DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA PLATA,
SIERRA MAESTRA, EL 17 DE MAYO DE 1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER
MINISTRO)
Ciertamente
que los más encontrados sentimientos lo invaden a uno en estos instantes. Puedo afirmar, después de este fatigoso día
de trabajo, que nuestro regreso a la Sierra Maestra habría sido uno de los
minutos más felices de nuestra vida, al venir a decretar desde la propia Sierra
Maestra la Reforma Agraria, si otros sentimientos no hubiesen estado gravitando
sobre nuestra mente y pesando sobre nosotros en cada minuto, puede decirse en
cada segundo, en que todos los recuerdos de la Sierra Maestra se reunían;
recuerdos que son felices por un lado, tristes por otro, cuando se piensa en
todos los compañeros que aquí cayeron, muchos de los cuales están enterrados en
estos alrededores y cuando otras tristezas presentes, de tipo no solamente
emocional, lo afectan a uno también.
Porque realmente este regreso fue como la culminación de un propósito
largamente incubado por nuestras mentes.
Y
al llegar aquí, al hablarle de nuevo al pueblo desde este refugio —como puede llamarse— de Radio Rebelde, en
el pico de una de las más empinadas montañas de la Sierra —aquí todavía con sus
defensas antiaéreas que lo protegían si no del todo, sí en parte—, de nuevo es
imposible que dejen de pesar sobre uno los recuerdos de todos aquellos días en
que la victoria no era sino una esperanza y un fruto que para alcanzarse había
que luchar mucho y que al fin se ha logrado.
Y se ha logrado en medio de promesas que se van cumpliendo y que nos permiten
la satisfacción de pensar que no han sido en balde los sacrificios que se
hicieron en estas montañas, por cuanto nuestro pueblo está recibiendo los
frutos que esperaba.
En
circunstancias como esta,
trascendentales, a veces es mejor ser lo más sencillo posible. Realmente la publicación o la proclamación de
la Ley Agraria constituirá uno de los acontecimientos más trascendentales en la
vida de Cuba.
Nosotros
entendemos que esta Ley inicia una etapa enteramente nueva en nuestra vida
económica y que un esplendoroso porvenir espera a nuestra patria si nos
dedicamos a trabajar todos con el mayor ahínco.
No
se nos escapa que la Ley lesiona intereses; no se nos escapa que la Ley
producirá la natural oposición que una medida revolucionaria de esta índole
siempre produce. Desde luego que
nosotros estamos muy conscientes de su alcance, así como de las ventajas que
ofrece para el país, sin dejar de reconocer que afecta intereses.
Sin
embargo, deseamos exponer aquí, como lo hemos hecho siempre en cada una de
estas circunstancias, que nosotros no hacemos leyes por perjudicar a nadie, que
nosotros hacemos leyes para beneficiar a la nación, aunque dolorosamente puedan
perjudicar a algún sector del país; que nosotros no hacemos leyes por odio o
animadversión contra nadie, que nosotros no sentimos animadversión contra ningún
sector social, y que comprendemos perfectamente que cada uno de nosotros somos
en gran parte una consecuencia del pasado y que todos nuestros intereses y
nuestros actos, lo que hemos hecho y lo que somos, lo que recibimos y lo que
hacemos, es en gran parte una consecuencia del pasado.
En
realidad toda persona que en Cuba en estos instantes se detenga a pensar
serenamente en lo que Cuba ha sido hasta hoy, y en el destino que esperaba a
nuestra patria por el camino que llevaba, si es una persona consciente, si es
una persona honrada, tendrá que reconocer que las medidas que nosotros estamos
tomando eran absolutamente necesarias. Y
es que no queríamos que nuestro país continuase avanzando hacia la peor miseria,
que llevaba como consecuencia a gravísimos conflictos sociales y quién sabe de
imprevisibles consecuencias.
Nosotros
no tenemos la culpa de lo que la nación ha sido hasta hoy, nosotros no tenemos
la culpa de todas las imprevisiones, nosotros no tenemos la culpa de todas las
miserias que sembraron en nuestro país los hombres y las generaciones que nos precedieron. Y cuando se comprenden bien esas cosas es
sobre todo cuando se sale a nuestros campos, cuando se cruza junto a los
bohíos, cuando se ve el espectáculo de los niños descalzos, raquíticos, hambrientos,
analfabetos, enfermos; cuando se ve la vida que llevan, las casas en que
habitan. Y a pesar de todo, ¡cuánta
nobleza y cuánta bondad se alberga en los corazones de nuestros hombres del
campo! Cuando se viene aquí y cuando se
contemplan estas cosas, es cuando se siente, con más intensidad que nunca, la
absoluta convicción de que las medidas que estamos tomando son justas, son necesarias,
y son beneficiosas a nuestra patria.
Estas
medidas tienden a poner fin a una situación que nos legaron, de la cual
nosotros no somos culpables.
Todos
sabemos cuál ha sido la vida de la república desde sus inicios. Todos sabemos el ambiente de corrupción, de
hipocresía, de insinceridad y de inmoralidad, de falta de patriotismo, de falta
de sentido de amor a la nación, de falta de conciencia de los deberes que tenemos
para con nuestros propios intereses.
Todos sabemos que ese ha sido el ambiente en que ha vivido la nación, y
que nosotros nos hemos propuesto rectificar en todos los sentidos.
Los
datos estadísticos demuestran, por ejemplo, que un 1,5% de los propietarios poseen
más del 46% del área nacional en fincas, mientras 111 000 fincas de menos
de dos caballerías vienen ocupando menos del 12% del área nacional. Por lo tanto, esta Ley no afecta a la inmensa
mayoría de los propietarios de fincas.
Esta Ley afecta al 1,5% de los propietarios y, sin embargo, permitirá al
Gobierno Revolucionario resolver la situación económica de más de 200 000
familias campesinas.
Resultan
afectados los intereses de una parte insignificante del pueblo que, por otra
parte, no es sacrificada de manera total, sino que conserva una cantidad
considerable de tierra para poder seguir explotando sus fincas, para poder
seguir asumiendo ingresos importantes, para poder seguir llevando más o menos
el mismo estándar de vida que llevaba hasta hoy, mientras por otra parte se
resuelve definitivamente el problema de una parte considerabilísima de nuestro
pueblo, que es precisamente la parte más sacrificada, la parte más pobre y la
parte que más requería del apoyo y de las soluciones que el Gobierno
Revolucionario podía brindarle.
Esa
parte del pueblo es también la parte que carece de ingresos.
Doscientas
mil familias quieren decir más de un millón de personas —brindando nosotros en
este caso cálculos enteramente conservadores.
Me refiero a 200 000 familias que van a adquirir tierras, sin
contar las 150 000 familias que poseían tierras en calidad de aparceros,
arrendatarios o precaristas, colonos o, en fin, las distintas formas de
posesión que no implicaban la propiedad de la tierra y que hasta hoy había sido
un sector que vivía en perenne zozobra y en condiciones realmente
antieconómicas.
Lo
que puedo decir es que de manera directa, cuando la Reforma Agraria se haya
realizado, un número aproximado de 2 millones de cubanos aumentarán
considerablemente sus ingresos y constituirán el mercado doméstico, con el
aporte que el mercado doméstico significa para hacer posible el desarrollo
industrial, y con ello, a través de la agricultura y a través de las
industrias, resolver definitivamente los problemas económicos de Cuba.
Por
otra parte, no se despoja a los propietarios de esas fincas comprendidas en la
Ley, de las mismas, sin indemnización. Se indemnizarán en valores del Estado —que no
constituyen por cierto una burla—, sino en un plazo racional de 20 años y con un
interés del 4,5%; bonos que tendrán un valor sólido, como consecuencia de la
estricta honradez administrativa que se está realizando en Cuba, el aumento de
los ingresos, más el aumento de la producción, que se llevará a cabo de modo
considerable en los años venideros; un interés que les permitirá a los poseedores
de esos valores, negociarlos, convertirlos en fondos que puedan movilizar hacia
la industria.
No
puede la Revolución pagar dinero en efectivo por las tierras que expropie, por
cuanto la nación no tiene en estos momentos recursos para satisfacer en
efectivo esas expropiaciones. En cambio,
la nación tendrá esos recursos a medida que pasen los años, y tendrá recursos
sobrados para satisfacer esas cantidades y los intereses dentro de 20 años.
Así,
pues, no puede quedar la menor duda de la sinceridad del propósito del Gobierno
Revolucionario de satisfacer efectivamente, sin perjuicios ni pasiones, las
medidas que se tomen en relación con la Reforma Agraria. Ese dinero puede ser movilizado hacia la
industria, contribuyendo a la industrialización del país, que es el otro pilar
del programa revolucionario.
Por
otra parte, la Ley se ajusta a los principios de la Constitución de 1940, y
esperamos que ahora —que se ha estado insistiendo mucho en los preceptos de la
Constitución— no se olvide que la Ley de Reforma Agraria, la proscripción del
latifundio, es un mandato de nuestra Constitución de 1940. Solo que Como la Ley iba a lesionar
intereses, intereses por cierto poderosos, y que por ser poderosos hicieron que
muchos vacilantes dentro de nuestros parlamentos no se preocuparan por cumplir
ese mandato de la Constitución en los 12 años de su vigencia desde 1940 hasta
1952.
Fue
necesario una Revolución —una Revolución de raíz como esta, una Revolución
honrada como esta, una Revolución costosa como esta, una Revolución sangrienta
como esta— para vencer todos los obstáculos que se oponían al progreso de
nuestro pueblo y a la aplicación de las medidas más necesarias para salir del
círculo vicioso y del estancamiento en que había caído la economía de nuestro
país. Fue necesaria una Revolución como
esta para que hubiese Reforma Agraria.
Medida que no solo se aconsejaba en nuestro pueblo, sino que se aconseja
también como fase inicial para propiciar su desarrollo en todos los países de
la América Latina.
A
Cuba le cabrá, a partir de este instante, la satisfacción de colocarse con esta
medida en el primer lugar entre todas las naciones latinas, por el alcance
formidable y las perspectivas que significa para Cuba esta pragmática, que es quizás
la Ley que antes de su aplicación contó jamás con tanta simpatías en el pueblo.
Porque
no hicimos la Ley a los 10 ó 15 días del triunfo revolucionario: hemos hecho la Ley a los cuatro meses y 17
días del triunfo revolucionario, después de haber hablado reiteradamente sobre
esta medida, después de haber llevado al ánimo del pueblo la convicción de que
era imprescindible dictarla, después de haber llevado al ánimo del pueblo el
propósito de contribuir económicamente, y por todos los medios, con la Reforma
Agraria.
Puede
decirse sin temor a dudas que un 98% del pueblo apoya la Reforma Agraria; que
quizás nunca una medida contó con tan unánime apoyo del pueblo; que quizás
nunca pudo decirse que una Ley era cabal expresión de la absoluta mayoría del
pueblo como lo es la Ley de Reforma Agraria.
Nosotros no tuvimos que invertir aquellos meses en proclamar las
bondades de esta medida, en ganar para la misma la conciencia nacional, sino en
ir obteniendo los medios necesarios para financiarla económicamente.
Así,
pues, contamos hoy con un haber, en el plazo de un año, de 75 millones de
pesos. Setenta y cinco millones de pesos
que no fueron obtenidos mediante préstamos, que no fueron obtenidos mediante
impuestos, que no fueron obtenidos mediante exacciones, sino que fueron
obtenidos nada menos que del dinero que le habían robado a la república y que
la Revolución ha recuperado; de fondos que antes se distribuían entre los
ministros —como ese del diferencial del arroz— y que ahora va a parar a un
Fondo Especial para la Reforma Agraria; de contribución espontánea del pueblo,
como ha ocurrido con la colecta de “Bohemia” o con los cientos y cientos de
tractores y los miles y miles de aperos de labranza que el pueblo
espontáneamente ha brindado para la Reforma Agraria.
Así,
por estos medios, que han significado recuperar riquezas sustraídas a la nación
para invertirlas en hacer la felicidad de cientos de miles de cubanos, en crear
las bases para el trabajo de otros cientos de miles de cubanos; riqueza que se
recupera para multiplicar la riqueza de la nación; riqueza perdida que la Revolución
salvó para iniciar la más formidable obra social con el dinero que estaba
perdido y que hoy se invierte generosa y honestamente, centavo a centavo, a
favor de hacer producir nuestra tierra fértil pero abandonada, nuestra tierra fértil
pero mal explotada, nuestra tierra fértil pero mal distribuida, nuestra tierra
fértil pero mal organizada. Medida que
la Revolución toma, tan justa que nadie osaría discutir la, tan honesta que
ningún hombre honrado osaría contradecirla, tan necesaria que ningún hombre
inteligente osaría negarla, tan beneficiosa que la nación entera, incluso los
que ahora se perjudican —sobre todo aquellos cubanos que se perjudican—, van a
recibir sus beneficios y la comprenden en su verdadera significación.
Si
lejos de ponerse a rumiar su disgusto contra medidas que eran inevitables por
lo necesarias, que las hemos hecho no por el gusto de perjudicar a nadie sino
por el deber de ayudar a la nación, comprenden que su deber es adaptarse a esta
circunstancia, comenzar a producir más en menos tierra, comenzar a producir
económicamente, técnicamente, y extraer de la tierra todas sus riquezas, porque
es criminal que exista un solo cubano con hambre mientras haya una pulgada de
tierra sin sembrar; es criminal que exista miseria en nuestra patria —¡patria a
la que todos tenemos derecho!— mientras decenas y decenas de miles de
caballerías de tierra permanecen sin sembrar.
Y
puesto que esto es así, puesto que su lógica es irrebatible, si los mismos que
hoy resultan afectados por esta medida la comprenden, sin dejarse cegar por la
avaricia o por el egoísmo, al que nadie tiene derecho cuando se hace posible
sobre el dolor y los sufrimientos ajenos, si comprenden esto, también ellos resultarán
beneficiados.
Por
otra parte, nadie que se sienta de veras cubano, nadie que de veras sienta
vibrar su fibra de patriotismo, puede dejar de sentir orgullo por la patria que
a través de esta medida comenzará a recuperar sus tierras, comenzará a recuperar
esas inmensas extensiones que, por desidia, por abandono y por inescrupulosidad
de nuestros gobernantes, habían caído en manos de empresas extranjeras,
contradiciendo el ideal de los próceres de nuestra independencia,
contradiciendo el ideal de aquellos cubanos que, en la primera etapa de nuestra
república, se preocuparon hondamente de las consecuencias tan dañinas en lo
económico y en lo político que semejantes circunstancias iban a traer como
consecuencia.
Así,
pues, ese mandato constitucional de que el Estado agotaría todos los medios
necesarios para hacer posible que la tierra se revirtiera de nuevo en manos
cubanas, se cumple con esta Ley.
Nuestra
patria recobra la tierra perdida, y la recobra para nuestros hermanos, para
nuestros hijos, que no tienen trabajo, que no tienen tierra.
Así,
pues, toda la Ley es un compendio de las necesidades, de las ansias y de las
aspiraciones de nuestra patria, que perjudica a una parte absolutamente
minoritaria, y que siempre esa parte absolutamente minoritaria ha estado
disfrutando de enormes riquezas, ha estado disfrutando de enormes
beneficios. La Revolución no les priva
de toda su riqueza. La Revolución les
permite seguir explotando una parte importante de sus riquezas, la necesaria
extensión para lograr un estándar de vida.
Y lo hace... (Interrupción en la
transmisión.)
Así,
con la Reforma Agraria se inicia para nosotros un trabajo de extraordinaria
responsabilidad. Contamos con recursos
económicos para ello, contamos con el resultado unánime de la nación, contamos
con el entusiasmo de nuestros técnicos, de nuestros profesores universitarios,
de nuestros estudiantes de agronomía, de veterinaria y, en fin, de todas las
materias que se relacionan con la Reforma Agraria. Marchará esta a paso firme, construyendo
sobre bases seguras y con el criterio de ir haciéndolo absolutamente todo sin
anarquizar la producción, sin paralizar la producción, sin improvisar medidas,
sino irlas tomando una por una, que es la forma de avanzar más rápido y con el
mayor éxito.
El
haber decretado la Ley Agraria no significa, por supuesto, que nadie tenga
derecho a lanzarse sobre la tierra, que nadie tenga derecho a distribuirse la
tierra por su cuenta; no significa que sea abrir las puertas del desorden ni
mucho menos, sino que ahora, con más razón que nunca —puesto que ahora vamos a trabajar y a
trabajar sistemáticamente y a trabajar ordenadamente—, es necesaria la más
absoluta disciplina.
Es
necesario que nadie se deje arrastrar por la idea egoísta de querer apropiarse
de las cosas en beneficio exclusivamente personal, y apropiarse sin
autorización y sin la intervención del Instituto Nacional de la Reforma
Agraria. Porque está vigente la Ley que
fue necesario dictar, en el sentido de que aquellos que se apropiasen de la
tierra por su propia cuenta y sin autorización de los organismos
correspondientes, y de acuerdo con la Ley Agraria, perderían el derecho a los
beneficios de la misma.
Hacemos
esta advertencia para evitar que el entusiasmo lleve a nuestros campesinos a
cometer errores, para evitar que el ansia de la tierra —en este momento en que
está más próxima de cumplirse que nunca— lleve a nuestros campesinos a
extralimitarse. Que deben esperar, que
nosotros nos dedicaremos a la tarea de organizar urgentemente el Instituto y a
aplicar los planes de reforma que tenemos estudiados cuidadosamente… (Interrupción en la transmisión) y que ahora
empieza la reforma.
Hay
ya varias cooperativas organizadas, y varias cooperativas más organizándose en
las tierras recuperadas de los colaboradores de la tiranía. Los trabajos de desecación de la Ciénaga de
Zapata, por ejemplo, hace rato que se están adelantando. Y en fin, que se viene trabajando
intensamente.
La
aprobación de la ley y la creación del Instituto significa solo que ahora el trabajo
se hará más técnico, más intensamente y más organizadamente.
En
fin, que crearemos un organismo técnico, absolutamente técnico, y con la
participación de nuestros hombres más competentes para llevar adelante esta
obra. Conceder no solo tierras, sino,
equipos de labranza, tener asistencia técnica, orientación hacia el cultivo
económico a que deben dedicar esas tierras, estudios científicos de las mismas,
métodos más modernos de cultivo, abono.
En fin, convertir este país en lo que puede y debe ser. De manera que, de acuerdo con los preceptos de
la reforma, dentro de dos años no quede una sola pulgada de terreno sin estar
en explotación y sin estar dedicada no a cualquier tipo de explotación, sino a
la mejor explotación económica, a aquellos productos que puedan venderse porque
tengan el mercado seguro, a aquellos productos que permitan no solo la
satisfacción de las necesidades diarias, sino la obtención de ingresos
familiares que permitan a nuestras familias convertirse en consumidores —que no
lo son actualmente—, que permitan a nuestros campesinos —que constituyen
aproximadamente la mitad de la población— convertirse en consumidores —que no
lo son actualmente.
Y
así, la medida de la Reforma Agraria debe marchar parejo, con todas las demás
medidas de la Revolución, en cada una de las cuales nos esmeraremos cada día
más, los beneficios de cada una de las cuales se verán cada día más, no solo en
el llano sino aun en estos apartados rincones de la Sierra Maestra, donde ya se
levantan las gigantescas cooperativas de consumo, donde ya se disponen los créditos
para comenzar a adelantar desde ahora mismo créditos a los campesinos.
Y
así, comenzando por la Sierra Maestra, que fue el lugar más destruido por la
guerra, el que más sufrió en la guerra, y que es sin lugar a dudas la zona del
campo más pobre de Cuba, por no haberse podido desarrollar económicamente, por
ser los que están en peor situación económica; a las familias de la Sierra Maestra
que se dedican a la agricultura, que poseen algunas parcelas dedicadas a
distintos cultivos, se dedicará de inmediato un millón de pesos para créditos,
que recibirán a un interés solo del 4%, a pagar en dos años. Crédito que es simplemente para empezar.
Y
así, siendo hoy domingo, ya para fines de esta semana se pueden dirigir a la
oficina de la Asociación de Tiendas del pueblo, en Estrada Palma, llevando no
otra cosa que el informe de la persona responsable de los barrios, de las
personas más conocidas del barrio, que garanticen su seriedad e indiquen la
dedicación, el cultivo a que se dedican, y brinden los informes, a fin de hacer
les de inmediato efectivos los créditos, de forma que no tengan que gastar en
escrituras, que no tengan que gastar en documentos. Y con la simple referencia comprobada de
personas conocidas y serias que garanticen a cada una de las familias, se les
faciliten los créditos, sin otro trámite en los casos necesarios que una previa
investigación. En muchos casos no será
necesario, porque precisamente los hombres que están prestando ese servicio de
crédito agrícola son personas de esta zona, que conocen al campesinado.
Así,
pues, las medidas se empezarán a recibir de inmediato, así como también de inmediato comenzarán los agrimensores
a trabajar, y comenzarán a extenderse por todas estas tierras del Estado,
conforme a la Ley, los títulos de propiedad, así como también en aquellas
tierras que aunque no sean del Estado están comprendidas dentro del mínimo
vital que señala la Ley de Reforma Agraria.
Los
beneficios, pues, llegarán a los más apartados rincones de la Sierra
Maestra. Ya está en construcción la
carretera que va desde Santiago a Pilón, que tendrá un gran valor turístico;
mientras, se proyecta otra carretera que va de Estrada Palma a la costa, a
juntarse con la anterior y pasando junto al Turquino, brindándole la
oportunidad al pueblo y a los extranjeros de conocer estos lugares históricos,
donde se libraron más de 100 combates por la liberación de nuestra patria y
para el triunfo de una Revolución que cumple sus promesas y que con tanta devoción
se está dedicando a servir a su pueblo.
Así,
pues, la Revolución, pese a los obstáculos iniciales, pese a la desventaja de
que tuvimos que asumir la responsabilidad de un gobierno, reconstruir la
administración pública con muchos jóvenes e inexpertos, comienza ya a exhibir
sus logros, comienza ya a hacer evidentes sus frutos.
Y
estimamos que el primero de enero de 1960, al cumplirse el primer aniversario,
serán muchas las cooperativas organizadas y en plena producción, serán muchas
las escuelas levantadas, serán muchas las casas repartidas, serán muchas las
familias que habrán alcanzado directamente los beneficios directos de nuestras
medidas. Y será entonces la ocasión de
medir lo que se está haciendo hoy y lo que estamos adelantando.
No
quiere esto decir que estemos satisfecho, o que no podíamos haber hecho más, o
que no podemos hacer más.
Esperamos
poder hacer más, porque nunca debemos darnos por satisfechos, sobre todo cuando
se tiene certeza de que somos humanos, y que los humanos somos imperfectos, que
los humanos cometemos errores, y que eso no importa si se tiene el propósito de
ser cada vez mejores, de hacer cada vez mejores nuestras obras, de cumplir cada
vez más eficazmente con nuestro deber.
No
es necesario hablar más, puesto que la Ley habla por sí sola, y puesto que
esperamos que en los días venideros tengamos muchas ocasiones para hablar de
ella.
Deseamos
solo que todos los cubanos, sin excepción, la acaten como una medida justa y
que brinda extraordinarios beneficios a nuestra patria. Expresar nuestra satisfacción por usar esta
tribuna de Radio Rebelde; Radio Rebelde desde el campamento de la Comandancia
General del Ejército Rebelde, donde tuvo su sede durante la guerra, y Radio
Rebelde desde la capital de la República, donde tiene hoy su sede.
En
tantos actos como hemos tenido que participar en los últimos meses, desde
tantas tribunas como hemos hablado, ninguna como esta: esta tribuna de la libertad; esta tribuna que
llevó la orientación al pueblo en medio de la noche oscura de la censura; esta
tribuna que llevó la esperanza al pueblo en medio del escepticismo y la
adversidad; esta tribuna erigida en el escenario donde comenzó la guerra, donde
se libró la primera batalla victoriosa un día 17, por cierto el 17 de enero de
1957; este escenario donde se libró la batalla decisiva de la guerra, por
cuanto fue en ocasión de aquellos días tristes y escépticos que siguieron al
mes de abril cuando la tiranía lanzó contra nosotros sus mejores y más selectas
tropas, y además las que estaban mejor armadas, con los oficiales considerados
más competentes, y cuyo empeño fue fundamentalmente tomar este campamento,
destruir esta emisora, que en aquella ocasión —abandonando las tácticas
de movimientos y las técnicas de guerrilla— nos atrincheramos para defenderla,
porque comprendimos la importancia que tenía Radio Rebelde para el pueblo. Y no solo la defendimos con éxito, sino que
logramos la total destrucción del enemigo, que abandonó la Sierra Maestra con
más de 1 000 bajas, dejando en nuestras manos las armas que hicieron
posible el avance de nuestras gloriosas y heroicas columnas en distintas
direcciones del territorio nacional. Y
desde aquí partieron también las consignas de guerra. Y desde aquí partió también la Columna Uno en
la ofensiva final, que concluyó, junto con el esfuerzo de las demás columnas
rebeldes, en la victoria completa del primero de enero.
Hablar,
pues, desde esta tribuna para nosotros constituye un motivo de profunda
emoción, que viene a sumarse a todas las emociones que en el día de hoy hemos
recibido.
Así,
pues, abandonamos de nuevo estos estudios con la satisfacción infinita de haber
cumplido una promesa más, de haber contribuido a hacer posible el bienestar de
millones de compatriotas que han estado sufriendo en el abandono y en el
olvido, y que fueron los que en el 68, en el 95 y en esta última gesta libertadora
hicieron los mayores sacrificios.
Era
necesario escribir, de una vez y para siempre en nuestra limpia estrella solitaria,
aquella fórmula del Apóstol de que la patria era de todos y para el bien de
todos (APLAUSOS).