DISCURSO
PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, EN LA EMPRESA PETROLERA SHELL,
EL 6 DE FEBRERO DE 1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL
PRIMER MINISTRO)
Compañeros obreros de la Shell:
Es necesario que
expliquemos al pueblo el objeto de nuestra presencia aquí.
Los hechos que
la motivan tienen su origen en acontecimientos que ocurrieron durante el
proceso insurreccional contra la dictadura que oprimía a nuestro pueblo. Fue por los meses finales de la guerra, en
instantes en que aún la lucha era dura y difícil, ocasión en que llegaron a
Cuba rumores de que la dictadura de Batista estaba gestionando la adquisición
de grandes cantidades de armas a Inglaterra, entre ellas los aviones tipo Sea
Fury, que se consideraban de gran volumen de fuego y de alguna eficacia para
las tareas de ametrallamiento y bombardeo.
Hacía tiempo que
pugnaban por un lado los compradores de armas de la dictadura, y por otro los
miembros del Movimiento 26 de Julio y de la oposición revolucionaria en
general, tratando de sabotear todo tipo de compraventa de armas por parte de la
dictadura en cualquier país extranjero.
Mucho fue lo que
a todos nos preocupó la operación que se estaba llevando a cabo entre la
dictadura de Batista y las fábricas de armas inglesas. Se llevó a cabo una gran campaña para tratar
de persuadir al gobierno de Inglaterra de que no le vendiese armas a Batista.
Cuando incluso
ya en Estados Unidos, abastecedor tradicional de armas al ejército de Cuba,
habían decretado el embargo de las mismas, se presentó Inglaterra como
vendedora de armas a la dictadura.
Naturalmente que aquello no solo produjo preocupación, sino, más que
preocupación, indignación en todos los sectores revolucionarios,
particularmente en los hombres que nos encontrábamos levantados en armas, por
cuanto conocíamos el daño que la aviación realizaba sobre todo en la población
civil.
A ningún arma se
tuvo nunca tanto odio como se tuvo contra la aviación. Los rebeldes veíamos a los aviadores de la
dictadura como los peores elementos, como los más cobardes, porque, conociendo
que nosotros carecíamos de armas antiaéreas, podían ametrallar y bombardear a
su antojo, tanto a nuestras columnas como a la población civil, sin que
nosotros pudiéramos responder el fuego.
Nuestros hombres
tenían que conformarse con disparar sus fusiles contra los aviones que, en la
mayor parte de los casos, eran disparos inútiles, porque carecían de eficacia
frente al blindaje, por ejemplo, de los B-26 y otros aviones de combate.
No concebíamos
cómo era posible que Inglaterra, un país que había tenido que soportar los
primeros bombardeos masivos durante la Segunda Guerra Mundial, un país que se
ganó las simpatías y la admiración del mundo por su resistencia frente a los
ataques de la aviación alemana, un país que vio tantas manzanas de casas
destruidas en Londres y en Coventry, un país que vio tantos niños y mujeres
víctimas de los criminales bombardeos, permitiese tranquilamente que las
fábricas de armas inglesas abasteciesen a un dictador sanguinario y cruel,
precisamente en los días finales de su régimen.
Nos vimos en la
necesidad de tomar medidas para tratar de paralizar la venta de armas. No teníamos nosotros otro recurso a que
acudir, por cuanto todas las demandas razonadas, todas las explicaciones, todos
los llamamientos hechos por distintos voceros de la Revolución al gobierno de
Inglaterra habían sido inútiles.
Decidimos hacer
un pronunciamiento declarando que, si se llevaba a efecto la venta de armas y
aviones a la dictadura, los rebeldes confiscaríamos todas las propiedades
inglesas. No teníamos otro recurso al
que acudir en aquellos instantes, sino simplemente a una promesa que iba a
gravitar sobre los intereses de los súbditos ingleses.
Era indiscutible
que si el gobierno de Inglaterra era indiferente a la tragedia que estaba
sufriendo el pueblo de Cuba, no podía ser también indiferente a los intereses
de sus propios súbditos.
La medida era
ciertamente drástica, la medida podía ser discutida, podía considerarse incluso
qué grado de culpabilidad podían tener los ciudadanos ingleses por la política
de su gobierno. Pero se presentaba la
circunstancia de que el principal director, el presidente de la más importante
compañía o de la más importante inversión inglesa en la isla de Cuba era
precisamente quien estaba realizando las gestiones en favor de la adquisición
de armas para la dictadura.
Hasta nuestros
oídos llegó la noticia de que era el señor Julio Iglesias el principal promotor
de esa venta de armas y, por tanto, un representante de una compañía inglesa o en
la cual ciudadanos ingleses tienen una parte considerable de las acciones,
quien estaba sirviendo de promotor a esa venta de armas. En consecuencia, se lanzó el boicot contra
los artículos de la Shell, como represalia contra las gestiones que realizaba
el señor Iglesias.
Nuestras
advertencias fueron inútiles. Un día
supimos que habían llegado los primeros aviones ingleses a Cuba; que incluso
habían llegado pilotos ingleses para entrenar a los aviadores cubanos en el
manejo de esos aviones, y en consecuencia, nos vimos en la necesidad de cumplir
nuestra promesa, dictando una ley en la cual se declaraban expuestos a la
confiscación o confiscables todos los bienes de ciudadanos ingleses en Cuba.
La medida
naturalmente que tenía su razón no en un problema de orden económico, sino en
un problema de orden político. No es que
estuviese en nuestro programa revolucionario la confiscación de los bienes de
un país extranjero invertidos en el país, sino que era una medida de represalia
frente a una agresión de la que no teníamos otro modo de defendernos.
No se puso en
práctica de inmediato. Resultaba incluso
en muchos casos duro ponerla en práctica.
Nos encontrábamos ciudadanos ingleses que tenían algunas pequeñas fincas
en el territorio libre y que habían colaborado con la Revolución, que eran
amigos de la Revolución, y a nosotros nos resultaba realmente duro ir a
privarlos de sus bienes por culpa de la política que había seguido el señor
Iglesias, presidente de la Shell; por tanto, la medida, aunque tenía carácter
legal y aun tiene carácter legal, no llegó a aplicarse de manera efectiva.
Los
acontecimientos subsiguientes ocuparon por entero nuestra atención. Estábamos decididos a combatir contra todos
los obstáculos, y, a despecho de los aviones y de las armas que habían llegado,
seguimos adelante la lucha.
Durante aquel
tiempo apenas quedaba otra cosa en qué pensar que no fuese en las actividades
puramente bélicas.
Ocurrió el
desenlace con la caída de la tiranía.
Los días y las semanas subsiguientes fueron para todos nosotros de
extraordinario trabajo. Nos vimos en la
necesidad de defendernos de otras agresiones, amenazas de agresiones más graves
todavía, amenazas de carácter económico e incluso de intervención armada como
consecuencia del castigo de los criminales de guerra; nos vimos en la necesidad
de dedicar gran parte de nuestro tiempo a responder los ataques y a responder
las calumnias de que se estaba haciendo víctima a la Revolución Cubana, y así
iban transcurriendo los días, mientras infinidad de problemas se iban
suscitando en otros aspectos de la vida nacional.
En varias
ocasiones se acercaron a nosotros los obreros de la Shell —los obreros de la
Shell, donde el Movimiento 26 de Julio tenía un gran número de simpatizantes,
donde la mayoría eran simpatizantes del Movimiento 26 de Julio y ayudaron al
Movimiento 26 de Julio (APLAUSOS)—, se nos acercaron para decirnos que el
boicot estaba haciéndoles un daño extraordinario como consecuencia de la rebaja
de la venta; que con motivo del boicot otros trusts y monopolios extranjeros se
estaban beneficiando (APLAUSOS), y que incluso esos trusts y monopolios, que no
eran muy dados a apoyar medidas revolucionarias, en cambio apoyaban el boicot
de buenísima gana (APLAUSOS); que había 4 500 obreros dependiendo del salario
que ganaban en esta empresa y que, de continuar el descenso en la venta de esos
productos como consecuencia del boicot popular, serían lanzados a la calle.
No una sino
muchas veces se acercaron a mí para pedirme ayuda. No fueron en forma multitudinaria, no
declararon ninguna huelga de hambre, no crearon ningún problema social
(APLAUSOS), no intentaron crear trastornos al Gobierno Revolucionario, no
abusaron de la libertad que con tanto sacrificio se ha conquistado. Una y otra vez, pacientemente, se acercaron a
mí, a pesar de las dificultades que significaba para ellos por el enorme cúmulo
de personas que trataban de verme todos los días: unas
para problemas serios como este; otras, en muchos casos, por razones de afecto
desinteresado; y otras, por simples boberías o por inconciencia, olvidándose
del gran cúmulo de trabajo y de problemas y de preocupaciones que pesan sobre
cada uno de nosotros.
Los obreros de
la Shell comprendían que yo no podía tener la culpa de todos y cada uno de los
problemas que existen en este país; comprendían que yo no podía tener la culpa
de los errores de otros; comprendían que yo soy un hombre y no un Dios
(APLAUSOS); que yo no puedo estar en todas partes; que yo no puedo
responsabilizarme con todas y cada una de las actividades de los demás, y que
como revolucionario, lo que he tratado simplemente —antes, ayer, y trataré
siempre— es de cumplir con mi deber, hacer todo lo que esté humanamente al
alcance de mis manos; dedicar todas las horas del día, si es necesario, al esfuerzo
de enderezar a nuestra patria hacia senderos mejores de felicidad
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS); que yo no me he cruzado de brazos un solo día; que
no he ido nunca a divertirme a un cabaret; que en muchas ocasiones me ha
sorprendido el día atendiendo a cuantas personas han venido a verme, tratando
de resolver cuantos problemas gratuitamente se me presentaban, porque querían
que yo resolviera todos y cada uno de los problemas que se suscitasen en
cualquier rincón del país.
Les agradezco
que tuviesen eso en cuenta, porque parece como que muchos se olvidan; parece
como si muchos estuviesen empeñados en demostrar que no somos dignos de la
libertad que hemos conquistado; parece como si muchos estuviesen empeñados en
destruir esta obra que tanto bien parece prometer a nuestra patria.
Realmente, si me
preguntaran hoy cuál es el sentimiento que más me embarga, yo diría que es un
sentimiento de decepción; de decepción de tipo personal, no respecto al futuro
de nuestra patria, porque yo sé que por encima de todas las amarguras y de
todos los obstáculos esta obra se llevará adelante, sé que por encima de todas
las incomprensiones e inconciencias esta obra se llevará adelante; lo que duele
es que un país recién salido de siete años de tiranía, que un país cuyo destino
se ha frustrado tantas veces, que un país que tiene hoy la más extraordinaria
oportunidad que haya tenido nunca ningún pueblo de América, se vea amenazado
por tantos factores de desintegración, de irresponsabilidad y de desorden.
A veces se
pregunta uno si quedan algunos cubanos que no han comprendido el minuto que
estamos viviendo, si quedan algunos cubanos que no comprenden la
responsabilidad que sobre todos y cada uno de nosotros pesa, si quedan algunos
cubanos que no comprendan que el fracaso de la Revolución sería el fracaso de
todos, que en un proceso revolucionario tan hondo como este no caben términos
medios, que un proceso revolucionario como este llega a la meta o el país se
hunde en el abismo, que o avanzamos cien años o retrocedemos cien, que una recaída
en el pasado sería la peor suerte y la suerte más indigna que pudiera caberle a
un pueblo como este.
Me pregunto si
no se dan cuenta del daño que le pueden hacer al país; si no se dan cuenta que
aquí, después de la sangre que ha corrido por el medio, después de las cabezas
de los criminales que han rodado, no puede haber término medio posible entre el
pasado y el presente, ni puede haber término medio posible entre el triunfo o
el fracaso de la Revolución.
Leo todos los
días los periódicos, leo todos los días todas las opiniones que se
escriben. Me resulta más fácil leer la
prensa que oír la radio o ver la televisión, porque un periódico se lee en un
avión, en un automóvil, antes de dormirse, al levantarse, en cualquier esquina;
y a los hombres cuando tienen un trabajo permanente e intenso, como el que yo
tengo, se les hace muy difícil sentarse a hora fija para escuchar un programa
de radio o de televisión.
Trato de palpar
constantemente el estado de ánimo de la opinión pública, trato de conocer el pensamiento
de cada cual, trato de conocer lo que se lee y lo que se escribe sobre cada
problema. Vigilo atentamente todo lo que
a la opinión pública se refiere, porque en nuestra filosofía política la
opinión pública es el factor decisivo.
Nosotros, que tenemos
hoy todas las armas de la república en nuestras manos; nosotros, que tenemos un
ejército victorioso cada vez mejor organizado, nunca pensamos en esos elementos
como elementos de poder, nunca pensamos en que nuestra fuerza se pueda
sustentar en las armas o en la fuerza material.
Mi permanente
preocupación, mi constante preocupación, mi única preocupación es la opinión
pública. Para hombres de convicciones
profundas como las nuestras, para hombres que tienen una fe tan elevada en su
pueblo, que tienen un concepto tan alto de la dignidad del hombre, la opinión
pública lo es todo, la opinión pública es el factor más poderoso y decisivo de
la Revolución.
Hemos dicho que
esta Revolución se diferencia de todas las revoluciones del mundo, entre otras
cosas, porque es la primera revolución, en el sentido cabal de la palabra, como
transformación profunda de los sistemas en que hemos vivido; es la única
revolución en el mundo que se está haciendo con un respaldo del 95% del pueblo.
Otras
revoluciones en la historia universal —revoluciones, no golpes de Estado, no
revueltas— (APLAUSOS) han sido obra de minorías audaces, de avanzada, que
impusieron sus leyes revolucionarias con el apoyo de la fuerza. En otras revoluciones a través de la
historia, para llevar a cabo cambios sustanciales en el orden social, las
minorías revolucionarias han tenido que aplicar la violencia, las minorías
revolucionarias han tenido que aplicar el terror frente a los intereses
creados, han tenido que imponer a viva fuerza las leyes revolucionarias.
Nosotros si
hemos aplicado la violencia no es a los intereses que en el orden social puedan
estar resultando perjudicados por las medidas revolucionarias; si hemos
aplicado la fuerza fue contra los que detentaban el poder. Ha sido contra los criminales de guerra,
porque era imprescindible castigarlos; o sea, se están castigando hechos del
pasado (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS), se está aplicando la pena severa de la ley
contra aquellos que de un modo bárbaro violentaron los más sagrados derechos
humanos; pero a partir del día primero nuestra política revolucionaria, nuestro
método revolucionario tan pronto cayó la tiranía, fue poner a un lado las
armas, guardar los tanques que le arrebatamos al enemigo, guardar los aviones,
y utilizar la gran arma, la única arma legítima: ¡la
opinión pública, la voluntad mayoritaria del país! Porque aquí lo que se hace cada día es
interpretar el sentimiento mayoritario del país.
Nuestros
procedimientos, ¿cuáles son? El respeto
absoluto a las libertades, el respeto absoluto a los derechos humanos, el
respeto absoluto a la persona humana.
Por muy
revolucionarias que sean las leyes que nos proponemos llevar adelante, se hacen
sin violar un solo derecho, sin suprimir una sola de las libertades públicas,
sin darle un golpe a nadie, sin insultar siquiera a nadie (APLAUSOS). ¡Es una revolución profunda que se lleva
adelante, que se está llevando adelante, como no se ha llevado ninguna
revolución en el mundo, dentro del respeto más absoluto a los derechos humanos!
Es verdad que
hay ciertos artículos de la Constitución que son en estos instantes de
imposible cumplimiento, cuando no existen tribunales ordinarios porque se están
reorganizando, cuando no es posible soltar a los criminales de guerra para que
se nos escapen (APLAUSOS). Como es una
demanda del pueblo no solo que se castigue a los criminales de guerra, sino que
se castiguen rápido (APLAUSOS), hay algunas garantías de derecho procesal, como
el Habeas Corpus, que han tenido que ser suspendidas por un período determinado
de tiempo.
Es que se daban
algunos casos que no tenían solución. Se
nos presentó, por ejemplo, el caso de un señor que estaba acusado de ser
confidente y socio de Martín Pérez, que tenía en su casa 100 películas
pornográficas, y sobre el cual existían una serie de gravísimas
acusaciones. Sus abogados, por
obligación de profesionales o entendiendo tal vez que era inocente, presentaron
un recurso de Habeas Corpus. Y una sala
de justicia, de las que se están reorganizando, accedió al recurso de Habeas
Corpus, donde se veía el gobierno en la necesidad de poner en libertad a aquel
señor o faltar a la obediencia de un mandato judicial.
Mi criterio en
ese momento fue este, yo dije: Bueno, es la orden de un
tribunal. Nosotros no nos vamos a
desacreditar en el incumplimiento de una orden; aunque sea injusta, aunque sea
negativa, aunque sea inmoral tenemos que cumplirla, porque el Ejército Rebelde
no se va a desacreditar. Si un tribunal
da la orden de soltar a Sosa Blanco, no vacilaríamos (EXCLAMACIONES). Si un tribunal diera la orden de soltar a
Sosa Blanco, yo me ajustaría al mismo principio, no desacataría la orden del
tribunal. Ahora sí, pediría que
fusilaran al tribunal (RISAS Y APLAUSOS).
Les quiero decir
con esto que se les pueden presentar a los funcionarios de un gobierno
revolucionario, en circunstancias como estas, problemas difíciles y
contradictorios. Lo que el gobierno
optó, ante esa circunstancia y ante la cantidad de dificultades que podían
suscitarse, por suspender el Habeas Corpus durante un período determinado de
tiempo.
¿Quería decir
ello que se privaba de garantía a los ciudadanos? ¡No! ¿A
qué ciudadano pacífico, a qué ciudadano serio, a qué ciudadano por lo que
escribe o por lo que habla se le detiene y se le encierra indefinidamente en prisión? ¿Qué ciudadano se siente inseguro en este
país? (EXCLAMACIONES DE: ¡Ninguno!)
Si se veía el
gobierno en la necesidad de suspender ese precepto, no era por combatir a los
adversarios políticos, a los que lo criticaran, por combatir a ningún sector
político. No, era exclusivamente para
evitar que se escapasen los criminales de guerra o que la justicia
revolucionaria se viese entorpecida por procedimientos de tipo leguleyesco,
pero no era que privara a la ciudadanía de ningún derecho; sin embargo, esa
medida tan necesaria se ha visto expuesta a la crítica.
Yo me pregunto
si el Gobierno Revolucionario podía hacer otra cosa.
Y así, la tarea
de gobernar no es una tarea fácil.
Si nosotros
estuviésemos poniendo a nuestros parientes en los cargos públicos; si nosotros
estuviésemos disfrutando de las prebendas
y de los gajes del poder; si nosotros estuviésemos echándonos un centavo en el bolsillo; si nosotros
estuviésemos haciendo algo que no se ajustase al más estricto y honrado sentido
del deber, al más profundo deseo de cumplir con la nación —a la que no le hemos
pedido ningún premio por los sacrificios que hacemos, a la que estamos
sirviendo desinteresadamente—; si nosotros fuésemos como aquella canalla que en
otros tiempos dirigía los destinos de Cuba; si nosotros fuésemos aquellos
demagogos, aquellos descarados, aquellos cínicos; si nosotros perteneciésemos a
aquella raza de hombres, quizás para nosotros estas obligaciones serían menos
amargas.
El hombre
honrado tiene un pudor, tiene una sensibilidad, tiene un sentido de la dignidad
y del honor. El impúdico, el mercenario,
el traidor, no ha de sentirse nunca herido de las críticas que le hagan, no ha
de sentirse nunca ofendido por lo que le digan, no ha de saber lo que es la
amargura, porque quien no tiene pudor ni tiene dignidad no se puede amargar por
nada en este mundo.
Hay muchos que
parecen no haber distinguido entre una clase y otra clase de hombres. Hay muchos que están viviendo todavía en la
rutina de antaño. Hay muchos que hablan
por hablar y escriben por escribir. Hay
muchos Otto Meruelos, muchos Díaz-Balart que, bajo la capa de un idealismo que
no sienten, bajo la capa de una honradez que no practican, bajo la capa de una
lógica que jamás han aplicado a su conducta, hoy parece como si se empeñaran en
destruir los valores que la Revolución ha creado; en destruir la fuerza más
poderosa con que la Revolución cuenta, que es la fe del pueblo (APLAUSOS); en
destruir la fuerza más poderosa con que la nación cuenta, que es su opinión
pública.
Si a nosotros
como gobernantes nos quitan la opinión pública, no nos quedaría otra
alternativa que usar la fuerza para llevar adelante la Revolución o renunciar
(APLAUSOS).
Debo aclarar mis
palabras, para los suspicaces; esos suspicaces que han aparecido a última hora,
superpatriotas, superapóstoles, superpuros, superrevolucionarios
(ABUCHEOS). Quiero aclarar que no
amenazo. No amenazo, porque mi
temperamento, mi idiosincrasia, mi profunda convicción humana, me hacen
detestar el empleo de la fuerza para aplicar una medida revolucionaria. Y si en ese caso me viera un día, yo dejaría
a otros que la hicieran.
Si la obra que
queremos hacer limpia y pura, si la obra que queremos llevar adelante en medio
de tantos enemigos y de tantos obstáculos, si la obra que queremos llevar
adelante democráticamente con el respaldo mayoritario de la nación no la
podemos llevar; si yo soy un equivocado en mi concepción política y he creído
que con democracia se puede llevar un pueblo adelante, y he creído que con
todas las libertades se puede llevar un pueblo adelante; si yo me he equivocado
acerca de la madurez cívica del pueblo cubano y pueden más los mercenarios, los
intrigantes, los hipócritas, los Judas y los falsos apóstoles (APLAUSOS Y
EXCLAMACIONES DE: “¡No!”); si esos hombres
tienen el poder de engañar y confundir al pueblo; si esos hombres tienen el
poder de poner en tela de juicio la integridad de cada uno de nosotros; si esos
hombres que durmieron tranquilamente todas y cada una de las noches de los
siete años de tiranía, si esos hombres que nunca estuvieron en una mazmorra o
en una estación de policía, si esos hombres que tal vez contaron con la
protección de los amos de turno, si esos hombres que no tuvieron nunca la
enemistad de los Pilar García, ni de los Chaviano, ni de los Ventura, ni de los
Batista, si esos cómodos paladines de las libertades —cuando están ya
conquistadas (APLAUSOS)— pueden más en el ánimo del pueblo que los hombres que
se han sacrificado, que los hombres que saben lo que es la celda solitaria y los
años de cárcel; si pueden más en el ánimo del pueblo algún día que los
que... ¡Para qué hablar! ¡Para qué hablar de méritos, cuando hay
tantos hombres sin méritos que no hacen más que esgrimir sus escasos y tal vez
inventados servicios a la patria!
Si esos hombres
—en dos palabras— pudiesen más algún día en el ánimo del pueblo que nosotros;
si mientras nosotros escalamos de nuevo la Sierra para visitar a los hombres
que nos ayudaron, para visitar a los campesinos nobles, ¡porque allá sí hay
nobleza! (APLAUSOS), porque debo decir
que prefiero mil veces el patriotismo estoico, sereno y noble de nuestros
campesinos, al patriotismo vocinglero —que tiene muy poco de puro y de noble—
de muchos de los que pululan en la capital de la república.
Me siento mejor,
mucho mejor, entre aquellos hombres. Se
respira una atmósfera distinta: más sana, más pura. Son hombres de fe, ¡hombres de fe en su
pueblo!, y aquel ambiente es mucho más edificante para nosotros que la
atmósfera que en nuestra capital han creado o tratan de crear aquellos a
quienes Martí llamaba hombres de siete meses, porque no tenían fe en su
pueblo. Peores que los que no tienen fe: los que tratan de
matar la fe del pueblo.
Yo decía que si
esos hombres algún día pesasen en la opinión pública más que nosotros, y lo
lograsen porque mientras nosotros trabajamos ellos urden y traman sus intrigas;
si los Otto Meruelos y los Díaz-Balart, disfrazados hoy de demócratas, pero que
le están tratando de hacer el mismo daño a la Revolución que ellos le hicieron
bajo la tiranía —porque aquellos
defendían la tiranía contra la Revolución y estos parecen combatir la
Revolución como si deseasen que regresase la tiranía—; si lograran quitarle a
la Revolución el respaldo mayoritario que tiene de opinión pública, entonces
conmigo que no cuenten, que yo no satisfago ningún placer desde ninguna
posición del poder, porque para mí esto es un sacrificio. Y el único sacrificio que yo no haría nunca,
el único sacrificio que está tan diametralmente opuesto a mi idiosincrasia y a
mis sentimientos, sería el tener que emplear la fuerza para llevar adelante la
Revolución.
Digo esto,
porque si hoy tenemos un 95% de la opinión pública y un día tenemos el 48%
—aunque es posible que ningún gobierno democrático haya tenido nunca el 48% del
respaldo del pueblo, o son muy pocos los casos—, nosotros desde ese instante
estaríamos en minoría, nosotros desde ese instante estaríamos gobernando en
nombre de una minoría. Y es lo que
yo no comprendo. ¿Qué puede ganar nadie
en este país debilitando a la Revolución?
La Revolución ha
empezado, tiene muchos problemas por delante.
¡Ah!, tenemos la herencia de todos los problemas que nos han dejado 50
años de malos gobiernos, porque si Cuba desde sus inicios hubiera contado con
buenos gobiernos, no habría hoy un desempleado en nuestra patria, no habría un
solo bohío, no habría un solo analfabeto, no habría un solo necesitado en este
país. Sería quizás una de las naciones
del mundo con más alto estándar de vida.
No hubiera existido tiranía, no hubiesen muerto tantos compatriotas, no
habría tantas madres vestidas de negro.
Porque la tiranía no fue una casualidad: la tiranía fue consecuencia de un
problema social.
En un país donde
hay de medio millón a un millón de desocupados, no era difícil reclutar miles
de hombres por 30 pesos para llevarlos a combatir contra la Revolución. En un país donde hay de medio millón a un
millón de desocupados no era difícil contar con miles y miles de confidentes
capaces de vender a sus compatriotas por 12 monedas, como un Judas cualquiera.
La tiranía tuvo
sus causas, tuvo sus raíces en males de tipo social.
Cuando cualquier
ciudadano puede ganar 200 pesos honradamente, no se alquila para ir a asesinar
a nadie. Cuando cualquier ciudadano
puede ganar 200 pesos con el sudor de su frente, no se alquila para delatar a
nadie.
Es verdad que
siempre hay criminales natos. Es verdad
que siempre hay traidores que, gratis, son capaces de vender hasta a su propio
hermano, de acusar y delatar a su propio hermano. Pero con esa minoría no se sostiene en el
poder ninguna camarilla.
Las causas de la
dictadura hay que buscarlas en razones de orden social y es la consecuencia de
50 años de malos gobiernos.
Son muchos los
males que se han ido acumulando. Es muy
pesado el lastre que nos han dejado.
¿Cómo puede pedírsenos que en cinco semanas hayamos resuelto todos los
problemas de Cuba?
Si lo hemos
dicho muchas veces: si
nosotros somos hombres nuevos, si ninguno aquí ha sido nunca ministro ni
funcionario público, ¿cómo es que puede pedírsenos que actuemos a la
perfección, que todos los problemas se resuelvan a las mil maravillas?
Si tenemos
grandes obstáculos que nos han dejado de atrás, si tenemos muchas dificultades
que vencer, si a muchas inmoralidades se les ha puesto ya fin, ¿por qué se nos
van a poner más piedras en el camino?, ¿por qué se nos van a crear más
dificultades? ¿Es que se quiere que la
Revolución fracase? ¿Es que se quiere
que el pueblo fracase?
Aquí hay muchos
problemas de los cuales todo el mundo habla; pero lo que aquí ocurre es que son
muy pocos los que se deciden a agarrar el toro por los cuernos (APLAUSOS).
Aquí todo el
mundo habla de desempleo, que hay que tomar medidas para poner fin al
desempleo, pero nadie dice cómo. Aquí
todo el mundo habla de que hay que desarrollar la industria, que hay que
industrializar el país, pero nadie dice cómo.
¿Con obras
públicas vamos a darle empleo a un millón de desocupados? ¿Y de dónde va a salir el dinero para hacer
tantas obras como para que le podamos dar empleo a un millón de desocupados?
Todo el mundo
sabe que el mal más grave que confronta el país es el desempleo, el hecho de
que haya cientos de miles de hombres y mujeres en capacidad de trabajar y que
no encuentren trabajo; de que aquí los hombres tengan que humillarse para
conseguir un trabajo, pedirlo como de limosna; de que las mujeres tengan que
humillarse y hasta incluso, en algunas ocasiones, prostituirse para conseguir
un trabajo (APLAUSOS).
Todo el mundo
sabe la tragedia que afronta la mujer y la que afronta el negro. Nos encontramos que son dos sectores
discriminados. Se habla, por ejemplo, de
la discriminación racial, que es una verdad.
No se habla de la discriminación del sexo, de la cantidad de mujeres a
las que tratan de explotar, de que se mire a las mujeres como un objeto de
placer más que como un valor social que está y puede estar a la altura del
hombre.
En cierta
ocasión, cuando nos decidimos a organizar los pelotones de mujeres
combatientes, expliqué las razones de tipo social que había para ello. Encontré una gran dificultad en el prejuicio
de muchos hombres, y tuve que explicarles cómo uno de los sectores más
discriminados era la mujer, cómo se trataba de comerciar con su sexo, cómo en
muchos lugares solicitaban la presencia de muchachas bonitas, sobre todo en los
bares, para que allí la gente no fuese por la cerveza sino por las muchachas
(APLAUSOS), cómo incluso esa era una idea arraigada en muchos hombres. Y yo tuve ocasión, en aquellas
circunstancias, de ver cómo para muchos hombres la mujer era algo inferior,
porque decían: “Mientras
yo tengo una escopeta, ¿cómo va a haber una mujer con un M-1? Y yo les decía: Pues esa mujer va a ser mejor soldado
que ustedes (APLAUSOS); porque había hombres que con M-1 y todo corrían
(RISAS), y, sin embargo, nunca se dio el caso de que ninguna de las mujeres del
pelotón “Mariana Grajales” corriese en un combate (APLAUSOS).
Saco esto a
colación porque forma parte del cúmulo de prejuicios que la vida social, las
circunstancias y las condiciones económicas de nuestro país han creado: cómo hay muchos
males que no existen solo en la realidad social, sino que son también una
realidad en la mente de los ciudadanos.
Y decía que todo el mundo nos planteaba el problema del desempleo como
el más grave, y es verdad. De ahí que
haya tanta gente desesperada por un puesto público, de ahí que haya tantos
problemas sociales, de ahí que haya tantas huelgas y tantas protestas.
Todo el mundo
está de acuerdo con que hay que resolver el problema del desempleo, pero nadie
dice cómo. Se han gastado toneladas y
toneladas y toneladas de papel hablando de que hay que resolver el problema del
desempleo, pero nadie dice cómo (APLAUSOS); que hay que industrializar al país,
pero nadie dice cómo. Y, ¿por qué? Porque no se quiere agarrar el toro por los
cuernos.
Nosotros
acabamos de venir de la Sierra Maestra.
Hemos iniciado la reforma agraria.
No ya la Ley Agraria del Ejército Rebelde, sino una ley más amplia,
porque aquella se hizo durante la guerra, y se dijo que para cuando la guerra
finalizara sería tarea del Gobierno Provisional Revolucionario aplicar el
precepto de la Constitución que proscribía el latifundio.
Y ahí está uno
de los primeros pasos revolucionarios.
¿Por qué todos
los que escriben y hablan sobre el desempleo no dicen que lo primero que hay
que hacer es acabar con el latifundio? (APLAUSOS.)
Tal vez mi aprehensión, tal vez mi
decepción al ver el daño que se le trata de hacer a la Revolución, al ver cómo
hay muchos tratando de debilitar la Revolución en el ánimo público, tal vez la
preocupación nazca fundamentalmente de la convicción que tengo de que el
Gobierno Revolucionario tiene que enfrentarse a obstáculos muy serios, de que
el Gobierno Revolucionario tiene que enfrentarse a batallas muy duras. Una de esas batallas está a las puertas, ¡esa
batalla es la reforma agraria!
¡Toda la energía
de la nación cubana, toda la energía del pueblo tiene que emplearse en esa
batalla!
Los ataques
velados que se están haciendo, las intrigas que se están urdiendo, son otras
tantas piedras que se nos ponen en el camino en el momento en que necesitamos
mantener más alta la fe y la unidad del pueblo (APLAUSOS).
¿Es que acaso no
han servido de experiencia los ataques que se le hicieron en el extranjero a la
Revolución Cubana? ¿Por qué se le atacó? ¿Porque hubiese hecho leyes revolucionarias? ¡No!, sino porque pensaban que las iba a
hacer. ¿Cuál no será entonces la actitud
de nuestros enemigos internos, y sobre todo de nuestros enemigos externos,
cuando esas leyes comiencen a hacerse?
La reforma
agraria es una ley radical. La reforma
agraria no lesionará muchos intereses, pero sí poderosos intereses; poderosos
intereses dentro del país y fuera del país.
Porque esas compañías que hoy les niegan a los obreros los más
elementales derechos —compañías azucareras extranjeras que ante la demanda más
insignificante se niegan a acceder absolutamente a nada, en actitud
provocativa—, están muy conscientes del interés que tiene la Revolución en que
la zafra se haga. Esos intereses
prefieren perder una zafra con tal de que el Gobierno Revolucionario fracase,
antes que perder los latifundios, y por eso nosotros tenemos la seguridad de
que la reforma agraria va a ser una batalla muy dura.
Ahora bien, si
la reforma agraria no se hace, el país está fracasado; si la reforma agraria no
se hace, el país se hunde en la miseria, en la ruina y tal vez en la anarquía y
en la sangre.
¿Por qué? Porque si hay hoy medio millón de
desempleados y la situación sigue igual, dentro de dos o tres o cuatro años
habrá un millón de hombres sin trabajo.
Si hoy hay 20 000 profesionales sin trabajo, al paso que vamos,
dentro de algunos años se duplicará, los males se agravarán, y si la Revolución
no fuese capaz de resolver esos problemas, la Revolución estaría fracasada.
(DEL PÚBLICO LE
DICEN: “Eso es
lo que no puede ser, que fracase la Revolución.”) (APLAUSOS).
Ahora, sin
reforma agraria no puede haber industrialización del país, ¡sin reforma agraria
no puede haber industrialización del país!, y sin industrialización del país no
se acabará el desempleo.
No se puede
desarrollar la industria si no hay un mercado de consumo. La industria que debe desarrollarse en
nuestro país no es para competir con la industria extranjera en el extranjero,
sino, antes que nada, para competir con la industria extranjera en el país
(APLAUSOS).
No puede haber
desarrollo industrial si no hay un estándar de vida alto en el campesino; si el
campesino no tiene ingresos, si el campesino no puede comprar, no puede haber
desarrollo industrial. No puede haber
industrias si no hay quien compre, no puede haber industrias si no hay quien
compre los productos de la industria, y sin reforma agraria en Cuba —mientras
el campesino sea un paria, mientras el campesino no gane arriba de 100, 150 ó
200 pesos al año, y que ya los debe desde muchos meses antes porque los ha
cogido fiado (APLAUSOS)— no podrá haber jamás
desarrollo industrial y sin desarrollo industrial no podrá haber jamás empleo.
Los que hablan
de que hay que industrializar al país no empiezan diciendo lo primero que hay
que decir: que
hay que hacer la reforma agraria para elevar el estándar de vida del campesino
(APLAUSOS). Porque, precisamente, en el
campo se produce la materia prima o los artículos de consumo alimenticios para
la ciudad, y la ciudad produce sus artículos industriales para el campo. Pero si no hay quien compre, no puede haber
industrias —esto hay que repetirlo una y mil veces—, y si no hay reforma
agraria, no habrá jamás mercado de consumo interno y no podrá haber industrias;
por tanto, lo primero es la reforma agraria para que exista un mercado de
consumo interno, y después una reforma arancelaria para que haya una protección
a la industria (APLAUSOS).
Si elevamos la
capacidad de consumo del campesino y no hacemos una reforma arancelaria,
entonces las divisas se nos escapan: el campesino compra, pero compra
artículos importados. Trabajarán en el
extranjero, pero aquí se queda la gente también sin trabajar.
Hay, además,
otra cuestión: el campesino,
desarraigado del campo, se mueve hacia las ciudades en la esperanza de vivir
aunque sea de limosnas, abarata la mano de obra, hace que exista cada vez una
oferta mayor de trabajo, y eso conspira contra los salarios de los
trabajadores, porque a mayor oferta de trabajo menor salario.
Es imprescindible
la reforma agraria para contener el éxodo de los guajiros hacia las ciudades, y
es necesario volver al campesino hacia la tierra.
Hay que asentar
sobre la tierra a no menos de 200 000 familias, ¿y de dónde se van a sacar
las tierras para esas familias? Sencillamente
del latifundio. Luego hay que proscribir
el latifundio; hay que ser valiente, hay que ser consecuente con lo que se
escribe.
Yo emplazo a
todos los que han hablado en Cuba sobre el desempleo, yo emplazo a todos los
que han hablado en Cuba sobre la necesidad de industrializar al país, a que le
digan al pueblo si hay otro procedimiento.
Y si efectivamente la reforma agraria es imprescindible, yo invito a
todos a que escriban y a que hablen a favor de la reforma agraria, aunque sean conservadores,
porque sencillamente aquí no cabe alternativa.
Es una necesidad perentoria y no queda más remedio que hacer la reforma
agraria. Si es una necesidad de la
nación, todo el país tiene que ponerse al lado de esa medida revolucionaria,
que va a ser una medida muy dura, porque cuando las compañías extranjeras, la
United Fruit Company y todas las compañías que aquí tienen miles y miles de
caballerías de tierra vean que el latifundio va a ser proscrito, van a poner el
grito en el cielo (RISAS).
¡Entonces sí que
van a escribir contra nosotros, entonces si que van a llover amenazas contra
nosotros, entonces sí que van a venir los cables alarmantes!, y no dudo de que
algunos pocos “amiguitos” de la Revolución les van a dedicar cintillos a los
cables que vienen de fuera atacando las medidas revolucionarias. Porque quien tenga aquí... (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO).
¡No!, que
funcionen todos y todo el tiempo que les dé la gana, y que escriban lo que les
dé la gana (APLAUSOS), porque este, que es un pueblo inteligente; este, que es
un pueblo sabio; este, que es un pueblo despierto, sabe por dónde viene cada
cual.
Y hay algunos
que dedican el primero, el segundo, el tercero, el cuarto y el quinto cintillo
a noticias llenas de segunda intención, llenas de intriga, llenas de mala
fe. Hay caricaturas casi continuas que
están también llenas de mala intención y de mala fe.
Dirán que si
pretendemos coartar el humorismo. ¡Dios
nos libre de querer coartar el humorismo!, al contrario, creo que hay que
reírse un poco de esas cosas; pero yo no creo que nuestros artistas sean tan
poco originales, yo no creo que nuestros artistas sean tan poco
revolucionarios, que la única manera que tengan de divertir al pueblo sea
haciéndole daño al pueblo, que la única manera que tengan de divertir al pueblo
sea haciéndole daño a la Revolución, sembrando la intriga y sembrando la
insidia contra la Revolución. Y ya que
se ha tocado este punto, porque yo he aprovechado la circunstancia de que se está
trasmitiendo este acto para tocar cuestiones que atañen no solo a los obreros
de la Shell sino a todo el país (APLAUSOS), pongo el caso bien claramente y
pongo, por ejemplo, una de las críticas que se le ha estado haciendo al
Gobierno Revolucionario.
En primer lugar,
yo quiero que el pueblo considere la circunstancia tan especial en que se
encuentra mi caso personal. Yo no soy el
gobierno. Todo el mundo sabe que yo he
tratado de inmiscuirme lo menos posible en los problemas del gobierno; todo el
mundo sabe el desinterés con que he luchado en esta Revolución (APLAUSOS); todo
el mundo sabe que yo no he estado aspirando a cargos de ninguna clase
(APLAUSOS); todo el mundo debe de saber, además, que los cargos no me importan
absolutamente nada, porque un cargo para mí es un sacrificio, jamás un negocio,
jamás una vanidad (APLAUSOS).
Si todo el mundo
ha observado aquí la conducta de los líderes políticos, debe haber comprendido
que mi preocupación es más bien alejarme que inmiscuirme en el poder. Quise hacer un recorrido por todo el
continente haciendo campañas en favor de la Revolución Cubana, y tuve que
limitarme a ir a Venezuela solamente porque se me reclamó de inmediato que no
saliera del país; hubiera deseado estar en la Sierra Maestra varias semanas y
no he podido porque se me reclama que esté aquí en La Habana.
Todo el mundo
sabe que, lejos de intentar inmiscuirme en las cuestiones del poder, lo que he
tratado por convicción y por principio es de alejarme.
Me duele cuando
en la prensa extranjera se dice “el régimen de Castro”, porque yo no soy ni
hombre fuerte, ni dictador, ni soy un mandón, ni estoy dando órdenes aquí
(APLAUSOS). Y me duele también cuando se
me responsabiliza y se me quiere echar la culpa de todos y cada uno de los
errores de los demás.
Yo no sé si
habrá o no muchos bombines en algunos ministerios, lo que sí sé es que yo no he
recomendado a un solo hombre para ningún cargo en ningún ministerio (APLAUSOS);
lo que sí sé es que no hay un primo segundo, ni un primo tercero, ni un primo
cuarto, ni un primo quinto mío en un solo cargo del Estado (APLAUSOS); lo que
sé es que he llegado tal vez hasta la injusticia en el sacrificio que he
impuesto a mis propias hermanas, que lucharon mucho durante la Revolución y no
tienen aquí ningún cargo (APLAUSOS), porque no queremos que se nos pueda jamás
señalar con el dedo de que le hemos dado cargo a un pariente. Aunque tengan méritos, preferible es que se
sacrifiquen antes de que se ponga en duda la conducta nuestra.
Se habla de
bombines, sin embargo, y me pintan a mí rodeado de bombines. Y yo me pregunto: ¿Dónde están los bombines?, porque no
tengo ni escolta (APLAUSOS). Porque todo
el mundo me ha visto cómo ando por las calles, todo el mundo me ha visto cómo
ando por las calles casi solo a cualquier hora del día y de la noche. No ando con motocicletas, no ando con
perseguidoras, no ando con tanques por las calles, a pesar de los enemigos que
sé que tengo (APLAUSOS). Todo el mundo
sabe que los pocos que andan conmigo son guajiritos, barbudos de la Sierra
Maestra (APLAUSOS).
Los bombines que
se los pinten a los que los tengan, que se los denuncien de frente a los que
tengan bombines y se digan sus nombres (APLAUSOS), porque eso es lo cívico en
el periodista, eso es lo digno en el periodista, eso es lo valiente en el
periodista (APLAUSOS). Pero que no me
pinten más bombines porque yo no ando rodeado de bombines, y conmigo no anda
ningún bombín y yo no le he dado a nadie un cargo en el Estado. Es justo que lo aclare, porque si quieren
pintar a otros con bombines que pinten al ministro que los tenga, pero que no
cometan la vileza, la innobleza y la indecencia de venir a pintárselo al que no
tiene porque eso no es honrado y eso no es de artista
(EXCLAMACIONES). Y si tienen tan
poca imaginación, si tienen tan poco talento que no se pueden valer más que de
la calumnia y de la intriga, que entonces no se llamen artistas, que entonces
no escriban, que entonces no pinten; porque el artista debe ser para ayudar al
pueblo con su talento, para ayudar al pueblo con la verdad, no con la calumnia
y con la intriga.
Si creen que soy
un dictador, que me lo digan para irme, señores (EXCLAMACIONES DE: ¡No!). Y si no lo soy, que no me echen la culpa de
los bombines si los hay por ahí, porque yo lo que creo es que si existen
bombines esa es una inmoralidad, pero que si existen bombines y nadie los acusa
por su nombre esa es otra inmoralidad (APLAUSOS).
No debe haber
bombines, pero tampoco debe haber escritores tan cobardes que no tengan el
valor de decir quiénes son los bombines (APLAUSOS), porque resulta muy fácil
hacer ataques genéricos y pintarme a mí rodeado de bombines, cuando no sé dónde
están; además, ando solo. Además, los
que andan conmigo no han cobrado ni siquiera sueldo, porque el Ejército Rebelde
se sacrificó en este mes que acaba de pasar para que a los campesinos se les
pudieran hacer casas (APLAUSOS).
Y, desde luego,
no importa que nos ataquen con los mismos derechos que hemos conquistado
nosotros con tantos sacrificios, no importa que nos ataquen con esos derechos
por los cuales estuvimos combatiendo durante siete años; pero que no se olviden
que nosotros también tenemos derecho a defendernos y que nosotros nunca
aplicaremos la censura, pero aplicaremos algo que es peor que la censura, que
es el anatema moral, la denuncia, la descaracterización ante el pueblo
(APLAUSOS).
¡Que nos
ataquen, que nosotros también sabemos defendernos; defendernos con la razón y
defendernos con la palabra! No importa,
aceptamos el reto de los intrigantes y de los calumniadores. ¡Qué no crean que los vamos
a sobornar! ¡Que no crean que les voy a ofrecer una “botella” (APLAUSOS), porque les voy a
responder también con las armas de la palabra y de la pluma! Y van a tener que esforzarse mucho para
encontrarnos faltas, porque trataremos de esmeramos cada vez más en mantener
nuestra conducta moral intachable precisamente para poder siempre tener moral
de hablar ante el pueblo.
Que hagan uso y
abuso si quieren del derecho y de las libertades que hemos conquistado, ningún
peligro los amenaza. Fácil es hacer hoy
críticas injustas contra los que hemos devuelto las libertades al país, después
de siete años de silencio, después de muchos meses de silencio obligado y
forzoso.
Y que no me
digan que se hizo más o se hizo menos, porque a “tan eximios” y “tan excelsos
patriotas” de última hora, bien podía habérseles exigido que agarraran su fusil
y se hubieran ido a pelear desde el principio (APLAUSOS).
Pero sí quiero
advertir al pueblo, porque esto va contra el pueblo. Los ataques contra la Revolución van contra
el pueblo, los ataques contra nosotros van contra el pueblo, porque nosotros
aquí no representamos otro interés que el interés del pueblo. Nos sacrificamos, y en nosotros la palabra
sacrificio tiene sentido porque de verdad nos sacrificamos y nos sacrificamos
por el pueblo.
El daño que le
quieran hacer hoy a la Revolución es daño que le quieren hacer al pueblo,
porque si la Revolución fracasa, ¡pobre Cuba!; si el destino que tenemos por
delante no se cumple, ¡pobre Cuba!; si la Revolución no se hace, ¡pobre Cuba! Veremos si después los que hoy tan
livianamente lanzan sus dardos envenenados contra nosotros escriben contra
Masferrer, contra Ventura, contra Laurent, contra Chaviano, contra Tabernilla y
contra Batista (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!),
cuando vengan aquí encabezando expediciones de la United Fruit y comparsa y
encuentren un pueblo débil, un pueblo escéptico a quien le hayan matado la fe,
lo hayan dividido, lo hayan confundido y, en consecuencia, esos señores vuelvan
a reinar aquí en nuestra patria (EXCLAMACIONES DE: “¡Nunca!”).
Por lo tanto, el
pueblo tiene también que castigar a los intrigantes y a los calumniadores, y la
recomendación que yo les hago a los obreros de la Shell es precisamente el
boicot; la recomendación que yo le hago al pueblo es el boicot contra los
intrigantes, contra los calumniadores, contra los Otto Meruelos y los Díaz-Balart
de la nueva etapa (APLAUSOS). El boicot
que le recomiendo al pueblo es que no les presten ningún favor a los que desde
ahora se les están viendo sus intenciones malévolas, sus intenciones cobardes y
sus intenciones ruines. ¡Lo que le
recomiendo al pueblo es que no los lean!
(APLAUSOS.)
¿Tenemos derecho
o no tenemos derecho a usar esta arma? (EXCLAMACIONES
DE: “¡Sí!”) Esta arma sí.
No la censura, ¡no! La censura no, de ninguna manera, eso
va contra los principios; pero sí tenemos un derecho y es pedirle al pueblo,
que cree en los hombres que se han sacrificado por él, que no los lean, pedirle
al pueblo que no los lean. Eso es lo que
le pedimos al pueblo. No los censuramos,
pero les hacemos algo peor que la censura (APLAUSOS).
Yo no quiero
hacer ataques específicos, no quiero hacer ataques específicos porque no; no
quiero lanzar ataques específicos, no quiero aplastar a nadie. Que el pueblo, que es inteligente; que el
pueblo, que es despierto; que el pueblo, que es listo; que el pueblo, que sabe
dónde están sus intereses y dónde están los intrigantes y los ruines y los
enemigos de la Revolución que usan mil pretextos so capa de libertades —de
libertades que debieran hacer un uso digno y patriótico de ellas—, que el
pueblo se encargue de saber y de discernir quiénes son aquellos a los que no
debe leer. ¡Ese será el castigo!
Eso es peor que
una censura, porque en la censura se quiere escribir, hay interés en lo que uno
va a escribir y no lo dejan escribir. Y esto
es peor, porque el individuo escribe, habla, y nadie le hace caso (RISAS Y
APLAUSOS).
Como el ataque,
para ser un ataque oído por el pueblo, tiene que ser un ataque justo; como para
mucha gente este es un pueblo de oposicionistas sistemáticos —se han olvidado
que no es que el pueblo haya sido un pueblo oposicionista sistemático, sino un
pueblo de malos gobiernos sistemáticos, un pueblo de malos gobiernos
sistemáticos, y, en consecuencia, sistemáticamente ha sido oposicionista el
pueblo—, vamos a admitir que todos no lo estén haciendo bien en el
gobierno. ¿Pero por qué le van a echar
la culpa al que no la tiene? ¿O el hecho
de haberme sacrificado aquí como el que más le da
derecho a los demás a que me echen la culpa de todo? ¡Que me echen las mías, que ya tengo bastante
con eso —porque no soy infalible y puedo cometer muchos errores—, pero que no
me echen las culpas de los demás! Porque
vuelvo a repetir que ni soy hombre fuerte, ni doy órdenes, ni soy mandón, ni
soy dictador aquí. Que les echen la
culpa a los que la tengan.
Así que el arma
del pueblo contra esos intrigantes es esa.
Parece —como
decía— que se han equivocado. Porque yo
estoy seguro de que este es un pueblo justo, y yo estoy seguro de que este
pueblo, mientras vea que los hombres están tratando de cumplir con su deber,
que se están agotando y se están consumiendo en el solo empeño de cumplir con
su deber, seguirá respaldándolos y seguirá otorgándoles su confianza y su
simpatía (APLAUSOS).
¡Que se castigue
al que no cumple, pero que se respete al que cumple! No se pide más. No pido elogios, no pido aplausos; pero lo
menos que tengo derecho a pedir es que se respete a los que cumplen, que se
respete el pudor, que se respete el honor, que se respete la vergüenza y que se
respete la dignidad de los hombres.
Por eso, aunque
tengo mucho que trabajar, aunque tengo muchas cosas que hacer, aunque tengo el
deseo de hacer muchas cosas por mi patria —porque no soy el gobierno, pero soy
el que impulsa, impulso leyes revolucionarias, como estoy impulsando hoy la
reforma agraria y como habré de impulsar muchas leyes revolucionarias, porque
esa es mi misión, no dar órdenes, no mandar; ¡no!, yo no soy un dictador: yo soy un hombre que le hablo al pueblo, yo
soy un hombre que defiendo una tesis y la llevo adelante con el pueblo, con la
palabra, con la razón. Yo no voy a los
ministerios, yo voy a la plaza pública y digo al pueblo: Creo que esta medida es buena
(APLAUSOS)—, aunque tenga mucho trabajo también y aunque tenga enemigos
gratuitos, detractores que le han salido a uno sin saber uno ni por qué
(EXCLAMACIONES DE: “¡Envidia!”), tengo
al pueblo. Y el arma contra esos
malintencionados, contra esos intrigantes, es el arma del desprecio.
Para el pueblo,
¡no leerlos! Recomiendo al pueblo que
esté muy alerta y observe quién hace una crítica sana, y a ese sí leerlo,
porque el que hace una crítica bien intencionada el pueblo lo sabe
también. Y observar quién está
haciendo un ataque sistemático, porque ese está defendiendo Dios sabe qué
intereses, ese está defendiendo el regreso de Masferrer, de Ventura, de Batista
y de toda esa gente aquí (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”). Y a esos lo que tiene que hacer el pueblo es
no leerlos.
Y aparte de
estas consideraciones, que sepan, además, que nos vamos a defender, porque ya
el colmo es que ni quieren que uno hable. Tiene uno que hablar para orientar al pueblo,
tiene uno que hablar para despejar de la mente del pueblo muchos prejuicios,
tiene uno que hablarle al pueblo para tenerlo alerta. Entonces lo que critican es que hable,
¡critican que hable!
Otros quieren
que nos afeitemos, les estorba nuestra barba.
¡Y yo digo que no nos afeitamos hasta que aquí no esté la Revolución
hecha! (APLAUSOS), aunque les duela la barba.
Estas barbas no
crecieron en un parque, estas barbas no crecieron en una playa de verano, estas
barbas no crecieron paseando de turistas por el extranjero. ¡Estas barbas crecieron en las montañas más
altas de Cuba, con un fusil al hombro! (APLAUSOS.) Y si los soldados de la tiranía no pudieron
cortárnoslas, mucho menos podrán cortárnoslas los intrigantes y los mentecatos
(APLAUSOS).
Quieren que nos
cortemos las barbas porque ellos no tienen barbas, quieren que nos cortemos las
barbas para que andemos igualitos que los demás y se destruya el mito, o el
mito no, vamos a llamarle la leyenda
—ellos le llaman mito, nosotros le llamamos leyenda—, para que se
destruya el símbolo. Quieren destruir el
símbolo de la Revolución, y qué casualidad que lo mismo que piden algunos aquí
adentro es lo que están pidiendo nuestros enemigos de afuera que dicen que
quieren que nos cambiemos la camisa y que lo que quieren es que nos afeitemos;
eso es lo que quieren (EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”)
Dicen que la
camisa está sucia, y yo digo que no me importa, que yo no vine aquí a la
capital de la república a vestirme de frac ni de smoking y que, por lo tanto,
me pongo esta camisa que es barata, y no necesito dinero para comprar más ni le
tengo que robar a nadie (APLAUSOS).
Y que sepan los
enemigos de la Revolución que vamos a tener una pelea de frente, que nosotros
tenemos todas las armas, pero no las usamos porque las tenemos para defender,
incluso, el derecho de los que nos atacan; sin embargo, haremos uso del derecho
que ellos tienen, que es el derecho también de exponer nuestras razones, el
derecho de esgrimir nuestros argumentos y el derecho de desenmascarar aquí a
los enemigos de la Revolución, porque hay quien ha dicho que lo de
contrarrevolución es una fábula. ¡Qué bonito! Entonces los ataques que le han hecho a la
Revolución Cubana desde el extranjero son una fábula; entonces el mitin del
millón de personas para defender la justicia revolucionaria es una fábula;
entonces las amenazas de agresión e intervención en Cuba son una fábula;
entonces la United Fruit Company no va a protestar cuando hagamos la Reforma
Agraria, y aquí nadie va a protestar, porque es una fábula la
contrarrevolución.
Entonces la
granada de mano que asesinó en la procesión de El Cobre a tres ciudadanos
e hirió a 40 ó 50, lanzada por un ex soldado de la tiranía, es una fábula
también; entonces la Revolución no tiene problemas, la Revolución no tiene
enemigos, según ellos es una fábula.
Hay mucha
coincidencia entre los enemigos externos de la Revolución y los enemigos
internos. Los enemigos externos, que son
los más poderosos, tienen su quinta columna dentro, tienen sus Díaz-Balart y
sus Masferrer aquí adentro haciendo de las suyas porque, figúrense, hay
libertades absolutas. Ahora, lo que sí
no lograrán es que nosotros suprimamos las libertades.
Nuestras
intenciones con respecto al pueblo todo el mundo las conoce. Todo el mundo sabe, incluso, que nosotros
queríamos que por las calles no hubiera ni policías. Era lo que queríamos, porque comprendo el
odio que han despertado los policías; sin embargo, nos vemos en la necesidad de
adoptar medidas más cuidadosas para evitar los robos y para evitar la
delincuencia, consecuencia natural de la cantidad de gente que está pasando
hambre en la calle. Por lo tanto, la
delincuencia hay que combatirla fundamentalmente con medidas de tipo social, y
no nos quedará más remedio que tener policías en las calles, no nos quedará más
remedio, no para que le den golpes ni palos a nadie, sino para que no se roben
los automóviles y no se robe en las casas.
¿Que no lo
hayamos logrado en esta etapa? Todo el
mundo sabe que fue una intención honrada y que si no lo hemos logrado hoy lo
lograremos mañana, pero nosotros sacamos la policía de la calle. Ese es un empeño que vamos a realizar
también, si no es hoy será en el futuro, cuando aquí todo el mundo trabaje y
cuando la delincuencia se haya reducido al mínimo en este país. Entonces tal vez sea posible aquello de que
los boyscouts puedan cuidar el tránsito. De todas maneras, incluso en aquellos casos
en que no hemos logrado lo que pretendíamos, hemos hecho, por lo menos, el
esfuerzo y el esfuerzo bien intencionado.
Así que lo que
no haremos es sacrificar las libertades.
Vendremos al pueblo a pedirle que coopere con nosotros; vendremos a los
trabajadores azucareros y a los trabajadores industriales a decirles que
cooperen con nosotros, y les diremos: Ahora no conviene huelga, aunque
tengamos que hacer sacrificios. ¿Por qué? Porque en estos momentos a los enemigos de la
Revolución lo que les interesa es que la economía se paralice, y por eso
algunas empresas, sobre todo empresas azucareras extranjeras, hacen toda la
resistencia posible para crear los conflictos.
Nosotros tenemos
que decirles a los trabajadores que en la Revolución como en la guerra hay
momentos en que hay que replegarse algo para después avanzar más, en que hay
que renunciar a algunas demandas para después pedir más.
En este momento
si nos paralizan la zafra, si los enemigos de la Revolución logran, mediante su
intransigencia frente a las demandas obreras, paralizarnos la zafra, le harían
un tremendo daño al país. ¡Calculen lo
que sería si el gobierno se viera sin recursos para pagarles a los maestros, a
los empleados públicos, para pagarles la comida a los soldados rebeldes, para
pagar todos los servicios! Se crearían
infinidad de conflictos, y entonces esos que están emboscados, esos que están
buscando pretextos para atacar a la Revolución, en vez de un cintillo
dedicarían 10 a atacarla, y en vez de cintillos de una pulgada o dos los
pondrían de 10 pulgadas para atacarnos.
De por sí son
muchos los problemas que se suscitan porque hay libertad, hay libertad
absoluta, y algunos abusan, incluso, de esa libertad, no saben hacer uso de
ella y crean infinidad de problemas descabelladamente, olvidándose de que este
no es problema de un grupito, sino un problema colectivo, un problema de toda
la nación. Por eso hay
dificultades. Pero, sobre todo, si las
dificultades que tuviéramos nosotros fuesen de orden económico porque no
podemos hacer la zafra, entonces calculen cómo los enemigos se ensañarían
contra la Revolución; por lo tanto, en estos momentos, puesto que la tiranía es
derrocada a principios, cuando la zafra va a empezar, no habiendo dispuesto de
tiempo ni el gobierno ni los trabajadores para organizar la zafra de una manera
estudiada, de una manera justa, nos encontramos con la circunstancia de que las
lluvias están apenas a dos meses de distancia y tenemos que producir
5 800 000 toneladas. Eso lo
saben esos intereses y, como saben nuestro interés, se mantienen
intransigentes.
Pero yo digo que
las ventajas que ellos tienen este año son las ventajas que vamos a tener
nosotros el año que viene. Las ventajas
que ellos tienen este año, que están discutiendo cuando ya la zafra empezó y la
lluvia está cerca, las tendremos nosotros el año que viene cuando empecemos a
discutir en el mes de septiembre y la zafra esté lejos (APLAUSOS).
Ahora, la
demanda a la que deben sumarse todos los trabajadores, tanto los trabajadores
industriales como los trabajadores azucareros, es la demanda de la Reforma
Agraria, porque esa es la que permitirá precisamente elevar el estándar de vida
de todos los trabajadores industriales y de todos los trabajadores azucareros. Y resolverá el tremendo problema del
desempleo si acompañamos la reforma agraria con una reforma arancelaria y con
otras leyes revolucionarias, que vendrán una detrás de otra, una detrás de
otra, porque todas juntas es un error.
Nosotros no
atacábamos todos los pueblos juntos en la Revolución. Atacábamos uno primero y después otro y
después otro, y ganábamos las batallas una tras otra. Concentrábamos nuestras fuerzas en un punto y
después en otro.
Ahora yo le digo
al pueblo que hay que concentrar las fuerzas en un punto: en la reforma agraria. Entonces tratar de que el país funcione,
evitar el mayor número posible de problemas, porque no es este el momento
adecuado.
La huelga es un
arma que debe de usarse en el momento adecuado, no en el momento en que puede
perjudicar al propio pueblo y a la propia Revolución, por las circunstancias en
que nos encontramos. No es que nosotros
vayamos a olvidar las demandas de los trabajadores, porque no hemos hecho esta Revolución
para defender intereses de los poderosos.
Digo aquí que esta Revolución la hemos hecho para defender los intereses
de los humildes (APLAUSOS), y que la estrategia correcta ahora es evitar el
mayor número de conflictos posibles, aunque tengamos que sacrificarnos ahora,
porque los sacrificios de ahora serán compensados con creces pronto.
Nosotros le
pediremos la ayuda al pueblo. Libertades
no sacrificaremos. ¿Suspender el derecho
de huelga? ¡No! ¿Suspender la libertad de prensa? ¡No! ¿Suspender
la libertad de reunión? ¡No! ¿Suspender la libertad de manifestación? ¡No! Esta
Revolución tenemos que seguirla adelante con todas las libertades (APLAUSOS),
pero pidiéndole al pueblo colaboración, pidiéndoles colaboración a todos los
sectores; que comprendan que será en detrimento de la Revolución, en detrimento
de sus propios intereses el que llenemos el país de conflictos, y que hay que
tener calma. Por todas esas cosas que
deseamos, si hemos tenido que esperar siete años, ¿por qué no vamos a esperar
unos meses? Si hemos tenido que esperar
siete años por la fuerza, ¿por qué no vamos a esperar unos meses por las
buenas, más cuando sabemos que todo lo que piden se lo vamos a dar? (APLAUSOS.)
Así que he
aprovechado esta ocasión para hablarles no solo a los de la Shell, sino al
pueblo. Tomé como ejemplo el caso de los
trabajadores que habían venido planteando el problema pacientemente muchas
veces, cómo yo discutí con ellos. Cuando
me explicaban su problema de que estaban al borde de la quiebra, estaban al
borde de perder sus trabajos; que, además, estaban ganando bajos salarios,
indiscutiblemente que se nos presentaba un problema muy difícil, muy difícil, y
era el problema de que mientras por un lado existía una ley revolucionaria,
mientras por un lado el presidente de esta empresa había sido el promotor de las
ventas de armas a la dictadura, por otro lado estaba el interés de 4 500
obreros que, en su inmensa mayoría, habían ayudado a la Revolución (APLAUSOS);
y además, que el problema del boicot era un problema que tenía que decidirlo el
pueblo, que era al pueblo a quien había que plantearle ese problema y
explicarle la circunstancia de que esos 4 500 obreros cubanos eran los únicos
que después del triunfo estaban más tristes que nadie, eran los únicos que
después del triunfo, en vez de recibir los beneficios del triunfo, estaban cada
día con menos esperanza de poder mantener su trabajo (APLAUSOS), y que los
obreros más tristes en medio de la victoria eran los de la Shell; que eso que
me planteaban a mí había que planteárselo al pueblo porque el pueblo era el que
tenía que decidir sobre la cuestión, hablarle claro al pueblo.
Aquí está, por
un lado, la compañía cuyo presidente causó este daño al país; están, por otro
lado, los 4 500 obreros que ayudaron a la Revolución y que resultan, sin
quererlo, los más afectados no solamente antes de la guerra sino incluso
después de la guerra, y con un problema que amenaza no tener solución.
Entonces yo les
decía: Pero es
que tiene que haber una base para pedirle al pueblo que suspenda el
boicot. Nos encontramos, por un lado, que
el gobierno inglés no se había tomado ni siquiera la molestia de dar una
explicación; que el gobierno inglés, a cambio del daño moral que le había hecho
al pueblo de Cuba, no había tenido ni un solo gesto con el pueblo de Cuba.
Se sabe,
incluso, que Cuba tiene una serie de intereses comerciales con Inglaterra; se
sabe, incluso, que Cuba tiene que venderle azúcar a Inglaterra, que nos
conviene que Inglaterra nos compre azúcar.
Y el problema amenazaba con crear daños mayores,
debido, precisamente, a que frente a un pueblo agraviado, un gobierno
que tuvo culpa no había tenido la menor preocupación en desagraviar al pueblo.
Frente a ese
hecho también se presentaba una circunstancia que es cierta, y es que hubo
miembros del Parlamento inglés, hubo periodistas ingleses y hubo, en fin, mucha
gente que en Inglaterra protestó contra la venta de armas, hubo mucha gente que
en Inglaterra defendió el punto de vista de los revolucionarios cubanos.
Así que, por un
lado, teníamos la conducta del presidente de la empresa, y, por otro lado, la
conducta del gobierno, a contrapelo incluso de la opinión pública de
Inglaterra.
Nosotros tenemos
que conducir el país hacia un camino que nos permita salvar nuestras grandes
dificultades, salvarlas siempre sin sacrificar un átomo de honra, porque esa es
la línea que nosotros tenemos que seguir en el orden internacional, ¡nuestra
soberanía plena, nuestra soberanía absoluta, nuestra autodeterminación más
completa! (APLAUSOS), sin que ello
implique que nosotros irresponsablemente, con conseguir esa línea, vayamos a
estar tratando de crear problemas con todo el mundo. ¡No! Nuestra
política tiene que ser de amistad con todos los pueblos del mundo, y nuestra
política tiene que ser de venderles a todos los pueblos del mundo. ¡Al que nos compre le vendemos! (APLAUSOS.)
Con esto quiero
decir que tenemos que encarar el futuro con un criterio realista y teniendo en
cuenta nuestros problemas. No es la
primera vez, y muchas veces se nos presentará el conflicto entre el ideal y la
realidad. Decía Ingenieros que había dos
clases de idealistas: el
idealista romántico y el idealista realista; que el idealista realista era
aquel a quien las lecciones de la experiencia no le mataban la fe sino que lo
enseñaban.
Nosotros
tenemos, por ejemplo, un caso: el que se nos presentó con el juego en
los casinos.
Nosotros dijimos
siempre que estábamos contra el juego que iba contra la economía popular: el juego que
explotaba al pueblo, al trabajador, al agricultor. Que a nosotros no nos importaba defenderles
los bolsillos al millonario americano ni al millonario cubano —si lo querían
gastar en la ruleta que lo gastaran, allá ellos—, sobre todo, cuando ese dinero
que se gastaba el millonario nosotros lo podíamos recoger para dárselo al
pobre.
Pero lo que no podíamos
permitir es que nadie viniera a explotar al pueblo. Ni los garitos, ni el juego; incluso, la
lotería la vamos a cambiar, ya la estamos cambiando completamente, y el
individuo que compra billetes, en vez de un jugador, aunque no quiera, es un
ahorrador porque, aunque no quiera, se le devuelve el dinero con intereses al
cabo de cinco años. Por lo tanto, ya no
se le explota (APLAUSOS). En vez de
explotársele, se le hace un bien: se le convierte en un ahorrador.
Se nos presentó
con los casinos el problema siguiente —la realidad, porque esta es la realidad,
¿quién no quisiera acabar incluso con el juego en los casinos, verdad? (RISAS.)
Quisiéramos, ese es un ideal, y yo espero que algún día lo
logremos. Ahora se dice que si empezamos
por ahí terminamos por allá; claro, de todas maneras hay que tratar de hacer
alguna crítica, pero la gran realidad es que es muy fácil escribir en un
despacho, olvidándose de que hay aquí de medio millón a un millón de
desempleados y cientos de obreros que trabajan en los centros de diversión: en los cabarets, en los casinos, en los
restaurantes, en los hoteles—, porque yo me encontraba al obrero de hotel, y
decía: “Oye, esto es un problema, nos
vamos a quedar sin trabajo, no hay turistas.” Y el otro decía: “Oye, esto es un problema.” Todos, miles de obreros me planteaban, llenos
de angustia, el problema.
Yo llegué a la
convicción de que nuestras condiciones económicas actuales no nos permitían el
lujo de suspender el juego en los casinos.
Yo dije: Bueno,
podemos gastarnos ese lujo, pero vamos a tener 10 000 obreros haciendo
manifestaciones por la calle, protestando, porque tienen hambre.
¿Subsidio? ¿Pero de dónde vamos a sacar subsidio, si
aquí tenemos que pagar todos los millones, las deudas, los intereses? Porque si nosotros decimos que no pagamos las
deudas, viene una ruina aquí total.
También sería
muy bonito decir: “No
pagamos las deudas ni los intereses de los empréstitos que se hicieron.” Si decimos eso se arruina aquí todo el mundo,
se arruinan todos los bancos.
Yo creo que
moralmente también pudiéramos decir: “No vamos a pagar lo que Batista
recibió prestado.” ¡Ah!, eso es muy
moral, ¿por qué no se plantea? ¡Ah! Yo estoy seguro de que, cuando se plantee
eso, saltan muchos de los que combaten ahora el juego en los casinos. Saltan, porque saben que se arruina el país,
y hasta la comida de ellos la ponen en peligro; pero como ahora se trata de la
comida de miles de obreros de los hoteles, de miles de obreros que estaban
trabajando en eso, que el Estado no está...
Es que el dinero
de la “botella” tiene que dedicarse en este momento a hacer casas a los
campesinos, señores; ¡tiene que dedicarse a hacer obras! (APLAUSOS.)
¿Vamos a dedicarlo al subsidio? Los
obreros no van a querer subsidio. Los
obreros son contrarios a la política del subsidio. Subsidio en casos de imprescindible
necesidad, cuando ya no quede más remedio.
Pero nadie quiere vivir de limosnas.
El obrero quiere ganarse su sustento trabajando, y es contrario, yo sé
que es contrario, a la política del subsidio.
Además, ¿a cuántos habría que subsidiar?
Bueno, a todos los empleados de los casinos, a todos los músicos, a
todos los artistas, a todos los hoteleros, a todo el mundo habría que subsidiar
aquí. Sería interminable la lista de subsidios.
Entonces,
conclusión: yo
creo que me considero tan puro como el más puritano en materia moral, tan
enemigo del juego como el más puro en este país. ¡Me repugna!
(APLAUSOS), nunca he entrado en una ruleta de esas. Le tengo odio, personalmente se lo digo
(APLAUSOS); sin embargo, tiene uno que pensar que hay miles de obreros que
están desesperados. Como me dijeron en
una reunión: “Hace
20 días que no comemos”, y de eso hace otros 20 días; por lo tanto, creo que
son 40.
Es muy bonito
resolver teóricamente estos problemas con el estómago lleno. Es muy bonito, desde un despacho, decir: “El problema es
así.” Pero yo a todos esos los llamaría
a que se reunieran con los trabajadores.
Que no me convenzan a mí ni convenzan al gobierno; que vayan y convenzan
a los obreros que están pasando hambre, y si los convencen, ¡magnífico! Ahora, no digan que subsidiarlos con el
dinero de la “botella”, porque el dinero que sobre, señores, hay que invertirlo
en hacer obras imprescindibles para el país, ¡imprescindibles!, si no, aquí
vamos a tener que subsidiar a todo el mundo dentro de poco con el mismo
criterio y no va a alcanzar para darle ni cuatro pesetas a cada hombre aquí
para que viva. Y si al lado de eso tiene
que pagar 70 pesos de alquiler, tiene que pagar los víveres caro, etcétera,
etcétera, etcétera, ¡bien arreglados estamos!
Porque aquí, señores, hay muchas cosas que hacer, ¡hay muchas cosas que
hacer!
Pero ese era el
problema: se
nos presentó a nosotros un conflicto entre la realidad y el ideal. El ideal de acabar hasta con el juego. Bueno, no podemos acabar con todo el
juego. Vamos a acabar con el juego que
perjudica al pobre, que perjudica al trabajador, que perjudica a la economía
popular. Ahora, no podemos en este
momento redondear todo y prohibir el juego también en esos lugares, porque
entonces vamos a crear un problema social muy serio, y eso debe ser en una
etapa posterior.
Se dice que con
otros deportes. Aquí no se pueden poner
los toros, porque si usted dice que se van a poner los toros, se arma una
protesta tremenda. No se pueden brindar
los toros como un espectáculo turístico, porque la idiosincrasia del país
repulsa los toros. La pelota está
malísima.
¿Qué deporte se
puede poner aquí de atractivo turístico, si todo eso está abandonado y eso no
se organiza de la noche a la mañana?
¿Atractivos
turísticos de otra índole? ¡Muy bien! ¡Muy bonito!
Pero eso no se organiza en 24 horas.
¿Me quieren decir cómo? No, hay
que organizarlo en un año, en dos o en tres.
Entonces podremos decir: “Aquí ahora hay grandes playas,
grandes hoteles en las playas, grandes paseos; en la Sierra Maestra tenemos
carreteras para que paseen por allí los turistas” —que son otra clase de
turistas y no los turistas jugadores (APLAUSOS)—, pero desgraciadamente no hay,
como en México, centros turísticos preparados para el turismo. Aquí ningún gobierno hizo nada de eso, no hay
atractivos turísticos y tardaremos años en crearlos, ¿vamos a decirles a los
obreros que esperen a entonces para comer?
Desgraciadamente no.
Hasta que no
podamos crear otros atractivos, hacer otra política turística y traer otro tipo
de turistas —incluso, por ejemplo, turismo de Venezuela, donde hay estándar de
vida alto, donde se gana dinero, que pueda venir aquí—, crear un turismo distinto
del que tenemos hasta ahora... Pero si
prescindimos del que tenemos hasta ahora, el daño es enorme, ¡enorme! Y seguro que esos que protestan hoy porque no
tienen bien estudiada la medida, después no nos van a ayudar a resolver los
problemas cuando aquí haya 30 000 obreros más sin trabajo. Lo que van es a criticarnos más y no a venir
a ayudarnos a resolver el problema; por lo tanto, aunque no nos guste, aunque
sea doloroso, en este momento tenemos sencillamente que aceptar el juego en los
casinos.
Eso no quiere
decir que vayamos a retroceder. ¡Ya
veremos! No prejuzguen, señores, que no
somos tan sinvergüenzas como los que han estado aquí anteriormente, y que, sin
embargo, recibieron muchos elogios.
Yo pregunto
aquí, ¿qué ladrón no ha recibido muchos elogios? Yo pregunto aquí si a Batista nunca se le
dedicó un elogio. ¿Nunca? ¡Óigame, hay que ver la cantidad de visitas
que tuvo Batista, la cantidad de directivos que fueron allí a felicitarlo por
estar vivo, la cantidad de “personalidades” que le dieron el abrazo alegrándose
de que no lo hubieran liquidado y felicitándolo por aquella vida, y que viviera
cincuenta años más y estuviera cincuenta años más aquí matando gente!
¡Señores, aquí
ha habido mucho Tartufo y aquí ha habido mucho hipócrita en este país! ¡Que se quiten la careta!
Nosotros no nos
hemos metido ni siquiera con tantos descarados, porque nos hemos limitado aquí
a los malversadores quitarles los bienes y a los criminales de guerra
fusilarlos. Pero ni nos hemos metido con
tantos descarados como hay aquí, porque, ¡óigame, si vamos a ver la culpa que
todos esos descarados tienen en la dictadura y en los crímenes que se han
cometido, le advierto que el pelotón tendría que realizar una tarea grande,
larga...! (RISAS Y APLAUSOS.) Casi casi no se
terminaría aquí en un año de fusilar a la cantidad de gente culpable. ¡Culpable, porque el que felicitó a Batista
es un culpable, el que le “guataqueó” a Batista es un culpable, el que le
dedicó elogios a Batista es un culpable, el que sirvió a Batista es un
culpable!, porque sin esos servicios no se está allí ni tres días, ¿comprenden? ¡No se está allí ni tres días!
La cuestión es
que al dictador todo se lo soportaban.
Al gobierno democrático, revolucionario, que respeta todos los derechos
—y que los respeta no porque esté débil, sino por convicción—, ¡ah!, le sacan
los ojos, ¡le sacan los ojos!
Así que el
problema que se presentaba aquí con lo de la Shell era idéntico. Si pensábamos en el problema de los
trabajadores y decíamos:
“Cese el boicot” por beneficiar a los trabajadores, entonces la
empresa, los intereses que a nuestro entender nos habían perjudicado iban a
salir encantados. Porque estaban dos
intereses en conflicto:
el de los trabajadores, el deseo de no perjudicar a los
trabajadores, y el deseo de sancionar la responsabilidad del presidente de esta
empresa.
La cuestión era
buscar una solución. Yo decía: Nosotros
necesitamos de alguna manera un gesto en que el pueblo vea una compensación del
daño que se hizo, un gesto que justifique pedirle al pueblo que cese el
boicot. Un gesto de Inglaterra, por
ejemplo. Inglaterra no lo ha hecho, no
sabemos si lo hará; pero, bueno, Inglaterra sigue sin hacer el gesto y los 4
500 obreros nuestros siguen con su problema.
Entonces, los
obreros me acaban de informar, y yo este problema más que decidirlo lo voy a
poner a la consideración del pueblo.
Les he explicado
cuál es la situación que tienen los trabajadores, porque es el pueblo el que
tiene que decidir, el que tiene que decidir y el que va a decidir, con
conocimiento de la situación de los obreros.
Yo les puedo dar mi criterio; pero aquí venimos a discutir ante el
pueblo, para que el pueblo sea el que conozca este problema cómo es.
Entonces, se
podían adoptar dos medidas:
una de ellas, por ejemplo, intervenir la compañía —no iba a
resolver el problema, porque el pueblo iba a decir: “Bueno, la compañía está intervenida por
algo, sigue el boicot”—, cumplir la ley, aplicarla, confiscar la compañía. Bueno, no estamos preparados en estos
momentos para una medida como esa. Esa
es la situación, y sería en este momento una medida antitáctica.
Seguíamos en el
dilema, ¿cómo resolver el problema? Entonces,
la empresa tomó una medida:
cambiar la gerencia que había aquí. Desde luego, a Iglesias no había que
cambiarlo, porque Iglesias estaba cambiado ya hacía rato (RISAS), él no iba a
estar aquí, de todas maneras estaba cambiado.
Pero se me informa que cambiar la gerencia. Bien.
Pero otra medida se ofrece, y es equiparar los salarios de todos los
trabajadores con las industrias que más salarios paguen (APLAUSOS).
He preguntado a
los compañeros de la Shell a cuánto asciende esa equiparación. Dicen que equivale, en los casos de salarios
más bajos, a un aumento del ciento por ciento de los salarios (APLAUSOS), y en
otros casos al 50% de los salarios.
Yo quiero saber
si es a todos los obreros de la Shell en toda la isla (Le dicen que es en toda
la isla).
¿Cuántos obreros? (Le informan que 4 500.)
Son 4 500
obreros beneficiados por esa equiparación, que ya es algo. Además, promete invertir 250 000 pesos
para construir viviendas de los campesinos (APLAUSOS).
Como es ante el
pueblo ante quien hay que razonar estos problemas, nosotros podemos, frente a
esa situación, decidir aceptar o no aceptar, y entonces nos hacemos estas
preguntas: si
no aceptamos, ¿qué hacemos? Porque
entonces tenemos que intervenir o que confiscar, cumplir la ley rebelde de
confiscar la planta.
Intervenir, a mi
entender, no resolvería el problema porque, ¿qué decimos? ¿Intervenir para no confiscar? ¿Qué ganamos?
Decir: Bueno, intervenimos
pero no confiscamos: Cómprese productos
Shell. Entonces, ¿quién va a tomar la
ganancia? Pues la tomará la compañía
porque no está confiscada.
Si confiscamos
la compañía, creo que asumiríamos una medida fuera de lugar en estos
momentos. Sería enfrascarnos en un
conflicto grande cuando tenemos otros muchos conflictos delante.
Aquí hay que
hablar con esa claridad. Yo dije que la
guerra la habíamos ganado diciendo la verdad.
¡Y la Revolución la ganamos diciendo la verdad también! (APLAUSOS.)
Si confiscamos
ahora, la confiscación de esta compañía, el problema con Inglaterra, más la
reforma agraria, el problema con todas las compañías poderosas, más otros
muchos problemas, son más problemas de los que nosotros podemos cargar sobre
nuestros hombros. Hay que tener un
sentido de las cosas; si fuera en otro momento, estaríamos con mayores ventajas
para dilucidar este problema.
Pero yo digo que
intervenir sin confiscar no resuelve nada, y confiscar sería crearle al
Gobierno Revolucionario en este momento un problema grande en un momento no
adecuado para ello.
Ese es el
razonamiento.
Podré estar
acertado o podré estar equivocado, que el pueblo sea el que analice; en
definitiva, lo único que queremos es resolver el problema.
Luego en estas
circunstancias, mi opinión —¡mi opinión!— es que —de haberse obtenido por parte de la
compañía, que no fue la que vendió los aviones; la responsabilidad que tiene
esta empresa es que fue su presidente quien participó en todo eso. Se fue huyendo, al presidente de esta empresa
le estamos recuperando los “ahorritos” que tenía por ahí en sus negocios en
sociedad con Batista (APLAUSOS)— si la empresa en compensación al daño moral
ofrece el aumento del ciento por ciento de los salarios, en los casos de
salarios más bajos, y el aumento del 50% aproximadamente en los salarios más
altos, en 4 500 obreros; si la empresa ofrece un cuarto de millón de pesos en
compensación para la construcción de viviendas campesinas, yo creo —mi opinión—
que la mejor solución en ese caso es solicitar del Gobierno Revolucionario que
derogue la ley del Ejército Rebelde donde se establecía la confiscación de los
bienes (APLAUSOS PROLONGADOS).
Como la ley
tiene vigencia, y sin embargo no se podría aplicar la ley a esta empresa y
dejar de aplicarla a todas las demás empresas inglesas (el aplicar la ley aquí
significaría que tenemos que aplicarla a todos los ingleses que están aquí,
casi hasta a la embajada inglesa habría que confiscarla también), yo creo que
aquella medida dictada por razones de orden táctico —no por motivos de orden de
política social, sino dictada por
razones de orden político circunstanciales— puede ser derogada. Y quien tiene las facultades para
hacerlo es el Gobierno Provisional Revolucionario, derogar la ley contra la
agresión inglesa al pueblo de Cuba.
Ya por lo pronto
hemos logrado esto; y, además, según nos informan, existe por parte del
gobierno inglés la disposición a darle una satisfacción al gobierno cubano
(APLAUSOS).
Nuestra política
es de amistad con los pueblos del mundo.
Y ahora, que no tenemos prejuicios ni complejos —porque somos libres, y
tratamos con quien queramos y discutimos con quien queramos y le vendemos a
quien queramos—, como ahora no tenemos complejos, pues si los ingleses nos
quieren comprar mucha azúcar, le vendemos mucha azúcar también a los ingleses;
y si nos quieren pagar un buen precio, pues mejor todavía que nos paguen un
buen precio; y si nos quieren vender barcos mercantes para hacer una Marina
Mercante, magnífico, que nos vendan barcos mercantes (APLAUSOS).
Moralmente es
una victoria de la Revolución y del pueblo de Cuba este aumento del ciento por
ciento de los salarios. Esta
equiparación de salarios con los salarios más altos que pague cualquier
industria es una victoria revolucionaria y una victoria del pueblo (APLAUSOS).
Moralmente las
casas que vamos a construir a los campesinos con ese cuarto de millón de pesos
serán también una victoria del pueblo; y moralmente, si logramos una satisfacción
del pueblo inglés, o no del pueblo, del gobierno —porque en Inglaterra muchos
hombres nos defendieron y es justo consignarlo, y el problema no era con el
pueblo de Inglaterra, sino con el gobierno de Inglaterra—, será también una
victoria. Por lo tanto, mi opinión —y ya
digo que es el pueblo quien tiene que decidir porque es el pueblo quien tiene
que decir si cesa o no cesa en el boicot—, nuestra petición al pueblo, es que
cese en el boicot, en atención sobre todo a los 4 500 obreros cubanos cuyos intereses
están afectados; en atención a esas 4 500 familias que la mayor parte va a
empezar a ganar el doble de lo que ganaba antes.
¡Magnífica
victoria! (APLAUSOS.) ¡Magnífica victoria que demuestra que la
industria puede pagar salarios más altos!
¡Magnífica victoria que demuestra que la industria puede pagar salarios
más altos a los trabajadores!
Este aumento de
un ciento por ciento va a repercutir en otros sectores de la industria y va a
beneficiar a mucho más de 4 500 familias, porque al duplicar su entrada muchos
miles de familias, son más familias las que van a ir al cine, van a adquirir
productos industriales y van a beneficiarse infinidad de sectores más. Eso es lo que tenemos que hacer para echar
adelante nuestra economía.
Mi recomendación
aquí es esa, con plena responsabilidad.
Puesto que fui también el autor de la idea de la ley cuando lo necesitó
el país, no tengo reparos en recomendar lo que en este momento creo lo mejor,
ante el dilema de que o aceptamos esta solución, o vamos a medidas que en este
momento le crearían grandes problemas al gobierno, que ya tiene muchos de por
sí.
Dejaríamos ya
resuelto el problema de 4 500 obreros cubanos, para ir a resolver el problema
de otros muchos obreros de nuestro país (APLAUSOS).
Al mismo tiempo,
debemos sumarnos a una demanda muy justa de otros obreros que trabajan en una
industria similar.
Al llegar aquí
me encuentro con un telegrama de los obreros de la Texaco, diciendo que ellos
son también obreros que trabajan. Dicen: “Nos
adherimos acto confraternidad de obreros y empleados Shell. Aprovechamos oportunidad solicitar su apoyo
para lograr nuestra equiparación con Esso y Shell por ser empresas petroleras
iguales. Empleados y obreros de Texaco,
Santiago de Cuba” (APLAUSOS PROLONGADOS).
Ahora nos
encontramos con que los obreros de la Shell ganan un salario alto y los obreros
de la Esso, y resulta que nos encontramos que otros obreros que trabajan
también, que son —como dicen ellos— obreros petroleros también, están ganando
menos. Eso no es justo; yo creo que la
compañía Texaco debe de pagarles el mismo salario que les pagan la Esso y la
Shell a sus trabajadores (APLAUSOS), no sea que el pueblo empiece a pensar que
no vale la pena comprarle gasolina a una industria que les esté pagando
salarios a los obreros inferiores a los demás (APLAUSOS). Si la Shell y la Esso pueden pagar esos
salarios, yo no veo por qué la Texaco no pueda pagarlos (APLAUSOS).
Y otra cosa que
también tenemos que preguntarnos, ¿por qué los de la Sinclair no van a cobrar
también los mismos sueldos que los de la Esso y los de la Shell? (APLAUSOS.)
Lo justo es que
los obreros de la Texaco y de la Sinclair, que son obreros petroleros, reciban
los mismos salarios que de ahora en adelante van a recibir los de la Shell y
los de la Esso (APLAUSOS).
Me parece más,
me parece más: creo
que esas compañías también debieran de invertir algo en hacerles casas a los
campesinos (APLAUSOS). Por lo menos,
aunque no nos dieran para las casas para los campesinos, nos conformamos con
que a los obreros les equiparen el sueldo, igual que en la Shell y en la Esso.
Ustedes verán
que vamos a conseguir esa demanda sin huelgas, sin problemas. Vamos a hacer nuestra campaña, y vamos a
ayudar ahora a los obreros de la Sinclair y de la Texaco (APLAUSOS).
Hemos venido a
tratar este problema ante ustedes y ante el pueblo, y esperamos que el pueblo,
que es inteligente; el pueblo, que conoce nuestros problemas; el pueblo, que
comprende que no podemos ahogarnos en estos instantes en un mar de dificultades
y que tenemos que n marchar adelante,
comprenda, no sea que ciertos trusts vayan a beneficiarse precisamente en el
sacrificio de los obreros de la Shell.
Lo que me
interesa aquí —y lo digo sin que me quede nada por dentro, sinceramente—, lo
que más me interesa, lo único que me interesa es el problema de los 4 500
trabajadores. Y por eso estoy aquí, y
por eso estoy tratando de ayudarlos a ustedes (APLAUSOS).
Creo que las
soluciones ofrecidas nos permiten buscar una solución decorosa y beneficiosa
para el país, ¡una solución decorosa y beneficiosa para el país! Así que yo espero que en lo adelante quede
completamente zanjado este problema y que podremos contar con la cooperación
del pueblo, puesto que se ha planteado una cuestión muy justa.
Si queda el
problema resuelto, pues tendremos la satisfacción de saber que hemos cumplido
una vez más con nuestro deber ayudando a un sector como el de ustedes, que es
un sector trabajador, revolucionario, que colaboró con el triunfo de la
Revolución, ¡y justo es que reciban también los frutos de la Revolución!
(OVACION)