DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO
RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL BANQUETE DE LOS EDITORES
DE PERIODICOS, CON MOTIVO DEL DIA DE LA LIBERTAD DE PRENSA, EN EL PALACIO DE
CRISTAL, EL 7 DE JUNIO DE 1959.
(VERSION
TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER MINISTRO)
Señores directores de periódicos que concurren a este
acto;
Señores periodistas:
Aunque
no asistí con toda puntualidad, como era mi deseo, en la tarde de hoy a este
espontáneo acto, no de homenaje a mi persona, sino de homenaje a la Revolución,
al esfuerzo que hizo y al esfuerzo sobre todo que está haciendo, si no pude ser
puntual se debió a que me encontraba también trabajando, y he llegado aquí sin
quitarme el polvo del camino —puede
decirse, repitiendo la frase del Apóstol— del trabajo constante que estamos
llevando a cabo, instigados por el deseo de hacer triunfar este esfuerzo de
nuestro pueblo, y, en este caso, ya también instigados por el espíritu de pelea
que, en la misma medida en que las banderas egoístas se levantan para combatir
a nuestra Revolución por todos los medios, hemos de sentir los que somos
verdaderamente revolucionarios.
Así
pues, el venir de nuestro trabajo con la reforma agraria a este acto de los
periodistas en que, como dijo el decano nacional, no venían a pedir nada, sino
a expresar un criterio honrado frente a los atisbos calumniosos de los que han
querido, si no decir, dar a entender o insinuar que esa falta de argumentos que
hoy se percibe para atacar a la Revolución y también esa falta de moral para
atacarla, se confunden con algo así como trabas a la libre emisión del
pensamiento.
No
debería ser necesario en absoluto que los dirigentes del periodismo, que
periodismo no quiere decir empresa sino periodismo (APLAUSOS), porque empresa
quiere decir negocio y periodismo quiere decir esfuerzo intelectual, quiere
decir pensamiento; y si por algún sector la libertad de prensa ha de ser
apreciada es, precisamente, no para el que hace negocio con la libertad de
prensa, sino para el que gracias a la libertad de prensa escribe, orienta y
trabaja con el pensamiento y por vocación, haciendo uso de ese derecho que la
Revolución reconquistó para el país y que la Revolución mantiene para el país,
aun en medio de todas las campañas tendenciosas que tienden a concitar cuantos
enemigos sea posible contra la obra revolucionaria que estamos realizando...
Este
homenaje tiene para nosotros un valor muy especial, porque se hace no al
principio de la Revolución, en que todo era batir palmas, en que todo era
elogiar, en que todo era decir “Gracias Fidel”, porque hasta ahora los
sacrificios los habíamos puesto nosotros en su mayor parte y todavía no
habíamos lesionado ningún interés, que es la única acusación de más de una
campaña, más de una insinuación y más de una actitud en estos instantes.
Se
realiza este acto sobre todo después que se ha aprobado la reforma agraria, que
es la ley fundamental de nuestra Revolución, y, al realizar este acto, la
presencia de este grupo numeroso de periodistas quiere decir que respaldan las
leyes revolucionarias del Gobierno Revolucionario (APLAUSOS).
Para
nosotros no constituyen ninguna sorpresa las manifestaciones que estamos
viendo, cada vez más perfiladas, respecto a las medidas del Gobierno
Revolucionario. En más de una ocasión
hemos dicho que sabíamos que esta iba a ser una tarea para nosotros dura, que
sabíamos que muchos de esos que dicen “Gracias Fidel” no tardarían mucho en
quitar los letreritos de “Gracias Fidel”; que muchos de los que en los primeros
instantes batían palmas a favor del Gobierno Revolucionario, sobre todo con la
esperanza de que no fuese revolucionario, iban a dejar de batir palmas; que
lógicamente, cuando la Revolución, que para ser revolución de verdad tiene
necesariamente que lesionar algunos intereses —no de los más legítimos
precisamente—, sobre todo, si son intereses de poderosos, en el país donde
siempre han mandado los poderosos, en el país donde siempre se han impuesto los
poderosos, en el país donde los gobernantes se han plegado de rodillas ante los
poderosos, que cuando la Revolución los lesionara, todos esos recursos de los
poderosos poco a poco se iban a movilizar contra el Gobierno Revolucionario.
Dije
también en una ocasión algo que es una afirmación que puede repetirse con la
seguridad de que no dejará de cumplirse y es que no está muy lejano el día en
que veamos militar en las mismas filas a los criminales de guerra y a los que
se oponen a las leyes revolucionarias en razón de sus intereses.
Los
cordones umbilicales se van gestando por distintos medios: la coincidencia de ciertos hechos, los
disfraces con que cada uno empieza ya a simular sus actitudes. Unos allá hablando de una rosa blanca (RISAS)
para encubrir su máscara sangrienta, y otros por acá hablando de otras cosas
para encubrir también sus intereses, y no tardarán en asociarse, como en
realidad corresponde, porque entendemos que los criminales de guerra han sido
traicionados por los intereses que defendían; han sido traicionados, porque los
criminales de guerra no se hicieron solos, los criminales de guerra fueron una
consecuencia del sistema político que imperó en la república desde los primeros
años.
Los
criminales de guerra fueron creados por los intereses creados; los crearon para
defender esos intereses, y esos intereses fueron los que corrompieron aquí las
instituciones, los que convirtieron a cada soldado, a cada cabo, a cada
sargento, a cada capitán, a cada coronel y a cada general en un mercenario al
servicio de esos intereses. Fueron los
latifundistas, entre todos los intereses creados, los que convirtieron a los
soldados de la república en verdugos de los campesinos, y los desalojaban de
sus tierras, les quemaban sus casas y hasta los asesinaban para servir los
intereses de los geófagos (APLAUSOS).
Fueron
ellos los que gestaron este espécimen bajo, inhumano y cruel que después fuera
asombro de todos nosotros y asombro del mundo, porque no hay que olvidarse de
aquellas primeras impresiones ante los hechos vandálicos que se empezaron a
cometer después del 10 de marzo, cuando todavía vivíamos en la ilusión después
de aquella guerra que costó tantos millones de vidas y en la que tanto se
insistió sobre los derechos humanos. Veíamos
cómo aquí en nuestra patria, se perpetraban todo género de fechorías que no
tenían nada que envidiar a las peores que habíamos oído decir de los nazis, de
los japoneses y de todos aquellos cuerpos que se caracterizaron por su
crueldad, y nos asombrábamos porque todos entendíamos como cosa innata del
cubano la nobleza, la sensibilidad, y nos parecía absurdo que en nuestro medio,
o, mejor dicho, en nuestro pueblo, se gestasen elementos como aquellos que
fueron consecuencia del medio ambiente, producto de una larga etapa de
prostitución y de vicio, donde todas las inmoralidades se hicieron norma de
vida, donde casi llegó a ser una vergüenza ser honrado, donde los hombres
tenían que apenarse de ser dignos. En
aquel medio proliferó todo género de elementos que prevalecieron en nuestra
vida, en nuestra vida pública, muchos de los cuales, como el jugador, el traficante,
el banquero, el garrotero, etcétera, etcétera, han ido desapareciendo.
Realmente,
aquí nos habíamos encontrado lo siguiente: los criminales de guerra perseguidos,
encarcelados y castigados severamente, y, sin embargo, ¿qué ocurrió a los que
gestaron a los criminales de guerra? ¿Qué
ocurrió a los que aquí se beneficiaron durante largos años de aquel sistema? ¿Qué ocurrió a los creadores de los criminales
de guerra? Sencillamente nada, porque no
fuimos contra las personas, sobre todo, porque esos intereses se habían venido
sucediendo a lo largo de los años; fuimos contra los sistemas, fuimos contra el
latifundio, fuimos contra todos los vicios que habían conducido a nuestro país
a ese estado de rebajamiento moral que todos pudimos comprender cuando ya era
muy tarde quizás para evitar la tragedia que se cernió sobre nuestra patria
durante siete años que difícilmente puedan olvidarse, aunque hay muchos ya que
tratan de que los olvidemos: son los que
empiezan defendiendo a Martínez Sáenz, olvidando o tratando de que se olvide el
pueblo de que fue el gran culpable del derroche criminal que se hizo de las
reservas monetarias del país (APLAUSOS).
Los que defienden a Ernesto de la Fe, tratando de que se olviden de que
fue el Goebbels de la tiranía, que justificó todas
aquellas agresiones, que sirvió con tanto entusiasmo a aquella odiosa tiranía
que costó tantos millares de vidas, y que hoy, cuando todavía está fresca la
sangre de los caídos, no faltan los desvergonzados y los cínicos que empiezan
defendiendo a estos señores a los cinco meses, y terminarán justificando y
defendiendo a los Sosa Blanco, a los Sánchez Mosquera y a todos los criminales
que cometieron tantos asesinatos (APLAUSOS).
Es
a los desvergonzados a los que hay que parar en seco, porque lo que tratan es
de rebajar el espíritu revolucionario, de prostituir el espíritu
revolucionario, de que aquí se diga de nuevo, como dijo y como tal vez cree
aquel escritor mercenario que afirmó que Cuba era un país de poca memoria. Hay quienes, ajustándose a ese presunto
apotegma, pretenden que a los cinco meses apenas, el pueblo de Cuba empiece a
olvidarse de todo el pasado, empiece a ser tolerante y empiece a olvidarse de
todos los grandes culpables, de lo que sufrimos. Porque si hoy gozamos de libertad, no es para
que nos olvidemos de los años pasados; si hoy gozamos de libertad, es porque
tenemos muy presentes los años pasados, para que no nos vuelva a faltar la
libertad, para que no volvamos a caer en ese pasado ignominioso.
Los
que quieren olvidar el pasado son los que quieren que volvamos al pasado, los
que quieren que nos olvidemos del pasado son los peores enemigos de la
Revolución; elementos contrarrevolucionarios que van adaptando sus tácticas a
la situación y que, a medida que la Revolución avanza, evolucionan en sus
propagandas contrarrevolucionarias.
Callados
cobardemente en los primeros días por temor al enardecimiento del pueblo —que
nosotros hemos sido los primeros siempre en pedirle calma y serenidad, en
pedirle orden a ese pueblo; cuando hemos creído que se impulsa demasiado, o
cuando hemos creído que puede estar al borde de algún exceso, somos los que les
hablamos—, acobardados en aquellos días, no hablaban, y empiezan ya a hablar,
tratan de ganar una pulgada de terreno en su audacia y en su osadía. Y si nos preguntamos por qué tan pronto,
cuando nos preguntamos por qué apenas a los cinco meses ya se lanzan en sus
campañas desfachatadas contra las leyes revolucionarias, es porque hemos
marchado rápido, porque hemos sido firmes y porque hemos actuado sin vacilación. De no haber aprobado el Gobierno
Revolucionario una serie de medidas, sencillamente, no tendríamos hoy esas
campañas.
Ellos
se apresuran porque la Revolución ha marchado rápido y podemos decir que nunca
se hicieron tantas campañas contra un gobierno; y es curioso pensar que las
campañas que no se hicieron contra los gobernantes inmorales, contra los
gobernantes vendepatrias, contra los gobernantes sinvergüenzas, son las
campañas que ya hoy se comienzan a hacer y que amenazan con ser cada día más
audaces y más furibundas, contra el gobierno que no se ha robado un solo
centavo (APLAUSOS), contra el gobierno que no ha cometido un solo acto de
nepotismo, contra el gobierno que no ha incurrido en uno solo de los vicios de la
vieja política, que no ha claudicado, que no ha cometido un solo acto de
violencia contra ningún ciudadano de la república. Lo que no se hizo con otros gobernantes
cuando había razones más que sobradas para combatirlos y atacarlos, es lo que
se está haciendo contra el Gobierno Revolucionario, cuya única falta es la de
haber sido leal con el pueblo, no haber temblado ante los intereses poderosos,
aun sabiendo que eran poderosos y que podían contar con muchos recursos, no
haber vacilado en la firmeza de sus ideales y haber sido leales con el pueblo,
que es como puede resumirse la actitud del Gobierno Revolucionario; por ninguna
otra razón que por ser revolucionario, por ninguna otra razón que por hacer
todo lo contrario de lo que hicieron otros.
Si
los otros se acomodaban a los intereses creados, este no se ha acomodado. Si los intereses creados vieron con
indiferencia todos los horrores y traiciones que se cometieron en nuestra
patria, no son en cambio indiferentes con el gobierno que de verdad se ha
propuesto servir los intereses de la nación; que en vez de regalar las tierras,
concederlas y perderlas, las recupera para los hijos de este país; que lejos de
malversar los fondos de la república, los ahorra e invierte en beneficio del
pueblo; contra el gobierno que lejos de apañar las inmoralidades de otros
tiempos las combate.
Esos
mismos que hoy les hablan del derecho de propiedad y que combaten la ley
agraria, porque dicen que lesiona el derecho de propiedad —a pesar de que el
Gobierno Revolucionario ha declarado que se ha propuesto indemnizar con los
recursos que tiene hoy al alcance de sus manos, que son los valores del Estado,
pero de un Estado que está regido por el principio de la más absoluta honradez
administrativa; a pesar de que aún conservan lo necesario para vivir
opíparamente, mucho más opíparamente que los infelices campesinos que no tienen
una sola pulgada de tierra—, esos mismos que hoy les hablan del derecho de
propiedad cuando la Revolución pone un límite al latifundio para ayudar a los
campesinos sin tierra, fueron los que no dijeron una sola palabra cuando eran
ellos los geófagos que les robaban al pueblo sus propiedades, al Estado sus
fincas, los que desalojaban a los infelices campesinos de sus tierras.
Entonces
no se acordaban de hablar del derecho de propiedad. El pueblo tiene también derechos de propiedad
y aquellas tierras que se robaron a la propiedad del pueblo, los dineros
robados a la república en todas las épocas, eran propiedad del pueblo; los
impuestos dejados de pagar con falsas declaraciones sobre el valor de las
tierras eran propiedad del pueblo. Mas cuando un gobierno se decide a utilizar el poder en
beneficio del pueblo, entonces todos los recursos son pocos y todas las
influencias internas y externas son pocas para movilizarse contra ese gobierno
revolucionario.
Para
nosotros este acto de hoy, en medio de la contienda de la reforma agraria —contienda
que ganaremos porque las batallas justas las ganan los idealistas (APLAUSOS),
las batallas justas son las que defienden los que ganan las batallas, sobre
todo cuando se trata de batallas que hay que librar en todas sus consecuencias,
y las ganan los que no defienden los intereses del estómago, sino los que
defienden los intereses del pensamiento (APLAUSOS); las batallas las ganan los
que actúan de acuerdo con los intereses del pueblo y los que cuentan además con
un pueblo lo suficientemente maduro, lo suficientemente despierto como para no
dejarse confundir, y lo suficientemente valiente como para no acobardarse ante
ningún obstáculo y ante ningún peligro—, es el acto de los que permanecen
firmes cuando los ratones empiezan a huir (APLAUSOS), porque experiencia de
sobra tenemos en cada una de las etapas de esta lucha, y a los ingenuos que
crean que harán desistir al Gobierno Revolucionario, a los ingenuos que crean
que el Gobierno Revolucionario podrá amilanarse, aun en medio de todas las
provocaciones, precisamente nosotros habremos de demostrarles toda la confianza
que tenemos en esta obra y toda la confianza que tenemos en el pueblo.
Los
que crean que podemos amilanarnos por las deserciones de aquellos con los que
nunca contamos, se olvidan de que empezamos esta lucha con un puñado muy
reducido, que hemos vivido desde la nada al todo y que ni nos impresiona el
todo ni nos asusta la nada, que ni nos engañamos con aquellos que en la hora
del triunfo se asustan ni nos desalentamos con los desertores que en los
momentos de tormenta abandonan precipitadamente el campo de batalla (APLAUSOS);
que, en fin de cuentas, el mejor galardón que podemos ostentar es la
procedencia de los ataques que recibe nuestro gobierno, el mayor orgullo que
podemos ostentar es saber que los que nos combaten son los intereses que
estuvieron con todos los gobiernos corrompidos, los intereses que se sirvieron
de todos los gobiernos corrompidos y sangrientos, y que cuando ellos nos atacan
el pueblo dice: “Vas bien Fidel”
(APLAUSOS ). Vas bien, porque basta
mirar quiénes atacan al Gobierno Revolucionario, basta mirar quiénes son los
que hoy llevan adelante las campañas de oposición, campañas que no se
caracterizan precisamente por un criterio, sino por los insultos y hasta por
las amenazas, cosa insólita, a un gobierno que tiene el respaldo de la mayoría
del pueblo, de todo el pueblo menos de los garroteros, de los jugadores, de los
confidentes, de los politiqueros, de los latifundistas, de los criminales de
guerra y de toda aquella lacra que se mantenía aquí imperando en nuestra
patria, de todos esos elementos que no son los elementos sanos, los elementos
desinteresados y los elementos generosos del país.
Las
campañas que ellos hacen contra nosotros, esas campañas, el pueblo, con ese
instinto, con esa percepción, con ese sentido que tiene para definir bajo qué
sombra se cobija cada cual... La mejor defensa, el mejor argumento a favor
de nosotros son, precisamente, los personeros de esas campañas, los financistas
de esas campañas; campañas que hacen los grandes hablando del chiquito, porque
no tienen el valor de defender lo indefendible.
No tienen el valor de hablar en nombre de los intereses que representan
y hablan del chiquito, del infeliz, del caso aislado que tenía una rentica de una tierra y que por culpa de la reforma agraria
la perdió; de la viuda, de la infeliz viuda que va a perder sus rentas como
consecuencia del principio de que la tierra debe pasar a manos del que la
trabaja, para que la cuide, para que la proteja.
Es
absurdo por completo que sobre los hombros de un infeliz campesino tenga que
caer la carga de otro u otras familias, porque si bien es cierto que resulta
penoso que una ley justa y de pretensiones de justicia a la hora de implantar
un principio perjudique, por excepción, a un número determinado de familias, lo
justo sería que los grandes latifundistas, que los grandes señores poderosos se
quitaran un poco de lo que tienen e hicieran un pool para ayudar a esas
familias, y no aspirar a que vivan sobre los hombros del infeliz campesino que
trabaja una caballería de tierra (APLAUSOS).
Lo
correcto sería eso y no financiar campañas para hablar del caso aislado del
infeliz que se perjudica y que la Revolución no echará al olvido, porque los
que no hablan del infeliz fueron los que nunca se olvidaron del infeliz
(APLAUSOS).
Mas
los infelices tienen sus defensores en los que hemos hecho esta Revolución, no
para continuar manteniendo privilegios irritantes de poderosos, sino para
defender a los infelices. Los infelices
no necesitan aquellos defensores, porque nos tienen a nosotros y porque dentro
de la ley y dentro del Instituto Nacional de la Reforma Agraria —al que quieren
calificar de dictador los que fueron ayer los dictadores que empezaron el
retraso económico, el hambre y la miseria de nuestro pueblo—, el instituto
tiene facultades para ayudar a todos los infelices, tiene facultades para
resolver el problema de todos aquellos casos aislados, de excepción, que
resultan perjudicados por la ley agraria.
Para eso están todos los recursos del Estado, para eso están los
recursos que antes se robaban sin que los defensores estos de los infelices
pronunciaran ni una sola palabra; para eso está lo que antes se iba en
contrabando, en juego, lo que antes iba a parar a los bancos extranjeros; para
eso están los productos de los impuestos que hoy no se los roba nadie, y, si no
alcanzara, los impuestos se encargarían de que alcanzaran los recursos lo
suficiente para que no fuera perjudicado el infeliz guajiro sino el poderoso y
para que se indemnizase a la infeliz familia que, por excepción, quedara sin
tierras.
Entonces
ya no tendrán argumentos que esgrimir, los manidos argumentos de que lesionamos
el derecho de propiedad, cuando, precisamente, lo que estamos haciendo es que
la propiedad sea un derecho del pueblo y no un privilegio de unos cuantos.
Aquí
el pueblo todo, que nació en esta isla donde cada uno de nosotros vinimos sin
que siquiera nos lo consultaran, a esta isla donde se nos dice que estamos
cobijados por una bandera, a esta tierra que se nos dice que es nuestra patria
y de la que nuestro Apóstol, el fundador de nuestra república, dijo que era
“con todos y para el bien de todos”, lo que estamos haciendo, señores
defensores de grandes intereses, lo que estamos haciendo es cumpliendo las
frases y cumpliendo la doctrina de nuestro Apóstol, que dijo que la patria era
de todos y para el bien de todos (APLAUSOS).
De todos y para el bien de todos, que quiere decir que todos tenemos
derecho a disfrutar las riquezas de nuestra patria; de una patria que antaño
lucharon por ella los esclavos y que hoy lucharon por ella los campesinos, los
campesinos a los que vamos a beneficiar con esas tierras, frente a los
argumentos de los que hoy dicen que la reforma agraria es la ruina.
Ayer
decían que la liberación de la esclavitud era la ruina, que si los esclavos
eran liberados del yugo, de la cadena, del látigo, y de las 15 y 17 horas de
trabajo el país se arruinaría, y hoy dicen que se arruina el país si el
campesino es liberado del latifundio.
Si
a un señor feudal de esos no le quedan más que 30 caballerías, nada menos que
30 caballerías de una tierra que debe ser de todos y para el bien de todos, que
se arruina el país porque a ellos les quedan 30 caballerías y, ¡pobrecito!, no pueden
vivir con 30 caballerías, ¡pobrecitos, no pueden vivir de los frutos de 30
caballerías de tierra! ¿Entonces cómo van a vivir los campesinos que no tienen
ni una pulgada de tierra? (APLAUSOS.)
Se
arruina el país y vamos a la ruina y vamos al desempleo, vamos a la
contracción, vamos al hambre, si hoy aquí al frente del Gobierno Revolucionario
y al frente del pueblo de Cuba no estuviésemos un grupo de hombres decididos a
librar y a ganar esta batalla. Hambre,
ruina y contracción, si detrás de la reforma agraria no estuviésemos dispuestos
a dictar cuantas medidas sean necesarias para que no haya ni hambre, ni ruina,
ni contracción (APLAUSOS). Y, sencillamente,
en vez de acoger estas cosas, que son realidades, con filosofía práctica, con
filosofía inteligente; si en vez de comprender esos cuatro gatos —porque los
latifundistas en total son cuatro gatos, pero cuatro gatos que poseen la
inmensa mayoría de la tierra del país—, si en vez de tomar esto como realidades
que ya no tienen remedio, como se resigna el padre que pierde un hijo, sobre
todo los que lo perdieron en la Revolución y cuya única satisfacción es que la
Revolución se haga y no que se traicione; si en vez de resignarse y comprender
que 30 caballerías bien cultivadas dan para ganar lo que no pueden gastar; si
en vez de comprender esas realidades, donde han salido bastante bien, porque en
definitiva si fuésemos a cobrarles los impuestos que le dejaron de pagar al
Estado, si fuésemos a exigirles responsabilidad en el hambre que ha pasado el
pueblo con esos sistemas coloniales y feudales de explotación de la isla, si
fuésemos a cobrar la deuda de lo que ha perdido nuestra capa vegetal, si fuésemos
a cobrarles lo que ha perdido nuestro campo con la despoblación forestal y la
erosión, si fuésemos a cobrarles todo el daño que le han hecho a la república,
nos deberían, por lo menos, 30 caballerías cada uno de ellos.
Les
hemos dejado 30 y dicen que hemos abolido el derecho de propiedad. El Estado le ha dado sus tierras al campesino
y dicen que el Estado se está apoderando de todas las tierras. Primero decían los enemigos de la reforma
agraria que arruinaba al país porque lo dividía en pedacitos, y ahora, porque
hemos dicho que la gran empresa no desaparece, sino que lo haremos en cooperativas,
dicen que el instituto es el dictador de las tierras, porque el instituto dice
que designará a los administradores de cooperativas para que funcionen y no
fracasen, para que no nos salgan con historias de lo que pasó aquí o de lo que
pasó allá, y eso no va a pasar aquí porque vamos a hacer las cosas bien hechas
para que no pase igual.
Entonces
salen con ese argumento de que el INRA es el dictador de la tierra. El latifundista no es dictador. Tener 15 000 caballerías de tierra y ser
el amo, el jefe y el señor feudal, con todos los derechos, eso no es ser
dictador. Mandar la Guardia Rural a que
queme las casas de los campesinos, eso no es ser dictador. Robarse la tierra, eso no es malo. Tratar de rectificar todo eso, tratar de
desarrollar, sobre bases científicas y técnicas, nuestra agricultura y nuestra
industria, eso es ser malo. Robar no es
malo, ser honrado es malo. Pegar al
campesino y oprimirlo es bueno; ayudar al campesino es malo.
Entonces,
como se consideran los sabios, los únicos inteligentes de este mundo —hasta
hoy, por supuesto, en que están empezando a actuar con la más mala inteligencia
que pueda concebirse—, dicen que merma la producción; pues aquí decimos que la
producción no va a mermar, sino que la producción se va a multiplicar, y cuando
vean lo que estamos haciendo y cuando empiecen a darse cuenta del incremento en
todas las tierras de que va disponiendo el Instituto Nacional de la Reforma Agraria,
cuando vean el rendimiento de producción —muy superior al que haya tenido nunca
y muy superior a los que hayan tenido en esas mismas tierras—, entonces, ¿qué
dirán? Entonces tendrán que sufrir tal
vez la amargura de ver que sus deseos no se satisfacen, porque el deseo de
todos esos intereses es que fracase la reforma agraria, y el propósito nuestro
es que la reforma agraria no fracase.
Y
como la reforma agraria es la gran batalla de la Revolución y, o triunfan los
enemigos de la Revolución o triunfamos nosotros, la reforma agraria va a
triunfar frente a todo el sabotaje, frente a todas las campañas, frente a todos
los enemigos, porque voy a decir aquí una cosa: la reforma agraria no se detendrá ni aunque
lluevan raíles de punta (APLAUSOS), y lo que le digo todos los días a todo el
que está trabajando en esto: “Usted no
se detenga por nada ni por nadie. No
abandone nunca este trabajo por ninguna razón, cualesquiera que sean las
provocaciones, cualesquiera que sean las agresiones, cualesquiera que sean las
batallas de cualquier naturaleza que tengamos que librar.”
La
consigna que tienen los hombres que están trabajando es no detenerse, porque
ahí está la batalla. Ganar esta batalla
es ganar la Revolución, y los enemigos tratarán por todos los medios de
evitarlo. Vean si no cómo han crecido
las provocaciones; véase si no cómo en Santo Domingo atacan a nuestros
funcionarios, invaden la embajada, combaten dentro del edificio, atacan durante
hora y media la sede diplomática de Cuba y milagrosamente pueden regresar vivos. Al día siguiente, en otra embajada cubana, en
Haití, el automóvil de nuestro funcionario diplomático es acribillado a balazos. Simultáneamente, en Nicaragua, el Presidente
del Instituto del Café, un oficial del Ejército Rebelde, tiene que sufrir un
intento de ser liquidado allí por un grupo de sicarios de la tiranía de Somoza. Véase cómo las campañas se incrementan. Véase cómo se aúnan los intereses y las
fuerzas contra la Revolución, y que en buena hora sea, porque la Revolución
necesita enemigos, porque la Revolución necesita el estímulo de tener enemigos
delante y mientras más mejor, porque esta Revolución se hizo siempre luchando
contra los más, esta Revolución se hizo luchando contra los más, pero no en
número, sino en poderes y en intereses.
Y
para nosotros, que realmente no concebimos esto sino como una lucha, una lucha
que no se acabó el 1ro de enero, sino que empezó el 1ro de enero, una lucha que
vale la pena librarla en una etapa de nuestra historia que vale la pena
vivirla, en buena hora sean todas las provocaciones y todos los ataques, porque
aquí sí cabe repetir la frase de un periodista que nos acompañó en el viaje: “Los revolucionarios verdaderos son como los
gallos finos, que cuando tienen enemigos pelean y pelean de verdad.” Y mientras
más fuerzas, de esas que inexorablemente tienen que oponerse a nuestra
Revolución, mientras más se conciten, más entusiasmo sienten nuestros hombres,
porque son hombres de lucha, y están muy conscientes de lo que están haciendo y
están muy conscientes de los sacrificios que tienen por delante.
En
lo que a nosotros respecta, es tan grande el entusiasmo que tenemos con la
reforma agraria, que nos sentimos más entusiasmados que cuando estábamos en la
Sierra Maestra. Tiene para nosotros más
importancia esta batalla que la batalla de la Sierra Maestra; tiene para
nosotros más mérito esta lucha que la de la Sierra Maestra. Y en donde estamos, no porque caímos aquí de
casualidad, sino que lo sabíamos de antemano, de antemano sabíamos de esto, que
no nos sorprende absolutamente para nada y estamos aquí voluntariamente y
sabíamos perfectamente bien cuáles iban a ser las consecuencias de esta lucha,
cuáles iban a ser las consecuencias de estas medidas revolucionarias, y que
esta Revolución no iba a ser cosa de juegos, porque el poder de los enemigos de
ella es grande, porque el poder de esos intereses es grande.
Sencillamente,
era lógico que tratasen de combatirla por todos los medios, porque es lo que ha
pasado siempre en todas las revoluciones de la historia, y aquí puede decirse
aquello de que cuando un pueblo entra en revolución no se sale de ella hasta
que no la concluye plenamente. Nuestro
pueblo ha entrado en revolución y ha entrado en revolución decididamente y
cuenta, si bien con muchos enemigos, también con muchos amigos, porque cuenta,
sobre todo, con el pueblo, y aunque sean menos ahora que el día 1ro —porque
esto se ha ido limpiando poco a poco (RISAS) y todavía quedan unos cuantos más
por afiliarse junto a nuestros enemigos—, aunque somos menos, estamos más
conscientes y más entusiastas. No somos
menos que ellos, somos menos que los que estaban el día 1ro con nosotros.
Claro,
al llegar la hora de enderezar esto, porque esto había que enderezarlo como
única solución a los problemas de los cubanos, entre los cuales están ustedes,
porque alguna explicación tiene que tener esto de que los obreros intelectuales
ganan menos que nadie, que los periodistas, por ejemplo, sean los más mal
pagados; el que el maestro y, en fin, todos los hombres que trabajan con el
pensamiento, con su inteligencia estén tan mal pagados en Cuba, tiene que tener
una explicación.
Aquí
pasa algo que tanta gente no tiene un medio en el bolsillo para ir al cine, ni
ropa que ponerse, ni casa donde vivir, ni un centavo donde caerse muerto, como
se dice corrientemente. Aquí pasa algo y
lo que pasa es que lo que hay no alcanza para todos nosotros, que tenemos
necesidades de todas clases y que aspiramos con justicia a vivir un poco mejor,
a vivir dignamente. Aquí pasa algo, que no
hay suficiente número de platos en las mesas ni suficiente número de cocinas
encendidas (APLAUSOS). Aquí pasa algo y
alguien tiene la culpa, porque no se concibe que las familias no tengan qué
comer y, en cambio, usted camina kilómetros y kilómetros que pudiendo producir
triple, producen una tercera parte, tierras abandonadas, tierras en reserva
para las grandes compañías que cultivan la décima parte mientras el pueblo
espera para ver si los fogones se encienden.
¿De
dónde van a salir esos medios de subsistencia y de vida? ¿Cómo vamos a poder comer, si no se produce? Si la tierra está abandonada, y tenemos
entendido que los alimentos no se producen sintéticamente, que aunque sea un
plátano hay que sembrarlo, que una libra de arroz, hay que sembrarla, que una
libra de carne hay que producirla y que todas estas cosas que, por ejemplo, hoy
hemos dispuesto en este banquete, de algún lugar salen; desde el pan hasta el
tabaco, el café, el pollo, la ensalada, de algún lugar salen.
De
esas cosas tenemos que alimentarnos todos los días; de algo debemos vestirnos y
calzarnos; de algo tiene que vivir el que escribe un libro, el que lo edita, el
que lo imprime; de algo tiene que vivir, y aquí pasa algo cuando ese algo no
está en nuestras mesas ni en nuestras casas, y alguien tiene la culpa, porque
aquí nadie le quiere robar nada a nadie, aquí lo que quiere todo el mundo es
vivir sin ser un delincuente (APLAUSOS); dedicar el tiempo al esfuerzo que le
sea necesario al sustento y a la familia.
Y, sin embargo, alguien tiene la culpa y algo pasa que la mitad de la
gente tiene mucho menos de lo que necesita, las tres cuartas partes del pueblo
tienen menos de lo que necesita y una considerable parte no tiene nada.
Cuando
se habla del rendimiento, se habla del per cápita; pero,
en la realidad de la vida, usted se pregunta: “¿El per
cápita mío cual es?, una parte considerable de guajiros, de cosecheros y no
quiero hablar de periodistas, que a ellos no les toca nada tampoco del per cápita y tienen que vivir del pariente, del amigo. Así que, algo pasa y alguien tiene la culpa,
y esto no se puede quedar así sencillamente, porque, ¿qué querían, que los que
han mantenido en este estado de retraso al país continuaran dirigiendo al país?
¿Que los métodos de producción que nos han conducido a este estado de miseria y
penuria continuaran trazando pautas al país? ¿Que nosotros nos resignáramos a lo que
estamos viendo en todas partes, sencillamente por no tocar los intangibilísimos
intereses de ciertos señores aquí? ¿Así
que esos derechos de ellos eran la obligación de nosotros de seguirnos muriendo
de hambre? ¿Y quién dice que esos
intereses son más sagrados que los intereses y los derechos del pueblo a la
vida?
Hemos
hablado de libertad de expresión del pensamiento, de reunión, ¿y la libertad de
vivir? ¿Y los que atentan contra la
libertad de vivir? ¿Y los que no quieren
que los niños se eduquen, que los niños se alimenten, que el hombre viva? ¿Que no les importa que una mujer que puede
vivir 70 años viva 30 ó 35; que los niños que pueden crecer siete pies se
queden en cinco y medio o en seis; que sigan los niños desdentados y
parasitarios, las mujeres enfermas y deficientes, los hombres incapaces de
trabajar?, porque no puedo concebir hombre más resignado y sacrificado que el
guajiro, que nunca toma leche ni come carne, trabaja 10 horas, trabaja descalzo
y sin alicientes morales como no sea llegar a su casa y ver el montón de hijos
hacinados en un bohío, sin alicientes culturales, sin alicientes espirituales
de ninguna índole, como no sea el trabajo rudimentario y sin remuneración
justa, cuando lo encuentra. Los que no
se preocupaban de esas cosas para hablar de la viudita y del pobrecito infeliz
que ha salido perjudicado por esa ley cruel, por esa ley criminal, por esa ley
dictatorial y despótica que es la ley agraria, ¿qué dicen del derecho a la
vida? Porque sin el derecho a la vida no
se puede hablar, no se puede escribir, ni se pueden reunir; el que se muere de
hambre no puede hablar.
Estos
descarados, hipócritas, cínicos —porque de algún modo hay que llamarlos alguna
vez—, esgrimen setenta mil razones para demostrar que lo otro es lo que nos ha
conducido a todos a esta incertidumbre; por ejemplo, la de ustedes, en la
situación en que están, la de nosotros queriendo resolver, queriendo ayudar, y
ante el dilema de tener más o menos órganos de expresión o tejer soga para
nuestros pescuezos sosteniendo órganos contrarrevolucionarios (APLAUSOS).
Qué
hacer frente a todas estas cosas, sino sacar en conclusión que aquí pasa algo y
que alguien tiene la culpa, y que es duro el esfuerzo que hacemos por ayudar,
el esfuerzo que queremos hacer por llevar adelante esta obra; y, sin embargo,
lo de atrás, los intereses creados, lo que hasta aquí ha existido, nos
obstaculiza tanto que, en el caso de los periodistas, en esas horas que le
quedan a uno para meditar, un poco en serio y un poco en broma, estamos
pensando que vamos a tener que darles una cooperativa agrícola (RISAS), para
ayudarlos de alguna manera que no ponga a uno en riesgo de que nos despellejen
por querer ayudarlos o en riesgo de que nos arrinconen y nos estrangulen por
ayudarlos. Dilema en realidad serio, que
no quiere decir que no tenga solución —porque
la encontraremos también (APLAUSOS), pero que no cabe duda que son problemas delicadísimos.
Bien
saben ustedes lo que nos esforzamos por estar cuanto antes y en todas partes,
que hoy pensamos hacer una carretera y al otro día está empezándose a hacer la
carretera, pensamos en los cultivos de una zona y al otro día salen los
tractores para cultivar, las playas por lo menos las tienen para bañarse. Todo el mundo sabe lo que nos esforzamos y
estas cosas quizás sean una explicación en el día de la libertad de expresión y
sirvan para explicar un poco la razón esta de que nosotros no hayamos podido
terminar de resolver el problema de los periodistas, que sabemos que están mal
y que forman parte de los afectados por la injusticia social, que forman una
legión en el número de los que pueden esperarlo todo de la Revolución, de los
que son llamados a ser redimidos también, igual que el campesino, igual que la
mayor parte de nuestro pueblo; porque aunque ustedes vistan la guayabera y no
anden con un sombrero de yarey, aquí al periodista, con sus 22 pesos semanales
de sueldo, bien puede comparársele económicamente con la situación del
campesino (APLAUSOS). Ustedes forman
parte de la legión de los interesados en que este no fracase, entre otras
razones, porque la suerte está echada, la de los periodistas está echada.
Si
viniera una contrarrevolución y triunfara —que no triunfará jamás (APLAUSOS)—,
aquí hay mucha gente que no tendría problema, porque le han echado con el rayo
al Gobierno Revolucionario, no tendrían problema —no tienen problemas con
nosotros y no tendrían problemas con una supuesta contrarrevolución si
triunfara, al contrario, batirían palmas, sacarían los cintillos y tendrían
asegurada una medalla, porque son los defensores de los intereses
contrarrevolucionarios—; en cambio, ustedes, los que han dado este acto, no
solo perderían la libertad de expresión, sino que perderían hasta el órgano con
que pueden expresar la libertad.
Y
lo bueno que tiene esto para nosotros es que siempre sigue siendo la lucha de
vida o muerte. Los
contrarrevolucionarios que se escapan, porque nosotros sí que no nos escapamos,
nosotros —y esto no hay ni que decirlo, para qué decirlo aquí— sí que
respetamos a los que nos combaten, esos, si escapan o se quedan, no tienen
problemas. Luego, la lucha de ellos no
es de vida o muerte. Hay que saber
distinguir: la de
nosotros será siempre de vida o muerte, porque siempre llegará primero la
muerte que la desilusión, que el abandono de nuestras trincheras
revolucionarias. Estamos tan plenamente
convencidos de la justicia de nuestra causa, de la necesidad de nuestra causa,
de la bondad de nuestra causa, tan convencidos, aunque nadie estuviera
convencido de eso —partiendo del
supuesto que no lo estuvieran— que nosotros sabríamos defender nuestras ideas
hasta el último aliento, porque si les quitan los ideales a los verdaderos
revolucionarios no tienen nada que perder, lo perdieron todo, porque renuncian
a todo desde que empiezan.
Nosotros
aquí a nada tenemos que renunciar, ni al poder, porque el poder para nosotros
es trabajo y sacrificio. Pero, además,
no tenemos que renunciar a la vida, porque podemos decir como aquel: Si morimos qué es
la vida, por perdida ya la dimos —hablando en plural—, cuando el yugo del
esclavo sacudimos.
Así
que todo nosotros lo tenemos renunciado de antemano y nuestras luchas son de vida
o muerte, lo mismo en la punta del edificio del INRA, que en el Pico Turquino. Nosotros somos de los idealistas que luchan
hasta el último aliento (APLAUSOS). Los
demás con huir resolvieron, no luchan hasta el último aliento, huyen cuando no
les queda mucho margen para escapar y previsoramente toman el avión y se van;
los otros, pues juguetean y disfrutan de estas libertades sin problema, luego,
no es para ellos esta lucha de vida o muerte; luego, no luchan, no son enemigos
temibles. Son temibles por las mentiras
que infunden, por los oprobios que propalan, porque esto es el colmo, en
algunas zonas les han dicho a los campesinos que van a trabajar para el Estado;
protestan de que les vayan a dar la tierra a los campesinos, mientras por otro
lado dicen que vamos a poner al campesino a trabajar para el Estado. Campesinos que estaban trabajando para ellos
y que ahora van a trabajar para sí mismos, y no van a tener que pagar el 25% de
lo que producen, ni les comprarán el producto a la mitad menos de lo que vale,
ni les harán todas aquellas trapacerías que les hacían y ahora les dicen que
van a trabajar para el Estado.
Son
peligros como el que me acaba de decir el compañero Quintana que inventan: por ejemplo, que esta reunión es algo
gravísimo porque es algo así como la socialización de la prensa, ¿será que
nosotros no entendemos esto, o es por el hecho que al Primer Ministro lo hayan
hecho venir desde Isla de Pinos, y viene gustoso a una invitación que le han
hecho los periodistas y casi no puede ni comer aquí, porque la fatiga le haya
quitado el apetito, o porque me comí un sandwich en
el camino? Porque puede valer la pena
aclararlo, no vayan a pensar que he perdido el apetito; pero no entendemos bien
estas cosas, porque después de esto, seguir trabajando es algo gravísimo,
porque aquí vemos una nota de un periódico (Lee un recorte de periódico). Se explica que si viniera a un almuerzo es
socializar la prensa, entonces la reforma agraria es la abolición de todo.
Lo
único bueno que tienen estos cuadros, lo único alentador que tienen es que
invitan a luchar, que se siente uno bien cuando sabe que la tarea no es fácil,
que se siente uno bien cuando sabe que este esfuerzo es un esfuerzo que vale la
pena hacerlo, que esta hora es una hora que vale la pena vivirla. Porque las tareas fáciles no invitan a los
hombres de espíritu entusiasta y elevado, las tareas fáciles son empresas de
gente mediocre; pero las tareas difíciles como estas, en que se vislumbran
todos los enemigos de la Revolución, en que se vislumbran los pasos de cada uno
de ellos, las agresiones y las provocaciones, las tareas difíciles, sobre todo
cuando son tan justas como estas, nos llenan de entusiasmo.
Es
bueno que tengamos empresas difíciles por delante, porque lo peor para los
revolucionarios, lo peor para un proceso revolucionario sería no tener
enemigos, bajar la guardia, desfallecer el espíritu en la acomodación y en las
cosas intrascendentes; y, como conocemos a los revolucionarios y sabemos que
son mejores cuando tienen que librar grandes batallas, entendemos que estas
amenazas, estas cosas tremebundas que se anuncian de sublevaciones, de
esfuerzos decididos, de alzamientos, de cosas terribles, de anatemas de los que
se paran y dicen que “habrá que fusilarlos” y que a cada rato se nos pone en
una posición trágica, pues esas cosas nos entusiasman, no porque nos creamos
que haya tanto heroísmo, sino porque revela que unos poderes muy poderosos se
concitan contra la Revolución y que le van a presentar batalla a la Revolución.
Claro
que cuando a una familia o a 50 familias les quemaban el bohío y las botaban
con todos sus hijos, de eso no se enteraba nadie, nadie se enteraba; lloraban
los niños, lloraban las madres y de eso no se enteraba nadie. El grito del infeliz no lo conocía nadie, la
protesta del infeliz no la escuchaba nadie.
El grito de protesta del poderoso tiene 100, tiene 1 000
altoparlantes para hacerse más fuerte, de modo que cuando gritan cuatro parece
que gritan 400 000; cuando protestan cuatro parece que el mundo se hunde
ante la tremenda injusticia que se está cometiendo contra ellos. Y cuentan con eso entre sus armas, y en los
momentos en que la Revolución es provocada desde afuera, cuando se confabulan
los criminales, los malversadores y los que estrangularon a nuestra patria, se
arrecian las campañas en favor de los personeros de la tiranía con los cuales
la Revolución fue harto generosa, tan generosa que solo se cuentan a estas
horas entre los vivos por lo generosa que ha sido nuestra Revolución.
Se
arrecian las campañas para confundir, para sembrar el miedo, y junto con las
campañas se arrecian las maniobras para reducir la producción y para contraer
la producción, y todos se van asociando de una manera o de otra, se van
confabulando de una manera o de otra para presentar batalla a la Revolución. Inventarán razones, inventarán pretextos,
hablarán de nobles causas para esgrimir banderas, para engañar a los demás, si
pueden, para autosugestionarse a sí mismos si es posible; se repetirán muchas
frases manidas, muchas palabras absurdas y se repetirán, para tratar de sembrar
la confusión, el temor, el desaliento y el descontento a fin de debilitar a la
Revolución, porque ya aquí cada cual sabe a qué atenerse, cada cual sabe lo que
está haciendo, y cada cual va tomando sus posiciones en las contiendas que se
avecinan y que necesariamente tendrán que gestarse, por cuanto la Revolución no
está dispuesta a retroceder un solo paso, no está dispuesta a retroceder una
sola pulgada.
Nosotros
resolvemos los problemas que no son de trascendencia, que si hay que cambiar un
artículo de una ley, por ejemplo, por el problema de las universidades
privadas, o un problema pequeñito, o grande, vamos, porque en eso nosotros
tenemos toda la flexibilidad necesaria. Pero
en el motivo esencial de la Revolución, en capítulos esenciales de la
Revolución, en leyes revolucionarias, no retrocedemos una sola coma (APLAUSOS),
y lo único que queda por delante no es retroceder sino avanzar.
Aquí
la palabra retroceso en materia revolucionaria no existe. Lo único que existe es avance, y mientras más
se empeñen en combatir a la Revolución, mientras más se empeñen en hacerla
retroceder, más riesgos correrán esos intereses de que la Revolución avance; lo
único que no teme la Revolución es avanzar, porque sabemos y consideramos como
buena estrategia ante una guerra armada como en esta guerra desarmada que la
táctica correcta es avanzar. Y,
sencillamente, que use cada cual las armas de que dispone, que pierdan cuidado,
que nosotros también usaremos de los medios de que disponemos y los medios de
que disponemos es respaldo del pueblo, facultades jurídicas surgidas del hecho
revolucionario en sí, y que, de acuerdo con la filosofía política, cuando se
trata de una verdadera revolución y no de un retroceso, cuando es un esfuerzo
por elevar el nivel material y moral de los pueblos, la revolución es el
proceso que genera instituciones nuevas, leyes nuevas y principios nuevos.
Según
esto, el Gobierno Revolucionario se propone una meta, una meta clara: el bien del pueblo,
la redención del pueblo, la solución de los problemas de nuestro pueblo, de las
viejas aspiraciones de nuestro pueblo bajo aquella consigna de “con todos y
para el bien de todos”. La Revolución
solo dejará intacto aquello que no impida los objetivos de la Revolución; pero
la Revolución no se detendrá lo más mínimo y barrerá por completo con todo
aquello que impida o estorbe los objetivos de la Revolución (APLAUSOS). Con eso lo decimos todo, sin amenazas, porque
preferimos que nos amenacen a nosotros; sin alardes, porque preferimos que los
que alardeen sean los enemigos de la Revolución; sin histerismo, porque
preferimos que los histéricos sean nuestros enemigos; sin agresiones, porque
preferimos que los agresores sean nuestros enemigos. Sencilla y naturalmente como se hacen las
cosas, con hechos más que con palabras, sin amenazas, porque nosotros no
amenazamos.
Sencillamente
nuestra filosofía es lo más contrario que hay a la amenaza. ¿Amenazar, para qué? Quien amenaza forma parte del supuesto de que
a quien se dirige, se le va a intimidar y, realmente, viene a ser, al fin y al
cabo, lo más inútil, porque a nosotros no nos van a intimidar. Nosotros no amenazamos, sencillamente
realizamos nuestros objetivos sin amenazas de ninguna índole, porque esas son
actitudes de impotencia. Cuando se
cuenta con los medios de hacer las cosas se hacen; no se amenaza, porque no
presumimos que delante de nosotros siempre haya un cobarde, no hay que hacer
esa presunción de que alguien se atemorice.
Hay
algunas cositas: se
nos están pareciendo ya estos reaccionarios a los voceros de la tiranía en que
amenazan. La revolución nunca amenaza y
la reacción está amenazando. Eso es lo
que hacía la tiranía, y ciertas frasecitas en la reunión, por ejemplo, de los
ganaderos, ciertos gritos, eran copia textual de frasecitas de los Otto Meruelo
y de los Díaz Balart y comparsa —lo que gritan en esos momentos en que no es
fácil disimular mucho—, y ya empezamos a reparar en la idiosincrasia de cierta
gente que en todo se están pareciendo, como una gota de agua a otra gota de
agua, a los elementos que andan prófugos de la justicia, y lo peor es que
quieren abolir una palabra.
Es
curioso que se quiera abolir aquí una palabra, que se esté haciendo una campaña
no solo contra la Revolución, sino contra una palabra. Se quiere abolir la palabra
contrarrevolucionario, se quiere abolir la palabra reaccionario. Hay quienes quisieran que ni siquiera
existiera en el diccionario, para que entonces nosotros —y eso va contra la
libertad de expresión— no pudiéramos contar ni con una palabra para calificar
ciertas actitudes, y, en consecuencia, se están haciendo campañas contra
palabras, método, por supuesto, que va contra la libertad de expresión, lo cual
vale la pena recalcar un día como hoy, porque en materia de trabas a la
libertad de expresión, hay ciertos monopolios de órganos que son “supercontralibertarios” de expresión, si se quiere buscar
una palabra; porque cuando estos monopolios, por ejemplo, van en contra de la
libertad, en la economía van contra la libre competencia y en materia de
libertad de expresión van contra la libertad de expresión, porque cuando se
cuenta con el medio de divulgar las ideas, mal que bien, somos algo así como
impotentes de hablar y bueno es que cuando se hable de libertad de expresión lo
digamos todo.
Aquí,
por ejemplo, el niño analfabeto no disfruta de libertad de expresión; el hombre
que no sabe leer ni escribir, no disfruta de la libertad de hablar ni de
escribir. Aquí el hombre, sometido económicamente,
no tiene libertad de hablar ni de escribir, y la libertad de hablar y de
escribir no debe ser un privilegio, sino un derecho y debemos estar también
alertas contra todo lo que signifique cortapisas a la libertad de expresión del
pensamiento, porque estamos en un caso curiosísimo: en el peligro de que los grandes intereses
contrarrevolucionarios monopolicen los mayores recursos de propaganda, aunque,
desde luego, esto más bien para aclarar conceptos, porque —como hemos dicho en
otras ocasiones— no nos importa que los intereses creados cuenten con muchos
recursos de propaganda y tengan unos cuantos defensores, porque el pueblo
cuenta con muchos defensores también que pueden hoy hablar y escribir.
Pero
debemos estar atentos de hablar y escribir, no subestimar a los enemigos de la
Revolución; hablar y escribir para evitar que confundan, que tergiversen, que
desorienten; hablar y escribir contra el espíritu contemporizador, contra los
argumentos de los que quieren echar mantos de olvido, contra los que quieren
hoy pintar como infelices víctimas a los verdugos recientes, cuyas víctimas
están todavía frescas. Ustedes tienen
que librar la batalla junto con nosotros, tienen que aclarar conciencias, sin
que se dejen llevar por ese complejo que es otra cosa que se quiere establecer
aquí, un complejo; y observen bien: se quiere abolir palabras, sembrar
complejos, el complejo de que el que defiende al Gobierno Revolucionario es un
adulón, un sinvergüenza y un servidor rastrero del poder.
Es
bueno que estén alertas, porque quieren sembrar complejos también, cuando la
verdad es que los defensores de la Revolución son espontáneos, porque esta
Revolución lo único que les da es trabajo y sacrificio a sus amigos, tareas
duras y difíciles a sus amigos. Esta
Revolución no da prebendas ni gajes ni ventajas, y si en otros tiempos
permanecer silenciosos ante todo género de horrores no era cosa que se pudiera
calificar de ser inmoral cuando razones determinadas eran la causa de ello,
nadie se debe dejar impresionar por esas palabritas de los que quieren pintar
como una heroicidad el combatir el Gobierno Revolucionario y como adulonería el
defenderlo.
Realmente
la postura cómoda es la de los que nos están atacando, porque se están
cubriendo las espaldas, y la heroica es la de los que están defendiendo un gobierno
verdaderamente revolucionario y recto, que está dispuesto a luchar hasta el
último aliento y sin retirada posible. Esa
es la postura heroica, aquella es la postura cómoda. No es lo mismo defender a un dictador que
defender a una revolución; no es lo mismo combatir un gobierno inmoral que
presentarse de puritanos combatiendo un gobierno moral, honesto y
revolucionario, que por revolucionario tiene enemigos, que por revolucionario
tiene tantos adversarios ya; porque en el renglón, son 14 ya los adversarios
que tenemos, y faltan unos cuantos más. Así
que debemos levantar nuestras banderas de moral, nuestra fe, nuestros limpios
pendones, porque si hay una causa que merece lucharse es esta, si hay un
proceso que merece vivirse es este, si hay una idea que merece defenderse es
esta.
A
quienes no conformes con todo el lodo que tienen encima no les importa todavía
sepultarse más, al menos no intenten hacer creer a nadie que defender la
Revolución deshonra, porque esta Revolución ni se ha prostituido, ni se
prostituirá (APLAUSOS). Que no tengan
esperanza de que vayamos a aflojar en nuestros principios morales, que son cada
vez más firmes, porque aquí hasta a un jefe de policía se le puso una multa por
correr, y aquí la luz roja no la viola nadie, o por lo menos el que ostenta el
cargo de primer ministro no la viola.
Los
privilegios sí los violamos, los destruimos todos; respetuosos somos de todo lo
que significa interés para el pueblo, y si un interés para el pueblo significa
respetar alguna medida del tránsito, porque es la seguridad del ciudadano, lo
respetamos. Eso indica nuestra
mentalidad jurídica, pero de respeto a las leyes que benefician al pueblo, a
las medidas que al pueblo interesan, pero no nos detenemos jamás ante intereses
creados, ante medidas que no benefician al pueblo. Como les decía, este gobierno, lejos de ceder
en su firmeza moral, irá exigiendo cada vez más moral, irá exigiendo cada vez
más rectitud y en la misma medida que lo realizamos con los funcionarios y
departamentos, iremos exigiendo cada vez más rectitud. Que no se esperancen creyendo que nosotros
vamos a corrompernos ni a ablandar, porque estamos aquí igualitos que en la
Sierra Maestra, estamos aquí igualitos que si estuviéramos en el monte. El poder para nosotros no es más que
sacrificio. Desde que llegamos aquí,
renunciamos a todos los lujos, comodidades y vanidades, y a todas las cosas que
pueden distraer al hombre de sus objetivos.
Y si la esperanza es que nos ablandemos, es al revés, cada día van a
tener menos pretextos y tendrán que alinearse más a las causas antipáticas,
cada día tendrán que alinearse más a las causas inmorales y odiosas, porque en
materia moral, tenemos tomados los firmes de las lomas y de ahí no nos bajamos;
tenemos tomadas todas las alturas y posiciones estratégicas, y nuestros
enemigos tendrán que tomar los huecos. En
esta lucha entre los propósitos de la Revolución y los intereses enemigos de la
Revolución, tenemos posiciones morales y nuestra estrategia aquí será como en
la guerra: la
posición moral, la posición correcta es cada día más exigente y cada día más
firme.
Todos
ustedes saben en qué han fracasado los gobernantes. Hay cosas que parecen absurdas y, sin
embargo, ocurren. ¿Cómo es posible que
ocurran? Esta vez podrá ocurrir lo
imprevisible, lo que no se pudiera prever o evitar, accidentalmente pudiera
ocurrir; pero conscientemente esas posturas y esos actos que han desacreditado
a los gobiernos, no ocurrirán jamás en el Gobierno Revolucionario. Tenemos mucho cuidado en mantener nuestra
posición histórica y en mantener nuestra posición moral en esta lucha sin
descender un paso en nuestras trincheras morales, desde donde esperamos luchar
y combatir contra los intereses que se quieren oponer a esta Revolución.
Hacía
muchos días que no comparecía en ningún acto público, el deseo de trabajar y de
crear y de ganar tiempo es más poderoso que la necesidad de hablar y de aclarar
muchas cosas; pero no nos queda más remedio que empezar a ripostarles
antes de que se crean que han descubierto el Mediterráneo los enemigos de la
Revolución; salirles al paso con razones porque, de razón a razón, vamos a ver
quién la tiene toda y quiénes no la tienen nada. En la polémica pública contra los intereses
creados, vamos a ver quién sale victorioso en el esfuerzo creador, mientras los
otros tratan de obstruccionar, contraer y rebajar;
vamos a ver quién sale victorioso en esta batalla histórica entre el pueblo de
Cuba y los enemigos del pueblo de Cuba, vamos a ver quién sale victorioso.
Si
algún ejemplo hiciera falta para ilustrar las razones por las cuales tenemos fe
en el pueblo, baste considerar el ejemplo de hoy en Isla de Pinos, una islita
que fue refugio de piratas en siglos pasados, presa de piratas en siglos
pasados, que nos la han querido quitar siempre y que la encontramos el 1ro de
Enero presa de los últimos piratas, estos que se habían apoderado de nuestro
país y que la quisieron separar económicamente de Cuba con una zona franca que
nos situaba en el dilema de que, si invertíamos allí el dinero, se iba para
afuera; si íbamos a gastar para ayudar a aquellos compatriotas, el dinero se
nos iba para afuera.
En
ocasiones se había tratado de justificar el engaño de la zona franca. Cuando le preguntamos al pueblo qué quería,
si dejar la zona franca o suprimir la zona franca, unánimemente todos los
vecinos de Isla de Pinos levantaron la mano diciendo que suprimiéramos la zona
franca. Y cuando esa integración se
produce en nuestro pueblo, cuando esa conciencia moral y patriótica se produce
en nuestro pueblo, vamos a ver después de tantos fracasos, después de tantas
traiciones, después de tantas frustraciones, después que tantas veces han
impedido a nuestro pueblo alcanzar sus grandes objetivos históricos; vamos a
ver si después de un siglo de lucha, primero por salvar la nacionalidad frente
a aquellas corrientes anexionistas, después por independizar al país, después
para liberarlo, para hacernos libres económicamente, para ser libres de una
vez; vamos a ver si después de un siglo, en esta batalla entre los principios
históricos de nuestro pueblo y los que se han opuesto al destino de nuestro
pueblo, vamos a ver, pues, quién gana esta batalla.
(OVACION)