DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO
RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL RESUMEN DE LA ASAMBLEA
EXTRAORDINARIA DE LOS EMPLEADOS DE LA COMPAÑIA CUBANA DE TELEFONOS, PARA
RESPALDAR LAS NUEVAS TARIFAS TELEFONICAS Y LA INTERVENCION, EFECTUADA EN EL
TEATRO DE LA CTC, EL 6 DE MARZO DE 1959.
(VERSION
TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER MINISTRO)
Compañeros telefónicos:
Ya
sabemos que estos tiempos son difíciles...
(EXCLAMACIONES DE:
(“¡No se oye!”) Sí,
ustedes me van a oír si guardan silencio.
Estos
tiempos ya se sabe que son difíciles para todos —no voy a decir los oradores,
porque yo no soy orador—, para todos los que tenemos que tratar con el público,
porque, entre otras cosas, a veces uno no ve al público: cuando no son las cámaras, son las
luces. Pero yo no me siento molesto, yo
comprendo que es una necesidad prestar ese servicio para las demás personas que
no asisten a este salón; pero, además, porque antes lo llevaban a uno, en otros
tiempos —yo no vivía en aquellos tiempos, pues me refiero al siglo pasado— los
hombres públicos le hablaban a un grupo determinado de personas, y les hablaban
a las personas que estaban presentes. Y
hoy, cuando se asiste a un acto, de repente le ponen unos cuantos micrófonos y
unas cuantas cámaras de televisión, y le está hablando uno a un millón, un
millón y medio, dos millones de personas.
Si se equivoca, por casualidad, como me pasó el otro día, cuando estaba
un poco ronco y pedí coñac (RISAS), en el mismo momento en que estaba haciendo
una campaña por consumir productos nacionales (RISAS); pero yo pedí coñac, yo
no dije si español o si cubano, yo estaba pensando en un coñac cubano, porque
también hay coñac cubano (APLAUSOS); pero, la próxima vez pedirá ron
(APLAUSOS).
Desde
luego, eso no quiere decir que estoy haciendo una campaña a favor de que tome
más el pueblo, no; digo, si le toca tomar como a mí, cuando está ronco —único
caso en que hago uso de esa medicina—, pues entonces que tome ron (RISAS). Por lo menos, que tome cualquier cosa, pero
que sea cubana.
Eso
fue lo que me pasó, y el resultado es que todo el mundo se dio cuenta. Porque óiganme, para ver las cosas malas que
uno hace, ¡son más personas a ver! Y
enseguida pues me di cuenta de que todo el mundo... Y de Santiago me mandaron un montón de
telegramas, ¡esos sí que no perdieron tiempo en advertirme el problema! Pero, bueno, aunque yo no tengo la culpa de
lo que pasó ese día, yo cargo con la culpa.
Y
decía que eso demuestra cómo tiene uno que tener un cuidado fantástico en todo
lo que hace, y mucho más en estos tiempos, en que además de luces, cámaras y
micrófonos, le ponen 2 millones de personas delante para hablarles. La responsabilidad nuestra es por eso muy
grande. Pero, ¿qué se va a hacer? Tenemos que ajustarnos a estos tiempos, que
son tiempos revolucionarios en la técnica y que, por lo menos en Cuba, van a
ser también revolucionarios en las demás cosas.
Esta
reunión de hoy tiene para nosotros un significado extraordinario. El hecho de que, precisamente, sean los
obreros telefónicos los que hayan organizado este acto de respaldo a las nuevas
tarifas telefónicas, y en apoyo de la intervención revolucionaria de la
Compañía de Teléfonos, tiene para nosotros una importancia grande, significa,
antes que nada, el éxito de la medida revolucionaria.
No
se han reunido aquí los usuarios, precisamente; se han reunido los obreros y
los empleados que trabajaban en esa Compañía de Teléfonos. ¿Qué quiere decir? Quiere decir, antes que nada, el patriotismo
de los obreros telefónicos, porque un grupo, un sector de obreros que no
estuviese en esa actitud patriótica, estaría más bien defendiendo el alza de
tarifas, con la esperanza de cobrar mejores salarios en un momento dado (APLAUSOS).
Y
el hecho de que sean los obreros y empleados telefónicos los primeros en
respaldar con entusiasmo esta medida, habla muy alto de la clase obrera cubana,
y habla muy alto del pueblo cubano. Esos
gestos generosos, esos gestos desinteresados, esos gestos ejemplares, solo se
ven en el pueblo, porque solo el pueblo es capaz de ser generoso, solo el
pueblo es capaz de sacrificarse por la patria (APLAUSOS).
Lejos
de mirarla con temor o con tibieza, los obreros han respaldado la medida, ¡y en
qué grado! Baste un ejemplo que voy a
citar aquí, y es el siguiente: cuando se acordó la medida
revolucionaria, calculamos que la adaptación de los tragarreales a
traganíqueles iba a durar 48 horas, pues bien, ¡los obreros que trabajan en
esas operaciones hicieron el trabajo en ocho horas! (APLAUSOS.) (DEL PUBLICO LE DICEN: “¡En cuatro horas!”) ¿En cuatro?
¡Ese récord ya no hay quien lo rompa!
(RISAS.) Es una marca mundial la
que establecieron los obreros ahí.
¡En
cuatro horas convirtieron cuatro mil quinientos setenta y cinco tragarreales en
traganíqueles! —el
pueblo de La Habana se quedó asombrado—, ¡en cuatro horas solamente! ¿Cuándo se pudo contar con un entusiasmo
semejante? ¿Cuándo se pudo contar con
una eficacia semejante? ¿Y por qué? ¡Ah!, porque aquellos obreros comprendieron
que en ese esfuerzo no estaban sirviendo precisamente a aquella compañía que no
tenía la menor consideración con el pueblo; se dieron cuenta de que estaban
sirviendo a su pueblo (APLAUSOS), que estaban ayudando a la Revolución, que
estaban cooperando con el Gobierno Revolucionario (APLAUSOS). Por eso nosotros no vacilamos en tomar la
medida, porque teníamos fe en los trabajadores.
Nosotros
tenemos la suerte de ser hombres de fe, que creemos en el pueblo, no de
palabras, sino de hechos, y cada vez que hemos ido a hacer algo con el pueblo,
siempre nos ha salido bien, siempre. Otros
no tienen fe en el pueblo, otros creen que los pueblos son rebaños, a los que
no hay que tomar en consideración para nada.
Y esos, sí, han tenido algún éxito hasta ahora, pero se les acabó el
éxito para siempre, por lo menos en Cuba (APLAUSOS). (El público presente protesta por las cámaras
y luces que le impiden ver bien.)
Sí,
pero es que hay mucha gente que está viendo la televisión. Bueno, hay que resignarse. Todos los problemas no se pueden resolver
enseguida. Si llamamos a los telefónicos
las quitan enseguida de ahí —pero
no queremos, porque hacen falta las cámaras—, en cuatro segundos. Pero yo sé que, miren, son también obreros y
técnicos como ustedes, los que están trabajando las cámaras, y los pobres están
muy apenados por eso (APLAUSOS).
Ese
gesto de los obreros telefónicos, convirtiendo en cuatro horas todas las
alcancías de La Habana, es la garantía del éxito de la intervención. Pero no se limitará a eso. Con la misma rapidez con que quitaron los
tragarreales, van a ampliar las líneas telefónicas. Porque ustedes saben que una de las promesas
que se le hizo al pueblo, uno de los argumentos que se empleó, es de que había
un gran número de líneas que había que tender, y una gran demanda de teléfonos. Pero van a cumplirse dos años desde aquella
traicionera concesión, y el plan de ampliación, el famoso plan de ampliación,
está retrasadísimo. Ahora vamos a ver,
cuando los obreros, por el interés de hacer quedar bien al Gobierno Revolucionario,
se lancen a, de verdad, hacer un plan de ampliación y prestarles servicios
telefónicos a las decenas de miles de familias que lo han solicitado. Y no solamente van a trabajar los obreros que
están actualmente prestando ese servicio, sino que vamos a darles empleo a
cientos de obreros más (APLAUSOS). Vamos
a llamar a trabajar a cientos de trabajadores (APLAUSOS).
Así
le vamos a demostrar al pueblo cuánta razón teníamos en adoptar esta medida, y
lo que es una administración revolucionaria, y lo que es un Gobierno
Revolucionario. Porque no solo se va a
lograr la rebaja que estaba demandando el pueblo, sino que, además, se va a
mejorar de veras el servicio y se va a prestar el servicio a las decenas de
miles de familias que, desde 10 y hasta 12 años, han pedido aquí teléfonos y no
se lo han servido. Una compañía que
tenía el monopolio de poner los teléfonos aquí, y no le daba la gana de poner
teléfonos. Y puso algunos teléfonos
solamente a costa de que le establecieran un sistema de tarifas onerosas, y
consiguió esa tarifa el mismo día que se logró la más encarnizada matanza, la
más sangrienta matanza de revolucionarios que se hizo en La Habana: ¡nada menos que el
13 de marzo! Y ese día, aquella compañía
no tuvo inconveniente ninguno en decir: “¡Gracias, Batista!”, porque le había
concedido aquella onerosa concesión, sobre la sangre de aquellos jóvenes que
murieron el 13 de Marzo, hace dos años.
Por
eso, para nosotros no hay satisfacción mayor, al cumplirse los dos años de
aquel heroico esfuerzo dirigido por José Antonio Echeverría, por los
estudiantes universitarios (APLAUSOS); al cumplirse los dos años de la muerte
alevosa de aquel paladín de la lucha contra los abusivos precios de los
teléfonos que fue Pelayo Cuervo Navarro (APLAUSOS), que al cumplirse los dos
años, ya no estará en vigor la onerosa concesión que se escribió sobre su
sangre.
Ahora
podrán decir lo que quieran. Pero eso
demuestra, una vez más, que lo peor que puede hacerse nunca es actuar de
espaldas a los intereses del pueblo. No
sé si se quejarán, pero sí puedo decir que hemos sido demasiado generosos: nos hemos concretado a cancelar aquella
concesión y a intervenir la compañía; una compañía que ni siquiera tenía
realmente permiso legal para operar, una compañía cuya concesión se habla
vencido, una compañía que nunca rindió cuentas, una compañía que ni siquiera
era fiscalizada en los servicios que prestaba, que le podía pasar los servicios
al pueblo cobrándole 30, 40, 50, 60, ¿y quién iba a reclamar en aquellos
tiempos de Ventura, de Pilar García, de Carratalá, etcétera, etcétera,
etcétera?
Esa
era la situación del pueblo de Cuba frente a los abusos de la Compañía
Telefónica, hasta el momento en que se dictó la medida revolucionaria. Algunos se preguntaban, impacientes, que qué pasaba. Desde luego, siempre hay el impaciente que
cree que esto es un paseo de rosas, que esto es una tarea fácil. Hay mucha gente que tiene en la cabeza un
poco de lo que le enseñan a través de las novelas, en los cuentos de hadas y en
las películas, que todo siempre termina bien y todo siempre parece muy fácil, y
no tiene ni la menor idea de las dificultades con que se tiene que encontrar un
gobierno que viene a dirigir una república que tiene 50 años de desorden, de
contradicciones, de desgobiernos, de privilegios; donde todo se ha hecho bajo
el signo del privilegio, de la injusticia, de lo absurdo, con las consecuencias
que tenemos hoy. Y, además, una
república que se edificó sobre cuatro siglos de colonia. Y sobre esa base que ni siquiera fue removida,
porque aquí, cuando el país logró su independencia tuvo que edificarla sobre la
base de la colonia, sin destruir aquellos cimientos; sobre una base colonial
creció este injerto republicano que a nosotros nos ha tocado ahora gobernar,
por suerte, con la colaboración del pueblo, sin la cual estimo que sería
virtualmente imposible esta tarea.
Y
en todos los órdenes que se mire nos encontramos con el mismo problema. Si vamos a la industria azucarera —para no
citar más que un ejemplo— nos encontramos que estamos produciendo hoy la misma
cantidad de azúcar que producíamos hace 30 años y que, sin embargo, ahora las
maquinarias necesitan menos trabajo humano; y que tenemos, por otro lado, que
en cada central azucarero no solamente están los trabajadores de hace 30 años,
sino los hijos y en algunos casos hasta los nietos también, sin que haya
aumentado el empleo, sino que más bien ha disminuido, y casi se ha triplicado
el número de personas que necesitan trabajo en los centrales azucareros.
Las
cañas están cultivadas mediante procedimientos arcaicos. Y, por ejemplo, en cualquier país del mundo,
algunos países, como Hawai, con una tierra no tan fértil como la nuestra,
producen por caballería 250 000 arrobas de caña, mientras que nosotros
producimos un promedio de 45 000. Las
tierras no producen lo que deben producir, mientras unas 200 000 familias
cubanas no tienen tierra. Y la
agricultura nuestra está retrasada en unos 3 000 años, ¡la agricultura
nuestra tiene tres mil años de retraso!
No
solo eso, sí usted va al Estado se lo encuentra completamente hipertrofiado. Al Estado cubano no hay ni por dónde empezar
a mirarlo ni por dónde empezar a entenderlo, porque semeja un pulpo con un
centenar de brazos, entre ministerios, departamentos autónomos, organismos de
todas clases, y lo peor es que cargado de personal, sobrecargado de personal.
Las
cajas de retiro son una cosa absurda, nunca se siguió una política con el
retiro y el resultado es lo que pasa en algunas cajas. Hay 15 000 obreros del transporte, por
ejemplo, jubilados; se necesitan 12 millones —si no me equivoco, puede ser que
hasta más— para pagar esas jubilaciones.
Las jubilaciones, en la empresa más importante, no se cobran; están, de
hecho, esas deudas aplazadas, condonadas, tienen unos tratos ahí para no pagar
más nunca.
Las
compañías de transporte urbano —cosas que no las entiende nadie!—, primero, los tranvías los convirtieron en autobuses, los
autobuses los convirtieron en Metropolitana, la Metropolitana se la dieron, o
se la regalaron —no se sabe lo que hicieron— a la Compañía de Ómnibus Aliados,
los Ómnibus Aliados quitaban autobuses y ponían ómnibus de otras clases. Y ya ustedes ven cómo anda todo eso: una serie de
ómnibus con unos letreros que dicen que están muy viejos, que no sirven, que
los cambien. ¡Y una de problemas...! Y, sobre todo, unos 1 200 obreros
desplazados; hace siete años que están desplazados. ¿Y dónde van a encontrar trabajo?, si aquí
cada día eran más los que crecían y tenían necesidad de trabajo y menos el
trabajo que había.
Y
el problema de los autobuses sin resolverse, que lo vamos a resolver también;
que vamos a resolver el problema de esos 1 200 desempleados, como estamos
resolviendo otros problemas; ¡que vamos a resolver el problema de los
alcoholeros que están sin trabajar también, porque hoy mismo se firmó ya una
ley disponiendo que se elabore alcohol absoluto, para darles trabajo a cientos
de obreros! (APLAUSOS.)
A
los obreros de los autobuses los lanzaron a la calle, ¡y ahí te va!, no les
importó más nada; a los obreros alcoholeros, pues también los lanzaron a la
calle. ¡Cuestiones de negocios entre
ciertos intereses productores de combustibles y el gobierno!
Y
así, dondequiera que se ponga la vista se encuentra usted el caos, la ruina: las cajas de retiro
repletas de bonos del BANDES, del BANFAIC.
Si se anularan esas deudas, se acababan de arruinar todas las cajas de
retiro. Y las pusieron allí, y les
llevaron el dinero en efectivo a las cajas de retiro y les pusieron esos bonos;
y ahora nosotros tenemos que cargar con esos bonos. Y el dinero de esos bonos lo malbarataron, lo malgastaron en cosas, en obras, que no eran
más que negocios; construían la mitad del valor, si acaso, de lo que costaban
las obras, y la que tendrá que pagar el pueblo con intereses. Por eso es que no hemos tenido muchas
contemplaciones en ocupar los bienes de esas compañías que se dedicaron a
lucrar con ese negocio de las construcciones, sencillamente.
Yo
quiero ponerles un ejemplo nada más de algunas cosas de las que pasaban aquí: hace unos días, pasando por uno de esos
establecimientos de la CENCAM, que es uno de los tantos organismos que hay aquí
que no los entiende nadie, me encontré que había unas máquinas de cortar arroz,
que en la época de cosecha se las arrendaban a los cosecheros; pero se las
arrendaban no a los cosecheros pequeños, sino a los grandes cosecheros, a los
que podían comprar las máquinas, a los amigos de toda aquella gente que estaba
aquí en el poder. Cada máquina la
vendieron a 120 000 pesos, ¡y no valía ni diez mil! Al Estado se la cobraron unos 110 000
pesos más o menos por encima del precio, de lo que valían las máquinas. Así, por el estilo.
El
Estado cubano tenía una cantidad de tierra fantástica; desde luego, al Estado
cubano apenas le queda tierra, se la tragaron los geófagos y los latifundistas. Y yo digo que aquí, realmente, los legítimos
propietarios de las tierras eran los indios que encontró aquí Diego Velázquez
cuando desembarcó. Pero bueno, no hay
que asustarse tanto, que no vamos a hacer una revisión tan amplia del problema
de la tierra (RISAS). Solamente estoy
diciendo una verdad: que
aquí no se explica que si se hace una república y se derroca a un gobierno
colonial que regía el país, pues siguieran teniendo vigencia las leyes de la
colonia. Aquellas mercedes de tierras
las concedió el Rey de España. Y después
que la Revolución derrocó aquí al Rey de España, ¿por qué las leyes del Rey de
España siguieron teniendo vigencia en Cuba?
Lo
que les quiero decir es que en todos los órdenes, y la tierra entre otros, no
se vio otra cosa que el privilegio, la imprevisión, la falta de sentido
patriótico, la falta de visión política.
Si nos trasladamos del campo a la ciudad, nos encontramos el problema de
la ciudad.
Hoy
nosotros estábamos haciendo los cálculos sobre el problema de los alquileres. Nos encontramos que hay unas 200 000
familias que pagan alquileres de 10, 12 pesos.
¡Esas no pagan alquileres, esas son las familias que viven en las
cuarterías! Lo curioso es que después de
tantos años haciendo edificios, haciendo edificios, haya en La Habana una
cantidad enorme de familias que viven hacinadas, en las peores condiciones
higiénicas, en las peores condiciones materiales. ¡Para esa gente nunca construyó nadie! Yo no dudo que mañana, pues aparezcan unos
cuantos escritos hablando de la “injusticia” en que ha consistido la rebaja de
los alquileres (APLAUSOS). Pero es lo
cierto que aquí nadie construyó nunca casas para el pueblo, nunca se acordó
nadie aquí de la mayoría de la población, que está viviendo en los solares, en
esas casas de tres y cuatro pisos, viejísimas, donde el agua no aparece, donde
no caben las familias. ¡Nunca se
construyeron casas para esas familias! Porque
se construían casas y más casas, y resulta que uno de los países del mundo donde
se paga más alto porcentaje de la renta por los alquileres es Cuba; un
porcentaje fantástico de dinero que se sustrae de la circulación, de dinero que
no va a parar al comercio ni a la industria, porque sencillamente se lo tiene
que quitar de su sueldo la familia para pagarlo a fin de mes.
Nos
encontramos que aquí los obreros tienen que pagar alquileres de clase media, y
la clase media tiene que pagar unos alquileres altísimos, y sin esperanzas, y
si viven 40 años están 40 años pagando alquileres; amortizan tres veces la casa
y de la casa no les toca nada, ni un ladrillo (APLAUSOS).
En
el juego se invertían 100 millones de pesos todos los años, ¡cien millones de
pesos invertía el pueblo!, que iban a parar a manos de los banqueros, del
policía, del capitán, del ministro, del presidente, de todo el mundo, y le
extraían al pueblo 100 millones de pesos.
Si desde el inicio de la república hubieran hecho un Instituto de Ahorro
y Viviendas, como el que hemos hecho nosotros, pues, hoy tendríamos una
población donde cada ciudadano sería dueño de su propia casa. ¿No les parece que sería muy bonito eso? (APLAUSOS.)
Llegamos
aquí y nos encontramos con que es incalculable el número de personas que pagan
alquileres, e incalculable el número de millones que se pagan en alquileres. Ya sé lo que nos van a decir: que se van a
paralizar las construcciones. Los
obreros de las construcciones no tienen nada que temer; la paralización fue
estos días, porque claro, asustado todo el mundo aquí, sin razón, pues
paralizaron las construcciones.
Una
de las causas que nos ha movido a tomar más rápidamente esta medida ha sido
precisamente la paralización de las construcciones. Precisamente, estábamos tratando de ganar
tiempo mientras organizábamos el Instituto de Ahorro y Viviendas para construir
y resultó que estaban paralizadas las construcciones. Y entonces dijimos: “Bueno, pues no se puede esperar,
porque de ese dinero que se paga en alquileres, hay que liberar una parte para
que vaya a parar al comercio y a la industria y para que las familias mejoren
de estándar de vida.” Esto ha equivalido
a un aumento general de salarios en todas las familias que pagaban alquileres
(APLAUSOS).
Los
obreros no tienen que preocuparse, se van a construir ahora más casas que nunca
antes (APLAUSOS). Ya hay, por Obras
Públicas, por ejemplo, 5 000 obreros trabajando en La Habana; dentro de
poco comenzará a trabajarse en La Habana del Este, y pronto habrá allí otros
10 000 obreros construyendo La Habana del Este (APLAUSOS). No solo eso, se concede una exención de
impuestos durante 10 años a todo el que construya una casa para vivirla él
(APLAUSOS). Y desde luego, si los
edificios que están paralizados no continúan construyéndose, entonces el
Ministerio de Obras Públicas se encargará de terminarlos de construir
(APLAUSOS).
Así
que pronto, en vez de tener el número de obreros que había antes en las
construcciones, vamos a tener el doble y, además de eso, muchas familias van a
pagar la mitad de lo que pagaban de alquiler (APLAUSOS). Así que la contracción esa se va a acabar;
días más o días menos, pronto la contracción se acaba.
¿Y
qué decir de lo que se iba en los teléfonos?
¿Qué decir de esas familias que estaban pagando ya 50, 60 y 70 pesos? ¿Y qué decir de todo el que tenía que hacer
varias llamadas? ¡Porque ya hasta los
amores habían disminuido en La Habana, con lo caro que estaba el teléfono! (APLAUSOS.) La cantidad de dinero que se libera, dinero
que, por supuesto, nadie lo va a guardar en el banco, porque todo el que ha
vivido aquí en una casita de alquiler, y tiene que pagar a fin de mes el
alquiler, la luz, el teléfono, el refrigerador a plazos, los muebles a plazos,
el gas, el bodeguero, el carnicero, el tintorero, el limpiabotas —porque hay
quien le pide fiado al limpiabotas también—, y algo que oigo aquí mucho: el garrotero (RISAS). ¿Cómo podía alcanzarle el dinero a nadie aquí? ¿Cómo podía alcanzarle el dinero? Aquí no le alcanzaba el dinero a nadie. Y eso de garrotero me luce como un fantasma,
algo así como un cuco, al que el pueblo le tiene un miedo terrible.
Hace
rato que estamos rompiéndonos la cabeza, de ver cómo resolvemos el problema del
garrotero, porque yo digo:
hacemos organismos de crédito; incluso los bancos están
dispuestos a hacer préstamos personales, con determinada legislación, a bajo
interés (APLAUSOS). ¡Magnífico! Pero es que me dicen que el garrote es algo
ya como un vicio y que, aunque haya organismos de crédito, les piden a este
organismo, al otro, al otro y, al final, caen en manos del garrotero también (RISAS). Bueno, yo no entiendo mucho de eso, ¡porque a
mí ni el garrotero me fiaba! La verdad
es que nunca tuve trato con esa gente.
Pero
si se hacen organismos de crédito para evitar que el pueblo vaya a parar en
manos del garrotero y el pueblo sigue cayendo en manos del garrotero, ¡aquí no
va a quedar más remedio que fusilar al garrotero! (RISAS Y APLAUSOS.) No voten, no vayan a votar a favor del
fusilamiento de los garroteros, porque ya veo que aquí levanta la mano todo el
mundo. No, no, no. No vamos a asustar al garrotero, lo que vamos
a tener que tomar algunas medidas contra el garrotero. ¡Es que no le hace un favor a nadie! Es que, sencillamente, es el peor parásito. Me perdona si hay algún garrotero por ahí
(RISAS), y no vaya a pensar que yo le tengo ninguna mala voluntad personal; el
problema es que está acabando con el pueblo.
Es algo así como un verdadero buitre el garrotero. Y el problema es que una de las ventajas del
garrotero es que presta “a la carrera” a los clientes conocidos, a los que son
buena paga.
Realmente,
de alguna manera hay que ponerle fin al garrotero. Entre otras cosas yo propongo que no se le
pague al garrotero (APLAUSOS). ¡Hay que
arruinar al garrotero! Hay que arruinar
al garrotero, porque está visto que si establecemos un organismo de crédito y
el garrotero sigue, la única manera de que no haya garroteros es arruinándolos.
(DEL
PUBLICO LE DICEN: “Ya
se hizo rico.”) Bueno, pero pueden
perder algo ahora (RISAS).
(DEL
PUBLICO LE DICEN: “Que
los coja Faustino.”) Pero, ¿dónde están? Esos no se sabe
dónde meten el dinero; yo creo que ni en el banco lo tienen guardado.
Esa
es la peor lacra que pesa sobre el pueblo, entre otras cosas porque ha
enviciado al pueblo, yo lo digo porque ha enviciado al pueblo a pedirle. Eso es lo peor. Así que hay que arruinarlos, en primer lugar;
en segundo lugar, hay que dictar medidas legales para encarcelarlos, porque es
la única manera de ponerle fin al vil garrote, como se dice vulgarmente. Lo que se cobra es, sencillamente, criminal. Y no me basta más que oír que aquí, mientras
yo hablaba del bodeguero, del tintorero, todo el mundo me decía: “El garrotero, el
garrotero, el garrotero.” Es que es el
mal más generalizado que hay. Y por lo
que he visto, líderes obreros, periodistas, técnicos, ¡aquí todo el mundo va a
parar a manos del garrotero! (RISAS.)
Creo que del garrotero no se salva nadie aquí.
Es una real necesidad librar al pueblo del garrotero. Ya sé que me voy a echar de enemigo al
garrotero también, ¡cómo si fueran pocos los que me estoy echando en estos días! (RISAS); pero, que el garrotero se
industrialice, yo le doy ese consejo (RISAS).
(DEL PUBLICO LE DICEN:
“Comandante, para coger a un garrotero de aquí a unos años...”) No, no, vamos a arruinarlos. Una golondrina no compone verano.
(DEL
PUBLICO LE DICEN: “Lo
que hay que dar una orden para coger los garroteros.”) No, no, van a salir huyendo todos. ¡No! Vamos
a proponerle al garrotero que ponga una fábrica y se industrialice si quiere
garantías. Porque la consigna ahora es
industrializar al país, y ponerle fin a todo tipo de negocio especulativo y de
ese orden, pero necesitamos la colaboración del pueblo. Porque, precisamente, al pueblo hay que
quitarle una serie de cosas que ya constituyen un hábito, constituyen una
costumbre, y que le hace mucho daño.
El
pueblo tiene que colaborar en esa forma con las medidas del Gobierno
Revolucionario, como está colaborando ya hoy en una serie de cuestiones: consumiendo
artículos del país, comprando automóviles chiquitos para no gastar mucha
gasolina. Y, sobre todo, a nosotros lo
que nos preocupa es que como vamos a elevar tanto el estándar de vida, aquí,
con el tiempo, el que más y el que menos se va a poder comprar una máquina —cuando
nosotros establezcamos financiamientos con un interés bajo, y haya playas aquí
para todo el mundo— (APLAUSOS), me temo que todo el mundo quiera comprarse una
máquina, y entonces vamos a gastar en gasolina una cantidad exorbitante. O sea, no estoy pensando ahora, porque no
queremos que los obreros de las gasolineras se queden..., sino al contrario;
pero sí queremos que cuando se duplique el número de automóviles... La gasolina que esos Cadillacs y esos carros
grandes gastan es una cosa terrible.
Me
parece que tenemos que ir previendo, porque vamos a elevar de verdad el
estándar de vida del pueblo, y tenemos que ir pensando en todas esas cosas.
Necesitamos
que el pueblo colabore con esas medidas, como hay otras en que necesitamos que
el pueblo colabore ahora. Porque ahora
tenemos el problema: desde hacía muchos
días, la gente que tenía fe en la Revolución se imaginaba algo aquí de las
tarifas telefónicas y estaba aguantando los recibos; el que más y el que menos,
se guardó su platica y no ha pagado los teléfonos.
Nosotros
queríamos rebajar los teléfonos desde el mismo día —podíamos rebajar los traganíqueles
porque era un problema mecánico—, pero
ya todos los recibos estaban hechos, en virtud de un mecanismo determinado y
eso no se podía cambiar en pocas horas. Se
acordó que los recibos de este mes iban a salir como estaban, entonces ya viene
lo que se debe, se computa la parte que se paga mensual ahora y la parte que
estaba medida ya de acuerdo con la tarifa.
Pero ahora ese dinero hace falta cobrarlo, porque como está intervenida
la compañía y hay que ampliar el servicio, pues la administración, la
Intervención necesita que el pueblo le pague y que pague los recibos tal como
están ahora, en espera ya de los nuevos recibos que vienen el otro mes. Tengan presente que eso que paguen no servirá
para enriquecer a nadie:
servirá para ampliar el servicio y para darles trabajo a cientos
de obreros (APLAUSOS). Así que por eso
pedimos la colaboración del pueblo.
También
se planteó que el peso ese de cinco a seis que se estaba cobrando, se quedara
en seis pesos y no en cinco, con vistas a los planes de ampliación, que tenemos
mucho interés. Y si durante muchos años
se estuvo pagando esos seis pesos, que se paguen ahora a la Intervención,
precisamente para poder ampliar los servicios y determinar, en definitiva, la
política que se siga con la compañía.
Esa
es la razón por la que necesitamos la colaboración de todo el pueblo, que pague
los teléfonos. ¡No vayan a hacer como
con el garrotero! Los teléfonos hay que
pagarlos ahora, porque la administración lo necesita para ampliar sus servicios. De lo contrario... (DEL PÚBLICO LE DICEN ALGO.) Sí, cómo no.
A mí no se me había olvidado este problema tampoco, el de los centros
automáticos. Ese es otro problema.
La
cuestión es que necesitamos en eso la colaboración del pueblo, para que la
administración salga adelante y se pueda realizar ese plan fulminante de
expansión de los teléfonos, y también dar empleo a muchos cubanos, que van
ahora a empezar a ganar buenos sueldos también.
Y
está también el problema de los centros automáticos. Yo les puedo ya garantizar a los cientos de
obreros telefónicos que están preocupados por esa cuestión, que después de
hablar con el señor interventor ya les podemos asegurar que ningún obrero será
trasladado de la localidad donde vive (APLAUSOS). Eso es algo que les preocupa mucho, sobre
todo, a los operadores del interior, que los quieren mudar a la fuerza; así que
les ponen un centro automático allí, y los mudan, como si el hombre fuera
también una máquina que la quitan de aquí y la ponen allá en otro lado. Y ese problema es una cuestión humana, que es
justo que se atienda. Y ya se lo puedo
adelantar para tranquilidad de todos los telefónicos que han enviado cientos de
telegramas aquí.
Así
que veo con optimismo que la medida revolucionaria en la Compañía de Teléfonos
va a tener un gran éxito, y que el pueblo no tardará en ver los beneficios. Y que por fin aquí se podrá comunicar todo el
mundo por teléfono, y barato. Las
tarifas, en definitiva, que se hagan, se harán atendiendo realmente los costos,
atendiendo realmente las necesidades. Será
una cosa justa lo que se señale.
Claro
que si acostumbráramos al pueblo a que no llamara nada más que lo estrictamente
necesario, entonces el problema de la medida pues pudiera llegar hasta a
suprimirse. No soy muy técnico en eso;
lo único que sí digo es que las tarifas que se señalen serán las que realmente
se justifiquen de acuerdo con los costos y los planes. Por lo demás, quedan muchas perspectivas con
respecto a la compañía. Nuestro deseo
sería estudiar la fórmula mediante la cual la compañía fuera de verdad la
Compañía Cubana de Teléfonos (APLAUSOS).
Naturalmente
que esto no le ha hecho mucha gracia a nadie.
Mejor dicho, no a nadie, no le ha hecho mucha gracia a todo el mundo,
sobre todo por allá por el Norte. Se ha
escrito algo en estos días, se ha escrito mucho sobre el problema de las
tarifas telefónicas. Yo no me explico: si movemos un dedo
aquí, inmediatamente tiene que ver todo el mundo con ese dedo que nosotros
movemos aquí, ¡en nuestra patria libre y soberana, señores! (APLAUSOS.)
No
se explica qué pasa con los cubanos, no sé qué quieren de los cubanos. Parece que ellos no se imaginan la clase de
pueblo que es el pueblo cubano, la clase de hombres y mujeres con que cuenta
este pueblo, la clase de niños y de ancianos con que cuenta este pueblo, porque
aquí hasta los muchachos de cuatro años ya saben lo que es Revolución y lo que
es patria, ¡han aprendido mucho! (APLAUSOS.)
No sé si piensan que nosotros estamos
condenados, por naturaleza, a ser una especie de pueblo atrasado, una especie
de pueblo explotado, una especie de pueblo esclavo; un pueblo para vivir
explotado, pasando hambre, sin trabajar aquí nadie, durmiendo en un solar,
víctima del garrotero, víctima de todos los especuladores, víctima de todo el
mundo. ¡Qué bonito! Eso ha sido hasta hoy: víctima de los gobernantes traidores y
miserables.
Realmente,
si no se respetaba a este pueblo como debía respetarse, era porque los jefes de
este pueblo, los gobernantes, los representantes, los mandatarios del pueblo,
no se hacían respetar. Porque es lógico
que cuando un gobernante, en vez de dedicarse a trabajar en lo que tiene que
trabajar, que es en hacer leyes justas, en estudiar los problemas, en resolverlos
con mucha calma y mucha paciencia, se dedica a enriquecerse, se dedica a coger
por aquí, por allí, por acá, con todas las manos, por dondequiera, pues no lo
respeta nadie, porque cuando viene un funcionario extranjero a hablar con aquel
señor, ya lo mira con sorna: no está
hablando con un gobernante —no hay moral para parársele allí a discutir y a
defender sus derechos—, está hablando con un señor que está explotando a ese
mismo pueblo, y lo que hacen es que lo tientan, lo sobornan, le ofrecen más dinero,
buscan un arreglo. Y así ha estado el
pueblo. Los gobernantes eran los
primeros que se ponían de acuerdo con los intereses extraños. Un poco más y casi uno no acaba de explicarse
cómo no arruinaron la república, cómo no la vendieron. Es casi un milagro.
Y
así, claro, si nosotros quisiéramos resolver el problema del desempleo,
enseguida habría un procedimiento para resolverlo: ponemos un letrero aquí que diga que
aquí puede venir todo el mundo a invertir, a poner todas las fábricas que les
dé la gana, que hay todas las exenciones, y se nos llena de chimeneas la isla. Claro, a los pocos años aquí, a los dos o
tres años, está todo el mundo trabajando, pero la isla la hemos vendido
completa. Vienen capitales de todas
partes del mundo a invertirse aquí, y cuando les hagan esas concesiones, pues,
entonces, sí, trabajan al principio pero después se tienen que pasar toda la
vida sacando el dinero del país para afuera, y nos convertimos en un pueblo
esclavo, sin independencia económica.
El
mérito está en industrializar nuestro país sin vender la república, sin
sacrificar a los trabajadores, sin sacrificar al pueblo. Claro, si nosotros decimos que tienen derecho
a despedir obreros, a hacer lo que les dé la gana, a pagar los salarios que les
dé la gana, se nos llena de chimeneas esto enseguida. Pero el problema no es ese, el problema no es
chimeneas, sino llenarlo de fábricas —aunque nos tardemos más—, pero que esas
fábricas sean fábricas cubanas (APLAUSOS).
Ahora
por lo menos hay una cosa: cuando vengan
aquí, quien venga y de donde venga, a hablar con nosotros, sabe que está
hablando con gente honrada, sabe que no nos pueden hablar de un millón, ni de
diez, ni de cien, ni de mil, ni de todos los millones juntos; saben, además,
que no pueden asustar a nadie aquí; saben, además, que hay un pueblo unido y
firme, y saben, además, que para nosotros no hay más que un deber sagrado, que
son los intereses del pueblo, la dignidad y la soberanía de la nación. Y solo así se hacen respetar los pueblos. Podrán atacarnos, podrán insultarnos, podrán
calumniamos, ¡pero tendrán que respetarnos!
(APLAUSOS.)
Claro
que escriben, escriben mucho. Hay por
ahí un libelo, que se llama la revista “Time”, que no cesa un solo segundo de
hacer los ataques más canallescos, más calumniosos y más groseros contra el
pueblo de Cuba y el Gobierno Revolucionario cubano. A mí no...
(DEL PUBLICO LE DICEN:
“Boicot, hacerle boicot.”) Bueno, que circulen, para que vean lo
indecentes que son (APLAUSOS). ¿Qué hace
con esa insolencia? (DEL PUBLICO LE
DICEN: “No lo
compramos más.”) Bueno, a nosotros qué
nos importa. Para que el pueblo vea. Y se meten en todo, ¡hasta en los muebles que
tiene uno en la casa!, y si uno no tiene muebles, pues se meten también. Y si encuentran a uno durmiendo allí, en un
sillón, porque se pasó tres días sin dormir, a un rebelde o a un periodista,
porque está agotado de cansancio, pues lo ponen también, y que todo es un
desorden. Sí, un desorden, pero hay
leyes revolucionarias; un desorden, pero los obreros, en cuatro horas, han
acabado con los tragarreales. ¿Eso es
desorden? (APLAUSOS.) Un desorden, pero
los alquileres están rebajados. Un
desorden, pero las tarifas eléctricas del interior fueron equiparadas con la
capital. Un desorden, pero el Instituto
de Ahorro y Viviendas está establecido. Un
desorden, pero el ejército mercenario está disuelto, aniquilado. Un desorden, pero donde antes había
cuarteles, se están haciendo ahora escuelas (APLAUSOS). Un desorden, pero los malversadores están
perdiendo sus bienes. Un desorden, pero
existe soberanía en el país y los cubanos han sabido defender con dignidad su
soberanía. Un desorden, pero los
colaboradores de la tiranía han sido confiscados. Un desorden, pero se acabaron las “botellas”. Un desorden, pero se acabaron los
contrabandos. Un desorden, pero se
acabaron los negocios turbios. Un
desorden, pero hay honradez en la Administración Pública. Un desorden, pero ya aquí no se mata a nadie,
no se asesina a nadie, no se tortura a nadie (APLAUSOS). Un desorden, pero los ministros en vez de
ponerse a robar, se rebajaron el sueldo.
No
me atrevo ni a decir cuánto se han rebajado, porque me van a declarar una
huelga cualquier día en el Consejo de Ministros (LE DICEN QUE NO SE OYE). Digo que cualquier día los ministros se
declaran en huelga por la rebaja de salarios.
Pero ya yo dije que cuando le aumentáramos el sueldo a todo el mundo, se
lo aumentábamos también a los ministros (APLAUSOS).
Se
vive en un ambiente distinto a pesar de ese “desorden”, con una paz completa. Claro, hay alguna gente preocupada aquí. ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué querían?
¿Que dejáramos todo como estaba? ¿Qué
pasaba aquí si dejábamos esto como estaba?
A
pesar de ese “desorden” —y yo precisamente no voy al premierato, porque es que
yo quiero demostrar que esto no es cuestión de burocracia, sino de trabajar—, a
pesar de todo eso, a pesar de ese “desorden”, ha habido justicia revolucionaria
y han sido fusilados cerca de 400 criminales de guerra. Y a pesar de ese “desorden”, ya hay unas cuantas
caballerías de tierras repartidas y hay algunas cooperativas funcionando
(APLAUSOS), y ya se están recaudando millones de pesos para comprar tractores,
arados, plantas eléctricas y bombas de agua, y hay organizaciones campesinas. Y a pesar de ese “desorden”, hay una zafra
que se está llevando a cabo ejemplarmente, gracias al apoyo, al sacrificio de
los obreros azucareros (APLAUSOS PROLONGADOS).
Los campesinos han respetado la tierra, porque están esperando a que
nosotros la repartamos con orden y organizadamente.
Y
a pesar de todos los problemas que tiene que confrontar un Gobierno
Revolucionario, que se encontró un Estado desorganizado, no diré que hayamos
hecho maravillas, pero aquí se han hecho algunas cosas ya, afortunadamente, y
otras más se van a hacer poco a poco. Y
cada vez iremos perfeccionando más el aparato administrativo del Estado, cada
vez iremos seleccionando a los mejores funcionarios. Y, sobre todo, hay una batalla aquí que vamos
a ganar, y es la batalla contra el desempleo.
Veremos si dentro de seis meses hay el mismo número de desempleados,
veremos si dentro de un año no hemos dado trabajo aquí a 200 000 cubanos —que
es la meta que nos hemos propuesto— y en tres años, acabamos con el desempleo.
Así
que esos son los ataques, ataques virulentos, que dicen que yo combato el
nepotismo y que mi hermano es jefe de las Fuerzas Armadas. ¡Por supuesto! ¡Como no se tratara de un revolucionario
igual que yo! ¡Como si no hubiese estado
de los primeros en el ataque al Cuartel Moncada! ¡Como si no hubiese estado veintidós meses en
prisión, junto conmigo! (APLAUSOS
PROLONGADOS.) ¡Como si no hubiese sido
el primer exiliado que salió de Cuba, el primer acusado, apenas salió de la
cárcel! ¡Como si no hubiese sido de los
ochenta y dos, el último que dejó la nave, para cargar hasta la ultima bala;
uno de los doce; uno de los cinco, que se presentó con sus armas, al cabo de
quince días, después del primer revés; de los que con cincuenta y tres hombres
organizó el Segundo Frente de la provincia de Oriente, “Frank País”! ¡Como si no tuviese todos los méritos de un
revolucionario honesto, firme y decidido!
¡Como si pudiera haber nepotismo!
Pero
eso es la intriga, la intriga de decir que yo combato el nepotismo, cuando lo
que he hecho es, sencillamente: Camilo
no es hermano mío y, sin embargo, es el jefe del Ejército, por sus méritos;
Ernesto Guevara no es hermano mÍo y, sin embargo, es el jefe de La Cabaña;
Efigenio Ameijeiras no es hermano mío y, sin embargo, es el jefe de la Policía;
Almeida no es mi hermano y, sin embargo, es el jefe de División Blindada;
Hubert Matos no es mi hermano, y es el jefe de Camagüey; Calixto García no es
mi hermano y, sin embargo, es el jefe de Matanzas. Y no sigo: ¡digo que no son mis hermanos
carnales, pero son mis hermanos de ideales, mis hermanos de sentimientos! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
¡No,
ese no es el nepotismo! Nepotismo es
sacar a un pariente, que ni lo ha saludado a uno en los últimos siete u ocho
años, y ponerlo de director de un departamento, darle un cargo. Nepotismo es buscar al familiar para
favorecerlo, aunque no tenga mérito alguno.
Y yo creo que el peor inconveniente que pueda tener nadie en estos
momentos es ser familiar mío, porque excepto mi hermano Raúl, que bajó de las
montañas con sus tropas, aquí no le he dado un solo cargo a un solo familiar,
ni a mis hermanas, ni a nadie absolutamente.
Pero eso no lo resaltan ellos; ellos van entonces a querer confundir, a
hacer ver como que yo soy nepotista. Y
lo que les duele es lo que yo he hecho, que yo he dicho: “Ustedes, conmigo, si quieren hagan lo
que les dé la gana, pero el que viene detrás va a ser más radical que yo”
(APLAUSOS).
Así
que simplemente tomar algunas medidas previsoras, que me permitan la
tranquilidad de andar como ando por la calle, sin mucha escolta —ando con dos o
tres, y sobran; y no ando solo porque no me dejan andar solo— (RISAS), pero me
junto con el pueblo, no ando con perseguidoras, ni tanques, ni motocicletas, ni
haciendo bullas, ni tocando el claxon, ni nada de eso. Ando solo y ando con el pueblo, y eso es lo
que haré siempre, si me quieren.
El
otro día me dijeron que habían tirado unos tiritos por ahí, y yo todavía ni lo
he averiguado, porque es que para tirarme a mí no hay que ir a Cojímar, si yo
ando por la calle y seguiré andando por la calle todos los días. ¡Eso no me lo quita nadie! ¿Comprenden?
Y seguiré juntándome con el pueblo.
¡Eso tampoco me lo podrá quitar nadie!
Y no me importa, no me importan, incluso —a mí no me ha amenazado nadie,
porque no creo que nadie pierda el tiempo en esa bobería—, los intereses de los
perjudicados. Si quieren hacer, que
hagan, si yo sé que haciéndomelo no le van a hacer ningún daño a la Revolución,
porque van a radicalizar más la Revolución.
Y si el último servicio que yo tengo que hacer es radicalizar más la
Revolución, hacerla más firme, más decidida, lo hago tranquilamente. Así que eso no me ofrece ningún cuidado (APLAUSOS).
Esa
es la prueba. Esos ataques no se los
dirigieron a Batista nunca, ¡qué va! Aquí
podían matar 50, 100, 200, 1 000, 2 000, torturar, ultrajar mujeres,
golpear a todo el mundo, violar todos los derechos, suspender todas las
libertades, llevar a cabo todas las farsas electorales; pero no, no, no, a
Batista no. Batista era un amigo
incondicional, un servidor de los intereses creados, un entregado, un
vendepatria, un mercenario:
¡a ese no, a ese no se le podía atacar! A nosotros sí, a nosotros sí.
Pero
cuando Batista, hace dos años, entregaba esas concesiones onerosas a las
compañías extranjeras, no se le dedicaban esos ataques a Batista; esos ataques
nos los dedican hoy a nosotros, que hacemos por el pueblo. Porque lo que quisieran, lo que quisieran
tener aquí es también un mercenario, un vendepatria, un hombre que se dejara
sobornar o atemorizar.
Y
esa campaña la siguen, y las campañas de las agencias cablegráficas
internacionales las siguen. Y yo lo
dije, lo dije en el mitin del millón, dije: “No se crean que esto se acaba, esto
va en aumento. Dejen que nosotros
rebajemos las tarifas telefónicas y eléctricas, que acabemos aquí con el
latifundismo, ustedes verán a qué grado de ataques llegan.
Y
ahora mismo, noticias de si hay una estación de “Radio Rebelde” en Las Villas,
que si hay unos “alzados” (RISAS). ¿Quién
se alza aquí que los campesinos no den cuenta y pago en cuatro minutos? (RISAS.) Miren, ¡que no vayan a cometer ese error!, yo
se lo aconsejo, se lo aconsejo; o no se lo aconsejo, ¡me da lo mismo! Pero, honradamente, que no vayan a cometer el
error de pensar que se puede hacer lo que nosotros hicimos, sin el pueblo.
Nosotros
tuvimos que ganarnos al pueblo y, después que nos lo ganamos, porque llegamos a
un pueblo al que siempre lo tenían esquilmado, a un pueblo, a unos campesinos
que eran víctimas del guardia rural, del mayoral, de todo el mundo eran
víctimas; y allí pues nosotros poco a poco nos conquistamos el corazón de ese
campesinado. Ese campesinado ya es dueño
de la tierra donde estaba establecido, no esté más que en trámite la propiedad. ¡¿Quién se mete en esos campos y en esas lomas?! Yo no se lo aconsejaría a nadie porque dicen
que nunca segundas partes fueron buenas; ¡que no vayan a cometer ese error!,
porque si allí se tuvieron que rendir los batallones enteros, cuando lo tenían
todo, calculen ahora lo que les puede pasar.
Ahora, de lo que sí pueden tener la seguridad es de que, desde luego, si
algún criminalito de guerra cae por ahí y lo hacemos prisionero, ese ya de
cabeza a los Tribunales de Guerra y se les aplica la ley correspondiente. Los demás, pues bueno, por lo menos tendrán
la suerte que no tuvimos nosotros de que cuando caigan prisioneros serán
prisioneros de hombres que no asesinan prisioneros, ¡aunque la Ciénaga de
Zapata los está esperando para trabajar!
(APLAUSOS PROLONGADOS.)
Y
en cuanto a la lucha clandestina, ¿dónde es que van a esconderse?, ¿en qué
edificio donde no haya un revolucionario, donde no haya un inquilino al que le
hayamos rebajado el alquiler (APLAUSOS), donde no viva un obrero al que no
hayamos mejorado en algún sentido, donde no haya un ciudadano...? ¡Porque aquí van a tener un millón de ojos
vigilándolos!, porque ahora esto no es cuestión de policía ya, no, no, esto es
cuestión de pueblo. ¡El ejército de
nosotros es el pueblo! Y donde el
conspirador ande metiéndose, yo creo que ni a la mujer le va a poder decir que
está conspirando (RISAS Y APLAUSOS).
Porque,
¿qué ciudadano honrado del pueblo, qué hombre honesto, sea hombre o mujer,
cualquier ciudadano, cuál de ellos no va a estar hoy en esta lucha epopéyica de
nuestro pueblo, no va a estar al lado de la patria, al lado de la nación? Frente a todos esos intereses mercenarios,
¿quién va a traicionar a su patria? Y
ahora aquí no hay que pagarle nada a nadie.
¡Ya aquí el chivato se acabó! El
chivato es una institución que es necesaria cuando hay una minoría; cuando hay
una minoría oprimiendo a una mayoría, tiene que tener un cuerpo de confidentes. Pero cuando hay una mayoría absoluta en el
poder, que es la que está llamada a velar por su Gobierno Revolucionario, se
acabó el chivato, ya no hace falta, aquí no hay que informar nada, porque todo
el mundo estará al tanto de todo, y estarán mil ojos vigilando.
A
las montañas no pueden ir, en la ciudad no pueden conspirar, y si desembarcan,
bueno, pues, si desembarcan les podemos hasta hacer las casas de campaña para
que duerman los primeros días allí (RISAS).
Y si necesitan barcos se los prestamos.
Nosotros, por ejemplo, sabemos que en Miami están conspirando por la
libre, comprando armas, Masferrer, y Ventura, y Carratalá, y Laurent. (DEL PUBLICO LE DICEN: “¿Por qué no se quedaron aquí?”) Yo no
sé, pero si tenían todos los fusiles y se fueron huyendo, ¿para qué se van a
compra fusiles ahora? (APLAUSOS.) A esa
gente no la entiende nadie, ¡no la entiende nadie! Se van, dejan los tanques, dejan los aviones,
dejan los cañones, dejan todo y ahora se ponen a comprar armas allá (RISAS). Así que, bueno, uno no se explica estas
cosas, pero algunos aliados tendrán por allá cuando se sienten tan atrevidos;
cuando se sienten tan atrevidos es porque tienen algunos aliados. Por lo pronto yo no veo que el FBI los meta
presos. No, no, allí tienen todas las
garantías. Pero bueno, nos tienen sin
cuidado; y nos tienen sin cuidado los ataques de “Time” y comparsa.
Las
dos condecoraciones más grandes que he recibido en estos días son: la medalla que me
mandaron los rebeldes argelinos y los ataques de la revista “Time” (APLAUSOS),
porque eso demuestra que voy bien (APLAUSOS).
Aquí lo malo es que “Time” empezara a elogiarme, entonces sí es verdad
que yo no sabría qué hacer. Y ojalá que
no se vayan a enterar, no vaya a ser que por hacerme daño, me elogien (RISAS). ¡Son capaces hasta de eso! Por ejemplo, aquella vez sacaron la
fotografía para despertar el interés y adentro el ataque. Pero bueno, ¡me hacen más fuerte mientras más
me ataquen! En eso están colaborando. Podrán confundir a alguna gente por allá, por
Suramérica, pero bueno, ¡no es tan fácil!
Suramérica sabe el corte de los gobiernos contrarrevolucionarios,
reaccionarios: Trujillo,
Somoza, Pérez Jiménez, castas militares, etcétera, etcétera. América sabe que este no es el gobierno de un
ejército, este es el gobierno de los guajiros de la Sierra Maestra, que
hicieron añicos el ejército mercenario de la tiranía (APLAUSOS).
América
sabe que a los criminales de guerra los hemos fusilado, a pesar de todas
las campañas que se hicieron contra nosotros; hemos hecho lo que están deseando
hacer todos los pueblos americanos hace mucho tiempo. Y la América Latina está viendo nuestras
leyes revolucionarias. Los cables
internacionales no podrán engañarla, ni podrán engañar a nadie. Al pueblo no lo van a engañar, ¡el pueblo
está muy claro!, ni argumentando o despertando sentimientos localistas, ni
sentimientos religiosos. Porque claro,
como no le pueden venir a hablar al campesino, al inquilino, al obrero, al
profesional, a nadie le pueden venir a hablar, tratan de buscar por otro lado,
a ver si se despiertan otras pasiones: la
pasión religiosa, la pasión regional, y le hablan de “Oriente Federal”, y
tratan de mezclar las cuestiones religiosas en los problemas políticos. Esa es la reacción, pero el pueblo está muy
claro, el pueblo, independientemente de lo que cree.
La
religión es una cosa interna del hombre, eso no tiene nada que ver con la
política, señores. Y nosotros empezamos
por respetar todos los cultos y todas las creencias religiosas, a todo el que
cree como al que no cree, porque para eso somos un país liberal, un país
democrático, un país libre. Así que esas
pasiones, como en Oriente, querían despertar el sentimiento regionalista de
Oriente, hablando de “Oriente Federal”.
No decían “Cuba Federal”, sino “Oriente Federal”, tratando de
dividir. Claro que eso no lo hacía
ningún campesino; se sabía de donde venían todos esos ataques.
Los
elementos contrarrevolucionarios ya han empezado a asomar las orejas, y el caso
lo tenemos ahí bien claro con el de los pilotos criminales de guerra, ¡bien
claro!: han
defendido a los pilotos criminales de guerra con el ardor que no han defendido
aquí a nadie. Si esos abogados que
defendieron a los criminales de guerra, se hubieran dedicado a defender al
infeliz aquí como están defendiendo a esos criminales de guerra, si se hubieran
dedicado a combatir aquí los privilegios con esa saña, si se hubieran dedicado
a mandar a la cárcel a los criminales, si se hubieran dedicado a defender a los
pobres, a los campesinos desalojados de sus tierras, a las personas que les han
ejecutado sus bienes, que les han arrebatado lo que tienen; si se hubieran
dedicado, no hubiera habido tantas injusticias aquí en nuestra patria. Han defendido a los criminales de guerra con
el calor que no defendieron nunca a los revolucionarios.
Y,
claro, uno de esos abogados, un tal Recaredo, era fiscal en época de Machado, y
todavía —miren qué alatés— está hablando.
Y claro, claro, no eran alegatos jurídicos, eran alegatos
políticos. ¿Y qué planteaban? ¿Pues saben ustedes lo que planteaban? Pues planteaban que les soltáramos a los
pilotos. Eso es lo que pedían; o sea,
declarar que no era crimen lo que hicieron, que eran inocentes. Entonces, si estos eran inocentes, todos los
que se escaparon y están en Santo Domingo también eran inocentes. Y haber bombardeado todas las casas con
bombas incendiarias, bombas de 500 libras, cohetes, metralla de toda clase, que
haber hecho todo eso no es delito, y ahora, cuando Trujillo está comprando
aviones, lo que plantean, nada menos, es que soltemos a esta gente para que se
trasladen también a Santo Domingo y vuelvan otra vez a bombardear aquí las
ciudades y los campos (EXCLAMACIONES).
Eso es lo que plantean.
Y
entonces, ¡ah!, que si se les condena, eso es “violar la justicia”; ¡ah!, que “los
familiares”... Claro, los abogados
tienen derecho a recurrir la sentencia cuando es contra un criminal de guerra;
¡ah!, pero el pueblo no tiene ningún derecho a recurrirla, según plantean. Y es absurdo que cuando todavía están frescos
los cadáveres de tanto infeliz asesinado, estén planteando la impunidad de los
pilotos; que no es crimen haber bombardeado; que no son acreedores de castigos
los que han bombardeado nuestras ciudades y nuestros campos, y que, por tanto,
pueden ahora, los mismos que estaban al servicio de Batista, ponerse al
servicio de Batista otra vez, y de Trujillo.
Porque en definitiva dirán esos abogados que Batista es el presidente
legal, porque, señores, salió electo en las elecciones de 1954, lo ratificó el
Tribunal Superior, el Tribunal de Garantías, el Tribunal Electoral, todos los
tribunales. Y ahora dirán esos abogados: Batista es
inocente, Batista es bueno, porque ellos dicen:
“respeto, protestamos de que se les llame criminales, porque fueron
absueltos por una sentencia”, pues entonces dirán: “respeto también de que a Batista se le llame
dictador, porque los tribunales también aceptaron que ganó legalmente las
elecciones, y el Tribunal de Garantías y el Tribunal Electoral aceptaron que
era el triunfador”.
Y
protestan de que se califique como se merecen al señor D’Acosta y a los demás
abogados; al señor D’Acosta que era, nada menos que oficial del ejército
antiguo, y todavía se le permitió seguir de oficial, y que se fue sin permiso,
sin permiso de nadie —no le pidió permiso a nadie aquí—, encantado de la vida
se fue allá a defender por dinero, a los criminales de guerra. Esos abogados estaban defendiendo por dinero
a los criminales de guerra, y cuando los criminales de guerra van a ser
castigados, después de una revisión de una sentencia que decía: “Considerando
probado que bombardearon y que en los bombardeos hubo muertes”; pero no está
probado que lo hayan hecho con dolo, ¡es que parece que los pilotos estaban
paseando por las montañas y se les cayeron las bombas! Plantean, nada menos, que suelten a esos
criminales de guerra, la impunidad del crimen de bombardear, cuando apenas han
transcurrido dos meses desde los últimos bombardeos, cuando todavía están en la
mente de los cubanos grabadas las fotografías de los niños destrozados por las
bombas. Y entonces protesta el Colegio
de Abogados de Santiago, y el de La Habana y el Nacional, no el colegio, no,
dos o tres que se reunieron ahí y no le dieron cuenta a nadie, que se reunieron
ahí para protestar de los ataques al señor D’Acosta y comparsa.
Pues
yo digo aquí que protesto de los ataques a la justicia revolucionaria, y que si
ellos piden respeto para los abogados de los criminales de guerra, pido respeto
para los ancianos, los niños y las mujeres asesinados por los aviones de la
tiranía (APLAUSOS).
Observen,
observen cómo actúa la reacción contrarrevolucionaria. Claro, están haciéndole el juego al “Time”,
están haciéndoles el juego a los enemigos de la república, están haciéndoles el
juego a los criminales de guerra. No es
casualidad que esos señores abogados estén defendiendo a los criminales de
guerra, es bien sencilla la explicación: ¿A quién defienden esos abogados? Esos no son los abogados jóvenes, los
abogados nuevos desplazados, son los abogados de los grandes bufetes, los
abogados defensores de los privilegios.
Y claro, han salido a la palestra como abanderados de esos privilegios,
porque saben que nosotros estamos dictando leyes revolucionarias que ponen fin
al privilegio. Y naturalmente, como los
abogados de los grandes intereses son simples servidores, simples criados de
los poderosos, ¡los amos no han salido a la palestra, pero han salido sus
criados! (APLAUSOS.)
¡Ah,
qué vergüenza la conducta de esos ejecutivos de los colegios Nacional y de La
Habana, solidarizándose con las declaraciones de los defensores de los
criminales de guerra, de los que piden que los bombardeadores, que los pilotos,
sean absueltos, para que vengan a bombardear otra vez a nuestro pueblo! (APLAUSOS.) ¡Qué vergüenza!
Y
lo triste es que, cuando esos aviones vengan otra vez a bombardear nuestras
ciudades y nuestros campos, no serán ellos los que salgan a combatir; tendrán
que ser los campesinos, tendremos que ser nosotros los que salgamos a combatir
en defensa del pueblo, otra vez, porque mientras los demás estén pasando
hambre, sed y lluvia en las montañas, ellos estarán encantados de la vida en su
casa, tomando highball, y sin problemas, porque ya están haciendo méritos. Saben que de este lado hay garantías, pueden
escribir, pueden hablar; pero del otro lado pues ya están haciendo méritos, ya
están asociándose, porque los pilotos criminales son el cordón umbilical que
une la reacción derechista y contrarrevolucionaria con los criminales de
guerra, y no vamos a tardar mucho en ver a esos señores militando en los “tigres
de Masferrer, porque han empezado ya por defenderles los pilotos a Batista,
para ver si Batista cuenta con pilotos que tengan experiencia de dos años de
bombardeo; conocen los lugares, conocen los pueblos, conocen cómo tirar las
bombas sobre las ciudades.
Batista
necesita a esos pilotos y a esos señores, que están en una actitud
contrarrevolucionaria, porque saben que la Revolución es el fin de los
privilegios. Ya están tratando de servir
a los enemigos de la Revolución de dos maneras:
una, tratando de confundir al pueblo, haciéndole creer que aquí están
pasando las mismas cosas de antes: ya
los “cuadritos” de protesta, de que se violan los derechos, de que hay
injusticia, ya están haciendo la campaña para debilitar al pueblo y
confundirlo, a ver si debilitan la Revolución; y al mismo tiempo que debilitan
y confunden la Revolución, facilitarle a Batista pilotos, para que tiren. Y entonces, si estos son absueltos, decir que
suelten a todos los demás que están condenados, porque, ¿por qué, si se suelta
a los pilotos, se va a condenar a cárcel a los otros criminales de guerra? Y después dirán que es un crimen haber
fusilado a los que hemos fusilado, y después dirán que son los redentores de la
patria, y después dirán todo.
Pero
claro, claro, las cosas no van a ser tan fáciles, porque no es lo mismo luchar
contra la injusticia que luchar contra la justicia; no es lo mismo luchar
contra la tiranía que luchar contra la libertad; no es lo mismo luchar contra
la politiquería que luchar contra la Revolución; no es lo mismo luchar contra
ladrones que luchar contra hombres honestos; no es lo mismo luchar contra
minorías que luchar contra mayorías que están cumpliendo (APLAUSOS).
Lo
que van a ganar esos intereses y esos privilegios que son enemigos de la
Revolución, lo que van a ganar si se unen a los criminales de guerra, es que
van a salir perdiendo más, porque entonces no les va a quedar absolutamente
nada, ¡no les va a quedar absolutamente nada!
Y lo peor que pueden hacer es no adaptarse a la Revolución, que la
Revolución no está eliminando a nadie, no está arruinando a nadie, lo que
quiere es ordenar las cosas de una manera justa y hasta darle oportunidad a
todo el que contribuya. El rico puede
contribuir invirtiendo su dinero en industrias, a condición de que mantenga
salarios altos; ya nosotros nos encargaremos de darle casas baratas, y darle
todo lo que el pueblo necesita, y darle escuelas, y darle hospitales, y darle
todo lo que haga falta; pueden contribuir, y, efectivamente, un sector del
país, de la gente con intereses económicos, como los industriales, puede
contribuir grandemente en esta Revolución.
Los demás, lo peor que pueden hacer es asociarse con los criminales de
guerra, porque entonces aquella gente va a tratar de plantear un día, de manera
violenta... Porque, ¿qué esperanza les
puede quedar? Pues, tratarán de
perturbar, de hacer el daño que puedan, tratarán de confundir, pero de aquí al
pueblo de Cuba no lo sacan de aquí.
Aquí, para derrotar la Revolución, tienen que pelear contra todo el
pueblo, aquí se atrincheran hombres, mujeres y niños, aquí pelea hasta el
último hombre. Así que aquí no hay la
menor esperanza (APLAUSOS).
Y
a ese pueblo que va a ver día a día cómo rectamente, cómo honestamente,
seriamente se va a ir haciendo una obra, una tarea a favor del pueblo, sin
sacrificar los derechos del pueblo, sin sacrificar una sola de sus libertades,
sin sacrificar una sola de sus dignidades; a ese pueblo —tratándose del pueblo cubano— va a ser
muy difícil, mejor dicho, va a ser imposible que lo puedan confundir, porque ya
todo el mundo sabe por dónde vienen; ya saben lo que pueden esperar de los
abogados de los grandes intereses y de los privilegios; ya saben lo que pueden
esperar de los criminales de guerra; ya saben lo que pueden esperar de esos
grupos dominantes, que fueron desplazados del poder por la Revolución; ya
sabemos lo que nos espera de ellos. Y
nadie está dispuesto a renunciar a las ventajas y a las conquistas que ha
alcanzado; no las que ha alcanzado, las que va a alcanzar, porque los frutos de
la Revolución no se pueden ver todavía.
Los frutos de la Revolución se verán con el tiempo, y el pueblo verá y
observará lo que era antes y lo que va a ser pronto, y lo que va a ser cada vez
más en el futuro.
Así
que lo más torpe, lo más erróneo que se puede cometer es eso, porque al pueblo
no lo van a engañar. ¡El tiempo de los
bobos se acabó!, como dice el dicho (RISAS).
Ya no es cuestión de cintillos, como el de esta mañana, y esas cosas con
lo que van a confundir aquí a nadie; ni los simuladores, ni los farsantes; no
van a confundir, porque aquí van a quedar desnudos ante el pueblo, cuando se le
diga la verdad, cuando se les desenmascare, cuando se le diga los propósitos
que traen.
Así
que yo creo que lo que hay es que salirles al paso rápidamente a todos los
elementos pseudorrevolucionarios, a los elementos reaccionarios y a los
enemigos de la Revolución cada vez que levanten cabeza, tenerlos en jaque, en
evidencia ante la nación. ¡Que escriban! ¡A nosotros sí que no nos importa que
escriban! ¡Que hablen! ¡A nosotros no nos importa que hablen!,
porque nosotros sabemos también hablar y sabemos defender nuestro derecho. ¿Con qué?
Porque si yo no estuviera aquí convencido de que estamos actuando con
justicia, si no me sintiera con fuerza moral, no me pararía aquí. Se paran en la tribuna cuando no tienen
razón, únicamente los cínicos, los descarados, los farsantes, los simuladores,
como esos que se paran allí en una tribuna a decir que eran unos jóvenes idealistas
los pilotos; esos pilotos que cobraban por tirar bombas, esos pilotos que
después de bombardear una ciudad, iban a divertirse y a emborracharse en los
cabarets, y en los prostíbulos. A esos
les llaman jóvenes idealistas. Y llaman,
comparan a los pilotos criminales con los estudiantes de 1871.
¿Qué
clase de elemento es ese, que es capaz de atreverse a esas comparaciones? ¡Qué clase de desvergüenza, qué clase de
falta de decoro y de pudor, qué clase de cinismo, atreverse a pararse delante
del pueblo a decir esas cosas! ¡A qué
grado de atrevimiento han llegado ya! Y
qué equivocados están, ¡qué equivocados!
Porque cuando aquí se acaben los privilegios, yo voy a ver quién es el
que le va a dar trabajo a abogados, cuando aquí se acaben los latifundios, y se
acaben unos cuantos privilegios. Porque
antes, bueno, era cuestión de tener amistades: “Fulano tiene muchas relaciones con
los jueces, está muy bien relacionado con el gobierno, etcétera, etcétera, con
el sargento, con el capitán.” Y ahora
todo eso se acabó. Les va a costar mucho
trabajo ejercer la profesión.
Por
lo pronto, el pueblo, a esos abogados de los criminales de guerra —no al que
defienda gratis un sentimiento, o al que haga alegatos jurídicos; pero se han
puesto a convertir en cuestión política el problema de los criminales de
guerra, han hecho alegatos políticos—, el pueblo ya los ha identificado como
los aliados de los criminales de guerra.
Y yo digo que, realmente, han sido muy desleales con los criminales de
guerra, porque eran sus amigos, porque, ¿de quién era amigo el capitán, el
comandante? Era amigo del
latifundista. ¿Al servicio de quién estaba? Al servicio de las compañías poderosas, le
pagaban un sueldo y ese hombre estaba al servicio de la compañía. Y esos hombres mataron, asesinaron y
pelearon, ¿defendiendo qué? ¡Los
privilegios! Pues los privilegios han
sido muy ingratos, porque se habían tardado mucho en defender a sus amigos, los
criminales de guerra; se han tardado dos meses en defenderlos. Debieron haberlos defendido desde el primer
día, han sido muy ingratos, y han venido ahora a defender a sus aliados, a sus
amigos.
Esos
simuladores no se explica uno cómo tienen cara de pararse en una tribuna a
comparar a los criminales de guerra con los estudiantes de 1871, y llamarlos
idealistas, jóvenes idealistas. ¿Qué se
habrán creído? ¿Se creerán que están un
año atrás? ¿Se creerán que están jugando
allí, defendiendo a un revolucionario frente a los tribunales de la tiranía? Desde luego, ellos saben bien que no, pero
como ellos saben que en la mentalidad del pueblo estaba aquella idea,
acostumbrado a eso, ahora salen escribiendo las mismas cosas y los mismos
cuadritos, a ver si confunden a alguien.
Esa es, sencillamente, la técnica; pero creo que han cometido el error
más grande que pueda concebirse.
Y
a los ejecutivos de los colegios de abogados de La Habana, de Santiago y el
Nacional —no a la masa de los abogados revolucionarios, porque los abogados
revolucionarios también están pasando hambre, porque estos señores de los
grandes bufetes y de los grandes intereses lo controlan todo, son los magnates
de la profesión, son los vivebién de la profesión, son los expertos en el
truco, en cómo se desaloja a un campesino, en cómo se gana un pleito grande, en
cómo se bota a un inquilino de la casa, en cómo se burla el fisco, en cómo se
comete todo género de inmoralidades; esos tienen comprimidos allí a los
abogados jóvenes, los tienen de porteros en los bufetes—, a los abogados
jóvenes no, esos son revolucionarios, pero a los que salieron tan
irresponsablemente en nombre de los abogados, a esos lo único que cabe decirles
es que es una vergüenza que en vez de felicitar al Gobierno Revolucionario, a
los Tribunales de Justicia, a la policía y al ejército revolucionario, porque
indagaron, descubrieron y castigaron a los criminales que asesinaron a Pelayo
Cuervo; en vez de felicitar al Gobierno Revolucionario, porque ha rebajado las
tarifas abusivas en los teléfonos, que fue precisamente la batalla de aquel
gran abogado, lo que hacen es protestar de que se critique al señor D’Acosta, y
lo que hacen es defender a los abogados que han defendido a los criminales de
guerra y hacer causa común con ellos; atacar a la Revolución, sin hacerle
siquiera un solo reconocimiento.
Si
fueran revolucionarios, si fueran justos, hubieran empezado por batir palmas y
felicitar a un gobierno que ha hecho justicia frente a uno de los crímenes más
cobardes que se han perpetrado, contra aquel ilustre abogado, contra aquel
hombre de carácter, contra aquel hombre entero que fue Pelayo Cuervo
Navarro. ¡Eso no! A defender al señor D’Acosta, a protestar de
que se le critique, a protestar de que se condene y se castigue a los
criminales de guerra: esa
es la actitud que han asumido. Y, desde
luego, esa tenía que ser, los criados de los privilegios tenían que salirle al
paso a la Revolución.
Y
lo bonito es que hablan en nombre de los abogados, como si nosotros no fuéramos
abogados, como si una gran parte de los ministros revolucionarios no fueran
abogados. Ellos hablan en nombre de los
abogados. ¿De qué abogados? Hablarán en nombre de la reacción, hablarán
en nombre de los grandes bufetes, hablarán en nombre de los privilegios, ¡pero
no hablarán en nombre de los abogados y menos de los abogados revolucionarios,
porque nosotros también somos abogados! Yo
también soy abogado, ¡pero abogado que ha puesto su toga al servicio del pueblo!
(APLAUSOS); abogado que ha seguido la tradición de Céspedes, que también era un
abogado revolucionario; de Agramonte, que también era un abogado
revolucionario; de Martí, que también era un abogado revolucionario. Y esa tradición es la que deben seguir los
abogados honestos; no los que hacen causa común con los defensores de los
criminales de guerra por una simple solidaridad de grupo; porque es lo mismo
que si yo, cuando un rebelde hiciera algo mal hecho, me solidarizara con él
porque es rebelde. Y eso es lo que han
hecho.
Pero,
en definitiva, se han puesto en evidencia ante el pueblo y se ha demostrado
cómo actúa la contrarrevolución, cómo trata de confundir, cómo trata de dividir
la opinión pública, cómo trata de engañar, para ver si recogen pueblo, debilitan
la Revolución. ¿Debilitarla, en servicio
de quién? ¡Ah!, pues en servicio de los
criminales de guerra, de los prófugos de la tiranía, de los que están comprando
armas, de los que están comprando aviones.
¡Debilitarla en lo material y debilitarla en lo moral! Eso es lo único que se proponen. Y, desde luego, que sepan que van a tener que
enfrentarse a la Revolución, porque la Revolución es respetuosa de los
derechos, pero sabe combatir y sabe defenderse.
Así
que está bien que hayan ocurrido estas cosas, para que el pueblo se ilustre de
la forma que tienen de actuar los enemigos.
Y son los aliados de los criminales de guerra que están dentro, de los
criminales de guerra que están prófugos, de los grandes intereses de la revista
“Time” y de todos esos intereses que protestan de que aquí se hagan leyes
revolucionarias. Y el pueblo tiene que
estar muy alerta porque, frente a todos los intereses poderosos —muy poderosos
por cierto—, hay, sin embargo, un arma formidable: la firmeza, la entereza y la unión del
pueblo.
Así
que nosotros no tememos esta batalla, porque todas las avenidas están tomadas,
hagan lo que hagan. Son poderosos: tienen mucho dinero robado; cuentan, además,
con el dinero de las grandes compañías; cuentan, además, con la impunidad allá
en Estados Unidos, donde actúan libremente los criminales de guerra; allí les
dieron asilo, pero no solamente les dieron asilo, los dejan comprar y acumular
armas. Pero a nosotros nada de eso nos
importa: la
Revolución no la van a detener con nada, y aquí no tiene ni que preocuparse, ni
que intranquilizarse, ni que alarmarse; nadie tiene que alarmarse, en ningún
momento: aquí todo el mundo trabajando,
y cumpliendo su deber. Si aparece algo
cualquier día, cualquier cosa, ya se le combatirá, cuando sea, sin alarmarse
nadie aquí, despreocuparse. El pueblo
entero tiene que hacer como los campesinos de la Sierra Maestra: cuando se
acostumbraron allí a la lucha, ya llevaban una vida normal en todo, sentían los
aviones, sentían los tiros, sentían todo, tan tranquilo, allí no se preocupaba
nadie.
Así
que con la firmeza que tiene la Revolución, con la solidez que tiene la
Revolución, aquí no tiene nadie que preocuparse de nada, sino seguir
adelante. Seguir adelante es la única
consigna. Yo tengo, por lo pronto, una
absoluta seguridad en el triunfo, solo que tenemos que trabajar mucho, que
tenemos que ser muy constantes, que tenemos que mantener vivo el entusiasmo, y
ustedes y nosotros, unidos, siempre dentro de una línea recta, siempre dentro
de un gran espíritu de sacrificio, siempre dentro de una línea patriótica,
saldremos adelante, saldremos vencedores en esta lucha contra tantos interés de
dentro y de fuera. No son muchos en
número, pero son poderosos en recursos; son los que pueden hablar y escribir,
los que pueden alquilar grandes páginas.
Tienen dinero para eso.
Y
yo decía —como decía al mediodía— que el aplauso de los poderosos es un aplauso
que se oye mucho, porque ellos tienen manera de hacer oír el aplauso y tienen
la manera de hacer oír la crítica. No es
como el aplauso del humilde, no es como la protesta del humilde, que no tiene
recursos con qué hacerse oír. Y claro,
todo lo que tratarán ellos siempre es de confundir, de restarle fuerzas a la
Revolución, de ganarse adeptos; no les pueden hablar de temas sociales: les hablan de temas
religiosos; no les pueden hablar de problemas sociales: les hablan de temas regionales. Y siempre estarán tratando de buscar algo
para debilitar la Revolución, alguna pasión, para ver si de la multitud se apoderan
de algo, si confunden a alguien, tratando ellos de suscitar todos los
resentimientos. Esa será la técnica que
seguirán, pero de antemano les auguro el fracaso, y les aconsejo que inventen
otra cosa, que inventen otra cosa, porque van mal, van mal por ese camino,
sencillamente, y lo declaro aquí.
Nosotros ya hemos dicho cuál es nuestra línea, nadie tiene que
alarmarse.
Se
ha hablado luego por ahí de moratorias hipotecarias, nadie tiene el propósito
en el gobierno de moratorias hipotecarias; de impuestos al capital inactivo,
nadie ha hablado de impuestos al capital inactivo, eso es una teoría. Todo el capital se pondrá en circulación, se
pondrá en movimiento para producir industrias; los industriales, y la banca
cubana, están en plan de colaborar con el Gobierno Revolucionario. Esos son anuncios y rumores que se hacen para
perjudicar. Ya nosotros hemos dicho bien
nuestra política: el
latifundio, no tiene ninguna garantía; el capital invertido en alquileres, en
solares, en garrote, etcétera, etcétera, no tiene garantías; el capital
invertido en industrias, para darle trabajo al pueblo, sí tiene garantías; el
crédito invertido en industrias, sí tiene garantías, todas las facilidades; los
organismos de créditos cubanos, esos, sí tienen garantías. Y tendrán garantía las industrias, porque las
protegeremos, las protegeremos con medidas proteccionistas, las protegeremos
con campañas en favor del consumo de artículos nacionales.
Sobre
todo ahora mismo, el pueblo tiene que estar muy claro en esto: ahora aumenta la cantidad de dinero de
que va a disponer el pueblo, con las tarifas rebajadas, las tarifas
telefónicas, con la rebaja de los alquileres, con los aumentos de sueldos que
se van a ir haciendo; con el aumento de hombres que van a trabajar, va a haber más
dinero. Este dinero hay que adquirirlo
en artículos del país, y en eso tienen que ayudarnos (APLAUSOS), pues cuando se
compra un par de zapatos extranjeros se le está pagando un salario a un obrero
extranjero, se está beneficiando a una industria extranjera; cuando se está
comprando un par de zapatos cubanos, se está dando trabajo a un obrero cubano,
sobre todo se está aumentando el trabajo para los hombres que están sin empleo
y que constituyen hoy nuestro principal problema.
Ya
ustedes ven cómo nosotros vamos abaratando la vida; ahora el problema, más que
demandas de altos salarios, el problema es demandas de empleos, demandas de
aumento de empleo, para darle trabajo al que no tiene. Cuando ganemos esa batalla, entonces
iniciaremos otras, entonces la aspiración será otra; ahora, fundamentalmente,
es la de darle empleo al que no tiene empleo, darle trabajo a todo el que
quiera trabajar y ganarse la vida aquí decente y decorosamente,
produciendo. Y por eso, ese dinero, si
se invierte en artículos de importación, la consecuencia sería que las reservas
de divisas nuestras, que están escasas, se nos agotarían y perjudicaría a
nuestra moneda. Así que cuando compramos
artículos del país estamos defendiendo nuestra moneda, y estamos defendiendo
nuestra industria, y estamos creando más trabajo para los cubanos; porque si
todo lo que hoy se gasta en zapatos que vienen de fuera se gasta en zapatos que
se hagan en el país; si todo lo que hoy gastamos en camisas de fuera lo
gastamos en camisas del país, pues en los talleres de confecciones, en las
fábricas de zapatos, necesitarán duplicar el número de obreros que estén
trabajando allí, y empezaremos a ganar la batalla contra el desempleo, al mismo
tiempo que estamos defendiendo nuestras divisas (APLAUSOS).
(DEL
PUBLICO LE DICEN: “¡Y
el cigarro americano!”) Hay una
disminución del cigarro americano bárbara.
Yo digo que es preferible no fumar a fumar cigarro americano. Si uno no puede fumar el cubano, que es el
mejor del mundo, pues no fuma ese (APLAUSOS).
Y eso no es más que cuestión de voluntad.
Así
que en la misma medida en que ustedes sigan esta política, en la misma medida
en que ustedes nos ayuden a ahorrarnos divisas, en la misma medida en que
ustedes consuman artículos del país, nos permitirán a nosotros ir levantando el
estándar de vida, ir levantando el índice de empleo. Si el pueblo colabora con nosotros, nosotros
duplicaremos y hasta triplicaremos el estándar de vida del pueblo, y le daremos
trabajo a todo el mundo aquí. Por eso
necesitamos la colaboración de ustedes y que ustedes sigan...
Que
a veces nos tengamos que privar de algunas cosas de una calidad determinada, no
importa. Tenemos que tratar de que la
calidad de nuestros artículos sea mejor que la de los artículos de afuera, y
ese será el deber de las industrias: mejorar la calidad, para que nosotros
tengamos los mismos artículos que hoy vienen de afuera, de tan buena o de mejor
calidad. Y esos son los sacrificios de
nosotros, porque en la misma medida en que nosotros aumentemos el poder adquisitivo
del pueblo, todos esos millones que se iban a pagar en alquileres, esos
millones que se iban a pagar en tarifas telefónicas y en lo demás, en capítulos
en que nosotros iremos mejorando el estándar de vida del pueblo, si se gastan
en artículos de afuera se nos van y fracasa el Gobierno Revolucionario. Y por eso es esencial la colaboración del
pueblo para poder ir elevando cada vez más el estándar de vida, para ir
resolviendo cada vez más el problema del desempleo. Con esa colaboración de ustedes, el Gobierno
Revolucionario vencerá todos los obstáculos, y nosotros esperamos tener esa
colaboración del pueblo.
Así
que no serán estas solas las medidas del Gobierno Revolucionario; muchas
medidas más irán. Por ejemplo, yo espero
que el pueblo de La Habana y el pueblo de Cuba en general, y todos los pueblos
que tienen playa cerca, tengan playa este año y se puedan bañar en el mar;
porque aquí se cogieron las playas y al pueblo le dejaron los “dientes de perro”
para bañarse (RISAS). Y la Marina de
Guerra está preparando las playas para el pueblo este verano. No solamente eso: construiremos en las playas clubes
para niños de las escuelas públicas, clubes para estudiantes de la segunda
enseñanza, clubes para maestros, clubes para profesionales, clubes para obreros,
clubes para todos (APLAUSOS).
Ya,
por ejemplo, los empleados bancarios tienen su club. ¿Por qué los empleados telefónicos no van a
tener también su club en la playa? (APLAUSOS.) ¿Y por qué los empleados del comercio no van
a tener su club en la playa? ¿Y por qué
los empleados públicos no van a tener su club también en la playa? (APLAUSOS.)
Así que iremos organizando las playas, de manera que todos tengan la
oportunidad de tener su club, a donde puedan ir los días de verano, en sus
jornadas de verano, en sus vacaciones, porque todo el mundo tiene derecho a
disfrutar de las bondades de nuestro país.
Y también tendremos derecho a adquirir los víveres más baratos, todos
los productos del campo, que llegan aquí con un precio tres veces y cuatro veces
mayor, perjudicando al pueblo, perjudicando al campesino.
Así
que no solamente rebajaremos el costo del alquiler, sino que ese dinero lo van
a poder invertir en artículos de consumo a más bajo precio. No solamente iremos elevando los ingresos,
sino que en lo posible iremos abaratando los artículos, por lo menos no se irán
encareciendo. Y de ahí que nosotros
tengamos que resolver el problema del monopolio en el Mercado Unico; tengamos que resolver el problema de la
electricidad, que se está pagando muy cara la electricidad aquí en La Habana
también. Ya rebajamos la del interior,
pues tiene que venir aquí también la rebaja (APLAUSOS). Y tiene que venir la rebaja en las medicinas
también, que son carísimas (APLAUSOS); y tiene que acabarse el garrote, y tienen
que acabarse los intereses usurarios que le cobran en las ventas a plazo al
pueblo. Y ahora ya el juego, lo que
antes se invertía en el juego el pueblo lo ahorrará para gastarlo en los años
venideros, y el que adquiera una de esas casas, cuando amortice la casa será
para él. Y todo empezará a cambiar en
nuestra patria.
(DEL
PUBLICO LE PREGUNTAN: “¿Cuándo
salen los bonos?”) Ya creo que han
salido, creo que empiezan ya.
Y
les vamos a dar trabajo a muchos inválidos, sin prima. Y muchas personas que no pueden trabajar,
trabajarán vendiendo valores del Estado, que son ahora los bonos; y el pueblo
le prestará al pueblo. Ya no es como
antes, que se cogían el producto de la lotería.
Y, poco a poco, el pueblo irá dejando de jugar, para pensar en el ahorro,
que ese es el objetivo que tiene el Instituto de Ahorro y Viviendas. Se pondrán a funcionar las escuelas y todo el
mundo aprenderá a leer y a escribir; se construirán las ciudades
escolares-industriales; se construirán las ciudades escolares-agrícolas, y el
campesino será dueño de su tierra y se elevará el estándar de vida del hombre
del campo cinco, seis, ocho y hasta diez veces; y nuestra patria marchará por
senderos distintos.
Para
hacer eso, ha sido necesario lesionar algunos intereses. Para no lesionar intereses, no hubiéramos
venido aquí; para dejar esto como estaba, no valía la pena que se hubiera
derramado la sangre de un solo cubano.
¡No se derramó la sangre de los cubanos, en esta lucha y en las luchas
anteriores, solo para disfrutar de una libertad de palabra!, porque le dicen
ahora: “Usted es libre, pero se tiene
que morir de hambre; usted es libre, pero no tiene trabajo; usted es libre,
puede hablar todo lo que quiera y escribir todo lo que quiera, pero no puede
comer, no tiene comida; usted tiene derecho a reunirse, a ir al parque, a
transitar libremente, pero no tiene derecho a comerse un pedazo de pan.”
Se
derramó la sangre, no solo para conquistar libertades políticas, libertades
sociales, libertades sindicales; el derecho a que se respete al ciudadano en su
integridad física, el derecho a que se le respete como el valor fundamental de
la sociedad; ¡sino también el derecho a la felicidad del ciudadano: el derecho a
adquirir una cultura, el derecho a ganarse la vida y a satisfacer sus necesidades
materiales lo más ampliamente posible, el derecho a percibir los frutos de su
tierra! Porque aquí le hablan a uno de
patria desde que nace, ¡pero la patria no ha sido más que de unos cuantos! (APLAUSOS PROLONGADOS.) Aquí le han enseñado a cantar un himno que
dice que “morir por la patria es vivir”, pero aquí se muere y se ha muerto
muchas veces, por una patria que no es de uno, sino de unos cuantos. Y Martí dijo que la patria era “de todos y
para el bien de todos”, y aquí la patria ha sido de unos cuantos y para el bien
de unos cuantos.
¿Dónde
está el pecado, dónde está el crimen, dónde está el mal que implique el tratar
de hacer la felicidad de un pueblo? ¿Dónde
está el crimen en tratar de hacer justicia?
¡¿Dónde está el crimen en tratar de defenderse de los privilegios
nacionales o internacionales con los cuales se han labrado nuestras desgracias,
nuestros dolores, nuestras penas, nuestras amarguras?! ¡¿Dónde
está el crimen de querer ser libre, dónde está el crimen de querer ser
soberano, dónde está el crimen de querer ser honesto, dónde está el crimen de
querer implantar justicia, dónde está el crimen de querer acabar con la
ignorancia, con los niños descalzos, con los hombres sin ropa, con los hombres
y las mujeres sin trabajo?! (APLAUSOS
PROLONGADOS.)
¿Dónde
está el crimen en querer poner fin a la explotación de las mujeres, a la
discriminación del cubano negro? ¿Dónde
está el crimen en querer poner fin a las inmoralidades, a los negocios turbios,
a la malversación de los bienes del Estado?
¿Dónde está el crimen en querer poner fin a la injusticia aquí, a la
tortura, a la opresión, a la politiquería, a la inmoralidad que ha estado
oficiando nuestra vida pública? ¿Dónde
está el crimen en querer labrar la felicidad de nuestro pueblo, en querer
brindarle a nuestro pueblo todo lo que pueda obtener con su trabajo, todo lo
que pueda obtener de su tierra feraz y hermosa?
¿Dónde está el crimen en querer que este pueblo
reciba al fin la herencia de tantas generaciones como las que se han sacrificado? ¿Dónde está el crimen en querer que nuestro
pueblo reciba los beneficios y lo que desearon para él desde los primeros
cubanos que murieron en la lucha de 1868 y los que murieron en 1895, y nuestros
próceres, y nuestros apóstoles, y los que murieron en la lucha por establecer
una república mejor, desde el primero hasta el último joven que cayó en la
lucha contra la tiranía? ¿Dónde está el
crimen en desear, en querer y en tratar no de recibir beneficios personales, no
de tratar de enriquecernos nosotros, sino en tratar de que al fin este pueblo
reciba los beneficios de tantos sacrificios y de tanta lucha?
¡¿Qué
derecho tienen a venir a meterse en nuestros problemas, qué derecho tienen a
venir aquí a tratar de atacarnos y de calumniamos ante el mundo porque queremos
hacer la felicidad de la patria?! (APLAUSOS
PROLONGADOS.) ¿Qué derecho tienen a
querer mantenernos en la abyección, en la ignorancia, en la miseria? Pues, ¡no!
Somos un pueblo pequeño, pero un pueblo digno; somos un pueblo pequeño,
pero un pueblo entero y un pueblo unido.
No
les habla un demagogo. Más de una vez he
tenido que emitir opiniones que quizás no coincidan con las personas que me
están oyendo. He convertido en una ley
de mi conducta con el pueblo decirle siempre la verdad, ser franco, ser
sincero, ser honesto, no hablarle por conquistar simpatías. Porque si algunos han llegado al poder con el
máximo de simpatía con que pueden llegar los gobernantes, esos hemos sido
nosotros. Si después de tener el aplauso
de todo el pueblo nos hemos dedicado a trabajar con más ahínco que nunca, con
más ahínco que nadie, eso es sencillamente la prueba más elocuente de nuestra
devoción a esta causa, de nuestra sinceridad con el pueblo, porque no tenemos
que trabajar para buscarnos el aplauso que ya teníamos; al contrario, sé que
haciendo leyes revolucionarias nos vamos a ganar enemigos que no teníamos, nos
vamos a ganar criticas que no teníamos; sé que mientras más leyes
revolucionarias hagamos, más van a tratar de calumniamos ante el mundo, más van
a tratar de confundir al pobre mundo, a la pobre América la van a tratar de
mantener en el oscurantismo y en la ignorancia.
Van
a tratar de desacreditamos a los cubanos.
¿Para qué? Para que la América no
imite nuestro ejemplo, para que la América no despierte; para que las castas
militares, servidoras de los intereses creados, no desaparezcan. Pero, ya veremos quién puede más: si los pueblos, o
los opresores de los pueblos; si los pueblos, o los explotadores de los
pueblos; si la mentira, o si la verdad.
“Un
principio justo” —como dijo Martí—, “desde el fondo de una cueva, puede más que
un ejército.” Y con ese instinto que
tienen los pueblos para conocer la verdad, con ese olfato que tienen los
pueblos, los pueblos de nuestra América, a pesar de la calumnia, a pesar de los
cables internacionales, a pesar de las mentiras, cada vez se sentirán más
unidos al pueblo de Cuba, y mucho más en la misma medida en que la Revolución
se haga. Y aquí la Revolución se hará,
la Revolución se hará, ¡porque nada ni nadie podrá detenerla!; la Revolución se
hará, porque mientras haya un pueblo como este, y mientras haya gobernantes dignos,
la Revolución seguirá adelante.
¡Nunca
hubo, juntos, pueblo bueno y gobierno bueno!
Hubo pueblos buenos con gobiernos malos.
Hoy, pueblo y gobierno son una misma cosa, pueblo y gobierno marchan
juntos, pueblo y gobierno tienen el mismo pensamiento, la misma voluntad, la
misma alma; pueblo y gobierno son una cosa sola en la Revolución. Ya no se puede decir gobierno y pueblo, sino
pueblo y gobierno, y más bien dicho todavía: pueblo que gobierna, porque es aquí
únicamente la voluntad mayoritaria del pueblo la que hoy está rigiendo sus
destinos, es la voluntad de nuestro pueblo la que lleva adelante la
Revolución. Y esta Revolución sí que
puede hacer suya aquella consigna de Maceo cuando dijo que estaría en marcha
mientras quedase una injusticia por reparar.
Muchas
gracias.
(OVACION.)