DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA ASAMBLEA EXTRAORDINARIA
CELEBRADA POR LOS EMPLEADOS Y OBREROS DEL COMERCIO, EN LA CTC REVOLUCIONARIA,
EL 4 DE JUNIO DE 1960.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER
MINISTRO)
Compañeros y compañeras:
Se
pierde un poco, en la emoción de estos minutos, hasta ese necesario control
elemental que debemos tener nosotros cuando nos dirigimos al público porque,
ante la emotividad de instantes como este, podría decirse que las palabras
profanan el ambiente.
¿Qué
podemos decir nosotros que, en fin, no esté en el sentimiento de todos ustedes? Y es que cada ocasión, cada reunión para
tratar cuestiones de gobierno, cuestiones que interesan a un grupo determinado
de nuestros trabajadores, es decir, cualquier acto se convierte, para el
público, en una oportunidad de expresar su extraordinaria exaltación patriótica. Y así ha sido este acto de hoy, en que nos
habíamos reunido para tratar de la jornada de verano y de las medidas que el
Ministerio del Trabajo ha dictado sobre esa cuestión.
¿De
qué hablar? ¿De qué hablar si los temas
de que veníamos a hablar, o esos temas, pierden su vigencia ante el gran tema
de la patria, ante el gran sentimiento nacional y revolucionario de todos
ustedes? Y así, para nosotros se
convierte en un dilema. Quisiéramos
siempre estar hablando de la Revolución y de la patria, y siempre aprovechamos
una parte de nuestro tiempo con el pueblo para tratar esos temas de orden
general; pero también de otros temas, de los que pueden referirse a un sector
determinado, que son también parte de la obra general de la Revolución.
Así,
la cuestión que hoy nos reunía interesaba no solo al sector del comercio, sino
que interesaba también a un sector muy amplio del pueblo, a ese sector de los
que no tienen trabajo, y que es para el país un problema más importante y más
vital, y que requiere la atención y el esfuerzo de todos, no solo del gobierno,
sino del pueblo, porque —como les decía a los obreros de la construcción hace
algunos días— los que no tienen trabajo no son precisamente los hijos de las
familias acomodadas. Cuando los hijos de las familias acomodadas no trabajan,
es por otra causa; es porque tienen en abundancia, y porque en algunos casos
son poco apegados al trabajo, ya que han tenido quienes trabajen para ellos.
El
problema es verdaderamente un problema para los otros, los que no tienen
trabajo y carecen de todo no porque sean hijos de familias afortunadas, sino
porque son hijos de familias humildes, como ustedes, los hermanos de ustedes,
los padres, los hijos. Es decir que son
hijos de las familias humildes, los hijos del trabajador, del campesino, de las
familias pobres, los que sufren el azote del desempleo; son los hijos de las familias
de los trabajadores los que merecen la atención del gobierno y de los
trabajadores, para conquistar esa meta de darles trabajo a todos los cubanos, y
que no lo tienen por causas que son de todos conocidas.
No
hay trabajo en un país tan rico como este; no hay trabajo para todos en un país
donde se pueden obtener hasta dos y tres cosechas al año, cuya riqueza mineral
es enorme, cuyos recursos naturales todos son abundantísimos;
no hay trabajo para cientos de miles de cubanos después de 50 años de república. ¿Dónde está el capital que debió ser
invertido en fábricas y en el desarrollo de nuestras riquezas? ¿Dónde está el producto de los trabajadores
de nuestro país durante más de 50 años? ¿Dónde
están esas riquezas? ¿Por qué no están
desarrolladas? ¿Por qué no hay trabajo
para todos? Si otros pueblos con menos
riquezas, con mucha más población que la nuestra, tienen empleo para todos los
ciudadanos, ¿por qué, en cambio, hay aquí un pueblo en que, a pesar de ser un
pueblo tan rico en recursos naturales, no hay empleo para todos?
El
dinero lo despilfarraron, el dinero se lo llevaron; el dinero que pudo ser
ahorrado e invertido durante medio siglo, fue a parar a manos extranjeras, o
fue a parar a los bolsillos de los aprovechados de siempre, o fue a parar a los
bolsillos de los explotadores, que en buena parte de los casos se lo llevaban
también a gastar o a guardar en los bancos extranjeros. Y esa es la causa de que cientos de miles de
cubanos, de hijos de familias humildes, no tengan trabajo. Por eso, esta cuestión de la jornada de
verano interesaba no solo al sector; interesaba a todo el país, como todo paso
que se dé para buscarles empleo a los que hoy no lo tienen.
Ustedes
saben que hemos hecho el censo laboral, y que nos arrojará las cifras de personas
desempleadas y de personas que, aunque no se pueden considerar desempleadas,
como amas de casa, pues también han expresado, en las planillas del censo, su
deseo de trabajar. Porque no hay que
contar solamente a los cientos de miles que no tienen empleo, que son realmente
desempleados; hay que contar también cientos de miles que, aunque no se puedan
considerar desempleados, es decir carentes de recursos, desean también
trabajar.
Y
así, algún día, cuando hayamos alcanzado la meta de darles empleo a todos los
que son desempleados, iremos a otra meta: a darles empleo a aquellos que no se
puedan considerar sin recursos, porque son esposas de obreros, por ejemplo, que
quieran trabajar también para aumentar el ingreso familiar.
Así
que por este camino tenemos un largo trecho que recorrer, y de ahí nuestra
satisfacción y nuestra alegría —puede decirse— de poder dictar una disposición
como la que se va a dictar en el Ministerio del Trabajo, para darles empleo
aproximadamente a 20 000 personas en estos tres meses de verano (DEL
PUBLICO LE DICEN ALGO). Ya vendrá, ya
vendrá (APLAUSOS).
Eso
será algún día el premio de nuestro esfuerzo.
Ya llegará el día en que podamos no solo aumentar los ingresos, sino
reducir también la jornada de trabajo, cuando nuestro país haya alcanzado el
grado de capacidad productiva que tendrá cuando hayamos desarrollado todos sus
recursos y estén produciendo todos los brazos (APLAUSOS). Porque ahora vive toda la población de la
parte del pueblo que trabaja, de los obreros que trabajan, del miembro de la
familia que trabaja, o del producto del trabajo a través de las recaudaciones
del Estado, como en los casos de asistencia a todos los que no pueden valerse
por su propio esfuerzo. Es decir que una
mayoría de la población vive de la parte relativamente pequeña de la población
que trabaja. Si somos algo más de 6
millones entre jóvenes, ancianos, niños y personas adultas, esos 6 millones y
pico viven y se sostienen del trabajo de los 2 millones de personas que
trabajan aproximadamente; y aun en los 2 millones de personas que trabajan,
hay una parte considerable que ha estado prestando servicios no de la manera
económica más útil. Podemos citar un
ejemplo, que es un caso típico: el centro de trabajo de “El País” y “Excelsior”. Allí
trabajaban varios centenares de obreros.
Se dedicaban a imprimir un periódico que pudo irse costeando durante
algún tiempo en virtud de esos métodos de premios; muchas personas, por
ejemplo, se inscribían por la cuestión del premio.
En
realidad ese periódico no se portó, ante una situación de crisis, como se
portaron otros, y afrontó la realidad de que no era costeable sin tratar de
presentar ese caso como un acto de agresión por parte de la Revolución. Pero era el caso de cientos de obreros que
gastaban cientos de miles de toneladas de papel, que invertían sus horas de
trabajo en una actividad que no se traducía realmente en un beneficio, porque
las noticias era algo que podía obtener por otros muchos medios de divulgación
el pueblo, y lo mismo la cuestión de la propaganda. En fin, eran 400 obreros que estaban
invirtiendo sus horas de trabajo, consumiendo determinada cantidad de
alimentos, gastando determinada cantidad de maquinarias y de papel, en un
servicio que no era útil; y ahora esos mismos 400 obreros van a producir todos
los años millones de ejemplares de libros escogidos, que permitirán que
cualquier ciudadano pueda tener al alcance de sus manos un libro interesante y
útil, de donde tenemos el caso de 400 obreros que con lo mismo que consumían,
con lo mismo que gastaban, están produciendo ahora un servicio
extraordinariamente útil.
Habrá,
entre los que se consideran empleados, gran cantidad de personas que por
razones de tipo económico y social, de la anarquía que había en nuestro país en
el orden económico y de todos los vicios de nuestra economía, estaban
empleados, sí, pero no produciendo el máximo, es decir, no produciendo cosas
útiles a toda la nación. Con esto quiero
decir que de la parte que ha estado produciendo servicios útiles indispensables
—que es menos todavía que el total de los que trabajan— se viene sosteniendo
toda la población. Y un simple cálculo
aritmético demuestra que el estándar de vida no puede ser muy alto cuando solo
una parte pequeña de la población trabaja; el estándar de vida de todo el
pueblo será mucho más alto cuando sea el doble el número de personas que
trabajen, y que al mismo tiempo todo el mundo esté rindiendo su esfuerzo de la
manera más útil. A esto habría que
añadirle el perfeccionamiento técnico, en lo cual también nuestro país está
atrasado, por carencia de equipos, de hombres preparados para un alto
desarrollo técnico, y que es otro de los problemas que vamos a resolver a
través de las miles de pensiones para estudiantes pobres que el Gobierno
Revolucionario va a costear, a fin de disponer dentro de breves años de miles y
miles de técnicos que nos permitan a nosotros progresar en ese orden, de manera
que algún día estará trabajando todo el que quiera trabajar, y estará
trabajando en condiciones técnicas mejores, y en medio de una organización de
la producción muy superior a la que hemos tenido hasta ahora.
Por
eso les decía que algún día llegará la oportunidad en que podamos no solamente
elevar los ingresos, es decir el estándar de vida de todo el pueblo, de manera
considerable, sino que podremos hacerlo con menos esfuerzo del que hace hoy un
obrero o un empleado, porque ese obrero y ese empleado que trabaja lleva sobre
sus hombros una parte proporcional de una mayoría que no tiene trabajo, de una
mayoría que podría trabajar, y yo estoy seguro de que decenas de miles, cientos
de miles de esposas de obreros, quisieran también tener la oportunidad de
trabajar para aportar un ingreso a su casa, a su hogar.
Y
por lo tanto, es un cálculo aritmético elemental, como son todos los cálculos
de la Revolución, porque las medidas de la Revolución son así de claras y son
así de inobjetables. A los que quieren
objetar las medidas de la Revolución, nosotros les ponemos enfrente el cuadro
de los 50 años de república, y el resultado de esos 50 años de república
(APLAUSOS), y les presentamos el cuadro de lo que puede llegar a ser nuestro
país. De manera que nadie puede dudarlo,
porque son cosas que hasta las pueden comprender los muchachos cuando empiezan
a tener uso de razón, que en mi tiempo decían que era a los siete años, pero
que ahora debe ser a los tres o a los cuatro, porque los niños están
aprendiendo mucho (APLAUSOS).
Y
la medida que, en este caso de la jornada de verano, ha tomado el Gobierno
Revolucionario, es la de que se ponga a trabajar en las oficinas, en los
comercios, un empleado más por cada cinco.
Algo parecido también a lo que se hizo en las Navidades, y que permitió
ingresar en el trabajo a un número considerable de empleados en este sector del
comercio. Y que, además, puedan ustedes —aunque
no pretendemos atribuirnos este beneficio—- asegurar su día de descanso semanal
en los meses de verano, es decir, un día extra en estos meses calurosos, y que
demuestra el número extraordinario de abanicos que hay aquí esta noche,
justifican muy bien que tengan ese día para ir a las playas, porque lo que sí
podemos decir los miembros del gobierno es que ahora podrán disfrutar bien y
cabalmente de ese día extra que van a recibir todas las semanas (APLAUSOS). Y esto mismo que estamos haciendo con
respecto a las vacaciones de verano, o al descanso de verano, algo similar
pensamos aplicar como sistema de descanso en general para todos los que
trabajan (APLAUSOS).
Hay
que distinguir entre el caso del comercio y la industria, porque en el comercio
no afecta la producción; en la industria podría afectar la producción, podría
elevar considerablemente los costos. Pero
hay, sin embargo, una institución que debe aplicarse correctamente: es la institución
del descanso retribuido, es decir de las vacaciones anuales de todos los que
trabajan; una institución humana y además socialmente muy útil, porque no se
concibe que una persona esté trabajando todo el año seguido, transcurra el año
y vuelva otro año de trabajo continuo, y así sucesivamente. Ese trabajador no estará en las mejores
condiciones de producir. Es
imprescindible el descanso anual, tanto para la salud física como para la salud
mental de los que trabajan. Pero en
realidad no se ha cumplido. Hay un mes
de descanso anual, que si todos tomasen su mes de descanso, habría trabajo para
decenas de miles de personas más todos los años (APLAUSOS). Pero estamos proyectando un cambio en el
sistema.
En
casi todo el mundo existe ese mes de descanso anual, en ocasiones menos de un
mes; pero un año, cuando se trabaja duro, es un período de tiempo largo. Y estamos estudiando la posibilidad de una
legislación que fuese aplicable tanto a los trabajadores en todas las ramas de
la producción, como también a los trabajadores de las oficinas públicas, los
empleados de las oficinas públicas, y es el establecer no un mes por año, sino 20
días cada 7 meses (APLAUSOS).
Ocurre
con el obrero de nuestro país que tiene ingresos limitados y recursos escasos,
que cuando se toma ese mes de vacaciones, sus recursos no le alcanzan para
disfrutar un mes; puede salir una semana, puede salir 15 días, y el resto, en
ocasiones, ninguna, aunque van a tener cada día más oportunidades, porque para
eso estamos organizando los centros de veraneo y de descanso en todo el país, y
vamos a perfeccionar también el sistema de costos, para que puedan disfrutar
todos. Pero en general, los que podían
disfrutaban de una parte de su tiempo, y el resto tenían que invertirlo en su
casa ociosamente, porque no les alcanzaba su economía, ni mucho menos, para un mes,
y entonces tenía que esperar un año completo para volver a tener descanso.
Y
hemos pensado que sería mucho más provechoso el que tuvieran 20 días cada 7
meses. Y con eso, como esas medidas
convencionales siempre nos parecen largas —cuando nos hablan de un año, pues
nos parece mucho; cuando nos hablan de un mes, nos puede parecer mucho; y hasta
cuando nos hablan de horas, nos puede parecer mucho cuando hay que esperar para
resolver alguna gestión—, en realidad un año no solo puede parecer extenso,
sino cuando se trabaja un período de tiempo largo. Y así, quien tuviera, por ejemplo, sus
vacaciones en noviembre, podría volverlas a tener no en noviembre sino en
junio, por ejemplo; y quien las tuviera sobre esa fecha, en junio, en el
verano, pudiera volverlas a tener en marzo.
Y así pensamos establecer una división del tiempo por año, para que efectivamente
se disfrute de las vacaciones, se cumpla con la ley del descanso, y que además
puedan ingresar en el trabajo decenas de miles de personas que hoy no tienen
trabajo. Y ese proyecto está en estudio,
y es lo que puedo adelantarles sobre el particular, y estoy seguro de que si
podemos llevarlo a cabo, es decir, si se pueden obviar los inconvenientes que
puedan presentarse, será un avance de orden social y una innovación en estas
cuestiones del descanso.
Hay
otra cosa: actualmente
las posibilidades de disfrutar del descanso se hacen cada vez mayores para todo
el pueblo. Y, efectivamente, el pueblo
empieza a viajar, el pueblo empieza a conocer las cosas de su propio país y
disfrutar de las maravillas de la nación, que no tendría que envidiarle nada a ningún
otro lugar del mundo. Y ustedes han
visto, por ejemplo, las playas, a donde antiguamente no podía el pueblo acudir;
hay actualmente 28 centros de recreo y playas públicas, que por supuesto no
tienen que envidiarle absolutamente nada, en nada, y sobre todo en los precios
y en las comodidades, a los que fueron clubes de grupos minoritarios en aquella
época en que la playa y el mar eran privilegios de unos cuantos.
Todavía
quedan cosas por perfeccionar: la cuestión del transporte, el
abaratamiento del transporte a esos sitios.
Y algunas ideas más, que vamos a tratar de ensayar este año en algunos
sitios, de que se pague, por ejemplo, por las habitaciones, de acuerdo con el
ingreso; porque, habiendo un gran desnivel de ingresos, no es justo que pague
lo mismo por una habitación, por una casa, por una cabaña en un centro de recreo,
un empleado que gane 100 pesos y una persona cuyos ingresos sean superiores a
500 pesos, porque están pagando lo mismo y disfrutando en forma igual de una
obra que ha costado una cantidad de dinero del Estado, y es lógico que esos
gastos que hace la nación se encaminen a beneficiar primordialmente a los que más
lo necesitan, porque siempre debemos tomar las cosas por ese orden, es decir,
siempre debemos tomar las cosas con espíritu de justicia; y si hay un gran
desnivel en los ingresos, hay oportunidades de brindar servicios de forma tal
que los que tienen ingresos más altos compensen lo que deba pagar quien tiene
ingresos más bajos. Y eso, naturalmente,
no se podría poner en los artículos de consumo, pero en un centro turístico sí
se puede establecer, cuando menos, en lo que deba pagar por la casa o la cabaña.
De manera que quien no quiera ir al restaurante,
o no tenga recursos —aunque sean precios módicos—- puede en su propia
instalación preparar los alimentos. Y en
definitiva nuestro ideal es que cualquier familia, por humilde que sea, tenga
la oportunidad de asistir a aquellos lugares a los que hasta ahora no asistían
más que los millonarios (APLAUSOS).
Porque
así estaba organizado todo en Cuba. ¿Hoteles
cómodos? Para millonarios. ¿Playas atractivas? ¿Oportunidades de ir a ellas? Para los millonarios nada más, o para los que
sin ser millonarios tenían un ingreso muy grande. En realidad, para el pueblo no se hacía nada. Es que el pueblo no entraba en los cálculos
de quien organizaba cualquier cosa. Hoy,
lo primero que entra en nuestros cálculos es el pueblo; y si se hace una playa
pública, o se trabaja en un parque zoológico a donde puedan ir los niños, o se
hace un centro como el de Río Cristal, o las márgenes del Almendares,
o cualquiera de los centros de recreo que se están haciendo, como el de la Gran
Piedra, en Santiago de Cuba, y las playas públicas en aquella ciudad, o la de Guardalabarca, cerca de Banes, o
la de Santa Lucía, al norte de Camagüey, o la de Trinidad, o la de Isla de
Pinos, o la de Bailén, que fue construida por el Ministerio de Obras Públicas
en un tiempo récord de treinta y tantos días, empleando procedimientos modernos
de construcción, lo primero que hemos tenido en cuenta es el pueblo, que en
realidad no contaba. Porque cuando se
hace un centro, como se hacían antes, y ese centro está al alcance solamente de
un 10% de la población, el resto, que debe contar —¡y que debe contar con mucha
más razón, por cuanto es precisamente el que suda la camisa y el que trabaja y
produce!—, ese 90% de la población no contaba para nada. De modo que todos estos planes de vacaciones
van coordinados con la oportunidad para el pueblo de disfrutar lo que antes era
solamente privilegio de millonarios (APLAUSOS).
Otro
tanto va a ser con las casas del INAV, por orientación del Gobierno
Revolucionario de que se dé preferencia a las familias que tienen ingresos más
bajos; porque si la nación está construyendo decenas de miles de casas, si no
se cobran intereses por esa inversión, si incluso la nación tiene que pagar
intereses por los Certificados de Ahorro o por los bonos con que se construyen
esas casas; es decir que se paga un interés por ese capital invertido, y que en
cambio, quien disfruta de esa casa va a pagar lo que vale sin interés cuando
gana menos de 150 pesos, o con el 1% solamente si gana de 150 a 200 pesos; si
la nación, de sus recursos, subvenciona esos intereses que hay que pagar por
los Certificados de Ahorro que en 10 años duplican su valor, mientras el que
recibe ese beneficio por la casa paga en 10 años solamente el valor, mientras
el gobierno va a pagar el doble de su valor por el Certificado de Ahorro, lo
justo es que esas casas vayan a beneficiar a las familias más humildes, que ese
es otro criterio de justicia (APLAUSOS).
De
esta forma vamos perfeccionando nuestras propias instituciones, y vamos
siguiendo una política cada vez más justa, en la misma medida en que vamos
estudiando mejor la situación real del pueblo, y vamos estudiando mejor todos
los problemas, ya que la misión fundamental del gobierno debe ser ayudar a la
parte del pueblo que más lo necesita. Y
eso lo ha hecho el Gobierno Revolucionario con espíritu de equidad, sin hacerle
la vida imposible a nadie, porque de eso no se pueden quejar nuestros soberbios
impugnadores, no se pueden quejar los privilegiados, no se pueden quejar
aquellos afectados por las leyes revolucionarias, ya que el gobierno no le ha
hecho la vida imposible a nadie; el gobierno tiene apoyo de pueblo suficiente,
tiene respaldo de pueblo y fuerza en el pueblo suficientes para aplicar cuantas
medidas de justicia estime necesarias (APLAUSOS).
Podíamos
haber sacrificado más todavía a una serie de señores aquí. Ni siquiera se dan cuenta, en su ceguera
egoísta de que la Revolución ha sido generosa y no le ha querido hacer
imposible la vida a nadie. No es para
que viajen con esas caras de disgusto con que a veces tratan de exteriorizar su
descontento (RISAS); porque los hay tan envanecidos y tan engreídos, los hay
tan ridículos (APLAUSOS) y los hay tan equivocados, que hasta el saludo nos
niegan, cuando debieran hacerlo por cortesía, ya que lo cortés no quita lo
valiente (APLAUSOS). Como si al fin y al
cabo a nosotros nos faltaran afectos, como si fuesen a hacernos alguna mella
con eso, como si fuesen a hacerles alguna mella a los hombres de la Revolución,
que por encima de esas actitudes absurdas sentimos la satisfacción de que
aquellos que sin razón o sin otra razón que sus irritantes privilegios
afectados nos odian, hasta ese derecho tienen de exhibir su descontento, de
poner mala cara y de mostrarse descorteses con los hombres de la Revolución,
que no vivimos en palacios, que no nos hemos confinado en torres de marfil, que
vivimos en medio del pueblo, que frecuentamos y compartimos constantemente con
el pueblo, que llevamos la misma vida que lleva o puede llevar el más modesto
de los ciudadanos. ¡Ah!, qué actitud tan
distinta en aquellos tiempos en que se doblegaban y en que se partían el
espinazo en genuflexiones (APLAUSOS) cuando algún personaje de aquellos, aunque
fuese un corrompido o un vil ladrón, les concedía el honor de darles los buenos
días.
y así son esas
reacciones absurdas, como si los hombres de la Revolución no tuviésemos
filosofía más que suficiente para comprender esas cosas y darnos cuenta de
dónde está la verdadera decencia, de dónde está el verdadero sentimiento, de
quiénes son realmente capaces de querer, de quiénes son realmente capaces de
darse a sí mismos, de quiénes son realmente capaces de la generosidad y del
sacrificio, de con quiénes se puede contar en las grandes horas de las naciones,
de quiénes son los que lo dan todo y están dispuestos a dar más todavía, están
dispuestos a dar su vida (APLAUSOS); de quiénes son los que experimentan
verdadero entusiasmo, de quiénes son los que en verdad pueden inspirarse en el
amor a una causa, de quiénes son los que verdaderamente son capaces de querer a
su patria, de quiénes son los que verdaderamente son capaces de concebir la
justicia, y de quiénes son los egoístas y los frívolos, los que llevan el alma helada,
porque no pueden albergar ese calor que se alberga en el corazón de los
humildes (APLAUSOS), que se alberga en el corazón de los que trabajan, en el
corazón de los que saben lo que es el sacrificio, de los que saben qué es
sudar, qué es esforzarse, qué es carecer de muchas cosas que se desean; quienes
saben lo que es la vida y los trabajos que en la vida se pasan; quienes son los
que pueden comprender a los que sufren porque han sufrido; a los que trabajan
porque trabajan como ellos; quienes son en el pueblo los que pueden comprender
a los demás, con profundo sentimiento humano, porque son los que han vivido lo
mismo que los demás y que han experimentado los mismos sentimientos que los
demás. Son los que ayer no tenían
esperanza en medio de los grandes privilegios; los que ayer no podían tener fe,
porque todo iba a contrapelo de sus ilusiones más caras.
¿Y
quiénes son los que hoy arden de fe? ¿Quiénes
son los que hoy arden de entusiasmo? ¿Quiénes
son los que pudiéramos llamar hoy los privilegiados, si no de la riqueza, del
sentimiento? (APLAUSOS.) Porque el sentimiento también es una gran
riqueza (APLAUSOS), el sentimiento es una riqueza mayor que las otras riquezas
de orden material; el sentimiento, quien pueda tenerlo, quien pueda
experimentarlo, sobre todo si son sentimientos como estos, de puro amor a algo,
de puro amor a nobles propósitos, de puro amor a su patria (APLAUSOS); los que
hoy experimentan esos sentimientos son los únicos con derecho a llamarse privilegiados,
porque tienen lo que otros no son capaces de tener (APLAUSOS); viven horas de
triunfo y de alegría, horas de triunfo y de alegría, en medio de sentimientos
que no cambiarían por todo el oro del mundo (APLAUSOS), que no cambiarían por
todos los beneficios materiales del mundo.
Y no porque haya que renunciar a los beneficios materiales, porque el
hombre tiene que vivir también de pan; pero en primer lugar aquello que
ennoblece al ser humano, aquello que lo hace más feliz que ninguna otra cosa y
aquello que es requisito indispensable para progresar también en el otro orden,
porque gracias a este espíritu patriótico, a este noble sentimiento de nuestro
pueblo, estamos rompiendo las cadenas que nos impedían el acceso al otro
bienestar (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel,
Fidel!”); gracias a que hay un sentimiento que se llama amor a la patria, somos
fuertes (APLAUSOS); gracias a que hay un sentimiento de amor a los semejantes y
de solidaridad de todos para con todos, somos fuertes (APLAUSOS); gracias a que
hay un estado mental que se llama conciencia revolucionaria, somos fuertes
(APLAUSOS). ¡No somos fuertes porque
tengamos milicias, sino que tenemos milicias porque hay espíritu revolucionario
y unión en el pueblo! (APLAUSOS); somos
fuertes no porque tengamos fusiles, sino porque hay hombres y mujeres
dispuestos a manejar esos fusiles, porque hay un pueblo que está dispuesto a
usarlos en defensa de sus derechos sagrados y de sus grandes aspiraciones
(APLAUSOS).
¡Y
ese pueblo no tenía antes fusiles; los tiene ahora, y no porque se los
regalaron, sino porque supo quitárselos a los que los tenían para mantener a
ese pueblo en la miseria y en la opresión!
(APLAUSOS.) Somos fuertes porque hay sentimientos de entrañable unión; somos
fuertes porque nos hemos dado cuenta y hemos aprendido en qué consiste la
verdadera fuerza de los pueblos; somos fuertes porque hay sentimientos; somos
fuertes en el sentimiento. ¡Y por eso
podemos tener fe en el mañana! Y esa es
la base de la fuerza de la Revolución, esa es la fuerza indestructible de la
Revolución.
¿Qué
era nuestro pueblo ayer, cuando lo habían minado con la frustración, y el
espíritu escéptico se había apoderado de él?
¿Qué era ayer nuestro pueblo cuando no existía este sentimiento de hoy? ¿Qué era sino una masa de ciudadanos
indiferentes en muchos casos? ¿Y quién
es indiferente hoy? No faltó por ahí uno
de esos que en estos días habló de masa neutra.
¡Qué ardid! Qué ardid más sutil
para pregonar lo que ni existe ni puede existir, porque lo que hoy no hay en
nuestra patria son neutros, lo que hoy no existe es un solo ciudadano que no
esté con lo bueno —que constituyen la mayoría—, o contra lo bueno; con la
Revolución o contra la Revolución. Los
que alzan esas banderitas absurdas sobre masas neutras, creen que se le pueda
imputar a algún ciudadano el calificativo de neutro en esta contienda tremenda
entre la idea del bien y la idea del mal; porque ser neutro, es decir,
indiferente ante las cosas de la patria, ya no sería neutralidad, sería
complicidad con los enemigos de la patria (APLAUSOS). Y hoy lo que tenemos son millones de cubanos
firmemente adheridos a la causa revolucionaria; y de tal manera firmes que ante
esa fuerza tremenda han de temblar los que quieran volvernos al pasado.
Y
hay que estar ciertamente llenos de musarañas (RISAS) para cerrar los ojos a la
realidad y ponerse a profetizar, como hacen algunos ingenuos —y no tan
ingenuos, porque no eran tan ingenuos cuando se trataba de explotar al pueblo—,
que se creen que la Revolución no podrá perdurar porque hay un vecino poderoso,
cuya última palabra sería la palabra definitiva. Eso que, olvidándose de los tiempos que
vivimos y cerrando los ojos ante las realidades, creen que puede ser posible
cambiar el destino de nuestra patria, y viven como en los días aquellos de los
generales interventores, en que el criterio o la decisión del vecino poderoso
era lo que decidía las cuestiones de nuestro país. Y todavía los hay, todavía los hay que de
veras quieren creer que tienen el más remoto chance, que tienen la más remota
posibilidad. Y en realidad, si se lo
quieren creer como piadoso remedio a las cicatrices de sus privilegios
desaparecidos, pues como piadoso remedio se lo podemos perdonar. Si es que necesitan de esas ilusiones, que
sigan durmiendo de ese lado (APLAUSOS). Lo
malo está en que se pongan a actuar de acuerdo con esa creencia, y que de
acuerdo con esa creencia se pongan a estorbar a la Revolución; porque en ese
caso ya no sería un recurso psicológico, sino sería un verdadero caso
patológico para la sociedad, ya que creerlo no afecta a nadie, el que se
consuelen en sus conciliábulos no afecta a nadie; lo que sí afecta e interesa
al pueblo es cuando actúan de acuerdo con esas creencias y se ponen en plan de
servirles como quinta columna a los enemigos de Cuba, y se tratan de convertir
en instrumentos de los enemigos de la nación.
Sin
embargo, para el pueblo estas cosas son claras.
Y el pueblo está consciente de su propia fuerza, y está cada día más
consciente de su propia fuerza, y está cada día más consciente de su destino, y
está cada día más consciente de la honradez con que la Revolución actúa. ¡Y qué curioso, qué gran diferencia hay entre
los hechos cuando las intenciones son distintas! Muchos de esos señores se pasaron toda la
vida pidiendo congelación de salarios, es decir que eran los más decididos
partidarios de la congelación de salarios.
Y ocurre una cosa extraña: los propios revolucionarios hablan de
congelación. ¡Qué cosa tan extraña! ¡Qué coincidencia tan extraordinaria, que
revolucionarios planteen cuestiones que antes planteaban los reaccionarios! ¿Por qué?
Porque unos lo planteaban por una razón y los revolucionarios lo
plantean por otra; ellos lo planteaban para echarse más dinero en los
bolsillos, y los revolucionarios lo plantean para echar más dinero en los bolsillos
del pueblo (APLAUSOS); los revolucionarios lo plantean pensando en los
bolsillos de los que no tienen trabajo (APLAUSOS), pensando en la necesidad del
ahorro para la inversión, pensando que no sería correcto que se actuara elevando
el nivel de los que tienen ingresos, sino con preferencia el ingreso para los
que no tienen ingreso actualmente.
Es
decir que unos lo planteaban por causas egoístas, y los revolucionarios lo
planteamos por causas justas, la más justa de todas. ¿Y a quiénes se lo planteamos? Se lo planteamos a los trabajadores. Y he ahí la prueba más completa de la
identificación de los trabajadores con la Revolución, que renuncian a esas
ventajas parciales, a esas ventajas que tanto atraían, para hacer y llevar
adelante una política económica consciente y correcta, para forjar un verdadero
porvenir para la nación, para empezar a hacer lo que es correcto hacer.
Y
congelación no quiere decir desaparición de las posibilidades de mejoras de
ingresos, no; quiere decir que hay una actitud por parte de los obreros de
confiar en el gobierno que dirija la política económica (APLAUSOS), que dirija
y establezca las normas de los ingresos, que gobierne de acuerdo con datos
reales y realidades estadísticas, que decida el gobierno de la nación sobre
estas cuestiones fundamentales, y que algo tan fundamental como el ingreso no
siga siendo, como ayer, el resultado de mil batallas —la batalla de cada
sector, la batalla de cada sindicato, la lucha de individuos, es decir, de
agrupaciones—, cuando la batalla por el mejoramiento del estándar de vida debe
ser la batalla de todos, el esfuerzo ordenado de todos, el esfuerzo grande de
todos para lograr frutos de equidad y frutos de verdaderos mejoramientos. Porque ustedes, los obreros, han vivido ya
otras épocas de demagogia, en que se caía en un círculo vicioso y engañoso de
aumentos de ingresos seguidos, de aumentos de costo de la vida, que muchas
veces sobrepasaban el costo a los aumentos de ingreso. Han vivido esa etapa. Y un gobierno demagógico, un gobierno
irresponsable se dejaría arrastrar por la tentación de esa mentira; pero un
gobierno honesto, un gobierno que hace pensar y analizar al pueblo, no se deja
arrastrar por mentiras demagógicas; va tras la realidad, va tras la verdad,
hace que el pueblo las comprenda y lucha por verdaderas soluciones.
Congelación
no quiere decir, ni mucho menos, que ya no habría más mejoras. No. Siembre
habrá mejoras, constantes mejoras, unas veces por la vía indirecta de los
servicios que el gobierno brinda a la nación como servicios de viviendas,
servicios de educación, servicios de asistencia médica, servicios a la salud, servicios
en el orden recreativo y en muchos órdenes; y además, tampoco desaparece la
oportunidad del mejoramiento en el orden de los ingresos. Lo que quiere decir que esta debe ser batalla
de la nación entera, y ordenadamente, para que haya equidad y para que las
mejoras se vayan obteniendo de acuerdo con las realidades y de acuerdo con las
posibilidades.
Constantemente,
de una forma o de otra, irá mejorando el estándar de vida del pueblo; y hay
cosas tan elementales en este orden, que fácilmente las comprende cualquier
ciudadano. Y tenemos, por ejemplo, el
caso de un sector, que es el sector obrero más numeroso, que vive de la
producción de un artículo cuyos precios dependen del mercado mundial: el azúcar. Ahí tenemos nosotros un tope, el tope del
precio en los mercados externos. No es
un artículo al que nosotros le podamos poner precio; se lo ponen las
condiciones del mercado exterior. El
gobierno sí puede hacer lo que está haciendo: abrir nuevos mercados, vender más
azúcar, y ya por esa vía se irá logrando un mejoramiento constante de ese
sector, y permitirá, además, que mejoren los demás sectores. Pero nadie puede dudar que la política
correcta es aumentar el ingreso nacional con la
apertura de nuevos mercados en ese producto, y que permitan un mejoramiento de
ese sector que está dependiendo de un precio exterior. Si nosotros le aumentamos los costos a ese
sector, si mejoramos la situación de otros sectores y le gravamos el costo a
ese sector, estaríamos cometiendo una gran injusticia. Luego, esa es la tarea del gobierno: velar por los intereses de cada sector,
porque el gobierno es el primer obligado a velar por esos intereses, y sobre
todo procurar constantemente que las mejoras vayan siempre de abajo hacia
arriba, es decir, primero para los que nada tienen; después para los que tienen
menos, y así sucesivamente (APLAUSOS). Esa
es la política equitativa y justa.
Aquí
se habló de congelación, pero es muy conveniente hablar de otra cuestión: costo de la vida. Que no se imaginen los eternos especuladores,
los eternos aprovechados, que mientras el pueblo adopta una actitud
revolucionaria se van a aprovechar ellos para enriquecerse especulando con los
precios y encareciéndole el costo de la vida al pueblo (APLAUSOS). Congelación quiere decir, por otro lado,
mantenimiento de las condiciones actuales de vida; quiere decir que el acto de
enriquecerse encareciendo la vida del pueblo, enriquecerse a costa del pueblo,
es uno de los actos más despreciables y más dignos de castigo que puedan
cometerse en estos momentos (APLAUSOS). Y
hay que saber distinguir bien, hay que saber distinguir qué encarecimiento
puede obedecer a medidas imprescindibles de la Revolución y qué encarecimiento
es consecuencia de la especulación.
Y
cuando el gobierno dictó medidas restrictivas, no se las dictó a artículos de
consumo popular; porque el gobierno no ha puesto restricción, por ejemplo, a
los alimentos, no les ha puesto restricción a la manteca, al aceite, a la
harina de trigo, a todos esos artículos que son del consumo de las clases
humildes. Las restricciones se han hecho
para aquellos artículos que no consumen las familias humildes (APLAUSOS). ¿Por qué, por ejemplo, no afecta al pueblo la
restricción sobre los Cadillacs? ¿Qué obrero compraba Cadillacs? (EXCLAMACIONES DE: “¡Ninguno!”) Las restricciones sobre el dinero que puede
gastar en los viajes al extranjero: ¿Qué obrero se iba de vacaciones a
París? (EXCLAMACIONES DE: “¡Ninguno!”) Y así hay artículos de lujo, de puro lujo, que
al pueblo no le importa que se encarezcan; lo que al pueblo le interesa son los
artículos que consume: al pueblo le interesan los alimentos,
las medicinas, la vivienda, las escuelas para sus hijos, la ropa, el calzado.
Con
el calzado hubo un problema, que iba a traer un encarecimiento; pero
actualmente se está trabajando intensamente en el ministerio para resolver ese
problema, de manera que no haya encarecimiento del calzado (APLAUSOS), y de
manera que los casos de los obreros que tenían ingresos bajos en el sector del calzado
puedan ser mejorados, pero sin encarecimientos.
Y la medida que haya que tomar en ese sector, la tomará el Gobierno
Revolucionario para garantizar al pueblo los precios adecuados a ese artículo
tan indispensable.
En
cuanto a los tejidos, no solamente se está fomentando la producción nacional,
sino que, en virtud de los convenios de intercambio comercial con todos los
países del mundo, podemos garantizar el abastecimiento de tejidos a buenos precios
para el pueblo (APLAUSOS).
Y
si al pueblo le podemos mantener precios buenos en los alimentos, en la
vivienda, en el calzado, en la ropa, en las medicinas, en la educación, en los
centros de recreo; si, además, mediante nuestros tratados internacionales, en
virtud de los cuales vendemos grandes cantidades de azúcar y debemos adquirir
determinadas cantidades de artículos manufacturados, podemos servir
determinados artículos como radios, televisores, refrigeradores, de manera que
las familias que por el ahorro puedan o tengan deseos de adquirirlos, los
tengan también al alcance de sus manos, a buenos precios (APLAUSOS).
Es
decir que trataremos de que el pueblo no carezca de aquellas cosas que
constituyen el conjunto de artículos y de bienes que aumentan su confort, su
comodidad y su estándar de vida. Por
ejemplo, nosotros no privamos al pueblo de una buena película, nosotros no
privamos al pueblo de esos entretenimientos; nosotros, en todo lo que es de
consumo del pueblo, tenemos primordial interés que siga estando al alcance del
pueblo, y en algunos casos abaratarlo, como se está abaratando la vivienda,
como se están abaratando muchos servicios, como se han abaratado las medicinas,
como se han abaratado los centros de recreo, como se ha abaratado la educación
al crear grandes centros de educación de primera calidad y con todas las
comodidades para los hijos de las familias humildes del pueblo, que implica un
mejoramiento del estándar de vida de las familias (APLAUSOS).
Es
decir que el gobierno tiene una política consciente de los gastos que debe
hacer en divisas, de los esfuerzos que debe hacer para que al pueblo las
medidas económicas lo beneficien y no lo afecten, para que el encarecimiento
llegue —si se quiere— a aquellos artículos que no están al alcance del pueblo. Que valga menos el peso del rico, eso no
importa; ¡pero que el peso del pueblo valga un peso, y valga más de un peso si
es necesario! (APLAUSOS.)
¿Y
por qué hay dos clases de pesos, si tienen el mismo color y tienen las mismas
cifras? Porque el que tiene fortuna
gasta lo mismo que las familias humildes, desde luego, tienen ciertos gastos de
alimentación inevitables; claro que tratan de adquirir
el filete, en vez de la carne de primera, pero en fin, tienen un gasto en
alimento. Pero, además viene el gasto
superfluo; para gastos superfluos, que se pongan las cosas caras no importa (APLAUSOS). Pero el pueblo no gasta en cosas superfluas; el
pueblo gasta en lo indispensable, en lo que necesita: gasta sus pesos, su salario en esos
artículos, y ese valor de ese peso es el que debemos mantener a través del
costo de los artículos en que el pueblo gasta sus pesos.
Los
otros, los que tienen un poco más de lo que necesitan, todavía incluso reciben
beneficios, como cuando ven la misma película buena que ve el pueblo —claro que
tienen sus cines (RISAS)—, o pueden ir a las mismas
playas a que va el pueblo, solo que, naturalmente, de acuerdo con lo que decía
anteriormente y los planes que estamos proyectando, al ir a alquilar una cabaña
tendrán que pagar más (RISAS Y APLAUSOS).
Porque no es el mismo sacrificio el que hace, por ejemplo, un maestro de
escuela si va a pasarse una semana en el mar y paga seis pesos, que el
sacrificio que hace el dueño de un central azucarero. De ninguna manera le está costando lo mismo; le
está costando mucho más, infinitamente más al maestro que al dueño del central,
porque el sacrificio que hace uno, no es el sacrificio que hace el otro para
pasarse una semana a la orilla del mar.
Luego,
nosotros tenemos que velar porque el peso del maestro, cuando se va de
vacaciones, valga de verdad un peso, y el peso del otro valga una peseta (RISAS
Y APLAUSOS). Porque, aunque sean iguales
esos billetes, no es lo mismo el sacrificio, no es lo mismo el valor que tiene
para cada uno, lo que le cuesta obtenerlo a cada uno, que a unos les cuesta
trabajar de verdad, y otros viven de sus rentas, de sus rentas; es decir, del
trabajo de los demás (RISAS). Por hache
o por be, porque lo hicieron —según dicen— con el sudor de su frente, que fue
el sudor de la frente de los trabajadores (APLAUSOS); o porque lo heredaron,
heredaron de lo que se amasó con el sudor de la frente de los que trabajan
(APLAUSOS). Y viven de sus rentas, cuando
en realidad los únicos que tienen derecho a vivir del trabajo de los demás son
los niños, o los ancianos, o los inválidos (APLAUSOS). Para esos sí debemos dar siempre gustosos una
parte de nuestra producción, una parte de nuestro trabajo, porque el niño no
puede trabajar.
Algún
día, cuando los que hoy trabajan por los niños sean ancianos, esos niños
trabajarán para ellos; porque el anciano no puede trabajar, o no debe trabajar
(APLAUSOS). Es muy justo que quien se pasó
30, 35 ó 40 años trabajando, tenga derecho a descansar los últimos años de su
vida y que no le falte nada. Y así tendrá
que ser algún día, no solo para los que estén dentro de determinados
requisitos, sino que debe ser obligación fundamental de todo pueblo hacerles
feliz los últimos años de la vida a los ancianos, de la misma manera que es
preocupación y debe ser preocupación de todo pueblo hacerles feliz la vida a
los niños (APLAUSOS); y debe ser preocupación de todo pueblo mitigar la pena
del inválido, mitigar la amargura del que no puede valerse por sí mismo, para
que no se sienta una carga, sino un hermano de sus hermanos (APLAUSOS).
Y
ahí tenemos la cacareada bondad que predicaban los que impugnan las medidas de
la Revolución; ahí tenemos las calles antes llenas —y cada vez menos ahora— de
inválidos, de ancianos pordioseros, de niños pidiendo limosnas, de seres
humanos durmiendo en los portales. Ahí
tenemos la cacareada generosidad (APLAUSOS), ahí tenemos los sentimientos
humanitarios que pregonaban, ahí tenemos las bondades de que nos hablaban; ahí
tenemos las mentirosas libertades de que querían hacer gala, en medio de esa
ignominia de egoísmo y de olvido para con el semejante: la libertad de morirse de hambre, la libertad
de pasar miseria, la libertad de dormir en un portal (APLAUSOS), la libertad de
ser limosnero, la libertad de ser inválido sin ayuda, la libertad de ser
anciano sin sustento, mientras unos cuantos acumulaban más millones que los que
podían tener tiempo para contar (APLAUSOS).
Esa
era la libertad de que hablaban: la libertad de explotar el dolor, de
explotar la miseria, de vivir en medio del privilegio, indiferente al dolor de
millones de seres. Esa es la libertad de
que hablaban. Y por lo visto, para ellos
lo que la Revolución hace no es noble, no es humano, no es un concepto de
verdadera libertad, sino aquella libertad que era la ignominia, la opresión, el
disfrute exclusivo de los bienes de este mundo, el disfrute exclusivo del
esfuerzo de la inteligencia y del trabajo del ser humano. ¡Ah!, por eso es malo para ellos la reforma
agraria, por eso es malo para ellos abrir las playas, por eso es malo convertir
los cuarteles en escuelas, por eso son malas todas las medidas que la Revolución
toma (APLAUSOS), por eso es malo que la Revolución cree 10 000 escuelas en
un solo año, por eso es malo que lleve la luz de la enseñanza a los rincones
más apartados, donde cientos de miles de niños no serán mañana instrumento
fácil, victima propicia de todas aquellas injusticias, sino hombres cultos y
útiles, conscientes de su derecho, miembros reales no ficticios, no marginados
de la sociedad en que todos tenemos derecho a vivir (APLAUSOS).
Y
eso es lo que la Revolución hace: establecer
un verdadero y justo concepto del derecho humano, un verdadero y justo concepto
de la libertad humana y de la dignidad humana, y crear una nación cuyas
instituciones la sitúen en el lugar que le corresponde, sin que tenga que
lamentarse de aquellas cosas, de aquel mundo en que todavía viven muchos
pueblos hermanos del continente, por ejemplo, en que la tragedia es esta de que
hablábamos; un mundo sin justicia, donde el egoísmo es la norma primera y no la
dignidad, como quería nuestro Apóstol; no la justicia, no el reunir la fuerza —como
la reunimos nosotros— para ayudar a los débiles, sino reunir la fuerza, como
la reunían antes, la fuerza de las armas, la fuerza del dinero, para aplastar a
los débiles (APLAUSOS).
Nosotros
estamos creando una fuerza del pueblo, y estamos haciendo a cada ciudadano
beneficiario de la fuerza unida de todos los ciudadanos (APLAUSOS), porque
individualmente somos demasiado débiles, individualmente somos impotentes. Cualquiera puede ser víctima de una
enfermedad inesperada, de un accidente, de una desgracia, y él solo, por sí
mismo, sería demasiado débil para afrontarla; cualquiera podía ser víctima
antes de muchas injusticias, y él solo era demasiado débil para afrontarlas. Nosotros estamos haciendo una gran fuerza,
para que cada ciudadano sea acreedor a sus frutos, para que cada ciudadano sea
beneficiario de esa fuerza de todos los ciudadanos, para que la libertad y el
derecho de cada ciudadano estén garantizados por esa fuerza unida de todos. Y el pueblo dividido de ayer, el pueblo al
que por todos los medios se le debilitaba, ese es el pueblo fuerte y unido de
hoy, y esa es la sensación de seguridad que cada ciudadano tiene, la sensación
de tranquilidad y la esperanza que cada ciudadano tiene. Esta es la razón de esa emoción, de la
emoción que cada ciudadano siente cuando experimenta que ya no es él débil y
desamparado, sino que él tiene consigo la solidaridad y la ayuda de todos los
demás (APLAUSOS).
Y
así estamos creando una conciencia nueva y un mundo nuevo, distinto del mundo egoísta
y miserable de ayer (APLAUSOS); porque lo de ayer era miserable, y su norma era
miserable; la norma egoísta, la ley absurda de todos contra todos, la ley
absurda de lo de uno por encima de todos, por la ley justa de todo para todos,
que ya vislumbraba nuestro Apóstol cuando hablaba de que la patria era de todos
y para el bien de todos (APLAUSOS).
Y
así, no pararemos hasta que cada familia y cada ciudadano tenga al alcance de
sus manos lo que ayer fue privilegio de unos pocos, hasta que cada familia
pueda mandar a su hijo a un centro de enseñanza verdaderamente bueno, hasta que
cada familia pueda llevar a su ser querido a un hospital que sea verdaderamente
bueno, hasta que pueda ir a aquellos sitios de recreo que sean verdaderamente
buenos, y que pueda disfrutar de todas aquellas cosas que antes eran solo para
unos pocos.
Porque
lo que no pueda el trabajo unido de todos, lo que no pueda el esfuerzo ordenado
y conjunto de todos, lo que no pueda un espíritu como este, no lo podrá nada en
el mundo (APLAUSOS). Y nosotros con
orgullo, y en medio de la emoción de actos como este, en medio de la
satisfacción de pruebas como estas, en medio de esa emoción —que no puede nacer
de la idea vanidosa de que se trate de un mérito particular de nadie, sino del reconocimiento
a lo que es la obra de todos—, en medio de emociones como esta, nuestra fe,
nuestro optimismo y nuestra seguridad en que el gran destino de la patria, se
acrecienta. Y podemos sentir el orgullo
de ser ciudadanos e hijos de un pueblo como este, de una generación como esta,
que tan gloriosa página está escribiendo en la historia de su patria
(APLAUSOS), que tan heroica página está escribiendo en la historia del mundo;
porque este es el primer caso de una gran revolución en un pueblo pequeño,
porque habían existido antes grandes revoluciones en grandes pueblos, que a
pesar de ser grandes tuvieron que luchar contra el odio de la reacción en todo
el mundo. Nosotros somos el caso de la
primera gran revolución en un país pequeño (APLAUSOS). Y eso convierte a esta generación en una
generación también privilegiada, en una generación de cubanos que contará no
solo en la historia propia, sino en la historia de todos los pueblos del mundo.
(OVACION)