DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO
RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA SESION PLENARIA CELEBRADA
POR EL COMITE CONJUNTO DE INSTITUCIONES CIVICAS CUBANAS, EN EL SALON DE ACTOS
DEL COLEGIO MEDICO NACIONAL, EL 16 DE MARZO DE 1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS
OFICINAS DEL PRIMER MINISTRO)
Distinguidos representativos del Conjunto de
Instituciones Cívicas:
Pocas
veces, en los dos meses y medio largos que llevamos en
estas faenas de dirigirle la palabra al público, me he podido encontrar con una
tarea más difícil que la de esta noche, precisamente, por la complejidad del
auditorio.
Pero
primeramente quiero decir que para mí fue una grata invitación, la invitación a
hablarles a las Instituciones Cívicas.
Cuando
me visitó, o nos encontramos —cosa que ocurre con bastante frecuencia— el
Presidente del Conjunto de Instituciones Cívicas y yo, me explicó el deseo de
esta reunión, y el interés de esta reunión, según sus palabras —que él ha
expresado aquí también esta noche—, para evitar desorientaciones y confusiones
en la masa que integran las Instituciones Cívicas. Pero, además, otro motivo de carácter no
político, sino más bien sentimental, influyó en el interés y el valor que para
mí tenía esta reunión, y era el recuerdo de los días difíciles y duros de la
Revolución, cuando el Conjunto de Instituciones Cívicas, que desde los primeros
tiempos de la tiranía comenzó a perfilarse como factor moral de gran
importancia en la lucha por la reconquista, o si se quiere, para hablar más realmente,
por la conquista de nuestras libertades, porque nunca habíamos sido realmente
libres; en aquellos días difíciles, en el mes de marzo de 1958, tuvo lugar
aquel manifiesto y aquel pronunciamiento del Conjunto de Instituciones Cívicas,
que fue uno de los más valientes y revolucionarios que se hicieron por aquellos
días (APLAUSOS).
Hasta
nosotros llegó, en la Sierra Maestra, una copia de aquella declaración que tuvo
que salir publicada clandestinamente y que llevaba las firmas de todas las
instituciones aquí representadas hoy. Para
nosotros aquella declaración fue un motivo de aliento y fue un respaldo moral,
y, como bien se sabe, solamente el aliento, solamente la moral y solamente la
fe hicieron posible la victoria del pueblo.
Después
vinieron días aun peores, fue a consecuencia del fracaso de la Huelga de Abril,
uno de los reveses más duros que sufrió la Revolución en toda su etapa; sin
embargo, pudo ser superado, porque ya estaban juntos todos los sectores del
país, y, a pesar del desaliento pasajero, no tardó en reaccionar de nuevo el
pueblo.
Aquel
respaldo de las Instituciones Cívicas, siempre fue como un pilar básico de la
Revolución que les dio prestigio dentro y fuera de Cuba, y no solo eso, sino
que también después del triunfo, cuando la Revolución hubo de afrontar la
campaña de calumnias que se desató contra ella en los primeros días, los
integrantes de las Instituciones Cívicas nos ayudaron a librar aquella batalla
en defensa del prestigio de la Revolución; por tanto, al reunirme aquí, dos cuestiones
interesaban, o dos motivaciones existían para desear esta reunión: una, una cuestión de gratitud y de
reconocimiento, no de gratitud personal, sino de gratitud en nombre de la
Revolución, que contó con ustedes en sus horas difíciles; otra, una motivación
de orden práctico, la conveniencia de evitar eso a que se refería el Presidente
de las Instituciones, la confusión y la desorientación entre los elementos que
integran el Conjunto de Instituciones Cívicas.
Decía
el doctor Raúl Velasco que la clase media estaba como entre dos extremos, y en
el medio de dos intereses contrapuestos; podía haber dicho que era algo así
como la tierra de nadie. Hasta qué punto
sea cierto, bueno, depende de muchas circunstancias; pero si ha de depender de
la claridad con que tengamos que hablar nosotros, si ha de depender de los
beneficios que Cuba va a recibir de la Revolución, si ha de depender de lo que
por justicia se entiende y se ha entendido siempre, si ha de depender de lo que
convenga o no convenga a Cuba, yo no podría afirmar nunca que la clase media
estuviese entre dos intereses, ni que la clase media fuese tierra de nadie,
sino que la clase media será tierra de la Revolución (APLAUSOS).
¡Qué
temor podemos albergar nosotros a hablarle con claridad a cualquier sector del
país! Nosotros sabemos que, al fin y al
cabo, estarán contra la Revolución solo aquellos que sean incapaces de algún
sentimiento noble, de algún sentimiento generoso, de algún sentimiento humano,
de algún sentimiento patriótico (APLAUSOS).
Yo no puedo ver a nadie con prejuicio alguno, o a través de mentiras o
de convencionalismos. Cuando me dirijo a
mis compatriotas, lo hago suponiendo en todos un gran fondo
de nobleza y un gran fondo de generosidad, porque tal es realmente el corazón y
el carácter de los cubanos, y no se ha caracterizado, precisamente, el pueblo
cubano por las pugnas de clases ni por los odios de clases. Yo diría que no existen siquiera marcadas
conciencias de clase en Cuba, a tal extremo que muchas veces en los partidos
políticos nos hemos encontrado una proporción similar de obreros, de
campesinos, de profesionales, de hombres de negocios, y, en general, no hemos
estado divididos por estratos, sino más bien por secciones que no han sido
horizontales, sino más bien verticales.
Nuestros
problemas no han sido propiamente problemas entre cubanos; más bien podría
decirse que han sido problemas entre no cubanos y cubanos, y tal ha sido desde
el principio hasta hoy. Los que han
prevalecido aquí han sido intereses extranjeros; desde hace rato que viene Cuba
luchando contra intereses foráneos, y así surgió a la vida la nación cubana.
La
primera lucha, aunque tibia, pero lucha y resistencia al fin y al cabo, la
ofrecieron aquí nuestros pacíficos indios contra los españoles que vinieron de
Europa y ocuparon, por la fuerza y para “civilizar” a nuestra hermosa tierra y
a sus pacíficos habitantes. Civilizaron
a sus habitantes convirtiéndolos en esclavos, llevándoselos a los lavaderos de
oro a buscar ¡pepitas!, matándolos —como hizo en Caonao,
si mal no recuerdo, Don Pánfilo de Narváez—; además, quemándolos vivos porque,
sencillamente, querían defender su pedacito de tierra. Al fin y al cabo, de tanto que los
civilizaron y de tanto que los hicieron trabajar, los exterminaron. Quedaron algunos por Guantánamo, por la
Sierra Cristal, por la Sierra Maestra que aparecen, de vez en cuando, en alguna
geografía o en algún reportaje. Así
comenzaron los intereses foráneos a pugnar con los intereses nacionales.
Después,
vinimos a constituir una nacionalidad de la mezcla de razas y producto de los
siglos —al fin y al cabo, somos una buena parte hijos de aquellos mismos
españoles—; después nos tocó a los hijos de aquellos españoles sufrir cosas
parecidas a las que habían sufrido los indios:
después que éramos cubanos porque habíamos nacido aquí, después que
éramos cubanos porque iba formándose un carácter y una nacionalidad cubana, nos
tocó seguir pugnando con los intereses de una nación extranjera, aunque fuese
nuestra madre España, como se le llamaba —y lo digo sin ningún desprecio por
España, pero simplemente analizando la verdad histórica—, y comenzó entonces la
lucha de los cubanos por su independencia, que duró casi un siglo.
Fuimos
los últimos y fuimos solos. Mientras los
demás lucharon juntos y aprovecharon la feliz circunstancia para esas naciones
de que España estaba invadida por un ejército extranjero, nosotros tuvimos que
luchar solos —más que solos, solitos— contra aquella potencia más poderosa que
nosotros, que tenía grandes recursos militares, grandes generales, armas
modernas, relaciones internacionales y todos los medios para obligarnos a una
lucha larga, que duró en su etapa más activa cerca de 30 años.
Y
por mantener aquellos privilegios que tenían sobre nuestro pueblo, por mantener
aquellas ventajas que tenían sobre nuestro pueblo, por mantener aquellos
derechos que decían tener sobre nuestro pueblo, asesinaron a muchos cubanos,
torturaron a muchos cubanos, encarcelaron y desterraron a muchos cubanos, y
cometieron contra el pueblo de Cuba todo género de abusos y de excesos. Allí también estaban defendiendo según ellos,
un derecho que tenían sobre nosotros.
Tuvimos
grandes hombres, grandes héroes, grandes patriotas; tuvimos un gran pueblo. Fue una lucha extraordinariamente desigual y,
por tanto, extraordinariamente heroica; una lucha que iba a culminar con la
victoria, porque de eso, nosotros, que tuvimos que librar una lucha similar, no
tenemos la menor duda, y, sin embargo, los cubanos no lograron la victoria. Prácticamente se la arrebataron; y, a decir
verdad, no solamente nos la arrebataron, sino que nos enseñaron a darles las
gracias a los mismos que nos la habían arrebatado (APLAUSOS).
Y
ya lo dije en cierta ocasión:
nunca como ahora hemos tenido oportunidad de ver las cosas bien
claras; y las hemos visto, precisamente, a causa de la oportunidad de conocer
lo que es un proceso revolucionario en el poder. ¡Cómo tiene uno que defenderse de las
arremetidas de los oportunistas, de los arribistas, de los que, incapaces de
sacrificarse en la lucha, vienen a “coger los mangos bajitos” en la hora del
triunfo! (APLAUSOS.) Cómo, a pesar de
todos los esfuerzos, esfuerzos inhumanos que uno realiza, le es virtualmente
imposible defenderse por entero de ese fenómeno y tiene que resignarse con que al
menos los arribistas, los oportunistas, los desviacionistas, no se apoderen ni
influyan decisivamente en el poder, y que, a pesar de ellos, la Revolución siga
adelante, porque son esos instantes de conmoción, son esos instantes, como el
que acaba de ocurrir en Cuba, en que toda la organización del Estado se
desploma, y es necesario echar a andar de nuevo la maquinaria del Estado con un
pueblo que, además, no está preparado para esas tareas, de lo cual no tiene la
culpa, es una consecuencia de todo lo de atrás.
En
esos instantes de “río revuelto”, salen inmediatamente “los pescadores” a
pescar en el río revuelto. No han de
recoger mucha cosecha, ni tampoco ocurrirá en este caso el milagro de los
peces, porque no se van a multiplicar, y las ganancias, a pesar de los éxitos
iniciales de algunos de ellos, van a ser pocas.
Pero
si eso nos ha ocurrido a nosotros, con todo el respaldo del pueblo, con una
buena voluntad en la inmensa mayoría de la nación, con tantos sectores y tantas
personas decentes queriéndonos ayudar, con el Ejército Rebelde en los cuarteles
(APLAUSOS), ¿qué no les ocurriría a los pobres mambises,
a los que ni siquiera dejaron entrar en Santiago de Cuba?
Desde
luego que no faltará quien se haga cruces, quien se asombre, quien se ponga
malo del hígado cuando uno dice estas cosas, y es lógico, porque nos enseñaron
a ser cobardes, porque nos enseñaron a ser tímidos, porque nos enseñaron a ser
miedosos y porque nos enseñaron a ser poco patriotas (APLAUSOS). Entonces, ante las verdades se asustan, aunque
sean verdades históricas. Nos casaron
con la mentira y nos han obligado a vivir con ella en vergonzoso contubernio;
nos acostumbraron a la mentira, y nos asustamos de la verdad. Nos parece como que el mundo se hunde cuando
una verdad se dice, ¡como si no valiera más la pena de que el mundo se
hundiera, antes de que vivir en la mentira! (APLAUSOS.)
¡Qué
no les ocurriría a los pobres mambises, a quienes
obligaron a cortarse sus bigotes y sus barbas, y los mandaron a regresar a una
tierra que ya no era ni de ellos, sino de los que tal vez hicieron negocios
durante la guerra, de los chivatos, de los confidentes, de los guerrilleros, de
todo el mundo, menos de los mambises!
Y
aquí, ¿quiénes se quedaron?, ¿quiénes prosperaron a lo largo de aquellos dos años
de ocupación extranjera?, ¿quiénes se fueron acomodando a la mal llamada
república que nacía? Pues los
“inteligentes” —tan inteligentes que no habían peleado durante toda la guerra (RISAS)—, los “vivos”, los “simpáticos”, los
“cortesanos”, los que sabían inglés; porque los mambises,
¡de inglés no sabían una palabra! (RISAS Y APLAUSOS.)
No
podían hablar con el gobernador, porque el gobernador, posiblemente, no sabía
castellano (RISAS Y APLAUSOS) y el que le daba los consejos era el que
pronunciaba bien el idioma extranjero, y el que aquí se trepaba era el que
halagaba los oídos del extranjero. Pero
el mambí, el revolucionario, si ahora que nosotros hablamos el castellano, y
tratamos además de hablarlo claro, pasamos el trabajo que pasamos y todavía hay
quien se queja de los oportunistas y de los arribistas, ¡qué no sería en
aquellos tiempos! ¿Qué revolución pudo
salir de todo aquello? Lo que salió fue
la Enmienda Platt, en contradicción con una declaración que decía que Cuba era
“de hecho y de derecho un pueblo libre e independiente”. No lo fue, ¡ni de hecho ni de derecho!
(APLAUSOS.)
La
Enmienda Platt formaba parte de la Constitución de la República, y los pobres mambises tan decepcionados habrían de estar, tan
escépticos, tan tristes y tan viejos, que hasta la aceptaron, y eso dice mucho. Aquello fue el principio del conformismo, de
la resignación en el infortunio y en la adversidad, de la sumisión que ha
caracterizado la vida de nuestro pequeño, pero bueno; nuestro sufrido, pero
digno pueblo cubano. El último en
liberarse, el que peleó solo, el que le arrebatan la victoria y lo obligan a
vivir como ha vivido durante 50 años: entre
intervenciones directas o indirectas, entre malversaciones, entre fraudes,
entre tiranías, entre frustraciones, entre traiciones y entre todas las
desgracias que, juntas o separadas, le puedan haber caído a ningún pueblo. A lo mejor eso lo ha ayudado a ser lo que es
hoy; quizás sin esos sufrimientos fuese un pueblo muelle, un pueblo cómodo y un
pueblo carente de virtudes.
Martí
dijo que la tiranía fomentaba virtudes en los pueblos, y a nosotros las
tiranías que hemos estado padeciendo, porque son varias y algunas no nos las
hemos quitado todavía, como por ejemplo: la del hambre, la de la miseria, la
del analfabetismo, la de la falta de higiene, la del desempleo, ¡y para qué
seguir, porque son como veinte y nada más nos hemos quitado una o dos!
El
pueblo nuestro tuvo su esperanza en el año 1933. Hubo otro conato de revolución, cuando creyó
el pueblo —este pobre pueblo que tantas ilusiones se ha hecho por gusto, que de
milagro no ha muerto de desengaño—, en el año 33, que la Revolución había
triunfado. Cintillos en los periódicos: “Triunfó la
Revolución”; discursos en la plaza pública:
“Triunfó la Revolución”; (discursos en la plaza pública: “Triunfó la Revolución”;) escritos de “viva
la Revolución”. ¿Y qué fue lo que
triunfó? Triunfó, una vez más, la
traición; la traición de un señor que se alzó con los sargentos, muchos de los
cuales habían sido esbirros y criminales de guerra, pero que les echaron la
culpa a los oficiales, se lavaron las manos, se pintaron de patriotas y de
revolucionarios, dieron un cuartelazo por cuestiones de ropa y de comida más
que de ideales. Cuando vieron que la
jefatura se desplomó, se quedaron allí, se pusieron estrellas de coronel. Creyó el pueblo, por unos días, que aquello
podía ser útil para algo; se olvidó de aquellos guardias rurales, con el
machete, el revolvón y el fusil; se olvidó de que
aquellos sargentos eran los mismos sargentos del machadato, y a los cuatro
meses, según cuenta el “Libro Blanco” del Departamento de Estado americano —porque
ustedes saben que en Washington existe la costumbre de publicar las “Memorias”
cada 25 años, según tengo entendido—, allí aparecen todas las conversaciones
del señor Jefferson Caffery
—¿es “Caferry”?
(RISAS)— con Batista; y de ahí sacó el “panegirista” aquello de: “Un Sargento
llamado Batista.” Y aquel sargento llamado Batista fue influido decisivamente
por aquel embajador llamado Caffery; se alzó con las
armas, frente al Gobierno Revolucionario, lo derrocó, e instauró su dictadura
durante 11 años.
Al
cabo de 11 años —la guerra mundial pasada; mucho hablar de “democracia”, de
“derechos humanos”, de “libertades”—, y un poco impresionado tal vez por todo
aquello, el tirano se repliega, hay unas elecciones, gana la oposición, y los
que ganaron, los que ganaron, dejaron allí a todos los sargentos del 4 de
septiembre, convertidos ya no en coroneles, sino hasta en generales; dejaron a
los guardias rurales, con sus fusiles, sus machetes y sus revólveres; empezaron
a robar, empezaron a negociar, empezaron a lucrar, y aquí, al cabo de ocho
años, el sargento llamado Batista —por desgracia para Cuba— volvió a tomar el
poder, tranquilamente, con los mismos soldados, los mismos cabos, los mismos
sargentos, los mismos capitanes, comandantes, coroneles y generales que había
dejado allí.
¿Eso
es política?, ¿eso es Revolución?, ¿eso es sentido
común?, ¿eso es sentido de la responsabilidad?
¿Quién pagó esos “platos rotos”?, ¿quién ha pagado aquí los “platos
rotos” desde hace 50 años? (EXCLAMACIONES
DE: “¡El
pueblo!” Y APLAUSOS.) Y al pueblo le
tocó, una vez más, sufrir las consecuencias de todo eso. Inmediatamente vinieron los pactos o, mejor
dicho, vinieron los pretextos de los pactos y de veinte mil cosas más, y
resulta que a esta isla —que, por suerte, es una isla, que no tiene fronteras
con nadie, que no tiene guerras con nadie— le empiezan a mandar cañones, y le
empiezan a mandar tanques “Sherman” de 35 toneladas,
y le empiezan a mandar fusiles, y le empiezan a mandar bazookas,
y le empiezan a mandar misiones militares, y le empiezan a mandar todo cuanto
era necesario, no para ganar ninguna guerra, porque esos pobres diablos no
pudieron ni ganarnos a nosotros la guerra, que en cierto momento éramos 12... (APLAUSOS).
Armas,
no para ganar una guerra, sino armas para mantener oprimido al pueblo de Cuba;
armas para mantener secuestradas nuestras libertades; armas para mantener aquí
los privilegios de todos aquellos señores que aquí acabaron hasta con la quinta
y con los mangos (RISAS Y APLAUSOS). Porque
valdría la pena nada más que analizar los negocios que hicieron con el BANDES,
con la Financiera Nacional, y con todos esos organismos de crédito, para ver
que no había un solo negocio donde no llevasen un tanto por ciento mayoritario;
donde no había un solo negocio que no fuera para favorecer a los amigos y a los
incondicionales de la camarilla; donde todo se organizó y se preparó para
enriquecer a una manada de sinvergüenzas, a una manada de bandidos, porque no
se pueden calificar con otra palabra. Bandidos
a mano armada, porque para mantener esos gajes, esos negocios y esos
privilegios, asesinaban aquí a mujeres, a niños, a ancianos, a jóvenes, a
estudiantes, a ricos, a pobres, a obreros, a comerciantes y a todo el mundo
(APLAUSOS). Para mantener todos esos
privilegios, asesinaron y torturaron a más de 20 000 cubanos; mantuvieron
durante siete años el terror, el luto y la tragedia, y nos dejaron después de
eso el cuadro desolador de una república desbarajustada y arruinada.
Si
salimos de eso, afortunadamente no se lo debemos a nadie, sino a nosotros
mismos; única y exclusivamente al pueblo cubano (APLAUSOS), que luchó solo una
vez más, solito una vez más, y sin que nadie lo ayudara, porque las ayudas
recibidas fueron insignificantes, esporádicas y con mucho trabajo. Solito el pueblo de Cuba, frente a todas
aquellas armas modernas y aquellos aviones, y aquellos tanques y aquellos
recursos, porque la desigualdad era todavía mayor de la que existía en la época
de la independencia; y solito el pueblo cubano conquista su libertad, empieza a
aplicar la justicia por primera vez en cuatro siglos, porque aquí, desde el
primer indio que asesinaron los españoles hasta el último joven que asesinó la
tiranía de Batista, todos los crímenes habían quedado impunes; aquí, al revés
de las novelas, de los cuentos de hadas y de las películas, el malo siempre
ganaba (RISAS) y el bueno siempre perdía.
Y así, cuando por primera vez el pueblo triunfaba y aplicaba por primera
vez en cuatro siglos la justicia, todavía no habíamos terminado la primera
semana de libertad y ya se había desatado contra Cuba la más criminal y la más
calumniosa campaña que se haya desatado contra ningún pueblo.
¿Aquí
qué factor fue el predominante? El
factor extranjero. Nosotros somos hoy la
consecuencia de todo eso: un
conformismo, una impotencia, un desgano mortal en nuestro pueblo, que se vio
obligado a soportar durante décadas y décadas, esa especie de fatalismo
histórico que es la causa principal de nuestros males, porque viendo las cosas
de Cuba desde aquí, no leídas en un periódico, o en un libro de historia, o en
un manifiesto, vistas desde aquí, se asombra uno de las cosas que han pasado en
Cuba; no comprende uno cómo han podido pasar tantas cosas, no llega siquiera a
comprender claramente cómo ha sido posible que pasaran, porque era preciso que
un pueblo viviese en la impotencia más absoluta, o en la falta de moral más
absoluta, o en la inmadurez más absoluta, o en el fatalismo más absoluto, para
que hayamos vivido como hemos vivido desde los inicios de la república, porque
solamente la imprevisión, la falta de honradez, la falta de moral, la falta de
plan, la falta de justicia, la falta de amor a Cuba, es lo que ha presidido la
vida política en nuestro país.
Que
hay clase media, ¿por qué si aquí todo el mundo debiera ser clase media? (APLAUSOS.) ¿Por qué si en nuestra patria no debiera
existir un solo pobre? ¿Por qué si esta
es una de las islas más ricas y fértiles del mundo? ¿Por qué si aquí pueden vivir 30 millones de
habitantes? ¿Por qué si Holanda, si
Dinamarca, si esos países con más habitantes, con menos tierras, con menos
fertilidad, son incomparablemente más ricos que nosotros? ¿Por qué si en Cuba había medios naturales de
sobra para que todo cubano tuviese lo necesario para vivir decorosamente y,
además, le sobrara? Si aquí cuando se
sacan unas cuentas elementales y analizamos lo que se han robado, lo que se han
llevado, lo que le han esquilmado al pueblo, habría para haberle construido una
casa a cada familia, 20 escuelas en la aldea más pequeña, 10 000
carreteras, hospitales, acueductos, industrias, y haber desarrollado la vida
económica del país de manera que este fuese hoy el pueblo más feliz y el pueblo
más rico del mundo, y que no lo ha sido por el egoísmo, por la explotación, por
la intervención de factores extraños en nuestra tierra, y por la forma dolorosa
e infecunda en que se ha desarrollado la historia de nuestro pueblo.
Desde
el principio fue la malversación, desde el principio fue el privilegio, desde
el principio fue el caos, desde el principio fue el juego, desde el principio
fue el vicio, desde el principio fue el parasitismo, desde el principio fue la
imprevisión. ¿Por qué si no dejaron
comprar nuestras tierras a 20 centavos para que hoy existan los latifundios que
existen en Cuba? ¿Por qué se permitió
que las tierras del Estado se perdieran y fuesen devoradas por los geófagos? ¿Por qué se permitieron aquí tantas cosas y
se hicieron tantas concesiones antinacionales, que nuestra isla era más colonia
todavía de lo que era antes de que nuestra isla fuese a parar en ser lo que es
hoy?
Si
ustedes analizan el cuadro actual de Cuba, es realmente un cuadro desolador; no
es desolador en cuanto a que no pueda superarse —desde luego que no estaría aquí si no creyera
que todo eso lo vamos a superar, ¡y bien superado! (APLAUSOS)—, pero analizan a
Cuba en todos los órdenes, en el orden educacional, en el orden económico, en
el orden industrial, en el orden agrario, en el orden de la salubridad, en los
seguros sociales, y se encuentran que todo es un verdadero desastre
Si
observan la agricultura, si suben a un avión y recorren la isla de un lado a
otro, se encuentran extensiones enormes de tierras invadidas por el marabú, por
la manigua o completamente abandonadas; se encuentran nuestras caballerías de
tierra produciendo 50 000, 60 000, 30 000, en fin, un promedio
de 45 000 arrobas por caballería, cuando en otros países se producen
200 000 y hasta 250 000; se encuentran los potreros produciendo 12
reses por caballería; se encuentran los pueblos que carecen absolutamente de
todo, cómo no lo vamos a saber nosotros que desde que llegamos al pueblo más
pequeño de Cuba, nos encontramos con que nos piden el centro escolar, porque no
tienen centro escolar, o tienen alquilada —¡oigan bien, alquilada!— una casa
que está derrumbándose; que no tienen hospitales, y cuando tienen hospitales no
tienen médicos; y cuando tienen médicos y tienen hospitales, no tienen camas; y
cuando tienen camas, médicos y hospitales, no tienen medicina, y cuando tienen
las cuatro cosas no tienen presupuestos (APLAUSOS); que no tienen acueductos, y
que si tienen acueductos no tienen filtros y se toman un agua fangosa y contaminada,
y les falta alcantarillado, o la red de distribución es insuficiente por
completo, y les falta pavimentación, y les faltan industrias, y les falta
trabajo, amén de faltarles campos deportivos, bibliotecas... (UNA VOZ DICE: “¡Como Güines!)... ¡Como todos, como todos absolutamente, no
como Güines solo! (APLAUSOS.)
¡Que
levante la mano aquí un pueblo al que no le falte nada! ¡Y yo diría que levantaran la mano los pueblos
a los que les falte todo! No tienen
servicios públicos: si
quieren un teléfono, es más probable que se saquen primero el premio de la
vieja lotería a que le pongan un teléfono (RISAS); no tienen corriente
eléctrica, porque existían un millón de planticas
chiquitas que tenían que producir el precio del kilowatt
carísimo y, además, lo aumentaban por dos en algunos casos; y había lugares en
que se alumbraban con candiles, como en Holguín, que había barrios enteros que
no usaban luz eléctrica porque era muy cara.
Ahora mismo, a raíz de una disposición —que se hizo para empezar, para
ponerle fin nada más que a ese mal endémico y empezar a buscar el modo de
resolverlo de verdad—, a raíz de una disposición abaratando o equiparando la
luz eléctrica con la capital, en Holguín organizaron una fiesta que la llamaron
“el entierro del candil” (RISAS), como símbolo de que al fin iban a tener luz
eléctrica, y enterraban el candil; en Sagua de Tánamo valía veinte o veintitantos centavos el kilowatt; en San Germán, en Mayarí,
en Pinar del Río y, en fin, en una serie de pueblos de Cuba.
Nosotros
sabemos que esas planticas no pueden producir el kilowatt barato, pero es que hay que cortar por lo sano y
hay que empezar. Que se reúnan todas,
como ya se están reuniendo, y elaboren planes de acuerdo con el Gobierno
Revolucionario, y vamos a llevar adelante la electrificación del país por todos
los medios posibles (APLAUSOS), y vamos a resolver el problema de una vez. Pero si nosotros no hacemos una rebaja
vertical, el problema no se resuelve nunca y sigue como hasta hoy, porque todo
el mundo muy cómodo, cobraba su kilowatt muy bien,
más o menos con eso sostenía su negocio y sus ganancias, y el pueblo seguía sin
luz.
Hablo
de los que tienen el chance de tener luz porque la mitad de la población de
Cuba no tiene ni a 50 centavos el kilowatt, no tiene
ni el menor chance de encender un bombillo en su casa. Yo estoy seguro de que si a todos los que
estamos aquí nos dicen que de ahora en adelante tenemos que alumbrarnos con
velas, nos íbamos a sentir la gente más desdichada de la tierra, y es posible
que muchos de nosotros no pensemos nunca que la mitad del pueblo de Cuba nunca
ha visto un bombillo en su casa; esa es una de las realidades de las que
nosotros solemos olvidarnos.
En
el orden económico, ¿cómo ha vivido el hombre de campo y el hombre de pueblo
del interior? Pasa usted por una
estación de ferrocarril, pasa usted por un pueblecito, y se encuentra a los
hombres mustios, con los brazos cruzados, la gente descalza, infinidad de
mendigos, una plaga de muchachos y de personas vendiendo dulces, vendiendo
emparedados, vendiendo caramelos, vendiendo frutas, vendiendo cualquier cosa, y
a veces en uno de esos trenes son más los vendedores que se montan que los
pasajes que lleva el vagón (RISAS).
Va
usted, en cambio, a Estados Unidos y se encuentra que tiene que cargar las
maletas en las estaciones, porque no encuentra ni maleteros, y aquí nosotros
tenemos que buscarnos un problema para ver a cuál de los 60 maleteros le damos
la maleta. Una sensación de pobreza, una
sensación de miseria, una sensación de tristeza; y cuando va por esos caminos
del interior de la república no se encuentra más que bohíos, miserables bohíos
donde viven amontonadas las familias, hombres y mujeres, niños y niñas en la
más espantosa promiscuidad, durmiendo en el suelo, comiendo una vez al día, y
un padre de familia que trabaja tres meses al año, lo que gana lo debe, no
tiene dónde sembrar, siembra en las guardarrayas si se lo permite el mayoral,
el resto del año no gana nada. Y yo les
preguntaría a las familias que están aquí qué harían si tuvieran que sostener
los gastos de su casa, de sus hijos, la ropa, los zapatos, de cinco o seis
muchachos, y ganaran 300 pesos al año. Pues
les parecería inconcebible, les parecería un imposible.
Si
aquí casi hay una revolución cuando usted rebaja los alquileres, por ejemplo,
¿cómo explicarse que no haya habido 50 revoluciones con tantos cientos de miles
de personas que no ganan 300 pesos al año?
Y han tenido que vivir como han vivido, porque a ellos les rebajaron más: les rebajaron toda la tierra, que la compró
el extranjero a 20 centavos; les rebajaron toda la tierra, que los geófagos se
apoderaron de ella mediante métodos fraudulentos; les rebajaron todo, porque no
les dieron nunca nada, porque no tuvieron escuelas, porque no aprendieron a
leer y a escribir, porque no tuvieron nunca médicos, porque nunca tuvieron
medicinas, porque nunca tuvieron alimentación adecuada, porque nunca fueron a
un cine, porque nunca fueron a un parque, porque nunca leyeron una novela,
porque nunca vieron una película, porque nunca vieron un televisor, porque
nunca se dieron un viaje a Estados Unidos, ni un viaje a Europa.
Tan
seres humanos como nosotros son, tan sensibles al dolor como nosotros son. Como nosotros sufren tanto cuando tienen la
desgracia de perder a un hijo, o a un hermano, o a su esposa; tan sensibles al
dolor como nosotros son cuando ven a sus hijos pasando hambre (APLAUSOS), y tan
sensibles y más sensibles que nosotros son, porque cuando el hombre sufre y
sabe por qué sufre y se explica por qué sufre, encuentra más resignación que el
que en su ignorancia no sabe ni por qué sufre ni se explica por qué sufre; y
cuando, además, se siente inferior a los demás, porque no sabe nada, y se
siente víctima de todos y de todo.
Así
han vivido durante 50 años nuestras familias.
Así, si se hiciera una estadística de la mortandad entre los niños del
campo y los niños de la ciudad; si se hiciese una estadística comparativa entre
la edad media que vive una mujer en el campo y la edad promedio que vive una
mujer en la ciudad y si esa comparación no se hiciese entre el campo y la
ciudad, sino se hiciese entre el campo y los sectores pudientes de la sociedad,
se encontraría con que la mortandad infantil en el campo sea posiblemente cien
veces mayor, y que las mujeres de los campesinos vivan las dos terceras partes
de la edad que vive cualquier señora de los sectores pudientes del país.
En
aquella falta de higiene, en aquella falta de alimentación, la mujer que tiene
que alimentar a cinco, a seis y a siete hijos, porque suelen ser más generosas
con la naturaleza de lo que suelen ser las mujeres de la sociedad... (APLAUSOS)..., porque a la patria le dan esos
hijos que son los que en las horas difíciles de Cuba han peleado y han muerto;
esos hijos de campesinos, que fueron los que pelearon en el 95 (APLAUSOS) y que
fueron los que lucharon, fundamentalmente también, en esta etapa.
Esas
mujeres les dan su vida a sus hijos, y los pocos años que viven los viven
padeciendo todas las calamidades físicas, porque nosotros, con nuestros médicos
en campaña, pudimos comprobar el porcentaje altísimo de madres campesinas, cuyo
estado de salud era realmente calamitoso y no podía explicarse de otra manera,
cuando una mujer atiende su casa, atiende y alimenta a numerosos hijos, hasta
trabaja en el campo y nunca toma leche, nunca come carne, nunca se alimenta con
vegetales, y no come más que malanga, cuando aparece la malanga, o arroz, o aquellos
alimentos que tienen un porcentaje muy bajo de cualidades nutritivas.
Es
de explicarse el porcentaje alto de mujeres que mueren en la mitad o en las dos
terceras partes de lo que vivirían normalmente.
Y si hacen el estudio en los niños, se encontrarán el 95% de los
muchachos, raquíticos, sin dientes, sin calcio, sin vitaminas, comidos de
parásitos; y a esos son los hombres que luego les exigimos tantas horas de
trabajo en el campo, les exigimos tanto esfuerzo, para alimentar al resto del
pueblo, al que trabaja en la ciudad, ¡y también al que no trabaja en la ciudad!
(APLAUSOS.)
El
que come algo, alguien lo siembra; el que come algo, alguien lo produce —produce,
o como médico, o como ingeniero, o como arquitecto, o como obrero, o en algún
sentido produce algún bien a los demás, aporta algún beneficio a los demás—,
pero hay otros, hay muchos, que no aportan más que su “viveza”, hay muchos que
no aportan más que su “habilidad”, y hay muchos que no aportan más que su
“buena suerte”, porque o sus padres fueron millonarios, o tuvieron “relaciones”
y resolvieron todos los problemas de la vida material. Y hay que tener en cuenta que en la sociedad
hay que alimentar a los niños, hay que educar a los niños, que no pueden
producir; hay que sostener a los ancianos, que no pueden producir; hay que
ayudar a los enfermos; hay que ayudar a los inválidos; hay que ayudar al maestro,
que no trabaja en el campo o en alguna industria, pero educa y prepara; hay que
producir para el médico; hay que producir para todos los trabajadores
intelectuales; y, además, hay que producir para mucha gente que no produce nada
ni presta ningún servicio en la sociedad, ustedes lo saben.
¿Y
cómo producen? ¿Es que acaso producen
con máquinas? Porque si cada campesino
que produjera tuviese una máquina, trabajaba una hora y descansaba; no ganaba
más, pero trabajaba una hora. Nos
encontramos, sin embargo, que nuestra agricultura, en muchos aspectos, tiene
3 000 años de retraso; y se cultiva con un azadón, con un pico, con una
yunta de bueyes, con un arado de palo, y obligamos a ese campesino a producir
para el que trabaja y para el que no trabaja con las maquinarias y las herramientas
que existían hace 3 000 años.
Y no
es lo único que aquí tiene 3 000 años de retraso. ¡Nuestro derecho tiene tres mil años de
retraso! (RISAS.) Y lo he dicho. Todavía aquí existen, por ejemplo,
instituciones romanas, como el “préstamo pignoraticio” —que creo es como se
llama legalmente—, vulgarmente “la casa de empeños” (RISAS), en la cual, aunque
la ley diga que el máximo interés es tanto, lo que le cobran es cinco veces más
que el interés que marca la ley; y aunque la ley dice que aquella prenda hay
que rematarla en pública subasta, aquí el prestamista la remata en el despacho
o en la trastienda de su casa de empeños, y no le da cuenta a juez, ni le da
cuenta a nadie; cuando se le vence el plazo, si no paga, se la quita.
Aquí
existe un derecho de propiedad romano. Un
señor llega, en el año 5 o en el año 10, compra una caballería de tierra
urbana, no construye, no deja construir a nadie allí; las familias tienen que
ir a construir a 10 kilómetros de su trabajo; esperan que otros trabajen, que
otros hagan carreteras, que otros construyan edificios, y entonces, cuando el
solar que costó 15 centavos el metro aumenta a 40 pesos el metro, lo venden. Entonces, como ese es un gran negocio, al
cubano le gustaba, antes que poner una industria, comprar solares, porque el
solar era un magnífico negocio: no tenía que aportar un centavo más,
no tenía que aportar un minuto de trabajo más, ponerle una cerca, estar
prevenido por si alguien le quitaba media pulgada de aquel solar, pasar de cuando
en cuando un susto cuando se hablaba de una avenida que iba a pasar por tal o
más cual punto, y tenía una magnífica inversión. Eso se llamaba “magnífica inversión” en Cuba.
¿Resultado? Que el hombre de la ciudad, que es el que más
necesita de una casa, porque no la puede hacer de guano, como la hacen en el
campo, tiene que ser más o menos de cemento —no puede dormir en el medio de la
calle; no puede dormir en un parque, porque si quisiera dormir en un parque
aquí no hay ni parques (RISAS); si quisiera dormir debajo de una mata, ¡aquí no
hay ni matas! (RISAS.)—, tenía que vivir, ¿dónde? En un edificio, que costó tanto, sobre un
solar que costó más cuanto. Entonces el
que ganaba el mismo sueldo, como maestro, como profesional, que el que se
ganaba en otro lugar de la república, se encontraba con que, por ejemplo, aquí
en la ciudad, el sueldo le alcanzaba menos que a nadie, porque ya solamente con
pagar el solar aquel —no propio, no; los alquileres que se derivaban de un
edificio construido en un solar carísimo, con un dinero recibido a un interés
carísimo—, tenía aquí que pagar la tercera parte de su sueldo solamente en
alquileres.
¿Quién
enriqueció aquel solar? El estado que
construyó una carretera; el vecino que construyó un edificio. Todos enriquecieron el solar menos el que lo
compró; sin embargo, todos tienen que pagar más caro el solar, y el único que
lo disfruta es el que lo compró.
Así,
cuando aquí se iba a poner una industria, al que iba a comprar el terreno para
poner la industria, le costaba más el terreno que las máquinas; y, además de
eso, venía el gobierno y le pedía 500 000 pesos para darle permiso. El que iba a construir una casa, porque ha
sido el sueño de cada cubano tener una casa propia, ni siquiera empezaba a
tenerla, porque se asustaba nada más que de pensar que cada metro le iba a
costar 20, 25 ó 30 pesos, y no construía.
Ni se construían las casas particulares para las familias, que es el
sueño de cada cubano; ni se hacían industrias, que es una necesidad fundamental
de la economía de la nación.
El
préstamo para una industria era carísimo, el solar era carísimo, venía el
gobierno y le hacía una exigencia, ¡y así queríamos nosotros tener industrias,
así queríamos nosotros que el país prosperase!
Aquí
todo el mundo, cualquiera, escribe un editorial diciendo que lo que hay que
buscar es fuentes de trabajo, que la solución de los problemas de Cuba es
buscar fuentes de trabajo; pero nadie dice cómo. La frase es muy bonita, pero muy demagógica
también cuando no se dice el cómo. Y no se
dice el cómo, porque no se quiere decir el cómo; se quiere decir una frase
bonita y quedar bien con todo el mundo, porque si se dice el cómo, hay que
decir que para que haya industrias es necesario que haya quien compre, porque
si no hay quien compre, no hay industrias.
Nosotros
podemos hacer algunas industrias para vender afuera azúcar, tabaco, frutas,
algunas cuestiones, en general, de alimentos; pero nosotros no podemos competir
con los relojes suizos, nosotros no podemos competir con las grandes industrias
extranjeras, nosotros tenemos que desarrollar una industria de consumo
nacional, para venderle al pueblo de Cuba, cuando el pueblo de Cuba consuma lo
que debe consumir, coma lo que debe comer, vista lo que debe vestir, calce lo
que debe calzar y reciba lo que debe recibir.
Pero
le escriben que aquí lo que hay que buscar son fuentes de trabajo, y, sin
embargo, no le dicen que para que haya fuentes de trabajo tiene que haber
industrias, y para que haya industrias no puede haber latifundio; que mientras
el campesino esté ganando 300 pesos al mes —no, al mes es lo que debe ganar, ¡y lo
que va a gana! (APLAUSOS)—, mientras esté ganando 300 pesos al año, no puede
prosperar aquí ninguna industria; y para que el campesino gane lo necesario
para poder consumir artículos industriales, es preciso que no haya latifundios. Pero los que escriben que el problema se
resuelve, que la tarea del gobierno es buscar fuentes de trabajo, no dicen una
sola palabra de que hay que ponerle fin al latifundio (APLAUSOS); no dicen que
cuando el 30% de los ingresos de la familia en la ciudad se va en alquiler no
hay industria que prospere, porque ese dinero va a parar directamente a los
bancos y después va a invertirse en nuevas construcciones, o en solares, o en
hipotecas, o en “garrotes”, y no hay quien compre.
Se
dice que hay que buscar fuentes de trabajo, y nadie hace una campaña a favor de
los artículos de consumo nacional; se dice que hay que buscar fuentes de
trabajo, y nadie habla de proteger nuestras industrias mediante leyes
arancelarias; se dice que hay que buscar fuentes de trabajo, pero no hay el
valor, ni el civismo, ni la honradez, de decir las demás cosas que hay que
hacer y sin las cuales nunca habrá fuentes de trabajo. O, si no, ¿qué es lo que vamos a inventar? ¿Una maquinita de hacer pesos y repartir
pesos a todo el mundo aquí, para resolver el problema del desempleo?
¿Cómo
va a trabajar el campesino si no tiene tierra?
¿Cómo va a trabajar el hombre en la ciudad si no tiene industrias? ¿Cómo puede establecerse una cosa sin las
demás medidas? ¿Por qué aquí hay tanto
miedo? ¿Por qué aquí hay tanta
hipocresía? ¿Por qué aquí la gente se da
tanto “golpe de pecho” patriótico y nunca acaba de decir lo que conviene a la
nación? (APLAUSOS.)
Existen
teorías económicas, teorías económicas hechas a la medida de los intereses
creados, de los grandes intereses creados.
Se han inventado una serie de teorías, teorías que corresponden a una
organización económica que tiene todavía las leyes de Roma rigiendo los
destinos de la sociedad; de una economía que usa los métodos de agricultura que
se usaban hace 3 000 años; de una economía donde todo es anarquía, donde
no le dicen a nadie cuánto maíz tiene que sembrar, o cuánta papa, o cuánto
tomate, o cuánto café, o cuántos frutos menores; donde todo el mundo produce
por la libre, lo mismo pollo, que maíz, que azúcar, y, en fin, todos los demás
artículos. Desde luego, el azúcar está
regulado, se ha regulado; en el tabaco hay alguna regulación de cuota. Y constantemente nos enfrascamos con estos
problemas de que hay que quemar tabaco, de que hay que dejar caña en pie, de
que los productos bajan de precio y no solo bajan de precio, bajan de precio
para los campesinos, sino que los que los compran, como compran lo que
necesitan, al precio que les conviene, se lo venden tres veces más caro al
pueblo.
Aquí
la vianda, los frutos menores, carísimos; el pescado,
carísimo. Hay pescadores a los que les
pagan 13 centavos por la arroba de pescado, y el pescado vale 30, 35 y 40
centavos la libra. ¡Eso es muy honrado! Desde luego, hablar de que esto no es justo y
de que hay que tomar medidas contra esto, es exponerse a que lo quieran
crucificar a uno y le empiecen a endilgar todos los epítetos y todos los
calificativos, como si lo único aquí que pudiera conformar a alguna gente es
que uno se cruzara de brazos, porque pusieron un letrerito en la máquina que
decía: “Gracias, Fidel”, y dejara esto
como está; que, desde luego, no se iba a quedar como está, porque iba a ser el
caos, el infierno, la ruina. Si esto
sigue nada más que un poquito más como estaba, cuando ya aquí todos los retiros
sociales están arruinados; cuando, por ejemplo, el transporte solamente tiene
15 000 jubilados, y necesita un millón de pesos al mes y no tiene un solo
centavo; cuando las reservas monetarias estaban por el suelo, porque el dinero
se lo habían llevado en valores extranjeros, ya que el desnivel en la balanza
de cambio está constituido, fundamentalmente, por el dinero que se llevaron
para afuera, dinero robado, porque robaban en todos los órdenes, y se llevaban
el dinero para tenerlo seguro en el extranjero, y aunque el cambio fuese, más o
menos normal, el desequilibrio no podía ser normal...
Uno
no quiere ni pensar en lo que habría sido del país si dura seis meses más la
tiranía. Es inconcebible lo que iba a
pasar aquí. ¡Ah, pero parece que a
algunos los contenta nada más que uno se cruce de brazos! Y cuando a la república, honradamente, si
queremos salvarla, tenemos que hacerle una operación quirúrgica, ¡algunos
quieren que le pasemos mercuro cromo, para que se nos
muera la república!
Ya
he hablado del campo. Si vamos a la ciudad
nos encontramos con que 200 000 familias viven en cuartos y en
habitaciones de 10, de 15, de 20 pesos, hombres y mujeres juntos. Luego queremos que haya moral, luego queremos
que haya virtudes, y hay gente que habla de la moral y defiende la moral, y
protesta de que se tome una sola medida para poner fin a ese foco de vicio y de
inmoralidad, porque en esas condiciones materiales es muy difícil librarse de
todos los peligros que atentan contra la virtud y contra la moral. Y se encuentran personas muy moralistas que,
sin embargo, dicen que nosotros somos algo así como unos bándalos, las hordas
de Atila o algo parecido, cuando tomamos una medida
revolucionaria que tiende a ponerle fin a esa situación que mucha gente, de
palabra, dice que debe ponérsele fin, pero cuando se le va a poner fin,
protestan.
¿En
50 años han resuelto el problema de los solares aquí, las construcciones de
edificios? ¿Lo han resuelto? ¿Y para cuándo lo iban a resolver?, porque
cuando se pusieron baratos los alquileres no construían, y, por supuesto, el
salto que tenía que dar quien pagaba 10, 15 y 20 pesos a 60, era muy alto. Ahora nos dicen que nosotros no estamos
propugnando construcciones para el pueblo.
¡¿Ah,
pero se van a acordar ahora del pueblo?! Y además, nosotros no estamos pensando en este
pueblo; estamos pensando en un pueblo que va a tener más ingresos de los que
tiene ahora y que podrá vivir en las casas que está construyendo el Instituto
de Ahorro y Viviendas.
Y
en las playas, ¿qué pasaba con las playas?
Aquí al que más y al que menos le gusta irse a
bañar al mar cuando llega el verano. No
hay cubano que no sueñe con irse a bañar al mar. Cuba tiene playas preciosas, pero aquí los
gobernantes permitieron que las playas buenas fuesen cercadas, fuesen
urbanizadas, y al pueblo le dejaron los dientes de perro (APLAUSOS).
Cuando
venimos nosotros y queremos rectificar ese error, problema que no hubiéramos
afrontado si los gobernantes hubiesen sido un poco honestos, un poco
equitativos, un poco previsores, impidiendo que alguien se apoderara de las
playas. No tendríamos nosotros que
buscarnos ahora 10 000, 20 000, 25 000, 30 000 enemigos,
cuando decimos que las playas deben ser de todos los cubanos, y que todos los
cubanos, y no unos cuantos nada más, tienen derecho también a bañarse en el mar
(APLAUSOS).
Si
el plan del Instituto de Ahorro y Viviendas se hubiera aplicado desde los
inicios de la república, entonces los tahures no
hubiesen recibido más de 2 000 millones de pesos producto del juego, y, en
cambio, cada familia en Cuba tendría su propia casa; cada familia se habría
ahorrado lo que paga de alquiler; la ciudad sería distinta, porque con toda la imprevisión
y la improvisación que ahí ha existido para la solución de esos problemas,
ustedes van por esas calles y dan asco. No
hay una sola fachada pintada, no hay quien se gaste un centavo en pintar; ni
pinta el inquilino porque no es de él, ni pinta el dueño porque no va a
gastarse en pintura, porque la casa era del año tal y más cual, y la rebajaron
una vez, o se la pueden rebajar luego, y no pinta.
¡Y
luego queremos turismo! Y queremos que
venga un turismo distinto del que viene a jugar. Pero, ¿quién puede atravesar con gusto por
esas calles? Tal vez la costumbre no nos
permita hacer la observación, pero dan asco las calles, los solares de las
casas. ¡Qué cosa tan distinta del tipo
de ciudad nueva que vamos a hacer, donde la escuela está al lado de la casa,
donde los parques están al lado de la casa, las áreas verdes, los campos
deportivos, el teatro, en fin, todo está racionalmente distribuido!, y no como
aquí, que quien vive en La Habana Vieja tiene que mandar a su hijo, a lo mejor,
a Marianao, o tiene que mandarlo a un campo deportivo en las afueras de la
ciudad, o a una piscina que está a kilómetros de distancia, y viven con el
temor de que el niño cuando salga a la calle lo mate un automóvil, porque no se
hizo nada con racionalidad.
¡Y
qué distinta esta ciudad de las que nosotros vamos a hacer, donde ni siquiera
las calles atravesarán los lugares donde están las familias y donde están los
niños, porque para eso existen procedimientos cómodos, procedimientos modernos,
o, si no tan modernos, que son invención de nuestros propios arquitectos
(APLAUSOS), y que brindarán a las familias comodidades que jamás soñaron, en
casas donde el alquiler que pagan será para ellos, será como un dinero que
guarden en una alcancía, porque están pagando un alquiler para convertirse en
dueños de las casas.
¡Hasta
ahora no era así! Si una familia vivía
10 años, si vivía 15 años, si vivía 20 años en una casa y dejaba de pagar dos
meses, la botaban, la lanzaban a la calle; todo lo que había pagado, nada era
para ella. ¡Ah!, me dirán que es muy
legal el negocio, pero yo digo que no es muy honrado, yo digo que no es justo. No llamaré ladrón a nadie que tuviera un
edificio, no, porque hizo las cosas de acuerdo con la ley. Pero sí digo que esa era una mala ley, sí
digo que esa era una ley injusta; que lo que debió preocupar a los gobernantes
no era hacer tales leyes y más cuales leyes para garantizar por todos los
medios ese negocio, sino crear instituciones como las que hemos creado
nosotros, para que ninguna familia fuese explotada, para que el 30% del ingreso
no fuese a parar a una actividad no productiva, y para que el que lleva 10
años, ó 15 años, ó 20 años pagando, no lo boten a la calle el día que se queda
sin empleo y se pasa dos meses sin poder pagar alquileres.
Yo
digo que esa es una ley injusta, y que son malos gobernantes los gobernantes
que no previeron ese problema (APLAUSOS) y echan sobre nuestros hombros la
desagradable tarea de tener que tomar medidas rectificadoras que convierten en
enemigos nuestros a quienes quizás fueron simpatizantes hasta hace unos días, a
quienes en lo personal no nos ha hecho ningún daño y a quienes en lo personal
tampoco se lo queremos hacer, pero que sí justo es que se comprenda que
nosotros estamos regidos por deberes ineludibles, que si no los hacemos se
hunde la patria y traicionaremos a la Revolución (APLAUSOS), que costó mucha
sangre para que no sirva de nada.
Y
no se trata ya solamente de que sea útil la sangre de los que cayeron en esta
lucha. Es necesario que nosotros, a quienes
se nos enseñó historia, a quienes se nos enseñó a cantar el himno, a quienes se
nos enseñó a venerar a nuestros mártires, a nuestros apóstoles y a nuestros
héroes, es necesario que nosotros hagamos de alguna manera útil la sangre de Maceo, la sangre
de Martí, la sangre de Ignacio Agramonte, la
sangre de todos los que han caído (APLAUSOS) hasta hoy inútilmente, porque yo
quiero que me digan si valían la pena tantos sacrificios para que el pueblo de
Cuba viva como ha vivido hasta hoy, sufra lo que ha sufrido hasta hoy y se
frustre como se ha frustrado hasta hoy.
Aquí
se permitió, como decía antes, que compañías extranjeras, o geófagos sin
escrúpulos se apoderasen de la tierra. Si
los gobernantes hubiesen adoptado disposiciones para que eso no hubiera
ocurrido, si hubieran defendido el patrimonio nacional, que compraron por unos
centavos los grandes intereses extranjeros, no nos veríamos nosotros hoy en la
necesidad de tomar estas medidas que concitan contra nosotros a poderosos
intereses. Si se hubiera gobernado al
país con justicia desde que la república se inició; si se hubiesen hecho las
cosas rectamente, ni siquiera habría habido tiranía; la Revolución no habría
sido necesaria, y no necesitaría el país la operación quirúrgica que necesita,
por dolorosa que sea.
Aquí
nos hablan de patriotismo constantemente, nos dicen y nos enseñan el himno, que
dice que “morir por la Patria es vivir”; y se dice que ser patriota es estar
dispuesto a darlo todo por la patria, darlo todo y hasta la vida; ser patriota
supone la disposición de dar por la patria hasta lo que más pueda apreciar el
hombre, que es su propia vida. ¿Dónde
está el patriotismo de los que empiezan a combatir y anatematizar la Revolución
que, por tomar algunas leyes reivindicadoras y
justas, lesiona algunos intereses? (APLAUSOS.)
¿Que
perdemos algo? Aquí todos estamos
perdiendo. Aquí ha perdido el pueblo
durante mucho tiempo, y cada uno de nosotros hemos perdido mucho, y lo peor es
que los que más protestan hoy, los que más escriben hoy y empiezan a elaborar
teorías, que tiempo tuvieron de elaborarlas antes; los que no hablaron con
sinceridad al pueblo nunca, se escandalizan de que venga uno a decirles la
verdad.
Permitieron
esas cosas, permitieron que el extranjero se apoderara de la tierra; permitieron
que miles, que cientos de millones de pesos fueran a parar a los bancos
extranjeros producto de dinero robado; permitieron que el juego extorsionara al
pueblo durante décadas; permitieron el garrote; permitieron los desalojos
campesinos sin hablar una sola palabra; guardaron silencio ante el abuso que se
cometía contra el pueblo; jamás protestaron del plan de machete; jamás
denunciaron el hecho insólito de que aquí los llamados soldados de la república
estaban al servicio de las compañías que les pagaban un sueldo extra para, cada
vez que hubiese un conflicto con los campesinos, enviar allí al mayoral con la
pareja de la guardia rural a maltratarlos, o a encarcelarlos, o a desalojarlos
de la tierra.
Se
ha hablado de justicia. No hay aquí
hombre o mujer que no pronuncie la palabra justicia tres veces al día, y hemos
vivido bajo una perenne injusticia, de que las leyes, y los códigos, y las
medidas se han tomado para proteger los intereses de una minoría privilegiada,
mientras que esas leyes y esas medidas se han aplicado, inflexiblemente, contra
el pueblo. O si no, yo les pregunto a
ustedes: ¿Cuándo
es que han visto un millonario en la cárcel?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Nunca!”) Y, por lo
general —no siempre, desde luego—, quien llega a millonario es porque lo
heredó, o porque fue un genio de las finanzas, o porque hizo un negocio sucio,
o porque se lo robó (RISAS). Por lo
menos hay que admitir que una buena parte de los millonarios se robaron el
dinero, o una parte, una tercera parte si quieren (APLAUSOS).
¿Y
dónde está la justicia, si no hemos visto uno solo en la cárcel? ¿O es que la cárcel es nada más que para el
infeliz, y los gobiernos son para hacer leyes contra el infeliz y tomar medidas
contra el infeliz? Aquí, a quien era un
malversador o un ladrón ni siquiera se le trató con desprecio, y ustedes saben
perfectamente bien cómo esos señores eran tratados en la calle con todas las
consideraciones y nadie tenía por una deshonra que su hijo se casara con la
hija de aquel malversador que era millonario, o viceversa, que su hija se
casara con el hijo, o entrar en la familia, recibir los beneficios. Y en los lugares aquí “de sociedad” —porque
yo no me explico por qué la palabra sociedad la emplean para hablar de un
sector y no de toda la sociedad, lo cual, en cierto sentido, demuestra el
estado mental de ánimo de que la sociedad son ellos solos y que los demás no
forman parte de la sociedad—, en esos lugares nunca se levantó nadie para
despreciar a un malversador, a un millonario que se robara el dinero del
pueblo, a un criminal. Porque ustedes
ven a esos criminales fusilados, yo he visto fotografías por ahí de muchos de
esos criminales en actos sociales, y muchos “rendez vous”, y mucha amistad, más
no solo eso: Búsquense
las crónicas en los días subsiguientes al ataque al Palacio Presidencial, el 13
de marzo, y verán cómo mucha gente fue aquí a felicitar al tirano, porque había
logrado salvar su “preciosa vida”. Y la
vida preciosa del tirano era la muerte del pueblo; pero el pueblo qué importaba
o qué importó nunca aquí, porque los cuatro miserables pesos, para alguna
gente, valen más que toda la nación, valen más que el honor, valen más que la
virtud y valen más que todo (APLAUSOS).
Y
así, cuando se empieza, o se van a tomar las medidas necesarias para rectificar
todo eso, se concita inmediatamente la conjura, y empieza la campaña de
calumnias, y empiezan a buscar comparaciones que no existen, y empiezan a
hacerle imputaciones a nuestra Revolución, cuando nuestra Revolución es tan
cubana como nuestras palmas, cuando nuestra Revolución surge tan solo de las
necesidades, de los sentimientos y de la idiosincrasia de nuestro pueblo, y
cuando estamos haciendo una Revolución que es inexpugnable desde el punto de
vista ideológico, porque postula la justicia social, dentro de un respeto
absoluto a la dignidad, a los derechos y a las libertades del hombre.
Nosotros
estamos haciendo leyes revolucionarias, pero a nadie le hemos quitado el
derecho a escribir; estamos haciendo leyes revolucionarias, pero a nadie le
hemos quitado el derecho a desfilar por las calles en manifestación pacífica;
estamos haciendo leyes revolucionarias, pero a nadie le hemos quitado el
derecho a reunirse, a criticar, a hablar y hasta a calumniar, porque hemos
llegado a extremos tales en nuestro respeto a las libertades, que las agencias
cablegráficas, cínicamente, descaradamente, han hecho desde Cuba, y sin que
nadie las moleste, las peores campañas contra la Revolución Cubana (APLAUSOS).
Esas
son cosas en las que no quieren reparar, no quieren reconocer y, claro, buscan
comparaciones imposibles con una Revolución que es cubana enteramente, que
tiene raíces cubanas, y que será orgullo de nuestra patria —y hablo de un
orgullo nacional, no de un orgullo personal, porque si bien en los pueblos el
orgullo es necesario para que sepan defender lo suyo, en las personas el
orgullo puede ser despreciable, sobre todo, cuando más que orgullo es vanidad—,
porque esta Revolución nuestra tendrá que figurar en la historia de las grandes
revoluciones. En el futuro tendrán que
contar a la Revolución Cubana entre las grandes realizaciones del hombre, entre
los grandes acontecimientos históricos de la humanidad, y aquí, donde hay
muchos que se ponen contentos cuando su país obtiene un triunfo, por modesto que
sea, no han reparado en toda la grandeza y en todo el orgullo que constituye
para nuestro pueblo el convertirse en la admiración de todos los pueblos de
América y del mundo (APLAUSOS).
Frente
a los sistemas que se disputan en el mundo la hegemonía, frente a las
ideologías que se disputan en el mundo la hegemonía, surge la Revolución Cubana
con su ideología propia, con sus ideas nuevas, con su doctrina nueva, a
convertirse en un acontecimiento importante en la historia de la humanidad.
Que
no vengan, ni soñando, a comenzar las campañas tendenciosas y falsas; a querer
confundir aquí al pueblo acusando a la Revolución Cubana, endilgándole
calificativos determinados, llamándonos, en dos palabras, comunistas, porque
eso se pasó diciendo la dictadura durante siete años, eso se pasaron diciendo
los Masferrer, los Díaz Balart y los Otto Meruelo, y eso
empiezan a decir ya quienes no van a tardar mucho en darse el abrazo con los Díaz
Balart, con los criminales de guerra, con los Batista, los Ventura y los Masferrer (APLAUSOS).
Llamarnos
comunistas, ¿por qué? Llamarnos
comunistas, ¿para qué? ¿Acaso para
asociarse a los intereses extranjeros enemigos de Cuba? ¿Acaso para asociarse a las oligarquías
internacionales, que han visto en el triunfo de la Revolución Cubana y en la
destrucción de la maquinaria militar de la tiranía un peligro para sus
intereses retardatarios y antipatrióticos?
(APLAUSOS.)
¿Acaso
están invocando la ayuda extraña? ¿Acaso
están agitando los conflictos internacionales para que nuestra pequeña isla sea
un día objeto de la agresión? (APLAUSOS.)
Pues están cometiendo la más criminal de
las faltas, están cometiendo la peor de las traiciones. ¡Si quieren llamarnos comunistas porque no
perseguimos a los comunistas, que nos llamen comunistas porque no perseguimos a
nadie! (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.) Porque
nosotros hemos proclamado el respeto a todas las creencias religiosas, el
respeto a todas las ideas políticas, y empezamos por no temerle a ninguna. ¡Quienes creen en la suya no temen a las
otras! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
¿Qué
quieren, que para defender sus intereses egoístas venga de nuevo el extranjero
a nuestra tierra? ¿Qué quieren, otra
Enmienda Platt? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Qué quieren, nuevas intervenciones en nuestra
patria? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¡Pues están cometiendo el peor de los
crímenes, porque están aspirando a lo mismo que asesinar a toda la nación
cubana!, porque aquí es necesario, serenamente, repetir, como dijo Antonio
Maceo, que “quien intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo
anegado en sangre” (APLAUSOS). Y aquí no
van a recoger ni el polvo, porque nuestro pueblo ha concebido una esperanza, ¡y
cuando los pueblos, como los hombres, conciben una esperanza, no se resignan
nunca más a vivir sin ella! (APLAUSOS.)
Mientras
no la conciben, se resignan; pero después que la han concebido no hay quien
pueda arrebatársela. Y yo tengo la más completa
seguridad de que en defensa de su suelo, en defensa de su nacionalidad, aquí
pelean los hombres y las mujeres, los niños y los ancianos (APLAUSOS), porque,
en definitiva, es lógico que aquí nadie quiera volver al pasado. Es lógico que todos, sabiendo que hemos de
morir algún día de muerte natural o de accidente, y que la vida, después de
todo, es bastante breve y que no vale la pena vivirla si no se vive dignamente,
¡aquí este pueblo prefiera la muerte al pasado! (APLAUSOS.)
Cometen,
pues, un crimen los que estén ideando campañas traicioneras para concitar
contra nosotros agresiones externas. Porque,
¿qué quieren? ¿Que volvamos a un pasado
donde viva el pueblo tal como vivía? ¿Tener
otra vez un ejército que era instrumento de los grandes intereses? Pues se equivocan, porque si vuelven aquí no
van a tener a quien mandar; se van a encontrar esto solo, y no veo qué sentido
tiene ni qué justificación tenga tratar de convertir nuestra patria en un
cementerio o en un campo de ruinas.
No
comprendo qué derecho tienen los que tanto daño les han hecho ya a los hijos de
esta tierra, los criminales de guerra, los grandes intereses, porque son
solamente los grandes intereses los que se empeñan en confundir, los que se
empeñan en crear aquí complicaciones, los que se empeñan en crearnos hasta
problemas religiosos, cuando la Revolución no se ha metido con ninguna religión
y cuando una parte numerosa, numerosísima, de los sacerdotes fueron
revolucionarios y ayudaron a la Revolución (APLAUSOS), para que vengan los
intereses creados a invocar hasta el nombre de Cristo, ¡como si bajo el nombre
de Cristo, que fue tan justo y tan humano, pudieran cobijarse tantas
inmoralidades y tantos egoísmos! (APLAUSOS.)
Son
solamente los grandes intereses, porque el pueblo en general, los hombres que
hoy llaman clase media, que no existirá en el futuro, porque habremos reducido
a los grandes ricos al nivel de la clase media y habremos elevado a los pobres
al nivel de lo que hoy se llama la clase media... (APLAUSOS).
Solamente son los grandes intereses, porque hay casos como el de un
señor que perdió mil pesos mensuales con la rebaja de alquileres que explicaba
cómo con el arroz se había ganado 30 000, porque era un pequeño importador
que al tomarse una medida redistribuyendo las grandes cuotas, ese pequeño
importador, que por un lado perdió mil pesos, por otro ganó 30 000.
Así
que ese es el caso, naturalmente, aislado, la excepción; pero la realidad es
que todo el pueblo se va a beneficiar con las medidas revolucionarias. ¿Por qué?
Porque hay que ser un egoísta o un insensible para vivir en medio de la
tristeza, en medio de la miseria que hasta hoy ha existido en Cuba, porque eso solo
ha servido para suscitar el resentimiento en los que se consideran víctimas de
esa opulencia, eso solo ha servido para suscitar el odio, y nadie se puede
sentir bien, aunque tenga mucho, si se siente odiado; nadie se puede sentir
feliz entre tantas personas infelices; nadie se puede sentir bien en medio de
tanto mal.
El
resultado de todo eso es que se despertó un afán desmedido de dinero y de
riqueza. ¿Por qué? Porque aquí la virtud no valía nada, porque
aquí el honor no valía nada, porque aquí la moral y la capacidad no valían nada. No valía más que el dinero; solo el que tenía
dinero era respetado, solo el que tenía dinero era servido, solo el que tenía
dinero era considerado, y la consecuencia lógica era que se desatara en nuestro
pueblo un afán desmedido de dinero, para obtenerlo de cualquier forma
(APLAUSOS).
Es
que no solo de pan vive el hombre; es que no solo con dinero se puede ser
feliz, y es que, además, nosotros no prohibimos que se gane dinero. Que ganen, que se gane todo el dinero que se
quiera, pero prestando un servicio útil a la nación. Comprando solares y esperando que se
multipliquen por cincuenta, no se le presta un servicio útil a la nación;
comprando tierras para cobrarlas después a un precio mayor de las maquinarias
que se necesitan para poner una industria, no se le presta ningún servicio a la
nación.
Nosotros
hemos dicho que vamos a llevar adelante un reajuste, un cambio en las
actividades; que basta ya de pensar en ganar dinero, en hipotecas, en garrote,
en solares, en alquileres. La Revolución
tiende a convertir a cada ciudadano en propietario de sus casas, para que no
tengan que pagar más alquileres (APLAUSOS); la Revolución tiende a abaratar los
solares, para que si valen 30 pesos valgan 3 pesos, y todo el que quiera
construir su casa pueda encontrar tierra y pueda comprar un solar donde
construirla. Y no solo eso, sino que le
presta el dinero para que la construya, sin entrada y a un bajo interés, y,
además, exime de impuesto por diez años al que construya su casa (APLAUSOS).
Cómo
va a ser más feliz el pueblo, aunque hoy implique sacrificio, aunque hoy
implique reajuste, ¿ahora, pagando muchas familias 60, 70, 100, pagando 20
pesos en un cuarto donde viven diez, o el día en que todo el mundo tenga su
casa? ¿Qué es lo ideal? Que todo el mundo tenga su casa, y que
entonces valga la pena cruzar por algunas de nuestras ciudades y que por lo
menos estén pintadas las fachadas, si es que no nos vemos obligados, en el
futuro, a derrumbar todos los edificios de esta Habana tan mal construida, para
hacerlos nuevos otra vez (RISAS). Y
nadie se asuste ni vayan a creer que le vamos a hacer a La Habana como al
Buró de Investigaciones (RISAS). Quiero
decir que en el futuro tenemos que resolver el problema de esos miles de
solares, ¿o ustedes no saben que hay miles de solares en La Habana? Solamente en el barrio de Cayo Hueso hay 400,
por vía de información. ¿Y los tenemos
que dejar ahí?
¿Dónde
están los parques de nuestras ciudades, dónde están las áreas verdes, dónde
están los campos deportivos? El hecho de
que hayamos vivido tan mal no implica que en el futuro tengamos que resignarnos
a vivir tan mal. La ciudad que creció
sin que nadie le trazara un plan, creció sola; uno añadía una casa sobre otra,
otro añadía una calle, y así, luego, cuando había que hacer una avenida, había
que destruir cien casas o había una revolución de los vecinos, porque no
estaban dispuestos a permitir que la avenida pasara por allí.
Nuestra
ciudad da lástima, y digo “nuestra ciudad” como digo todas las demás ciudades;
dan lástima, y algún día tendrán que ser...
No diré que somos nosotros los que vamos a hacer eso, porque no tenemos
tanto interés en ser nosotros, que bastantes enemigos, por querer estar
cumpliendo con el deber, nos estamos buscando; y, además, estamos dispuestos a
seguírnoslos buscando, desde luego... (RISAS Y APLAUSOS). Es preciso que se entienda que nosotros no le
queremos hacer daño a nadie, ni le hacemos daño a nadie gratuitamente, o que le
tengamos odio a nadie aquí. Yo declaro
aquí que no le tengo odio a nadie, yo declaro aquí que comprendo todo lo que
ocurre en Cuba y ha ocurrido, porque bajo esa norma se ha desenvuelto nuestra
república.
Además,
¿por qué desesperarse? Es lógico que
toda ley resulte que perjudique uno más que a otro, pero eso pasa con cualquier
ley. Toda ley es injusta desde el
momento en que dice que es igual para todos, y resulta que todos no somos
iguales, y se aplica la misma ley a uno que tiene un carácter y a otro que
tiene otro; se aplica una ley igual a seres que somos diferentes. Ya se sabe que una ley a algunos los
perjudica más que a otros; pero, ¿por qué desesperarse? Si yo creo que una de las mejores cosas que
está haciendo la Revolución es poner los ricos a pensar (RISAS Y APLAUSOS),
porque antes no se preocupaban por nada, no se preocupaban; tenían sus
centrales, tenían sus grandes tierras y no se preocupaban de mejorar la
agricultura, de obtener un rendimiento más alto por unidad de tierra, de buscar
otras industrias, establecer otras industrias.
Todo
el mundo que ganaba el dinero y lo quería tener seguro, iba y lo invertía en un
solar, o en una hipoteca, o en un edificio de apartamentos. Ahora, como ha surgido la necesidad de
reajustar, como se están estableciendo una serie de medidas revolucionarias, se
han puesto a pensar y no se imaginan ya la cantidad de proyectos que tienen
para diversificar la industria, para poner nuevas industrias, para hacer
programas de desarrollo, en fin, para obtener ganancias, pero de otra manera de
la que las habían obtenido hasta ahora.
En
consecuencia, la Revolución va a obtener el apoyo de la inteligencia de los
ricos, porque no es que sean bobos, sino que estaban acomodados a la situación,
y como ahora se imponen una serie de cambios, están buscando la manera de hacer
lo que deben hacer, que es adaptarse. Y
si hemos dicho que ni el latifundio, ni el negocio de los alquileres, ni el de
los solares, ni el del garrote, ni el de la hipoteca... La hipoteca hemos dicho que no la vamos a tocar,
porque no queremos perjudicar el crédito, porque se necesita el crédito para el
desarrollo agrícola y el desarrollo industrial; tendremos que limitar los
intereses en los casos de las personas afectadas por la ley de rebaja de
alquileres.
Pero
hemos dicho bien claro que la industria tendrá todas las garantías y todo el
estímulo necesario para desarrollarse, con una sola condición, que se paguen
salarios altos. Hemos dicho que los
bancos cubanos tienen todas las garantías y todo el estímulo. No diré que los otros no tengan garantías,
pero sí diré que no tendrán estímulo; los estímulos se los daremos al banco
cubano (APLAUSOS), porque aquí hay gente “patriota” que, cuando oyen cualquier
rumor, salen corriendo, van al banco cubano, sacan el dinero de allí y lo ponen
en el banco americano. Es el complejo
que tienen. Pues yo digo que están más
garantizados en los bancos cubanos que en los bancos americanos (APLAUSOS), sin
que esto implique que yo diga que los bancos americanos no tienen garantías. Yo no digo eso; pero que tampoco tienen
ningún privilegio, y que es una tontería sacar el dinero de un banco cubano, al
primer rumor, y llevarlo al banco americano.
Un
día salió una noticia de que le íbamos a poner un impuesto al capital inactivo. Yo no entiendo eso; esa teoría anacrónica no
sé cómo se la metieron en la cabeza a la gente, si hoy el Estado tiene los
órganos de crédito adecuados para movilizar todo el capital que sea necesario,
¿para qué le va a poner impuesto a ningún capital inactivo? Esa es una medida de una época vieja, en que
no había Banco Nacional, ni Banco de Fomento Agrícola e Industrial. Todo lo contrario, estamos pensando en
medidas para movilizar el crédito con un interés bajo, a través del Banco de
Fomento Agrícola y el Banco de Fomento Industrial, que serán dos bancos
distintos, y que prestarán con intereses más bajos, porque están organizados de
manera que los intereses se cobran muy altos, porque tienen que pedir el dinero
prestado a un interés determinado para prestarlo a un interés más alto.
Hay
gente que cree que estamos todavía en la época de la botija y de las monedas de
oro, de los “duros” aquellos, como les llamaban, en que la moneda tenía un
valor en sí, y el avaro la escondía en una botija y la enterraba en el patio de
su casa (RISAS). Los sistemas monetarios
han evolucionado extraordinariamente; hoy la moneda está constituida por un
papel que representa un valor determinado.
Se necesita estar viviendo en el siglo pasado para sacar el dinero del
banco e ir a esconderlo en su casa porque le tengan miedo a una medida del
gobierno, cuando —como yo dije el otro día— con cambiar el color de los
billetes lo resolvíamos todo, se quedaba todo el mundo sin dinero (RISAS); pero
nadie piense eso, que nadie está pensando en esas cosas.
Para
que vean si el Gobierno Revolucionario ha sido cuidadoso y ha sido prudente,
por no arruinar los bancos y no arruinar las cajas de retiro, hemos cargado
sobre nuestras espaldas los 1 200 millones de pesos que Batista se hizo prestar
por la fuerza (APLAUSOS). Precisamente
para no arruinar a nadie, para no crear hecatombes, para que nadie tuviera que
suicidarse aquí, hemos respetado esas deudas, hemos cargado con ellas, porque
entendemos que rechazar esas deudas era crearnos grandes obstáculos, en un momento
en que la Revolución tiene que normalizar el país y marchar hacia adelante lo
más rápidamente posible.
¿Es
como para asustarse de las medidas que hemos tomado y de las que se están
tomando? ¡No es para asustarse tanto,
señores! Lo malo sí es asustarse más
allá de la cuenta, y comenzar a hacer campañas contrarrevolucionarias y
comenzar a calumniar a la Revolución, porque van a terminar asociados a los
criminales de guerra, van a terminar asociados a los enemigos de Cuba; y al
pueblo no lo van a conquistar, y sin pueblo no hay esperanzas de tomar el poder
otra vez; sin pueblo no tienen la más mínima posibilidad, porque están
derrotados en el campo de la opinión pública, en el campo de la razón
histórica, en el campo militar y en todos los órdenes están derrotados.
Lo
que podrían conseguir combatiendo la Revolución es hacerla más fuerte; lo que
podrían conseguir combatiendo la Revolución es que las medidas revolucionarias
fuesen todavía más drásticas; y lo que pueden conseguir los grandes intereses
creados combatiendo la Revolución es perder hasta el apellido, por no decir que
el “don”, porque el “don” ya está perdido aquí, ya aquí no hay “dones”; aquí
hay ciudadanos, ciudadanos que se respetan por sus cualidades, ciudadanos que
se respetan por su honor y por sus virtudes, no por su dinero.
Yo
no veo que obtengan ninguna ventaja en combatir la Revolución, en vez de
adaptarse a la Revolución. Ahora, eso
sí, no tratar de adaptar la Revolución a sus intereses, porque a la Revolución
no la van a adaptar a sus intereses. Por
lo menos, alguna vez le tocaba al pueblo ganar; alguna vez el pueblo, que es el
bueno en esta historia, tenía que ganar.
No siempre iba a ser el pueblo el traicionado, no siempre iba a ser el
pueblo el abandonado; algún día tenían que venir hombres leales al pueblo. Aquí, me acuerdo que decía algo el Presidente
de las instituciones, cuando hablaba de que el deber de ellos sería, entre
otros, combatir a los gobernantes si fueran a hacer las mismas cosas que antes. ¡Me temo que se va a quedar con las ganas el
Presidente de las Instituciones Cívicas...! (RISAS.) Porque, ¿que nos
equivoquemos? Admitido, nosotros no
somos infalibles. ¿Que actuemos de mala
fe? ¡Jamás!, porque tenemos la seguridad
de que jamás nos dejaremos llevar por la mala fe, ni por el odio, ni por el
resentimiento.
Aquí
vuelvo a repetir aquello de que “si se nos acaba la paciencia, buscaremos más
paciencia; y si se nos acaba, volveremos a buscar más paciencia, cuantas veces
sea necesario” (APLAUSOS). Seremos
ecuánimes, aunque firmes; porque ya de gente “cambia-casaca” está cansado el
pueblo de Cuba. Actuaremos con
serenidad, incluso frente a todas las contingencias. No quiere decir eso que vayamos a estar
impotentes, ni que vayamos a estar indefensos.
Cuando
se nos combata con las armas de la razón, combatiremos con las armas de la
razón; y si se nos combate con argumentos, combatiremos con argumentos. Para eso hemos conquistado, ustedes y
nosotros, el derecho a que cada cual exprese su pensamiento libremente, escriba
libremente y hable libremente.
Se
quiere hacer ver que hay como cierta coerción.
Bueno, si la opinión pública es una coerción, entonces admito que hay
alguna coerción. Es que el que escribe
no quiere ponerse contra la opinión pública, ni el comerciante se quiere poner
contra la opinión pública, ni el escritor se quiere poner contra la opinión
pública, ni el político se quiere poner contra la opinión pública, ni el
revolucionario se quiere poner contra la opinión pública. ¿Por qué?
Porque la opinión pública está con los que tienen la razón; puede
confundirse transitoriamente, pero la opinión pública está con los que tienen
la razón.
¿Eso
qué es? ¿Es el imperio de la fuerza? No, es el imperio de la opinión pública. ¿Por qué se estuvo luchando aquí? Por el imperio de la opinión pública. ¿En nombre de quién se habló? En nombre de la opinión pública; lo que pasa
es que cuando no se tiene razón, cuando no se tiene moral, cuando no se tienen
argumentos, no se le puede hablar a la opinión pública, y eso es lo que pasa.
Algunos
dicen que yo me molesto cuando me atacan.
¿Quién dijo? A mí me pueden
atacar todo lo que quieran, lo que sí me molesto cuando atacan a la Revolución,
porque la Revolución es nuestra obra, porque la Revolución es un interés
sagrado del pueblo, y nosotros estamos en el deber de defender la Revolución. Y nosotros solos no; aquí siempre, cuando se
ha atacado a alguien, inmediatamente ha respondido. Cuando cualquier escritor es señalado o es
criticado, inmediatamente responde; pues nosotros no, hay 20 000 críticas
que no les hacemos ni caso; ahora, cuando algo ataca a la Revolución, la
defendemos, y la defendemos con argumentos, y la defendemos con el derecho que
tenemos, igual que todos los demás cubanos.
Porque si algo hemos establecido es que aquí todos somos iguales, es que
aquí no hay privilegios para nadie, es que aquí no hay nadie superior a nadie;
y nosotros somos, sencillamente, en el gobierno, parte del pueblo, y actuamos
como puede actuar cualquier ciudadano del pueblo.
Será
difícil combatir al Gobierno Revolucionario, porque el Gobierno Revolucionario
está actuando con justicia, está actuando con razón y está actuando con
honradez. Ocurre, naturalmente, que aquí
robarse 20 millones de pesos, para algunos no fue nunca una falta; ahora, ser
honrado y dictar una ley en beneficio del pueblo, para algunos es un crimen. Eso, naturalmente, molesta mucho a quienes
saben que no nos van a comprar con ningún dinero; que no nos van a sobornar, ni
nos vamos a dejar tentar por nada: ni por el poder, porque, en
definitiva, ¿qué es el poder en sí, sino un calvario para todos nosotros?
Créanme
que nosotros trabajamos tanto como pueda trabajar el más poderoso, el más rico
latifundista y seguro que ganamos menos que lo que gana él. Trabajamos más que él, y en esta Revolución
renunciamos más que él; en esta Revolución perdemos más que él: perdemos hasta la
salud, perdemos dinero, porque, ¿cuánto ha perdido el que más ha perdido en
alquileres aquí? ¿Mil mensuales? ¿Diez mil?
¿Veinte mil? Pues yo pierdo 100 000
mensuales, porque si me hubiera dedicado a escribir libros, y novelas, y cosas
de esas, les aseguro que me hubiera ganado dos o tres, o cuatro millones de
pesos. Si me pusiera nada más que a
escribir la historia de la Revolución, con el interés que yo sé que hay dentro
y fuera de Cuba, esos libros se venderían en Estados Unidos, en Cuba y en toda
la América Latina.
Cuando
lo vaya a hacer, posiblemente no le interese a nadie; posiblemente todo el
mundo haya escrito un libro ya; posiblemente nadie compre ese libro (RISAS). Sin embargo, ese tiempo que yo pudiera
dedicar a escribir un libro, lo dedico a servir al país, y pierdo más que
cualquier latifundista, y pierdo más que el que haya perdido más en los
alquileres; y con seguridad que cuando concluya el Gobierno Revolucionario, voy
a tener mucho menos que él. Y, además,
lo que uno ha escrito, discursos y folletos, lo publican por ahí “por la
libre”, y lo venden, y hacen negocio con lo de uno (RISAS Y APLAUSOS).
¡Ni
me preocupo, ni protesto! Todos tenemos
que perder algo y todos tenemos que sacrificar algo. Otros han perdido más que nosotros. ¿Es que alguien quiere su dinero más que a
sus hijos? Pues hay muchas madres que
han perdido a sus hijos. Ayer una madre
vestida de negro, con lágrimas en los ojos, se me acercó y me dijo que había
perdido a su hijo, pero que estaba contenta; que había perdido a su hijo, pero
que estaba contenta, porque la Revolución estaba cumpliendo su obra. En aquella frase lo dijo todo: “Yo perdí lo que
más quería, pero estoy contenta, porque muchas madres salvaron a sus hijos;
perdí lo que más quería, pero estoy contenta porque el pueblo va a ser feliz;
perdí lo que más quería.”
¿Quién
tiene derecho a alzar su voz frente al sacrificio de esa madre? ¿Quién tiene derecho a alzar su voz frente a
la generosidad de esa madre? ¿Y cuántas
madres han perdido a sus hijos? ¡Qué
importa perder algunos pesos, si otros han perdido la vida, si otros han
perdido algo más que la vida:
han perdido a sus hijos, han perdido a sus hermanos, han perdido
a sus esposos! ¡Qué importa perder unos
pesos!, pesos que sobran y que van a sobrar, porque donde la virtud valga,
donde el honor valga, donde la capacidad valga, los pesos sobran, las
influencias sobran, las relaciones sobran (APLAUSOS). Porque antes no decían de una persona que era
muy capacitada, muy virtuosa, muy buena, sino: “Tiene muchas influencias, tiene
muchas relaciones.” Al estudiante le
decían que tenía que ir a buscar relaciones, y al médico le decían que tenía que
buscar relaciones, y al ingeniero le decían que tenía que buscar relaciones.
Ustedes,
que son en gran parte profesionales, conocen mejor que nadie por qué caminos
marchaba Cuba. Había una sola
universidad y, sin embargo, muchos profesionales no tenían donde ganarse la
vida. La capacidad de qué servía si aquí
lo que valían eran las influencias, si aquí lo que valían eran las relaciones. Estudiar, ¿para qué? (RISAS Y APLAUSOS.) Hoy la Revolución abre perspectivas
ilimitadas, no solo a todos los profesionales, sino a todos los profesionales
que van a surgir, no de una universidad, sino de tres universidades.
¿Qué
sería del país si seguía como iba? ¿Si
no tenían trabajo los que salían de una universidad, cómo lo iban a tener los
que salían de tres y los que iban a salir de seis? (APLAUSOS.) ¿Dónde iban a trabajar los miles y miles de
maestros que hay en Cuba? ¿Dónde iban a
trabajar los miles y miles de jóvenes que están estudiando en las escuelas del
hogar, en las escuelas normales, en las escuelas de kindergarten, de maestras
de kindergarten, y en todos los centros de preparación de maestros, si era
triple el número de maestros que se graduaban al número de aulas que se abría;
triple el número de profesionales que se graduaban que el número de posibilidades
que se abría para ellos? ¿Qué iban a
hacer, incluso, los que se graduaran en la Universidad de Pinar del Río, si los
que se graduaban en la de La Habana no tenían donde trabajar? (RISAS.)
Ahora,
¿cuáles son hoy las perspectivas? Va a
haber trabajo para los miles de maestros que están sin trabajo, se van a abrir
posibilidades ilimitadas para todos los profesionales de todas las
universidades, aunque tengamos que controlar el problema de las profesiones,
porque las universidades deben actuar de acuerdo con los intereses y las necesidades
del país; no dar lugar a una superproducción de determinados profesionales y a
faltas de otros profesionales.
Las
universidades deben producir sus profesionales de acuerdo con las necesidades
del país, porque de lo contrario arruinan a todos los profesionales, de lo
contrario invierten su tiempo y su dinero en preparar hombres que no van a
tener empleo. Pero, como un signo de
nuestra Revolución, como un acontecimiento cuyo primer lema es la honradez y la
verdad, las universidades van a recibir más ayuda que nunca, y dentro de breves
semanas se estarán levantando, simultáneamente, tres ciudades universitarias,
en Oriente, en Las Villas y en La Habana (APLAUSOS), y se irán estableciendo
facultades universitarias en las demás provincias, en la misma medida en que
vayan siendo necesarias.
No
hacer una universidad por complacer, sino porque sea necesaria al país. Lo otro sería demagogia, que es lo que se ha
hecho aquí siempre con todas las cosas. En
la misma medida en que se hagan necesarias, se irán estableciendo las
facultades universitarias en las distintas provincias, y llegarán a tener sus
universidades, porque las posibilidades y las perspectivas que se le presentan
por delante a Cuba son extraordinarias.
Y
así, las escuelas y las universidades tendrán atención preferente igual que la
escuela. Nadie está contra la escuela
privada, lo que vamos a hacer es redimir a la escuelita pública (APLAUSOS), lo
que vamos a hacer es poner la escuela pública a la altura de las mejores
escuelas privadas, y, si es posible, mejor (APLAUSOS). Si el Estado tiene más recursos, si el Estado
puede pagar mejores sueldos, ¿por qué el Estado no va a elevar el nivel
material y cultural de las escuelas públicas?
Las escuelas públicas tendrán todo lo necesario para dar una educación
integral a los niños, y habrá las ciudades escolares industriales de 5 000
niños, y las ciudades escolares en el campo, que serán de 20 000 niños. Y haremos, en ese orden, lo que no se ha
hecho en ningún país del mundo, como estamos ya realizando algunas obras como
las del Instituto de Ahorro y Vivienda, que no existe en ningún lugar del mundo. Esto es para que vean bien claro que
nosotros, nuestras instituciones revolucionarias, no las estamos copiando de
nadie (APLAUSOS).
Estimo
que al menos algunas cosas queden aquí aclaradas. Yo vine tranquilo a hablarles a ustedes. Es posible que haya aquí uno o más
perjudicados por las medidas revolucionarias; sin embargo, yo he visto que todo
el mundo ha aplaudido aquí (APLAUSOS). ¿Qué
quiere decir? Quiere decir que hay
patriotismo en las instituciones cívicas, que hay espíritu revolucionario en
las instituciones cívicas. Y a la
pregunta de que si pueden ser útiles, yo digo no que pueden ser útiles, sino
que son necesarias. Es necesarísimo el
respaldo de las instituciones cívicas a la obra revolucionaria (APLAUSOS), y
nos han ayudado y nos deben seguir ayudando, como hicieron los rotarios, los
leones, los caballeros católicos, los masones, todos los componentes de las instituciones
cívicas, lo mismo católicos que protestantes, de unas instituciones que de
otras, a raíz de la campaña contra Cuba, que todo el mundo escribió defendiendo
la Revolución.
Hay
que seguirla defendiendo. ¿Que algunos
resulten un poco impresionados? Es
lógico, las cosas que se están haciendo hoy, nunca se habían hecho en Cuba. ¿Que algunos intereses resultan perjudicados? Está bien; pero, ¿y todas las demás cosas que
en el orden moral y en el orden material está aportando la Revolución a todo el
pueblo, los sectores que está beneficiando, lo que significa para la industria
cubana, por ejemplo, la consigna de consumir artículos nacionales? (APLAUSOS.)
¿Cuántas
ganancias no significará para muchos industriales esa campaña? Sin embargo, yo no les he pasado cuenta ni
les he cobrado un centavo por la campaña que estoy haciendo (APLAUSOS). Ocurre que algunos se perjudican, pero otros
se benefician. Eso es estimular la
economía en un sentido determinado: que se beneficien los industriales;
que el rentista se vuelva industrial; que el latifundista se vuelva industrial. Aquí no le hemos cerrado la oportunidad a
nadie, le abrimos la oportunidad a todo el mundo. Ahora, le queremos abrir la oportunidad
también al pueblo. Vamos a arreglar esto
de manera, no que vivan unos cuantos, sino que puedan vivir todos. Y yo les digo que si trabajamos todos, el
premio que recibiremos será un gran premio, el premio de convertir a Cuba en el
pueblo más próspero y más feliz del mundo.
Algunos
pensarán que yo soy un poco soñador, pero siempre recuerdo aquella frase de
Martí que decía, que el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor,
sino de qué lado está el deber. Ese es
el único hombre práctico, cuyo sueño de hoy será la ley de mañana (APLAUSOS).
Muchas
cosas que aquí parecían un sueño ayer —el que hubiera, entre otras cosas,
honradez absoluta en los gobernantes, por no citar más que una sola, parecía un
sueño ayer—, hoy se han convertido en leyes.
Si trabajamos lo podremos todo.
Yo
acabo de llegar de la Ciénaga de Zapata —no tuve tiempo ni de cambiarme la
camisa, llegué a la hora no de la cita, sino a la hora exactamente en que me
vieron llegar aquí (RISAS)—, ¿y qué vi allí? Pues una
cosa más de las que han pasado en Cuba. Cincuenta años oyendo hablar de la Ciénaga de
Zapata, 50 años oyendo hablar de proyectos tales y más cuales, y que allí se
podía hacer y deshacer, y después de visitar la Ciénaga de Zapata, de observar
allí sobre el terreno, estudiar los proyectos que había y ver algunas obras que
se han hecho por allí para desecar aquello, pienso que es un crimen más que la
Ciénaga de Zapata no hubiese sido desecada hace muchos años (APLAUSOS).
De
acuerdo con los planes que tenemos, estamos elevando el nivel de ingreso; pero,
al mismo tiempo, tenemos que ahorrar divisas, porque mientras más divisas
ahorremos, más elevamos el nivel de nuestros ingresos. Aquí hay que ahorrar divisas para elevar las
reservas porque se robaron las reservas, y es, además, una vergüenza y una
indignidad que nosotros estemos importando cosas que podemos producir aquí,
dándoles trabajo a miles de cubanos (APLAUSOS).
La
Ciénaga de Zapata, decía, es uno de los tantos ejemplos del abandono de los
gobiernos por la naturaleza y por Cuba. Aquí
todos los árboles los tumbaron, aquí acabaron con todos los bosques, aquí
acabaron hasta con el Parque Nacional, que quedaba por allá, por Mayarí; aquí los campos están desolados, la erosión arrasa
con nuestra tierra, la agricultura está atrasada y enormes extensiones de
tierra productiva están abandonadas.
La
Ciénaga de Zapata, nada más fácil en el mundo que desecarla, no es ni siquiera
una ciénaga —bueno, es una ciénaga, pero no está bajo el nivel del mar, no es
ni siquiera como las tierras que los holandeses recobran del mar, está a más de
un metro sobre el nivel del mar, no hacen falta más que canales—; pues bien,
antes del día 30 de este mes, la Ciénaga de Zapata comenzará a ser desecada, y
antes de un año y medio habremos recobrado 15 000 caballerías de tierra,
de la tierra más fértil en la Ciénaga de Zapata (APLAUSOS).
¿Cómo
lo vamos a hacer? Pues lo vamos a hacer
con el dinero que están dando los pueblos, los niños en las escuelas, los
sindicatos, las industrias, para la reforma agraria. Con ese dinero, sin ningún impuesto, con una
parte de ese dinero vamos a desecar la Ciénaga de Zapata y vamos a obtener allí
terreno para situar 24 000 familias campesinas (APLAUSOS) que van a tener,
produciendo arroz, un ingreso aproximado de 2 000 pesos al año, unas diez
veces más de lo que perciben hoy, que equivalen a 48 millones de pesos,
solamente en 24 000 familias. ¿Produciendo
qué? Pues produciendo arroz, que hoy
importamos cerca de 40 6 50 millones; no solo el que consumimos hoy, sino el
que vamos a consumir en los próximos años, como consecuencia del aumento de la
población y del aumento de ingresos en la población.
Para
el año que viene estará sembrado en la Ciénaga de Zapata todo el arroz que hoy
se importa (APLAUSOS); tendrán tierras 24 000 familias, y trabajarán
50 000 personas, solamente en lo que era un pantano, una ciénaga.
Pero,
¿la Ciénaga de Zapata es lo único que hay que desecar aquí? Antes de 15 días, antes de fin de mes, o
aproximadamente coincidiendo con el fin de mes, habrá 20 dragas abriendo
canales del norte hacia el sur, y una draga abriendo un canal de la Bahía de
Cochinos hacia la Laguna del Tesoro (APLAUSOS).
¿En
qué basamos este optimismo? En las
tierras que allí se han desecado con unos canales, unas 100 caballerías, y son
tierras productoras de arroz de la mejor calidad, que había una draga allí
desecando para un particular. Ignoro
cómo anden los derechos sobre esa parte de ciénaga desecada; no quiero
mencionar, por no hacer imputaciones infundadas, pero tengo mis ideas sobre
eso.
La
Ciénaga de Zapata es del Estado —no sé si aparecerá algún dueño ahora que hemos
dicho que la vamos a desecar (RISAS)—, una tierra
maravillosa, completamente llana, que se puede dedicar lo mismo a cultivar
arroz, que a sembrarla con pangola —la hierba que más
rendimiento produce y que puede permitir criar hasta 60 y más cabezas de ganado
por caballería, actualmente se crían 10 y 12—, frijoles o infinidad de
artículos más. Tierras abandonadas donde
no había más que hacer unos canales.
Y
así como está la Ciénaga de Zapata está toda la isla. La isla es una especie de Ciénaga de Zapata,
donde hay que ponerse a trabajar, y donde pueden vivir, no 24 000
familias, donde pueden vivir 24 millones de familias, porque los holandeses son
más que nosotros, tienen que estar ganándole al mar pulgada a pulgada la
tierra, tienen un invierno, sacan una sola cosecha, y nos hacen competencia
aquí con la leche condensada, el queso y todo eso (RISAS).
Así
que tenemos, simplemente, que ponernos a trabajar. Si nos ponemos a trabajar y a luchar por la
Revolución sin temores, si cuando por un lado recibimos un perjuicio, pensamos
que por otro podemos recibir un gran beneficio, que todos hemos perdido algo,
que hay que ser generoso, que la patria está por encima de todo, que más que el
dinero vale la vida, ¡y hasta la vida hay que sacrificarla cuando la patria lo
exige!; si nos limpiamos de prejuicios, si pensamos no como en tiempos pasados,
sino conscientes de que vivimos tiempos nuevos, grandes tiempos que serán no
para la desgracia, sino para la felicidad de nuestro pueblo, para la felicidad,
la grandeza y la gloria de todos los cubanos, no hay que temer, no hay que
preocuparse. Ustedes todos, en bloque;
ustedes todos, en masa, estarán con la Revolución. Contra la Revolución estarán solo los
egoístas o los que no son capaces de comprender que el mundo marcha, que los
pueblos tienen que avanzar (APLAUSOS), que las sociedades humanas han
adelantado mucho en lo técnico, pero en lo social y en lo moral están muy
atrasadas (APLAUSOS); que hay que poner las sociedades humanas a la altura de
los adelantos de la ciencia y de la técnica, porque si no se va a dar el caso
paradójico que el hombre va a conquistar, incluso, los espacios, va a llegar a
otros planetas y todavía las sociedades van a estar con miles de años de
retraso.
Es
esa quizás la tragedia mayor del hombre en esta era: su falta de adaptación, en lo social,
al adelanto de la ciencia. La ciencia ha
permitido tales adelantos mecánicos y técnicos que, si todo el mundo trabajara,
con una hora alcanzaba para producir todo lo que cada uno de nosotros necesita. Si adaptáramos nuestra sociedad, la sociedad
humana, a los tiempos modernos, se podría lograr la felicidad que hoy el mundo
no encuentra, porque vive bajo la zozobra de las tragedias de las guerras, de
las grandes tragedias, y amenazado de suicidio con los mismos adelantos que ha
ideado la mente humana. Han fabricado
artefactos mortíferos capaces de exterminar la humanidad, y nosotros aquí,
sobre todo, que no tenemos ni bombas atómicas, ni cohetes dirigidos interplanetarios,
y ni siquiera tenemos un refugio contra todo eso. Estamos en el medio, que somos los que vamos
a coger todas las bombas, al parecer, porque veo que aquí hablan de defensa del
continente y de muchas cosas, pero mientras allá en Estados Unidos todo el
mundo prepara refugios antiaéreos y se prepara para esa guerra, nosotros, que
tenemos bases aquí, ni siquiera tenemos un hoyito donde meternos si hay ataques
atómicos. A cada rato leo que están
haciendo prácticas de defensa civil y veinte mil cosas, y me pregunto: ¿Y nosotros qué
hacemos si hay una guerra y nos atacan?
Pero,
bueno, es un inconveniente por un lado, pero es mejor que seamos una potencia
chiquita, porque con eso, en vez de gastar nuestras energías y nuestras fuerzas
en hacer barcos y acorazados, y portaaviones, aviones, cohetes dirigidos, y
bombas atómicas, de hidrógeno, de nitrógeno y de cuantas cosas más han
inventado, nos dedicamos a trabajar aquí y a invertir toda nuestra energía en
crear riquezas para el pueblo de Cuba. ¿También
es un crimen pensar así? ¿También hay
que temblar cuando se habla así? Pues no
estoy diciendo más que una verdad —incluso, la estoy diciendo a tiempo— de las
verdades que aquí nadie se atreve a decir, porque nos educaron bajo el miedo.
Por
eso yo digo que vamos a alcanzar un grado de progreso que ninguna gran potencia
va a alcanzar, porque vamos a dedicar toda nuestra energía en producir bienes
para el pueblo de Cuba; bienes útiles, no artefactos mortíferos, porque
nosotros no tenemos aquí fronteras y no tenemos problemas con nadie, y lo que
sí hacemos es defender este pedacito de tierra contra cualquiera que se meta
con nosotros, y defenderlo como lo hemos defendido siempre: más que con armas, con vergüenza y con
dignidad (APLAUSOS).
Decía
que cómo vive el mundo. Vive bajo la
zozobra de su propio exterminio; vive bajo la zozobra de que los inventos
técnicos lo lleven a un desastre, porque parejamente con el adelanto técnico,
no ha podido construir resortes morales, no ha podido controlarse a sí mismo, y
existe un tremendo desequilibrio entre el adelanto técnico y el adelanto
social.
Vamos
a ver si ahora que el mundo anda con sus tragedias y sus amenazas de guerra y
sus problemas, nosotros, que somos un pueblo pequeño y que somos, además, por
suerte, una isla, nos dedicamos a forjar nuestra felicidad, sin meternos con
nadie, pero que nadie se meta con nosotros (APLAUSOS).
Vamos
a luchar por eso, que los problemas del mundo son mucho más serios que los
problemas de los alquileres (RISAS), y son mucho más serios que los problemitas
que la gente saca a relucir aquí y que, en definitiva, al lado de la tragedia
de la humanidad, no son nada.
Vamos
a unirnos, vamos a portarnos como hermanos, vamos a ser generosos con nosotros
mismos y no como fieras que se devoren unos a otros, por intereses o por
privilegios, y vamos a luchar por Cuba todos, porque Cuba es lo único que
tenemos y tenemos que cuidarla mucho para que no nos la quiten. Antes que todo somos cubanos, antes que todo
tenemos que defender lo que tenemos y antes que todo tenemos que forjarnos
nuestro propio destino.
A
esa obra grande es a la que sin temor invito a las Instituciones Cívicas, a la
que sin temor invito a estos sectores aquí representados, a las puertas de cuyo
patriotismo tocamos antes, tocamos hoy y tocaremos siempre.
(OVACION.)