DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA SESION DE
CLAUSURA DEL XXIV CONSEJO NACIONAL DE LA CTC, EFECTUADO EL 13 DE SEPTIEMBRE DE
1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER MINISTRO)
Compañeros:
Supongo
que ustedes también estarán bastante cansados por el trabajo de estos dos
últimos días y algo parecido nos pasa a nosotros, que viene una semana detrás
de la otra y por eso habrán visto que cada día concurro menos a los actos debido
a que sencillamente nos vamos entusiasmando con la obra que se está haciendo y
cada día nos alejamos un poco más de la tribuna pública; sin embargo, quise
hacer una excepción esta noche, al menos para hacer acto de presencia y
saludarlos y con ustedes a todos los trabajadores, como mañana también vamos a
concurrir a la Ciudad Libertad a entregarle al Ministerio de Educación aquel
campamento militar cumpliendo una promesa más de la Revolución.
El
interés en los trabajadores de parte nuestra se desprende del papel tan
importante que la clase obrera está llamada a jugar en esta lucha, sector en
que también las dificultades son mayores por la naturaleza misma de la
estructura económica de nuestro país, por la gran cantidad de desocupados que
hay y, naturalmente, porque tardaremos todavía algún tiempo en lograr arrancar
de la mente de los trabajadores las ideas del pasado.
En
todos los campos hemos tenido dificultades, las tenemos entre los estudiantes,
las tenemos entre los rebeldes, las tenemos entre los campesinos, las tenemos
entre los profesionales y entre los trabajadores; así que el que haya
dificultades no quiere decir que sea eso nada extraordinario, sino
sencillamente que es algo natural cuando se cambia de una etapa como la que se
ha vivido en nuestro país hasta hoy a la nueva etapa que se inició con el
triunfo de la Revolución.
Muchas
veces vemos que la presencia de viejas costumbres, viejas ideas obstaculizan la
marcha. Con los estudiantes nos encontramos
a veces que hasta en un exceso de entusiasmo se olvidan de la necesidad que
tiene la república, necesidad extraordinaria, de crear técnicos para la nación.
Realmente
Cuba está sufriendo una escasez extraordinaria de técnicos. Se dan casos por ejemplo, de 15 obras
atendidas por un solo ingeniero. Constantemente
cuando necesitamos informarnos, incluso informarnos sobre alguna posibilidad
industrial, nos encontramos con que el país carece de hombres competentes para
brindar esa información o desarrollar un determinado plan.
Con
el trabajo nos pasan también algunos problemas de este tipo. Son problemas de los cuales podemos hablar, y
podemos hablar, porque el Gobierno Revolucionario tiene una posición muy
definida respecto a los problemas sociales:
es, sin género de dudas, el primer gobierno que defiende a los
trabajadores; es el primer gobierno que defiende los intereses de los
campesinos; es el primer gobierno que defiende los intereses de los
estudiantes, de la gente joven; es el primer gobierno que defiende los
intereses de la nación, que decididamente está defendiendo los intereses de la
nación frente a los intereses foráneos, y es el primer gobierno que se ha
propuesto una obra seria, sin demagogia, o sea que en cada uno de sus actos no
busca sino llevar adelante una política que tienda a la solución de los
problemas de nuestro país.
La
tarea nuestra es una tarea difícil, como es una tarea difícil para todos
ustedes, porque los que estamos más responsabilizados y tenemos necesidad de
estar constantemente pensando en los problemas del país, conocemos bastante
bien dónde están las dificultades y cuáles son las medidas a tomar para
resolverlas.
La
dificultad está fundamentalmente en la masa del pueblo, en general. La masa del pueblo está en una disposición
extraordinaria de ayudar a la Revolución, está en disposición incluso de morir
por la Revolución; pero como consecuencia de que todos hemos crecido dentro de
la etapa anterior de la vida pública del país, como resultado de que al pueblo
se le mantenía en la ignorancia casi absoluta de los problemas económicos, como
consecuencia de que hemos vivido dentro de un clima de verdaderas mentiras,
como la verdad aquí nunca se decía, porque la mayor parte de los medios de
divulgación de las ideas, de la educación del pueblo, estaban controlados por determinados
intereses, el pueblo ha vivido casi en una ignorancia absoluta, por no decir
completamente absoluta, de los problemas económicos. Y por eso esa especie de paradoja, de un
pueblo lleno de fe, lleno de optimismo, lleno de valor, decidido al sacrificio de
las cosas más caras por su país, por el pueblo, es decir, por sí mismo, porque
a la larga defender el interés de la nación es defender el interés de cada uno
de nosotros.
Esta
es la paradoja entre lo que el pueblo está dispuesto a hacer y la ignorancia en
que el pueblo vive sobre los problemas económicos, cuando en realidad si de
algo debe saber el pueblo más que nada en este momento, no es de pelota, o de
boxeo, o de cualquier otro tema que por lo general aquí se sabe, porque es por
otra parte un pueblo inteligente, despierto, que sabe casi un poco de todo,
menos de problemas económicos; lo que más nos hace falta saber hoy, es acerca
de la realidad económica de Cuba, la causa de nuestras limitaciones en ese
orden y el modo de resolverlas.
Eso
que en el pueblo es ignorancia, en otros es mala fe; en otros es, incluso,
ceguera, porque no se quieren comprender las verdades y yo estoy convencido de
que si el pueblo tuviera una noción más clara de nuestros problemas en el orden
económico, la Revolución marcharía hacia adelante con menos obstáculos; es
decir, no con menos obstáculos, porque no se trata de obstáculos, sino de una
colaboración mucho mayor por parte de la clase obrera. De ahí que nosotros siempre nos esforcemos
por tratar de inculcar en el pueblo determinados conocimientos, a fin de lograr
cada vez más esa colaboración.
No
se trata aquí de intereses de obreros frente a intereses de patronos. La gran verdad es que desde ese punto de
vista, a mi entender, o de acuerdo con mi sentir, la razón estaría siempre de
parte de los trabajadores, porque son los que tienen más necesidades, son los
que producen con sus propias manos, son los que no han conocido en la vida otra
cosa que el sacrificio, y son a los que les toca una parte pequeña equivalente
a cada una de las partes que le corresponden, por cada uno de los obreros, al
patrón. Es decir que si se tratase de
escoger entre si es justo que unos reciban por uno y otros reciban por cien, es
indiscutible que lo justo es que los que reciban uno reciban más, y que todo lo
más los hombres lo reciban de acuerdo con lo que dan a la sociedad y a la
nación.
Son
problemas estos bastante complejos porque no pretendo ahora inmiscuirme en el
campo de las filosofías sociales o políticas, me gusta un poco más ver las cosas
tal y como son en realidad. Luego no se
trata, en el problema obrero o en el problema económico, tal como lo vemos
nosotros, de unas pugnas de intereses. Para
nosotros no puede haber esas pugnas, porque nosotros estamos por entero del
lado de los que reciben uno, y por natural sentimiento de justicia vemos como
egoísta, como muy egoísta, la pretensión de los que quieren recibir cien.
Visto
así el problema, si fuera sencillamente así no habría problemas, pero el
problema es mucho más complejo, la cuestión es mucho más profunda. Es posible que si en el estado actual de
nuestra economía nosotros le preguntáramos a un trabajador de cualquier
industria qué es lo que debe ganar, consideraría que lo más lógico para él
sería que los trabajadores percibieran el máximo de la renta de aquella
empresa. Más claramente, si nosotros les
diéramos a escoger, a todos los trabajadores en todas las empresas, en nuestro
estado actual, matemáticamente los trabajadores demandarían el ciento por ciento
de esas utilidades, lo que llaman utilidades, es decir, el ciento por ciento de
la producción de aquella empresa. Bien.
Si
a ese mismo obrero le preguntamos qué haría con ese dinero, posiblemente lo
incluiría en su presupuesto de gastos. Bien
saben ustedes que el obrero que gana cinco pesos los gasta, el que gana siete
pesos los gasta, el que gana 10 pesos los gasta, incluso creo que el que gana
11 pesos los gasta. De ahí, sobre 12
pesos, sería cuestión de hacer un estudio estadístico, pero dentro de esos
niveles de ingresos solo por excepción los obreros ahorran; ya por encima de
ciertos ingresos se puede pensar en ahorrar, y es una cosa lógica.
Aquí
el que más y el que menos ha tenido que vivir de lo que ha ganado, unos como
obreros, otros como profesionales —yo me acuerdo por mi caso particular— y el
profesional que gana 170 pesos los gasta, y gasta más de los 170, y el que gana
200 los gasta y gasta más de los 200, pues como puede adelantar algo de lo que
va a ganar durante el año porque se lo prestan, lo adelanta. Con esto podemos afirmar que los obreros
gastan incluso más de lo que ganan porque gastan lo que van a ganar, si es
posible, en los próximos seis meses. Ese
es el origen del garrotero y también la razón de por qué hemos tratado de
abolir el garrotero. Al campesino le
pasa otro tanto. El campesino suele
gastar una parte de los frutos que va a cosechar por concepto de refacción, de
crédito y, en fin, no solo gastamos lo que ganamos, sino que gastamos más de lo
que ganamos.
El
nivel de ingreso medio de los trabajadores no es, sin embargo, 12 pesos. En el campo no llega siquiera a cuatro pesos. Es decir que hay un margen de ingresos de
niveles en el cual con seguridad todo el ingreso que perciban los trabajadores
lo gastan en un 98%. Cuando empezamos a
analizar este aspecto del problema, es cuando la cuestión se empieza a ver ya
como un problema de obreros y patronos, como un problema más complejo, se
empieza a ver como un problema que en realidad encierra la esencia del problema
social.
¿Qué
sería del país si la nación consumiera el ciento por ciento de su producción
nacional? ¿Qué sería del país si, por
ejemplo, de una producción nacional de 3 000 millones de pesos la nación
consumiera todos los años el total de su producción nacional? Sencillamente ese país se estancaría, ese
país se arruinaría, las maquinarias se irían desgastando, la población iría
creciendo, no habría siquiera recursos para reponer equipos, no habría recursos
para establecer nuevas máquinas, satisfacer las nuevas necesidades y las
necesidades de la población crecientes.
Ese
país, para resolver sus problemas, tendría que recibir de afuera —es decir, de
otro país—, gratuitamente, los recursos necesarios para su desarrollo o
perecería en la peor miseria, como ningún país nos va a resolver a nosotros los
problemas y harto tienen cada uno de los países con resolver los suyos propios
en el orden económico, porque, además, es un principio moral y un principio
humano que los pueblos solo pueden aspirar a resolver los problemas con sus
propios recursos, como es, además, un principio histórico que los pueblos solo
han resuelto sus problemas con sus propios recursos, la nación que consumiera
el ciento por ciento de su producción nacional se arruinaría, y si esa nación
que de tal forma actuara fuera además un país subdesarrollado, lleno de
necesidades, con un porcentaje altísimo de desempleados, ese país caería en el
peor estado de postración y de miseria, y no solo ya el hambre, sino los peores
males sociales y políticos caerían sobre él.
Si
el problema obrero fuese para nosotros un problema de repartir ganancias, ¿qué
problema habría para nosotros en el problema obrero? Ya las habríamos repartido todas, compañeros,
como repartimos los latifundios y como hemos repartido unas cuantas cosas más.
Si
el problema fuese un problema de repartir ganancias de los que tienen grandes
cuentas en los bancos, si el problema fuese ese, pueden tener la seguridad de
que sería un problema resuelto. Mas el problema
no es ese, el problema es mucho más profundo, solo que se expresa de muy
distintas formas, cuando lo expresa uno de esos sectores interesados en
mantener su fecundo sistema de hacer fortuna y cuando lo expresa un gobernante revolucionario.
Cuando
nosotros hablamos de este tema no lo hacemos en nombre de las mentiras con que
se ha querido educar a los pueblos en la idea de que solo la ambición y el
egoísmo pueden ser fuente de progreso, no se expresa con la idea de defender
esos privilegios o esos intereses. Se
expresa con un sentido de responsabilidad muy grande para con el pueblo y con
el deber de decirle siempre la verdad, y de actuar y tratar de que el pueblo
actúe de la única forma que de verdad puede ser útil a sus intereses.
Gobernantes
ha habido en algún sitio que han repartido lo que hay sin preocuparse del futuro,
demagogos ha habido de todas clases que se han encargado sencillamente de dar
para lograr el aplauso sin prevenir. Lo
que ha faltado a muchos países, entre ellos al nuestro, sobre todo, han sido
hombres honestos, aunque desde luego si no se es honesto no se puede ser nada
más en absoluto. Al país le han faltado
no solo hombres honestos, sino hombres en sí, a más de honestos, previsores (APLAUSOS
PROLONGADOS). Hombres que prevean, que
miren no como miopes para ver, sencillamente, lo que está próximo, para salir
de los problemas inmediatos, para salir de las dificultades pasajeras, sino
hombres que miren al futuro, que miren lejos para buscar soluciones definitivas
a los grandes males de la nación, a los grandes problemas del pueblo. Por eso, si nosotros fuésemos hombres que nos
preocupáramos solamente de resolver problemas pasajeros, estaríamos
traicionando a la Revolución, estaríamos traicionando al pueblo y estaríamos
traicionando a la nación.
Sobre
nosotros pesan responsabilidades muy grandes, porque en manos del Gobierno
Revolucionario están sencillamente los destinos del país. Si nosotros nos equivocamos, el país se
hunde; solo se salva la Revolución, solo se salva el país, si nosotros sabemos
acertar y si con la manera de pensar nuestra o de actuar nuestra, con esa forma
correcta de pensar en los problemas verdaderos de la nación y en soluciones
definitivas, coinciden con nosotros todos los hombres que tienen alguna
responsabilidad con el país, y coinciden todos los hombres que esperan solución
de sus problemas de esta Revolución, que son el 98% o el 99% de la población
afectada por la forma en que hemos vivido hasta hoy.
Es
difícil cuando la lucha ha sido solo por el salario, cuando la lucha ha sido
solo la pugna entre la clase necesitada del país y la clase poderosa en lo
económico y en lo político del país, la clase que tiene harto satisfechas sus
necesidades, cuando ha vivido la clase obrera, durante décadas enteras, en esa
tremenda pugna sin esperanza de que fuese un día factor decisivo del poder y
que por sus reivindicaciones, por su bienestar y por su destino estuviese un
Gobierno Revolucionario en el poder; es difícil, cuando han vivido los obreros
durante tantos años víctimas del abuso, de la represión, de la coacción,
envueltos en la traición, viéndose solventar los problemas por la fuerza,
viéndose siempre engañados, viéndose siempre esquilmados en todos los órdenes,
viéndose siempre preteridos, víctimas de toda clase de parásitos, especuladores
y de explotadores; es difícil que de repente esa gran masa mayoritaria del país
pueda deshacerse de todas aquellas actitudes mentales del pasado, para
comprender que el problema hoy no es de centavos más ni de centavos menos,
porque por eso era por lo que había que luchar en el pasado, cuando no había
otra razón por la cual esforzarse. Hoy
hay que luchar por algo más importante, algo por lo cual es necesario hacer
esfuerzos mayores todavía, porque de ello no depende el peso de un día, sino el
destino definitivo de esa clase y de ese pueblo, de ello depende la solución definitiva,
porque se vive un minuto en el cual no caben retrocesos ni estancamientos
(APLAUSOS PROLONGADOS).
Se
vive un minuto en que solo cabe marchar adelante, porque cualquier otra cosa
que no sea avanzar, sería la derrota de la Revolución; se vive un minuto en el
cual la responsabilidad máxima de todos nosotros es esperar por la
consolidación y el triunfo de esta gesta revolucionaria, de la cual depende por
entero el futuro del país, en el cual no caben términos medios porque sería
extraordinario ese futuro o sería horrible ese futuro si la Revolución fracasa,
porque hasta el más humilde ciudadano comprende que la peor de las catástrofes
sobrevendría a la nación cubana si la Revolución fracasa.
Mas
todo lo que he dicho en las palabras anteriores no podría ser comprendido
perfectamente si no añadimos que al haber hecho el razonamiento de la
disyuntiva de un país o de lo que sucedería al país que consumiera el ciento
por ciento de su producción, era para afirmar lo que todos ustedes comprenden
perfectamente bien, lo que es necesario que comprendan cada uno de los
ciudadanos: que el país que quiera
progresar, el país que quiera ir llevando un estándar de vida cada vez mayor a
sus ciudadanos, el país que quiera resolver los tremendos problemas de la
miseria, tendría que lograrlo solo, porque solo hay un medio de lograrlo: sobre la base de sacrificarse; sacrificarse
no para que otros ganen más —si de eso se tratara, qué sencillo sería resolver
los problemas sociales—, sacrificarse, que quiere decir que el país que quiera
desarrollarse, el país que quiera elevar el nivel de salarios sobre una base no
imaginaria sino sobre una base real, porque una base imaginaria sería
multiplicar todos los salarios hoy por tres y multiplicar por tres mañana todos
los precios, ya que nadie se puede comer lo que no se ha producido, ya que un
pueblo solo puede consumir el número de sacos de arroz, de frijoles, de aves,
de frutas, de zapatos, de telas, de artículos que existan, y esos artículos no
se multiplican por tres, multiplicando por tres el salario que mediante un
decreto se pueda conceder a los trabajadores...
El
estándar de vida solo puede lograrse mediante el establecimiento de nuevas
industrias que, utilizando todos los recursos técnicos de la ingeniería
moderna, sean capaces de producir más en las mismas horas de trabajo; mediante
el cultivo de todas las tierras baldías, para producir allí esos sacos que no
se producen por decreto, ese arroz y esos alimentos que no se producen por
decreto, sino arando la tierra y sembrando mucho, para recoger una cosecha dos
veces mayor si queremos consumir dos veces más, y tres veces mayor si queremos
consumir tres veces más.
Si
por decreto ponemos en manos del pueblo el doble salario, el doble número de
pesos que por día perciba, el resultado sería el doble de millones en
importaciones por cada uno de esos artículos que, por imprevisión, por criminal
irresponsabilidad de los gobiernos que ha tenido la república, se importan
pudiéndose producir en nuestra tierra fértil (APLAUSOS PROLONGADOS), empleando
los brazos de esos cientos de miles de hombres que los tienen cruzados en
espera de ganarse aunque sea dos jornales a la semana para comprar tan siquiera
el azúcar con que endulzar un té, aunque no sea un té chino, sino un té de
cualquier hierba campestre, con que comprar el poquito de grasa y el poquito de
vianda y la luz brillante con que alumbrarse por la noche, antes que los
zapatos que, por no ser tan indispensables a la vida, lo dejan nuestros
campesinos para comprarlos en época mejor.
El
resultado de multiplicar los salarios no sería otro que arruinar el país,
porque un país, incluso para sembrar, que es una cosa tan sencilla, tiene que
gastar en gasolina que hay que importar, tiene que gastar en petróleo que hay
que importar y, sobre todo, tiene que gastar en equipos que hay que importar, y
esos equipos no se compran con nuestros pesos que se pueden imprimir, pero que
circularían solo en nuestras fronteras y no nos servirían para comprar en el
extranjero, donde necesitamos llevar dólares o pesos oro. Los dólares tenemos que conseguirlos
ahorrando cuando nos lleguen por venta de las cosas
que exportamos, frutas y todos esos artículos que constituyen el capítulo de
nuestras exportaciones, y, por tanto, nosotros podemos comprar en alimentos, en
maquinarias y en materias primas en el extranjero tanto como hayamos vendido de
nuestros productos.
La
reserva de un país es la cantidad de moneda extranjera que tiene en sus arcas,
o de oro, que es una moneda que vale en todos los países. La reserva de un país es la cantidad de divisas
—que es como le llamamos—, quiere decir, moneda de otros países u oro, reserva
que en nuestro país era aproximadamente de 500 millones cuando sobrevino el
golpe del 10 de marzo de 1952, y que fue descendiendo día por día, mes por mes
y año por año hasta quedar reducida a 70 millones. Es decir que el país gastaba más de productos
extranjeros, o llevaba hacia el extranjero sus divisas cada año, porque esas
reservas se pierden, o porque se compre más de lo que se exporte, o porque se
cambien por los pesos del país y se depositen en los bancos extranjeros, y
nosotros los perdimos por dos razones fundamentalmente: por la balanza de cambio desfavorable, porque
también los intereses que se pagan por capitales extranjeros son divisas que se
escapan del país, y por sustracción de las reservas por los malversadores, que
robaban, por ejemplo, 2 millones de pesos, los cambiaban por 2 millones de
dólares, y los cambiaban en el extranjero.
Algunos
incluso tenían parte de la fortuna robada en pesos cubanos y esos los perdieron
cuando los tenían en billetes de 500 y de 1 000, porque estaban en el
extranjero y para que valieran en el extranjero tenían que haberlos cambiado
antes en dólares; al no cambiarlos, por descuido afortunado para nosotros,
pudimos recuperar aproximadamente 20 millones de pesos. De haberlos ellos cambiado por dólares en el
Banco Nacional, habríamos encontrado 50 en vez de 70 en la reserva y no
habríamos podido recuperar ese dinero como no podremos recuperar los millones
que se llevaron después de cambiarlos por balance desfavorable, porque nunca
tuvo el país el propósito de dejar de ser importador de una serie de artículos que
se podían producir aquí, y porque además vivíamos como un país de millonarios,
por irresponsabilidad fundamental precisamente de esos que perciben 100
mientras cada obrero percibe 1, porque traían Cadillacs
para pasear y para gastar más gasolina en vez de traer maquinaria para sembrar;
compraban Cadillacs en vez de tractores (APLAUSOS),
latifundios enormes donde no se sembraba por egoísmo de sus presuntos dueños, y
digo presuntos porque para mí nunca podían ser dueños de una tierra que no
explotaban y que solo servía, en posesión de ellos, para mantener en la miseria
y en la peor ruina al pueblo.
Esos
que mantenían enormes extensiones de tierras sin cultivar, eran los que
compraban los Cadillacs para pasear y se marchaban a
Europa para holgar, mientras el producto de nuestras exportaciones teníamos que
gastarlo en traer arroz, frijoles, grasas, fibras, en fin, toda una serie de
artículos que podíamos producir aquí, cuando lo correcto para nuestro país,
pobre, subdesarrollado y lleno de desempleados, habría sido invertir parte
considerable de nuestras exportaciones, no en pasear, no en adquirir “colas de
pato”, sino en adquirir maquinarias para poder producir, o para producir
explotando los recursos extraordinarios de la nación cubana como único modo de
resolver los problemas de nuestro pueblo.
Así
hemos vivido y así llegamos en el peor momento al triunfo de la Revolución, sin
reservas, porque quedaban 70 millones. Se
inicia la etapa del Gobierno Revolucionario con el control de cambio; alguien
quiere pasear, pues no se puede llevar más de 500 pesos, es decir, 500 dólares. ¿Quiere llevarse el dinero al extranjero, es
decir, las divisas? No, gaste aquí todas
las que quieran, pero el dinero no se puede transportar al extranjero porque
son las reservas de la nación.
Se
inicia una etapa de control sobre todos aquellos artículos suntuarios, pero,
¿podemos nosotros dejar de importar la grasa que consumimos y que no producimos
aquí? ¿Podemos nosotros dejar de
importar el arroz, mientras no lo sembremos y lo produzcamos aquí? ¿Podemos nosotros dejar de importar el
algodón? ¿Se paralizaría una gran parte
de nuestra industria textil, porque no lo producimos aquí?
Luego,
aunque no queramos, por mucho que estamos defendiendo nuestras divisas, nos
encontramos de todas formas en la alternativa de que mientras por un lado el
precio del azúcar fue más bajo que nunca y se recibe menos moneda extranjera,
es decir, divisas por nuestras exportaciones, por mucho que ahorremos, por
mucho que defendamos las divisas, nos encontramos que de todas formas hay que
importar una cantidad grande de materia prima y de alimentos que no producimos
aquí y esa ha sido una de las grandes batallas silenciosas del Gobierno
Revolucionario: defender las divisas,
que aumentaron, que se han mantenido, que han bajado, que han vuelto a
aumentarse en una lucha tremenda, mediante los controles que impiden que se
agoten; pero qué vamos a hacer si a pesar de que ya no se escapan divisas por
robo, a pesar de que ya aquí no hay quien monte Cadillacs,
a pesar de que no hay quien pueda irse a pasear por el extranjero, excepto que tenga
depositada su platica por allá, que es lo que habían hecho preventivamente
muchos, su cuentecita en dólares en el extranjero, a
pesar de eso, es indiscutible que se ha producido un aumento en los ingresos de
la familia; porque los millones que no se pagan de alquiler ya, a causa de la
rebaja, son millones que se gastan, los millones que significan la rebaja en
las tarifas eléctricas, los millones que significan cada uno de los aumentos
producidos, bien en el empleado público, bien en distintos sectores obreros, el
trabajo que el Gobierno Revolucionario hace en obras, y que significa poner en
circulación millones y millones de pesos, al aumentar la capacidad adquisitiva
del pueblo, es más ropa, más alimentos, más consumo, y si no lo producimos
aquí, hay que importarlo; y si lo importamos, tenemos que gastar lo que nos
queda, y si gastamos lo que nos queda, nuestra moneda caería. Y no solo eso, sino lo fundamental: si gastamos lo que
nos queda, ¿con qué compramos maquinaria para sembrar, con qué compramos
fábricas para dar empleo, con qué desarrollamos los recursos de nuestro país?
Es
un hecho axiomático, una verdad axiomática y clara, que el problema no está en
aumentar falsamente la capacidad adquisitiva del pueblo, o aumentarla a costa
de que las pocas reservas se nos agoten cuando aumente esa capacidad, sin que
aumente la producción nacional; es que hay que importar, gastando lo que nos
queda, o multiplicando proporcionalmente los precios de cada uno de los
artículos, porque hasta en cada cerveza que nos tomamos, estamos consumiendo un
artículo, una materia prima extranjera; en cada arroz con pollo que nos
comemos, estamos entregando por él una parte de nuestras reservas. Luego qué sencillo sería resolver el
problema, si el problema fuera simplemente poner más pesos en las manos de los
obreros.
Se
empieza entonces a comprender que no es el problema de cuánto están ganando los
patronos. Si los patronos estuvieran
ganando un 300% más y fuera lógico que ese 300% se redujera a un 20%, y
nosotros eleváramos los salarios en la misma proporción —es decir,
duplicándolos o triplicándolos—, estaríamos haciendo un disparate, no porque
estuviéramos restándole las ganancias a ese señor, sino porque estaríamos
poniendo en manos del pueblo un ingreso que no tiene una producción
proporcional, lo que significaría el agotamiento de nuestras reservas y la
ruina de nuestro país. Eso es tan claro
que cualquier persona, cualquier compatriota, lo puede entender si machacamos y
razonamos todos los días, porque lo cierto es que, en medio de las necesidades,
es difícil que los hombres actúen más con la razón que con la desesperación.
Muchos
piensan que resolviéndose el problema de él no se va a afectar el país, porque
una gota de agua no afecta, olvidándose que como él hay millones de gotas de
agua. Estas son verdades que si nuestro
pueblo no las comprendiera no podría aspirar ni siquiera a ser un país
independiente; porque hablamos de que queremos ser libres, de que no queremos
injerencia extranjera en nuestros asuntos, se enardecen los ánimos cuando se
habla de la patria, cuando se habla de defender la patria se piden fusiles para
defenderla, y, sin embargo, nos olvidamos de que si no somos capaces de comprender
que nuestra soberanía, nuestra independencia, nuestra liberación no depende
solo del valor con que estemos dispuestos a morir por ella, sino depende
todavía más del éxito real de la Revolución...
La
Revolución no sería nada, no sería más que una aventura, no sería más que un
episodio sangriento si no resuelve los problemas del país, porque la razón de
nuestros males políticos no estaba en que el señor político tal era más malo
que otro político, no estaba en la maldad de unos cuantos. Las causas de nuestros males estaban en la
maldad de un sistema, la causa de nuestros males tiene raíces económicas y
sociales porque todo el aparato del Estado, con su fuerza represiva, no existía
sino para defender a esos privilegiados, a esos que paseaban en Cadillacs, a esos que mantenían sin cultivar la tierra, a
esos que eran usufructuarios de esa política irresponsable de no ver los
intereses del país, y que, a través de sus ganancias personales más que a
través de su ambición, sentaron la filosofía de que un país solo puede
prosperar a través de la ambición de unos cuantos; y ciertamente los progresos
obtenidos no superan los males y las penurias que han ocasionado, porque la
mayor parte de los poseedores de fortuna no la invertían en una industria, sino
que la invertían en el garrote, la invertían en edificios de alquiler y, en
fin, ni siquiera por ambición se dedicaban a establecer industrias.
Todo
aquel sistema político no existía sino para mantener esos privilegios,
parásitos de todas clases organizados en la defensa de todo aquello. La Revolución carecería de sentido si no
resuelve los problemas del país, porque, eso sería una tomadura de pelo y los
problemas del país no podrían resolverse si el pueblo no fuera capaz de
comprender estas cosas.
Cuando
pregonamos que se consuman productos nacionales, se hace por eso mismo, porque
si podemos comprar un par de zapatos producidos en el país por manos cubanas
que se ganan la vida produciendo zapatos, el absurdo es que vayamos a gastar el
precio de esos zapatos de las reservas que tenemos para adquirir maquinarias;
no es solamente porque de ahí viven obreros cubanos, sino por otra razón además: esas divisas tenemos que invertirlas en
maquinarias y la inversión de maquinaria, hágala un particular o hágala el
Estado, tiene que ser sencillamente producto del ahorro, es decir, de un tanto
por ciento de la producción nacional. Un
ejemplo claro sería el del cosechero que produjera 100 barriles de papas y consumiera
los 100 barriles, no podría producir siquiera otra cosecha, tendría que guardar
10 para sembrarlos; cuando produzca 150 tiene que guardar 15 para sembrarlos; y
si produce 200 tiene que guardar 20 y para producir 300 tiene que guardar 25;
es decir, ir invirtiendo una cantidad cada vez mayor para un desarrollo mayor
de la economía del país.
Hoy
el dinero no se puede sustraer del país.
Se utilizan toda clase de mañas y de trucos y se está siempre atento por
el Banco Nacional de ir descubriendo cada una de las vías mediante las cuales
trata alguien de sustraer divisas del país.
El caso, por ejemplo, de quien pidiera 500 dólares.
Yo
les voy a poner un ejemplo —no quiere decir que sea de los corrientes—, que
quien pidiera los 500 pesos fuera a hacer un viaje solo para cambiar esos 450
que le quedaran; o sea, de 450 dólares por 600 pesos de los malversadores, o de
alguien que quisiera sacar su plata y ponerla afuera, o del que compre un
artículo, como arroz, y ponga un peso más por saco de acuerdo con el que lo
vende para que deposite de esas divisas que pide al Banco Nacional para pagar
el arroz a un peso por cada saco en una cuenta que tenga en el extranjero. Es una de las tantas formas en que nuestras
divisas pueden irse, y si nosotros no cuidamos esto, pronto no tendríamos
reserva alguna y nos veríamos en una situación muy especial.
Debemos
valernos de nuestros propios recursos, de las reservas con que podamos contar
para hacer las inversiones en maquinaria y en fábricas en general que se
necesitan para desarrollar económicamente el país, y si tenemos que el obrero todo
lo que gana lo consume, no lo ahorra, si tenemos que consumiéramos todo lo que
producimos, ¿cómo podemos invertir?
Hasta
hoy han invertido los industriales una parte de lo que obtenían, ahorraban
sobre la base de pagar tanto y ganar tanto, pagar tanto en salario y obtener
una utilidad de tanto. Mas, si no quieren invertir, ¿quiénes tendríamos que
invertir? Tendría que invertir el
Gobierno Revolucionario, como efectivamente hay una serie de industrias que se
están promoviendo por el Gobierno Revolucionario, pero para ello es necesario
ahorrar, ahorrar.
Ahorrar
no quiere decir solamente que cada uno guarde un peso, que sería una forma de
ahorro; ahorrar quiere decir también no gastar nuestras reservas. Ahorrar quiere decir que si la nación vende
700 millones de pesos, pueda decir que ha quedado, después de importar lo que
necesitábamos en materia prima y en alimentos, tanto para comprar maquinaria. No importa quién ponga la fábrica, el
problema es que nadie la puede poner si no la compra y la paga con reservas,
reservas que se agotarían, repito, que no existirían si nosotros gastamos lo
que vendemos afuera, o como hasta hoy, que estábamos gastando más de lo que
vendíamos; entre lo que se robaban y lo que gastábamos de más, iban
disminuyendo las reservas.
El
ahorro es también por parte de los obreros.
¿Cómo pueden ayudar los obreros? Sencillamente
si cada obrero, por cada cinco pesos que ganara, guardara un peso —nada más que
guardar—, estaría ayudando al Gobierno Revolucionario. El promedio de cada peso que se gasta es que
30 centavos se van para afuera, pues por cada peso de ese obrero estaríamos
contando con 30 centavos ahí guardados para invertirlos en maquinarias.
Una
forma en que los obreros pueden ahorrar y ayudar al Gobierno Revolucionario y
ayudarse a sí mismo sería si dijeran: De
cada cinco pesos que ganamos, guardamos uno y se lo prestamos al Gobierno
Revolucionario. Incluso no preocuparía
que el obrero ganara el doble, si cuando le duplicaran el salario dijera: Esta parte que me
aumentan la voy a guardar y la voy a prestar al Gobierno Revolucionario.
Estaríamos
resolviendo el problema, se le pagaría en el futuro. No consumiría ahora, los consume ahora y
perjudica; los consume dentro de cinco años y ya tendrá aquí los alimentos para
consumir con esos cinco pesos, o los consume dentro de 10 años y ya la
producción nacional puede ser tan grande casi como se desee, en alimentos, en
tejidos y en zapatos. Luego lo que
quiero explicarles, casi lo que ustedes saben, es que estas verdades tiene que
entenderlas el pueblo, tiene que entenderlas porque no se trata, señores, de lo
que gana el señor don fulano o don mengano.
Don fulano y don mengano lo ganan y lo guardan allí, no se lo pueden
llevar.
A
la Revolución lo que le interesa son las reservas que hay, porque si hay que
hacer una hidroeléctrica, el gobierno dice, ¿cuánta reserva tengo para hacer
una hidroeléctrica? ¿Se puede contar con
20 millones? Pues se hace la
hidroeléctrica, se electrifica una zona y se establece la base para una industria. Hacen falta 20 industrias que se pueden
poner, ¿cuánto hay de reserva? Y las
pone. Pero, ¿cómo podemos desarrollar el
país y hacer un programa de industrialización si nos comemos todo lo que
producimos y, además, si importamos más de lo que exportamos? ¿Con qué podemos poner una hidroeléctrica,
comprar equipos, maquinaria agrícola?
Y
si podemos ahorrar 50 millones en divisas, el esfuerzo tiene que ser por
ahorrar 100; y si ahorramos 100, el esfuerzo debe ser por ahorrar 200; y si
nosotros producimos 50 millones que estamos importando de arroz, el esfuerzo es
que esos millones son millones para maquinaria; y el problema de nosotros es
producir arroz que estamos importando, y no importar más arroz del que estamos
importando. Luego hay un límite a las posibilidades
nuestras y de la economía del país para mejorar el estándar de los obreros, y
es el límite que marca el estado de nuestros recursos, y sobre todo, señores,
porque con una reforma agraria y con todas las medidas revolucionarias que ha
dictado el gobierno no vamos a esperar que vengan a hacernos las inversiones
aquí, porque la condición que ponen los inversionistas extranjeros son las
condiciones de horca y cuchillo: el
derecho a despedir, el derecho a rebajar, el derecho a cancelar incluso, o, por
lo menos, el equivalente.
Entonces
si el problema fuese a resolverse con inversiones extranjeras, sería a costa de
sacrificar los derechos de los obreros, que fueron las fórmulas que inventaron
aquí y de las que se hablaban. Ustedes
nunca me han oído a mí hablar de inversiones extranjeras; inversión nuestra, de
lo que ahorremos aquí, esa es la única palabra correcta y revolucionaria,
porque no vamos a estar toda la vida trabajando para intereses foráneos
(APLAUSOS).
Mucho
más honorable y mucho más útil son esos 30 centavos que nos estaría facilitando
cada obrero que guardara un peso; mucho más útil sería cada peso que se
ahorrara aquí, porque serían 30 centavos en reserva, es decir, en moneda
extranjera que podemos adquirir en maquinarias.
Luego
hay una verdad, la verdad que es la que tenemos que tener más presente: no podemos creernos
que somos herederos de una fortuna, que lo que nos dejaron fueron deudas y
ruina y nos portamos como los herederos de un pordiosero que se imaginara que
es millonario.
Así
nos portamos porque nos dejaron 600 000 hombres sin trabajo, las reservas
por el suelo, el país subdesarrollado, una Revolución cuya tarea es la solución
de los problemas económicos del país antes que todo y queremos todos ya aspirar
a satisfacer todas nuestras necesidades.
Creemos
que nos hemos ganado un premio y lo único que nos hemos ganado es el derecho a
empezar a construir nuestra patria. No
hemos heredado una patria construida.
La dictadura habría sido buena si nosotros hoy pudiéramos disfrutar de un
estándar de vida mayor.
Nosotros
hemos dado al pueblo lo que podemos darle dentro de las precarias condiciones
de un país subdesarrollado. Vamos a
llevar al pueblo la idea de que una obra revolucionaria no se puede hacer sin
sacrificio, la idea de que el triunfo del Primero de Enero no significó que
muriera una dictadura y nosotros quedáramos como herederos de un país
riquísimo, sino que murió una dictadura y quedamos como herederos de un país
pobrísimo, para empezar a sembrar, para empezar a organizar, de manera que
podamos vivir, si no hoy, mañana mejor. Y
si no nosotros mejor de inmediato, por lo menos los que no tienen nada, los que
no ven un centavo y después, por lo menos, los hijos de cada uno de ustedes;
pero nosotros no somos herederos de una fortuna, sino, todo lo más, forjadores
de una fortuna para los que vengan detrás de nosotros, con un poco más de suerte
que nosotros (APLAUSOS).
Estas
son las cosas que tenemos que comprender para analizar. No es que nosotros nos asustemos de la
amenaza de nadie aquí que diga que no invierte, porque ese señor está
planteando el problema desde otro ángulo; no es que a nosotros nos preocupe el
contentar a nadie, ustedes saben que ni pestañeamos siquiera cuando se trata de
afrontar las consecuencias que haya que afrontar por una medida justa. No se trata de que queramos contentar a nadie
aquí, se trata de que tenemos el problema estadístico, matemático, la ley
irrebatible de que un país en las condiciones de nosotros no puede aspirar,
sino a ahorrar, a trabajar, a producir; porque incluso un señor industrial, por
ejemplo, que ganara el 300% de las ganancias, si no quisiera invertir y las
guardara en un banco, no hay que preocuparse; por lo que hay que preocuparse es
por cuánta reserva tenemos.
Si
ese 300% lo ponemos en circulación, bajan las reservas. Si él lo guarda, lo tiene en un banco y
quiere vivir todos los días mirando su dinero, ese es dinero ahorrado que, a
través de los organismos del Estado, lo invertimos.
Es
necesario poder comprender estas cosas, que al no poder sustraer el dinero y
llevarlo para el extranjero, mientras lo tenga ahí es ahorro. Cuando quiera comprar un Cadillac
y se encuentre que el Cadillac vale 10 000
pesos, cuando quiera pasear por Europa y se encuentre que no puede sacar más de
500 pesos, ya veremos el año que viene cuánto puede sacar (RISAS) ... (APLAUSOS). No nos importa que tenga esa plata ahí, es
ahorro.
No
quiere decir esto que tengan los obreros que resignarse a soportar condiciones
onerosas o resignarse a ganar salarios de hambre, porque yo considero que el
salario de hambre no tiene razón de ser.
Considero
sobre todo justa la demanda del que tiene salarios de hambre, porque si vamos a
gastar algo en aumentar el consumo de esa familia, está bien, esos son los
sacrificios que habría que hacer de las reservas de la nación; en cambio, si
vamos a aumentar el consumo del que está ganando un salario alto, no estamos
haciendo las cosas correctas, porque si pensamos patrióticamente, si pensamos
generosamente y si pensamos correctamente, primero está el problema de los que
no están trabajando, porque esos son obreros como ustedes, pero en peor
situación que ustedes, obreros que no tienen trabajo, hombres que no tienen
trabajo, ¿y resolvemos el problema de los compatriotas que están sin trabajo
aumentando el consumo de los que tienen nivel más alto? No. No
hay otra solución que desarrollar nuestra economía, sembrando toda esa tierra,
para lo cual hay que adquirir equipos; estableciendo fábricas, para lo cual hay
que adquirir maquinarias en el extranjero; desarrollando el turismo, por
ejemplo, lo cual requiere inversiones.
La
solución del que está sin trabajo es la solución que más debe interesar a la
clase trabajadora, porque si la clase trabajadora se desentendiera de estas
verdades y se olvidara de los que están sin trabajo, la clase trabajadora
estaría actuando egoístamente, la clase trabajadora tiene que pensar en la
solución de los que están sin trabajo y en la elevación del nivel de vida de
los que tienen menos ingresos, eso es lo que uno con moral se puede plantear en
cualquier momento. Un salario de dos
pesos no puede ser, eso es correcto, pero si hay un ingreso alto no es lo
correcto plantearse ingresos mayores, porque estaría consumiendo eso, estaría obstaculizando
el programa nuestro que, como les he explicado, es muy distinto de los
intereses patronales que también por un hábito pelean cada centavito, más por
hábito que por otra cosa, puesto que sencillamente las condiciones económico-sociales
del país se van transformando y el dinero no tiene el poder que tenía antes,
con el dinero no se puede hacer lo que se hacía antes.
Con
el dinero pueden hacer muy poca cosa, consumir mucho ellos. La república no se arruina ni la economía
sufre mayor quiebra porque alguien se coma dos bistecs
de filetes al día, o porque vaya a tres cines en vez de ir a uno, o porque se
ponga dos trajes al día en vez de uno. No
se arruina, eso es cosa de poca monta en la estadística de la producción nacional. El dinero ya no se puede llevar, con el
dinero ya no se puede comprar un latifundio, con el dinero ya no se puede hacer
un edificio de alquiler, con el dinero ya no se puede hacer garrote; con el
dinero se pueden hacer ya muy pocas cosas y lo que importa no es el dinero, los
pesos que hay en el banco, sino las divisas que hay en el Banco Nacional, que
son las que hay que contar cada vez que nosotros vamos a establecer una
industria.
Las
industrias, en vista de que nos quieren sabotear, tenemos que promoverlas, y
para promoverlas lo que hay que contar son las divisas. Cuando vamos a hacer nuestros planes de obras
públicas lo que tenemos que contar son las divisas, porque si gastamos 100
millones, tenemos que calcular cuánto tenemos que gastar en material que viene
de afuera, aunque sea el acero con que se hacen las cabillas, y el porcentaje
que se consume y el que va para afuera; y, de acuerdo con el estado de nuestras
divisas, podemos hacer un plan de 100, un plan de 120 o de 150 millones de
pesos para industrias y un plan cada vez mayor para obras públicas, única forma
con que empezamos nosotros a desarrollar el país industrialmente, a construir
todas las calles, acueductos, alcantarillados, escuelas y caminos que dejaron
de construirse durante 50 años; única fórmula mediante la cual podemos
nosotros, con años por delante, cumplir esta tarea que nos han puesto sobre los
hombros, de hacer en estos pocos años, en un país al que han saqueado, lo que
no se hizo en 50 años.
Este
razonamiento me conduce a otro: el problema de la productividad, lo
que está pasando en muchas obras, compañeros.
Hoy, en que la Revolución está haciendo casas; incluso, en que la
Revolución está haciendo todos los caminos, en que la Revolución lo está
haciendo todo, se siente a veces pena de cómo los recursos que con sacrificio
se invierten para el pueblo, el pueblo todavía ni siquiera comprende el daño
que a sí mismo se hace cuando malbarata esos
millones, dando 10 mandarriazos cuando debía dar 20, 25 ó 30 (APLAUSOS).
Es
como al que le dicen: Te
vas a hacer tu casa y vas a pagar de tu dinero.
Si te tardas 10 días te cuesta 500 pesos, si te tardas 20 días te cuesta
1 000 pesos, si te tardas 60 días te cuesta 2 000 pesos, y aquel
hombre, despreocupado, no se preocupara por hacer la casa en 10 días, en vez de
60. Y es sencillamente la costumbre
vieja de cuando se trabajaba en obras, y el que daba 25 mandarriazos, daba 15
para el que se estaba robando aquel dinero, y no había estímulo; pero cuando se
está robando a sí mismo... Y tan cierto
es que si el pueblo comprendiera estas cosas nos ahorraríamos despilfarros que
son criminales en esta hora.
Es
que cuando nosotros decimos a un campesino: Te damos el material, te damos los
mosaicos, el cemento, el techo, los sanitarios, todo te lo damos y tú la haces,
ese hombre se vuelve loco de alegría, porque sabe que le han regalado una casa
y lo acepta. No dice, además: Déme 10 pesos todos
los días para hacerla.
Cuando
usted le ofrece hacerla, es tan claro el beneficio que él ve que no duda. Hay zonas campesinas donde están haciendo
hasta carreteras para comunicarse, poniendo instalaciones, dándoles nosotros el
material.
En
cambio, si cuando se hace una carretera, un hospital, aquel hombre no ve tan
claro que es como aquella casa que se le da, porque esa carretera es para él,
ese hospital es para él, ese puente es para él, y si usted le está pagando un
salario, además, ¿cómo es posible que ese hombre no comprenda el daño que se
hace a sí mismo, como parte del pueblo, perdiendo un tiempo que no tiene razón
para perder, si de todas formas va a estar las mismas horas allí?
Pero
quizás no comprenda que al no esforzarse estará haciendo más difícil que se le
pueda volver a dar trabajo luego, estará haciendo más difícil que pueda seguir
librando su sustento en los meses o en los años futuros, y que en cambio,
cuando se esfuerza dentro de sus posibilidades físicas por producir el doble,
se esfuerza por producir el doble de carreteras, el doble de escuelas, el doble
de hospitales, mientras que si gasta el doble de lo que se debe gastar, la
Revolución necesitará el doble de años para hacerlas, la mitad de los trabajadores
para hacerlas; porque si una obra que puede costar un millón, cuesta
1 500 000, esos son 500 000 pesos menos para darles trabajo a
los que están sin trabajar.
Esto
es evidente, tan evidente, que estaríamos ante el primer caso de malversación
de la Revolución, no por parte del gobierno, sino por parte del pueblo. ¡El pueblo malversando sus recursos! ¡El pueblo despilfarrando sus recursos!
Y
es triste, compañeros, ver lo que cuestan algunas obras; es triste ver cómo se
reduce, incluso, el rendimiento cuando los salarios se han duplicado —puede
decirse que en Obras Públicas fueron indebidamente equiparados los del interior
con los de la capital—, porque mucho más necesario era, en vez de una
equiparación que implique un millón de pesos, dedicar ese millón de pesos a
pagar 10 000 maestros. Mucho más
conveniente sería tener 10 000 hombres más trabajando y librando su
sustento, trabajando... (APLAUSOS).
¡Y
qué fácil, sin embargo, es dar, y qué difícil es quitar! ¡Qué difícil es quitar! Pero como dar es más fácil y es más fácil
para la Revolución dar, también para el pueblo debe ser más fácil dar, lo menos
que podemos pedirle al pueblo es más. No
queremos quitarle lo que le hemos dado, pero es necesario que el pueblo dé más,
es necesario en cuanto a las obras públicas, en cuanto a esas obras que estamos
haciendo para el pueblo, con el dinero del pueblo, puesto que nuestra
responsabilidad es hacer que el dinero del pueblo se invierta debidamente.
Es
necesario pensar que en todas esas obras que son para el pueblo, el pueblo esté
pensando aumentar, si es necesario, las horas de trabajo.
Es
necesario, si queremos que la república avance, si queremos que la Revolución
se salve, que esos mismos compatriotas nuestros, a quienes nosotros le hemos
dado, vayan pensando en darnos también, vayan pensando en fórmulas que
conduzcan a cambiar la mente de la idea de que ha llegado la hora de disfrutar
de lo que no tenemos, por la idea de crear lo que tendremos derecho a disfrutar
el día de mañana.
No
me refiero a una industria particular, pero sí en las obras públicas, las obras
que son para el pueblo, donde se ve más claro que en ningún otro campo lo que
es, se ve más claro que en ningún otro orden que se está trabajando para el
pueblo, ir pensando en dar más, para que nosotros no tengamos que quitar, para
que no tengamos que reducir sus ingresos para dárselos a otros cubanos, porque
así se hace en el caso de una construcción que se está haciendo en el
aeropuerto de La Habana, donde los obreros espontáneamente ofrecieron
hacer esa obra antes de la Conferencia del ASTA, y trabajar 10 horas en vez de
8; es decir, un 10 por 8, y cualquiera diría, ¡qué barbaridad! ¡Qué cosa tan retrógrada, en los tiempos en
que se clama por el seis por ocho hablarse del diez por ocho! ¡Qué barbaridad!
Efectivamente
qué barbaridad sería en los tiempos pasados, y qué barbaridad que nos olvidamos
en los tiempos presentes de que hablar de un 10 por 8 es lo revolucionario. No me refiero en la industria particular, me
refiero a todas esas obras que con el dinero del pueblo estamos llevando
adelante, porque cada dos horas de las que nosotros ganemos, cada peso que
ahorremos, será peso en otro trabajo y garantía para todos los que están
trabajando.
Algo
similar a lo de los maestros, porque qué retrógrado es pagarles a los maestros
65 pesos. Qué absurdo, cuando toda la
vida estuvimos oyendo hablar de los sueldos miserables que ganaban los
maestros, aparecerse ahora el Gobierno Revolucionario pagándoles 65 pesos a los
maestros. Es contrario a todas las
tradiciones, es contrario a todo lo que se escribió y habló. ¡Qué absurdo habría sido eso en la época en
que se robaban el dinero de la república, en la época de la politiquería, en la
época de la demagogia y qué lógico en la época de la Revolución!
La
Revolución de un pueblo que tiene cientos de miles de analfabetos, cientos de
miles de niños que no tienen escuelas, y 10 000 maestros que no tienen
aulas. Esto es lo que resulta un caso
verdaderamente insólito, pero es lo revolucionario, que esos 10 000
maestros se hayan dispuesto a sacrificar, a favor del pueblo, a favor de cientos
de miles de niños, de 400 000 niños (APLAUSOS PROLONGADOS) que se
incorporaran ahora al proceso de su patria; y maestros que ahora van a ganar
menos para ganar más cuando podamos darles lo que sembremos y lo que
produzcamos, la ropa que hoy no podemos producir, los alimentos que hoy no
podemos producir y el confort que hoy no tenemos porque hay que producirlo. Maestros empezando a ganar 65 pesos están
ayudando a 400 000 niños, están ayudando a 5 000 compañeros suyos,
maestros que ya tienen asegurada su vocación, maestros que se disponen a servir
a la nación.
Y
qué hermoso ejemplo para los que se olvidan de los que están sin trabajo y para
los que se olvidan de los que están recibiendo salarios de hambre, porque el
esfuerzo de la clase obrera para consolidar la Revolución es primero que nada
para los que están sin trabajo, después para los que se están ganando salarios
de hambre y luego marcharemos parejo.
Todos
tenemos hijos, tenemos familias y tenemos necesidades, y justo es, si todos
somos de carne y hueso, que pensemos primero en los que no tienen nada, después
en los que tienen poco, para después, a medida que el desarrollo de nuestra
riqueza nos lo permita, consumir 10, 12, 15 y 20, y que, al mismo tiempo,
aquello que percibamos podamos disfrutarlo en un país que atienda a sus
ciudadanos, que brinda todas las escuelas y todos los hospitales, todos los
medios de educación, de expansión y de recreo, y todos los medios para hacer la
vida más llevadera y más feliz. Pensar
así es lo único correcto y se lo dice quien le importan un bledo los intereses
de ningún afortunado, quien nunca moverá un dedo, ¡ni un dedo!, a favor de
intereses particulares y privadísimos de nadie, quien se preocupa únicamente
por el país y dentro del país por los que más necesitan de nosotros, porque eso
es lo más revolucionario.
Si
realmente comprendieran los obreros la disposición en que estamos nosotros de
ayudarlos, la disposición en que estamos de realizar todo lo que sea en
beneficio de ellos, incluso de ir estudiando uno por uno todos los casos de
todas las industrias, para discutir con ellos todos estos problemas sobre bases
razonadas, técnicas y estadísticas, para hacer un programa que disminuya la
energía que tenemos que estar librando todos los días en todos los sectores,
como consecuencia principalmente de la influencia de las ideas viejas de los
tiempos pasados, de los hábitos que hemos adquirido; porque podemos hacer una
política correcta planeada, porque, en realidad, ¿qué más líder quieren ustedes
que el Gobierno Revolucionario?, ¿quiénes más preocupados por ustedes? (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Quiero
decir esto, que lo mismo que tienen ustedes un secretario general, tienen un
Primer Ministro en el Gobierno Revolucionario (APLAUSOS), y la tarea de los
líderes es precisamente esa, la de ayudar a ese Gobierno Revolucionario que es
el de ustedes, al que más puede hacer por ustedes, y el que piensa
exclusivamente en ayudar a los intereses de los que lo necesitan. Luego aquí no hay dudas, aquí lo que cabe es ayudarnos.
Comprendo
que hay mil y un problemitas, mil y una demandas de todos, de distintas clases;
comprendo que casi es una obligación presentar una demanda para que no digan
que uno está vendido o algo así (APLAUSOS).
Al decir que comprendo, digo que me lo explico por la influencia de los
hábitos, y que la tarea es ayudarnos en esta obra de transformación, de ayudar
a los que nos necesitan, de ayudar a los trabajadores, a los campesinos; a los
trabajadores y a los campesinos que son objetivo fundamental nuestro, no al que
quiera hacerse rico, porque al que quiera hacerse rico, seguro que vamos a
ayudarlo combatiendo el garrote, el latifundismo, etcétera, etcétera; ayudar al
obrero que piense generosamente y piense en que no cabe otra aspiración que la
aspiración generosa de ir aumentando uno por uno el estándar de vida de cada ciudadano,
ir levantando uno a uno y a todos, que esa es la posición correcta de nosotros,
los que tenemos esta responsabilidad, los que estamos juntos desarrollando esta
tarea.
Queremos
que los trabajadores también contribuyan al plan de industrialización que vamos
a desarrollar, movilizando, entre otros recursos, los de los trabajadores. Vamos a hacer certificados de ahorro para la
industrialización del país, con un interés determinado, estimulándolo, para los
trabajadores (APLAUSOS). Y ya que
estamos aquí para hablar de las cosas que nos interesan a todos, a ustedes y a
nosotros —es decir, al pueblo, porque este, tengo que repetirlo una vez más, es
el gobierno del pueblo—, vamos a referirnos aunque sea superficialmente a
algunas cuestiones que nos incumben a nosotros, que interesan a la Revolución,
que interesan al pueblo, siempre dentro de ese espíritu de informar la verdad que
nos anima, y que no puede ser de otro modo.
Creemos
que ningún momento es mejor para explicar a ustedes estas cosas, estos planes
en que estamos trabajando y que alternamos con el intenso trabajo de las obras
públicas, que no se completan en La Habana tan solo, sino que se están
haciendo en todo el país.
Y
como hemos hablado de salarios, de los que hemos mejorado y equiparado, es
interesante informar que entre las consecuencias del salario de 4,64 equiparado
en el interior, nos hemos encontrado tres problemas: uno, muchos campesinos olvidándose de
las tierras para ir a hacer cola en las obras cuando tenemos el tremendo
problema de producir alimentos; dos, menos recursos para invertir en nuevas
obras; tres, ciertos excesos ocasionados por un salario que subió demasiado
abruptamente. Consecuencias que, como
decía anteriormente, pueden repararse por algún otro medio, como pueden ser el
dividir los turnos en las obras, o, mejor todavía, como consideran los
técnicos, los que entienden de la construcción: aumentar el rendimiento.
Sería
cuestión de discutirlo, pero hay que buscar fórmulas, de manera que no
produzcan una evasión de los campos hacia las obras y esa infinidad de
problemas en muchos lugares donde no había nadie trabajando, porque desde el
instante en que se ponen 200 hombres a trabajar, surgen problemas que no había
cuando no había nadie trabajando, consecuencia del desempleo por un lado y el
estímulo de los salarios mucho más elevados que los de la agricultura. Por lo tanto, tenemos que ir pensando en fórmulas
de ese tipo, como también en otra fórmula mediante la cual vamos a recaudar y
va a ser que les vamos a aumentar considerablemente el impuesto a las bebidas
alcohólicas (APLAUSOS), para encarecerlas sin que tengan nada que temer los
obreros que trabajan en esas industrias, porque vamos en definitiva a
encarecerlas y no disminuirá el consumo.
Pero sí es necesario preocuparse por el aumento extraordinario que se
está produciendo en el consumo de bebidas alcohólicas, dinero que se resta de
la alimentación de la familia, alimentos de menos que serán medicinas de más y
recursos de más, invertidos en hospitales, dineros que más justamente estarían
invertidos en escuelas que en bebidas alcohólicas.
No
estableceremos una ley seca, porque sería una medida que produciría efectos
contrarios a los propósitos que se persiguen o requeriría la ampliación de los
cuerpos policiales de la nación en un número considerable. Por mi parte, estimo que la consideración del
uso de bebidas alcohólicas como un uso lícito, al revés de otros muy
censurables, es puramente arbitraria y tan vicio es el vicio de jugar como el
vicio de tomar como otros vicios que por ahí andan (RISAS), porque un hombre
ebrio dando tropezones por la calle, soltando baba por el camino y llegando a
su hogar convertido en un energúmeno, es el espectáculo más triste y más
reprobable que pueda presentarse, porque es el hombre convertido en un ser
irracional, es el hombre degradado a la condición de bestia, y solo el exceso
de uso ha permitido “la santificación” de ese vicio que no se considera ni
siquiera inmoral.
No
quiere decir que la humanidad tenga que ser abstemia necesariamente, pero que
la humanidad no deba ser borracha, sí lo considero como una cosa correcta
(APLAUSOS PROLONGADOS), porque pienso que es doloroso que se les quite la
comida a los hijos, para gastar ese dinero en una taberna, para gastarlo en el
ron que destruye la mente del hombre y reduce su energía para el trabajo y para
el bien, destruye su salud y le quita la riqueza de su energía al país. Por eso, quien quiera tomar que tome, pero
así ayudará a construir más escuelas, más hospitales y más carreteras...(APLAUSOS PROLONGADOS).
No
dictaremos una ley seca, pero quien quiera tomarse un litro de ron, tendrá que
dar un peso para construir carreteras y darles trabajo a los que están sin
trabajo (APLAUSOS). No dictaremos una
ley seca, pero quien quiera tomarse hasta una cerveza, tendrá que pagar cinco
centavos más para hacer carreteras (APLAUSOS), y bueno es advertir que con ese
impuesto percibiremos 20 millones de pesos, que significan, por ejemplo, 50
playas públicas, que pueden significar 20 hospitales con miles de camas, o
pueden significar millares de escuelas, o pueden significar 20 000
maestros. Luego esperamos contar con el
apoyo de los trabajadores para este impuesto que vamos a establecer (APLAUSOS
PROLONGADOS).
Esto
significará, compañeros, el año que viene —cuando se termine la zafra, porque
ese es el sistema que hemos seguido, elevar el nivel de empleo cuando termina
la zafra para elevarlo en volumen mayor después—, 20 millones de pesos más en
el plan de obras, 15 000 obreros más trabajando el año que viene después
de la zafra, medida que además dará la tónica moral y revolucionaria de este
gobierno. Y el respaldo de ustedes dará
la medida de la conciencia revolucionaria de los trabajadores, y frente a ese
respaldo nadie se atreverá a censurarnos esa medida tan necesaria a nuestra
salud y a nuestra economía incluso, esa medida que tiende a enderezar lo
torcido y que tiende a elevar a nuestro pueblo en todos los órdenes. Con este respaldo estimo que habrán llenado
ustedes, además, una tarea más, y de las más importantes, en este Consejo que
se caracterizará por ser el Consejo de la CTC que apoyó unánimemente el
impuesto a las bebidas alcohólicas (APLAUSOS PROLONGADOS). Así, antes de ser aprobada en el Consejo de
Ministros, llevará ya el consenso de los trabajadores, llevará ya el respaldo
de ustedes, que a nosotros nos sirve de estímulo en su aplicación.
Así
que aunque me he extendido un poco más de lo que había pensado (DEL PUBLICO LE
DICEN QUE CONTINUE), tengo que guardar un poco de energía para hablarles mañana
a los colegiales y entregarles la Ciudad Militar (APLAUSOS), que será para
ustedes y para nosotros otra gran satisfacción, donde se construirá un gran
centro de enseñanza técnica superior. Habíamos
estado pensando en una Ciudad Escolar, pero la urgente necesidad de técnicos
para el desarrollo industrial y para el futuro del país, nos ha llevado a la
idea de establecer allí el Instituto Superior de Ciencias y Tecnología para
preparar técnicos en todos los órdenes de la industria, que nos dará los
hombres que no tenemos y que necesitamos, porque hay que producir técnicos
también, y que será un centro del más elevado nivel, orgullo de nuestro pueblo
y admiración de todos los pueblos de América Latina, allí donde antes estaba el
símbolo de la opresión.
Con
estas dos medidas, la de hoy y la de mañana, como fue también aquella medida de
los maestros, que nos hacen sentirnos estimulados para seguir llevando adelante
esta tarea, y que son como pasos que irán quedando en la historia de nuestra
patria en este momento tan decisivo para todos nosotros, prosigue su obra
creadora la Revolución. Así que solo me
resta recordarles que en nosotros, ustedes, los trabajadores, tienen su
gobierno, y que nosotros siempre miraremos a los trabajadores como miramos a
los campesinos, como miramos a la juventud, como miramos a los niños que constituyen
la generación que vendrá después de nosotros, como el motivo de nuestro
esfuerzo, y por eso cuando hablo aquí me siento como quien habla en su propia
casa.
Confíen
en nosotros y llévenles un mensaje a los demás trabajadores de que el Gobierno
Revolucionario no retrocederá ante nada ni ante nadie (APLAUSOS PROLONGADOS),
que el Gobierno Revolucionario hará realidad las aspiraciones de los
trabajadores, que el Gobierno Revolucionario será siempre acreedor de esa
confianza y ese respaldo, y que el día de mañana los trabajadores cubanos, a
quienes les ha tocado vivir, luchar y poner sus manos en esta obra creadora, se
sentirán orgullosos cuando sus hijos vean los frutos del esfuerzo que todos
estamos haciendo hoy (APLAUSOS PROLONGADOS).
De ahí que sea importante crear esa conciencia de que el primer deber es
ayudar a su Revolución, no de aspirar uno, ¿quién se puede presentar aquí con
aspiraciones ni ambiciones?
Es
necesario que empecemos a transformarnos la mente para mediante un esfuerzo de
conciencia y opinión ir marchando por el camino que tenemos que marchar, dándonos
cuenta de que en el poder tiene la clase obrera su representación, que es el
poder de los campesinos, de los obreros, del pueblo, señores, de los que nos
necesitan, poder que tenemos que usar no para que pasen más hambre los que no
pueden ganar hoy un centavo, sino, primero que todo, para ayudar a esos
compatriotas, para ayudar después a los que están más mal, y así nos estaremos
ayudando todos, porque vendrá la era en que todos mejoremos; usar correctamente
este poder, porque dentro de esa aspiración caben todas las aspiraciones que se
muevan en el seno de los trabajadores, dentro de esa aspiración caben todos los
objetivos porque si este es el más correcto, apoyar ese esfuerzo es lo único
correcto, quien realmente se aparte de ese apoyo estará haciéndole un daño a su
clase, estará, o está poniéndole piedras a su pueblo en el momento más decisivo
de su historia, porque cuando los pueblos se lanzan audazmente a este esfuerzo
que está haciendo el pueblo cubano no tienen otra alternativa que el triunfo
más rotundo, o el fracaso más catastrófico.
Yo
soy el que creo en los triunfos y no en lo fracasos. Si creyera en fracasos no estaría aquí, y por
eso les hablo en la esperanza de que estas palabras sirvan para ir
concitándolos en el propósito de ir a llevar ese sentimiento a todos los
trabajadores y aquí podemos hablar entre nosotros, decir verdades que se pueden
decir dondequiera, porque son verdades que no se pueden negar.
Como
miembros del Gobierno Revolucionario, tenemos la obligación de actuar con el
máximo de ecuanimidad y de tacto, medir nuestras palabras para que no sirvan de
pretextos, de base a nuestros enemigos. Desde
el gobierno es preciso tener ese cuidado en cada una de las expresiones, y
aunque les he hablado en un círculo bastante íntimo, así habría podido hablarles
a todos los cubanos.
No
obstante que nuestra responsabilidad nos obliga a ir razonando todas las cosas
y emplear exclusivamente el análisis para explicar estas cuestiones, son
verdades que se apartan de todas las pasiones y que ustedes las comprenden. No podría venir a decirlas aquí quien tuviera
sobre sí la menor sospecha de defender algún interés egoísta, y las puedo decir
aquí, sencillamente, porque cuando digo que me importan un bledo todos los
intereses de los egoístas, estoy diciendo lo que siento y, además, porque veo
claro cuáles son estos problemas, veo claro cómo los resolvemos, veo claro que
en medio de esta batalla no podemos nosotros ponernos a disipar fuerzas con
erróneos criterios sobre estas realidades, y que el esfuerzo hay que hacerlo
valientemente sobre la base de que los trabajadores cuentan con un gobierno
pendiente de ellos, en el cual hay que confiar y que no da lo que no puede dar,
porque sería dar demagógicamente a costa de hundir a la nación, que hoy pide
sacrificios porque es la única fórmula para ayudar al pueblo, la única fórmula
mediante la cual podremos obtener un destino mejor.
No
es cuestión de pan para hoy y hambre para mañana. Si es posible, poco pan hoy para tener mucho
pan mañana. Poco pan para los que al
menos quieren algo y que será el único camino mediante el cual los que hoy
tienen poco mañana tendrán mucho; el único camino que ustedes, los
trabajadores, saben mejor que nadie, porque sin lo que ustedes producen nadie
estaría aquí calzado, ni vestido, ni alimentado. Si todos hoy pueden andar vestidos, es porque
alguien hizo toda esa ropa; si todos andan calzados, es porque alguien hizo
todos esos zapatos, y si no estamos famélicos —es decir, si estamos en pie—, es
porque alguien cultivó, porque alguien produjo los alimentos y, sin embargo,
trabaja solamente una parte pequeñísima de la población, un porcentaje ínfimo. ¿Qué sería de lo que podríamos disfrutar en
medios para satisfacer nuestras necesidades si duplicáramos nuestra población
trabajadora, si duplicáramos y triplicáramos nuestras fábricas, y no solo eso,
sino que las hiciéramos más técnicas, y produjeran más, y cada esfuerzo humano
se hiciera donde más rinda la nación? Entonces
tendríamos lo que hoy no tenemos, porque antes no se pensó como estamos
pensando hoy.
Hoy
viviríamos todos mejor si hace 30 años, 20 años, 10 años siquiera, pueblo y
gobierno hubiesen pensado como estamos pensando hoy; mas no lo tenemos, porque
lo que nos legaron fue demagogia, imprevisión e irresponsabilidad. Mas nosotros mismos podremos disfrutar de
esta obra, porque creo que con la capacidad mental del pueblo, con la riqueza
del país, nosotros podemos incrementar extraordinariamente nuestros recursos, y
es preciso ver y explicarse lo que disfrutamos hoy, donde 6 millones están
viviendo del trabajo de unos pocos.
Cómo
será el estándar de vida de todo el pueblo cuando dupliquemos nuestra fuerza de
trabajo, dupliquemos la técnica y la potencialidad de nuestras industrias. Entonces será la hora de hablar de muchos
aumentos y de rebaja en el esfuerzo, porque el esfuerzo debe rebajarse cuando
se está produciendo mucho y son muchos a producir; porque si trabaja vamos a
suponer un 20% de la población, y ese 20% de la población trabaja menos, ¿cual
sería la situación donde el doble de la población estuviera trabajando en
fábricas más productivas? Entonces
quizás hasta con cinco, con cuatro horas pudiéramos disfrutar de un estándar de
vida tres o cuatro veces mejor que hoy.
Debemos
pensar que la casa que vivimos alguien la edificó, que el pan que nos comemos
alguien lo amasó, que esos alimentos que se sirven en nuestra mesa diaria
alguien los sembró, y que solo el esfuerzo aumenta la riqueza, sobre el aumento
de los que trabajan; el aumento de la maquinaria y la técnica puede multiplicar
el estándar de vida de los pueblos, y al decir esto es como un resumen de
nuestra idea, y expreso el deseo de la necesidad de estas verdades, olvidando
el viejo criterio de intereses, de obreros y patronos, porque son intereses de
la nación.
Nosotros
estamos viendo estos problemas desde ángulos muy distintos y desde verdades muy
distintas, puesto que son verdades que se dicen con el solo propósito de
beneficio del pueblo y no en interés de nadie, porque nadie, además, se beneficiará
de estas verdades sino el pueblo, para que ustedes comprendan la necesidad de
erradicar lo viejo para establecer lo nuevo, y que la clase obrera se
responsabilice más con la obra revolucionaria que estamos haciendo en la
seguridad de que nadie velará por los intereses de los obreros más que
nosotros, y que todos aquellos planteamientos juntos que tiendan a mejorar en
cualquier orden la vida del obrero y los salarios de los que tienen hambre,
encontrará en nosotros toda la atención que, si a veces no es más pronta, se
debe sencillamente a las tantas ocupaciones que tenemos que atender, pero que
siempre que ha llegado a nosotros un problema de ustedes —como el problema de
los garajes, que estaban ganando 30 y 35 pesos— encontró eco inmediato en nosotros,
y han encontrado eco todas las demandas que son justas. Nosotros sabemos que hay muchas cosas por
resolver y queremos resolver, y que no solo son demandas económicas, sino de
tipo social y de otros detalles, que hay muchas.
No
quiere decir esto, ni mucho menos, renunciamiento de
los errores, de atender todas aquellas cosas que deban atenderse para mejorar
dentro de nuestras posibilidades las condiciones de los trabajadores. Nosotros, por otro lado, cuando estamos
haciendo escuelas son para ustedes, obras públicas son para ustedes, carreteras
son para ustedes (APLAUSOS). Y estamos haciendo
casas para ustedes, para que cada uno de ustedes pueda vivir en su propia casa,
para que el alquiler deje de ser alquiler, para convertirse en una alcancía,
para que puedan dejar de ser lo que es, aparte de todas las humillaciones del
desahucio y además de estar pagando veinte años un dinero que no se recupera
jamás. Cuando estamos sembrando es para
ustedes, porque ese arroz es para ustedes y podrán comer algo los que no tengan
trabajo y podrán disfrutar más.
Si
nosotros no tuviéramos la seguridad de que nuestro país es algo maravilloso y
que el futuro que tenemos es algo extraordinario, no valdría la pena el trabajo
que estamos realizando, ni invertiríamos horas en hablarles y explicarles todas
estas cuestiones; porque creemos eso es por lo que sentimos el entusiasmo que
tenemos, por lo que encontramos la energía que tenemos, no porque seamos más
fuertes que nadie, sino porque estamos ilusionados en todas las cosas que vemos
en el horizonte de la patria y porque creemos que vale la pena que
sacrifiquemos nuestro descanso para hacer un pueblo digno con un destino mejor,
para hacer algo de verdad positivo para nuestro pueblo.
Recordando
aquello de que los pueblos tienen el destino que se merecen, vamos a ver ahora
si los cubanos merecemos el destino que estamos aspirando, y lograrlo como lo
queremos lograr, no imponiéndolo, sino como obra de toda la nación; no como esfuerzo
de un grupo, sino esfuerzo de todo el pueblo, porque entiendo que las
revoluciones no se deben hacer, o intentar el esfuerzo de hacer, si no se
conciben como esfuerzo del pueblo.
Ustedes
tienen que sentirse partícipes de esta Revolución, partícipes del ejército que
tiene esta batalla por delante, y tienen que responsabilizarse cada día más con
esta tarea, tienen que aportar un esfuerzo mayor a esta tarea, y con nosotros
tienen que disponerse a llevar sin temores estas verdades al ánimo de sus
compañeros, sin temor, porque nadie debe albergar temor de decir estas verdades,
porque la verdad es que tenemos que preocuparnos por los que están sin trabajo primero,
y esta es una verdad irrebatible, y que aspirar a consumir la producción
nacional es conducirnos nosotros al desastre.
Estas
son las verdades que deben decir a todos sus compañeros en los centros de
trabajo, porque decir otra cosa, hacer ofrecimientos sería convertirse en
demagogos o politiqueros, y los politiqueros y los demagogos adónde no han
conducido el país, sino al desastre. Nosotros,
si sucumbimos, será con la verdad, y nadie podrá decirnos que sucumbimos con la
demagogia ni con la hipocresía, sino con la verdad (APLAUSOS PROLONGADOS).