u otra no trabajes, y eso pasa con los trámites de la vivienda y con millón de cosas más...”

Así comentó en Cubasí el pasado jueves 21 alguien que se hace llamar Martín Leyante. Esta persona sobre todo opinaba acerca del material “Abuelos: de la acera al quirófano” y, como parte de sus consideraciones, dejó ese flashazo de su cotidianidad que motivó estas líneas.

Sucede que aunque se ha escrito mucho sobre esto, parecieran ser agua las palabras cayendo en un colador porque, en la concreta y al menos en la capital del país, prácticamente nada se ha hecho al respecto.

Tiempo atrás se intentó poner en vigor los llamados horarios extendidos para tiendas, oficinas de trámites, bancos y otras entidades, pero, sin conocer al final las explicaciones, aquello dejó de ser.

Ahora, el comentario de Martín Leyante en Cubasí pone una vez más el dedo sobre la llaga y uno se pregunta ¿por qué tiene que ser así?

Se ha referido que son limitaciones económicas las que impiden modificar los horarios comerciales: las arcas de la Isla no pueden enfrentar los gastos de combustible que significa mantener esas instalaciones funcionando en el horario del conocido pico eléctrico.

Bueno..., pero agromercados y placitas no demandan apenas de alumbrado y menos de aire acondicionado o elevadores. Tampoco parecen necesitar de esos gastos pequeñas tiendas de barrio que operan en cuc y son en definitiva las que resuelven al cubano sus necesidades más inmediatas y básicas, las que tiene que ver con la adquisición de productos de aseo, el aceite, el picadillo... lo que más compra el cubano de a pie.

Está muy bien que las boutiques y grandes establecimientos de rango no trabajen en horario nocturno para evitar desembolsos por la electricidad, pero las tiendecitas en cup donde se venden frazadas de piso, detergente líquido –cuando lo hay-, jabones y otros necesarios artículos también pudieran mantener abiertas su puertas un rato más; o mejor, abrir más tarde y cerrar algo después de lo habitual.

Precisamente por esa razón del ahorro de electricidad funciona aquí desde hace mucho el horario de invierno y de verano; a la vez, no hay ningún documento oficial que imponga horarios inamovibles.

No podría sugerir cuáles son los horarios ideales, ni cómo deberían instrumentarse turnos rotativos en algunos lugares, abundan las cabezas pensantes que estudiaron profesiones afines con este tema y que devengan un salario para calcular e instrumentar esas y otras soluciones.


Habría, sí, que implementar alternativas para que los cubanos con un horario laboral que cumplir, generalmente de 8:00 am a 5:30 pm, cuenten también con la posibilidad de adquirir esos productos de alta demanda y escasa disponibilidad que nada más asoman a las vidrieras y la gente los carga por tonga acabándolos en breve plazo.

Porque lo cierto es que cumplir con la disciplina laboral impacta positivamente en el quehacer económico y social del país, que tanto lo requiere, y esa disciplina laboral incluye dar cumplimiento a una jornada de trabajo suscrita incluso en el Convenio Colectivo de Trabajo.

Pero Martín Leyante ya lo escribía: “... lo que sí no puede pasar es que mi hijo deje de comer”. Y para alimentarlo, los horarios comerciales y de servicio parecen estar obligando a infringir disciplinas e incumplir con jornadas laborales.

“Si yo ordenara a un general que se transformara en ave marina y el general no me obedeciese, la culpa no sería del general, sino mía", así dijo al Principito un rey sobre un asteroide.