DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO
RUZ, EN LA CIUDAD DE SANTA CLARA, EL 6 DE ENERO DE 1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS
OFICINAS DEL PRIMER MINISTRO)
Pueblo de Santa Clara:
He
venido a conversar con ustedes un rato. Desde
que el pueblo manda hay que introducir un nuevo estilo: ya no venimos nosotros a hablarle al
pueblo, sino venimos a que el pueblo nos hable a nosotros (APLAUSOS). El que tiene que hablar de ahora en adelante,
el que tiene que mandar de ahora en adelante, el que tiene que legislar de
ahora en adelante, es el pueblo (APLAUSOS); es el pueblo el que sufre, es el
pueblo el que sabe lo que necesita, es el pueblo quien conoce los abusos y los
atropellos que se han cometido contra él.
Por
algo nuestra Revolución ha triunfado. Ha
triunfado porque desde el primer instante el pueblo comprendió que se iba a
derrocar la tiranía no para poner otra tiranía (EXCLAMACIONES), que no se
trataba de un cambio de hombres, porque hasta este momento, en los 56 años de
casi república, el pueblo no ha gobernado nunca (APLAUSOS). Yo no he oído decir otra cosa desde que era
niño, no he escuchado de los labios del pueblo otra cosa que esta: que todos son unos ladrones, que todos son
unos sinvergüenzas, que todos roban, que ninguno se acuerda del pueblo, que el
capitán tal es un abusador, que el sargento tal le entró a planazos al
trabajador y al campesino tal, que el alcalde tal se robó tanto, que el
representante tal se robó más cuanto, que el ministro tal puso en el ministerio
a su prima, a su tía, a su abuela y a toda su familia (EXCLAMACIONES); que el
otro ascendió, no porque tuviera capacidad ni mérito, sino porque era
“amiguito” particular del ministro, del jefe del ejército, o del Presidente de
la república (EXCLAMACIONES); que Menocal se robó
tanto, que Machado se robó más cuanto, que Batista se robó ni se sabe cuanto
(EXCLAMACIONES), y que Estrada Palma —que era honrado— lo primero que hizo fue
mandar a buscar a los americanos cuando tuvo problemas aquí (EXCLAMACIONES).
La
gran verdad es una: los
problemas de Cuba no son tan complicados, los problemas de Cuba lo que
necesitan es buena voluntad para resolverlos.
El pueblo de Cuba es lo suficientemente inteligente para decirles a los
gobernantes lo que tienen que hacer (APLAUSOS).
Y, antes que nada —porque hay cosas que van antes que otras—, antes que
nada, aquí asentar la república sobre bases tan firmes que jamás vuelva a haber
una dictadura en nuestro país (APLAUSOS).
¿En
qué ocasión anterior se había presentado esta oportunidad? (EXCLAMACIONES.) ¿Cuando se vio en América que un pueblo
desarmado como este, un pueblo que no tenía instrucción militar, un pueblo que
no tenía un fusil y que tenía delante miles y miles de hombres organizados, con
aviones, con tanques, con cañones, con fragatas y cuanto aparato de muerte se
ha inventado...? (EXCLAMACIONES.) Y de repente este pueblo inerme, estos hombres
y estas mujeres, estos jóvenes campesinos de la Sierra Maestra —guajiros la
mayor parte de ellos—, estos estudiantes que abandonaron los libros y vinieron
a manejar un fusil que nunca habían usado antes, estos combatientes gallardos
de nuestra juventud, una juventud que no había visto más que malos ejemplos, y
que es buena de lo buena que es (APLAUSOS), porque aquí nadie le había enseñado
otra cosa que cosas inmorales, y al que no tenía una “botella” le decían bobo,
y al que no robaba le decían que estaba perdiendo el tiempo —por no decir otras
palabras que se empleaban por ahí— (APLAUSOS).
Y,
sin embargo, esa juventud tiene que tener una calidad humana muy grande para
haber realizado la proeza que ha realizado, de pura inspiración propia. ¿Cómo será la juventud que va a venir después
de la Revolución, la que vamos a educar con el buen ejemplo? (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.)
Yo
preguntaba que en qué país del mundo —no de América— en qué país del mundo se
había visto que un pueblo inerme —como decía— le haya arrebatado a un ejército
moderno hasta el último fusil (APLAUSOS).
Porque
todas las armas, todos los cañones, todos los tanques, todos los aviones, todas
las fragatas, y todos los fusiles están en estos instantes en manos del pueblo
(APLAUSOS). Y nosotros no haremos otra
cosa que recibir y obedecer órdenes del pueblo (APLAUSOS). ¿Por qué no he de creer que el pueblo sea el
mejor gobernante, si creí —cuando nadie lo creía— que el pueblo era el mejor
guerrero? Y cuando todo el mundo decía
que era una locura, que era un disparate, que nos iban a matar a todos, que
pobrecitos nosotros, y hasta rezaban por nosotros porque ya nos consideraban
exterminados, yo, sin embargo, creía que ganábamos la guerra (APLAUSOS).
Y
cuando una tarde, después del primer revés, me vi con
dos hombres y dos fusiles, y estuve 15 días antes de hacer contacto con mi hermano
—que se apareció con otros cuatro hombres y cinco fusiles, y fueron siete en
total los fusiles que volvieron a aparecer— (EXCLAMACIONES), yo estaba tan
tranquilo como estoy hoy, porque estaba seguro de que íbamos a ganar la guerra
(APLAUSOS). Sencillamente por una cosa,
por una razón: ¡porque creía en el pueblo!
(APLAUSOS); sabía que el pueblo se sumaría, sabía que el pueblo nos prestaría
toda la colaboración posible, sabía que miles de jóvenes imitarían nuestro
ejemplo, sabía que por cada combatiente que cayera se unirían cien más
dispuestos a morir también (APLAUSOS).
Y
esta provincia es testigo excepcional de ello, porque después de Oriente fue en
Las Villas donde aparecieron los primeros grupos revolucionarios (EXCLAMACIONES
Y APLAUSOS): del
Directorio Revolucionario y del Segundo Frente Nacional del Escambray, y de los
auténticos y de todas las organizaciones, porque todo el mundo tiene méritos y
hay que reconocérselos (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS); y nadie tiene derecho a
negarle el mérito a los demás y a apropiarse del mérito de otros (APLAUSOS).
Yo
sabía que el pueblo nos imitaría, y que el pueblo era invencible. Y si este pueblo era invencible antes, cuando
no había fusiles y no había la unión que hay hoy, ni la experiencia que hay
hoy, yo quiero que me digan quién puede vencer hoy al pueblo de Cuba
(EXCLAMACIONES DE: “¡Nadie!”),
y si no hay razón sobrada para sentirse optimistas. Y si el pueblo, sin haber ido a las academias
militares, sin haber ido a los campos de tiro a aprender como se maneja un
fusil —aunque ahora todo el mundo va a aprender a manejar un fusil aquí
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS); y va a aprender a manejar un fusil todo el mundo
aquí, para que el Ejército de la Revolución no tenga 20 000 ni 10 000,
sino tenga 6 millones de cubanos dispuestos a defenderla (APLAUSOS). ¡Que por algo hemos demostrado que en Cuba
hasta las mujeres pelean, y pelean bien y pelean a la altura de los hombres! (APLAUSOS.)
Y
yo decía que si el pueblo supo ganar la guerra, que era difícil, ¿por qué no va
a saber gobernar ahora? (APLAUSOS.) El gobierno es difícil. ¿Por qué?
Porque no se ha gobernado. Es
inexplicable que se haya gobernado durante tanto tiempo no para el pueblo, sino
por encima del pueblo y contra el pueblo; que uno no se explica cómo ha sido
posible gobernar durante tanto tiempo fuera del pueblo (APLAUSOS).
Antes
el pueblo solamente en parte se preocupaba de estas cuestiones, su indiferencia
por la política. Antes, político —y
mucha gente lo sabe, porque la política se había convertido en una palabra
peyorativa; nadie quería que lo llamaran político, casi casi
como nadie quiere que lo llamen hoy chivato, confidente, esbirro o algo de eso—
(RISAS), político quería decir ladrón, político quería decir hombre de poca
palabra que lo prometía todo y no daba nada (APLAUSOS); político quería decir compadre,
porque la política que se hacía era a base de “compadre”; política quería decir
“botella”; política quería decir compradera de votos; política quería decir que
allí el que tenía 100 000 pesos podía salir, el que no tenía un peso, por
muy honrado, por muy capaz que fuera no podía ser nada (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS).
Y,
otra cosa, si alguien había sido un gran ladrón, un ministro, que se llevaba 3 ó
4 millones de pesos, no tenía que hacer otra que postularse para representante
o senador, pues ya no había juez ni tribunal que le hiciera nada (APLAUSOS);
compraba su acta, y llegaba al Capitolio de representante, se sentaba allí
entre sus congéneres —que eran tan parecidos como él en su mayor parte y tan
ladrones como él—, y venía un suplicatorio de un juez para arrestarlo, y decían: “No”. Eran
unos señores que vivían por encima de la ley en una república que se decía
igualitaria y democrática y sin privilegios; esos señores tenían el privilegio
de robar, de matar, de estafar, de traicionar, de hacer horrores, y no pasaba
nada, no los podían juzgar. ¡Esta era
una república igualitaria y democrática donde estaba todo el mundo tan campante! (APLAUSOS.)
Yo
creo que eso solo era suficiente como para producir la revolución. Porque vamos a ser francos aquí todos
nosotros, que para eso estamos conversando de igual a igual: ustedes tienen parte de la culpa
también (EXCLAMACIONES), porque aquí venía un pillo y hasta lo aplaudían; caía
un candidato descarado, sinvergüenza e incumplidor y sacaba tantos o más cuantos
votos, ¿de dónde salían? (EXCLAMACIONES.)
¿Es o no es verdad que había gente que vendían el voto por cinco pesos? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) ¿Y el que vende el voto no es tan malo como un
chivato o como un esbirro? (EXCLAMACIONES
DE: ”¡Sí!”) ¿Y por qué ustedes querían fusilar a los
esbirros y se quedan tan campantes con la gente que vende el voto?
Los
que corrompieron la política y los que vendían votos y los que compraban votos
y los que dejaban que se compraran y vendieran votos, tienen culpa también de
que haya venido la dictadura (EXCLAMACIONES), porque se paró Batista allá en
Columbia y dijo que esto era anarquía. Y
la corrupción y el robo y la inmoralidad que había, fue la causa de que incluso
cuando se dio el golpe de Estado, mucha gente se quedara indiferente, un golpe
de Estado que nos costó tanta sangre. Pero
los politiqueros y los ladrones son también culpables de la sangre que se ha
derramado en Cuba (APLAUSOS).
Y
eso, esas cosas que hemos estado viviendo y sufriendo, se tienen que terminar,
porque para eso nos hemos sacrificado, se han sacrificado ustedes (APLAUSOS). Ahora todo el mundo se interesa por la
política, es lógico, porque aquí todo el mundo ha sido insultado por la tiranía. Al que no le han dado un golpe le han dado
una bofetada, al que no lo han insultado le han asesinado un hermano, un hijo,
un pariente, un amigo, y al que no se lo han asesinado, se ha pasado siete años
temiendo que se lo asesinen cualquier día, temor que ya desapareció por
completo en nuestra Patria (APLAUSOS).
Por
eso hoy todo el pueblo está aquí, porque el pueblo está muy interesado en los
problemas de Cuba; y está aquí porque sabe que está gobernando ahora, está aquí
porque sabe que tiene que decir la última palabra sobre todas las cuestiones. Y que esta vez si fracasa el gobierno, es
porque el pueblo quiere que fracase (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡No!”). Para saber lo que piensa no hay que hacer unas
elecciones todos los días, lo que tiene que haber es un mitin todos los días. Y yo me atrevo a decirles lo que piensa el
pueblo. Lo que piensa el de aquí es lo
mismo que piensa el de La Habana y el de Pinar del Río, porque somos un solo
pueblo y todos pensamos igual y tenemos un solo pensamiento, unos con más
entusiasmo, otros con menos entusiasmo. Pero
los problemas de una provincia son los problemas de toda la isla.
Y,
por lo tanto, esta vez, el gobierno tiene que ser el gobierno del pueblo. Aquí el que manda de ahora en adelante es el
pueblo, y el pueblo tiene que ponerle fin a toda la sinvergüencería (APLAUSOS). Y vamos a empezar aquí por los municipios: se acabaron las “botellas”, los privilegios,
los favoritismos (EXCLAMACIONES), se acabó la bolita, se acabó el juego
prohibido (EXCLAMACIONES), se acabó el sargento que cobra cinco pesos, el
capitán que cobra diez y el comandante que cobra veinte pesos por la bolita
(EXCLAMACIONES).
¿Qué
hay que hacerle al rebelde que cometiera la indignidad de dejarse sobornar? (EXCLAMACIONES.) Yo creo que el rebelde merecería más castigo
que nadie; porque si uno acostumbrado a hacer esas cosas las hiciera, todavía
es una inmoralidad pero se concibe mucho mejor que en un hombre que ha luchado
y ha cumplido un rol en una etapa tan heroica y tan hermosa de nuestra
historia, y que después traicionara esos principios. Con los rebeldes hay que ser más duros que
con nadie para que no se malogren (APLAUSOS).
Y ustedes tienen que ayudarnos a nosotros a mantener elevada la moral
del rebelde y no echar a perder al rebelde (APLAUSOS).
De
la Sierra Maestra vienen conmigo 3 000 guajiros, armados, veteranos de la
guerra de liberación (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS), y van para La Habana, y con
ellos se va a organizar la división blindada del nuevo ejército de la
república, van a tener los tanques y los cañones. Yo le pregunto al pueblo de Cuba si no
estarán en buenas manos esas armas (APLAUSOS).
A
esos hombres hay que educarlos; o sea, quiero decir, sacarles la calidad humana
extraordinaria que tienen, de la inteligencia brillante que poseen, del
sentimiento puro que alberga cada uno de ellos en sus corazones, y aprovechar
el triunfo no para que se envanezcan, no para pensar que ya todo ha terminado, sino
para empezar a mejorarse. Yo les digo a
los rebeldes que ninguno de nosotros sabemos nada todavía y que tenemos mucho
que aprender (APLAUSOS). Porque si ellos
hicieron lo que hicieron sin saber nada, ¡cuánto no podrá esperar la patria
cuando sepan más de lo que saben hoy! (APLAUSOS.)
Y
decía que con los rebeldes tenemos que ser más duros, para que no se malogren. Los conozco muy bien, porque no en balde tuve
una participación muy importante en la moral, en el espíritu caballeroso que se
les creó a nuestros combatientes, porque lo que hicimos los primeros, fue lo
que hicieron los demás. Y como siempre
se nos vio que a un herido no se le matara en el suelo, porque eso era una
cobardía, como siempre se vio que al hombre rendido e indefenso no se le
asesinaba, como nunca se escuchó una palabra de ofensa, porque no tiene mérito
ofender a un hombre cuando está desarmado —y los que habíamos sufrido esas
humillaciones en una estación de policía no podíamos ser capaces de hacerle eso
a los demás— (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES), llegó a convertirse en un sentimiento
de orgullo y un honor, para cualquier jefe de las fuerzas rebeldes y para
cualquier rebelde, hacer tres prisioneros y traerlos vivos allí, y coger los
heridos y cuidarlos. Aquello se
convirtió en uno de los orgullos más grandes de nuestros combatientes
(APLAUSOS). ¡Y esa línea no fue violada
en un solo caso durante toda la guerra!
Yo
puedo referirme —por ejemplo— a una anécdota.
En cierta ocasión, después de un combate victorioso por nuestra parte, a
raíz de la huelga del 9 de abril, fueron hechos prisioneros ocho soldados
enemigos heridos —heridos y prisioneros, algunos no estaban heridos. Un capitán nuestro —que hoy es Comandante. No, él no es Comandante; fue el Capitán
Angelito Valdés, que murió valientemente cuando la última ofensiva; su hermano
es Comandante hoy, tan valiente como él y tan combativo como él— ocupó las armas,
tomó prisionero a los heridos y a algunos soldados más, porque él había atacado
por la retaguardia a la patrulla enemiga que había caído en una emboscada
nuestra. Recoge a los prisioneros heridos
y los mete en una camioneta —eso era cerca de Estrada Palma—; de repente se le
aparecen dos avionetas dándole vueltas. Entonces
él, como llevaba a los prisioneros, los dejó arriba del camión, y les dijo: “háganles señas,
háganles señas”. Entonces él hizo como
que iba para Estrada Palma, andando a pie los caminos para poderse marchar, y
para llevarse a los heridos. Llegó al
Cerro Pelado, a cuatro kilómetros de Estrada Palma.
Se
arrimó lo más posible a Estrada Palma, y la avioneta arriba. Entonces, recogió los fusiles, con otros
compañeros más, y se llevó las armas bajo el fuego de la avioneta (APLAUSOS).
En
ese momento, las avionetas lanzaron granadas de mano sobre la camioneta,
produciéndole la muerte a casi todos los prisioneros aquellos, a aquellos ocho.
Se
corría entonces el rumor —que llegó a mis oídos—, de que el Capitán Núñez Verdecia había dado muerte a aquellos heridos prisioneros,
a aquellos prisioneros. Aquello me
produjo a mí un sentimiento de verdadera angustia porque habiéndose portado
valiente en el combate, y siendo un compañero estimado por todos nosotros, yo
no podía hacer otra cosa que aplicarle el más severo castigo si hubiese violado
nuestras normas, y sobre todo el dolor que me producía la posibilidad de que él
tuviera la culpa.
Y
empecé inmediatamente a investigar lo que había ocurrido, hasta que pude
comprobar la verdad totalmente y sin la menor duda. Pero hubo en aquel hombre unas palabras que
valían más que todas las demás pruebas. Cuando
yo lo llamé y le dije:
“Capitán Verdecia, he oído decir que lo
que ocurrió allí fue que usted, cuando tuvo que abandonar la camioneta, mató a
los prisioneros. El entonces me explicó: “mire, dos hombres
tuvimos que cargar los ocho heridos bajo el fuego de los aviones, íbamos
delante, me hirieron” —porque lo habían herido—, “¿cree usted que en esas
circunstancias yo me podía detener a matar a los prisioneros? Pero, sobre todo, ¿cómo iba a matar a los
prisioneros, si yo venía orgulloso con mi camioneta llena de prisioneros y de
armas?” (APLAUSOS.)
Y
aquello siempre fue una verdad: el orgullo de los rebeldes era ser
caballeros. ¡Jamás se golpeó un
prisionero!; algo más:
¡jamás se golpeó a un chivato!
Y, sin embargo, no hubo necesidad de hacer nada de eso para ganar la
guerra.
Esto
demuestra que si en medio de una guerra bélica, en medio de una guerra donde
nosotros teníamos todas las desventajas, al enemigo, al espía, cuando había que
fusilarlo se le fusilaba; pero jamás se le golpeaba,
ni se le insultaba. Si no fue necesario
emplear procedimientos malos en medio de la guerra más adversa que haya podido
librarse —como fue esta guerra en los primeros tiempos—, ¿qué necesidad puede haber en la paz de
levantar la mano? ¿Qué necesidad puede
haber en la paz de torturar a nadie, ni de golpear a nadie, ni de insultar a
nadie? (APLAUSOS.)
Por
eso yo sé que en el futuro nunca más un ciudadano será vejado por un agente de
la fuerza pública, que nunca más un ciudadano será torturado, porque las
medidas van a ser muy drásticas con el que haga mal uso de la autoridad;
tampoco andar con fusiles por las calles; ahora sí, porque todavía quedan unos
confidentes y que hay que mantener el orden hasta el momento de la
consolidación de la Revolución.
El
pueblo ha tenido que sufrir mucho la insolencia y los atropellos de los hombres
armados. En la calle no tiene que haber
un fusil, los fusiles no sirven más que para intimidar a la ciudadanía. ¿Qué es eso de un guardia rural con un
machete, un revólver 45, un fusil, una canana, y todos esos andamiajes, como si
estuviera en una guerra, en plena paz? ¿Para
meterle miedo a quién? (EXCLAMACIONES.) ¿Es que acaso para que el pueblo se comporte
decentemente y civilizadamente, tiene que vivir bajo el miedo, tiene que andar
un tipo con ametralladoras, fusiles y cananas, con la fuerza, como si se
tratara de delincuentes o de presidiarios?
(EXCLAMACIONES.) Cuando un
militar no esté de servicio tiene que dejar el fusil en el cuartel; los fusiles
están en los cuarteles. Y en los
cuarteles no van a estar solamente los fusiles de los militares, van a estar
los fusiles del pueblo también, porque cuando haya que pelear, el pueblo
también va a pelear (APLAUSOS).
Y
hay que darle armas para que se defienda, porque el pueblo ha demostrado que
sabe pelear, y sabe pelear mejor que cualquier soldado del mundo (APLAUSOS).
Tenemos
que acabar con todas esas lacras y todos esos vicios, para empezar, porque
después tenemos que continuar; esto no es nada más que para empezar. Pero por lo pronto hay que darle una garantía
al pueblo de que, en lo adelante, las armas estarán a su servicio (EXCLAMACIONES);
de que, en lo adelante, nunca más en su vida un ciudadano sin armas va a ser
agredido por un ciudadano con armas, porque de ahora en adelante todos somos
ciudadanos, nada de civiles y militares (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Y
esa es la primera base de la Revolución.
Porque aquí, ¿qué pasó con el machadato?
¿Que hubo una revolución? Yo he
oído a mucha gente hablar de la revolución, la revolución, pero ¿qué revolución? ¿Qué pasó?
Pues pasó lo que quiso hacer Cantillo aquí el otro día, si nosotros le
hubiésemos dado oportunidad (APLAUSOS); pasó porque el general Herrera, uno de
sus generales, le dijo a Machado que se fuera y puso a un Carlos Manuel de
Céspedes allí, un Carlos Manuel de Céspedes que instauró un gobierno allí,
descolorido por completo. Y entonces,
¿qué pasó? Aquello no era una revolución,
duró unos cuantos días nada más, y el 4 de septiembre vienen los soldados, se alzan
contra los oficiales, y se quedan con el poder en la mano. ¿Eso es lo que dicen que es revolución? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) No. Los sargentos se alzaron, apresaron a los
oficiales y tomaron ellos el poder. Tenían
los fusiles en la mano, el pueblo no tenía nada; dejaron a algunos que
siguieran con su revólver por la calle los primeros días, y después se los fueron
quitando uno a uno. ¿Y qué hicieron? Que cuando el gobierno revolucionario llevaba
tres meses, cuando el gobierno revolucionario empezaba a realizar su tarea, se
reunieron sargentos —Pedraza, Batista y compañía—, y quitaron al gobierno
revolucionario. Once años estuvimos
soportando a Batista aquí. Dieron unas
elecciones en el año 1944; después de la guerra mundial, hay una corriente de
opinión internacional a favor de la democracia y Batista —no es que se vaya— se repliega; deja sus
amigos en Columbia y en la Cabaña, esperó a que se desprestigiara un poquito el
Poder Civil, y volvió, se instaló en Columbia y empezó a dar órdenes
tranquilamente, ¡y se acabó! Siete años
de tiranía, ¡pero por fortuna los últimos!
(APLAUSOS) Porque los hombres que
van a tener los fusiles de ahora en adelante no son amigos de nadie. Y yo empiezo por decir que no tendré más
amigos que aquel que cumpla con su deber (APLAUSOS); que jamás apañaré abusos y
sinvergüencerías.
¿Para
qué queremos nosotros la fuerza si tenemos el pueblo? (APLAUSOS.) Nadie debe albergar la menor suspicacia por el
hecho de que a los revolucionarios, que a un revolucionario, se le haya
encargado la tarea de organizar a los Institutos Armados de la República
(APLAUSOS). A nosotros la fuerza no nos
interesará nunca, y les voy a decir por qué, y a mí en particular entre mis
compañeros, y quiero aclararles, porque me interesa mucho aclarar mi posición.
Se
me ha asignado la jefatura de los tres cuerpos de las Fuerzas Armadas, además
del Ejército Rebelde, que era el que yo tenía bajo mi mando. El propósito es hacer un nuevo ejército de la
república, tarea que considero que puedo realizar, por la experiencia que he
adquirido en estos dos años de lucha y el conocimiento que tengo de los hombres
y el apoyo que tengo de estos combatientes (APLAUSOS). La fuerza no me interesa, ni me interesan
esas armas con ningún otro fin que servir a la república; y no es que lo diga,
lo demuestro. Les interesa tener el
control de los aparatos de fuerza, o de las armas, a aquellos que no tienen
pueblos, porque quieren entonces alcanzar el poder por la fuerza (APLAUSOS). Quien tenga el pueblo —que es el soberano y
es el que elige a los mandatarios de la nación—, no le interesará jamás la
fuerza. Y los que tenemos el pueblo —y
lo sabremos mantener porque sabremos ser leales a él— no necesitaremos jamás la
fuerza. Y por otras razones no nos
preocupa la fuerza, por la sencilla razón de que nosotros hace dos años y meses
teníamos delante toda la fuerza de la dictadura y nosotros no teníamos ninguna;
y, sin embargo, sabiendo que teníamos la razón, vencimos aquella fuerza
(APLAUSOS).
Por
lo tanto, lo que nos interesa, primero, es la razón; segundo, el pueblo; y en
último término la fuerza para ponerla junto a la razón y al pueblo (APLAUSOS).
En
estos instantes observamos uniformes con distintos brazaletes, pertenecen a
distintas organizaciones. Quizás sea un
problema que nos preocupe a todos y les interese a todos conocer nuestro
criterio y nuestras ideas al respecto.
En
primer lugar, todos somos jóvenes, hemos combatido juntos, juntos hemos ganado
la guerra, juntos podemos contar con el cariño de todo el pueblo (APLAUSOS).
Yo
le voy a preguntar al pueblo si es que él prefiere brazaletes. ¿Este pueblo a quien pertenece no es a la
república? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) ¿Qué es lo que considero a este respecto? Si somos iguales, ¿por qué no nos unimos
todos en una sola cosa? (APLAUSOS.) ¿Por qué tiene que haber dos mandos, dos
capitanías, y un ejército de uno, de uno y de otro? ¿Qué sentido tiene eso, si todos hemos
luchado por la misma causa, y perseguimos el mismo propósito? Yo particularmente eso es lo que pienso, y
creo que toda la juventud debe vestir un solo uniforme; nada de brazaletes. Vamos a organizar —por lo menos a los hombres
armados—, vamos a organizarlos dentro del uniforme de la República y de todo el
pueblo (APLAUSOS). Los civiles —o mejor
dicho— los ciudadanos que no tienen armas que se pongan el brazalete. Yo no traigo ni una insignia, ni el brazalete
(APLAUSOS). Cuando no tenga una función
pública, cuando no tenga una función que pertenezca a la República, me volveré
a poner entonces si es necesario la insignia, o la insignia no porque no me la
he puesto, ni el brazalete tampoco. Los
ciudadanos que no porten armas están en absoluta libertad de actuar, de hacer
política, de organizarse donde estimen conveniente; los ciudadanos que porten
armas deben vestir un solo uniforme, que no debe pertenecer a ninguna
organización. Y lo digo consciente de
que la organización que yo fundara y a la que pertenezco —o perteneceré cuando
cesen las funciones que hoy tengo— es mayoritaria (APLAUSOS). Si fuera cuestión de saber quién tiene más,
yo diría: “que
todo el mundo tenga su brazalete”. Pero
no se trata de eso. Aquí todos debemos
tener un deber muy sagrado por delante, y es velar por el destino de la
república y por el interés de nuestra patria (APLAUSOS). Nadie desconfíe de nosotros, porque si
nosotros somos traidores, ya el pueblo se encargará de aplicarnos el castigo
que merezcamos. Para eso lo hemos
enseñado. La lección que le hemos
enseñado al mundo entero de que aquí no puede haber dictaduras, que aquí no
puede haber más régimen que el régimen democrático, el imperio de la ley de la
voluntad soberana de la nación, esa lección que le hemos dado al mundo entero
debemos ser los primeros en aprenderla nosotros (APLAUSOS).
Quien
tiene fe en el pueblo no puede temer nada, ni dictadores, ni cosas por el
estilo, porque el pueblo los saca de ahí, sencillamente, y se acabó. Lo que sí estaría contra los intereses de la
República es que no hubiera hecho nunca nada por la patria, no obedeciendo más
órdenes que las de su propia organización.
Eso podría sembrar la anarquía, eso podría degenerar en gangsterismo, y
eso fue causa de muchos males en la época de Machado (EXCLAMACIONES).
La
gloria de los revolucionarios, de todos los que han combatido, pertenece al
pueblo y pertenece a la historia. ¡Los
muertos que han caído, cualquiera que haya sido su brazalete, pertenecen a la
patria y pertenecen a la historia, no pertenecen a nadie! ¡Los sacrificios que se han hecho pertenecen
a la patria y pertenecen a la historia! (APLAUSOS.)
Y
yo estoy seguro de que ese es el sentimiento que vibra en los combatientes
revolucionarios, en los bravos y gallardos combatientes que bajo un brazalete o
bajo otro, combatieron aquí:
en el Escambray, en Cienfuegos, o en Santa Clara, o en Oriente. Porque aquí vinieron a luchar dos columnas
que se mandaron de la Sierra Maestra y ayudaron a los combatientes que estaban
aquí en esta provincia, y murieron y pelearon junto con ellos. ¡Lo que importaba era el triunfo por encima
de todo! Y yo sé que ese es el
sentimiento que vibra aquí.
Y
si la unión sincera aquí, en definitiva, de todos los elementos revolucionarios
no se produce, no será por culpa mía. Yo
tengo nada más que esta seguridad: que trataré de ser todo lo justo que
humanamente se pueda ser con los que han luchado, y todo lo considerado y todo
lo reconocido que humanamente se pueda ser con los que han luchado. Si esto no se lograra sería sencillamente por
la ambición de algunos y de algunas, por la vanidad de algunos y algunas
(EXCLAMACIONES). Y quien en esta
hora gloriosa de nuestra patria, en esta hora grandiosa de Cuba —la más grande
de toda su historia, porque por primera vez este pueblo es realmente libre—,
pusiese su vanidad, sus cuestiones personales, por encima de la patria, no
tendrá nadie que lo siga. Quien actúe
mal pierde a sus seguidores, quien actúe mal no le seguirá nadie, porque ningún
combatiente de estos que han afrontado la muerte más de una vez va a estar
dispuesto a seguirlo (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Eso
es lo que pienso hoy, pensaré mañana y pensaré siempre; la verdad que estoy
dispuesto a decir aquí y en todas partes, discutir aquí y donde sea necesario
discutirla, delante del pueblo, que es el que manda (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Y
cuando tenga una dificultad vendré a ver al pueblo y cuando tenga un problema
vendré a ver al pueblo; y siempre agotaré hasta la saciedad los razonamientos,
los argumentos, la persuasión, la diplomacia, ¡jamás la fuerza porque no será
necesario nunca más usar la fuerza en nuestra patria! Cuando tengamos una queja que exponer,
vendremos al pueblo y la expondremos; si el que manda es el pueblo, y si el
pueblo está dispuesto a actuar, como actuará siempre, con honradez y con
justicia, el pueblo será quien diga la última palabra sobre todos nuestros
problemas (APLAUSOS).
Es
necesario que en esta provincia, donde lucharon combatientes de muchas
organizaciones, estas ideas se expresen con toda claridad para que se conozca
nuestro pensamiento. ¡Nada de
bendiciones! Nosotros estaremos siempre
dispuestos a una cosa:
sacrificarnos en lo que sea necesario, trabajar por el pueblo. Cualquiera pensaría que cuando nosotros
bajáramos de la Sierra Maestra íbamos a estar encantados, porque se acabarían
las lomas, el hambre, y la cosa es al revés:
yo les digo que allá en la Sierra dormíamos mas, comíamos más, y
descansábamos más; y que aquí en el llano, yo les digo que aquí nadie duerme,
por lo menos los que andan conmigo, pues es un viaje muy largo desde Oriente,
en camiones, que no vienen en pullman ni en literas: ¡parados!, sufriendo sed, pues por su número
excesivo es muy difícil adquirir alimentos, y nadie duerme aquí. Esta mañana, en Sancti
Spíritus, a la una y media de la mañana, pues todo el
mundo tirado a la calle a las cuatro de la mañana; el pueblo ya no tiene ni
hora, ni de día, ni de noche (APLAUSOS).
¡Sin que nadie haya dormido, sin que nadie haya dormido un minuto! Salimos de allá por todos esos caminos,
llegamos aquí, nos reunimos con distintos compañeros, hablamos con numerosos
vecinos de aquí de este lugar, y volvimos aquí.
Y de aquí salimos, y el domingo llegaremos a La Habana, llegaremos a
Pinar del Río, y ¡no duerme nadie aquí! ¡Estamos
dedicados a trabajar!
Hemos
aprovechado este viaje, porque es un recorrido planeado no precisamente para
dar estos actos; teníamos el recorrido, porque en aquellos momentos fue que
comunicamos con el Comandante Ernesto Guevara, que fue el héroe de la batalla
de Santa Clara (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES), el líder, el dirigente, el jefe que
dirigió la operación, con el apoyo de los demás núcleos que había en la
provincia (APLAUSOS), y que todos pagaron un precio muy elevado de sangre.
Porque
se comunicó conmigo, me decía que se dirigía hacia Santa Clara. Por aquellos momentos estábamos nosotros
preparando el ataque a Santiago de Cuba, y yo le respondí que antes de siete
días pensaba estar en la provincia con una gran columna motorizada, que pensaba
transportar un vehículo. Posteriormente,
se produjeron los acontecimientos del día primero de enero y se le comunicó al
compañero Guevara, así como al compañero Camilo Cienfuegos, la orden de avanzar
rápidamente. El me dijo que le quedaban
unos 300 soldados cansados, que los podía mantener un mínimo de hombres, y
avanzar hacia La Habana. Era
urgente avanzar hacia La Habana y atacar La Habana, mientras nosotros
atacábamos Santiago y otras fortalezas.
El
recorrido tenía por objeto transportar la columna en apoyo de los compañeros
que iban hacia la capital; yo pensaba pasar rápidamente. Pero en eso se cae, mejor dicho: fue derrocada la
tiranía, porque no se cayó: la
derrocaron (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS), al dictador y a los que quisieron
sustituirlo; en un día se cayeron dos: Batista
y Cantillo (EXCLAMACIONES).
Ese
era el objetivo del viaje. Yo no tenía
pensado hacer una marcha triunfal, ni mucho menos; me parece que eso estaría un
poco fuera de lugar en este momento. Yo
me he detenido en los pueblos porque me han detenido en los pueblos, el pueblo
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS). Y no he
podido hacer otra cosa que hablar con el pueblo, a pesar de que me parecía que
era necesario que estuviésemos en La Habana cuanto antes, y todo el mundo sabía
que necesitábamos estar en La Habana cuanto antes; pero ya veníamos en este
recorrido, y no podía menos que atender el deseo del pueblo de hablar con
nosotros y de saludar a los combatientes del Moncada.
Ese
ha sido el origen de estas reuniones. Pero
he querido aprovecharlas —visto de que se reúnen en todos los pueblos gran
cantidad de compatriotas, y visto que la prensa se ha interesado mucho por
divulgar nuestro pensamiento—, para ir aclarando una serie de ideas fundamentales. No obstante, el cansancio y el exceso de
trabajo no nos permite organizar nuestras ideas
debidamente; no nos deja siquiera un minuto libre antes de cada comparecencia
ante el pueblo. A través de los
distintos actos hemos ido, sobre todo, sembrando en nuestros compatriotas esta
idea, porque la Revolución ha triunfado firmemente, porque la victoria del
pueblo ha sido total, y que de ahora en adelante el pueblo comprenda lo que ha
obtenido; que no se trata de que haya triunfado el movimiento tal o más cual,
que el pueblo comprenda porque tiene que darse cuenta de que ha triunfado él
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS). Y, por lo
tanto, no se trata de que me digan a mí o a los demás compañeros que tenemos
una gran responsabilidad sobre los hombros, sino soy yo el que le digo al
pueblo que tiene una gran responsabilidad sobre los hombros, porque tiene la
responsabilidad de gobernar la república (APLAUSOS).
No
se puede dejar confundir, no se puede dejar engañar. Porque vendrán los demagogos, vendrán los
oportunistas y vendrán los descarados a querer confundir al pueblo. ¿Quieren unir al pueblo? Lo que tratarán es de dividirlo, lo que
tratarán es de engañar. Y si ustedes
castigan a 10, dirán que es muy poco, que había que castigar a 30; y si usted
castiga a los 30 dirá que es mucho, que había que castigar a 10, que es un
crimen. Porque siempre habrá razones que
exponerle a la gente, de enfrentar sus sentimientos y confundirlo, pero el
pueblo tiene que estar muy alerta. Por
fortuna el pueblo tiene un gran sentido crítico y un poder de adivinar quien es
demagogo y quien no lo es. Si yo les
preguntara aquí, de ciertos personajes conocidos: ¿fulano de tal qué tal es? “¡Ese es un sinvergüenza!” Si preguntara de otra persona, dirían: “ese es un hombre
decente, serio, noble, bueno”; porque nos conocemos todos aquí y conocemos los
sentimientos de todos.
El
pueblo tiene que estar muy alerta, no puede creer que en un día vayamos a
resolver todos los problemas, que ustedes y nosotros vayamos a resolver los
problemas de Cuba. Les voy a decir más: vamos a
equivocarnos más de una vez, porque nosotros no tenemos que ser infalibles;
empieza el pueblo a gobernar y puede equivocarse.
Cuando
empezó la guerra nosotros no sabíamos nada de guerra, y tuvimos los primeros
reveses, y ni Camilo Cienfuegos ni Ernesto Guevara, ninguno de esos compañeros
en aquella época sabía tomar ciudades ni mucho menos, sabía hacer una emboscada
chiquitica a los soldados y nos teníamos que
conformar con eso (RISAS Y APLAUSOS). Pero
fueron aprendiendo día a día, mes tras mes, y hoy se les puede mandar a tomar
cualquier ciudad, porque son ya verdaderos militares, y hombres capaces de
llevar a cabo cualquier objetivo militar (APLAUSOS). ¡Aprendieron!
De
los ministros jóvenes que están señalados, yo les puedo decir una cosa: están llenos de las
más sanas intenciones del mundo (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Bravo!”).
Ahora, que se pueden equivocar, porque nunca han sido ministros (RISAS),
y nadie nace sabiendo ni aprende las cosas al nacer; se van a equivocar, se los
advierto. Pero sí les aseguro que van a
aprender sobre la marcha, y les aseguro que esta generación va a dar
formidables gobernantes como ha dado formidables guerreros. Lo que hay es que darles oportunidad, poner
los revolucionarios a trabajar, todo el que quiera. Y si algo puedo hacer por la gente joven,
cualquiera que sea la organización, que me venga a ver. Porque tenemos que hacer por los
revolucionarios lo que sea necesario, y saber, sobre todo, que en este momento
pertenecemos al pueblo (APLAUSOS).
Y
pueden tener la seguridad que si en este sentido no se ha avanzado más, no es
culpa nuestra; y si culpas hay, que se sepan en el futuro, cuando llegue el
momento de que se sepan, porque a esta hora debíamos estar más unidos los revolucionarios
(APLAUSOS), y que no hubiera estas dificultades de si tomó el Capitolio, de si
tomó Palacio. ¿Dificultades por qué? Y en esta hora, cuando tenemos que estar
todos muy unidos, y vuelvo a repetir que culpa nuestra no ha sido ni será,
porque con José Antonio Echeverría fui como un hermano; con l me uní en Miami,
allí suscribimos el pacto y siento que no esté vivo, porque aquel muchacho era
todo espíritu santo, todo amabilidad, todo lo que se merece (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES
DE: “¡Bravo!”). Siento profundamente, siento profundamente
que haya muerto, porque aquí hacía mucha falta en esta hora y porque aquí
estaría abrazado conmigo el compañero José Antonio Echeverría (APLAUSOS).
(ALGUIEN
LE DICE: “Dígame
algo de Hubert Matos; estoy desesperado por saber de
él”). Hubert
Matos está en estos momentos transportándose con la Columna 9 hacia Camagüey,
donde se le da el mando del Regimiento aquel, ahora Regimiento de la Revolución.
(ALGUIEN
DICE: “El y el
hermano de Fidel que no sabemos de él). ¿El
hermano de Fidel? Está en Santiago de
Cuba, en el Cuartel Moncada (APLAUSOS).
Y
como sé que hay un desinterés extraordinario en esta juventud, una moral
extraordinaria en esta juventud, la juventud revolucionaria se unirá toda como
está unido el pueblo, que es lo que hará grande y feliz nuestro destino. Tan grande es el desinterés de la juventud en
esta hora, que les voy a decir una cosa a ustedes: nadie quiere ser ministro; al revés de
la política, que todo el mundo está aspirando, que todo el mundo aspira, usted
agarra a un compañero de muchos méritos y le dice: “Oigame: el Presidente quiere que usted sea ministro”,
y le dice: “no, no, yo no quiero”. Llama a la gente para que sea alcalde y nadie
quiere ser alcalde, y es increíble, es extraordinario el desinterés de nuestra
juventud, que para que un señor sea ministro haya que darle una orden, haya que
obligarlo a ser ministro (APLAUSOS).
Y
creo que eso lo dice todo:
por poco no hay ni Consejo de Ministros, ¡nadie quería ser
ministro! ¿Alcaldes? Costaba un trabajo tremendo para
encontrarlos; nadie, ningún combatiente quería ser alcalde (APLAUSOS). Sin embargo, yo estoy seguro de que si
ustedes van allá, a ciertos círculos, de los que no han hecho nada en esta
Revolución, y llama a la gente para ser ministros, se le aparecen doscientos
(RISAS Y APLAUSOS). Porque el que no se
sacrifica, el que no se sacrifica ese es el que quiere recoger los frutos.
Y esto
para mí ha sido una lección más, porque todos los días se aprende algo nuevo. Y eso de ver que nadie quiere ser nada aquí,
no como en los mítines en la política, que todo el mundo quiere estar en la
tribuna para venir a meterle cuatro mentiras al pueblo; y tratándose de un
mitin revolucionario, hay que obligar a la gente a que venga a hablar, hay que
ir a hablar. ¿Se puede concebir espíritu
más puro y más desinteresado en nuestra juventud, en nuestros revolucionarios? ¿No es como para tener fe en ellos? ¿No es como para creer en el destino de
nuestra patria después de todo lo que estamos viendo? (APLAUSOS.)
¡Eso es lo que hay!
Quiero,
al continuar mi ruta hacia la capital, dejar en mis compatriotas y en mis
compañeros de Revolución —cualquiera que sea el brazalete— de esta provincia,
la seguridad de que triunfaremos, la seguridad de que los hombres que han hecho
esta Revolución están inspirados en las mejores intenciones del mundo, y que
serán leales, porque somos leales con los que son leales a nosotros, queremos a
los que nos quieren. Así somos los
cubanos, así somos todos, así somos todos nosotros (APLAUSOS).
Esa
confianza y esa fe es nuestra: la que ustedes tienen en nosotros y la
que nosotros tenemos en ustedes. Nosotros
seguiremos adelante, pero ustedes quedarán aquí con la seguridad de que siempre
tendremos el pensamiento puesto en nuestro pueblo y que ustedes tendrán la
confianza y el pensamiento y la fe puesta en sus triunfos. Hacía tiempo que la fe había muerto en
nuestra patria. Duro tuvimos que luchar
para despertarla en el pueblo, porque ya nadie creía en nada ni en nadie. Y a nosotros nos dejaron esa herencia. Veníamos a trabajar, queríamos derrotar a la
dictadura, íbamos a buscar dinero. Y a
veces pedía uno con la certeza de que aquel a quien le pedía dinero se quedaba
pensando que uno era un pillo, que lo que quería era lucrar con la Revolución;
porque había habido muchos pillos.
Porque
todos no somos iguales. Y estos
revolucionarios no iban a ser como los revolucionarios aquellos de “pacotilla”
que tiraron cuatro tiros cuando Machado y se pasaron veinte años diciendo que
eran revolucionarios, y que les dieran “botellas” y que les dieran puestos
(APLAUSOS).
Estos
revolucionarios de hoy sí que no quieren ni que les paguen nada, porque los dos
años que han estado peleando, los seis meses, el año o el año y medio, eso no
se lo va a cobrar nadie a la república; nosotros no vamos a cobrar sueldos, ni
pensiones, ni cosa que se les parezca (APLAUSOS).
Aquí
no importa que no haya dinero, o que los prófugos de la dictadura se lo hayan
llevado casi todo. Lo que sí hace falta
es trabajo, y nosotros estamos dispuestos a trabajar lo que sea necesario sin
cobrar nada, como hemos estado peleando hasta ahora (APLAUSOS).
Esta
juventud no defraudará a la patria esta vez; estos revolucionarios, porque lo
son de verdad, porque han tenido que luchar muy duramente, no andarán diciendo: “yo soy
revolucionario”, sino: “ya el pueblo lo
sabrá”. Y el que se aparezca haciendo
alarde de lo que hizo, posiblemente ese no hizo nada, porque el que hizo algo,
no hace alarde (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Ni pensará caer en los ministerios como una plaga a pedir “botella”, ni
a andar con una pistola al cinto exigiendo cosas.
Y
los estudiantes, que tanto han contribuido a la Revolución, no llevarán su
fusil allí a la universidad para ponerlo en el pupitre, al lado del profesor
para pedirle que le den buena nota; dejarán el fusil en el cuartel o en su casa
—en su casa no, en el cuartel que es donde tienen que estar las armas de los
revolucionarios—, irán a estudiar allí, ¡a estudiar de verdad! (APLAUSOS.)
Nadie
irá a pedir la nota a título de que fue un héroe, porque tiene que ser allí
también héroe no solo en el campo de batalla sino también allí, estudiando y
actuando en concordancia. Mientras más
grande sea su mérito como combatiente, más obligado está con el pueblo, y más
obligado está con su conducta.
Y
no aparecerá aquello que apareció cuando Machado, que salieron los pseudorrevolucionarios a pedir que les regalaran las notas
y les regalaron los títulos, porque esos les hacen daño a la patria. Cursos breves, facilidades para que los que
perdieron uno o dos años los recuperen, ¡sí, eso es justo! (APLAUSOS.)
En seis meses se puede estudiar lo que se aprende en un año, y la mejor
prueba es que casi todos los estudiantes estudiaban en dos meses lo que tenían
que estudiar en un año y sacaban buena nota (APLAUSOS).
Pero
a estudiar para capacitarse, porque lo que la república necesita no son
sacadores de notas, falsos graduados, sino verdaderos graduados y hombres
capacitados, porque esta es la hora en que se podrá poner al servicio del país
toda la capacidad de nuestro pueblo (APLAUSOS).
Y
los estudiantes tendrán derecho a pedir no que les regalen materia de examen,
sino que les busquen buenos textos y buenos profesores (APLAUSOS). No habrá más huelgas porque les quiten un
capítulo más o menos, porque esas huelgas lo que dan es vergüenza, y no creo
que ningún revolucionario esté de acuerdo con eso. Que si hay una huelga es porque el profesor
no viene a clases y les está haciendo perder el tiempo, que si hay una huelga
es porque los libros de textos no sirven, que si hay una huelga es por reclamar
mejores programas y mejores sistemas de enseñanza.
La
reforma del sistema de enseñanza en Cuba es muy necesaria. Tenemos a toda la juventud estudiando
bachillerato, y cuando terminan no se pueden ganar la vida en ninguna parte
porque no tienen un título (APLAUSOS).
Yo
he dicho muchas veces que el bachillerato es un kindergarten para mayores a
donde los padres mandan a los muchachos porque no quieren que anden por la
calle haciendo otra cosa, pero que no se aprende nada allí; allí la cosa es
elemental, pero nada útil y nada práctica.
Lo que le hace es perder criminalmente a la juventud cinco años.
Yo
considero que hay que reformar completamente los sistemas de enseñanza. Lo que hay que hacer es una comisión de los
cinco o seis mejores pedagogos de Cuba y hacer un estudio cabal de nuestro
sistema de enseñanza (APLAUSOS), y adoptar planes de estudios ajustados a las
necesidades de nuestra patria y a las necesidades industriales de un estado
moderno, en el siglo XX, y no un método de enseñanza anacrónico por completo. Eso es lo que deben demandar los estudiantes.
Y
ahí tienen un ministro joven, que está precisamente para escuchar todo esto. Los estudiantes pueden obtener cuantas
reformas útiles sean necesarias hacer en nuestro país, con el auxilio de los
hombres más capacitados en la materia. Y
creo que esa debe ser una de las tareas inmediatas de los revolucionarios,
porque el revolucionario debe cumplir con su deber dondequiera que se encuentre: si es estudiante en
la universidad, si es obrero en el taller, si es campesino en el campo, si es
profesional frente a su profesión, ¡porque es la hora de que todos cumplamos
con el deber! (APLAUSOS), sobre todo porque nuestro país, nuestro pueblo,
necesita superarse.
Aquí
hay que lanzar un programa de alfabetización.
Aquí no debe estar nadie, ningún maestro tranquilo mientras haya un
ciudadano que no sepa leer ni escribir, porque es una vergüenza (APLAUSOS). No puede ser un ciudadano consciente de todos
sus derechos, un ciudadano plenamente útil a su patria aquel que no sepa leer
ni escribir. Hay que acabar con el
analfabetismo de raíz para que todo el mundo sepa y conozca sus derechos; y
sobre todo, porque el que no sabe leer ni escribir, ¿quién es? El hombre pobre, el hombre humilde, el hombre
que más necesita de la Revolución (APLAUSOS).
Porque
los poderosos, los que tienen grandes recursos económicos, esos sí saben, van a
las escuelas de aquí, a las escuelas de fuera de aquí, y el infeliz hijo del
obrero y del campesino no sabe y es víctima entonces de la explotación y del
engaño (APLAUSOS).
Ahora
es cuando la Revolución tiene que empezar, ahora; se acabó la guerra y empieza
la tarea conflictiva; ahora es cuando tenemos que lanzar nuestras columnas
revolucionarias hacia la toma de todas aquellas posiciones que la Revolución
debe trazarse como meta, hacia todos los objetivos en el campo de los obreros,
en el campo de los campesinos, en el campo de los trabajadores y en todos los sectores
de nuestro país donde hay muchas injusticias por reparar (APLAUSOS).
Porque
lo que en esta hora no se consiga para nuestro pueblo, no se conseguirá jamás;
porque lo que en esta hora revolucionaria no se obtenga, cuando todo es pureza,
cuando todo es desinterés, no se obtendrá mañana, en que los intereses, las
ambiciones y las vanidades comenzarán a asomarse por todas partes.
En
esta hora pura de la Revolución es cuando la Revolución debe dar su más extenso
paso, es cuando la Revolución debe lograr sus mayores avances. No quiero decir en un día, lo repito; no
quiero decir que ahora mismo, que mañana, que antes de 24 horas, estén
resueltos todos los problemas, pero que en esta etapa del Gobierno Provisional
es el instante en que la Revolución debe alcanzar sus mayores objetivos, porque
ahora —ahora en este momento—, es el momento más propicio para demandar y
obtener las principales conquistas que ha estado reclamando nuestra patria.
Y
esto se hará automáticamente. El juego
al prohibido esta automáticamente abolido, la “botella” está automáticamente
abolida; todo eso (APLAUSOS). Las
libertades ya están restablecidas, se acabó el terror, se acabó el miedo, hay
libertad de prensa, hay derecho de reunión, derecho a todo, a todo en materia
de libertades (APLAUSOS). Pero ese no es
más que el primer paso, vendrán cosas más complicadas.
Ahora
tenemos los problemas de la zafra, los problemas de los salarios, los problemas
de conseguir trabajo para todo el que esté desempleado (APLAUSOS), la
asistencia a las víctimas de la guerra, la construcción de viviendas a los
campesinos, a los obreros (APLAUSOS), empezando por las que quemaron los
esbirros de la tiranía, que las quemaron por centenares en los campos de
batalla. Ahora comenzarán esas etapas,
cada una de ellas más compleja que la anterior.
Una
serie de cosas se han obtenido radicalmente apenas se derrocó la tiranía; las
otras debemos obtenerlas laboriosamente.
Como
muchas veces nos volveremos a reunir, porque no será esta la única vez en que
espero tener el honor de que me reciban los villaclareños
(APLAUSOS), vendré aquí como a todos los lugares de la isla cuantas veces pueda
y estén dispuestos ustedes a escucharme o hablarme (APLAUSOS). Yo no andaré con escoltas, ni con cordones a mi alrededor ni mucho menos, yo vendré aquí pase lo que pase
cuantas veces sea necesario y me reuniré con el pueblo porque para eso estoy
aquí (APLAUSOS). Y no me importarán absolutamente nada los riesgos personales, porque
si yo por cuidarme no puedo hablar con el pueblo, ¿para qué entonces me metí a
ser revolucionario? (APLAUSOS.) Y sobre todo porque tengo la convicción de
que aquí nadie es imprescindible, y que la Revolución tiene suficientes
valores, que ya pueden los enemigos de la Revolución matar a cuantos líderes
revolucionarios quieran, que ya aparecerán cincuenta más (APLAUSOS).
Y,
por lo tanto, aquí lo que hay que hacer es trabajar y cumplir con el deber
mientras tengamos energías, mientras tengamos aliento y mientras tengamos vida. Y yo estaré en perenne contacto con el
pueblo, y digo y repito que quien manda es el pueblo, y digo y repito que el
Gobierno Revolucionario y nosotros no recibiremos órdenes nada más que del
pueblo (APLAUSOS).
Y
que esta vez, compatriotas, los sacrificios no han sido en vano, que nos cabe a
esta generación la honra de hacer útil la sangre derramada no solo por los
hombres de esta era, sino la sangre derramada por las generaciones anteriores y
que, sin embargo, nunca vieron convertidos en realidad sus sueños (APLAUSOS).
¡Nuestra
generación y nuestro pueblo harán realidad los ideales de todas las
generaciones anteriores, los ideales de nuestros mambises,
cuyos sacrificios hasta hoy habían sido en balde, porque la patria que teníamos
estaba muy lejos de ser la patria que ellos soñaron! (APLAUSOS.)
El
tirano ha huido cobardemente, y con la tiranía será arrasado no solo el terror,
no solo el crimen, sino que serán erradicados de nuestra patria las causas que
los originaron, las inmoralidades y las lacras que hicieron posible la permanencia
durante siete años de un régimen tan criminal y oprobioso.
¡Hay
que trabajar para hoy y para mañana, para esta generación y para las
generaciones venideras! ¡Hay que sentar
sobre bases firmes el futuro grandioso de la patria!
Y
nunca, en ninguna ocasión anterior, pudo sentirse un pueblo con más legítimo
derecho a tener la fe y la esperanza que tiene hoy, porque lo digo con orgullo
—y es lo que dicen todos estos periodistas que vienen de fuera, es lo que dicen
cuantos hombres de América nos visitan—, ¡el pueblo de Cuba, con su gesto
heroico, le ha dado un ejemplo al mundo entero!
(OVACION.)