DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA EXPLANADA
MUNICIPAL DE MONTEVIDEO, URUGUAY, EL 5 DE MAYO DE 1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER
MINISTRO)
Hermanos del Uruguay:
He
llegado un poco tarde. Sé que hace rato
que están ustedes aquí reunidos; mas no era el motivo de nuestra tardanza el
descanso, hace rato que no descansamos, ni allá ni acá.
¿Dónde
estábamos? Estábamos junto a los
campesinos en la zona inundada. Y quizás
pocos hechos nos hayan impresionado más que aquellos grupos de campesinos
uruguayos, en los cuales, por más que alguien hubiese tratado de encontrar una
diferencia entre aquellos campesinos y los de nuestra tierra, no habrían podido
encontrarla jamás (APLAUSOS). Era
realmente admirable, impresionante, digno de analizarse, aquel carácter,
aquella nobleza, aquella pureza de esos campesinos, de modo tal que podía haber
dudado de si me encontraba en algún lugar de este Uruguay, que durante mucho
tiempo fue para nosotros y para los demás pueblos de América algo así como un
lugar lejano, como una silueta en el mapa de América, o eran campesinos de
aquella Cuba que tal vez durante mucho tiempo fue también para ustedes algo así
como un lugar lejano, como una silueta en el mapa de América.
¿Cómo
explicarse esa separación en la mente de los latinoamericanos? ¿Cómo explicarse esa distancia que si existe
solo es en lo físico y hoy los medios de comunicación han anulado por completo? Si realmente no hay distancia entre la mente
de ustedes y la mente nuestra; no hay distancia entre el corazón de aquellos
hombres y el corazón de nuestros hombres; no hay distancia entre la emoción de
aquellos hombres y la emoción de los cubanos (DEL PUBLICO LE DICEN: “¡Viva Cuba Libre!”); no hay distancia en la
pasión por la libertad; no hay distancia en la devoción por la dignidad del
hombre; no hay distancia en la aspiración a una vida más justa, más feliz y más
libre (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Si
somos una sola cosa, si hasta en el físico somos tan parecidos que nadie osaría
distinguirnos si no le presentamos un pasaporte; si somos tan iguales que a mí
hoy, por ejemplo, me parecería absurdo que alguien viniera a decirme que le
estoy hablando a un conglomerado distinto al conglomerado de mi patria
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS), que le estoy hablando a una multitud que no es una
multitud cubana. Me parecería absurdo
que alguien me dijese que estas decenas de millares de cabezas apretadas hayan nacido
bajo una bandera distinta, hayan nacido bajo un cielo distinto y que de algún
modo ustedes sean distintos a nosotros los cubanos (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Es
que hemos implantado barreras artificiales, es que hemos implantando fronteras
artificiales y hemos creado diferencias donde no existen, hemos creado
distancias donde no existen, hemos creado ficciones en medio de verdades que
son evidentes, y hemos cerrado los ojos ante ellas y hemos vivido en medio del
absurdo, sin que voces aisladas o voces unánimes de todos nuestros pueblos empezasen
a comprender la verdad de nuestra debilidad, la verdad de nuestra impotencia,
la verdad de nuestra infelicidad.
Es
que siendo uno en todo hemos vivido alejados, hemos vivido separados, hemos
vivido divididos, hemos vivido al margen de lo que pudo habernos hecho grandes,
de lo que pudo habernos protegido de la impotencia; hemos vivido al margen de
lo que fueron los sueños de nuestros libertadores, a los cuales hemos levantado
estatuas, a los cuales hemos dedicado millones de ramos de flores, millones tal
vez de discursos, pero a los cuales no hemos seguido en la esencia más pura de
su pensamiento (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Parécenos
que si se presentaran hoy ante nosotros, desde Bolívar hasta Martí, desde San
Martín hasta Artigas, y con ellos todos los próceres de las libertades de
América Latina, nos reprocharían al ver cómo nos encontramos todavía y se
preguntarían si esta es la América que ellos soñaron, grande y unida, y no el
racimo de pueblos divididos y débiles que somos hoy (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Este
acto sería la razón más elocuente, este mitin gigantesco sería la más poderosa
razón del reproche, porque, ¿qué explicación puede tener este acto? No puede ser la curiosidad, porque la
curiosidad no mueve tantas decenas de miles de personas; no puede ser el
mérito, porque nadie puede tener tanto mérito en el mundo como para reunir
tantas decenas de miles de personas; no puede ser la gratitud, porque nosotros
no hemos hecho nada por ustedes (EXCLAMACIONES y APLAUSOS). No
estamos en Cuba, donde por nuestro pueblo hicimos algo; donde al menos barrimos
la tiranía oprobiosa que lo agobió durante siete años; donde al menos les hemos
confiscado los bienes a todos los ladrones y a todos los malversadores; donde
al menos nuestro pueblo ha sabido castigar ejemplarmente a sus verdugos; donde
al menos hemos librado a las madres de la tremenda incertidumbre de ver partir
a sus hijos sin saber en qué minuto iban a desaparecer para siempre, sin el
consuelo de conocer siquiera dónde encontrarían sus restos; donde al menos
hemos librado a la palabra de todas las mordazas; donde al menos hemos librado
a las ideas de todas las trabas; donde al menos hemos librado al pueblo de
todos los miedos y temores; donde al menos, si no hemos podido hacer mucho más,
porque ha sido muy breve el tiempo y ha habido que reconstruir de nuevo la
república, ha habido que defender a la Revolución de la calumnia internacional
(EXCLAMACIONES y APLAUSOS) y ha
habido que salir más de una vez del propio suelo para congregar a otros pueblos
en otros lugares de América para impedir que la calumnia infame o la mentira
entibien el cariño que nos ayudó y nos alentó en las horas difíciles de la
lucha, si no hemos hecho más, al menos ya hemos llevado a nuestro pueblo las
ventajas y los frutos de muchas leyes revolucionarias que han rebajado el costo
de la vida, que están librando al pueblo de la especulación.
Hemos
despertado el sentimiento patrio en un país donde, a fuerza de decepciones,
casi se había perdido ese orgullo que sienten los hombres por el suelo en que
han nacido; hemos asentado sobre la tierra a más de 150 000 familias
campesinas que vivían en precario y bajo el temor constante de perder sus
parcelas; hemos suprimido la dictadura, no solo en lo político, sino también en
lo sindical; hemos restablecido el derecho de los obreros a elegir a sus
propios dirigentes; hemos abierto los centros de enseñanza y las universidades,
o estamos reformándolas para elevarlas al nivel que la nueva república exige de
la juventud. Y si no hemos hecho más en
tan breve tiempo, al menos hemos sembrado esperanza, al menos hemos llenado a
nuestro pueblo de esperanza y al menos hemos actuado de modo que esa esperanza
de hoy sea hermosa realidad en el futuro (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Todo
eso, aunque es poco, hemos hecho por nuestro pueblo. Mas es lógico que cuando convoquemos a los
cubanos se reúnan; sin embargo, ¿puede explicarse que, sin que medien ninguna
de esas causas, en número tan extraordinario y entusiasta se reúnan tantas
decenas de miles de cabezas uruguayas, que son las más compactas que nunca he
visto entre tantos mítines; la más apretada que he visto, entre tantas
concentraciones como he visto?
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.)
¿Qué
explicación tiene si no puede ser ni la curiosidad, ni el mérito, ni la
gratitud lo que reúne a los pueblos de nuestro continente al paso de un joven
que sencillamente no ha hecho otra cosa que cumplir con el deber que tenía con
su patria, como otros muchos miles de jóvenes han cumplido? ¿Qué es lo que reúne a los pueblos, si no es
una aspiración, si no es una conciencia latinoamericana, si no es un deseo que
late en el corazón de todos nosotros?
¿Qué
quiere decir que a mí no se me mire aquí como a un extranjero, palabra indigna
para calificarnos los hermanos de América Latina, sino que hay una conciencia
que despierta en todo el continente?
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.) ¿Los
que estudian los procesos históricos y los fenómenos sociales de los pueblos
pudieran dejar acaso de considerar todo el valor que tienen estos síntomas del
despertar de la conciencia de América Latina?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Jamás!” ) ¿Qué quiere
decir esto, sino que la América va madurando para la gran tarea que debe
realizar en el mundo, para cumplir también su rol en el mundo, para llevar
adelante los sueños y las aspiraciones a que tienen derecho todos los pueblos?
Parecían
como olvidadas las ideas de la unión de los pueblos de América Latina; incluso,
no es que pensemos que ese sea un objetivo fácil; incluso, no fue el propósito
de este viaje hacer una campaña en favor de esa unión. La campaña se hace sola, la conciencia se
está haciendo sola. Esa conciencia no la
ha formado nadie, y mucho menos yo; es una conciencia con la que me encuentro,
es una conciencia que se va despertando por sí misma y que simplemente no
hacemos sino observar.
Tal
vez hoy lo que nosotros deseamos más, el propósito fundamental, es contar con
la simpatía de los pueblos hermanos de América para llevar adelante las ideas
de la Revolución Cubana. Nos preocupamos
porque la Revolución Cubana se lleve adelante, ¿por egoísmo? No, no puede ser por egoísmo cuando pensamos
que el triunfo de la Revolución Cubana interesa no solo a Cuba, sino a toda la
América, e interesa más que nunca en estos instantes en que la conciencia de la
unión de América Latina se despierta (APLAUSOS). Sufriría un golpe tremendo la esperanza en la
América Latina si la Revolución Cubana fracasa.
No
debemos vivir de sueños, no debemos vivir de ilusiones. Si la
Revolución Cubana después de su formidable victoria militar; si la Revolución
Cubana después del milagro de que los jóvenes y los campesinos de nuestra
patria, sin armas y sin recursos, destruyeron una fuerza perfectamente armada
que ascendía a 50 000 hombres aproximadamente; si la Revolución Cubana
después de las esperanzas que ha despertado en todo el continente y después de
todas las ventajas que tenemos en la mano —desde un Ejército Rebelde
enteramente revolucionario hasta un pueblo que en un 90% está enteramente con
la Revolución, circunstancias que nunca se dieron de una revolución que contó
en la hora de su victoria militar con un ejército propio y aguerrido, y con un
pueblo entero donde todos los sectores sociales se habían unido en pos de una
gran aspiración nacional—, si en esas circunstancias, la Revolución Cubana, por
errores de los cubanos, por falta de visión de sus líderes, por falta de
sentido de la responsabilidad, lejos de conducirla al triunfo la llevan al
fracaso, seremos responsables ante los ojos de América de haber dado muerte a
una de sus más hermosas esperanzas (EXCLAMACIONES y APLAUSOS).
Sabemos
muy bien cuáles son los obstáculos a vencer, sabemos muy bien las ingentes
dificultades que tenemos delante, puesto que somos un pueblo pequeño, somos una
islita pequeña en medio de un mar borrascoso, puesto que somos un pueblo que ha
tenido que sufrir todas las consecuencias de los errores de los anteriores
gobernantes y que hemos recibido un país deshecho en lo económico y en lo
social.
Sabemos
muy bien lo que se precisa y se requiere para que esa Revolución no fracase,
porque algo debo decir aquí:
producto de mi experiencia de novel gobernante, de joven hombre
público, que trata cada segundo de ir asimilando las lecciones de la realidad y
de la experiencia, puedo decir que destruir una revolución, hundir a un pueblo,
llevarlo al fracaso, es cosa fácil; que lo difícil, lo verdaderamente difícil,
es conducirlo al triunfo (APLAUSOS).
En
medio de ideas y de opiniones que se debaten, en medio de concepciones
distintas en lo histórico, en lo filosófico, en lo social; en medio de una gran
multiplicidad de criterios, cuando cada hombre cree tener su fórmula, cuando
cada hombre cree tener resuelta la compleja ecuación, lo difícil es encontrar
el camino verdadero, el camino cierto, para conducir ese país y ese pueblo, que
confía en sus líderes, hacia el triunfo.
A
esas madres que levantan sus hijos en brazos, a esas multitudes que creen en
nosotros, a esos hombres, a esos niños, jóvenes y ancianos que, como todo un
ejército unido, confían en nuestra capacidad para llevarlos al triunfo, fácil
seria defraudarlos en sus esperanzas, hundirlos en el abismo; lo difícil es la
lealtad absoluta, que los hombres de sensibilidad, de honor y de cariño por su
pueblo sean capaces de encontrar las fórmulas precisas para no defraudarlos o
conducirlos a la derrota. Esa es nuestra
responsabilidad hoy ante el pueblo de Cuba, que quiere decir una
responsabilidad ante la América entera.
Ese es nuestro difícil trabajo, la tremenda tarea de un pueblo pequeño,
tratando de abrirse paso por encima de todos los determinismos, tratando de
marchar adelante por encima de todos los obstáculos... (INTERRUPCION) que será de lo que tengamos
que rendir cuenta a la posteridad; que los hechos, que los hombres, sean
juzgados mejor.
La
América nuestra tiene un destino propio, la América nuestra tiene un rol
propio, la América nuestra, con sus características geográficas, con sus
características espirituales, con sus características materiales, con la
idiosincrasia de nuestros pueblos, con el carácter de nuestros pueblos, solo
puede seguir un camino enteramente propio (APLAUSOS).
Difícil
será la tarea de encontrar el camino propio en medio de las opiniones más
disímiles, en medio de las ideas más contrapuestas. Pero hay algo que puede dignificar ese camino
por encima de todas las disparidades de criterio, y es que los latinoamericanos
busquemos aquellas cosas que son comunes a todos, busquemos aquellas
aspiraciones que son comunes a todos, busquemos aquellos intereses que son
comunes a todos y, en pos de esa aspiración, unamos a todos los sectores de
cada nación y a todas las naciones de América Latina para lograr nuestro
objetivo (EXCLAMACIONES y
APLAUSOS).
Divididos
entre sí nada conseguiremos jamás. No
conseguiremos al menos la cimera meta que debemos alcanzar. Con fórmulas que nos dividan, llegaremos, si
acaso, a desgarrarnos más, pero nunca llegaremos a ser más fuertes; con
fórmulas que nos dividan, llegaremos, si acaso, a retroceder más, a
convertirnos en centros de pugnas que puedan estar por encima de los intereses
de nuestra América. Podremos con
fórmulas que nos dividan cosechar muchos sinsabores y muchas derrotas, pero
jamás lograremos los ideales que debemos proporcionar a nuestros pueblos, si es
que quieren conquistar los grandes objetivos de nuestra América.
¿Que
el camino sea difícil implica el desaliento?
No, jamás podremos ser hombres invadidos por el desaliento, porque
caminos difíciles hemos emprendido más de una vez, caminos difíciles hemos
afrontado más de una vez, y los hechos demuestran que cuando hay confianza en
las ideas, se llega lejos y se gana terreno; que sea difícil no es motivo de
desaliento, sino simplemente tener conciencia de que ello es difícil, pero no
imposible (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS). De
ahí que cada uno de nuestros actos tengamos que medirlos con tanta
responsabilidad.
Dijimos
en días recientes en el Parque Central de Nueva York,
donde se reunieron, como aquí, decenas de miles de latinos: Cuando se tienen determinadas
responsabilidades, ni siquiera se es dueño de la propia vida, porque valor para
morir tiene cualquiera; lo difícil es el valor de hacer las cosas por encima de
todas las presiones, por encima de todas las pasiones. Valor para sobreponer el deber a la
inclinación personal, valor para sobreponer el deber al propio temperamento,
cuando se tienen responsabilidades, es lo difícil (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS). Lo decía cuando me refería al
caso de las naciones que estaban todavía bajo el yugo de los clásicos
dictadores (ABUCHEOS); lo decía y lo explicaba allí, donde había miles de
dominicanos, dominicanos que cuentan con toda nuestra solidaridad y simpatía;
dominicanos cuyos deseos eran que pusiésemos en sus manos todos los recursos,
que los ayudásemos a conquistar su libertad.
Y les recordaba cómo en mis años de estudiante, cuando se reunió aquella
expedición para ir a Santo Domingo, yo había sido el primero en sumarme a
ellos, y estuve durante tres meses en un cayo de arena.
Entonces,
echaba de menos a aquellos días. Sentía
no ser otra vez el estudiante en vez del gobernante, sentía no ser el hombre
anónimo —decía— para poder empuñar
de nuevo un arma con que ayudar a libertar a un pueblo hermano (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS). Y lo sentía porque mis
deberes de gobernante me lo impedían, y deber de gobernante no era para
nosotros el placer del gobernante, el negocio del gobernante, la vanidad del
gobernante, la gloria fatua del gobernante.
Deber de gobernante para nosotros era sacrificio, amargura muchas veces,
contradicción entre el deseo y la obligación, lealtad a los que creen en nosotros,
lealtad al pueblo propio, lealtad a los pueblos hermanos que observan el
proceso de Cuba. Deber para nosotros era
realmente deber y sacrificio; luego, muy duro tenía que ser para nosotros que
los deberes nos impidiesen hacer lo que nuestro corazón desearía hacer; porque
cuando es el egoísmo quien dicta la conducta, cuando es la ambición la que
dicta la conducta de los hombres, entonces no hay moral para hablar. Cuando es el deber desinteresado quien dicta la
conducta, hay moral para hablar (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Y
así les hablé a aquellos dominicanos, les hablé con moral suficiente para
defender ante ellos el principio de no intervención. Lo saco aquí a relucir, porque alguien que me
precedió leyó algunas ideas al respecto, y alguien habló de que el principio de
no intervención no debía servir para ayudar a las dictaduras que aún
quedaban. Me pareció correcto aclarar
esas ideas, porque sobre ideas confusas no podremos levantar ninguna obra
sólida; sobre ideas confusas no marcharemos más que al fracaso.
El
principio de no intervención ayuda, efectivamente, a las dictaduras; pero la
violación del principio de no intervención pudiera, tal vez, ayudar
verdaderamente a las dictaduras.
¿Por
qué defendemos el principio de no intervención?
¿ Por qué lo defendemos aun contra nuestros
sentimientos, aun contra nuestros más caros deseos? Porque mil veces preferimos la vida dura de
la campaña en lucha abierta, mil veces preferimos la satisfacción de combatir a
los soldados de un tirano, que la tarea fatigosa y amarga de un primer
ministro, que la tarea fatigosa y amarga de un gobernante.
¿Por
qué lo defendemos? Por sentido de
responsabilidad. Fácil sería para nosotros mandar contingentes de
cubanos, mandar a nuestros veteranos de la Sierra Maestra, llevar a los hombres
que conocen la experiencia de la guerra, que tienen confianza en sí mismos, que
son capaces de derrotar a cualquier unidad por bien armada que esté
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS). Fácil sería,
pero grave error también sería. Grave
error, primero, porque las revoluciones no se pueden importar (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS).
Grave
error sería porque los problemas de los pueblos no se estarían decidiendo por
el esfuerzo de los pueblos, no se estarían decidiendo en la pugna de las ideas
buenas contra las ideas malas, no se estarían decidiendo con el propio esfuerzo
de los pueblos, sino que se estarían decidiendo en los campos de batalla y una
orden mal dada o bien dada sería lo que decidiría la suerte de los pueblos. Grave error porque con invasiones no se hacen
revoluciones.
Revolución
es siembra de ideas, revolución es esfuerzo propio, revolución es formación de
conciencia, revolución es el triunfo que se logra no con el esfuerzo de otros,
sino con el esfuerzo propio (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Nunca
le pedimos a ningún pueblo, durante los dos años de lucha, que nos enviase
contingentes de hombres a combatir, porque ello hubiera podido implicar que no
había en Cuba cubanos suficientes para combatir la dictadura (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS). Cuando llevábamos muchos
meses en desigual lucha, cuando era evidente que resistíamos y que podíamos
resistir, pedimos armas; mas como no llegaban, tuvimos que arrebatarles las
armas a los propios soldados enemigos (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Ni
armas ni hombres de afuera (DEL PUBLICO LE DICEN: “Pero a Batista les llegaban”). Y no importó, nosotros les quitábamos las
armas (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS). Una
vez más se demuestra que un grupo de hombres cercados, sin abastecimientos, sin
armas, sin aviones, sin tanques, sin cañones, puede derrotar a un régimen, al
que sus soldados seguían, por el que sus soldados peleaban; porque no fue un
paseo la lucha en Cuba, fue un constante batallar, desde el primero hasta el
último día, ya que aquellos soldados habían sido imbuidos de un sentido absurdo
de lealtad a aquel régimen, que les hizo creer que nosotros éramos elementos
fuera de la ley, poco menos que delincuentes, y que los queríamos desplazar.
Con
esas mentiras llevaron a los institutos armados al suicidio, con esas mentiras
los llevaron a la lealtad hasta la última hora, y entonces si se cumplió la
verdad de que, derrotados en el campo de batalla, tenían que resignarse a ser
disueltos como institutos en el seno de la nación.
Se
demostró que sin hombres ni armas se podía llevar aquella empresa. Se creía que las revoluciones no se podían
hacer si los pueblos no se hallaban poco menos que muertos de hambre y, aunque había
miseria, nuestro pueblo no estaba atravesando por una de sus peores crisis;
luego, no era el hambre solo lo que podía conducir a los pueblos a la victoria
o a la revolución. Se decía que las
revoluciones podían hacerse con el ejército o sin el ejército, pero nunca
contra el ejército, y unas cuantas mentira convencionales rodaron por tierra,
porque quedó demostrado que si se podía hacer una revolución no inspirada en el
hambre, y que si se podía hacer una revolución sin el ejército y contra el ejército
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Por
aquel ejemplo que dieron los cubanos, puede considerarse que ninguna otra ayuda
sea más valiosa que el propio ejemplo.
La enseñanza que dimos los cubanos a otros pueblos oprimidos, puede
considerarse como algo que no puede ser superado en valor a cuantas ayudas
podamos brindarle a un pueblo hermano.
¿Qué los alentará más que nuestro propio ejemplo? Porque cuando iniciamos aquella dura tarea, creíamos
en lo que estábamos haciendo cuando muchos no creían; teníamos confianza en el
triunfo cuando muy pocos la tenían. Mas hoy cualquiera sabe que el triunfo es posible,
cualquiera sabe que con 12 hombres armados de fusiles se puede destruir una tiranía
defendida por un ejército moderno (EXCLAMACIONES y APLAUSOS). Pero
podemos decir más: no hacen falta 12
hombres, con 10 basta; no hacen falta 10, con 6 basta; no hacen falta 6, con 3
basta. Y todavía puedo decir más: con uno basta
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
¿Qué
quiere decir esto? ¿Que no tengamos
deseos de ir a luchar por nuestros hermanos oprimidos? No.
Pero una cosa es el deseo y otra el deber, una cosa son los personales
caprichos y otra la verdad social e ideal.
Porque estamos todos absolutamente de acuerdo en que revolución es
aquella que los propios pueblos hacen y no la que otro pueblo hace para él.
Y dondequiera que las libertades están suprimidas,
dondequiera que hay dictadura, puedo asegurarles que sobran los hombres para
combatir, puedo asegurarles que sobran las virtudes para luchar, y tal vez lo
que les falte sea la convicción de que allí mismo tienen todo lo que necesitan para
liberar a sus pueblos de la tiranía (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Eso
es lo que necesitan saber, que bastan tres hombres, y hay muchos más de 3,
muchos más de 10, muchos más de 12, muchos más de 20 que pueden hacerlo; pero
eso sí, 20 hombres, no 20 ilusos; 20 hombres, no 20 aventureros; 20
convencidos, no 20 vanidosos aspirantes de poder y de gloria (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS); 20 idealistas, 20 desinteresados que, cuando pasen hambre, no les
importe el hambre; que, cuando traten de aniquilarlos millares de soldados, no
les importe que los aniquilen; que, aunque pasen frío, aunque se enfermen,
aunque tengan que soportar todas las calamidades, no piensen en volver al calor
de la familia, no piensen en volver a las comodidades de la casa, no piensen en
salvar la vida aun a riesgo de renunciar al ideal.
Veinte
hombres convencidos, luchando en una nación oprimida, son invencibles
(APLAUSOS). Eso antes no lo sabíamos,
mas lo creíamos; y, porque creímos, lo hicimos.
¿Por qué no ha de hacerse ahora, cuando no es cuestión de hipótesis,
sino una tesis comprobada por la realidad?
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.)
Cuba
es una isla rodeada de agua por todas partes, no tiene fronteras; a no ser que
fuese a nado, de allí no se puede ir nadie (RISAS). La Sierra Maestra son unas cuantas montañas
que, por supuesto, no son tan altas ni mucho menos, rodeadas de mar, rodeadas
de llano, donde, en definitiva, los combatientes estaban rodeados por tierra,
por mar y por aire. Luego, no podían ser
más difíciles las condiciones. Si estas
son verdades irrebatibles, ¿no es bueno que aclaremos nuestras ideas sobre la
forma en que debemos ayudar a los hermanos oprimidos? ¿Es que debemos enviar tropas? Porque para enviar 80 ó 100, enviamos 10 000;
para enviar fusiles, mandamos tanques. ¿Se
concibe que Cuba se convierta en país invasor de los demás países, para
importar revoluciones? No. Eso estaría en contra de nuestros principios
revolucionarios. Se podría presentar a
la Revolución Cubana como un peligro, un fenómeno rarísimo y antes de terminar de
liberar a tres países, pudiera ser que los criminales de guerra, los Batista y
todos esos señores estuviesen de nuevo en Cuba, ayudados por algo así como una policía
internacional (EXCLAMACIONES y
APLAUSOS).
Se
sabe que nosotros peleamos, y se sabe que nosotros sabemos morir defendiendo
nuestra tierra, y que con nosotros mueren cientos de miles de cubanos, pero,
¿eso es lo revolucionario? ¿Eso es lo
responsable? ¿Eso es lo
inteligente? No, porque valor para morir
tiene cualquiera. Lo que cualquiera no
debe tener valor para hacer morir inútilmente a todo su pueblo. Eso no significaría valor, sino una falta
absoluta de escrúpulos y una falta absoluta de sensibilidad; porque los pueblos
creen en uno y esa creencia no debe ser para que uno lleve a los pueblos al
matadero o al fracaso. Somos dueños de
hacer con nuestras vidas lo que pretendamos, lo que creamos, se trata de
nuestras vidas individuales; pero no somos dueños de sacrificar
insensiblemente, engañosamente, la vida hasta de las madres que nos enseñan a
sus hijos llenas de esperanza.
Cuando
los pueblos tienen que morir porque no hay otro camino, entonces los pueblos
mueren; cuando los pueblos tienen que morir porque no hay otra alternativa,
entonces los pueblos mueren y deben morir.
Pero lo que carece de sentido es que se lleve a los pueblos al fracaso
cuando no es, ni mucho menos, el único camino.
Y eso es lo que nosotros responsablemente nos planteamos.
¿Cómo
ayudar, pues, a los pueblos oprimidos?
¿Creemos o no creemos en la fuerza de la opinión? ¿Creemos o no creemos en la fuerza de los
pueblos? ¿Creemos o no creemos en la
fuerza tremenda de la opinión pública?
Yo creo al menos plenamente; y fue precisamente por el extraordinario
respaldo de opinión pública que la Revolución Cubana pudo obtener la
victoria... (INTERRUPCION).
La
opinión pública, la opinión de las multitudes, la fuerza de las multitudes, la
fuerza de las masas, es una fuerza incontrastable. ¡Movilicemos la opinión de todo el continente
contra los dictadores y estaremos ayudando a destruirlos! ¡Evidenciemos nuestra solidaridad a todos los
pueblos oprimidos y estaremos ayudando a libertarlos! ¡Sembremos confianza y estaremos ayudando a
libertarlos! Señalémosles el camino
correcto y estaremos ayudando también a libertarlos! ¡Brindémosles nuestro calor en el exilio a
los exiliados! ¡Compartamos nuestro pan
en el exilio con los exiliados!
¡Compartamos nuestra casa en el exilio con los exiliados! ¡Compartamos nuestras libertades públicas en
el exilio con los exiliados!
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.) Hagamos
por ellos todo lo que podamos hacer, menos violar un principio que por deber
debemos mantener, que por interés debemos mantener, porque si somos débiles y
violamos principios que nos protegen, ¿quién o qué principio nos puede
defender? Si violamos un principio que
fue la aspiración de América frente a la agresión, si justificamos nuestra
intervención en otros países, ¿qué argumento podemos esgrimir si países más
poderosos, por razones de índole política, pretenden tener el mismo derecho de
liquidarnos a nosotros? (EXCLAMACIONES y APLAUSOS.)
¿Sería
esa obra de hombres responsables? ¿Sería
esa obra de revolucionarios inteligentes?
¿Valdría la pena, acaso, cambiar ventajas parciales por pérdidas
totales? ¿Valdría la pena obtener
victorias parciales a costa de preparar el terreno para la propia
destrucción? Cuando los hombres hacen lo
que no deben, cuando los líderes yerran en su camino, no son líderes
verdaderos; cuando los líderes sacrifican principios claves a ventajas
pasajeras o parciales, no son líderes verdaderos; cuando los revolucionarios
viven de utopías o de ilusiones y no de realidades, serán soñadores, podrán ser
idealistas en el sentido puro de la palabra, pero jamás serán verdaderos revolucionarios.
¡Revolucionarios
son los que forjan una obra, revolucionarios son los que llevan adelante a sus
pueblos, revolucionarios son los que saben vencer los obstáculos para marchar
adelante! (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.)
Nosotros,
que tenemos condiciones difíciles como posiblemente no las tuvo en el mundo
ninguna otra revolución, que tenemos obstáculos grandes como difícilmente los
tuvo ninguna otra revolución, solo siguiendo el camino correcto, solo actuando
responsablemente podremos salvar a nuestra Revolución, que quiere decir salvar
la esperanza.
No
podemos sacrificar la esperanza que Cuba es hoy para los pueblos de
América. Cuba —y lo digo sin sentido de
orgullo, porque para nosotros eso no significa sino responsabilidades— es hoy
como una lucecita que se enciende para América, como una lucecita que puede
señalar un camino; Cuba, país pequeño, que surge sin ambiciones de dominio
alguno, que surge con su Revolución sin ambiciones personales de ninguna índole;
Cuba, que es hoy, en su Revolución, todo desinterés, todo generosidad, Cuba es
como una luz de la que nadie puede sospechar, a la que nadie puede mirar con
recelo, porque jamás podrá verse en Cuba sino que toda entera se da a los demás
pueblos hermanos, que toda entera se solidariza con los demás pueblos hermanos.
Ha
querido el destino que en esta hora sea una de las más pequeñas naciones la que
esté realizando esa ingente tarea, porque por ser pequeños todos nos admirarán
y nadie pensará nunca que la menor ambición pueda mover el sentimiento de los cubanos
(APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE:
“¡Viva Cuba!”).
Los
pueblos pequeños podemos hacer mucho, y el mejor ejemplo son ustedes. Uruguay, el pueblo más pequeño de América del
Sur, es el pueblo más prestigioso de América del Sur. Uruguay, el pueblo más pequeño, es el pueblo
ejemplar de América del Sur (EXCLAMACIONES y
APLAUSOS).
Uruguay
es, entre los pueblos de América, un pueblo que ha logrado algo. Uruguay es, entre los pueblos de América, el
que ha demostrado ante el mundo la falsedad de que los latinoamericanos no
sabemos gobernarnos. Uruguay ha
demostrado ante el mundo la falsedad de que los latinoamericanos no sabemos
tener instituciones permanentes. Uruguay
ha demostrado ante el mundo que América puede tener un pensamiento y ceñirse a
él, y que los latinoamericanos somos capaces de realizar una gran obra política
o social, porque si bien ningún pueblo se conforma con lo que ha logrado y
siempre aspira a lograr más, Uruguay es, entre los pueblos de América del Sur,
el que más ha logrado (APLAUSOS). Y ha
logrado no solo en sus instituciones sociales, ha logrado lo que en lo político
parecía imposible. En un continente
asolado de caudillos, en un continente asolado por el cesarismo y por los
hombres providenciales, por los caudillos y por los ambiciosos, Uruguay ha
demostrado que el gobierno colegiado es posible. Uruguay no solo ha demostrado que el gobierno
colegiado es posible, sino que es posible dentro de la convivencia civilizada,
que es posible dentro del orden, que es posible dentro de la libertad y que es
posible dentro del respeto de cada ciudadano por los demás ciudadanos (EXCLAMACIONES
Y APLAUSOS).
Frente
a los que esgrimen su asqueante teoría de la
necesidad de los hombres fuertes, de los gobiernos fuertes; frente a los que
esgrimen sus criminales postulados de que los pueblos son incapaces de
gobernarse y necesitan la mano de hierro de un caudillo o de un dictador. Uruguay ha demostrado más estabilidad
política que ningún otro pueblo de América, y ha demostrado más orden y más
progreso, y lo ha demostrado sin caudillos, lo ha demostrado sin dictadores, lo
ha demostrado sin regímenes de fuerza, lo ha demostrado dentro de la más
absoluta libertad, como prueba de que las libertades no estorban, como prueba
de que las libertades no siembran la anarquía, como prueba de que las
libertades no entorpecen el progreso.
Soy
de los que creen sinceramente en las libertades, soy de los que creen que cada
cual debe tener el derecho a opinar lo que piensa, y si no piensa como yo, le
discuto sus razones, argumento contra sus ideas, pero no le quito el derecho a
opinar de acuerdo con su conciencia (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS). Y así, los que tienen razones persuadirán,
los que tienen argumentos convencerán, los que sean capaces de conquistar a los
demás para su causa triunfarán; ¡pero jamás el sistema de privar a nadie de sus
derechos, de enclaustrar la inteligencia, de amordazar el pensamiento por
ninguna razón del mundo! (APLAUSOS.)
Uruguay
ha demostrado eso. Quien eso ha
demostrado, tiene derecho a esperar las mayores aspiraciones, las mayores
conquistas; porque ha logrado cosas difíciles, ha de lograr cosas más difíciles
todavía.
Estoy
seguro de que el ideal de Uruguay es como el ideal de Cuba: el sistema social que signifique para
el hombre el ideal de satisfacer sus necesidades materiales plenamente, sin
sacrificio de sus derechos humanos; el ideal de las libertades, sin sacrificar
la satisfacción de sus anhelos materiales (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Muy bien!”).
Nuestro
ideal, el ideal de la Revolución Cubana, se sintetiza en una frase: ¡libertad con pan! (APLAUSOS.)
Hacia esa suprema aspiración nos encaminamos los cubanos, por nuestras
propias vías y con nuestros propios métodos, porque cada pueblo debe adaptar su
ideología a las realidades sociales, a la idiosincrasia, a la mentalidad y al
carácter de su pueblo (APLAUSOS).
No
pueden existir, a nuestro entender, posiciones previas absolutas; no pueden existir posiciones invariables; no puede existir en lo social un pensamiento
dogmático; tiene que ser un pensamiento
ajustado a sus realidades, una táctica y una estrategia ajustada a sus
realidades sociales, a la naturaleza de su pueblo y a la naturaleza de su
suelo.
Así
concibe la Revolución Cubana su ideología como propia, y con ella piensa y se
propone realizar, y realizará, el ideal de satisfacer para el hombre todas sus
necesidades materiales sin sacrificar uno solo de sus anhelos políticos, uno
solo de sus derechos humanos. Y puesto
que esa es nuestra posición, calificamos a nuestra Revolución de democracia
humanista, de democracia no teórica sino real; de democracia no hueca, sino
llena de sentido humano, porque mira para el hombre, no se olvida
hipócritamente del hombre, no habla de teorías para sacrificar al hombre; trata
de salvar al hombre como lo más importante del objetivo social, y trata de
salvarlo no solo en su fisiología, brindándole los medios para vivir
plenamente, sino liberando su mente de prejuicios, liberando sus ideas de
peligros, liberando su opinión de trabas, liberando su vida de mordazas o de
injustas restricciones. Aspira a servir
al hombre nuestra Revolución integralmente y no sobre bases utópicas, sino
sobre bases reales; y no con métodos
ajenos, sino con métodos propios (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Tal
es nuestro ideal de una sociedad donde todos tengan derecho a sus ideas
políticas, sean cuales fueren; donde todos tengan derecho a sus ideas
religiosas, sean cuales fueren; donde todos tengan derecho a la libertad, sean
mayoría o sean minoría. Ni el imperio de
la minoría sobre la mayoría, ni el terror de una mayoría sobre una minoría
(EXCLAMACIONES y APLAUSOS). Democracia en el sentido real, no dictadura
ni oligarquía; democracia en el sentido real sobre una base de justicia social. ¡Tracémonos nuestra meta y luchemos por ella! Repito, busquemos fórmulas que nos unan y no
que nos dividan, porque divididos no venceremos los grandes obstáculos.
No
echemos a otros la culpa, echémonosla nosotros mismos; no nos quejemos de
nuestras propias debilidades porque somos débiles al no haber sabido unirnos,
somos débiles porque no hemos sabido ser honrados, somos débiles porque hemos
sido egoístas, somos débiles porque hemos sido débiles, personal o mentalmente,
en nuestras convicciones, somos débiles porque nuestras conciencias han sido débiles
(APLAUSOS).
Ya
se sabe que otros han aspirado a obtener para sí todas las ventajas y nosotros
hemos sido débiles, hemos sido desunidos, hemos sido confundidos, hemos sido
engañados, y aún nos dejamos engañar, y aún creemos cualquier noticia (EXCLAMACIONES
y APLAUSOS).
Solo
al extraordinario instinto de los pueblos, solo gracias a la tremenda intuición
de los pueblos, no nos ven aquí a los cubanos como a unos sanguinarios, como a
unos crueles, como a unos desalmados (APLAUSOS y EXCLAMACIONES DE:
“¡Castro, Castro!”), tal y como nos han querido presentar los que no
hablaron de los dolores de nuestra patria, los que durante siete años guardaron
un silencio cómplice cuando caía nuestro pueblo, los que día a día callaron
crimen por crimen de los que en Cuba se cometían, horror por horror de los que
en Cuba se perpetraban, para caer sobre nuestra Revolución, que ha sido la más
generosa y la más humana de cuantas revoluciones se han llevado a cabo, porque
no perpetró una sola venganza, porque no arrastró un solo hombre por la calle,
porque no hubo un solo robo —caso único tal vez en el mundo—, puesto que no
queríamos que nos desprestigiaran; y porque hemos aplicado la justicia, ya que
fue la impunidad de tres dictaduras anteriores lo que permitió que llegasen a
tal grado de barbarie nuestros opresores, porque hemos querido preservar a las
generaciones futuras de horrores iguales o parecidos, porque por primera vez en
la historia un pueblo ha castigado a sus verdugos, porque por primera vez en su
historia un pueblo ha confiscado hasta al último malversador, porque por
primera vez en la historia de América un pueblo ha estado decidido a cumplir
con su deber frente a todas las campañas de calumnia, porque por primera vez un
pueblo está aplicando el castigo que merecen los que sin piedad lo ultrajaron y
lo esquilmaron, le ha costado a ese pueblo —nuestro pueblo—, le ha costado a
ese hermano del Uruguay, le ha costado a esa república que aspira a ser, como
ustedes, modelo de América, le ha costado a nuestro pueblo más trabajo
justificar el castigo a sus verdugos, que el trabajo que les ha costado a los
verdugos ensangrentar durante siglos a los pueblos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES
DE: “¡Castro, Castro!”).
A
punto hemos estado de que, al visitar a nuestros pueblos hermanos, nos hayan
tenido por hombres llenos de odio, por hombres llenos de crueldad,
sencillamente porque castigamos al odio, sencillamente porque castigamos la
crueldad, sencillamente porque, amando al hombre, queremos castigar a los
verdugos del hombre; porque, considerando al hombre, a la vida del hombre y a
los derechos del hombre como lo más sagrado en un pueblo, queremos castigar a
los que sacrificaron la vida y los derechos de sus indefensos e inocentes
conciudadanos (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
(DEL
PUBLICO LE DICEN: “¡Falta
Batista todavía!”)
Cubanos
sobran que gustosos irían a buscarlo hasta el fin del mundo; mas si no lo
hacen, mas si entre los miles que desean hacerlo a nadie se le ha permitido,
ello es porque nosotros no confundimos la justicia con el crimen; aplicamos la justicia
en nuestro propio país y no exportamos la muerte más allá de la jurisdicción de
nuestra Revolución (EXCLAMACIONES y
APLAUSOS).
A
punto hemos estado de que nos confundan y hay quienes prestan más atención a
las noticias que les llegan de afuera, escritas por manos ajenas a nuestros
sentimientos, que la experiencia de lo que hemos vivido en nuestros pueblos
sufridos de América. Y a veces estamos
dados a dejarnos engañar como tantas veces, a dejarnos confundir como tantas
veces, a dejarnos arrastrar por falsos sentimentalismos, que no hicieron gala
de presencia cuando de verdad pudieron salvar vidas inocentes, cuando de verdad
pudieron salvar vidas de hombres indefensos, cuando de verdad pudieron salvar
mujeres del ultraje, jóvenes de la muerte prematura, hombres de la destrucción,
a un pueblo entero de todos los dolores que trae la tiranía, de todas las
amarguras, humillaciones y sufrimientos que la violación de los derechos de un
pueblo entraña.
Cuando
pudieron esos sentimentalismos de que hoy hacen gala ayudar a nuestro pueblo
sufrido, no se escuchó una voz, no supo siquiera el mundo lo que estaba
ocurriendo, no supieron los pueblos lo que en Cuba pasaba. Y si hoy lo saben es porque nosotros no
asesinamos a nadie, sino que castigamos a los culpables; y si hoy se sabe es
porque la Revolución Cubana está muy convencida de la limpieza y la justicia de
sus actos y no los oculta, como los ocultan los vulgares criminales, porque
tenemos nuestra frente alta y limpia y no tenemos que ocultar al mundo las
noticias, y porque no hay censura para nadie, ni aun para nuestros peores
enemigos en el suelo de la patria (APLAUSOS).
Por eso día a día se sabe lo que en Cuba pasa; pero se sabe alterado
muchas veces. Se mira a distancia y se olvidan...
(DEL
PUBLICO LE DICEN: “¡Abajo...!”)
Yo
no diría “abajo nadie”, diría: “¡Arriba nosotros!” (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.) Avancemos sin disminuir a los demás;
avancemos creciendo nosotros (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS). Unamos a los pueblos tras faenas
constructivas, unamos a los pueblos en el esfuerzo creador, invirtamos cada
átomo de nuestra energía no en quitar una piedra de los viejos edificios
carcomidos, sino en poner una piedra más en los nuevos edificios que estamos
erigiendo (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Aquí
soy de los que quieren construir; soy de los que quieren crear; soy de los que
no irán a buscar pretextos en las ambiciones de los demás, en los maltratos que
nos han hecho y nos hemos dejado hacer, sino de los que dicen qué debemos hacer
para dejar de ser maltratados, qué debemos hacer para dejar de ser débiles, qué
debemos hacer para dejar de ser impotentes, qué debemos hacer para ser libres
económicamente, sin lo cual no hay libertad política posible (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS). Y eso solo con esfuerzo
y perseverancia lo lograremos, solo sembrando verdades, solo uniendo
sentimientos, solo reuniendo a los pueblos; cada cual en la medida de sus
fuerzas modestas; nosotros ahora no por méritos, sino por circunstancias
simplemente, poniendo también nuestro esfuerzo en ese fin, no con un egoísmo
nacional, sino con un amor por todos los que son iguales que nosotros, por
todos a los que en América podemos llamar hermanos, por todos los que tienen
nuestra propia sangre, por todos los que sienten igual que nosotros, y sin
egoísmos personales, porque todas las glorias del mundo, como dijera nuestro
Apóstol Martí, caben en un grano de maíz
(EXCLAMACIONES y
APLAUSOS).
Todas
las glorias del mundo son efímeras y son pasajeras. Solo los ambiciosos, o los que tienen la
mente viciada por la vanidad, por la soberbia absurda, sacrifican ideas grandes
a ambiciones pequeñas, sacrifican sueños elevados, grandes anhelos, a egoísmos
pequeños. Ni Cuba ni sus líderes
sacrificarán jamás grandes ideas ni grandes sueños a ambiciones bastardas, a egoísmos
pequeños (APLAUSOS).
Servidores
de estas ideas somos, servidores humildes, servidores honrados, servidores
limpios, uniendo y no dividiendo, sembrando más que destruyendo, construyendo
con la ayuda de todos, porque aquí hay una verdad irrebatible: solo unidos podemos lograr las grandes ansias
de América; solo unidos los pueblos dentro de cada nación y solo unidas las
naciones entre si, creando esa conciencia, podremos llevar adelante los
propósitos y las aspiraciones de América, por sus propias fuerzas, por su
propio esfuerzo, Nuestra América, la que decía Martí, la América que sustenta
los mismos sentimientos, que habla el mismo idioma (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS). Me refiero a los pueblos que estamos
divididos. Los pueblos del norte se
unieron y fueron por eso una nación poderosa y grande; los pueblos del sur nos
dividimos y por eso fuimos naciones débiles y pequeñas (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS).
Luego,
la conclusión es que nos unamos para ser una nación grande y fuerte, para que
no hagan falta pasaportes, para que no existan barreras, para que lo que
ustedes produzcan, los cubanos lo podamos comprar; para que lo que los cubanos
produzcan, ustedes lo puedan comprar; para que en las industrias que aquí se
establezcan un cubano pueda venir a trabajar y no tenga que abandonar a los de
su raza para irse a trabajar a otros pueblos extraños a su raza; para que
nuestros productos tengan amplio mercado; para que la América de los próximos
40 años, que tendrá 400 millones de habitantes, sea un continente sembrado de
fábricas, sea un continente sembrado de riquezas para los pueblos, y sea lo que
debemos aspirar a tener, si es que no queremos que nuestros hijos, nuestros
sucesores, tengan que sufrir lo que nosotros hemos sufrido (APLAUSOS Y
EXCLAMACIONES DE: “¡Muy bien!”).
Antes
que darles a nuestros hijos 10 amigos, debemos aspirar a darles 100, a darles
1 000, a darles un millón, a darles 5 millones; y antes de aspirar a
darles a nuestros hijos solamente 5 millones de hermanos, aspiremos a darles
400 millones de verdaderos hermanos (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS), esfuerzo que
implica para nosotros tarea dura. Tal
vez no lo veamos nosotros, pero sí estamos obligados a ir sembrando la semilla,
a ir sembrando conciencia, puesto que el terreno está abonado.
Unámonos,
primero, en pro de aspiraciones económicas; en pro de la gran ambición hacia la
aspiración del desarrollo económico de América Latina, con economía propia; en
pro del mercado común; después de las barreras aduanales, podremos ir suprimiendo
las barreras legales que nos exigen visas y requisitos para movernos de un
lugar a otro, y así algún día, aunque tal vez nosotros no lo veamos, las
barreras artificiales que nos separan habrán desaparecido. Y al igual que hoy nuestros corazones pueden
abrazarse por encima de esas barreras que absurdamente se interponen entre
ustedes y nosotros, porque ustedes son llamados uruguayos y nosotros somos
llamados cubanos y tenemos un pasaporte distinto, y leyes distintas, y
gobiernos distintos, y existencia política distinta, al igual que hoy nos
abrazamos por encima de esas barreras, en un futuro más o menos lejano, si
nosotros no lo vemos, nuestros hijos puedan abrazarse con los corazones y sin
barreras (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS PROLONGADOS).