DISCURSO
PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO
REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE APERTURA DEL PRIMER CONGRESO NACIONAL DE MAESTROS
RURALES, EFECTUADO EN EL TEATRO DEL PALACIO DE LOS TRABAJADORES, EL 27 DE
AGOSTO DE 1959.
(VERSION
TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER MINISTRO)
Compañeros
del magisterio:
Quiero expresarles, primero que nada,
que este es uno de los actos en el que no me invitaron (RISAS Y APLAUSOS), sino
que yo mismo me invité (APLAUSOS PROLONGADOS).
Y si no fuese por la coincidencia de que ustedes tenían convocado un
congreso, podría decir que este acto pedí expresamente que fuese
convocado. No sabía del Congreso de los
Maestros; sabía, sí, lo de las oposiciones, pero por razones muy poderosas le
pedí al Ministro de Educación que convocara a los maestros, más que a los
maestros rurales, es decir, a los que iban a ser maestros rurales. Es decir quería tener una reunión con todos
los aspirantes en las próximas oposiciones, y tenía especialísimo interés en
esa reunión. Por eso decía que no era
este un acto al que acudo en virtud de un compromiso determinado, de una
invitación, sino que solicité expresamente la oportunidad de hablar con los
maestros. Y en pocos actos he estado tan
interesado como en este acto, en el cual realmente he venido pensando desde
hace muchos días.
Lamento que no me acompañe del todo la
voz, porque coincidió también con otro acto importante al que hube de asistir
en la noche de hoy, motivo por el que los hice esperar un poco; pero en
fin... (APLAUSOS). Quiero hacer constar que fue por causa
enteramente ajena a mi voluntad; pero me queda un poquito de voz para
explicarles lo que quiero explicarles.
¿Esto es un congreso, no? Yo vengo aquí a este congreso a discutir con
ustedes ciertas cuestiones muy importantes.
Entiendo que había cierta preocupación sobre el motivo de la reunión;
cierta preocupación en los maestros, por haber hasta incertidumbre incluso, que
en realidad no veo motivo para ello.
Puede haber incertidumbre en los maestros si no hay espíritu de
sacrificio. Ninguna medida del Gobierno
Revolucionario irá jamás contra los principios de la enseñanza; ninguna medida
tomará jamás el Gobierno que pueda ser en perjuicio de la enseñanza o del
maestro. No se trata, pues, de la
cuestión de los “nombramientos libres”; se trata sencillamente de la necesidad
en que estamos de brindarles la enseñanza a todos los niños de Cuba.
Estos planteamientos que vaya hacer
aquí tienen sus raíces en los primeros días del triunfo de la Revolución. Como todos ustedes recordarán, los primeros
pasos que dimos, aun antes de formar parte del Consejo de Ministros, fue con
relación a la enseñanza. Al llegar
nosotros al poder, nos encontramos con estas realidades: primero, un número extraordinario de
maestros con títulos, que sin embargo no tenían trabajo; 600 000 niños
aproximadamente, o medio millón de niños, que no estaban recibiendo enseñanza,
y un gobierno que no tenía recursos, frente al cual en un país lleno de
necesidades, el Gobierno Revolucionario no tenía recursos suficientes para
afrontar todas las necesidades del país.
Contemplaba por un lado el hecho cierto
de que teníamos maestros, de que afortunadamente —al revés de otros países, al
revés por ejemplo de lo que ocurrió en Venezuela, donde fueron suprimidas las
Escuelas para Maestros— en Cuba traíamos el arrastre desde hace muchos años de
un gran número de maestros que no tenían aulas, que no tenían trabajo; es decir
que no podían ganarse la vida con su profesión ni desarrollar su vocación,
porque el magisterio más que una profesión, es en realidad una vocación; porque
con lo que ha cobrado el maestro, con el estándar de vida que ha tenido el
maestro, se puede ser maestro por vocación, más no por profesión (APLAUSOS).
Nosotros teníamos al triunfar la
Revolución, por un lado escasez de recursos, pero por otro lado millares de
maestros preparados para la enseñanza.
No teníamos dinero, pero en cambio había entusiasmo, y tuve entonces una
idea: la idea
de convertir en recurso de la nación la capacidad con que contábamos y el
entusiasmo con que contábamos.
Fue así como hice un intento para
lograr movilizar el mayor número de maestros, en un esfuerzo por llevar con
toda urgencia la educación a los campesinos.
Y recuerdo bien que en aquella reunión con los campesinos que tuvimos en
la Sierra Maestra, fue tal el entusiasmo con que respondieron los maestros que
allí se reunieron aquella tarde casi tantos maestros como campesinos.
Es decir que el magisterio respondió al
llamamiento; lo que no pudimos fue canalizar aquel entusiasmo. Hubo momentos en que realmente tuvimos la
impresión de que aquel intento —posiblemente el esfuerzo más expresivo de la fe
que nosotros tenemos en nuestro pueblo—, de que aquel esfuerzo no iba a
producir resultado alguno.
Mientras hacíamos por un lado aquel
intento, se realizaba en el Ministerio de Educación por otro lado toda una
serie de medidas para mejorar el Ministerio de Educación y realizar en él una
obra revolucionaria.
Transcurrieron los meses y por un lado
la disposición de brindar un esfuerzo voluntario a la enseñanza, y por otro
lado los primeros síntomas o los primeros anuncios de que el Ministerio de
Educación iba a convocar a oposiciones para cubrir una serie de nuevas aulas.
Así por un lado se iban enfrentando dos
aspiraciones o dos propósitos: el propósito de utilizar el entusiasmo
de los maestros y el propósito creador del Ministerio de Educación.
Al cabo de varios meses, el primer
esfuerzo rindió sus frutos y un número total de 1 800 maestros se
encontraban dando clase en los campos a través del Departamento que creamos en
el Ministerio de Defensa. Así marcharon
paralelamente aquellos dos esfuerzos.
Sin embargo, nosotros no podíamos sentirnos satisfechos.
Calorizamos tanto el plan
del Ministerio de Defensa como el plan del Ministerio de Educación. No regateábamos esfuerzo por parte del
Gobierno ni sacrificio por parte del Gobierno, para ir hacia la creación de
nuevas aulas. Quizás por motivos de
cierta incertidumbre acerca del resultado de la primera gestión, unido por otro
lado al deseo de ir sustituyendo aquel esfuerzo voluntario por un esfuerzo
sistemático en el ministerio, permitimos, o en fin, dejamos de seguir una
orientación enteramente correcta en este problema.
Decía yo que no nos sentíamos satisfechos. ¿Por qué?
Por una serie de razones que ustedes van a comprender
perfectamente. Cuando tuvimos la idea de
utilizar a todos los maestros que estaban sin aula, en un esfuerzo por
alfabetizar a todos los niños campesinos, estábamos partiendo de la idea de la
escasez de los recursos del Gobierno y recuerdo que la base fundamental de
aquel proyecto no era aspirar a que los maestros estuvieran dando clases
gratuitamente, sino que partiendo del hecho de que había un número enorme de
maestros sin aula y que muchos de ellos iban a estar varios años sin poder
enseñar, sin poder prestar ese beneficio al país, sin poder resolver su
situación económica, además, y como partíamos de la idea de que la economía del
país entra en un proceso de desarrollo y si es cierto que hoy no tenemos
recursos para brindar todos los servicios que en cuanto a enseñanza necesita el
país, y en cambio albergamos la seguridad de que esos servicios, esos recursos,
vamos a contar con ellos en el curso del desarrollo de nuestra economía y que
es posible que dentro de algunos años dispongamos de todos esos recursos;
pensábamos que era realmente criminal que ese enorme número de maestros,
capacitados para enseñar, continuasen con los brazos cruzados sin ganarse la
vida y sin prestar ningún servicio al país, que tanto los necesita en estos
momentos, que son momentos de hechos y no de palabras (APLAUSOS). Mientras cientos de miles de inteligencias
iban a permanecer en la oscuridad y el olvido, porque la República que pedía
maestros, la República que pedía entusiasmo, la República que vivía un momento
decisivo y estelar de su historia, no tenía unos míseros pesos para pagar a
esos maestros a fin de que fuesen enseñados los niños (APLAUSOS).
Son estas razones demasiado ciertas,
demasiado irrebatibles, para que pudiésemos sentirnos satisfechos ante la
realidad de que no estábamos haciendo el mayor esfuerzo, ante la realidad de
que estábamos cometiendo el error de no utilizar los recursos de la nación,
porque en realidad no caben para el país otras soluciones que utilizar todo lo
que tenemos para marchar adelante, y es mentira que los pueblos avancen, y es
mentira que los pueblos resuelvan sus necesidades, y es mentira que los pueblos
se engrandezcan y cautericen si no hacen realmente el esfuerzo (APLAUSOS
PROLONGADOS).
Mucho hemos hablado, mucho hemos hecho
todos nuestra profesión de fe revolucionaria.
Mucho hemos aclarado nuestro respaldo a la idea justiciera que la
revolución encierra. Mucho hemos
repetido nuestra decisión de hacer avanzar la Revolución. Muchas veces hemos oído decir que se está
dispuesto a dar la vida por ella, pero a poco que analicemos con absoluta
honradez, a poco que analicemos con absoluta sinceridad, a poco que analicemos
con alguna profundidad tenemos forzosamente que reconocer que en muchos órdenes
de la vida real, en muchos órdenes de la vida del país todavía no estamos
poniendo en práctica el verdadero esfuerzo que la Revolución reclama
(APLAUSOS).
Que en muchos órdenes de la vida actual
de nuestro país todavía estamos viviendo de ilusiones; todavía estamos viviendo
de sofismas; todavía tenemos nuestra mente para la gama de falsas ideas y de
vicios pasados; todavía estamos pensando dentro del estrecho marco en que
estuvimos pensando siempre; todavía no hemos adaptado nuestra mente y nuestros
sentimientos a la entera realidad revolucionaria que vive Cuba (APLAUSOS).
Queremos la plena soberanía del país y
la proclamamos. Queremos la liberación
nacional y la proclamamos. Aspiramos a
ello. Mas eso no se logra con palabras,
eso no se logra con deseos, eso no se logra sin sacrificios, porque cuando se
quiere ser verdaderamente libre, para que un pueblo merezca realizar esa
aspiración, debe empezar por saber que eso implica mucho esfuerzo y que eso
implica mucho sacrificio. Que no estamos
viviendo en aquel conformismo del pasado, que no estamos viviendo en aquella
recitación del pasado y si el pasado queremos dejar atrás, si queremos un
futuro mejor, no podemos actuar ni seguir actuando como actuábamos en el
pasado.
Esto es una realidad. Con entusiasmo solo no se logra un gran
propósito, y la prueba la tenemos en que nuestra patria ha venido luchando
desde hace un siglo por lograr sus anhelos, sin lograrlos enteramente. Luego, con entusiasmo solo no se logran los
objetivos. Con desearlo solo no se
logran los objetivos. Con dejar que un
grupo de hombres lo vayamos a hacer todo no se logran los objetivos. Los objetivos, puesto que son para todos, puesto
que tienden al beneficio de todos, deben ser producto de la preocupación y del
esfuerzo de todos. No es cuestión aquí
de que cada cual nos pongamos a pensar en resolver nuestro propio
problema. No es cuestión aquí de que
cada cual nos pongamos a preocupar por satisfacer exclusivamente nuestras
propias e individuales necesidades, porque así no llegamos a ninguna parte, y
todavía hay muchos cubanos que deben aprenderse esta lección y ver con claridad
que la Revolución no se apoya con aplausos, que la Revolución no se defiende
con simple entusiasmo y simpatía, que la Revolución no se defiende solo con
letreritos, que la Revolución no se defiende solo con vocerío, que la
Revolución se defiende sobre todo desprendiéndose cada cual de los egoísmos que
no caben en esta hora y pensar de verdad en la patria (APLAUSOS).
El Gobierno Revolucionario ha hecho un
gran esfuerzo, un extraordinario esfuerzo en varios sentidos: en la agricultura, en las obras públicas que
no son de ornato, sino para satisfacer las necesidades más elementales de la
vida de los pueblos, librar los pueblos de los pantanos, haciéndoles
alcantarillado, haciéndoles calles, haciéndoles comunicaciones, haciéndoles
acueductos, haciéndoles filtros, porque la realidad es que hay muchas
poblaciones del interior, que cuando llueve y alguien trata de tomar un vaso de
agua, le pasa lo que a nosotros, que no saben si es un vaso de agua o un
refresco de tamarindo que le están brindando.
En fin, al expresar este hecho gráfico
quiero decir que el país tiene necesidades en una serie de órdenes. No hay hospitales suficientes, no hay camas
suficientes, no hay recursos suficientes para satisfacer todas las necesidades
de medicina, ya que también la salubridad incluye una parte preventiva de
mejorar las condiciones de higiene para disminuir anualmente el número de
enfermos, y claro está que si la Revolución fuese a resolver uno solo de esos
problemas, si la Revolución fuese a atender solo unas obras públicas, con
olvido de la educación, con olvido de la agricultura, o si fuese a atender solo
la salubridad, o si fuese a atender solo la educación, quizás alcanzarían los
recursos para satisfacer un solo aspecto de las necesidades del país. Pero que el país sufre múltiples necesidades
en todos los órdenes, y el país necesita repartir sus escasos recursos porque
es un país subdesarrollado económicamente, un país que no ha desarrollado la
riqueza que urgentemente tiene que desarrollar, un país que además sabe que no
le van a venir a traer aquí la solución de sus problemas, que no va a esperar
que vengan de otros países a resolvernos nuestros problemas, y además no es
digno que ningún pueblo se pusiese a esperar semejante solución (APLAUSOS).
Con los escasos recursos que nos
dejaron, porque a más de país subdesarrollado era país saqueado, saqueado de la
peor forma, arruinado virtualmente en el aspecto económico, repleto de
desempleados, y la mejor prueba son los maestros, teníamos que emplear esos
escasos recursos en ir satisfaciendo siquiera una cuota, una parte de cada una
de estas necesidades más perentorias en la misma medida en que dirigimos nuestros
esfuerzos con toda la energía que podíamos reunir hacia el desarrollo económico
de nuestro país.
Pero hay una gran verdad que nadie debe
olvidar, que nadie puede olvidar, la realidad es que nuestras necesidades
materiales solo podemos satisfacerlas creando riquezas, desarrollando nuestras
riquezas, produciendo, porque el problema es clarísimo, no alcanza para todos,
sencillamente porque no hay para todos.
Hay miles de compatriotas sin ingresos, sencillamente porque vivimos en
un país no desarrollado, cuya economía no está desarrollada, y nosotros al lado
de las necesidades perentorias que tenemos que satisfacer con los escasos
recursos con que contamos y tenemos también por delante la inmensa tarea de
desarrollar esa riqueza para llevar cuanto antes a nuestro pueblo impaciente al
disfrute de un estándar de vida mejor, para llevar a cada hogar que sufre la
escasez y que sufre privación y el alivio de aquellas necesidades más
elementales que muchas familias no pueden hoy satisfacer porque carecen de ingresos,
¿y cómo viven? Pues viven de alguien de
la familia, repartiendo lo poco que tienen y viven pasando sus trabajos, que lo
más duro que tienen no es la carga de sufrimientos que traen sino la ausencia
de esperanzas para resolverlos, que es como hemos vivido, como han vivido
ustedes, aspirando siempre a un trabajo, sin esperanza apenas de
obtenerlo. Esperando durante años y
años, acudiendo a cuanta oposición se presente, tratando por todos los medios
de lograr la manera de desempeñar, de desarrollar la profesión y la profesión,
hasta aquí ya sabemos como era el cuadro; solo quien podía contar con una
influencia política.
Veíamos los recursos de la nación
derrocharse criminalmente. No se
brindaba al país el aporte de los maestros.
¿Y la clase magisterial cómo vivía?
¿Cómo vivían los miles y miles de maestros?, sin aulas. ¿Cómo vivían?, sino faltos de esperanzas,
llenos de escepticismo, casi sin encontrarle solución racional al problema de
su vida, porque cualquiera que hiciese algunos cálculos de los maestros
graduados y de los maestros que estaban por graduarse tenía que sacar
racionalmente la conclusión, de que era indefinido el número de años que tenía
que esperar para al fin lograr la ansiada oportunidad de enseñar y de vivir
además decorosamente con el esfuerzo de su trabajo.
Esa es una verdad que la han vivido
todos los maestros desde el instante mismo en que recibieron su título de
maestro, desde el instante mismo en que les entregaron un diploma y se pusieron
a esperar. Viene el triunfo de la Revolución,
¿acaso no debe ser el triunfo de la Revolución, acaso no debe el triunfo de la
Revolución traer consigo la solución al problema de la ignorancia y la solución
al problema de los maestros, acaso no debe ser el triunfo de la Revolución el
fin de la incertidumbre y de la angustia de todos los maestros? ¿Sería correcto resolver el problema de una
parte de los maestros y decirles a los demás maestros que esperaran dos o tres
o cinco o diez años para dar clases?
¿Sería justo buscar soluciones para una parte solamente, mientras
dejábamos en la misma incertidumbre del pasado a los demás? ¿Sería justo resolver el problema de una
parte de nuestros niños y dejar sin resolver el problema del resto de los niños
que tienen tanto derecho como cualquier otro a la educación, que no puede ser
en una hora revolucionaria cuestión de mejor suerte?, que debe ser una cuestión
de deber moral insoslayable de la nación, que debe ser un deber de todos los
maestros. ¿Sería correcto que la
Revolución viniera con la solución raquítica de dar empleo a una parte de los
maestros, dar enseñanza a una parte de los niños, mientras el resto de los
maestros espera, mientras el resto de los niños esperan?
El Gobierno Revolucionario está
haciendo un gran esfuerzo, haciendo el esfuerzo máximo que permite la
paupérrima economía que nos legaron, ha logrado presupuestar los recursos
necesarios para crear 5 000 aulas, sin embargo, eso sería menos de la
mitad de las aulas que se necesitan. El
resto de los niños tendría que esperar años, el resto de los maestros tendría
que esperar años, porque difícilmente pueda nuestra economía en los próximos
años inmediatos a llegar los recursos suficientes para volver a crear otras
5 000 aulas. ¿Qué es lo que quiero
proponer, pues a los maestros: no nombramiento libre? No, quiero proponer una fórmula generosa para
ustedes, de sacrificio sí, pero de honra, de sacrificio, pero de servicio a la
patria, de sacrificio, pero de extraordinario favor a cientos de niños. Y como considero que es honesto plantearlo,
sin importarme siquiera que pueda alguno, si es que hay alguno en esta obra
capaz de no comprender estas verdades, lo que quiero proponerles a los
maestros, es que con los mismos recursos que tenemos para crear 5 000
aulas, creemos las 10 000 aulas (APLAUSOS); que con los mismos recursos
que tenemos para dar empleo a 5 000 maestros, les demos empleo a
10 000 maestros (APLAUSOS); que en esta oportunidad única de nuestra
patria no se quede un solo maestro esperando, no se quede un solo niño esperando
(APLAUSOS). Es decir, no el trabajo
absolutamente voluntario, pero sí la utilización de esos recursos para afrontar
el doble. Según los datos estadísticos,
son 10 500 escuelas aproximadamente lo que nos falta y es preciso pensar
en el triunfo que significará para el Magisterio de Cuba, para el pueblo de
Cuba y para Cuba el ser, posiblemente, el único país de América que haya
llegado a esta posibilidad de atender todas las necesidades de la enseñanza
rural con maestros titulados.
Es preciso pensar en que no significará
siquiera un sacrificio grande, no, porque como la riqueza de nuestro país tiene
necesariamente que ir en desarrollo, porque es propósito fundamental del
Gobierno Revolucionario el realizar este desarrollo de nuestra economía cueste
lo que cueste y pase lo que pase (APLAUSOS); esta proposición significaría, no
que se pierde una parte del sueldo, sino que se guarda, que lo que no reciba
ahora el primer año, se reciba luego, que la parte de sacrificio que de
inmediato signifique para todos esos maestros se reponga en una escala acordada
desde ahora, en la misma medida en que se vaya desarrollando la economía del
país y le podamos decir al maestro en cada año lo que va a ganar, y cómo al
cabo de los primeros cuatro años comenzará a ganar por encima del sueldo
habitual e ir ganando, paulatinamente, lo que haya dejado de ganar en los
primeros años (APLAUSOS). Es decir que
vamos a compartir generosamente con todos los compañeros lo que hoy disponemos
y si disponemos para 5 000, recibir la mitad para que otros 5 000
reciban la otra mitad (APLAUSOS). El sacrificio mayor será el primer año y no
lo significará tanto por cuanto espiritualmente cada maestro con un aula sabrá
que su vocación está asegurada y lo primero es la vocación; pero sabrá además
que su profesión está asegurada, sabrá que en vez de estar un año sin ganar
nada, ni enseñar nada, estará el primer año ganando algo y enseñando mucho
(APLAUSOS). El segundo año ganará más,
el tercer año al iniciarse, el cuarto año estará ganando el sueldo actual. Al iniciarse el quinto año estará ganando el
sueldo máximo, de manera que en números sería la mitad del sueldo actual, 20
pesos de aumento todos los años hasta ganar 200 pesos que empezaría a ganar al
iniciarse el octavo año (APLAUSOS).
Para comprender lo que es esto, lo que
esto significa para todos los maestros, solo quiero que piensen que hay
maestros que llevan más de 20 años de enseñanza y no llegan a 150.00
pesos. Por supuesto que no llegan a 200
pesos. ¿Qué no habría sido para todos
los maestros un plan como este iniciado hace siete años? Muchos de los que hace siete años han estado
deseando trabajo ya estarían ganando lo suficiente para vivir decorosamente,
todos los maestros que llevan siete años trabajando, ya estarían recibiendo ese
sueldo. Y esto a quién lo planteamos, a
los que van a ingresar, no al que ya está trabajando y tiene ajustado su
estándar de vida, sino a los que empiezan ahora. Pero implica nuestra aspiración, de ir
velando en el futuro los sueldos de los de ahora con los que van a
ingresar. Es decir, nuestra aspiración
será poderle dar más al maestro cada vez; solo pedimos una cosa, solo pedimos
en nombre de la patria una cosa, solo pedimos en nombre de la Revolución una
cosa, y es que no nos pongamos a esperar sin razón a que sea dentro de tres, o
de cuatro, o de cinco, o de seis, o de siete años, que cientos de miles de
niños reciban el pan de la enseñanza (APLAUSOS). Que podamos decirles al pueblo y al mundo,
que como un esfuerzo más de nuestra Revolución, como un esfuerzo más de nuestro
pueblo, no quedará un solo niño sin escuela y esto significa el desarrollo de
la inteligencia de todos nuestros niños.
Eso significa que no quedará un solo talento que no se abra a la luz. Eso significa que no quedará una sola
inteligencia sin su oportunidad, ni quedará un solo maestro sin su
vocación. Significa la concreción de los
intereses, de todos los intereses de la nación, del maestro y del niño con un
poco de sacrificio hoy, con una compensación futura en lo económico, pero sobre
todo algo que no se logra con todo el oro del mundo, la satisfacción de haber
servido a su patria en esta hora (APLAUSOS).
La satisfacción de que cientos de miles
de niños le agradecerán la cultura que posean, de que el país les agradecerá
las inteligencias de que pueda disponer y de que con un poco de esfuerzo hoy,
no solo brindaremos la alegría, no a una parte, sino a todos los maestros; no
solo aseguraremos su vocación, su porvenir a una parte, sino a todos los
maestros; que no solo resolveremos el problema terrible de la educación a una
parte de los niños campesinos, sino a todos los campesinos y los maestros
estarán hoy dando un ejemplo digno de imitarse, que este ejemplo de sacrificio
empiece por los maestros; que esta lección de que tenemos que sacrificarnos
hoy, si queremos tener felicidad mañana, empiece por los maestros y que los
maestros se pongan a la cabeza del civismo del país con un poco de esfuerzo
(APLAUSOS).
Y esa disposición de los maestros,
estimulará al país a ayudar, estimulará a los campesinos a ayudar, estimulará a
Obras Públicas a construir más escuelas y nos estimulará a todos en todos los
órdenes y la enseñanza ganará mucho más todavía.
Es preciso mucho más de tranquilidad
para los maestros, mucho más de luz para los niños, significará un estímulo a
toda la nación y toda la nación recibirá los beneficios de una conducta
semejante, que es la que he venido a pedirles en este congreso, en la seguridad
de que no quedaría el planteamiento en el vacío. Ganará el magisterio y ganará el país y con
ese ejemplo estaremos estimulando a todos a enseñar, porque no nos quedaremos
ahí, detrás irá la movilización de todo el pueblo para que no quede un solo
cubano que no sepa leer ni escribir (APLAUSOS), para ganarles la batalla a la
incultura y a la ignorancia, para ganar esa batalla de la que tanto se ha
hablado y que nunca nos hemos decidido verdaderamente a librarla y por eso no
la hemos ganado.
Detrás irá el esfuerzo de toda la
nación, tras de la pauta que señalen los maestros; detrás irá el deseo de los
campesinos de ayudar a que tenga mayores facilidades ese maestro que se
sacrifica, detrás irán las medidas que podamos disponer, como serían el
transporte gratuito a esos maestros que se sacrifican (APLAUSOS), como sería la
matrícula gratis en las universidades y centros docentes (APLAUSOS), y así a
esos maestros que se sacrifican, les daremos en todos los órdenes posibles las
mejores oportunidades, les daremos las posibilidades de prepararse, con un poco
nada más que de sacrificio, porque al pedirles esto, les pido sobre todo que
piensen en aquellos maestros que en plena guerra y bajo los bombardeos
enseñaron a los niños, y les pido que piensen, sobre todo, que por grandes que
sean nuestros sacrificios, jamás serán como el sacrificio de aquellos que,
cuando se les mandaba a combatir al enemigo, marchaban hacia la muerte sin
esperar recompensa alguna.
Muchas gracias.
(OVACION)