DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA APERTURA
DEL X CONGRESO DE LA CTC, EL 18 DE NOVIEMBRE DE 1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER
MINISTRO)
Señores delegados de los
movimientos obreros de otros países que nos visitan;
Compañeros delegados al
Congreso de la CTC-Revolucionaria:
Hace
días que estábamos esperando este momento.
No puede dejar de ser profundamente emocionante para nosotros esta magna
concentración de los representantes de todos los trabajadores de Cuba. Por eso, aunque muchas veces hemos estado
aquí en este escenario desde el día primero de enero, y siempre en cada una de
las ocasiones con esa satisfacción y esa identificación que existen entre los
trabajadores y su Gobierno Revolucionario, en esta ocasión no podemos menos que
sentirnos, más que en ninguna otra, viviendo uno de esos minutos que considero
más simbólicos de esta época.
¿Por
qué? Primero, por lo que tiene de
significación para los trabajadores este hecho en sí mismo. Es decir, por lo que significa para los
trabajadores este primer congreso en una Cuba revolucionaria, esta primera
oportunidad después de tantos y tantos años de lucha, después de tantas y
tantas batallas, y después de tantos y tantos sacrificios.
No
ha sido fácil llegar hasta aquí. Para
que los trabajadores se pudieran reunir hoy en un congreso enteramente libre,
ha sido necesario luchar mucho, ha sido necesario que incontables compatriotas
cayesen en la lucha, ha sido necesario que otro número igualmente grande haya
tenido que padecer todo género de humillaciones y de torturas físicas. Ha sido necesario la sangre y el sudor de
nuestro pueblo durante una larga lucha, para que hoy los obreros pudieran
efectuar este congreso, una de cuyas características —puede afirmarse sin
vacilación alguna— consiste en que es un congreso donde acuden no delegados
señalados de dedo, no simples muñecos que alguien pueda manejar a su antojo;
porque lo que no podría negar ni el más contumaz de nuestros enemigos es que
los delegados presentes aquí fueron designados por los trabajadores (APLAUSOS),
que la opinión que se expresa aquí es la opinión libre de los trabajadores, y
que los acuerdos que se tomen aquí serán producto única y exclusivamente de la
voluntad libre de los trabajadores cubanos, y eso ya tiene que ser
necesariamente un motivo de orgullo y de profunda satisfacción para todos
nosotros (APLAUSOS).
Durante
siete años la clase obrera estuvo virtualmente anulada, durante siete años les
fueron impuestas las direcciones a los trabajadores, durante siete años la
clase obrera estuvo atada de pies y manos por las medidas de terror de la
tiranía en vergonzosa complicidad con dirigentes amaestrados que estaban al
servicio de los peores enemigos del pueblo (APLAUSOS), durante siete años le
fue impedido a la clase obrera desfilar el día tradicional del Primero de Mayo,
durante siete años le fue impedido a la clase obrera toda manifestación de vida
política, durante siete años la clase obrera fue totalmente anulada por la
tiranía y sus servidores.
Años
tristes pasados para siempre, años tristes que no volverán, porque los que
crean que nos olvidaremos del pasado, ¡se equivocan! (APLAUSOS.) Los que crean que con mentiras o
con calumnias o con prédica confusionista de cualquier tipo van a hacer olvidar
al pueblo de Cuba —y en el pueblo de Cuba a los trabajadores y a los
campesinos— aquellos días pasados, ¡se equivocan! Porque no es posible que una colectividad humana
que ha visto tan claro la diferencia entre el pasado y el presente, que ha sido
capaz de concebir para el mañana las mayores ilusiones, pueda cometer el
suicidio de olvidarse del pasado.
La
clase obrera ha visto lo que es el primer año de Revolución. Y esa misma clase obrera relegada, esa misma
clase obrera maniatada, que ni siquiera pudo desfilar durante siete años el
Primero de Mayo, se ha convertido, en virtud de su esfuerzo, en virtud de su
triunfo desde el primero de enero, en factor preponderante y decisivo de la
vida política del país (APLAUSOS), porque fue la clase obrera la que dio, con
la huelga general que promovió con el Ejército Rebelde, el puntillazo final a
aquellos planes de escamotearle al pueblo la victoria a última hora, como se
había hecho otras veces (APLAUSOS). Fue
aquella huelga —y podemos afirmarlo con toda la autoridad que nos da el haber
sido actores en aquellas horas decisivas—, fue la huelga general la que
destruyó la última maniobra de los enemigos del pueblo, fue la huelga general
la que nos entregó las fortalezas de la capital de la república y fue la huelga
general la que le dio todo el poder a la Revolución (APLAUSOS).
Y
ha sido la clase obrera la que, en cada uno de los momentos necesarios en estos
10 meses de Revolución, ha sido llamada a primera línea, como lo fue aquel
primer acto gigantesco de un millón de cubanos en defensa de la Revolución,
como lo fue aquel desfile apoteósico del Primero de Mayo, como lo fue su
participación en la hospitalidad que les brindaron a los campesinos a raíz de
la concentración del 26 de Julio (APLAUSOS).
Como fue decisiva su participación en aquellos días de crisis
institucional, cuando fue necesario conjurar una traición más; como fue
imponente e inolvidable aquella presencia valerosa y dinámica, aquella
presencia conmovedora de los trabajadores cubanos para protestar contra el
cobarde y criminal ataque al territorio nacional por aviones procedentes del
extranjero (APLAUSOS). Hasta que, por
último, fueron los trabajadores los que organizaron la extraordinaria
concentración del último 26 de octubre.
Así,
desde aquel día en que querían escamotearle el triunfo a la Revolución hasta
hoy, en cada instante en que se ha llamado a los trabajadores han acudido con incomparable entusiasmo, han acudido con
incomparable cohesión, han acudido con incomparable unanimidad (APLAUSOS). No han fallado una sola vez, porque son como
un ejército disciplinado que responde siempre presente y en la primera fila;
porque han sido los trabajadores, además, los que más generosamente han
contribuido para comprar tractores cuando se trató de tractores, para dar su
día de haber cuando se trató de un día de haber para la reforma agraria
(APLAUSOS), para dar su contribución en defensa de la soberanía del país para
comprar armas con que defender la Revolución y defender el territorio nacional;
porque ni una sola vez que haya surgido una consigna generosa, ha dejado de ser
atendida generosamente por los trabajadores; porque han sido también aquellos a
los que nosotros les hemos podido pedir los sacrificios necesarios en cada
oportunidad en que, por conveniencia de la Revolución —que quiere decir para
conveniencia de los intereses definitivos de la clase obrera—, les hemos pedido
sacrificios a los trabajadores (APLAUSOS), y porque sabemos que hoy, cuando
llega la hora posible de tener que defender la Revolución con las armas en la
mano, nos dirigimos a los trabajadores (APLAUSOS). Es decir que contamos, en primer término, con
el pueblo humilde que integran fundamentalmente los trabajadores y los
campesinos.
¿Qué
quiere decir esta realidad? Quiere
decir, sencillamente, el papel de la clase obrera, el rol de la clase
obrera. Y ustedes tienen que estar muy
conscientes de ello, el papel de la clase obrera se ha convertido para la
patria y para la Revolución en un papel decisivo. Es decir que los destinos de la patria y de
la Revolución están en manos de la clase obrera (APLAUSOS), porque de la
claridad y de la firmeza con que la clase obrera sepa comprender este papel,
dependerá fundamentalmente el triunfo o el fracaso.
Es
de importancia vital que la clase obrera comprenda que tiene en sus manos el
porvenir de la patria. Y yo me pregunto
si puede estar en mejores manos el destino de Cuba, si tiene por celosos
defensores a los trabajadores del país.
¿Es
porque sea solamente la clase obrera?
¡No! Porque contamos además,
afortunadamente también, con otra clase revolucionaria, con otro sector del
país extraordinariamente revolucionario: los campesinos cubanos (APLAUSOS).
Pero
así como podemos preguntarnos qué habría sido de la clase obrera sin el apoyo
de los campesinos, ¿qué sería el destino de nuestros campesinos si no tuviesen
el apoyo de la clase obrera? (APLAUSOS.)
Es decir que no es la lucha de los trabajadores solos, no es la lucha de los
campesinos solos, ¡es la lucha de los trabajadores y de los campesinos
juntos! (APLAUSOS. )
Y
yo me pregunto, y todos debemos preguntarnos:
frente a las amenazas, frente a las maniobras, frente a las
elucubraciones de los que quieren volver a poner sobre los cuellos de los campesinos
y los obreros el yugo de los abusos, de las injusticias y de los privilegios;
frente a esas maniobras, frente a esos planes, nos preguntamos qué podrán
contra los obreros y los campesinos juntos, qué posibilidades de triunfo tienen
frente a los obreros y los campesinos juntos, qué esperanza de volver a tomar
algún día el poder para imponer sus repugnantes y vergonzosos intereses frente
a los obreros y los campesinos juntos. Y
no solo frente a los obreros y campesinos juntos, ¡sino frente a los obreros y
campesinos empuñando las armas!
(APLAUSOS.)
Aquí
es obligatorio ver claro, es obligatorio comprender la entraña del
problema. El que se equivoque en esta
hora, el que no vea claro en esta hora, o es un irresponsable ciego o es un
estúpido (APLAUSOS). Los que no vean
claro en esta hora, los que en esta hora no entiendan, los que en esta hora no
sean siquiera capaces de explicarse el porqué de nuestros males, el porqué de
nuestro pasado; el que no sea capaz de comprender sus propios intereses, el que
no sea capaz de comprender los intereses de los enemigos del país, ese es un
pobre ciego. Y ser ciego en esta hora,
en esta hora en que se le habla tan claro al pueblo, en esta hora en que el
pueblo por primera vez es dueño de sus propios destinos, ser ciego en esta hora
es casi un crimen.
Tenemos
que ver claro, porque de la claridad con que analicemos estos problemas, de la
claridad con que incluso les digamos a los enemigos de la Revolución que
estamos viendo estos problemas, le ahorraremos al pueblo los terribles
sufrimientos de un pueblo vencido, porque no hay nada tan espantoso como el
espectáculo de un pueblo derrotado.
Porque si a nuestro pueblo, después de la bravura con que ha emprendido
esta obra, después del valor con que ha emprendido esta Revolución profunda lo
derrotasen un día, le harían pagar con un rigor extraordinario el precio de su
osadía al querer liberarse de los males centenarios que lo agobiaban.
Ver
claro es salvar la nación, ver claro es salvar al pueblo, y de ahí nuestra
obligación de ver claro y —repito— que nuestros enemigos vean que estamos
viendo claro.
¿Y
a quién se le ocultan los intereses que se oponen a nuestra Revolución? ¿A quién se le ocultan los elementos y los
factores nacionales o extranjeros que se oponen a nuestra Revolución? ¿Quién no conoce quiénes y el porqué se
oponen a nuestra Revolución? ¿Es que
acaso alguien ignora ese por qué? ¿Es
que acaso uno solo de ustedes, o uno solo de los obreros o de los campesinos de
Cuba ignoran el porqué tiene enemigos la Revolución? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿y
es que acaso, además, están solos los obreros y los campesinos? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¡No!
Además, el Ejército Rebelde, además las Fuerzas Armadas Revolucionarias,
porque no en balde están representados aquí por sus jefes el Ejército Rebelde,
la Policía y la Marina Revolucionaria (APLAUSOS).
¿Y
cuándo se vio un congreso obrero como este, con la presencia fraternal y solidaria
de los jefes militares? (EXCLAMACIONES
DE: “¡Nunca!”) Es decir que no solo tenemos a los militares
revolucionarios, que en definitiva son parte de los campesinos y los obreros,
sino que con la Revolución estarán también la mayor parte de los intelectuales,
de los trabajadores intelectuales. Con
la Revolución estará una parte muy considerable de aquellos sectores del país
que, sin ser obreros y sin ser campesinos, estarán con los obreros y los
campesinos sencillamente por una razón: porque los obreros y los campesinos
están defendiendo a Cuba, los obreros y los campesinos están defendiendo los
intereses del pueblo de Cuba (APLAUSOS).
Y como defender los intereses del pueblo de Cuba es defender los
intereses de la mayor parte de los cubanos, la mayor parte de los cubanos está
y estará con la Revolución.
¿Quiénes
están y quiénes estarán contra la Revolución?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Los latifundistas!”)
Aquellos cuyos intereses no son los intereses de Cuba, aquellos cuyos
intereses no son los intereses del pueblo de Cuba. Esos estarán contra la Revolución. ¿Y quiénes más estarán también contra la
Revolución? Los resentidos, los
frustrados, los que se venden, los que se aflojan, los que traicionan. Estarán contra la Revolución todos aquellos
que concibieron la Revolución como una ambición personal, no como una empresa
de pueblo; todos aquellos que soñaron que esto era un continuar del pasado;
todos aquellos que pensaron hacer fortuna o satisfacer vanidades personales;
aquellos que soñaron un día con ser timoneles de la nave revolucionaria y se
quedaron en la mitad del camino; aquellos que se llenaron de ambiciones y no
tuvieron el valor o la capacidad de llegar lejos, y hoy se dedican a recordar
sus frustradas y estériles acciones que no condujeron a ningún resultado
positivo.
Cuando
ustedes analicen, verán que son aquellos intereses afectados por las leyes
revolucionarias, intereses nacionales o extranjeros, los primeros que están
contra la Revolución. Cuando ustedes
analicen las plumas que están contra la Revolución, verán que son plumas al
servicio de los grandes intereses enemigos de la Revolución. Cuando ustedes analicen la prensa que está
contra la Revolución, comprenderán como cosa lógica que una prensa que se
desarrolló al amparo de esos intereses, que se desarrolló en la ubre generosa
del presupuesto público o de las campañas pagadas, esté contra la Revolución.
Y
entre esa prensa, ¿cuál es la peor? La
peor y los peores que escriben contra la Revolución no son tal vez aquellos
harto definidos: los
peores son los solapados, los peores son los que tiran la piedrecita
y esconden la mano, los peores son algunos que simulan defender la Revolución.
¿Quién
no lo sabía? ¿Quién no conoce aquí a
casi todo el mundo? ¿Quién no conoce
aquí cómo piensa casi todo el mundo?
¿Quién no conoce aquí el estilo de casi todo el mundo, las tácticas de
casi todo el mundo?
Y
esos, esos que a veces defienden la Revolución con las peores intenciones, esos
quieren erigirse en intérpretes de los ideales de la Revolución, y lo que es
peor aún: tienen
la osadía y tienen el atrevimiento de querer convertirse en intérpretes del
pensamiento de nuestros muertos ilustres.
Esos, esos han pretendido conocer mejor a nuestros compañeros que
estuvieron con nosotros en la cárcel, o estuvieron en el exilio, o cruzaron
mares borrascosos en frágiles naves, o escalaron montañas y se enfrentaron a
horas difíciles. Hay todavía atrevidos e
insolentes bebedores de champán que pretenden erigirse en intérpretes de los
hombres que estaban muriendo mientras ellos tal vez se divertían.
Y
en cuanto a cosas asombrosas, por muchas que hemos visto, no deja de causar
asombro el que haya actitudes semejantes, el que haya atrevimientos
semejantes. Y cuando uno se pregunta el
porqué, el porqué está claro, el porqué lo entiende el pueblo, que es lo único
que nos interesa a nosotros, que el pueblo lo entienda. Y el porqué lo explican las medidas del
Gobierno Revolucionario, lo explica la Revolución en sí misma, que ha
perturbado intereses espurios, que ha destruido privilegios, y hace que hoy se
vayan asociando los representativos de esos grandes privilegios, las plumas
amaestradas que los sirven, los resentidos que se quedaron en la mitad del
camino, los desertores, los frustrados, los que, cuando no ven satisfechas sus
apetencias, prefieren incluso el hundimiento de la patria a resignarse a la
consecuencia de su falta de ideales.
El
pueblo comprende el porqué. ¡Ah!, porque
estos son tiempos de ver claro, y estos son tiempos de hablar claro, y nadie se
tiene que asombrar de que algunos señores se junten, nadie se tiene que admirar
de que algunos personajes se junten. Eso
es tan lógico como que ustedes y nosotros nos juntemos. Cada cual se junta a sus iguales
(APLAUSOS). Los hombres idealistas, los
ciudadanos honestos, los hombres de sensibilidad humana, los verdaderos
patriotas, los hombres que tienen algo noble por lo cual luchar, los hombres
que tienen grandes obras que realizar, los hombres que tienen grandes empeños
que llevar adelante se juntan, como se juntan los enemigos de los pueblos, como
se juntan los que no tienen otra misión que defender vergonzosos y repugnantes
intereses, como se junta la pluma mercenaria al amo que la paga, como se junta
el resentido al enemigo de toda causa justa (APLAUSOS), como se juntan los
enemigos internos y los enemigos externos, como se juntan todos los que en
definitiva tienen que juntarse.
Tal
vez en aquellos días primeros de la Revolución, en que todo era euforia en
mucha gente, es decir, en algunos que no tenían razón para estar eufóricos
(RISAS); en aquellos días de muchos letreritos de “Gracias, Fidel” (RISAS); en
aquellos días de mucha gente “fista” en pose de
revolucionaria; en aquellos días en que todo eran elogios; en aquellos días
subsiguientes a la aurora del primero de enero, cuando nadie disentía pero en
que ya había unos cuantos preparando el expediente para empezar a llevar
adelante su tarea contrarrevolucionaria —no hay que olvidar algunos escriticos que se hicieron en aquellos días promoviendo una
reforma de marabú y de Ciénaga de Zapata, es decir, una reformita de tomadura
de pelo al pueblo; no hay que olvidar algunos de aquellos escriticos
que ya desde entonces señalaban la “postura verdadera”, que no era de respaldo
a la Revolución sino de irle poniendo frenos a la Revolución—, tal vez en
aquellos días, cuando nosotros dijimos que no íbamos a tardar en ver juntarse a
latifundistas, garrotero s y explotadores de toda laya con los criminales de
guerra, con los trujillistas y con todos los enemigos
del país, habría quien pensaba que nosotros exagerábamos; habría quien le
costara trabajo concebir, en medio de aquella euforia, cuando tan vivo estaba
el recuerdo de los hechos ocurridos, de la sangre derramada, cuando tan vivo
estaba el odio del pueblo hacia aquellos criminales que acababan de fugarse,
que algunos de aquellos que tenían un letrerito o escribían algunos articulitos
a favor de la Revolución, cuando triunfó, se fuesen a reunir algún día con
aquellos elementos.
No
habían transcurrido todavía apenas unos meses cuando ya nos encontramos un
grupito de latifundistas —de aquellos mismos que estaban combatiendo la reforma
agraria, asociados nada menos, no ya solo con los criminales de guerra y los “casquitos”,
que con un tirano extranjero que lleva unos 30 años ensangrentando el suelo de
su país— que habían pasado por encima de todos los escrúpulos y habían ido a
asociarse nada menos que a Trujillo. Y
eso cuando no habían pasado ni siquiera seis meses del triunfo de la
Revolución.
Nosotros
sí sabíamos que iban a terminar juntos.
Como es evidente hoy, el contubernio y la sospechosa coincidencia entre
las acusaciones que nos hacen los trujillistas, los
criminales de guerra, los trusts y la prensa
reaccionaria extranjera, y algunos que por un lado dicen que no hay libertad de
prensa, y que incluso reciben honores sospechosos y premios asombrosos de
determinados organismos internacionales por defensores de esa libertad de
prensa, de ese derecho que fue el fruto del sacrificio no precisamente de los
que lo están usando contra su patria y contra la Revolución, sino de los que
cayeron por la Revolución y por la patria.
Esos que escriben día a día el veneno más insolente, esos coinciden
sospechosamente —están coincidiendo puede decirse que descaradamente— con los trujillistas y los criminales de guerra en sus campañas
contra la Revolución. Y ayer no más, uno
de estos facinerosos, uno de estos desvergonzados, tiene la osadía de escribir
un articulito titulado “Lenin y Cuba”.
Es
decir que todos coinciden en la misma patraña y todos coinciden en el mismo
tenebroso plan de lanzar contra el Gobierno Revolucionario las mismas
imputaciones. Y hay que oír a estos
descarados, hay que oír a estos desvergonzados cómo quieren insinuar que esta
es una revolución rara, que esta es una revolución extranjerizante —¡los muy impúdicos, los muy cínicos!—, cuando son ellos los
verdaderos extranjerizantes porque están defendiendo los monopolios
extranjeros, porque están defendiendo los latifundios extranjeros, porque están
defendiendo la supeditación colonial de la patria cubana a intereses
extranjeros.
Y
los muy desvergonzados, son ellos los que vienen a pregonar aquí los cables que
se hacen en el extranjero, los “clisés” que se fabrican en el extranjero contra
nuestra Revolución, las mentiras que se inventan en el extranjero contra
nuestra Revolución, los que pregonan la prédica de los enemigos foráneos de la
patria y del pueblo cubano. Esos
combaten a esta Revolución, pretendiendo insinuar que no sea una obra nuestra,
que no surja de nuestras realidades, como si tuvieran argumentos para demostrar
que no fuesen ellos los que están defendiendo los peores intereses extranjeros
(APLAUSOS).
¿Es
que acaso las medidas que ha tomado el Gobierno Revolucionario defienden algún
interés extranjero? ¿Es que acaso la
reforma agraria, que va a recuperar más de 80 000 caballerías que están en
manos de un grupo de compañías extranjeras para entregárselas a esos campesinos
que viven hambrientos en las guardarrayas de nuestros cañaverales, es servir
intereses extranjeros? ¿Es que acaso
defender al pueblo de un monopolio exaccionista que
el mismo día 13 de marzo sobre la sangre derramada de los estudiantes obtuvo,
como ave de rapiña sin escrúpulos, la concesión onerosa de manos del tirano
para cobrarle al pueblo más, para cobrarle al pueblo el doble; es que acaso
defender al pueblo de esos intereses extranjeros es servir intereses
extranjeros?
¿Es
que acaso llevar adelante una medida como es rebajar los costos de otro
servicio público, el de la electricidad, que ha sido un verdadero pulpo
gravitando sobre la economía del país, significa defender intereses
extranjeros? ¿Es que haber acabado el
juego aquí de tahúres internacionales que explotaban la economía del pueblo es
defender intereses extranjeros? ¿Es que
acaso abrir las playas, que eran privilegio de unos cuantos, y ponerlas al servicio
de todo el pueblo —porque un pueblo que vive en una isla a lo menos que tiene
derecho es a bañarse en el mar (APLAUSOS)—, poner fin
a ese vergonzoso privilegio para brindarle al pueblo la oportunidad que antes
no era sino de una minoría privilegiada es defender intereses extranjeros? ¿Es que acaso convertir aquella sentina que
era la lotería en una institución de ahorro, en una fuente de trabajo y en una
organización creadora que les permitirá a las familias humildes librarse para
siempre de una renta onerosa que tiene que pagar por vivir bajo techo,
constituye una defensa de intereses extranjeros?
¿Es
que rebajar los alquileres, o producir aquí arroz, dándoles trabajo a los
cientos de miles que están sin trabajo; es que acaso poner a producir nuestra tierra
cubana y poner a trabajar nuestros brazos cubanos para producir aquí lo que no tenemos
razón de importar —porque es criminal y solo consecuencia de un sistema absurdo
importar del extranjero los alimentos que nosotros podemos producir aquí con
los brazos que hoy están desempleados sobre una tierra que hasta hoy ha estado
ociosa— es defender intereses extranjeros?
(APLAUSOS.)
¿Defender
nuestras divisas para que no se nos vayan al extranjero y para convertirlas no
en Cadillac ni en objetos de lujos, ni en perfumes de
París, sino en tractores y en maquinarias para elevar la riqueza y la
producción y con ello el standard de vida de nuestro
pueblo, es defender intereses extranjeros?
¿Defender nuestras industrias mediante aranceles adecuados, crear 10 000
nuevas aulas, convertir los cuarteles en escuelas, establecer aquí la más
absoluta pulcritud administrativa (APLAUSOS), invertir el dinero del pueblo en
obras y beneficios para el pueblo en vez de trasladarlo a bancos neoyorquinos o
bancos suizos o bancos de cualquier país extranjero, es acaso defender
intereses extranjeros?
¿Ponerle
fin para siempre al abuso en nuestros campos, al pillaje, a la explotación y a
la humillación en que vivían nuestros ciudadanos —ciudadanos cubanos nacidos en esta tierra,
en la que nunca habían visto justicia—, establecer la justicia en esta tierra
nuestra y defender a nuestro pueblo, es acaso defender intereses
extranjeros? (APLAUSOS.) ¿De dónde han inventado, pues, los muy
desvergonzados, que nuestra Revolución defienda intereses extranjeros?
¿Quiénes
son los que combaten a la más patriótica de las revoluciones? ¿Quiénes son los que sirven intereses
extranjeros sino aquellos que no descansan un solo minuto del día y de la noche
en elucubrar planes contra una revolución que todo lo que ha hecho es defender
los intereses de su pueblo, es defender los intereses de la nación cubana? ¿Quiénes son los que defienden intereses
extranjeros sino ellos?
¿Por
qué no escribieron nunca una palabra contra el latifundio extranjero? ¿Por qué no escribieron nunca una palabra
contra las compañías extranjeras que explotaban a nuestro pueblo? ¿Por qué no escribieron nunca una palabra
contra las misiones militares extranjeras que entrenaban a nuestro
ejército? ¿Por qué no promovieron nunca
una sola medida como la que acaba de tomar el Gobierno Revolucionario
estableciendo un impuesto del 25% para que se quede algo aquí de los minerales
de nuestra tierra, para que no queden aquí solamente los hoyos y la tierra
arrasada, de cuya entraña extraen el mineral?
¿Por qué no escribieron nunca una palabra a favor de una medida como la que
acabó de tomar el Gobierno Revolucionario, ocupando en una mañana toda la
información obtenida por las empresas petroleras para acabar de saber de una
vez si hay o no petróleo en Cuba y si lo tienen o no escondido? (APLAUSOS.)
Jamás
escribieron una palabra a favor de su patria, jamás escribieron una palabra a
favor de los intereses de la nacionalidad, jamás escribieron una palabra ni tan
siquiera para destruir complejos, ideas fatalistas y mentiras históricas acerca
de que nuestro pueblo era independiente no por su esfuerzo, no por la sangre de
sus hijos derramada generosamente durante 30 años, sino por obra y gracia del
favor extraño, porque hasta en la propia historia de la patria eran cómplices
de mentiras extrañas; y, sin embargo, hoy todos coinciden en hacerle al
Gobierno Revolucionario la misma imputación.
Y
yo le pregunto al pueblo, yo les pregunto a los trabajadores si son o no justas
las medidas que ha tomado el Gobierno Revolucionario (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS). Entonces, si por haber tomado
medidas justas nos van a combatir, que nos combatan; si por haber tomado
medidas justas nos quieren invadir, que nos invadan (EXCLAMACIONES); si por
hacer una revolución justa, si por cumplir aquí con el anhelo de nuestro
pueblo, manifestado durante tantos años...
Porque cualquiera que iba por la calle en otros tiempos no veía sino
decepción, no veía sino pesimismo, no veía sino al ciudadano indignado y
descreído, convencido de que los gobernantes no hacían más que defender
intereses espurios, enriquecerse; convencido de que los que gobernaban o
dominaban el país estaban sirviendo intereses extraños al pueblo. Y vivía nuestro pueblo anhelando precisamente
lo que hoy se está haciendo, vivía nuestro pueblo demandando lo que hoy se está
cumpliendo, y no otra cosa hace nuestra Revolución sino cumplir la aspiración
histórica de la nación cubana.
¿De
qué nos pueden acusar? ¿Es que acaso
pueden decir, después de 10 meses de Gobierno Revolucionario, que haya habido
un solo ministro, un solo funcionario que se haya enriquecido en el cargo? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Es que pueden acusar al Gobierno
Revolucionario de asesinar? ¿Es que
pueden acusar al Gobierno Revolucionario de promover el vicio, de promover el
contrabando, de promover el juego, el tráfico de drogas? ¿Es que pueden acusar al Gobierno
Revolucionario de uno solo de aquellos males, que eran males tradicionales en
nuestro país? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¡No pueden
acusar al Gobierno Revolucionario de aquellos vicios del pasado, de aquellos
errores, y más que errores, porque no podían ser calificados de errores, de
aquellas lacras del pasado! No tienen de
qué acusar al Gobierno Revolucionario, y se valen de las peores armas, de las
peores intrigas para tratar de debilitarlo, para tratar de dividirlo y para
tratar de destruirlo.
No
hay más que leer, por ejemplo, cualquier cable como el que recibí estando aquí
en la CTC, y que es expresión elocuente de cómo conspiran los enemigos de
nuestra patria. Este cable dice así:
“Washington,
18. Hay evidencias de que en Cuba se
preparan plataformas para lanzamientos de cohetes que pudieran destruir la base
de Cabo Cañaveral y el propio Pentágono de Washington” (ABUCHEOS), “afirma el exprimer ministro del gobierno cubano en época del régimen
de Batista, Emilio Núñez Portuondo” (ABUCHEOS), “en
el boletín semanal titulado 'Latinoamerican Ever', que nuevamente ha comenzado a circular aquí.
“Las
cuatro pequeñas hojas de la publicación, editadas por Núñez Portuondo,
están casi por entero dedicadas a combatir el actual gobierno de Cuba.
“En
uno de sus comentarios dice el exembajador cubano en
la ONU: el
gobierno de Washington, aduciendo el principio de no intervención en los asuntos
internos de otros países, nos está desamparando cada vez más del peligro
comunista. Estoy convencido —añade— que
la América Latina se está convirtiendo hoy en una zona de tanto peligro para la
seguridad de los Estados Unidos como cualquiera de los países cautivos de la
Europa Oriental.”
Es
decir que predican y promueven abiertamente una política de intervención
extranjera en el país (EXCLAMACIONES). Y
para justificar eso —¡y para justificar eso!— inventan
patrañas como esta de que se preparan plataformas para lanzamientos de cohetes
que pudieran destruir Cabo Cañaveral y el propio Pentágono de Washington.
Toda
esta patraña y toda esta acusación, ¿a qué obedecen? ¿A qué obedecen las acusaciones que nos hace
la prensa reaccionaria? ¿A qué obedecen las
insinuaciones? ¿A qué propósitos
obedecen artículos como el de ayer “Lenin y Cuba”? Sencillamente a promover intervenciones
extranjeras en el suelo cubano (EXCLAMACIONES).
Es decir, ¿quién lo duda? ¿Quién
no comprende estas cosas? ¿Y quiénes son
los que aspiran a que el extranjero les saque las castañas del fuego? ¿Quiénes son sino esos intereses que se
cebaron contra nuestro pueblo al amparo de gobiernos que estaban al servicio de
aquellos intereses y olvidados del pueblo?
En
el siglo pasado, ¿quiénes eran los anexionistas? ¿Quiénes eran los que querían anexar a Cuba a
los Estados Unidos? (DEL PUBLICO LE
DICEN: “¡Los
vendepatrias!”) Los dueños de los esclavos. Los dueños de los esclavos eran los
anexionistas porque oían hablar de la liberación de los esclavos, tenían miedo
de que los esclavos se sublevaran, y para poder mantener sus haciendas repletas
de esclavos eran partidarios de anexarse a un país grande. No les importaba el sacrificio de la
nacionalidad, no les importaba la desaparición de la comunidad nacional; les
interesaba conservar sus esclavos, y por eso renunciaban a toda idea de patria. Los esclavistas eran ayer los partidarios de
la anexión, como hoy las compañías latifundistas, los grandes intereses de los
latifundistas, los grandes intereses que no quieren sacrificarse, que no se
resignan al sacrificio que les impone la Revolución, son —como ayer los
esclavistas— los que invocan y los que claman la solución extranjera, la
intervención extranjera en los asuntos de su patria.
Esas
son las ideas que los mueven, esos son los proyectos que albergan. Y es que no lo pueden disimular, porque de tanto
han perdido el pudor, de tanto han perdido ya hace tiempo la vergüenza, que ni
siquiera se ocultan para predicarlo abiertamente, o como lo predicaba en
aquella carta recientemente leída aquel senador que era abogado de la Compañía
de Electricidad.
Así,
no gasta tinta ni papel la prensa reaccionaria para combatir esas tendencias antipatrióticas
y entreguistas, ¡no! Gasta la tinta
contra la Revolución que redime a la patria de la explotación de intereses
extranjeros, que redime a la patria del yugo económico extranjero y que redime
al pueblo de los privilegios que lo han mantenido en la miseria desde tiempos
inmemoriales (APLAUSOS).
Estas
son las cosas que tienen que tener claras los obreros, que tienen que tener
claras los campesinos, los estudiantes y los hombres y mujeres de la clase
media que comprendan la hora gloriosa de su patria y el esfuerzo patriótico que
se está realizando; esas son las cosas que tienen que ver claras ustedes,
porque aquí el problema es ver claro y comprender —¡y comprender!— que hay que
pensar como obreros por encima de todo, que hay que pensar como campesinos por
encima de todo, que hay que pensar como cubanos por encima de todo (APLAUSOS).
La
verdad más honesta que les puedo decir aquí —la verdad más honesta— es que
nuestra fuerza está en eso. Yo tengo la
seguridad de que ustedes lo comprenden.
¿Caben otras consideraciones en esta hora? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Importa ninguna otra cosa en esta hora? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Podemos dejar que nos confundan las campañas
de los reaccionarios y de los enemigos de las leyes revolucionarias? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¡No!
Pues
aquí hay una cosa clara. Yo comprendo
que pueda haber cuestiones locales, yo comprendo que pueda haber problemas
personales, yo comprendo que pueda haber pasiones, algunos resquemores producto
de las luchas. Eso yo lo comprendo. Pero hay una cosa que es clara, tan evidente
que cuando la analizamos serenamente, sin pasión, la vemos clarísima, porque
con lo que no podemos comulgar —y eso lo hemos tenido que ir aprendiendo día a
día— es con las conveniencias o con las tácticas del enemigo.
¿En
qué consiste nuestra fuerza? ¿No es en
nuestra identificación con el proceso revolucionario, en nuestra identificación
con las medidas revolucionarias? ¿Es que
hay un solo obrero que no esté de acuerdo con cada una de esas medidas? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Hay un solo obrero que no las aplauda y no
esté dispuesto a defenderlas? (APLAUSOS
Y EXCLAMACIONES DE: “¡No!”)
Luego,
¿qué nos une por encima de todo? La
Revolución, los intereses del país, las medidas revolucionarias. Ahí es donde está la identificación completa
de todos nosotros, ahí es donde está el común denominador de todos
nosotros. Ese es el partido de todos
nosotros, el partido de la patria, el partido de las medidas revolucionarias
(APLAUSOS).
Es
la justicia lo que nos une, compañeros; es el ideal patriótico lo que nos une,
es la defensa de la soberanía del país, es la defensa del pueblo, es la defensa
de nuestros hogares, la defensa de nuestros familiares, la defensa de nuestros
hijos; porque cuando viene una bomba homicida y criminal, cuando cae sobre una
de las casas de un barrio de Cuba, en un central azucarero o en un pueblo, o
cuando los terroristas, o cuando las pandillas llevan a cabo un acto de
ignominia, no discriminan, no preguntan sobre qué casa va a caer aquella bomba
ni a qué cubano va a asesinar aquella metralla.
Es simplemente, o puede ser, a cualquiera de ustedes, a las esposas o
las hijas o las hermanas o los hijos o los padres de cualquiera de
ustedes. En eso es en lo que debemos
estar todos muy claros y hemos estado claros, pero debemos estar todos los días
más claros.
Es
que ese común denominador nos une y nos obliga a todos. El enemigo, que se agrupa, nos obliga a
agruparnos, porque esa es nuestra fuerza verdadera (APLAUSOS). Y cuando es la justicia, cuando es la patria,
cuando es la Revolución lo que está de por medio, ¿qué otra cosa puede unir más
a los obreros, a los campesinos y al pueblo?
Es una verdad tan evidente, una cosa que se explica por sí sola tan
claramente, que solo se explica que en los primeros instantes —y también en esa
pasión que se origina en toda lucha humana— no se haya visto con más claridad.
Así
que nuestra fuerza consiste en eso. Eso
es tan evidente que el espectáculo que más alegraría a nuestros enemigos es el
de cualquier división en este congreso obrero, cualquier pugna en este
congreso. ¿Por qué? Porque ellos ven la tremenda fuerza de la
clase, ellos temen la tremenda fuerza de la clase, ellos saben que es
invencible, y lo que más podría alentarlos es la menor división, porque estoy
seguro de que van a estar con ojos atentos al congreso, van a estar con ojos
atentos para ver si hay problemas, para ver si hay dificultades. Es decir que tenemos un deber todos —la
dirigencia, los delegados, la masa—: este congreso tiene que ser un ejemplo
de armonía, de espíritu revolucionario, de superación de males, de selección,
por tácito acuerdo de todos (APLAUSOS).
¿Por
qué? Porque en eso está nuestra fuerza,
¡en eso está nuestra fuerza! Como
nuestra debilidad estaría en que mañana empezaran a publicar... Porque a eso sí le darían publicidad, y mucho
más con esta actitud valiente que ha tenido el congreso obrero hoy. No vayan a creer que les van a dedicar muchas
flores ni muchos elogios. No sé de lo
que los van a acusar, no sé. Pero me
imagino que los acusarán de las cosas más inverosímiles, que dirán las cosas
más raras de todos ustedes:
dirán que son títeres manejados por hilos tal vez extraños; dirán
que no los designó nadie, que los designamos nosotros, que son designados de
dedo; que ustedes no representan la voluntad de los trabajadores, o que ustedes
eran un grupo de hipnotizados; que toditos, sin excepción, estaban equivocados,
porque como nadie disintió pues entonces todos estaban equivocados. Es decir que no vayan a creer que en estos
momentos nos podemos gastar el lujo de sacrificar un átomo de nuestras fuerzas,
porque debemos ser avaros en conservar nuestras fuerzas.
Sabemos
los desprendimientos naturales que tiene que tener la Revolución. Ya dijimos de los ratones que van a dar el
gran salto al agua, creyendo que el océano es más seguro que la nave de la
Revolución en medio de la tempestad, porque esa es conducta de ratones: los que se tiran al
agua para ahogarse por miedo de que la nave se hunda. Ya sabemos de los desprendimientos: de los que se
cansan de ser patriotas, de los que se ablandan, de los que se dejan penetrar y
perforar por las campañas reaccionarias.
Ya lo sabemos. Ya sabemos los
planes y las maniobras que se gestan para lanzar núcleos sociales contra
nosotros, es decir, para poner a un sector del país, algo así como lo que ya
están haciendo con las pandillitas...
(EXCLAMACIONES). No, no. Esas pandillitas de niños “fistos”
(EXCLAMACIONES) que vienen a dejar caer una mancha sobre una revolución, que
fue hecha por hombres jóvenes principalmente, una revolución que tiene tantos
niños héroes y mártires que escribieron páginas de increíble valor. Y ahora la quieren manchar grupitos de pepillos que realizan fechorías en Cadillacs,
como para parangonarse con esos niños de las Patrullas Juveniles que, a pesar
de su juventud, a pesar de su vida, de que no han podido ir a escuelas muchos
de ellos, son modelo de disciplina, modelo de educación.
Esas
pandillitas que en Cadillacs realizan fechorías, no
son más que un ejemplo de lo que tratarán de hacer; lo que hoy tratan de hacer
con esos jóvenes descarriados, es lo que van a tratar de hacer con sus
padres. Hoy lanzan a las pandillitas de
menores, y después lanzarán a las pandillitas de mayores. Hoy lanzan a las pandillitas de menores
contra la humilde obrera de un Ten Cents o de una
tienda, contra la muchacha modesta que va a montar una guagua, o contra las
niñas que van a salir de una escuela, y mañana lanzarán a los mayores contra
los obreros, contra los campesinos y contra los sectores humildes del pueblo (EXCLAMACIONES),
porque se ve a las claras —¡se ve a las claras!— que quieren promover la lucha
social, se ve a las claras que quieren lanzar unos sectores contra otros, se ve
a las claras que quieren agrupar a todos esos que andan con la siquitrilla
destruida por una u otra medida revolucionaria, para lanzarlos contra los
obreros y contra los campesinos y contra los sectores humildes del país.
Se
ve a las claras que quieren organizar a los elementos desafectos a la
Revolución, contra los elementos que más firmemente defienden a la Revolución;
se ve a las claras el propósito de agrupar fuerzas, y hoy están gastando el
mayor número de cartuchos posibles en un intento de reblandecer la moral,
porque cualquiera que leyera esos libelos, cualquiera que siga las plumas
mercenarias que en estos tiempos cómodos en que no hay represión se toman el
lujo de escribir las peores insolencias contra la Revolución, ve a las claras
que persiguen el propósito de hacer creer que esto anda mal.
Las
calenturas que padecen por allá en determinados clubs,
que tienen hasta nombres extranjeros y donde se practican costumbres
extranjerizantes —desde el “high ball”
hasta la canasta y el “picnic” (RISAS), y una serie de nombres que nosotros los
revolucionarios no sabríamos pronunciar porque son nombres extranjeros y
extranjerizantes—, son producto de caballerías más o caballerías menos,
edificios más y edificios menos, bienes recuperados más y bienes menos,
privilegios y sinecuras más y menos. Y
esas calenturas que ellos están sufriendo allá creen que son las calenturas de
la Ciénaga de Zapata, y los muy ingenuos no se dan cuenta de que mientras ellos
padecen allá, en aquellos clubs de nombres extraños,
calenturas contrarrevolucionarias, los guajiros de la Ciénaga de Zapata —que
han visto cruzar aquellas ciénagas por carreteras, que han visto extenderse
allá las cooperativas que hoy implican el doble o el triple de ingresos, las
tiendas del pueblo, las escuelas y todas esas medidas allí, en el lugar que
cito por ejemplo, pero que no es más que ejemplo de lo que está ocurriendo en
todo el país— ... Los muy ingenuos, que
sufren calenturas contrarrevolucionarias en los “clubs”,
se olvidan de las calenturas revolucionarias que están viviendo hoy los
campesinos y los obreros cubanos (APLAUSOS).
Es
que creen que el dolor del que dejó de percibir 4 000 pesos mensuales para
percibir 2 000 por concepto de alquiler, es el dolor de los que pagaban
100 y ahora pagan nada más que 50 de alquiler (APLAUSOS). Creen que el dolor del que perdió 800
caballerías, es el dolor del guajiro que vivía en una guardarraya y ahora tiene
allí tractores y arados, y tiene semillas y tiene créditos, y tiene escuelas y
tiene ayuda (APLAUSOS). Y creen que el
dolor del que perdió el privilegio de comprar toda una cosecha para encarecerla
cuando se le vendía al pueblo, es el dolor del campesino que recibe la
totalidad del valor de esa cosecha (APLAUSOS), o el pescador que recibe el
barco y recibe un precio mejor por sus productos, o del obrero azucarero que
vio incrementado sus ingresos, que recibió el diferencial completo (APLAUSOS).
Creen
que sus calenturas —porque son las calenturas de ellos— son las calenturas del
pueblo. Y ahí el error, porque como se
agrupan, se agrupan en la fiebre contrarrevolucionaria y se agrupan en el
chisme contrarrevolucionario. Van a los
mismos restaurantes, van a los mismos clubs, visitan
a los mismos amigos, leen la misma revista extranjera. Ellos siembran, cosechan y consumen sus
propias mentiras y sus propias ilusiones (APLAUSOS); pero cometen el error de
creer que esas sean las preocupaciones del pueblo. No son capaces de ver que dos mundos
distintos viven ellos y nosotros. No son
capaces de ver que Cuba no es el grupo ridículo y minúsculo que toma “high ball” los sábados por la
tarde. ¡No! Son incapaces de ver lo que es Cuba, son
incapaces de ver que las medidas que han afectado privilegios son las mismas
que han servido para llevar esperanza, para llevar alegría y para llevar
felicidad a la inmensa mayoría de nuestro pueblo (APLAUSOS).
Pero
a pesar de lo injusto de los privilegios que defienden, a pesar de la sinrazón
que los anima, son todavía poderosos.
¿Por qué son poderosos? Porque es
la lucha de los que lo poseen todo frente a los que no poseen nada; es la lucha
de los que tienen el monopolio de las riquezas contra los que han tenido el
monopolio del hambre y de la pobreza; es la lucha de los que tenían el
monopolio de la cultura frente a los que no tenían otro monopolio que el
monopolio de la ignorancia, porque mientras 300 000 niños campesinos
estaban sin escuelas, ningún niño de esas familias acomodadas dejó de ir a la
escuela; y si dejó de adquirir un título o una profesión, fue por falta de
interés o por falta de capacidad, mas no por falta de recursos.
Ellos
tuvieron el privilegio de los mejores colegios nacionales o extranjeros, tienen
el monopolio de la cultura, y tenían el monopolio de la publicidad. Jamás se escribía una línea —por lo general—
en esos órganos dedicados a las propagandas de las grandes casas, de las
grandes industrias, de los productos de mucha venta; en esas páginas no
escribían a favor del infeliz olvidado que vivía y moría en el fango, o vivía y
moría en un bohío, abandonado por completo de la civilización.
El
monopolio de la publicidad, el monopolio de la información, estaba en manos de
ese mismo grupo que tenía el monopolio de las riquezas. Y adquirieron los recursos y las armas con
que hoy se defienden, la prensa con que hoy se defienden, la intriga con que
hoy se defienden, porque adquirieron ese arte de hablar al oído, el arte de
dejar caer una insinuación pérfida y venenosa, el arte de engañar, que no es el
arte del obrero, que no es el arte del noble campesino.
Ellos
poseen todas esas armas seductoras. Son
los que tienen teléfonos en cómodas habitaciones de aire acondicionado para
pasarse todo el día regando infundios y elaborando bolas. Son los que tienen todo el tiempo de vagos, o
de vagas, para conspirar mientras cocina la infeliz criadita a la que le pagan
25 ó 30 pesos, porque tienen tiempo para conspirar mientras lava la infeliz
criadita a la que le pagan 15 ó 20 pesos.
Y en eso no reparan. No reparan
en el egoísmo con que gastan para ellos en una hora o en un día tal vez, lo
mismo que les pagan en un mes a quienes les realizan las tareas que les permita
el ocio necesario con que pasarse todo el día llamando por teléfono y
conspirando o chismeando contra la Revolución (EXCLAMACIONES).
Tienen
máquinas con que visitarse unos a otros, teléfonos, recursos, dinero con que
sentarse hasta la madrugada a conversar y a conspirar en los mejores
restaurantes. De ahí su fuerza, no por su número sino por sus recursos, por su
habilidad, por sus mañas, por su arte; porque así como muchos campesinos nuestros todavía no saben leer ni
escribir, como muchos niños no saben todavía leer y escribir, en cambio no hay
uno solo de ellos que no sepa leer ni escribir y que no sepa fraguar por todos
los medios las campañas contra la Revolución, y por eso son poderosos.
Estas
verdades hay que decirlas, y hay que decirlas porque nunca se decían, como hay
que decir otras como para arrancarles la hojita de parra con que cubren aquí su impudicia, su avaricia y su egoísmo determinados sectores
enemigos de la Revolución. Porque cuando
se investiga y se analiza sobre quién caen los males que sufre el pueblo, sobre
quién caen las grandes lacras sociales; cuando se investiga, por ejemplo, la
prostitución —esa lacra tan dolorosa, esa lacra tan terrible de las sociedades—
y se pregunta uno de dónde vienen, de qué fuente surgen esas mujeres que se ven
arrastradas por la lacra de la prostitución, vemos que ninguna de esas
infelices mujeres provienen de los barrios aristocráticos de los ricachones,
sino que provienen de las familias humildes, de las guajiritas que tienen que
venir a la ciudad para colocarse de criadas —¡para colocarse de criadas!—,
donde empiezan a ser seducidas por los señoritos que
hoy organizan esas pandillas para terminar trabajando en un bar, para terminar
corrompidas o sobornadas por los que viajan en Cadillacs
o en carros lujosos, y disponen de ocio y de recursos para ello.
Estúdiese
el proceso y verán la tremenda injusticia que implica esa lacra que se nutre de
la miseria de las clases humildes de nuestro pueblo, y ese es el porqué quieren
crucificar a los revolucionarios. Porque
nos hemos propuesto crear condiciones de vida que cambien el destino de las
familias necesitadas del país, para
que no tengan que pasar por la ignominia de ver a sus seres queridos expuestos
a esos y a otros muchos males. ¡Y por
eso las familias humildes están con la Revolución! ¡Por eso los campesinos están con la
Revolución! ¡Por eso los obreros están
con la Revolución! (APLAUSOS), porque
desde todo punto de vista que se analice, esta Revolución está defendiéndolos.
Frente
al enemigo que se agrupa, frente al enemigo que se organiza, frente al enemigo
que clama por la intervención del extranjero solo cabe una táctica correcta: ¡Agruparnos los
obreros, agruparnos los campesinos; agruparse el pueblo para defender a la
Revolución, organizarse el pueblo!
(APLAUSOS), porque si nos vamos a organizar en escuadras, en pelotones,
en compañías y en batallones, no caben divisiones, porque no se concibe que una
compañía esté contra un pelotón, o un pelotón contra una compañía y un batallón
contra otro batallón (APLAUSOS).
En
el ejército de los trabajadores, tiene que haber disciplina, tiene que haber
compañerismo, tiene que haber unión.
Ustedes son los oficiales de ese ejército, ustedes son los líderes, y
este es un momento en que no tenemos que pensar sino en ser fuertes, en
mantener la fuerza, en contar con la fuerza que se necesita para defender esta
Revolución, porque la Revolución seguirá adelante y cumplirá sus objetivos si
sabemos defenderla y si tenemos con qué defenderla. Y cuando cada fábrica sea una fortaleza,
cuando cada sindicato sea un baluarte de la Revolución, cuando cada esquina,
cada calle, cada barrio, cada loma, cada camino, cada árbol tenga un hombre que
lo defienda; cuando cada uno de los sitios donde trabajan los 3 000 delegados
de este congreso sean fortalezas de la Revolución y los obreros tengan
disciplina y los obreros estén unidos y los obreros tengan entrenamiento y los
obreros sepan combatir; y cuando al lado de esa fuerza tremenda e invencible
esté la fuerza de los campesinos en cada cooperativa, en cada pedazo de tierra
—cuyos títulos les ha entregado la Revolución—, en cada montaña, en cada río,
en cada valle, en cada piedra, ¿quién podrá vencer esta Revolución? (EXCLAMACIONES DE: “¡Nadie!”)
Y
si de algo tenemos que estar conscientes es que hay que defenderla; si de algo
debemos estar conscientes de que nos van a atacar, más tarde o más temprano; si
de algo debemos estar conscientes es de que el enemigo no duerme ni
descansa. Por eso, tanto en el campo
como en la ciudad, hay que tener la disciplina de ejército y el compañerismo de
ejército, porque por encima de todo tenemos un deber, por encima de todo
tenemos un deber indiscutible: el deber
de defender la Revolución, para que no se pueda decir el día de mañana que nuestros
obreros no supieron defenderla, para que no se pueda decir el día de mañana que
nuestros campesinos no supieron defenderla, para que no se les pueda echar en
cara esa tremenda responsabilidad histórica; porque si grande es la gloria en
este momento, si grande es la satisfacción de ver la solidaridad de los obreros
de otros pueblos, si grande es el honor de tener aquí a sus representaciones,
si grande es el estímulo de recibir esas cartas que nos escriben los pueblos hermanos,
grande también es nuestra responsabilidad.
Ellos se entusiasman con nosotros porque creen en nosotros, porque solo esperan
oír de nosotros que sabemos cómo hacer las cosas, que sabemos cómo comportarnos
en cada momento.
y esa
disciplina que han tenido los obreros cuando se ha llamado a desfilar el
Primero de Mayo, cuando se ha llamado a la concentración del 26 de octubre,
cuando se ha llamado a un paro de cinco minutos, o cuando se ha llamado a una
contribución para la reforma agraria, o para armas, o para cualquier otra movilización,
es la movilización que deben tener los obreros cuando se llame a defender a la
patria, es la disciplina que deben tener los obreros cuando se llame a defender
a la patria, porque entonces todos nosotros estaremos seguros de la victoria. No estaríamos seguros de la victoria si esa
disciplina no existiera, si esa entereza y esa firmeza no existieran.
Ningún
obrero puede en esta hora olvidar —y mucho menos los líderes obreros, los
líderes que fueron elegidos en asambleas libres y democráticas, que ostentan la
confianza de sus compañeros (APLAUSOS)— la
responsabilidad que le corresponde para que la Revolución pueda contar con
ustedes. Debo decirles esto, porque
nuestro deber es defender la Revolución, nuestro deber es lograr que la
Revolución marche adelante.
Ya
una vez tuvimos que enfrentarnos al enemigo en las montañas, tuvimos que
enfrentarnos a un enemigo poderoso.
Nuestros hombres eran los campesinos armados. Nuestro ejército tenía aquella compenetración
y aquel idealismo que hizo posible la victoria.
El papel del Ejército Rebelde fue decisivo en la guerra. Pues así como el papel del Ejército Rebelde
era decisivo en la guerra, el papel de los trabajadores es decisivo en esta
etapa de la Revolución, y será cada vez más decisivo en los días venideros de
la Revolución.
Ustedes
son el Ejército Rebelde en esta etapa de la Revolución, ustedes son la parte
más importante del pueblo y del Ejército Rebelde en cualquier lucha futura que
tengamos que sostener para defender a la Revolución. Y esa es la conciencia que tienen que
hacerse. Es lo que les digo y les repito
con la convicción más absoluta de que esa conciencia es necesaria si ustedes
quieren seguir teniendo las satisfacciones morales, las satisfacciones patrióticas
y las satisfacciones materiales, aunque lo material en momentos como estos es
lo último, porque hoy lo primero es defender la Revolución para mañana poder
disfrutar nosotros o nuestros hijos del fruto de nuestros sacrificios. Así que, si queremos seguir teniendo estos
momentos históricos que está viviendo el pueblo de Cuba, tenemos que
defenderlos.
No
subestimemos al enemigo. El enemigo es
poderoso no por su número pero sí por su dinero, sí por su cultura, sí por sus
recursos materiales de toda índole. El
enemigo es poderoso. Tiene el monopolio
de la riqueza, tiene el monopolio de la cultura, frente a los monopolios del
hambre y de la ignorancia; pero también es cierto que tenemos a nuestro favor,
con los obreros y con los campesinos y con los cubanos que piensen como
nosotros en esta hora, un monopolio: el monopolio
de la dignidad nacional, el monopolio del espíritu revolucionario, el monopolio
del entusiasmo (APLAUSOS), que hace que desde tan remotos lugares vengan
ustedes a reunirse aquí, y que no importe el frío, no importe la lluvia, no
importe los nortes, no importe la hora, porque solo
cuando se tiene ese espíritu de lucha, cuando se tiene ese ideal, se puede
triunfar. Y eso es lo que más a nosotros
nos anima: saber
que contamos con el pueblo, saber que contamos con esa parte inmensamente
mayoritaria del pueblo, donde se encuentran todas las virtudes patrióticas,
donde se pueden encontrar muchos héroes.
Lo
he dicho en otras ocasiones:
nuestros comandantes salieron del pueblo. Camilo salió del pueblo. Era un hombre como ustedes. ¡Entre ustedes puede haber uno o puede haber
muchos Camilos! (APLAUSOS.) Lo que
necesitó él fue la oportunidad, fue la ocasión de poder demostrar sus
magníficas y extraordinarias virtudes. Y
así, si se presentara la ocasión de tener que defender la patria de nuevo,
¡héroes surgirán de todos los rincones de la patria, héroes surgirán de todos
los campos de la patria, héroes surgirán de todas las fábricas de la patria,
héroes surgirán de todos los institutos, de todas las universidades y de todas
las escuelas de la patria, héroes surgirán de todos los pueblos y de todas las
aldeas y de todas las esquinas de la patria para defenderla! (APLAUSOS), porque para eso no hace falta
sino tener la razón de nuestra parte. Y
eso es lo que importa.
Los
campesinos que ganaron la guerra muchos de ellos no sabían leer ni
escribir. Hace unas noches visité un
campamento rebelde y me encontré allí a un grupo de maestros voluntarios
dándoles clases, en horas de la noche, a aquel grupo de combatientes rebeldes,
veteranos de la guerra de Oriente, que estaban allí, a los varios meses del
triunfo de la Revolución, aprendiendo a leer y a escribir los que no sabían,
mejorando sus conocimientos los que tenían algunos. Y era verdaderamente conmovedor aquel
espectáculo de ver aquellos hombres que tuvieron el valor y el idealismo
necesarios para soportar los sacrificios de la guerra, vencer al enemigo
combatiendo, preparándose allí, aprovechando la oportunidad que no tuvieron
cuando eran niños, cuando debieron ir a la escuela. Y hoy, después de soldados veteranos y
victoriosos, sentados en aquellos pupitres, aprendiendo los conocimientos que
en otra ocasión no habían tenido. Y
meditaba sobre la realidad de nuestra Revolución, que tuvo muchos hombres
dispuestos a morir, muchos hombres que pudieron empuñar las armas y que fueron
decisivos en la victoria militar, y que, sin embargo, cuando llegó el triunfo
no pudimos servirnos de ellos para realizar las tareas de gobierno.
Muchas
cosas no salen como debieran salir, muchas cosas no marchan como debieran
marchar. ¿Por qué? Por falta de revolucionarios de
conciencia. ¿Por qué? ¡Ah!, porque aquellos muchachos que escalaron
las montañas, que bajaron a los llanos, que cruzaron los ríos, que batieron al
enemigo, no tenían el monopolio de la cultura, no fueron a las universidades,
no fueron a las escuelas. Lógico y
legítimo habría sido que aquellos hombres que hicieron la guerra hubiesen
pasado a ocupar todos los cargos responsables del Estado (APLAUSOS). Mas no pudieron, no pudieron porque no sabían
muchos ni leer ni escribir. Algún día
podrán prestar, en la obra creadora de la Revolución, el servicio que la injusticia
de un pueblo, donde unos tenían todo y otros no tenían
ni la oportunidad de aprender las primeras letras, les negó. Algún día podrán hacer muchas tareas que hoy
no podrían hacer.
¿Y
hemos tenido que acudir a quiénes en muchas ocasiones? A aquellos que tuvieron el privilegio de
estudiar, y en muchas ocasiones no del todo con espíritu revolucionario. Y eso explica por qué hay fallas y por qué
hay errores, porque unos hicieron la Revolución, unos llevaron la peor carga en
la guerra, y otros han tenido que asumir las responsabilidades sin haber pasado
por aquellas pruebas que pasaron los soldados en la lucha. Y esto demuestra las dificultades con que
tenemos que enfrentarnos, pero demuestra también lo que puede el pueblo, y
demuestra que a la larga la victoria tiene que ser nuestra.
He
insistido en este punto porque dos tareas tienen hoy los trabajadores: Una, la tarea de defender
la Revolución, que es la más importante; dos, la tarea de impulsar
económicamente el país. La más
importante es defender la Revolución, porque sin el Gobierno Revolucionario no
puede haber programa revolucionario. Por
eso lo esencial frente a las amenazas y los peligros es defender la
Revolución. Segundo: el impulso creador de la
Revolución. Solo vaya decir sobre esto
que me produjo extraordinaria admiración ese acuerdo tomado por los
trabajadores de dar su aporte a la industrialización del país. ¡Qué admirable pueblo trabajador es este que
se pone de pie para apoyar una moción que consiste en contribuir con el cuatro
por ciento de sus ingresos a la industrialización del país! (APLAUSOS.)
Eso
indica lo que han aprendido los obreros, eso indica lo que han aprendido los
obreros. Los obreros saben que los
problemas de hoy no son los problemas de antes.
Los obreros saben que los problemas de hoy no son aquellos problemas que
consistían en gobiernos al servicio de patronos y obreros desamparados de toda
protección. Los obreros saben hoy que
tienen en sus manos el gobierno de la nación.
Los obreros saben que este es su gobierno, que los conflictos que
nosotros no resolvemos es sencillamente porque no podemos resolverlos, que los
beneficios que nosotros no les damos es sencillamente porque no podemos
materialmente dárselos. Han aprendido en
menos de un año que los problemas de hoy no son los problemas de ayer; que
nuestros límites, los límites de los trabajadores, no son —como ayer— el
interés con que los gobiernos defendían los privilegios; que el límite a las
ansias de mejoramiento de la clase obrera está en nuestra pobreza de desarrollo
económico, en nuestra incapacidad de producción, en nuestra falta de fábricas,
en nuestra falta de técnica; que el límite al mejoramiento de las condiciones
de vida está, sencillamente, en nuestra actual capacidad de producción.
Los
obreros comprenden que la tarea principal de su gobierno revolucionario es el
desarrollo económico de la nación. Los
obreros han aprendido a comprender estas cuestiones de divisas, estos problemas
de exportación y de importación. Los
obreros han aprendido nuestras realidades económicas: la situación en que dejó la tiranía al
país, los derroches que se habían hecho con sus reservas monetarias. Saben el tremendo problema de que no
produciendo siquiera aquí muchos de los artículos alimenticios, esos artículos
tenemos que importarlos; y saben que la razón fundamental de nuestro interés en
la reforma agraria es porque sabemos que es precisamente el renglón de la
economía donde podemos avanzar con rapidez, como lo demuestra el hecho de que
ya este año vamos a producir un millón y medio más de quintales de arroz
(APLAUSOS), un millón más de quintales de maíz, que ya vamos a producir muchas
caballerías de algodón. Es decir que en
el primer año de reforma agraria la Revolución va a lograr lo que no se logró
en ningún otro lugar del mundo: un aumento en la producción
agrícola. Así empezaremos por producir,
primero, lo que importábamos.
¿Pero
es que el límite nuestro está en producir lo que importábamos? ¡No!
Porque el país está consumiendo hoy más que ayer. Así que tenemos, primera meta: producir aquí lo
que importábamos; segunda meta: alcanzar
el nivel actual de consumo; tercera meta:
alcanzar los niveles futuros de consumo.
Cualquiera
sabe que muchos artículos se han vendido el doble, sencillamente porque en el
campo hay recursos, sencillamente porque más de 70 000 hombres han estado
trabajando en obras; que el Gobierno Revolucionario en seis meses ha invertido
cerca de 100 millones en obras, que equivalen a 100 millones de pesos que se
han puesto en circulación, que han ido a parar a las tiendas de víveres. De ahí nuestra necesidad desesperada de aumentar
la producción agrícola, porque no hacemos nada con poner un peso en
circulación, si ese peso no tiene el equivalente en arroz o en grasas o en
carnes o en tejidos o en zapatos; es decir, en aquellos artículos en que se
gaste el peso del obrero. Porque lo
primero que tenemos que saber es en qué se gasta el peso del obrero, en qué
gasta el obrero su salario, y si queremos aumentar ese consumo del obrero, es
necesario producir; y si queremos llevar a la mesa de cada familia que hoy pasa
hambre o que hoy no tiene trabajo lo que ya está recibiendo la mesa de cada
obrero, eso sencillamente hay que producirlo.
Así,
de muchos artículos se ha estado vendiendo el doble, y desgraciadamente muchos
de esos artículos hay que importarlos, porque en 10 meses no se puede producir
ese déficit.
Sin
embargo, la reforma agraria avanza a toda marcha para satisfacer esas
necesidades. Más carne, más leche, más
huevo, más tejidos, más zapatos, más alimentos, más casas, más playas públicas,
más medicinas que produzcamos, significará más standard
de vida para el pueblo. Porque cada casa
del INAV significará una familia que va a abandonar una casa pobre, una casa
que no es de ella, donde paga una renta, para comprar aquella casa con lo que
pagaba de alquiler, una casa en las magníficas condiciones en que la está haciendo
el INAV. Cada centro de recreo, cada
playa que organicemos, irá a mejorar el standar de
vida de familias que hoy tendrán la oportunidad que no tenían antes, es decir,
la oportunidad de ir con sus hijos 15 días o un mes a las playas. Cada libra de alimentos o de tejidos o de
zapatos que nosotros aumentemos, serán cantidades de tejidos o cantidades de
zapatos que irán a vestir niños que han estado semidesnudos, que irán a calzar
pies que han estado descalzos. En fin,
permitir satisfacción de necesidades que antes no se satisfacían.
Eso
lo sabe el obrero, que el problema nuestro es incrementar la producción de
bienes de consumo y servicios, porque no hay otra fórmula de elevar el standard de vida. Y
que nuestro problema no es un problema de superproducción, sino de subproducción. No
estamos produciendo ni los alimentos ni los tejidos ni los zapatos ni las casas
que necesitamos. Luego se nos plantea el
problema de producirlos. Tenemos un
recurso: los
cientos de miles de pares de brazos que están sin trabajar. Dos brazos constituyen una riqueza, porque
los bienes surgen del trabajo. Son las
manos del hombre las que cosecha, son las manos del hombre las que crean. Cuando pongamos las manos de esos 400 000
ó 500 000 compatriotas que no tienen trabajo, cuando las pongamos a
producir sembrando, o en un taller o en cualquier punto donde puedan prestar un
servicio —construyendo una casa, construyendo una playa—, estaremos
sencillamente creando bienes para el pueblo, bienes que hoy no se crean, porque
esos brazos están ociosos. Los obreros
comprenden que tenemos que poner esa gran riqueza de brazos a producir.
Hoy
el campo amplio donde podemos avanzar más es la tierra. Después y paralelamente, aunque en un ritmo
menor porque requiere de más técnica, de más inversión, porque requiere de
gastos en divisas, iremos desarrollando nuestra industria. Pero nuestra estrategia tiene que ser
sencillamente poner a trabajar todos los brazos; no descansar hasta que el
último desempleado esté haciendo algo, algo útil (APLAUSOS), y tengo la
seguridad de que alcanzaremos pronto esa meta con la contribución de los
trabajadores.
¿Qué
quiere decir esa contribución para la industria? Quiere decir que no van a gastar ese 4% —es
decir, que tal vez lo iban a gastar en algo que venía de afuera o en algo que
se produjera—, porque como tenemos un déficit de producción ese ahorro no se va
a consumir. No van a consumir ustedes
ese 4%, sino que ese 4% lo va a invertir el Gobierno Revolucionario en la
agricultura o en la creación de nuevas riquezas; lo va a invertir sobre todo en
industrias. Es decir que lo vamos a
invertir en fuente de trabajo y de riquezas.
No lo van a consumir, porque nuestro problema ahora es invertir lo más
posible, no consumir lo más posible. Es
decir, que ese 4% de cada peso lo vamos a invertir, pero los obreros van a
recibir su premio con creces.
¿Qué
es lo que va a recibir el obrero a cambio de ese 4% que da para la industria? Como ya les dije una vez, a nosotros no nos
importan mayormente hoy las ganancias de una empresa, porque no se pueden
llevar el dinero del país, ¡no se pueden llevar el dinero del país! Y dinero con que cuente el país, es decir,
divisas con que cuente el país, es divisas que invertiremos en la industria,
¡que invertiremos en la industria sin la menor vacilación! Es decir que esas divisas que están ahí las
invertiremos en industrias.
Esas
ganancias forman parte del ahorro nacional, esas ganancias no entorpecen,
porque es necesario comprender que el problema es un problema en este momento
de ahorro. Es un problema que tenemos
más capacidad de gastos que capacidad de producción. Ese es el problema, analizado en sentido
general, tomando el conjunto de todos los gastos de todas las familias y de la
capacidad de gastos. Por eso tenemos que,
incluso, ahorrar una parte de eso. Si
obtenemos mejoras en el salario, pues ahorraremos más; si obtenemos mejoras en
el ingreso, ahorraremos más. El problema
es comprender que no se trata de disfrutar ahora del fruto de la Revolución,
sino que del fruto de la Revolución vamos a disfrutar después. Cada peso que dé el obrero hoy ya no será
como el peso que da para la reforma agraria o el peso para armas.
Ese
4% equivaldría a un ahorro que el obrero recibirá más tarde con creces, y les
voy a explicar cómo. Vamos a hacer unas
emisiones de certificados de ahorro del pueblo, ya que se trata de que el
pueblo va a asumir la tarea de industrializar. El 4% de ingreso, digamos, durante cinco años
son 200 millones de pesos. ¿Significa
que el obrero pierde esa contribución?
No. El obrero puede llegar a
recibir el doble de lo que entregó, si lo guarda. Esos bonos no podrán cambiarse por dinero
otra vez hasta dentro de cinco años.
Pueden venderse. Valen. Conservarán su valor. Quien los tenga, podrá venderlos; pero su
conveniencia será conservarlos, porque al cabo de cinco años, quien haya
invertido 100 pesos, podrá recibir 141 pesos; al cabo de 6 años, quien haya
invertido 100 pesos, podrá recibir 151; al cabo de 10 años —vamos a suponer un
obrero joven que guarde esos valores— recibiría 200 pesos; y al cabo de 20 años
—quien los conservara durante 20 años— recibiría 400 pesos. Es decir que se le cuadruplicaría ese
ahorro. Ese ahorro se entregará en
certificados de ahorro del pueblo, que van a conservar su valor.
Es
un sistema que implica una serie de ventajas.
¿Por qué? Porque nosotros
queremos que los sacrificios que hoy hagan los obreros los perciban en el
futuro. ¿Se van a beneficiar solo porque
se cuadruplique o se duplique su ahorro?
¡No! Porque el obrero va a
recibir el beneficio del aumento de standard de vida,
porque parejamente con el desarrollo económico de la nación irá elevándose el standard de vida por familia, ya que el obrero empezará a
recibir los frutos con la elevación de su standard de
vida. Al mismo tiempo, se duplicarán o cuadruplicarán
sus ahorros.
¿Por
qué podemos hacerlo así? Porque así como
el problema hoy es un déficit en la producción, dentro de 5, de 10, de 15, de
20 años —es decir, año por año—, utilizando las máquinas, utilizando
maquinarias modernas y las técnicas modernas, el pueblo de Cuba, trabajando,
estará en condiciones de duplicar, de triplicar y de cuadruplicar su
producción. Es decir que nosotros el
peso de hoy podemos convertirlo en 4 pesos en bienes dentro de 20 años, ó 2
pesos en bienes dentro de 10 años. Así
podemos, en la misma medida en que aumentemos la producción, retribuir ese
sacrificio en el doble, en el triple o en el cuádruplo.
Este
es el plan que se va a aprobar. Es
decir, recogiendo esa iniciativa que comenzó por los obreros azucareros,
establecer ese Certificado de Ahorro del Pueblo para entregarlo a cambio de esa
contribución.
Pero
el mérito que tiene esto es que los obreros sean capaces de comprender eso, que
los obreros asuman esa iniciativa. Es decir
que frente a los augurios de los que promuevan, de los que dicen que guardan su
dinero —que su dinero lo guarden, no importa, que guarden su dinero—, los otros van a invertir. Ellos pueden guardar, lo que no se lo pueden
es llevar. Es decir que papeles más,
papeles menos, no afecta. Lo que importa
son las divisas que obtenemos vendiendo nuestros productos, porque de esas
divisas tenemos que comprar combustible para echar a andar nuestras fábricas
mientras no tengamos aquí producción nacional; tenemos que comprar la materia
prima para echar a andar otras muchas fábricas; tenemos que comprar
maquinarias; sobre todo ahora tenemos que comprar alimentos porque no los
producimos aquí. Lo que importa es que
nosotros dispongamos de divisas para comprar ese combustible, materia prima,
alimento, y para comprar las maquinarias, porque las maquinarias no nos las van
a regalar, ni las podemos fabricar aquí; luego tenemos que comprarlas fuera
—eso lo comprende todo el mundo— y hay que pagarlas con lo que nos paguen por
nuestro azúcar, por nuestro tabaco, por nuestros minerales.
De
ahí esa necesidad de ahorrar. De ahí
esas medidas que hemos tomado restringiendo las importaciones de lujo; porque,
naturalmente, si hay que comprar hoy maquinarias agrícolas o fábricas no
podemos estar comprando Cadillacs. Esa es una verdad que ya la entiende aquí
todo el mundo, hasta los mismos que montan Cadillacs
(APLAUSOS).
Nosotros
tenemos que atender qué consume el guajiro, qué consume el obrero. Pues está consumiendo no Cadillacs
precisamente, ni está gastando mucha gasolina porque no tiene automóvil, ni
está gastando muchos perfumes de lujo, ni come bizcochitos venidos de Europa,
ni caramelos venidos de 1 000 kilómetros de distancia, porque cuando va a
comprar caramelos, compra un caramelo que se produce aquí, o un bizcocho que se
produce aquí y que está al alcance de sus recursos. Luego el obrero, el campesino, la familia
humilde, no está gastando en lujos, no está gastando divisas.
Luego,
nosotros, si tenemos que defender la divisa y tenemos que sacrificar los lujos,
los sacrificamos, porque no estaremos sacrificando al pueblo (APLAUSOS). Los lujos que tengamos que sacrificarle a la
gente aquí que ha tenido el privilegio de disfrutar de muchos lujos, los
sacrificamos sencillamente. Así que
desde el Banco Nacional tomaremos las medidas que sean necesarias. Y si hacen falta medidas más enérgicas, las
tomaremos para defender la divisa, porque necesitamos las divisas que no se
pueden estar gastando en lujos.
Naturalmente
que esto implica algunos problemas: la parte del pueblo que trabaja en
esos artículos. Tenemos que acordarnos
de los obreros, pero para esos obreros buscaremos soluciones. En la misma medida en que llevemos adelante
esos planes, buscaremos soluciones para los obreros que han estado dependiendo
de esos artículos de importación. Porque
incluso preferible sería cualquier ayuda —preferible sería mientras no se le
pueda establecer en otro trabajo remunerativo como aquel—, al gasto que
implican las divisas, más el gasto que implica lo que se paga, porque una
compañía que importe 5 millones en automóviles, gasta 5 millones de divisas; si
gana medio millón de utilidades, se lleva otro medio millón de divisas; y si
paga un millón de sueldos, pues entonces una tercera parte de esos sueldos
también se van en divisas, porque el promedio es que de cada peso gastamos 30
centavos en artículos de afuera. Así que
por ese millón que se pagaba en sueldos, se perdían otras 300 000
divisas. Preferible sería perder esas
300 000 divisas, y no las ganancias de la compañía y los 5 millones de
dólares en automóviles. Tengan presente
que aquí se importaban en automóviles 35 millones de pesos todos los años.
Así
que yo quería hablarles de esta cuestión, aprovechar este congreso, porque
considero que es una cuestión importantísima, ya que cuando todos se conjuran y
cuando todos maniobran contra la Revolución, es precisamente del pueblo humilde
de donde nosotros tenemos que esperar toda la colaboración y toda la
ayuda. De lo que los obreros pueden
estar seguros es que sus problemas de hoy no son los problemas de ayer, y que
nosotros vamos a la elevación del standard de vida
verdadero, no con el engaño, no con la política de duplicar salarios y que
parejamente se dupliquen o se tripliquen los precios; porque, por lo general,
en esos casos los precios aumentan más rápidamente de lo que aumentan los
salarios, porque están los especuladores de por medio tratando por dondequiera
de estar escamoteándole el salario al obrero.
Es decir que nosotros no vamos a la demagogia —como ha ocurrido en otros
lugares— de aumentar ingresos y parejamente aumentar precios. Porque cuando hay un déficit en la producción
no se puede dar un equivalente a ese aumento, y lo que se produce son aumentos
de precios y trastornos dondequiera.
Estas
son las cosas que tenemos que ver. Y el
pueblo tener la seguridad de que estamos atentamente velando sus intereses, que
estamos haciendo lo más que podemos hacer y que necesitamos la mayor
colaboración del pueblo, conscientes de que estamos luchando solo por el
pueblo.
Nosotros
no luchamos por intereses particulares de nadie, ni luchamos por privilegios de
nadie. ¡Nosotros aquí, desde el primer
minuto, hemos estado y estaremos luchando por el pueblo exclusivamente! (APLAUSOS.)
Así
que son esas dos tareas:
la tarea política de los trabajadores y la tarea económica de los
trabajadores.
En
el ministerio está un compañero que se esmerará por resolver cuanto antes todos
los problemas que se puedan resolver (APLAUSOS).
No
nos importa que tiemblen los que tengan que temblar. ¡Que tiemblen!, porque ellos tienen la culpa
de que tengamos que acudir a organizar a los trabajadores (EXCLAMACIONES). No nos importa que tiemblen, no nos importa
que se preocupen; en definitiva, esta es una medida que ellos, con su
inconsecuencia y con sus campañas contrarrevolucionarias, nos obligan a tomar.
Ahora,
¿por qué podemos nosotros entrenar y preparar a los obreros y a los
campesinos? ¿Por qué podemos darles
armas? ¿Y por qué ningún otro gobierno podía
hacer eso? Por una razón bien
sencilla: los otros gobiernos
necesitaban un ejército bien entrenado y pagado, divorciado del pueblo, para
poder defender los latifundios, para poder defender los intereses y defender
los privilegios.
¿Quién
les iba a dar armas a los guajiros con tantos latifundios? Nadie.
Lo que se necesitaba eran soldados para defender los latifundios de los
latifundistas y darle planazos al guajiro.
Y si al guajiro incluso se le soltaba un caballito y se metía en un
cañaveral, se llevaban preso al caballo y después se llevaban preso al
guajiro. Claro, toda esa organización
militar era para defender esos intereses.
Hoy
es al revés: nosotros
les hemos dado los latifundios a los guajiros y les tenemos que dar
entrenamiento y armas a los guajiros para que defiendan los latifundios
(APLAUSOS). Y lo mismo con los
obreros. Nosotros hemos reivindicado los
derechos de los trabajadores. Nosotros
hemos llevado a la clase trabajadora al nivel que hoy ocupa de orden político,
con el destino del país en sus manos.
Hemos convertido el sector trabajador en el sector decisivo y
preponderante de la vida política del país, y esos derechos tienen que
defenderlos los trabajadores.
¿Quién
les daba antes entrenamiento a los trabajadores? Nadie les hubiera dado entrenamiento, porque lo
que necesitaban era tener un ejército, tener una policía represiva y tener
muchos esbirros para mantener a los trabajadores en el terror. Y nosotros, que hemos reivindicado y hemos
liberado a la clase trabajadora, lo que tenemos es que darle fusiles para que
se defienda de los esbirros y se defienda de los que quieren arrebatarle sus
derechos (EXCLAMACIONES y
APLAUSOS).
Es
decir que el hecho en sí mismo define esta Revolución y explica el porqué
nosotros sí... Ahora, ¿por qué no
quieren los privilegiados que les demos fusiles a los trabajadores ni
entrenamiento? ¿Por qué protestan? ¿Por qué murmuran? ¿Por qué se roen las entrañas? Porque saben lo que significa contar con los
campesinos y los obreros entrenados para defender la Revolución, porque eso
significa un abur a todas las esperanzas de volver
aquí a establecer el imperio de sus privilegios (APLAUSOS).
¿Qué
quieren ellos? Ejércitos como el de
antes. ¿Para qué? Para ver si encuentran un traidorzuelo como
el de Camagüey, para ver si logran virar un cuartel contra la Revolución (EXCLAMACIONES).
Ahora,
¿qué será el obrero? No será un soldado
profesional. Tendrá al soldado rebelde,
con plena conciencia revolucionaria, como la parte técnica, en el manejo de
armas especiales; pero la defensa esencial de la Revolución, la defensa
medular, estará en lo obreros y en los campesinos. Ese obrero no cobra: cobra su trabajo, vive de su trabajo,
no es profesional. Sencillamente, cuando
hace falta defenderla y se le llama, marcha al frente, o marcha donde tenga que
marchar a defender la Revolución. Es
decir que es algo gratuito; es la defensa espontánea, por el pueblo, del
gobierno. Antes confiaban esas tareas a
minorías armadas, amaestradas, corrompidas, para que fueran defensoras de los
privilegios, de los latifundios y de los grandes intereses frente al
pueblo. Ahora es al revés: si el gobierno es
del pueblo, pues sencillamente el pueblo es quien tiene que defender al
gobierno (APLAUSOS).
Claro,
ese obrero será el mejor soldado, como ese campesino en su cooperativa: vive de su trabajo,
no tiene aspiraciones de vivir quitándoles a los demás, sino de vivir de su
trabajo y defiende ese derecho, porque no quiere que le quiten su tierra, no
quiere que le quiten sus tractores. El
obrero no quiere que le quiten sus derechos, no quiere que le quiten sus
reivindicaciones, no quiere que le quiten el papel preponderante que hoy
desempeña en la vida pública del país.
Por eso tiemblan.
A
ver, ¿cuántos escritorzuelitos de esos han escrito a favor de que entrenemos a
los obreros? ¡Ninguno! ¿Por qué?
Porque saben que ese es el abur de las
esperanzas de volver aquí a mantener sus privilegios.
¿Qué
significa eso? Pues significa
sencillamente que tendrán que pelear muy duro, y es sencillamente lo que les
decimos aquí con toda serenidad. Ellos
vienen con sus artes y sus mañas a dañar la Revolución, a tratar de
debilitarla, a tratar de derrocarla; invocan, nos acusan de las mismas
acusaciones que nos hacen los trujillistas y los criminales
de guerra; tratan de que el extranjero intervenga. Y nosotros les decimos: Bueno, pero lo que se van a encontrar
aquí es al pueblo armado, lo que se van a encontrar aquí es que cada casa y
cada rincón de Cuba va a ser una trinchera y una fortaleza, y que detrás de
cada árbol se va a combatir (APLAUSOS).
Es lo único que les advertimos: Sigan jugando a la contrarrevolución,
sigan fraguando y sigan planeando. Que
no crean que va a ser esto ningún merengue, que no
crean que esto va a ser ningún paseo.
Que sepan que van a tener que recoger el polvo de su suelo anegado en
sangre, como decía Maceo (APLAUSOS).
Y
eso es bueno que lo sepan, ¡que lo sepan! Lo decimos muy serenamente y sin exaltarnos y
sin apasionarnos y sin perder los estribos.
Ellos saben que están haciendo uso y hasta abuso de la paciencia de
todos nosotros; pero nosotros dijimos que cuando se nos acabara la paciencia,
buscábamos más paciencia, y cuando se nos volviera a acabar la paciencia,
buscábamos más paciencia.
Así
que el problema es que ellos están por la libre dedicados a provocar, dedicados
a crear... Hay quienes afirman por ahí
que van a estar fastidiando hasta que les clausuren el periódico. ¡Bueno, ya veremos si los periódicos se les
clausuran solos! Porque puede ser que pierdan
anuncios, puede ser que llegue un momento dado incluso aquí en que nosotros
digamos que no compramos los productos que están sosteniendo los periódicos de
la contrarrevolución (EXCLAMACIONES y
APLAUSOS). Dicen que hasta que los
clausuren en eso están. Así,
conscientes, provocadoramente.
Ellos
saben que han cometido verdaderos actos delictivos. Con el caso del compañero Camilo Cienfuegos
lo que cometieron no fue un abuso ya, fue un crimen lo que hicieron; fue no
solo un delito, fue una desvergüenza, porque llegaron aquí a publicarse
insinuaciones de los cables internacionales, llegaron a insinuar el veneno,
llegaron a querer sugerir imputaciones que son algo más que un crimen,
compañeros. Y esas cosas ustedes
las saben, porque ustedes las han leído, y tienen que comprender lo doloroso
que tiene que haber sido para todos nosotros que se haya estado así, tan
criminalmente, tratando de tergiversar el pensamiento y la conducta de nuestro
compañero y nuestro hermano Camilo Cienfuegos, que lo hayan tratado de usar
para insinuar acusaciones contra otro compañero (APLAUSOS). Lo han estado haciendo desfachatadamente
dentro y fuera.
Pero
nosotros aquí, sencillamente con la verdad en la mano, podemos
enfrentarnos. ¿Por qué? ¡Porque no podrá nada ni nadie venir a
chantajear al gobierno de la verdad y de la Revolución! (APLAUSOS.)
¡El chantaje quedó atrás, el chantaje quedó atrás! Y si insisten en provocar, ¡que
provoquen! Si insisten en injuriar, ¡que
injurien! Si insisten en alentar campañas
contrarrevolucionarias, ¡que las alienten!
¡Eso no nos importa! Ellos sabrán
dónde está el límite. Ellos sabrán hacia
dónde los conducen sus descabelladas actitudes, porque si conducen a un sector
del país a pelear contra los obreros y los campesinos, ¡se estrellarán contra
los obreros y los campesinos!
(APLAUSOS.) Si conducen al
extranjero a atacarnos, ¡se estrellarán contra la resistencia del pueblo cubano! (APLAUSOS.)
Así
que solo ellos determinarán las consecuencias de sus actos. Nosotros lo único que podemos decir es que
actuaremos con ecuanimidad, con calma, con toda la paciencia que sea
necesario. Pero eso sí: con la seguridad más completa de que
vamos a defender la Revolución —¡completa!—, y de que la vamos a
defender bien defendida. Y en cada
momento como sea necesario defenderla, la defenderemos.
Esa
es la duda que nuestros enemigos no pueden tener. Por su propio engaño y hasta por su propio
bien, que no alberguen la duda de que nosotros la Revolución la defenderemos;
que no llegarán a ninguna parte; que, sencillamente, mientras más intriguen,
más alerta tendremos al pueblo y más le predicaremos al pueblo para que
comprenda estas verdades que son elementales, y esté claro y sepa por dónde
viene cada uno de estos descarados cuando viene aquí insinuando su veneno
contrarrevolucionario y hablando de mentiras y mentirijillas
de todas clases.
¡Y
hasta se llaman demócratas! ¡Democracia
es esto! ¡Democracia es este congreso
obrero, estampa viva de la democracia, representación de los obreros! (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.)
La
democracia que defienden ellos son sus privilegios, la democracia que defienden
ellos son sus monopolios, la democracia que defienden son sus sinecuras.
¿Cómo
no escribían ayer contra esos dirigentes impuestos en los sindicatos? Porque a ellos les convenía ese dirigente
impuesto que servía para defender intereses y privilegios. ¡Ah!, combaten esta Revolución que adopta una
verdadera política democrática en los sindicatos, que practica la política de
liberar al pueblo, que practica la política democrática de llevarle cultura a
nuestro pueblo, que libera a nuestro pueblo, que lo lleva a una vida superior
de cultura sin la cual no puede haber libertad.
Defienden la mentira de una democracia que no es democracia sino el
imperio de los latifundistas sobre los guajiros hambrientos que vivían en las
guardarrayas (APLAUSOS); el imperio de un ejército mercenario, el imperio de un
ejército mercenario y abusador, corrompido, alquilado a los grandes intereses,
alquilado a los centrales, alquilado a las grandes fincas; un ejército
perseguidor de obreros, un ejército perseguidor de campesinos. Esa es la democracia que ellos defendían, y
no esta democracia de un ejército del pueblo que no persigue a su hermano
campesino, que no persigue al obrero, que no comete una injusticia (APLAUSOS).
Lo
que ocurre es que ellos entienden una cosa por democracia, y nosotros
entendemos por democracia otra cosa.
Ellos entienden por libertad el derecho al chantaje, el derecho a
venderse al mejor postor. Llaman incluso
libertad de prensa a un sistema donde trabajan 300 y nada más puede escribir
uno, porque la verdadera libertad sería que todos los periodistas recibieran el
salario que merecen por trabajar en los periódicos, y además tuvieran derecho a
escribir libremente en los periódicos.
Porque es una censura la que les imponen a los periodistas que quieren
emitir su opinión, y cuando no es la opinión del señor dueño del periódico,
entonces ese periodista no tiene libertad de expresión. Se pasan hablando en los editoriales de
libertad de expresión, mientras les niegan a los periodistas el derecho a
emitir libremente su opinión en un órgano donde trabajan muchos, donde trabajan
200 y trabajan 300 y solamente uno tiene derecho a escribir y hablar. A eso le llaman democracia.
Así
que estos señores extranjerizantes que defienden consignas extranjeras, que se
aferran a mentiras extranjeras, que defienden monopolios extranjeros, que
defienden privilegios extranjeros, que defienden mentiras extranjeras, que están
combatiendo a una Revolución que está precisamente liberando al pueblo,
defendiendo la patria cubana, esos señores son cualquier cosa menos demócratas,
aunque ellos agarren banderolas de seudodemocracia
para pintarse puros.
Dígase
la verdad al pueblo. Basta de mentiras y
de mentirijillas, basta de truquitos y de palabrería
hueca y de palabrería barata. ¡Democracia
sin pan no es democracia! ¡Democracia
sin libros y sin maestros no es democracia!
¡Démosles libros a los campesinos, démosle pan al pueblo! (APLAUSOS.)
Bastantes
responsabilidades tienen ya en haber mantenido al pueblo en la ignorancia de
las cuestiones más importantes de la economía.
Y mantenían al pueblo en la ignorancia de las cuestiones de la economía,
porque les convenía que el pueblo fuese ignorante de esas cuestiones para poder
mantener sus privilegios.
Bastante
responsabilidad tienen en lo que han engañado al pueblo. Si al fin y al cabo, habían campeado por sus
respetos siempre, si al fin y al cabo se habían salido con la suya, si al fin y
al cabo las lágrimas de los cocodrilos y los golpes hipócritas de pecho y la
palabrería barata les había servido para medrar en un medio confuso, no van a
medrar en medio de un pueblo al que se le dice la verdad sin miedo a nada ni a
nadie. Porque, entre otras cosas, los
revolucionarios no son solo los que dicen que son revolucionarios, sino los que
tienen una actitud mental frente a la vida, los que tienen una actitud mental
revolucionaria frente a las mentiras tradicionales que se les predican a los
pueblos. Ser revolucionario es tener una
actitud mental frente a esas realidades, y tener además el valor de enfrentarse
a ellas.
Han
lidiado con hombres inmorales a los que no se les podían enfrentar, porque como
ladrones o como malversadores o como viciosos no tenían moral para discutir con
esos descarados. Pero aquí ha llegado la
hora en que tendrán que enfrentarse a un pueblo con conciencia revolucionaria y
a líderes que llevan por delante su conducta limpia, su moral, sus principios y
sus ideales (APLAUSOS); porque si hemos empeñado nuestras vidas en esta obra
revolucionaria, la hemos empeñado de verdad, y la hemos empeñado todos
nosotros. Y cuando cualquier compañero
habla, se le ve que está hablando sencillamente con esa convicción absoluta de
que ha empeñado su vida, y que nosotros todos podemos decir aquella Canción del
Pirata:
“Y
si caigo, ¿qué es la vida?
por
perdida ya la di,
cuando
el yugo del esclavo
como un
bravo sacudí” (APLAUSOS).
En
definitiva, no han sido en balde los esfuerzos que ha hecho el pueblo ni los
sacrificios que ha hecho el pueblo, y si los hizo una vez para conquistar el
poder revolucionario, lo hará cuantas veces sea necesario para defenderlo. Esa es la disposición de todos nosotros. En esto estamos y aquí sabremos cumplir con
nuestro deber hasta el día en que el destino nos señale que tengamos que
cumplirlo, sin arredrarnos ante las dificultades.
A
cada mal le iremos aplicando su remedio, y si surgen pandillas de niños “fistos”,
les aplicaremos el trabajito en la Ciénaga de Zapata, o en Cayo Largo
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS), para que aprendan a respetar a las mujeres, para
que aprendan a respetar el pudor y el decoro de las mujeres, para que aprendan
que la vida es algo más duro y la vida es algo distinto a tener que estar de
holgazanes recibiéndolo todo de sus papacitos, incluso los malos ejemplos; para
que aprendan en el trabajo que en la vida todo hombre tiene obligación de
contribuir con los demás con su esfuerzo y tiene la obligación de ser útil. Y si los ricos se ponen a conspirar; es
decir, si estos señores que están contra las medidas revolucionarias, por lo
que sea, se ponen a conspirar, dictaremos —como vamos a dictar— una ley que
establezca la confiscación de los bienes a los que resulten condenados por
delitos contrarrevolucionarios (EXCLAMACIONES y
APLAUSOS), para que sepan que no es tarea tan fácil destruir el poder
revolucionario como se imaginan.
Y
cuando quieran juntarse todos, los resentidos, los rezagados, los que se
quedaron en la mitad del camino, los traidores; cuando se quieran juntar, que
se junten de una vez, nuestras líneas de batalla están desplegadas y en ellas
están alineados los obreros, los campesinos, las Fuerzas Armadas
Revolucionarias y todos los cubanos que sepan entender los intereses de la
patria por encima de privilegios o intereses particulares (APLAUSOS).
Así
que esa es nuestra posición, y mientras más definan ellos sus campos, más
definiremos nosotros los nuestros; y mientras más se agrupen ellos, más nos
agruparemos nosotros; y mientras más entrenen a sus huestes en la mentira, más
entrenaremos nosotros al pueblo en el modo de defender su Revolución. En definitiva, ese es nuestro destino y es el
destino de nuestra patria, y tenemos que velar por él y tenemos que saber
defenderla y tenemos que tener conciencia de este minuto histórico y estar
claros, porque los errores de hoy tendríamos que pagarlos mañana muy caro, las
vacilaciones de hoy tendríamos que pagarlas muy caro mañana.
Y
por eso, serenamente y sin vacilaciones y sin miedo a nadie —porque quien predica el miedo es un
contrarrevolucionario, quien predica el miedo está predicando la perdición del
pueblo—; serenamente y con una clara conciencia revolucionaria, firmemente
unidos en la defensa de un interés y un ideal común, estaremos prestos a librar
todas las batallas que sean necesarias.
Y
con esa misma serenidad podemos decir que ninguna maniobra extranjera podrá
prosperar aquí. Con la misma
tranquilidad podemos decir que a nadie le debe caber duda de lo que el mundo
sabe: ¡Que
nosotros sabremos defender nuestra patria, y con ella nuestra Revolución, y con
la Revolución a nuestro pueblo, hasta la última gota de sangre de todos los
hombres que tengan vergüenza en nuestra tierra!
(APLAUSOS.)
y con estas
palabras, con la seguridad de que este será un congreso ejemplar, con la
seguridad de que todos los problemas serán resueltos con espíritu de
fraternidad revolucionaria; que será electa una firme dirigencia de los
trabajadores, que los líderes —que son los oficiales del ejército de los
obreros— se irán más firmes aún en su decisión de defender la Revolución,
marchar de acuerdo con ella y trasmitir ese sentimiento a todos los
trabajadores, que se irán convencidos de la gran tarea y de la gran
responsabilidad que tienen por delante; seguros de que este congreso será un
congreso digno de los sacrificios que ha costado, finalizamos con aquella
consigna que fueron las palabras finales del compañero Camilo Cienfuegos: “No nos arrodillaremos ante nadie, y si nos
arrodillamos alguna vez será solo ante nuestros 20 000 muertos para
decirles: ¡La Revolución se ha hecho!”
(OVACION)