DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO
RUZ, A SU LLEGADA A LA HABANA, EN CIUDAD LIBERTAD, EL 8 DE ENERO DE 1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA
DE LAS OFICINAS DEL PRIMER MINISTRO)
Compatriotas:
Yo sé que al hablar esta noche aquí se me presenta una de las
obligaciones más difíciles, quizás, en este largo proceso de lucha que se
inició en Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956.
El pueblo escucha, escuchan los combatientes revolucionarios, y escuchan
los soldados del Ejército, cuyo destino está en nuestras manos.
Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido
derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante
todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil.
Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario. Engañar al pueblo, despertarle engañosas
ilusiones, siempre traería las peores consecuencias, y estimo que al pueblo hay
que alertarlo contra el exceso de optimismo.
¿Cómo ganó la guerra el Ejército Rebelde? Diciendo la verdad. ¿Cómo perdió la guerra la tiranía? Engañando a los soldados.
Cuando nosotros teníamos un revés, lo declarábamos por “Radio Rebelde”,
censurábamos los errores de cualquier oficial que lo hubiese cometido, y
advertíamos a todos los compañeros para que no le fuese a ocurrir lo mismo a
cualquier otra tropa. No sucedía así con
las compañías del Ejército. Distintas
tropas caían en los mismos errores, porque a los oficiales y a los soldados
jamás se les decía la verdad.
Y por eso yo quiero empezar —o, mejor dicho, seguir— con el mismo
sistema: el de
decirle siempre al pueblo la verdad.
Se ha andado un trecho, quizás un paso de avance considerable. Aquí estamos en la capital, aquí estamos en
Columbia, parecen victoriosas las fuerzas revolucionarias; el gobierno está
constituido, reconocido por numerosos países del mundo, al parecer se ha
conquistado la paz; y, sin embargo, no debemos estar optimistas. Mientras el pueblo reía hoy, mientras el
pueblo se alegraba, nosotros nos preocupábamos; y mientras más extraordinaria
era la multitud que acudía a recibirnos, y mientras más extraordinario era el
júbilo del pueblo, más grande era nuestra preocupación, porque más grande era
también nuestra responsabilidad ante la historia y ante el pueblo de Cuba.
La Revolución tiene ya enfrente un ejército de zafarrancho de combate. ¿Quiénes pueden ser hoy o en lo adelante los
enemigos de la Revolución? ¿Quiénes
pueden ser ante este pueblo victorioso, en lo adelante, los enemigos de la
Revolución? Los peores enemigos que en
lo adelante pueda tener la Revolución Cubana somos los propios revolucionarios.
Es lo que siempre les decía yo a los combatientes rebeldes: cuando no tengamos
delante al enemigo, cuando la guerra haya concluido, los únicos enemigos de la
Revolución podemos ser nosotros mismos, y por eso decía siempre, y digo, que
con el soldado rebelde seremos más rigurosos que con nadie, que con el soldado
rebelde seremos más exigentes que con nadie, porque de ellos dependerá que la
Revolución triunfe o fracase.
Hay muchas clases de revolucionarios.
De revolución hemos estado oyendo hablar hace mucho tiempo; hasta el 10
de marzo se dijo que habían hecho una revolución, e invocaban la palabra
revolución, y todo era revolucionario; a los soldados los reunían aquí y
hablaban de “la Revolución del 10 de marzo”
(RISAS).
De revolucionarios hemos estado oyendo hablar mucho tiempo. Yo recuerdo mis primeras impresiones del
revolucionario, hasta que el estudio y alguna madurez me dieron nociones de lo
que era realmente una revolución y de lo que era realmente un revolucionario. Las primeras impresiones del revolucionario
las escuchábamos nosotros de niño, y oíamos decir: “Fulano fue revolucionario, estuvo en
tal combate, o en tal operación, o puso bombas”, “Mengano era
revolucionario...”, incluso se creó una casta de revolucionarios, y entonces
había revolucionarios que querían vivir de la revolución, querían vivir a
título de haber sido revolucionarios, de haber puesto una bomba o dos bombas; y
es posible que los que más hablaban eran los que menos habían hecho. Pero, es lo cierto que acudían a los
ministerios a buscar puestos, a vivir de parásitos, a cobrar el precio de lo
que habían hecho en aquel momento, por una revolución que desgraciadamente no
llegó a realizarse, porque estimo que la primera que parece que tiene mayores
posibilidades de realizarse es la Revolución actual, si nosotros no la echamos
a perder... (EXCLAMACIONES DE: “¡No!” Y APLAUSOS).
El revolucionario aquel de mis primeras impresiones de niño andaba con
una pistola 45 en la cintura, y quería vivir por sus respetos; había que
temerle: era
capaz de matar a cualquiera; llegaba a los despachos de los altos funcionarios
con aire de hombre al que había que oír; y en realidad se preguntaba uno:
¿Dónde está la revolución que esta gente hizo, estos revolucionarios? Porque no hubo revolución, y hubo muy pocos
revolucionarios.
Lo primero que tenemos que preguntarnos los que hemos hecho esta
Revolución es con qué intenciones la hicimos; si en alguno de nosotros se
ocultaba una ambición, un afán de mando, un propósito innoble; si en cada uno
de los combatientes de esta Revolución había un idealista o con el pretexto del
idealismo se perseguían otros fines; si hicimos esta Revolución pensando que
apenas la tiranía fuese derrocada íbamos a disfrutar de los gajes del poder; si
cada uno de nosotros se iba a montar en una “cola de pato”, si cada uno de
nosotros iba a vivir como un rey, si cada uno de nosotros iba a tener un
palacete, y en lo adelante para nosotros la vida sería un paseo, puesto que
para eso habíamos sido revolucionarios y habíamos derrocado la tiranía; si lo
que estábamos pensando era quitar a unos ministros para poner otros, si lo que
estábamos pensando simplemente era quitar unos hombres para poner otros
hombres; o si en cada uno de nosotros había verdadero desinterés, si en cada
uno de nosotros había verdadero espíritu de sacrificio, si en cada uno de
nosotros había el propósito de darlo todo a cambio de nada, y si de antemano
estábamos dispuestos a renunciar a todo lo que no fuese seguir cumpliendo
sacrificadamente con el deber de sinceros revolucionarios (APLAUSOS
PROLONGADOS). Esa pregunta hay que
hacérsela, porque de nuestro examen de conciencia puede depender mucho el
destino futuro de Cuba, de nosotros y del pueblo.
Cuando yo oigo hablar de columnas, cuando oigo hablar de frentes de
combate, cuando oigo hablar de tropas más o menos numerosas, yo siempre pienso: he aquí nuestra más
firme columna, nuestra mejor tropa, la única tropa que es capaz de ganar sola
la guerra: ¡Esa tropa es el pueblo! (APLAUSOS.)
Más que el pueblo no puede ningún general; más que el pueblo no puede
ningún ejército. Si a mí me preguntaran
qué tropa prefiero mandar, yo diría: prefiero mandar al pueblo (APLAUSOS),
porque el pueblo es invencible. Y el
pueblo fue quien ganó esta guerra, porque nosotros no teníamos tanques,
nosotros no teníamos aviones, nosotros no teníamos cañones, nosotros no
teníamos academias militares, nosotros no teníamos campos de reclutamiento y de
entrenamiento, nosotros no teníamos divisiones, ni regimientos, ni compañías,
ni pelotones, ni escuadras siquiera (APLAUSOS PROLONGADOS).
Luego, ¿quién ganó la guerra? El
pueblo, el pueblo ganó la guerra. Esta
guerra no la ganó nadie más que el pueblo —y lo digo por si alguien cree que la
ganó él, o por si alguna tropa cree que la ganó ella (APLAUSOS). Y por lo tanto, antes que nada está el
pueblo.
Pero hay algo más: la Revolución no me interesa a mí como
persona, ni a otro comandante como persona, ni al otro capitán, ni a la otra
columna, ni a la otra compañía; la Revolución al que le interesa es al pueblo
(APLAUSOS).
Quien gana o pierde con ella es el pueblo. Si el pueblo fue quien sufrió los horrores de
estos siete años, el pueblo es quien tiene que preguntarse si dentro de 10 o
dentro de 15, o de 20 años, él, y sus hijos, y sus nietos, van a seguir
sufriendo los horrores que ha estado sufriendo desde su inicio la República de
Cuba, coronada con dictaduras como las de Machado y las de Batista (APLAUSOS
PROLONGADOS).
Al pueblo le interesa mucho si nosotros vamos a hacer bien hecha esta
Revolución o si nosotros vamos a incurrir en los mismos errores en que incurrió
la revolución anterior, o la anterior, o la anterior, y en consecuencia vamos a
sufrir las consecuencias de nuestros errores, porque no hay error sin
consecuencias para el pueblo; no hay error político que no se pague, más tarde
o más temprano.
Circunstancias hay que no son las mismas. Por ejemplo, estimo que en esta ocasión
existe más oportunidad que nunca de que en realidad la Revolución cumpla su
destino cabalmente. Es quizás por eso
que sea tan grande el júbilo del pueblo, olvidándose un poco de lo mucho que
hay que bregar todavía.
Una de las ansias mayores de la nación, consecuencia de los horrores
padecidos, por la represión y por la guerra, era el ansia de paz, de paz con
libertad, de paz con justicia, y de paz con derechos. Nadie quería la paz a otro precio, porque
Batista hablaba de paz, hablaba de orden, y esa paz no la quería nadie, porque
hubiese sido la paz a costa del sometimiento.
Tiene hoy el pueblo la paz como la quería: una paz sin dictadura, una paz sin
crimen, una paz sin censura, una paz sin persecución (APLAUSOS PROLONGADOS).
Es posible que la alegría mayor en este instante sea la alegría de las
madres cubanas. Madres de soldados o
madres de revolucionarios, madres de cualquier ciudadano, hoy experimentan la
sensación de que sus hijos, al fin, están fuera de peligro (APLAUSOS).
El crimen más grande que pueda cometerse hoy en Cuba, repito, el crimen
más grande que pueda hoy cometerse en Cuba sería un crimen contra la paz. Lo que no perdonaría hoy nadie en Cuba sería
que alguien conspirase contra la paz (APLAUSOS).
Todo el que haga hoy algo contra la paz de Cuba, todo el que haga hoy
algo que ponga en peligro la tranquilidad y la felicidad de millones de madres
cubanas, es un criminal y es un traidor (APLAUSOS). Quien no esté dispuesto a renunciar a algo
por la paz, quien no esté dispuesto a renunciarlo todo por la paz en esta hora,
es un criminal y es un traidor (APLAUSOS).
Como pienso así, yo digo y yo juro ante mis compatriotas que si
cualquiera de mis compañeros, o nuestro movimiento, o yo, fuésemos el menor
obstáculo a la paz de Cuba, desde ahora mismo el pueblo puede disponer de todos
nosotros y decirnos lo que tenemos que hacer (APLAUSOS). Porque soy un hombre que sabe renunciar,
porque lo he demostrado más de una vez en mi vida, porque eso he enseñado a mis
compañeros, tengo moral y me siento con fuerza y autoridad suficientes para
hablar en un instante como este (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Viva Fidel Castro!”).
Y a los primeros que tengo que hablarles así es a los revolucionarios; y
si fuere preciso, o mejor dicho, porque es preciso decirlo a tiempo.
No está tan lejana aquella década que siguió a la caída de Machado;
quizás uno de los males más grandes de aquella lucha fue la proliferación de
los grupos revolucionarios, que no tardaron en entrarse a tiros los unos a los
otros (APLAUSOS). Y en consecuencia lo
que pasó fue que vino Batista y se quedó 11 años con el poder.
Cuando el Movimiento 26 de Julio se organizó, incluso cuando iniciamos
esta guerra, yo consideré que si bien eran muy grandes los sacrificios que
estábamos haciendo, que si bien la lucha iba a ser muy larga, y lo ha sido,
porque ha durado más de dos años, dos años que no fueron para nosotros un
paseo, dos años de duro batallar, desde que reiniciamos la campaña con un
puñado de hombres, hasta que hemos llegado a la capital de la República a pesar
de los sacrificios que teníamos por delante, nos tranquilizaba, sin embargo,
una idea: era evidente que el Movimiento
26 de Julio contaba con la inmensa mayoría del respaldo y de la simpatía
popular (APLAUSOS); era evidente que el Movimiento 26 de Julio contaba con el
respaldo casi unánime de la juventud cubana (APLAUSOS). Parecía que esta vez una organización grande
y fuerte iba a recoger las inquietudes de nuestro pueblo y las terribles
consecuencias de la proliferación de organizaciones revolucionarias no se iba a presentar en este proceso.
Creo que todos debimos estar desde el primer momento en una sola
organización revolucionaria: la nuestra o la de otro, el 26, el 27 o
el 50, en la que fuese, porque, si al fin y al cabo éramos los mismos los que
luchábamos en la Sierra Maestra que los que luchábamos en el Escambray, o en
Pinar del Río, y hombres jóvenes, y hombres con los mismos ideales, ¿por qué tenía
que haber media docena de organizaciones revolucionarias? (APLAUSOS.)
La nuestra, simplemente fue la primera; la nuestra, simplemente fue la
que libró la primera batalla en el Moncada, la que desembarcó en el “Granma” el
2 de diciembre (APLAUSOS), y la que luchó sola durante más de un año contra
toda la fuerza de la tiranía (APLAUSOS); la que cuando no tenía más que 12
hombres, mantuvo enhiesta la bandera de la rebeldía, la que enseñó al pueblo
que se podía pelear y se podía vencer, la que destruyó todas las falsas
hipótesis sobre revolución que habían en Cuba.
Porque aquí todo el mundo estaba conspirando con el cabo, con el
sargento, o metiendo armas en La Habana, que se las cogía la policía
(APLAUSOS), hasta que vinimos nosotros y demostramos que esa no era la lucha,
que la lucha tenía que ser otra, que había que inventar una nueva táctica y una
nueva estrategia, que fue la táctica y la estrategia que nosotros pusimos en
práctica y que condujo al más extraordinario triunfo que ha tenido en su
historia el pueblo de Cuba (APLAUSOS).
Y yo quiero que honradamente el pueblo me diga si esto es o no es verdad
(APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”)
Hay, además, otra cuestión de hecho: el Movimiento 26 de Julio era la
organización absolutamente mayoritaria, ¿es o no es verdad? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Y, ¿cómo terminó la lucha? Lo voy a decir: el Ejército Rebelde, que es el nombre de
nuestro ejército, del que se inició en la Sierra Maestra, al caerse la tiranía
tenía tomado todo Oriente, todo Camagüey, parte de Las Villas, todo Matanzas,
La Cabaña, Columbia, la Jefatura de la Policía y Pinar del Río (APLAUSOS).
Terminó la lucha de acuerdo con la correlación de fuerzas que había,
porque por algo las columnas nuestras atravesaron las llanuras de Camagüey,
perseguidas por miles de soldados y por la aviación, y llegaron a Las Villas; y
porque el Ejército Rebelde tenía al comandante Camilo Cienfuegos (APLAUSOS
PROLONGADOS), en Las Villas, y porque tenía al comandante Ernesto Guevara en
Las Villas (APLAUSOS PROLONGADOS) el día 1º de Enero, a raíz de la traición de
Cantillo (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”)... Porque los tenía allí, digo, el día Primero
le pude dar la orden al comandante Camilo Cienfuegos de que avanzara con 500
hombres sobre la capital y atacara Columbia (APLAUSOS); porque tenía al
comandante Ernesto Guevara en Las Villas, pude decirle que avanzara sobre la
capital y se apoderara de La Cabaña (APLAUSOS).
Todos los regimientos, todas las fortalezas militares de importancia,
quedaron en poder del Ejército Rebelde, y esas no nos las dio nadie, no es que nadie
dijera: “Vete
para allí, vete para allí, vete para allí”; fue nuestro esfuerzo y nuestro
sacrificio, nuestra experiencia y nuestra organización, lo que condujo a esos
resultados (APLAUSOS).
¿Quiere decir que los otros no hayan luchado? No. ¿Quiere
decir que los otros no tengan méritos? No. Porque todos hemos luchado, porque ha luchado
todo el pueblo. En La Habana no había
ninguna Sierra, pero hay cientos de muertos, de compañeros que cayeron
asesinados por cumplir con sus deberes revolucionarios. En La Habana no había ninguna Sierra y, sin
embargo, la huelga general fue un factor decisivo para que el triunfo de la
Revolución fuera completo (APLAUSOS).
Al decir esto, lo único que hago es poner las cosas en su sitio, el
papel del Movimiento 26 de Julio en esta lucha, cómo guió al pueblo, en
aquellos momentos en que aquí se hablaba de elecciones y de electoralismo. Tuve que escribir un artículo una vez desde
México, que se titulaba: “Frente a todos”, porque realmente
estábamos contra todas las opiniones, defendiendo nuestra tesis revolucionaria,
la estrategia de esta Revolución, que la trazó el 26 de Julio, y la culminación
de esta Revolución, que fue la derrota aplastante de la tiranía, en manos sus
fortalezas más importantes de las fuerzas del Ejército Rebelde, organizado por
el Movimiento 26 de Julio.
No solo trazó las pautas en la guerra el Movimiento 26 de Julio, sino
que además enseñó cómo había que tratar al enemigo en la guerra. Ha sido esta quizás en el mundo la primera
revolución donde jamás se asesinó a un prisionero de guerra (APLAUSOS
PROLONGADOS); donde jamás se abandonó a un herido, donde jamás se torturó a un
hombre (APLAUSOS); porque esta pauta fue la que trazó el Ejército Rebelde. Y
algo más: esta es la única revolución en el mundo donde no ha salido un general
(APLAUSOS), ni un coronel siquiera, porque el grado que me puse yo o me
pusieron mis compañeros, fue el de comandante, y no me lo he cambiado, a pesar
de que hemos ganado muchas batallas y hemos ganado una guerra; sigo siendo
comandante, y no quiero otro grado (APLAUSOS).
Y el efecto moral, el hecho de que los que iniciamos esta guerra
hubiésemos determinado una gradación determinada en la jerarquía militar, hizo
que nadie se atreviera a ponerse aquí más grados que los de comandante —aunque
haya más comandantes de la cuenta, a juzgar por lo que parece.
Creo que el pueblo esté de acuerdo en que hable claro, porque haber
luchado como he luchado por los derechos de cada ciudadano, me otorga aunque
sea el derecho a decir la verdad en voz alta (APLAUSOS). Y, además, porque estando de por medio los
intereses de la patria, no transijo absolutamente con la menor contemporización
con los riesgos que puedan sobrevenir a la Revolución Cubana (APLAUSOS).
¿Tienen todos la misma autoridad moral para
hablar? Yo digo que el que tenga más
méritos tiene más autoridad para hablar que el que tenga menos méritos. Creo que para que los hombres se igualen en
prerrogativas morales, tienen que igualarse primero en méritos. Creo que la Revolución ha terminado como
debía, cuando el comandante Camilo Cienfuegos —veterano de dos años y un mes de
lucha— (APLAUSOS), es el jefe de Columbia; cuando el comandante Efigenio
Ameijeiras, que ha perdido tres hermanos en esta guerra y es veterano del
“Granma” y comandante por las batallas que ha librado (APLAUSOS), es jefe de la
policía de la República, y cuando el comandante Ernesto Guevara —héroe
verdadero, expedicionario del “Granma” y veterano de dos años y un mes de lucha
en las montañas más altas y más ásperas de Cuba—, es el jefe de La Cabaña
(APLAUSOS); y cuando al frente de cada regimiento en las distintas provincias
hemos puesto a los hombres que más se han sacrificado y más han luchado en esta
Revolución. Y si eso es así, nadie tiene
derecho a ponerse bravo.
Antes que nada ríndase culto al mérito, porque el que no le rinde culto
al mérito no es más que un ambicioso (APLAUSOS); el que sin tener los méritos
de otros quiere en cambio tener las prerrogativas de otros.
Ahora la República, o la Revolución, entra en
una nueva fase. ¿Sería justo que la
ambición o los personalismos viniesen aquí a poner en peligro el destino de la
Revolución? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Qué es lo que le interesa al pueblo, porque
el pueblo es quien tiene que decir aquí la última palabra? (EXCLAMACIONES DE: “¡Libertad!”, “¡Libertad!”) Le interesa, en primer lugar, las libertades,
los derechos que le arrebataron, y la paz.
Y los tiene, porque en estos instantes tiene todas las libertades, todos
los derechos, que le arrebató la tiranía, y tiene la paz (APLAUSOS).
¿Qué le interesa al pueblo? Un
gobierno honrado. ¿No es un gobierno
honrado lo que le interesa al pueblo? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Ahí lo tiene: a un magistrado honorable de Presidente
de la República (APLAUSOS). ¿Qué le
interesa, que hombres jóvenes y limpios sean los ministros del Gobierno
Revolucionario? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Ahí los tienen: analicen uno por uno los ministros del
Gobierno Revolucionario, y díganme si hay ahí un ladrón, o un criminal, o un
sinvergüenza (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”).
Son muchos los hombres que pueden ser ministros en Cuba por su honradez
y su capacidad, pero todos no pueden ser ministros, porque los ministros pueden
ser 14, 15 ó 16. Y aquí no le importa al
pueblo que “Don Fulano” o “Don Mengano” sea, sino que el que sea, sea un hombre
joven y un hombre honrado (APLAUSOS). Y
aquí lo que importa es que los que han sido designados reúnan esas cualidades,
no que no esté Fulano o no esté Mengano, porque los menganos y los fulanos
importan un bledo en este momento a la Revolución y a la República (APLAUSOS).
¿Puede alguien, por no ser ministro, intentar ensangrentar este país? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Puede algún grupo, por el hecho de que no le
hayan dado tres o cuatro ministerios, ensangrentar este país, y perturbar la
paz? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) Si el equipo gobernante que en este momento
tiene el pueblo de Cuba no sirve, tiempo tendrá el pueblo de botarlo, pero no
de votarlo en las urnas, sino de botarlo en unas elecciones (APLAUSOS). Este no es el caso de que si no fuera idóneo
el equipo gobernante, fuera nadie aquí a hacer una revolución o un golpe de
Estado para quitarlo, cuando todo el mundo sabe que va a haber unas elecciones
y si no sirve, el pueblo se encargará de decir la última palabra libremente; no
hacer lo que hizo Batista, que a 80 días de unas elecciones, porque decía que
estaba combatiendo a tal gobierno, y hacía una serie de imputaciones contra ese
gobierno, decir que él lo tenía que quitar y que eso era lo patriota, porque
aquí se acabaron para siempre los golpes de Estado y los atentados contra la
Constitución y el Derecho (APLAUSOS).
Es necesario hablar así, para que no surja la demagogia y el
confusionismo y el divisionismo y que el primero que asome las orejas de la
ambición, el pueblo lo conozca (APLAUSOS).
Y por mi parte les digo que como al que quiero mandar es al pueblo,
porque es la mejor tropa y que prefiero al pueblo que a todas las columnas
armadas juntas, les digo que lo primero que haré siempre, cuando vea en peligro
la Revolución, es llamar al pueblo (APLAUSOS).
Porque hablándole al pueblo nos podemos ahorrar
sangre; porque aquí, antes de tirar un tiro, hay que llamar mil veces al pueblo
y hablarle al pueblo para que el pueblo, sin tiros, resuelva los problemas. Yo, que tengo fe en el pueblo, y lo he
demostrado, y sé lo que puede el pueblo, y creo que lo he demostrado, les digo
que si el pueblo quiere aquí no vuelve a sonar nunca más un tiro en este país
(APLAUSOS). Porque la opinión pública
tiene una fuerza extraordinaria y tiene una influencia extraordinaria, sobre
todo cuando no hay dictadura. En la
época de dictadura la opinión pública no es nada, pero en la época de la
libertad la opinión pública lo es todo, y los fusiles se tienen que doblegar y
arrodillar ante la opinión pública (APLAUSOS).
¿Voy bien, Camilo? (EXCLAMACIONES
DE: “¡Viva
Camilo!”)
Le hablo al pueblo en esta forma porque siempre me ha gustado prever, y
creo que hablándole previsoramente al pueblo la Revolución puede evitar los
únicos peligros que le quedan por delante; y yo les diré que no son tan
grandes, pero sí quisiera que para que la Revolución se consolidara, no hubiera
que derramar una sola gota más de sangre cubana (APLAUSOS).
Mi gran preocupación es que en el extranjero, donde esta Revolución es
la admiración del mundo entero, no tenga que decirse dentro de tres semanas, o
cuatro semanas, o un mes, o una semana, que aquí se volvió a derramar sangre
cubana para consolidar esta Revolución, porque entonces no sería ejemplo esta
Revolución (APLAUSOS).
No hubiera hablado yo así cuando nosotros éramos un grupo de 12 hombres,
porque cuando éramos un grupo de 12 hombres todo lo que teníamos por delante
era pelear, pelear y pelear, y había mérito en combatir en esas circunstancias;
pero hoy, que nosotros tenemos los aviones, los tanques, los cañones y la
inmensa mayoría de los hombres armados, la marina de guerra, numerosas
compañías del ejército y un poder enorme en el orden militar (EXCLAMACIONES DE:
“¡Y el pueblo!”, “¡Y el pueblo!”) Pueblo... voy a la idea que les quería decir: hoy que tenemos todo eso, me preocupa mucho
ver combatir, porque así no hay mérito en combatir; preferiría irme a la Sierra
Maestra otra vez, con 12 hombres, a pelear contra todos los tanques, a venir
con todos los tanques a tirarle un tiro a nadie aquí (APLAUSOS).
Y a quien le pido que nos ayude mucho, al que le pido de corazón que me
ayude, es al pueblo (APLAUSOS), a la opinión pública, para desarmar a los
ambiciosos, para condenar de antemano a los que desde ahora están empezando a
asomar las orejas (APLAUSOS).
Yo no voy a extenderme hoy en ataques de tipo personal o específico,
porque es muy reciente y demasiado pronto para entrar en polémicas públicas
—aunque cuando haya que entrar, no me importa, porque tengo la frente alta y
estoy dispuesto a discutir con la verdad cuando sea necesario—, porque hay una
alegría muy grande en el pueblo, y porque en la masa de los combatientes, no
voy a decir que en todos sus líderes, aunque sí en la mayor parte de los
líderes, porque en la mayor parte de los líderes —y ahí está Carlos Prío
Socarrás como ejemplo, que ha venido a Cuba en una actitud de ayudar a la
Revolución incondicionalmente, como dice, y no aspirar absolutamente a nada—
(APLAUSOS); no ha protestado del hecho, no ha protestado absolutamente nada, no
ha mostrado la menor queja, ni la menor inconformidad por el gabinete, sabe que
hay un gabinete de hombres honrados y de hombres jóvenes, que bien merece que
se le otorgue un voto de confianza para trabajar.
Y ahí están los dirigentes de otras organizaciones, en la misma
disposición. Y también hay una cosa: las masas de los combatientes, los hombres que
pelearon y que no se guían más que por ideales, los hombres que combatieron, de
todas las organizaciones, esos están en una postura muy patriótica y son de
sentimientos muy revolucionarios y muy nobles, pues pensarán siempre como
piensa el pueblo, porque yo estoy seguro de que el que trate de ponerse con la
locura de tratar de provocar una guerra civil, va a tener la condenación del
pueblo entero (APLAUSOS), y el abandono de los combatientes de fila, que no lo
seguirán. Y hay que estar verdaderamente
loco para retar, no solo a la fuerza en las condiciones en que la tenemos hoy,
sino a la razón, al derecho de la patria y al pueblo entero de Cuba (APLAUSOS).
Y todo esto lo digo, porque quiero hacerle una pregunta al pueblo;
quiero hacerle una pregunta al pueblo que me interesa mucho, y le interesa
mucho al pueblo, que la responda: ¿Para
qué estar almacenando armas clandestinamente en estos momentos? ¿Para qué estar escondiendo armas en distintos
lugares de la capital? ¿Para qué estar
contrabandeando armas en estos momentos? ¿Para qué? Y yo les digo que hay elementos de determinada
organización revolucionaria que están escondiendo armas (EXCLAMACIONES DE: “¡A buscarlas!),
que están almacenando armas, y que están contrabandeando armas. Todas las armas que agarró el Ejército
Rebelde están en los cuarteles, que de ahí no se ha tocado una sola, no se las
ha llevado nadie para su casa, ni las ha escondido; están en los cuarteles,
bajo llave; lo mismo en Pinar del Río, que en La Cabaña, que en Columbia, que
en Matanzas, que en Santa Clara, que en Camagüey y que en Oriente; no se han
cargado camiones con armas para esconderlos en ninguna parte, porque esas armas
deben estar en los cuarteles.
Les voy a hacer una pregunta, porque hablando claro y analizando los
problemas es como se resuelven, y yo estoy dispuesto a hacer lo que esté al
alcance de mi mano por resolverlos como se deben resolver: con la razón y la inteligencia, y con la
influencia de la opinión pública, que es la que manda, no con la fuerza; porque
si fuera a creer en la fuerza, que tenía que resolverse con la fuerza, no
habría que hablar con el pueblo, ni plantearle este problema, sino ir a buscar
las armas esas (APLAUSOS).
Y lo que hay que buscar aquí es que los combatientes revolucionarios,
los hombres idealistas, que pueden ser engañados con esa maniobra, abandonen a
los falsos lidercillos que están en esa postura y vengan a ponerse al lado del
pueblo, que es al que tienen que servir antes que nada.
Yo les voy a hacer una pregunta: ¿Armas para qué?, ¿para luchar contra
quién?, ¿contra el Gobierno Revolucionario, que tiene el apoyo de todo el
pueblo? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Es acaso lo mismo el magistrado Urrutia
gobernando la República que Batista gobernando la República? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Armas para qué?, ¿hay dictadura aquí? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Van a pelear contra un gobierno libre, que
respeta los derechos del pueblo? (EXCLAMACIONES
DE: “¡No!”), ¿ahora que no hay censura,
y que la prensa es enteramente libre, más libre de lo que ha sido nunca, y
tiene además la seguridad de que lo seguirá siendo para siempre, sin que vuelva
a haber censura aquí? (APLAUSOS), ¿hoy,
que todo el pueblo puede reunirse libremente?, ¿hoy, que no hay torturas, ni
presos políticos, ni asesinatos, ni terror?, ¿hoy que no hay más que alegría,
que todos los líderes traidores han sido destituidos en los sindicatos, y que
se va a convocar inmediatamente a elecciones en todos los sindicatos? (APLAUSOS.) Cuando todos los derechos del ciudadano han
sido restablecidos, cuando se va a convocar a unas elecciones en el más breve plazo
de tiempo posible, ¿armas, para qué?, ¿esconder armas, para qué? ¿Para chantajear al Presidente de la
República?, ¿para amenazar aquí con quebrantar la paz?, ¿para crear
organizaciones de gánsteres? ¿Es que
vamos a volver al gangsterismo?, ¿es que vamos a volver al tiroteo diario por
las calles de la capital? ¿Armas, para
qué?
Pues yo les digo a ustedes que hace dos días elementos de determinada
organización fueron a un cuartel, que era el cuartel San Antonio, cuartel que
estaba bajo la jurisdicción del comandante Camilo Cienfuegos y bajo la
jurisdicción mía, como Comandante en Jefe de todas las fuerzas, y las armas que
estaban recogidas allí se las llevaron, se llevaron 500 armas y 6
ametralladoras y 80 000 balas (EXCLAMACIONES DE: “¡A buscarlas!”).
Y honradamente les digo que no se pudo haber cometido provocación peor. Porque hacerles eso a hombres que han sabido pelear aquí por el país durante dos años, a
hombres que hoy están responsabilizados con la paz del país y quieren hacer las
cosas bien hechas, es una canallada y es una provocación injustificable.
Y lo que hemos hecho nosotros no es ir a buscar los fusiles esos;
porque, precisamente —lo que les decía antes— lo que querernos es hablar con el
pueblo, utilizar la influencia de la opinión pública, para que los lidercillos
que andan detrás de esas maniobras criminales, se queden sin tropa. Para que los combatientes idealistas —y los
hombres que han combatido en cada organización aquí son
verdaderos idealistas—, lo sepan, para que exijan responsabilidad por esos
hechos.
Y es por eso que nosotros no nos hemos dejado ni provocar, los hemos
dejado tan tranquilos por ese robo de armas, robo injustificado, porque aquí no
hay dictadura y nadie tema que nosotros nos vayamos a convertir en dictadores,
y les voy a decir por qué, se los voy a decir: se convierte en dictador el que no
tiene al pueblo y tiene que acudir a la fuerza, porque no tiene votos el día
que tenga que aspirar (APLAUSOS). No nos
podemos convertir en dictadores los hombres que hemos visto tanto cariño en el
pueblo, un cariño unánime, total y absoluto en el pueblo; aparte de nuestros
principios, porque jamás incurriremos en la grosería de ostentar por la fuerza
una posición, porque repugnamos eso, que por algo hemos sido los abanderados de
esta lucha contra la asquerosa y repugnante tiranía (APLAUSOS).
Nosotros jamás necesitaremos de la fuerza, porque tenemos el pueblo, y
además porque el día que el pueblo nos ponga mala cara, nada más nos ponga mala
cara, nos vamos (APLAUSOS). Porque
entendemos esto corno un deber, no corno un placer; entendernos esto como un
trabajo, que por algo ni dormimos, ni descansamos, ni comemos, recorriendo la
isla y trabajando honradamente por servir a nuestro país; que por algo no
tenemos nada, y por algo seremos siempre hombres que no tendremos nada
(APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Tienes
al pueblo!”). Y jamás nos verá el pueblo
con una inmoralidad, ni concediendo un privilegio a nadie, ni tolerando una
injusticia, ni robando, ni enriqueciéndonos, ni cosas por el estilo; porque el
poder lo concebimos como un sacrificio, y créanme que si no fuera así, después
de todas las muestras de cariño que yo he recibido del pueblo, de toda esa
manifestación apoteósica de hoy, si no fuera un deber el que uno tiene que cumplir,
lo mejor era irse, retirarse, o morirse; porque después de tanto cariño y de
tanta fe, ¡miedo da el no poder cumplir como uno tiene que cumplir con este
pueblo! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Y si no fuera por ese deber, si no fuera por ese deber —lo digo— lo que
yo haría sería despedirme del pueblo, y quedar siempre con el cariño que tengo
hoy, y que me llamen con las mismas frases de aliento con que me han llamado
hoy.
Sin embargo, yo sé que el poder es una tarea ardua, complicada, que las
misiones y las tareas de nosotros como este mismo problema que se nos presenta,
realmente es un problema difícil y está lleno de amarguras, y lo afronta uno
porque lo único que uno no le va a decir al pueblo en esta hora es: “Me voy.” (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva el padre de la patria!” SEGUIDO DE UNA OVACION CERRADA.)
Además, por otra razón no nos interesa la fuerza: porque el día que alguien se alzara aquí con
la fuerza, y yo me atrevería a llamar al peor enemigo y al que menos
simpatizara conmigo, si estuviera dispuesto a cumplir con el pueblo, y le
diría: “Mire, tome todas esas fuerzas,
todas esas tropas y todas esas armas”, y me quedaría tan tranquilo, porque sé
que el día que se alzara con la fuerza, me iba yo otra vez para la Sierra
Maestra e íbamos a ver cuánto duraba la dictadura esa ahí en el poder
(APLAUSOS).
Yo creo que son razones más que suficientes para que todo el mundo crea
que a nosotros no nos interesa controlar ningún poder
por la fuerza.
El Presidente de la República me ha encomendado la más espinosa de todas las tareas, la tarea de
reorganizar los institutos armados de la
República y me ha asignado el cargo de Comandante en Jefe de todas las fuerzas
de aire, mar y tierra de la nación (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Te lo mereces!”). No, no me lo merezco, porque eso es un
sacrificio para mí, y en definitiva para mí eso no es ni motivo de orgullo, ni
motivo de vanidad, y lo que es para mí es un sacrificio. Pero yo quiero que el pueblo me diga si cree
que debo asumir esa función (APLAUSOS PROLONGADOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”).
Creo que si hicimos un ejército con 12 hombres, y esos 12 hombres hoy
estén al frente de los mandos militares, creo que si enseñamos a nuestro
ejército que a un prisionero jamás se asesinaba, que a un herido jamás se
abandonaba, que a un preso jamás se golpeaba, somos los hombres que podemos
enseñar a todos los institutos armados de la República las mismas cosas que
enseñamos a ese ejército (APLAUSOS). Para
tener unos institutos armados donde ni uno solo de sus hombres vuelva jamás a
golpear a un prisionero, ni a torturarlo, ni a matarlo (APLAUSOS). Y porque, además, podemos servir de puente
entre los revolucionarios y los militares decentes, los que no han robado, ni
han asesinado, porque esos militares, los que no han robado y los que no han
asesinado, tendrán derecho a seguir perteneciendo a las fuerzas armadas
(APLAUSOS); como también les digo que el que haya asesinado, no lo salva nadie
del pelotón de fusilamiento (APLAUSOS PROLONGADOS).
Además, todos los combatientes revolucionarios que deseen pertenecer a
las fuerzas regulares de la República tienen derecho, pertenezcan a la
organización que pertenezcan, con sus grados...
Las puertas están abiertas para todos los combatientes revolucionarios
que quieran luchar y que quieran hacer una tarea en beneficio del país. Y si eso es así, si hay libertades, si hay un
gobierno de hombres jóvenes y honrados, si el país está contento, si tiene
confianza en ese gobierno y en los hombres que están mandando las fuerzas
armadas, si va a haber unas elecciones, si las puertas están abiertas para
todos, ¿por qué almacenar armas?
Yo quiero que me digan si el pueblo lo que quiere es que haya paz, o lo
que quiere es que en todas las esquinas haya un tipo armado con un fusil; yo
quiero que me digan si el pueblo está de acuerdo o considera que es correcto
que todo el que quiera aquí tenga un ejército particular, que no obedezca más
que a su jefecito (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”); si así puede haber orden y paz en la
República (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”).
(ALGUIEN EXCLAMA: “¡Depuración de las fuerzas armadas!”) Superdepuración, no depuración (APLAUSOS).
(EXCLAMACIONES DE: “¡Habla de Raúl!”) Raúl está en el Moncada, que es donde tiene
que estar ahora.
Y esos son los problemas que hoy he querido plantear ante el pueblo. Lo antes posible tienen que marcharse los
fusiles de las calles y desaparecer los fusiles de las calles (APLAUSOS). Porque ya no hay enemigo enfrente, porque ya
no hay que pelear contra nadie; y si algún día hay que pelear contra un enemigo
extraño o contra un movimiento que venga contra la Revolución, no pelearán
cuatro gatos, peleará el pueblo entero (APLAUSOS PROLONGADOS).
Donde las armas tienen que estar es en los cuarteles, que nadie tiene
derecho a tener ejércitos particulares aquí (APLAUSOS).
Esos elementos que andan con esas maniobras sospechosas, tal vez hayan
encontrado pretexto para hacer eso en el hecho de que yo haya sido designado, y
los compañeros míos, para un trabajo que es el que nos asignó el Presidente, y
han hablado de que si hay ejército político.
¿Ejército político, cuando como les dije a ustedes, tenemos a todo el
pueblo, que ese es de verdad nuestro ejército político?
Hoy yo quiero advertir al pueblo, y yo quiero advertir a las madres
cubanas, que yo haré siempre cuanto esté a nuestro alcance por resolver todos
los problemas sin derramar una gota de sangre (APLAUSOS). Yo quiero decirles a las madres cubanas que
jamás, por culpa nuestra, aquí volverá a dispararse un solo tiro; y yo quiero
pedirle al pueblo, como le quiero pedir a la prensa, como le quiero pedir a
todos los hombres sanos y responsables del país, que nos ayuden a resolver
estos problemas con el apoyo de la opinión pública, no con transacciones,
porque cuando la gente se arma y amenaza para que le den algo, eso es una
inmoralidad, y eso no lo aceptaré jamás (APLAUSOS). Porque después que determinados elementos se
han puesto a almacenar armas, digo aquí que no aceptaré la menor concesión, porque
eso sería rebajar la moral de la Revolución (APLAUSOS). Y que lo que hay que hacer es que el que no
pertenezca a las fuerzas regulares de la República —a donde tiene derecho a
pertenecer todo combatiente revolucionario—, que devuelva las armas a los
cuarteles, porque aquí las armas sobran cuando ya no hay tiranía y está
demostrado que las armas solo valen cuando se tiene la razón, y se tiene al
pueblo, y de lo contrario, no sirven más que para asesinar y para cometer
fechorías (APLAUSOS).
Quiero decirle además al pueblo que puede tener la seguridad de que las
leyes del país serán respetadas y que aquí no habrá gangsterismo, ni
pandillerismo, ni bandolerismo; sencillamente, porque no habrá tolerancia. Las armas de la República están hoy en manos
de los revolucionarios. Esas armas,
tengo la esperanza de que no habrá que usarlas jamás, pero el día que el pueblo
lo ordene para garantizar su paz, su tranquilidad y sus derechos, cuando el
pueblo lo pida, cuando el pueblo lo quiera, cuando ya sea una necesidad,
entonces esas armas cumplirán con lo que tienen que cumplir, y cumplirán con su
deber, sencillamente (APLAUSOS).
Nadie piense que vamos a caer en provocaciones, porque estamos demasiado
serenos para caer en provocaciones, porque tenemos unas responsabilidades muy
grandes para precipitarnos nunca en tomar medidas, ni en hacer alardes ni cosa
que se parezca, y porque estoy muy consciente de que aquí hay que agotar
siempre —y agotaré siempre— todos los medios persuasivos, y todos los medios
razonables, y todos los medios humanos para evitar que se derrame una sola gota
de sangre más en Cuba. Así que en
provocaciones, nadie tema que caiga; porque cuando la paciencia se nos haya
acabado a todos nosotros, buscaremos más paciencia, y cuando la paciencia se
nos vuelva a acabar, volveremos a buscar más paciencia; esa será nuestra norma
(APLAUSOS). Y esa tiene que ser la
consigna de los hombres que tienen las armas en la mano y de los que tienen el
poder en la mano: no
cansarse nunca de soportar, no cansarse nunca de resignarse a todas las
amarguras y a todas las provocaciones, excepto cuando ya se vayan a poner en
peligro los intereses más sagrados del pueblo.
Pero eso cuando de verdad se demuestre, eso cuando ya sea una demanda de
la nación entera, de la prensa, de las instituciones cívicas, de los trabajadores,
y de todo el pueblo; cuando lo pidan, y solo cuando lo pidan. Y lo que haré siempre, en cada una de esas
circunstancias, es venir y decirle al pueblo: “Miren, ha pasado esto.”
Esta vez he omitido nombres, porque no quiero envenenar la atmósfera, porque
no quiero aumentar la tensión; lo que simplemente quiero es prevenir al pueblo
de esos peligros, porque sería muy triste que esta Revolución que tanto
sacrificio ha costado —no que se vaya a frustrar, porque esta Revolución no se
frustra de ninguna manera, porque ya se sabe que con el pueblo y con todo lo
que hay a favor del pueblo, no hay el menor peligro—, pero sí sería muy triste
que después del ejemplo que se ha dado a América, aquí se vuelva a disparar un
tiro.
Es verdad que en casi todas las revoluciones, después de la lucha, viene
otra, y después viene otra —y observen la historia de todas las revoluciones,
en México y en todas partes. Sin
embargo, parecía que esta iba a ser una excepción, como ha sido una excepción
en todo lo demás; ha sido extraordinaria en todo lo demás, y quisiéramos que
también fuera extraordinaria en el hecho de que no se disparara más un tiro
aquí; y creo que se logrará, creo que la Revolución triunfará sin que se
dispare más un tiro, ¿saben por qué? Porque
es realmente admirable el grado de conciencia que se ha desarrollado en el
país, el civismo de este pueblo, la disciplina de este pueblo, el espíritu de
este pueblo; realmente, me siento orgulloso de todo el
pueblo, tengo una fe extraordinaria en el pueblo de Cuba (APLAUSOS). Vale la pena sacrificarse por nuestro pueblo.
Hoy tuve el gusto de dar un ejemplo delante de toda la prensa: estaba la multitud
delante del Palacio Presidencial, y me decían que hacía falta 1 000 hombres
para salir de allí; entonces, me paré y le pedí al pueblo que hiciera dos
filas, que no hacía falta ningún hombre, que yo solo iba a ir allí, y en pocos
minutos el pueblo hizo sus dos filas, y pasamos por allí, sin problemas de
ninguna clase. Ese es el pueblo de Cuba,
y esa prueba se dio delante de todos los periodistas (APLAUSOS).
Desde ahora, ya se acabaron los agasajos y las ovaciones; desde ahora,
para nosotros: a
trabajar, mañana será un día igual que otro cualquiera, y todos los demás
igual, y nos acostumbraremos a la libertad.
Ahora estamos contentos porque hacía mucho tiempo que no éramos libres,
pero dentro de una semana nos preocuparán otras cosas: si tenemos dinero para pagar el alquiler, si
la luz eléctrica, si la comida, que
esos son los problemas que de verdad tiene que resolver el Gobierno
Revolucionario, el millón de problemas que tiene el pueblo de Cuba, y que para eso tiene un consejo de ministros
de hombres jóvenes que yo sé que están
poseídos de un entusiasmo, que tengo la seguridad de que van a cambiar a la República, tengo la
seguridad (APLAUSOS PROLONGADOS). Además
porque hay un Presidente que está seguro en el poder, que no lo amenaza ningún
peligro, porque los peligros de que yo hablaba, no eran los peligros de que el
régimen sufriera algún peligro de ser derrocado, son a mil leguas de distancia
de eso; yo hablaba del peligro de que se derramara una sola gota de sangre más. Pero el Presidente de la República está
consolidado, reconocido ya por todas las naciones —no todas, pero rápidamente
lo están reconociendo todas las naciones del mundo—, y cuenta con el respaldo
del pueblo y con el respaldo de nosotros, con el respaldo de las fuerzas
revolucionarias; y respaldo verdadero, y respaldo sin condiciones, respaldo sin
pedir ni reclamar nada, porque aquí hemos luchado por los fueros del poder
civil, y lo vamos a demostrar, que para nosotros los principios están por
encima de toda otra consideración y que no luchamos por ambiciones.
Creo que hemos demostrado suficientemente haber luchado sin ambiciones. Creo que ningún cubano albergue sobre ello la
menor duda.
Así que ahora todos tenemos que trabajar mucho. Yo, por mi parte, estoy dispuesto a hacer
todo lo más que se pueda en beneficio del país, como sé que están todos mis
compañeros, como sé que está el Presidente de la República y como sé que están
todos los ministros, que no van a descansar.
Y yo les aseguro que si hoy sale uno de Cuba y regresa dentro de dos
años, no va a conocer esta República.
Veo un extraordinario espíritu de colaboración en todo el pueblo, veo a
la prensa, a los periodistas, a todos los sectores del país, deseosos de
ayudar, y eso es lo que hace falta. Y es
que el pueblo de Cuba ha aprendido mucho, y en estos siete años ha aprendido
por setenta. Se dijo que el golpe de
Estado había sido un retraso de veinticinco años; si fue así —y aquello era de
verdad un retraso de veinticinco años—, ahora hemos dado un avance de
cincuenta. La República está desconocida: nada de
politiquería, nada de vicio, nada de juego, nada de robo. Hemos empezado hace unos días, y ya está casi
desconocida la República.
Ahora nos queda un trabajo grande por hacer. Todos los problemas relacionados con las
fuerzas armadas, son problemas que estarán relacionados con nuestras futuras
actividades, pero, además, siempre haremos todo lo que esté al alcance de
nuestras manos por todo el pueblo, porque yo no soy militar profesional, ni de
carrera, ni mucho menos; yo estaré aquí el tiempo mínimo, y cuando termine aquí
voy a hacer otras cosas porque, sinceramente, yo no voy a hacer falta aquí en
esto (EXCLAMACIONES). Me refiero a que
no voy a hacer falta dentro de las actividades de tipo militar, y que tengo
otras ilusiones, de otras clases. Y eso mismo, entre otras cosas: el día que quiera
tirar tiros, pelear, cimentar una inquietud, hay mucho campo aquí donde hacer
las cosas (APLAUSOS).
(EXCLAMACIONES DE: “¡Hay que fomentar fuentes de
trabajo!”) Si no resolvemos todos esos
problemas, esta no sería una revolución, compañeros, porque creo que el
problema fundamental de la República en estos momentos, y lo que dentro de poco
estará necesitando el pueblo, cuando pase la alegría del triunfo, es trabajo,
la manera de ganarse la vida decorosamente (APLAUSOS).
Pero no es eso solo, compañeros; hay mil cosas más de las cuales yo he
estado hablando todos estos días, que imagino que ustedes, el que más y el que
menos, habrá escuchado por la radio y por la prensa, y además, porque no vamos
a agotar todos los temas en una sola noche.
Vamos a quedarnos pensando en estos problemas de los que les he hablado
hoy, y vamos a concluir la larga jornada —que aunque yo no estoy cansado, sé
que ustedes tienen que regresar a las casas y están lejos. (EXCLAMACIONES DE: “¡No importa!”, “¡Sigue!”)
Yo tenía el compromiso de ir al programa “Ante la Prensa” esta noche a
las 10:30 o a la hora que fuera, y ya es la 1:30 (EXCLAMACIONES DE: “¡Mañana!”) Bueno, lo dejaré para mañana.
Ustedes tendrán oportunidad de escuchar por la prensa, por la radio y
por todos los medios posibles, a los ministros.
Todos los amigos míos de tanto tiempo, de dondequiera han venido: de la escuela, del
barrio. Casi estoy por decirles que
conozco ya a todos los cubanos...
Y decía que tendrán oportunidad de oír a los ministros, cada uno de los
cuales tiene sus planes y expondrán su programa; y cada uno de los hombres que
está en el consejo de ministros está grandemente compenetrado con todos los
demás elementos revolucionarios.
El Presidente de la República, con el derecho que le corresponde —porque se eligió sin condiciones—, ha
elegido una mayoría de ministros del Movimiento 26 de Julio. Tenía su derecho, y al pedir nuestra
colaboración, la ha tenido plenamente, y nos responsabilizamos con ese Gobierno
Revolucionario.
Lo que yo he dicho en otra parte: nadie vaya a creer que las cosas se van
a resolver de la noche a la mañana. La
guerra no se ganó en un día, ni en dos, ni en tres, y hubo que luchar duro; la
Revolución tampoco se ganará en un día, ni se hará todo lo que se va a hacer en
un día. Además, le he dicho al pueblo en
otros actos que no se vayan a creer que esos ministros son unos sabios —empiezo
por decirles que ninguno ha sido ministro antes, o casi ninguno. Así que nadie sabe ser ministro, eso es una
cosa nueva para ellos; lo que están es llenos de
buenas intenciones. Y yo digo en esto,
igual que digo de los comandantes rebeldes: miren, el comandante Camilo Cienfuegos
no sabía de guerra, ni de manejar un arma, absolutamente nada. El Che no sabía nada; cuando conocí al Che en
México se dedicaba a disecar conejos y hacer investigaciones médicas. Raúl tampoco sabía nada; Efigenio Ameijeiras
tampoco sabía nada; y al principio no sabían nada de guerra, y al final se les
podía decir, como les dije: “Comandante, avance sobre Columbia, y
tómela”; “Comandante, avance sobre La Cabaña, y tómela”; “Avance sobre Santiago, y tómelo”, y yo sabía que lo
tomaban... (APLAUSOS PROLONGADOS). ¿Por
qué? Porque habían aprendido.
Es posible que los ministros ahora no tengan grandes aciertos, pero
estoy seguro de que dentro de unos meses van a saber resolver todos los
problemas que les presente el pueblo, porque tienen lo más importante: el deseo de acertar
y de ayudar al pueblo; y, sobre todo, estoy seguro de que ni uno solo, jamás,
cometerá una de las faltas clásicas de los ministros. ¿Ustedes saben cuál es, no? (EXCLAMACIONES DE: “¡Robar!”, “¡Robar!”) ¡Ah!, ¿cómo lo saben?
Pues, sobre todo, eso: la moral, la honradez de esos
compañeros. No serán sabios, porque aquí
nadie es sabio, pero sí les aseguro que hay honrados de sobra, que es lo que se
está pidiendo. ¿No es lo que ha estado pidiendo el pueblo
siempre, un gobierno honrado? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Entonces, vamos a darles un voto de confianza,
vamos a dárselo, vamos a esperar (EXCLAMACIONES). Sí, son del “26” la mayoría, pero si no
sirven, después vendrán los del 27, o los del 28. Ya sabemos que hay mucha gente capacitada en
Cuba, pero todos no pueden ser ministros.
¿O es que acaso el “26 de Julio” no tiene derecho a hacer un ensayo de
gobernar la República? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”).
Así que eso es todo por hoy. Realmente,
nada más me falta algo... Si supieran,
que cuando me reúno con el pueblo se me quita el sueño, el hambre; todo se me
quita. ¿A ustedes también se les quita
el sueño, verdad? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!)
Lo importante, o lo que me hace falta por decirles, es que yo creo que
los actos del pueblo de La Habana hoy, las concentraciones multitudinarias de
hoy, esa muchedumbre de kilómetros de largo —porque esto ha sido asombroso,
ustedes lo vieron; saldrá en las películas, en las fotografías—, yo creo que,
sinceramente, ha sido una exageración del pueblo, porque es mucho más de lo que
nosotros merecemos (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”).
Sé, además, que nunca más en nuestras vidas volveremos a presenciar una
muchedumbre semejante, excepto en otra ocasión —en que estoy seguro de que se
van a volver a reunir las muchedumbres—, y es el día en que muramos, porque
nosotros, cuando nos tengan que llevar a la tumba, ese día, se volverá a reunir
tanta gente como hoy, porque nosotros ¡jamás defraudaremos a nuestro pueblo!
(OVACION.)