DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA CLAUSURA
DEL X CONGRESO TEXTIL, EL 22 DE JULIO DE 1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER
MINISTRO)
Compañeros textileros:
Es
difícil ...(APLAUSOS y
EXCLAMACIONES). Decía que era difícil
hoy coordinar tantas ideas como las que pueden expresarse aquí, en un ambiente
como este.
En
primer término, siempre me han gustado las cosas claras y sencillas. Yo soy, por temperamento, enemigo de estas
situaciones en que parecería como si uno quisiera hacerse de rogar
(EXCLAMACIONES DE: “¡No,
no!”).
Creo
que los que han observado nuestra manera de actuar en todas las circunstancias,
saben que somos enemigos hasta del protocolo, que somos enemigos de las
solemnidades, que somos enemigos de todo lo que no sea una forma de proceder lo
más sencilla y lo más humilde posible. Y
por eso digo que se le tiene que hacer desagradable a alguien, que se vea en la
situación en que me encuentro en estos momentos, por esa misma manera de ser,
que no se ajusta a esas situaciones.
Casi para mí habría sido hasta más cómodo, si se quiere, haberme
mantenido todos estos días lo más discreto posible, un poco marginado de los
actos públicos, precisamente para evitar estas situaciones.
Yo
no quise dejar de asistir aquí porque también me era sumamente doloroso —dado
el hecho de haber estado ustedes esperando este acto desde hace muchos días,
haberlo suspendido en numerosas ocasiones, haberles prometido venir aquí— saber
el esfuerzo que hicieron recogiendo fondos, comprando tractores; saber también
que este ha sido uno de los sectores en que la Revolución ha podido obtener más
prontamente un progreso visible, que es además uno de los sectores que tiene
más porvenir en nuestra industria nacional; recordar en cada una de las
manifestaciones públicas la concurrencia del sector textil, como en aquel acto
del 22 de marzo y en los demás actos, que ha sido uno de los sectores que más
nutridamente ha concurrido a todos los actos, y verme casi en esa situación de
que pudiera parecer un agravio si no concurría a este acto de hoy y dejarlos
virtualmente esperándome aquí.
Se
me hacía todavía más difícil la situación si tenía en cuenta que los
estudiantes también efectuaron un congreso y otro acto el pasado lunes en este
mismo local, y, debido al estado de ánimo en que me encontraba, le pedí al
Ministro de Educación que viniera y me excusara. Todo ello, naturalmente, me situaba en
posición contradictoria. Quizás lo mejor
para mí, o para mi ánimo, hubiera sido no asistir; sin embargo, me era extraordinariamente
doloroso dejarlos esperando y fue por esa razón que hice un esfuerzo en venir
hasta aquí. De todas formas, sí le echo
de menos a la circunstancia de que desde hace seis meses venimos trabajando sin
descanso en esta tarea revolucionaria.
Algunos
me han preguntado si no es motivo de satisfacción ver la actitud del pueblo, el
respaldo del pueblo, la confianza del
pueblo y la solidaridad que de manera excesivamente generosa está mostrando
en esta situación.
Mi
respuesta invariablemente es que mucho más hubiera deseado que no hubiese sido
necesaria esa prueba de parte del pueblo, que mucho mejor habría sido para
nosotros haber continuado trabajando sin afrontar estos contratiempos que no
solo interrumpen el esfuerzo, distraen la mente, distraen las energías, sino
que también resultan sumamente amargos, porque hemos venido sufriendo una lucha
desde hace seis meses contra todas las calumnias, contra todos los planes de
nuestros enemigos, contra todas las campañas y contra todas las maniobras.
Lo cierto es que firmemente la nación cubana y los
revolucionarios cubanos han venido luchando contra todos los obstáculos y han mantenido muy en alto la dignidad y el
honor de la nación, y se han mantenido muy firmes en sus principios revolucionarios,
sin vacilar ante nadie y ante nada (APLAUSOS).
Cada día esa postura de la nación cubana se hace más evidente, y puesto
que en esta lucha contra todas las campañas, contra todos los procedimientos
que el enemigo usa, hemos tenido que actuar con una rectitud absoluta, con una
claridad absoluta, hablándole siempre al pueblo con una franqueza absoluta,
como un medio, como el único camino recto, como la única política correcta, a
fin de contrarrestar todas esas campañas —que ustedes saben tan bien como yo
que desde el Primero de Enero solo han tendido a crearle dificultades a la
Revolución, a tratar de sembrar la duda en nuestros compatriotas, porque saben
perfectamente que la fuerza tremenda con que cuenta la Revolución en el pueblo
es muy difícil derrotarla (APLAUSOS)—, ha sido necesario librar una tremenda y
cuidadosa lucha, salirle al paso a cada maniobra, a cada intriga, salirles al
paso a los enemigos declarados y a los enemigos encubiertos, a los que nos combaten
de frente y a los farsantes que gozan de poner una palita de cal y una de arena
y no están más que velando siempre la oportunidad de poner en la balanza todo
lo más negativo que puedan contra la Revolución y, para no buscarse la
enemistad del pueblo, de vez en cuando ponen un granito de arena en la balanza
a favor de la Revolución.
Como
la única manera de poder contrarrestar todo eso ha sido actuar —como decía— con
una claridad absoluta en todas las cuestiones, es por lo que situaciones como
esta tienen que producir en nosotros esa preocupación y ese estado, si se quiere,
de aflicción. ¿Por qué? Porque es doloroso que el enemigo pueda
esgrimir armas contra nosotros; porque es doloroso que se pueda aprovechar de
cualquier circunstancia para tratar de sembrar la duda y la desconfianza en el
pueblo, a tratar de abrir una brecha en la fe que el pueblo tiene en la
Revolución. Es doloroso porque
forzosamente tenemos que ser previsores y conocemos muy bien a todo el mundo
aquí, porque no solamente conocemos a los descarados de afuera, sino a los
descarados de aquí adentro (APLAUSOS) que han estado, naturalmente, tratando de
nadar con la corriente, mientras no le quede otro remedio; que han usado la
táctica incluso de pasarse como simpatizantes de la Revolución, esperando solo
la menor oportunidad de herirla y debilitarla.
Y
así, por ejemplo, hoy —y ojalá el señor Presidente, que está en una
comparecencia, pudiera plantear esta cuestión allí—, un señor periodista
publica con un título verdaderamente insolente —un señor que confunde el
humorismo con la grosería muchas veces, que se llama Carlos Robreño—,
en los momentos en que el nuevo Presidente de la República, designado porque es
un hombre moral, porque es un verdadero revolucionario, porque ha trabajado en
la confección de todas las leyes de la Revolución sin una sola vacilación
(APLAUSOS), en los momentos en que para salir de la crisis es designado por el
Consejo de Ministros y lo primero que hace es rebajarse el sueldo de 12 000
pesos a 2 500 pesos, y no se lo rebajó más porque no se lo permitió el
Consejo de Ministros; en los momentos en que el nuevo Presidente tiene el gesto
de salir de Palacio y llegar a la Casa de Beneficencia, donde hay cientos de
niños huerfanitos, para ofrecerles un millón de pesos de ahorro de los
presupuestos de Palacio (APLAUSOS), y en los momentos en que ese nuevo
Presidente, borrando toda esa costumbre del pasado, lo primero que hace es
ratificar que su señora esposa continuará desempeñando el cargo modesto que
tenía en el Ministerio de Educación (APLAUSOS), y que, además, no va a vivir en
el Palacio, sino que va a continuar viviendo en su casa como cualquier
ciudadano; en ese preciso instante, en ese instante en que se producen cosas
nunca vistas en nuestra patria, en que por primera vez nuestro pueblo contempla
un ejemplo semejante en más de 50 años de seudorepública
(APLAUSOS), en el momento en que los enemigos de Cuba están tratando de sembrar
la cizaña y la insidia sobre la crisis que dolorosamente tuvimos que sufrir
como una verdadera desgracia, porque no la deseaba nadie y, sencillamente, nos
vimos en la necesidad de tener que afrontarla como tendremos que afrontar todos
los problemas que se presenten al país (APLAUSOS); en ese momento, a este señor
no se le ocurre sino escribir un artículo indecente que titula “Cambio de
cucharas” (ABUCHEOS). Se trata,
sencillamente, de una historieta de mal gusto de este señor que hace un cuento
y lo termina diciendo que un cliente que llegó a un restaurante pide un menú,
una amplia cartulina en la cual aparecen escritos los platos del día...
(LEE).
Este
es el momento que este señor escoge para hacer estos chistes en que confunde la
grosería con el humorismo.
Para
empezar —porque, en definitiva, no es este el único articulito que ha aparecido
en estos días un poco insinuante y que van a estar apareciendo hasta el día en
que aquí tengamos que decir unas cuantas verdades más en este país (APLAUSOS)—,
desenmascaremos aquí a todos los farsantes y a todos los descarados (APLAUSOS)
que han estado aquí viviendo del chantaje y viviendo del truco y viviendo del
atraco, envenenando las conciencias y confundiendo al país, usando la única
arma, porque nosotros no nos vamos a querellar contra nadie, nosotros lo que
los vamos a desenmascarar como se merecen ante la opinión pública (APLAUSOS).
y es el caso
que este señor, en la misma sección y el mismo día en que de manera tan
insólita se expresa del señor Presidente de la República, del nuevo Presidente
que escoge el Consejo de Ministros con beneplácito de la nación para resolver
una crisis (APLAUSOS), expresa: “Mañana
miércoles a las diez y media de la noche, en el programa Telemundo
Pregunta, que se trasmite por el Canal 2 de Televisión, interrogaremos,
formando parte de un panel de periodistas bajo la moderación de Alfredo Núñez Pascual,
al señor Presidente de la República, Dr. Osvaldo Dorticós
Torrado. El acto será producido en el
Palacio Presidencial.” Es decir que en
la misma Sección en la que anuncia que al día siguiente entrevistará al
Presidente de la República, escribe este artículo indecente que es un verdadero
insulto y una verdadera ofensa a la sensibilidad del país (APLAUSOS).
Estas
cosas explican un poco el porqué de nuestras actitudes, porque es muy triste
que después de todos los sacrificios que se han hecho por nuestro país, después
de la conducta que han tenido aquí los revolucionarios, después de los
sacrificios que han hecho, de las pruebas de entereza, de decencia, de honradez
y desinterés que han dado, es muy doloroso que esos intrigantes, que les están
haciendo el juego a los peores enemigos de nuestra patria, puedan aprovecharse
de estas circunstancias para tratar de confundir al pueblo y de debilitar la fe
del pueblo; porque hay un gusto que quisieran darse, que es el gusto que no se
van a dar: el gusto de que nosotros nos
pareciéramos a los gobernantes del pasado, el gusto de que frente a una
situación semejante hubiésemos mandado un tanque al Palacio Presidencial en vez
de hacer lo que hicimos que fue denunciar esos hechos ante el pueblo, renunciar
previamente al cargo para tener fuerza moral y para poder hacerlo dentro de la
Ley, acudir a la opinión pública que es a la única que nosotros acudimos porque
podemos acudir a ella (APLAUSOS) y dejar enteramente en manos de ese señor que
decidiera, que hiciera un gabinete si quería y si tenía con quién hacerlo. O sea, ni siquiera pedirle la renuncia,
porque plantearon que yo la pidiera y dije: No la pido porque no caigo en esa
trampa. Por tanto, el procedimiento fue
tan limpio, tan democrático, que todo el pueblo, todos y cada uno de los
ciudadanos lo presenciaron.
No
era una crisis que se resolviera a puerta cerrada, en conciliábulos. Por primera vez, posiblemente, en los
problemas y en las crisis de nuestro país, no intervino ningún país extraño
aquí; fue, entre otras cosas, una crisis resuelta por los cubanos, por el
pueblo de Cuba, y era lógico que se produjera aquel desenlace, porque es
virtualmente imposible que nadie en aquellas circunstancias osara continuar
ejerciendo el poder sin el apoyo de la opinión pública. Véase si aquel día se movió un solo soldado,
véase si se acudió al menor acto de fuerza, y todo se resolvió en medio del
procedimiento más democrático que pueda concebirse; tan democrático, tan limpio
como en ningún país del mundo se ha visto nada semejante (APLAUSOS).
Naturalmente
que para resolver en esa forma aquella situación no le quedaba otra alternativa
al Primer Ministro que renunciar al cargo, porque haber procedido de otra forma
era haber hecho lo que deseaban nuestros enemigos y no se puede hacer jamás lo
que conviene a los enemigos de la Revolución (APLAUSOS). No quedaba, por tanto, otra alternativa, y lo
hice conscientemente, y lo hice —como lo expliqué a algunos compañeros—
dispuesto a estar fuera del cargo el tiempo que fuese necesario. O sea que no procedí de manera mezquina, no
procedí como quien inventa algo para deshacerse de algo y actuar sin
obstáculos. Puse el problema en manos
del pueblo, y la única manera de poder hacerlo era renunciando previamente al
cargo (DEL PUBLICO LE DICEN:
“¡El pueblo quiere que vuelva!” y APLAUSOS), pensando muy
seriamente no en retirarme de la Revolución, porque de esta Revolución no me
retiro ni me puede retirar nadie (APLAUSOS).
Para
mí la Revolución no es el cargo. El
cargo puede facilitar; efectivamente, puede ayudar una mejor coordinación, pero
la Revolución no es el cargo. Cuando la
empezamos a hacer no teníamos ningún cargo.
Esta Revolución no se empezó a hacer el Primero de Enero, se empezó a
hacer desde el 26 de Julio —desde antes, desde que se compró el primer rifle
para luchar por la libertad del país—; no el Primero de Enero, el Primero de
Enero se libró una etapa (APLAUSOS). Y
para sentar las bases de esta Revolución no hicieron falta cargos, ni siquiera
nombres, ni siquiera títulos; porque líderes aquí había muchísimos, hombres
renombrados y encumbrados había muchísimos, y, en definitiva, esto no fue una
cuestión ni de cargo, ni de nombre, ni de publicidad, ni de popularidad: fue sencillamente una idea, y fue
sencillamente un propósito, y fue sencillamente una voluntad de cumplir ese
propósito, por grandes que parecieran los obstáculos y por grandes que parezcan
hoy. Desde luego que no pueden parecer
tan grandes como el 26 de Julio o el día que desembarcamos en la playa Las
Coloradas, creo que hemos adelantado un trecho desde entonces acá; luego, se
explica perfectamente que para nosotros la Revolución no crea una cuestión de
cargo, porque hay muchos cargos, hay muchos trabajos que hacer aquí, en donde dedicar
la misma energía que se estaba dedicando desde un cargo determinado.
En
definitiva, el cargo mío no ha sido el de Primer Ministro, ha sido el de estar
desviviéndome por resolver infinidad de problemas de todas clases, no solo los
que se relacionan con un cargo determinado, y como en definitiva, no me cuesta
nada renunciar a un cargo; como, en definitiva, me importan muy poco todos los
cargos; como, en definitiva, me puedo dar el gusto de renunciar a todos los
cargos del mundo (APLAUSOS), porque en mi mente el cargo no es la Revolución
—en mi mente, desde que empecé, habiendo tenido que recorrer uno por uno todos
los escalones de la lucha, desde ir a pedir 100 pesos para comprar fusiles a
alguien que a lo mejor se creería que lo quería para robarlo cuando empezamos a
organizar lo del Moncada hasta la cárcel, donde se nos trataba peor que a un
preso común, la prisión en el extranjero y, en fin, cuantas vicisitudes se pueda
nadie imaginar para llevar adelante la Revolución, no para ocupar cargos, el
cargo lo vine a ocupar porque me lo impusieron las circunstancias, no porque me
importara—, en definitiva, si los cargos no son los que importan, en esas circunstancias
tiene que ser duro para un hombre que ha tenido una manera de actuar muy clara
y que no le han importado los cargos, que puedan los intrigantes, los enemigos
de la Revolución, presentarme como un ambicioso, o presentarme como un señor
que quiere estar en el “jamón” o cosa por el estilo (APLAUSOS).
Empezando
porque ningún cargo es hoy un “jamón” para nadie aquí, porque cualquier cargo
hoy es hueso puro y hueso duro para un revolucionario (APLAUSOS). Y si había un cargo que lo quisieron
convertir en “jamón”, ya ese procedimiento, ese procesamiento del cargo público
cesó. Así que los cargos para nosotros
son lugares de sacrificio, y sería triste que encima de eso se creyera que aquí
algunos de nosotros está aspirando a cargo, o que acudimos a procedimientos
para librarnos de obstáculos, cuando todo el mundo tiene que comprender que a
nadie más que a nosotros nos puede haber dolido el que se haya producido ese
pequeño lapso y ese incidente en la Revolución.
Porque cuando se está trabajando en algo, y cuando de verdad se quiere
lo que se está haciendo y de verdad hay fe en lo que se está haciendo, lo menos
que quiere el hombre es ver interrumpido ese trabajo. Cuando la mente humana se embarga por
completo en algo, no quiere que se le distraiga en ningún otro sentido, y esto
venía a ser una distracción, venía a ser arma para el enemigo, como efectivamente
el enemigo se ha aprovechado del incidente.
Por
ejemplo, ya usted se encuentra declaraciones diciendo que yo soy un dictador y
que en cualquier lugar en que esté sigo siendo un dictador, sencillamente,
porque le da la realísima gana a los detractores de nuestra Revolución de
calificarnos en esa forma, cuando por primera vez en la historia de nuestra
patria el pueblo se toma en cuenta, cuando por primera vez en la historia de
nuestra patria la palabra pueblo tiene significado; porque los plutócratas extranjeros,
los que estaban acostumbrados aquí a hacer su voluntad, los que están
acostumbrados a hacer su voluntad en los pueblos colonizados de nuestra América
(APLAUSOS), no pueden soportar siquiera la idea de que los pueblos cuenten, y
cuando viene una revolución que hace posible que el pueblo cuente, que la
voluntad del pueblo se cumpla, que la palabra del pueblo sea la que valga,
entonces llaman a ese gobierno dictadura.
No
llamaban dictadura a la de los trusts y los grandes
intereses que aquí estaban matando de hambre a nuestros guajiros, que estaban
asesinando de hambre a nuestros guajiros (APLAUSOS), que estaban pagándoles
sueldos de miseria, lanzándolos a los caminos reales. Para ellos esos no son dictadores, y sí el
gobierno que viene a ponerle fin a toda esa injusticia y que lo hace en medio
de procedimientos de absoluta libertad para todos los cubanos y sin otra arma
que la de la opinión pública, en una Revolución que no se parece a ninguna otra
en la América Latina, porque esta no solo tiene la opinión pública, tiene
además a los soldados revolucionarios, a los hombres y a los militares
revolucionarios (APLAUSOS), de tal manera que no caben comparaciones posibles,
porque esta es la Revolución más sólida que se ha producido en la América
Latina.
Quien
lea las informaciones que se producen en el exterior y que son en gran parte
para consumo interno, que son en gran parte para darles aliento a los
intrigantes de adentro, verá cómo se quieren valer del incidente para duplicar
la campaña contra nuestra Revolución y se ha dado, incluso, el caso de que nada
menos que el Presidente de la UPI —que
se ha pasado seis meses diciendo horrores de la Revolución desde aquí, sus agentes
desde aquí se han pasado seis meses diciendo horrores de nuestra Revolución sin
que nadie los moleste— declarara en una reunión de periodistas en California o
no sé dónde, que en Cuba no hay libertad de prensa. Así que cualquiera comprende toda la trama,
la trama torpe y la trama estúpida, porque, ¿a quién quieren engañar, a los de
aquí? A los de aquí no los pueden
engañar. ¿A quién quieren engañar, a los
de allá? ¿Para qué si los de allá no
mandan aquí? (APLAUSOS.)
Había
aquí mucha gente, y queda todavía alguna, que se preocupa mucho de lo que digan
allá de nosotros, cuando en realidad los de allá son los que deben preocuparse
de lo que se dice aquí de ellos (APLAUSOS), porque no puede ser una cuestión unilateral. Todos los días leemos los cables y,
realmente, no pueden ser más infames. Es
una tarea sistemática y constante. Antes
era el problema de los fusilamientos, luego otro problema y otro problema; pero
se ve una campaña constante para ver si intimidan al pueblo, y, claro, lo que
han logrado con todo eso es hacer más fuerte la Revolución aquí
(APLAUSOS). El papel de los traidores,
paradójicamente y muy a su pesar, ha sido fortalecer la Revolución aquí y
hacerla tan fuerte, tan fuerte, que nuestra Revolución es invencible,
sencillamente, porque tiene a la nación entera.
Y tiene a la nación entera porque hombres puede haber traidores, pero
pueblos no puede haber traidores; porque hombres puede haber cobardes, pero
pueblos no puede haber cobardes; hombres se pueden vender, pero pueblos no se
pueden vender. Así que no han conseguido
otra cosa que fortalecer la Revolución; no han hecho más que dar coces contra el aguijón; engañar allá a los ciudadanos de
aquel país e indignar aquí a los ciudadanos de este país.
Así
que aquí estamos plantados con nuestras leyes revolucionarias, con nuestra
política enteramente libre y soberana, sin que haya fuerzas en el mundo capaces
de doblegar a nuestro pueblo (APLAUSOS).
La
Revolución no es, pues, una cuestión de cargos, y porque creo eso firmemente es
por lo que me preocupo con sobrada razón.
Ni siquiera por una cuestión de cargos les vamos a dar a nuestros
enemigos la oportunidad de intrigar y de tratar de confundir. No quiere decir esto que tengan los
dirigentes de una revolución que preocuparse de lo que piensen los enemigos,
sino que una revolución es un puesto de lucha que, cuando es verdadera como
esta, tiene muchos intereses en contra, y hay que luchar contra ellos y hay que
vencerlos. A nosotros no nos preocupa lo
que piensen, lo que nos preocupa es ganarles la batalla a esos intereses. Eso es lo único que nos preocupa y no es una
cuestión de sentimentalismos, porque no sería correcto el plantear problemas
sentimentales en medio de un proceso revolucionario.
Cuando
yo renuncio no es que me prive de nada (EXCLAMACIONES DE: “¡No renuncie!”). Déjenme explicarme, yo quiero explicarles que
no me privo de nada y no me pongo triste ni mucho menos, porque esta no es una
cuestión de sentimentalismos, es que, sencillamente, no quiere decir que
abandone la Revolución ni deje de cumplir con mis deberes revolucionarios. Quiero decir sencillamente a los enemigos que
están equivocados, que pueden ir tomando otra ruta, porque este caso no es como
otros casos que ellos acostumbran a conocer y no se nos pueden venir a aplicar
aquí cartabones de ninguna clase, porque la Revolución Cubana y los revolucionarios
cubanos son imposibles de encajar dentro de ningún cartabón; si quieren
ponernos dentro de un cartabón, que lo ajusten a la realidad de esta
Revolución, que no se parece a las demás revoluciones, que tiene su estilo
propio y características tan propias que no cabe en ningún cartabón.
Podrán
escribir sobre ella después, pero lo que no podrán es estar poniéndole camisas
de fuerzas, lo que no podrán es estar calificándola caprichosamente ni podrán
acudir a ejemplos de tales o más cuales, porque no se parece a ninguna otra. Y, sobre todo, demostrarles que la cuestión
de los cargos no importa, porque aquí hubo algunos que el día 17 fueron a celebrar una especie de almuerzo de la victoria, y
yo me digo, ¿qué se habrán creído esos señores?
¡Qué equivocada está alguna gente aquí en nuestro país! A lo mejor se hicieron ilusiones de que el
hecho de que el Primer Ministro tuviera que renunciar significaba ya que la
Revolución había sido vencida, que la Revolución se había acabado y que no iba
a haber aquí problemas de ninguna índole.
En sus ilusiones se fue hasta a almorzar alguna gente. Ha sido bueno esto, incluso, en parte —dicen que no hay mal que por bien no
venga—, para saber más claramente
todavía y con todo detalle cómo piensan algunas personas aquí.
Pero,
en fin, lo que quiero expresar es que para nosotros constituía una situación
verdaderamente aflictiva la idea: por un
lado, la táctica correcta que debíamos usar; por el otro lado, los sentimientos
del pueblo, porque los enemigos se quedarían enteramente desarmados —y eso fue
lo que pensamos nosotros cuando renunciamos—, sencillamente, si no me ven regresar
al cargo de Primer Ministro; porque si eso significara que la Revolución se
debilita, si eso significara que la Revolución retrocede, pero, en realidad,
carece de importancia un cargo. Por eso,
si para nosotros es cuestión de aflicción, bien, ¿y qué?
Frente
a un sentimiento del pueblo tenía uno que situarse en una posición realmente
casi de contradecir ese sentimiento, casi de parecer uno testarudo, caprichoso,
cuando no existe nada de eso, porque dije que aquí no valen caprichos ni valen
sentimentalismos de ninguna clase. Nadie
tiene derecho a estar con cuestiones sentimentales, pero todo el mundo tiene
que comprender lo desagradable que era para nosotros quedar expuestos a las
diatribas y a las insidias de los intrigantes como estos que poco menos dicen
que no es que no quiera el potaje, sino lo que quiere es cambiar de cuchara.
Como
uno sabe todas estas cosas, como uno conoce aquí, adivina casi las tácticas de
los enemigos de esta Revolución, que tiene unos cuantos disfrazados, verdaderas
Caperucitas Rojas (RISAS) porque se disfrazan todo lo más posible de consejeros
magnánimos, de tiradores de toalla, se disfrazan de buenos, se disfrazan de
nobles y lo que están es pidiendo nada menos que el olvido ya de los horrores
del pasado, pidiendo la toalla para los culpables de todo lo que ha tenido que
sufrir nuestro pueblo.
Así
que enemigos tiene la Revolución sobre los que tiene que estar muy alerta el
pueblo, farsantes de toda laya, siempre vigilando dónde pueden lanzar el dardo
envenenado. Puede decirse que se pasan
el día en acecho para ver hacia dónde pueden dirigir el dardo envenenado, que
el Presidente de la UPI declara que no hay libertad de prensa y muchos se
callan como si fuera verdad lo que dice el Presidente de la UPI, que lanzan
imputaciones contra la Revolución y no sólo se callan, aunque sean falsas, sino
que las corean con el mayor disimulo.
Enemigos
tiene de sobra esta Revolución; no muchos, no de sobra en número, pero sí de
sobra en maldad y mala fe; enemigos a quienes les sobran las malas intenciones
y que no pierden la oportunidad de clavar el dardo envenenado y se valen de los
peores momentos, se valen de los más difíciles momentos, de los momentos en que
amenazan de afuera a la patria para atacar y para lanzar el dardo envenenado
(APLAUSOS). Por eso el remedio contra
todo esto es estar alerta, para que aquí los farsantes pierdan de una vez y
para siempre toda su vigencia (APLAUSOS), para que aquí los hipócritas pierdan
de una vez y para siempre toda su vigencia, los demagogos estos que hoy
defienden a un campesinito infeliz y mañana tratan de clavarle una puñalada a
la Revolución que libera al campesino (APLAUSOS). Porque son como unos maestros en el rejuego,
son como unos maestros en el arte de pintarse buenos mientras planean la
zancadilla, mientras planean el daño; son como unos maestros en el arte de
seguir la corriente, hacer que marchan junto con la Revolución para dar la
vuelta en la menor oportunidad y atacarla por la espalda, porque no se baten de
frente sino contra la espalda, esa es la estrategia que usan para tratar de
mantener alguna vigencia, para tratar de confundir a algún incauto.
Se
pintan de buenos y nobles en algunos casos aislados, en los detalles, para
atacar en lo esencial, y esas tácticas las debe conocer el pueblo, porque el
único remedio contra ellos es el estado mental de alerta en el pueblo para que
no vengan aquí a engatusar a nadie (APLAUSOS), para que no vengan a tupir a
nadie, porque el pueblo ha aprendido mucho y sabe perfectamente quiénes lo
defienden y por qué lo defienden, y sabe quiénes son sus enemigos y por qué son
sus enemigos. En definitiva, una
revolución que no ha hecho más que bien, que empezó a hacer bien desde el
momento en que por primera vez aplicó la justicia, desde el momento en que por
primera vez se arrancaron las armas de las manos homicidas y se castigaron los
criminales y se castigaron los delatores (APLAUSOS); una Revolución que puso
fin a la casta militar para dar paso a una nación soberana y libre, sin miedo a
la traición, porque cuando una nación podía ser víctima de la traición de su
propio ejército, esa nación no podía sentirse segura, cuando una nación estaba
expuesta a que una madrugada cualquiera le sacaran los cañones y los tanques a
la calle para implantar un régimen de terror y de piratería, esa nación no
podía sentirse tranquila así; y cuando una revolución no ha hecho más que bien,
que castigó a los criminales, puso fin a la casta militar, liberó a la patria
de esos males ancestrales para empezar toda una serie de obras como la
suspensión del juego, del peculado, de la malversación, del contrabando, cuya
desaparición tan extraordinario beneficio ha traído a este sector que se
congrega en la noche de hoy; una Revolución que en todos y cada uno de sus
pasos no ha hecho sino combatir a los intereses contrarios al país para ayudar
al pueblo, esa revolución solo puede tener por enemigos a los peores intereses
que se oponen al progreso y a la felicidad de nuestro pueblo.
Una
Revolución que no ha hecho más que llevar el bien, que tiene por amigo, por
único amigo, por verdadero, leal e invariable amigo al pueblo, solo puede tener
como enemigo a los peores intereses de este pueblo (APLAUSOS). Eso es claro hasta para los propios niños,
como debe ser claro que nuestros enemigos no descansarán en la tarea de
tendernos cuantas trampas y cuantas zancadillas puedan concebir, que tratarán
por todos los medios de llenarnos el camino de obstáculos, que tratarán por
todos los medios de entorpecer la obra del Gobierno Revolucionario, y tratarán
de valerse de todas las ventajas con que puedan contar, desde el hecho de ser
nuestro país subdesarrollado económicamente hasta las circunstancias de
habernos encontrado los recursos del país, las reservas del país virtualmente
agotadas.
Se
valdrán de la libertad que hemos conquistado para todos; se valdrán de las
garantías que hay; se valdrán de la seguridad que hay; se valdrán de este
ambiente en que todos los ciudadanos se sienten seguros en su derecho, en que
no hay terror, en que no hay persecución, en que no hay fuerza; se valdrán de
todo lo que la Revolución ha conquistado como se valdrán de todo el daño pasado
que hicieron, cuya herencia hemos recibido, para tratar de obstruccionar
la tarea del Gobierno Revolucionario.
Pero frente a eso, se yergue cada día más firme y más potente una
voluntad, la voluntad de un pueblo que está decidido a vencer todos los
obstáculos, de un pueblo que se sabe fuerte, porque se sabe firmemente unido en
un solo propósito y en un solo ideal.
Todos los hombres nobles, todos los ciudadanos que quieren a su patria,
todos los ciudadanos que anhelan para ellos y para sus hijos una vida distinta,
una patria distinta de lo que ha sido esta hasta hoy, están con la Revolución y
están dispuestos a defenderla, cueste lo que cueste (APLAUSOS).
Si
queremos pruebas, ahí está la concentración campesina (APLAUSOS), ahí están los
campesinos (APLAUSOS) que oyeron decir que íbamos a reunir medio millón de
campesinos en La Habana con machetes, y ahí están con sus machetes (APLAUSOS),
para cuando alguien diga, ¿machetes para qué?, responder: Para defender la Revolución; para defender la
Revolución de los traidores y de los enemigos de la patria, para defender la
Revolución de la reacción, para defender la Revolución de las actividades
contrarrevolucionarias.
¿Para
eso vinieron los guajiros con sus machetes, y con sus machetes afilados? No, porque los campesinos no entienden de
muchas palabras; los campesinos no necesitan de muchos argumentos. Lo que saben ellos es que esta Revolución es
la Reforma Agraria, es la liberación del campesino, es la tierra para ellos, la
educación para sus hijos (APLAUSOS). Eso
es lo que ellos saben y lo que ellos entienden y no necesitan más razones. Por eso tienen sus machetes afilados, no
porque haya que usarlos, sino como demostración de que están dispuestos a
usarlos cuando sea necesario para defender la Revolución (APLAUSOS).
Y
han venido tantos que son más de los que se había calculado; han venido tantos
que no alcanzan las casas ni los campamentos, y han venido tan decididos que
algunos traen hasta los machetes de sus antepasados que pelearon en la Guerra
de Independencia (APLAUSOS), porque por ahí he visto machetes que dieron más de
una carga de caballería en la Guerra de Independencia, y los campesinos los han
traído también (APLAUSOS). Y no solo
tienen los machetes de sus antepasados, sino que tienen los machetes que antes
usaban para darles planazos a ellos, tienen los machetes de la Guardia Rural,
que los tienen también afilados para defender la Revolución (APLAUSOS).
Si
ustedes observan al campesino, verán que es el hombre más definido y más
decidido que hay (APLAUSOS), que lo único que sabe es que esta Revolución hay
que defenderla porque es su Revolución (APLAUSOS). Y ese es el ánimo que ustedes ven, que demuestran
los campesinos.
Medio
millón de campesinos, ¿qué significa? Significa
los campesinos que pudieron venir, no los campesinos que quisieron venir a
respaldar las leyes revolucionarias; significa medio millón de hombres
dispuestos a pelear por la Revolución (APLAUSOS). Eso es por si algunos se equivocan, eso es
por si algunos se hacen ilusiones. Y
quiere decir que los campesinos lo mismo vienen de Oriente para La Habana, que
van de Pinar del Río para Oriente a defender la Revolución, cuando haga falta
defenderla (APLAUSOS); y que la Revolución estamos dispuestos a defenderla con
todas las armas, estamos dispuestos a defenderla hasta con los dientes y las
uñas (APLAUSOS), y por eso estamos tranquilos, porque sabemos que con eso es
con lo que cuenta la Revolución. Por eso
no nos preocupamos.
Sabemos
que el destino de la Revolución nadie lo puede alterar, porque el pueblo está
en esa disposición de ánimo, que no se la van a cambiar con chismecitos en el
Senado norteamericano (APLAUSOS), no se la van a cambiar con actitudes de apapipios y lamebotas, no se la
van a cambiar metiendo miedo, ni con amenazas ni con conferencias de cancilleres
(APLAUSOS), porque hemos proclamado nuestro derecho a la soberanía, nuestro
derecho a la libertad, nuestro derecho a la felicidad; desde aquí lo hemos
proclamado y estamos dispuestos a defenderlo hasta contra gente que viniera de
otro planeta (APLAUSOS). y por lo demás, que digan lo que
quieran; aquí, en Cuba, no penetrarán las intrigas ni las calumnias, y con los
cubanos para defender esta Revolución basta y sobra (APLAUSOS).
Así
que la Revolución continuará su obra, y seguiremos viéndonos y continuaremos
desarrollando todas las posibilidades económicas de nuestro país, entre ellas,
esta industria, esta industria que aspiramos a que dentro de cuatro o cinco
años lo más haya duplicado el número de obreros que hoy trabajan en ella
(APLAUSOS). Aspiramos a la siguiente
meta: que el
país llegue a producir absolutamente todos los tejidos que consume (APLAUSOS) y
que aquí no se importe otra cosa que no sea exclusivamente la materia prima que
no podamos producir, porque, la que podamos producir aquí, la vamos a
producir. La materia prima que sea
imposible producir aquí, que en todo caso se importe; pero que se elabore aquí
y que en Cuba se consuman productos cubanos.
Para
ese empeño contamos con la colaboración de todo este sector, obreros o
industriales, que todos tenemos que ponernos a trabajar por lograr esa meta, la
meta de que se produzcan todos los tejidos que se consumen en Cuba, y, para los
demás, una protección arancelaria tan elevada como sea necesaria para que aquí
no se importen tejidos extranjeros (APLAUSOS), que por algo esta es una
Revolución que defiende, no intereses extranjeros, sino intereses nacionales;
que por algo esta es una Revolución que defiende a los cubanos y por defender a
los cubanos se ha buscado la enemistad de tantos intereses extranjeros
(APLAUSOS).
Elevaremos
los aranceles tanto como sea necesario. ¿Que
los japoneses quieren trato de nación preferencial? Bueno, nosotros se lo podemos dar, pero con
los aranceles a la altura que deban estar y con ese no habrá discriminación con
los japoneses. Ellos dicen que lo único
que quieren es que no se les discrimine.
Muy bien, los pondremos en la misma situación que los demás, pero los
aranceles estarán establecidos de tal manera que protejan por encima de todo la
industria nacional y se cumpla la consigna de que aquí se consuman
exclusivamente los tejidos elaborados en el país, por fábricas establecidas en
el país y por obreros cubanos (APLAUSOS).
Cuando
los guajiros empiecen a comprar ropas, cuando los guajiros empiecen a vestir a
sus hijos, a sus familias, vamos a necesitar aquí el doble de la ropa que hoy
se usa, y, además, cuando aquí se produzcan los 30 ó 40 millones de tejidos que
se importan, vamos a tener trabajo para miles de cubanos más.
Esa
es la política que la Revolución va a seguir en materia textil; por lo tanto,
este sector, como todos los demás, continuará desarrollándose sin que nada ni
nadie lo pueda impedir. Con esa idea
podemos todos marchar adelante en la seguridad de que Cuba cumplirá su destino,
porque nada ni nadie lo podrá impedir (APLAUSOS), y creo sinceramente que eso
es lo que importa.
¿Quién
puede contra los cubanos? El día 26 de
Julio lo demostraremos, porque ese día no irán solamente los campesinos, ese
día irán todos los vecinos de La Habana a la Plaza Cívica a ese acto
(APLAUSOS), para que vean lo que es un pueblo respaldando una revolución, para
que vean lo que es un pueblo decidiendo sobre sus destinos, para que vean que
aquí sí hay democracia, para que vean que aquí sí hay una democracia porque el
pueblo tiene voz y voto, para que vean que esta no es una oligarquía, que este
no es el gobierno de los multimillonarios, que esta sí es democracia y no
plutocracia, que esta sí es democracia y no oligarquía (APLAUSOS), que aquí lo
que impera, señores malintencionados que quieren detractar a nuestra patria, no
es la fuerza —la fuerza la tenemos ahí
lista para combatir a todos los enemigos que vengan por la fuerza (APLAUSOS)—,
que aquí lo que impera es la razón, la persuasión, el pensamiento, porque esta
es como una democracia ateniense, sin esclavos ni ilotas.
Esta
sí es una verdadera democracia, porque todos y cada uno de los ciudadanos,
tanto el negro como el blanco, el pobre como el hombre de clase media, tienen
voz y voto (APLAUSOS). No impera la
fuerza; la fuerza, repito, la tenemos para defender la nación hasta la última
gota de sangre, porque la fuerza de la Revolución no son los militares, es el
pueblo (APLAUSOS). El pueblo es la
fuerza, que por algo ganamos la guerra contra la dictadura apenas sin armas,
porque no había armas.
Del
pueblo surgieron los soldados de la liberación, del pueblo surgieron sin armas,
del pueblo salió la fuerza, la fuerza está, pues, en el pueblo. Sería ingenuo creer que la fuerza está en los
hombres armados. La fuerza está en la
cantera de donde surgieron esos hombres que sin armas derrotaron a los que
estaban armados defendiendo a la tiranía; luego la fuerza está en el pueblo, la
principal fuerza está en el pueblo, en ustedes, en los guajiros (APLAUSOS),
porque de ahí surgieron los soldados de la Revolución.
Esta
no es una Revolución de fuerza, sino de razón y de corazón; esta es una
Revolución de opinión pública y no de opinión pública prefabricada o fabricada
a base de mentiras, sino una opinión pública hecha a base de verdad, no a base
de hipocresía o de demagogia, sino a base de sinceridad (APLAUSOS).
Así
que sepan los malintencionados detractores lo que hay en Cuba. Si quieren saber lo que es democracia que
vengan a Cuba, si quieren saber lo que es un gobierno del pueblo, por el pueblo
y para el pueblo que vengan a Cuba (APLAUSOS), si quieren saber lo que es un
pueblo rigiendo sus propios destino; que
vengan a Cuba, que vengan el día 26, para que vean cómo, sin ser nuestra patria
el país más grande de América Latina, se va a producir la concentración más
grande que se ha producido en toda la historia de América, incluyendo la del
Norte (APLAUSOS). Porque este pueblo
nuestro es puro entusiasmo, es puro idealismo, y, a pesar de que somos 6
millones de ciudadanos, podemos dar una concentración tan grande como no se ha
dado en la historia de América, y una concentración de tal naturaleza, en un
acto de confraternización tal entre los hombres del campo y de la ciudad, como
símbolo de unión, como símbolo de fusión tras un mismo ideal, como no se ha
visto nunca en la historia de América.
Que
vengan a Cuba a aprender esas cosas de pueblo, que vengan a Cuba a conocer
estas cosas de pueblo; que vengan a Cuba, porque Cuba es hoy una verdadera
universidad de democracia que le puede dar lecciones al mundo (APLAUSOS). ¡Que vengan, para que vean cómo el pueblo
decide!
Hoy
ustedes me han planteado el problema de la renuncia (APLAUSOS). Pues bien, para que a nuestros enemigos no
les quede nada que decir, para que los calumniadores y detractores de nuestra
patria sepan a qué atenerse, preferible sería no resolver hoy esta cuestión,
sino resolverla el 26 (EXCLAMACIONES DE PROTESTA).
Les
voy a decir algo que es razonable: Vamos a esperar el 26 de Julio, vamos
a someter este problema a todo el pueblo, a todos los guajiros y a todo el
pueblo de La Habana el 26 de Julio, en la Plaza Cívica.
Sí,
puesto que para nosotros es necesario resolver este dilema, y resolverlo de
manera que no queden dudas y de manera que nuestros enemigos se tengan que callar
la boca (APLAUSOS), vamos a resolverlo el día 26 de Julio para que no sea un
solo sector, para que sean todos los sectores del país los que opinen, para que
sea todo el pueblo (APLAUSOS). Y puesto
que es necesario resolverlo, vamos a resolverlo de manera que no queden dudas.
Vendrán
luego y dirán que el pueblo, conmovido, impresionado, respaldó, y que yo tengo
la culpa de que el pueblo nos respalde.
Si el pueblo respalda la Revolución no es por gusto, si el pueblo
respalda la Revolución no es por casualidad (APLAUSOS); es porque nuestra
libertad y nuestra Revolución nos costó 20 000 muertos, 20 000
compatriotas que cayeron, y no cayeron para que nadie se hiciera aquí casas de
35 000 pesos a los tres meses (APLAUSOS), y no cayeron para que, mientras
todavía hay madres a quienes la Revolución no ha podido darles una pensión,
madres que perdieron uno o más hijos, haya quienes no conformes con haber
cobrado los años que estuvieron de magistrado, cobren también después del
triunfo los meses que dejaron de cobrar en el exilio, y, no conformes todavía,
cobren 12 000 pesos todos los meses, mientras hay inválidos, mientras hay
legiones de inválidos a los que todavía no ha podido erigírseles un hogar para
su rehabilitación. Y como esta
Revolución tiene que ser pura de pies a cabeza (APLAUSOS), como esta Revolución
tiene que significar sacrificios en todos los órdenes porque esa es la línea
que ha seguido la Revolución, como los caídos no cayeron en balde, porque todos
los que cayeron, cayeron para hacer lo que estamos haciendo, es por lo que la
Revolución tiene el respaldo del pueblo, que no es casualidad. Y si quieren acusarme de algo que me acusen
de tener el respaldo del pueblo (APLAUSOS); si quieren acusarme de algo que me
acusen de haber obrado de manera que el pueblo demuestra su adhesión con la
línea que ha seguido el Gobierno Revolucionario, de eso que nos acusen
(APLAUSOS).
Se
tomaron las decisiones recientes y se hicieron las acusaciones pertinentes
porque hubo que hacerlo, porque era un deber hacerlo, porque era un problema de
conciencia hacerlo, y cuantas veces sea necesario cortar por lo sano lo haremos
sin vacilaciones.
Y
puesto que el 26 de Julio reúne el pueblo y estamos en una democracia ateniense
sin esclavos ni ilotas, en la plaza pública, como en los tiempos antiguos, el
pueblo resolverá. Y que vengan los que
quieran aprender democracia (APLAUSOS), que vengan los que quieran saber de una
democracia para que nos acusen del único delito que pueden acusarnos: el delito de haber
servido al pueblo, el delito de contar con el respaldo del pueblo (APLAUSOS).
Y
puesto que es necesario decidir el dilema, puesto que estamos en la obligación
de actuar de manera que nuestros enemigos tengan que callarse la boca, puesto
que los cargos no me importan, pero tampoco les voy a rendir tributo a los
detractores de la Revolución más allá de la voluntad unánime de nuestro pueblo,
y puesto que no me mueven razones sentimentales, sino razones revolucionarias y
morales, puesto que me mueve el deber de actuar de manera tan diáfana que no
quede la menor duda, el problema de la renuncia lo decidirá el pueblo el 26 de
Julio y acataré sencillamente la voluntad soberana del pueblo (APLAUSOS).
Dirán
que conozco cuál ha de ser la reacción del pueblo. Bueno, la reacción del pueblo la conocemos
todos, pero es necesario que los farsantes se callen la boca, es necesario que
los farsantes la vean con sus propios ojos, es necesario que los enemigos de la
Revolución sufran lo que es ver a un pueblo libre decidiendo sobre sus propios
destinos.
Nos
dirán que sabemos lo que el pueblo piensa.
Frente a eso solo podemos decir que cuando actuamos, actuamos pensando
con toda sinceridad que el remedio que hubo de aplicarse implicaría nuestra
ausencia de un cargo determinado por el tiempo que fuese necesario. Para mí eso es lo que importa: nuestro fuero
interno en cuanto a mí mismo y en cuanto a los deberes con la nación; lo que me
interesa es la confianza y la fe de la nación (APLAUSOS), y, por lo demás, que
el pueblo diga al mundo su pensamiento para que nuestros enemigos, si de algo
quieren acusarnos, nos acusen —repito— de haber servido al pueblo (OVACION).