DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA
CONCENTRACION CAMPESINA, EFECTUADA EL 26 DE JULIO DE 1959.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER
MINISTRO)
Distinguidos líderes revolucionarios
de la América Latina que hacen el honor de visitarnos;
Campesinos heroicos de Cuba;
Compatriotas todos:
Es
difícil que en un día como hoy, tan lleno de recuerdos para todos nosotros, no
nos sintamos embargados por la más profunda de las emociones. Es difícil que en una tarde como hoy, en un
día de victoria para la patria, de honores para nuestra nación y en que además
se han expresado tan extraordinarias muestras de solidaridad con el que les
habla, no me sienta como se sentía nuestro compañero de lucha en la Sierra
Maestra, el primer campesino que se sumó a las filas del Ejército Rebelde y hoy
comandante, Crescencio Pérez (APLAUSOS), porque al
fin y al cabo estamos hechos de la misma fibra, y es imposible que por grandes
que hayan sido las muestras de afecto anteriormente recibidas puedan pasar
sobre nuestro ánimo sin hacer y marcar una huella profunda.
Al
hablarles en estos instantes, la primera pregunta, la primera idea que me venía
a la mente era preguntarme por qué tiene que pesar sobre un ciudadano igual que
ustedes un peso tan grande de gratitud con su pueblo por las muestras
excesivamente generosas que le han dado de cariño y adhesión (APLAUSOS); por
qué, si en definitiva no hemos hecho más que tratar de cumplir con el deber, si
en definitiva esta no es obra de un hombre sino la obra de un pueblo, no es el
mérito de un hombre sino el mérito de un pueblo, no es la gloria de un hombre
sino la gloria de un pueblo y, sobre todo, la gloria de los hombres que han
caído por hacer posible estos instantes de felicidad que Cuba vive (APLAUSOS).
Me
preguntaba también por qué esa muestra de júbilo extraordinario al anunciarse
que sencillamente acataba la voluntad del pueblo cuando me demandaba
reintegrarme de nuevo al cargo de Primer Ministro (APLAUSOS).
Y
la única explicación lógica, que no puede estar en la obra modesta que hasta
aquí hemos realizado, la única explicación lógica de ese júbilo, es que el
pueblo sabe perfectamente bien que a mí los cargos no me interesan (APLAUSOS);
es que el pueblo sabe perfectamente bien que no estoy dispuesto a sacrificar un
ápice de las conveniencias de la nación, que no estoy dispuesto a sacrificar un
ápice de mi sentido del deber y del desinterés que me ha inspirado siempre en
esta lucha, ni por el cargo de Primer Ministro ni por todos los cargos de
Primer Ministro del mundo juntos (APLAUSOS).
Porque el pueblo sabe que el cargo para nosotros es simplemente un lugar
de sacrificio, un puesto de trabajo, es por lo que se explica únicamente ese
júbilo, porque así reaccionan los pueblos: ¡Jamás están con los ambiciosos, jamás
están con los interesados! (APLAUSOS), y
jamás estarían pidiendo el regreso a un cargo a quien lo estuviera
ambicionando, porque si de algo estaba cansada nuestra patria era de ambiciosos,
era de gente interesada, de hombres que no eran capaces de sacrificarse por los
intereses de la nación.
Esa
es para mí la única explicación lógica, porque no puede tener otra cuando no
hago sino cumplir con un deseo del pueblo, cuando no hago sino olvidarme de todas
las campañas que fuera de Cuba puedan hacer contra nosotros, para prestar oídos
simplemente a aquellos con los que podremos contar hoy y siempre (APLAUSOS),
para hacerles caso a aquellos que de veras nos conocen, para hacerles caso a
aquellos que de veras nos comprenden, y para hacerles caso a aquellos que junto
a nosotros están dispuestos a morir defendiendo esta obra sagrada de nuestra
Revolución (APLAUSOS); y porque nuestro propio pueblo es la mejor prueba,
porque nuestro propio pueblo habla por sí mismo y trasmite este mensaje a todos
los pueblos hermanos del continente americano (APLAUSOS): Los pueblos no apoyan jamás a un gobierno sin
razón, los pueblos no respaldan jamás a sus líderes sin razón.
y a los que en
el extranjero nos calumnian, a los que en el extranjero nos detractan, a los
que hablando de democracia nos calumnian, ningún argumento mejor que el millón
y tantos de cubanos que se han reunido aquí en la tarde de hoy (APLAUSOS).
A
los que en nombre o invocando hipócritamente la palabra democracia nos
calumnian, podemos decirles:
¡Democracia es esto!
Democracia es el cumplimiento de la voluntad de los pueblos. Democracia es, como dijera Lincoln, el
gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo (APLAUSOS).
Gobierno
que no sea del pueblo, no es democracia.
Gobierno que no sea por el pueblo, no es democracia. Gobierno que no sea para el pueblo, no es
democracia (APLAUSOS).
¿Y
qué ha sido el Gobierno de la Revolución Cubana desde el Primero de enero de
1959 sino el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo? (APLAUSOS.) Gobierno del pueblo no para un
grupo privilegiado del pueblo; gobierno del pueblo no para una oligarquía que
somete a la explotación al pueblo; gobierno del pueblo no para una casta de
militares o de politiqueros, como habíamos tenido siempre en Cuba. Gobierno del pueblo para todo el pueblo: ¡Eso si es
democracia! (APLAUSOS.)
Gobierno
no para los latifundistas, como había sido hasta hoy, ni para los grandes
intereses, como había sido hasta hoy, sino gobierno del pueblo, por el pueblo y
para los campesinos, en primer lugar (APLAUSOS). Para los campesinos en primer lugar, porque
lo que nadie puede negar es que los campesinos constituían la parte más
olvidada y sufrida de nuestro pueblo (APLAUSOS). Gobierno del pueblo, por el pueblo y para los
humildes en primer lugar, porque los humildes constituyen la parte mayoritaria
de nuestro pueblo y la parte más sufrida y más olvidada de nuestro pueblo
(APLAUSOS).
Y
para los que no entiendan o no quieran entender, ese es el secreto de la fuerza
tremenda de la Revolución Cubana, que no está en haber derrocado a la tiranía
sangrienta que nos oprimía, porque pudo haberse derrocado a la tiranía y
mantenerse en el país las condiciones que hicieron posible esa tiranía; pudo
haberse derrocado a la tiranía y ocurrir un simple cambio de hombres en el
gobierno; pudo haber sido derrocada la tiranía y perpetuarse en la vida pública
de nuestro país los mismos vicios que estábamos padeciendo desde el inicio de
la república; pudo haberse derrocado a la tiranía para seguir en la politiquería. Mas no fue así. Se derrocó a la tiranía para hacer una
revolución; se derrocó a la tiranía no solo para librar al pueblo del crimen y
el asesinato y la tortura y la opresión, sino también para librar al pueblo de
la miseria, tan criminal y tan cruel como la tiranía derrocada (APLAUSOS).
Ese
es el secreto de nuestra Revolución, de la fuerza de nuestra Revolución, que
volvió sus ojos hacia la parte más necesitada y sufrida de nuestro pueblo, que
volvió los ojos hacia los humildes para ayudarlos. Y ese es el único crimen que hemos cometido;
dejar de ser vendidos gobernantes a los grandes intereses nacionales o
extranjeros, para ser gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo
(APLAUSOS).
Ese
es, a los ojos de nuestros detractores y a los ojos de nuestros enemigos, el
crimen que hemos cometido: volver los
ojos hacia los olvidados de siempre, volver los ojos hacia quienes necesitaban
de nosotros, volver los ojos a los que realmente aquí necesitaban de una
revolución que los librase de tantos males y de tantos sufrimientos (APLAUSOS).
¿Y
cómo lo hemos hecho? La Revolución no
conquistó el poder mediante un golpe de Estado —porque, además, los golpes de
Estado casi nunca, o nunca, llegan a ser revoluciones—; no conquistamos el
poder por medio del fraude o de la politiquería; no le hemos privado desde el
poder absolutamente a nadie su derecho a opinar libremente, su derecho a
escribir libremente y su derecho a expresarse libremente. No es que hemos hablado nosotros
prohibiéndoles a los demás que hablen; no es que hemos expuesto nuestras
razones prohibiéndoles a los demás que las expongan; no es que estemos
conquistando a la ciudadanía prohibiéndoles a los demás la oportunidad de
conquistarla con razones, si es que las tienen (APLAUSOS); ni conquistamos el poder
mediante la traición, mediante motines militares, o mediante el fraude, o
mediante la politiquería, o mediante el engaño; ni desde el poder le hemos
privado a nadie de uno solo de sus derechos.
Conquistamos
el poder luchando junto al pueblo, combatiendo una de las más feroces tiranías
que ha sufrido este continente, y pagando día a día un precio muy elevado de
sangre, dejando el camino regado de muertos heroicos, hemos llegado al triunfo
revolucionario mediante el sacrificio, mediante la lucha. Hemos pagado un precio muy alto por ese
triunfo.
Hemos
llegado al poder no contra el pueblo, sino con el pueblo. Hemos llegado al poder no para sacrificar al
pueblo, sino para redimir al pueblo. Y
desde el poder no ponemos nuestros ojos en la fuerza. Desde el poder no nos consideramos seguros
porque tengamos soldados bien armados, o porque tengamos tanques, o porque
tengamos cañones, o porque tengamos aviones; ¡nos sentimos seguros y nos
sentimos sólidos sencillamente porque tenemos al pueblo! (APLAUSOS.)
Con
el pueblo derrocamos a la tiranía, con el pueblo estamos gobernando y para el
pueblo estamos gobernando, por eso el pueblo está y estará junto a nosotros
(APLAUSOS).
Los
que quieran saber lo que es una verdadera democracia, que vengan a Cuba
(APLAUSOS); los que quieran saber lo que es un pueblo gobernando, que vengan a
Cuba (APLAUSOS); los que quieran conocer de un país donde el pueblo lo es todo,
donde la palabra pueblo tiene su significado real, no teórico, que vengan a
Cuba (APLAUSOS); los que invocando hipócritamente la palabra democracia nos
calumnian, que vengan a Cuba para que sepan lo que es una democracia
(APLAUSOS). Y una democracia tan pura y
tan limpia, que la democracia engendrada en nuestra Revolución nos recuerda la
primera democracia del mundo:
la democracia griega, donde el pueblo, en la plaza pública,
discutía y decidía sobre su destino. Con
una diferencia, que en Grecia solo discutían los amos de los esclavos, y en
Cuba hay una democracia donde el pueblo discute directamente sus problemas y
donde todo el mundo puede opinar, porque es una democracia, aspira a ser una
democracia sin esclavos, sin amos (APLAUSOS), una democracia sin ilotas, una
democracia donde los hombres tengan por igual plenos derechos. Y los ilotas de nuestra patria son los
campesinos. Si en Grecia era un grupo de
hombres que no tenía acceso a los medios de vida y hombres privados de sus derechos,
eso eran nuestros campesinos:
hombres sin medios de vida y hombres virtualmente privados de sus
derechos (APLAUSOS PROLONGADOS).
Al
campesino no solo se le negaba la tierra, al campesino se le negaba hasta la
educación, ¡al campesino se le negaba hasta la oportunidad de aprender a leer y
a escribir! Al campesino no se le privaba
solo del derecho a la tierra, ¡se le privaba hasta del derecho a la vida! Porque es bueno que se sepa que muchas veces
a los campesinos se les mueren los hijos porque no tienen medicinas ni médicos
para ellos (EXCLAMACIONES y
APLAUSOS). Y al campesino se le muere la
esposa porque no tiene muchas veces ni medicina ni médico para ella. Y al campesino no solo se le han muerto
los hijos por falta de medicinas, sino que casos hay —y no pocos— en que se le
han muerto los hijos por hambre.
Al
redimir al campesinado, la Revolución está dando su primer paso para constituir
una verdadera democracia, una democracia sin esclavos, una democracia sin
ilotas, y que es hoy el caso extraño de una democracia no representativa, sino
más pura todavía; una democracia que tiene vida a través de la participación
directa del pueblo en sus problemas públicos, porque solo tienen vigencia en
nuestra patria la voluntad y los intereses del pueblo. Si no estuviera el pueblo con nuestra Revolución,
si el pueblo hubiese dispuesto otra cosa, no seríamos nosotros de nuevo Primer
Ministro del Gobierno Revolucionario (APLAUSOS PROLONGADOS).
En
manos del pueblo quedó la decisión. El
pueblo pudo haber dicho que no regresara, como pudo decir y dijo que regresara (APLAUSOS). No se ha cumplido pues la voluntad de un
hombre o de un grupo de hombres; ¡se ha cumplido la voluntad de un pueblo! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Por
lo demás, que nuestros enemigos digan y escriban lo que quieran, que los
intereses enemigos de nuestra Revolución digan y escriban lo que quieran; en
definitiva, lo primero que nos importa es lo que piense nuestro pueblo, y lo
que piense nuestro pueblo será lo que piensen los pueblos hermanos de América,
cuando por encima de todas las campañas pagadas se abra paso la verdad.
En
definitiva, puedo repetir otra vez con absoluta certeza a los detractores de
nuestra Revolución: “¡Condenadme,
no importa, la historia me absolverá!” (APLAUSOS.)
Así
regresamos de nuevo al trabajo que veníamos desempeñando desde hace algunos
meses; regresamos de nuevo a nuestra tarea de llevar adelante las leyes
revolucionarias; regresamos a nuestra lucha sin descanso por hacer realidad las
aspiraciones de nuestro pueblo. Pero
regresamos más convencidos todavía del porvenir extraordinario de nuestra patria;
regresamos más convencidos todavía de que nuestra Revolución es invencible; regresamos
más convencidos todavía de que nuestro pueblo merece toda la fe que hemos
puesto en él, de que nuestro pueblo merece los sacrificios, y muchos más, que
hemos estado haciendo por él (APLAUSOS).
Regresamos con la convicción más profunda todavía de que los pueblos son
agradecidos y que agradecen mucho más allá de los beneficios que reciben. Regresamos para seguir adelante, no un camino
fácil; un camino difícil, pero un camino que podremos recorrer sin la menor
duda y sin la menor vacilación, porque para recorrer esos caminos difíciles lo
que se necesita es lo que tenemos, es decir, ¡un pueblo capaz de marchar
adelante por encima de todos los obstáculos!
(APLAUSOS), y un pueblo que, educado en esta gesta revolucionaria nadie
lo podrá confundir fácilmente, nadie lo podrá engañar fácilmente, y nadie podrá
impedir, ni fácilmente, ni difícilmente, ni de ninguna manera que cumpla su
destino histórico (APLAUSOS).
Esa
era la confianza que teníamos en el pueblo cubano, que tuvimos siempre, que
tuvimos cuando llegamos a las costas de Cuba con 82 hombres, que tuvimos cuando
aquellos 82 hombres quedaron reducidos a un puñado de 10 ó 12 hombres, que
tuvimos en los momentos más difíciles, como después de aquel revés que significó
para nosotros el primer combate revolucionario; la fe que tuvimos cuando
estábamos en las prisiones o cuando estábamos en el exilio. Esa fe que nos permitía tener la seguridad de
que si decíamos —como dijimos en aquella ocasión— que si continuaban las
campañas contra la justicia revolucionaria íbamos a reunir un millón de cubanos
frente al Palacio Presidencial, ¡y un millón de cubanos se reunieron frente al
Palacio Presidencial! (APLAUSOS.) Esa fe
que nos hizo decir que si continuaban las campañas contra la reforma agraria
diciendo que los campesinos no la querían, íbamos a reunir medio millón de
campesinos con sus machetes en la capital de la república (APLAUSOS).
Y
algo más, algo más de medio millón de campesinos se han reunido con sus
machetes. Y dijimos medio millón de
campesinos; no dijimos que medio millón también de campesinas, no dijimos que
trajeran también a sus esposas, porque no era posible exponerlas a las
incomodidades y a los rigores de viaje en camiones y en medios de locomoción
que no eran suficientes para traer a esa gran masa de campesinos que vinieron a
La Habana y donde tuvieron que venir en las peores condiciones. Y como no era posible someter a las esposas
de los campesinos a ese sacrificio, no dijimos que viniera también medio millón
de campesinas; pero si hubiéramos dicho que viniera medio millón de campesinas,
que vinieran los campesinos con sus mujeres (EXCLAMACIONES), en vez de medio
millón de campesinos, habría venido un millón de campesinos y campesinas, y La
Habana, las familias de la capital de la república, que tan generosamente se
han portado, les habrían abierto también las puertas y habrían encontrado modo
de alojar también al medio millón de campesinas (APLAUSOS).
¿Por
qué teníamos la seguridad de que los campesinos vendrían y traerían sus
machetes? Sencillamente porque tenemos
fe en nuestro pueblo, sencillamente porque cada uno de nosotros sabe la semilla
que vamos sembrando y que esa semilla fructifica en un pueblo tan formidable
como el nuestro. Por eso no podía dudar
ni un segundo de que el medio millón de campesinos vendría, y no se me oculta
que muchos cientos de miles de campesinos se quedaron con los deseos de venir
porque no tenían medios de transporte (APLAUSOS).
Pero
los que vinieron, como muestra de lo que es nuestro campesinado, son más que
suficientes. Y si aquí hay medio millón
con machetes que significan medio millón de soldados de la Revolución
(APLAUSOS), allá en el interior de la república, allá en los pueblos y campos
del interior de la república, hay un millón y medio más de hombres que son
también un millón y medio más de soldados de la Revolución (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS).
Mas
si en la capital de la república hay en estos instantes medio millón de campesinos,
también hay otro medio millón de obreros, de jóvenes y de hombres de todas las
condiciones sociales, dispuestos a defender también nuestra Revolución (APLAUSOS),
porque los obreros están dispuestos también a comprar su machete (APLAUSOS),
los estudiantes están dispuestos también a comprar su machete (APLAUSOS), los
profesionales están dispuestos también a comprar su machete (APLAUSOS). Y prácticamente, salvo unos cuantos, unos
cuantos parásitos, unos cuantos resentidos con las leyes justísimas
de nuestra Revolución; salvo unos cuantos que no tienen más patria ni más
sentimiento ni más ideal que sus bastardos intereses, no hay cubano ni hay
cubana que no esté dispuesto a coger su machete para defender la Revolución y
la patria (APLAUSOS). Por eso nuestra
Revolución es fuerte, por eso nuestra Revolución es invencible. Por eso: ¡Porque hay un pueblo dispuesto a
morir para defenderla!
Cuando
digo que el pueblo está dispuesto a morir para defenderla, lo digo con la misma
seguridad con que dije que medio millón de campesinos vendrían a La Habana
(APLAUSOS); lo digo porque lo creo firmemente y porque es una verdad que nadie
duda. Por eso nuestra Revolución es
invencible. Y cuando hablo de la fuerza
y del poder de nuestra Revolución, no es para que nadie le tema, porque nadie
tiene razones, como no sean bastardas y egoístas razones, para temer a nuestra
Revolución.
Cuando
digo que somos fuertes, no es porque nos consideremos fuertes para agredir a
nadie, no es porque nos sintamos fuertes para quitarles nada a otros pueblos,
porque —como hemos dicho— solo aspiramos a vivir de nuestras riquezas y no de
las riquezas de otros pueblos, solo aspiramos a vivir del esfuerzo y del sudor
de nuestro pueblo y no del esfuerzo y del sudor de otros pueblos (APLAUSOS).
Cuando
digo que nuestra Revolución es fuerte, no es para que otros pueblos puedan
albergar temor alguno de nuestra Revolución, porque nuestra Revolución lucha
por su pueblo y no contra ningún otro pueblo del mundo; nuestra Revolución
lucha por el pueblo que la está realizando y ningún pueblo del mundo tiene nada
que temer de nuestra Revolución.
Esos
que les mienten a los pueblos, esos que descarada y cínicamente quieren engañar
a otros pueblos despertándoles temores sobre nuestra Revolución, esos intereses
creados y egoístas, esos que quieren engañar a otros pueblos, esos solo están
velando por sus intereses bastardos y egoístas, porque ningún pueblo tiene nada
que temer de nuestra Revolución.
Cuando
digo que nuestra Revolución es fuerte, cuando digo que nuestra Revolución es
fuerte no expresamos una fortaleza agresiva contra nadie. Para agredir a otros pueblos no seríamos
fuertes, porque nuestra fuerza está en la justicia de nuestra causa, y no es
justo agredir en ningún orden —ni en orden político, ni en orden económico— a
otros pueblos.
Cuando
digo que nuestra Revolución es fuerte, quiero decir que nuestra Revolución es
fuerte para defenderse, y ahí sí que digo que no hay fuerza en el mundo capaz
de vencer a nuestra Revolución (APLAUSOS).
Cuando
digo que nuestra Revolución es fuerte, significo que sabemos lo que queremos,
que sabemos lo que estamos haciendo, y que nos sabemos en nuestro justísimo
derecho de hacerlo, porque todos los pueblos tienen el derecho fundamental de
luchar por el progreso, de luchar por un destino mejor, que signifique el
máximo grado de felicidad posible. Ese
derecho, que es el más legítimo derecho de todos los pueblos, es también un
derecho nuestro. Y sabemos que lo que
estamos haciendo no persigue perjudicar a ningún otro pueblo del mundo, sino
persigue realizar el legítimo derecho del pueblo de Cuba a ser feliz.
Cuando
actuamos así, sabemos que lo hacemos en uso de otro derecho sagrado a los
pueblos, que es el derecho a la soberanía.
Sabemos que estamos ejerciendo ese derecho a nuestra soberanía, que
nadie tiene derecho a interferir la soberanía de ningún pueblo, que nadie tiene
derecho a fiscalizar los actos que un pueblo con mayoría abrumadora como este
está realizando.
Que
nosotros no tenemos que rendirle cuenta a nadie de nuestros actos, porque somos
un pueblo libre, porque somos un pueblo soberano, porque tenemos derecho a
luchar por nuestra felicidad, y porque ese derecho es un derecho soberano y
sagrado de los pueblos, porque Cuba es una república independiente y soberana. Que por eso decenas de miles de cubanos han
muerto desde mediados del siglo pasado, que por eso ha tenido que luchar muy
duramente nuestra patria.
Por
eso, porque nuestra patria es soberana e independiente, porque no somos ni
protectorado ni colonia ni alcaldía de ningún otro país, es por lo que digo que
estamos ejerciendo el legítimo derecho de un pueblo a su felicidad y a su
libertad. Y lo estamos haciendo de la
única manera legítima, porque no es una minoría que se imponga a una mayoría
por la fuerza: lo
estamos haciendo con una absoluta mayoría del pueblo. Y si no es legítimo aspirar a la felicidad
ejerciendo el derecho a la soberanía que tienen todos los pueblos y haciéndolo
con el respaldo mayoritario de la nación, porque los que mandan son la mayoría
de la nación, entonces ¿qué cosa sería legítima en un pueblo?
Los
cubanos estamos ejerciendo esos derechos tan legítimos que solo los insensatos
se atreven a desconocer; solo aquellos a quienes el egoísmo o la ignorancia
ciegue, se atreven a desconocer; solo aquellos que puedan hablar en nombre de
principios egoístas, colonialistas, explotadores, enemigos de la libre
determinación de los pueblos, enemigos de los gobiernos mayoritarios y
democráticos de las naciones, se atreverían a desconocer. Porque solo egoístas, ignorantes o insensatos
se pueden considerar esos políticos extranjeros, que haciéndole un flaco
servicio al pueblo al que pertenecen —porque nosotros no somos enemigos de
ningún pueblo y porque nosotros lo que queremos son las mejores relaciones de
amistad con todos los pueblos—; solo políticos ciegos, solo escritores
mercenarios, solo hombres que se mueven aspirando a defender bastardos
intereses, son capaces de desconocer esta realidad de que somos un pueblo
soberano que aspira a la felicidad por voluntad palpable e innegable del 95% de
sus hijos (APLAUSOS).
Los
que tal actúan, no solo actúan como enemigos del pueblo cubano, sino que actúan
como enemigos de sus propios pueblos. Lo
que hacen con eso es despertar antipatías en el pueblo cubano; lo que hacen con
eso es despertar un resentimiento más que explicable y justificado en el pueblo
cubano, porque no de otra forma pueden reaccionar los pueblos cuando se les
ofende y cuando se les hiere, porque amigos a la fuerza no seremos de nadie. No podemos ser amigos de los que nos ofenden;
no podemos ser amigos de los que nos insultan y nos calumnian; no podemos ser
amigos de los que nos atacan; no podemos ser amigos de los que nos explotan; no
podemos ser amigos de los que nos desconocen, de los que nos faltan el respeto,
de los que lesionan nuestros sentimientos (APLAUSOS). Amigos a la fuerza no seremos de nadie,
porque tenemos la suficiente dignidad y el suficiente honor para no ser amigos
de los que nos atacan, nos hieren, nos ofenden y quieren interponerse en el
futuro y en el progreso de nuestro pueblo (APLAUSOS).
Los
cubanos aspiramos a las mejores relaciones con los demás pueblos. Los cubanos no somos enemigos de ningún
pueblo. Los cubanos no miramos con odio
a los ciudadanos de ningún pueblo por los agravios que recibamos de los malos
políticos y de los defensores de intereses bastardos, que tanto daño puedan hacer a ese pueblo como a nosotros.
Los
cubanos proclamamos que no somos enemigos de ningún pueblo, que no somos
enemigos de los ciudadanos de ningún país, siempre que respeten las leyes de
nuestro país, siempre que respeten los sentimientos de nuestro país, siempre
que quieran ser amigos de nosotros, porque al que nos abra las manos, le
abrimos las manos; al que nos abra los brazos, le abrimos los brazos (APLAUSOS). De la misma manera que sabemos enfrentarnos
con toda la dignidad necesaria a los que en vez de extendernos la mano nos
quieren clavar el puñal, a los que en vez de extendernos la mano nos quieren
retrotraer al pasado odioso y a la vida sin esperanza ni fe en que estaba
sumido nuestro pueblo (APLAUSOS).
Esos
son los sentimientos de nuestro pueblo y no puede ser ningún otro. Si un pueblo en el mundo puede ser amigo de
los demás pueblos, es este, porque, como dije, no queremos vivir de la riqueza
de otros pueblos, sino de la riqueza de nuestra tierra; no queremos vivir del
esfuerzo de otros pueblos, sino del esfuerzo y del sudor de nuestro pueblo. y
los pueblos que aspiramos a vivir y a disfrutar nuestras propias riquezas, a
recibir los frutos de nuestro esfuerzo y de nuestro sudor, no podemos tener
razón alguna para tener conflictos con otros pueblos.
Un
pueblo que se propone un fin tan justo como el que se propone el pueblo cubano,
puede proclamar su aspiración a ser amigo de todos los pueblos, porque daño no
le queremos ni le podemos hacer a nadie, daño nunca le haremos a nadie. Daño nos han hecho a nosotros, daño hemos
tenido que sufrir nosotros; pero nosotros, los cubanos, a nadie le hemos hecho
daño ni a nadie le haremos daño (APLAUSOS).
Por eso lo que nuestra Revolución se propone y lo que nuestro pueblo
quiere es no ser víctima de ningún interés internacional egoísta e
injustificado. Por eso, lejos de querer
hacerle daño a nadie, lo que queremos los cubanos, con todo el derecho del
mundo, es que no nos hagan daño a nosotros, que no nos sigan haciendo daño, que
se ponga fin a todo lo que ha significado daño para nosotros, y que ningún interés
se interponga en esa legítima aspiración de nuestro pueblo, porque es una aspiración
tan justa, que todos los hombres honrados del mundo, todos los hombres que
tengan conciencia en cualquier lugar del mundo, lo reconocerían sin vacilación
alguna.
Estoy
seguro de que si —como están hoy visitantes ilustres de otros países— los ciudadanos
de cualquier otro país del mundo, a los que han tratado de inculcarles todo
género de prejuicios y de mentiras contra nuestra Revolución, pudieran en estos
instantes estar viendo lo que es esta Revolución, pudieran haber presenciado
esta semana en la capital de la república, que rompe todos los récords de generosidad humana, de confraternización humana,
que rompe todos los récords de identificación y de
integración... Porque casi me atrevo a
decir que ningún pueblo del mundo ha podido contemplar este espectáculo tan
maravilloso, tan grandioso, tan humano como ha sido la visita a nuestra capital
de los campesinos (APLAUSOS), las atenciones que ha tenido esta ciudad con esos
campesinos.
Los
que hayan vivido estos días de alegría incomparable, los que hayan presenciado
esa noche de ayer, los que hayan presenciado este desfile de hoy, los que hayan
visto marchar a esos soldados con el aplauso de la ciudadanía, a esos soldados
que llevan un arma, marchando ante un pueblo —que esa arma es para defenderlo y
no para oprimirlo, es para ayudarlo y no para esclavizarlo—, ese espectáculo y
estos hechos, esta alegría desbordante e inusitada, esta concentración que, si
se tiene en cuenta el número total de habitantes que tiene nuestro país, es sin
duda uno de los actos más grandes, quizás una de las concentraciones más
grandes que se haya producido en el mundo, y que se produce sencillamente por
la conjunción feliz de una serie de circunstancias tales como el anhelo de un
pueblo, que viene de muy atrás, de alcanzar una meta soñada y que tanto
sacrificio le ha costado; la circunstancia de renacer la fe y la esperanza de
este pueblo; la circunstancia de ver convertidos en realidades los primeros
pilares de esas aspiraciones que tanto ha deseado; la circunstancia de haber
sido este un pueblo muy sufrido que ha tenido que luchar mucho, lo que ha
forjado en él una gran madurez y una gran conciencia política; la circunstancia
de ser este un pueblo inteligente y un pueblo de natural bondadoso y
entusiasta, de natural enérgico y valiente.
Esas felices circunstancias se han unido para producir este
acontecimiento que se está produciendo en nuestra patria y de lo cual no hablan
nuestras palabras, sino que hablan los hechos, hablan los cientos de miles de
ciudadanos que se reúnen, habla toda una ciudad actuando con un solo
pensamiento, con un solo sentimiento, con un solo propósito.
Pocas
veces en el mundo se puede haber visto una congregación humana más unida, más
fervorosa, más combativa que esta congregación humana que es hoy nuestro
pueblo. Si otros pueblos del mundo
pudiesen ver eso, como réplica a las campañas, como réplica a las calumnias,
como réplica a los agravios que se infieren a la Revolución, que significa el
sentimiento absolutamente mayoritario de nuestra patria, tengo la seguridad de
que ni un solo ciudadano de otros pueblos dejaría de sentir simpatías hacia
nosotros y dejaría de solidarizarse con nosotros, de la misma manera que
nosotros espontáneamente nos solidarizamos con cualquier esfuerzo justo que por
los mismos fines que nosotros pueda hacer cualquier otro pueblo del mundo
(APLAUSOS).
Pero
nosotros, desgraciadamente, no podemos disponer para divulgar nuestras verdades
de los medios de divulgación que informan al mundo, nosotros no podemos contar
siquiera con la imparcialidad de esos órganos de divulgación. Nosotros somos víctimas de todos los escritos
interesados y amañados y de todas las informaciones de igual índole que se
hagan contra nuestra Revolución.
Nosotros no somos los dueños de esas agencias que se encargan de
divulgar todas las calumnias imaginables contra Cuba. Nosotros no podemos contar siquiera con la
imparcialidad de esos órganos que en el extranjero nos atacan, esos mismos
órganos que han atacado toda causa justa, esos mismos órganos que han atacado
en esos propios países a los gobernantes más honrados y más capaces que han
tenido. Nosotros no podemos siquiera
contar con la imparcialidad de esos órganos y tenemos que ser víctimas de todas
esas calumnias.
Tenemos
amigos, tenemos escritores que hablan también a nuestro favor. Pero el escritor espontáneo ejerce un trabajo
que no es sistemático, y en cambio los órganos interesados, los que responden a
intereses mercenarios, esos órganos realizan un trabajo sistemático e
incansable contra nuestra Revolución. A
pesar de que sea justa, a pesar de que la mejor prueba de esa justicia es la
actitud de nuestro propio pueblo —porque los pueblos jamás están con
algo que no sea noble, los pueblos jamás están con algo que no sea justo—, a
pesar de ser justísima nuestra Revolución, tenemos que ser víctima de todas las
campañas que se hagan contra ella.
Esas
campañas se realizan en todo el mundo, esas campañas se realizan entre nuestros
pueblos hermanos de América Latina, porque desgraciadamente los pueblos de
América Latina han sido hasta hoy, en parte, pueblos de opiniones controladas,
pueblos de opiniones prefabricadas, porque esos pueblos no han estado
recibiendo otra información que informaciones interesadas, que informaciones
amañadas, que traen como consecuencia opiniones controladas; porque cuando un
pueblo no tiene oportunidad de percatarse de una verdad, de recibir una
información justa y correcta, y no recibe y no lee y no ve ni oye decir otras
cosas que informaciones falsas, esas circunstancias hacen que los pueblos sean
pueblos de opiniones controladas.
No
concibo cómo se pueda hablar de
democracia practicando el sistema de opiniones controladas, porque una de las
cosas que decía aquí, al empezar mis palabras, es que nosotros le hablamos al
pueblo, pero a hablarle al pueblo tiene derecho todo el mundo. Al pueblo pueden hacer llegar sus razones, si
las tienen, hasta los enemigos de la reforma agraria, hasta los enemigos de las
leyes revolucionarias, porque han tenido a su disposición los medios y la plena
libertad de hacerla.
Luego
nosotros somos enemigos de las opiniones controladas. No concibo cómo se puede hablar de democracia
aspirando a controlar, incluso, las opiniones de otros pueblos, aspirando a que
los pueblos piensen de acuerdo con intereses determinados, intereses que
generalmente son enemigos de esos mismos pueblos, porque los han estado
manteniendo en la miseria y en la pobreza mediante la más brutal explotación
(APLAUSOS).
Así,
aunque la Revolución nuestra sea justa —tan justa que si pudieran los
ciudadanos de cualquier parte del mundo contemplar lo que es nuestra Revolución
estarían con ella—, sin embargo, repito, no está en nuestras manos contar
siquiera con la imparcialidad de esos órganos de divulgación.
Pero
como todos los poderes, por grandes que sean, de intereses determinados, tienen
su límite, el límite de esas posibilidades está aquí en nuestras propias
fronteras, y está en ese instinto de los pueblos, está en los amigos que
nuestra Revolución tiene en los pueblos hermanos de América Latina, en los
líderes revolucionarios, en sus hombres de pensamiento, en sus hombres de
sentimiento, en sus hombres de ideales, que desean para cada uno de sus
respectivos pueblos —pueblos que son hermanos de nosotros—, que desean los mismos
fines que nosotros estamos deseando para el nuestro.
Ese
es el límite que tienen la calumnia y la mentira: la inteligencia y el instinto de los pueblos
hermanos, los hombres de prestigio, los revolucionarios como nosotros en los
pueblos hermanos de América Latina, que trasmiten a sus pueblos esa verdad, que
comprenden la tragedia que está padeciendo hoy nuestra Revolución con las
campañas internacionales, que es lo que les ocurre a todos los pueblos que
quieren hacer una revolución; que es lo mismo que le ocurrió a México con su
revolución; que fue lo mismo que le ocurrió al ilustre general Lázaro Cárdenas
con sus leyes revolucionarias tomadas en México (APLAUSOS), y que, como él
mismo dijo, fueron causa de toda una serie de campañas interesadas contra los
miembros de su gobierno.
Ese
es el límite y el límite de la realidad que aquí dentro de nuestras fronteras
nuestro pueblo está contemplando.
Porque, ¿de qué manera pueden hacer mella en la solidez interna de
nuestra Revolución si las agresiones de que hemos sido víctimas, las ofensas de
que hemos sido víctimas, los ataques de que hemos sido víctimas y las
traiciones que se han promovido contra nuestra Revolución lo que han logrado es
hacerla más fuerte? ¿Acaso no es hoy
nuestra Revolución más fuerte que hace un mes?
¿Acaso después de las ofensas que se han inferido a nuestra patria,
nuestra Revolución no es más fuerte?
¿Qué han conseguido? Hacer más
fuerte nuestra Revolución.
Luego
no podrán debilitar el formidable respaldo de opinión pública con que cuenta el
Gobierno Revolucionario. No podrán
debilitarlo, y todas las acciones que lleven adelante contra nosotros servirán
para hacer más fuerte a nuestra Revolución.
¿Por
qué? Porque este es un pueblo que no se
acobarda, porque este es un gobierno que no se acobarda. Sucedería con pueblos y con gobiernos que se
acobardasen, de gobiernos más pendientes de lo que piensan afuera que de lo que
piensan adentro. Nosotros somos un
gobierno pendiente esencialmente de lo que piensen adentro. Nos puede preocupar lo que piensen afuera,
pero no nos importan en absoluto las campañas que contra nuestra Revolución
hagan los intereses que están contra ella, porque, en definitiva, no estamos
aquí pendientes de lo que se diga o se piense en el Senado de ningún otro país,
porque en definitiva nuestro Senado es ese (SEÑALA A LA MULTITUD). Ese, el pueblo, es nuestro Senado.
De
lo que piense ese Senado, de eso sí nos preocupamos nosotros, de lo que piensen
nuestros compatriotas, porque nosotros les tenemos que rendir cuentas, antes
que nada, a nuestros compatriotas, y lo que piensen nuestros compatriotas es
por encima de todo lo que nos interesa.
Somos un gobierno que atendemos a la opinión de nuestro pueblo, y salvo
porque nos interesa el prestigio de la Revolución, salvo porque deseamos que se
tenga un criterio justo de nuestra Revolución, por lo demás, ¡por lo demás!, no
nos importa en absoluto lo que piensen ciertos sectores políticos o ciertos
órganos públicos de otros países. No nos
importa en absoluto porque estamos pendientes de lo que piensen aquí, no de lo
que puedan pensar en ninguna otra parte.
De
ahí que los ataques que se hagan contra nuestra Revolución, calumniosamente e
interesadamente, hagan más fuerte a nuestra Revolución, porque ni el pueblo se
acobarda ni el gobierno se acobarda. Y
el pueblo no se acobardará jamás y el gobierno no se acobardará jamás, ya que
al fin estamos comprendiendo a nuestro Apóstol, al fin estamos practicando
aquellas ideas del Apóstol de nuestra independencia, al fin hemos aprendido a
vivir de pie y al fin hemos comprendido que más vale morir de pie que vivir de
rodillas (APLAUSOS).
Esa
sabia y filosófica enseñanza de nuestro Apóstol la hemos aprendido. No queremos ser pueblo sumiso, no queremos
ser pueblo impotente, no queremos ser un pueblo arrodillado, porque adivinamos,
comprendemos que esta felicidad que estamos viviendo al contemplar que nuestro
país marcha hacia la más plena y absoluta soberanía, que marcha hacia la
elaboración de su destino con sus propias manos; esta alegría que emana de la
felicidad de sentirnos libres, de sentirnos soberanos, de sentirnos libres de
proteccionismos o injerencias extrañas y de sentirnos libres de tiranías
internas, de sentirnos libres de miedo, de sentirnos libres de opresión, de
sentirnos libres de humillaciones; esta satisfacción que hoy tiene cada cubano
de verse un ser humano, un ser humano con derechos, un ser humano objeto de
todas las consideraciones que como tal ser humano merece; el hecho de sentirse
pueblo y no rebaño, el hecho de sentirse hombre y no bestia, el hecho de
sentirse poseedor de derechos, poseedor de valores que son sagrados; el hecho,
en fin, de sentirse persona —porque no éramos personas bajo la tiranía: bajo la tiranía éramos peor tratados que las
bestias, bajo la tiranía sufríamos torturas que las bestias no sufren,
sufríamos dolores que las bestias no sufren, sufríamos crímenes y atrocidades
que las bestias no sufren—, y esa alegría de dejar de ser tratados como bestias
para sentirnos hombres, para sentirnos que tenemos derecho a nuestra libertad,
sentirnos que tenemos derecho a nuestras vidas, sentirnos que tenemos derecho a
las vidas y a la seguridad de nuestros seres queridos, esa alegría no se la
podrán volver a arrebatar jamás a nuestro pueblo (APLAUSOS).
Cuánto
se equivocan los que piensen que Cuba se puede resignar tranquilamente a volver
al pasado. Cuánto se equivocan los que
creen que aquí pueden venir otra vez los criminales de guerra, que pueden venir
otra vez los asesinos, aquellos jefes de ejército, jefes de policía, jefes de
cuerpos de investigación y jefes de cuerpos de represión que eran el terror de
toda la ciudadanía, que nos hacían vivir en aquella tristeza, en aquella
amargura, en aquella humillación permanente.
Qué equivocados están los que creen que la seguridad y la libertad de
hoy, el honor de hoy, la soberanía de hoy, la gloria de hoy, el prestigio de
hoy, el pueblo de Cuba se resignaría mansamente a que se lo arrebataran para
volver a imponerles aquel pasado odioso (APLAUSOS).
Qué
equivocados están los que crean que aquí pueden regresar a buscar sus
prebendas, que aquí pueden regresar a buscar sus negocios, a buscar sus
edificios, a buscar sus fincas y a buscar sus cuentas de bancos los criminales
que tan cobardemente se fugaron el primero de enero para ahora estar
sirviéndoles de instrumento a enemigos de nuestra patria, para ahora estar en
contubernio con los peores enemigos de Cuba, en un presunto propósito de volver
a nuestra patria, porque esos negocios no los volverán a tener jamás. Ni aquí se volverá a implantar el juego
odioso y explotador de nuestro pueblo, ni aquí se podrá volver a implantar la
tortura, ni aquí se podrá volver a implantar la malversación, la prebenda, ni
aquí podrán volver a recobrar sus edificios, ni aquí podrán volver a recobrar
sus fincas, porque esas 8 000 caballerías de tierras, esas caballerías de
tierras pasarán a manos de nuestros campesinos; ni aquí podrán volver a
recuperar sus cuentas bancarias, porque esos 20 millones de pesos, ¡esos veinte
millones de pesos! van
a parar directamente a manos de los campesinos en equipos, en créditos, en
semillas, en viviendas y, en fin, en todos los propósitos que la reforma
agraria persigue (APLAUSOS).
¡Porque
la reforma agraria va! ¡Y la reforma
agraria va! Y no solo va, sino que ahora
va mejor todavía, porque ahora tenemos en el bolsillo 20 millones de pesos más,
20 millones que hemos recuperado de las cuentas bancarias de los malversadores
(APLAUSOS), 20 millones que se les quedaron en la fuga, 20 millones que extrajeron
como sanguijuelas de la economía de nuestro pueblo, de los recursos de nuestro
pueblo. Y la reforma agraria sale hoy de
esta tribuna con 20 millones de pesos más para los campesinos (APLAUSOS).
Luego,
veo muy difícil que puedan venir a recobrar esas 38 000 cabezas de ganado,
que puedan venir a recobrar esos 20 millones de pesos, que puedan venir a
recobrar esas 8 000 caballerías de tierra y los bienes enunciados aquí,
que no son más que una parte, porque, además, ya ha percibido el Instituto de
Reforma Agraria los 17 millones y medio que es, hasta hoy, la suma que significa
el haber anulado los billetes de 1 000 y los billetes de 500.
A
toda esa relación hay que añadir una relación de edificios de apartamentos, una
relación de solares y otra serie de bienes, que hacen ascender a más de 100
millones de pesos el valor de los bienes que a través del Ministerio de
Recuperación ha vuelto a recobrar la república y que —como ustedes ven— pasa
directamente al Instituto Nacional de la Reforma Agraria (
APLAUSOS) .
Veo
muy difícil que puedan venir a recobrar esas tierras, porque en esas tierras y
en los grandes latifundios vamos a sembrar campesinos, ¡vamos a sembrar
campesinos que van a echar raíces allí y para arrancarlos tendrían que
arrancarlos con la tierra! Porque para
quitarles otra vez la tierra a los campesinos, tendrían que matar a este medio
millón de campesinos y al millón y medio que quedaron en el interior de la
república (APLAUSOS).
Así
que qué equivocados están. ¡Qué
equivocados están los que crean que van a venir otra vez a recobrar sus
finquitas, sus cuentecitas y sus negocitos! ¡Qué equivocados están! Porque no me explico ni cuándo ni cómo; no me
lo explico, porque yo no puedo explicarme que pueda nadie, con ninguna
justificación ni con ninguna razón ni con ninguna fuerza, vencer este
formidable espíritu moral de nuestro pueblo.
Porque no es ni siquiera una cuestión de número, ni una cuestión de
fuerza; es, sobre todo, una cuestión moral, la justicia de lo que estamos
haciendo, la nobleza de lo que estamos haciendo y que ha despertado este
espíritu moral en nuestro pueblo, que es como un gigante indoblegable. ¡Qué equivocados están!
Si
se hacen esas ilusiones, hay que llegar a la conclusión de que están
irremisiblemente perdidos, porque ningún espectáculo hemos visto nunca, ni creo
que nunca se haya visto un espectáculo semejante al de esos machetes que se
empuñan, al de esos machetes que se afilan y al de esos machetes que se rozan unos
con otros (APLAUSOS).
Ese
medio millón de machetes que se agitan y que hablan con la voz característica
de su temple y de su filo, manejados por las manos vigorosas de nuestros
campesinos, ese medio millón de machetes levantados es el espectáculo más
impresionante que hemos visto en nuestra vida, es el espectáculo más imponente
que se haya visto posiblemente en ningún lugar del mundo, ¡ese medio millón de
machetes que convierten desde hoy el machete en el símbolo de nuestra Revolución! (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.)
Si
los criminales de guerra, si los mercenarios que se entrenan en el extranjero
para volver a traer la tiranía y el crimen y el robo y el terror y la opresión
y la humillación y la desesperanza a nuestro pueblo, pudiesen contemplar medio
minuto esos machetes, si los pudiesen oír cuando se frotan unos contra otros
como afilándose más, si los pudieran escuchar, si los pudieran ver (ALZAN
MACHETES), pero, sobre todo, si pudieran ver esos brazos decididos que los
manejan, si pudieran ver esos rostros de nuestros campesinos, de esos
campesinos que no se andan con chiquitas, de esos campesinos que no se andan
con cuentos, de esos campesinos que son todo rectitud, todo nobleza, todo
valor, todo sencillez, tanto en su vida como en su sentimiento (EXCLAMACIONES y APLAUSOS); si pudieran ver a esos
campesinos, que son los campesinos a los que ayer criminal y brutalmente
agredían descargando esos machetes sobre sus espaldas; si pudieran ver a esos
campesinos, que saben lo que son aquellos abusos felizmente desaparecidos para
siempre, aquellos campesinos que antes tuvieron que soportar el plan de machete
sobre sus espaldas de hombres nobles y trabajadores (EXCLAMACIONES y APLAUSOS); sobre todo, si pensaran
por un minuto que esos mismos campesinos que ahí están haciendo rechinar esos
machetes son los mismos campesinos a los que estuvieron humillando, golpeando y
dándoles plan de machete durante muchos años desde el principio de nuestra
república; y, sobre todo, si pensaran por un minuto que de las filas de esos
mismos campesinos salieron principalmente los combatientes del Ejército
Rebelde; que el temple de esos hombres es el temple de los hombres que en las
montañas y en los llanos destrozaron las mejores unidades de la tiranía con
armas muy inferiores a las que tenían ellos (EXCLAMACIONES); si pensaran que
nuestro ejército es fundamentalmente un ejército campesino y que tiene por
reserva a esos hombres que esgrimen los machetes; si pensaran por un minuto que
esos hombres que salieron de las filas campesinas, esos hombres ya han
aprendido a manejar las armas más modernas, como lo demostraron en la tarde de
hoy (EXCLAMACIONES); si pensaran por un minuto que además de los machetes
tenemos los cañones, los tanques, los aviones y los fusiles ametralladoras y
los veteranos que supieron ganar una guerra con armas inferiores (EXCLAMACIONES);
si pensaran en esas cuestiones por un minuto, es muy posible que desistieran de
sus planes.
Mas
ningún interés tenemos en convencerlos de lo contrario. Hablamos para el pueblo, no hablamos para
ellos; hablamos para que el pueblo vea hasta qué grado de estupidez llegan
nuestros enemigos, que son capaces de imaginar que les quede la más remota
posibilidad de volver; porque aquí no podrán venir ni solos ni acompañados, ni
los criminales de guerra que huyeron de aquí, ni en compañía de los criminales
de guerra de otros países; ni los mercenarios que se fueron de aquí solos ni
todos los mercenarios del mundo juntos.
Hablo
para el pueblo. Para ellos, si se
quieren equivocar una vez más, pues que se equivoquen. ¡Allá ellos!
Nosotros no tenemos interés en derramar una gota de sangre, ni siquiera
de la sangre de los insensatos que intenten establecer de nuevo el pasado en
nuestra tierra.
Nosotros,
sobre todo, no queremos que una sola madre cubana pierda un hijo, no queremos
que una sola madre cubana se tenga que volver a vestir de luto porque su hijo
caiga defendiendo su patria. Nosotros
quisiéramos para nuestro pueblo y para nuestras madres la paz más feliz, la
seguridad más completa de que sus hijos no correrán peligro, de que sus hijos
no tendrán que caer nuevamente luchando contra esos criminales, que ya bastante
sangre le ha costado a la patria.
Pero
parece como si no conformes con los crímenes que hicieron en los tiempos
pasados; parece como si no conformes con las 20 000 vidas que costó a
nuestra patria la tiranía; parece como si no conformes con los campesinos que
asesinaron; parece como si no conformes con aquellas matanzas, que en una
ocasión ascendió en el Oro de Guisa a 53 padres de familias campesinas; parece
como si no conformes con aquellas matanzas de Peladero, de Bueycito, donde
ultimaron a 400 campesinos indefensos; parece como si no conformes con aquellas
matanzas de campesinos inocentes —porque la culpa que tenían era la culpa de
simpatizar con la Revolución, la culpa que tenían era el deseo de un mundo
mejor al mundo infernal en que vivían, el deseo de un mundo con pan y educación
para sus hijos, el deseo de un mundo donde el fruto de su trabajo sobre la
tierra pródiga de la patria fuese para ellos—; parece como si no conformes con aquellas
matanzas para perpetrar aquí la opresión, para perpetrar aquí el robo y el
pillaje, para perpetrar aquí el privilegio y la explotación; parece como si no
conformes todavía con aquellas espantosas represalias que tomaron contra
nuestros campesinos; parece como si no conformes con todo el dolor y el luto
que sembraron quisieran que nuevas madres cubanas tengan que pasar por el mismo
dolor, que debiera de ser una cosa del pasado.
Los
que tan cobardemente huyeron que hasta dejaron sus botijas —las que no se habían podido llevar con
anterioridad las dejaron abandonadas—, los que tan horriblemente maltrataron a
nuestro pueblo, debieron haberse olvidado para siempre siquiera que existe Cuba
y no ocurrírseles teorías peregrinas, azuzando odios en el extranjero contra
nosotros, azuzando intereses contra nosotros, azuzando gobiernos contra
nosotros, azuzando al extranjero para ver si le vienen a sacar las castañas del
fuego. Porque la única esperanza que
ellos conciben no es la de que ellos puedan volver a recobrar aquí sus fincas y
sus negocios y sus privilegios; la esperanza que conciben es la esperanza de
que venga el extranjero poderoso a recobrarles sus fincas y sus negocios
bastardos y sus privilegios. Esa es la esperanza
que conciben.
Parece
—insensatos, insensatos, ¡insensatos!— que no comprenden que hoy Cuba no es
solo Cuba. ¡Hoy Cuba es el sentimiento
de toda la América Latina! Insensatos,
que no comprenden que Cuba no puede ser agredida, porque agredir a Cuba es
agredir a toda la América Latina (APLAUSOS).
Estúpidos, que no comprenden que nuestro pueblo está tan decidido a
defender su Revolución, que con la ayuda de ningún poder del mundo, podrían
jamás volver a implantar sus botas en nuestra tierra, porque sabremos
defenderla hasta el último hombre, y se cumpliría aquel pensamiento de nuestro
Titán de Bronce cuando dijo que quien intentase apoderarse de Cuba recogería el
polvo de su suelo anegado en sangre (APLAUSOS).
¡Torpes! Torpes cuando piensan
que asesinando pueden cambiar los destinos de Cuba. Y es lógico que quienes no conocieron otro
procedimiento que asesinar, crean que asesinando pueden recobrar lo que
perdieron asesinando.
Lejos
están también de acertar si creen que asesinando líderes van a asesinar la
Revolución. Y no tengo ningún interés en
demostrarlo, porque, sencillamente, aquí todos y cada uno de nosotros hace
mucho rato que no vive más que para esto, hace mucho rato no se acuerda de otra
cosa que de esto, y hace mucho rato que nuestras vidas nos tienen indiferentes
en absoluto. No tengo ningún interés en
demostrárselo porque, en definitiva, ni me importa lo que piensen ni me importa
lo que planeen; solo me interesa decirle al pueblo —porque al pueblo es al que
le tengo que hablar—, solo me interesa decirle al pueblo que son también torpes
cuando creen que asesinando líderes de la Revolución van a destruir la
Revolución, ¡porque le sobran a nuestra patria reservas en hombres y le sobran
a nuestra patria reservas en líderes!
Lo
que digo aquí lo digo porque lo creo, lo digo porque lo siento, y es que ningún
hombre es indispensable. Otras veces nos
hemos creído que los hombres eran absolutamente indispensables, otras veces nos
hemos dejado llevar por el desaliento en la circunstancia en que algún líder ha
caído. Y si bien es cierto que la caída
de los jefes trajo contratiempos, trajo retrasos y trajo preocupaciones, sin
embargo, digo aquí que en las actuales circunstancias y en el momento que está
viviendo nuestro pueblo, con la madurez que ha alcanzado nuestro pueblo y con
la solidez que ha alcanzado nuestro pueblo, creo y siento —y por eso lo digo—
que aquí ningún hombre es indispensable.
Y lo prueban los hechos.
Lo
prueban, por ejemplo, los desertores. Un
desertor en la fuerza aérea ha significado sencillamente que hoy la fuerza
aérea esté cincuenta veces mejor de lo que estaba cuando el traidor era jefe de
ella (APLAUSOS). Lo demuestra la crisis reciente
con la Presidencia de la República —y no quiero sencillamente expresar ya ni
una frase más contra los que más vale que se sumerjan en el olvido. El que estaba en ese cargo, por las razones
de todos conocidas, tuvo necesidad, por imposibilidad de continuar gobernando
el país sin el respaldo de la opinión pública, de abandonar dicho cargo. La Revolución ha salido ganando, porque un
revolucionario de fibra y de sentimiento, un hombre joven, absolutamente
identificado con los que fueron sus compañeros del Consejo de Ministros; un
hombre —como dijo él— sin prejuicios y sin complejos; un hombre que sabrá
dignificar la Presidencia de la República porque la Presidencia de la República
tiene una función importantísima, y entre ellas ser leal a la Revolución (APLAUSOS);
un hombre de magníficas condiciones, con el cual estamos absolutamente
identificados y con el cual jamás podrán surgir diferencias entre los miembros
del Consejo de Ministros y él porque hay una identificación absoluta, ha venido
a sustituir a aquel que creó injustificadamente esas diferencias y provocó la
crisis.
Luego,
el caso de aquellos que han sido sustituidos por otros mejores —aplicado a las
circunstancias de que por razones de aquella índole hayan tenido que abandonar
el poder—, sería también aplicable en el caso de ausencia por cualquier otra circunstancia.
Ningún
hombre es ni será indispensable. Lo
único indispensable aquí —lo digo porque lo siento— es el pueblo. Si la Revolución no tuviera el pueblo,
estaría perdida. ¡El pueblo es lo que
importa, y el pueblo lo tiene la Revolución!
(APLAUSOS.) Además, es consolador pensar, es consolador pensar que a un
hombre lo pueden matar, pero a un pueblo no lo pueden matar, igual que un
hombre puede ser traidor, pero un pueblo no puede ser traidor.
Este
análisis nos lleva a la conclusión de que lo único indispensable es el
pueblo. Y la Revolución está asegurada,
porque al pueblo no lo pueden matar. Y
siento la tranquilidad de saber y de comprender estas verdades, porque así
todos nosotros vemos que la obra que estamos realizando está asegurada.
De
este modo, quiero decirle al pueblo que la Revolución no fracasará. No fracasará por ninguna contingencia, porque
somos lo suficientemente fuertes para defenderla y porque tenemos al pueblo,
que es el factor indispensable de la Revolución; porque tenemos a los guajiros
con sus machetes, que hablan un lenguaje patriótico, que tienen el temple del
acero, la voz del acero, y son movidos por brazos que tienen el temple del
patriota y del rebelde; porque tenemos a los obreros, porque tenemos a los profesionales,
porque tenemos a los estudiantes, porque tenemos a todo el pueblo, salvo unos
cuantos egoístas, salvo unos cuantos insensibles, solo unos cuantos que no
tienen noción de lo que es la generosidad humana, ni el amor a sus semejantes,
ni el amor a la patria (APLAUSOS).
¿Que
el trabajo que tenemos por delante no es un trabajo fácil? Lo sabemos.
Pero, ¿qué importa? Este es un
pueblo que ha nacido y se ha forjado para conquistar obstáculos grandes y
difíciles, este es un pueblo que no debe temerle a nada. Y acaso en estos instantes, cuando a la
república la dejaron apenas sin reservas monetarias, cuando a la república la
dejaron con unas deudas fabulosas, cuando la política azucarera seguida por la
tiranía ha traído como consecuencia que en estos instantes el precio del azúcar
sea el más bajo que haya tenido en 12 años, a pesar de todo eso, ¿no tiene una
fe extraordinaria nuestro pueblo? A
pesar de todo eso, ¿no tiene que ser muy grande la confianza del pueblo en la
Revolución cuando ha exteriorizado tanta simpatía? Porque, ¿qué esfuerzo no estará dispuesto a
hacer nuestro pueblo contra todas las circunstancias que tenga que
afrontar? Porque si se tomasen medidas
económicas contra nosotros, ¿eso le preocupa al pueblo? ¿Tiene miedo el pueblo de que se tomen
medidas contra la nación? ¡No! (EXCLAMACIONES).
El
pueblo en ninguna circunstancia pasará hambre, porque cuando tengamos sembrada
hasta la última pulgada de tierra, cuando tengamos en plenitud de
funcionamiento nuestras fábricas, el pueblo no pasará hambre porque habrá
malanga y plátano y yuca y arroz y todos los alimentos que sean necesarios para
el pueblo.
Si
no recibiéramos reservas, o si disminuyeran porque se tomaran medidas
económicas con las que ciertos políticos extranjeros quieren amenazarnos, no
importa. Lo que importa es que la tierra
produzca, ¡y nuestra tierra produce de sobra!
Lo que importa es que las plantas broten de nuestra fértil tierra trabajada
con las manos generosas de nuestros campesinos, y que los campesinos produzcan
no solamente para ellos, sino que sean capaces de producir los necesarios
frutos para sostener a toda nuestra población; que los obreros de nuestras
ciudades sean capaces de producir artículos industriales como ropa, zapatos y
otros objetos esenciales a la vida, como para vestir y calzar a todos nuestros
campesinos. ¡No importa! Que nuestra tierra y el valor de nuestros
compatriotas y el espíritu de sacrificio de nuestros compatriotas es suficiente como para afrontar cualquier crisis.
La
Revolución seguirá adelante su obra, seguirá adelante su obra constructiva,
seguirá adelante su reforma agraria, seguirá adelante sus planes de
construcción de viviendas, seguirá adelante sus planes para el pueblo, sus
planes de turismo; seguirá adelante su construcción de escuelas, su
construcción de hospitales, sus programas basados en la reforma agraria y en el
desarrollo industrial del país; seguirá adelante en su programa de justicia
social; seguirá adelante en su aspiración de elevar el estándar de vida de
nuestro pueblo, y seguirá adelante con la convicción de que nuestro pueblo
tiene madurez y tiene virtudes suficientes para proponerse esas metas, porque
es un pueblo que conoce el pasado y no quiere volver al pasado; es un pueblo
que vive el presente y vislumbra lleno de esperanza el porvenir y se ha
propuesto conquistar ese porvenir.
Seguiremos
adelante, pues, ustedes y nosotros, dispuestos a afrontar serenamente todos los
obstáculos y todos los inconvenientes que se nos pongan delante. Seguiremos adelante labrando el porvenir
material y la liberación espiritual y moral de nuestra patria. Seguiremos adelante forjando este pueblo
virtuoso. Seguiremos adelante llevando
la felicidad a los campos y a las ciudades.
Seguiremos adelante la obra al ritmo que nos permitan nuestras energías
y nuestros recursos. Seguiremos adelante
sin vacilaciones y sin sombra de dudas, porque tenemos una fe que se ha visto
confirmada en numerosas ocasiones, tenemos una fe y una seguridad absoluta en
nuestro pueblo.
Por
tanto, solo cabe decir:
¡Adelante! ¡Adelante, compatriotas
del campo! ¡Adelante, obreros! ¡Adelante, estudiantes! ¡Adelante, profesionales! ¡Adelante, cubanos dignos! ¡Adelante, cubanos conscientes! ¡Arriba!
¡Adelante, combatientes del ejército revolucionario! ¡Adelante, al pueblo!
Hoy
nos reunimos aquí, hoy nos reunimos en la capital. La consigna este 26 de Julio fue medio millón
de campesinos a la capital. La consigna
para el 26 de Julio del año próximo será medio millón de ciudadanos a la Sierra
Maestra (APLAUSOS), ¡medio millón de ciudadanos a compartir con los
campesinos! Y allá el hombre de la
ciudad llevará al campesino también su simpatía, allá irá a compartir con el
campesino su vida, allá irá a ver un campo que está ya bajo el signo del
progreso. Y allá los campesinos tendrán
también sus hamacas, y allá los campesinos tendrán también sus barracones y sus
bohíos, y sus latas y sus ollas dispuestas para cocinar y para recibir allí al
medio millón de ciudadanos que los van a visitar, y sembrará más para tener el
año que viene con qué acoger a los que los van a visitar.
Y
como el campesino todavía tiene que recibir, porque el campesino todavía no
puede dar sino sus magníficos y nobles sentimientos, lo ayudaremos para que
reciba a sus huéspedes, recogeremos para ayudar a sufragar los gastos, y les
llevaremos también ropa y les llevaremos juguetes a sus hijos y les llevaremos
ropas también para sus esposas, porque el año que viene les tocará a las
esposas de los campesinos.
Y
así, el año que viene no será una concentración: el año que viene será una dispersión
por todas las montañas para que el hombre de la ciudad conozca el ambiente,
conozca la vida y conozca el escenario donde surgió esta Revolución y conozca
el porqué de estas magníficas condiciones de carácter y estas magníficas
condiciones de sentimiento y de inteligencia de nuestros campesinos. Y comprenderá el porqué de su espíritu de
sacrificio, el porqué del vigor de sus brazos y por qué rechinan sus machetes;
porque esos machetes rechinan clamando justicia, porque —como dijo Maceo— la
Revolución estará en marcha mientras quede una injusticia por reparar.
Esos
machetes no rechinan en balde. Esos
machetes rechinan hoy por el campesino, pero rechinan también por el
obrero. Esos machetes rechinan también
por el obrero y rechinan también por todo el pueblo. Esos machetes rechinan por la patria. Esos machetes rechinan por todos los cubanos,
porque esos machetes están para defender el sagrado interés de todos.
Y
lo mismo que el campesino vino hoy a comprender muchas cosas, lo mismo que el
campesino vino hoy a aprender muchas cosas, a visitar las fábricas, a ver la
capital...
Tal
vez incluso marchen con una idea, con una idea de la capital que no sea exacta,
porque en la capital también la vida es dura, en la capital también hay penas,
en la capital y en las ciudades de toda Cuba hay también grandes preocupaciones
por el estándar de vida bajo todavía en muchos sectores obreros, por la
carestía de la vida.
Hemos
podido ir poco a poco. Ya hemos podido
rebajar los alquileres, hemos podido ir construyendo escuelas, hemos podido ir
creando centros de recreo para todos los cubanos, hemos abierto todas las
playas, porque hemos cortado todas las cercas de las playas para el hombre de
la ciudad como hemos cortado las cercas de los latifundios para los hombres del
campo (APLAUSOS).
Si
aquí todo ha sido sonrisa, si aquí todo ha sido sonrisa en estos días, ha sido
en honor del campesino; si aquí todo ha sido alegría en estos días, ha sido en
honor del campesino. Pero aquí como
allá, también hay dolor; aquí como allá, también hay muchas necesidades que satisfacer;
aquí como allá, se derramó también mucha sangre; aquí como allá, también hay
injusticias —o había injusticias, porque muchas han sido abolidas y las que
queden lo serán también—, aquí también hay penas. Mas si todo ha sido un cuadro de felicidad,
brazos abiertos, cláxones que suenan, voces risueñas y afectuosas, música
alegre, todo ha sido en honor de los campesinos; esas puestas, camas
preparadas, ha sido en honor de los campesinos.
Así,
ustedes han conocido de La Habana la parte alegre; como mañana, como el año que
viene, los hombres de la ciudad, de todas las ciudades, irán a conocer de
ustedes las alegrías y también las penas; irán también una vez más a tratar de ayudarlos,
porque la Revolución hacia donde primero tiene que dirigir su esfuerzo es hacia
aquellos sectores del país que más lo necesitan. Ese es un principio de justicia elemental.
Iremos
siempre hacia los que más nos necesiten, y cuando hayamos ayudado a los que más
lo necesiten, volveremos a ayudar entonces a los que más nos necesiten, y
siempre iremos ayudando, por encima de todo, a los que más nos necesiten, porque
esa es una ley fundamental de la equidad humana (APLAUSOS).
Como
los campesinos, como nuestros hermanos campesinos son hoy los que más nos
necesitan, a ellos tenemos que ayudarlos en esta primera etapa, y ayudarlos de
la misma manera en que ellos a su vez, en la medida en que se liberen
económicamente, en la medida en que progresen, ayudarán al progreso de toda la nación. Porque la primera gran verdad que nuestro
pueblo comprendió —y ahí el porqué del porcentaje tan alto de ciudadanos que
respaldan a la reforma agraria—, la primera verdad fue que la reforma agraria
no solo era la liberación del campesino, sino también la liberación de todo el
pueblo.
Así,
hoy nos toca ayudarlos a ellos. Y el
pueblo los seguirá ayudando. Y nosotros
continuaremos dirigiendo hacia ellos, como hacia los pescadores, como hacia los
carboneros, como hacia todos aquellos sectores que viven en las peores
condiciones, hacia allá iremos dirigiendo nuestro esfuerzo; hacia la educación
de los hombres, de los hijos de las familias campesinas. Porque el analfabetismo tenía un índice muy elevado
en nuestros campos, porque no había escuelas ni maestros suficientes; la
mortandad infantil tenía un índice elevado en nuestros campos porque no había
asistencia médica ni condiciones de salud.
Pero no estará lejano el día en que hasta el hijo del campesino que vive
en los más remotos rincones de Cuba sea también un estudiante. Porque estudiantes —como decía ayer en la
reunión de los delegados de la Federación de Estudiantes de Segunda Enseñanza—,
estudiantes deben ser todos los hombres jóvenes, estudiantes deben ser todos
los niños y todos los jóvenes; porque no hay razón para que estudiantes solo
sean una parte del pueblo, cuando estudiante debe ser todo niño en edad
escolar, todo joven en edad de enseñanza secundaria, todo joven en condiciones
de adquirir una carrera.
Llevaremos
no solo la tierra, no solo la satisfacción, los remedios a los males materiales;
llevaremos también los remedios a los males espirituales. Y por ahí hemos empezado.
El
campesino de hoy es el héroe de la patria.
El campesino de hoy ya no es el hombre de ayer, a quien los intereses
creados y los poderosos se interesaron en mantener tanto en el olvido, en la
ignorancia y en el ridículo, porque querían que aquel hombre jamás se liberara.
El
campesino hoy es el héroe de Cuba, es el héroe del campo y es el héroe de las
ciudades. El hombre aquel de ayer es hoy
el héroe, el soldado de la Revolución que esgrime su arma, que es su arma de
trabajo, y el símbolo de su arma revolucionaria y el símbolo del arma con que
está dispuesto a defender las conquistas de la Revolución.
Así
avanza la Revolución. Algo ha avanzado
en estos seis meses y continuará avanzando cada vez más firmemente; quizás no
con toda la premura que deseamos, porque las posibilidades de desarrollo de
nuestro país están limitadas por las circunstancias económicas y los recursos
que tenemos ahora, y los cubanos no podemos contar más que con nuestro propio
esfuerzo; los cubanos no podemos contar más que con el fruto de nuestro
trabajo, y solos en el orden económico tenemos que labrarnos nuestro porvenir.
Así
pues, compatriotas, al terminar este acto de hoy, al conmemorarse este sexto
aniversario, el sexto año de aquel esfuerzo realizado por nuestra juventud para
librar a la patria de la tiranía; este sexto año, que fue precedido por un 26
de Julio en la cárcel, dos 26 de Julio en el exilio, dos 26 de Julio en campaña
en las montañas; en este 26 de Julio de la libertad, cuando al fin se comienzan
a ver los frutos no del sacrificio de nosotros, sino del sacrificio de todos
los hombres que lucharon desde mediados del siglo pasado por estos triunfos que
ellos ayudaron a fundar —porque nosotros no somos sino los afortunados testigos
de una obra que es la obra de varias generaciones de cubanos—, al conmemorarse
este sexto aniversario del 26 de Julio, y al pensar en las glorias de nuestra
patria, en las glorias nacionales y en las glorias internacionales alcanzadas
con honor, en el prestigio de nuestra patria, en la simpatía que tienen los
hombres de pensamiento de nuestro continente...
Porque la simpatía de los buenos de América corre pareja al odio de los
malos de América, porque, dime quiénes son tus enemigos y te diré quién eres.
Nuestros
enemigos son Somoza, Trujillo, el senador Eastland,
que es racista, que es colonialista (EXCLAMACIONES); nuestros enemigos son los
grandes intereses, los grandes monopolios, los grandes intereses creados de la
oligarquía internacional. Y nuestros
amigos son Lázaro Cárdenas, el senador Allende, la hija de aquel ilustre y
extraordinario líder, la hija y la esposa de Jorge Eliecer
Gaitán, que fue un apóstol de Colombia y cuyo
recuerdo es todavía la fuerza que impulsa el ansia de progreso de aquel
país. Y así, todos y cada uno de los
visitantes ilustres, que nos visitaron esta vez en número crecido y que nos
visitarán en el futuro en número cada vez mayor, porque saben que necesitamos
de su aliento, porque saben que necesitamos de su presencia, porque saben que
necesitamos de su testimonio. Porque la
palabra de un Lázaro Cárdenas, como la palabra de Allende, como la palabra de
la hija de Gaitán, como la palabra de Paz Estenssoro, como la palabra de Arévalo, como la palabra de
todos los líderes prestigiosos de esos países, valen más que los cables
calumniosos de los enemigos de nuestra Revolución (APLAUSOS). Y nos visitarán porque saben que nuestra
Revolución necesita de su aliento, porque saben que ayudar a la Revolución
Cubana, ayudar a la liberación de Cuba, es ayudar a la liberación de todos los
pueblos hermanos de América Latina.
Al
pensar en este momento de excepcional emoción, surgida del despertar de la
libertad, del despertar de la fe y la esperanza, al ver cómo se comporta
nuestro pueblo, lo que siento es deseos de exclamar que nunca como en estos
instantes nos hemos sentido tan orgullosos de ser cubanos; nunca nos hemos
sentido tan orgullosos de nuestro pueblo, y nunca nos hemos sentido tan
orgullosos de nuestra bandera, de nuestra bandera de la estrella solitaria, que
cuando la veíamos hoy desplegarse al viento, bañada por los rayos del sol al
atardecer, sentíamos ese júbilo infinito, ese júbilo que fue el sueño de tantos
hombres que lucharon sin verlo cumplido:
el júbilo de sentir en esta generación toda la emoción y todos los
sueños de varias generaciones.
Y
al verla ondear, y al verla tan limpia, y al verla tan hermosa, y al verla tan
honrada, la palabra patria, el símbolo de la patria y todo lo que se concreta
alrededor de ese sentimiento que hace a los hombres morir cuando llegue la hora
de morir para defenderla (APLAUSOS); al verla hoy, al ver el sitial tan alto en
que hemos situado nuestra bandera, me sentí tan feliz que vi
en ese minuto premiados todos los sacrificios que hemos hecho y todos los
sacrificios que tengamos que hacer en lo adelante.
(OVACION).