DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE
CLAUSURA DEL PRIMER FORO NACIONAL DE LA REFORMA AGRARIA, EFECTUADO EN EL
CAPITOLIO NACIONAL, EL 12 DE JULIO DE 1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER
MINISTRO)
Compañeros organizadores del
Primer Foro Nacional de la Reforma Agraria;
Distinguidas delegaciones de
países hermanos y cubanas que nos visitan;
Señoras y señores:
El
Comité Organizador de este foro ha tenido la gentileza de encomendarme la
clausura de este magnífico evento.
No
me han permitido las ocupaciones bastante arduas de las últimas semanas el
privilegio de estar presente en cada una de las reuniones. Sé, sin embargo, que compañeros muy
competentes y bien documentados que me han precedido en los días anteriores,
han hecho el mayor esfuerzo por orientar a nuestros visitantes y al pueblo
sobre los objetivos y los pormenores de la reforma agraria. Esos trabajos he podido simplemente
hojearlos, y, aunque no todos, sin embargo, sé del esfuerzo que han realizado
y, sobre todo, comprendo el éxito que han tenido después de escuchar a cada uno
de los oradores en esta noche.
La
reforma agraria es un tema muy familiar para nosotros; de la reforma agraria
venimos hablando hace ya algunos meses. Para
el pueblo de Cuba nuestros argumentos son bastante familiares, y hablar de la
reforma agraria casi quiere decir hablar de nuestra Revolución. Y esta noche me interesa, sobre todo, hablarles
a las delegaciones de países hermanos que nos visitan.
En
Cuba todos sabemos lo que se está haciendo y cómo se está haciendo. En Cuba no hay ciudadano, por apartado que
parezca de las actividades públicas, que no esté perfectamente informado de los
problemas de nuestro país. Por eso tenemos
en estos instantes un respaldo casi absoluto del pueblo de Cuba.
Cuba
conoce sus penas, sus dolores, sus causas y sus remedios; Cuba conoce su
historia; Cuba conoce su pasado remoto y reciente, conoce su presente y sabe lo
que busca y lo que quiere. No es
desgraciadamente esa la situación con respecto a nuestros pueblos hermanos de
América, y cada uno de los delegados aquí presentes, por su propia experiencia
personal, podría atestiguar la triste realidad de lo que se está haciendo en el
extranjero con nuestra Revolución.
Hay
delegados aquí presentes que, según cuentan ellos mismos, llegaron a La Habana
pensando que poco más o menos se estaba combatiendo en las calles de la
capital; hay delegados que llegaron aquí casi bajando la cabeza por temor a las
balas. Y cuando digo temor no me refiero
a miedo, sino que quiero decir esa impresión de que se iban a aproximar a un
país convulsionado, dividido y a punto de dirimir sus cuestiones en medio de
una guerra civil, de que se iban a encontrar aquí cosas horribles. Quién sabe las impresiones que muchos de
ellos trajeron consigo, no porque fuesen indiferentes a nuestros problemas —si
fuesen indiferentes no habrían venido a Cuba—, no porque fuesen opuestos a
nuestra Revolución, tal vez sí, muy por el contrario, preocupados grandemente
del triunfo de nuestra Revolución y con la idea de que la misma, por sus
errores o por su falta de fuerza, pudiese fracasar.
Para
los que reciben información de nuestro país “made in” determinados cables
internacionales (RISAS), la idea que han de tener de nuestra patria es de que
aquí horribles cosas están pasando, que poco menos que un pueblo bárbaro es el
que habita en esta isla, que gobernantes brutales están rigiendo sus destinos.
Cualquiera
diría —como afirmábamos anoche ante el conjunto de instituciones cívicas— que
una feroz censura está implantada por el gobierno de Cuba, que docenas de
cadáveres aparecen todas las mañanas en nuestras calles, que 53 campesinos eran
asesinados en una sola tarde, que las estaciones de policía eran centros de
terror y de tortura, que hombres desalmados e incivilizados eran aquí dueños de
vidas y haciendas, y que posiblemente los seres más perturbadores del mundo se habían
instaurado en el poder revolucionario de Cuba, puesto que de todas las cosas
que están pasando en este continente, los cubanos, el Gobierno Revolucionario
cubano tenía la culpa. Como si en
definitiva esta renovación no fuese consecuencia de otras culpas, y como si las
cosas que están ocurriendo hoy en nuestra América no fuesen consecuencia de
culpas de todos conocidas (APLAUSOS).
Pues
bien, cuando posiblemente en América no se conocía una palabra de censura
feroz, de docenas de jóvenes asesinados en las calles de nuestras ciudades, de
hombres mutilados y golpeados hasta arrancarles la vida, de 53 campesinos
asesinados en una sola tarde —para
no citar más que una de las tantas masacres—, eso estaba ocurriendo en Cuba. De Santo Domingo, de Nicaragua y de Estados
Unidos venían barcos cargados de armas y de bombas y, sin embargo, no había “agitación”
en el Caribe (APLAUSOS), no había convocatoria de cancilleres, no había
solicitudes de órganos de consulta. Y
como prueba de que lo que estoy diciendo es absolutamente cierto, véase con qué
armas están armados los rebeldes, que fueron hechas en Santo Domingo y en
Estados Unidos. No las fabricamos
nosotros, ¡se las arrebatamos a los criminales que gobernaban este país! (APLAUSOS.)
Y
por ahí hay tanques que vinieron de Nicaragua, y armas en número tal que son
las únicas que tenemos nosotros, y con ellas nos basta para defender hoy
nuestra Revolución (APLAUSOS).
Eso
es lo único que hemos hecho nosotros: liberar a nuestra patria. Esa es la única falta cometida por los
cubanos: liberar
a su tierra de aquellos torturadores y criminales y luchar denodadamente para
convertir esta isla en la tierra de un pueblo feliz.
Lo
único que hicimos fue liberarnos de los criminales que nos gobernaban, y lo
único que queremos es desarrollar la riqueza de nuestra tierra con el esfuerzo
de sus hijos y vivir de los frutos de ella y de los frutos de nuestro esfuerzo
sin quitarle nada a otro pueblo (APLAUSOS).
¡Queremos vivir de la explotación de nuestra riqueza y no de la
explotación de las riquezas de otros pueblos!
(APLAUSOS.) ¡Queremos vivir de nuestro
trabajo y no de la explotación del trabajo de otros pueblos! (APLAUSOS.)
Esas
son las faltas cometidas por Cuba: librarse de los criminales armados por
intereses poderosos que nos gobernaban y querer vivir de la riqueza y del
trabajo de nuestra patria. Esas son las
faltas por las cuales se quiere sumir a un pueblo en la infamia y en la
ignominia, esas son las faltas por las que se quiere tejer esa leyenda terrible
contra la Revolución Cubana.
De
ahí el valor de este acto, de ahí el mérito de haber reunido a un número
representativo de sectores periodísticos, campesinos y obreros de otros pueblos
de la América Latina, porque lo único que nosotros tenemos para exhibir frente
a la calumnia, frente a toda la intriga internacional, frente a todas las maniobras
y frente a todas las mentiras interesadas, es nuestra verdad (APLAUSOS).
¡Ah!,
si cada uno de los ciudadanos de los pueblos hermanos de América pudiera
visitarnos, pudiera estar aquí 15 días, recorrer la isla y ver con sus propios
ojos lo que aquí está ocurriendo, sin aparato de propaganda, sin escenarios
montados, sin hablar con nadie para que nos defienda o nos deje de atacar, sin
preparar a un solo ciudadano, ¡qué fácil sería destruir el velo de mentiras y
de calumnias malvadas que tejen poderosos intereses internacionales contra
nuestra Revolución! Porque quien
contemple lo que está ocurriendo en Cuba, quien vea lo que se está haciendo en
Cuba, quien hable con los cubanos, aunque no sepa lo que era Cuba hace siete
meses, aunque no haya vivido aquí bajo el terror, aunque ignore que nuestro
pueblo era un pueblo sistemáticamente opuesto a todo lo que tuviera carácter
oficial; aunque todo eso lo ignorara, es imposible que quien haga contacto con
nuestro pueblo no disipe para siempre las dudas que esos intereses han querido
sembrar en todo el continente por varias razones. Una, por ejemplo, es que los pueblos se
desalienten en su lucha por las mismas cosas que estamos luchando nosotros
ahora, para que el ejemplo no cunda y para que si algún día fuese necesario
exterminarnos, que la opinión de todo el continente dijera: “¡Bien hecho; había que acabar con esas
alimañas!”
¿Qué
otro objetivo pueden perseguir las campañas que se hacen contra nosotros? ¿Acaso satisfacer un anhelo del pueblo cubano? ¿Acaso librar al pueblo de Cuba de algún mal? ¿Acaso librar a los cubanos del terror, de la
opresión, de la injusticia? ¿Acaso
representar siquiera el deseo de una parte del país?
¿Qué
es lo que se busca aquí si todo el pueblo está con la Revolución? (APLAUSOS.) ¿Qué es lo que se busca aquí si todos los
sectores del país están con las medidas del Gobierno Revolucionario? ¿Qué es lo que se pretende aquí sino difamar
del prestigio de una nación entera? ¿Qué
es lo que se pretende sino impedir el deseo y la aspiración de una nación
entera? ¿Qué es lo que se pretende aquí
sino menoscabar la soberanía de nuestro país, impedir nuestro derecho a la
libre determinación que tienen o deben tener todos los pueblos del mundo? (APLAUSOS.)
¿Dónde
está la ignominia de la Revolución Cubana?
¿Dónde está el crimen de la Revolución Cubana? ¿Dónde están los excesos de la Revolución
Cubana? ¿Dónde están las faltas de la
Revolución Cubana?, que lo que quiere es sencillamente realizar en nuestra patria
el ideal por el cual hace más de un siglo que se ha estado sacrificando este
pueblo nuestro; si lo que quiere es lo más justo y lo más humano a que pueda
aspirar ninguna Revolución, y lo hace no por medio del terror o de la fuerza, lo
hace por medio de la persuasión y de la razón, lo hace con el respaldo
absolutamente mayoritario de todo el pueblo, como no lo ha tenido quizás ningún
movimiento revolucionario en el mundo (APLAUSOS).
¿Dónde
está la falta de una revolución que está haciendo la justicia en un país?, y
todos los sectores —y quizás esto sea lo más admirable que hayan presenciado
las delegaciones que nos visitan—, todos los sectores respaldan una ley tan
radical y tan revolucionaria como es la Ley de Reforma Agraria (APLAUSOS),
porque lo que hemos hecho es crear conciencia en nuestro pueblo.
Antes
que las medidas revolucionarias llegó la conciencia de la necesidad de esas
medidas. No era posible que un cambio
tan brusco del pasado al presente se hubiese logrado en los primeros instantes
sin divergencia alguna de criterio; pero hay un hecho cierto, y eso lo puede
comprobar cualquiera, y es que se ha estado haciendo cada día más conciencia
revolucionaria y patriótica en nuestro pueblo (APLAUSOS). Y aquí hemos tenido las pruebas, hemos
tenido las pruebas de que esa conciencia existe de una manera impresionante en
el corazón y en la mente de los cubanos, porque bastaron las interferencias, las
maniobras y las amenazas a nuestra soberanía, para que se olvidaran todos los
intereses y todos los sectores del país unánimemente respaldasen esta
Revolución (APLAUSOS).
Pero
no es que fuese necesaria la amenaza. La
amenaza solo ha servido quizás para darle más entusiasmo a esa adhesión, porque
mucho antes de las amenazas la justicia de la Ley de Reforma Agraria se había
abierto paso en la inmensa mayoría de todos los sectores que han hablado aquí
esta noche. Porque las dudas, el
confusionismo, sembrados interesadamente, principalmente, desde el extranjero,
desde hace muchos días se venían disipando, porque —como ha expresado aquí el
delegado de los colonos y han expresado las representaciones de otros sectores—
se ha hecho cada vez más evidente que la Ley de Reforma Agraria entraña un
inmenso beneficio para el país, lo que quiere decir un beneficio para todos los
cubanos (APLAUSOS).
Y
ese es el mérito principal de la obra revolucionaria: haber logrado poner los intereses de
Cuba por encima de los intereses particulares, hacer que nuestros compatriotas
se preocupen primero por Cuba que por sus intereses particulares.
El
hecho de que en este foro se haya podido contar con la adhesión de los
representantes de aquellos sectores donde algunos de sus miembros fueron
perjudicados por la Ley de Reforma Agraria, demuestra la actitud mental en que
está toda nuestra ciudadanía, de modo tal que lejos de dejar resquemores y
odios, actitudes hostiles a nuestra Revolución, están respaldando la Ley de
Reforma Agraria, y esa es quizás una de las circunstancias que caracteriza a
nuestra Revolución.
Estamos
haciendo una revolución profunda. Esta
Revolución tiene por objetivo llevar a los sectores más humildes y necesitados
del país los beneficios de las medidas revolucionarias, y aun cuando esas
medidas perjudiquen algunos intereses nacionales toda la nación marcha detrás
de las medidas revolucionarias (APLAUSOS), y marcha más unida tras las medidas
del Gobierno Revolucionario mientras más evidente se hace la actitud de los
intereses extranjeros lesionados por nuestra Revolución (APLAUSOS); porque, en
definitiva, ¿qué problemas tenemos en Cuba y qué problemas tiene nuestra
Revolución que no sean problemas con intereses extranjeros? ¿Y qué tienen que ver los intereses
extranjeros con nuestra Revolución? (APLAUSOS.)
Todo
el mundo ha llegado aquí a una conclusión: que las medidas revolucionarias son
justas, que tienden a satisfacer una aspiración hondamente sentida, y desde
largo tiempo atrás, por todo el pueblo, y que además son necesarias, y que
además son inevitables. Y son
inevitables no porque nosotros queramos caprichosamente que sean inevitables;
son inevitables porque lo demanda el interés de la nación, y de ello están
conscientes todos los cubanos.
En
un pueblo inteligente como este, con una Revolución que está procediendo
enteramente de acuerdo con las aspiraciones y la idiosincrasia del país, era lógico
que se diera el fenómeno que se está dando en Cuba de un respaldo masivo tan
extraordinario, que los que tienen conocimiento de estos problemas de opinión
pública consideran que no se ha dado nunca un caso igual en el mundo
contemporáneo (APLAUSOS).
Luego,
en Cuba no hay problemas. Todo el mundo
sabe que aquí hay que perder lo que sea necesario perder y que nosotros no le haremos
perder a nadie sino lo necesario para que todos los cubanos puedan vivir
decorosamente y, si es posible, para que a todos los cubanos les sobre.
Esa
es sencillamente la regla de nuestra Revolución y eso es lo que ha prendido en
la conciencia de toda la ciudadanía, que ni nos inspira el deseo consciente o
deliberado de amargar aquí a nadie, de mortificar aquí a nadie ni de lesionar
aquí a nadie, sino que nos inspira el propósito noble y justísimo de liberar a
la patria económicamente y de liberar al pueblo de la miseria en que ha estado
viviendo (APLAUSOS); que lo queremos hacer no basándonos en la ilusión de que
los problemas materiales y morales de nuestra ciudadanía los vamos a resolver
de la noche a la mañana ni por obra de milagro, sino sencillamente como
consecuencia del esfuerzo que nos proponemos hacer y que estamos haciendo; no
con demagogia, no con palabrería hueca, no con promesas falsas, sino abriendo
la inteligencia de cada uno de nuestros compatriotas a la verdad de que el
porvenir que aspiramos a disfrutar no nos lo va a forjar nadie a nosotros, no
lo va a construir nadie para nosotros, sino que lo tenemos que construir
nosotros solos y sin ayuda de nadie (APLAUSOS).
Y que si queremos ser un pueblo enteramente libre y enteramente
independiente, tenemos que lograrlo con mucho trabajo y con mucho sacrificio
(APLAUSOS).
Es
decir que no partimos de ficciones, partimos de realidades. Y si para obtener esas realidades hay que
sacrificar intereses de algunos, hay que sacrificar intereses de una minoría
muy pequeña, a la larga, si no ellos, sus hijos o sus nietos o sus bisnietos,
nos lo agradecerán, porque hay un refrán que dice: “padre bodeguero, hijo millonario y
nieto pordiosero” (APLAUSOS). Y, en
definitiva, algún día las generaciones venideras serán, sobre todo, las que
recibirán los frutos de esta obra que nosotros no tuvimos la fortuna de
recibir, porque nuestros antepasados no tuvieron la fortuna que tenemos nosotros
hoy de que vamos a ver realizada esta obra (APLAUSOS).
Las
generaciones venideras nos lo reconocerán, porque si hoy el 90% ó el 95% del
pueblo lo reconoce, y puede haber un 2%, ó un 3%, ó un 4% indiferente, y un
1,38% en contra —que era lo que había, porque me parece que tenemos ahora menos
del 1,38 (APLAUSOS)—, en el futuro, las generaciones que vengan después de
nosotros, cuando sepan con cuántos sacrificios y con cuántos obstáculos delante
estamos haciendo esta obra justa, nos lo reconocerán un ciento por ciento, como
hoy la generación actual reconoce un ciento por ciento a la generación que
luchó por nuestra independencia (APLAUSOS).
Y nadie debe olvidarse de que en aquellos tiempos había una parte, y a
veces una parte considerable, que era monárquica, o era españolista, o
españolizante, o que tenía grandes intereses y era contraria a aquella
revolución; y hoy los hijos, o los nietos o los bisnietos de aquellos que
combatieron contra Maceo, o contra Máximo Gómez, o criticaban al Apóstol de
nuestra independencia, hoy los hijos de todos aquellos que se oponían
posiblemente a la liberación de la esclavitud, hoy están aquí luchando por la
reforma agraria y hoy reconocen el servicio que le prestaron aquellos a la
patria (APLAUSOS).
Así
pues, cabe una pregunta:
¿Cuáles son los problemas que tenemos en Cuba? ¡Ninguno!
Es decir, problemas con los cubanos: ¿acaso los criminales de guerra? ¡No, esos no son cubanos, esos no son ni
siquiera seres humanos! (APLAUSOS.)
Y
esos, ¡esos están lejos de aquí, de agentes de dictaduras o de intereses
extranjeros, hablando como celestinas al oído del extranjero poderoso para ver
si el extranjero poderoso extermina a este pueblo y los pone a ellos de nuevo
aquí para defender unas cuantas caballerías de tierra! (EXCLAMACIONES.)
Esos,
con los que pudiera tener problemas la Revolución, esos por mucho que los
alienten sus amos, trabajo costará que desembarquen aquí. ¡Y si desembarcan aquí poco tiempo van a
tener para reflexionar! (APLAUSOS
PROLONGADOS.)
Al
servicio del extranjero contra su patria: ¡Eso es lo que hacen los Judas, y los
traidores! Al servicio del extranjero
contra su patria, y creer que alguien les va a hacer caso: ¡Eso es lo que hacen los estúpidos,
además! (APLAUSOS.)
Claro
que todavía los intereses enemigos de nuestra Revolución cosechan alguna fruta
podrida de la semillita que venían sembrando aquí desde hacía mucho tiempo; todavía cosechan algún traidor, o
traidorzuelo, o traidorzote; todavía cosechan algo, ¡pero mientras más cosechen
más limpia nos va a quedar la tierra cubana!
(APLAUSOS.)
Ojalá
los cosecharan todos de una vez, pero que se fuesen a vivir allá, allá lejos de
esta tierra, porque esta no es su patria; que se fueran para siempre a vivir con
el extranjero en el extranjero, pero no aspirar a venir con el extranjero a
oprimir este pedazo de tierra que es nuestra patria (APLAUSOS).
Estos
hechos son evidentes, tan evidentes que no se concibe que se hagan tan
evidentes, como no sea evidente la falta de respeto más elemental a la dignidad
y a la soberanía de nuestro pueblo, o a la falta más elemental de sentido
común, para comprender que el sentimiento de un pueblo no es cuestión de
dólares, ni de barras de oro, ni de fusiles, ni de bombas; que el sentimiento
de un pueblo es algo demasiado delicado para que se pueda herir impunemente. Porque si algo hay que proclamar aquí es que
debe de saberse de una vez que somos seres humanos, que somos seres sensibles,
que tenemos sentimientos, ¡y que los sentimientos de los hombres y de los
pueblos no se pueden pisotear impunemente! (APLAUSOS.)
Lo
que se ha conseguido con eso es fortalecer todavía más la Revolución. Lo que se va a conseguir con cada uno de esos
errores garrafales, producto de la inconsciencia o de la estupidez, es
fortalecer más a la Revolución. Y ahora
que han fortalecido más a la Revolución, lo que cabe preguntarse es qué piensan
sobre esta Revolución y cómo creen que pueda frenarse o destruirse esta
Revolución; porque cada ataque la hace más fuerte, porque hay que estar ciegos
absolutamente para no ver que aquí prácticamente no hay nadie —cualquiera que
sea el grupo social al que pertenezca— que no esté decidido a defender con su
vida a Cuba y a la Revolución (APLAUSOS).
Y
si eso es así, entonces ¿qué deben hacer sino dejar tranquila a nuestra
Revolución? Quieren abrir brechas de
todas maneras, ensayan todos los medios posibles para ver cómo destruyen la fe del
pueblo; buscan y rebuscan la manera de encontrar aliados, de tentar o el interés
o el personalismo o la pasión de cualquier cubano, en el afán de debilitar
aunque sea un átomo la fe del pueblo. Y
el mecanismo mediante el cual está operando la mentalidad de nuestro pueblo es
que a cada nuevo golpe del enemigo reacciona con más respaldo; a cada traición,
reacciona el pueblo, que es nuestro amigo, nuestro compañero (APLAUSOS),
nuestro compañero más leal, porque hombres puede haber traidores, ¡pero pueblos
no puede haber traidores! (APLAUSOS.)
Aquí
hay, por ejemplo, una forma de chantaje que han puesto de moda, un chantaje
burdo que se ha puesto de moda. Todo el
mundo sabe lo que es esta Revolución. Esta
Revolución es única en sus métodos, es única en sus procedimientos; esta
Revolución busca, como todas las revoluciones que ha habido en el mundo, la
justicia; esta Revolución busca lo que han buscado todos los pueblos cuando se
han visto oprimidos o cuando se han visto explotados; esta Revolución busca
sencillamente la justicia, y la busca por sus caminos y sus métodos propios. Esta Revolución es inconfundible como lo han
sido todas las revoluciones (APLAUSOS) y, sin embargo, se ha puesto de moda,
han puesto de moda el chantaje de hacer imputaciones a nuestra Revolución, de
decir que es esto o es lo otro; es decir, calificarla de la manera que más les
interese para ver si mueven al extranjero a agredir a nuestra patria. Así han puesto de moda que cuando a algún
equivocado, o a algún descarado o a algún farsante, o a algún desvergonzado no
se le deja hacer lo que le da la gana, o no se le deja robar, o no se le deja
practicar el nepotismo, o no se le deja campear por su respeto, acude al
chantaje de la deserción. Y como el que
deserta de esta Revolución es un héroe en Estados Unidos —no para el pueblo de
Estados Unidos, por supuesto, que no tiene la culpa de los errores
inconmensurables que están cometiendo algunos políticos norteamericanos
(APLAUSOS)—, han puesto de moda convertir en un héroe de televisión de costa a
costa, aunque no sepa articular cuatro palabras, en recibir con todos los
honores, y, cosa insólita, violar las leyes del propio país, recibir
misteriosamente a desertores —en plural, porque son dos o tres—, violando las
reglas de las propias leyes de inmigración del país. Los reciben en silencio, mantienen la noticia
en secreto, los trasladan en secreto ante un comité de seguridad interna, como
si nosotros estuviésemos amenazando la seguridad interna de Estados Unidos, y
se los llevan allá en secreto y misteriosamente, y allí los confiesan y allí
les piden cuentas de las cosas de nuestro país.
¡Como si a alguien le importaran fuera de aquí los asuntos de nuestro
país! (APLAUSOS.)
Y
resulta ser que el Presidente de ese comité es nada menos que un senador que
hace algún tiempo se presentó en el congreso —¡congreso,
sí, de Santo Domingo!—, el Congreso de Santo Domingo, y allí se presentó a
hacer el panegírico del dictador Rafael Leónidas Trujillo. ¡Qué casualidad! ¡Cuántas casualidades!
¿Y
qué se pretende con eso sino señalar el camino de la traición, estimular la
traición, premiar la traición —si es posible— con lo único que puede premiarse
la traición, que es con el oro miserable o con la palmada con que los amos les
demuestran el afecto a los traidores y a los espías a los que desprecian?,
porque siempre ha sido una verdad en el mundo aquello que está inscripto en
Roma: “Roma
paga a los traidores, pero los desprecia” (APLAUSOS).
Estimulan
la deserción y la traición, para ver si se pone de moda aquí, para ver cómo
logran poner de moda aquí que cada vez que a un descarado, a un cínico, a un
farsante, o a un desvergonzado que aparezca, no se le deje hacer lo que
nosotros por ningún concepto permitiremos que se haga —es decir, todos los
vicios del pasado—; para que cada vez que alguien aquí se sienta herido por
intereses personales o de cualquier índole, se vaya de Celestina y de traidor a
hablarle al oído del amo extranjero que lo homenajea y le paga con el oro
miserable.
Esa
es una cosa tan evidente y tan clara para todo el pueblo, que lo único que
puede producirse es que por cada puñal que le claven a la Revolución más fuerte
será la Revolución, y por cada puñal que le claven al pueblo los traidores, los
traidores que puedan cosechar, más firmemente estará el pueblo junto al
Gobierno Revolucionario (APLAUSOS).
Equivocados
están, equivocados están si menoscaban a nuestro pueblo, equivocados están si
menosprecian a nuestro pueblo, equivocados están si creen que al pueblo de Cuba
en estos instantes lo pueden desalentar por ningún medio o lo pueden confundir
por ningún medio, porque el pueblo de Cuba está preparado, como no lo ha estado
nunca, para soportar a pie firme todos los obstáculos que le pongan delante,
todos los puñales que quieran clavarle y todas las mellas que quieran hacerle. Porque no en balde lleva el pueblo un siglo
luchando por su destino y sufriendo caídas y recaídas, sufriendo fracasos por
culpa principalmente de intereses extraños, para que puedan arrebatarle hoy la
meta codiciada que está viendo más cerca que nunca, para que puedan arrebatarle
el ideal que ya tiene virtualmente en sus manos.
Mucha
sangre costó, mucho sacrificio, mucho dolor y mucho luto, arrebatar las armas
que servían para oprimirlo, derrotar las fuerzas poderosas en que se ha basado
siempre a última hora la traición de los intereses nacionales, para tener hoy a
un pueblo entero unido, unas fuerzas revolucionarias enteramente suyas, donde
cada hombre que viste el uniforme y tiene un arma está irremisiblemente e
incondicionalmente al servicio del país (APLAUSOS).
Ya
no podrán los intereses foráneos contar con ejércitos traidores que se pongan a
sus órdenes, porque —repito— hombres puede haber traidores, pero no pueblos. Ya no podrán contar con el recurso de
hablarle al oído al que, teniendo un control importante de los institutos
armados, le vayan a hablar de salvar la patria, de salvar la patria de la
justicia, de salvar la patria de la liberación, de salvar la patria de la
felicidad, que ese es el sentido que tienen esas palabras cuando viene el
extranjero a hablar a los oídos de los generales, ¡porque afortunadamente ya en
Cuba no hay generales! (APLAUSOS.) Y por si no bastara, ¡no hay ni siquiera
coroneles! (APLAUSOS.) Así que aquel recurso de levantar las fuerzas
armadas, bien armadas, cuidadosamente armadas, e interponerlas entre los intereses
y los ideales del pueblo y el pueblo, para convertir en meta inalcanzada
siempre las aspiraciones de los pueblos, ese recurso hoy no se puede contar con
él.
Y
si eso es así, si todo el pueblo está tras un propósito, si todos los hombres
armados están tras ese mismo propósito, si todos los sectores sociales del país
hermanados van tras ese propósito, ¿qué sentido tiene estar alentando traidores
y traiciones? ¿Qué sentido tiene estar
maniobrando? Si cuando un pueblo por
pequeño que sea defiende una idea con esa firmeza y con esa unanimidad de
pensamiento, es sencillamente un pueblo indoblegable.
¿Qué
sentido tiene, pues, sembrar de obstáculos el camino de un pueblo tan luchador
y sufrido como este para no lograr el propósito de impedir que ese pueblo alcance
su propósito? ¿Qué sentido tiene
estorbar una Revolución que es invencible por la fuerza propia que tiene, por
la justicia de la causa que representa, por la inconmovible firmeza de sus
hombres, por la clara inteligencia de todos los ciudadanos? ¿Qué sentido tiene sembrarle el camino de
obstáculos si no van a conseguir doblegarlo?
¿Qué sentido tiene hacerle daño a nuestro pueblo si no van a conseguir
doblegarlo? ¿Qué sentido tiene
inmiscuirse en los asuntos de nuestro pueblo si no van a conseguir doblegarlo?
Luego,
¿cuál es la única conclusión que se puede sacar de estas verdades, sino que
aquí se acabó para siempre el señorío extraño (APLAUSOS), y que nuestro pueblo
es definitivamente dueño de sus propios destinos y que nuestro pueblo no quiere
otra cosa que vivir de su esfuerzo y de su riqueza y no del esfuerzo y de la
riqueza de otros pueblos?
Y
esta verdad es la que Cuba necesita que conozcan nuestros hermanos del
continente, esta verdad es la que Cuba necesita que ustedes les trasmitan a
todos sus compatriotas, y que les digan que Cuba es un país de puertas
abiertas, que Cuba le abre sus brazos y le abre sus puertas a todo el que
quiera venir a visitarla, porque está tan convencida y tan segura de la moral
que posee y de la verdad que entraña esta lucha como para tener la seguridad de
que cuanto hombre justo venga a visitarnos no podrá dejar de tener simpatía por
el esfuerzo que nuestro pueblo está realizando.
¡Esa verdad por encima de cualquier otra!
Este
es el foro de la reforma agraria. Me habría
gustado extenderme ampliamente en la reforma agraria. Es quizás el tema más predilecto de nuestros
hombres públicos en este instante; sin embargo, hay otra verdad: ¡Sin Revolución no
hay reforma agraria! (APLAUSOS.) Por eso lo que atañe a la seguridad de
nuestra Revolución está por encima de las medidas legislativas, de todos los
cálculos estadísticos y de todos los razonamientos
que se hagan en favor de la reforma agraria.
La
reforma agraria juntamente con otras muchas medidas que la Revolución Cubana ha
tomado, eran necesidades reconocidas desde hace mucho tiempo. Los beneficios de la reforma agraria eran
beneficios conocidos al menos por todos los que tenían una cultura política en
nuestro país y en cualquier país de América.
No era cuestión de teorías, era una cuestión de realidades. En la teoría todos estaban de acuerdo; la dificultad
consistía en convertir la teoría en realidad.
La
reforma agraria, como medida básica para nuestros pueblos, si queríamos dejar
de ser pueblos subdesarrollados, es una medida cuya necesidad reconocen todos
los hombres que sean capaces de ver las cosas claras. y
en Cuba, si no todo el pueblo como hoy, porque hoy todo el pueblo ha aprendido
sobre estos temas económicos, que se ignoraban no por lo incomprensible, sino
por el interés en mantener al pueblo en la ignorancia, la reforma agraria no
solo como medida de elemental justicia,
no solo como medida de profundo contenido humano, porque iba a llevar el
bienestar hacia aquel sector del país más sufrido, más olvidado y más
abandonado, sino como medida económicamente elemental si los pueblos quieren
librarse del subdesarrollo y alcanzar niveles de vida superiores y justos, era
algo que todo el mundo reconocía, como hoy ustedes reconocen necesario en los
demás pueblos de América Latina. Aquí el
problema consistía en que la reforma agraria no se hacía ni podía hacerse sin
una revolución.
La
reforma agraria, como propósito o como necesidad teórica, fue consagrada
incluso en nuestra Constitución de 1940, donde textualmente se decía que se
proscribía el latifundio y que a los efectos de su desaparición la ley
señalaría el máximo de extensión de tierra para cada tipo de cultivo. ¡Y hacía diecinueve años que la reforma
agraria, como necesidad, estaba establecida en nuestra Constitución!
Aquí
mismo, aquí en este salón donde están sentados ustedes, y con un pueblo como
ese en las galerías, debió aprobarse la reforma agraria cualquier día en los 19
años que llevaba señalada o más bien ordenada en la Constitución de nuestro país. Aquí en este salón debió de aprobarse la ley
agraria que hoy estamos analizando y discutiendo aquí. Coincidentemente, si no se aprobó, por lo
menos se analiza en este salón, si cabe, como una reivindicación del sentido,
de la idea de lo que debe ser un parlamento (APLAUSOS).
Pero
transcurrieron 19 años y algunos cientos de representantes y de senadores se
pasaron 19 años cobrando 3 000 ó 4 000 pesos todos los meses, y en 19
años no se acordaron de aprobar la Ley de Reforma Agraria, en 19 años no se acordaron,
¡o se acordaron demasiado bien de no aprobar la Ley de Reforma Agraria! (APLAUSOS.)
La
Constitución ordenaba que la ley emanada de los cuerpos legislativos establecería un límite máximo de la extensión de tierra para
cada cultivo. Es decir que no es una
invención nuestra, es una invención de la Constitución de 1940 lo de establecer
un límite máximo. Eso lo decía la
Constitución, pero no decía el límite, y el problema estaba en el límite,
porque si se hubiese establecido un límite de 500 caballerías, todavía quedaba
mucha tierra para repartir; si se hubiese establecido un límite de 1 000
caballerías, todavía quedaba mucha tierra para repartir; si se hubiese
establecido un límite de 5 000 caballerías, todavía habrían quedado unas
cuantas decenas de miles de caballerías para repartir, y si se hubiese establecido
un límite de 10 000 caballerías, todavía quedaba tierra para repartir.
Luego,
no se puso ni de 500, ni de 1 000, ni de 5 000, ni de 10 000,
porque aquí ese Parlamento no estaba dispuesto a pelearse con una sola de
cualesquiera de esas compañías que pudiera tener, por ejemplo, más de 5 000
caballerías de tierra (APLAUSOS).
El
problema estaba en el límite, y no había quien se atreviera a señalar un límite. Desde luego que si hubiésemos hecho la Ley de
Reforma Agraria cumpliendo lo ordenado por la Constitución de la República,
pero estableciendo un límite de 20 000 caballerías, con seguridad que habríamos
tenido algunas críticas, pero no grandes problemas con los intereses
extranjeros afectados por la Ley de Reforma Agraria; la crítica porque hubiese
puesto un límite a la posibilidad de adquirir 20 000 caballerías más, pero
no habríamos tenido grandes problemas porque ninguna compañía habría perdido
una sola caballería de tierra.
Así
que no hemos hecho, en cuanto al punto esencial de discusión, el problema del
límite, más que establecer límites, porque hemos puesto límites de acuerdo con
determinadas circunstancias de intensidad de la producción, los límites que entendíamos
que eran correctos si queríamos hacer una reforma agraria capaz de satisfacer
los propósitos que se ha planteado nuestra Revolución.
No
hicimos sino cumplir un precepto de la Constitución de la República y
establecer límites justos, porque son los que permiten desarrollar el plan de
la Revolución Cubana, y ese límite es tal que, si bien es cierto que afecta
determinados intereses poderosos, numéricamente solo afecta a menos del 1% de
los propietarios de fincas rústicas.
De
ahí que sea cierto rigurosamente que los beneficios de la ley agraria llegan a
la inmensa mayoría de los propietarios de fincas rústicas; no ya a los
precaristas, no ya a los pequeños arrendatarios, a los 88 000
aproximadamente, posiblemente más, posiblemente a 89 000 de los 90 000
ganaderos. Porque la reforma agraria no
va solo a constituir una medida de beneficio al precarista o al arrendatario o
al que no tiene tierra; la reforma agraria, como parte de un plan, todo un plan
económico-social, aporta beneficios a todos los sectores de la producción. Aporta beneficios al ganadero desde el
momento que viabiliza la concesión de créditos a la mitad del interés o a la
tercera parte del interés que le concedían antes, desde el momento en que
garantiza los precios y pone fin a la angustia anual y a la especulación mediante
la cual los grandes ganaderos extorsionaban al pequeño ganadero; les aporta un
beneficio desde el momento que se adoptan medidas para propiciar y abrir
mercados exteriores de carne, y los beneficia, en fin, en cuanto garantiza el
aumento del consumo nacional, de manera que por mucho que se desarrolle la
producción siempre tendrán venta segura a precio seguro todos los productores.
Y
cito el caso de los ganaderos por citar un ejemplo que es extensivo a todos los
demás sectores de la producción.
Y
no hay que decir los beneficios que la reforma agraria aporta a la industria,
porque sin capacidad de consumo, sin pueblo que compre, no puede haber
industria, sobre todo las industrias que nosotros podemos desarrollar primero
que nada, las industrias que tienen asegurado un mercado de consumo nacional,
ya que nosotros no estamos en condiciones técnicas ni económicas de ir a
competir en el extranjero por medio de industrias altamente especializadas.
Las
ventajas de la reforma agraria para la industria del país son axiomáticas, ya
que los millones de pesos que antes se nos escapaban del país comprando arroz,
que podemos producir perfectamente aquí; comprando granos, que podemos producir
perfectamente aquí; tejidos, que podemos producir perfectamente aquí; grasas, que
podemos producir perfectamente aquí; piensos, que podemos producir
perfectamente aquí y que constituyen un volumen que se aproxima a los 150
millones de dólares todos los años... ¿Dónde
se van a gastar esos 150 millones de dólares, sino en productos del país? ¿Dónde se van a gastar los aumentos de
ingresos o ingresos que perciban los centenares de miles de campesinos que hoy
no tienen ni trabajo ni tierra, sino aquí en el país? Van a encontrar trabajo aquí, produciendo en
tierra propia, es decir, percibiendo el producto de su esfuerzo, lo que antes
se producía en el extranjero, y van a gastar aquí no solo los 150 millones que
hoy importamos, sino los 200 ó 250 millones que sería el consumo dentro de 4 ó
5 años cuando aumentara la capacidad adquisitiva del pueblo; y van a consumir
aquí ese producto de la tierra que antes iba a parar al extranjero por concepto
de dividendos o que se iba a gastar en el extranjero en excursiones o viajes turísticos,
o a depositarse en los bancos de otro país.
Así
que no solamente podrá gastarse aquí lo que compramos fuera, porque lo
ganaremos aquí, sino que gastaremos aquí todos los cientos de millones de pesos
que la reforma agraria va a significar de aumento en el ingreso de las familias
campesinas (APLAUSOS), con lo que vamos a garantizar el desarrollo de nuestra
industria.
Esos
cientos de millones de pesos, con el poder multiplicador del dinero, del dinero
que se gana produciendo, significará un aumento también extraordinario de
ingreso en las ciudades, significará un aumento extraordinario de trabajo en
las ciudades, porque, sencillamente, estarán produciendo para el gran mercado
de consumo nacional que propiciará la reforma agraria.
Y
aquí vale la pena destacar un hecho importante: lo primero que hicimos nosotros después
del triunfo de la Revolución no fue dictar la ley agraria; lo primero que
hicimos fue convencer a todo el pueblo de que la ley agraria era necesaria,
porque en la ciudad por lo general no se tenía una conciencia clara de lo que
era la reforma agraria y de la conveniencia de la reforma agraria. Relacionaban la reforma agraria con el campo,
y muchos creían sanamente que era cuestión de campesinos; simpatizaban con
ella, porque aquí todo el mundo simpatiza con los campesinos, pero no sabían
con entera claridad los beneficios que la reforma agraria iba a aportar también
a la ciudad.
La
estrategia política que se siguió con la Ley de Reforma Agraria fue, primero,
persuadir a todo el pueblo, crear en la ciudad una conciencia de la necesidad
de la reforma agraria. Y una de las
causas del triunfo de la reforma agraria se debe al hecho de que primero se
persuadió a todo el pueblo, y cuando todo el pueblo unánimemente estaba de
acuerdo con la ley agraria, se dictó la ley agraria (APLAUSOS).
Esto
vale la pena destacarlo, porque uno de los problemas que pudieran confrontar
otros pueblos hermanos de América Latina con respecto a la reforma agraria es
la falta de conciencia en las ciudades, en la industria, en los sectores
industriales, en el pueblo, sobre todo en los sectores obreros de las ciudades,
la falta de conciencia de la necesidad y de la conveniencia de la reforma
agraria, que no es asunto que interese solo a los campesinos, sino que interesa
tanto a los obreros industriales, a la industria y a los ciudadanos de la
ciudad como a los campesinos.
No
quiere decir esto que los remedios que nosotros encontremos en Cuba o las
fórmulas que nosotros encontremos en Cuba para hacer nuestra reforma agraria
sea la fórmula aplicable a otros países, porque, existiendo condiciones
distintas, no puede ser necesariamente igual la fórmula ideal de desarrollar
una reforma agraria en otros países. Pero
sí es una verdad que puede aplicarse por igual a todas las naciones de América
Latina, que si quieren asegurar el triunfo de cualquier reforma agraria —no voy
a aconsejar precisamente la fórmula de que sin revolución no hay reforma
agraria, para que no nos echen la culpa de las revoluciones que puedan
suscitarse en otros países (APLAUSOS)—, sí voy a decir que sin conciencia clara
en las ciudades, que es donde el sector del pueblo está políticamente más
adelantado, si no hay en la ciudad conciencia de la necesidad de la reforma
agraria... Porque a nosotros nos ha
valido extraordinariamente, tanto en el orden político como en el orden económico.
Es
preciso resaltar que la reforma agraria se ha estado haciendo durante estos
meses con la contribución espontánea del pueblo, principalmente de la ciudad. Y no es que hayamos tenido que pedirle al
pueblo después que tuvo conciencia de la necesidad de
la reforma agraria; es que paran a los revolucionarios en la calle para darles
dinero para la reforma agraria. En las
playas, por ejemplo, de visita, en cualquier sitio, los ciudadanos
espontáneamente se presentan a traer su contribución. Ha sido extraordinaria y amplísima la contribución
que la ciudad ha hecho.
Si
ustedes hubiesen llegado a La Habana hace dos meses, por ejemplo, se habrían
encontrado a La Habana llena de tractores.
Quedan algunos todavía, pero la mayor parte ya está produciendo en los
campos. Fue una verdadera fiebre de
tractores la que se apoderó de las ciudades, y una contribución tan generosa
que en algunos sectores obreros pasaba de 100 000 pesos; es decir que
cualquier sector obrero daba más para la reforma agraria de lo que aquí nunca
se había recaudado en todo el país espontáneamente para cualquier otro
propósito (APLAUSOS).
Y
naturalmente que ello produjo el efecto de crear un sólido respaldo a la medida
y una fuerza tal que ha contribuido extraordinariamente a su éxito, porque ese
respaldo mayoritario y decidido del 90% del pueblo a la medida, ha sido factor
esencial para asegurar el éxito de la reforma agraria.
Se
dice que en otros países ha fracasado, se dice.
Podrán haber tenido mayor o menor éxito los empeños; nunca puede decirse
que hayan fracasado. Sin embargo,
nosotros tenemos la seguridad de que esta reforma agraria no solo va, sino que triunfará también plenamente (APLAUSOS). Esta seguridad parte, incluso, de la
experiencia lograda, parte del hecho de que todos los sectores del país están
contribuyendo a su triunfo.
Iremos
más o menos rápido, pero marchamos sobre pasos muy firmes en los planes de
desarrollo de la reforma agraria. Y lo que
se ha logrado en estos seis meses es suficiente para estimular nuestro entusiasmo,
porque es el caso de que se recorre la isla y ya se encuentran numerosas zonas
que están siendo desarrolladas en las distintas provincias. Viaja usted de aquí a Oriente y se puede
encontrar varias cooperativas en plena producción.
Y
sorpresas tales hemos tenido, tan agradables como la de una tarde en que
dirigiéndonos al norte de la provincia de Las Villas hacia un punto
determinado, nos llamó la atención un grupo numeroso de obreros agrícolas
regando abono en una extensión de aproximadamente 10 caballerías de tierra. Al detenernos allí para preguntar qué cultivo
era aquel y quiénes eran ellos, descubrimos que era una de las cuatro
cooperativas productoras de tomate, de unos cultivos cuyos dueños, en vista de
la Revolución, los habían abandonado y se habían marchado, y que, sin embargo,
nosotros habíamos organizado: les habíamos indicado las zonas donde
debían buscar tierras cada una de las cuatro cooperativas, una extensión de 40
caballerías para cultivar el tomate en rotación. Y, como no habíamos ido directamente a la
zona, estábamos pasando precisamente por uno de aquellos puntos donde nosotros,
de las tierras disponibles para la reforma agraria, les habíamos señalado que
comenzasen a producir y les habíamos dado los créditos correspondientes. Pues nos encontramos a un grupo numerosísimo
de obreros cultivando uno de aquellos campos en las mejores condiciones
económicas y técnicas, garantizando un producto de exportación de los que más
rinde por unidad de extensión de tierra, ya que 10 caballerías de tomate pueden
constituir el sustento de 1 000 personas.
Y
así, en otros tres puntos había otras tantas cooperativas como aquella,
trabajando, con el terreno asegurado para rotar los cultivos, mientras el
terreno que dejaban descansar —porque de acuerdo con los métodos de esa
producción es necesario variar todos los años al efecto de evitar las epidemias
y las plagas... Ya había cuatro
cooperativas, que significaban el sustento de 4 000 familias, con el
terreno y la producción asegurada.
Naturalmente
que aquello no era más que el principio.
Cada una de esas cooperativas tendrá también su cooperativa de consumo y
tendrá su pueblo, porque teniendo como base la producción a la que están
dedicados, tendrán allí radicadas también sus viviendas. Y naturalmente que una cooperativa nos
permite la ventaja de hacerlo en una zona determinada, y allí establecer las
escuelas, los campos deportivos, los dispensarios médicos y, en fin, todas las
demás medidas que acompañan a la reforma agraria; porque si la reforma agraria
fuera repartir un pedacito de tierra a cada campesino para que produjera frutos
menores y se alimentara, eso no sería una reforma agraria. Comerían, pero no significaría nada para la
industria del país, no significaría nada para el desarrollo económico del país,
y tendrían razón los que dicen que es un disparate destruir las unidades de
producción y repartir en pequeñas fracciones la tierra.
Donde
la tierra está repartida, queda repartida, y al que tiene una caballería, una y
media o dos caballerías, al que tiene una extensión determinada, lo convertimos
en dueño de aquella tierra y queda repartida porque es el sistema de producción
establecido, y procuramos brindarle la ayuda de los créditos a bajo interés, el
precio de garantía asegurado, por lo tanto, la venta asegurada de sus
productos, el consumo de los artículos que necesita adquirir, a bajo precio,
las vías de comunicación, las escuelas, en fin, todas las ventajas.
Donde
podemos contar con una extensión muy pequeña, donde no se puede llevar adelante
una empresa grande de cultivo, la repartimos también, allí donde las
circunstancias lo aconsejen; pero dondequiera que se pueda establecer un
cultivo grande como el de arroz, por ejemplo, o de los granos, o de la caña, o
de los pastos, no incurrimos en el error de repartir en pequeñas fracciones
aquella tierra.
En
primer lugar, un cultivo como el del arroz, por ejemplo, significaría que cada
cual tendría su casa en su parcela, significaría que una buena parte de aquella
extensión de tierra no podría ser dedicada al cultivo, que cuando se estuviese
cultivando aquel arroz y se anegase el arroz, las familias quedarían cercadas
por el agua, y en fin, que aquello no sería una explotación racional de la
tierra, ya que resulta mucho más lógico establecer las casas en el lugar más
adecuado, de acuerdo con toda una serie de circunstancias: del agua, el lugar, la altura, y dedicar las
mejores extensiones de tierra al cultivo del arroz y las demás a otros cultivos
necesarios para el consumo de la cooperativa.
Es
decir que nosotros no destruimos las unidades de producción; por el contrario,
mantenemos las unidades de producción donde existan, las hacemos producir en
cooperativas, y establecemos unidades de producción donde no existan
(APLAUSOS).
Y
así, la extensión de tierra que señalamos por familia depende del valor de la
calidad de aquella tierra y del producto a que esté dedicada, porque el
rendimiento de una caballería dedicada al cultivo del tomate no es el mismo que
el de una caballería dedicada a pastos. Y
no es lo mismo tampoco la rentabilidad o el valor de la cosecha que se logra en
una caballería de tomate a la de una caballería de arroz o de caña. El valor de los productos varía de acuerdo
con la calidad de la tierra, o principalmente de acuerdo con el cultivo de que
se trate.
Y
nosotros, por ejemplo, en 80 caballerías de arroz podemos establecer 100 familias
que pueden obtener el mínimum vital, que nosotros hemos calculado
aproximadamente en 2 000 pesos al año; pero no podríamos establecer 100
familias en 80 caballerías dedicadas a pastos, porque el valor del producto de
la extensión de la tierra por unidad dedicada a pastos es muy inferior a la
tierra que se dedica al arroz.
Y
así nosotros hemos tenido mucho cuidado de atender el aspecto técnico de la
producción. Los que decían que la
reforma agraria iba a ser un fracaso porque creían que íbamos a repartir las
unidades de producción en pequeñas fracciones, estaban equivocados. Los que creían que iba a disminuir la
productividad, estaban equivocados, porque antes el campesino araba, por
ejemplo, con bueyes y con arados de palo, y hoy va a arar con tractores.
Pero
para no confundir, ya que me estoy refiriendo a las cooperativas, cada
cooperativa será puesta en producción con las máquinas más modernas y la mejor
asistencia técnica. De lo que nosotros
podemos estar seguros es de que aumentaremos la productividad del trabajo y de
la tierra mediante las máquinas, mediante la asistencia técnica, mediante los
fertilizantes, mediante los mejores tipos de semilla, mediante la calidad de
los cultivos, y, en fin, que tenemos por delante una extraordinaria posibilidad
de desarrollo aquí donde, por ejemplo, el rendimiento promedio de caña por
caballería es uno de los más bajos del mundo sencillamente por la falta de
aplicación de los métodos correctos para la producción.
Así
que nosotros las unidades de producción no solo las mantendremos, sino que las
incrementaremos. Y en aquellos sitios
donde el campesino tiene, por ejemplo, producción de maíz o de otros granos en
pequeñas parcelas de una caballería, media caballería, tres cuartos de
caballería, allí donde no podamos contar con tierras para redistribuir, allí
aportamos por ejemplo los equipos, y en las zonas adecuadas establecemos
centros de maquinarias que van a sustituir al buey y al arado de palo,
procedimientos primitivísimos del tiempo de Noé, los vamos a sustituir por los
tractores y los arados, los fertilizantes y los métodos de cultivo adecuados.
Por
ejemplo, el campesino que cultivaba media caballería o una caballería de maíz
con métodos primitivos, tendrá en primer término la ventaja de un centro de
maquinarias que le ara aquella tierra; es decir, ya no tendrá ni que ararla,
tendrá solo la obligación de pagar el valor de la aradura con el producto de su
cosecha al precio de costo, quiere decir, al precio de aquel equipo y del mantenimiento
de aquel equipo y de la reposición de aquel equipo.
Un
campesino, que antes cultivaba una caballería con mucho esfuerzo, sembraba una
semilla corriente, obtenía 400 quintales por caballería, obtenía un precio
problemático que podía ser de dos pesos, dos pesos ochenta centavos, tres
pesos, a veces un poco más, a ese campesino le aseguramos la aradura de la
tierra y la rotación de la tierra, en fin, que él no tendrá que hacerlo, no
tendrá sino que sembrarla, cuidarla y recogerla. Y si en vez de semilla corriente le brindamos
semilla híbrida y le damos la experiencia para poder producirla, duplicará su
cosecha.
¿Qué
hacemos nosotros con el campesino? Le
decimos: Le garantizamos
este precio por su producto. Pongo de
ejemplo el maíz. El maíz se vende a
cuatro pesos cincuenta centavos, o a cinco pesos, o a seis pesos el quintal
generalmente; al campesino se le pagaba a menos de tres pesos y siempre era cuestión
de discusión entre los que le refaccionaban —refaccionar era llevar mercancías—,
cargar un 20%, un 30%, o un 40% sobre el valor de aquella mercancía, recogerle
los productos por un precio bajísimo, y aquel maíz por el cual el campesino
recibía dos pesos cincuenta centavos, se vendía a cinco pesos.
¿Qué
hace la reforma agraria? Establece allí
un centro de maquinarias, le ara por un precio estipulado —que pagará con su
cosecha—, le facilita créditos al más bajo interés que se haya facilitado nunca
en Cuba, al 4%, le asegura un precio de tres pesos, la venta asegurada de sus
cosechas. Desde que siembra la semilla
sabe ya lo que va a recibir por su trabajo.
Y le decimos entonces que si quiere aumentar sus ingresos no piense en
aumentar el precio, que tiene que tener pendiente el valor de aquella materia
prima para el pienso, para la industria; que si quiere aumentar sus ingresos no
piense en más precio, sino en más producción, que su meta debe ser lograr mayores
ingresos con la calidad y con el aumento de la producción por unidad, con el
mismo trabajo.
Es
decir que después de asegurar el ingreso que nunca ha tenido, muy superior a
los que ha tenido siempre, le ponemos por delante el estímulo de aumentar la
productividad y le damos todas las facilidades necesarias para lograrlo. Y aquel producto al que nosotros le
garantizamos un precio de tres pesos, se venderá en las ciudades, mediante la
eliminación de los intermediarios, sencillamente ese producto por el cual le
vamos a pagar más al campesino se va a distribuir en las fábricas de piensos o
en los establecimientos comerciales por el precio de costo más los gastos de
transporte. Y así el maíz, por el cual
el campesino recibirá más precio que nunca, se venderá en las ciudades más
barato que nunca. ¡Eso es lo que hace la
reforma agraria! (APLAUSOS.)
Es
lo mismo que hacemos con el ganado: exhortamos al productor no a pensar en
los aumentos de los precios, sino en producir más y en producir de calidad, y
le facilitamos los créditos, le abrimos los mercados y adoptamos todas las
medidas para desarrollar ese sector de la economía.
Ese
es el porqué la reforma agraria ha logrado captar el respaldo de la inmensa mayoría
de los productores, en la misma medida en que convierte en propietarios a todos
aquellos que vivían como precaristas o como simples posesionarios —por algún
concepto— de la tierra, y les da tierra a los que no tienen tierra.
El
hecho de que se establezca como mínimo vital un promedio de dos caballerías, no
quiere decir que se necesiten dos caballerías por cada familia. Si se trata de tomate, un quinto o un sexto
de caballería, o menos aún, puede servir de sustento. Es decir que una centésima parte de caballería
en algún producto puede permitir la satisfacción de las necesidades vitales de
una familia. Si se trata de tabaco tostado,
por ejemplo, el valor de la producción es una cantidad asombrosa. Así que dependerá del producto a que esté
dedicado. De ahí que nosotros,
disponiendo de las tierras comprendidas en la medida, pensamos establecer un
aproximado de 200 000 familias campesinas de las que hoy no tienen tierra
(APLAUSOS); y no conformes con eso, desecamos cuantas marismas y ciénagas pueda
haber en el país, para disponer de más tierra (APLAUSOS).
Tal
será el auge de la producción y del trabajo en el campo, que nosotros estimamos
que para el próximo año habrá desaparecido completamente el desempleo en el
campo.
Nosotros
nos hemos trazado como meta, primeramente, producir todos los artículos que hoy
importamos. Si bien es cierto que en
materia de azúcar, de tabaco y de café tenemos límites establecidos por las
posibilidades del mercado exterior, en una serie de renglones de la agricultura;
en algunos no tenemos límite, como en la ganadería, ya que nuestro ganado, como
cría, es solicitado, por ejemplo, por Venezuela, y, como carne, es solicitado
por otros países. Nosotros en la
producción de carne tenemos posibilidades de mercado ilimitadas. En la producción de arroz tenemos
posibilidades hasta 12 000 caballerías de arroz. Y así, sucesivamente, en distintos productos
de la agricultura tenemos asegurado, con el mercado interno solamente, su
desarrollo. Luego, nuestro esfuerzo se
encamina de inmediato hacia la producción de todo lo que estamos importando,
escogiendo para ellos las mejores tierras de las que disponemos.
En
cuanto a la caña, la meta será todo lo contrario: no sembrar más caballerías, sino producir la
misma cantidad de caña en la mitad de la extensión que hoy le dedicamos,
abonándolas y limpiándolas, de manera que podamos disponer de un 50% de la tierra
que hoy se dedica a caña, para dedicarla a pastos o a otros cultivos. Y en cada zona agrícola, en cada cooperativa,
por ejemplo, en las de caña no solamente se producirá caña: las tierras que podamos disponer se
dedicarán a pastos, se establecerán crianzas allí de ganado de leche y de carne
para la alimentación de aquellas familias y para la venta de aquella carne.
Y
organizaremos en todas las cooperativas —puesto que en algunas no pueden estar
todo el tiempo trabajando, ya que son cultivos estacionarios, y en cierto
momento requieren más empleo del personal que en otros—, estableceremos en
todas cultivos de frutos menores, vegetales en general. Porque debe saberse que aquí una de las cosas
inauditas de nuestros campos es que los campesinos apenas conocen lo que es una
lechuga, ni lo que es una berenjena, ni lo que son la mayor parte de los vegetales;
no tienen frutas, se alimentan muy mal; carecen de semillas, carecen de
conocimientos, porque nunca se les han facilitado.
En
cualquier cooperativa cañera, o arrocera, o ganadera, nosotros estableceremos
un cultivo por administración de la cooperativa, donde en los ratos de ocio
trabajarán por un jornal muy inferior al jornal promedio, porque trabajarán
para producir a bajo costo, a fin de comprar a un precio ínfimo —un centavo por
libra, por ejemplo— aquellos productos y tener asegurada la alimentación
durante todo el año; a pagar en el
momento de la cosecha. Es decir, ¡que el
hambre desaparecerá para siempre de nuestros campos! (APLAUSOS.)
Y
todo eso lo haremos técnicamente, siempre utilizando el mejor fertilizante, la
mejor semilla. ¿Cómo garantizamos eso en
las cooperativas nacientes? Pues lo
garantizamos mediante una administración capacitada. En la primera etapa de las cooperativas,
donde los campesinos van a recibir allí el producto íntegro de su trabajo, el
Instituto Nacional de la Reforma Agraria solo interviene en la designación de
los administradores, sencillamente para garantizar la producción. Llegará el momento en que puedan tener una
autonomía mayor o una autonomía plena; pero nosotros garantizamos la inversión
correcta de todos los recursos de que se disponga, y el resultado ha sido tal
que, por ejemplo, la cooperativa número uno que hicimos, de 180 caballerías de
arroz, fue la primera que terminó todos los trabajos en la zona. En otra cooperativa, en la provincia de
Camagüey, donde había 200 caballerías —tengo entendido que algunos de ustedes
la visitaron—, este año hemos fomentado 250 más (APLAUSOS).
Así,
la experiencia está demostrando que ha sido un éxito y que tiene posibilidades
ilimitadas, porque todo lo que se ha estado promoviendo y desarrollando ha
superado los cálculos más optimistas. Luego
nosotros, a través de escuelas de capacitación de administradores de
cooperativas, estamos organizando el personal idóneo para garantizar su éxito.
Y
es tal la iniciativa del campesino, es tal la inteligencia del campesino, que
en muchos lugares las han estado organizando motu proprio, y solo hemos
facilitado equipos y recursos, y las están desarrollando en magníficas
condiciones, con su propia administración y su propia cuenta (APLAUSOS).
Es
más, algunos criterios eran pesimistas, pensaban que el campesino no iba a
entender otra cosa que el que le dieran su pedazo de tierra. Aquello hubiera significado una reforma
agraria desastrosa, el fraccionar toda la tierra, encarecería los productos y
podría dar lugar a una producción anárquica y descontrolada, sin posibilidad de
garantizar precios, cuando mediante este procedimiento orientamos la producción,
dedicamos cada paño de tierra al cultivo ideal dentro de los que tienen mercado
asegurado, les damos una extensión determinada por el valor que van a tener
aquellos productos de la agricultura, y evitamos los excesos de producción. Orientamos la producción, que es esencial si
se quiere hacer una cosa que tenga sentido programático.
Algunos
pensaban que iba a ser muy difícil; sin embargo, la realidad ha demostrado lo
contrario. Hay casos de grupos que
tienen pequeñas parcelas, de tres cuartos de caballería, una caballería, media
caballería, que han estado organizando cooperativas por su cuenta, convencidos
de que es mucho mejor el sistema de producción en gran escala, el sistema de
producción de gran empresa al sistema aislado, que es más costoso. Y, además, porque tienen una garantía mayor,
porque podrán asegurar mejor las cosechas contra todos los incidentes y todos
los imponderables; se sienten más seguros, producen con menos trabajo, obtienen
mayor rendimiento. Se han estado
produciendo movimientos tendientes a organizarse en cooperativas, se han
organizado los pescadores, se están organizando los carboneros, en fin, hay un
gran movimiento tendiente a la organización de las cooperativas, por sus
ventajas, tanto de producción como de crédito como de consumo.
Y
eso nos facilitará a nosotros, en vez del campesino aislado —que si usted pone
una escuela en un sector tienen que venir desde muchos kilómetros sus hijos—,
en vez del dispensario aislado, hacer los pueblos con los centros escolares,
los campos deportivos, los dispensarios, los almacenes, y, en fin, la vida
distinta en un pueblo con una base económica firme, que la vida aislada; porque
nosotros en cada una de las cooperativas organizaremos un pueblo, que será un
modelo de viviendas con facilidades para pagar en 20 años sin interés, porque
en la vivienda no cobramos interés al campesino (APLAUSOS). Y no solo eso, sino que las vamos a producir
al más bajo costo.
Debemos
advertir que cada día se obtiene una experiencia nueva. En las primeras cooperativas se pagaban los
salarios de fomento corriente; en el futuro, al objeto de poder invertir más y desarrollar
más, como el dinero que se invierte en el fomento de las cooperativas deben
pagarlo, pues con ese dinero que se invierte en el fomento vamos a tratar de
producir el máximo de fomento con el mínimo de gastos, para poder con los
recursos de que disponemos hacer un desarrollo mayor, ya que esos campesinos
que están trabajando en el desarrollo de una cooperativa es su cooperativa. Si cobran salarios altos, tendrán que pagar
más cuando tengan que pagar el valor del fomento de aquellas siembras.
y con las
casas vamos a hacer lo mismo:
hacer que ellos mismos construyan las casas, facilitándoles los
obreros calificados y facilitándoles el material para que con su esfuerzo, en
los instantes en que no estén dedicados a la agricultura, produzcan las casas,
pero las produzcan a un costo muy inferior al que tendrían si se organiza un
equipo de construcción y se va pagando el costo de cada casa.
Así
que nosotros no solamente estamos desarrollando los cultivos, sino que estamos
preparando las condiciones de vivienda ideal, de escuela ideal, de asistencia
ideal a sus necesidades de salubridad; en fin, que cada cooperativa será un
modelo.
En
los demás sectores donde está aparcelada la tierra, trataremos de llevar
también todos los beneficios, aunque sin las facilidades y sin la economía que
implica cuando se hace como una gran producción.
Estas
son ideas que posiblemente algunas hayan sido expresadas aquí, pero que son el
producto de la experiencia. De lo que
más podemos hablar aquí no es de lo que vamos a hacer; de lo que preferimos
hablar es de lo que hemos hecho y de la experiencia adquirida.
No
nos sentiríamos enteramente satisfechos simplemente expresando estas opiniones,
queremos que ustedes, antes de regresar, visiten determinadas zonas, como son
las zonas de Oriente, la zona de Manzanillo, para que vean qué se ha hecho y
cómo se están desarrollando las zonas aquellas de desarrollo agrícola, o sea
que vean la reforma agraria sobre la realidad:
cómo los marabuzales desaparecen; cómo en aquellos lugares que eran
improductivos están estableciéndose hoy centros agrícolas de gran valor; cómo
hemos organizado en cooperativas a los carboneros, los carboneros que producían
el carbón y un intermediario se lo compraba por un precio irrisorio, el carbonero
que producía su horno solo en medio del monte y tenía que trabajar 20 horas
porque tenía que cuidarlo de día y de noche, y no descansaba y obtenía un
promedio de 30 pesos al mes, que va a obtener ahora un promedio de 90 ó 100, ó
120 pesos —depende del aumento que obtengan en la producción con su trabajo—,
produciendo, en vez de en hornos aislados, por zonas, trabajando en conjunto,
con lo cual 20 hombres podrán cuidar 300 hornos, que anteriormente requerían
300 hombres para cuidarlos de noche, cuando eran uno o dos haciendo hornos de carbón
aislados. Sin intermediario, porque les
damos los camiones para transportarlo y les damos los medios para que adquieran
un depósito en la ciudad, y lo vendan a los distribuidores. Con lo cual, si descontamos los 25 centavos
por saco que le daban antes al sargento o al capitán, los 30 centavos que
pagaban por el pie de monte, el precio que recibían que era de un peso o un
peso veinte centavos, más estos descuentos, y para venderse en la ciudad a dos
pesos cincuenta, a dos pesos sesenta centavos, comprenderán cómo esos
carboneros, trabajando ocho horas, ganarán cuatro y cinco veces más de lo que
ganaban antes.
Esas
experiencias reales creo que enseñan más que todos los
discursos y todos los argumentos.
Nosotros,
con muchísimo gusto —y sin que andemos en afán de exhibir, pero ya que ustedes
vinieron desde tan lejos hasta nuestro país—, con muchísimo gusto les
facilitamos los medios para que vean lo poco que hemos hecho.
Es
muy poco (APLAUSOS), pero lo podemos exhibir.
y es lo único que podemos
exhibir porque es nuestra verdad, la verdad de lo que estamos haciendo y la
verdad de lo que había aquí en Cuba, porque la inmensa mayoría de los pueblos
están sin hospitales, sin acueductos, sin calles, sin alcantarillado, sin
campos deportivos, sin centros escolares, sin corriente eléctrica; la mayor
parte de nuestros campesinos no han visto un bombillo, porque la electricidad
no llegó hasta allí. Y nosotros tenemos por
delante la tarea de construir aquí lo que no se construyó en 50 años, de
construir todas esas escuelas y hospitales y calles, porque, por ejemplo, las
mismas condiciones de salud del pueblo están determinadas por los acueductos,
los filtros, los alcantarillados. En fin
que el índice de enfermedades aumenta considerablemente cuando no se tienen
esos medios elementales de higiene en las ciudades, las epidemias multiplican
el número, triplican, cuadruplican el número de enfermos.
Y
tenemos que atender todo eso con los recursos de un país subdesarrollado,
saqueado, al que le dejaron 70 millones de reserva solamente, menos del mínimo
que debía existir, después de agotar todas sus reservas, que fueron a parar al
extranjero. Y fueron a parar al
extranjero porque la balanza comercial nuestra con Estados Unidos es
desfavorable en 40 millones de dólares todos los años; porque el dinero que se
robaban aquí lo convertían en dólares y se lo llevaban para fuera; porque el
contrabando era una institución organizada en nuestro país, y era incalculable,
no se podía hacer estadísticas del dinero que se escapaba por concepto del
contrabando. Y baste decir que a pesar
de que este año coincidió el triunfo de la Revolución con la cosecha más alta
de remolacha de Europa y los precios más bajos de azúcar, que significa un
ingreso de 100 a 130 millones de dólares menos, a pesar de ese inconveniente
desfavorable, el estado de nuestras divisas en este mes del año es igual al que
era el año pasado; lo que significa que mediante nuestra campaña de consumir
productos nacionales, el ahorro que antes se nos iba por contrabando, el fin de
la deshonestidad administrativa, que era un drenaje constante de divisas al
extranjero, tienen un equivalente de lo ahorrado hasta aquí, de 100 a 130
millones de dólares este año.
Este
año, a pesar de la Revolución, a pesar de que ni las reparaciones de los
centrales, ni los cultivos y, en fin, de que la república tenía virtualmente
destruidas sus comunicaciones, sus puentes, sus carreteras, sus líneas de
ferrocarril, se hizo la zafra.
Ahora
dicen que la reforma va a producir la ruina, que va a producir una disminución
en la producción. Al principio de la Revolución
decían que no iba a haber zafra aquí, y que no íbamos a producir la zafra, y,
sin embargo, nos propusimos 5 800 000 toneladas largas, y hemos
producido 5 800 000 toneladas largas (APLAUSOS). Tal vez más largas de la cuenta, puesto que
coincidieron —infortunadamente— con una cosecha grande, una producción muy
grande de azúcar de remolacha; pero que demuestra en qué condiciones nosotros
hemos tenido que hacer todo esto.
Pero
hay algo más: ¿Con
qué se ha estado haciendo la reforma agraria y con qué se va a hacer? En primer lugar, con la contribución
espontánea del pueblo, que es con lo que se inició, porque en las tierras
recuperadas a los malversadores se empezó a hacer la reforma agraria antes de
que se hiciera la Ley de Reforma Agraria.
La primera cooperativa se organizó en una finca recuperada, donde se
produjeron las 180 caballerías de arroz.
La segunda, en otra finca recuperada, de 1 300 caballerías, de la
provincia de Camagüey. ¿Y con qué
recursos, si no estaba hecha la ley? ¡Pues
sencillamente con los recursos que el pueblo aportaba mediante cuestación
espontánea y pública! (EXCLAMACIONES.)
Pero
esos no eran nuestros únicos recursos. Nosotros
hemos tenido una magnífica fuente de ingresos, nosotros hemos tenido una
extraordinaria fuente de ingresos: el ingreso logrado mediante la
recuperación del dinero que se habían robado los malversadores aquí en Cuba
(APLAUSOS). Y a tal efecto, por concepto
de los billetes de 1 000 Y de 500 pesos que se llevaron a última hora, o
se habían llevado poco antes y no fueron muy previsores porque creyeron que
aquello podía durar un poco más y que fueron sorprendidos en el extranjero, con
la simple medida de anular los billetes de 1 000 y de 500 pesos... Porque como esos no circulan, esos siempre
están guardados en los bancos, no afectaban.
Los de 100, los de 20 y los de 10 pues era más difícil anularlos, había
que sustituirlos y llevaba muchos meses el cambio completo de la moneda; pero
no así lo de los billetes de 500 y 1 000 que con un simple decreto del Consejo
de Ministros se les anuló su valor a los que dentro de un plazo determinado no
los fueran a cambiar. Y, naturalmente,
los que los tenían en el extranjero no tuvieron mucho tiempo de cambiarlos; además
de que algunos que trataron de cambiarlos fueron sorprendidos en los
aeropuertos. No podemos decir cuánto
lograron cambiar, pero sí podemos decir que hasta este momento asciende a 17
millones y medio de pesos lo que hemos obtenido mediante los billetes de 500 y
1 000 pesos (APLAUSOS).
Por
concepto del dinero que les sorprendimos en las cajas bancarias, en las bóvedas
de los bancos, tenemos hasta estos momentos un aproximado de 20 millones de
pesos para la reforma agraria (APLAUSOS).
Por
concepto del dinero que percibían ellos cuando disponían de las cuotas del
arroz que se está importando... Porque
nosotros le hemos puesto al arroz que se está importando un límite de tiempo,
ya que lo vamos a producir aquí, pero cuando se distribuían las cuotas por las
autoridades administrativas encargadas de ello, solicitaban un plus para ellos
del arroz de importación, y ese plus, que por ley hoy se abona para una cuenta
especial de maquinaria agrícola, ese dinero que antes se llevaban, significará
15 millones de pesos más en año y medio para la reforma agraria (APLAUSOS).
No
vamos a contar el valor de la tierra recuperada; baste decir que son varios
cientos de fincas, porque de lo ahorrativos que eran estos señores, que
hicieron una verdadera y especial reforma agraria para ellos, tenían una gran
cantidad de latifundios y de fincas de distintos tipos, y hemos recuperado
miles de caballerías de tierra, que ya están incluidas, por supuesto, en la
reforma agraria. Esto, sin contar los
edificios de apartamentos y las casas, porque solamente en Varadero, lugar
exclusivo que tenían aquí de veraneo, hay 75 residencias recuperadas. Así, todo eso va a pasar al Instituto
Nacional de Reforma Agraria, lo cual ennoblece más todavía esta reforma agraria
y la hace más interesante y la hace digna de todo ese entusiasmo y respaldo que
el pueblo le brinda. Y es que estamos
haciendo la reforma agraria con el dinero que les hemos quitado a los
malversadores, sencillamente (APLAUSOS).
Lo que pudimos quitarles, lo que pudimos quitarles, lo que de alguna
manera, mediante medios legales, como fue la anulación de los billetes y la
sorpresa que no les dio tiempo de abrir las cajas en los bancos cuando se
marcharon precipitadamente el primero de enero.
Con
lo poco que les hemos podido quitar estamos haciendo la reforma agraria. ¡Qué no se hubiera podido hacer en Cuba con
todo lo que se han robado, desgraciadamente, en nuestro país, con todo lo que
se llevó la dictadura! ¡Qué no habríamos
podido hacer en esta patria nuestra, con todos los intereses que se oponen a la
Revolución, si ese dinero no se lo hubiesen robado al pueblo!
Y
lo que quieren ahora es que precisamente esos señores, que nos saquearon tan
miserablemente, vuelvan aquí. ¡No me
explico cómo van a poder desenraizar de la tierra a cada campesino que vamos a
sembrar en cada caballería de tierra! (APLAUSOS.)
Simples
razonamientos demuestran por qué Cuba está entusiasmada con lo que se está
haciendo. No se trata en sí de la
reforma agraria; la reforma agraria es una de las tantas medidas, quizás sí la
más emocionante por la satisfacción que le brinda a una parte del pueblo, que
era la más sufrida, y por lo prometedora que resulta para el futuro del país. Es que se le ha puesto fin desde el día
primero de enero a una serie de vicios que no es que venían desde hace 10 años,
sino que venían desde que Cristóbal Colón puso pie en nuestra isla. Porque el juego, vicio ancestral de estos
pueblos nuestros; la botella —yo no sé cómo le llamarán ustedes, botellero aquí
es el que tenía un sueldo porque tenía un amigo político y no trabajaba—, la
corrupción administrativa viene de la época de los reyes católicos de España,
de Isabel y Don Fernando, que fueron los que facilitaron las naves para
descubrir este continente; la corrupción administrativa, el juego, el
contrabando y una serie de vicios tienen cuatro siglos en este continente, y
todo eso ha sido erradicado completa y totalmente.
Tal
es aquí el espíritu con que la Revolución ha introducido una moralización de
las costumbres públicas del país, que aquí no hay quien se atreva ni a pensar
en esas cosas. Y sin coacción, sin uso
de la fuerza, se está en los ciudadanos creando una conciencia de pagar los
impuestos, de cumplir con sus deberes, de ser honrados, que nunca se había
visto en nuestra patria.
Todos
esos vicios eran vicios contra los cuales parecía que ya se había perdido la
esperanza de poder vencerlos, y todos esos males han desaparecido de nuestro
país definitivamente, porque no permitiremos que los vuelva a implantar aquí
nadie. Toda una serie de procedimientos
contrarios, de métodos, de sistemas y de vicios contrarios a los intereses del
pueblo, han desaparecido.
Si,
por ejemplo, los compañeros que organizaron este foro tuvieran tiempo de
invitarlos a ustedes un domingo a que fuesen a las playas que en unos meses
solamente hemos construido y donde ha desaparecido la discriminación, porque
van los cubanos como hermanos, sin sombra siquiera de segregación racial; allí
donde se van a divertir sin beber, donde el alcohol ha sido desterrado, donde
los ciudadanos van en número nunca visto ni sospechado a esos centros donde
estamos empezando, donde todavía no hay nada virtualmente y donde es el
principio, es lo que hemos tenido para este verano; y cómo se están creando las
condiciones mediante las cuales todo ese turismo que en Cuba iba al extranjero,
donde malbaratábamos otros 50 ó 60 millones de pesos todos los años y que hoy
se van a invertir aquí y van a servir para financiar todo un programa que vamos
a hacer para crear atracciones turísticas en nuestro país...
Porque
las cosas más absurdas del mundo pasaban aquí, donde el cubano cuando compraba
algo... De tal manera teníamos una
mentalidad desconsiderada con nuestras propias cosas, tal era el complejo de
inferioridad que nos habían inculcado, que quien ponía aquí una industria
empezaba por ponerle un nombre inglés a la marca —¡y
ahora anda apurado cambiándole el nombre del inglés al español!—, porque si el
nombre era cubano ya la gente no quería comprar.
Y
un día, en un acto como este y como tantos otros, que ha organizado el
entusiasmo y el fervor de nuestros jóvenes revolucionarios, cuando en la
Universidad de La Habana, en la escuela de medicina —nada menos que en la escuela de
medicina—, un grupo de estudiantes organiza una exposición de productos
industriales cubanos, el pueblo de Cuba supo la cantidad de productos de
magníficas calidades que se estaban haciendo aquí, pero creían que eran
extranjeros porque tenían un nombre inglés o francés, o de otro país. El cubano no tenía noción de que cuando
estaba adquiriendo un producto de afuera quizás estaba privando de trabajo a un
compatriota suyo y él indirectamente se estaba perjudicando también, porque
vivía de un trabajo, vivía de producir artículos nacionales.
Tal
es la conciencia que se está creando, que nosotros tenemos razones sobradas
para creer que vamos, con el esfuerzo de nuestro pueblo y la explotación de
nuestras riquezas, y sin ayuda de nadie —porque una de las cosas que nos
hemos propuesto, aunque no nos la hubiésemos propuesto tenía que ser,
necesariamente, si queremos de veras ser libres económicamente— a desarrollar
nuestra economía con nuestros propios recursos y con nuestro propio esfuerzo,
porque nadie lo va a venir a hacer por nosotros, ni nadie nos lo va a dar.
Se
está cambiando la mentalidad y con la mentalidad se está cambiando toda la vida
económica de nuestro pueblo, porque esas cosas absurdas de ir a gastar en el
extranjero el dinero del país... Nosotros,
en vez de ser importadores de turismo, éramos exportadores de turismo; en vez
de traer maquinarias, traíamos Cadillacs lujosísimos, y el país donde más
Cadillacs había por población, relativamente el país del mundo donde más
Cadillacs había era en este país subdesarrollado; y en vez de producir aquí
esos artículos y darles trabajo a los cientos de miles de personas que estaban
sin trabajo, comprábamos 40 millones de dólares en arroz todos los años, que se
puede producir aquí en magníficas condiciones, en esos latifundios abandonados
y con esos brazos que no tienen trabajo (APLAUSOS).
Así
está transformando la Revolución la vida del país, y está garantizando un
futuro verdaderamente tranquilo y feliz para nuestro pueblo, como premio
merecido a tantas generaciones que se han sacrificado. Eso es lo que nuestra Revolución está haciendo
conscientemente, planeadamente. No
sueños pueriles e imposibles, sino realidades, donde las ideas al convertirse
en hechos superan a los cálculos más optimistas; porque al revés de lo que
suele ocurrir en el mundo, Cuba está viviendo un momento en que sus realidades
superan a sus sueños. Y esa es
sencillamente la falta que los cubanos están cometiendo, que no quieren
perdonarles; eso, y estar haciéndolo en un clima de libertades, en un medio
donde todo el mundo opina, donde cada cubano no tiene más límite a sus
libertades que el sentido de la responsabilidad con su patria, el no hacerles
el juego a los enemigos, a los criminales que quieren volver, o a los extranjeros
que quieren imponer aquí las mafias que servían a sus intereses.
Estamos
haciendo todo esto dentro de un clima de seguridad, de tranquilidad, donde en
los rostros de cada ciudadano se refleja la alegría de estar disfrutando una
paz, una tranquilidad y una seguridad que no conoció; un pueblo que está
viviendo de una esperanza que había perdido casi, y un pueblo que siente confianza
en sí mismo, seguridad en sí mismo, fe en su porvenir.
Si
todo eso lo estamos haciendo sin emplear otra cosa que la razón, sin emplear
otra cosa que la persuasión, sin contar con otros recursos que el entusiasmo y
la dignidad de nuestros ciudadanos; si aquí es este posiblemente uno de los
pueblos en que menos se observa la existencia de una fuerza pública, donde no
hay un policía que vaya a un restaurante o a una tiendecita a que le den una
cajetilla de cigarros porque es policía —costumbre desterrada también aquí—; si
no se observa ninguna manifestación de fuerza o de violencia; si el orden y la
disciplina que reina en nuestro pueblo es puro espíritu civilizado y de
convivencia patriótica, es puro espíritu de colaboración de nuestro pueblo; si
eso lo palpa el que viene y nos visita, ¿por qué no ha de tener nuestro pueblo
derecho a realizar esta obra?, que no le quita nada a ningún pueblo del mundo,
que no aspira a exprimir a otros pueblos del mundo, que no aspira a impedir la
felicidad de otros pueblos, que cumple el destino de los seres humanos sobre este
planeta, que es vivir de la explotación inteligente de las riquezas del medio
donde hemos nacido, destino que han tratado de cumplir los pueblos desde que
existen seres pensantes sobre la Tierra.
Si
nosotros, por querer hacer esto, a nadie obligamos a sacrificar nada; si, por
el contrario, estamos quizás con la experiencia nuestra enseñando esa
experiencia a otros pueblos; si estamos sirviendo de ensayo, que algún día podrá
también servir de estímulo y de conocimientos sociales, políticos y económicos
a otros pueblos hermanos de nuestro continente, ¿a qué ese empeño de cubrirnos
de oprobio, de pintarnos como los seres más bárbaros de la Tierra y de tratar
de restarnos la simpatía instintiva con que otros pueblos están viendo a
nuestra Revolución? ¿Qué derecho hay a
valerse de todos los medios y recursos con que cuentan esos intereses para
tratar de aislarnos a nosotros de los demás pueblos hermanos de este continente?
Así,
nos interesa que nuestros hermanos de América Latina sepan lo que estamos
haciendo, nos interesa contar con su solidaridad y con su ayuda (APLAUSOS); nos
interesa que se sepa la verdad de Cuba y que se diga que aquí se vieron cosas increíble,
que una reforma agraria que establece un límite de extensión a la tierra, que
es una medida revolucionaria verdadera, tiene el respaldo de todos los sectores
del país; y que en este foro se levantó la representación de los hacendados, de
los colonos, de los ganaderos, de las instituciones cívicas, de los abogados de
la capital, de los industriales y, en fin, de todos los sectores, se levantaron
aquí y, poniendo los intereses de la patria por encima del interés afectado de
algunos miembros de esos organismos, declararon su adhesión espontánea.
Lo
que decía el delegado de los industriales es muy cierto: nadie los incitó ni les pidió ni les
exigió que vinieran. Aquí, si se peca de
algo, se peca de no pedir y de una completa indiferencia, si se quiere. No indiferencia, pero una actitud de absoluto
respeto a la libre determinación de todos los ciudadanos, a la libre opinión de
todos los ciudadanos. Sin embargo, esa
medida radical y revolucionaria tenía el respaldo de todos los sectores del
país. Admirable, si se tiene en cuenta
que no era la única, que antes que la reforma agraria vino la rebaja de los alquileres,
en algunos casos hasta un 50% (APLAUSOS); que vino la reforma urbana, que puso
un precio tope al valor de las tierras en la ciudad; que todas las playas
privadas se abrieron, declarándose públicas las playas (APLAUSOS), y que se han
dictado una serie de medidas que pueden haber afectado a un número determinado
de personas; porque desde luego que no tiene la culpa el que vivía en una playa
que alguien cercó porque algún gobierno se lo permitió y allí vendieron las
parcelas a precios elevados, no tenía la culpa de que esas cosas se
permitieran; pero al abrir la Revolución todas las playas, porque son bienes a
los que tiene derecho a disfrutar todo el pueblo, resultaban necesariamente
afectados en algún sentido.
Es
decir que la Ley de Reforma Agraria se dicta después que se habían dictado
otras muchas medidas revolucionarias que podían afectar distintos intereses, y,
sin embargo, puede decirse aquí que el entusiasmo, por ejemplo, de las
instituciones cívicas, representativas de la clase media, los profesionales, es
tan grande como el entusiasmo de los campesinos, de los obreros y de los
estudiantes (APLAUSOS), lo cual garantiza el éxito de esta Revolución.
Los
criminales de guerra y los enemigos de la patria, los intereses que quieren
seguir perpetrando los métodos que hemos decidido abolir para siempre, no
podrán contar con aliados en nuestro país; se estrellarán todos los intentos de
despertar egoísmos de sectores, porque todos los sectores han dicho
unánimemente que por encima de todo está la patria (APLAUSOS PROLONGADOS),
todos los sectores han dicho que la Revolución es justa. Y es evidentísimo que los que resultan
resentidos o incapaces de adaptarse a estas realidades revolucionarias son una minoría
insignificante de los inadaptables de todas formas.
Resulta
igualmente evidente que aun aquellas familias que por un concepto o por otro
han visto disminuidos sus ingresos, sin embargo, sus sentimientos de cubanos, o
sus sentimientos humanos en relación con el hecho cierto de que aquí en nuestra
patria ni se respetó nunca a nadie, ni se respetaba la dignidad del ciudadano y
cada ciudadano podía ser víctima de cualquier exacción oficial; como era
igualmente cierto que la politiquería infestaba nuestro ambiente, que la
corrupción y el vicio infestaba nuestro ambiente, y que, además, nadie se
sentía seguro, nadie sabía si su hijo podría regresar esa noche a la casa o no
regresaría nunca más; ninguna madre, cualquiera que fuese el sector social a
que perteneciera, podía afirmar si entre los muertos que se decían aparecidos
en cualquier esquina estaba su hijo, o si aún podía tener la fortuna de saber
dónde estaba el cadáver de su hijo desaparecido, o de su esposo, o de su
hermano...
El
hecho cierto de que aquí se acabaron todas las exacciones, todos los abusos, todos
los crímenes, ha hecho que la inmensa mayoría de aquellas personas que, a pesar
de haber sido afectadas en sus recursos, tienen sensibilidad humana para
reaccionar, inteligencia honesta para reconocer lo que se ha hecho para
beneficio del país, generosidad suficientemente para comprender que si somos
cubanos, si todos los cubanos somos seres humanos, y si todos tenemos
necesidades y si todos tenemos nobles aspiraciones en el mundo, es egoísta el
olvidarse de los demás para pensar solo en disfrutar de manera privilegiada de
los recursos, que nuestra tierra puede dar de sobra para todos si hacemos las
cosas como debemos hacerlas.
Y
así, los beneficios que la Revolución ha aportado, aun a aquellas familias
lesionadas económicamente, son tan palpables, que no tiene otra explicación
sino este hecho cierto y el espíritu sensible y digno del cubano, el amor a su
tierra. La conciencia que se ha creado
en los hijos de esta tierra es la explicación del respaldo tan unánime que
tiene la Revolución Cubana.
Al
decir esto, al demostrar que estamos haciendo una revolución profunda y que la
estamos haciendo con el apoyo de todo el pueblo; al decir que nosotros podemos retar a
cualquier régimen que se llame democrático a que pruebe si en algún país hay
más democracia y más libertad de la que hay en Cuba (APLAUSOS), no me quedaría
sino añadir que otra de las características de esta Revolución es que nosotros
podemos someter a la voluntad del pueblo y a la consideración del pueblo las
medidas que estamos tomando y la política que está siguiendo el Gobierno
Revolucionario, que la inmensa mayoría del pueblo nos daría su respaldo
(APLAUSOS); que en cualquier hora, en cualquier circunstancia, en cualquier
día, cualquier mes y cualquier año podemos consultar al pueblo para demostrar
que somos más demócratas que nadie.
¿Y
vamos a desarmar cuando el trabajo que hoy inicialmente tenemos que hacer...? Porque no vamos a perder el tiempo, como
quieren algunos de esos intereses que perdamos el tiempo hoy y que en vez de
organizar la producción, organizar las cooperativas y hacer el trabajo que
estamos haciendo, que no nos deja tiempo libre ni para respirar, nos pongamos a
hacer comités de barrio, y política, y buscar votos y esas cosas. Parece que quieren eso, como si pudiéramos en
estos momentos enfrascarnos en cuestiones y contiendas de partidos políticos,
cuando tenemos tantos obstáculos que vencer y tanto trabajo que realizar.
Pero
tranquilamente, cuando ya hayamos adelantado esta obra, donde cada día se gana
un tanto, y no es que los queramos ganar para ganar pueblos, sino que estamos
ganando esos tantos gracias a todo el pueblo que tenemos (APLAUSOS); porque
aquí es al revés: no es que queremos
ganar tantos para ganar pueblos ni hacer medidas para ganar pueblos. Es todo lo contrario: estamos haciendo las medidas por ser leales a
ese pueblo, estamos haciendo esta obra sencillamente para que el pueblo reciba
lo que aspira recibir y aspiraba a recibir el día que este país se gobernara y
se organizara como debía organizarse. Es
todo lo contrario, lo contrario de lo que han hecho siempre los politiqueros,
lo contrario de lo que han hecho siempre los demagogos. Estamos simplemente trabajando porque es el
deber de esta hora, pero con un respaldo de pueblo enorme, con la seguridad de
que lo mantendremos, y no solo de que lo mantendremos, sino de que lo haremos
más firme (APLAUSOS).
Podremos
someter nuestras medidas a la consulta del pueblo, que no hay más que tener un
poco de sentido de lo que es la opinión pública para saber que el día que todas
esas medidas —no los personajes aquí, porque los personajes no importan, lo que
importa son las obras—, el día que estas medidas, todo lo que está haciendo
Cuba, lo ponga a la consideración del pueblo, sin género de dudas que la
respuesta del pueblo será de entero respaldo a la obra que estamos haciendo.
Por
lo tanto, para desarmar todavía más a los farsantes y para destruir todavía más
las mentiras y destruir más los argumentos interesados de los que quieren
pintarnos como debieron haber pintado a los que antaño cometieron tantos
crímenes y tantos horrores con nuestro pueblo para servir intereses extraños; para
destruir esas mentiras, para destruir ya la última que podría quedarles —si no
le bastara la libertad de opinión, la seguridad y todo género de libertades que
hoy disfruta nuestro pueblo—, cuando hayamos encauzado a nuestro país por los
senderos por los que hoy tenemos el deber de encauzarlo, cuando tengamos
adelantada la obra revolucionaria, someteremos todo esto a la consulta de
nuestro pueblo, y lo someteremos cuantas veces sea necesario, porque si de algo
tenemos la más completa seguridad es de que la respuesta del pueblo será casi
unánime a favor de lo que se está haciendo hoy aquí (APLAUSOS).
Con
esto, los delegados que nos visitan podrán llevarse una idea de lo que estamos
haciendo. Esta es una obra de
interesantes facetas sociales, políticas y económicas; nuestra obra, el aporte
de Cuba a su bienestar, la contribución de Cuba a la experiencia política y
social de los demás pueblos, el modesto aporte de Cuba a nuestros hermanos de
América Latina.
No
es que seamos egoístas y pensemos solo en nosotros; cuando cumplimos nuestro
deber aquí, sabemos que estamos cumpliendo nuestro deber con los demás pueblos
de América Latina. Y cuando sabemos que
Cuba hoy es objeto de la consideración y de la atención de los pueblos hermanos
de América Latina, sentimos el orgullo de saber que, aunque muy modestamente,
estamos también sirviendo de ejemplo y de aliento.
Nosotros
sí que no aspiramos a dominar a nadie, nosotros sí que no aspiramos a explotar
a nadie, nosotros sí que no aspiramos a imponer nuestra ley.
Hay
una fuerza muy superior a cualquier otra fuerza en el mundo y es la fuerza de
la razón, la fuerza de la idea, la fuerza del ejemplo, el estar actuando de
acuerdo con el espíritu de justicia de los hombres. Que aquí, como en cualquier sitio de América
y del mundo, estarán todos los hombres que sientan la justicia; que por un
instinto, o por un sentido ético, o por una concepción racional, tengan una
noción de los hombres y del papel de los hombres, del papel de ser humano, más
digna que la de vivir oprimidos, la de vivir explotados, la de vivir
maltratados, la de vivir angustiados, la de vivir arrastrados.
Todos
los que tengan una idea limpia del destino del hombre y un sentido elevado del
hombre; los que no vean al hombre como un ser miserable y lo vean digno de que
por él se hagan los mayores esfuerzos; los que tengan fe en los pueblos; los
que tengan fe en la humanidad; los hombres que crean en que avanza la humanidad
por encima de todos los obstáculos, por encima de todas las dificultades; los
que crean que existe la solidaridad humana; los que crean que pueda sentirse el
ser humano más feliz cuando le hace bien al hombre, al semejante, que cuando lo
maltrata o cuando lo esquilma; todos los que aquí, como en cualquier parte de
América o del mundo, sean capaces de sentir esas verdades, ¡esos estarán de
acuerdo con lo que nuestra Revolución está haciendo!
Y
no es cuestión de teorías, no es cuestión de que unos piensen de un color o de
otro, de una forma o de otra; lo que hay que pensar es si estamos haciendo lo
que debemos hacer, si estamos cumpliendo un ideal de justicia para el hombre, y
si lo estamos cumpliendo bien y lo estamos cumpliendo a nuestra manera, porque
cada pueblo tiene sus necesidades, cada pueblo tiene su medio, cada pueblo
tiene sus peculiaridades y cada pueblo tiene su estilo de llevar adelante un
ideal, ¡y eso es lo que importa!
Muchas
gracias.
(OVACION)