DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA
CONCENTRACION CELEBRADA EN LA AVENIDA DE MICHELLSON, EN SANTIAGO DE CUBA, EL 11
DE MARZO DE 1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER MINISTRO)
Orientales:
Había
estado ya varias veces en Santiago de Cuba después del primero de enero. Los santiagueros me preguntaban cómo era que
yo pasaba por Santiago de Cuba y no les avisaba, por qué no me detenía en
Santiago de Cuba a hacerles la visita, y yo les respondía siempre: estoy trabajando.
(DEL
PUBLICO LE DICEN ALGO).
El
pueblo no es el que está hablando; los que están hablando son los que están en
la tribuna (APLAUSOS). Siempre pasa lo
mismo con los “privilegiados”: se portan distinto del pueblo
(APLAUSOS). Yo propondría que en los
futuros mítines..., porque una de las cosas que se ha organizado mal hoy aquí
es la tribuna. No puedo dejar de decirlo: el acto ha sido
maravilloso, la concentración es extraordinaria, asombrosa, increíble; sin
embargo, la tribuna está muy mal hecha.
¿Para qué? (APLAUSOS.)
Así
que yo felicito a los organizadores por la movilización que han hecho, que se
debe, desde luego, fundamentalmente, al entusiasmo del pueblo, pero les critico
la tribuna. ¿Cuándo van a aprender los
revolucionarios a hacer tribunas?
(APLAUSOS.) En las tribunas no
debe haber tanta gente. ¿Para qué
tribunas, señores, aquí? ¡Que todo el
mundo, en el futuro, vaya a los mítines junto con el pueblo y se pare ahí! (EXCLAMACIONES.)
A
mí no me importa. Señores, señores, hoy
no los vamos a botar, hoy los vamos a criticar.
Ellos no tienen la culpa, la culpa la tienen los que hicieron tribunas
grandes. Hay que hacer una tribuna
chiquita, donde el que habla pueda ver al pueblo; porque si hacen una tribuna
grande, se llena de todas maneras de personas.
Eso no tiene remedio. El problema
es hacer tribunas pequeñas para que no se nos llene de personas. Se puede poner algún lugar para los
periodistas, para los fotógrafos.
A
mí no me importa hablar solo en una tribuna, ni me importa estar solo. Eso no me preocupa. Mi deber es ese, y no me queda más remedio
que cumplirlo, sencillamente. Me paro
solo, aunque esté solo en una tribuna.
No me preocupa absolutamente nada.
Así que eso es para el próximo mitin, porque no creo yo que sea este el último
acto revolucionario que tengamos que organizar.
Yo
les explicaba... (EXCLAMACIONES). Que no me vayan a hacer quedar mal los del
pueblo, ahora. Yo les explicaba que hoy
cuando me preguntaban por qué no me reunía con el pueblo, les explicaba que
estaba trabajando; que yo no tenía por qué estar dando un acto en todas partes;
que yo no tenía por qué estar agitando dondequiera que llegase; que yo reuniría
a los santiagueros y al pueblo de Oriente cada vez que fuese necesario, pero
que si yo venía a Oriente para visitar la Sierra Maestra, para inspeccionar una
cooperativa, para atender cualquier problema, no tenía que estarme exhibiendo,
porque mi trabajo no es estarme exhibiendo, mi trabajo no es estar agitando.
Sin
embargo, esta vez fue necesario reunir a los orientales. ¿Para hablarles solamente? ¡No!
Yo le puedo hablar al pueblo a través de la radio, a través de la
televisión... (EXCLAMACIONES DE: “¡No se
oye!”). Les decía que yo podía hablarle
al pueblo de distintos modos:
por la radio, por la televisión, por la prensa.
¿Por
qué, sin embargo, fue necesario reunir al pueblo? Fue necesario reunirlo porque el pueblo es la
fuerza de la Revolución; fue necesario reunirlo para demostrar la fuerza de la Revolución.
Los
sacrificios que ustedes han hecho acudiendo aquí desde todos los rincones de
Oriente, no son sacrificios inútiles.
Han venido aquí a respaldar con su presencia al Gobierno Revolucionario
(APLAUSOS); han venido aquí a demostrar con el número de compatriotas que se ha
reunido, la fuerza de la Revolución; han venido aquí para demostrar que la
Revolución tiene respaldo, que la Revolución es fuerte, que la Revolución está
alerta, que la Revolución es invencible.
Reunir
aquí al pueblo es un paso de avance revolucionario. No hemos reunido al pueblo por gusto, lo
hemos reunido cuando la Revolución comenzó a encontrar los primeros enemigos,
cuando la Revolución comenzó a encontrar la primera oposición. No es que la Revolución haya carecido de
enemigos desde el primer momento, hay ciudadanos que son enemigos natos de la
Revolución, que son enemigos de todas las revoluciones, pero no surgieron desde
el primer día. Los enemigos de la
Revolución estaban silenciosos, no se atrevían a hablar en los primeros días. Pero todos sabíamos que cuando las aguas
fuesen poco a poco volviendo a su nivel, los enemigos de la Revolución
comenzarían a asomar sus orejas.
Y
ha sido aquí, precisamente, en la provincia de Oriente, la provincia que llevó
todo el peso, o mejor dicho, el peso principal de la lucha contra la tiranía,
la provincia heroica, la provincia revolucionaria donde, junto a ese espíritu
heroico y patriótico de la inmensa mayoría del pueblo oriental, comenzaron a
surgir las primeras manifestaciones contrarrevolucionarias.
Un
incidente sirvió como pretexto: el incidente de los pilotos. ¿Qué se quería? ¿Qué se pretendía? ¿Que los pilotos fuesen absueltos? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Qué se pretendía, que el
pueblo de Oriente, que sabe lo que son bombardeos y ametrallamientos; que el
pueblo de Oriente, que sabe lo que son los ataques aéreos porque los sufrió
durante dos años y los sufrió en toda la provincia, porque no hubo lugar de
Oriente donde no hiciesen acto de presencia los aviones de ametrallamiento y
bombardeo piloteados por criminales de guerra...?
¿Quién
no sabe aquí lo que es un B-26 cargado de bombas? ¿Quién no sabe aquí lo que son los aviones de
caza ametrallando con ocho ametralladoras calibre 50? ¿Quién no sabe aquí lo que son los cohetes? ¿Quién no sabe aquí lo que son las bombas de napalm? ¿Quién no
sabe aquí el terror que sembraron durante dos años? ¿Y qué se pretendía? Inferir al pueblo de Oriente la humillación
de que los criminales de guerra, los más cobardes criminales de guerra, que
fueron los pilotos, porque volaban bajito, porque sabían que no teníamos
antiaéreas, porque sabían que el pueblo estaba indefenso… ¿Qué se pretendía, que los pusiésemos en
libertad? (EXCLAMACIONES.) ¿Qué se pretendía? ¿Inferir al pueblo de Oriente esa
humillación?
El
incidente de los pilotos sirvió para demostrar lo que es la irresponsabilidad,
lo que es la falta de patriotismo, lo que es la conducta de aquellos elementos
de la sociedad que viven desvinculados por completo del dolor y de los sentimientos
del pueblo.
¿Qué
ocurrió a raíz de la sentencia que absolvía a los pilotos criminales? ¿Qué ocurrió?
Pues recibo la noticia por los periódicos: “Absueltos los pilotos.”
¿Qué
hice? ¿Cómo reaccioné? Es cierto que se trataba del Primer Ministro,
es cierto que tengo una responsabilidad oficial. Pero también es cierto que antes que Primer
Ministro y primero que Primer Ministro y siempre antes que Primer Ministro,
seré revolucionario (APLAUSOS).
Yo
no hice revolución para ser ministro; yo no hice revolución para ostentar
cargos. Yo hice la revolución, yo inicié
esta lucha revolucionaria, convoqué al pueblo a la lucha, logré el respaldo del
pueblo y junto con el pueblo se hizo esta Revolución, primero, para derrocar la
tiranía y, después, para hacer justicia (APLAUSOS). Los cargos no me importan.
Antes
que nada, yo sabía que algunos me iban a criticar, yo sabía que algunos iban a
sacar a relucir que yo no debía hacer declaraciones sobre una cuestión como
esa, puesto que por ser Primer Ministro podía interpretarse como una
interferencia en las actividades de los Tribunales Revolucionarios. Yo lo sabía y eso no me importó. Lo que no me hubiera perdonado nunca, lo que
hubiera constituido un abandono de mis deberes como revolucionario, lo que
hubiera constituido una falta a mis obligaciones para con la nación, hubiera
sido permitir que esos pilotos hubiesen sido puestos en libertad. Que después que los libertásemos, se
marchasen de nuevo a Santo Domingo, se uniesen allí con el resto de los pilotos
criminales que lograron escapar y algún día volviesen a Cuba a bombardear los
bohíos de los campesinos, a bombardear las casas de las familias cubanas, a
bombardear nuestras ciudades; a asesinar mujeres, niños y ancianos,
sencillamente, porque en Cuba se habría declarado que asesinar, que bombardear,
que ametrallar ciudades indefensas, que ametrallar y bombardear bohíos
indefensos, no era delito y que, por lo tanto, podían volver aquí cuantas veces
les viniese en gana.
Como
se trataba de una cuestión que afectaba la seguridad del pueblo, sin
vacilaciones —¡sin vacilaciones de ninguna índole!—
hice unas declaraciones diciendo que el fallo era un fallo erróneo, y que el
Ministerio Fiscal debía apelar la sanción.
Si cuando el criminal de guerra es sancionado, tiene derecho a apelar o
a pedir una revisión del juicio, ¿por qué el pueblo —el pueblo que son ustedes,
el pueblo que sufrió los bombardeos, el pueblo que sufrió la tiranía— no va a
tener derecho también a pedir que una sentencia errónea se rectifique, a pedir
que un juicio erróneo se rectifique?
¿Por qué el pueblo no va a tener los mismos derechos que tiene el
criminal de guerra? Si el criminal de
guerra tiene derecho a recurrir, ¡el pueblo también tiene derecho a recurrir! (APLAUSOS.)
Peor
estaba el pueblo bajo la tiranía, porque cuando los aviones venían, cuando los
bombarderos venían y ponían en peligro a las mujeres y a los hijos de los
campesinos, no tenían a quién recurrir, no tenían a quién llamar, no tenían a quién
apelar. Tenían que resignarse a soportar
el bombardeo, y no un día, sino todos los días; no un mes, sino dos años. ¡Dos años soportando bombardeos, sin tener a
quién acudir, sin tener a quién recurrir!
Así
que cuando llegó la hora —porque a cada santo se le llega su día, como dice el
refrán—, cuando les llegó la hora y cuando se hace una sentencia errónea, ¿por
qué el pueblo no iba a tener derecho a recurrir? ¿Qué querían, que los pilotos se fueran? ¿Qué querían, que nos volvieran a
bombardear? Porque si estos eran
inocentes, los que se escaparon también eran inocentes. Y si no es crimen bombardear, entonces
cualquier día Trujillo puede armar a esos pilotos, venir, tirar, y entonces no
es delito. Eso era lo que querían: tener al pueblo
indefenso, exponer al pueblo a nuevos peligros.
Y
lo bonito es que si vuelven aquí los criminales de guerra a bombardear, “no son
esos abogados los que van a salir a defender al pueblo, no son esos abogados
los que van a salir a pelear, no; es el pueblo.
Porque si hay libertad en Cuba, si ellos pueden hablar hoy en los
tribunales, si pueden sacar declaraciones insultantes en los periódicos,
declaraciones mentirosas —porque pedían garantías para el ejercicio de su
profesión y, ¿quién los molestó? ¿Quién
los entorpecía? Hablaron allí hasta por
los codos, dijeron todo lo que quisieron, fueron a los periódicos, publicaron
cuadros; nadie se metió con ellos.
Dijeron que eso era injusto, dijeron que eso era violar las leyes,
dijeron cuanto se les ocurrió en favor de los criminales de guerra, y nadie los
molestó—, si ellos tienen hoy esa libertad, no es porque estaban peleando para
conquistarla; si ellos tienen esa libertad, a quien se la tienen que agradecer
es al pueblo, a quien se la tienen que agradecer es a esos mismos campesinos
que soportaron los bombardeos. Es al
mismo pueblo que, en el campo y en las ciudades, luchó junto al Ejército
Rebelde, colaboró con todos los medios a su alcance, hizo todos los sacrificios
necesarios y obtuvo la victoria.
Pues,
claro, ¿qué otra cosa iba a hacer el señor D'Acosta
que lo que hizo en el juicio de Santiago de Cuba? ¿Qué otra cosa iba a hacer, si cuando el
pueblo estaba sufriendo los bombardeos, él era abogado del ejército de la tiranía? (EXCLAMACIONES.) Si cuando el pueblo estaba sufriendo los
bombardeos y el pueblo estaba peleando, él estaba en Columbia,
con un uniforme amarillo, cobrando un sueldo y viviendo allí encantado de la
vida.
Viene
la Revolución, triunfa la Revolución. El
Ejército Rebelde es generoso:
busca solo a los criminales de guerra, somete a juicio solamente
a los criminales de guerra, e incluso —por lo generoso que fue, porque no
quería ensañarse contra el vencido, porque no albergaba odio—, permitió que algunos de esos señores
siguieran en su profesión, siguieran de auditores, siguieran, incluso, en los
institutos armados. Digo algunos, porque
a la inmensa mayoría hubo que sacarla; la inmensa mayoría se rindió. Era un ejército derrotado; pero nosotros no
quisimos ensañarnos con ese ejército, y muchos oficiales permanecieron en sus
cargos. A aquellos que no habían robado,
que no habían asesinado a nadie, pues se lo quisimos tener en cuenta. Porque yo recuerdo bien que cuando nosotros
estábamos en la Sierra Maestra, lo mismo que odiábamos a un Sosa Blanco, a un
Sánchez Mosquera, a un Morejón, cuando un oficial iba
con su tropa y no quemaba casas, y no golpeaba campesinos, y no asesinaba
campesinos, nosotros reconocíamos que era un oficial que, aunque defendiendo
una causa mala, por lo menos se portaba caballerosamente con el pueblo
(APLAUSOS).
Pero
este señor ni peleó en el frente. No
tuvo oportunidad de probar lo que era.
Posiblemente si hubiera estado al frente de la tropa, hubiera sido tan
asesino como Sánchez Mosquera o hubiera sido tan asesino como Sosa Blanco; si
no, basta con ver el entusiasmo, el fervor y el interés con que ha defendido a
los criminales de guerra. Si fuera un
hombre con sentimientos humanos, no hubiera demostrado tanto calor al defender
a esos asesinos.
Aquí
el problema no estaba en que defendiera o en que no defendiera, el problema no
estaba en eso, porque nosotros mismos hemos sido los primeros en establecer que
el criminal de guerra tiene derecho a un abogado. Y cuando nadie quiere defenderlo, nosotros
mismos le hemos puesto un abogado para que no quede indefenso. Lo malo fue que los defensores de los
criminales de guerra no hicieron alegatos jurídicos sino alegatos
políticos. Se valieron de la oportunidad
para empezar a combatir a la Revolución, para empezar a calumniar a la
Revolución.
y en los
momentos en que nuestra patria, nuestro pueblo está siendo calumniado y está
siendo atacado por los enemigos de la Revolución Cubana, por los periodistas
mercenarios de algunos periódicos extranjeros que se venden al dinero y al oro
del tirano; cuando los representantes de los intereses creados, de los
intereses monopolistas extranjeros, atacan a la Revolución —que quiere decir
atacar al pueblo, lo que quiere decir atacar a la patria—, salen estos
elementos contrarrevolucionarios, salen estos elementos reaccionarios a hacer
causa común con los enemigos de Cuba, con los enemigos de la Revolución, a
darle pretexto a la campaña de difamación internacional, a darles pretexto a
los enemigos de Cuba para que nos ataquen, e inmediatamente que el Colegio de
Abogados de aquí tomó un acuerdo, sus colegas de la capital se sumaron también
y apoyaron este acuerdo, y sus colegas del Colegio Nacional se sumaron también
y apoyaron este acuerdo. ¿Qué impresión
y qué sensación estaban dando fuera de Cuba?
Pues estaban dando la impresión de que aquí no había justicia.
Y
cuando los muy ilustres y los muy distinguidos señores ejecutivos del Colegio
de Abogados y del foro —como se les llama— hacían unas declaraciones de que
aquello no era justo, de que se violaban las leyes, estaban queriendo dar a
entender al extranjero que en Cuba no había justicia, que en Cuba estábamos
viviendo igual que antes, que en Cuba no se respetaban los derechos. Estaban dándoles argumentos a los enemigos de
Cuba en el extranjero; estaban dándoles aliento para que siguieran en su
campaña criminal. Luego no era una cosa
insignificante el peligro que significaba el problema de los aviadores en
Santiago de Cuba.
Fueron
tres peligros que nosotros estábamos en la obligación de conjurar:
El
peligro de que los soltaran y vinieran después a bombardear otra vez. Todo el mundo sabe que al lado de Cuba está
Santo Domingo, más cerca de Oriente precisamente que de ninguna otra
provincia. Todo el mundo sabe que en
Santo Domingo está Fulgencio Batista.
Todo el mundo sabe que en Santo Domingo hay muchos criminales de
guerra. Todo el mundo sabe que allí está
Trujillo, que lleva cerca de 30 años oprimiendo aquel país. Todo el mundo sabe que Trujillo es un enemigo
de Cuba. Todo el mundo sabe que Trujillo
es el que les ha dado asilo, el que les ha dado albergue a los prófugos; no
solamente se lo dio ahora, se lo dio también cuando el machadato. Todo el mundo sabe que Trujillo es un asesino
internacional. Todo el mundo sabe que
Trujillo es un dictador internacional.
Todo el mundo sabe que los agentes de Trujillo asesinan a sus enemigos,
asesinan a los exilados políticos fuera del país, lo mismo en Cuba, que en México,
que en Estados Unidos, que en cualquier parte.
Todo el mundo sabe que Trujillo tiene una especie de terror internacional
implantado. Todo el mundo sabe que
Trujillo, por hacerle daño a Cuba, es capaz de cualquier cosa.
y lo que se pretendía
es que, además de los 27 aviadores que se escaparon, les mandáramos a Trujillo
y a Batista completico el resto de los
aviadores. Unos aviadores que se pasaron
dos años bombardeando; unos aviadores que practicaron durante dos años contra
el pueblo; unos aviadores que aprendieron a tirar bombas y a ametrallar; unos
aviadores entrenados, que conocen el terreno, que conocen cada pueblo, que
conocen cada aldea, que conocen cada río, que conocen cada montaña.
Y,
¿qué es lo que querían, qué es lo que pretendían los que aquí enarbolaron la
defensa política, los que aquí comenzaron a atacar a la Revolución porque no poníamos
en libertad a los pilotos criminales?
¿Qué es lo que pretendían? ¿Que
les enviásemos a Batista y a Trujillo sus pilotos, sus técnicos para que
volviesen a atacarnos? Y cuando así se
actúa, ¿se puede ser patriota? Cuando así
se actúa, ¿se puede ser honesto? Cuando así
se actúa, ¿se puede ser honrado? (EXCLAMACIONES
DE: “¡No!”) ¿Y cuál era mi deber, permitir que soltaran a
esos pilotos? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Permitir que quedasen impunes sus crímenes? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Permitir que Batista y Trujillo
se armasen de nuevo a costa del pueblo?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”) Cuando incluso hay
en Santo Domingo cinco aviones, cinco aviones cubanos, cinco aviones de los que
se fueron, cinco aviones que se llevaron los criminales de guerra en su fuga,
cinco aviones que pertenecen a Cuba, cinco aviones que pertenecen al pueblo;
cuando están allí, cuando no los han querido devolver todavía, ¿quieren que
encima les mandemos los pilotos?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”)
Y
no han devuelto los aviones porque, según dice Trujillo, esos aviones volaban
sobre el cielo dominicano y, por lo tanto, fueron confiscados; eran naves
extranjeras volando sobre el cielo dominicano.
¡No podía ser más descarado!
Porque, precisamente, fueron allí porque era el único lugar donde los iban
a recibir al seguro, sin problemas.
Además, enseguida los recibió como lo que son: sus aliados. Y sin embargo, los aviones no los devuelve
porque eran naves extranjeras. El avión
donde se fue Batista, el socio de Trujillo, el avión que le robaron a Cuba,
dice que son naves extranjeras volando sobre el cielo dominicano y que, por lo
tanto, se queda con él.
Su
actitud no puede ser más provocativa; la actitud de nosotros no ha podido ser
más serena, más ecuánime. Incluso por
primera vez, después de 70 días, es que hablo de este tema. No ha podido ser más serena la actitud
nuestra frente a la provocación del criminal Trujillo. Hace ya mucho rato que Trujillo está
interviniendo en los problemas de Cuba; hace ya mucho rato que Trujillo está
perturbando los pueblos del Caribe. No
solamente fue la matanza de 10 000 haitianos. Han sido sus crímenes cometidos en distintos
países contra exilados dominicanos; han sido las intervenciones en Cuba, cuando
el machadato y, con posterioridad, en reiteradas ocasiones. Y ahora se queda con los aviones de Cuba y no
le da la gana de devolverlos, tranquilamente.
¿Qué es eso si no una provocación?
¿Qué es eso si no una ofensa a nuestro pueblo?
Desde
luego, les voy a decir una cosa, les voy a explicar una de las razones: este caso de
Trujillo demuestra que nosotros sabemos actuar con serenidad, porque todo el
mundo sabe la mala voluntad que el pueblo de Cuba le tiene a Trujillo. ¿Por qué ni me he molestado? Pues sencillamente, por una razón, por una
convicción moral. Si en Santo Domingo
hubiera un gobierno de tipo democrático o semidemocrático,
pues valdría la pena entonces reclamar los aviones y que los devolvieran. Desde luego, los aviones se han reclamado por
vía diplomática, pero ustedes han visto que yo no había hablado siquiera de ese
tema, y es que, sencillamente, a mí me repugna dirigirme a un dictador como
Trujillo, a mí me repugna dirigirme a un sujeto como Trujillo, a mí me repugna
establecer ninguna clase de negociación con un gángster como Trujillo. Y esa es una de las razones por las
cuales yo ni me he molestado.
Esos
aviones, o los restos de esos aviones, algún día tendrá
que devolvérnoslo Trujillo. Yo no voy a
decir que sea el pueblo de Santo Domingo quien tenga esos aviones. Quien tiene esos aviones no es el pueblo de
Santo Domingo, es Trujillo. Y algún día
tendrá que devolverlos, porque el propio pueblo de Santo Domingo, el propio
pueblo de Santo Domingo nos devolverá los aviones que hay allí. Nosotros no queremos que nos lo devuelva
Trujillo. Lo que deseamos es que nos lo
devuelva el pueblo dominicano, cuando Trujillo haya tenido que coger otros
aviones para huir también como huyen todos esos dictadorzuelos.
Todo
el mundo sabe que cuando se tiene una responsabilidad oficial, tiene uno que
ser cuidadoso. Todo el mundo sabe que cuando
se tiene una responsabilidad en el gobierno de un pueblo, tiene uno que
contener los impulsos. Quizás me
sentiría yo mucho mejor combatiendo a Trujillo de otra forma que no fuese con
palabras. Quizás los rebeldes cubanos
prefiramos la vida del combate y la vida del sacrificio mucho más que los
cargos oficiales y las actividades que hoy estamos realizando. Sin embargo, nuestro deber como gobernante
nos obliga a ser cuidadosos, nos obliga a no dejarnos llevar por el impulso, y
tenemos que resignarnos a tener que condenar desde una tribuna a un dictador al
que estaríamos combatiendo gustosamente en las montañas de Santo Domingo
(APLAUSOS). Mas no es necesario que
nosotros vayamos, en todos los pueblos hay luchadores, en todos los pueblos hay
patriotas, y los dominicanos tienen sobrados patriotas y sobrados valientes
para realizar allí la misma obra que nosotros realizamos en Cuba.
Algo
les hemos dado ya. Les hemos dado el
ejemplo, les hemos demostrado lo que puede un pueblo, les hemos demostrado que
lo único que tienen que hacer es comenzar, que lo único que tienen que hacer es
decir lo que dijimos nosotros: si salimos, llegamos;
si llegamos, entramos; si entramos, triunfamos.
Así
que a los dominicanos les hemos dado nuestro ejemplo, les hemos dado nuestra
escuela, les hemos dado nuestra magnífica experiencia, y tengo la seguridad de
que tarde o temprano los dominicanos iniciarán la lucha sin que nosotros
tengamos que meternos, sencillamente, porque no hace falta. Desde luego que desde que la Revolución
triunfó en Cuba, Trujillo no ha hecho más que comprar aviones, Trujillo no ha
hecho más que comprar armas, Trujillo no ha hecho más que organizar batallones
y regimientos. Es el miedo, el miedo que
le produce el triunfo de la Revolución Cubana.
(DEL
PUBLICO: “¿Cuándo
nos vamos para allá, Fidel?”)
Yo
sé que si se dice aquí:
“Vamos para Santo Domingo”, no queda nadie (APLAUSOS). Pero es que no hace falta, aunque, eso sí,
debemos estar siempre alertas y debemos advertirle al dictador, debemos
advertirle que, desde luego, tenga mucho cuidado en llegar bien lejos en sus
provocaciones contra Cuba. Ya se
cogieron los aviones; está bien, ya se robaron los aviones; está bien. No quieren devolver los aviones; está bien. Han cometido un acto de gangsterismo
internacional; está bien. Está bien,
nosotros no perdemos por eso la calma, nosotros no perdemos la ecuanimidad.
Hace
unos días me llamó el Presidente de la República para mostrarme un escrito
remitido desde Santo Domingo, donde el Ministro de Estado de Santo Domingo
lanzaba una serie de ataques contra mí.
Y me decía el Presidente: “Hay que hacer una protesta enérgica,
hay que elevar una protesta oficial, porque usted es un funcionario del
Gobierno de Cuba, usted es el Primer Ministro y lo están atacando.” Y yo realmente me sonreí, y le dije: “Mire, Presidente,
no se preocupe por eso. ¿Cómo yo me voy
a preocupar de los ataques que me dirija ese señor? Ni se moleste, Presidente; el Gobierno de
Cuba no debe molestarse. Yo de esos
ataques me tengo que reír. Lo terrible
sería que me estuviera defendiendo, lo terrible sería que me estuviera
elogiando. Pero, ¿cómo yo me voy a
molestar por eso? ¿Como vamos a tomar en
serio esos ataques —le dije—, si yo también cuando voy a una tribuna hago mis
juicios sobre el dictador dominicano?”
Entonces
el Presidente me decía que Trujillo no era el presidente oficial de Santo
Domingo, que por lo tanto los ataques que yo hacía no eran ataques oficiales,
me explicaba. En realidad viene a ser lo
mismo: Trujillo
es el amo de Santo Domingo, Trujillo es el amo omnímodo de Santo Domingo, y yo
no ando creyendo en esas sutilezas.
Los
ataques no los podía tomar en serio. Así
que se quedan con los aviones y encima nos insultan. Está bien, eso no importa, porque Trujillo a
nosotros nos tiene sin cuidado. En
cambio, Trujillo está muy asustado.
Por
ejemplo, ¿qué sabemos nosotros? Nosotros
decimos: ¿Qué
es lo que pueden hacer todos los criminales de guerra juntos, ayudados por
Trujillo, contra Cuba? Nada. ¿Qué es lo que pueden hacer? Díganme (EXCLAMACIONES DE: “¡Nada!”). ¿Conspirar?
Nada. ¿En dónde? ¿Van a venir a conspirar con los rebeldes,
van a venir a conspirar con los barbudos?
Si los guardias ya no están ahí, ¿con quién van
a conspirar? Bueno, ¿qué es lo que van a
hacer? ¿Desembarcar? Desembarcar, ¿para qué? Si cuando estaban aquí con todos los aviones,
todos los tanques y todos los cañones salieron huyendo, ¿para qué van a desembarcar
ahora?
Por
eso yo he dicho que si quieren venir no tienen que esconderse ni que
preocuparse, que nosotros les prestamos los barcos para que vengan; nosotros
les prestamos los barcos y hasta les damos dos o tres días para que hagan
trincheras y todo eso, que no hay problemas (APLAUSOS). Ahora, ¿qué van a hacer? ¿Organizar guerrillas? ¿Dónde?
¿Dónde es que van a organizar las guerrillas? Ustedes ven: tienen una estación de radio por allá
por Santo Domingo o por Miami y dicen que la tienen en el Escambray. ¡Oigan eso!
(RISAS.) ¿Dónde? Guerrillas, ¿dónde? Guerrillas, ¿cómo? ¿Guerrillas sin el pueblo? ¿Quién los va a ayudar? ¿Los campesinos? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Van a venir a hacernos cuentos a nosotros de
las guerrillas? Si nosotros fundamos esa
universidad ahí en la Sierra Maestra y sabemos que sin el apoyo del pueblo no
hay quien haga una guerra como la que hicimos nosotros.
¿Por
qué el campesino se sumó a nosotros?
Porque veía en el sargento, en el capitán, en el coronel, un enemigo;
porque veía en el mayoral de todos esos latifundios, un enemigo; porque no
habían hecho más que abusar de él; porque cuando tenía la tierra sembrada se la
quitaban y lo botaban, le daban cuatro planazos, le quitaban parte del dinero
que ganaba; si tumbaba un pedazo de monte, se aparecía allí el sargento
diciendo que tenía que devolverlo.
Cuando iban los guardias rurales a las casas de los campesinos, se
escarranchaban en un taburete y allí no querían respetar ni a la mujer, ni a la
hija, ni a la familia de los campesinos.
¿Por qué andaban allí metiéndole miedo a todo el mundo, humillando a
todo el mundo, abusando de todo el mundo, ofendiendo a todo el mundo y
explotando a todo el mundo? ¿Por
qué? Porque estaban allí defendiendo a
los grandes latifundios, y todo el mundo sabía que cuando un campesino iba a
protestar nadie le hacía caso. El
campesino ya ni iba a protestar.
Protestar, ¿para qué? Iba a un
juez, y el juez estaba vendido; iba a buscar un abogado, y no tenía dinero con
qué pagarle; iba a buscar un sargento, y le entraba a planazos.
Entonces,
cuando nosotros llegamos a la Sierra Maestra no conocíamos a ningún
campesino. Pero sabíamos que el
campesino estaba explotado, sabíamos que el campesino estaba oprimido, sabíamos
que el campesino había sido muy sacrificado, y muy maltratado por los sargentos
y los capitanes y los abogados y los latifundistas y los jueces, y toda aquella
gente. Lo sabíamos.
Cuando
llegamos, ¿qué nos encontramos? Nos
encontramos, sí, con que había mucho miedo, nos encontramos con que había unos
cuantos “chivatos” por una zona, nos encontramos con que de cada 100 ó 200
personas había alguno de esos que tenía alguna “botella”, o que era el que le
cobraba la “bolita” al sargento, o que era el que le cobraba la tumba de monte
al sargento, o el que servía de espía y de confidente al sargento. Esos eran los “chivatos”. Y mientras nosotros solo le pagábamos al campesino,
respetábamos al campesino, ellos asesinaban, quemaban casas, se llevaban los
cochinos, las gallinas, los gallos finos, y hasta el radio, cuando tenían un
radio; le llevaban la ropa y se lo llevaban todo.
Y
así, ahora, después que la Revolución ha triunfado, después que se acabaron los
desalojos, después que se acabaron los mayorales, después que se acabaron los
sargentos, después que se acabaron los jueces vendidos; ahora, cuando ya todos
los campesinos que estaban en esa zona están sobre su tierra, esperando nada
más los papeles, que es lo único que les falta; cuando ya todo el campesinado
sabe que la reforma agraria es una realidad; cuando ya todo el campesinado sabe
que se están dando los últimos toques a la Ley de Reforma Agraria; cuando ya
todo el campesinado sabe que estamos reuniendo millones de pesos para comprar
tractores, para comprar arados; cuando todo el campesinado sabe que va a ser
redimido, que va a alcanzar los sueños de tantos años; cuando ya el campesinado
sabe que tiene un gobierno suyo; cuando ya el campesinado sabe que tiene un
gobierno para defenderlo (APLAUSOS); cuando ya el campesinado sabe que los
hombres que lucharon junto a él durante dos años están allá en los cuarteles,
están allá en el poder, están allá dictando leyes revolucionarias para la república
(APLAUSOS); cuando todo eso es una realidad; cuando estamos sembrando ya las
primeras semillas de la gran cosecha que en los meses y en los años venideros
recibirá la nación cubana, ¿quién se alza, quién se mete en las montañas? ¿Quién escapa? ¿Quién escapa, señores, quién escapa por esos
firmes, por esas montañas, por esos ríos, por esos arroyos, por esos trillos
que conocemos como las palmas de nuestras manos? ¿Quién les servirá de guía? ¿Quién les llevará comida? ¿Quién les prestará apoyo? (EXCLAMACIONES DE: “¡Nadie!”) Y si cuando tenían ejércitos enteros, cuando
tenían batallones enteros, cuando tenían las mejores armas, cuando tenían todas
las armas, cuando tenían 30 000, 40 000, 50 000 hombres, y
nosotros no éramos más que 300, no pudieron, ¿cómo van a poder ahora?
¿Quién
cree, quién les puede hacer caso? Mas esas no son las únicas razones. ¿Quién de ellos tiene el espíritu de sacrificio
de nuestros combatientes? ¿Quién? ¿Acaso esos soldados que cuando caminaban 100
varas por una loma estaban ya ahogados?
¿Acaso esos soldados que apenas llevaban tres días en las montañas querían
volver para su casa?
¡Hombre!,
¿a quiénes les van a venir a hacer el cuento?
¿A ustedes los campesinos? ¿A
nosotros nos van a venir a hacer el cuento?
Miren,
más vale que ni se tomen ellos esas molestias.
Por eso, cuando uno ve un cable internacional diciendo que si hay
alzados, que si están haciendo..., señores, nos reímos, y decimos: ¡Qué ingenuos son,
qué equivocados están, qué ignorantes son de lo que es una revolución y de lo
que es una lucha revolucionaria! Como si
no hicieran más que cambiar las cosas, y poner esos tipos ahí, y ya. Como si cuando se metieran allí, hasta el
último campesino no se movilizara enseguida para buscarlos y capturarlos,
señores. No hay ni que tirarles. Nosotros sí que el día que haya uno o dos, no
decimos que no hay nadie. ¡Eso es
ridículo, señores! Al contrario: ¡Ojalá los criminales
de guerra vengan, ojalá se metan en las lomas!
Porque si escaparon de Columbia, de la Sierra
Maestra o del Escambray o de Cristal, o donde se metan, no escapan más nunca, señores.
Así
que el negocio de nosotros sería que vinieran los criminales de guerra. Ese sería el negocio de nosotros. Y si sabemos que eso es así, ¿quién se
preocupa aquí? Nadie. Así que, por eso, mientras Trujillo está
asustado, corriendo, comprando aviones, porque sabe que si se les meten allí unos
cuantos dominicanos y se les alzan, lo derrocan, nosotros estamos tranquilos, absolutamente
tranquilos. ¿Qué es lo único que puede
hacer Trujillo? Provocaciones, venir un
día con sus aviones a tratar de hacer daño, a tratar de provocar, a tratar de atacar.
Vean
si no lo que está pasando en Haití: un presidente títere ahí, un infeliz
asustado, que mantiene allí la opresión sobre el pueblo de Haití. ¿Qué hace?
Estar llamando a los americanos, diciendo que hay amenazas; estar
llamando a los americanos, y diciendo que tienen que intervenir; estar llamando
a los americanos para decirles que tiene que haber orden aquí en el Caribe y
que hay provocación.
Así
que mientras provocan a Cuba, mientras se quedan con nuestros aviones, mientras
les dan albergue a los criminales de guerra, se confabulan Trujillo y el
dictador de Haití para estar escandalizando.
Yo
he leído los cintillos, y ni me he molestado en contestarles, señores, ni me he
molestado en contestarle a ese infeliz (APLAUSOS), porque tanto él como Trujillo
están asustados. ¿Y qué hacen? Hablarles a los americanos. Para que intervengan ¿dónde?, para que
intervengan ¿dónde?, porque aquí, en Cuba, aquí no interviene nadie (APLAUSOS).
Y
es bueno advertirlo para que no se pongan con provocaciones; es bueno
advertirlo para que no se pongan con provocaciones y después estén llamando a
potencias extranjeras para que se inmiscuyan en los asuntos nuestros. Porque si ellos son tan inciviles, porque si
ellos son tan traidores, porque si ellos son tan indignos que llaman a
potencias extranjeras para que les saquen las castañas del fuego, aquí nosotros
somos lo suficientemente patriotas y lo suficientemente dignos para decir que
aquí no interviene nadie (APLAUSOS). Y
que nosotros sabemos cómo se defiende el honor, la dignidad y la soberanía de
nuestra patria.
Y
lo advierto a tiempo, lo advierto a tiempo para que no se valgan de esos
pequeños pretextos, no se valgan de esa intriga y no se valgan de esas
provocaciones para decir que hay problemas en el Caribe. Porque, además, el Caribe es nuestro,
¿saben?, y nadie tiene que intervenir aquí en Cuba, por lo menos en nuestra
patria nadie tiene derecho a intervenir ni permitiremos que nadie intervenga
(APLAUSOS).
Bueno
es advertir esto, porque estos pueblos —el haitiano y el dominicano— están
padeciendo ahora lo que padeció el pueblo cubano. Son pueblos oprimidos, son pueblos sometidos
al hambre, son pueblos sometidos a la miseria.
Y como esos dictadores tienen miedo al pueblo, porque vieron lo que pasó
en Cuba, están tratando de buscar el apoyo de potencias extranjeras. Eso es lo que les pasa. ¿Para qué?
Para mantener la opresión y la esclavización de sus respectivos pueblos,
para mantener allí las tiranías, para mantener allí el poder sanguinario y
dictatorial. Y con ese propósito están
provocando a Cuba.
Pero
Cuba está en calma, Cuba está ecuánime, Cuba se sonríe, porque Cuba está firme,
Cuba está segura; Cuba, en su Revolución, es invencible.
Así,
mientras ellos se asustan, nosotros estamos tranquilos. Nosotros sabemos que tenemos una fuerza más
poderosa que los tanques, más poderosa que los cañones y que los aviones, y es
la fuerza moral, es el ejemplo. El
ejemplo que ha dado Cuba es más poderoso que todos los cañones y todos los
aviones y todas las armas que tienen esos señores. Y ese ejemplo será lo que guíe el espíritu
rebelde y el espíritu revolucionario de los dominicanos y de los
haitianos. Un día se desploma todo
aquello, porque aquello está muy podrido, porque aquello está muy carcomido, y
porque basta ya —dicen los pueblos— de dictadores que están 20, 25 y 30 años,
asesinando, esquilmando y explotando a los pueblos (APLAUSOS).
Bueno
es que analicemos estas cosas para que se comprenda mejor la actitud de los
defensores políticos de los criminales de guerra. Lo que querían era sumar más enemigos; lo que
querían era que Trujillo tuviera más pilotos y más bombas, más pilotos para
poder atacar a Cuba. Eso es lo que querían;
darles armas a los enemigos de Cuba, darles pilotos a los enemigos de Cuba. Y hablaban en nombre de la ley. Hay dos clases de leyes: la ley justa y la ley injusta. Hay dos clases de derechos: el derecho justo y el derecho
injusto. Derecho justo es el que la
Revolución está haciendo; leyes justas son las que la Revolución está haciendo. Leyes injustas, derecho injusto, eran las
leyes y era el derecho anterior, porque las leyes y el derecho que permitían
los abusos que se han cometido en Cuba no pueden ser leyes justas, no pueden
ser un derecho justo.
Y
aquellos abogados que están acostumbrados a las cosas injustas, son los
abogados que cuando se presenta una demanda contra un infeliz inquilino que
botaron de su trabajo, o se quedó sin trabajo, o se le enfermaron los hijos y
tuvo que gastar el dinero del alquiler en médico y en medicinas, llega el
abogado con un juez y lo demandan; y aunque la madre se les arrodille, aunque
los hijos lloren en su presencia y les digan que tienen hambre y les digan que
están enfermos, que no los boten a la calle con sus muebles y con su familia,
ellos permanecen impasibles, no les importa.
Llaman al policía, llaman al juez, y echan a la calle al inquilino con
su mujer y con sus hijos, y les echan los muebles a la calle y ni siquiera les
dicen dónde pueden ir a parar con sus muebles.
Los ponen en el medio de la calle.
Son
esos abogados que cuando llega la hora de que un geófago bote a un campesino, o
a 100 campesinos o a una aldea entera, de las tierras donde han estado
trabajando por años, buscaban al juez, buscaban al sargento; llegaban, botaban
a los campesinos, no les importaba los años que llevaban allí, no les importaba
que se quedaban sin sustento, no les importaba el dolor de aquella familia, los
lanzaban de sus tierras como si fuesen animales, y no se compadecían del dolor
de esos campesinos. Ellos eran los
intérpretes de la ley. Venían con una
Gaceta Oficial vieja y amarilla, y con su Gaceta Oficial vieja y amarilla, con
su juez, y su sargento y su mayoral, botaban a los campesinos.
Esa
era la justicia. Así se ganaban la vida,
así se ganaban el dinero. ¿Que venía un
especulador, un comerciante grande, vendía a precio de bolsa negra, le robaba a
todo el mundo? Enseguida estaban allí
defendiéndolo, para que no fuera a la cárcel, y le cobraban. Así se ganaban la vida.
El
campesino no, el campesino tenía que soportar todo eso. Cuando venía un malversador, un ladrón de
esos que se ha robado millones de pesos, cuando venía un criminal poderoso,
allí estaban ellos, lo defendían. No les
importaban los familiares de las víctimas, no les importaban los intereses de
la república. Los defendían y los
absolvían.
¿Quiénes
iban aquí a la cárcel? A ver, ¿en Cuba
para quién se hicieron las cárceles?
Para el infeliz, para el que se robaba dos gallinas. ¡Ah!
El que se robaba dos gallinas, ese, ese iba a la cárcel seguro. Ahora, el que se robaba 2 millones de pesos,
el que se robaba 2 millones de pesos, ese no iba a la cárcel ni por
casualidad. ¿Cuándo hemos visto a un
solo malversador de esos que se ha robado un millón de pesos en la cárcel? ¿Cuándo? ¡Nunca!
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Ahora!”) ¿Ahora? ¡Ahora están desaparecidos de la órbita de la
tierra!
Yo
digo que si esto es verdad o no es verdad (EXCLAMACIONES DE: “¡Es verdad!”). Es una verdad completa, es una verdad
absoluta, pero verdades que nunca nadie le quería decir al pueblo, porque,
¿dónde lo iban a escribir? ¿Por
dónde? Porque aquí los únicos que escribían...;
no era el guajiro que no sabía leer ni escribir, allá metido en la loma pasando
hambre. El infeliz no podía ni escribir
ni hablar. No le hacían caso. Lo querían mantener en la ignorancia, porque
un hombre ignorante puede ser engañado, un hombre ignorante puede ser
confundido.
Y
así veíamos lo que pasaba aquí: que
llegaban las elecciones y venían los politiqueros malos, los politiqueros
corrompidos; llegaban al campo, llegaban a la ciudad con su rollo de billetes,
encontraban gente hambrienta y enseguida hallaban a alguien que tocara una
guitarra, enseguida hallaban a alguien que hiciera un comitecito; llegaban allí
y le ponían la mano arriba a la gente; llegaban por ahí y buscaban a todos los
compadres, para que los compadres buscaran gente que votara por ese señor.
Y
esto, ¿por qué? Porque mantenían al
pueblo en la ignorancia y el campesino no sabía nada. Y muchas veces, cuando llegaba un
representante, aunque fuera un ladrón, por el hecho de que se tratara de un
representante, se sentía de lo más contento de que estuviera en su casa. Claro, si ahora el campesino ve llegar a un
tipo de esos allí, yo le digo que tiene que salir corriendo el tipo por todo
aquello, porque el campesino ha aprendido mucho, la Revolución le ha enseñado
mucho, la guerra le ha enseñado mucho. Y
yo les digo que hasta los niños, porque conmigo andaba hoy un niñito de la
Sierra Maestra que tiene siete años, y andaba conmigo visitando los
ministerios.
Era
un niño que lo habíamos conocido en ocasión de una de las operaciones militares
que se hicieron cerca de la Carretera Central; un niño muy inteligente que
estaba paseándose por allá, por los edificios, de lo más campante. Y aquello me revelaba lo que era nuestra
Revolución, aquello me producía una emoción profunda viendo aquel niñito de la
Sierra Maestra, que era como un símbolo —aquel niñito que nunca hubiera salido de
las montañas—, paseándose por las calles, tan natural; entrando en los
edificios, tan natural; y allí conversando con los demás, tan
natural. Aquel niño era un rey,
aquel niño era el símbolo, aquel niño era el símbolo de la niñez, que va a
tener lo que no tuvo nunca, de la niñez que no se quedará en la ignorancia, de
la niñez que si tiene inteligencia será el día de mañana la que trabaje para la
patria (APLAUSOS). Será culta, será
culta y será útil.
Para
mí aquel niño era un símbolo. Para mí
aquel niño significaba toda la pureza, toda la grandeza y toda la
transformación que a nuestra patria está conduciendo la Revolución Cubana.
Eso
es lo que vemos hoy, no lo que veíamos ayer.
Al pueblo lo mantenían en la ignorancia, porque únicamente sobre un
pueblo ignorante podían mantenerse las camarillas políticas; únicamente sobre
un pueblo ignorante podían mantenerse los malos gobiernos; únicamente sobre un
pueblo ignorante podía erigirse una tiranía sangrienta. Por eso mantenían al pueblo en la ignorancia,
por eso no había escuelas, por eso no había maestros. Por eso, y por otras muchas razones, no había
reforma agraria. Por eso no había
hospitales, porque, como no había hospitales, como los hospitales eran pocos,
cuando al campesino se le enfermaba el hijo, cuando al campesino se le
enfermaba la mujer —y cuando digo campesino digo pueblo en general—, tenía que
tocar a las puertas de un político y decirle:
“Mi hijo se está muriendo y no tengo dinero, présteme 10 pesos; mi mujer
se está muriendo y no tengo dinero, présteme 10 pesos; mi mujer está enferma y
no tengo hospitales, déme una recomendación, déme una carta para el director
del hospital, para que me acepten allí, para que me admitan, para que se salve
mi mujer.”
Y
entonces, el político le daba la carta y le tomaba la dirección. Le hacía el favor y le pedía el voto, y le
hacía creer al campesino que le había salvado la vida de la mujer, que le había
salvado la vida del hijo; que era bueno.
Y como el campesino es noble, como el campesino es agradecido, cuando
llegaban las elecciones le daba su voto.
¿Qué
le convenía al político, que hubiera o que no hubiera hospitales? Le convenía que no hubiera hospitales, como
le convenía que no hubiera escuelas. Y
cuando quería mandar a su hijo a un colegio, porque el niño era precoz, porque
el niño era inteligente, porque el niño prometía; cuando quería mandar al hijo
a un hospital de inválidos, cuando quería obtener el menor servicio del Estado,
pues entonces le cobraban con el voto, porque le vendían el favor.
Por
eso no había hospitales, ni había escuelas.
Porque hasta para buscar trabajo había que buscar la recomendación de un
político; para trabajar en las obras del Estado había que buscar la
recomendación de un político. Hasta para
cortar caña, como dicen aquí, había que buscar la recomendación de un político.
¿Y
qué pasaba? Que el país se mantenía en
el atraso.
¿Cómo
iba a haber acueductos, cómo iba a haber hospitales, cómo iba a haber
alcantarillado, cómo iba a haber pavimentación de calles si, además de que no
les convenía, se robaban el dinero?
¿Cómo no va a resultar lógico, cómo no comprender que todas las ciudades
de Cuba estén sin acueductos, sin escuelas, sin alcantarillados, sin filtros,
sin pavimentación, en definitiva, que no haya nada en Cuba?
Si
ustedes recorrieran los pueblos como los recorro yo, si ustedes visitaran todas
las aldeas y todos los pueblos de Cuba, se asombrarían de ver las cosas que
hacen falta. Hacen falta por lo menos
2 000 millones de pesos para construir todo lo que hace falta.
(DEL
PUBLICO LE DICEN: “¡No
los tenemos!”)
Los
buscamos y lo construimos, porque para eso estamos aquí (APLAUSOS). No lo podremos hacer en un día, pero lo
haremos, y eso es lo que importa. Nos
tardaremos un año, o dos, o tres, o cuatro, pero lo haremos, que eso es lo que
importa (APLAUSOS). No podremos hacerlo
como por arte de magia, porque no somos magos.
No podremos hacerlo en unos minutos, como sería el deseo de todos
nosotros; pero sabemos que aunque tengamos que pasar mucho trabajo, que aunque
tengamos que luchar mucho, que aunque tengamos que hacer muchos sacrificios,
todas las ciudades y todos los pueblos de Cuba tendrán escuelas, tendrán
hospitales, y tendrán acueductos, y tendrán filtros, y tendrán alcantarillados
y tendrán todas las obras.
Porque
hoy vamos a un pueblo y nos piden una escuela, un centro escolar. Es lo que más desean, pero no es eso lo único
que necesitan. Lo necesitan todo: casa de socorros,
si no tienen hospitales; necesitan alcantarillados, necesitan pavimentación, necesitan
parques, necesitan stadiums. Piden una sola cosa de las muchas que
necesitan. Y yo llevo mi libreta, y cada
vez que paso por un pueblo se me llena una hoja de la cantidad de cosas que
necesitan los pueblos. Es extraordinario
el abandono.
Y
no solo eso. Va usted a las cajas de
retiro, va a buscar, por ejemplo, el retiro azucarero y se encuentra que a los
jubilados les pagan una miseria de 20 ó 25 pesos, y que las cajas están todas
arruinadas; va al retiro de transportes y se encuentra que la caja está
arruinada, que hay 15 000 obreros del transporte y que no hay un centavo y
que hace falta un millón de pesos mensuales.
¿Dónde está la recaudación? Se la
llevaron, o no pagaron, o hicieron un negocio turbio con ella.
Va
usted a los demás retiros y se encuentra lo mismo. Va al Banco Nacional y se encuentra las
reservas agotadas. Va a informarse de
las deudas y se encuentra que se deben 1 200 millones de pesos. Va a ver en qué se ha invertido el dinero de
los retiros y el que no se lo han robado, lo han gastado en burocracia o si no
lo han invertido en alquileres. Vamos a
rebajar los alquileres y nos encontramos con que tenemos que rebajar muchos
edificios que pertenecen a los retiros.
Eso
no tiene ni pies ni cabeza, invertir precisamente el dinero de los retiros en
alquileres; o sea, convertir a los obreros en explotadores de otros obreros,
invertir el dinero de los trabajadores en casas que otros trabajadores van a
tener que pagar. ¿Qué sentido tiene
esto?
¡Todo
arruinado, todo abandonado, todo atrasado!
Va
usted a la agricultura y se encuentra latifundios que tienen 14 000
caballerías de tierra, 10 000 caballerías de tierra, 6 000
caballerías de tierra; va a los campos y se encuentra 200 000 familias sin
tierra, sembrando en la guardarraya su conuquito de maíz o de yuca que viene el
mayoral y se lo tumba, que viene el guardia rural y se lo chapea. Eso era lo que había aquí. ¡Había!, ¿saben?, ¡había! (APLAUSOS.)
Caña,
caña y caña. ¿Y la caña de quién? ¿Dulce para quién? Mucha caña y ningún árbol, mucha caña y
ninguna casa decente, niños barrigones comidos de parásitos, mucha caña y
muchos muchachos descalzos, mucha caña y muchas mujeres enflaquecidas, enfermas
y hambrientas; mucha caña y muchos hombres en el campo sin trabajo, sin tierra,
sin casa, sin salud. Eso es lo que ha
sido nuestro campo, eso es lo que había aquí.
Y para mantener eso es que había miles y miles de soldados; para
mantener eso compraron aviones, compraron tanques; para mantener esos
privilegios es que había gobiernos aquí.
¡Ah!,
¿y qué querían? ¿Que Cuba siguiera así? ¿Qué querían?
¿Que una familia ganara 80 pesos, 60 pesos, y pagara 50 de
alquiler? ¿Qué querían? ¿Que la familia en vez de comprar alimentos,
en vez de comprar ropa, en vez de tener un día de recreo al mes, tuviera que
pagarlo todo en alquiler? ¿Qué
querían? ¿Que siguiera el negocio? ¿Y qué negocio, qué utilidad producía a la
república invertir millones de pesos en casas de alquiler que no le daban
trabajo a nadie, excepto cuando la estaban construyendo; que era un capital
invertido en eso que servía para extraer, mes tras mes, un porcentaje altísimo
del ingreso de la familia? ¿Era eso
justo? ¿Era eso económico? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”)
¿Por
qué no se hicieron fábricas? ¿Por qué no
se hicieron fábricas donde trabajaran los obreros, donde se produjeran riquezas,
donde se produjeran artículos de consumo?
¿Por qué? ¡Ah!, porque era mucho
más cómodo comprar la casita de apartamentos, las casitas de apartamentos, de
30 ó 40 apartamentos. Invertían el
dinero en eso.
¡Ah!,
¿qué hicieron durante 50 años? ¿Acaso
resolvieron el problema de la vivienda? ¡No! No lo resolvieron, porque yo veo que la
inmensa mayoría del pueblo vive en un cuarto, en un solar, en una casa de esas
que se está derrumbando y viven 200 personas, en Santiago, en La Habana,
en todas partes; vas al campo y no hay vivienda. No resolvieron el problema de la vivienda, lo
que hicieron fue hacer negocios.
Llega
la Revolución y dice:
Lo siento, pero se acabó este negocio; lo siento, pero ustedes no
han resuelto el problema de la vivienda.
Ustedes no han hecho más que extraer millones para construir más casas
que siguen siendo caras, que siguen extrayendo el dinero de los ingresos
familiares. Y hemos dicho: eso no conviene a
la economía; más vale que ese dinero lo inviertan en la bodega, en comprar
alimentos, comprar ropa, comprar zapatos, comprar medicinas y comprar todo lo
que necesitan. Porque si el dinero que
se paga en alquileres va a parar a un banco, entonces, ¿qué pasa? Pues que no beneficia a nadie. Si el dinero se queda en manos de los
inquilinos, entonces los inquilinos van a una tienda y compran.
Cuando
un inquilino compra una vara de tela o un par de zapatos está ayudando al
obrero y al industrial que fabrican esos zapatos, les está dando trabajo a más
trabajadores. Porque si liberamos 2 millones
de pesos y se compran 100 000 pares de zapatos más todos los meses, pues
se necesitan muchos cientos de obreros y muchos miles de obreros más para
producir zapatos. Y le damos trabajo al
zapatero, y le damos trabajo al curtidor, y le damos trabajo al que trabaja en
la curtidora, y le damos trabajo al que trabaja en la tienda, y le damos a
ganar a todo el mundo.
Ese
dinero no solamente lleva algo más de bienestar a la familia, sino que lleva
bienestar también a muchas personas que están ganándose la vida con su trabajo,
y llevan el bienestar también a los que hoy están sin trabajo. ¿Por qué?
Porque no hay dinero, no hay quien compre. Y si no hay quien compre, no hay quien trabaje
en las fábricas.
¿Qué
se necesita? Que el pueblo tenga dinero
para que el pueblo compre y para que cuando el pueblo compre las fábricas
funcionen, para que se pongan nuevas fábricas, para que todo el mundo trabaje
aquí, para que todo el mundo se gane aquí la vida decorosamente (APLAUSOS).
(DEL
PUBLICO LE DICEN: “¡Que
haya trabajo!”)
¡Claro!
Tengo
que decir de todo el mundo, de todos los pueblos. Pero es muy importante esto.
Venimos
y hacemos una rebaja de alquileres. ¿Es
porque nosotros les tengamos odio a los dueños de casas de alquileres? ¡No, señor!
Nosotros no le tenemos odio a nadie, nosotros no hacemos leyes por odio;
nosotros hacemos leyes por amor a la justicia.
Nosotros no hacemos leyes por fastidiar a nadie ni amargarle la vida a
nadie; nosotros hacemos leyes por beneficiar al pueblo.
Hacemos
una ley que rebaja los alquileres hasta un 50%.
Dicen que es mucho. Bueno, en
primer lugar, voy a explicar esto: si nosotros no cortamos por lo sano no
resolvemos nada. Todos los gobiernos han
hecho su rebajita de alquileres: un 10%, un 15%, una bobería, algo para
contentar al pueblo y dejar todo como está.
¿Nosotros
qué hicimos? Lo primero que hicimos fue
crear el Instituto de Ahorro y Viviendas.
Y ya cuando estuvo el Instituto de Ahorro y Viviendas organizado, para
que no se paralizaran las construcciones, no habíamos rebajado los
alquileres. ¿Y qué pasó? Que las construcciones se paralizaron de
todas maneras desde el primer día.
Nosotros
esperando que el Instituto de Ahorro y Viviendas estuviera
organizado y que hubiéramos ya organizado a los miles y miles y decenas de
miles de obreros para hacer casas por millares y millares, ¿comprenden?;
estábamos esperando que estuviera organizado, y nos encontramos con que, sin
embargo, las construcciones estaban paralizadas. Y dijimos: pues no esperamos más, vamos ya;
porque si de todas maneras no van a construir ahora y después no van a
construir más, vamos a hacer la rebaja.
Nos
encontramos distintos casos que nos dicen que la rebaja ha afectado lo mismo a
quien tenía nada más que 10 casitas que al que tenía 100. Bueno, ¿y qué culpa tenemos nosotros? Nosotros sí nos preocupamos en la ley por
aquellas viudas, por aquellas familias que tienen una sola casa o dos o tres
casas pequeñas y no tienen ingresos superiores a 150 pesos. En esos casos sí nos preocupamos de no rebajarles
el alquiler, porque sería enriquecer a unos empobreciendo a otra familia pobre.
Entonces
rebajamos los alquileres no de las casas viejas, o sea de los que estaban
viviendo todavía en las mismas casas que hace 20 años. A esos no, porque ya se habían rebajado los
alquileres y los alquileres eran bajos en aquel tiempo. No me refiero a las casas donde se mudaron
los inquilinos y los dueños los aumentaron, porque esos casos sí están
comprendidos en la ley, ¿saben?, esos sí, aunque sean casas viejas, ¡sí, aunque
sean casas viejas!
Pero
nosotros nos preocupamos de proteger en la ley al que tenía una casita o dos o
tres casas pequeñas y no ingresaba más de 150 pesos. Ahora, de ahí para arriba, tuviera 10,
tuviera 500 o tuviera 1 000 casas, teníamos que hacer la rebaja. ¿Qué culpa tenemos nosotros de eso? La culpa la tiene precisamente el alquiler,
porque gracias al alquiler el que tenía más casas cada vez tenía más casas;
porque mientras el que tenía 10 a lo mejor nada más podía construir una más
todos los años, el que tenía 100 podía construir 10 más todos los años, y el
que tenía 1 000 podía construir 100 más todos los años. Luego, cada vez los que tenían más casas era
mayor la proporción de casas que tenían.
¿Por culpa de qué? Pues por culpa
del alquiler sencillamente.
Entonces,
¿qué vamos a hacer nosotros, una ley que diga:
se rebaja el 50% para el que tiene 500 casas, se rebaja el 49,6% al que
tiene 470, se rebaja el 48%, etcétera, etcétera, etcétera, hasta llegar al que tiene
10 casas? ¿Quién entendería esa ley, señores? ¡Eso no tiene pies ni cabeza!
Así
que se hizo la ley, y ya se sabe que a menos que hagamos un retrato para cada
caso, las leyes tienen que hacerse como la hicimos nosotros; cortar por lo
sano. Porque si no cortamos por lo sano
no enderezamos esto más nunca.
Aquí
hay que hacer una operación quirúrgica.
Y si cuando hay que hacer una operación quirúrgica los médicos se
dedican a poner mercurocromo, el paciente se muere, señores.
¿Rebajitas
del 10%? ¿Rebajitas del 15%? ¿Rebajitas del 20%? ¡No señor!
¡Rebaja del 50% a todo el que paga menos de cien pesos! Porque eso es justo y, además, es necesario.
Nadie
podrá pensar que lo hago por demagogia, porque lo que yo he hecho con esta ley es
ganarme muchos enemigos. ¿Al
pueblo? El pueblo era amigo mío ya, no
tenía que hacer leyes para ganarme su amistad (APLAUSOS). Pero muchas personas que tenían edificios de
apartamentos y que tenían un letrerito en la máquina que decía: “Gracias, Fidel”,
han quitado el letrerito de ahí (RISAS).
Ya no me dan ni las gracias —¡bueno!— y los
tengo de enemigos. Así que yo no hice
esto... Yo lo hice porque era necesario.
¿No
decían que había contracción económica?
Pues vamos a ver si hay ahora contracción económica. ¡Ah!, ¿contracción económica porque
escondieron el dinero? ¿Contracción
económica porque paralizaron los trabajos?
Bueno, pues ahora no habrá contracción económica porque habrá dinero en
la calle: todos
esos millones que se ahorra el pueblo de alquileres.
Ya
sabemos que unos han perdido más que otros; ya sabemos que unos han perdido más
que otros; ya sabemos que algunos tenían hipotecada la casa. Y me dicen: “Bueno: pero se puso fatal el que pidió una hipoteca
para terminar la casa y ahora el dinero apenas le alcanza para pagar la
hipoteca.” ¿Y qué querían? ¿Que se pusieran fatales los cien o los
cincuenta inquilinos que vivían en el edificio y que no hubiera rebaja para
ellos? ¿Qué querían? ¿Que mientras se rebajaba para otros no se
rebajara para ese inquilino? ¿Por
proteger a uno perjudicar a cincuenta?
¿Perjudicar a cien?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”) ¡Pues eso no era
justo!
Desde
luego que sentimos mucho esos casos; pero no era posible excluirlos, porque
para eso entonces no se hace ninguna rebaja.
Ya
veremos si hay algún medio de compensarlos, por ejemplo, bajando los intereses
que pagan por la hipoteca, para que no solamente cargue su parte de sacrificio
el dueño del edificio hipotecado, sino también el que prestó en hipotecas;
rebajando parte del tanto por ciento que pagan de intereses, porque siempre hay
alguna manera de compensar. Y no se
lamentan de que los que tenían 10 apartamentos salieron más perjudicados que
los que tenían 100 ó 1 000 apartamentos, porque todavía no saben cómo
pueden salir los que tienen 100 y 1 000 casas, ¡todavía no lo saben!
Así
que la reforma urbana no ha terminado todavía, porque lo mismo que en el campo
estamos haciendo la reforma agraria, también es justo que hagamos la reforma
urbana.
La
primera Ley de Reforma Urbana fue el Instituto de Ahorro y Viviendas. ¿En qué consistió? Pues en acabar con el juego y en convertir la
lotería en una institución de ahorro.
Antes
el pueblo compraba billetes y, si no se sacaba el premio, tenía que
botarlos. Ahora el pueblo compra los
bonos y, si no se saca el premio, los guarda, y al cabo de cinco años le dan lo
que le costó más los intereses (APLAUSOS).
Y si lo guarda más, le dan más.
Luego, ya no se le roba al pueblo.
Y si los quiere cambiar antes de los 5 años, le dan una parte del valor,
le dan el 40%, o el 50%, o el 70%, pero si espera 5 años le dan todo más un
interés. Y si espera 10 años, le dan todo más un interés compuesto. Así que lo que antes botaban...
Porque
al pueblo no se le podía quitar el juego de repente, porque si le dicen: “No juegues”, mucha
gente no iba a poder quitarse el vicio ese de jugar su numerito: ya se sabe.
Porque si lo acostumbraron durante 50 años a eso, le enseñaron durante
50 años eso, nosotros no podemos venir de repente y quitárselo, porque no vamos
a tener un policía a la puerta de cada casa:
ese no es el procedimiento.
¿Qué
hicimos? ¿El pueblo tiene la costumbre? Está bien.
Lo que vamos a hacer es venderlos como antes; pero en vez de cogerles el
dinero ese, guardárselo, y al cabo de un tiempo devolvérselo con
intereses. Eso fue lo que hicimos
(APLAUSOS).
Y
mientras tanto, ¿en qué invertir esos cien millones que se invertían en
juego? Antes se invertían 100 millones
en juego, y los garitos y los explotadores del juego se lo robaban. ¿Ahora qué se va a hacer con esos cien
millones? ¡Todos los años se va a
invertir en casas! ¿Qué les parece? Y esas casas, ¿qué se va a hacer con
ellas? Pues no se van a alquilar para
toda la vida, sino que se les van a alquilar a las familias y por lo que pagan
de alquiler, al cabo de 10, de 12 ó de 15 años se van a convertir en dueños de
las casas, sin negocio ninguno, por lo que valen (APLAUSOS).
Y
yo quiero que se sepa que el Instituto de Ahorro y Viviendas es la primera
institución en el mundo de ese tipo y que, actualmente, en numerosos países de
América, están pidiendo informes sobre el Instituto de Ahorro y Viviendas,
porque es una de las instituciones más revolucionarias que se han hecho. En vez de explotar el Estado el juego, el
Estado combate el juego:
convierte el juego en ahorro, invierte ese dinero en
construcciones y le da al pueblo esas construcciones por lo que paga de
alquiler (APLAUSOS).
Así
que la primera ley fue esa.
¿Cuál
fue la segunda ley? La segunda ley fue
la rebaja de alquileres.
¿Cuál
es la tercera ley? Pues una ley que
vamos a hacer sobre los solares urbanizados y en las zonas de desarrollo
industrial.
¿Qué
pasaba aquí? Llegaba un señor y compraba
hace 30 años un solar y le costaba 20 centavos el metro. Entonces esperaba y esperaba. Venía alguien a construir y le decía: “No, no, no. Yo no vendo ahora. Estoy esperando que me hagan una carretera
por aquí o me pasen la calle y que construyan allí.” Pasaban 10 años y decía: “No, no, no. No vendo.”
Era como el perro del hortelano: ni construía ni dejaba construir. Esperaba que aumentara el valor, y al cabo de
20 años lo que valía 20 centavos valía 30 pesos. ¿Por qué, si no invirtió un centavo más allí? ¿Por qué, si no invirtió un minuto de su
trabajo, se va a aprovechar del trabajo de otro, del que construyó una calle,
del que construyó un edificio por ahí, para enriquecerse con el trabajo de
otro, sin haber invertido ni un minuto de trabajo ni un centavo en el solar? ¿Por qué?
Cuando
se iba a poner una fábrica que les iba a dar trabajo a muchos obreros, que iba
a producir riquezas, que iba a ahorrar divisas, no se podía poner la fábrica,
porque cuando iban a comprar el terreno, el terreno valía más que las
máquinas. No se podían hacer fábricas. Eso iba contra el progreso, eso iba contra el
desarrollo industrial.
Vamos
a dictar una ley revolucionaria declarando propiedad del Instituto de Ahorro y
Viviendas todos los solares urbanos urbanizados y todas las áreas de desarrollo
industrial. Y entonces —fíjense bien— se
indemnizará esos solares a sus actuales dueños cuando alguien quiera construir
allí.
Si
llega una familia y dice:
“Quiero construir aquí”, y el solar valía 50 pesos o valía 30
pesos, el Instituto de Ahorro y Viviendas le dirá: “Bien, usted puede construir ahí. El solar le cuesta cinco pesos” (APLAUSOS). Y el Instituto de Ahorro y Viviendas tasará el valor de los solares. Cuando venga una fábrica —que necesitamos
fábricas—, cuando venga un inversionista que quiera poner una fábrica y diga: “Tengo un millón
para poner una fábrica. Necesito
terreno”, le decimos: “Ahí
tiene terreno. Ese terreno, en vez de
costarle 30 pesos el metro, como usted va a poner una fábrica y la fábrica va a
dar trabajo, le va a costar a dos pesos o a dos cincuenta el metro; o sea, le
va a costar diez veces menos que lo que le costaba antes.” ¡Para que se pongan fábricas y para que el
pueblo trabaje! (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS.)
El
que tiene un solar para construir su casa, no se le toca. Ese puede ir al Instituto de Ahorro y Viviendas
y decir: “Oiga,
quiero hacer mi casa. Necesito que me
preste 5 000 ó 10 000 pesos.”
Entonces el instituto le presta el dinero, y fabrica su casa en su
propio solar.
Así
es que ahora en vez de pocas construcciones, va a haber tres veces más construcciones,
porque va a haber facilidades para las construcciones, ¡va a haber facilidades
para las construcciones! Y al dueño del
solar se le pagará por lo que vale el solar, por lo que valía antes el solar, y
por lo que convenga a las necesidades del pueblo.
¿Por
qué? ¿Qué es lo que pasa hoy día? Pues el solar en la ciudad, la tierra, vale a
50 pesos el metro cuadrado. Entonces el
empleado público, el obrero que vive en la ciudad, tiene que pagar de alquiler
más caro que en ninguna otra parte; tiene que pagar los 50 pesos que está
valiendo la tierra. Y aquella tierra no
tiene razón para haber aumentado de valor porque en aquella tierra no se hizo
nada, en aquella tierra no se invirtió ni un minuto de trabajo ni un centavo.
Esa
es la tercera ley revolucionaria de la reforma urbana, y va a ser una de las
leyes más revolucionarias de este gobierno, porque va a facilitar que todo el
mundo tenga su casa; va a abaratar las construcciones.
Ahora,
cuando el Instituto de Ahorro y Viviendas, haga la casa para una familia, en
vez de cobrarle a 30 pesos el metro de tierra, le cobrará tres o cuatro pesos,
y ya en tierra le ahorrará una parte considerable de gastos. Después le hará la casa y, por el dinero que
le preste, le cobrará solamente un 5% para pagarles el interés a los que tienen
los bonos (APLAUSOS).
Me
dirán ahora que eso es un abuso. Me
dirán que eso es un abuso, seguramente, y yo diré: No.
Abuso es haber comprado ese terreno a 20 centavos para venderlo a 30
pesos, sin haber gastado allí un solo centavo más. Eso sí es un abuso, porque eso perjudica la
economía del pueblo, eso ha perjudicado a todas las familias pobres. Aquí nadie pensaba en hacerse una casa porque
le aterrorizaba pensar el número de pesos que valía un metro de terreno, y por
eso nadie construía, y se pasaban años y años pagando la casa. Aquí hay familias que han pagado tres veces
la casa donde viven, porque llevan 20, 25 y 30 años pagando alquiler; han
pagado tres veces y nadie les ha dado facilidades para construir su casa.
Me
dirán que es un abuso, y yo diré que no es un abuso, que les pagaremos por la
tierra algo. Y solamente porque no
queremos adoptar medidas drásticas, porque no queremos dejar de dar alguna
compensación a los que tienen esos solares; porque yo considero, en definitiva,
que la tierra cubana era de los indios que vivían aquí. ¿De quién era la isla de Cuba? De los indios que vivían aquí. Vinieron los españoles y se apoderaron de la
tierra por la fuerza. Vinieron los reyes
de España y concedieron mercedes otorgando esas tierras a determinados
particulares. Vino una revolución y
quitó la colonia, quitó el gobierno del Rey de España, y hasta en España
quitaron a los reyes. ¿Por qué entonces
van a estar vigentes aquí todavía las mercedes del Rey de España? (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.) ¡Ya no hay reyes ni en España, y sin embargo
las mercedes del Rey de España todavía tienen vigencia en Cuba!
Si
no ocupamos todas las tierras se debe a que no queremos arruinar a nadie, a que
no queremos adoptar medidas drásticas, a que no queremos dejar de dar alguna
compensación, y por eso indemnizaremos estas tierras; pero no por lo que digan
ellos, sino por lo que valgan, porque en realidad las tierras esas se las
quitaron a los indios, ¡y nosotros somos los herederos de los indios! (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.)
Yo
creo que esa es otra gran verdad. Claro
que alguna gente se pondrá las manos en la cabeza y dirá que estoy diciendo un
disparate. Pero, bueno, lo otro no les
pareció un disparate. El que una isla
donde viven 6 millones de habitantes se la tuvieran
cogida unos cuantos, eso no les pareció un disparate; y que al resto de la
gente no tuvieran ni dónde enterrarlos, eso no les pareció un disparate.
Y
nos llaman cubanos. ¿Cubanos por qué, si
no tenemos nada aquí? Dicen que esta es
nuestra patria. ¿Nuestra patria, por
qué, si no tenemos nada en esta patria?
¡Será la patria de unos cuantos aquí!
¿Pero la de nosotros, si no tenemos nada? ¡Ah!, para poder llamarnos cubanos y para
poder decir “nuestra patria”, es justo que cada cual tenga su pedacito en la
patria, ¿no? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”)
¿Es
que yo quiero acabar con la propiedad de la tierra? ¡No!
Yo lo que quiero es que cada uno tenga su pedazo de tierra, tenga su
pedazo de propiedad de la tierra, señores.
Lo que quiero es que todo el mundo disfrute de la tierra. Con la reforma agraria, ¿qué es lo que
queremos? De la reforma agraria no hay
ni que hablar, porque ya todo el mundo sabe que es una realidad y que se les
están dando los últimos toques a las leyes.
Naturalmente
que aquí uno no puede hablar de leyes revolucionarias, porque cuando habla de
leyes revolucionarias se asusta todo el mundo —digo, todo el mundo no, todos
los que tienen latifundio y tienen muchos edificios de apartamentos
(EXCLAMACIONES)—, enseguida empiezan a hablar.
Bueno, está bien:
pueden hablar, tienen derecho a hablar, tienen derecho a
escribir, tienen derecho a criticar, tienen derecho a atacarme; tienen derecho
a decir y a hablar y a pensar como quieran.
La Revolución Cubana empieza por respetar las libertades humanas;
empieza por respetar la dignidad humana, empieza por respetar la libertad de
pensamiento, la libertad de cultos, la libertad de ideas políticas, la libertad
en todos los órdenes, la dignidad del hombre en todos los órdenes. Esa es una de las cosas que más caracteriza a
nuestra Revolución.
La
Revolución no golpea a nadie, la Revolución no asesina a nadie, la Revolución no suprime ninguna
libertad. Ahora bien: que no me vengan invocando derechos
anacrónicos, que no me vengan hablando del Derecho Romano, porque el Derecho
Romano lo hicieron los romanos para los romanos, ¡y el Derecho Cubano lo hace
la Revolución Cubana para los cubanos!
(APLAUSOS.)
Cuando
hablo de Derecho Romano no me estoy refiriendo a la Iglesia, me estoy
refiriendo al Imperio Romano, al Imperio Romano donde se hicieron las primeras
leyes sobre la propiedad de la tierra. Y
todavía aquellas leyes de hace 2 000 años están siendo aplicadas
aquí. Y al estudiante de derecho, al
abogado, lo primero que lo ponen a estudiar es Derecho Romano, porque el
Derecho Romano es el que se está aplicando todavía en Cuba. Así es que todo está atrasado 3 000 años
aquí. El derecho está atrasado
3 000 años; la agricultura está atrasada 3 000 años. Y así, por el estilo, todo está atrasado
1 000 años. ¡La única que no está
atrasada mil años es la Revolución, que está adelantada unos cuantos años! (APLAUSOS.)
Así,
nosotros estamos haciendo los cambios paulatinamente, sin arruinar a
nadie. Porque yo quiero aclarar aquí que
nosotros no predicamos el odio contra nadie, nosotros no odiamos a los ricos,
nosotros no predicamos el odio contra los ricos, no señor; nosotros no
predicamos el odio contra los latifundistas; nosotros predicamos el odio contra
el latifundio, nosotros decimos que el latifundio es antieconómico, que el
latifundio es injusto.
Yo
sé, por ejemplo, que muchos ricos ayudaron a la Revolución. Yo sé que a la Revolución durante la
insurrección la ayudó todo el mundo, todas las clases, pobres y ricos. ¿Pero eso quiere decir que ahora la
Revolución tenga que dejar todo eso como está?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”) ¡No señor! El hecho de que todo el mundo haya ayudado a
la Revolución no quiere decir que todo tenga que quedarse como está, porque las
cosas estaban mal. Los ricos demostraron
su patriotismo ayudando a la Revolución, ¡muy bien! ¡Que ayuden ahora también, demuestren su
patriotismo ayudando a la Revolución también!
(APLAUSOS.)
¿Que
van a ganar menos? Pues que ganen
menos. ¿Que algunos no van a ganar nada? Bueno, está bien. ¿Y cuántos cientos de familias, y miles de
familias han vivido montones de años sin ganar nada? No se ocupen, que al que no gane nada
nosotros lo ayudamos a que gane: le damos trabajo, lo ayudamos en lo
que sea necesario también.
Nuestra
política no es arruinar a nadie. Nuestra
política es reajustar la economía del país, no es arruinar a nadie. Yo no me paro aquí a decir que son unos
vampiros, que son unos malvados. No
señor. Aquí todo el mundo fue de acuerdo
con las leyes que había, de acuerdo con los gobiernos que había; se crearon
infinidad de intereses. Nosotros venimos
y decimos: esto
hay que organizarlo de otra manera, esto hay que enderezarlo, esto no puede
seguir así, porque esto es el caos, esta es la miseria, esta es la injusticia,
esta es la ruina.
Tienen
que hacer sacrificios, y el patriotismo tienen que demostrarlo no combatiendo a
la Revolución, no combatiendo a la Revolución porque haga leyes justas, porque
entonces yo podría decirles:
“¡Ah!, entonces ustedes no ayudaron a la Revolución porque eran
patriotas, ustedes ayudaron a la Revolución para que nosotros no hiciéramos
leyes revolucionarias, ustedes ayudaron a la Revolución para comprarnos a
nosotros.”
Por
eso, como yo vi que en aquella etapa todo el mundo
ayudó a la Revolución, a las clases económicas no les digo que se pongan contra
la Revolución, les pido que se sacrifiquen también, les pido que se sigan
sacrificando por la patria no solo en la insurrección sino en esta tarea
creadora; que la Revolución no predica el odio, que la Revolución predica la
justicia; para que haya paz en nuestro pueblo, para que haya felicidad en
nuestro pueblo, para que haya progreso en nuestro pueblo, es necesario que no
haya un solo hombre sin trabajo, es necesario que no haya un solo campesino sin
tierra (APLAUSOS), es necesario que no haya una sola familia sin casa, es
necesario que no haya un solo niño analfabeto; es necesario que no haya un solo
enfermo sin medicina, es necesario que todo el pueblo disfrute de los
beneficios de tener una patria. Y por
eso vale la pena sacrificarse.
Combatir
a la Revolución porque la Revolución lesiona algunos intereses no es
patriótico. Combatir a la Revolución
porque la Revolución lesiona algunos intereses es un egoísmo. Combatir a la Revolución porque la Revolución
lesiona intereses es no tener noción de la justicia.
Y
nosotros —lo repito— no predicamos el odio contra nadie; pero predicamos la
justicia. Sé que todos ayudaron, sí,
pero la Revolución no se hizo para mantener privilegios: la Revolución se hizo para implantar la
justicia; la Revolución se hizo no para enriquecer al que estaba más rico sino
para darle lo que necesita al que no tenía nada, para darle de comer al que
estaba pobre (APLAUSOS).
Y
por eso digo que para el capital invertido en alquileres no hay garantías, para
el capital invertido en solares no hay garantías, para el latifundio no hay
garantías. Hay garantías para el capital
que se invierta en industrias, hay garantías para el capital que se invierta en
industrias, con una condición: que mantengan salarios altos, ¡que
mantengan salarios altos! (APLAUSOS.) Porque nosotros tenemos que desarrollar
nuestra industria para darles trabajo a cientos de miles de cubanos. Ahí tienen una actividad donde pueden ayudar
las clases ricas: que
no inviertan el dinero en alquiler, que no inviertan el dinero en solar, que no
inviertan el dinero en garrote, que no inviertan el dinero en latifundio. ¡Que lo inviertan en industrias para darle
dinero al pueblo y que paguen salarios altos!
(APLAUSOS.)
El
pueblo va a tener con qué comprar, luego las industrias van a tener a quien
venderle. Si el pueblo no tiene con qué
comprar, la industria se arruina. Y por
eso nosotros queremos que el pueblo y los campesinos tengan dinero para
comprar. Eso solo es posible dándoles a
los campesinos la tierra. ¿Por qué? Porque mientras no tengan la tierra estarán
pasando hambre, estarán ganando dos o tres pesos el día que trabajen, y estarán
sin trabajar la mayor parte del año.
¿Qué
puede comprar un campesino con lo que gana hoy día? No puede comprar nada. Nosotros no solo tenemos que darles la tierra
a los campesinos —con eso no hacen nada—, porque si les damos la tierra para
que siembren malanga, boniato, ñame, yuca, y tengan unas cuantas gallinas allí,
pues tendrán que comer, pero con eso no ganan nada, porque no tendrán con qué
comprar ropas, con qué comprar zapatos, con qué comprar toda clase de artículos
que necesiten.
Luego,
no solamente hay que darles la tierra sino decirles: “Ustedes produzcan aquí maíz hasta
tanta cantidad, ustedes produzcan aquí frijoles, ustedes produzcan aquí caña,
ustedes produzcan aquí soya, ustedes produzcan aquí algodón.” No producir más de lo que se necesita sino
decirles lo que tienen que producir, y entonces darles para cada tierra una
producción. ¿Para qué? Pues no solo para que siembren malanga,
boniato y viandas para comer, sino para que siembren artículos que puedan
venderse en el mercado y obtener ingresos.
Porque tenemos que decirles qué es lo que deben producir, porque si todo
el mundo produce la misma cosa no hay precios, sobran los artículos.
y aquí, unos
pueden producir café, otros maíz, otros arroz, otros frijol de soya, otros
frutos menores, otros algodón, otros ganado, otros caña, y cada cual tener un
artículo que tenga el precio asegurado en el mercado, para tener su tierra y no
solo todo lo que necesita para comer sino los artículos mediante los cuales se
pueden ganar cientos de pesos todos los años, 1 000 pesos, y si es posible
más de 1 000, 2 000 pesos todos los años; para que tengan la comida
asegurada, la casa asegurada, y además tengan dinero para comprar todas las
demás cosas que necesitan (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Así
cuando el campesino tenga dinero, la industria progresa porque tiene a quien
venderle, y entonces todos los hombres que están en la ciudad sin trabajo
encontrarán trabajo en la industria.
¿Qué
estamos haciendo nosotros? Estamos
elevando el ingreso de las familias y manteniendo los costos bajos, porque, si
nosotros elevamos los ingresos y la vida se pone más cara, no hacemos
nada. Así ustedes ven que mientras se
aumentan los salarios poco a poco, el alquiler baja, los teléfonos bajan, los
artículos de primera necesidad bajan.
Nosotros
tenemos que tener mucho cuidado, a medida que aumenten los ingresos, que no
vayan a aumentar los artículos de primera necesidad. Por eso, el campesino tiene que producir con
tractor, con abono, con regadío. ¿Para
qué? Para producir barato, y ganar
dinero. Porque hoy el campesino tiene
que producir muy caro.
Cuando
se haga la reforma agraria venderán más barato y ganarán más y entonces todas
esas familias que en la ciudad hoy pagan 30, 40 ó 50 pesos menos de alquileres,
que han obtenido un aumento en los ingresos, podrán comprar más barato en el mercado. Así es que nuestra política es aumentar los
ingresos por familia, tratando a toda costa de que no aumente el precio de los
artículos de primera necesidad. Porque,
si nosotros aumentamos los ingresos y los artículos de primera necesidad
aumentan, no hemos hecho nada.
¿Comprenden?
(DEL
PUBLICO LE DICEN ALGO.)
A
mí no hay quien me haga trampas. Voy al
extranjero, y voy a donde tenga que ir, y hay que respetarme, porque represento
al pueblo de Cuba sencillamente (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS), y porque no tengo
miedo de ir a donde haya que ir, ni hablar donde haya que hablar, ni decir mi
verdad donde tenga que decirla, porque es la verdad de nuestro pueblo
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Así
es que he aprovechado esta ocasión para explicarle al pueblo lo que vamos
haciendo. ¿Ustedes creen que hemos hecho
mucho? ¡No, hombre, no: todavía no hemos hecho nada! Las leyes que hemos hecho son pocas todavía;
tenemos que hacer muchas más leyes revolucionarias. Por ejemplo, nos falta la Ley de Reforma
Agraria sobre latifundio, que está confeccionándose y estudiándose muy
cuidadosamente. Yo todavía no le he podido dar a los campesinos... Bueno, ya a todo el que tiene su pedazo de
tierra lo hemos garantizado allí; pero todavía no le hemos podido dar la tierra
al que no la tiene. ¡Y se la vamos a
dar!
¿Por
qué el pueblo tiene fe? ¿Por qué está
tranquilo? Porque sabe que nosotros
siempre hemos cumplido nuestra palabra, porque sabe que yo no los engaño,
porque sabe que yo no vengo con politiquerías ni a hablar con demagogia. Sabe que lo que les prometo se lo cumplo,
porque siempre he cumplido mi palabra (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Por
eso los campesinos no se impacientan.
Ellos saben que yo estoy reuniendo tractores allá; ellos saben que yo
estoy reuniendo millones de pesos para comprar tractores; ellos saben que la
ley se está confeccionando, y que si en estos días no se ha adelantado más es
porque hemos estado haciendo otras leyes revolucionarias, como es la rebaja de
las tarifas eléctricas en todo el interior, las rebajas de las tarifas
telefónicas, la ley de alquileres, el aumento de sueldo a todos los empleados
públicos, el sueldo mínimo de 85 pesos, la ley de confiscación a los
colaboradores de la tiranía, y una serie de leyes revolucionarias más que se
van haciendo.
Ustedes
saben que vamos sin prisa pero sin tregua.
Todavía no he podido hacer nada por los obreros azucareros; sin embargo,
yo sé que los obreros azucareros tienen confianza en mí. Lo único que les he podido hacer hasta ahora
es rebajar las tarifas eléctricas a muchos pueblos del interior. Pero tienen confianza en mí y saben que todo
cuanto esté al alcance de mis manos lo haré en todos los aspectos por mejorar
el estándar de vida, por mejorar el estado económico, por mejorar en todos los
órdenes al obrero azucarero.
Ellos
lo saben, y saben que al igual que otros sectores han ido recibiendo los
beneficios ellos los recibirán también.
No se los he podido dar ahora, no se los he podido dar, porque antes que
nada dije: “Aquí
hay que salvar la zafra, porque si no salvamos la zafra se nos cae la moneda; y
si se nos cae la moneda, nos arruinamos.”
Porque calculen ustedes el retirado, el pensionista que gana 30 pesos,
que no le alcanza casi ni para empezar el mes, que baje el valor de la moneda y
cada peso le valga 20 centavos. Entonces
en vez de 30 pesos lo que gana son 6 ó 7 pesos.
Si
nosotros no recibimos las divisas que nos manda el azúcar, se nos cae la
moneda. Por eso, salvar la zafra era
cuestión esencial, porque si no nos arruinábamos —y la república ya más
arruinada no podía estar, apenas lo único que le faltaba era que se cayera la
moneda— y yo les pedí a los azucareros...
Yo no les iba a pedir los sacrificios a los hacendados, porque no me
iban a hacer ningún caso. Yo les tenía
que pedir los sacrificios, ¿a quiénes? A
los obreros. Porque sabía que me iban a
hacer caso, porque sabían que yo era su amigo, porque sabían que la Revolución
no se hizo para defender al poderoso sino para defender al pobre (EXCLAMACIONES
Y APLAUSOS).
Y
yo fui al obrero azucarero y le dije: “Aunque no accedan a la demanda, no se
dejen llevar por las provocaciones. Hay
tiempo. Lo que tenemos que hacer es
salvar la zafra. ¡A trabajar todo el
mundo!” y los obreros azucareros fueron a trabajar, y gracias a ellos no se ha
arruinado la república (APLAUSOS).
Gracias a ellos, gracias a los obreros azucareros, nosotros hemos podido
ir haciendo todas estas medidas en favor del pueblo; que si no hubiera habido
zafra, no hubiéramos podido hacer nada.
¿Y a quién le tenemos que agradecer eso?
A los obreros azucareros (APLAUSOS).
Así
que no les he podido dar nada, pero no los olvido. Y ellos recibirán, como los demás, en su
oportunidad, los grandes beneficios de la Revolución. Les dije que esperaran, les pedí que
esperaran, y no se arrepentirán nunca de haber esperado (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS).
Ellos
ven que nosotros no estamos perdiendo el tiempo, ellos ven que nosotros estamos
haciendo leyes revolucionarias. Ellos
verán este año la reforma agraria, que ya empezará por constituir grandes
beneficios para el campesinado en general y también mucho para los campesinos
agrícolas que trabajan en el azúcar, y para los obreros azucareros en general.
Les
tocó a ellos primero que a nadie hacer los sacrificios, y no les ha tocado
todavía recibir los beneficios. En su
oportunidad los recibirán. Ellos lo
saben: tienen
confianza en la Revolución, y eso es lo que nos importa a nosotros.
(DEL
PUBLICO LE DICEN ALGO.)
Yo
sé que han hecho muchas peticiones o me han presentado muchos carteles
explicándome las cosas que les interesan.
Yo solo puedo decirles que nosotros no descansamos y que día a día, uno
por uno, vamos resolviendo todos los problemas; que si esas mejoras no llegan
antes es porque son muchos los problemas.
Y ustedes lo saben, que son muchos los problemas porque son muchos los
años que lleva el país sufriendo malos gobiernos, muchos los años que lleva el
país siendo víctima de la explotación y del robo. Y nosotros, por mucho que luchemos, por muy
buena voluntad que tengamos, no podemos hacer más —más, más pronto—, pero sí
haremos mucho más poco a poco; poco a poco, pero sin descansar. Nosotros vamos sin prisa, mejor dicho, yo
vaya decir que vamos un poco de prisa, pero sin tregua. Y día a día ustedes verán cómo se va a notar la
obra de la Revolución, a pesar de todos los obstáculos, a pesar de los enemigos
de adentro y de afuera, a pesar de las preocupaciones.
El
pueblo cubano sigue su obra, sin miedo, sin vacilaciones, sin descanso. El pueblo cubano sigue su marcha. Y tengo la seguridad de que en el curso de
pocos años he de ver al pueblo de Cuba entre los pueblos más prósperos del
mundo, tengo la seguridad de que en el curso de unos pocos años Cuba será el
pueblo más próspero del mundo y el cubano tendrá el estándar de vida más alto
del mundo (APLAUSOS).
Vamos
a pasar a todos los pueblos del mundo.
Nos vamos a situar —en el progreso económico y en el bienestar social— a
la cabeza de todos los pueblos del mundo.
Esto hará esta Revolución; esta Revolución que, surgida del pueblo,
destrozó un ejército que estaba armado hasta los dientes; esta Revolución que
está convirtiendo en escuelas las fortalezas, esta Revolución que se ha
convertido en ejemplo de América y admiración del mundo. ¡Esta Revolución seguirá adelante! No podrá impedirlo nadie. ¿Quién se lo puede impedir? ¿Quién puede oponerse a la voluntad del
pueblo? ¿Quién puede hoy frustrar el
destino de nuestra patria?
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.)
Antes,
¿qué era? El gobierno era un enemigo del
pueblo, los gobiernos no se ocupaban más que de sus privilegios, de sus
intereses personales. Gobierno y pueblo
eran dos cosas distintas. Gobierno y
pueblo son hoy una sola cosa. Ustedes y
nosotros somos una sola cosa:
ustedes defienden a su Gobierno Revolucionario (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS), nosotros defendemos a nuestro pueblo revolucionario (APLAUSOS). Ustedes defienden a su gobierno honrado y
nosotros defendemos a nuestro pueblo honrado (APLAUSOS). Ustedes defienden a su gobierno decente y
nosotros defendemos a nuestro pueblo decente, a nuestro pueblo patriota, a
nuestro pueblo heroico y a nuestro pueblo sufrido (APLAUSOS).
Nosotros
estamos aquí representando hoy no los intereses personales, sino los intereses
del pueblo; no el orgullo y la dignidad personal, sino el orgullo y la dignidad
de nuestro pueblo. Tienen que
respetarnos todos los pueblos del mundo.
Tienen que respetarlos a ustedes y a nosotros, porque representamos a
nuestro pueblo, y como representante de nuestro pueblo tienen que respetarnos,
porque cuando vienen a hablar con nosotros no vienen a hablar con un ladrón, no
vienen a hablar con un traidor, no vienen a hablar con un mercenario: vienen a hablar con
los representantes de la voluntad de su pueblo, que saben cumplir con su deber
con dignidad y con honradez. Tienen que
respetarlos a ustedes y tienen que respetarnos a nosotros (APLAUSOS).
No
diré que todo marcha perfecto.
Desgraciadamente, hay muchas cosas que tenemos que superar. Yo sé, por ejemplo, que en veinte pueblos hay
veinte problemitas, por problemas de alcaldes y de municipios, y por problemas
de puestos y boberías de esas; yo lo sé.
Desgraciadamente, sé que alguna gente todavía se cree que aquí no ha
habido una revolución y se ha olvidado de que ya todas las cosas del pasado
desaparecieron o tienen que desaparecer.
Hay gente que se monta en una perseguidora todavía y anda sonando la
sirena, y llevándose la luz roja; se olvidan de que esos tiempos se acabaron
ya. Y que como no se acostumbren, el que
no se acostumbre a ser un ciudadano ejemplar, el que no se acostumbre a andar
tranquilamente en su perseguidora —que ya no es perseguidora, sino carro
patrullero, porque ya no persigue a nadie—, y con cara de bueno y respetando la
luz roja, como la respeta todo el mundo aquí, le quitamos el carro patrullero,
le quitamos el arma, le quitamos la perseguidora y lo botamos de ahí
(APLAUSOS).
¿Quiénes
hacen eso? ¿La mayoría? ¡No!
El 99% se comporta correctamente.
Pero basta con que uno dé la nota. Y ya sabemos lo que ha pasado en
algunos pueblos: unos,
porque no botaron a nadie y dejaron hasta a algunos batistianos en los cargos;
otros, porque quisieron botar a todo el mundo, y eso es una injusticia. En la administración pública el criterio que
sostengo es que al empleado de confianza de la dictadura hay que quitarlo, que
al confidente hay que quitarlo, que al botellero hay que quitarlo
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS). Y quitarlo
no para poner a un bombín o para poner a un arribista; si se quita es para
poner a un revolucionario o no poner a nadie, porque creo que hay exceso de
burocracia, y un hombre sentado detrás de un escritorio no produce nada; más
produce un hombre sembrando maíz, porque ese por lo menos produce algo de comer
(EXCLAMACIONES).
Detrás
de los escritorios debe estar el mínimo necesario, ni uno más de la
cuenta. Pero soy contrario de que al
infeliz empleado que gana 60 pesos —ganaba, porque ahora gana 85—, que era
víctima de todos los gobiernos, soy contrario a que lo boten, y menos que lo
boten para meter a uno que dice que es revolucionario —porque ahora han
aparecido más revolucionarios de la cuenta, ¿saben?— (EXCLAMACIONES), y
entonces la gente que se queda sin puestos empieza a crear problemas, a crear
provocaciones, empieza a hablar boberías.
No hablan de las leyes revolucionarias, se ponen a hablar de puestos...
(DEL
PUBLICO LE DICEN ALGO.)
Veo
también que mucha gente quiere meterse en el Ejército Rebelde. ¿Y por qué ahora? ¿Por qué no se metieron cuando estábamos en
la Sierra Maestra? ¿O es que creen que
el ejército este de ahora es como el ejército de antes, donde la gente no tenía
que trabajar? Pues aquello de que de
sinvergüenza te metiste a guardia rural para trabajar, eso no se da aquí más,
¿saben?, porque aquí para ser del Ejército Rebelde hay que saber doblar el
lomo, ¿saben?, saber sudar la camisa y saber trabajar (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS).
Porque
no vamos a tener un ejército para estar sentados en los cuarteles. Yo lo que quiero es sacar a los rebeldes de
los cuarteles y llevarlos para las montañas, porque el rebelde no es un soldado
de cuarteles, el rebelde es un soldado de montaña. Allá es donde tiene que estar para que cuando
tenga que pelear, si algún enemigo lo ataca, no esté después ahogado ni después
esté holgazaneando como estaban los guardias.
Tienen que estar haciendo ejercicios, señores (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS).
Que
les queremos buscar trabajo en Obras Públicas y no quieren, no quieren. Pues miren: yo lo que creo es que para pertenecer
al Ejército Rebelde hay que prestar por lo menos un año de servicios
trabajando, para que el que se meta en el Ejército Rebelde no sea el más
haragán sino el más trabajador. Ustedes
conocen a todos los que se metían a guardias, ustedes saben que se metía a
guardia el más haragán del pueblo, por lo general, el que no quería trabajar,
el que era guapetón, el que era charlatán, el que era bocón; el que era
haragán, ese se quería meter a guardia.
Algunas
gentes creen que esto es igual que aquello, y no saben que el Ejército Rebelde
tiene que trabajar, y va a trabajar en muchas cosas. Entre otras, va a trabajar en la repoblación
forestal. Cuando podamos sacar al
Ejército Rebelde de la ciudad, lo sacaremos; dejaremos la policía. En el campo dejaremos la policía rural, y el
Ejército Rebelde para las montañas; que no se acostumbren a estar durmiendo en
los cuarteles, porque si no dentro de 10 años tendremos un ejército que ya no
es tan bueno, y un ejército refunfuñón, y un ejército holgazán, y un ejército
que no quiere trabajar. Y eso no fue el
Ejército Rebelde.
Porque
yo les voy a explicar una cosa: cuando lanzamos la última ofensiva en
Las Villas, en el Segundo Frente y en la Sierra Maestra, éramos nada más que
1 500 rebeldes. Había mucho
escopetero, mucha gente alzada por ahí.
Bueno, cuando se cayó la dictadura, como se ocuparon muchos fusiles, se
nos llenaron los cuarteles de rebeldes, ¡no se sabe cuántos miles de
rebeldes! ¿Quiere decir que eran
malos? No. Mucha gente, muchachos que andaban con
escopetas por ahí, cogieron el fusil e ingresaron en el Ejército Rebelde. Ya se había caído la dictadura, ¿pero quién
se iba a ocupar en ese momento...? Todo
el que agarró un fusil... Como algunos
cuarteles habían caído y otros no, pues las armas de un cuartel las ocupaban,
formaban filas, y por eso creció muchísimo; el mismo día que se cayó la
dictadura, creció el Ejército Rebelde en un montón de miles de hombres, porque
éramos nada más que unos 5 000, y después había como 15 000. Y lo malo no fue eso, lo malo fue que alguna
gente empezó a ponerse galones aquí, y grados, y cosas...
Desde
luego, el verdadero revolucionario no hace eso.
El verdadero revolucionario, el que pasó trabajo, el que conoció el
hambre, el que conoció la persecución, ese no hace eso. Ahora, el que se pone la estrella, o se pone
grados, ese es un vanidoso, porque los demás no murieron para que venga
cualquier descarado a estar poniéndose grados aquí, ¿saben? (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.)
Claro,
hay alguna gente que se comporta como los muchachos bellacos, que cuando no
está el profesor en la clase empiezan a hacer travesuras de todas clases. Así alguna gente —como todos los comandantes,
como todos los oficiales de más experiencia tuvieron que desempeñar una serie
de tareas importantes—, muchas gentes se aprovecharon para ponerse su
grado. Pero, desde luego, eso tiene
remedio cuando nosotros hagamos la lista definitiva de oficiales y hagamos el
expediente de cada uno de los oficiales.
Más vale que esos que se han puesto el gradito por ahí, más vale que
esos se lo quiten, ¡más vale que se lo quiten! (EXCLAMACIONES.) Aunque muchos ya se los van
quitando, muchos se han quitado hasta el uniforme. Porque yo no me explico: aparecieron una mano de
revolucionarios, que eso era terrible; y cuando no les dieron puestos —porque
querían que botaran a todo el mundo para ponerlos a ellos— empezaron en la
calle a decir que él, que era revolucionario y que no le habían dado nada, que
estaba desconocido, que los arribistas, que lo otro, formando ambiente en la
calle. A esos que andan hablando de
puestos, no les hagan caso.
Esta
es una hora muy grande de Cuba, esta es una hora muy generosa de Cuba. No hay sindicato de trabajadores que no esté
dando parte de su salario, que no haya dado un salario para la reforma agraria. No hay sector de Cuba que no esté pensando en
grande. Esta es una hora revolucionaria,
de grandes ilusiones, de grandes sacrificios, de grandes realizaciones. Quien no esté hablando de reforma agraria
hoy, quien no esté hablando de leyes revolucionarias para estar hablando de puestecitos, ese lo que es un descarado (APLAUSOS), porque
la Revolución no se hizo para repartirse el Estado como un botín, la Revolución
no se hizo para resolverle los problemitas personales a nadie: ¡La Revolución se hizo para resolverle
el problema a todo el mundo, a todo el pueblo, a toda Cuba y no a un grupito de
señores! (APLAUSOS.)
Pero
hay gente que cree que no. Y duele mucho
recordar a todos los que han caído, duele mucho recordar a todos los compañeros
que están enterrados en los arroyos, en los ríos y en los firmes de las
montañas. ¡Duele mucho recordar aquellas
cruces de hombres que murieron puros como la luz del sol, de hombres que
murieron llenos de desinterés y llenos de ideal, de hombres que cayeron en el
camino y no tuvieron siquiera el placer mínimo de ver la victoria inicial de
nuestro pueblo, la caída de la tiranía!
¡Duele
mucho recordar aquellos hombres! Y que
nadie se crea con suficientes méritos o con suficientes derechos para venir
aquí a poner sus intereses personales por encima de los intereses de la patria.
¡Duele
mucho recordar a aquellos hombres, para que vengan algunos descarados aquí a
creerse que esto es política, a creerse que esto es
politiquería, a creerse que aquí ha llegado al poder una elección o algo de
eso, y que es la pedidera de puestos por la
libre! Aquí no hay puestos, aquí no
puede haber nepotismos. ¡Y el que tenga
nepotismo que se prepare porque poco a poco lo iremos conociendo y tarde o
temprano tendrá que pagar las consecuencias de sus debilidades! (APLAUSOS.)
¡El
bombín que se prepare, porque esta es tarea de revolucionarios, esta es tarea
de hombres decididos y de hombres idealistas, de hombres sacrificados y de
hombres valientes! ¡El bombín que se
prepare, porque en una revolución el bombín no llega muy lejos, se queda en el camino!
El
que tiene mérito, el que tiene verdadero mérito, aunque de momento no lo hayan
puesto a hacer nada, si es un hombre de ideales se calla y sabe esperar. Pero el hombre que tiene mérito tarde o
temprano irá sobresaliendo, tarde o temprano el pueblo verá que existe, tarde o
temprano tendrá su oportunidad, ¡si esta lucha es larga, larga, larga! Hay para que todo el mundo trabaje y para que
todo el mundo luche. El que tiene
carácter, el que tiene mérito, se calla y espera. ¿Cuál es el que no se calla? ¡Ah!, el que se cree un genio y no es nada,
el que no tiene méritos y quiere estar empujando a ver cómo se encarama. El verdadero hombre de mérito espera; el
mediocre es el que se impacienta.
Ya
sabemos que hay algunos funcionarios que no son muy buenos. ¿Y qué culpa tenemos nosotros de eso? ¿Es que acaso aquí todo el mundo estudió para
comisionado, para juez, para magistrado?
¿O es que hemos sacado a los hombres precisamente de las montañas, los
hemos sacado del pueblo, para que empiecen a realizar esta tarea? Ya sabemos que todo no es lo más perfecto.
¿Qué
culpa tiene la Revolución, que está enfrentándose a muchos problemas grandes,
de que en un municipio los que hayan escogido allí a la gente no hayan escogido
a los mejores? ¿Eso es para empezar a
dividir, para empezar a intrigar, para empezar a debilitar? ¡No, hombre!
Que esperen, que si ese no sirve más tarde o más temprano el gobierno se
dará cuenta de que no sirve y lo quita.
¿Que
en algún lugar se coló un bombín? Bueno,
es una desgracia. ¿Pero va a estar uno
vigilando a todo el mundo? ¿Va a estar
uno averiguando, convertido en un inspector, en un policía, averiguando quién
es un perfecto revolucionario y quién es un bombín? Pues, señores, desgraciadamente es imposible
porque el Estado es muy grande, tiene muchos departamentos, tiene muchos
organismos autónomos, hay muchos municipios, para lograrlo todo perfecto. Así, en algunos lugares se escogen buenos y
en otros se escogen regulares, eso es inevitable, pero todo eso va teniendo
remedio con el tiempo.
Si
alguno se pone a politiquear, peor para él.
Todo el mundo se dará cuenta de que está politiqueando, y como esta es
revolución y no política, un día se encuentra con que está separado del cargo,
¿comprenden? Pero eso no quiere decir que
tenga mayor importancia.
Lo
importante son las leyes revolucionarias, lo importante son las leyes que el
gobierno está aprobando en cada Consejo de Ministros. Esa es la Revolución. La Revolución no se hace en un municipio; la
Revolución se hace en las reuniones del Consejo de Ministros, con las leyes del
Gobierno Revolucionario y en la Gaceta Oficial de la República.
Como
también es cierto que en algunos sindicatos hay elementos un poco descaraditos,
hay algunos elementos que no están muy claros y que se han hecho los bobos para
quedarse en los sindicatos. ¿Ustedes
creen que van a durar mucho? ¡No! Porque inmediatamente todos los trabajadores
empiezan a decir y a señalar, y cuando llega el momento pues quedaron
eliminados.
¿Pero
qué querían? ¿Que la criatura naciera al
mundo perfecta? ¿Que el niño de dos
meses supiera hablar y escribir ya? ¿Que
caminara y corriera, señores? Una Revolución
no es una estatua que uno modela a su gusto.
En la Revolución hay que trabajar con la masa humana, hay que trabajar
con el pueblo.
Desgraciadamente
nuestro pueblo ha sido un pueblo acostumbrado nada más a los malos ejemplos,
nadie le ha enseñado nada bueno, todo el mundo le ha enseñado lo malo.
La
juventud tiene buenas intenciones, pero no está capacitada; menos capacitados
que la juventud están todavía los viejos.
Así que ni los viejos saben, ni los hombres maduros saben, ni los
jóvenes saben; todo lo que han visto es malos ejemplos. No están preparados, tienen que
aprender. Necesitamos hombres de
carácter.
Es
lógico que esta generación no puede ser tan buena como
las generaciones futuras, porque esta generación no se educó en una doctrina
revolucionaria, no se educó en los buenos ejemplos. La generación formidable, la generación
maravillosa va a ser la generación venidera; esa sí va a ser más perfecta que
nosotros.
Nosotros
no podemos tener funcionarios perfectos porque nuestra generación no fue
educada para las tareas de gobierno, pero con lo que tenemos debemos seguir
adelante.
Lo
importante es que haya buena fe. Hay
buena fe en el pueblo, hay buena fe en nosotros. Mientras se mantengan la fe y el entusiasmo
del pueblo, mientras estemos nosotros, los líderes principales de la Revolución,
cumpliendo con nuestro deber, ¿qué importa más o menos el detalle de un
municipio? ¿Qué importa más o menos el
detalle de un departamento? Lo que
importa es la orientación que se da al pueblo, lo que importa es la orientación
que se da a la Revolución, lo que importa es la orientación que se da al
gobierno, las leyes revolucionarias, su línea en defensa de la dignidad y de la
soberanía del país, sus medidas en favor de la redención del pueblo; eso es lo
que importa. Ustedes tienen que aprender
a distinguir entre lo que tiene importancia y lo que no tiene importancia.
Las
cosas de la localidad, las rivalidades de la localidad, los chismes de la
localidad no importan. Lo que importan
son las leyes revolucionarias que están vertebrando el futuro de la patria y la
felicidad del pueblo.
Así
que yo espero que el pueblo esté atento y vaya poco a poco aprendiendo. Todos tenemos que aprender mucho. Aquí tenemos que aprender los muchachos, los
jóvenes, los hombres maduros y los viejos.
¿Saben por qué tenemos que aprender?
Porque no nos enseñaron nunca nada en ninguna parte, porque no nos
enseñaron nunca nada en la escuela, porque nunca nos enseñaron nada, de
hombres, y porque nunca nos enseñaron nada, de viejos, y entonces tenemos mucho
que aprender.
Yo
se lo digo porque lo veo. A mí me
vuelven loco en la calle y me hablan de cada bobería que yo diría: “¿En qué país está
viviendo este hombre? ¿No se da cuenta
de que yo tengo que hacer otras cosas y me viene a plantear problemitas
personales?” Lo que antes le planteaban al sargento de barrio me lo vienen a
plantear a mí ahora. Yo he dicho que un
día van a querer que yo vaya a cocinar a casa de alguno aquí (RISAS), porque
están acostumbrados al favorcito, están acostumbrados a buscar el favorcito
chiquito del político. Y es una familia
donde unos tienen unos intereses y otros tienen otros, donde unos piensan de
una manera y otros piensan de otra.
Yo
les digo que hay mucha gente con ideas viejas.
Hay gente que tiene un problemita y enseguida va para los periódicos a
escribir su problema.
¿Es
así como se ayuda a resolver? Viene el
otro y le contesta, se atacan unos a otros, se entonan las pasiones y el
problema no se resuelve.
Hay
mucha gente que está acostumbrada a los métodos viejos, a la politiquería. Vienen y cualquier cosa para los periódicos,
como si esa fuera manera de resolver; creen que están en política. A lo mejor están aspirando a representantes,
etcétera, etcétera. No saben que en el
futuro los representantes no van a ganar 3 000 pesos ni los senadores van
a ganar 4 000; van a ganar 600 pesos, si acaso; van a ganar los
representantes 500 pesos, y si acaso. Y
si roban van para la cárcel, se acabó la inmunidad parlamentaria (APLAUSOS).
Y
yo les digo que ya hay alguno por ahí que ha metido la pata, quiero que lo
sepan; ya hay alguno que ha metido la pata —como se dice vulgarmente—, y
estamos terminando las pruebas de algún señor que se dejó sobornar por un
malversador, quiero que lo sepan. No
hemos dicho nada hasta que no esté todo completico,
pero hay un señor sobre el que parece pesar toda la sospecha, toda la evidencia
de que por 400 000 pesos descongeló una cuenta de 900 000 a un
malversador y se la llevó. Así que ya
tenemos el primero, y estamos estudiando cómo le formamos consejo de guerra y
lo fusilamos (APLAUSOS).
Y
desde ahora anuncio que vamos a aprobar una ley, porque como ahora hay los
tribunales civiles —que ya se están reorganizando—, se nos escapa un tipo de
esos para los tribunales civiles y se nos salva. Por eso vamos a aprobar una ley estableciendo
la pena de muerte, porque en el Código Penal Rebelde está establecida la pena
de muerte para el delito de malversación y para el que se enriquezca con el
dinero del pueblo; pero en las leyes, en el Código Penal, no está la pena de
muerte. Y hay que ponerla, señores.
Vamos
a aprobar una ley estableciendo la pena de muerte para el que se deje sobornar
o malverse los fondos o se enriquezca con el dinero del pueblo, estableciéndolo
en la Ley Penal Civil.
(LE
DICEN ALGO DEL PUBLICO.)
¿Los
masferreristas?
Porque, miren, les voy a explicar.
Hay algunos tribunales que cuando no tenían la prueba o no lo podían
probar en el juicio, soltaban a los acusados, porque no lo podían probar. Sabían que eran criminales, pero como no lo
habían podido probar en el juicio, los soltaban; porque mucha gente sí, uno
sabía que había asesinado a varios, pero nadie les había podido tomar una
fotografía ni probarlo, aunque se sabía.
Yo
estimo, sin embargo, que los Tribunales Revolucionarios en estos casos debieron
condenar por convicción, porque se sabía que era criminal, aunque no se pudiera
probar en un juicio, pero todo el mundo lo sabía —porque aquí todo el mundo conocía a los
criminales, porque esos criminales no se ocultaban, ellos mismos se encargaban
de decirle al pueblo lo que hacían.
¿Para qué? Para sembrar el
terror, porque una de las prácticas de la dictadura era que todo el mundo
conociera las cosas que había hecho “Pata de Ganso”, el otro, el de más
acá. Todo el mundo los conocía.
Llega
un juicio, no se pueden aportar pruebas documentales y sin embargo todo el
mundo sabe que es verdad. Hubo
tribunales que cuando no lo podían probar los soltaban.
Lo
que yo opino que debieron haber hecho los tribunales, aunque no lo hubieran
probado, pero que sabían que era un criminal, era no soltarlo; no aplicarle la
máxima pena en esos casos, pero sí aplicarle la pena de cárcel, porque todo el
mundo lo sabía. Y eso es lo que ha
pasado, ¿comprenden?
Y
luego, otra cosa, ¿quiénes son los jueces?
Ninguna de la gente que está juzgando fue juez nunca ni fue a la
universidad a estudiar para juez. Y todo
el mundo no tiene la misma capacidad de juez.
Hay
que tener en cuenta que esa gente salió del pueblo, hay que tener en cuenta que
muchos de ellos eran campesinos.
Incluso, luego han venido los vivos, los bichos, los que estaban en la
universidad, y los han confundido, ¿comprenden?
Les han empezado a hablar de leyes y de leyes y los han confundido. ¿Ustedes se dan cuenta? Se valieron de que mientras esos campesinos
estaban peleando, ellos estaban estudiando muy cómodamente en una biblioteca
con aire acondicionado y después les empezaron a meter discursos y los
confundieron. Eso es lo que ha pasado.
Es
imposible que eso funcionara perfecto, ustedes lo comprenden, pónganse en el
lugar de ellos. Imagínense cada uno de
ustedes que lo pongan de juez, pues no sabe, porque nunca ha sido juez, nunca
estudió derecho, nunca estuvo en la universidad.
Claro
que esos hombres tienen muy buena fe, tienen las mejores intenciones, saben lo
que es bueno y lo que es malo, conocen el Código Penal Rebelde, saben a qué
delito corresponde cada castigo; pero no tienen experiencia, ¡no tienen
experiencia!, y luego vienen y los confunden, eso ha pasado. Y algunos casos de debilidad, y en algunos
casos pues habrá a quien le hayan tirado la toalla también, como se dice;
porque nunca falta, señores, no hay regla sin excepción.
Si
ustedes creen que todo tienen que hacerlo perfecto, están equivocados, todo no
puede salir perfecto. Uno quiere que le
salga perfecto, pero no puede. Si
fuéramos perfectos no seríamos seres humanos, no habría tanta miseria en el
mundo, no habría tanto dolor en el mundo, no habría tanta injusticia en el
mundo. Lo que pasa es que unos son
distintos que otros y la obra humana no es una obra perfecta.
Fíjense
en el trabajo que ha pasado el pueblo de Cuba, los años que viene luchando
—viene luchando, se puede decir, hace siglos— para tener las cosas que ahora
empieza a tener.
Así
que debemos tener presente que esto no es fácil. Pero ustedes mientras nos tengan a nosotros,
mientras nos tengan a nosotros vigilantes, mientras nos tengan a nosotros aquí
en nuestros puestos, cumpliendo con el deber, y mientras nosotros los tengamos
a ustedes, no teman nada. A pesar de
cualquier error, a pesar de cualquier falta, a pesar de los problemas, la
Revolución seguirá adelante, será cada día más poderosa, será cada día más perfecta, con el apoyo de ustedes (APLAUSOS).
Voy
a terminar (EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”). Sí, es que hoy me
siento ronco, no me siento muy bien.
Lo
único que quiero decirles es lo siguiente: Quiero repetir que este mitin se
convocó, se reunió el pueblo para demostrar la fuerza de la Revolución.
Nosotros
no queremos emplear la fuerza, nosotros no vamos a emplear la fuerza, nosotros
nunca emplearemos la fuerza contra nadie, a menos que se emplee la fuerza
contra nosotros. Pero como vimos que
estaban surgiendo las primeras manifestaciones contrarrevolucionarias, que
estaban surgiendo las primeras campañas contrarrevolucionarias, que estaban
surgiendo las primeras conjuras y las primeras intrigas contrarrevolucionarias,
fue necesario reunir al pueblo; reunir al pueblo por si acaso nada más, para
que no se fueran a equivocar, para que no se fueran a engañar.
Hemos
reunido aquí a los campesinos, a los obreros, a los estudiantes, a la clase
media, al pueblo en general. Lo hemos
reunido para que nadie se llame a engaño, para que nadie se vaya a equivocar;
que no se vayan a creer que la procesión esa que llevan por dentro algunos la
lleva todo el pueblo; para que no se vayan a creer que el disgusto que llevan
por dentro algunos lo lleva todo el pueblo.
Hay
gente tan alejada de la realidad que cuando está bravo él, cree que todo el
mundo está bravo; que cuando está disgustado él, cree que todo el mundo está
disgustado; que cuando está desencantado él, cree que todo el mundo está
desencantado, y cree que cuando él dice una cosa, eso es lo que va a decir todo
el mundo. Es que el tiempo ese de los
bobos se acabó ya hace mucho rato, es que el pueblo está muy despabilado, es
que al pueblo no le pueden andar con cuentos, y menos al pueblo de Santiago, y
menos al pueblo de Oriente, señores (APLAUSOS).
¿Qué? ¿Van a venir a pelearme a mí con los
orientales? ¡Qué equivocados están! (EXCLAMACIONES DE: “¡No, nunca!”)
En
primer lugar, porque soy oriental; en segundo lugar, porque aquí se inició la
lucha revolucionaria en el cuartel Moncada; en tercer lugar, porque de niño
caminé por estas calles y estudié aquí en Santiago y viví aquí en Santiago;
porque cuando el machadato yo tenía 5 ó 6 años y vivía en una casita muy
humilde de una maestra a donde me habían mandado, y ahí viví dos o tres años y
sentí las bombas y viví todo eso. Y he
vivido el dolor y he vivido el sentimiento y he vivido la tradición y he vivido
la historia de Santiago. Porque la
campaña revolucionaria, la gesta libertadora, se inició en la Sierra Maestra;
porque todo me une a Oriente. ¿Cómo van
a venir a pelearme con Oriente?
Y
claro, hubo gente que empezó a hablar de federalismo: Oriente federal. ¿Quién entendía eso? Si hubieran dicho: “Cuba federal”, pero decían “Oriente
federal”. Yo dije: esto no lo inventó ningún campesino,
ningún obrero; esto tiene que haberlo inventado algún estudiante. ¿Por qué estar queriendo separar a Oriente
del resto de la isla? ¿Por qué querer
una patria más chiquita en vez de querer una patria más grande? ¿Por qué?
Porque necesitamos de todos juntos, ¡necesitamos de todos!
Yo
dije: Estos
deben ser algunos intrigantes y algunos reaccionarios que, no pudiendo irles a
decir nada a los campesinos de ningún problema, han empezado a agitar pasiones
regionalistas. Como no podían hablar de
otra cosa, trataban de crear una división regionalista; todo para dividir al
pueblo, todo para debilitar la Revolución.
Y entonces venían y decían: “No, porque Oriente abandonado, no se
han hecho nada más que obras en La Habana.
Nos robaron la Revolución.”
¿El
que escribía eso hizo la Revolución?
Porque si se la robaron sería porque él la hizo. Posiblemente ese no salió nunca de su
casa. Pero escribió en el periódico: “Nos robaron la
Revolución.” ¿Robaron qué? Si yo he estado seis veces en Santiago de
Cuba desde el mismo primero de enero, seis veces en menos de dos meses he
estado en Santiago de Cuba; si he tenido mi atención constante puesta en la
provincia de Oriente. ¿Por ser
oriental? ¡No!, sino porque es la
provincia que más lo necesita.
Y
todavía mi preocupación es que no se hayan podido hacer muchas cosas de las que
derrumbaron, pero las vamos a hacer. Yo
me impaciento pensando que todavía no están hechas, pero me consuelo pensando
que dentro de cuatro, cinco o seis meses estarán todas hechas. Así que no me preocupa (APLAUSOS).
Yo
sé que, por ejemplo, Sagua está preocupada. Pero yo le puedo asegurar que le vamos a
construir la ciudad allí mismo donde estaba. Están tristes porque todavía no se ha podido
hacer. Es verdad, porque no se ha podido
organizar eso, porque hubo que hacer primero los puentes, hubo que hacer una
serie de cosas; estaban estudiando planes.
Pero esas casas se van a hacer, se lo prometo, ellos pueden tener la
seguridad de que esas casas se harán.
El
pensamiento nuestro ha estado puesto en Oriente.
Ustedes
decían que se hacían obras en La Habana, y es verdad. ¿Pero para quién se hicieron obras en La
Habana? ¿Para el pueblo? ¡No señor!
Muchas avenidas en repartos de gente que tenía grandes mansiones, muchas
avenidas en playas que no eran del pueblo, muchas avenidas que servían para
poner más caro los solares, para poner más caro los alquileres. ¡Sí, se construyó mucho en La Habana, pero no
para el pueblo; se construyó para grupitos privilegiados! El maestro, sin embargo, el obrero, el
empleado, estaba peor allí que en ninguna parte; porque el maestro, ganando el
mismo sueldo que el que gana en un lugar del interior, en cambio tiene que pagar
el alquiler mucho más caro, tiene que pagar la vida mucho más caro, y lo que
gana le alcanza menos de lo que le alcanza a cualquier maestro que vive en el
interior de la república. Se construyó,
sí, pero se construyó para los privilegiados.
Y
la cuestión a plantearle al pueblo no es venir a engañarlo, no es venir a
separar a una provincia de otra, no es venir a decirle que se construyó allí
para La Habana. Para La Habana no, se
construyó para los privilegiados, se construyó para determinados sectores; pero
al pueblo no se le dio nada, el pueblo estaba peor; mientras más construían,
más caro era todo para el pueblo. Esa es
la verdad, eso es lo que hay que decir aquí, señores (APLAUSOS).
Ahora
se va a construir para el pueblo aquí, allí y en todas partes, porque el pueblo
es uno solo, aquí y allá. Tan cubano es
el de aquí como es el de allá, tan hermano es el de aquí como es el de allá,
tan patriota es uno como es otro. ¡Todos
luchamos, todos! Fuimos los primeros, y
ese es nuestro motivo de satisfacción, de orgullo; pero nadie tiene que venir a
explotar ese mérito, nadie tiene que venir a explotar ese orgullo para dividir
a los cubanos. Debe ser una satisfacción
haber peleado más que otras provincias, debe ser una satisfacción haber hecho
más que los demás; pero nunca será razón para que sintamos desprecio sobre los
demás, nunca será razón para que nos dividamos de los demás, porque tan
hermanos —repito— son los de allá como los de acá, y tanto sufre el de allá
como el de acá, y tanto es un miembro de la patria el de allí como el de
aquí. ¡Y cuando haya que defender la
patria peleará el de allá y peleará el de aquí!
Así que nunca admitan que vengan a despertar pasiones divisionistas.
Yo
dije que los que se habían puesto a hacer esa campaña eran unos mentecatos. Se pusieron bravos y empezaron a decir que yo
estaba atacando a los orientales.
Resulta que los ataco a ellos, a los que hacían esa campaña, y dicen que
es a los orientales, como si los orientales fueran ellos. Ellos, los que estaban haciendo esa campaña,
no son los orientales, ni se pueden confundir; los ataqué a ellos. Atacarlos a ellos no quiere decir atacar a
los orientales. Ah, pero como les dije
lo que les dolió, vinieron a decir que yo estaba atacando a los
orientales. ¡Qué pamplinería! No solo digo que es una mentecatada —que
después de todo no es una palabra fuerte, después de todo no es una palabra tan
ofensiva—, digo también que es una pamplinería, digo
también que es perder el tiempo.
¿Me
van a venir a pelear con los orientales? Pero si sería pelearme yo conmigo mismo,
porque yo soy tan oriental aquí como el que más y tan patriota como puede serlo
el que más (APLAUSOS).
Ahora
todos tienen que ayudar a Oriente, y todos tienen que ayudar a Oriente porque
Oriente necesita de todos.
Mañana
se va a poner la primera piedra de la ciudad que se va a construir aquí, la
nueva ciudad. Y a la misma hora vamos a
estar poniendo la primera piedra también en La Habana. Pastorita Núñez va
a poner la primera piedra aquí por la mañana, y yo voy a poner la primera
piedra allá.
Miles
de obreros van a empezar a trabajar, miles de obreros, en las construcciones.
El
problemita del cemento se arreglará, señores.
Ya se sabe que el cemento no se vendió en estos días, pero después no va
a alcanzar el cemento que produzca esta fábrica ni ninguna fábrica de
Cuba. El problemita del cemento tiene
que arreglarse.
Yo
sé que se paró la fábrica porque no se vendía cemento. Pero, ¿por qué van a venir ahora a pagarles a
los obreros el descanso? Eso no es
generoso. Si van a vender más cemento
que nunca, si esas fábricas en los próximos años no van a parar de producir
cemento, ¿por qué no les pagan el sueldo a los obreros en estos días en que
está parada la fábrica y que ese sueldo no sea el descanso retribuido? (APLAUSOS.) ¡Que
ese sueldo no sea el descanso retribuido!
Yo
sé que no ha habido desplazamientos y que lo que han hecho es querer pagarles
el descanso. Yo creo que eso no es
justo, porque a los obreros no se les puede pagar el descanso a la fuerza, no
se les puede decir a la fuerza: Estas son tus vacaciones; que cuando
se ha paralizado el trabajo porque no se vende cemento se les diga que esas son
sus vacaciones y que después no van a tener vacaciones. Yo no creo, sinceramente que eso sea justo.
Lo
generoso es que se haga un sacrificio por parte de la fábrica y se les pague a
los obreros el sueldo mientras esté parada, que yo le garantizo que no le va a
alcanzar todo el cemento que produzca, muy pronto no va a dar abasto el cemento
que produzca; que no sacrifique a los obreros, y que si los obreros quieren
tener sus vacaciones pagadas en el verano, sus vacaciones pagadas, o en
diciembre, o en el mes que sea, que las tengan.
Eso no es ningún mérito, eso no es ninguna generosidad, venir a pagarles
ahora el descanso retribuido. Lo
generoso sería pagarles su salario.
Y
desde luego, si lo hacen así, compraremos cemento; pero si no hay generosidad
con los trabajadores, entonces nosotros no tendremos generosidad con la fábrica
y pondremos entonces otra fábrica o haremos cualquier otra cosa
(APLAUSOS). Esto es independiente de
cualquier consideración personal. En
materia revolucionaria, la única amistad que nosotros tenemos es con la justicia,
y siempre estaremos del lado de lo justo.
Yo
espero que ese problema del cemento se resuelva satisfactoriamente y de una
manera justa, en favor de los trabajadores; que mientras no se pueda fabricar
aquí —porque va a ser poco tiempo— les paguen el sueldo, pero que no se lo
descuenten de su descanso retribuido (APLAUSOS).
Pronto
empezarán numerosas obras. Ya hay un
crédito de 3 millones por un lado para Santiago, hay 2 millones y
medio para la universidad, más 10 millones de construcción de viviendas. Eso mismo se va a hacer en otras ciudades de
Oriente. Las obras públicas se van a
llevar adelante en todas las ciudades de Oriente. Ya afortunadamente vamos avanzando en ese
orden. Y la provincia recibirá grandes
créditos para obras, de las que más recibirá, no porque nosotros seamos
orientales, sino porque lo necesita, porque es justo.
Las
ciudades que vamos a hacer, las nuevas ciudades, constituyen verdaderas
maravillas. Al ver hoy los planes, al
ver hoy los proyectos de lo que se va a hacer, me quedé realmente maravillado: cómo el tipo de
ciudad que se va a hacer es enteramente nueva, cómo los patios para los niños
es lo primero que se señala; campo deportivo, piscina, tienda, todo formando
parte de determinadas unidades que van a establecer un género de vida
absolutamente distinto. Los lugares
donde hoy vivimos nos van a parecer infiernos, comparados con el tipo de
ciudades, de viviendas, que vamos a construir, y que mañana se empiezan ya.
Yo
estuve viendo hoy los planos en la capital.
Los planos aquí en Santiago están en manos de arquitectos
santiagueros. Yo quisiera que aquí se
hicieran planos similares a aquellos, pero eso está en manos de los
arquitectos. Sin embargo, construcciones
similares se van a hacer en toda Cuba.
Les
digo que los 100 millones que antes se invertían en juegos, ahora se van a
invertir en hacer construcciones. Y por
un precio mínimo, en pocos años, el pueblo amortizaré su casa.
Así
que estamos preparando un mundo para el cubano como posiblemente nunca se soñó,
estamos preparando un mundo como el que merece nuestro pueblo. No lo podemos hacer en un día, si lo
pudiéramos hacer en un día no tendría mérito.
Tenemos que hacerlo día tras día, luchando mucho, trabajando mucho,
venciendo muchos intereses, esforzándonos incansablemente.
Pero
el pueblo cubano tendrá lo que espera de nosotros, esa fe y esa confianza
tendrá su premio. No voy a decir que no
será defraudada, porque la palabra defraudación ha desaparecido de nuestro
diccionario, la palabra traición ha desaparecido de nuestro diccionario. La palabra que está de moda es la palabra
lealtad, la palabra que esté de moda es la palabra honradez, la palabra que
está de moda es la palabra deber, la palabra que está de moda es la palabra
patriotismo, entusiasmo, moral, fe, espíritu revolucionario, decisión de lucha,
valor, entereza; esas son las palabras que están de moda. Porque eso es hoy nuestro pueblo: nuestro pueblo es
hoy virtud, nuestro pueblo es hoy fe, es un pueblo entero.
¿Qué
pueblo en el mundo podía compararse con este?
¿Qué pueblo en el mundo podrá compararse con el cubano? (APLAUSOS.)
¿Qué pueblo es capaz de reunirse como se reúne este? ¿Qué pueblo es capaz de responder como
responde este? ¿Por qué? Porque sabe que lo estamos sirviendo
lealmente, porque sabe que no venimos aquí por política, porque nadie nos
obligó a luchar, nadie nos obligó a ir a la Sierra Maestra, nadie nos obligó a
pasarnos años en la cárcel, o en el exilio, o en la lucha, nadie nos obliga a
este trabajo; porque lo hacemos por emoción, porque lo hacemos por devoción,
porque lo hacemos sin aspirar a recompensa.
Yo
veo, por ejemplo, que algunos propietarios de apartamentos se quejan de que
perdieron 2 000, 3 000, 4 000 pesos, pues yo pierdo más que
ellos; yo que no tengo nada, pierdo más que ellos: yo pierdo 100 000 pesos todos los
meses. ¿Saben por qué? Porque si yo en vez de dedicarme a este
trabajo agotador, si en vez de dedicarme a este trabajo por el pueblo por un
sueldo que lo primero que hice fue rebajármelo; si yo, en vez de estar haciendo
esto, me dedicara a escribir los libros de la Revolución, la historia de la
Revolución, que me lo han pedido de distintos países del mundo, y me pusiera a
escribir esa historia, me ganaría 2 millones, 3 millones, no se sabe
los millones que me ganaría escribiendo, porque lo vendería en Cuba, lo
vendería en Venezuela, lo vendería en todas partes. Sin embargo, yo renuncio a todo eso. Cuando lo vaya a escribir, posiblemente no le
interese a nadie. Así que, ¿cuánto
pierdo yo todos los meses que le dedico al pueblo? Pues pierdo 50 000, 100 000, no sé
lo que pierdo y no me importa.
El
sueldo que gano es un sueldo modesto, porque lo que hice fue rebajármelo; luego
no estoy aquí luchando por interés, ni lucho por política, porque si luchara
por política me hubiera retirado en vez de luchar, porque al otro día del
triunfo todo el mundo me aplaudía, y yo sé que hoy todo el mundo no me aplaude,
me aplaude una parte nada más (APLAUSOS).
Luego,
no lucho por demagogia, ¡no lucho por demagogia! Sé que me gano enemigos, sé que gano
enemigos. No lo hago por ganarme el
cariño del pueblo, porque el cariño del pueblo lo tenía desde el primer día
(APLAUSOS). Luego lo que hago lo hago
por servir.
Se
preguntarán esos intereses por qué está el pueblo con nosotros, por qué se
reúne. Sencillamente porque el pueblo
sabe, porque el pueblo tiene instinto, sabe que lo estamos defendiendo, sabe
que esta es su Revolución y tiene que defenderla, sabe que esta es su
oportunidad y tiene que defenderla, sabe que este es su futuro y tiene que
defenderlo, sabe que puede confiar en nosotros, sabe que nosotros no lo
traicionaremos jamás, sabe que tiene en nosotros hombres que sabrán morir
cumpliendo con su deber, hombres que sabrán caer defendiendo la Revolución,
defendiendo la patria; hombres que no lo abandonarán jamás, porque nuestro
pueblo, que ha sufrido tanto, tenía derecho algún día a tener hombres que lo
sirvieran, tenía derecho algún día a tener gobernantes que lo sirvieran.
Si
otros le hicieron daño, si otros lo olvidaron, si otros lo explotaron, si otros
se pusieron al servicio de unos pocos intereses, ¿por qué no habría de llegar
el día en que los gobernantes se pusieran del lado del pueblo? ¿Por qué no habría de tener un día nuestro
pueblo hombres capaces de servirlo? (APLAUSOS.)
¿Por qué a nuestro pueblo que dio tantos hombres magníficos, a nuestro pueblo
que ha luchado tanto, a nuestro pueblo que ha tenido tantos reveses y tanta
adversidad en el camino, por qué no habría de llegarle su hora? ¿Por qué no habría de llegarle su hora de
suerte?
¿Se
quejan los que hoy se perjudican? Pues
bien, es justo, es lógico, si se estuvieron beneficiando durante décadas
enteras, es justo que los beneficios lleguen ahora al pueblo; si los únicos
beneficiados fueron ellos, es lógico que el pueblo comience a ser el
beneficiado de hoy.
No
importa que la Revolución la hayamos hecho entre todos. La Revolución no se hizo para ayudar al que
lo tenía todo, la Revolución se hizo para ayudar al que no tenía nada.
Queremos
ayudar al que no tenía nada sin levantar campañas de odio contra nadie. Si se ganan el odio del pueblo la culpa no
será mía; si se ganan el odio del pueblo será por su egoísmo, será porque sean
egoístas, será porque no quieran la felicidad del pueblo, será porque lo
quieran todo para ellos y nada para el pueblo (APLAUSOS). Por mí no se ganarán ese odio. Yo no predicaré el odio. Cumpliré simplemente con mi deber.
Haremos
leyes revolucionarias que entrañen bienestar y entrañen justicia para los
desamparados, para los que nunca tuvieron nada, para los que nunca tuvieron
amigos, para los que nunca tuvieron protección.
Haré
justicia. Si por hacer justicia me gano
el odio de unos cuantos, ¡bienvenido el odio!
(APLAUSOS); si por hacer justicia me gano la crítica de unos cuantos,
¡bienvenida la crítica!; si por hacer justicia me gano la antipatía de unos cuantos,
¡bienvenida la antipatía!; si por hacer justicia me gano la muerte, ¡bienvenida
la muerte! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡No!”); si por
hacer justicia me combaten, ¡que me combatan!
Respetaré
el derecho a escribir y a hablar contra nosotros; respetaré la dignidad
personal, la libertad personal y todos los derechos individuales de nuestros
adversarios. Si me combaten y combaten
al pueblo algún día por la fuerza, lo sentiríamos muchísimo. Ojalá que eso nunca ocurra, tengo esperanzas
de que eso nunca ocurra; porque si algún día nos combaten por la fuerza, ¿de
qué manera van a poder resistir la fuerza del pueblo y del Ejército Rebelde
unidas? (APLAUSOS.)
Espero
que no, espero que todo el mundo se adapte a las leyes
revolucionarias. Es una cuestión de
adaptación; no de hacerles resistencia a las leyes revolucionarias, sino
adaptarse a las leyes revolucionarias.
Yo
tengo esperanzas de que nadie se atreva a desafiar la fuerza de la Revolución;
porque su fuerza es muy grande, señores.
¿Cuándo se vieron estas multitudes?
¿Cuándo se vieron estas concentraciones?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Nunca!”) ¿Quién puede
contra este pueblo? (EXCLAMACIONES DE: “¡Nadie!”)
¿Y
van a venir aquí con ilusiones? No
comprenden que el pueblo estará con nosotros siempre, sencillamente porque
seremos honrados, porque nunca nos verán robar, porque nunca nos verán con
debilidades ni vacilaciones; porque siempre me verán firme, porque siempre me
verán trabajando y me verán al servicio del pueblo. Y me verán no como un señor poderoso,
encumbrado, sino como un hombre del pueblo, como un hombre que llega al pueblo,
que está con el pueblo, que le habla al pueblo en lenguaje claro (APLAUSOS),
que habla de manera que el pueblo lo entiende —porque no ando aquí con
discursitos, ni con retórica, ni con palabrería—; lo que yo digo aquí al
pueblo, lo entienden hasta los muchachos, porque hablo para el pueblo y le
hablo con franqueza, le hablo con sinceridad.
Esa es una cosa que no se puede inventar, ni se puede simular, ni se
puede disimular.
El
pueblo conoce bien a la gente, sabe quién es un pícaro, sabe quién es un
descarado, sabe quién es un politiquero, y sabe quién es un hombre honrado,
quién es un hombre sincero, quién es un hombre igual que ellos (APLAUSOS).
Porque
aquí, ¿quieren saber la ciencia de la fuerza revolucionaria y de nuestro
respaldo con el pueblo? Muy sencilla: yo soy un individuo
más del pueblo, y todo el mundo me ve a mí como un individuo más del pueblo,
como un pariente, un hermano, un familiar.
Todo el mundo me dice Fidel y ve que yo soy un hombre más del pueblo
(APLAUSOS).
Antes
ustedes saben lo que pasaba. Antes un
señor salía representante y no lo veía más nunca ni el vecino de al lado, ni
los primos pobres lo volvían a ver, miren cómo es la cosa; se perdía, se compraba
un Cadillac, se paseaba por la calle, traía un sombrerón grandísimo, un dril 100 y no saludaba a nadie,
sobre todo si las elecciones estaban lejos.
A
un señor aquí le daban un puesto importante y ya no querían hablar ni con su
familia. Aquí la gente tenía un cargo y
ya creía que era un dios. ¿Y el
pueblo? ¡Ah!, desprecio para el
pueblo. Veían a la masa del pueblo como
una cosa fastidiosa, molesta.
Miren,
el problema es bien sencillo:
yo soy uno más del pueblo y a mí no me importan los cargos absolutamente
nada, y el pueblo lo sabe. Estoy aquí
sacrificándome por cumplir un deber. No
lo haré perfecto, pero trato de hacerlo bien; no lo haré perfecto, pero trato
de hacerlo, de buena fe, lo mejor; no le quiero hacer daño a nadie y le quiero
hacer bien a todo el mundo; respeto los derechos de todo el mundo y defiendo
los derechos del pueblo (APLAUSOS).
Lo
que he prometido lo he cumplido siempre; no prometo lo que no pueda
cumplir. Trato de hacer más de lo que
ofrezco. No ando nunca con engaños ni ando
con halagos. Digo lo que pienso
aquí. Si tengo que pensar distinto de lo
que están pensando los que me están oyendo, lo digo aquí con sinceridad, sin
demagogia, sin hipocresía. ¿Eso lo han
hecho los políticos? Pues no lo han
hecho los políticos.
Ese
es el secreto de que cuente la Revolución y cuente hoy el gobierno con el
respaldo enorme del pueblo.
Yo
digo que son menos porque, efectivamente, el primer día era todo el mundo
aquí. Ahora los que están un poco
disgustados no nos aplauden, pero el resto del pueblo nos aplaude más,
¿saben? (APLAUSOS.) Tenemos menos, pero son más decididos y más
convencidos cada día. ¿Por qué? Porque ven que estamos haciendo una obra,
porque todo el mundo sabe que no estamos perdiendo el tiempo. Ese es el secreto.
¿Van
a quitarnos al pueblo? ¿Lo van a
engañar? Cuando se aparezca cualquier
teórico de esos que no hizo nada, que no ha hecho nada, a escribir
paparruchadas en los periódicos, ¿le va a hacer caso nadie? Cuando empiecen a escribir contra la
Revolución y contra nosotros, ¿le va a hacer caso nadie? (APLAUSOS y
EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¡No le van a hacer caso! Porque el pueblo le dirá: Bueno, no lo pudieron hacer mejor,
pero trataron de hacerlo lo mejor posible; no lo pudieron hacer perfecto, pero
no le han robado a nadie, no han asesinado a nadie, no han golpeado a nadie, no
han burlado ningún derecho (APLAUSOS), han respetado los derechos de los amigos
y hasta de los enemigos, han respetado el derecho a pensar y a opinar de los
amigos y de los enemigos.
Eso
sí, nos mantenemos firmes en nuestra línea.
De nosotros se dirá siempre que nos mantenemos firmes en nuestra línea,
que no nos alejaremos jamás del pueblo, que siempre seremos una sola cosa con
el pueblo.
Así
que yo tengo una fe enorme. Vengo a Oriente
hoy y me voy con más ánimo; siempre que vengo a Oriente me voy con más ánimo.
La
gente no se explica por qué puedo estar sin dormir, y yo me lo explico: porque tengo ánimo, porque tengo entusiasmo,
porque el pueblo me da ánimo (APLAUSOS), porque vengo a Oriente y al ver tanto
pueblo, tantos campesinos, tantos sombreros, tanta gente buena aquí y, sobre
todo, tanta gente humilde, tengo la conciencia de que les estoy haciendo un
bien a millones de compatriotas, y tengo la conciencia de que les estoy llevando
la esperanza y la felicidad a millones de cubanos que nunca habían recibido esa
esperanza; pues me voy satisfecho de haber cumplido con mi deber de cubano
(APLAUSOS).
No
estoy luchando por la gloria. Hay quien
dice que lucha por la gloria. ¿Por la gloria
para qué? ¿Por vanidad? ¿Para que me hagan una estatua? Yo no estoy luchando por estatuas, lucho
porque lo siento, lucho porque cada hombre tiene que cumplir un deber en esta
vida. Mi deber era servir al
pueblo. Me tocó a mí como le pudo tocar a
otro, y yo lo que hago es cumplir con mi deber, cumplir con un
sentimiento. No quiero premio ni en esta
vida ni después de muerto. No quiero
nada de eso (APLAUSOS).
No
lucho ni por interés material, ni por interés moral, ni porque me aplaudan, ni
por nada de eso; lucho porque estimo que ese es mi deber. Mi premio es, cada vez que le hago un bien a
alguien, sentirme satisfecho; mi premio, cada vez que veo una familia más
feliz, es sentirme satisfecho; cada vez que veo una escuela nueva que se
levanta, sentirme satisfecho; cada vez que veo un hospital nuevo que se levanta
y cientos de enfermos que van a recibir medicinas, sentirme satisfecho; cada
vez que veo un campesino alegre, sentirme satisfecho (APLAUSOS).
Mi
premio no será ahora, mi premio será más adelante, será mañana, si estoy vivo,
cuando pase por las cooperativas de campesinos produciendo; cuando pase por las
casas de los campesinos y vea casas nuevas y distintas a las que son hoy, y vea
a todo el mundo con zapatos, y vea que todo el mundo sabe leer y escribir, y
vea que todos los niños tienen maestros, y vea que todo el mundo tiene
medicinas, y vea que todo el mundo tiene radio, y vea que todo el mundo tenga
higiene, y vea que todo el mundo tiene salud (APLAUSOS).
Cuando
vea que no hay mendigos, cuando vea que no hay hambrientos, cuando vea que no
hay injusticias, me sentiré feliz, y ese será mi premio. Mi premio no puede ser jamás en dinero, mi
premio no puede ser jamás en honores, mi premio no puede ser jamás en otra cosa
que en la satisfacción infinita que el hombre sano, que el hombre limpio, que
el hombre noble, que el hombre honesto siente cuando le lleva un bien a alguien
(APLAUSOS).
La
política no me importa, los cargos no me importan. Me da lo mismo ser premier que no ser
nada. La presidencia no me importa. Si me dejan aquí los años que necesite
—cuatro, cinco o seis— para hacer este trabajo, y otro es presidente, no me
importa; los cargos no me importan.
Yo
no sirvo para presidente, ¿saben por qué?
Porque son muchas cosas, muchos honores y mucha jerarquía, y yo tengo
que andar con el pueblo (APLAUSOS). Me
siento cómodo lo mismo al ir a una fondita cualquiera, por ahí, que al llegar a
una casa humilde; que andar sucio como andar limpio; que andar en un automóvil
como andar en guagua, como andar a pie. A
mí esos cargos no me importan. Todo esto
les digo que para mi carece de valor; eso no me interesa, ni la política, ni
los cargos, ni los votos, ni los honores.
Más
honores de los que he recibido del pueblo de Cuba no los puedo recibir
(APLAUSOS); más multitudes de las que se han reunido, más cientos de miles de
personas de las que se han reunido no se pueden reunir. Luego, a mí no me interesa más que una cosa: me interesa cumplir
con mi deber.
Mi
deseo es hacerlo bien. Sé que como humano
que soy no lo puedo hacer perfecto, sé que como humano que soy puedo cometer
errores. Errores cometeré, pero nunca
actuaré de mala fe. Me podrán decir: “Se equivocó”, pero
no me podrán decir: “Es un
sinvergüenza”; me podrán decir: “Se
equivocó”, pero no me podrán decir: “Es
un ladrón” (APLAUSOS); me podrán decir que no lo haya hecho todo, pero no me
podrán decir que no he hecho todo lo que he podido, porque haré todo lo que
pueda, haré todo lo mejor que pueda. Y
cuando no haga más y no lo haga mejor, será porque no pueda. Y entonces vendrán otros y lo harán
mejor. Yo haré mi tarea; otros vendrán
después.
Hablo
así aquí como no he hablado nunca en ningún otro lugar. He hablado de estos sentimientos y es justo
que lo haga, porque mi corazón, mi vida, está unida a esta tierra, está unida a
esta provincia, está unida a esta ciudad (APLAUSOS).
Vine
aquí, vine otras veces. Mucho antes del 10
de marzo hice una promesa y le dije al pueblo que si algún día manos
mercenarias, fusiles mercenarios volvían a oprimir nuestra patria, cambiaríamos
las escobas por fusiles e iríamos a combatir, iríamos a hacer la Revolución.
Vine
aquí a Oriente con Eduardo Chibás —ustedes
recuerdan—, vine después de la muerte de Chibás
(APLAUSOS). He venido siempre a Oriente.
Un especial sentimiento me invade cuando
estoy aquí; una especial emoción me invade cuando estoy aquí entre los
santiagueros. Y aquí tengo que decir
estas cosas que me salen del alma; aquí tengo que hacer estas confesiones que
no hago en ninguna otra parte; aquí tengo que decir todo lo que siento por el
pueblo; aquí tengo que decir todo lo que soy, o sea, toda la tristeza que
siento al no poder hacer más, toda la pena que siento al no poder hacerlo
mejor, toda la convicción que tengo de que es imposible que todo me salga bien
y me salga perfecto.
Pero
decir aquí ante los orientales —¡ante los bravos
orientales, ante los limpios orientales, ante los cívicos orientales! (APLAUSOS.)— que este oriental que nació en
Oriente, que luchó en Oriente, que inició la Revolución en Oriente y que hoy
tiene en sus manos grandes responsabilidades, sabrá ser un hombre digno aquí y
allá, sabrá ser un hombre digno hoy y siempre.
¡Que los campesinos de la Sierra Maestra, los guajiros que hicieron la
Revolución, los guajiros del Segundo Frente, los guajiros que hoy tienen las
armas y el poder en la mano, sabrán hacer un gobierno justo, sabrán hacer un
gobierno bueno, sabrán hacer el gobierno de los campesinos, el gobierno de los
humildes, el gobierno de los obreros, el gobierno del pueblo! ¡Este es el gobierno del pueblo!
Combatirán
este gobierno no los hombres del pueblo, sino los hombres que nunca pueden
sentir con el pueblo; combatirán este gobierno no los amigos del pueblo, sino
los enemigos del pueblo. Inventarán
todas las cosas posibles, pero lo mejor es que vayan comprendiendo que la
Revolución es invencible, que la Revolución es indestructible. Cuando hay la fe que existe hoy, cuando hay
la honradez que existe hoy en los hombres que están dirigiendo esta Revolución,
cuando hay el entusiasmo y la fe que hay en el pueblo, la Revolución no la
podrá vencer ningún poder del mundo, ninguna fuerza del mundo. Para vencer esta Revolución habrá que
destruir el pueblo entero, porque cada vez será mayor el entusiasmo, cada vez
será mayor la fe, cada vez será mayor la firmeza y la decisión de nuestro
pueblo.
Me
voy de Oriente como siempre me he marchado de Oriente: ¡con más fe, con más entusiasmo! Me voy de Oriente llevándome todo lo que me
he llevado siempre de Oriente: ¡el espíritu de lucha, la rebeldía, la
energía, la fuerza! (APLAUSOS.) Me voy de Oriente llevándome lo que siempre
vendré a buscar a Oriente, cuando esté triste, cuando esté desanimado —si es
que algún día pueda estarlo—, cuando quiera buscar fuerza, vendré a Oriente a
buscarla (APLAUSOS).
Nací
en esta provincia, en esta provincia luché, en esta provincia fui derrotado, en
esta provincia volví a la lucha, en esta provincia vencí, en esta provincia
vendré a luchar cuantas veces sea necesario.
Y si es preciso venir a morir, ¡en esta provincia vendré a morir! (APLAUSOS.)
Soy
oriental y con ello soy más cubano.
Quiero a Oriente y con ello quiero más a Cuba. Quiero a los orientales y con ello quiero más
a todos los cubanos (APLAUSOS).
Y
cuando les digan que les han robado la Revolución, digan: ¡Mentira! ¡La Revolución está en el corazón de los que
la hicieron y de los que han sabido mantenerla en alto y dirigirla hacia la
victoria!
Cuando
les digan que nosotros estamos en La Habana, digan: ¡No, es mentira, porque sus
pensamientos y sus corazones, jamás abandonarán a Oriente!
(OVACION.)