DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA ASAMBLEA
CELEBRADA EN EL PALACIO DE LOS TRABAJADORES, EL 13 DE JUNIO DE 1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER
MINISTRO)
Amigos gastronómicos,
músicos, artistas, obreros de toda Cuba;
Pueblo de Cuba:
Digo
pueblo de Cuba a los que sienten en cubano, porque ser cubano no es simplemente
llamarse cubano (APLAUSOS), y la mejor prueba de eso es la actitud de algunos
señores que se llaman cubanos y que debieron haber querido a Cuba más que nadie
porque han disfrutado más que los demás, que debían haber amado esta tierra más
que nadie porque tenían más tierra que nadie y eran los únicos que tenían
tierras, y que, sin embargo, ya vemos cuál ha sido su actitud, y cuántos han
sido cómplices de esa actitud en los precisos momentos en que Cuba era Cuba por
primera vez, en que Cuba era cubana por primera vez, en que no solamente se
proclamó por primera vez república enteramente soberana, que lo es y lo será
cada día más, sino que incluso proclamó su derecho a recobrar las tierras de la
nación de manos extranjeras para los cubanos (APLAUSOS).
Cegó
tanto el egoísmo, que no hubo siquiera una palabra de reconocimiento para el
Gobierno Revolucionario que tuvo el valor de proclamar que las tierras de Cuba
pertenecían a los cubanos, del Gobierno Revolucionario que tuvo el valor de
proclamar que debían volver a manos cubanas más de 50 000 caballerías de tierras
de las mejores de Cuba, que estaban en manos de latifundistas extranjeros.
Y
ese gesto que debió ser recibido con aplausos de todos los cubanos, porque se
estaba defendiendo por primera vez lo nuestro, se estaba defendiendo por
primera vez lo de Cuba; esos hechos, que debieron haber sido recibidos con
júbilo unánime, sin embargo no contaron con el aplauso unánime. No contaron con el aplauso unánime, porque
una parte insignificante, esa parte insignificante que a veces parece mucho
porque tiene recursos con que armar mucha bulla, porque tiene recursos con que
gritar mucho, porque tiene recursos con que hacer mucha propaganda, esa parte
lo que hizo y lo que ha hecho es sumarse al coro de los ataques de los
criminales de guerra y de los grandes intereses extranjeros que combaten a
nuestra Revolución.
Esas
cosas son claras y son para el pueblo cada vez más claras, no el pueblo del 31
de diciembre, no el pueblo siquiera del 1ro
de enero, ni del 1ro de febrero, ni del 1ro de marzo, ni de abril, ni de
mayo; es el pueblo del 13... (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO). ¡Sí, sí, hoy es 13, eso es lo que voy a decir! Yo tengo la fecha aquí también en el reloj,
quiero que lo sepan, tengo la fecha en el reloj (RISAS Y APLAUSOS) para no
equivocarme ni en la fecha, decir que el pueblo del 13 de junio, de las 3:00 de
la mañana del 13 de junio, es un pueblo que ha tenido un aprendizaje de cinco
meses y medio de proceso revolucionario y sabe mucho más de lo que sabía el 1ro
de enero, y las cosas para ese pueblo son cada vez más claras, lo demuestran
los hechos y lo demuestra este acto ejemplar de hoy.
La
impresión que uno recibe después de haber asistido a tantos actos públicos,
después de haber estado en reiteradas ocasiones en esta misma tribuna, que ha
sido el sitio donde más hemos concurrido, la impresión que tenemos es que el
entusiasmo del pueblo es hoy mucho mayor que los días primeros de la Revolución
en que, sin embargo, parecía que aquella alegría iba a ir decayendo con el
tiempo, porque el tiempo, naturalmente, entibia muchas veces los mayores
entusiasmos. Y, sin embargo, para nosotros
mismos es casi una sorpresa, porque creíamos que el pueblo se iría
acostumbrando ya a las obras buenas de la Revolución, se acostumbraría a ver en
ellas algo natural, y no volveríamos a presenciar ese entusiasmo y esa emoción
de los primeros días.
Esta
lección de hoy debiera enseñar mucho a los equivocados, a los que creen que van
a empezar aquí a tupir al pueblo, a los que creen que van a venir aquí otra vez
con cuentos de camino, a los que creen que escribiendo frasecitas más o
frasecitas menos, retruécanos más o retruécanos menos, y afirmaciones más o
afirmaciones menos, van a poder influir en el ánimo de la nación, en esa
especie de conjura, en esa especie de confabulación, para ver de qué manera le
quitan la fe, o le quitan la moral, o le quitan el ánimo al pueblo, porque
sabiendo a la Revolución con un tremendo respaldo de toda la nación, creen que
la táctica correcta es inventar todos los medios habidos y por haber para
disminuir la confianza y la fe que tiene el pueblo puestas en la Revolución.
Luego,
lo que cabe es preguntarse la explicación de este hecho, del hecho de que el
entusiasmo sea cada vez mayor en el pueblo, ese hecho de que cuanto más duros
tiempos nos anuncian, cuantos más oscuros presagios nos formulan, la fe, la
confianza y el entusiasmo del pueblo sean cada día mayores. Y la explicación solo puede estar en una cosa: en que la Revolución no se ha ganado la
enemistad de unos cuantos señores aquí por haber hecho cosas contra el pueblo,
sino por haberlas hecho a favor del pueblo; no por haber actuado mal, sino por
haber actuado bien; no por ser un gobierno que traicionara los ideales de la
nación, sino por ser fiel a los ideales y a los intereses de la nación; porque aquí
había que escoger entre seguir manteniendo una serie de privilegios y seguir
manteniendo una serie de intereses contra el pueblo, o tomar decididamente el
partido del pueblo frente a todos esos intereses, que fue lo que la Revolución
hizo desde el primer momento.
Y
esa es la causa de esa campaña tremenda desatada contra la Revolución: que elementos seudorrevolucionarios o revolucionarios a medias pronuncian
una frasecita de crítica a la reforma agraria, le hacen alguna objecioncita a
la reforma agraria... Porque aquí los
hay, los hay que no se atreven todavía a quitarse el sayo que se han puesto de
revolucionarios (APLAUSOS), y dicen que sí, que bien, pero... Que sí, que la reforma agraria bien, pero no
tan a la carrera, que la reforma no tan al galope (APLAUSOS), porque eso de
galope y de trotar, son términos pecuarios y no términos revolucionarios; porque
es el estar tratando de encontrar lagunas con que empezar a encontrar
justificaciones contrarrevolucionarias.
Y
cuando esas afirmaciones comienzan a hacerse, no faltan los apologistas y no
faltan los cintillos para tratar de resaltar todo aquello que de alguna manera
pueda presentarse como una crítica o una mella a la Revolución, olvidándose de
lo que es un proceso revolucionario: el proceso revolucionario es un hecho,
es un fenómeno social, en el cual los líderes no se inventan, ni se fabrican,
ni pueden existir contra el proceso revolucionario. Un proceso revolucionario aplasta a cuanto líder,
a cuanto grupo, a cuanto grupito, a cuanto partidito y a cuanto seudopartidito se le ponga delante (APLAUSOS).
No
se crean que vivimos en aquellos tiempos en que el problema aquí era una lucha
de grupitos, de camarillitas políticas, del partido tal contra el partido más
cual, de la ambición tal contra la ambición más cual, del interés tal contra el
interés más cual. Esos tiempos han
pasado felizmente a la historia, a la historia triste del pasado, y esos
tiempos no volverán (APLAUSOS); la lucha hoy es entre la justicia y la
injusticia, la lucha hoy es entre la Revolución y los enemigos de la
Revolución, la lucha es entre el pueblo y los enemigos del pueblo, entre los
intereses de la nación y los enemigos de la nación (APLAUSOS). Y que aquí no caben medias tintas, que aquí
la media tinta huele a media tramitación contrarrevolucionaria; que aquí no
caben términos medios ni nos interesan los términos medios, porque preferimos
definidos del lado de allá o del lado de acá (APLAUSOS), porque los términos
medios aquí van a correr la suerte que corren los que se sitúan entre dos
fuegos.
Y
que aquí hay que estar en la luna, hay que vivir a 10 000 leguas de la
realidad para no darse cuenta de lo que se está enfrentando. Es la Revolución, sencillamente, que tiene
detrás todo un pueblo que tiene la razón, que cuenta con la emoción de Cuba,
que cuenta con el entusiasmo de uno de los pueblos más entusiastas que hay en
el mundo, y además de entusiasta, inteligente; y además de inteligente, cívico;
y además de inteligente y cívico, valiente, que es el pueblo de Cuba (APLAUSOS). Una pugna entre la Revolución y los intereses
que se oponen a esa Revolución —nacionales, extranjeros y de cualquier índole
que sean—, y de una Revolución firme de verdad, de una Revolución que ni
retrocedió ni retrocederá un solo paso ante nada ni ante nadie (APLAUSOS), de
una Revolución que no será jamás vencida por más enemigos que se le pongan
enfrente, por más conjuras que se elaboren contra ella. Porque tal como van las cosas, y tal como se
está conduciendo el pueblo, y tal como se hacen cada vez mayor la colaboración
del pueblo con su Revolución, no hay manera de ver cómo pueden vencer al pueblo
en esa circunstancia, ni qué beneficio van a sacar de los esfuerzos inútiles
que hagan por frenar la Revolución, ni qué provecho pueda derivarse para Cuba
de esas posturas que han asumido.
Lo
que podrán lograr es alentar a los elementos contrarrevolucionarios; lo que
podrán con eso es tratar de brindarles valor a los que no tienen razón; tratar
de sugestionarse a sí mismos, tratar de sugestionar a los elementos en los
cuales puedan reclutar la legión de los contrarrevolucionarios; tratar de
darles aliento y tratar de hacerles creer que cuentan con alguna fuerza de
opinión, para que se decidan a pasar de la palabra a los hechos, y llevar
adelante —como necesariamente lo van a llevar, porque no hay proceso revolucionario
sin reacción contrarrevolucionaria, ni hay revolución que no haya tenido que
luchar una o más veces contra sus enemigos—…
Y así, lo que ya comienza
a verse son esos esfuerzos que obligarán a la Revolución a combatir de nuevo,
que obligarán a la Revolución a defenderse, que obligarán a la Revolución a
nuevas batallas (APLAUSOS).
Y
cualquiera lo observa y lo ve. ¡Cómo se
destacan las frases, las frases que vayan contra la Revolución! ¡Cómo se destacan las actitudes, las
actitudes que vayan contra la Revolución!
¡Cómo es cada día más evidente la coincidencia entre los argumentos de
los que aquí se oponen a la reforma agraria y de los que fuera de Cuba
conspiran contra Cuba! ¡Cómo coinciden
los argumentos de los que aquí combaten la Revolución y los intereses
extranjeros que combaten la Revolución! ¡Cómo
coinciden los argumentos de los que aquí ya realizan campañas abiertas contra
el Gobierno Revolucionario y los que realizan esas campañas desde fuera! ¡Cómo coincide la opinión de esos señores, que
han estado lanzando todo género de imputaciones contra la Revolución, y las
campañas de los criminales de guerra y de los trujillistas! (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”) ¡Cómo los argumentos son cada vez más
similares! ¡Cómo se parecen esas hojitas
que vienen en sobre desde Miami y las hojitas que vienen en sobre desde el
propio país!
Pero
lo increíble es la desfachatez de algunos señores aquí —y que además no quieren
que les digan desfachatados. Entonces
dicen que estoy agobiado y que lo comprenden, dicen que eso no pega en boca del
Primer Ministro, y dicen todas esas cosas en falta de razones; porque es
posible, desde luego, que mientras algunos estén tomando high
ball en los cabarets a
estas horas, estemos nosotros aquí defendiendo la obra revolucionaria y
hablándole al pueblo (APLAUSOS), y viendo mucho más claro que los beodos
trasnochan porque tienen los suficientes recursos para no trabajar nunca y para
estarse divirtiendo siempre.
Aunque
eso de que pesan sobre nosotros muchos problemas sea cierto, sin embargo, no
nos sentimos tan agobiados. Y, sobre
todo, que cuando la cosa se “pone buena”, cuando empezamos a vislumbrar la
lucha, cuando se nos empieza a combatir, cuando la batalla de la Revolución
resurge, es precisamente cuando el espíritu se siente más entusiasmado y con más
energías. Lo cierto es que el agobio
sobre quienes pesa en estos momentos es sobre aquellos que ven desplomarse sus
intereses y no se resignan a perderlos.
Califican
de impropias las palabras del Primer Ministro y llaman dignas, valientes y mesuradas,
las palabras de los que abiertamente promueven la violencia y hablan de alzarse
en la Sierra Maestra (ABUCHEOS). Llaman
palabras impropias del Primer Ministro las que expresa a favor de la verdad, y
sin embargo creen que realizan una proeza cuando se paran en una tribuna a
decir, con toda la, perfidia y toda la mala fe del mundo, que están dispuestos
a dar la vida para que no se instaure un régimen comunista. Es decir que coinciden con las palabras de
los trujillistas y coinciden con las palabras de los
criminales de guerra y coinciden con los argumentos y las palabras de todos los
que planean conjuras y agresiones contra Cuba, para venir a decir que están
dispuestos a morir, calificando nuestra Revolución de lo que más convenga a sus
planes canallescos, empleando las palabras coincidentes como quienes se quitan
o se están quitando de una vez la careta.
Y afirman que están dispuestos a morir, y afirman que nuestra ley es una
ley dictatorial, que el INRA es un organismo omnímodo y omnipotente, y que
contra eso están dispuestos a morir.
Y
quienes descarada y desfachatadamente afirman eso son los mismos que el día 14,
el día 15 y el día 16, y los demás días del mes de marzo se fueron allí al
Palacio Presidencial a felicitar al tirano por haberse librado de la mano
vengativa de los que atacaron al Palacio Presidencial el 13 de Marzo; son los
mismos que hoy valentonamente hacen mil declaraciones contra la Revolución y no
tuvieron el valor de hacer una sola declaración contra el tirano; que califican
de dictadura el INRA y no tuvieron el valor de calificar una sola vez de
dictadura el régimen oprobioso que asesinó a 20 000 compatriotas nuestros.
El
INRA se mantiene con el aporte espontáneo del pueblo. Lo que ha hecho hasta hoy, las zonas de
desarrollo donde está trabajando a toda máquina han sido fomentadas con la
contribución espontánea del pueblo; el INRA no se ha robado un solo centavo ni
se lo robará jamás. El INRA está
ayudando a los campesinos, a esos mismos campesinos a quienes en otros tiempos
les quemaban sus casas y les arrebataban sus tierras, y no merece para estos
señores, sino los peores epítetos. Esos
señores que no tuvieron el civismo ni una sola vez de acusar al tirano de sus crímenes
y de sus robos, que no tuvieron el civismo de levantarse una sola vez para
decir que los millones que le robaron a la república también eran propiedad de
la nación; que las tierras que los geófagos usurparon también eran propiedad de
la nación; que los impuestos que los latifundistas dejaron de pagar también
eran propiedad de la nación.
Dicen
hoy que la reforma agraria es una ley que suprime el derecho de propiedad,
sencillamente porque quiere que el pueblo también tenga derecho a la propiedad,
y, sin embargo, vieron impunemente cómo las propiedades de la nación, las
tierras de la nación, caían en manos extranjeras; vieron tranquilamente cómo se
desfalcaban los recursos de la nación durante muchos años, gobierno tras
gobierno; vieron cómo se saquearon los retiros obreros, vieron cómo se saqueaba
el tesoro público, hurtándole al pueblo el dinero de los hospitales, de las
escuelas, de las obras públicas; vieron cómo aquí no existía sino un sistema de
robo y de malversación, puede decirse casi que desde que la república es
república, y estos señores no levantaron ni una sola vez la voz para denunciar
esas inmoralidades y para denunciar esa corrupción, y son los que hoy la
levantan en una campaña sistemática y contumaz contra las leyes
revolucionarias.
Venir
a decir ahora que están dispuestos a morir no es ningún acto de civismo, ni de
valor. Cuando tenían que decir que
estaban dispuestos a morir era cuando los cubanos estaban muriendo en los
campos de batalla por la libertad (APLAUSOS); era cuando los jóvenes estaban
siendo torturados y asesinados. Cuando
las mujeres estaban siendo golpeadas y violadas, cuando el terror se cernía
sobre la patria, cuando los hombres de vergüenza y de decoro estaban muriendo,
era cuando tenían que decir que estaban dispuestos a morir (APLAUSOS). No esa disposición de morir ahora contra las
leyes justas del Gobierno Revolucionario; no esa disposición de morir ahora,
cuando aquí nadie mata, cuando aquí no se está empleando la fuerza contra
nadie, cuando sencillamente no hay peligro de morirse, como lo prueban las campañas
que vienen realizando impunemente sin que nadie los moleste.
Estamos
fusilando los privilegios, que son los que hay que fusilar; no hay que fusilar
a los privilegiados. Y estos señores
adoptan ahora posturas dramáticas: ¡Politiqueros de toda la vida! ¡Corrompidos de siempre! ¡Alabarderos de todos los regímenes menos del
régimen de la Revolución, que no los necesita ni los quiere de aliados
(APLAUSOS), menos del régimen de la Revolución que no los respalda, que no se
le vende por ningún interés del mundo y que no se acobarda ante todos los
alardes y las campañas de estos superpoderosos, que eran
superpoderosos hasta el día 31 de diciembre 1958! (APLAUSOS.)
Pero
debe ir quedando constancia de cómo provocan, debe ir quedando constancia de
cómo coinciden cada vez más en sus campañas con los peores criminales de
guerra, cómo son cada día más audaces y más atrevidos, porque actúan como si
creyeran que alguien les va a sacar las castañas del fuego, como si creyeran
que aquí van a venir de nuevo los criminales de guerra, como si creyeran que
algún poder del mundo podría venir a recobrar sus latifundios para
entregárselos otra vez, como si creyeran que les queda la menor esperanza de
salirse con sus propósitos adelante y de salvar los latifundios, porque si los
salvaran serían latifundios sin guajiros y serían latifundios sin pueblo, serían
latifundios desérticos donde, como no fueran ellos los que doblaran la espalda
para cultivarlos, no encontrarían aquí un solo esclavo más, porque mientras
haya un cubano con vergüenza —y el 99% de los cubanos, o el 98%, o el 95%, o el
94% tiene vergüenza (APLAUSOS)...
Hay
que sacar la cuenta, porque cuando ustedes suman aquí a los confidentes, a los
chivatos, a los esbirros, a los ladrones, a los politiqueros, a los oportunistas,
a los garroteros, a los latifundistas, a los especuladores, y a todo género de
parásitos que han pululado en este país hasta el primero de enero, no sabe uno
exactamente si es el 1%, el 2%, el 3%, porque sumándolos todos pueden llegar a
juntar una pequeña multitud, pero que comparándolos con el resto de la nación,
que está clara en lo que quiere —porque todo el mundo ha estado aquí claro en
las cosas que han estado mal hechas y en las cosas bien hechas, todo el mundo
está claro aquí en lo que se necesita, en lo que hacía falta hacer aquí, en lo
que desde hace mucho tiempo estaba haciendo falta hacer aquí de una vez— esos
que comprenden estas realidades, son la mayoría abrumadora del pueblo de Cuba. Y no valdrán todos los medios de confusión y
todos los medios de sembrar escepticismo y desconfianza, para variar ese porcentaje
extraordinario de pueblo, que está muy consciente de sus destinos y muy
conforme con las medidas que al fin se empezaron a convertir en realidad en
Cuba.
Ese
grupo minoritario tiene por táctica el sistema de tratar de involucrar dentro
de las esferas de sus intereses a un número considerable de cubanos que
precisamente no tienen nada que ver con esos intereses.
Y
para ilustrar voy a dar un ejemplo: los
ganaderos afectados por la reforma agraria son una insignificante minoría,
entonces unos señores que siempre han hablado en nombre de la Asociación de
Ganaderos, que comprende a miles de pequeños ganaderos, no afectados sino por
el contrario beneficiados con las medidas del Gobierno Revolucionario, los
grandes magnates cada vez que hablan, hablan del ganadero medio y del ganadero
pequeño, que son la inmensa mayoría, no afectados por la reforma agraria y que
por el contrario van a resultar beneficiados en todos los órdenes; sin embargo,
cuando ellos hablan dicen que mis palabras fueron ofensivas para cerca de
80 000 ganaderos y sus familias, que en total suman como 500 000. ¡Qué descarados! (APLAUSOS.)
¡Y luego no quieren que los llamemos descarados!
Cuando
nosotros decimos descarados, no estamos llamando descarado al ganadero que
tiene 3 vaquitas y 2 caballerías de tierra, o que tiene 10 caballerías, o tiene
15, ó 20, ó 30, y aquel que aunque tenga más de 30, puede llegar a 40, por la
excepción de tener intensamente cultivadas aquellas tierras; estamos llamando
descarados a los que, para defender sus privilegios, quieren hablar en nombre
de todos los demás, quieren presentar como perjudicados a todos los demás, y
quieren presentar al gobierno como ofendiendo a todo el sector, incluso al
pequeño ganadero de dos caballerías al que la Revolución le va a dar la tierra,
incluso a todos esos millares y millares de agricultores que van a ser
beneficiados por la Revolución, para tratar de sumarlos a los intereses de los
poderosos, que son los que siempre han hablado aquí y son los que han hablado
siempre descaradamente en nombre de los pequeños agricultores, que van a
recibir los beneficios de la Revolución.
Y
eso mismo pasa cuando se trata de los colonos, que les hablan a los pequeños
colonos y les dicen que no conviene que les den la tierra gratuitamente,
porque, si no, no van a poder disponer libremente de ella, lo cual es falso. Pero hablan en nombre de los pequeños colonos
para decir que quieren comprar la tierra, cuando los que están hablando son los
grandes colonos, que lo que quieren es que los pequeños colonos digan que sí,
que lo que quieren es comprar la tierra, para ellos recibir el pago en efectivo
de las tierras que tienen los pequeños colonos y que son tierras de los
latifundistas y de los grandes colonos.
Y
así, los grandes cosecheros de tabaco invocan el nombre de todos los
cosecheros, incluso han llegado a decirles que la reforma agraria es mala
porque van a trabajar para el Estado. Cuando
la ley precisamente va a librar a esos aparceros del 12% que les cobran en los
créditos, para darles el crédito al 4%; de los nueve pesos por saco de abono
que les cobran, para darles el abono a cuatro pesos y medio; del atraco de que
hacen víctima todos los años a los aparceros, pesándoles mal el tabaco,
clasificándolo mal y pagándoles menos del mínimo que marca la ley. Y, sobre todo, cuando la reforma agraria los
va a librar del 25% ó del 30% del producto en bruto que tienen que darles a sus
explotadores, cuando la ley va a aportar todos esos beneficios al aparcero para
convertirlo en dueño de la tierra, entonces le dicen al aparcero que la ley
agraria no le conviene porque van a trabajar para el Estado, cuando precisamente
la Revolución lo va a librar de esas gabelas que tiene que pagar y va a librar
al aparcero, a esos aparceros que incluso a veces no ganan más de 150 pesos al
año. Porque, ¿de dónde salen esos
intereses y esos precios altos por el abono, y ese 30% que tienen que pagar? ¡De su sudor y de su trabajo!
Y
como es natural que ese sistema resultara muy atractivo, los grandes cosecheros
se reúnen y no solo tratan de llevar tras ellos a los pequeños propietarios,
los que en el momento de la indemnización sí van a ser favorecidos por el INRA —porque
si alguno aquí se ha ocupado de los infelices es este Gobierno Revolucionario y
no los poderosos magnates—, que a la hora de indemnizar o de resolver los
problemas que afecten al pequeño propietario que tenga dada su tierra en
arrendamiento, a la hora de indemnizarlo tendrá en cuenta esa situación y lo
indemnizará de manera absolutamente satisfactoria.
El
caso no es igual que el que no tiene otra entrada, aunque no sea justa —porque
no es justo que una familia trabajando tenga que estar sosteniendo otra familia
ausente—; pero no es lo mismo el caso del pequeño propietario al del
latifundista que tiene infinidad de pequeños posesionarios
en sus fincas. Y la Revolución, muy
cuidadosa de no cometer injusticias, mantiene el principio de que la tierra
debe ser para el que la está trabajando directamente, indemnizando —dentro de
las atribuciones que tiene el instituto— a los casos de aquellas familias que
dependen de ese pedazo de tierra.
Los
grandes propietarios tratan de movilizar a los pequeños agricultores para
tratar de dar la sensación de que cuentan con la masa de los campesinos y han
llegado a la osadía, ¡a la osadía!, de querer presentar la ley revolucionaria
como perjudicial nada menos que a los mismos beneficiarios.
Es
por eso que tenemos la seguridad de que esa maniobra y esos rejuegos
serán destruidos por la propia acción de todos los pequeños ganaderos, colonos,
arrendatarios y aparceros, que les salgan al paso y de una vez pongan fin al
monopolio que han mantenido unos cuantos magnates —porque no son más que unos
cuantos—, el monopolio que han mantenido de la representación de cada uno de
esos sectores de la agricultura.
Es
por eso que la tarea de la Revolución y de todos los elementos revolucionarios
dentro de los colonos, dentro de los ganaderos y dentro de los agricultores, es
movilizarse en apoyo de la reforma agraria (APLAUSOS), para poner fin a las campañas
de los grandes latifundistas que no tienen derecho a hablar en nombre de cada
uno de esos sectores; para que cuando hablen, hablen por sí mismos, pero que no
hablen en nombre de todos los ganaderos, en nombre de todos los colonos y en
nombre de todos los cosecheros, porque no tienen derecho a hacerla y mucho
menos derecho a presentar a todos esos sectores como enemigos de la Revolución.
Así
que la ley agraria no solo tendrá el respaldo de todos los campesinos que no
tienen tierra, de todos los trabajadores del país y, en fin, de la inmensa
mayoría del pueblo, sino que la reforma agraria tendrá el respaldo de todos
esos pequeños productores que no se dejarán engañar por las maniobras de los
grandes magnates, cuya era de predominio y de influencia ha desaparecido para
siempre (APLAUSOS).
Nos
habían ofrecido hipócritamente sus novillas cargadas, sus millones de pesos,
como una limosna para ver si la ley salía menos radical, si perdían menos
caballerías, si concretábamos la reforma agraria al marabú, a la Ciénaga de
Zapata, a las zonas esas costeras de diente de perro, y, en fin, a comprar unos
cuantos tractores, unos cuantos arados y unos cuantos machetes y repartirlos
entre los campesinos. Es por eso que
sencillamente les hemos devuelto sus novillas cargadas y su dinero (APLAUSOS).
¿Que
nunca habían visto eso, que nunca habían visto devolver cinco millones y medio? ¡Pues ya lo vieron! (APLAUSOS.)
¿Que devolver ese dinero, como dicen, es en perjuicio de los campesinos? ¡Qué nobles, cómo se acuerdan de los
campesinos infelices! (RISAS.) ¿En perjuicio de los campesinos porque
devolvamos cinco millones y medio de pesos?
¿Quién dijo? (RISAS.) ¿Quién dijo
que en perjuicio de los infelices campesinos, si el pueblo espontáneamente se
ha empeñado en sustituir esos cinco millones y medio? (APLAUSOS.) ¡Si al otro día empezaron a llegar cheques al
INRA, recogidos espontáneamente en los sindicatos y en todas partes, diciendo
que eran para reponer los cinco millones y medio de los grandes magnates! (APLAUSOS.) ¡Si
en vez de cinco millones y medio vamos a recoger diez millones y medio! (APLAUSOS.) Y no diez millones y medio: es que el fervor y el empeño que el pueblo ha
puesto en esto, porque una causa justa que es capaz de devolverles a esos
señores cinco millones y medio de pesos es capaz de recaudar 100 millones de
pesos en el pueblo (APLAUSOS).
Es
que la reforma no termina ahí. Es que
vamos a desarrollar un vasto plan agrícola y de desarrollo industrial. Es que después vamos a emitir bonos con un
buen interés para vendérselos al pueblo, para que la contribución deje de ser
ya la contribución sin retribución, y cuando se compre un peso sea un peso ya
del pueblo, ganando interés, a favor del programa de desarrollo agrícola e
industrial (APLAUSOS). En vez de
pedirles prestado a ellos mismos, porque ellos son los que tienen los dineros,
le pedimos prestado al pueblo y le pagamos los intereses al pueblo (APLAUSOS). Les vendemos los bonos no a los que tienen
mucho dinero; se los vendemos al pueblo, para que el pueblo compre esos bonos y
perciba los intereses.
Es
que cuando se acaben las contribuciones voluntarias, cuando hayamos recogido... Porque hay muchas que están todavía... En los pueblos están esperando que yo vaya a
buscarlas, y me resulta imposible. Hay
un barrio que, según noticias, recogió, aquí en La Habana, medio millón de
pesos, un barrio solo:
¡Luyanó! (APLAUSOS.)
¡Medio millón de pesos en un barrio solo! ¿Cuándo se vio eso antes en nuestra patria?
¿Por
qué no les vamos a devolver sus cinco millones y medio? (APLAUSOS.)
¡Para que quede esta obra como obra del pueblo, de la espontaneidad y la
emoción del pueblo, del entusiasmo y la fe del pueblo, del fervor y la confianza
del pueblo! (APLAUSOS.) ¡De un pueblo que da su peso a gusto y que no
le duele, que da su peso a gusto y no lo saca en cara, que da su peso no para
comprar sino para ayudar! (APLAUSOS.)
Con un pueblo que habiendo dado un día de haber, enseguida dice que da otro día
de haber (APLAUSOS), porque sabe que esta obra es suya, que es su obra y que no
quiere que se la perturben, no quiere que se la echen en cara. Porque se sabía, ¿no?, pero éramos corteses;
se sabía, pero ahora se ha comprobado que aquellas novillitas cargadas venían
cargadas también de mala fe (APLAUSOS).
Y
se ha comprobado aquella extraña generosidad a favor de la reforma agraria, que
el pueblo se preguntaba:
“¿Pero esta gente está a favor de la reforma agraria, los
latifundistas?” ¿De qué reforma agraria? De la reforma agraria de los marabús. Y seguramente
que no habrían dejado de protestar al final, incluso si les quitaban un pedazo
de marabú. Pero estaban tratando de
castrar la reforma agraria, de reducirla a un engaño más. Creyeron que iban a impresionar aquí, que
iban a engatusar aquí al gobierno, y se encontraron que aquellos tiempos habían
cambiado. Y quizás esa impotencia sea la
que exacerbe los ánimos:
la impotencia de saber que ya aquí a los gobernantes no se les
puede comprar (APLAUSOS), la impotencia de saber que aunque reunieran todas sus
novillas y todo su dinero no podrían comprar al Gobierno Revolucionario
(APLAUSOS).
Y
esa convicción que tienen de que no podrán sobornar a nadie es lo que los
incita a tratar de desacreditarnos, a calumniarnos y si fuera posible a
destruirnos, por todos los medios al alcance de su mano, aunque sea con la
ayuda del extranjero, aunque sea con la ayuda de los peores criminales de
guerra, aunque sea con los verdugos que durante siete años estuvieron
oprimiendo a nuestro pueblo, ¡y que jamás volverán! (APLAUSOS.) Que jamás volverán, porque nadie quiere vivir
de nuevo bajo el terror; nadie quiere vivir de nuevo aquellos días en que
aparecían los racimos de cadáveres por las calles; nadie quiere vivir de nuevo
aquella época repugnante en que todo era complicidad, robo, vicio, atropello,
abuso, injusticia, que padeció el pueblo y que no padecieron jamás los que se
iban a pasear a otros países, los que llevaban una vida sin privaciones y los
que nunca tuvieron problemas con la policía.
Fue
el pueblo quien sufrió todo aquello que no sufrieron estos magnates, visitantes
asiduos de la guarida del tirano, los que le extendieron la mano, la mano
adulona y servil, en medio de la sangre de nuestra juventud, porque esos, esos
no sufrieron los horrores de la tiranía, que fue el pueblo quien sufrió esos
horrores y el pueblo no permitirá jamás que aquellos tiempos vuelvan
(APLAUSOS).
Y
por eso decíamos nosotros que apreciábamos más el centavito que un niño humilde
de escuela pública le entregaba a la maestra (APLAUSOS), que los cinco millones
y medio de pesos de los latifundistas. Si
los pequeños ganaderos y colonos quieren ayudar, que ayuden por su cuenta y
serán bien recibidos. La ayuda que no
queremos es la de los grandes magnates que vinieron con la insolencia de querer
sobornar al Gobierno Revolucionario con esas migajas (APLAUSOS).
Por
eso recibe uno con tanto placer la donación de los obreros, el día de salario
que con tanta generosidad y alegría se entrega a la reforma agraria, porque ese
es dinero ganado con el sudor de la frente, porque ese es el sacrificio de la
familia humilde que le quita un día de haber a la familia, que le quita un día
de paseo a la familia, que le quita quizás lo más indispensable a la familia y
lo viene a entregar espontáneamente, generosamente a la reforma agraria.
Ningún
hecho ha puesto más a prueba la calidad moral de nuestro pueblo, ningún hecho
ha puesto más a prueba el civismo de nuestro pueblo, que estos gestos que hemos
estado presenciando. Porque no ha
quedado nadie, no ha quedado escuelita pública, no ha quedado incluso escuela
privada, no ha quedado asilo, no ha quedado centro benéfico, ni rincón de
familia o de personas humildes, que no haya hecho su aporte a la reforma
agraria; no ha quedado colonia, ni finca, ni pueblo, ni centro de trabajo que
no haya hecho su aporte a la reforma agraria; no ha quedado lugar de Cuba donde
no se haya dado una fiesta, una verbena, un acto a favor de la reforma agraria.
Y
aquí, donde siempre se hicieron tantas colectas, donde siempre se hicieron
tantas exigencias, donde les ponían leyes para que pagaran un día de haber,
¿cuándo se vio un aporte tan grande, cuándo se vio un aporte tan extraordinario
y tan generoso, cuándo se vio esa contribución que suma millones? Aquí, donde nunca ninguna contribución
espontánea pasó de 30 000 ó 40 000 pesos, y que suma millones, y que
no hay nadie que haya dejado de ayudar, que no hay sitio donde no se haya visto
ese fervor, ese fervor espontáneo que habla de por sí solo de las cualidades
humanas y morales de los pueblos; esa bondosidad con
que de todas partes el cubano, en Cuba y en el extranjero, ha enviado su
aporte.
¿Cuándo
se vio eso en nuestra patria? Que debe
ser motivo de orgullo, que debe ser motivo para creer en una época nueva, en
una era distinta, cuyo símbolo sea la generosidad y el espíritu de sacrificio;
la bondad del pueblo con sus compatriotas, con cada uno de los demás cubanos;
el darse cada uno de los ciudadanos a cada uno de los demás ciudadanos
(APLAUSOS).
¿Cuándo
estos hechos se pudieron imaginar nunca antes?
¿Cuándo fue tan bueno el cubano? ¿Cuándo
fue tan generoso el pueblo, que echó por tierra en unos meses toda aquella
tradición de egoísmo, todas aquellas lecciones de ambición que le enseñaron
durante medio siglo?
De
un pueblo que echa por tierra todo ese sentir ambicioso y egoísta para iniciar
una era nueva, ¿qué derecho tienen, en nombre de egoístas intereses, a venir a
conspirar contra ese despertar de la nación, a conjurarse contra ese amanecer
formidable de la generosidad humana? (APLAUSOS.)
¿Qué derecho tienen, en la época más
feliz y esperanzadora de nuestra patria, a venir a sembrar la discordia
criminal, a venir a sembrar el egoísmo criminal, a venir a sembrar la cizaña, a
concitar contra nosotros todas las fuerzas, para ver si el día se vuelve noche,
si esta aurora se vuelve crepúsculo, si este abrirse de esperanzas se vuelve de
nuevo aquel escepticismo, aquella desconfianza, aquella falta de fe en que
vivió el cubano durante tanto tiempo, sin esperanza de un cambio, sin esperanza
de poder deshacerse de todos esos privilegios porque eran demasiado poderosos?
¿Qué
derecho tienen, cuando el milagro se ha producido, en querer trocar toda esta
atmósfera de bondad y de generosidad por los vicios del pasado, por las
costumbres del pasado, por la politiquería del pasado? Porque muy cínicos y muy inconscientes tienen
que ser los que, para criticar la obra revolucionaria que con tanta honradez
estamos haciendo, escriben loas ditirámbicas a favor de aquellos que, aunque
hoy hablen como semirrevolucionarios, no dejan de
recordar toda aquella etapa de malversación y de robo, de politiquería,
gangsterismo y vicio, cual si la inmoralidad y el vicio puedan convertirse de
repente en virtud, cual si aquellos desgastados instrumentos de la política
pasada pudieran enarbolarse como ejemplos de virtudes ciudadanas. Todo eso no sirve sino para probar la conjura
que se cierne contra la Revolución, no sirve sino para probar cómo el pueblo no
ha de confiar más que en sí mismo, cómo el pueblo no tiene otro aliado que sí
mismo, cómo el pueblo no tiene otro defensor que sí mismo, cómo solo de
nosotros mismos dependerá que esta obra se lleve adelante, que la victoria sea
de nuestra Revolución o de sus enemigos.
Sirve para probar que la Revolución necesita no solo del concurso
entusiasta, sino del concurso disciplinado de todo el pueblo.
¿Qué
decirles en estos momentos a los trabajadores de Cuba, a esos trabajadores que
han reunido millones de pesos para ayudar a la reforma agraria? ¿Qué decirles, sino que ese es el ejemplo a seguir,
que lo que se ha hecho con la reforma agraria es todo un símbolo de la línea
que deben seguir los trabajadores cubanos?
Porque a nadie le puede quedar a estas alturas la menor duda de que la Revolución
se está batiendo de frente con todos los enemigos del pueblo; a nadie le puede
quedar la menor duda de que esta Revolución es del pueblo, y que ante ese hecho
cierto la línea a seguir es esa.
La
contribución a la reforma agraria significa que cada cual dio algo de lo suyo
para tecnificar y revolucionar la agricultura, para elevar la producción
agrícola, para redimir al campesinado del país, cuya redención permitirá,
además, la redención del resto del país (APLAUSOS).
¿Por
qué dan la ayuda? ¿Por qué se quitan de
lo poco que tienen para ayudar a la reforma agraria? Porque saben que ese sacrificio no es inútil,
porque saben que no solo invita a ello la más elemental solidaridad humana sino
también el sentido de las necesidades de la nación entera, las conveniencias de
la nación entera. Se sacrifica hoy el
pueblo para tener mañana los frutos de esos sacrificios.
¿Puede
ser nuestra actitud la actitud de aquellos tiempos, que eran tiempos de
política, aquellos tiempos de gobiernos sumisos dedicados solo al saqueo y al
robo, o al saqueo y al crimen? Porque
dígase de una vez que en materia de saqueo y de robo no hubo excepciones.
No
puede ser la actitud del pueblo la actitud de aquellos tiempos, porque en
aquella época la clase trabajadora no tenía más que lo que pudiera obtener en
la batalla diaria, lo que pudiera obtener en la lucha constante. El poder no era su aliado, el poder estaba
incondicionalmente al servicio de los grandes intereses. Se planteaba objetivos económicos porque no
había objetivos políticos:
el mejoramiento de los trabajadores iba a depender solo de los
centavos más que pudieran arrancar en su pugna por aumentos de salarios. No podían contar más que con las conquistas
que obtenían a base de todos los sacrificios imaginables.
¡Qué
distinto el panorama de hoy! El poder
enfrentado a los grandes intereses. El
poder afrontando la conjura, la campaña y la conspiración de los grandes
intereses.
Por
primera vez el cuadro es totalmente distinto.
La clase obrera tiene delante un gran objetivo revolucionario, un gran
objetivo político: hacer
triunfar la Revolución, ayudar a la Revolución, sacrificarse por ella con tal
de hacerla triunfar, para convertir la Revolución en instrumento de
reivindicación y de realización de las grandes esperanzas del pueblo (APLAUSOS)
.
La
lucha hoy no es por centavos más o centavos menos. La lucha hoy es por un gran objetivo
histórico y político: la
lucha hoy es por el triunfo y la consolidación de la Revolución. Hay que tener una idea muy clara de que el
gran objetivo hoy es el triunfo y la consolidación de la Revolución. El fracaso de la Revolución sería —teóricamente,
porque en la práctica no ocurrirá nunca—, volver a aquellos tiempos de la lucha
por el centavo, sería volver a aquellos tiempos de corrupción, sería volver a
aquellos tiempos en que la clase obrera había perdido sus derechos políticos y
sociales, sería volver a aquellos tiempos del plan de machete, a aquellos
tiempos del golpe, la represión y la persecución. El fracaso de la Revolución sería el regreso
quien sabe por cuanto tiempo a aquel pasado que hoy luce como una pesadilla. El objetivo es hacer triunfar y consolidar la
Revolución.
¿Por
qué decimos esto? Porque a veces nos
olvidamos de ello. A veces pensamos que
nuestros problemas se resuelven con aumentos más o aumentos menos. No quiere decir esto que haya de renunciarse
a todos los aumentos, ¡no! Quiero decir
solamente que debemos estar muy claros en que por encima de todas esas demandas
de tipo económico está el gran objetivo de hacer triunfar y consolidar la
Revolución (APLAUSOS). Es algo que
ningún obrero deja de comprender, es algo tan claro que solo quien no tuviese
confianza en los trabajadores y en la inteligencia del cubano tendría temor a
expresarlo con toda claridad. Porque por
encima de todo, lo que hay que hacer es hacer triunfar la Revolución.
Quiere
esto decir que nosotros debemos soportar los sacrificios que nos cueste hacer
la Revolución, las consecuencias inmediatas de las medidas revolucionarias. Porque es lógico que los intereses afectados,
valiéndose de los recursos que tienen en sus manos, valiéndose de los controles
que tienen en sus manos, valiéndose de que en toda esta etapa inicial el poder
y los recursos del Estado son deficientes, que la propia organización del
Estado es deficiente, van a tratar de producir todos los trastornos posibles,
para tratar de llevar el hambre al seno de nuestras familias, como medio de
argumentar contra la Revolución y de sembrar la desconfianza.
Todo
el mundo sabe que si no hay trabajo, si no quieren cultivar las cañas, no es
por culpa de la Revolución, sino porque es la maniobra tendente a sabotear la
Revolución. Todo el mundo sabe —y lo
hemos dicho muchas veces, porque siempre nos gusta advertir al pueblo y tener
al pueblo preparado para todas las contingencias— que muchas veces hemos dicho
que si es necesario comemos malanga el tiempo que sea necesario (APLAUSOS). Porque siempre —no hoy, que ya es clara la
maniobra—, desde el principio lo decíamos, desde los primeros días, cuando
todavía no había ley agraria, ni se había hecho la ley de los solares, ni la
ley sobre los alquileres y todas las leyes que ha hecho el Gobierno
Revolucionario, ya lo decíamos, porque nada de eso nos sorprende, sabíamos las
consecuencias de las leyes revolucionarias.
Es
decir, ¿que habría hambre? ¡No, porque
hambre no va a haber! Pero sí sabíamos
todo este sabotaje que hoy se trata de hacer a la Revolución, la contracción
artificial que tratan de producir y hasta las campañitas de no comprar. Desde luego que los que hacen esas campañas
son los que consumen por lo general productos extranjeros, y en definitiva no
nos preocupa gran cosa, o mejor dicho, en cierto sentido viene a ser un negocio
que no compren. Pero tratan de producir
la contracción como medio de llevar al pueblo al hambre y culpar a la
Revolución de los males que artificialmente tratan de provocar. Pero eso es pasajero. Pueden hacer todavía eso hoy, lo pueden hacer
porque, aunque se ha avanzado mucho en organización, todavía ellos pueden
realizar esas maniobras. Vamos a ver si
dentro de seis meses las pueden realizar.
Vamos a ver si cuando el Instituto Nacional de Reforma Agraria esté
plenamente organizado, se pueden llevar adelante esas campanas. Vamos a ver si cuando los latifundios estén
convertidos en centros de producción en manos de los campesinos, va a haber
campañas de sabotaje a la producción.
¿De
dónde pueden sacar que la reforma agraria va a producir una disminución de la
producción, cuando no dan abasto las agencias de tractores; cuando no dan
abasto los barcos que traen tractores aquí; cuando estamos sustituyendo el
arado de palo y la yunta de bueyes por los tractores T-14, 18, 26, D-6, D-8,
D-9, por grandes maquinarias, con arados de numerosos discos; cuando un hombre
en una hora va a poder hacer lo que antes hacía en 25 horas; cuando estamos
invadiendo la isla de equipos técnicos para producir con métodos modernos, para
acabar con toda esa tierra improductiva?
¿En qué cabeza cabe el razonamiento de que cuando se sustituya el arado
de palo y la yunta de bueyes por las grandes maquinarias agrícolas, la
producción puede disminuir? ¿En qué
cabeza cabe eso como no sea en la cabeza de los latifundistas? (APLAUSOS.)
Luego,
si la producción disminuyera de momento, sería sencillamente porque no quieren
hacerla producir. Pero que cuando todos
esos latifundios estén en las manos vigorosas de nuestros campesinos y tengamos
10 000 ó 15 000 tractores aquí produciendo, y abonadas las tierras, y
regadas las tierras, y cultivadas las tierras, vamos a ver si disminuye o
aumenta la producción. Vamos a ver si no
producimos el doble de azúcar en la misma cantidad de tierra, o la misma
cantidad y más cantidad de azúcar en la mitad de las tierras que hoy se dedican
a ello. Vamos a ver si no producimos el
doble, o el triple, o el cuádruple de cabezas de
ganado en las tierras que hoy están dedicadas a la ganadería y en las que
podamos recuperar de las áreas cañeras. Vamos
a ver si cuando sembremos todos esos marabuzales y
todas esas tierras llenas de zarza y de manigua, vamos a ver si cuando tengamos
sembradas las 14 000 caballerías de la Ciénaga de Zapata, vamos a ver si
cuando aquí no quede una sola pulgada cuadrada de tierra sin cultivar, la
producción ha disminuido o ha aumentado.
Vamos a ver si cuando no solo cultivemos toda la tierra, sino que
produzcamos el doble o el triple por unidad, la producción va a aumentar o va a
disminuir. ¿En qué cabeza cabe que
cuando aquí se siembre toda la tierra y produzca el doble, y tengamos más
tierras porque hayamos desecado pantanos, en qué cabeza cabe que la producción
va a disminuir como no sea en la cabeza hueca o mal intencionada de los latifundistas
y de los grandes intereses? (APLAUSOS.)
Que
decían que disminuiría y ofrecimos 8 millones de toneladas. Entonces, si de verdad no íbamos a alcanzar
nuestra cuota, si no íbamos a cubrir nuestra cuota, ¿por qué no se nos aceptan
los otros millones de toneladas que ofrecimos?
Porque nosotros decimos que vamos a producir 8 millones de toneladas y a
nadie le debe quedar la menor duda de que las producimos. Sencillamente, porque mandamos los tractores
a arar sin detenerse por ahí en ninguna cerca ni en ninguna parte, señores, y
aramos y producimos lo que tengamos que producir (APLAUSOS).
Queremos
hacer las cosas, naturalmente, con todo el orden posible. Porque se olvidan ahora los latifundistas de
que al acabarse la guerra fuimos nosotros los que evitamos que los campesinos
se repartieran los latifundios, porque nosotros considerábamos que esos
repartos iban a acabar con la ganadería y con la producción y que no era la
forma, y que aquí había que sustituir aquella producción por una producción
mucho más científica, más moderna, con mejor equipo y con orden, que es como se
está haciendo; que aquí, si nosotros no les decimos a los campesinos lo que
convenía, no quedaba una finca sin repartir, porque se las repartían todas los
campesinos en una madrugada.
Sin
embargo, nosotros fuimos, hablamos, explicamos cómo eso sí podía destruir la
producción, cómo nosotros teníamos que reducir la producción latifundista y
teníamos que sustituirla por cooperativas de producción, con los métodos más
modernos, y así hacer una reforma agraria como la hemos hecho; mejor dicho: como estamos
decididos a hacerla. La ley sí la hemos hecho
ya. Viene ahora la reforma (APLAUSOS).
Ellos
se olvidan ahora de que si nosotros no hubiésemos estado inspirados
responsablemente en el propósito de hacer una obra bien hecha, ya ninguno de
ellos tendría un solo latifundio, porque los campesinos se los habrían
repartido todos. No les habrían quedado
a mucha gente ni las 30 caballerías.
Sin
embargo, cuando hacemos la ley y estamos haciendo las cosas de acuerdo con
métodos científicos para elevar la producción, se dedican a hacer campañas
contra la producción y se dedican a promover y a provocar la contracción. Eso es lo que están haciendo. Y, claro, les queda algún tiempito para hacer
esas cosas, porque todavía ni tenemos el suficiente número de tractores aquí —aunque
los hemos pedido ya—, ni hemos podido vertebrar la organización suficiente con
que poder llevar adelante los planes, o sea, tomar todos esos latifundios y
ponerlos a producir.
Estamos
preparando técnicos urgentemente. En la
Universidad de La Habana solamente ha aumentado de 500 a 2 000 el número de
estudiantes de agronomía y de esas ciencias técnicas. Y vamos a contar con el personal humano para
enseñarles a todos estos latifundistas lo que es agricultura, porque si bien es
cierto que algunos tomaron la tierra con más empeño y la hicieron producir y
lograron mejoras, lo cierto es que eso constituía una parte insignificante,
pequeña. Pero que en realidad, ¿cómo han
estado las tierras de Cuba? Si aquí hay hambre
es por una razón, entre otras; porque teniendo tierras no las tenemos
produciendo, y lo que no se produce no se puede comer. Y eran como el perro del hortelano, que ni
producían ni dejaban producir: guardaban la tierra para reserva, para
bonito o para lo que fuera. Y en la
guardarraya los campesinos tenían que sembrar sus maticas
de maíz, y de boniato, y de yuca. ¿Qué
campesino tomaba leche aquí, de esos que trabajaban en los grandes latifundios
de las grandes compañías? ¿Qué campesino
comía carne ni pescado? ¡Boniato solo, y
gracias! Y descalzos, y los muchachos
por el suelo y comidos de parásitos, y la casa cayéndose, y trabajando dos
meses y medio o tres al año. ¡Qué
bonito, qué humano es todo eso! Y eran
nuestros campesinos, hijos de nuestra tierra, de nuestros mambises,
que cada vez que hubo que pelear pelearon, y dieron su vida y dieron su sangre
(APLAUSOS).
De
la patria muchos no sabían ni que era una isla, porque no tenían noción de lo
que era una isla ni de lo que era el mundo.
El mundo era para ellos como una nebulosa, algo raro, infestado de
ambición y de egoísmo, donde el ser humano se siente menos que un reptil o que
un perro. El mundo era para ellos la
oscuridad y la miseria, el dolor y la tristeza.
Ni libros, ni cultura, ni salud, ni civilización. Y, por supuesto, ¡ni comida!
¿Fueron
alguna vez a un cine? ¡Nunca! ¿Pasearon alguna vez por Europa? ¿Les pusieron juguetes alguna vez los Reyes a
sus hijos?, porque Melchor, Gaspar y Baltasar nunca se aparecieron en las casas
de los infelices hijos de los campesinos.
¿Supieron lo que era un hospital?
¿Supo una madre campesina de lo que era un médico un día de parto? ¿Supo el niño recién nacido lo que era la más
elemental higiene, los más elementales medios para preservar la vida? ¿Por qué no se hace un cálculo de los niños
campesinos que murieron prematuramente? ¿Por
qué no se hace una comparación entre el porcentaje de hijos de campesinos que
mueren en los grandes latifundios, y el porcentaje de hijos de latifundistas
que mueren en los primeros años? ¿Por
qué, en vez de andar con tantas teorías peregrinas, y en vez de estar acusando
al INRA, llamándolo dictador porque le quiere poner fin a la dictadura del
hambre, de la pobreza y de la miseria en nuestros campesinos (APLAUSOS), porque
le quiere poner fin a ese hecho antisocial de que haya señores con 1 000, 1 500
caballerías de tierra mientras muchos de sus compatriotas —con los mismos derechos que ellos, con las
mismas necesidades humanas que ellos, con los mismos sentimientos humanos no
digo de ellos, sino mejores que los sentimientos de ellos— no tenían, en
cambio, ni un metro cuadrado de tierra, siendo tan hijos como ellos del cielo
de nuestra patria, tan cubanos —si se quiere ser generosos— como ellos, más
cubanos que ellos —si se dice la verdad— (APLAUSOS), seres humanos con las
mismas necesidades vitales? ¿Por qué no
se comparan los datos estadísticos y los porcentajes, para que se vea que la
mortalidad en los hijos de las familias campesinas es incomparablemente
superior a la de los hijos de las familias que viven en otras condiciones de
vida? ¿Por qué no se sacan a relucir las
cifras que demuestran lo que el hambre mata todos los años en nuestra población
infantil, lo que la enfermedad mata todos los años en nuestra población
infantil, los niños que los parásitos matan todos los años en nuestra población
infantil? ¿Por qué, si tienen derecho a
vivir? ¿Por qué si cuando ellos pierden la
vida se está cometiendo también un crimen, como el crimen del que mata con un
arma? ¿Por qué no calificar de crimen, los
crímenes que la miseria, la injusticia social y el egoísmo humano cometen? (APLAUSOS.) Porque las madres guajiras lloran
también a esos hijos como las madres de cualquier otro hijo, porque, en
definitiva, la causa de todo eso son las condiciones de vida que llevan.
Y
la reforma agraria quiere hacer la base que servirá para la industrialización
del país para darles trabajo a todos los que siendo jóvenes y vigorosos no
tienen donde ganarse la vida, y no solo será la medida que eleve el nivel de
vida de nuestros campesinos, no solo será la medida que permita liberarlos de
todos los inconvenientes que ha estado sufriendo, sino que protegerá la tierra
de la erosión y de los desgastes, porque nuestras tierras están desiertas o
disminuido su margen de productividad por el abandono en que han estado.
No
solo significará eso la reforma agraria, sino que salvará muchas vidas, porque
después que se saquen los cálculos estadísticos, se sabrá cuántos niños
salvará, cuando la inteligencia de esos niños no quede sin cultivar, no se
pierda y se salve para la nación, quién sabe cuántas inteligencias se podrán
utilizar en bien de la patria, en pro de la obra que tiene por delante
(APLAUSOS).
Y
la vida se agota en el ser humano, ¡cuánto dolor, cuánta miseria, cuánta
ignorancia! ¿Es que acaso valen más que
esta obra de la reforma agraria los Cadillacs y los
paseos por el extranjero de los grandes latifundistas? Es que frente a este propósito que se ha
hecho el gobierno para servir los intereses del pueblo, cuando un gobierno se
ha hecho ese propósito, en nuestra patria puede decirse que por primera vez
existe una esperanza de que ese cuadro desaparezca para siempre y de que dentro
del campo de los campesinos se borrará para siempre el espectáculo del bohío,
que las casas que construiremos en los centrales azucareros acabarán para siempre
con el espectáculo de esas barracas donde vivían en la peor promiscuidad los
obreros de la industria azucarera. Con
los medios y los planes que la Revolución está llevando adelante pondrán fin a
todo ese paisaje insoportable que nos encontramos en los campos de nuestra
patria y que esa obra es la que permitirá redimir de sus miserias también a
aquella parte de la población que sin trabajo, o con medios escasísimos de
vida, está viviendo en las ciudades.
Esa
obra no es, desde luego, una obra fácil.
Ve el pueblo las provocaciones que se presentan por todas partes, ve el
pueblo que la Revolución tendrá que defenderse, ve el pueblo que la Revolución
tendrá que pelear; la obra no es fácil, ninguna obra grande de redención de los
pueblos es obra fácil. Si fuese fácil,
haría mucho tiempo que no existiría en Cuba este estado de cosas, si fuese
fácil, los pueblos de América se habrían redimido de sus miserias. Nuestra patria se habría redimido en
cualquier momento anterior en los 50 años de república. Sin embargo, somos el primer pueblo de
América que comienza a redimirse de esos cuadros. Que la tarea no es fácil lo demuestra la
historia de todas las revoluciones.
Luego,
si la tarea no es fácil, todos tenemos que poner el máximo esfuerzo, todos
tenemos que darnos cuenta de que hay que ayudar a la Revolución por todos los
medios, y que la actitud de los trabajadores tiene que ser la del más decidido
respaldo y sacrificio en favor de esa obra, porque los tiempos ahora no son los
de cosechar los frutos que todavía no hemos sembrado, los tiempos de ahora no
son los de recibir los beneficios que todavía no hemos forjado.
Quiere
esto decir que aun sabiendo lo que han tenido que sufrir los trabajadores, las
agresiones de los siete años de tiranía, los sometimientos a que la llevaron
siempre, durante los años de la tiranía, aun sabiendo que está urgida de
perentorias necesidades, lo que queremos llevar al ánimo de los trabajadores es
que este es un momento en que toda la esperanza tienen que ponerla en el
Gobierno Revolucionario, que es un momento en que el viejo estilo hay que
suprimirlo en consonancia con la nueva era.
De que aquella lucha anárquica, individualista, hay que sustituirla por
la lucha organizada bajo la dirección del Gobierno Revolucionario, porque los
problemas económicos son demasiado complejos, para que perdamos la noción de
que constituyen un todo y que ese todo debe resolverse de acuerdo con un plan,
hoy que hay un gobierno decidido a llevar adelante esas medidas.
¿Qué
queremos decir? Sencillamente, que los
trabajadores tienen que tener en cuenta, primero: que por encima de toda demanda
económica está el gran objetivo histórico y político de hacer triunfar y
consolidar la Revolución (APLAUSOS). Que
dentro de las demandas económicas el obrero debe pensar, primero: que hay que ir a llevar el alivio de sus
necesidades a aquellos que no tienen ni siquiera trabajo; segundo, que dentro
de los que están trabajando hay que llevar las mejoras primero a aquellos que
ganan menos; esto es tan justo, que ningún hombre honrado lo podría discutir. Que si diluimos nuestras energías en luchas
por demandas de sectores, no es posible, de ninguna manera es posible, realizar
un plan general tendiente a llevar adelante esos postulados.
Juntamente
con las mejoras de aquellos sectores que ganan menos, tenemos que ir a mejorar
a aquellos sectores que por una razón o por otra no pueden producir. No puede producir el niño y, sin embargo, hay
que calzarlo y vestirlo en las escuelas.
¿Quién alimenta y sustenta al niño?
¿De dónde sale el vestido y el alimento que el niño recibe? Sale del que puede producir; el niño no puede
producir, luego, de lo que se produce, hay que darle al niño, hay que darle al
anciano, hay que darle al inválido, hay que darle al que ya no puede trabajar y
se ha retirado; hay que darle, incluso, al que momentáneamente esté sin
trabajo, porque se supone que un hombre aunque esté sin trabajo, sin embargo,
tiene que alimentarse. Luego hay que
aumentar también los medios de vida del que ya no puede trabajar.
Así,
de lo que la nación produzca hay que aumentar también, antes que nada, el
estándar de vida del jubilado que esté ganando 30, 40, 50, para elevarlo a 60,
a 70. Es más, eso es algo vital para el
obrero, porque todo obrero piensa en los años de la vejez, cuando ya desee
retirarse a descansar. Si nosotros establecemos el principio de que
de nuestro rendimiento nacional hay que darle una parte mayor al anciano que se
retira, estaremos preparando una vejez mejor y más amplia a todo obrero que se
va a retirar (APLAUSOS).
Así,
¿qué puede distribuir una nación? La
nación, del total de lo que produce al año, una parte la consume y otra parte
la ahorra. El que de su sueldo de 300 pesos, guarda 100 pesos todos los meses, está
consumiendo las dos terceras partes de su sueldo y está guardando el resto. Lo que puede invertirse en nuevas
maquinarias, lo que puede invertirse en aumentar la producción, es lo que se
ahorra. Lo que nosotros invertimos en
maquinarias ahora es lo que ustedes han guardado y han entregado de sus sueldos. Sin eso no podemos comprar esa maquinaria. Si ustedes lo hubiesen consumido, no
podríamos adquirir esas maquinarias para aumentar la producción de alimentos y
de materias de agricultura. Ustedes lo
ahorraron, lo dieron y porque lo ahorraron y lo dieron lo invertimos. Si en vez de un peso, ahorran cinco,
compramos cinco veces más. Si en vez de
cinco dan 50, compramos cincuenta veces más maquinarias.
Quiere
decir que lo que se puede invertir en aumentar la producción es lo que se
ahorra. ¿Qué significa esto en la
explicación que estamos dando? Que es
objetivo de la nación aumentar el rendimiento per
cápita todos los años.
Hay
lo que se llama rendimiento per cápita, que es el
resultado de dividir —dividir matemáticamente, porque en la realidad la
división esa no existe— lo que se produce en total, por ejemplo, 2 000 millones de pesos, entre la
totalidad de la población. Se dice: Se ha producido 200 ó 300 pesos per cápita. El per cápita es
teórico, porque lo que pasa es que muchos reciben una parte pequeña y unos
pocos reciben una parte grande del total de la producción. Pero el aumento de la producción significa
cada año producir una cantidad mayor per cápita. Si este año es 300, tratar que el próximo año
sea 320 per cápita, y el otro año 340, 360. El desarrollo de los medios técnicos permite
aumentar el rendimiento per cápita, que con una
distribución justa significa que cada año se puede dar más.
Ahora
bien, cuando un país está en una etapa de desarrollo, mientras más consuma
menos ahorra para aumentar la producción.
Así, si nosotros aumentamos 20 de per cápita
todos los años, y de esos 20 consumimos los 20, no podemos seguir el ritmo de
aumento por año. Si damos 15 e
invertimos 5, aumentamos algo; si damos 10 e invertimos 10, el ritmo del
aumento de la producción se mantiene por años.
Me parece que esto se puede entender
perfectamente.
Quiere
decir que nuestro objetivo es el aumento del rendimiento per
cápita, al mismo tiempo que vamos distribuyendo mejor ese rendimiento. Pero que si nosotros creemos que ese aumento
que obtengamos por año debemos consumirlo, se paralizará el desarrollo de la
economía, porque nadie vendría a hacerlo por nosotros. Lo que no hagamos con lo que ahorremos no
vendrá nadie a hacerlo por nosotros. Luego,
ello quiere decir que debemos tener en cuenta la realidad de que en la primera
etapa de la Revolución los sacrificios son mayores, y solo cuando todo un
programa económico se haya llevado adelante podemos recibir una parte mayor del
rendimiento por año.
Así,
también los retirados deben recibir todos los años una parte mayor: 65, 70, 75, 80, no
ponerles una cantidad fija, sino irles aumentando por años, para que reciban
también ellos una parte del aumento que se produce por cabeza en la producción
nacional.
Estas
ideas tenemos nosotros la obligación de decirlas, para que sepamos que toda
obra de mejoramiento tiene que ser obra resultado del esfuerzo y del
sacrificio.
¿Cuál
es, a nuestro entender, el mejor sistema?
Nosotros nos encontramos una serie de sectores que nos dicen: ¿Cuándo nos van a
ayudar a nosotros, que todavía no hemos recibido nada? Y, efectivamente, hay una serie de sectores,
hay una serie. ¿Es posible estudiar
todos los casos juntos y resolverlos?
¡No! Luego, ¿qué sería lo
ideal? Lo ideal sería que como existe
una confianza absoluta en el Gobierno Revolucionario, se pongan en manos del gobierno
las medidas que deba ir realizando en cada uno de los sectores de la
producción. Si en vez de esa lucha, como
la de antes cuando no se podía esperar nada del gobierno, si en vez de esa
lucha hiciésemos una cosa de gobierno...
Porque
antes había que pelear el centavo todos los días, ya que nada podía esperarse
del gobierno; pero pelear el centavo cuando el gobierno puede realizar los
estudios es crear un poco de anarquía. Puede
ocurrir que un sector esté ganando ocho pesos, libre su batalla para ganar 10,
el producto se encarezca, y el que gana dos pesos tenga que pagar ese producto
más caro. Mucho más justo sería que el
que gana dos pesos recibiera un aumento, aunque lo que él produce costara un
poco más caro al que está ganando ocho pesos.
Eso es más justo que aumentar el salario donde se está ganando ocho,
para que el que gana dos tenga que pagar más caro el producto. Lo justo sería que el que gana dos libre su
batalla... O no libre su batalla: que el que gana dos
reciba un aumento de salario, aunque se produzca un aumento en el producto y lo
tenga que pagar el que gana ocho. O sea,
que el aumento de salario se produzca en ese caso con sacrificio del que más esté
ganando, y no en aumento del que más esté ganando a costa del que menos esté
ganando. Porque suele ocurrir, incluso,
con eso que los campesinos son los que como están lejos, tienen que comprar los
productos industriales. Cuando un sector
en la ciudad, que puede ganar una batalla fácil, porque ahora no es difícil... Ante esta situación, pues muchos con ese
instinto han ido a librar la batalla y han obtenido aumentos, pero ha sido
tristísimo comprobar que esos aumentos el industrial se lo recargó y los tiene
que pagar el campesino.
¿Qué
habría sido lo justo? Un estudio de los
costos, y decir: bueno,
los aumentos que puedan hacerse sin aumentar el precio, pero aumentos que
puedan afectar el precio que vaya a pagar el que menos gana no son justos. Al contrario, justo sería aumentar el precio
de aquellos artículos donde se ganan menos salarios, para que en todo caso si
aumenta el costo lo paguen los que tienen más recursos para pagarlo, obreros o
no obreros. Esa es una cosa lógica. Eso no puede organizarse si por aquí hay una
lucha y aumentan, si por aquí hay otra lucha y aumentan. Aquí puede hacerse un aumento que pueda estar
de acuerdo con el costo, pero allá el industrial dio el aumento y aumentó los
precios.
Luego,
el primer deber de un obrero que esté ganando un salario alto es que ese
aumento que él vaya a lograr no sea a costa del que menos gana. ¿Cómo se podría hacer eso? Nosotros estimamos que organizando una
comisión del Consejo de Ministros, donde esté el Ministro de economía, el de
trabajo y el de comercio; organizando un cuerpo de contadores, de técnicos, se
haga un estudio general de los precios, de los salarios y de los costos, y en
la misma medida en que vayamos desarrollando el programa industrial para ir
dando empleo a los que no tienen trabajo, pero, sobre todo, en la misma medida
en que vayamos desarrollando la agricultura, se vaya a todos esos casos de
salarios bajos, se haga un estudio del costo y se vaya haciendo una regulación
ordenada, científica y racional, y sobre todo planeada, de los costos, los
precios y los salarios, porque si realizamos un aumento anárquico podemos dar
lugar a la inflación, podemos dar lugar a la injusticia de que los que menos
ganan paguen las mejoras que han obtenido los que más ganan.
Y,
en definitiva, si nosotros invertimos en luchas las energías que debemos
invertir en producir, si con huelgas y con paros disminuimos la producción,
cuando realmente no hay que invertir esa energía ya que puede desarrollarse
todo un plan de regulación y de mejora por parte del Gobierno Revolucionario,
estaremos haciendo mal.
Y
les voy a poner un ejemplo práctico: en la construcción suele resultar que
el obrero en la construcción por contrata, que tiene un capataz exigiéndole,
produce más por hora.
Y
hasta ahora, hasta que vino la Revolución, se había demostrado que la obra por
administración, que debía ser más barata, resultaba más cara. En cierto sentido, eso era consecuencia de
que el obrero que estaba haciendo una obra por administración sabía que lo que
él ahorrara allí se lo iba a robar una mala administración y no sentía estímulo
por trabajar. Pero, en cierto sentido,
esa costumbre quedaba. Nosotros estamos
ahora tratando de hacer las obras por administración, aunque no todas porque no
existe la organización suficiente, y lo tenemos con las casas de Ahorro y
Vivienda. Y entonces una de las batallas
que tenemos que lograr es que el obrero, cuando esté haciendo una casa por
administración del instituto, esas ocho horas que está ganando un sueldo, en
vez de producir equis, produzca más. De
todas maneras va a estar esas ocho horas, y eso que él produzca de más le
estará abaratando la casa a él mismo cuando vaya a vivirla o al otro obrero
cuando vaya a vivirla.
Es
evidente que si suprimimos aquel hábito de trabajar menos, lo menos posible, en
el mismo número de horas lo cambiamos, en una obra construida por
administración, de trabajar lo más posible, estaremos aumentando la producción
en beneficio del resto de la familia. Pongo
un ejemplo para ilustrar en este caso; pero eso se puede ir aplicando en
términos generales.
Todo
lo que sea perder un minuto perjudica a la producción; pero, sobre todo,
tenemos que evitar las contracciones que se produzcan, de una disminución en la
producción, porque no hacemos nada con aumentar los ingresos de la familia
mediante la Ley de Alquileres, mediante aumento de empleos, si no se produce un
aumento sino una disminución de la producción.
¿Eso
quiere decir que haya que conformarse con lo de ahora? ¡No! Incluso
momentáneamente, puede beneficiar intereses aparentemente particulares, pero el
resultado es que lo que la nación ahorre la nación lo puede invertir, porque
todos los recursos que el Estado movilice para la agricultura, para el
desarrollo de cualquier plan, los puede movilizar tanto más cuanto más haya
producido la nación.
Y
que el Gobierno Revolucionario se encargue del estudio de todas las demandas,
de todas las posibilidades.
Hemos
visto que muchas veces se desesperan los obreros. Dicen:
“Pero ya hemos visto al ministro hace 10 días, hace 15 días, hace un mes, hace dos meses y no nos ha resuelto nada.”
Lo que ocurre es que hay mil problemas planteados al mismo tiempo y el ministro
no los puede resolver.
Ahora
mismo tenemos un problema. Por ejemplo: el caso del obrero
del transporte. Habíamos ofrecido
ciertos aumentos, ciertas mejoras, a condición de aumentar la recaudación, y se
llegó a aquellos acuerdos. Estábamos
nosotros fuera del país cuando se produjeron algunos de aquellos aumentos; pero
la recaudación empezó a bajar otra vez. En
definitiva, tendré que reunirme de nuevo con los obreros del transporte, de los
Omnibus Aliados, para volver a ponernos de acuerdo —porque
se hicieron algunos aumentos; sin embargo, ya empezaron a bajar las
recaudaciones—, para establecer un sistema de elevar las recaudaciones y
cumplir la palabra (APLAUSOS). Ya les
hemos dado la equiparación, una serie de cosas, según me han informado, y es
posible un aumento, pero eso sí: poniendo un sistema que garantice la
totalidad de la recaudación, porque si no el Estado va a tener que ir a pagar
eso. Y no es justo que unos puedan
enriquecerse mientras los demás no perciban beneficios de ninguna índole.
Con
esto les quiero decir que la colaboración que pedimos de los trabajadores es
esta. El Gobierno Revolucionario está
enfrascado en una batalla decisiva, y eso lo saben ustedes: la batalla de la reforma agraria. Ahí tenemos que concentrar toda la energía. No podemos abrir mil frentes, no podemos
invertir nuestra energía en mil problemas.
Si se produce contracción ahora en la producción de la agricultura,
tenemos que evitar la menor contracción o disminución de la producción en la
industria. ¿Qué tenemos que soportar,
que en ocasiones vemos demandas justas y que se pudieran obtener por una
huelga?, pues no dar la huelga. La
huelga a quien le puede preocupar es al Gobierno Revolucionario, porque
disminuye la producción y da la sensación de anarquía, da la sensación de falta
de colaboración; los enemigos se alientan porque creen que no hay control de la
situación, la contrarrevolución hace campañas y dice que los obreros están
insoportables. Los que han estado
insoportables ya se sabe aquí quiénes han sido: los grandes intereses, desde luego. Eso lo sabe todo el mundo aquí (APLAUSOS). Pero se valen de ello para sabotear cualquier
campaña de inversiones, para asustar cualquier inversión.
Nosotros
estamos dependiendo en gran medida de esas inversiones, porque nosotros no
contamos con los medios, de momento, para poder desarrollar esos programas. Ya los desarrollaremos. Llegará el momento que no nos preocupe tanto
si invierten o no, porque movilizaremos recursos de la nación para invertirlos
en fábricas o en lo que sea necesario (APLAUSOS). Pero en estos momentos hay que contribuir a
la mayor producción en la industria. No
importan las demandas que estén pendientes, si logramos una completa
colaboración, organizamos comisiones que se dediquen a estudiar, una por una,
todas las demandas que existan, con contadores, con estudios técnicos, con la
paciencia necesaria de esperar el turno un mes, dos meses, tres, cinco, diez,
un año, lo que sea, porque eso no es nada al lado de lo que significa el triunfo
y la consolidación de una Revolución que está haciendo una obra que ya empieza
a verse, por ejemplo, en las playas del pueblo, que significa que ya podrán ir
ustedes a lugares que no tienen nada que envidiarles a los mejores balnearios privados
(APLAUSOS).
Y
eso mismo pasará con los hospitales y pasará con las escuelas, porque lo que el
Estado recoja por concepto de impuestos, los excesos de ganancias que recoja,
irán a parar directamente en beneficio del pueblo. Nadie se lo va a robar como antes, porque lo
que el Estado percibe por impuestos, es producto del trabajo; porque todo ese
dinero que se recauda es lo que el Estado reúne de lo que se ha trabajado, la
parte que ha logrado recaudar para carreteras, caminos, escuelas y todos los
servicios públicos.
Así
que qué importa esperar cuando tenemos una obra tan grande por delante y un
objetivo tan grande por delante. Lo que
nosotros necesitamos es el máximo de colaboración de los trabajadores. No darles el menor pretexto a los enemigos
para su campaña de sabotajes; darse cuenta de que tenemos que concentrarnos en
una sola demanda, que la demanda en que hay que concentrar el esfuerzo, la energía,
la campaña, la lucha, es en la reforma agraria (APLAUSOS). Energía que gastemos en otras demandas se la
estamos quitando a la ley fundamental.
Debe
haber una especie de tácito convenio entre ustedes y nosotros: dedicar todo el esfuerzo a la reforma
agraria y posponer todo otro tipo de lucha.
Que en todo caso las aspiraciones o la situación de cada empresa, de
cada sector estén siendo estudiadas cuidadosamente por técnicos competentes,
mientras la energía no la invertimos ni en una huelga, ni en un paso de
jicotea, ni en toma de lugares, la invertimos en una sola cosa: la invertimos en la batalla de la reforma
agraria. Porque si no ganamos esa
batalla, si los enemigos nos ganan esa batalla, si los enemigos logran salirse
con la suya de arruinar la producción agrícola, de reducir la producción agrícola,
de sabotear los planes de la reforma agraria, la Revolución sería derrotada.
Las
fuerzas se concentran siempre allí donde hay una lucha decisiva. La lucha decisiva se presenta en la reforma
agraria. En eso toda la clase obrera
tiene que concentrar su esfuerzo y dejar en manos del gobierno el estudio
sistemático y adecuado de toda la situación económica, de los precios, los salarios
y los costos, al objeto de dirigir sus medidas no a beneficiar a los que más
tienen. Los que más ganan tienen de
inmediato las playas, las escuelas, todos los beneficios, que desde luego los
tienen los que menos ganan; pero hay que ir de inmediato a mejorar a los que
menos ganan, que eso es lo justo, porque son tan padres de familia como los
demás, tienen necesidades como los demás de casas, de vestidos, de alimentos. Y lo egoísta sería olvidarse de eso. Lo generoso, y el obrero tiene que ser por
encima de todo generoso, es ayudar, pensar en los que menos están ganando, y
pensar en los que no están ganando nada y pensar en el jubilado, porque antes
de mejorar el salario de quien está ganando ocho o diez pesos diarios, vamos a
suponer —pues pongo un caso de salario elevado—, debe mejorarse lo que se le
paga todos los meses al jubilado azucarero, al jubilado de los ferrocarriles,
del transporte, de todos los medios (APLAUSOS).
Y
ustedes, cuando les toque a su vez recibir los beneficios de la jubilación,
sobre todo ahora en que todo obrero va a quedar dentro de la jubilación, todo
obrero recibirá los beneficios de la jubilación; cuando a ustedes les toque
recibir esos beneficios se alegrarán de que se haga así, de que los que están
trabajando no se olviden de ustedes, porque esa es la ley de la vida: hoy se ayuda a uno
y mañana recibimos los beneficios de otros.
Y así sucesivamente.
Este
es el plan justo que la Revolución debe seguir adelante. Y ustedes estarán de acuerdo conmigo en que
si todo esto en vez de llevarse de acuerdo con un plan fuera producto de una
batalla campal todos los días: hoy en esta fábrica, al otro día en
otra y al otro día en otra y un pliego de demandas todos los días mayor, porque
cada cual quiere presentar el pliego de demandas más grande, eso no sería lo
que llevara más lejos a la Revolución.
Y
si se da una huelga hoy aquí y otra allá... Ustedes no se imaginan cómo saca
provecho el enemigo, las campañas internacionales, cuando hay la menor huelga
sale publicado en cintillos fuera. La
mejor adhesión que se le puede dar a la Revolución, el mejor ejemplo, lo que
más desalentaría a los enemigos contrarrevolucionarios es que se viera una
absoluta y total confianza y solidaridad de la clase obrera con el gobierno
para librar la batalla de la reforma agraria (APLAUSOS).
Después
llamaremos a los campesinos además, porque el campesino lleva una vida peor que
el obrero industrial. De todos los
sectores del país el más mísero, el que está más pobre es el campesino. Esa batalla es la que hay que ganar, la que
de inmediato mejore al campesino para convertirlo en consumidor y en productor. Todo lo que él aumente de productos vendrán a
consumirlo ustedes, porque todo lo que ustedes aumenten de producción irán a
consumirlo ellos que podrán comprar. Y
podremos elevar el estándar de vida cada año, año por año, año por año. Del aumento que logremos en el rendimiento per cápita, una parte para invertir y una parte aumento en
consumo; todos los años aunque sea un 5%, un 3%. La tasa de crecimiento puede ser de 3%, de
5%, de 10%; son pocos los que llegan a 10%.
Nosotros pensamos lograr una tasa de crecimiento del 15% anual, que no
ha alcanzado ningún país del mundo. Vamos
a ver si los cubanos podemos ser los campeones en el aumento de la tasa de
crecimiento (APLAUSOS).
Nosotros
iremos dando. No quiere decir que todo
se vaya a ahorrar. Lo que se invierte en
casas naturalmente se deja de invertir en maquinarias; pero comprendemos que al
pueblo hay que darle, una parte hay que darla.
Y vamos a mejorar en viviendas, en los centrales azucareros, en las
casas; vamos a mejorar en todos los medios, en las playas que se van haciendo,
en muchas cosas que pueden ir mejorando: en los hospitales, en las escuelas.
Pero
no puede ser darlo todo para mejorar. Tenemos
que hacer sacrificios para aumentar la producción, que el mejor ejemplo es el
peso que ustedes dan para tractores, que si se lo gastan en el cine, o lo
gastan en fiestas, en lo que sea, no podríamos estarlo invirtiendo en
maquinarias; ese es un ejemplo claro. Esos
5, 10, 15 millones de pesos que ustedes reúnan los hubieran podido gastar;
seguro que si no los hubieran dado aquí los habrían gastado, seguro (APLAUSOS).
Pero
cuando ustedes lo dan... ¿Qué
quiere decir 15 millones de pesos en tractores?
Pues quiere decir de 2 000 a 3 000 tractores produciendo,
quiere decir que la producción va a contar con el respaldo de 2 000 a 3 000
tractores, porque ustedes se quitaron 15 millones de pesos y en vez de consumirlos
los invirtieron en maquinarias; quiere decir que en el futuro ese peso se va a
volver dos pesos, tres pesos, cuatro pesos, cinco pesos, cien pesos, no se
sabe, que cada peso de esos se va a multiplicar en beneficio de ustedes mismos
cuando la nación haya aumentado la productividad; eso es lo que quiere decir
(APLAUSOS).
Al
pueblo no le quieren enseñar estas cosas.
Nosotros se las enseñamos porque es en beneficio del pueblo, porque no
estamos pensando más que en la justicia aquí, decididamente no estamos pensando
más que en lo justo y mejorar día por día, año por año la situación del pueblo
en todos los órdenes, hasta que aquí acabemos con el último vestigio de la
miseria, de la incultura y de todos los sufrimientos del pueblo. Y los acabamos porque nos hemos propuesto eso
y lo vamos a conseguir aunque lluevan raíles de punta aquí, aunque griten todos
los que griten (APLAUSOS). ¡Y lo vamos a
conseguir! Lo vamos a conseguir porque
nos lo hemos propuesto, y porque contamos con el pueblo, y porque venimos y
hablamos, y porque son las seis menos veinte de la mañana y está todo el mundo
aquí (APLAUSOS); son casi las seis de la mañana y aquí nadie tiene sueño ni
cosa que se parezca (APLAUSOS). ¿Aquí,
cuándo se vio eso? ¿Cuándo se vio al
pueblo a las seis de la mañana aquí, hablando de estos problemas? ¡Nunca, señores! (APLAUSOS.)
Yo
les voy a decir a los latifundistas, a los contrarrevolucionarios y a los
reaccionarios, para que no se equivoquen, ¡para que no se equivoquen!, que vean
lo que hay aquí, que se den cuenta, que no se hagan ilusiones (APLAUSOS). Y les decimos aquí a los intereses nacionales
y a los intereses internacionales que el Gobierno Revolucionario está más firme
que una roca (APLAUSOS), que el Gobierno Revolucionario es un gobierno
absolutamente soberano (APLAUSOS), que Cuba es un pueblo absolutamente dueño de
sus destinos (APLAUSOS), que las leyes revolucionarias las hacemos nosotros sin
tener que darle cuenta a nadie (APLAUSOS); que no atendemos absolutamente
ninguna palabra, ninguna presión y ninguna interferencia de ninguna índole
(APLAUSOS), y que solo aceptamos el lenguaje que venga precedido del más
absoluto respeto a la dignidad y a la soberanía de la nación (APLAUSOS). Que no tenemos que hacer mucho énfasis en
esto, porque aquí a nadie le queda la menor duda de la entereza y de la firmeza
con que sabremos defender a nuestra patria frente a todas las circunstancias
(APLAUSOS).
Así
que nadie se haga ilusiones, que los latifundistas no se hagan ilusiones; que
cuando ellos estén disgustados, cuando el latifundista esté disgustado, porque
él esté disgustado no crea que los demás están
disgustados (APLAUSOS). Porque ocurre
una ilusión falsa: cuando un
latifundista está disgustado, como él se ha creído siempre el eje del mundo,
cree que todo el mundo está disgustado; cuando el latifundista se reúne con sus
cófrades en cualquier club de estos elegantes y allí
hacen chistes contrarrevolucionarios y allí unos a otros hablan y se dicen
horrores de la Revolución, y como los la que están alrededor de ellos, latifundistas
como ellos, están disgustados, se hacen la ilusión de que todo el mundo está
disgustado, sin darse cuenta de que los únicos disgustados son ellos (APLAUSOS). El resto del país, constituido por guajiros,
obreros, profesionales, maestros, toda esa parte enorme del pueblo que trabaja,
que sueña y que espera días mejores, está contenta, y en la calle, en medio de
ese pueblo que ni es garrotero, ni tiene edificios de apartamentos, ni tiene
latifundios, ni tiene repartos, ni tiene solares, ni es ningún privilegiado;
ese pueblo que vive del sudor y del trabajo; ese pueblo que espera días mejores,
producto de su dignidad y de su entereza; ese pueblo no está triste ni rumia
disgustos cuando un grupito de media docena se reúne por allá a conspirar, a hablar
y a hacer pools.
Que
no se hagan ilusiones y que no se engañen cuando vean los cintillos, porque
esos son los cintillos que han estado eternamente al servicio de intereses
grandes, de los que cuentan con recursos, y jamás al servicio de esa madre campesina,
de ese niño que muere, de ese guajirito sin tierra y sin pan, de ese humilde
obrero que gana dos pesos o que no tiene trabajo; porque nunca estuvieron al
servicio de esos intereses de los humildes como estamos nosotros hoy, firme, decidida,
resuelta y enteramente, sabiendo lo que hacemos (APLAUSOS).
Que
no se engañen con esos cintillos, porque el pueblo los lee con desprecio, el
pueblo los lee con indignación y con asco; porque el pueblo sabe que están
dirigidos contra sus intereses, el pueblo sabe que todos estos que cada vez más
audazmente hablan y organizan campañas, y los que hablan así como semirrevolucionarios y elogian con peros,
y dicen que si pero que no, y que no pero que sí, el pueblo sabe quiénes son,
quienes componen toda esa camarilla de intereses irritados porque son impotentes,
irritados porque han encontrado en la Revolución la horma de su zapato
(APLAUSOS), irritados ante ese pueblo que a las 6:00 de la mañana, no sentado
siquiera sino de pie (APLAUSOS), es como un ejército dispuesto a afrontar todas
las batallas necesarias, que tiene delante hombres que sabrán ser leales hasta
el último aliento, que sabrán ser firmes hasta el último aliento y que estarán
junto al pueblo mientras les quede un átomo de vida, peleando en el terreno que
tengan que pelear (APLAUSOS). ¡En el
terreno que tengan que pelear, con las armas que haya que pelear y en la forma
que haya que pelear, lo mismo desde la tribuna pública que desde los campos de
batalla, lo mismo con las razones que con las armas, sabiendo que venceremos de
una u otra forma! (APLAUSOS.)
Que
no se engañen, que no se hagan ilusiones y que acaben de aceptar la realidad de
que una Revolución ha tenido lugar en nuestra patria; que acaben de aceptar la
realidad de que los millones para comprar gobiernos se acabaron para siempre (APLAUSOS),
que los privilegios se acabaron en nuestra patria, que los latifundios se
acabaron en nuestra patria que bastante ha sufrido ya (APLAUSOS), que las
injusticias se acabaron en nuestra patria.
Que
no se hagan ilusiones, que no pierdan la noción de lo que es un pueblo de pie,
dispuesto a pelear, dispuesto a barrer con cuantos obstáculos se le pongan
delante (APLAUSOS). Que no se hagan
ilusiones y que no se engañen, porque eso es como dar coces
contra el aguijón. Que no se hagan
ilusiones ni se engañen, porque de antemano están derrotados. ¡Que no se hagan ilusiones ni se engañen,
porque con nosotros está la razón y la historia! (APLAUSOS.)
Y
al terminar, al terminar este acto de hoy, quiero anunciarles a los obreros
azucareros una buena medida, una buena noticia.
Cuando
vinieron aquí, que decían los enemigos de la Revolución que no iba a haber
zafra, que era imposible, que venían las lluvias... A pesar de la guerra, a pesar del retraso con
que comenzó, reunimos a los obreros, les pedimos que cesaran todas las huelgas,
que había que hacer la zafra aunque tuviéramos que humillarnos ante las
maniobras de los interesados en provocar dificultades a la Revolución —que ya
desde aquel momento se veían esas maniobras—; que aunque tuviésemos que soportar,
antes que nada debíamos de poner el interés de la zafra por delante, para darle
a la Revolución el respiro que necesitaba para ir aumentando las reservas que
nos habían dejado por el suelo y empezar a realizar nuestra obra, porque la
Revolución, en el estado en que nos dejaron la deuda pública y el país, si no
hubiese habido zafra hubiera sufrido un quebranto tremendo que habría
significado quizás muchos años para obtener las mejoras que, si actuamos
inteligente y disciplinadamente, podremos conseguir en pocos años, en muchos
menos años. Les pedimos a aquellos
obreros que sacrificaran sus demandas, que nos ayudaran, que la zafra había que
hacerla por encima de todo, y lo hicieron.
Hoy
cumplimos nuestra palabra y les podemos anunciar a los obreros azucareros que
hemos dictado hoy una ley sobre la superproducción, concediendo la
superproducción de acuerdo con las reglas del 49 y el ciento por ciento de la
superproducción (APLAUSOS), y que ascienda a 8 millones de pesos (APLAUSOS). Seis días como mínimo para todos los
centrales, y un fondo común, de acuerdo con el costo de salarios de cada
ingenio, distribuido de manera racional y haciendo pesar la carga de manera
equitativa y de acuerdo con los recursos de los distintos centrales. Ocho millones de pesos, que supera lo que se
haya pagado por superproducción en ningún momento anterior, y que nosotros
sabemos que esta es la demanda justa, la demanda que más estaban ansiando los
trabajadores azucareros.
El
problema de la superproducción tendrá en su oportunidad que sustituirse por una
nueva regulación de los salarios, de manera que no sea por cuestión de los días
que se dejan de trabajar, sino que en los días que se trabaja se gane más, para
que se haga de acuerdo con un criterio técnico y no vaya la superproducción
contra la tecnificación, porque a nosotros nos conviene ir hacia la tecnificación
paulatinamente con el desarrollo de la Revolución. Pero en los obreros azucareros la
superproducción era una demanda que debía satisfacerse inexorablemente en esta
zafra, y mientras no se haga una regulación nueva de los salarios en la
industria que distribuya esta cantidad por concepto de salarios, de aumentos en
los salarios.
Gracias
al esfuerzo que hicieron los obreros azucareros, ayer había 5 600 000
toneladas de caña —y quedaban algunos centrales por terminar— cumpliéndose el
cometido, frente a los augurios que decían que no se producía; porque para el
pueblo de Cuba no hay nada imposible.
Y
esto que sirva para callarles la boca: que el Gobierno Revolucionario, a
pesar de la guerra, a pesar del retraso en las reparaciones, a pesar del
momento en que empezó la zafra y a pesar de las lluvias, había producido ayer
5 600 000 toneladas de caña (APLAUSOS).
Y
no podemos menos que anunciar esta medida, que significa la satisfacción de la
aspiración de los obreros azucareros, que en este momento en que ven terminado
su trabajo y se inicia el tiempo muerto, que ha sido el espectro desolador de
nuestros campos, van a recibir 8 millones de pesos aproximadamente. Así que hoy ellos podrán ya contar con esta
noticia, que la ley fue aprobada en el Consejo de Ministros de hoy, concediendo
exactamente como ellos deseaban la demanda de la superproducción.
Estas
medidas irán unidas a un plan de construcción de viviendas, de centros
escolares y de tiendas del pueblo en todos los centrales azucareros (APLAUSOS),
con lo cual nos complacemos en cerrar este acto memorable de hoy. Porque este es un acto memorable, si se tiene
en cuenta que han transcurrido cinco meses y medio de la Revolución y que pocas
veces quizás en la historia una revolución contó con un respaldo tan grande,
creciente, y —si cabe— más decidido. Sin
duda que esta firmeza y este entusiasmo y esta decisión de hoy superan el
ánimo, el entusiasmo y la firmeza, porque quiere decir que mientras más nos
combaten los intereses creados y los poderosos, el pueblo más está y más firme
con nosotros, porque sabe que el partido que hemos tomado desde el primer día,
desde el primer acto revolucionario, desde el ataque al cuartel Moncada, y
mantenido a través de años de lucha y a través de meses de Gobierno
Revolucionario, invariablemente, inexorablemente, infaliblemente ha sido a favor
del pueblo y a favor de la justicia.
Este
entusiasmo de los obreros, unido al de nuestros campesinos, a los que
movilizaremos cuando sea necesario, a los que traeremos a La Habana en
número de cientos de miles cuando las circunstancias lo exijan, con sus
sombreros de yarey, como los mambises, con sus
machetes y sus guayaberas (APLAUSOS), con los que podemos contar y a los que
podemos unir a otro medio millón de trabajadores para decirle al mundo la
fuerza con que la Revolución cuenta y la muralla invencible, el valladar
infranqueable con que los intereses enemigos de nuestra causa, por poderosos
que sean, tendrán que estrellarse (APLAUSOS).