DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL FORUM
TABACALERO, EL 8 DE ABRIL DE 1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER
MINISTRO)
Señores representantes del
sector tabacalero:
Quiero
antes que todo explicar el porqué de esta reunión. Es
posible que algunos de los aquí presentes tengan solo una idea vaga sobre el
objetivo de la misma, y por eso quiero empezar por explicarles eso, al objeto
de ponernos a trabajar inmediatamente a fin de lograrlo.
Nosotros
al llegar a la gobernación del país nos encontramos a la nación en situación
realmente desorganizada y precaria en una serie de aspectos fundamentales, no
voy a decir solo de su economía, sino en todos los órdenes; pero, naturalmente,
la preocupación del Gobierno Revolucionario se dirige fundamentalmente al
aspecto económico del país.
Nos
encontramos en la nación, al llegar al poder, con que había una serie de
industrias en estado de crisis, o semicrisis; nos
encontramos al mismo tiempo con que había una cantidad extraordinaria de
desempleados, y nos encontramos también con que durante siete años se había
estado malbaratando el dinero a extremos tales que la
reserva monetaria del país se había agotado prácticamente. Era, pues, para nosotros una cuestión
esencial librar una batalla en el orden económico principalmente contra el
desempleo, y lograrlo a través de las dos consignas esenciales que encierran el
pensamiento de la Revolución Cubana: la Reforma Agraria y la industrialización del
país (APLAUSOS).
Así,
poco a poco, en la medida en que nos lo han permitido las tareas iniciales del
gobierno, en la medida en que nos lo han permitido las tareas grandes que hemos
tenido en estas primeras semanas, en que hemos tenido que atender una serie de
obligaciones importantísimas, hemos ido abordando distintos problemas
económicos del país.
Entre
las industrias que reclaman nuestra atención —y que son objeto de nuestra
preocupación por dos razones: por la cantidad de problemas de distinta
índole que hay en este momento y por ser además una industria, un sector de la
economía que tiene grandes posibilidades—,
está la del tabaco.
Han
sido hasta hoy, el azúcar, el café y el tabaco, tres ramas importantísimas de
nuestra economía, y todas ellas requieren nuestra atención. Es necesario seguir una política con cada una
de ellas: con el azúcar, con el café, con el tabaco,
como debemos seguir una política con cada una de las industrias principales.
Algunas
de ellas, como la del tejido, por ejemplo, se han visto beneficiadas
extraordinariamente con motivo del triunfo de la Revolución, por la supresión
inmediata del contrabando, que —como todos ustedes saben— en materia de tejido
era vastísimo por el Aeropuerto de Columbia y por
otros puertos entraban enormes cantidades de tejidos de contrabando, a extremos
tales que hay dos líneas aéreas que están quebradas después de la Revolución,
porque vivían del contrabando, del transporte de mercancías que venían de
contrabando y al suprimirse el contrabando, de hecho, no pueden seguir
subsistiendo.
Esa
medida, conjuntamente con la campaña a favor de consumir artículos nacionales,
ha reflejado sus beneficios inmediatos en la industria a extremos tales que 12
fábricas que estaban paralizadas están actualmente produciendo, y fábricas que
estaban trabajando uno o dos días a la semana están produciendo toda la semana.
En
un tipo de industria como esa, la tarea de la Revolución fue, en esta primera
etapa, bastante sencilla: suprimir el
contrabando, exhortar al consumo de artículos nacionales, y después vendrán las
medidas proteccionistas en la Aduana y la movilización de créditos para
desarrollarla plenamente, puesto que la industria textil tiene grandes
posibilidades no solo por el mercado interno que existe en Cuba, sino incluso
por las posibilidades de exportar tejidos.
No
es lo mismo el caso de la industria tabacalera.
No hay duda de que una de las industrias más complejas, por el número de
factores que intervienen en ella, es la industria tabacalera, que tiene tantos
aspectos y que es un proceso largo, desde la siembra del tabaco hasta su
elaboración en las fábricas y la exportación.
Nosotros
en los primeros días tuvimos noticias de una serie de problemas. Por ejemplo, con respecto a los cosecheros de
tabaco, la situación precaria en que estaban, la política que se había seguido
en los años anteriores respecto al fondo de estabilización, los problemas que existían
respecto a otros elementos de la industria, y, en fin, como de todo ello se derivaba
la necesidad de trazar una política respecto a la industria, se derivaba la
necesidad de buscar una regulación definitiva a la industria, se derivaba la
necesidad de encontrar las fórmulas que resolvieran con miras hacia el futuro
el desarrollo amplio de la industria tabacalera; como consideramos que no es
una industria en crisis, sino todo lo contrario, una industria que tiene
grandes perspectivas, que ya ahora en estos momentos la demanda de cigarros y
de tabacos ha aumentado grandemente, por razones similares por las que ha aumentado
el consumo de tejidos, es decir, la supresión del contrabando, porque todo el
mundo sabe que entraba una cantidad extraordinaria de cigarros americanos aquí
en Cuba de contrabando (APLAUSOS)... Y al suprimirse el contrabando, porque aquí
hay que vigilar, no ya que metan cajetillas de cigarros, hay que vigilar que no
metan los pesos que se llevaron, pesos cubanos, y que tratan de cambiarlos
ahora aquí; por lo tanto, la vigilancia es grande, porque donde no puede entrar
un peso escondido es difícil que traigan un paquete de cigarros americanos que,
a pesar de ser un artículo realmente de fácil manipulación, está totalmente —a lo que sepamos— impedido en estos
momentos, y esperamos impedirlo cada día más.
La
supresión del contrabando, unida a la conciencia revolucionaria del pueblo,
hombres y mujeres, y principalmente mujeres que eran las que más fumaban
cigarros americanos, y que son las que tienen en estos momentos más deseos de
ayudar a la Revolución; eso, que se ha manifestado también con el calzado y con
otros artículos, porque las mujeres son las amas de casa, son las que compran
las mercancías para el consumo doméstico, son las que compran las ropas de los
hijos, y a veces le compran hasta los zapatos y la ropa al marido también (APLAUSOS);
pero como, además, las mujeres son las que pasan también los mayores trabajos
cuando la economía anda mal, fueron las que más sufrieron bajo la tiranía por
el temor en que vivieron durante siete años respecto a sus hijos y a sus esposos,
la Revolución Cubana tiene la fortuna de contar con un respaldo entusiasta y
decidido en la mujer, lo que en nuestra campaña patriótica de protección a la
industria y a los productos del país nos está ayudando notablemente, eso
influyó también en el consumo del cigarro cubano y del tabaco cubano.
Es
extraordinario el número de personas que ha renunciado a fumar cigarros
americanos; quedan todavía algunas por ahí, pero nosotros tenemos la esperanza
de que predicando y predicando todo el mundo consuma cigarros cubanos, porque
ya hay incluso tiendas que no los venden y hay personas que no se atreven a sacar
un cigarro americano donde alguien las vea.
Así
que en la industria del cigarro y del tabaco se han notado también las medidas
del Gobierno Revolucionario, suprimiendo el contrabando por un lado y
fomentando el consumo; o sea, sin hacer ley proteccionista, no hizo falta hacer
una ley, bastó pedirle al pueblo que consumiera cigarros cubanos, y todo el mundo
empezó aquí a consumir cigarros cubanos.
Yo
sé, por los informes que tengo, que la venta de cigarros ha aumentado
enormemente. Eso es, naturalmente, un
índice alentador. Yo creo que puede
llegar a hacerse verdadera costumbre cuando este entusiasmo de la primera etapa
se vuelva conciencia arraigada del deber que tenemos todos de luchar y defender
nuestros productos, porque de ellos deriva nuestro sustento, y porque en el
trabajo y la elaboración y producción de esos productos es donde nuestro pueblo
puede resolver el gran problema del desempleo.
Así
que dos cosas hemos logrado ya en la industria tabacalera; suprimir el
contrabando y aumentar, además, el consumo espontáneo por parte del pueblo. La prueba de lo eficaz que ha sido eso lo
demuestra el hecho de que a los pocos días una firma importadora de cigarros
americanos sacó un letrero en los periódicos —que por cierto los industriales
cubanos no se defendieron de esa campaña (APLAUSOS)—
con datos estadísticos y diciendo: “Cigarros
americanos se consumen en Cuba un millón y tantos, tantos miles de pesos”, ese
era el dato que daba esa casa. En
cambio, que en los Estados Unidos se compraban tantos millones de tabacos
cubanos.
Vamos
a admitir el dato como cierto, vamos a aceptar la honradez en la publicación de
ese dato; sin embargo, tenían muy buen cuidado en ese cuadro de no explicar que
en esos datos estadísticos de cigarros entrados por la Aduana de La Habana y otras
aduanas, y que pagaban impuestos, y que había vendido esa casa, no entraba para
nada el dato de los cigarros que venían de contrabando aquí y que era la inmensa
mayoría del cigarro que se vendía en Cuba.
Luego a ese dato del millón y tantos, había que añadir en primer término
los millones de pesos de cigarros que venían aquí de contrabando; y de hecho,
si nosotros suprimíamos el contrabando y no hacíamos una campaña en favor del
consumo nacional, ¿que iba a pasar? Pues
que los habituados a fumar cigarros americanos —cigarro en una gran parte de
contrabando, que se lo vendían por la calle— tendrían que comprar cigarros
legalizados, y esa casa, en vez de un millón y medio, iba a vender 3 ó 4
millones; y quienes se iban a beneficiar, en primer lugar, de la supresión del
contrabando no eran las fábricas cubanas sino las mismas fábricas americanas,
o, por lo menos, la casa importadora de cigarros americanos aquí.
Ese
dato no lo incluyó, y esgrimía el otro dato de ver cómo nos compraban mucho más
tabaco del que ellos vendían aquí. A eso
nosotros le podríamos responder que el problema no era de tabaco sólo, el
problema era de economía general, y que la balanza de cambio, la balanza
comercial era muy desfavorable a Cuba, porque nosotros comprábamos en Estados
Unidos mucho más de lo que vendíamos todos los años; y que a pesar de ser nosotros
un pueblo pobre, subdesarrollado, le estábamos vendiendo al país industrialmente
más desarrollado y mucho más rico que nosotros, más de lo que ellos nos vendían
a nosotros, de donde resultaba que los pobres estábamos comprando más de lo que
vendíamos al rico (APLAUSOS). Ese era el
caso de la economía en Cuba.
Y
de la misma manera hubiéramos podido sacar datos estadísticos. Estados Unidos nos vendió 20 ó 30 millones de
manteca, y nosotros no hemos vendido un centavo de manteca. Estados
Unidos nos vendió tantos millones de Cadillac, Chevrolet, Buick y automóviles de
todas clases, y nosotros no le hemos vendido un centavo de automóviles o de
carros a Estados Unidos. Estados Unidos
nos ha vendido tantos millones de gasolina, y nosotros no le hemos vendido un
centavo de gasolina a Estados Unidos; nos ha vendido tanto de medicina, nos ha
vendido tanto de arroz, y nosotros no le hemos vendido un centavo de arroz. Era un dato sofístico por completo. El tabaco es nuestro producto de exportación. Cómo se van a hacer datos comparativos entre
lo que nosotros vendíamos y lo que ellos no vendían, cuando la realidad es que
en materia de tabaco, por ser un artículo que producimos aquí, y un artículo de
exportación, nosotros debemos vender todo sin comprar nada, de la misma manera
que ellos nos venden todo en automóviles, en manteca, sin comprar nada
(APLAUSOS).
Así
que eran argumentos de esa casa. Dicho
sea de paso, yo no la quiero arruinar; pero eso sí, antes de que ella nos
arruine a nosotros, nosotros la arruinamos a ella. Eso es lógico (APLAUSOS). Lo sentimos, lo sentimos porque tenemos que
acabar de comprender que nosotros tenemos que defender lo cubano, porque
vivimos de lo cubano, señores (APLAUSOS).
Naturalmente,
que se industrialice esa casa también; que ponga una industria aquí y deje el
comercio de importación de cigarros americanos, porque nosotros de todas formas
tenemos que seguir con nuestra campaña, convenciendo al pueblo de que hay que
consumir cigarros cubanos. Pero no es solo
eso: ya se sabe
que se está produciendo un cigarro rubio, que no tiene que envidiarle en
calidad a ninguno (APLAUSOS). Luego, no
les va a quedar ningún porvenir a las marcas extranjeras de cigarro rubio,
porque nosotros produciremos aquí y entonces ya no les tendremos que exigir
sacrificios a los que estén acostumbrados a fumar cigarro rubio, ¡que fumen
cigarro rubio pero cigarro rubio cubano!
(APLAUSOS.)
En
este aspecto la posición de nosotros es clara: del extranjero, ¿cómo vamos a traer artículos
alimenticios, o de consumo, que podemos producir aquí? ¿Por qué estamos comprando arroz? ¿Por qué estamos comprando hasta frijoles,
tomate? A veces ocurre que sacamos el
tomate de aquí, lo llevamos allá, lo elaboran allá y lo traen aquí convertido
en salsa y convertido en una serie de cosas (RISAS). Si con producir aquí los artículos
alimenticios que actualmente importamos y que se pueden producir aquí, porque
aquí se puede producir hasta garbanzo, y estamos averiguando a ver si se puede
producir hasta trigo para sembrar trigo aquí, que es uno de los poquísimos que
nos queda que no se le ve, no estamos completamente seguros de que pueda
producirse; con producir aquí lo que se puede producir que actualmente
importamos, le podríamos dar trabajo a cerca de 300 000 personas en Cuba.
Piensen
lo triste que es ver tanta gente desesperada en la calle pidiendo trabajo,
tanta gente en el campo desesperada pasando hambre y pidiendo trabajo, y todas
esas familias estarían bien, todas tendrían trabajo, con el simplísimo procedimiento
de producir aquí lo que se puede producir aquí y que inconcebiblemente estamos
importando de afuera.
Nos
dirán que la cosa no es tan sencilla, porque nosotros si vendemos tenemos que
comprar, estoy de acuerdo; pero comprar lo que necesitamos comprar y lo que nos
convenga comprar, no lo que nos quieran vender de todas maneras (APLAUSOS).
Nosotros
vendemos azúcar; muy bien. Vendemos
tabaco; muy bien. Que nos compren mucha
azúcar y mucho tabaco y otros productos, y calzado, y tejido, y frutas, y todo
lo que podemos producir; muy bien.
Nosotros compraremos maquinarias.
Lo que no compremos de arroz o de manteca cuando estemos produciendo la
soya, que ya por cierto se inauguró la primera planta (APLAUSOS), planta que
lamentablemente tiene que importar todavía el frijol de soya, porque tardaremos
un año y medio aproximadamente en sembrarlo aquí, pero que vamos a sembrarlo y
vamos a producir, y vamos a establecer más plantas, con lo cual podremos
ahorrarnos muchos millones de pesos, los millones de pesos que gastamos en soya
y los que se gasta en harina de soya para pienso de los animales —que se gastan
muchos millones de pesos—, que todo eso nos ahorraremos aquí y, además,
podremos exportar aceite de soya que tiene demanda en el mercado mundial, otro
artículo que inconcebiblemente no estamos produciendo aquí, en un país lleno de
zarzales, de manigua y de marabuzales que nosotros
vamos a sembrar (APLAUSOS).
Ese
artículo, como otros muchos, pues servirá para darle trabajo a infinidad de
cubanos. Así que el problema de nosotros
no es comprar lo que podemos producir aquí; nosotros lo que no compremos de
arroz y de esas cosas, lo compraremos en tractores, lo compraremos en
maquinaria, lo compraremos en fábricas, porque, por otro lado, necesitamos
tractores y necesitamos fábricas aquí para industrializarnos. ¿Por qué vamos a estar comprando arroz, si
podemos producir arroz, cuando lo que tenemos es que comprar fábricas para
dejar de ser un país subdesarrollado?
Esa es una política clara que los
gobernantes no se preocuparon aquí de seguir.
¿Por qué? Porque aquí a los
gobernantes, desgraciadamente, no les importó Cuba nunca, en realidad
(APLAUSOS). Pudo haberlos más o menos
malos; pero realmente nunca se preocuparon por el país.
Hubo
una preocupación, y esa es la verdad: la preocupación no de traer divisas,
sino de sacar divisas para los bancos de Miami, de Nueva York, de Suiza, etcétera, etcétera. Así que, mientras la preocupación fundamental
del Gobierno Revolucionario hoy es aumentar nuestras reservas, la preocupación
antes era aumentar la reserva de los gobiernos afuera, y todo el mundo —como medida
preventiva, porque pensaban que algún día podría pasar lo que pasó aquí— se
llevaba el dinero. ¡Calculen lo que se
llevaron por lo que dejaron! (RISAS.) Porque a pesar de que sabían que se iban a
caer, de que estaban en peligro de caerse por muchas razones, ya han aparecido
aquí, solamente en dinero, unos 15 millones de pesos, ¡y lo que falta! Así que calculen lo que se llevaron por lo
que dejaron; eso fue el residuo, el menudo que tenían aquí (RISAS Y APLAUSOS). El menudo que tenían en los bancos, en las
cajas de seguridad, ha aparecido, y son millones. Eso da una idea de lo que sacaron, sobre
todo.
Por
ahí se publicó un dato estadístico de las divisas, cómo habían ido bajando por
año; pero observen que en el último año bajaron un montón de millones, y
aparece en el último dato —diciembre de 1958— 80. ¿Por qué se fueron tan a la carrera esas
divisas?.. (SALTO EN GRABACION)... Claro, se llevaron dólares, y redujeron las
divisas. Esas fueron sustraídas, porque
se calcula que se han llevado en divisas, en divisas, más o menos para afuera
—sin contar lo gastado aquí en lujo, en placeres, en juego, en fincas, en
edificios de apartamentos, en obras, en negocios de todas clases—, unos 300
millones de dólares. Eso es lo que se
calcula que se llevaron, sin contar lo que se llevaron en dinero cubano, que
ahora lo están cambiando, o tratan de cambiarlo.
Se
ha recogido por ahí medio millón de pesos ya en el intento de cambiarlo. ¿Cómo?
Valiéndose en algunos casos, desgraciadamente, de algunos pilotos de
algunas compañías. Por eso es bueno aquí
exhortar a los obreros, los empleados y los pilotos de las compañías de
Aviación a que dupliquen la vigilancia sobre esos elementos traidores, porque
no se puede llamar de otra forma al mercenario que se presta a servirle de cambista a los criminales de guerra del dinero
que sacaron de la república (APLAUSOS).
Y como hay gente dispuesta a vender el alma al diablo, hay quien se ha
prestado a traer dinero escondido en algún lugar, para estarlo cambiando aquí
en los cabarets y en distintos puntos por dólares; y
cuando no, el peso lo han estado vendiendo en 40 centavos, del dinero que se
llevaron en pesos cubanos que no tuvieron tiempo de cambiarlo.
Luego
protestan de los fusilamientos, y yo quiero que me digan qué merece esa gente
(EXCLAMACIONES DE: “¡Fusilarlos!”). ¿Y qué merecen los que se prestan a estarles
cambiando ese dinero? (EXCLAMACIONES DE: “¡Fusilarlos!”) No hay manera de que alguna gente comprenda
que hay cosas que son sagradas para un pueblo, y ese tráfico con la moneda es
una cosa funesta para la economía del país; van a crear una bolsa negra del
dinero y de divisas.
Con
las medidas de control que ha sido necesario tomar, porque dejaron las reservas
por el suelo; con esas medidas, pues naturalmente habrá personas que traten de
conseguir dólares para pasear, más aquella gente vendiendo el peso a 40
centavos, esos “patriotísimos” que están allá en
Estados Unidos, de lo más bien allí —que, por cierto, están muy agitados con
motivo del viaje mío, preparando campañas y piquetes y cosas de esas; los
cobardes que se fueron de aquí huyendo, con sus tanques abandonados y sus
cañones y sus aviones, van allá ahora a hacer piqueticos
en Estados Unidos, de descarados, allí donde les han dado magnífica acogida, de
descarados, a estar ahora al amparo de las leyes y de la protección de aquel
país, a perturbar—, porque yo quiero que ustedes sepan que la preocupación de
esa gente es hacer campañas para que no consuman productos cubanos; desde
luego, se van a consumir porque son buenos, y porque el que quiera comerse un
buen mango, o un buen mamey de Cuba, o el azúcar de Cuba, que es muy dulce, no
les va a estar haciendo caso a los descarados esos (APLAUSOS).
Pero
es que se dedican a esa campaña por todos los medios. Por eso nosotros tenemos que trabajar muy
firmemente, muy serenamente, pero muy decididamente, y trabajar sobre bases
sólidas, para poder afrontar todos los obstáculos que se derivan de la realidad
de estar haciendo una Revolución justa, porque lo que esa gente quiere es
sencillamente volver aquí para seguir haciendo todo el género de canalladas que
venían perpetrando, de robos, de atracos, de sinvergüencerías; porque como
dijimos el otro día bien claro, aquí si algo hubiera podido arruinar a la
república, si algo hubiera podido producir contracción, no son las medidas que
está haciendo un gobierno honesto, que está defendiendo la moneda, que está
defendiendo las divisas, que está defendiendo los productos del país, que está
administrando honradamente todos los fondos, que no hace negocios, que no busca
dinero en el Banco Nacional para poner una fábrica particular —como hacían
todos los funcionarios de aquel gobierno—, que le brinda posibilidades por
igual a todo el que tenga un proyecto industrial, créditos por igual sin
privilegios para nadie, que no hay que ser ni conocido siquiera de ningún
miembro del gobierno para obtener los beneficios del crédito. Si algo podía arruinar el país era lo que se
hacía antes aquí, las malversaciones escandalosas, el drenaje constante de
divisa, el robo en todos los órdenes, y no lo que está haciendo el Gobierno
Revolucionario (APLAUSOS)... (SALTO EN
GRABACION).
Aquella
amargura de pensar de dónde salía ese dinero, de dónde se extraían esos
millones. Sencillamente se extraían del
pueblo, se lo quitaban a todo el que trabajaba.
Aquí,
naturalmente, cuando a cualquiera en la calle le quitan una peseta, esa persona
se siente indignada, ofendida, amargada, piensa que no hay garantías, que no se
puede vivir así; pero cuando no le quitan la peseta en la calle, sino le quitan
las 1 000 pesetas y las 20 000 pesetas robándosela a la Hacienda
Pública, la gente se queda encantada (APLAUSOS). Cualquiera se humilla de que le roben algo en
su cara, pero aquí ya nos habíamos acostumbrado a que nos robaran todos los
días en nuestra cara, pero no directamente, sino de lo que pagábamos por vía de
impuesto, y así se fueron creando una serie de costumbres.
Esos
señores no sé si sueñen que algún día nuestra patria, que está viviendo una
época nueva, con todo lo que tenga de dificultades... Sí, las tiene, efectivamente, porque al país
hay que hacerle unas cuantas operaciones quirúrgicas, y todas las operaciones
quirúrgicas paralizan por algún tiempo al paciente, y todas las operaciones
quirúrgicas duelen; pero peor es que nos mate el cáncer de los malos sistemas y
de los sistemas coloniales que estábamos aquí padeciendo. Así que si nos quejamos seríamos tan injustos
como el enfermo que se queje de que lo lleven al hospital y le salven la vida,
porque, en definitiva, lo que está haciendo la Revolución es salvándole la vida
económicamente al país.
¿Que
tenemos que afrontar dificultades?, ya lo sabemos. ¡Ah!, pero ese es el precio; el precio de
vivir en el futuro de forma distinta, más decorosamente, más dignamente y más
decentemente, tenemos que pagarlo. Claro
está que hay personas que no son conscientes de estas cosas y creen que el
mundo se va a caer porque han sufrido algunos perjuicios, o porque han tenido
que sufrir algunos reajustes; personas que están disgustadísimas porque tenían
diez criadas y ahora nada más pueden tener siete (APLAUSOS), y hasta cometen la
injusticia de botar las otras siete nada más que por fastidiar y por crear más
desempleo; que iban cinco veces a la peluquería a la semana y ahora van dos, y
así por el estilo, porque esta es la verdad, no vayan a pensarse otra cosa.
Naturalmente
siempre hay su excepción. Ninguna ley es
justa, si partimos del principio que se aplique una ley igual a personas que no
somos iguales, ninguna ley: ni civil, ni penal; ni de ningún
orden. Una Ley Penal, dice: por tal delito,
tantos años; pero no piensa si el hombre es de un temperamento pasivo, si es de
un temperamento agresivo, la psicología, la educación. Luego cuando se aplica una ley igual a personas
distintas, la ley no se puede llamar enteramente justa; sin embargo, hay que
aceptarla porque no existe otro método, no se puede hacer una ley por cada
individuo. Lo mismo, también, las leyes
económicas: se
aplican leyes iguales a categorías dentro de las cuales hay distintas
variantes; y algunos pues sí pueden resultar muy perjudicados, hay algún caso
de esos.
Pero
la generalidad del problema es lo que planteé aquí: de siete criados en vez de diez y dos
veces a la peluquería en vez de cinco.
Esa es la verdad. Personas que
esas cosas las llevan a hacer rumores, a hablar de contracción. Luego, naturalmente, otras pasiones que se
agitan, temores infundados, intrigas, calumnias; gente que se asusta aquí
cuando una revista americana escribe cualquier cosa, se asustan enseguida,
cuando basta ver esas publicaciones para ver qué grado de mala fe hay, como
incluso un señor periodista que escribió en un diario de Miami hablaba con
desfachatez sobre las cosas de Cuba, y hablaba de la prostitución, y hablaba
groseramente de una aventura personal, por el Malecón, o por Prado, o por algún
lugar de esos, con una falta de respeto por la dignidad de las mujeres cubanas,
como si este país fuese sencillamente centro de placer para los que vengan aquí
a pisotear la dignidad y el honor de nuestra patria (APLAUSOS).
Escriben
con una desfachatez inaudita sobre los problemas más complicados, más delicados
y más complejos, y de los mil y un problema que tiene la sociedad, pues
entonces resaltaban... Sí, no podían
hablar de malversación, no podían hablar de censura, no podían hablar de nada
de lo que tradicionalmente se podía hablar y empiezan a hablar de otros
problemas sociales contra los cuales no es tan fácil luchar, como es el
problema de la prostitución, que cuando menos la Revolución ha podido impedir
la explotación de que la policía y otros veinte elementos politiqueros hacían
victimas a esas infelices mujeres.
Naturalmente
la sociedad tiene muchos problemas por delante que tendrá que ir confrontando
progresivamente, pero enseguida los sacan, mas no los sacan sino para insultar
y para herir; sin embargo, hay gente con tan poco sentido de la dignidad
nacional, que ante cualquier intriga que escriben y cualquier cosa que se
escribe sencillamente porque existe esa conciencia de dominio, frente a la que
se indigna o se siente herida ante cualquier manifestación de soberanía, del
derecho de otros pueblos a ser independientes, a labrarse su propio destino,
hiere determinadas mentalidades dominantes, determinadas mentalidades egoístas,
y entonces miran con desprecio a nuestros pueblos y consideran que estamos
obligados a vivir en el retraso y en la miseria y en la explotación.
En
definitiva, por ahí desgraciadamente hay gente que se asusta. ¡Qué se va a hacer! Nos acostumbraron a eso: nos acostumbraron a asustarnos de
cualquier cosa. Ya se sabe hasta qué
punto la intelectualidad aquí en general se prostituyó al oficio de la
república; ya sabemos hasta qué punto mucha gente en vez de orientar al pueblo
se dedica, en definitiva, a sembrar esos miedos, esos temores y esas
intrigas. Y en vez de existir aquí una
disposición vigorosa a defender lo nacional, a defender el honor del país, a
ahuyentar los miedos, hay sectores, hay personas que se deleitan en crearlos y
en suscitarlos. Desgraciadamente esas
son las cosas contra las que todo revolucionario tiene que luchar, las piedras
que se encuentra en el camino toda obra noble y toda obra justa, como esta, que
no tiene más que un propósito, que es el de ayudar al pueblo, el de ayudar a la
nación, el de ayudar a la patria y el de ayudar a todos, haciendo buena aquella
consigna del Apóstol que la patria era de todos y para el bien de todos
(APLAUSOS).
Resaltaba
yo la diferencia que hay entre la política pasada y la que nosotros estamos
haciendo con nuestra moneda, y recalcando el inconveniente que resulta
encontrarse con las reservas completamente agotadas. Por eso nosotros tenemos que defender
nuestras reservas y, al mismo tiempo, adquirir más, no solamente para
consolidar nuestra economía, sino para industrializar al país.
Así,
una de las tantas industrias que quisiéramos ver próspera y floreciente,
plenamente desarrollada, a la que queremos ayudar, es a la industria del tabaco
(APLAUSOS). No solamente se ha de
beneficiar esta industria con el aumento del consumo interno derivado de la
supresión del contrabando y de la conciencia revolucionaria del pueblo, sino
también el aumento del consumo derivado del aumento de ingresos, porque es una
cosa lógica que en la misma medida en que aumente aquí el índice de empleo y en
la misma medida en que los campesinos puedan comprar, las cantidades de tabacos
que se van a consumir se van a duplicar o a triplicar sencillamente; de la
misma manera que cuando a nosotros nos regalan muchos tabacos fumamos más y le
hacemos una propaganda al tabaco cubano, porque siempre estamos fumando algún
tabaco cubano (APLAUSOS); el tabaco dicen que es un vicio, pero no lo vamos a
llamar vicio, vamos a llamarlo costumbre, es un estimulante permitido que sirve
hasta para pensar, para hacer una buena digestión (RISAS y APLAUSOS) y, además, que es un
producto nuestro que hay que consumirlo.
Pues en la misma medida en que tengan medios para fumar más, fumarán
más; luego, hay que contemplar las perspectivas de futuro de la industria, y
tan cierto es que la están contemplando los industriales cubanos del sector del
tabaco, que yo sé que el que más y el que menos está poniendo una fabriquita,
ampliándola o pensando poner una nueva —yo no sé si habré descubierto de verdad
algo...
Así
que hay que contemplar la evolución de la industria contemplando su perspectiva
futura, contemplando el aumento de la venta.
Además de estas tres perspectivas, además de esas posibilidades, están
las posibilidades de nuevos mercados para el tabaco (APLAUSOS). Nosotros tenemos que vender tabaco donde
quiera que nos lo compren; tabaco prieto y tabaco rubio, porque vamos a vender
también tabaco rubio nosotros (APLAUSOS).
Como
aquí en general todas las disposiciones siempre se han tomado imprevisoramente, todos los problemas se han tratado de
resolver para el momento y las leyes parecen remiendos unas tras otras —se hace
una legislación y se establecen veinte leyes más para remendarla—; como nunca
se hace política a largo plazo con los
sectores de la industria, lo que nosotros nos proponemos con el tabaco, con el
calzado, con el tejido, con el azúcar, con el café, con todos esos sectores de
la economía, es hacer una política a
largo plazo, trazarnos las bases y en cada sector llevar al ánimo de los
elementos que lo integran la conveniencia de desarrollar ese aspecto de nuestra
economía, del cual están dependiendo todos los elementos que pertenecen a ella,
para el sector del calzado, del tabaco, de los tejidos.
¿Qué
es lo que desean tanto los obreros como los que lo producen en el campo, como
los que trabajan en la fábrica, como los industriales? ¿Qué es lo que desean, qué es lo que deben
desear en primer término? El desarrollo
de esa industria. No hacemos nada si la
industria no se desarrolla. Pelear por
repartirnos lo poco que hay, no puede ser la política. La
política tiene que ser expansionar esa industria, expansionar ese sector
para repartirnos más, no lo poco que hay.
La política a seguir es trazar los lineamientos necesarios para desarrollar
ampliamente cada uno de esos sectores, con la ventaja de contar hoy con la
disposición por parte del Estado, del gobierno, de ayudar, de auspiciar eso,
sin robarle a nadie, sin exigirle nada a nadie, sin extorsionar a nadie, y en
definitiva poniendo siempre todos los recursos del Estado en beneficio del
país, que es lo que se debió haber hecho desde el principio, y estaríamos muy
distintos de lo que estamos hoy. Ahora
más que nunca, porque hemos llegado al momento crítico, al momento de la
oportunidad, y tenemos que lidiar contra todo lo malo de atrás, pero
esperándonos grandes posibilidades en el porvenir.
Esta
es la hora de hacer el esfuerzo, de hacer un esfuerzo unidos todos a favor de
cada uno de estos sectores:
unidos, no divididos. Que
no pase como con los zapatos, que sale un grupo y el otro grupo hace otros
planteamientos. Yo dije bien claro en el
asunto de los zapatos que íbamos a hacer esto que estábamos haciendo aquí: estudiarlo, para
buscarle verdaderas soluciones definitivas, no soluciones improvisadas, y debe
unirse todo el sector para buscarle esas soluciones, las grandes posibilidades
de desarrollo.
Al
mismo tiempo que estudiamos los problemas actuales y buscamos soluciones
justas, nosotros hemos llamado a todos los elementos que integran el sector
tabacalero. Aquí se han reunido los
representantes de los vegueros, los representantes de los obreros tabacaleros
en sus distintas facetas y los representantes de la industria. Vamos a discutir aquí como cubanos, y como
buenos cubanos, los problemas de la industria, la política a seguir en esta
industria. Encarar el porvenir con las
grandes posibilidades que tiene, llevando como consigna, antes que todo,
desarrollarla, desarrollarla dentro y desarrollarla en sus mercados externos,
porque nos hacen falta las divisas del tabaco, nos hace falta vender el doble o
el triple del tabaco que se vende hoy para poder comprar maquinaria, para poder
comprar fábricas, para poder comprar barcos, para poder comprar todo lo que
necesitamos a fin de independizar económicamente a Cuba, recordando siempre
aquello de que no hay independencia política si no hay independencia económica
(APLAUSOS).
Consideramos
que un empeño como este bien merece la colaboración de todos, más en una
industria de porvenir como esta. Que nos
sentemos aquí a discutir, que cada cual exponga sus ideas, que se analice en
todos los sectores cuál es el que está más mal, cómo las primeras mejorías
deben tender a beneficiar a aquellos elementos que dentro del sector están más
mal y cómo lo vamos a lograr (APLAUSOS).
Por qué medios, cómo vamos a lograr una colaboración grande entre todos,
un esfuerzo grande entre todos, la paz aquí entre todos, porque es necesaria
para avanzar en la industria, porque es necesaria más que nunca en esta etapa.
Aquí
han llegado una serie de exposiciones.
En esta reunión, si hay buena voluntad, todos los problemas del sector
tabacalero deben quedar resueltos; la política a seguir con el sector
tabacalero debe quedar trazada, escuchándose el pensamiento de todos y cada
uno, los problemas de todos y cada uno, las angustias de todos y cada uno, las
preocupaciones de todos y cada uno.
Trazar la política futura con respecto a las cosechas, con respecto a
los mercados, a la propaganda afuera, a la designación de agregados comerciales
en todas las embajadas y en todos los países del mundo (APLAUSOS) para vender
nuestros productos, para vender nuestro tabaco, porque es bueno, eso nadie lo
discute, es de magnífica calidad. Cuando
uno viaja se da cuenta de la diferencia que hay entre la calidad de nuestro
tabaco y los tabacos de otros lugares.
En
materia de cigarros, bueno, podrán estar divididos los gustos, pero el gusto no
se puede dividir cuando se trata de fumarse un puro (APLAUSOS); porque no hay
comparación posible entre la hoja cubana y las demás, y la hoja de otros países
no se puede ni fumar, sobre todo quien se acostumbra a fumar tabaco
cubano. Calculen las posibilidades que
tiene o que debe tener, lo triste que es estar quemando tabaco, si puede ser
esa buena política, como si pudo haber
sido buena la política que permitió la
pérdida de nuestros mercados, o un exceso en el cultivo, porque dedicar el
trabajo del hombre y la tierra a producir un artículo que se va a quemar, es un
crimen antieconómico (APLAUSOS). Cada
pulgada de tierra y cada minuto de trabajo debe estar invertido en algo que se
vaya a consumir y que se vaya a necesitar, y eso podemos lograrlo en el futuro,
sobre todo cuando un aumento de la demanda absorba lo que hoy se quema y
después sepamos controlar la producción.
Es
absurdo sembrar por la libre y permitir la sembradera por la libre, que siempre
produce estas crisis de superproducción, en el azúcar, en el tabaco, en el
café. Nosotros tenemos que controlar los
sembrados, decir y orientar la siembra: tanto de maíz, tanto de tabaco, tanto
de café, tanto de azúcar; y cuando nos sobre tierra, tenemos algo que
producir: ganado, que es ilimitada la
posibilidad, porque el ganado no se puede reproducir tan vertiginosamente como
los productos agrícolas, como el arroz o el tabaco, y tiene posibilidades
ilimitadas. Así que nunca estará la
tierra ociosa.
La
economía bien organizada nos permitiría dedicar la tierra y dedicar el trabajo
a productos útiles, y, ahora, cuando los mercados absorban ese exceso, procurar
adoptar las medidas para que no se aumenten las siembras, sino en la misma
medida que aumente la demanda, para no tener que quemar. ¡Cuánto mejor no sería vender todo ese
tabaco, poderlo vender!, y cuando al fin estemos vendiendo ese exceso, que los
cultivos se ajusten a las necesidades de la industria y de la exportación y del
consumo. Que no nos vaya a pasar lo
mismo ahora con el algodón, con la soya y con otros productos, y que dentro de
cinco años haya que quemar soya, haya que quemar algodón, haya que quemar de
todo aquí porque no haya orden, no se ajuste la oferta a la demanda y caigamos
en todos los productos en esa situación antieconómica, derivada de que cuando
tiene una época buena todo el mundo empieza a sembrar, y porque todo el mundo
empieza a sembrar, llega un momento en que sobra.
Luego
aquí, en el Instituto Nacional de la Reforma Agraria, debe haber un control,
una orientación; orientar a los agricultores para que siembren aquellos
artículos que tienen mercado y no la producción indiscriminada e ilimitada que
es la que nos crea todos estos trastornos.
También
estudiar la situación de aquellos vegueros tan pequeños que no tienen apenas
tierra, ver cómo se les mejora; ver cómo se mejora en el futuro, con el aumento
del consumo, a aquellos que tienen menos cuota ahora, y, en fin, ver cómo vamos
nosotros nivelando y reajustando sin quitarle nada a nadie, sino sencillamente
para mejorar a los que están más necesitados que, en definitiva, será el
mejoramiento de todos.
A
cada industria lo que le conviene es que todas las demás industrias prosperen,
porque los obreros que producen en aquella son los que van a comprar aquí en
esta. Y lo que les conviene a todos los
industriales, a todos los obreros industriales, es que cada sector prospere para
tener compradores que es lo único que permite el desarrollo de las industrias.
Así
que nosotros tenemos que encontrar la política correcta en el tabaco, emanada
de toda la discusión, de la experiencia precisamente de los que llevan años en
ese giro.
Que
hablen aquí. Estas discusiones tienen
que tener antes que todo un carácter de armonía, de comprensión; discutir para
buscar soluciones. Que sea una verdadera
reunión de buenos cubanos, donde cada cual plantee sus puntos de vista,
discuta. Podrá replicarse, argumentarse
de una manera, argumentarse de otra, con un respeto absoluto para todas las
opiniones. Esto es una especie de
información pública sobre la industria tabacalera para organizarla con
proyecciones futuras a largo plazo y buscando aquí la experiencia, el criterio
y la colaboración de todos, pensando que lo que le conviene al sector es que se
desarrolle... (SALTO EN LA
GRABACION)..., porque serán precisamente los que reciban los beneficios, y los
beneficios que reciba cada sector serán los beneficios que reciba el país. Ese es nuestro interés. No puede haber forma mejor de hallar
soluciones buenas que esta:
discutiendo.
Ustedes
ahora tienen aquí que trazarse un orden del día y discutir, estar un día, dos
días, tres días, cuatro días si es necesario.
Hoy
se empezó un poco tarde. Aquí están
presentes valiosos compañeros, están los ministros de Economía, de Trabajo, de
Agricultura; los comandantes Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos, del Ejército
Rebelde (APLAUSOS), porque nosotros no solamente tenemos trabajando a nuestros
ministros, tanto es el trabajo que acudimos también a nuestros comandantes y
les encargamos trabajo.
Hace
varios días yo hablé con el comandante Guevara y le pedí que me ayudara en todo
el problema del estudio del sector tabacalero, de la misma manera que tengo que
acudir a otros compañeros para otros sectores porque es mucho el trabajo y,
sobre todo, que aquí cada sector está interesado por avanzar lo más
posible. Aquí se mueve todo el mundo,
hasta los que construyeron las casas en el FHA, para ver si les rebajan algunos
intereses; y, en definitiva, todo el mundo está interesado en aprovechar este
momento y eso es bueno.
Yo
no puedo estar en las reuniones. Ustedes
comprenderán que tengo mucho trabajo en estos días, tengo que estudiar una
serie de estadísticas y de informes sobre la economía del país con relación al
viaje que pienso hacer al extranjero, con el propósito, precisamente, de
defender nuestro azúcar, de defender nuestros intereses económicos y discutir
sobre todas estas cuestiones; tratar precisamente de buscar el beneficio de
nuestro país, defender la Revolución de las campañas y defender, en definitiva,
nuestra Revolución, que es defender a nuestra patria.
Ya
sabrán ustedes cuántas cascaritas de plátano me esperan en el camino y cuántas
trampas (APLAUSOS), desde piquetes de criminales de guerra hasta periodistas
pagados allí para que hagan todas las preguntas todo lo más capciosas posible;
pero, en definitiva, voy tranquilo.
Siento no haber tenido más tiempo para repasar mi inglés, por todo el
trabajo que tengo aquí, pero en estos días tengo que hacer muchas cosas y no
puedo estar en estas reuniones y, por eso, siento no poder hacerlo, porque
quisiera documentarme lo más posible sobre este aspecto de la economía del país
como de todos los demás. Tendré que
conformarme con ir leyendo las discusiones y los memorando.
Pero
yo tengo la seguridad —como la pueden tener ustedes—- de que vamos a arribar a
buenas fórmulas, de que vamos a arribar a conclusiones útiles, y así, ustedes
esta noche ya pueden empezar a trabajar o mañana. Pueden contar con algunos compañeros; aunque
todos tienen mucho trabajo, pueden contar siempre con algunos compañeros
ministros, y el compañero Guevara que, aunque tiene mucho trabajo también, nos
va a ayudar en esta cuestión.
Yo
me tengo que ir ahora para la exposición, que allá me están esperando los
industriales que tienen allí en exhibición sus productos.
Ustedes
saben que la Exposición de Productos Cubanos ha resultado un gran éxito, ya se
está hablando de otra gran feria y exposición de productos cubanos para el mes
de mayo. Todo eso es magnífico, porque
esta exposición ha demostrado las cosas buenas que tenemos, y si eso lo tenemos
sin habernos preocupado nunca de hacer las cosas en serio aquí, calculen lo que
podemos tener dentro de un año, dentro de dos, dentro de tres, dentro de
cinco. Pero que nadie se asuste, nadie
vaya a pensar que nosotros queremos estar aquí cinco años ni nada de eso. Bueno es advertirlo por ciertas preocupaciones
que se leen por ahí, como ayer que yo leía, que no sé si es que no entienden
bien estas cosas, porque a veces pasa que cuando a la gente se les ha hablado
de elecciones —y yo fui el primer sorprendido— se ha encontrado uno una
reacción en el pueblo tremenda.
Es
falso desde todo punto que esas sean voces aisladas, ni mucho menos; y, por
supuesto, mucho más falso el que me estén engañando. En todo caso, no es lo mismo engañar que
tratar de engañar y mucho menos se engaña a alguien cuando no se le está tratando
de engañar, por lo menos, estoy en contacto con el pueblo, tengo derecho a
saber las cosas de las reacciones de las multitudes, y sé distinguir
perfectamente y sé cuándo hay una opinión colectiva.
Desgraciadamente,
tan desprestigiada está la política en Cuba, tan desprestigiada está la
sargentería, la “manenguería”, la malversación y toda
la corrupción que había aquí en la política, que yo creo deber de los que
escriben, más que nada en este momento, el anatematizar los viejos
procedimientos politiqueros y predicar nuevos procedimientos de política.
El
problema no es de elecciones comoquiera, porque elecciones comoquiera hunden
esto otra vez. Lo primero, lo
patriótico, lo correcto, lo que realmente influiría al pueblo, es empezar a
hacer una campaña contra los viejos procedimientos, y hablar de nuevos
procedimientos por completo en política; antes que todo eso, no sea que los
elementos contrarrevolucionarios se empiecen a hacer ilusiones con la
politiquería para frenar la Revolución (APLAUSOS).
Hay
que tener cuidado con las palabras: Elecciones no; elecciones sobre bases
limpias, elecciones con procedimientos nuevos; elecciones solo no, porque
elecciones solo serviría nada más que para frenar la Revolución
(APLAUSOS). Hay que tener cuidado con
las palabras y hay que estar atentos de todo lo que se habla para
orientar. Aquí todo el mundo tiene
derecho a hablar y a escribir, y todo el pueblo tiene derecho a analizar lo que
se habla y lo que se escribe, porque no debe perderse de vista que también
sobre la reforma agraria nos han estado tratando de defender tesis como una
reformita muy benigna de sembrar en los marabuzales y
en la Ciénaga de Zapata y nada más; desde luego, hay que estar claros, porque
las palabras hay que decirlas y acompañarlas de otras ideas.
Aquí
el problema real en el pueblo visto, es que el descrédito enorme de la
politiquería ha producido una reacción contraria: el miedo a caer en eso y la idea de
que si nunca se había gobernado con honradez el país, siempre los políticos
habían infectado la vida del país, pues sencillamente ahora mucha gente se
pregunta y dice: Bueno, ¿y las
elecciones qué falta hacen ahora cuando se está gobernando honestamente como se
quería?
Pero
lo curioso es que en este caso, al revés de lo que ha pasado siempre, que los
enemigos de elecciones son los gobernantes, porque tienen miedo a las
consultas, nosotros, que sabemos la fuerza que tiene la Revolución, la fuerza
que tendrá luego y la fuerza que tendrá más tarde, somos los primeros
partidarios de que se establezca aquí un régimen representativo de gobierno y
producto de la voluntad popular, aunque la Revolución es producto de la
voluntad popular (APLAUSOS), pero que se someta a la consideración del pueblo
cuantas veces sea necesario, que se sometan los gobernantes al veredicto del
pueblo cuantas veces sean necesarias, y que el pueblo exprese su voluntad
soberana cuantas veces sea necesario.
Pero
lo que digo es que en el pueblo la reacción frente a la palabra elecciones es
porque le recuerda todo lo de atrás, y que esa reacción es unánime, y si
quieren, que se someta a un survey, que se someta a
la consulta del pueblo. Nosotros no
queremos, no hay truco en eso del pueblo cuando le chifla a las elecciones;
está chiflando todo el pasado, está chiflando toda la politiquería, no está
chiflando la democracia, no hay truco (APLAUSOS).
Truco
sería si nosotros consultamos al pueblo sobre elecciones y sobre lo que
quiere. Digo truco porque sabemos cuál
es el resultado, sabemos de antemano que si le decimos al pueblo cuántos años
quiere al Gobierno Revolucionario, desde uno hasta diez (APLAUSOS Y
EXCLAMACIONES DE: “¡Diez!”),
estoy seguro de que la inmensa mayoría del pueblo dice diez; sin embargo, no
hacemos eso, no nos interesa eso.
De
una vez por todas sépase que el poder es una cruz muy pesada, que el poder es
una cruz muy amarga y que el poder es una cruz muy dura (ALGUIEN DEL PUBLICO LE
DICE ALGO). Claro, porque no se viene
con criterio de mercader al gobierno, se viene a cumplir un deber, y los
deberes cuando se cumplen son pesados.
De tal manera que para cualquiera de nosotros que hemos estado en la
cárcel, que hemos estado en la Sierra y que hemos estado aquí en el gobierno,
les digo sinceramente que el peor de todos es aquí (RISAS Y APLAUSOS). Así que calculen si nosotros podemos tener
preocupaciones.
Hay
que estar muy atentos. Muchas veces la
palabra democracia, la propia palabra elecciones se puede utilizar con fines
reaccionarios, con el propósito de irle poniendo un frenito a la Revolución. A la Revolución no le pueden preocupar esas
cosas, porque no necesita mucho tiempo, necesita poco tiempo, bastante poco
tiempo para hacer su obra, y después la consolida a través de cuantas
elecciones sean necesarias.
Si
nosotros mantenemos limpia la Revolución y a los hombres revolucionarios; si
nosotros mantenemos una línea recta, una autodisciplina severa, una moral
rigurosa, ¿qué temor podemos tener? Al
pueblo no lo pueden engañar de ninguna manera —no es fácil— ni confundir, porque
unos hablan y otros hablan también; unos escriben y los otros escriben, y
frente a cada idea habrá otra idea, y frente a cada palabra habrá otra palabra,
y frente a cada orientación habrá otra.
Pero
sí me ha llamado la atención cierta tendencia a denostar al pueblo cuando se
reúne públicamente, a calificar un poco despectivamente a la multitud, y, desde
luego, califican despectivamente a las multitudes aquellos que no tienen
multitudes (APLAUSOS); califican despectivamente a la multitud la reacción y la
contrarrevolución, porque saben que la masa, la voluntad mayoritaria del país,
es un arma de la Revolución (APLAUSOS).
Denostar,
desacreditar, un poco como estigmatizar la multitud, es una idea
contrarrevolucionaria, es una idea reaccionaria, porque no entiende uno esa
democracia que constantemente habla de mayoría, y cuando uno reúne la mayoría
en la calle se protesta de la mayoría reunida en la calle (APLAUSOS).
Malo
es que no haya masa, malo es que no haya multitud, malo es que haya
perseguidora destruyendo al pueblo en la calle y golpeándolo y persiguiéndolo;
pero que el pueblo se reúna no es malo, que haya multitud no es malo.
A
las multitudes no las dominan dos voces situadas en una esquina, ni diez voces
ni veinte voces; a las multitudes las lleva un sentimiento y las orienta el
orador y las orienta una idea; no se juega tan fácilmente, porque de la misma
manera que a una multitud la pudiera desorientar un orador, también a una gente
sentada en su casa la pudiera desorientar otro orador u otro escritor. Así que no hay diferencia entre el pueblo
reunido y el pueblo en su casa, en lo esencial; todo depende de quien les
hable, de cómo se les hable.
Hay
un medio directo: la
televisión, el radio, la multitud; medios indirectos: la pluma.
Los medios directos tienen un efecto grande sobre la masa, no hay duda,
pero las multitudes no son malas.
Las
multitudes constituyen el pueblo, y no es peor el pueblo cuando se reúne que
cuando está en su casa; no es distinto el pueblo cuando se reúne que cuando
está en su casa, en su esencia, en la conciencia de cada individuo, sin
desconocer que la idea de la unión da fuerza, da entusiasmo.
No
era lo mismo que nosotros hubiésemos convocado a los periodistas de todo el
mundo, reunirlos en un saloncito y decirles: “Vamos a hablarles a un millón de
cubanos”, que ellos lo podrían creer si querían y si querían no lo creían, a
decirles: “Vengan aquí a esta terraza,
que les vamos a hablar a un millón de cubanos que están ahí” (APLAUSOS).
En
ese momento la multitud estaba prestándole un extraordinario servicio a la
patria, en ese momento la multitud reunida allí estaba defendiendo a la patria.
Esa
gente, toda aquella gente, en sus casas, hubiera carecido de algún valor para
defender la patria, hubiera carecido de algún valor para el observador
extranjero, hubiera carecido de algún valor para defender el prestigio de la
Revolución; en cambio, toda aquella gente reunida allí era un espectáculo
impresionante e inolvidable.
Aquella
gente reunida allí estaba sacando la cara por su pueblo y por su patria, y por
el prestigio de su nación y en defensa de su soberanía; aquella multitud
paralizó en seco la campaña, sin embargo, tendremos que volverla a reunir.
Quizás
cada año tengamos que reunir a ese millón de cubanos (APLAUSOS) y llamar a los
observadores para defendernos de las campañas de calumnia, porque nuestras
revistas tienen una circulación aquí, y luego nos atacan con revistas que
circulan en todo el mundo, nos atacan con periódicos que circulan en todo el
mundo, y las calumnias contra nosotros circulan por todo el mundo; luego,
nosotros tenemos que llamar a observadores de todo el mundo para defendernos de
la calumnia que órganos poderosos circulan contra nosotros en el mundo entero.
Así,
no se puede hablar despectivamente de la multitud, cuando le ha prestado tan
grandes servicios a nuestro pueblo y cuando es la materia viva del pueblo.
A
las multitudes las reúnen las ideas cuando son justas, y se reúnen en medio de
un pueblo entusiasta.
Realmente,
yo tampoco soy distinto cuando hablo en un salón o cuando hablo ante una
multitud. ¿Saben cuál es la única
diferencia? Que en un salón hay silencio
y puede uno hablar más cómodamente, más tranquilamente. Pero cualquiera que haya visto la multitud de
un millón o de medio millón de personas y vea cómo la masa —muchas veces hay un
desmayado, se forma un movimiento, parece una ola— avanza sobre la
tribuna... Hay, aunque no se quiera, un
ruido.
Técnicamente
nuestros expertos en altoparlantes todavía no han ideado la manera de
establecer sistemas de altoparlantes que se oigan —cuando el mitin del millón se usaron todos
los de La Habana y no alcanzaron— y tiene uno que esforzarse mucho, tiene uno
que violentarse a sí mismo, se pone uno rojo, se agita, para poder hacerse oír,
y no es el mismo esfuerzo el que se hace en la plaza pública que el que se hace
en un salón. Usted puede en el salón
hablar más suave, pero no es porque uno sea distinto bajo techo o fuera de
techo, señores (APLAUSOS).
¿Qué
es lo que quieren? ¿Acomplejar al
pueblo? ¿Acomplejar al pueblo,
acomplejarnos a nosotros? ¿Que no
hablemos? No, señor. ¡Seguimos hablando en el salón y seguimos
hablando en la plaza pública!
(APLAUSOS), porque no somos distintos, solo que allí tenemos que hacer
un esfuerzo más grande, un esfuerzo físico mucho más grande que el que se hace
cuando uno está sentado; todavía es más cómodo estar sentado que parado, pero
no hay tal diferencia. Que no lo pinten
a uno tan diferente, porque no somos un bicho raro, ni somos una cosa allí y
otra aquí. Lo que la garganta es la
misma aquí y allí, y aquí es más fácil hablar que allí, señores. Esa es toda la diferencia, para que nadie se
vaya a asustar cuando vayamos a hablar en la plaza pública, porque yo sentado
he dicho cosas más duras de las que he dicho en la plaza pública; pero lo he
dicho suave, porque puedo hablar suave puesto que me oyen.
Bueno
es que no se filtren ciertas ideas que pueden resultar negativas, aunque las
personas que puedan haber expresado esas cosas se hayan manifestado amigas mías
y seamos amigos. Pero de todas maneras
es nuestro deber.
Aquí
conservamos, desde Mario Kuchilán hasta nosotros, la
libertad de escribir y de hablar sobre todas estas cuestiones (APLAUSOS), la
libertad de opinar sobre estos temas y estas cuestiones, y aclararlas, porque
es muy conveniente.
Sobre
todos estos temas siempre aprovechamos la oportunidad —yo creo que esto se está
trasmitiendo, ¿verdad? (UN COMPAÑERO LE
CONTESTA: “Se está grabando”), se está
grabando, bueno—, porque tenemos que estar constantemente, sobre una serie de
temas y una serie de cuestiones, en perenne guardia, no vayan a derivarse
conclusiones que realmente tienden a capitidisminuir la Revolución; sobre todo
cuando se tiende a capitidisminuir la Revolución, porque no podemos permitir
que nos conviertan la Revolución en una revolución de salón, cuando es una
revolución de Sierra Maestra y de plaza pública y de multitudes en la calle
(APLAUSOS).
Así
que, perdonándome ustedes esta pequeña digresión —porque yo tengo que
aprovechar cada una de las oportunidades para alguna idea aclararla—, les deseo
el mayor éxito, y espero que aquí se demuestre la madurez de nuestro pueblo, en
el esfuerzo que todos hagamos por esta industria, que es la de ustedes, para
hacerla prosperar todo lo necesario, que nosotros estamos dispuestos a adoptar las
medidas que sean necesarias (APLAUSOS).