DISCURSO
PRONUNCIADO POR EL DOCTOR FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO
REVOLUCIONARIO, EN LA SESION ALMUERZO DEL CLUB DE LEONES DE LA HABANA, EN EL
SALON CARIBE, DEL HOTEL HABANA HILTON, EL 14 DE FEBRERO DE 1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL
PRIMER MINISTRO)
Señor Presidente;
Señores dirigentes y señores miembros del
Club de Leones de La Habana:
Les decía el
Presidente que yo le había propuesto, más que un discurso, conversar con
ustedes y contestar todas las preguntas que estimasen pertinentes hacerme. Y voy a explicar por qué.
Yo puedo venir
aquí a hacer un discurso. Me han
invitado muy gentilmente y muy amablemente; no me han dicho de lo que tengo que
hablar. Puedo hablar de lo que a mí me
parezca, pero puede ser precisamente todo lo contrario de lo que les interese a
ustedes. Quieren conocer mi
opinión. ¿Pero mi opinión sobre qué? Yo les puedo hablar aquí de muchas cosas,
hasta de la era atómica y del futuro del mundo (RISAS); posiblemente haya
muchas cosas.
En ocasiones adivinamos
lo que le interesa a la opinión pública, las cuestiones más candentes, las
preocupaciones principales, es hasta un deber saberlas; pero creo que es más
leal, mucho más franca, mucho más útil, una comparecencia de esta índole cuando
todos y cada uno pueden plantear las cuestiones que les interese, y además, en
prenda de que venimos aquí sin demagogia de ninguna clase, sin teatralismos,
sin preparación incluso, a dar nuestras opiniones, como pudiéramos darlas
conversando en la calle, en la mesa, en cualquier punto.
Yo creo que debe
inaugurarse un nuevo estilo en la vida del país.
Aquí todo el
mundo sabe lo que hay que hacer, o por lo menos dicen que saben lo que hay que
hacer. Cuantas veces va usted por la
calle, se encuentra a alguien protestando de algo: esto es un abuso, esto es una
injusticia, esto es una inmoralidad; no debía hacerse así, debía hacerse de
otra manera. Y se encuentra a todo el
mundo opinando, porque da la casualidad —por suerte— de que, al revés de lo que
pasa en otros países, aquí todo el mundo opina (RISAS).
En otros pueblos
nadie habla de política ni nada, y hay un millón de inmoralidades. Y creo que es muy negativo para las
sociedades el que el pueblo no tenga opinión, el que la ciudadanía no hable de
sus problemas; porque viven soportando todo lo que pasa con una indiferencia
completa. Y yo les aseguro que de la
única manera en que no se supera un mal es por generación espontánea; tiene que
superarlos la ciudadanía, los males políticos, que son los más difíciles y los
más frecuentes, porque es que la historia de la sociedad es eso: una lucha tremenda
por lograr hacer cada vez más perfecta la sociedad, que es el instrumento
mediante el cual el ser humano puede vivir, y solamente a través de ella.
No somos como
las hormigas ni como las abejas, que ya tienen su problema resuelto; parece que
lo discutieron bien antes de empezar, se pusieron de acuerdo y lo han arreglado
todo, no tienen ni revoluciones, según tengo entendido (RISAS). Nosotros, que tenemos otras ventajas y otra vida
más espiritual, más elevada, tenemos problemas más complejos. Y si de esos problemas tan complejos no se
preocupa el hombre, que es un integrante de la sociedad, por resolverlos, pues
no se resuelven solos. Miren el trabajo
que pasamos por tratar de resolverlos y muchas veces no logramos resolverlos;
menos los resolveremos si no nos preocupamos por ellos. Y esa es una de las ventajas extraordinarias
del pueblo de Cuba.
Parecería un
halago al pueblo o una vanidad de nosotros decir que uno tiene que sentirse
orgulloso del pueblo de Cuba. Además,
hemos visto al pueblo peleando.
Es como a veces: usted ve a una
persona muy pacífica en un ómnibus, en una mesa y, de buenas a primeras, usted
ve que aquella persona pues tiene un debate, una lucha y se bate gallardamente,
heroicamente, brillantemente, y nos llena de asombro. Y ese es el pueblo de Cuba. Tranquilo estaba, aguantando, soportando;
vinieron, le implantaron esa cosa repugnante, absurda, ilógica, inmoral,
criminal, todo eso que fue aquel golpe militar sin razón y sin justificación;
no había ni una lógica para dar aquel golpe: que si anarquía, que si mal gobierno,
que si había muertos en la calle. La
cuestión es que aquello significó una cosa tan desastrosa, tan asquerosa...
¿Quién se pudo
alegrar aquel día? ¡Qué diferencia entre
el 10 de marzo y el primero de enero en la alegría del pueblo! (APLAUSOS.) Aquella tristeza y luego aquel
pesimismo de la nación. Y el pueblo, que
soportó aquello y que creyeron que lo iba a soportar, no lo que soportó, lo
sorprendieron: se
despertó con los tanques en la calle, todo había cambiado. Y parece que adivinaba la ciudadanía la
tragedia que aquello significaba, y aquel pueblo pues se dispuso a pelear.
Y lo hemos
visto. Es el caso que yo decía: el hombre que de
repente, el boxeador, que a lo mejor en su casa es un hombre muy pacífico, muy
tranquilo, pero cuando llegó al cuadrilátero resultó ser un pugilista
extraordinario, destruyó al enemigo. Ese
es el pueblo de Cuba. Lo hemos visto
peleando, y por eso es la admiración que ahora sentimos. Además, porque se ha comprobado todo lo que
pensábamos sobre los ciudadanos de este país, y ciudadanos sin distinción,
porque vamos a decirlo de una vez: ¡Aquí todo el mundo se ha portado bien! (APLAUSOS.) Hay que decir que todo el mundo
ha sido valiente, porque ha sido la regla.
Hombres
pacíficos que no se metían con nadie, que no se preocupaban de estas
cuestiones, han corrido riesgos, han escondido armas, han escondido a
revolucionarios, han desafiado la ira de los Ventura, de los Pilar García, han
dado dinero, han distribuido panfletos.
Todo el mundo ha hecho algo aquí, por lo menos la inmensa mayoría,
hombres de todas las clases, de todas las ideas, de todas las religiones, de
todos los criterios. Aquí era una cosa
unánime: había
que liquidar esa situación, y realmente ha sido unánime.
Tienen por esa
razón que sentirse todos los sectores del país satisfechos y todos los sectores
del país esperar cuando menos que lo que han hecho sirva de algo al país.
Yo decía que esa
era la cualidad de nuestro pueblo: un pueblo que se preocupa y un pueblo
que opina. Y por tanto, un pueblo donde
todo el mundo opina, es un pueblo que tiene miles de gobernantes, porque lo
curioso es que coinciden las opiniones.
No es como en la
pelota, que unos son almendaristas y otros son habanistas, o del Marianao o del
otro —no quiero que se ponga bravo nadie que sea de un club de pelota (RISAS)—; pero en política la verdad es que cuando alguien roba,
da lo mismo que sea de un partido o de otro, dicen: este es un ladrón. Y todo el mundo está de acuerdo, hasta los
que son del partido del que roba: este es un sinvergüenza y no debiera
estar ahí; porque mira, el otro es bueno y el otro también y todo el mundo es
bueno, pero ese es un ladrón. Es mi
opinión.
Hay un crimen y
todo el mundo protesta; hay un negocio turbio, hay una entrega, hay una
concesión onerosa que perjudica a la economía del país, hay una grosería y todo
el mundo está de acuerdo en que está mal hecho.
Y de todas las lacras y de todos los vicios tienen opinión hecha, porque
en política el cubano opina racionalmente.
No es como en deportes, en que la simpatía es caprichosa por completo;
en política la opinión pública no tiene caprichos.
Y les advierto
una cosa: había
una parte que opinaba y una parte que no opinaba. La parte que opinaba censuraba las cosas
unánimemente; la que no opinaba era el pesimismo y la indiferencia, porque no
creía en nada y tenía un concepto ya fatalista de los problemas de Cuba, de que
no se iban a resolver nunca, y, por tanto, eran indiferentes, no querían saber
ni oír hablar de eso; les molestaba.
Cada cual se dedicaba a su actividad, creía que eso era más honorable,
más honesto; trabajar por su familia, por sus hijos, su educación, y fuera de
eso no quería preocuparse de más nada, le repugnaban incluso los temas
políticos. Y la verdad que había motivos
para que la política repugnara aquí, señores; había que acabar ya con eso.
Yo me pregunto
por qué no puede administrarse la república como se administra, por ejemplo,
una organización como esta:
los hombres se reúnen, discuten decentemente, sin intereses
particulares, por el altruismo realizan sus acciones. Hay una atmósfera de decencia. Todo el mundo está contento. Es más: se han venido los ciudadanos a
refugiar en estas organizaciones (APLAUSOS).
Yo estoy seguro
de que con ese mismo espíritu de solidaridad humana, con esa sensibilidad con
que se han preocupado del dolor ajeno, con el deseo de superar dentro de lo
posible todos nuestros males, de aliviar el sufrimiento, hacen toda esta obra
altruista, elevar el nivel de cultura, que tienen los hombres que se han
agrupado en esta forma, desearían que fuera mucho más amplia esa obra,
desearían algo así como que fuera toda la república como un leonismo, que
hubiera esa fraternidad, esa decencia, esa honradez en todas las cosas.
Estoy seguro de
que si los honorables miembros de la dirección de este Club no fueran buenas
personas, no estarían ahí (APLAUSOS). De
donde resulta que en la república, en lo más importante que es el Estado, lo
más importante, el instrumento de la sociedad, o sea, la dirección de la
sociedad, pues llegan, están ahí aunque no quiera nadie, hacen horrores y se
quedan ahí, engañan a los demás, y lo que debiera funcionar mejor, que es el
Estado, es lo que peor funciona, con daño de todos nosotros, pero de todo el
mundo.
Porque yo les
voy a decir una cosa, y es que he visto a los cubanos cómo reaccionan, incluso
he visto a los hombres ricos reaccionar en contra de sus intereses, no importarles
si va a haber una ley revolucionaria que disminuya en algo sus ganancias. Les preocupa más que se viva con decencia en
el país; hasta ganar un poco menos, pero que eso que tiene que dar se le dé a
otro, no que se lo roben unos sinvergüenzas, señores
(APLAUSOS).
He visto cómo
suele ser la generalidad del cubano: una bondad, una generosidad, por las
buenas lo ofrecen todo y lo dan todo.
Pero sí lo he
visto, delante de mis ojos he visto ciertos actos altruistas, y sé que no son
la excepción, que son la generalidad.
Y esos hombres
que han estado dispuestos a dar para la Revolución miles de pesos —y los dan—,
y para 20 obras, cuando les roban cinco pesos se sienten desgraciados. Y es que, precisamente, la condición humana
repele lo indigno, lo inmoral, lo que es el robo, el atraco, la explotación, y
siente, cuando hace uso de su libertad, de sus derechos, esa satisfacción que
vale más que todo el dinero del mundo.
Y es lo que yo
digo: una familia donde cada cual tiene
un automóvil, un cuarto, 20 pisos la casa —porque son muy ricos—, y todo es de
oro y plata, y tienen abundancia de todo allí, muchas veces cuando hay más de
la cuenta nadie disfruta de lo que tiene.
Yo lo he visto:
en la Sierra Maestra nos comíamos cualquier cosa y estábamos
encantados y, después, cuando abunda la comida, no apreciamos el valor que
tiene.
Pero si en
aquella casa donde hay mucha riqueza uno está peleando con el otro, el otro
está insultando a aquel, unos les están cogiendo las cosas a los otros, allí no
hay felicidad. Puede haber una familia
no con 10 máquinas, con dos y una casa más pequeña, que se sienta mucho más
feliz porque hay orden en aquella casa.
La felicidad no
la hace el dinero, y es así positivamente, y los hombres que tienen un sentido
espiritual de la vida y tienen una concepción filosófica lo saben. Otros ingredientes son los que hacen felices
a la familia: el
cariño, la tranquilidad, la paz, la seguridad, el respeto, una tradición, un
sentimiento, y lo esencial para vivir sin tener que depender de nadie. Esas cosas son las que hacen feliz a la
familia y al ser humano.
El desorden que
había en esta república no podía hacer feliz a nadie, ni a ricos, ni a pobres,
ni a nadie. Por eso era unánime aquí la
oposición, y ha sido por eso tan unánime la alegría de todo el pueblo; por eso
tiene todo el pueblo.
Es lo que yo
digo: el caso
del contribuyente. Aquí todo el mundo
trataba de no pagar los impuestos. ¡Pero
con razón, señores!, hay que decirlo. Se
lo robaban, en primer lugar, y, en segundo lugar, aunque los pagara de acuerdo
con la Ley, venía un inspector y tenía que darle usted todo. Usted vivía temblando. Se vivía aquí no bajo una dictadura, ¡veinte
dictaduras!, señores —hay que decirlo— y no en esta época, ¡en las otras
también! (APLAUSOS.)
Ese era el caso: usted le tenía
miedo al policía, porque iba a comprar allí y no le iba a pagar. Además, iba por la calle y podía correr el
riesgo de que se metieran con su señora, con su hija, con su novia. Y a usted, bueno, si protestaba, le daban un
toletazo —que era lo que daban, ¿no?; vamos a decirle como se llamaba: un toletazo—, o un
empujón y lo llevaban para una estación de policía. Nadie vivía seguro. El que vivía en un lugar y tenía un negocio
procuraba no pelearse con el jefe de la estación de policía, porque se acababa
el mundo ya para aquel hombre. Aquel era
el señor y el amo del lugar: el jefe de
estación, el sargento jefe de puesto, el capitán, con esas normas y costumbres
establecidas en que venían a pedir en Nochebuena, el 4 de septiembre, el 10 de
marzo; en todas las fechas estaban pidiendo, estaban pidiendo todos los días
del año (APLAUSOS).
Y el inspector
igual. Daba lo mismo que fuera de
hacienda, de salubridad, de comercio, de extranjeros, porque, esto era una
plaga de inspectores. Todos los
departamentos tenían inspectores y todos eran unos señores que no dejaban vivir
en paz a nadie (APLAUSOS). Si resultaba
bueno, era cuestión de suerte, ¿no?; pero el susto lo pasaba de todas maneras
el que le venía un inspector por allí por la casa.
Así que ¿en
detrimento de quién? De todo el mundo.
El dinero que no
se invertía trajo como consecuencia tanto analfabetismo, tanta enfermedad,
tanta pobreza, tanto bohío, tanto piso de tierra, tanto espectáculo deprimente
como se ven en la república.
La Habana es muy
bonita porque se han preocupado incluso de hacer algunas cosas por La Habana,
fastuosas sobre todo; y, además, porque es la capital centro principal de la
economía del país y prospera. Y nos
hemos librado en la capital de ciertos espectáculos que, sin embargo, son
permanentes: esa
pobreza de las ciudades y de los pueblos del campo, unido a esa bondad y a esa
resignación de los campesinos y del pueblo en general.
Yo digo que no
debiera haber un solo bohío de guano, no debiera haber una sola familia
hacinada (APLAUSOS).
Quedan todavía
los solares en la propia Habana, aunque no se vean; pero se pueden
descubrir. Allí viven las familias
hacinadas: 10 y
12 en un cuarto de 10 pesos. Imposible
que se pueda desenvolver una vida moral allí, decente, por muy buenas que sean
las condiciones naturales de esa familia, en aquella promiscuidad: falta de higiene
moral y de higiene material, deprimente en todos los órdenes. Y así viven miles y cientos de miles.
Pero sí hubiera
sido posible resolver esos problemas, de eso estamos seguros. Hay nada más que hacer un cálculo matemático: calcular el dinero
que le han saqueado a esta república.
Habría suficiente dinero para que cada ciudadano tuviera una casa
aquí. Pero seguro: campesinos, obreros, y escuelas y
hospitales. Además, se habría
desarrollado. Todo el mundo está de
acuerdo, porque es verdad, en que este es uno de los países más ricos del
mundo. Pocas veces se ha reunido en un
espacio geográfico del mundo una tierra tan rica y un pueblo tan rico como
este, en inteligencia y en cualidades.
Sin embargo,
¿qué es lo que nos pasa a nosotros? ¿Qué
mala suerte es la que tenemos nosotros que, desde que llegaron aquí los
descubridores e implantaron la primera bandera y, por la fuerza, subyugaron al
primer indio, hasta ahora, hemos estado viviendo bajo la fuerza, el vicio, la
explotación, una cosa insoportable, que ha hecho que —ya les digo— este milagro que es Cuba
—milagro de riqueza y milagro de pueblo— se haya frustrado?
Y por eso ha
hecho lo que ha hecho el pueblo de Cuba hoy.
Si no fuera este pueblo así, tengan la seguridad de que tendríamos
dictadura por 30 años. Y después de
este, el hijo y el nieto, como decían ellos (APLAUSOS); “guatacas” y
confidentes había aquí suficientes para 30 ó 40 años (RISAS). Y no eran muchos, pero eran suficientes. Porque para implantar una dictadura basta el
control. Incluso a miles de soldados los
mandaban aquí unos cuantos generales y unos cuantos oficiales, y tenían allí a
aquella gente engañada, cuadrados todo el día.
Les habían prohibido pensar, incluso.
Y aquella gente, acostumbrada a eso, no pensaba. ¿Prohibido pensar? Pues prohibido pensar: ¡no pensaban! Y mataban y hacían horrores.
Es fácil
mantener al pueblo bajo el terror en estas condiciones. No será fácil de ahora en adelante, porque
vamos a hacer las cosas de manera que nadie aquí pueda ser dictador
(APLAUSOS). Cuando el pueblo esté bien
organizado y tenga una conciencia clara y el soldado sepa lo que es y para lo
que está allí; y no solo sepa, sino que sepa también que si no hace lo que debe
hacer el pueblo va a acabar con él. Y que
el pueblo sepa defenderse.
Yo soy de los
que digo que Servicio Militar Obligatorio no, porque no hay derecho a agarrar a
un hombre y por la fuerza ponerle un uniforme, un casco, un fusil y ponerlo a
marchar; pero sí el entrenamiento, lo más posible, de la juventud y del pueblo
para que no haya una pandilla armada y entrenada y que sabe tirar, frente a un
pueblo inerme, que no tiene manera de defenderse y sin armas ni nada
(APLAUSOS).
El equilibrio no
hay que buscarlo siquiera en las leyes.
Hemos visto que las leyes, cuando no reúnen otras cosas para hacerlas
posible, no valen de nada:
las más bonitas, la Constitución, los derechos, la libertad, no
valen de nada. El equilibrio hay que
buscarlo en los hechos, y en la realidad que hay que buscar el equilibrio, es
en el pueblo. Frente a la fuerza que se
pueda alzar un día con las armas; que no se va a alzar porque va a estar bien
enseñada, ¿no? Pero, además, si no aprendiera
todo lo que se le ha enseñado ni las lecciones de la historia, sepa a qué
atenerse: que
tiene un pueblo donde los hombres están muy conscientes de sus derechos y saben
defenderse.
Debe enseñarse a
la juventud el manejo de las armas, precisamente para que no tengan que usarlas
nunca. Porque si no la enseñan, hay que
usarlas, como las tuvimos que usar nosotros.
No nos enseñaron nada y por eso tuvimos que usarlas. ¡Ah!, si le hubieran dado entrenamiento a la
juventud, al pueblo, a todo el mundo, no hay quien se hubiera atrevido a hacer
lo que hizo. Se hubiera sabido esto sin
que costara tan cara la lección, ni hubiera tantas viudas y tantas víctimas.
Y tenemos que
hacer las cosas para que haya un verdadero equilibrio de fuerza, no solo en la
educación, en el ejemplo, en la ley, que vale mucho; no solo en la conciencia
del pueblo, sino en la preparación del pueblo.
Y yo les digo a
ustedes que fue un factor muy importante para mantener subyugado al pueblo de
Cuba, el hecho de que aquí todo el mundo fuera un pacífico ciudadano, que no
tuviera noción de cómo se ponía una zancadilla a un soldado en la calle. ¿Se dan cuenta? Es que no sabía, era una indefensión total,
sin armas y sin entrenamiento, contra tanques, contra aviones, contra cañones,
contra ametralladoras. Y cada día era un
desfile, un desfile, ¿para qué? Para
tenernos aquí cada día más oprimidos.
Mientras más crecía la rebeldía, más armas traían y más se registraba
cada casa para que nadie se armara.
Entonces era la pandilla armada frente al pueblo inerme e indefenso.
Hay que buscar
el equilibrio en la realidad, no solo en la teoría, no solo en las leyes, no
solo en las doctrinas que hay que inculcarles a los soldados. Hay que educar a todos los soldados en lo que
tienen que hacer; pero, además, tienen que saber que si se sublevan un día —la
próxima aquí, que no va a haber próxima—, lo que les corresponde es eso. Nadie, nadie, puede llevar a una masa a una
posición suicida. Si el ejército hubiera
sabido a lo que lo estaba llevando Batista, no va. Porque hay que ver los militares cómo se
sienten de deprimidos en este momento.
¿Por qué? Porque los han llevado
a un suicidio de la institución. Si lo
hubieran sabido, ¡ah!, si lo hubieran sabido, no hay 10 de marzo, fusilan a
Batista el día que entró en Columbia: este lo que es un
loco, un ambicioso y lo que va a crear aquí es la destrucción de todos
nosotros, y lo fusilan. ¡Ah!, ¿no lo
fusilaron? Ahí tienen las consecuencias.
Y lo que hay que
hacer es demostrarles ahora a los institutos armados del pueblo que el que haga
lo que hizo Batista hay que fusilarlo, sencillamente (APLAUSOS).
Así que yo creo
que me he extendido más de la cuenta en esta introducción (APLAUSOS Y
EXCLAMACIONES DE: “¡No!”).
____________.- Comandante Fidel Castro, yo quisiera que
antes de que usted iniciara las respuestas, todos puestos de pie, dedicáramos
un minuto a todos esos combatientes, a todos los civiles, que murieron por esta
causa y por ayudar a que Cuba hoy pueda sentirse libre.
(SE GUARDA UN
MINUTO DE SILENCIO.)
Muchísimas
gracias.
____________.- Continúe, Comandante Fidel.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Yo tengo entendido que aquí están las cámaras
de televisión y me imagino que tengan el tiempo limitado, y hay programas. Y lo mejor es que yo...
____________.- Doctor Fidel Castro, las cámaras de
televisión del Canal 12, Escuela de Televisión, están a la disposición de usted
todo el tiempo que quiera (APLAUSOS).
Aquí no hay límite para usted porque a usted hay que rendirle
honores. Así que las cámaras del Canal
12, Escuela de Televisión, en el sentir de la empresa, le puedo decir que están
a la disposición de usted todas las horas que sean necesarias.
____________.- ¡Y los Leones igual! Nos sentimos deseosos de oírlo, Comandante
Fidel Castro.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Yo les doy las gracias y tengan la seguridad
de que esas cámaras no se van a utilizar para hacer política, ni para hacer
demagogia, ni para tomarle el pelo a nadie aquí, sino para tratar todos... Porque no se vayan a creer que alguien aquí
tiene que saber más que los demás, ni mucho menos imaginarse que nosotros somos
infalibles. Y creo que el que más sabe
de todos los hombres fue aquel que dijo:
“Sólo sé que no
sé nada”, porque ese sabía algo (RISAS).
Y vamos a empezar por admitir esa gran verdad.
No existe
propiamente la especialidad del hombre público ni del hombre de Estado. Es al revés de lo que pasa en las demás
actividades profesionales. A nadie se le
ocurriría llevar al hijo para que se lo operara un aprendiz de medicina, un
alumno de primer año. Seguro seguro que
nadie se lo lleva. Se lo llevan a un
médico y que le tengan confianza. Y el
que va a hacer una casa, un edificio de apartamentos —el Hilton este, por
ejemplo, que es una obra fantástica—...
(DEL PÚBLICO LE
DICEN ALGO.)
Ya me siento
casi casi medio sobornado porque me han ofrecido un salón ahí. Pero si tengo que hablar un día contra el
Hilton, hablo contra el Hilton (RISAS Y APLAUSOS). Me han ofrecido muy gentilmente una
habitación, y yo que no tengo casa pues la uso. No es para mí, porque esa es del pueblo; está
llena todo el día y yo no hago más que trabajar en
ella.
Decía que este
hotel seguro que lo hizo un arquitecto y de experiencia, y un ingeniero de
experiencia, y no se les habría ocurrido llamar para que lo hiciera a un
albañil que no tuviera otros conocimientos que el de colocar los ladrillos;
llamaron a un experto. Y así en todas
las actividades.
Sin embargo, hay
una función mucho más difícil, que es la función de gobernar, y aquí nos
encontramos con que cualquier “ñame con corbata” se postula para senador
(APLAUSOS); quiere arreglar la República un señor que no sabe nada de
nada. Entonces lo más grave, el problema
de todos nosotros, se lo ponemos a cualquiera en la mano.
Y después, es
que no existe la especialidad del gobierno, y ninguno de nosotros ha sido nunca
gobernante, ni ministro, ni jefe de nada, por lo tanto, calculen ustedes que es
muy grande la responsabilidad y el riesgo que tenemos de equivocarnos, y es muy
importante que tengamos esa idea. Porque
esto tiene un remedio, ¿saben? El
remedio para no equivocarse es que nos equivoquemos todos, o acertemos todos,
¿verdad? Porque nadie tiene derecho a
venir a ponernos a nosotros toda la responsabilidad y las culpas también. Y todos tendremos los méritos por los
aciertos y la responsabilidad por los errores que la tengamos todos. Y de eso precisamente se estaba tratando.
Ustedes
encontrarán en nosotros, en todos nosotros, muy especialmente en mí por
sentirme con bastante responsabilidad en esta situación, que estamos llenos de
buena voluntad, ¡llenos de buena voluntad!
Ya por lo menos hay algo que no había.
Buena voluntad
no significa que usted quiera ser honrado y no robar. Buena voluntad significa no ser un
caprichoso, no ser un vanidoso, no ser un cabeciduro que no oiga a nadie,
porque usted puede ser un hombre muy honrado, pero no oír a nadie; ya está
mal. Puede ser un vanidoso, un
orgulloso, y si le critican algo llenarse de amor propio y querer aplastar al
que le hace una crítica. Puede ser un
cabeciduro, un hombre que ha cometido un error y por amor propio no retrocede,
no rectifica. Por buena voluntad hay que
entender todas las demás cosas, y una gran resignación para saber aquello que
le decía Martí a Máximo Gómez que “a cambio de esto le ofrezco el placer del
sacrificio y la ingratitud probable de los hombres”, convencidos aquí de que no
hay que luchar ni siquiera porque le reconozcan a uno lo que haga; porque al
fin y al cabo, bueno, si a uno lo reconocen muy bien, pero no se va a luchar
por eso. Hay que luchar por una
vocación, por un deseo de hacer el bien, sin esperar recompensas de ninguna
clase, ni morales ni materiales.
Claro que las
recompensas morales estimulan, señores, eso es indiscutible, que cuando lo
tratan bien a uno, uno quiere tratar bien al que lo trata bien. Cuando a uno le hacen un regalo el día del
cumpleaños, no halla qué hacer para regalar otro al que le hizo un regalo el
día de su cumpleaños también. Así somos
los hombres, ¿verdad?, y cuando se reciben muestras de simpatía se siente
también la necesidad de reciprocar esa simpatía. Pero que hay que actuar con el convencimiento
de que no debe esperarse ni recompensa material ni recompensa moral.
Hay quien dice
que lucha por la gloria. Y a mí me han
dicho: este
lucha por la gloria. Pero yo digo: “¡No, señor, yo no
lucho por la gloria!”, porque al fin y al cabo esa es una vanidad también. Martí, que era el más extraordinario de todos
los cubanos, dijo que toda la gloria del mundo cabía en un grano de maíz. Y dijo una gran verdad. Posiblemente nadie se acuerde de la gloria
que adquirieron los antepasados de nosotros en los miles de años que tiene la
humanidad. La historia es reciente, en
2 000, 3 000, confusa y, para peor suerte, hasta muchas veces
falsa. ¡Dios sabe a cuánta gente tenemos
por grandes señores y eran unos perfectos sinvergüenzas! (RISAS Y APLAUSOS.) Y hoy vemos historias de
héroes anónimos, de hombres llenos de virtudes, que nadie las conoce.
O sea, ¿que se
lucha por qué? Por un instinto, por un
deseo de hacer el bien, por una vocación; porque ese es el destino de los
hombres y del ser humano:
luchar por superarse, luchar por algo superior, grande; no
resignarse a vivir tal como venimos al mundo, tal como encontramos hechas las
cosas.
Con ese
propósito puede ser que acertemos. No es
ni siquiera completamente seguro.
Además, es difícil, porque aun cuando existe un criterio bastante
unánime, no siempre será unánime. Hay
que empezar por saber que la medida aplaudida por 99 hay alguno que la está
criticando, bien sea porque en alguna manera lo perjudicó o creyó fanáticamente
que no debía ser así y que todos estaban equivocados, menos él.
Habrá medidas
más discutidas, puede haberlas, situaciones de todas clases, y de todas formas
es difícil; pero se puede acertar sobre todo cuando se oye al pueblo, que yo
les aseguro que tiene tanto derecho a ser senador como el otro, tiene tanto
derecho a opinar sobre las cosas de Cuba como el otro. Y les aseguro que si al pueblo se le hubiera
oído, Cuba estaría distinta por completo, porque lo que ha pasado aquí es que
no han oído al pueblo nunca. Ha sido una
cosa insoportable; los políticos han hecho su antojo en la forma en que les ha
parecido mejor, no les han hecho caso ni a la crítica, ni a la opinión pública,
ni a nada. ¿Que están robando?, y lo
dice un periódico, dos periódicos y tres periódicos, y todo el mundo el lunes y
lo repite el martes y lo repite el jueves, y hay un mitin, y pasa un mes y
pasan dos y sigue el mismo individuo robando, no le hacen caso al pueblo. ¿Que están haciendo negocios? ¿Que esta es una inmoralidad? ¿Que el juego? ¿Que el vicio? ¿Que el crimen? No se le presta atención al pueblo, no se le
hace caso: ¡un
cero a la izquierda!
Si se le hubiera
hecho caso al pueblo... Porque el pueblo
es el único desinteresado, o al menos su interés está repartido entre millones,
hay un interés en lo que les toca, la parte que les toca de las medidas que
sean de beneficio para todos, y el pueblo cuando da una opinión la da
desinteresadamente, no pertenece en realidad a ningún partido, pertenece solo a
la sociedad, y al pueblo, que vive de su trabajo, pues no le interesan las
botellas, ni le interesan los negocios sucios, ni que pongan una carretera por
aquí, o sea, comprar una finca primero para poner una carretera después, y
todas esas cosas que pasan en el país.
¿Qué le importa al hombre que trabaja 10 horas, señores, el obtener eso? Que vive, que se va a su casa, que lo que
quiere es paz y vivir en esa paz con la satisfacción de saber que los otros
viven también en paz; porque uno no puede vivir en paz cuando sabe que los
otros no la tienen.
Es posible, y le
tiene que pasar a la mayor parte de los hombres, que no pueda sentirse
satisfecho comiendo él sabiendo que los otros no comen. Quizás si no los ve, pues dicen que el que no
ve no padece o algo de eso; pero yo estoy seguro de que en un lugar donde haya
100 hombres en un parque y lleven tres días sin comer, no hay quien se pueda
comer un bistec en público, ¿verdad? Lo
que tenemos es que ver, desde luego, a los que no están comiendo; abrir las
persianas, abrir las puertas, porque, aunque no los veamos, hay gente que está
sin comerse ese bistec también.
Pero bueno, lo
que quiero decir es que el pueblo piensa muy desinteresadamente, y por eso
acierta, porque no lo mueve ninguna pasión, no lo mueve ningún interés. Y el pueblo es el que tiene aquí que trazar
las pautas.
Lo que está
haciendo el gobierno provisional ahora, lo que yo observo que está haciendo el
gobierno provisional... Porque quiero que
conste que yo no soy el gobierno, y eso es muy necesario que lo tengan
presente, y yo tengo mucho interés en que se tenga presente que yo no
intervengo absolutamente para nada, nada más que en las tareas que me han
asignado y algunas que me he buscado además yo; una, porque quiero hacer algo
más que ir de vez en cuando a los campamentos y tener que ver con cuestiones
militares, porque yo soy civil y me preocupan veinte cosas relacionadas con el
pueblo, y tengo la idea en la educación de que hay que hacer grandes centros,
verdaderos centros de enseñanza en el país, para que sea un verdadero proceso
(APLAUSOS). Y como es cuestión de
trabajar, y aquí el querer trabajar no es malo, pues hay otras actividades a
las que les estoy prestando alguna atención, pero son limitadas.
Observo, sin
embargo, en los ministros del gobierno, la preocupación de prestar oídos a la
opinión pública y atender todos aquellos males que son tradicionales; y
hacerlo, desde luego, sin compromisos, porque si algún gobierno ha asumido el
poder sin compromisos con grupos ni con nadie es este.
Ha sido tal la
idea de que hemos estado impregnados nosotros de que hay que servir
exclusivamente al pueblo, que a veces yo he tenido la preocupación de si no
hemos sido excesivamente olvidadizos con hombres que han estado luchando hace
tiempo y que hasta ahora no hemos pensado cómo está, si está en la calle, si
está pasando hambre. Y es la idea esa
pura que tiene uno de que aquí no es cuestión de cargos, sino del que tenga
capacidad y no premiar a nadie. Con ese
criterio se está trabajando, y es lo que sinceramente observo en todos los
ministros. Eso es una gran cosa, es algo
formidable, porque con esa disposición es imposible que se fracase.
Una de las
características que tiene esta Revolución...
Yo estaba oyendo al Presidente de los Leones hablar de otras
revoluciones, de la Revolución Francesa, y cuando pasamos la vista a otras
revoluciones, encontramos qué difícil es lograr la paz después de una
revolución. El milagro que se ha
producido en Cuba en eso es asombroso: no hay policías por las calles, no hay
policías Y sin embargo, hay una paz completa.
Parece que se va a desenvolver el proceso revolucionario sin nuevas
convulsiones. Y casi todas las
revoluciones están llenas de convulsiones y esta se desenvuelve con una paz que
es extraordinaria, de tal modo que hemos pensado que se puede estar hasta sin
policías (RISAS). No diré que
completamente sin policías, pero sin policías en las calles.
Antes no era más
que policías por dondequiera, ¡hasta en la sopa se aparecía un policía! (APLAUSOS.) Y ahora, pues vamos a hacer todo lo
contrario. El tránsito lo van a cuidar
los boyscouts (APLAUSOS). Por eso, en distintas capitales, en los días
de revoluciones, han aparecido los boyscouts y han
cuidado el tránsito perfectamente.
Entonces cuando ya se normaliza traen al policía. Bueno, ¿por qué no dejamos a los boyscouts, y eliminamos a los policías? (APLAUSOS.)
Naturalmente que
la medida hay que hacerla de una manera práctica. Si usted no selecciona los boyscouts, se encuentra que esos muchachos están en la
escuela, y si usted los trae a las 10:00 de la mañana para llevarlos a la 1:00
de la tarde, pues pierden el almuerzo, las familias se preocupan, pierden la
escuela. Vamos entonces a escoger precisamente
los boyscouts que vamos a dedicar a estos servicios
entre los más pobres, muchachos que no tienen una alimentación buena asegurada
en su casa, ni la ropa; entonces traerlos a escuelas donde estén residiendo,
trasladarles las clases a las residencias donde vayan a estar acuartelados los boyscouts. Muchachos
de 12 años. Allí se ponen sus escuelas
con buena comida —como la que necesita el niño—, educación, preparación; 2 000
muchachos, que los hay a montones —creo que hay 20 000 ó 30 000, todos los que
se quieran—, se les da una buena educación, y entonces ellos que realicen las
funciones del tránsito, que las pueden hacer.
El pueblo los
respetará, porque se conmoverá de ver a aquellos niños haciendo aquella tarea,
y entonces los boyscouts ayudarán a pasar a las damas
(APLAUSOS); en vez de piropearlas como hace el policía y llevarlas a empujones,
se encargará de ayudarlas a pasar la calle.
Y también pues los turistas que vengan a Cuba podrán decir: bueno, Cuba es la
única capital del mundo adonde deben ir los turistas porque allí no hay
policías. Está garantizada la paz porque
no hay policías, está garantizado el respeto porque no hay policías. Y casi pudiéramos decir: no hay delitos, porque hay boyscouts.
Claro que yo me
refiero —y es justo señalarlo—, por una cuestión de justicia debo hacer la
aclaración de que no todos los policías son iguales. Pero están tan desprestigiados todos estos
institutos que ha sido una desgracia ser policía o policía honrado, porque han
tenido que sufrir las consecuencias. Hay
algunos, ¡algunos!, que no compran gratis en la esquina, que pagan el tabaco,
que no cobran el tanto por ciento en los negocios del juego y todo eso. Hay algunos, porque ha sido tanta la
corrupción que estaban echados a perder aquí casi todos, por excepción había
uno honrado, es la realidad.
Y entonces yo
creo que mejore extraordinariamente el ambiente, la opinión que va a haber de
la capital, y el turismo, una cosa tan necesaria —porque trae divisas y porque
en todos los órdenes beneficia a la economía del país—, y una de las industrias
a desarrollar aquí, pues ganará también; pero ganará la moral pública, ganará
el joven que se sentirá responsabilizado con una función social importante.
Y entonces de
ahí, de esos cuerpos de boyscouts —que se pueden
organizar miles en toda la isla para que hagan lo mismo en todas las capitales
de Cuba—, será la reserva del ejército, y en vez de meterse en el ejército el
más haragán —porque pasaba mucho eso: se
metía el más haragán a soldado, el que no quería trabajar de ninguna manera—,
tendrá que ser en el futuro el hombre que trabaje, ¡el hombre que trabaje!, el
hombre respetuoso, el hombre con un sentido...
Porque óiganme, señores, ponerle un fusil en la mano a cualquiera es
algo muy serio; que la vida de los ciudadanos dependa de cualquier individuo
arrebatado, “hombrosiano” de estos, que se incomodan de cualquier cosa y le
entran a tiros a cualquiera, sobre todo cuando no les pasa nada como ha sido
hasta ahora; que la vida de los hijos de ustedes, de las esposas, de las madres
ha estado a merced de que se le escape un tiro a un hombre con un fusil por la
calle.
¿Qué hace un
soldado con un revólver 45 y un fusil por la calle, metiéndole miedo a todo el
mundo? Hasta por un tiro
escapado... (APLAUSOS.) ¿Qué es eso?
¿Estamos en África o estamos en un país civilizado? ¿Es que somos salvajes? ¿Hay que vivir aquí bajo la culata, bajo la
ametralladora, o somos un país civilizado?
¿Y si somos un país civilizado, para qué tienen que andar los fusiles en
la calle? ¿O es que los delincuentes son
tan poderosos que necesitan tanta arma? No
señor, si aquí cuando se acabe la inmoralidad por arriba y el robo por arriba,
el pueblo mismo capturará a los delincuentes en la calle (APLAUSOS).
Una cosa que
pasaba en el campo: el
bandolero no huía en el campo, todo el mundo lo ayudaba. Y, ¿por qué?
Porque como el pueblo tiene sentido de la justicia, decía: pero, bueno, este
es un infeliz; el ladrón de verdad es el capitán tal que roba tanto y el otro,
y el verdadero bandolero aquí es el que lo está persiguiendo, señor. Y el pueblo con sentido de la justicia
ocultaba al perseguido del agente de la autoridad. Porque es que realmente se habían convertido
en bandoleros los agentes de la autoridad.
Esa es una cosa que la sabe todo el mundo. No hay miedo de decirlo, no. No hay.
No lo había antes y menos hay ahora.
Aunque haya sus
excepciones. Y lo digo porque la hay, y
es justo que lo diga: hay
excepciones. Pero para que se quede bien
grabado en la mente de todos hay que decir la verdad, y hay que llamar las
cosas por su nombre. Y entonces no había
colaboración.
¿Por qué a un
infeliz que se robaba una gallina lo iban a meter seis meses en la cárcel, y
los multimillonarios no tenían problema?
Habían saqueado todo lo que habían saqueado y eran unos grandes
señores. Yo voy a decir que todos
tenemos la culpa, porque también en los clubes de aquí y en los lugares
honorables, se recibía a esa gente como si fueran unos personajes (APLAUSOS).
El ejemplo
estaba ahí. Eso era lo que teníamos que
aprender nosotros, la juventud: le iba bien al pícaro. Aquí ya casi hasta la familia le aconsejaba a
cualquiera que tenía que agarrar una “botella”, y que
el hijo era un bobo si no lo hacía así.
La inmoralidad había filtrado todas las instituciones sociales, hasta la
más seria, los padres no se preocupaban de orientar a los muchachos
políticamente, no se encargaban de condenar lo inmoral, y todo lo que se veía
eran malos ejemplos.
Es
extraordinario lo que la juventud cubana ha hecho, acostumbrada a ver lo que ha
estado viendo. Ustedes no saben el poder
del ejemplo. Yo se lo puedo decir en el
caso de lo que he visto en estos dos años: la tendencia en mucha gente —gente
buena— que tan pronto se ponían un revólver ya iban y actuaban con los modales,
el mismo estilo, se paraban igualito, hacían lo mismo que hacían los guardias
rurales, porque en su mente tenían al hombre con un revólver que tenía que
hacer todo aquello.
Les advierto que
ahora mismo hemos tenido que pasar por la amargura de tener que presenciar la
primera barbaridad cometida por un agente de la autoridad. Y tengo entendido —porque todas las
apariencias lo indican, aunque no lo he comprobado completamente, pero eso se
va a comprobar— que se ha cometido el primer asesinato. Quiero que lo sepan.
Calcularán
ustedes la reacción que eso me produjo a mí.
Inmediatamente me comuniqué con la familia, y personalmente voy a
investigar eso, porque es que lo voy a investigar por muchas cosas que tenga
que hacer, porque no dejo pasar el primero.
Aquí hay que pelear en la primera trinchera (APLAUSOS PROLONGADOS). Si dejamos pasar una, por ahí se filtran
todas las demás, ¡y la primera no se puede dejar pasar, señores! (APLAUSOS.)
Tuve que pasar
por el dolor de ver a una familia y decirle lo que le había pasado al ser
querido. Independientemente de lo que
haya sido, aunque creo que era una persona honorable. Tengo entendido eso, aunque no quiero dar
palabra definitiva sobre esto hasta que no tenga todos los informes, ni decir
en un sentido o en otro. Pero sí hay una
realidad: todo
parece indicar que fue detenido y después fue asesinado. ¡Lo que no se le puede hacer ni al peor
traidor!
Porque si
nosotros en dos años y un mes de guerra ¡jamás matamos un prisionero, jamás
golpeamos siquiera al peor traidor!, ¿por qué va a venir nadie en la paz a
hacer semejante cosa, quien sea el individuo detenido? (APLAUSOS.)
Y la reacción
primera fue de indignación. Tengo
esperanzas de que no haya sido ninguno de los hombres que vio cómo se luchó,
cómo luchó el Ejército Rebelde. Tengo
esperanzas de que no sea ningún miembro del Ejército Rebelde, porque el dolor
sería mucho más grande. Tengo la
esperanza de que sea cualquier delincuente, asesino de estos, que ha
aprovechado la oportunidad para agarrar un arma. ¡Y que nosotros se la vamos a quitar de
verdad! (APLAUSOS.)
Y en
consecuencia, tengan la seguridad de que por pertenecer al fuero militar, todo
el que tenga un fusil aquí va a parar a un consejo de guerra y va a ser
sancionado severamente. Ya por los
delitos posteriores a la Revolución la pena de muerte debe quedar abolida,
ajustarse a la Constitución de la República.
¡Pero está la cárcel, y la cárcel es un castigo muy serio! (APLAUSOS.) Por lo tanto, ese caso, que es el primero, muy
lamentable, será castigado. Es lo que
tiene que hacer el Estado. No podemos
impedir que siempre haya una excepción.
Tengo la satisfacción de decir que en toda la guerra, que duró dos años
y un mes, no hubo una excepción. Es que
esas malditas estaciones de policía parece que tienen la maldad dentro y que
allí no se respira otra atmósfera todavía, que algo queda. ¡Deseos le dan a uno de derrumbarlas a todas,
para que no quede ni siquiera el recuerdo!
(APLAUSOS.)
Decía
que... Les hablaba... Creo que hasta el hilo lo he perdido. Bueno: de todas formas...
____________.- Nos interesa una pregunta, Fidel.
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Sí, exactamente. Ya es hora de que hagan preguntas.
____________.- Ahí tiene al doctor Bustamante que va a ir
dando las preguntas.
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Yo quiero que me las pregunten
los mismos interesados. Usted me puede
preguntar tres...
____________.- Bueno: voy a hacerle la primera desde aquí.
Comandante
Fidel, quisiera que me perdonara que me dirija siempre a usted diciéndole Fidel,
pero es que yo conozco a Fidel desde los años de la Universidad, y allá Castro
casi no sonaba, era Fidel, entre los amigos de la Universidad.
La primera dice
así: ¿Cuáles
son, en su opinión, las medidas más urgentes y apremiantes que deben adoptarse
para encauzar la Revolución triunfadora?
CMDTE FIDEL
CASTRO.- Yo creo que precisamente estas
cuestiones que estamos tratando: las cuestiones de orden público, de la
paz, es la medida más importante.
Además, una revolución que conquista la paz inmediatamente es un caso de
excepción. Y creo sinceramente que la
paz está lograda de una manera sólida y que difícilmente haya nada que pueda
perturbar la paz del país, sobre todo si se siguen tomando medidas
(APLAUSOS).
____________.- La otra pregunta, Comandante Fidel
Castro. ¿Cree usted necesaria la
celebración de una asamblea constituyente antes de las elecciones para designar
el nuevo gobierno?
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Mi opinión —creo que además es la de la
mayoría del pueblo— es que no. El
problema aquí no era contra la Constitución; al contrario, por la Constitución
(APLAUSOS). Las consecuencias serían
negativas al hablar ahora de una asamblea constituyente, porque entonces en
todo el mundo empieza la intranquilidad: ¿y cómo será? ¿Y cuáles serán los derechos básicos de esa
constitución? Nadie se sentiría seguro
aquí (APLAUSOS).
Todo el mundo
sabe que ya hicieron una Constitución y todo el mundo sabe a qué atenerse. Y que las reformas, las leyes, las medidas
que se vayan a tomar serán dentro de la Constitución, que lo permite,
señores. Es decir, que hay una justicia
amplia en todos los órdenes dentro de las normas de la Constitución de la
República. Y todo el mundo está muy
contento con la Constitución. Vamos a
aplicarla, y que otra generación, dentro de 20, 30 ó 40 años, haga una nueva
constitución de la república (APLAUSOS).
____________.- La otra pregunta, Comandante, dice: ¿Cree usted
necesaria una asamblea legislativa provisional para aliviar la tremenda labor
que pesa sobre el Consejo de Ministros?
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Voy a dar mi opinión también.
Si la
provisionalidad va a ser realmente breve, si, además, habría que enfrascarse
ahora en la creación de un estatuto para esa asamblea legislativa; además
habría que escoger a los sectores, porque primero, si es de 10 es muy pequeña,
pues más grande es la asamblea de ministros, si es de 50 es un poquito mayor y
ya hay que escoger a mucha gente aquí —no querrá nadie aquí un sueldo, pero
todo el mundo sí quiere discutir, ¿no? (RISAS)—
y empezaría el problema de escogerlos; y, en tercer lugar, las leyes podrían
empezar a sufrir un retraso, por tener que seguir un trámite, y, además, porque
sería una asamblea legislativa ficticia, porque no la habrá elegido nadie
(APLAUSOS), una especie de consejo consultivo llamado asamblea legislativa
(APLAUSOS). Y entonces, además, toda una
serie de señores legisladores paseando por La Habana también y unos ciudadanos
con aire de gobernantes también. Mucha
charlatanería posiblemente allí y no lo que importa, que es trabajar. La cuestión es que sea breve la
provisionalidad. Eso sí. Que adopte las medidas urgentes que el pueblo
reclame: ¡Aquí
hay que ponerse a trabajar inmediatamente!
Miren, yo creo
incluso que antes de hacer la ley hay que hacer el hecho. Nosotros los cambios que estamos haciendo
dentro de los institutos armados el hecho va delante del derecho; después, a
medida que se vayan haciendo todos esos cambios, irán consagrándose con el
derecho, legitimándose. Pero no se puede
perder tiempo. Si no se ha marchado
incluso más rápidamente en esta primera semana es porque ha habido que ir
buscando ministros, gente, reorganizándolo todo, estudiándolo todo. La maquinaria del Estado quedó bastante
desarticulada, y uno se asombra de cómo los servicios continúan prestándose, a
pesar de esas anormalidades y con bastante eficiencia. Creo que ya el que quiera un pasaporte se lo
dan, que ya esos problemas van tramitándose rápidamente. Y espero que a más tardar dentro de una
semana, estén todos los departamentos funcionando.
Se ha retardado,
por ejemplo, el caso de la Alcaldía de La Habana. ¿Por qué?
Porque nosotros no queremos poner alcaldes, no queremos crear poderes,
personajes políticos. Entonces hemos
ideado mejor gobiernos colegiados para las alcaldías. ¿Vamos a poner un alcalde? No, vamos a poner tres comisionados, un
gobierno colegiado, para que dirija la alcaldía. Y ya no creamos maquinarias políticas, ni
caudillos políticos, ni personajes políticos, sino tres.
¿Hay que quitar
un comisionado porque no sirve? Aquí al
que no sirve hay que quitarlo enseguida.
Pues no hay escándalo:
se suprime un comisionado y se pone a otro. Ahora, si es un alcalde y no sirve y se
quita, es un escándalo, una crisis, hablan todos los periódicos del
problema. Y se hacen los cambios,
pero más moderadamente.
Y esos fueron
los métodos que aplicó el Ejército Rebelde en los municipios que iba ocupando: ponía su
comisionado, que ha dado magnífico resultado, con un sistema de gobierno
colegiado para el municipio: tres a trabajar,
no uno solo para llevarse todo el mérito o toda la responsabilidad. Y entonces se ha establecido un sistema de
gobierno colegiado en los municipios y se escogen tres personas, cuya
obligación es trabajar, sencillamente.
Porque yo les aseguro que si en los 126 términos municipales de Cuba se
hace una administración honrada y se trabaja, la tercera parte de la Revolución
está hecha, porque son incontables los beneficios que la comunidad puede
recibir del gobierno municipal.
Vean ustedes si
no lo que han hecho las instituciones como los Dealers y otra serie de
instituciones: han
hecho calles, han hecho obras de todas clases con los recursos... Han tenido que refugiarse allí, porque es que
no había manera de que pavimentaran una calle si los vecinos no se ponían de
acuerdo para pavimentarla.
El dinero se lo
llevaban: camarillas
políticas, sargentos políticos, “botellas” para el que ayudó, “botellas” para
el primo, “botella” para el hermano, para el cuñado, para todo el mundo. Esa ha sido la verdad aquí. Hay departamentos por ahí donde han aparecido
miles de “botellas”. Han aparecido y
seguirán apareciendo. Es fabuloso la cantidad que ha aparecido de prebendas, de
dinero que se malgastaba, porque no se trabajaba, no se producía. Lo cobraban unos señores que no trabajaban
nada. Eso es lo más inmoral, no solo por
lo que implique económicamente sino por lo que prostituye el carácter de la
ciudadanía y pone a todo el mundo a aspirar lo ideal: vivir sin trabajar. Lo ideal.
¡Tal vez un día se fomente eso!
____________.- Correcta su respuesta.
Yo quisiera que
los otros compañeros “leones” que tienen otras preguntas que hacer, que
hicieran el favor de venir aquí para hacerlas y que las recojan las cámaras
desde aquí.
Mientras va
llegando algún compañero, yo quiero hacerle una que hay aquí, pero antes quiero
decirles a los compañeros “leones” y también al Comandante Fidel que no sabía
de esto, que momentos antes de él llegar iniciamos aquí una cuestación
espontánea de todos los “leones” y se han recolectado 500 pesos para mandar a
las ciudades bombardeadas de Santa Clara y en Oriente. Además, hemos pedido a todo el pueblo de Cuba
que nos mande ropa, zapatos, juguetes, todo lo que se pueda recolectar. Además, también, hay una señora que llamó por
teléfono y donó 100 pesos, que creo que acaba de traerlos, están ahí.
____________.- Nancy, venezolana, y María Elena Ruiz,
cubana, acaban de enviar un cheque por 100 pesos para la colecta que ha
iniciado el Club de Leones para los damnificados de la provincia de Santa Clara
y Oriente (APLAUSOS).
____________.- Son 600 pesos, es lo que tenemos hasta este
momento aquí, sin contar lo del Club de Leones, que han llegado también otros
donativos.
Doctor Castro,
si las medidas adoptadas por el Gobierno Revolucionario dan el resultado
apetecido, ¿usted cree que se puedan llevar a efecto las elecciones antes de
los 18 meses que ustedes han dicho, el Gobierno Revolucionario?
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Yo creo que sobre la fecha de elecciones debe
actuarse con criterio absolutamente objetivo.
De ninguna manera debe pasar de ese plazo, porque entiendo que sería
—entre otras cosas— una injusticia con los que estamos trabajando en esto.
Objetivo por eso: por lo general,
cada vez que ocurre un movimiento revolucionario que derroca el poder, se
empieza a tratar inmediatamente cuánto dura la provisionalidad. Y es que no ocurren revoluciones, sino golpes
de Estado. Y el grupito que da el golpe,
se pone a maniobrar a ver cómo gana opinión pública para ganar las
elecciones. Como aquí ha ocurrido una
revolución con respaldo del pueblo, lo más que le puede pasar al grupo de
hombres que está gobernando no es ganar, sino perder. ¿Tarda 18 meses? Tendrá menos que cuando tenía 12. Porque es que el poder desgasta por muy bien
que se haga.
¡Nunca será más
unánime el respaldo al Movimiento 26 de Julio que hoy! Yo les digo que si las elecciones fueran
mañana: ya, un
plebiscito casi.
Y el problema es
que a nosotros no nos conviene prorrogarlas desde un punto de vista
político. Así que lo que hay es que
señalar objetivamente qué es lo que conviene.
¿Conviene que mañana empiecen aquí a organizarse los partidos y a entrar
en polémicas de tipo político, y a dividirse?
Yo creo que debe, por lo menos durante seis meses, ocho meses, un año,
dedicarse todo el mundo a trabajar, como está trabajando.
Yo les digo que
todos los sectores están colaborando con un desinterés extraordinario. He hablado con todos los líderes de todos los
sectores y los veo en una disposición que es admirable. Y se lo hemos dicho aquí: todos los problemas que ustedes creen
que estén mal hechos, críticas, vengan y háganlas, para inmediatamente
atenderlas y estudiarlas. Así que hay un
deseo de colaborar muy grande. Y tan
pronto se organicen los partidos políticos, van a surgir pugnas naturalmente,
las pugnas por el poder. Y creo que
hacer eso de inmediato sería perjudicial a la tarea del gobierno.
Yo sé, me parece
saber lo que el pueblo quiere en este momento: que se trabaje y se trabaje bien, y se
trabaje pronto. Y que después, también,
en el tiempo mínimo posible —entre otras cosas porque esa es una de las
conquistas de la Revolución— decir: bueno, ya está la Constitución. Aunque la Constitución está restablecida en
todo lo que se refiere a los derechos humanos, a las libertades. Se acabaron todos los métodos de represión,
de terror, los abusos. Y se irá
restableciendo en la medida en que las condiciones lo permitan.
Tenemos el caso,
por ejemplo, del castigo a los criminales de guerra: uno de los problemas más espinosos que
tenemos. Espinosísimo, y les voy a
explicar por qué. Porque hay personajes
que han cometido cada crímenes, que resulta imposible
de todo punto ni siquiera admitir la idea de que queden impunes esos crímenes.
Hay casos de
oficiales del ejército que han asesinado en una sola tarde 53 campesinos, ¡en
una sola tarde!, como el señor Sosa Blanco.
El capitán Grao asesinó 30 campesinos en Ojo del Agua en una sola
tarde. Hubo un pueblo al que le
asesinaron 450 vecinos. Quien pase por
allí verá la tristeza. Lídice en
Checoslovaquia debe ser más o menos algo como lo que hicieron allí en las Minas
de Bueycito.
Frente a esos
crímenes, ¿qué? ¿Vamos a condolernos
ahora? Yo digo que soy una de las
personas dadas... Y quiero hablar de
este tema, porque lo considero importante.
Me entra lástima fácilmente. Y
creo que si fuera por mis sentimientos de tipo personal, no me importaría
perdonar al peor de los criminales.
Pero, sin embargo, hay una conciencia muy arraigada y muy profunda de la
justicia, que es desde todo punto inadmisible, que sería dañino al pueblo,
dañino a la nación, dañino a las generaciones futuras, sería estimular el
crimen, el que no recibieran un castigo ejemplar esos elementos.
Todos esos
elementos han estado siendo juzgados y sancionados de acuerdo con la ley
vigente.
¿Cuál es la ley
vigente? La ley que rigió durante la
guerra: el
Código Penal Rebelde y el procedimiento penal rebelde. Pues, señores, no han sido derogados. Sin solución de continuidad, se siguió
aplicando la ley y los tribunales.
¿Qué se hacía
cuando se encontraba a un traidor, a un asesino? Pues, se le juzgaba y se le aplicaba la
pena. Pues, de repente, fueron
capturados muchos asesinos. Otros
escaparon. Se siguió aplicando la Ley
Penal Rebelde, la ley procesal rebelde.
Y los tribunales de guerra.
En estas cosas
se sabe que los castigos hay que aplicarlos lo más rápidamente posible, para
evitar que surja inmediatamente la lástima y, además, para acabar de una vez
con esos recuerdos del pasado y ya no quede ni siquiera eso pendiente, ¿no?
Y el caso es que
ponerse a hacer una legislación nueva y tribunales nuevos, es prolongar
indefinidamente una situación que hay que resolver; porque, además, hay muchos
inocentes que están presos ahí, por medidas de precaución: como todos los del SIM están presos,
pero todos los del SIM no son asesinos.
Pero mientras se investiga... Esa
gente no pueden estar presos indefinidamente. Hay que apurar el procedimiento.
La Revolución
Cubana, que es inobjetable en la forma en que se ha ido conduciendo, en el
orden que ha habido posteriormente, sin embargo, ya está recibiendo críticas,
diciendo que se están castigando sin juicio.
¿Quiénes? Lo están haciendo desde Estados Unidos. ¿Por qué?, yo me pregunto. ¡Ah!, ¿porque no se tiene de qué atacar a la
Revolución y ya se empieza a sembrar la duda sobre la Revolución Cubana? ¿Hay intereses que temen? ¿Hay compañías que temen que se les quiten
algunas concesiones inmorales? (APLAUSOS
Y EXCLAMACIONES DE: “¡Bravo!”).
Lo mismo que con
lo de la Misión Militar. Si el precio de
que nos defiendan es que los tengamos ahí, no los tenemos ahí, porque no
queremos espías metidos dentro de las fuerzas armadas de la república, señores;
ni conspiradores. Vamos a pedir una
misión militar a Venezuela, que es un país hermano de América, para que nos
ayude (APLAUSOS). No hay derecho a que
nosotros sigamos manteniendo aquí a los que estuvieron enseñando a los soldados
a matar cubanos, porque eso es un impudor (APLAUSOS).
Y yo a esos
militares los trato con decencia allí, y hablaré con ellos cuando tenga que
hablar. Pero les diré que es el
criterio; salvo una orden en contra que diera el Presidente de la
República. Pero si se quiere tener en
cuenta nuestro criterio, nuestro criterio es que agarren las maletas y se
trasladen a Estados Unidos (APLAUSOS).
Con la mayor decencia.
Entonces,
estamos observando algunas cosas, porque hay que vigilar el curso de la
Revolución y defenderla ante la opinión pública, y ante la opinión pública de
Estados Unidos. Porque allí tendremos
amigos, y muchos amigos, cuando les hablemos con razón y les digamos los
errores que ha estado cometiendo el gobierno, ¡y se acabó!; la explotación de
que quieren hacer víctima al pueblo algunos intereses aquí, que no son el
pueblo de Estados Unidos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Bravo!”).
Lo que pasa es
que ya no pueden decir que somos comunistas, porque es absurdo: tendrían que decir
que es comunista todo el pueblo de Cuba en absoluto (APLAUSOS).
Entonces, ahora
le andan dando vueltas al problema de qué pasa con los criminales de
guerra. Debieron haberse preocupado un
poco más de qué pasaba con los hombres asesinados por Ventura, por Pilar
García, por Batista (APLAUSOS PROLONGADOS).
Y lo que debió haberse censurado es que, mientras en Marianao en una
sola noche asesinaron 90 personas, mientras aparecían centenares de cadáveres
en toda la isla, mientras hubo mujeres ultrajadas, ojos arrancados y se
cometieron contra el pueblo de Cuba los crímenes que ni siquiera los nazis
cometieron contra Francia o contra Bélgica, había una misión americana
enseñando a los criminales (APLAUSOS).
Y ahora, cuando
en el pueblo de Cuba, con un ejemplo de civismo que no tiene paralelos,
mientras se decía que la Revolución iba a significar el saqueo, el ultraje y la
anarquía, se han encontrado un caso insólito en el mundo, de un pueblo que solo
ha sabido mantener su orden, una capital de más de un millón de habitantes sin
policías, un orden absoluto, los criminales que no han recibido ni un golpe ni
una vejación, conducidos tranquila y serenamente a las cárceles sin que nadie
los haya maltratado, hombres que asesinaron a cientos de nuestros compatriotas
y están allí comiendo y no sometidos a ningún género de torturas ni de
maltratos para arrancarles una confesión, siendo juzgados por militares
revolucionarios, con acusador y con defensor y con testigos, empiezan a darle
la vuelta ahora al problema de que sí se está castigando sin juicio. ¡No! Sin
juicio mató Batista, sin juicio asesinó Batista y torturó detenidos y violó
todos los derechos humanos, que nosotros no hemos violado absolutamente
ninguno, porque hemos luchando precisamente por esos derechos.
Y en
consecuencia, ¿qué quieren? ¿Más
publicidad? Pues bien: a Sosa Blanco, a Morejón, a Grao y a
Suárez Suquet los vamos a juzgar en el Parque Central de La Habana (APLAUSOS).
Y ya hemos dado
instrucciones para que vengan los familiares de los 53 asesinados en el “Oro de
Guisa” en una tarde, y los familiares de los 30 asesinados en “Ojo del Agua” en
una tarde, cerca de Pilón, y de los asesinados en Bayamo, y testigos de los
heridos asesinados por Suárez Suquet allí en Camagüey, para que vengan y
declaren allí llorando, como los hemos visto nosotros, porque eso es lo que
duele. Porque allá ven desplomarse un
hombre, no saben lo que hemos sufrido nosotros; ven el hombre que se desploma y
no ven los crímenes que se han cometido.
Y por lo tanto,
nosotros no queremos fotografías de los fusilados, para que no se dé esa
impresión; hemos estado haciendo los procesos con la mayor discreción para no
despertar el odio en el pueblo ni agitar a la gente. Pero si la cuestión es que se va a poner en
duda la justicia de los procedimientos, vamos a coger a los peores criminales y
en presencia del pueblo, que es el soberano y al que hay que rendirle cuentas
aquí, se juzgarán.
Y el pueblo, que
es quien ha sufrido, dondequiera que se reúne, lo primero que demanda —y lo
puedo decir porque he reunido muchos mítines—, lo primero que demanda es el
castigo de los asesinos. No he visto a
nadie demandar otra cosa con más insistencia y masivamente que los asesinos
sean castigados (EXCLAMACIONES DE: ¡Sí!”). Y tengan la seguridad, tengan la seguridad de
que vamos a ser mucho más benignos de lo que el pueblo quiere; porque les
aseguro que si se hace lo que quiere el pueblo por lo que ha visto, habría que
fusilar a todos los chivatos, que son una cantidad considerable, pero no se
puede. Hay que castigar a los casos
ejemplares, los casos ejemplares. ¿Los
demás? Pues hay otros castigos: ahí está la Ciénaga
de Zapata que es una gran extensión de tierra, vamos a ponerlos a trabajar ahí
(APLAUSOS).
El que quiso
vivir del golpe, el que quiso vivir de la delación y de la traición sin
trabajar, es correcto que trabaje y le preste algún servicio a la
sociedad. Si no hay que fusilar, no
señor.
Ah, pero si los
americanos se metieron en Nuremberg, si los ingleses, los franceses y los
países victoriosos se metieron y juzgaron a los criminales de guerra, incluso
cuando no era un caso de guerra civil, incluso cuando eran discutibles los
derechos que cada nación tenía porque habían sido en una ocasión víctima de
leyes o de tratados demasiado severos; aquí donde no hay la menor duda de que
la actitud de la dictadura ha sido criminal y atentatoria contra los derechos
humanos; aquí donde no hay contradicciones, aquí donde se habla de democracia y
se actúa en democracia, sin ayudar dictaduras de ninguna clase; aquí donde
somos consecuentes con nuestros principios, aquí habrá justicia y serán
castigados los criminales (APLAUSOS).
Así que yo le
agradezco mucho la pregunta, que me ha dado oportunidad de aclarar una de las
cuestiones fundamentales, y para orientar al pueblo. Porque empiezan ya a buscar pretextos para
acusar una revolución que va limpia de pies a cabezas y animada en las mejores
y en las más honradas intenciones, en un país que por primera vez es libre
—óigase bien—, ¡por primera vez es libre desde que aquí llegó Diego Velázquez! (APLAUSOS),
donde nadie nos da órdenes y, además, donde los consejos hay que dárnoslos con
mucho cuidado para que no parezcan otra cosa: insinuaciones (APLAUSOS).
Se acabó la
Enmienda Platt, porque considero que fue una injusticia haberle impuesto a
nuestra generación, que luchó por la independencia, aquella ley que le quitaba
precisamente la independencia.
Ya no hay
régimen castrense, ya no hay militares que puedan traicionar a la Revolución
alzándose a tomar el poder como pasó en 1933.
Y por primera vez hay hombres dignos aquí, al frente del país, que ni se
venden, ni claudican, ni se acobardan ante ninguna amenaza (APLAUSOS), y están
dispuestos a actuar serenamente —como ustedes lo han visto en todas las
ocasiones—, sin excesos de ninguna clase, decididos a no usar jamás la fuerza;
pero eso sí, que no confundan una cosa con la otra: que somos serenos, somos ecuánimes, pero
estamos muy claros en cuanto a lo que es la dignidad de la nación cubana, en
cuanto a lo que es la soberanía del pueblo cubano (APLAUSOS).
Y creo que este
pueblo tiene los mismos derechos que cualquier
otro pueblo a gobernarse, a gobernarse y a trazarse su propio destino
libérrimamente, y a hacer las cosas mejor y más democráticamente —óigase bien—, más democráticamente
de lo que las hacen otros, que hablaban de democracia y le mandaban tanques
Sherman a Batista (APLAUSOS).
La verdad hay
que decirla para dentro y para fuera, a los latinoamericanos y a los
norteamericanos; porque allí encontraremos aliados en la opinión pública de ese
país, que es un país de sentimientos liberales y de sentimientos democráticos,
sencillamente, a través de la prensa y con nuestra postura muy democrática y
muy clara, para que no vengan con sus confusionismos ni sus mentiras ni
acusaciones falsas contra la Revolución que es genuinamente cubana y
genuinamente democrática: ¡nuestra
Revolución! (APLAUSOS.)
____________.- Muchas gracias, Comandante Castro.
Usted no ha
contestado una pregunta. En sus palabras
ha contestado como 10 ó 15 preguntas que había aquí; es decir que hemos
aligerado muchísimo.
Sin embargo, la
pregunta que va a hacerle ahora nuestro compañero presidente, doctor Aurelio
Espinosa, es una pregunta del Club de Leones de La Habana, porque lo hemos
tratado así aunque no en una junta directiva, pero sí en un grupo grande de
Leones que lo sentimos.
El doctor
Aurelio Espinosa va a hacer esa pregunta.
DR. AURELIO ESPINOSA.- La pregunta que vamos a hacer, que tal vez es
una sugerencia, nos la produjo la emoción profunda de un hecho que
contemplamos.
Era uno de estos
muchachos que han venido de la Sierra, de larga barba, alto, buen tipo, de cara
agradable, al que se le acercaron un grupo de muchachas y le dijeron: “Fírmenos este
autógrafo.” Y ese valiente, que nos dio
la libertad, tuvo que decirles: “Yo no sé firmar.”
Nosotros
queremos saber, tal vez queremos sugerir que a esos muchachos, aparte de todas
esas instituciones escolares para los niños que van a formar las nuevas
generaciones, se les eduque de modo sistemático, se les tome uno a uno —porque
lo merecen—, se estudie su vocación, sus deseos, y si uno quiere ser abogado se
le tome de la mano hasta que tenga el título universitario; si otro quiere ser
médico, si quiere ser ingeniero, si quiere ser contador público o si quiere
establecerse en un negocio, se estudie su vocación y se le ayude, porque esos
muchachos que nos han dado la libertad merecen eso y mucho más (APLAUSOS).
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Bueno, ¿fue un discurso o fue una pregunta? (RISAS.)
____________.- No, es que los Leones se están embullando.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- No. Lo
felicito porque ha planteado una cosa muy justa y muy correcta; pero yo casi no
iba a decir nada porque él lo dijo todo (RISAS).
Les puedo decir
las medidas que hemos tomado. Aun
durante la guerra, en todas las columnas había siempre algún maestro dándoles
clases a los muchachos —porque eran principalmente campesinos los que se unían
a la Revolución—, a pesar de que había que trasladarse constantemente en
aquellos primeros tiempos sobre todo; siempre fue una guerra muy movible y con
la humedad de los montes, las caminatas, las lluvias, los libros constantemente
—nos era imposible protegerlos de la inclemencia del tiempo— se rompían. Y, sobre todo, en todos los pueblos íbamos
dejando una escuelita para los campesinos, y en la Sierra Maestra hay docenas y
docenas de escuelas hechas por nosotros.
Entonces los
planes que tenemos ahora son los siguientes: antes que nada, brindarles a todos los
combatientes revolucionarios la oportunidad de ingresar en los institutos
armados revolucionarios
—institutos armados para la república, de la república; de verdad de la
república, que no lo eran nunca—, en los institutos armados del pueblo, sobre
la base de que el hombre que quiera continuar en la carrera de las armas, pues
no se puede llevar el arma para su casa.
Esa no es carrera de las armas, eso es crear un problema muy serio,
porque no está sometido a una disciplina especial, a un fuero especial. El hombre que está armado tiene que estar
sometido a muchas restricciones, a muchas restricciones para que las armas se
empleen debidamente.
Entonces les
vamos a dar la oportunidad a todos los combatientes para que ingresen lo mismo
en la marina que en el ejército, que en la policía, que en la escuela de
cadetes para el ejército, en la escuela de cadetes para la aviación. Entonces, además, en todos los campamentos,
que van a estar lejos de la ciudad, donde queden guarniciones, tropas o
unidades militares, crear una escuela de capacitación para los oficiales —porque hay oficiales que ganaron sus
grados en combate y ahora deben adquirir toda una serie de conocimientos
teóricos que mejoren su calidad de oficiales— y escuelas para todos: soldados, clases.
Y, por supuesto,
una de las cosas que erradicaremos —bastante fácil creo que es con la cantidad
de maestros y la cantidad de buena voluntad que hay y el interés que tienen
esos compañeros— es el analfabetismo. Y no
solamente estudiarán ahora. Tendrá que
estudiar no solamente el que no sabe leer y escribir; el que sabe leer y
escribir tiene que estudiar, y el que tenga una carrera en la universidad tiene
que estudiar, porque hay que estar toda la vida estudiando, nadie se puede
creer que sabe.
El propósito es
establecer los centros de educación dentro de las tropas, porque, ¿qué va a
hacer un soldado? Entrenarse y estudiar,
en el mismo orden estar preparado para defender la patria. No va a estar sin hacer nada, porque eso es
lo peor que puede pasar y es lo que ha pasado hasta hoy.
En cuanto a los
demás, nosotros tratamos de que la mayor parte quede en las filas revolucionarias
porque son los hombres en que más puede confiar la ciudadanía; pero muchos
anhelan regresar a sus casas:
bueno, el que tiene ya un negocio, tiene tierras...
Considerando el
caso de todos aquellos que ni tengan tierras ni tengan casas, que tengan que
vivir de su trabajo y no quieran continuar prestando servicios con las armas,
es el pueblo, son las instituciones cívicas, las clases sociales, las que
tienen que ayudarnos y tener como la mejor recomendación para darles un empleo;
los mismos sindicatos, las organizaciones obreras deben darles algún tipo de
preferencia en los escalafones a los combatientes revolucionarios para
readaptarlos, ya que no han cobrado sueldo, ya que no van a cobrar pensión por
haber servido a la república, porque ese es un propósito muy firme: que esta Revolución ni cobra sueldo ni cobra
pensión. Y por lo tanto, a esos hombres
es justo que se les ayude en lo que merecen, que es ganarse la vida con su
trabajo y, además, debe lograrse esa adaptación con la colaboración del pueblo,
porque naturalmente el Estado no puede subsidiarlos ni se les va a dar a nadie
una “botella” ni mucho menos; esos hombres deben vivir de su trabajo. Y los demás continuarán prestando servicios
en las armas. Es una de las medidas en
que necesitamos la ayuda del pueblo.
He visto a
muchos que están trabajando. Y ayer vi a
un teniente aquí que me dijo muy contento: “Me voy a quedar trabajando en el
hotel. Me licencio y me quedo trabajando
aquí en el hotel.” Y estaba muy contento
y le gustó mucho. En el país entero nos
están quitando de la tropa a los combatientes, pero de todas maneras lo
importante es que cada cual esté voluntariamente donde más lo desee.
No solamente
tendremos que resolver el problema de ellos, tenemos que resolver el problema
de cientos y cientos de miles de jóvenes que están sin trabajo, y, en fin de
cuentas, son muchos los problemas que tenemos que resolver, aunque es justo y
está muy bien planteado que el primero que debe resolverse es precisamente el
de esos compañeros que tan noble y desinteresadamente se han comportado, y que
son los ciudadanos que se pueden llamar ciudadanos ejemplares.
A mí me quería
hacer aquí mi profesor de Derecho Constitucional una pregunta de carácter
constitucional. Así que ahora sí que...
____________.- Adelante con la pregunta.
____________.- Como me dirijo a un martiano de larga
ejecutoria, y quiero decir, para satisfacción mía y de lo que vale la enseñanza
martiana, que el mayor honor de un profesor es encontrar un discípulo capaz de
hacer posibles las enseñanzas de los tiempos.
Hecha esta
aclaración, quiero hacerle está pregunta concreta al Comandante Fidel Castro:
Cuando su
defensa ante la Audiencia de Santiago de Cuba por el proceso iniciado en los
asuntos del Moncada, el Comandante Fidel Castro me hizo el honor de citarme con
una frase que después he meditado mucho, porque he pensado que ahí está el
germen de la filosofía de la Revolución:
“La libertad reside en conocer la voluntad del pueblo.”
Comandante
Castro, ¿la Revolución ha pensado en algún procedimiento para conocer no ya la
opinión sino la voluntad del pueblo sobre cuestiones trascendentales que no
afectan a la Revolución en sí sino a la orientación que esta va a dar en su
esquema de estructuración a la vida del país?
Le hago esta
pregunta concretamente porque anoche, en el Colegio Nacional de Doctores en
Ciencias Sociales y Derecho Público, del que me honro en ser Tesorero, hube de
plantear con algunos compañeros el elaborar un esquema de criterios permanentes
de la nacionalidad, a nuestro juicio, para someterlo al Gobierno Revolucionario
como una opinión y como una sugerencia.
La opinión
mayoritaria fue que no debía hacerse así, sino dejar al Gobierno Revolucionario
en plena libertad de aplicar libremente su programa revolucionario.
Por tanto, yo
quiero saber la opinión del Comandante Fidel Castro acerca de si es útil y ha
pensado en procedimientos hábiles para ello, que la ciudadanía, en sus diversos
organismos y maneras de pensar, haga llegar al Gobierno Revolucionario sus opiniones,
o si por el contrario la Revolución entiende que eso es prematuro y se deben
esperar otras oportunidades.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Yo le voy a responder, profesor. Naturalmente que se me hace un poco difícil
responder al profesor, a quien reconozco tanta autoridad en esa materia,
Derecho Público y Derecho Constitucional.
Me parece
adivinar que la opinión suya es que todos los sectores sociales, a través de
sus organismos representativos, se hagan escuchar en el gobierno de la
república.
Como usted sabe,
se ha hecho una especie de opinión, ya que no representación, de opinión
funcional, y sobre esas cuestiones teóricamente se ha discutido mucho.
Es indiscutible
que pudieran idearse formas orgánicas de gobierno que se ajustasen un poco más
en sus mecanismos a la representación real de la sociedad.
Ocurre el caso,
por ejemplo, en un representante que lo eligen por el
distrito tal, Manzanillo y Bayamo, entonces sacó más votos que el otro y salió
representante; por él votaron elementos de todas las clases. Ese señor representa allí al zapatero, al
abogado, al médico, al tendero, representa a una esfera... Realmente, si se pregunta, representa a
10 000, ¿pero qué criterio dentro de la sociedad representa?
Pudiera la
Revolución tratar de encontrar sistemas de gobierno más perfectos —pudiera
tratar de encontrarlos—, solo que hay el miedo de que nosotros trazándonos una
meta demasiado ambiciosa, demasiado perfecta, una utopía casi, nos quedemos en
la mitad del camino y no obtengamos por lo menos una serie de cuestiones que
son esenciales.
Yo decía al
empezar esta reunión que las instituciones teóricamente no son en sí todo lo
esenciales, y decía que había leyes, que había constituciones, había muchas
cosas; sin embargo, la realidad demostraba que no tenían vigencia, que hacía
falta un equilibrio real. Y sobre todo,
yo podría decir que en este caso lo que hace falta más que nada es una gran
dosis de buena voluntad, honradez y patriotismo en los gobernantes, aunque
nuestras instituciones representativas hayan sido deficientes.
Me hablaban de
que había que modificar la Constitución.
Y yo dije: Miren,
creo que sería peligroso modificar la Constitución. Para establecer un sistema representativo,
funcional —por ejemplo— de gobierno, habría que entrar en modificaciones
constitucionales con todos los peligros que ello entraña, para la normalización
del país, para la prosperidad económica del país; que hace falta, sin duda de
ninguna clase, estamos de acuerdo, que avance lo más rápidamente posible y que
económicamente hace falta un auge para de alguna manera librarnos de las
consecuencias del despilfarro en que ha estado viviendo el país en estos siete
años.
De manera
permanente yo no veo sino que tendría que ser obra de otra generación o de años
posteriores el idear formas más perfectas, en lo teórico, de gobierno y de
ajustarlas a la realidad. Por el momento
mi opinión es que en los futuros años debe actuarse de acuerdo con los sistemas
establecidos por la Constitución de la República.
Ahora bien, me
preguntaba el gobierno de ahora, que la libertad era actuar de acuerdo con la
voluntad —decía. Y le voy a responder lo
siguiente: tendría
que establecerse esa cámara legislativa de que hablábamos, darles
representación a todos esos sectores. En
una provisionalidad muy breve, ¿sería práctico?
Hay una manera
de hablar y hay que oírla. Miren, ¿en
estos días ha funcionado o no ha funcionado la opinión pública? Respecto al problema de las armas y del
desarme, ¿no funcionó con una fuerza tremenda la opinión pública? (APLAUSOS.)
¿Qué se hizo? Hablarle al pueblo
a través de los vehículos de información: por la radio, por la televisión, por
el periódico. Lo que estamos haciendo
ahora. Hay que movilizar a la opinión
pública y, sobre todo, los sectores tienen que hablar a través de los vehículos
de información.
Y no vaya usted
a creer, que están hablando distintos sectores; hasta incluso se están trayendo
a discusión pública algunos temas, que hasta me ha preocupado porque se han
traído a discusión ciertas cuestiones, incluso de tipo religioso, que yo creo
que son problemas que no se deben suscitar en estos momentos, ciertas tesis,
ciertas teorías (APLAUSOS). Con nuestros
problemas políticos y nuestros problemas sociales tenemos en este instante
bastante para venir a crearnos artificialmente nuevos problemas, introducir
problemas de tipo religioso, de otra índole.
Creo que debemos
hacer todo lo que esté a nuestro alcance para evitar que en estos momentos en
que es necesario tanto la unidad, en que es necesario tanto el marchar juntos
hacia propósitos determinados, no introducir cuestiones que puedan crear las
divisiones y las polémicas en el país, cuando ya se sabe que los problemas del
momento, los problemas esenciales que hay que atender son otros y dejar las
demás cuestiones para el futuro, cuando esté plenamente restablecida la paz y
nuestras conquistas fundamentales del momento —para que no haya más guerra,
para que no haya más dictadura, para que no haya más inmoralidad— se hayan
logrado. Ese es el criterio. Y es que está hablando todo el mundo, es que
está opinando todo el mundo.
Creo que a
través de la opinión pública, a través de los vehículos de información, deben
hablar los sectores. Y hoy han hablado
los Leones, han dicho su pensamiento; y mañana hablarán los Rotarios, y otro
día hablarán los Masones, otro día hablarán los Católicos, otro día hablarán
los Evangelistas, otro día hablará la Cámara de Comercio, los obreros, los
sindicatos, los bancarios, hablará todo el mundo. Hablarán a través de los órganos de información
y hablarán a través de la opinión pública.
Quien tenga la opinión pública será en definitiva quien tenga las ideas
justas. Esas serán, porque no
pertenecerán a ningún sector.
Es verdad que
hay intereses sociales y es verdad que cada sector tiende a proteger sus
intereses. Pero es indiscutible también
que hay una verdad: que
las ideas justas son las que tienen mayoría.
Y si el gobierno fuese capaz de escuchar las ideas justas, lo justo,
estaría gobernando rectamente. Y que
deben hablar, no a través de un organismo que puede tener mayor o menor
importancia ahora, deben hablar a través de los vehículos de información las
instituciones y los sectores, o sea, la opinión pública, porque es la opinión
pública la que está mandando en estos momentos.
Y aún cuando no dice su palabra...
Una cosa que se hace mal, le preocupa a todo el mundo, porque le
preocupa qué piensa la opinión pública sobre aquello. Y aún sin hablar la opinión pública está
mandando, muy señorialmente, desde la caída de la dictadura (APLAUSOS).
____________.- La otra pregunta, después de agradecer esta
pregunta.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Lo que queremos precisamente es que los
hombres de pensamiento ayuden a la Revolución.
Todas las ideas, todas las proposiciones, todos los criterios son
útiles, porque es de la única manera que se puede encontrar la verdad. Sin preocupaciones no se soluciona ninguna
cuestión. Y no deben esperarlo todo. Al contrario:
el pueblo tiene que sugerir, porque por primera vez en nuestra historia
ha tenido tanta beligerancia y tanta fuerza la opinión pública en nuestro país,
porque, además, es el pueblo el que ha ganado la guerra contra la dictadura, y
ese es un derecho que se ha ganado.
¿No es cierto
que tiene la ciudadanía la sensación que se le oye, la
sensación que se le tiene en cuenta? (APLAUSOS.)
____________.- Comandante Fidel, antes de hacerle la otra
pregunta queremos decir algo de un billete de 1 000 pesos venezolanos que
estamos subastando... Argentinos,
argentinos. Señores, es que Venezuela está
tan ligada con Cuba, que ya uno confunde a esa gran nación argentina con
Venezuela. Que también está libre. Argentina también en estos momentos está
libre y muy ligada a nosotros.
Adelante,
rápido, porque el tiempo aquí es oro, para que Fidel pueda contestamos todas
las preguntas, y la verdad es que estamos abusando de él grandemente.
____________.- Bueno, todos sabemos —y para que el doctor
Fidel Castro lo sepa y los que llegaron después— que este billete de 1 000
pesos argentinos fue donado por el señor José Ramón Yanefer, residente en
Buenos Aires. Su contribución a la causa
libertadora de nuestra nación en estos momentos ya fue explicada anteriormente,
y entonces se han recaudado las firmas de él, del doctor Ordaz —que está
sentado en la Presidencia—, de Orlando Fernández Pesas, el presidente, del
gobernador de todos los Leones también, y además calzada con la firma de Fidel
Castro, nuestro gran líder.
Entonces, ya hay
aquí una proposición de uno de nuestros Leones, en representación de San
Bernardo, que ofrece 200 pesos.
Entonces, los Cuban Sugar Kings ofrecen 250 pesos.
Esto es para
ayudar a todos los pueblos que han sido devastados por los bombardeos y por la
guerra civil (Se procede a la subasta).
(SALTO EN LA GRABACION.)
____________.- Comandante de la Aviación Militar
Revolucionaria nos ha dicho que tan pronto sepamos qué hacemos con él, él manda
un avión a buscarlo. Igual recibo que
ese tenemos otro de las Fuerzas Aéreas, que hicimos también otra entrega
parecida, y realmente se llenó una necesidad extraordinaria, porque había un
frío inmenso y había muy poco con qué cumplimentarla.
____________.- ¿Todo eso fue recaudado del pueblo de Isla de
Pinos?
_____________
Absolutamente. Aquello fue algo
formidable. Los muchachos que carecen de
todo, los muchachos descalzos, venían con su níquel, que les hacía más falta a
ellos que a nadie. Y el pueblo más
humilde de Cuba ha respondido como con 15 000 pesos, porque lo que se trajo
ayer representaba aproximadamente 10 000 pesos, y hay hoy otros 5 000
pesos para ayudar a lo que se pueda en la República de Cuba, del pueblo de
Nueva Gerona, Isla de Pinos.
____________.- Muy bien.
Pues ahora el doctor Fidel Castro les dirá qué hacen ellos con los 5 000
pesos, para dónde los llevan y qué destino les van a dar.
El Comandante
tiene la palabra.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Son 5 000 pesos en efectivo, ¿no?
____________.- Los queremos traer en cosas, para que nuestro
comercio, que está en una crisis...
Si es
posible... Si él quiere que vengan en
efectivo, vienen en efectivo; si no, vienen en cosas para niños o personas
mayores (RISAS).
____________.- Y así el comercio se beneficie también.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Es cierto.
Es cierto y es justo.
Es decir
que... No le voy a decir zapatos, porque
de ahora en adelante tenemos que buscar un tipo especial que posiblemente no lo
encuentren. Pudieran, por ejemplo,
comprarlo en frazadas para enviárselas...
____________.- Mire, Doctor, perdone que le interrumpa. El va a llegarse allí junto a usted, para que
usted conozca ya de todas formas. La comisión
va a ir allá, porque hablar así de lejos, me parece que no viéndose las caras,
hay un poco de confusión. Así que ellos
van a dirigirse adonde está usted, para que conversen con usted personalmente.
(El Comandante Fidel
Castro conversa con el representante de Isla de Pinos.)
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Entonces, el acuerdo es lo siguiente. Como eran 15 000 y ya se adquirieron 10 000
en Isla de Pinos en artículos, en este momento no sería fácil precisar cuáles
artículos son los que necesita la tropa, por ejemplo. Y el deseo más ferviente que tenemos en este
instante es reunir los elementos necesarios para hacer la primera gran ciudad
escolar en la Sierra Maestra, a la cual incluso hubimos de dedicar 10 000 pesos
que dio un periodista americano por una entrevista, y otros fondos que vamos a
aportarle. Vamos a dedicar esos 5 000
pesos también a la primera ciudad escolar que se va a hacer en la Sierra
Maestra (APLAUSOS).
Sobre estas
cosas de los aportes espontáneos, yo tengo algunos escrúpulos. Y es lo siguiente. Hace dos años, más de dos años, que está
constantemente solicitándose el aporte del pueblo, y aquí nadie tiene cinco
pesos, señores. Cualquiera lo sabe si
realmente se lo van a pedir.
Yo considero que
el Estado tiene que mejorar extraordinariamente sus recaudaciones en los meses
venideros como consecuencia de una administración honrada y de la confianza que
se ha despertado en el país. Además de
que vamos a recobrar millones de pesos de los que se han robado.
El pueblo ha
hecho muchos sacrificios. Me hablan de
esos niños que dan sus cinco centavos.
¿Y vamos a resolver las necesidades pidiéndole al pueblo? ¿Vamos a estar constantemente obligando al
enorme sacrificio al comerciante, al obrero, al campesino, al pueblo? ¡No!
Yo sería
partidario más bien de que el Estado fuese ya el que con sus propios recursos,
administrados honradamente, resolviera todas las necesidades (APLAUSOS). Y que el pueblo, que ha hecho muchos
sacrificios, empiece a saber ya lo que tiene.
Si tiene 10 pesos, decir: “Bueno, tengo 10 pesos, que los gasto
en esto y no que me los van a pedir para esto otro.”
Y el problema es
también la circunstancia de que en medio de tanta bondad y tanto altruismo y
tanto hombre sacrificándose, y tantos compañeros pidiendo, porque casi se
siente uno humillado cuando pide, luego pudiera generalizarse la costumbre de
que todo el mundo pidiera para algo, y no se pidiera honradamente, ¿verdad?
Yo creo que
debemos, para marchar mejor en el futuro, ir orientando a la ciudadanía en el
sentido de que todo tipo de colecta para el Ejército Rebelde, para necesidades
de tipo social relacionadas con la guerra...
No las instituciones, no me refiero a los cieguitos, no me refiero a la
Liga contra el Cáncer, todas esas instituciones que se han sostenido siempre de
eso y que debe seguirlas ayudando el pueblo como tradicionalmente
(APLAUSOS). Me refiero a este tipo de
colecta para los rebeldes, para la tropa.
Por esos mismos sacrificios de que hablaba, como es el sacrificio de
niños que llevan cinco centavos: efectivamente, se pide y se da. Pero ya el pueblo ha dado mucho. Y, además, para que nadie se valga del
pretexto de los revolucionarios para pedir, y para que todo el mundo pueda
estar tranquilo aquí, que lo que necesita el país es mucha seguridad y mucha
tranquilidad en todos los órdenes, la línea que nosotros estamos preconizando
es la de no dar.
Quiero que sepan
que en este momento el Ejército Rebelde tiene para sus gastos. El Ejército Rebelde tiene de sus fondos, que
han sido bien administrados, millones de pesos en este momento (APLAUSOS). Que han sido resultado de las contribuciones
que estableció el Ejército Rebelde para la guerra, que no las habían pagado
todos, pero las habían ido pagando una parte.
Y nosotros hemos considerado justo que todos paguen los gastos con que
se hizo la guerra, ¿verdad? Y que si un
central en Oriente pagó, pague un central en Pinar del Río —que Oriente se
sacrificó mucho, ¿verdad? (APLAUSOS.)
Fueron
contribuciones módicas, porque se puso poco para distintos sectores. Y el Ejército Rebelde tiene sus gastos, que
son estos, miles de hombres que no están en los presupuestos y otros muchos
gastos. Como el caso que se nos
presentó, por ejemplo, anoche: una señora que al quemar el periódico
“Tiempo” —ella vivía sobre el periódico, una mujer humilde— le quemaron todos
los muebles.
Yo censuré
duramente que se hubiera quemado el periódico “Tiempo”, porque debió haberse
quemado cuando estaba saliendo allí el periódico, cuando estaban Masferrer, los
gángsteres allí (APLAUSOS). No venir a
quemarlo después que habían salido huyendo, porque esa es una propiedad que
pertenece al pueblo y era una estupidez quemarla. Y le quemaron a una mujer infeliz también sus
muebles. Y entonces, se le pagaron, y
una serie de gastos y de socorros que se están haciendo.
Los gastos
nuestros no están en los presupuestos de la república. Los gastos se están sosteniendo con el
presupuesto que tienen y contamos en este momento aproximadamente con 4
millones de pesos; tienen los fondos, la Tesorería del Ejército Rebelde, que
bien administrados tengan la seguridad que alcanzan para todas las necesidades
y para ayudar. Y lo decimos: con nosotros
cuentas abiertas siempre. Y no cobra
nadie un sueldo aquí. Déjenme decirles
que yo no cobro sueldo:
aquí la comida que nos dan y la ropa que nos dan. ¡Y se acabó!
(APLAUSOS.)
PERIODISTA.- Comandante Fidel Castro: si usted quiere le podemos ir haciendo
las otras preguntas, que quiero que sean nada más que dos o tres...
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Es para aclararnos. Yo aprovecho estas preguntas para algunas
cosas que hay que decir, ¿verdad? Me han
brindado ustedes esta oportunidad para algunas cosas aclararlas, para que no
haya confusiones.
Yo quiero que
ustedes sepan que el Ejército Rebelde tiene fondos ahora. Lo que estamos es reorganizándonos, porque
uno está en un hotel, otro en Columbia, otro en Managua y hay una mezcla
tremenda, a veces cuesta trabajo. Y
hasta que no nos organicemos bien no podrán prestarse todos los servicios. Yo personalmente he podido trabajar muy
poco. A pesar de que no descanso ni
de día ni de noche, no he podido tener tiempo de atender todas las cosas. Pero yo sé que el tiempo es un gran aliado y
todo lo iremos resolviendo.
Y le pido al
pueblo que no haga más sacrificios por los combatientes, que no haga más
sacrificios. Si llegan a una casa de
momento y los atienden allí y los invitan a comerse una cosa..., pero por medio
de colectas no hagan más sacrificios porque tenemos los fondos necesarios para
los gastos de nuestros hombres, miles de hombres. Y cuando ya el tiempo pase y se haya
estabilizado la situación, se pueda contar con los recursos del presupuesto de
la república, pues se podrá contar.
Por lo pronto no
estamos en el presupuesto y, sin embargo, tenemos nuestros fondos, sin tener
que costarle nada al Estado ni crear complicaciones solicitando fondos del
Ministerio de Hacienda. No: tenemos nuestros
fondos para solventar nuestros gastos. Y
además, como no pagamos sueldos, pues alcanzan para la comida, para la ropa y
otras obras.
Y a Isla de
Pinos le enviamos nuestra gratitud, porque es realmente extraordinario que un
pueblecito pequeño haya dado 15 000 pesos, ¡extraordinario! (APLAUSOS.)
____________.- Comandante Fidel Castro: sencillamente nosotros estamos
encantados con que usted lo diga todo.
Lo que estamos es apenados con usted, que sabemos que trabaja día y
noche. Y eso es lo que nos preocupa, que
lo hemos agotado. ¡Y no queremos que se
nos gaste en pocos días!
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Yo aquí no estoy perdiendo el tiempo: yo estoy
hablándoles a ustedes y al pueblo aquí sobre una serie de cuestiones.
(LE DICEN AL
COMANDANTE FIDEL CASTRO:
“Siéntese y yo le bajo los micrófonos”).
CMDTE. FIDEL CASTRO.- No, no.
Es que sentado me siento...
(APLAUSOS.)
____________.- Vamos a hacerle la otra pregunta, quedan dos
o tres preguntas nada más.
FABIAN
ACEITUNO.- Comandante Fidel Castro: nosotros hemos oído
hablar de que hay un Ministerio nuevo de Recuperación de Bienes Malversados. Nosotros quisiéramos saber si se ha hecho
algo. Y si esos terrenos del Cuerpo de
Ingenieros, que pertenecen al Estado cubano desde tiempos de España y ahora los
está vendiendo un particular, son algunos de esos que van a entrar en el
patrimonio del Estado.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Yo le voy a hacer una pregunta: ¿Cómo fueron
adquiridos esos terrenos por ese particular?
FABIAN
ACEITUNO.- Bueno, de eso salió un
decreto en la Gaceta donde decía que eran de unos señores. Si usted quiere los decretos, yo los tengo a
su disposición.
Decía que se
mandaba a desalojar al Cuerpo de Ingenieros de allí porque era de unos
particulares. Yo creo que por
prescripción adquisitiva ya eran más del gobierno que de nadie, porque llevaban
más de 70 años, no 30. Eran del Estado.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Yo puedo hacer algo. Tenga la seguridad. ¿Se puede probar perfectamente...? Dice usted que tiene los decretos, ¿verdad?
FABIAN
ACEITUNO.- Tengo los decretos de la
Gaceta y todos sabemos que en el tiempo de España ahí estaba el ejército.
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Todos lo sabemos. Después de la instalación, ahora han
aparecido dueños, y las están vendiendo.
FABIAN
ACEITUNO.- Sí, señor, un terreno
grandísimo frente a donde estaban los deportes, el Palacio de los Deportes.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Por lo pronto yo sí le puedo dar una
respuesta, que es la siguiente: de acuerdo con el derecho, carece por
completo de validez ese traspaso de propiedad.
Incluso advertirle al pueblo, al público, que no se le ocurra comprar
una pulgada más de terreno en esa zona.
¿Y hubo quien compró?
FABIAN
ACEITUNO.- Bueno, en esas manzanas hasta
ahora no veo a nadie. Veo un letrero que
dice que son dos o tres manzanas.
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Porque lo triste ahí hubiera
sido perjudicar a algún tercero que hubiese ido a adquirir aquellas tierras
inocentemente (APLAUSOS).
____________.- Muchísimas gracias. A propósito de esto...
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Si no la han vendido, la que esté ahí tenga
la seguridad de que el Ministerio de Recuperación de Bienes la recupera, pero
inmediatamente la recupera. Tenga la seguridad
de eso. Y no es lo único. Yo soy partidario de que en eso no se ande
con muchos escrúpulos legales: que cuando se sepa que es una
inmoralidad, sencillamente se resuelva el problema, mediante la ocupación y la
confiscación de aquellas propiedades, si acaso han tratado de sustraerlas. Lo importante es que se pruebe. Eso sí: que se pruebe. No actuar a base de cálculo, ni de rumores,
ni de suposiciones.
Ahí está el
central “Washington”. Podrá estar en una
sociedad anónima, pero todo el mundo sabe que es de Batista y de Morales del
Castillo y de Pedraza. Y además han
dejado una gran cantidad de fincas. ¡Por
fin Pedraza perdió su finca! (APLAUSOS.) Era insólito que con los crímenes que cometió
ese señor, estuviera tranquilamente viviendo allí. Esa es una de las cosas que más deprimía al
pueblo. Y todo el mundo decía: “Tú ves, chico,
mira las cosas de la Revolución; mira a Pedraza ahí. Hizo dormir a La Habana a las 9:00 de la
noche, ¡y míralo ahí, chico!” (RISAS.)
Eso lo decía todo el mundo. Hasta
que por fin, vino de verdad, pero de verdad (APLAUSOS).
Y no será, por
cierto, el único, porque había un coronel en Las Villas que acababa de comprar
400 caballerías de tierra. Bueno, es que
creían que se iban a estar toda la vida aquí, de otra manera no se
explica. ¡Una cantidad de fincas! Hay un oficial de la Marina que tiene una
casa de 200 000 pesos. Kuquine está ahí, que dicen que se puede hacer una ciudad
escolar con lo que tiene dentro de valores.
¡La verdad es que se repartieron la república! (APLAUSOS.)
La Habana del
Este, hay que informarse bien todo el negocio que hay con esos terrenos. Y oiga, con la manga al codo, como el
carnicero a la res —según decía Martí—, hay que entrarles con la manga al codo
a esos problemas. Sí, el que ganó
gratis, el que ganó de vivo, el que ganó de pícaro, el que ganó de mal
ciudadano, que lo pierda, señores.
Porque, ¿por qué tenemos nosotros que andar con consideraciones,
respetando? Esas no son propiedades
legítimas ni son ganancias legítimas.
Compraron las tierras, hicieron el túnel y a ganar tanto. Pues todos los negocios que hizo la dictadura
hay que investigarlos, ¡todos!, pero absolutamente. Todas las concesiones que hizo hay que
investigarlas, ¡todas!
¡Ah!, ¿si hizo
algo bueno? No porque lo haya hecho la
dictadura lo vamos a abolir. ¿Empezó a
hacer un edificio que sea necesario? Aunque
lo haya empezado a hacer Batista, eso no nos importa, ¡suerte que ya haya hecho
alguna cosa bien hecha, lo podemos terminar!
Entonces, continuar haciéndola.
¡Ojalá hubiera hecho más cosas bien hechas y pudiéramos contar con ellas
ahora! Y lo que ha hecho mal,
cambiarlo. Aquí no hay que actuar con
pasiones, al pueblo no le interesa eso; le interesan los edificios que
necesita, las escuelas que necesita. Y
nada de hacer escuelitas a la orilla de las carreteras, ni casitas a la orilla
de las carreteras para que las vea la gente.
Lo que hay es que hacerlas tierra adentro, tierra adentro, aunque no las
vean, porque es donde se necesitan.
Hay muchos
negocios de muchas clases, contratistas y otras historias. Y como aquí no van a sobornar a nadie, ¡aquí
no van a sobornar a nadie!, iremos en estas cuestiones por líneas muy rectas,
por líneas inflexibles. Ya les digo: aquí en todo hay
que pelear en la primera trinchera. Si
usted pierde en la primera, después tiene que pelear en la segunda y en la
tercera, y no es negocio. Y en la guerra
se demostró que había que defender la primera trinchera más que ninguna
otra. En lo moral aquí hay que
atrincherarse en la primera posición y no perder una sola, en cualquier
caso. Donde se dé un paso atrás
empezamos mal. No podemos caer en la
primera tolerancia ni en la primera transigencia. Desde ese día, créanme que me voy a sentir
desanimado como un ejército que empieza a ser derrotado. Y lo que hay que hacer en vez de retroceder
es avanzar y cada día conquistar una posición más (APLAUSOS).
____________.- Aquí tenemos un profesor de una escuela de La Habana
—es león también— y quiere hacerle una pregunta. Una de las últimas tres, Comandante Fidel.
____________.- Doctor Fidel Castro, esta mañana se dio una
noticia por la radio que nos ha llenado de angustia a los maestros —soy
maestro—, a los padres —soy padre— y a miles de adolescentes de 12, 13 y 14
años a través de la república.
Los niños tienen
una sensibilidad exquisita y un sentido muy agudo de la justicia, y ellos dicen
que cómo es posible que después de haber ganado durante dos o tres años sus notas
ejemplarmente se les vayan a anular esas notas.
Los padres nos
sentimos muy angustiados porque creemos que esos niños han hecho un esfuerzo
muy grande, y sería un atentado a la cultura que se pusiesen a anular todas
esas cosas y troncharles la ilusión que esos niños tienen con sus estudios.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Yo le voy a responder y es lo siguiente:
Le expliqué bien
cómo yo estaba responsabilizado con algunas tareas determinadas y que no
interfería absolutamente para nada, incluso no sabía nada ni conozco las
medidas que de otro orden se están tomando o se van a tomar. Aunque naturalmente estoy en el deber de
estar informado de esa medida de esta mañana, yo no he podido conocerla. Pero sí le puedo dar mi criterio sobre esto,
y es el siguiente:
Todas estas
medidas que sean conflictivas, todas esas medidas que sean moralmente
discutibles o que persigan un propósito determinado... Pienso que puede haber en algún caso la
intención de alguna manera sancionar o condenar el hecho de que en algunas
universidades, mientras los estudiantes estaban luchando, se hubiera seguido
dando clases, y unos se estuvieran graduando a expensas de otros. Porque sí, han estudiado, pero los otros
estaban combatiendo, ¿no? (APLAUSOS), y
unos son profesionales en la patria libre y ya empiezan a ganar dinero,
mientras otros son estudiantes en la patria libre y no ganan nada y tienen que
seguir estudiando porque se fueron a los campos de batalla (APLAUSOS).
Pero eso no
quiere decir que haya que adoptar medidas extremas, sino medidas justas; lo
justo, el criterio de lo justo es lo que debe primar aquí.
En estos casos
conflictivos, yo soy de la opinión que debe de ponerse en conocimiento público,
informarse a la opinión pública mediante la discusión.
Creo que a los
distintos sectores, a un representativo del estudiante que se graduó en la
universidad, o de la asociación, a un representativo del estudiante que
combatió, a un profesor de una universidad y de la otra, a los niños, a todos
los sectores afectados reunirlos en una mesa redonda de una hora, dos horas o
tres horas y que discutan, para que entonces se llegue a acuerdos justos. Lo importante es lo justo.
Claro que no es
lo mismo el caso de un estudiante universitario que el del niño de la
escuela. La responsabilidad es distinta. Yo no conozco. Yo tendría que estudiarlo para dar mi opinión: me parece esto
bien, me parece esto mal. Pero en esos
casos de medidas conflictivas lo que me parece que debe hacerse es consultar la
opinión pública, discutir ante la opinión pública, y entonces actuar conforme
al sentimiento de la opinión pública orientada por medio de la discusión. Ahí tenemos la televisión, y creo que nadie
puede dar una opinión sobre algo si no está informado. Lo importante es informar. Y creo que no se deben resolver estos
problemas, o si se han dado pasos en ese sentido y crean polémicas, deben
someterse a una discusión para que, en definitiva, las medidas resulten justas
(APLAUSOS).
(CAMBIO DE
CINTA)
...tengan
talleres donde ellos mismos confeccionen sus ropas; talleres donde ellos mismos
confeccionen sus zapatos, y una serie de productos de consumo los produzcan
allí. Es más, le vamos a pedir a la CTC
Revolucionaria que nos entregue la vaquería de Mujal (APLAUSOS), para que ya
esta ciudad escolar tenga la leche; alguna otra finquita de esas que compraron
los magnates que se han escapado, para que siembren malanga, plátano, papas y
todos los artículos. Porque la finalidad
es que los alumnos, para mejorar su alimentación, aprendan no solo a estudiar
sino a trabajar.
Hay que enseñar
a la juventud no a estudiar sino también a trabajar desde muchachos y cumplir
con sus obligaciones. Y que tengan bien
claro que las que se van a hacer en el interior de la república van a contar
con 200, 300 caballerías de tierra que estaban allí improductivas, y se podrá
hacer el plan más racional. Aquí tendrá
que ser en La Habana sobre todo una sección industrial, una ciudad escolar
industrial que prepare para la industria a la juventud, trabajando y
produciendo (APLAUSOS).
En esos
talleres, por ejemplo —a propósito del Club de Leones, que fue el fundador del
Asilo de los Ciegos—, hay un taller allí en la ciudad escolar que se va a hacer
que tiene una producción de ropas o de zapatos o de dulces, porque allí hay que
hacer todo lo que hace la industria, producir allí en industrias pequeñas para
el consumo de los alumnos; si pueden producir más pueden llevarles a los asilos
y pueden llevarles a distintos lugares también, producir los productos para
ayudar (APLAUSOS).
Ayudan al Estado
a sufragar los gastos, cuidan la lechería, cuidan las fincas agrícolas, cuidan
las industrias, producen, se hace todo más económico; tienen un estándar de
vida más alto los alumnos y aprenden, estudian y trabajan. Sobre todo a la mente del pueblo cubano le va
a hacer un efecto muy saludable el pasar por allí y ver a los niños aquellos.
Y en La Cabaña
vamos a poner el cuartel de boyscouts
(APLAUSOS). Se acabó el cinturón de
acero que había alrededor de la capital.
Vivíamos ahogados de fortalezas.
¡Hasta las fortalezas de la época de España las teníamos ahí, más otras
nuevas! Y aquí había soldados en la
Punta, en Atarés, en todas partes había soldados, en todas las fortalezas
coloniales, más en los cuarteles que hicieron en la república, que en vez de hacer
escuelas se pusieron los gobiernos a hacer cuarteles. Y nos quedaron los de la colonia y los de la
república. Pues que no queden ni los de
una ni los de otra en esta jornada, para que de verdad la Revolución sea la
realización de los sueños de los mambises y de los que han caído también en la
república (APLAUSOS).
LOCUTOR.- En estos momentos acaba de hacer su entrada
el Comandante Camilo Cienfuegos y todos los leones, puestos de pie, lo reciben
con una fuerte ovación (APLAUSOS PROLONGADOS).
Inmediatamente
el Presidente del Club de Leones le va a hacer una pregunta a Camilo Cienfuegos
también.
Antes de hacerle
la pregunta esa que quiere hacerle a Camilo Cienfuegos, quiero decirles a los
compañeros leones que me hagan el favor de no dejar que pase el público a tomar
autógrafos; que esto no es una cuestión de autógrafos, que es más interesante
para la vida nacional.
Seguidamente el
ingeniero René Echarte le va a hacer la penúltima pregunta, Comandante, porque
estamos abusando demasiado de usted.
ING. RENE ECHARTE.- Doctor Fidel Castro, uno de los puntos más
importantes del programa de la Revolución es la reforma agraria.
Hemos visto con
mucho gusto que usted, en uno de sus discursos, se ha preocupado de la
situación de parias por la que pasan más de 150 000 familias campesinas y
ha tomado buena nota de eso para inmediatamente que se pueda emprender la
reforma agraria.
Usted también
dijo en su discurso que aproximadamente se invertirían unos 20 millones de
pesos anuales, por lo menos, en esa reforma agraria.
Nosotros hemos
hecho pequeños cálculos y creemos que con esa cantidad se podrían afincar,
teniendo en cuenta que no solamente es el reparto de tierra, sino también hay
que darles aperos de labranza, cierta refacción y demás. Pues teniendo en cuenta eso, creo que
aproximadamente se podrán afincar unas 5 000 familias anuales con esa cantidad.
Comoquiera que
la magnitud del problema es tan grande, nosotros pedimos al doctor Fidel
Castro, si es posible, que en el Gobierno Revolucionario sea posible obtener
una cantidad mucho mayor que la fijada por usted.
Yo creo que sí,
que será posible, señor Fidel Castro; porque si la dictadura para ensangrentar
a los cubanos, para acabar con la vida de todos nosotros, para hacer tantas
obras improductivas pudo sacar tantos millones de pesos, yo creo que el
Gobierno Revolucionario, para una obra de esta clase, podrá dar no solamente 20
millones, sino 40 ó 50 si fuera necesario.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Bueno, yo puedo añadir algo (RISAS).
No recuerdo
exactamente si se dijo 20, ó 25, ó 30.
Pero fíjense que se dijo: un
mínimo; no un máximo, sino un mínimo para las tierras, o sea, para indemnizar
esas tierras que se iban a entregar a los pequeños aparceros, precaristas,
arrendatarios, en la ley agraria que hicimos en la Sierra Maestra, que no es la
reforma agraria sino que es el primer paso.
En esta ley se estableció un mínimo.
Si la economía
del país es próspera, si las recaudaciones se elevan como esperamos todos, es
indiscutible que se pueden emplear 30, 40, 50, lo que sea, aparte de los
aperos; los aperos pueden estar en el presupuesto de agricultura. En vez de “botelleros” lo que tiene que haber
es arados, semillas y cosas de esas (APLAUSOS).
Lo que se puede
hacer es increíble, te lo digo por la experiencia nuestra.
Miren, nosotros
no teníamos dinero al principio, pero nada, 500 pesos, 200 ó 300 pesos. Nosotros todo lo pagábamos, y además les
comprábamos cosas a los campesinos y les llevábamos.
Y nosotros hemos
distribuido cantidades enormes de semillas en la Sierra Maestra durante la
guerra, y hemos hecho escuelas sin tener fondos. Ahora calcule usted con los fondos del Estado
bien invertidos.
Además, cuando
los fondos del Estado se inviertan bien, el comercio, la industria, todos van a
recibir los beneficios. El dinero que
circule será un dinero que le inyectará vigor a la economía del país y
aumentará las ganancias de todos.
Hay otra
cosa. Yo quisiera que en una ocasión
posterior, bien a través de una invitación como esta, bien esta institución u
otra, se diera la oportunidad de conocer el plan que tenemos sobre la lotería,
para cambiarla totalmente y convertirla en el Instituto Nacional de Ahorro y
Asistencia Social (APLAUSOS).
(Del público le
dicen algo).
Bueno, vamos a
convertir el vicio de jugar en la virtud de ahorrar. ¿Qué les parece? (APLAUSOS.)
Con un sistema que se adapte a la mentalidad del pueblo, porque hay un
millón de personas que compran billetes.
Entonces, entre
otras cosas, en la lucha contra el juego, el Estado tiene que, primero que
nada, no solamente prohibir todo tipo de juego clandestino: la charada, la bolita, el monte y
dado, todas esas cosas que la gente juega.
Eso es lo prohibido.
Pero no basta
con prohibirlo, tiene que hacerle una competencia desleal, porque la gente si
no lo sigue jugando. Y no es cuestión de
policía, hay que brindarle otra cosa que le aparte la mente al pueblo de
aquello; no tener que convertir la cuestión del juego en una cuestión de
policía, y la bolita perseguida, prohibida, los banqueros encarcelados, porque
aquí no hay más que encarcelar a los banqueros.
Y aquí nunca encarcelaban al banquero; aquí encarcelaban al que vendía
la bolita y todo el mundo sabía quién era (RISAS). Veinte policías ponían fuera de combate al
juego en La Habana con buscar a 10 ó 12 individuos, y se acababa ya.
Además de eso,
hay un millón de personas que juegan billetes.
¡Es increíble!
Y no hay cosa
más absurda y más arbitraria que el juego.
Porque yo me puse a hacer un cálculo de posibilidades de cuántas veces
tenía que jugar un ciudadano para ganarse el premio gordo —como le llaman—,
tenía que jugar, durante 800 años, una vez todas las semanas; comprar un
billete una vez todas las semanas durante ocho siglos. ¡Hay que ser muy optimista para pensar que se
va a ganar el premio! (RISAS.)
Ahora, si en vez
de hacer eso, guardaba todas las semanas el dinero, a los 22 ó los 25 años ya
se había ganado el primer premio. Era
mucho más negocio ahorrar que jugar.
Pero eso hay que explicárselo al pueblo.
Es tan absurdo, que al pueblo a la hora de jugar no le importa que la
posibilidad sea una cada 800 años ni una cada 10 000 años. El que juega es una cosa tan absurda...
Ese mecanismo
mental del jugador es lo que el Estado tiene que analizar, al efecto de emplear
la inteligencia, la medida práctica más que la violencia y la ley para impedir
el juego, porque, ¿qué puede hacer la ley?
Entonces necesitan muchos, porque la gente seguirán
jugando dondequiera que estén.
Y habrá juegos
que no se puedan prohibir, el de la pelota.
Ah, pero no es en este juego: en
el de la pelota juegan dos y uno pierde y otro gana, ¿no?; pero en la bolita
gana el banquero siempre, es el único que gana, y el policía, y el otro, y
pierde el pueblo.
Hay también el
juego en los cabarets, que es juego para turistas. Ese juego yo no creo que perjudique a la
economía, excepto que esté en manos de gángsteres; de lo que esté en manos de
gángsteres, las ganancias, los impuestos altos que se cobren —porque pueden
cobrar impuestos altos—... Sí, permítase
el juego, pero que el Estado recoja fundamentalmente el producto del juego, o
una parte considerable, después que se pueda pagar a los obreros y a todos, la
ganancia de la empresa, y el resto lo coge el Estado para asilos de ciegos,
para las casas de beneficencia. Ese
juego no sale del pueblo, sale de los millonarios de afuera (APLAUSOS).
Se trata de
impedir el juego porque va contra la economía del pueblo; pero el juego de los
cabarets, ese es el juego que va contra la economía de los millonarios
extranjeros, y a nosotros realmente no tiene que preocuparnos mucho esa gente,
porque si no lo juegan aquí lo juegan en otro lado.
Ahora, sí no
convertir La Habana en un garito ni mucho menos, por ganar dinero hacer toda
inmoralidad.
Yo creo que debe
estar prohibido el juego para los criollos; o en todo caso, por lo menos, si
hay un millonario de poca cabeza que quiera gastarse el dinero allí, bueno,
pues que se lo gaste, que el dinero ese va a ir a parar a los asilos,
¿comprenden? (APLAUSOS.)
El juego que hay
que prohibir es el juego que vaya contra la economía del pueblo, todo eso de
traganíquel y todas esas barbaridades.
Porque eso es una barbaridad, porque es un robo conocido y consciente;
sin embargo, la gente va allí para que le roben. Ese es el mal del juego, ¿no?
Entonces no se
perjudicarían los obreros de los cabarets, y las ganancias lo que no tienen es
que ir a parar en manos de gángsteres, ni de jefes de policía, ni de jefes de
regimiento, ni del capitán ni del comandante, que eso es lo absurdo. Ese dinero lo robaba Salas Cañizares, por
ejemplo, y toda aquella gente, cantidades fabulosas, ¡fabulosas!, millones de
pesos; ese dinero que salga de todos esos cabarets, que vaya a los
lugares... Y más ahora, que la lotería
no se puede tomar para eso, porque la lotería va a cambiar radicalmente.
Que se tomen de
los impuestos que se cobren al juego en los cabarets para extranjeros, y que el
turista no se queje de que viene aquí a jugar y no le dejan. ¡Que venga, y que juegue!
¿Qué ustedes
creen de esto? (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Ahora, lo que no
se puede permitir es ningún tipo de juego popular. Es que es un robo al pueblo.
Ahora, pero el
pueblo quiere jugar y usted no puede convencerlo de la noche a la mañana, y ese
es el fin que tiene el Instituto Nacional de Ahorro y Asistencia.
Entonces se va a
crear un tipo de lotería muy especial, y que el individuo juegue, pero se saca
el premio, se celebra el sorteo, ¿no?, y si no gana nada, guarda su billete y
al cabo de cinco años le reintegran el valor y un 10% de lo que ha ganado
(APLAUSOS).
Eso mediante la
inversión de lo que se recaude debidamente, que deje un interés determinado
para pagar los premios.
Es un mecanismo
que va operando, va transformándose.
¿Qué es el juego de la lotería? Pues
hasta hoy es esto. El pueblo tiene un
vicio: el de
jugar. Entonces viene el Estado, el
gobierno, lo que sea, y dice:
“Ah, el pueblo tiene un vicio.
Bien. Vamos a hacer negocio con
el vicio ese, vamos a explotar el vicio.” Entonces viene el Estado y en vez de decirle
al ciudadano que no juegue, que eso perjudica, que trabajar una semana o
trabajar un día para gastar el dinero; que es un dinero que se pierde al
gastarlo en juego; que no tiene oportunidad ninguna de ganar, que tiene que
vivir tantos años jugando todas las semanas para ganarse el premio, y que por
uno que se gana el premio a la cuarta vez de haber jugado, hay uno que no se lo
gana en 10 000 años —porque el cálculo es matemático y no falla—; en vez de
decirle eso, dice: “Bueno, no, voy a
hacer negocio. Ya que el pueblo tiene un
vicio, voy a explotar el vicio: vendo billetes y gano tanto para tanto
y tanto para más cuanto.” Y eso es lo
que no puede hacer el Estado:
explotar un vicio.
¿Hay el vicio? No, hay que cambiar el vicio. Se establece la lotería, no se educa.
Suprimida la colecturía
—aunque desde ahora mismo esté en peligro de que me tiren una piedra por
cualesquiera de las calles de La Habana los colectores (EXCLAMACIONES DE: “¡Nunca!”) ¡Suprimida la colecturía! Se acabó.
Ahora, ¿el billete se debe distribuir entre quiénes? Entre los lisiados, aquellas personas que
realmente lo necesitan en primer lugar, las víctimas de la guerra (APLAUSOS),
porque el billete en lo adelante va a tener una demanda extraordinaria, porque
va a ser una cosa nueva, lo que ofrece es extraordinario, no van a tener que
venderlo en la calle; lo van a venir a comprar a la casa. Una viuda con hijos, una familia que haya
perdido el esposo asesinado, o cualquiera de esos campesinos, tiene 10 billetes
ó 20, se los van a ir a comprar a la casa.
Ahora, no deben
preocuparse los billeteros que viven de vender billetes, porque ahora ya no
serán billeteros, sino serán vendedores de valores del Estado (APLAUSOS). Habrá que respetarlos. Ahora no venden el vicio: venden valores, venden el ahorro. Y además, además, no tienen que preocuparse
de que no les vayan a dar billetes, aunque se les vayan a dar a las víctimas de
guerra y primeramente a las personas que no puedan trabajar, inválidos. Como va a aumentar la demanda de billetes de
acuerdo con este plan para que se convierta el sistema de juego en un sistema
de ahorro, será necesario, a medida que aumente la demanda y aumente el número
de billetes, serán más las personas que se puedan emplear. Entonces, nadie explota el juego.
Los limitados
aquí van a ser los que han vivido de intermediarios del negocio de la lotería,
se han enriquecido en eso. Que vendan
otras cosas, no les prohibimos que vendan otras cosas. Es justo que no haya intermediarios, que las
ventas del Instituto de Ahorro vayan directamente a través de las oficinas del
correo. A través de las oficinas del
correo todo el que tiene que recibir su billete lo recibe en un sobre que
mandan del instituto todas las semanas.
Va el que los vende y los busca todas las semanas allí, sencillamente,
directamente, sin intermediarios y sin “botelleros”. Claro, había 3 000 empleados en la renta de
lotería. Eso es absurdo. Era una sentina la renta de lotería. Allí tiene que haber un mínimo de
personal. Porque el problema es que el
plan, si usted pone mucha burocracia, no funciona. Tiene que poner el mínimo de gastos.
Poco a poco, a
medida que vaya aumentando la demanda de billetes, se aumenta el número de
billetes, pero se deja el mismo número de premios, o sea, que no se aumenta la
proporción de premios. Puede el Estado,
a medida que lo permitan las circunstancias del instituto, aumentar el interés,
y la gente irá dejando de jugar, por el premio —que cada vez será más
inasequible—, por el interés que le brinda.
Y, desde luego,
les voy a decir una cosa:
el Estado, cuando esa institución no sea de lucro, pues, puede
ofrecer más ventajas que las que puede ofrecer ninguna otra. El problema es que el juego debe
acabarse. Nosotros planteamos que debe
acabarse, en todas las formas, en comerciales, todas las clases de juegos;
tiene que acabarse (APLAUSOS).
Y vamos a decir
la verdad, aunque nos cueste enemigos. Y
creo que lo que la opinión pública quiere es eso, porque de la única manera que
se queda aquí el juego es que el pueblo quiera que se quede. Entonces ya... Bueno.
Y yo creo que el pueblo está muy consciente de lo que le conviene y de
lo que quiere. Yo he visto a todo el
mundo muy contento sin bolita y sin charada.
Y hasta los que juegan, cuando usted dice: “Debe eliminarse eso”, dicen: “Bien eliminado, pero es que yo no tengo
voluntad y juego.” (RISAS Y APLAUSOS.) Hasta
el que juega está de acuerdo con que se acabe el juego.
Entonces, la
cuestión es que debemos decir la verdad aunque nos traiga enemistades.
Yo estaba en la
Sierra y una vez nos conseguimos un aparato televisor y lo abrimos, y casi no
se podían ver los programas, porque no era más que: tal cosa regala tanto y más cuanto, un
automóvil y lo otro; y tal cosa, tantos pesos.
Fue cuando me pude dar cuenta en pocos años cómo había evolucionado,
cómo se iba corrompiendo la moral pública de tal manera, que ya no había ni
competencia comercial a base de calidad, a base del mejoramiento del producto
(APLAUSOS).
¿Eso no
perjudica extraordinariamente a la industria y no perjudica al consumidor? (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Mucho!”) (DEL PUBLICO LE DICEN: “Crea monopolios.”)
Y a lo que se
iba entonces era a mejorar el premio: cuál daba más premio y peor
producto. (DEL PUBLICO LE DICEN: “Más caro.”) Por supuesto.
Entonces, la cuestión es que yo estoy seguro de que tiene que ser una
desesperación para los mismos industriales tener que vivir en esa competencia
de juego. Estoy seguro de que cuando
nadie juegue, que no haya el plan de regalos, va a estar todo el mundo
igual. (DEL PUEBLICO LE DICEN: “No, y se abarata
el producto.”)
El Estado
mantendrá el juego el tiempo necesario para abolir definitivamente el juego: ocho, nueve, diez años, para que cada vez
disminuya el premio y llega el momento en que el ciudadano compre los valores
del Estado no por ganarse el premio, que ya sabe que tiene que vivir 10 000
años para ganarlo, porque cuando sean 300 000 billetes, el cálculo de
posibilidades será ganarse el premio una vez cada 3 000 años; sin embargo, si
lo compra, es por algo, es porque está ahorrando, y ya es un valor.
Otra cosa: ¿En qué se va a
emplear eso? Yo se lo voy a decir. Aunque aquí hubiera alguien que tuviera
intereses en construcciones o en alquileres o en lo que sea, yo se lo voy a
decir.
¿Qué vamos a
hacer? Voy a dar otra opinión. Creo que uno de los servicios
esenciales... Yo me atrevo aquí a
hablarle al que sea dueño de edificios de apartamentos y me da la razón, porque
yo voy a decir la verdad. No le voy a
decir explotador ni le voy a decir nada de eso.
No es nada de eso. Voy a analizar
lo que es.
Creo que uno de
los servicios esenciales que en la sociedad hay que prestarle al individuo de
la sociedad, es la vivienda. El hombre
no puede dormir en la calle, ni a la intemperie, ni en un monte; puede vivir en
una casa de campaña como la que hemos hecho nosotros, provisionalmente. Pero la verdad es que el pueblo...
Estamos de
acuerdo en que se necesitan calles para que se crucen los vehículos: entonces viene el
Estado y presta ese servicio. Estamos de
acuerdo en que hacen falta puentes: nadie deja que los particulares
construyan puentes, sino dicen: “El
Estado debe construir el puente.” Puentes y muelles, toda una serie de
servicios, los presta a todo el mundo.
Sin embargo, la necesidad de vivir bajo un techo es más grande que la de
transitar por una calle. Y en cambio,
dejan al individuo abandonado a su suerte en cuanto a ese servicio, que lo
resuelvan los particulares. ¿No hay
casas suficientes? No importa. Que duerman en el barrio de Los Hoyos o
duerman en un solar. Nadie se preocupa
por eso.
El Estado tiene
que resolver ese problema. No hay
viviendas suficientes, señores, y las que hay son caras, señores. Y les voy a decir por qué.
¿Es lo mismo
construir 100 edificios que construir uno?
(Le responden negativamente.)
¿Cuál sale más caro? (Le
responden que uno.) Y cuando 100
construyen un edificio en vez de que uno construya 100, ¿no es más caro el
apartamento? Es lógico, además, porque
cada cual paga su experiencia, uno busca un contratista más económico; otro,
menos económico, y el resultado es que no se puede vivir. Yo no sé si ustedes podrán vivir. Yo me imagino que más o menos con algún
trabajo. Pero la inmensa mayoría de la
gente, de la ciudadanía, pasa mucho trabajo con la vivienda y le cobran la
mitad del sueldo o la tercera parte por la vivienda, que se va sin más, y del
dinero que paga en eso no le queda nada.
Bien. ¿Cómo vamos a resolver el problema? ¿Quitándoles los edificios de apartamentos a
los que los han hecho? ¡No, señor!
Han hecho sus
edificios al amparo de la ley, de una situación legal; han actuado normalmente,
y es un derecho adquirido al amparo de las leyes constituidas y de un sistema
establecido. No hay que quitarle nada a
nadie.
Creo que la
Revolución se puede hacer sin quitarle nada a nadie. Y hacer eso parece difícil, pero es que
por muchos caminos se llega a Roma. Y el
objetivo que persigue la Revolución es llegar por distintos caminos sin
quitarle... Lo que la gente no quiere es
que le quiten, desde luego; ahora, hay que darle al pueblo y resolver los
problemas. Y vamos a ver cómo nos
ponemos de acuerdo para eso.
La vivienda
quedamos en que es un servicio esencial y que sin embargo no se presta, y que
hay una escasez extraordinaria de viviendas tanto en la ciudad como en el
campo. Pues bien, ¿en qué vamos a
invertir el dinero que se recaude por concepto de lotería? En resolver el problema de la vivienda. Verán en qué forma: como se van a recaudar cantidades
grandes, entonces se van a producir masivamente.
Yo quiero que
ustedes sepan que el costo de producción de las viviendas hechas masivamente es
un 40% más barato; luego, la casa que construida por un particular cuesta 6
000, construida por una corporación cuesta 4 000, y más si se compra en grandes
cantidades y con la facilidad que tiene el instituto para realizar esas
inversiones.
Entonces,
invertir en construcción de viviendas todo ese capital al 5%, porque al que
compre el valor posiblemente se le pague el 2%, pero hay que pagar los premios
que deben salir... Hay otras
explicaciones, porque tiene otros detalles el plan, pero en esencia ya lo estoy
explicando.
Ustedes
calcularán y a lo mejor no les cuadra después, pero hay un sistema
determinado. Parece increíble, pero es
así. Cuando ustedes hagan los números se
darán cuenta de lo que se paga actualmente por billetes, y todos saben que es
un atraco de los más grandes que pueden existir.
Se invierte al
5%. El que vaya a vivir a aquella casa
que ha hecho el instituto, tiene que pagar del capital invertido un 5% de
interés, entonces, por lo que paga de alquiler, paga el alquiler y compra la
casa (APLAUSOS), sin lucro, porque no habrá lucro, no habrá quien le pueda
hacer competencia a un instituto que no lucra.
¿Quién puede competir con un instituto que no lucra? ¿Uno que lo haga más perfecto? ¿Pero hay ganancias? Si hay ganancias pues no puede dar las
ventajas que da el instituto. ¿Y tiene
que hacer una casa allá en un barrio de Guanabacoa o por ahí? ¡No! Compramos
una manzana y hacemos un edificio para arriba, y se vende el apartamento
(APLAUSOS).
No hay una
revolución en el mundo que haya convertido en propietarios a los inquilinos, y
esta los va a convertir, ¿qué les parece?
(APLAUSOS.)
Las
posibilidades de invertir capitales son ilimitadas, porque a medida que aumente
la demanda de billetes y sean más y más, y menores los premios, es más la
cantidad de millones de que puede disponer todos los años. Puede ser que ya cuando sean 100 000 billetes
de valores, pueda disponer de unos 100 millones de pesos todos los años y
más. Y va a resolver el problema en
escala progresiva, y les va a dar empleo a miles y a miles y a miles de
trabajadores, y a miles y a miles de vendedores de valores del Estado.
Sé que chocará
con algunos intereses, naturalmente; es imposible no chocar. Pero a la larga lo que por un lado se
sacrifica se gana por otro siempre en estas cuestiones, y, además, porque es
una necesidad, es una necesidad y creo que es un derecho que tiene el Estado de
cambiar la lotería de lo que es, no empleando la policía, y, además,
convirtiendo eso en ahorro. ¿Quién gana
aquí? El que compra billetes, va a ganar
un interés. Antes botaban los papeles
esos, y ahora los que botaban se convierten en dinero, porque en el sistema es
reintegrable desde el día siguiente de celebrado el sorteo, pero no se le da la
totalidad, se le da el 40%; el segundo año se le da más, un 60%; el tercero,
más, y el último año, el quinto año, un 10%, y si quiere lo reserva, lo deja
ahí y continúa ganando intereses, que le puede aumentar un 1% de interés al que
ganaba. Siempre es un estímulo para que
ahorre y que conserve esos valores.
Yo quiero que
sepan que esta es una idea surgida en la Sierra Maestra, estudiada en la Sierra
Maestra, pensando en el problema del juego, ver qué vuelta se le daba aquí
(APLAUSOS).
Vendrán y dirán: Bueno, señores,
pero es que hay vendedores de valores de bancos particulares que van a salir
perjudicados. ¡No, señor! Que vengan y que vendan valores del Estado;
se acabó. Así que nadie se va a quedar
sin empleo, va a aumentar el empleo.
Entonces esas
medidas así se hubieran podido aplicar desde los inicios de la república. Qué distinto sería hoy si el Estado, en vez
de explotar el juego y el vicio, se hubiera dedicado a convertir el vicio en
virtud y, en aquel proceso, hacer una obra determinada como resolver el
problema de la vivienda, y que con ese criterio se hubiera trabajado en la
marina mercante, en la industria pesquera y en todos los demás problemas del
país, y disecando pantanos, y recuperando todas esas tierras que están en malas
condiciones y no permitir que le hubieran robado las tierras, porque al Estado
le han robado miles y miles y decenas de miles de caballerías de tierra. ¡Todo ha sido un robo!
Si queremos
arreglar esta casa que es Cuba, yo creo que podemos arreglar nuestra casa. Y, además, cuando arreglemos la nuestra vamos
a hacerles un favor a las otras, porque en América Latina todo el mundo está
mirando a ver qué hacemos nosotros (APLAUSOS).
Les preocupa nuestra democracia y saber si sabemos conservarla y,
además, a ver si dentro de la democracia se puede hacer la justicia
social. Y si nosotros, dentro de la
democracia, hacemos la justicia, tendremos el régimen social perfecto, que a
eso es a lo que aspiramos, con la ayuda de todos (APLAUSOS).
____________.- Comandante Fidel, vamos a hacerle, dicen que
la última pregunta no debe ser, que debe ser la penúltima. Pero esta en verdad es la última, ¿no?
Una vez que
terminemos eso, hay algo que queremos tratarle a usted aquí, en nombre del Club
de Leones, cuando usted llegue, para posteriormente anunciarlo. Así que cuando usted termine de contestar esa
pregunta le rogamos entonces que venga a la Presidencia otra vez.
La pregunta la
va a hacer el vicesecretario del Club de Leones de La Habana y miembro de
instituciones económicas de Cuba, doctor Padrón.
DR. PADRON.-
Doctor, desde hace muchos años —como usted conoce— existen en Cuba
corporaciones económicas, constituidas por hombres de empresas, que han venido
procurando en todo tiempo lo mejor para nuestra economía nacional.
Últimamente —me
refiero al pasado gobierno dictatorial— todas las insinuaciones, todas las
sugerencias de esas instituciones económicas, eran casi totalmente desechadas
por el gobierno de la dictadura, y en muchas ocasiones estas corporaciones se
consideraron maltratadas porque ni siquiera eran oídas.
En estos
momentos de entusiasmo todas esas instituciones económicas, pensando en Cuba,
en el mejoramiento de su economía, se aprestan a hacer una revisión de todo
aquello que afecta nuestra economía; en unos casos, tratando de hacer
desaparecer lo que la perjudica; en otros casos, haciendo que se mantenga lo
que beneficia indudablemente a nuestra economía y también procurando una nueva
legislación no promulgada que beneficie el progreso de la misma.
¿Usted cree,
doctor Fidel Castro, que el gobierno de la Revolución, previo el estudio
concienzudo y patriótico de estas instituciones —sin querer decir que resuelva
lo que ellas quieren—, atenderá previamente a toda promulgación los estudios
que las mismas ejecuten con el mejor interés, por el beneficio general?
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Creo que es algo que ustedes, y usted y todos
sabemos —porque precisamente hace un rato preguntaba yo si la ciudadanía tenía
la sensación de que se le tenía en cuenta—, que en ningún momento anterior de
la vida pública de Cuba cualquier planteamiento que haya de beneficiar a la
nación, no a intereses particulares —como bien decía usted—, sino a la economía
de la nación cubana, en ninguna oportunidad anterior ha tenido lo que hoy se
tiene de que sea atendido y sea realizado, porque todo el mundo ha visto el
desvelo con que se está trabajando porque sea esta Revolución una verdadera
revolución y un triunfo completo para el país.
Yo les exhorto a
que trabajen, trabajar, que le lleven ideas al gobierno, que le lleven estudios
al gobierno, que le lleven datos estadísticos al gobierno y que le lleven
argumentos al gobierno, porque el gobierno los necesitará.
(OVACION)