DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO
CELEBRADO EN LA ESCALINATA DE LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA, EN LA CONMEMORACION
DEL 13 DE MARZO, EL 13 DE MARZO DE 1960.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Estudiantes y pueblo:
Con
el ánimo todavía conmovido con la tragedia reciente, los momentos sin duda de
mayor exaltación patriótica y revolucionaria de nuestro pueblo, venimos a
conmemorar el tercer aniversario del 13 de Marzo. Y aunque ese es el estado de ánimo de todos
en este día, es precisamente en momentos como estos en que tanto el pueblo como
sus gobernantes, es decir, los que tienen la responsabilidad de dirigir al
pueblo en esta hora, que es una hora importante para la patria, en estos
momentos que son momentos, no voy a llamar difíciles, porque los pueblos no
tienen momentos difíciles (APLAUSOS), más bien de lucha, porque lo que tenemos
delante son años de lucha y en instantes tales es, precisamente, cuando tenemos
que hablar con serenidad mayor, ya que de lucha saldremos victoriosos, sabiendo
actuar, es decir, sabiendo hacer, como decía nuestro Apóstol, lo que en cada
momento sea preciso hacer. Por eso, más
que dejar hablar ánimo indignado, hay que dejar hablar la razón.
Nosotros
tenemos delante dos grandes tareas: una, defender la Revolución; otra,
hacer avanzar la Revolución (APLAUSOS). Por eso, lo que mejor simbolizaría este
minuto, esta etapa, es la idea de un hombre trabajando con el rifle al lado. Es decir que no podemos abandonar ni el
rifle, ni el trabajo (APLAUSOS).
Si
abandonamos el rifle estamos perdidos, porque nos derrotan la Revolución; si
abandonamos el trabajo estamos perdidos, porque nos derrotan la Revolución. La Revolución, pues, hay que llevarla
adelante con el rifle y con el trabajo (APLAUSOS).
No
es fácil a veces conciliar estas dos actitudes, porque hay ocasiones en que
sentimos más necesidad y hasta más deseos de empuñar el rifle, sobre todo
cuando nos vemos agredidos, cuando nos vemos amenazados, cuando nos vemos
atacados y sentimos, con esa pasión por nuestra patria, la sensación que la
tarea es la tarea de combatir; y, sobre todo, cuando estamos dedicados al
trabajo nos invade a veces a todos, tanto a nosotros como a cada uno de los
ciudadanos, esa sensación de que lo que estamos haciendo, la obra que estamos
realizando con tanto tesón, nos la puedan destruir en algún momento. Nos invade además esa tristeza de pensar que
tengamos que quitarle energía a la obra que estamos realizando, que tengamos
que quitarle recursos y tiempo a la obra que estamos realizando, para tener que
dedicarlos a combatir a los enemigos de esta obra, que por lo justa y por lo
noble y hermosa, debiera tener enemigos, pero los tiene; y los enemigos no solo
amenazan la obra de la Revolución, sino que le quitan tiempo a la obra de la
Revolución, que le quitan energías y le quitan recursos a la obra de la
Revolución.
Algún
periódico yanki decía en días pasados, que habíamos gastado tanto y más cuales
millones en armamentos. En primer lugar,
ni a ese periódico, ni a ninguno, le debe importar lo que nosotros gastemos en
armamentos (APLAUSOS y EXCLAMACIONES DE: “¡Abajo los americanos!”), ni tampoco
vamos a incurrir en el desliz de
decirles cuanto hemos gastado. Esa
cuenta se la tenemos que rendir solo al pueblo (APLAUSOS), y por supuesto,
tenemos que rendirla en el momento oportuno, sin que los enemigos de la
Revolución sepan lo que tenemos (APLAUSOS).
Pero lo que sí importa destacar es que el grueso de los recursos de la
Revolución, la inmensa mayoría de los recursos de la Revolución, no los estamos
invirtiendo en armas, los estamos invirtiendo en tractores y en maquinarias
(APLAUSOS), porque sabemos que hay que defender la Revolución con el rifle y
con el trabajo.
Ojalá
no tuviéramos que invertir un solo centavo en armas, ojalá, y así debiera ser
si se respetara la voluntad de los pueblos, así
debiera ser si se respetara la soberanía de los pueblos, así debiera ser
si se respetara la mayoría enorme de nuestro pueblo que respalda a la
Revolución (APLAUSOS).
Y
esos derechos nos los habían arrebatado por la fuerza. No ostentaron el poder porque tuvieran la
mayoría del pueblo lo ostentaron contra la mayoría del pueblo, lo ostentaron a
fuerza de sangre, de crimen y de terror.
Si se respetara el sentimiento mayoritario de las naciones, si se
respetara a las naciones, no necesitaríamos gastar un solo centavo en armas; y
si lo tenemos que gastar no es nuestra la culpa, la culpa es de los agresores,
la culpa es de los criminales y sus aliados y sus padrinos (APLAUSOS).
A
nosotros, sin las amenazas de agresiones, sin las bases de agresión que se
organizan alrededor de nosotros, sin esos enemigos, nos bastaría la mayoría del
pueblo para defender la Revolución con su opinión y no tendríamos necesidad de
gastar un solo centavo en armas. Las
armas tenemos que adquirirlas para defendernos, por culpa no nuestra, sino por
culpa de los enemigos de nuestro pueblo y de nuestra patria.
Y
además, son nuestros recursos, son los recursos de nuestro pueblo, que hace ese
sacrificio, porque prefiere hacer los sacrificios que sean necesarios, antes
que regresar al pasado. Esas son
nuestras armas, que no debieran preocuparles a los que no tuviesen intención de
agredirnos, porque nosotros no las adquirimos para agredir a nadie, las
adquirimos para defendernos. A nosotros
no nos importan las armas que tengan otros países, porque nosotros no estamos pensando en
agredir a ningún país; luego, a nadie le deben importar las que nosotros tenemos
para defendernos, y solo aquellos que estén pensando en agredirnos, y si nos
agreden, van a saber cuántas armas tenemos (APLAUSOS). Y, sobre todo, van a saber algo más importante
todavía que el número de armas, van a saber el número de hombres y mujeres
valientes que tenemos (APLAUSOS); van a saber del espíritu revolucionario de
nuestro pueblo; van a saber de los espíritus armados que tenemos; y van a saber
hasta de muertos que pelean, porque ese día, junto a nuestro pueblo, estarán también
nuestros muertos heroicos dándonos aliento (APLAUSOS).
Pero,
en fin, que nuestra tarea no es una tarea sencilla, porque no solo debemos preocuparnos
de las agresiones, no solo debemos preocuparnos de la lucha frente a los
contrarrevolucionarios y sus padrinos, sino que tenemos que preocuparnos de la
lucha contra el desempleo, la lucha contra la ignorancia, la lucha contra las
enfermedades, la lucha contra el subdesarrollo, la lucha, en fin, contra la
miseria. Y a esa lucha es a la que venimos dedicando
principalmente el esfuerzo de la Revolución, porque la Revolución se hizo para
eso. La Revolución no se hizo por
ambiciones de poder, la Revolución se hizo por un objetivo, para realizar una
tarea que reclamaba con urgencia nuestra patria. La Revolución se hizo para resolver los
problemas de nuestro país y nosotros estábamos perfectamente convencidos de
que, una vez finalizada la guerra contra la tiranía, nuestra lucha iba a ser de
otro tipo: realizar
la obra de la Revolución, dictar las leyes revolucionarias y hacerlas cumplir,
llevar adelante nuestro programa; porque estábamos muy conscientes de que venía
esta etapa, que era una etapa de creación, una etapa de trabajo profundo.
Nuestro
anhelo, como el anhelo de todos los pueblos que en ocasión similar se han entregado
a una tarea semejante, era ese anhelo creador que debe seguir a la etapa de las
luchas armadas en las revoluciones. Y a
esa tarea nos hemos entregado con ahínco y sin desaliento, sin desaliento
frente a todas las amenazas y a todas las agresiones, porque estamos conscientes,
muy conscientes de que por ninguna razón debemos permitir que nos interrumpan
la obra revolucionaria (APLAUSOS). Porque
si el enemigo lograra interrumpir la obra revolucionaria, habría derrotado a la
Revolución; si lograra tan siquiera retrasar la obra revolucionaria, le habría
causado con ello un revés a la Revolución.
Por eso, es necesario que el pueblo tenga presente esos dos aspectos del
problema. Es muy necesario que el pueblo
no olvide nunca ninguno de los dos aspectos del problema. El pueblo no puede nunca bajar la guardia, ni
el pueblo puede nunca abandonar su tarea creadora, porque esos son los caminos
que nos conducen, definitivamente, al triunfo.
Y
nosotros, los que tenemos en estos instantes grandes responsabilidades, vivimos
constantemente entre estas dos ideas: las medidas que tenemos que tomar para
mantener en guardia al pueblo, las medidas que debemos tomar para tener
preparado al pueblo, y las medidas que debemos tomar para llevar adelante la
obra de la Revolución.
Es
posible que pocas veces en la historia ningún pueblo, o al menos ningún pueblo
tan pequeño como el nuestro, se haya visto ante dos tareas tan grandes como las
que tiene el pueblo cubano. Una, la de
defenderse contra sus enemigos, que son poderosos, no dentro de Cuba, que son
poderosos fuera de Cuba, porque sin la ayuda extranjera los enemigos de la
Revolución no serían absolutamente nada, sin la ayuda exterior, nuestros niños
bastarían para derrotar a los enemigos de la Revolución (APLAUSOS). Y esa amenaza creciente, por un lado, de
intereses poderosos que tratan de rodearnos, no ya con una cortina de
calumnias, no ya con una propaganda adversa para desacreditarnos o para
restarnos la simpatía espontánea de los demás pueblos, sino incluso rodearnos de
bases, rodearnos de contrarrevolucionarios, para atacarnos en el momento
oportuno. Y las preguntas que podríamos
hacernos son estas. ¿Hasta cuando nos
van a estar amenazando? ¿Cuánto tiempo
durará este peligro? ¿Cuantos años
deberá estar nuestro pueblo en estas circunstancias? ¿Cuando se van a acabar los reportajes
calumniosos? ¿Cuando se va a acabar la
campaña? ¿Cuándo se van a acabar los
aviones que lanzan bombas incendiarias en nuestros cañaverales, e incluso, bombas
explosivas en nuestros centrales y en nuestros pueblos? ¿Cuándo se van a acabar los avioncitos? ¿Cuándo se van a acabar las maniobras
militares? ¿Cuando se van a acabar las amenazas
de agresión? ¿Cuando se van a acabar las
medidas económicas contra nuestra economía?
Y
he ahí lo difícil, he ahí la respuesta difícil.
Y es que parece que vamos a tener que vivir varios años en esas
condiciones, si es que no se produjera otro desenlace. Es decir que nuestro pueblo debe prepararse,
es decir, preparar su espíritu para una lucha larga y no precisamente una lucha
breve, porque las causas que motivan estas agresiones son causas poderosas. Y como esa lucha solo podría cesar si el pueblo
de Cuba se plegara, como esa lucha solo podría cesar si la Revolución dejara de
ser Revolución y la Revolución Cubana no dejará jamás de ser lo que es, y la
Revolución Cubana no va a retroceder; como los espíritus de nuestros conciudadanos
no están dispuestos a retroceder jamás, tenemos que prepararnos para esa larga
etapa de lucha, sobre todo de esta lucha de ahora, de esa lucha de
hostigamiento que estamos padeciendo desde los primeros días del triunfo del
pueblo contra la tiranía.
Y
esas cosas debemos tenerlas presentes. A
nosotros, por nuestra parte, no nos preocupan los años que tengamos que luchar.
Nosotros estamos dispuestos a pagar
gustosos ese precio por las conquistas que hemos obtenido; nosotros estamos
dispuestos a pagar gustosos ese precio por nuestra soberanía y por nuestro
progreso, y estamos dispuestos a enfrentarnos, como lo hemos estado desde el
primer día, a todas las consecuencias de las leyes revolucionarias. Es decir que vamos a seguir adelante, sin
vacilaciones, con el espíritu dispuesto a luchar y a sacrificarnos los años que
sean necesarios. Luego, para entender
bien las cosas, nosotros estamos preparados para cualquier agresión abierta. Nosotros debemos estar listo para cualquier
ataque, cualquier expedición, venga de don venga; para cualquier fuerza que nos
ataque. Pero debemos estar listos
también para soportar, impertérritos, todos ataques de hostigamiento que nos
hacen y que tienen como propósito evidente, ir desgastando la energía del
pueblo, tienen un propósito de ablandamiento, como lo ha tenido toda esa
campaña que se ha hecho en el mundo, por la prensa reaccionaria, contra nuestra
Revolución; ha tenido un propósito de ablandamiento y eso lo advertimos desde
el primer acto que dimos para contrarrestar esa propaganda; ha tenido el
propósito de aislarnos de los pueblos del continente, como ha tenido también el
propósito de dividirnos y debilitarnos dentro, aunque no lo han logrado, pero
que obedece a una estrategia, la estrategia de ir ablandando al pueblo, con lo
que han conseguido todo lo contrario; ir endureciendo al pueblo, porque en
realidad no han obtenido otro resultado, sino hacer cada día más fuerte al
pueblo, más valeroso al pueblo, más firme al pueblo, más abnegado al pueblo y
mas revolucionario al pueblo (APLAUSOS).
Luego,
esto marcha bien. Marcha bien porque lo
más importante que es la entereza del pueblo, la firmeza del pueblo, se va
logrando cada día más; el espíritu revolucionario del pueblo se hace cada día
más evidente. Luego, esta batalla, esta
batalla se la hemos ganado ya a los enemigos de la Revolución, le hemos ganado
la batalla del ánimo del pueblo (APLAUSOS).
Por
otra parte, no han obtenido sus propósitos de granjearnos la antipatía de los
pueblos del continente. Han hecho el
esfuerzo; habrán logrado confundir a una parte, pero es evidente que no han
logrado engañar a todos los pueblos del continente; es evidente que, a pesar de
todas las campañas, la Revolución tiene una gran simpatía en todos los pueblos
de América Latina, e incluso tiene simpatía en una parte del pueblo de Estados
Unidos (APLAUSOS), a pesar de la campaña sistemática y diaria que realizan una
parte considerable de los periódicos contra nuestra Revolución. Pero la Revolución tiene que imponerse
también otra tarea, la tarea de librar la batalla en la opinión pública
exterior, es decir, que tenemos un campo de lucha duro, que es la lucha por
mantener informados a los pueblos, en la cual nos enfrentamos a los recursos de
agencias cablegráficas que llevan muchos años escribiendo los cintillos de la
mayor parte de los periódicos y haciendo mentalidades. Ese es un sistema cuya eficacia no habíamos
podido comprender hasta hoy, y en parte, nosotros mismos —el pueblo de Cuba
éramos víctimas de ese sistema, un sistema de información monopolista que
divulgaba de la manera que mejor conviniera a sus intereses las noticias de lo
que ocurría en todo el mundo.
Y
así, durante muchos años la mentalidad y la opinión era formada por esas
informaciones, además de otras cosas que sabemos aquí por experiencia; como nos
formaban la mente, como se hacían aquí los estados de opinión y quienes tenían
en sus manos los medios de crear estados de opinión. Afortunadamente, en el interior del país, a
pesar de los medios que tienen los contrarrevolucionarios en sus manos, para
tratar de hacer opinión, los medios que tiene la Revolución en sus manos son lo
suficientemente eficaces para mantener al pueblo bien informado y contrarrestar
las campañas de los contrarrevolucionarios.
Y así vemos que, a pesar de que han gozado de todas las garantías para
combatir a la Revolución los órganos contrarrevolucionarios, no han hecho la
menor mella en el ánimo del pueblo.
Pero, en el exterior la situación es distinta, porque nosotros no
tenemos esos medios de divulgación que tienen nuestros enemigos. Sin embargo, no debemos abandonar ese
campo. La Revolución tiene que librar la
batalla en el exterior también para mantener bien informados a los
pueblos. La Revolución tiene que buscar
amigos en el exterior, tiene que buscar plumas brillantes, tiene que buscar
escritores honestos, tiene que buscar todas aquellas personas que sean capaces
de pensar honradamente y dar un juicio justo acerca de este proceso, para que
nos visiten, para que vean la obra de la Revolución, porque cualquier persona
honesta que visita Cuba, que recorra nuestras ciudades y nuestros campos, que
conversa con el pueblo, es, con toda seguridad, un amigo de nuestra causa; es,
con toda seguridad, un defensor de nuestra Revolución.
y en eso los
estudiantes tienen un papel importante que jugar, porque en los centros
estudiantiles de todo el continente, la Revolución tiene grandes núcleos amigos
que están dando la batalla en favor de nosotros, y esos sectores deben ser
movilizados por los estudiantes; como los obreros cubanos deben movilizar a los
sectores obreros de todos los pueblos del continente; como los intelectuales
deben movilizar a todos los intelectuales del continente, trabar relaciones con
ellos, para que defiendan nuestra Revolución.
Y quien tenga alguna duda, bien un líder estudiantil, bien un líder
obrero honesto, bien un intelectual honesto, que venga a Cuba, que aquí
nuestras puertas están abiertas para todo aquel que quiera ver lo que estamos
haciendo.
Se
puede engañar a cualquiera que desde grandes distancias oiga las campañas, lea
los informes que da la prensa reaccionaria o las agencias reaccionarias enemigas
de nuestra Revolución, pero nosotros frente a esos, tenemos el arma de nuestras
realidades que podemos mostrar a los ojos del mundo, lo que hemos podido hacer
en estos catorce meses de Gobierno Revolucionario, a pesar de todas las
interrupciones, a pesar de todas las energías que hemos tenido que gastar en
defender la Revolución. A pesar de todo
ello, al cabo de catorce meses, son tan evidentes los avances de nuestro
pueblo, son tan visibles las obras de la Revolución, que cualquiera que venga y
que sea una persona honesta, y hable con el pueblo, y viaje por nuestros campos
y ciudades, no se marchará de nuestra isla sin ser un amigo de nuestra
Revolución (APLAUSOS).
Además
de esa batalla de opinión que tenemos librada victoriosamente dentro del país,
que estamos obligados a librar en el extranjero, está la otra batalla de que
hablábamos, la batalla de hacer aquí y la batalla posible de tener que defender
con las armas la Revolución.
Para
que todos estemos orientados, por ahora estamos librando una lucha de opinión,
una lucha contra el hostigamiento, una lucha contra las maniobras que se
realizan para envolvernos y para preparar cualquier ataque, y quizás tengamos
también que defendernos, en cualquier momento, de alguna agresión armada, bien
a través de mercenarios, o bien a través de fuerzas que, con algún pretexto, se
trate de organizar para destruir nuestra Revolución. Las expediciones de mercenarios no nos
preocupan, porque todo el mundo está seguro de que las expediciones de
mercenarios aquí no van a durar mucho.
Todo el mundo está seguro de que aunque armaran a todos los criminales
de guerra, y les dieran barcos, y les dieran aviones, y les dieran todos los
recursos, no iban a poder hacer absolutamente nada, porque mejor armados de lo
que estaban antes, más armas de las que tenían aquí, y más municiones, y más
recursos, no los van a tener (APLAUSOS).
Así que, aunque armaran a todos los contrarrevolucionarios, eso no
tendría que preocuparnos a nosotros.
Si
fueran fuerzas mayores, si fueran ejércitos regulares, enviados contra
nosotros, entonces la lucha sería más dura, pero que naturalmente, sin
vacilaciones de ninguna índole, nosotros la afrontaríamos igualmente y la
podemos afrontar con éxito.
Los
ejemplos de la historia, si no se quiere de la historia reciente, porque
tenemos una historia reciente de las fuerzas materiales de la Revolución,
frente a las fuerzas de la tiranía, que eran fuerzas muy pequeñas. Tenemos, por ejemplo, el caso mismo de la
Guerra de Independencia Cubana, que era la lucha de un puñado de patriotas
contra un ejército español que llegó a ser de medio millones de hombres; y
tenemos la lucha de los patriotas argelinos (APLAUSOS), la lucha de los
patriotas argelinos, que están enfrentándose con éxito a un ejército colonial
de medio millón o más de soldados, perfectamente armados, con tropas de
paracaidistas, con tanques, con aviación, incluso hasta con bombas atómicas,
porque tengo entendido que el ejército francés acaba de hacer estallar en el
Sahara una bomba atómica; eso no desalienta a los patriotas argelinos, los
patriotas argelinos siguen luchando, y luchan con éxitos. Para los que estén interesados en saber
cuántas armas tenemos, sí puedo darles un dato, y es que tenemos muchas más
armas aquí que los patriotas argelinos (APLAUSOS).
Es
decir que nadie se asombra ni se espanta aquí de nada. Todo el mundo sabe cuál es su deber; todo el
mundo sabe que nosotros no tenemos la culpa; todo el mundo sabe que nosotros
hemos sido las víctimas de todas las agresiones; y todo el mundo sabe que jamás
podrá tener justificación el hecho de que sobre nuestro territorio se hayan
realizado más de cuarenta incursiones aéreas; todo el mundo lo sabe, y frente a
un hecho té evidente, frente a un hecho como ese que ha sido la causa
fundamental de la indignación nacional, que ha sido la causa constante de la
irritación de nuestro pueblo, amén de toda otra serie de hechos, como el que
culminó con la explosión del barco cargado de explosivos en el puerto de La
Habana. Todo el mundo sabe que nuestro
país ha sido víctima de todo género de maniobras, de campañas, de agresiones
—agresiones, que por supuesto, no tuvo que padecer nunca ningún pueblo de
América Latina, es decir, en la forma en que nosotros las estamos sufriendo, y
que, por supuesto, ninguno de los gobiernos inmorales, de los gobiernos
tiránicos, de los que han estado saqueando a los pueblos quince, y veinte, y
veinticinco, y hasta treinta años, han tenido que soportar nunca. Fue necesario que un Gobierno Revolucionario
hiciera la obra que se está realizando en Cuba, pusiera fin para siempre a una
serie de inmoralidades públicas, pusiera fin para siempre al saqueo, pusiera
fin para siempre al abuso, a la injusticia, al crimen, al privilegio; fue
necesario que un Gobierno se decidiera a arreglar cuentas con todos los
intereses enemigos del pueblo, para que desde el primer instante se viera
víctima de todas esas agresiones y de todo ese hostigamiento. Esa es una realidad que comprende todo el
pueblo, y por eso, frente a esos males —que no van a ser males que duren 100
años—, frente a esos males tenemos que estar dispuestos a todas las
contingencias que se presenten. ¡Todo,
antes que retroceder un solo paso!; ¡todo, antes que sacrificar un átomo de
nuestra dignidad, de nuestros derechos o de nuestra soberanía! Y por eso, a todo estamos dispuestos a hacer
frente; seguros, además, de que le haremos frente victoriosamente. ¡Ojalá no tengamos que vernos en esas
situaciones! Ningún pueblo puede tener
deseos de verse en esas situaciones, pero si la situación se presenta,
tranquilamente, y decididamente, la afrontaremos. ¡Ojalá que toda nuestra energía tuviésemos
que invertirla en la obra creadora!
¡Ojalá que todo nuestro tiempo, todas nuestras energías y todos nuestros
recursos, pudiéramos dedicarlos a satisfacer tantas necesidades como están
pendientes! ¡Ojalá pudiéramos dedicarlos
a resolver tantos problemas, y tantas miserias, y tanta pobreza, y tanta
escasez, como la que se ha venido acumulando en nuestro país durante cincuenta
años! Y todo por la misma causa, porque
nuestro pueblo no era dueño de sus destinos, porque nuestro pueblo tenía que
soportar año tras año, porque era impotente ante realidades que superaban a sus
deseos y a sus esperanzas como consecuencia de la imposición por la fuerza;
porque, ¿qué fue la Enmienda Platt, sino una imposición por la fuerza?; ¿qué
fue la Enmienda Platt, sino la cláusula humillante que impuso a nuestro pueblo
un ejército de ocupación extranjero?, ¿qué fue la Enmienda Platt, sino un acto
de fuerza, un acto de fuerza que se realiza contra un pueblo que ya estaba
desarmado?; porque la Enmienda Platt no estaba incluida en la Resolución
Conjunta. En la Resolución Conjunta se
decía que nuestro pueblo era, y de derecho debía ser, libre e independiente;
mas, cuando la guerra concluyó, cuando el ejército mambí fue desarmado,
apareció entonces la Enmienda Platt y se obligó a la primera asamblea
constituyente a aceptarla, porque no le quedaba otro camino: o la independencia a medias, o ninguna
independencia. Y así, de esa forma
traicionera, de esa forma ignominiosa, de esa forma arbitraria, se impuso a
nuestro pueblo una cláusula cuya injusticia no se le enseñó suficientemente a
los cubanos, no se les enseñó a los niños de la escuela; porque, todo lo
contrario: se ocultó ese aspecto
vergonzoso, para mantener a la nación en la ignorancia de las realidades, para
mantener a nuestro pueblo en el engaño, y es hoy, cabalmente, cuando
comprendemos que no hemos sido nosotros solos los que hemos tenido que sufrir
agresiones, que no hemos sido los revolucionarios de hoy los que hemos tenido
que sufrir amenazas, que no hemos sido solo nosotros, sino que también una
humillación inolvidable, una humillación dolorosísima,
tuvieron que soportar nuestros mambises cuando en
aquellos días, procedente también del norte, imposiciones que traían rumbo
norte se hicieron patentes y menoscabaron nuestra soberanía. Y, ¡cuál no sería realmente el dolor de
aquellos hombres, cuál no sería la tristeza de aquellos revolucionarios, que
después de treinta años luchando solos, después de treinta años —mucho más que
nosotros—, después de tres guerras libertadoras, se encontraron con que el país
no era libre y soberano, con que las atribuciones de nuestro país, de nuestros
gobiernos, no eran las atribuciones de un país soberano!; y que aquello debía
de influir decisivamente sobre la vida de nuestro país, que frente a aquellos
hechos la inconformidad no podía manifestarse, porque si la inconformidad del
pueblo se manifestaba frente a los vicios de aquellos gobernantes, entonces
pendía sobre sus cabezas la amenaza de la intervención que como un derecho se
había obligado a conceder a los miembros de la primera asamblea constituyente.
Así
que no hemos sido solo los cubanos de esta generación, esas amenazas y esas
imposiciones las han tenido que padecer los cubanos desde hace muchas
generaciones, y estas son verdades históricas que nadie podrá negar.
Ahora
no se trata de una Enmienda Platt, es decir, de una medida de tipo por vía
directa, una medida política directa, ahora se trata de una amenaza de tipo
económico, es decir, la amenaza de matar de hambre a nuestro pueblo si nosotros
nos mantenemos firmes en nuestra postura revolucionaria. Es decir, una cláusula en virtud de la cual
la economía de nuestro país, toda la economía de nuestro país, queda en manos
de un mandatario extranjero; es decir, una situación de incertidumbre total, ni
siquiera una medida que se toma y que establece un daño concreto, sino un daño
indefinido, un daño cuyas proporciones no pueden saberse, un daño que puede ser
pequeño o puede ser muy grande, o puede ser total, porque sin ninguna
limitación queda en manos de un funcionario, unilateralmente, el destino
económico de un país.
Y,
¿por qué puede ser esto posible?
Sencillamente, porque nuestro país es un país económicamente débil. Y, ¿por qué es un país económicamente
débil? Sencillamente, porque los amos
extranjeros de nuestra economía desarrollaron este tipo de economía nacional: una economía de
latifundio, una economía de monocultivo y una economía de colonia. Aquí la cuestión era invertir en empresas de
servicios públicos, en compañías de electricidad, en compañías de teléfonos, en
todo tipo de inversiones que produjeran las mayores ganancias, y además, la
inversión en caña, en caña exclusivamente, mientras teníamos que importar
infinidad de artículos que podían producirse en nuestro país.
Esa
economía fue la obra de los amos extranjeros de la economía cubana y que hoy se
aprovechan de esa debilidad para tratar de someter a nuestro país. Es decir, situarnos en condiciones tales que
no sepamos nunca cuánta caña podemos moler, cuanta azúcar podemos vender, cuál
será el monto total de nuestras exportaciones, porque en cualquier mes del año
la compra de esos artículos puede ser suprimida sin previo aviso, de manera
unilateral. Y esa reducción puede ser lo
mismo de un millón, que de la totalidad de la cuota azucarera cubana. Es decir que se acude al peor procedimiento,
al más irritante, al procedimiento de situar una espada sobre nuestras cabezas
para dejarla caer en el momento que estimen más conveniente.
Esa
es, sencillamente, la Ley Azucarera que el Ejecutivo de Estados Unidos tiene
elaborada para presentarla al Congreso.
La peor forma de amenaza a la libre soberanía de un país. Además, una fórmula de represalia, porque
nosotros no hemos tomado ninguna medida por represalia, nosotros no hemos
tomado ninguna medida que ponga en peligro la economía de otro pueblo. Las medidas que nosotros hemos tomado, todas,
contemplan un propósito nacional, todas, contemplan un beneficio nacional. Y esa medida es una medida que no contempla
beneficio de tipo nacional, sino todo lo contrario, hay productores internos
que están preocupados por esa medida, hay productores internos, hay productores
nacionales en Estados Unidos que no quieren esa medida, porque incluso esos
productores, se preocupan por las consecuencias de esa ley y se oponen. Luego es una ley que no tiene el menor
objetivo de carácter interno, es una ley que tiene por objetivo la represalia
contra nuestro país; situar la economía de un país, económicamente débil, en
manos de un funcionario de un gobierno de una nación extranjera. Y a eso entendemos que no tienen derecho
quienes son los culpables, precisamente, de la economía pobre y débil de
nuestro país; porque si esa medida se toma dentro de cinco años, dentro de diez
años, con un país industrializado, con una agricultura diversificada; que los
ingresos nacionales no tuviesen que depender absolutamente del azúcar en el
grado en que dependen hoy, pues, la medida nos encontraría a nosotros en
condiciones de poder resistir esa agresión.
Pero lo hacen ahora, cuando saben que nosotros estamos tomando medidas
para enmendar los defectos de nuestra economía, es decir, cuando estamos
tomando medidas para hacer una economía sólida y entonces prácticamente lo que
plantean es, o que dejemos las cosas como están, no hacemos reformas sociales,
no desarrollamos nuestra economía o no nos dejan desarrollarla, porque nos
ahogan, nos estrangulan la economía mediante ese procedimiento arbitrario de
reducir, en cualquier mes y en cualquier día del año, la cuota azucarera de
nuestro país.
¿Pero
eso quiere decir que si tal cosa ocurriera, van a lograr sus propósitos? ¿Quiere decir que los cubanos vamos a dejarnos
derrotar por una medida semejante? Es
decir, ¿que los cubanos nos vamos a dejar derrotar por hambre? Es decir, ¿que los cubanos no tenemos el
suficiente espíritu de sacrificio para resistir también la agresión
económica? Si estamos dispuestos a morir
por defender nuestro suelo, cómo no vamos a estar dispuestos a sacrificarnos
para defender también, por esa vía, nuestra soberanía; cómo no vamos a estar
dispuestos a resistir también la agresión económica.
Estarían
entonces acertados los enemigos de la Revolución, si fuese cierto que nuestro
pueblo no es capaz de resistir la agresión económica. Sin embargo, tenemos la seguridad de que
nuestro pueblo sí es capaz de resistir la agresión económica (APLAUSOS). ¿Qué puede pasar?, ¿que tengamos que llevar
una vida más sacrificada?, ¿que tengamos que gastar menos?, gastamos
menos. ¿Y quién aquí no es capaz de
gastar menos? Por lo menos la inmensa
mayoría del pueblo es capaz, porque en definitiva el pueblo ha estado gastando
bastante poco (APLAUSOS). Cientos de
miles de personas han tenido que vivir desempleados, dependiendo de la ayuda
que le podía dar la familia, soportando mil calamidades; cientos de miles de
personas conocen lo que es vivir sin recursos.
Y, en definitiva, aquí los que han gastado mucho no fueron precisamente
los campesinos, por ejemplo, o los obreros, o las clases humildes del país; los
que gastaron mucho fueron los dueños de las grandes riquezas y por supuesto,
los demás que manejaban a su antojo los fondos de la República. Pero el pueblo, en realidad si de algo es
veterano es de pasar trabajo (APLAUSOS y
RISAS). Y trabajo hemos pasado todos, en
algún u otro momento de nuestras vidas; trabajo, por ejemplo, pasábamos los
rebeldes en campaña y precisamente en situaciones como esas es cuando se
aprende que cuando se tiene el propósito de perseverar en un ideal, en un gran
propósito, todas las privaciones son posibles.
A
veces nosotros no teníamos cigarros, a veces pasaban 10 y 15 días sin cigarros,
a veces no teníamos zapatos, a veces no teníamos alimentos y en general nos
faltaban muchas cosas. Pero, ¿eso quería
decir que nosotros teníamos que rendirnos, porque no teníamos cigarros, porque
no teníamos zapatos? Entonces nosotros
hubiéramos sido un enemigo fácil de derrotar por la tiranía, porque las
privaciones nos hubieran derrotado.
Teníamos
que estar luchando también contra dos armas del enemigo, teníamos que estar
luchando contra sus soldados y teníamos que estar luchando contra el cerco
económico. No dejaban pasar víveres, no
dejaban pasar artículos esenciales en aquella zona y nosotros teníamos que
luchar contra esos dos enemigos: el hambre y los soldados
enemigos. Y, sin embargo, nunca se nos
ocurrió pensar que nos íbamos a rendir por hambre o que nos íbamos a rendir por
las privaciones aquellas.
Yo
sé que hoy, por ejemplo, hay miles y cientos de miles de personas, que sienten
el deseo de hacer cualquier sacrificio si su patria lo necesita, dispuestos a
pasar las mismas cosas que nosotros pasamos.
Y los estudiantes, cuando fueron a la Sierra Maestra pasaron, en parte,
esas privaciones que nosotros conocíamos, sin embargo, eso no los desanimó y
continuaron con el propósito de escalar el pico Turquino. Yo sé que el pueblo está en esa disposición y
eso quiere decir que tampoco las privaciones nos van a derrotar. Si tenemos que soportar privaciones, ¿quiénes
son los que las van a soportar?, los buenos; ¿quiénes son los que no se
resignarían a soportarlas?, los débiles, los incapaces de sacrificarse, los que
no lleven hondo y dentro el sentimiento de amor a su tierra, a su pueblo y a su
causa.
Aquí
no se están defendiendo intereses particulares de nadie; se están defendiendo
los intereses de alguien que se llama pueblo; se están defendiendo las
libertades del pueblo (APLAUSOS); se está defendiendo la soberanía del pueblo;
se esta defendiendo el bienestar del pueblo; se está luchando por el
pueblo. Los que no sientan con el
pueblo, los que no sientan como pueblo, los egoístas, esos no se sacrificarían,
esos no estarían conformes con cualquier sacrificio, esos preferirían la
limosna del extraño, esos preferirían la limosna del extranjero que nos
explotara y nos esclavizara, al sacrificio que puede costar la libertad; esos
preferirían la vergüenza de ser esclavos obedientes, sumisos servidores de
intereses extraños, a dueños de sus propios destinos.
¿Y
quiénes fueron los que buscaron siempre al extranjero aquí?, los dueños de los
esclavos. Cuando se hablaba de libertad
de los esclavos buscaban la anexión; preferían perder la patria, preferían
cualquier solución, a la pérdida de sus intereses materiales, a la pérdida de
sus esclavos, porque a ellos no les importaba otra cosa que sus intereses
materiales. ¿Qué habría sido de nuestro
pueblo hoy, si ayer, aquellos que preferían el interés material, el interés
privado, al interés de la nación, hubiesen triunfado? ¿Qué sería hoy Cuba, sino un producto
híbrido, donde no se hablaría ni inglés, ni español? Sería corno una mezcla extraña, una mezcla
consecuencia de un siglo, o de medio siglo, o de tres cuartos de siglo de
dominio extranjero con su influencia lingüística, con su influencia cultural,
con todas las influencias de una nación sobre otra. Nos habríamos tenido que resignar a renunciar
a todo; a nuestras tradiciones más caras, a nuestros sentimientos más queridos,
a nuestra manera de ser, que es única y que es propia, como la de todo pueblo;
a nuestra manera de ser, que no estaríamos dispuestos a renunciar, porque hay caracteres
nacionales que diferencian unos pueblos de otros, hasta en los chistes, hasta
en la manera de sonreír, porque no nos llaman la atención las mismas cosas, no
nos reímos ni siquiera de los mismos chistes.
Tenemos nuestro temperamento, nuestra idiosincrasia, nuestro carácter nacional,
nuestra manera de ser, a la cual habríamos tenido que renunciar hace rato, y a
la cual habíamos renunciado en parte, porque ciertamente la influencia extraña,
a través de todos los medios de divulgación, a través de la prensa, a través de
revistas, a través de anuncios, a través de propaganda, a través de las
películas, a través de los libros, había sido tan extraordinaria, que casi
estaban ahogando el carácter nacional cubano, y los cubanos estábamos impotentes frente a eso, porque en
realidad, casi casi nuestro pueblo iba renunciando a su
carácter nacional, a su sentimiento nacional.
Y,
en realidad, muchos pueblos de América nos aventajaban en ese espíritu
nacional, aventajaban a los cubanos, que ni siquiera teníamos conciencia de
esos problemas, y éramos influidos hasta por los muñequitos que leían los niños
todos los domingos.
Así
que, nuestro pueblo se vio sometido a un influjo extranjero constantemente,
durante cincuenta años, sin que nadie se levantara a defender el espíritu
nacional, a defender nuestra manera de ser, y eso realmente era terrible,
porque con nuestro espíritu nacional habíamos renunciado a la defensa de
nuestros intereses nacionales, y así,
nos había llegado a parecer, como lo más natural del mundo que un guajira
viviera con sus siete hijos a orilla de una guardarraya, mientras una compañía
extranjera era dueña de miles y miles
de caballerías de tierra. Nos había
parecido natural que aquellos mayorales (APLAUSOS), que aquellos amos
extranjeros de nuestra economía lo mismo arrojasen a las familias criollas a
las guardarrayas que nos cobrasen los servicios públicos al precio que mejor
les conviniera; que hubiesen convertido a nuestro país en una colonia, porque
realmente habíamos perdido nuestro sentimiento nacionalista, que es para los
pueblos el arma espiritual que los mantiene firmes en la defensa de sus
intereses.
Y
ese era el caso de nuestro pueblo, que hoy se ha despertado a estas realidades y que, sencillamente, comprende que
era su deber librar esta lucha, porque no podía resignarse a la existencia que
había llevado hasta ese instante, y que
empeoraba cada vez más. Nuestro pueblo
sabe que esta lucha era necesaria, y que
los sacrificios que pueda conllevar esta lucha eran también necesarios, y que
en medio de todo hemos sido la más afortunada de las generaciones, porque al
menos nosotros hemos visto algo que no vieron las generaciones del pasado siglo,
que no vio la generación de 1868, que no vio la generación de 1895. Ellos lucharon tanto como nosotros, lucharon
más que nosotros, y, sin embargo, ellos no vieron lo que nosotros hemos
visto. Ellos no pudieron ser nunca
dueños absolutos de los destinos propios y tuvieron que resignarse a la
derrota, en unas ocasiones; a la frustración, en otras, a pesar de todo lo que
lucharon. Sin embargo, fueron preparando
el camino y nosotros somos, en el último siglo de la historia nacional, la
generación más afortunada, porque somos dueños de nuestros actos; no son
gobernantes extranjeros los que nos trazan las pautas, somos los cubanos los
que nos trazamos esas pautas (APLAUSOS).
Nosotros mismos decidimos nuestros destinos; no nos imponen sacrificios
desde fuera, para defender intereses de afuera; nos imponemos sacrificios para
defender intereses nuestros.
Como
es el pueblo quien hoy decide sus destinos, el pueblo lucha por sus intereses. Las pautas que venían del extranjero no
podían luchar por los intereses nuestros, tenían que luchar por sus intereses,
tenían que luchar por intereses extranjeros.
Nosotros tenemos esta oportunidad de decidir nuestro destino; de
decidirlo, no en virtud de la voluntad o del capricho de una minoría, no en
virtud del capricho o de la voluntad de un grupo de hombres, sino en virtud de
la voluntad absolutamente mayoritaria de la nación, en virtud de los deseos de
todo un pueblo, porque esta Revolución es fuerte solo porque tiene la mayoría
del pueblo.
Si
con tantos enemigos poderosos en el extranjero, la Revolución no tuviese la
mayoría del pueblo, la Revolución sería débil, la Revolución sería
impotente. Solo se puede defender de tan
poderosos adversarios una Revolución que tiene la mayoría del pueblo. Por eso, todo lo que divida, todo lo que
trate de confundir, es tratar de debilitar, tratar de restarle fuerzas a esa
mayoría. Esa mayoría del pueblo tenemos
que mantenerla; esa mayoría del pueblo unido tenemos que mantenerla, como una
cuestión esencial; y por eso debemos saber rechazar con energía a todo aquello
que pretenda debilitar las fuerzas de nuestro pueblo. Porque la batalla que está librando la nación
es una batalla nacional; la lucha que está librando nuestro pueblo es una lucha
contra fuerzas poderosas. No podemos
incurrir, incluso, ni siquiera en aquellos errores en que incurrieron los mambises, que cuando estaba aquí un ejército de ocupación
extranjero, cuando se estaban discutiendo las medidas a seguir, hubo cubanos,
hasta cubanos de influencia, cubanos de prestigio, que en aquellos momentos
hicieron confesión de sus discrepancias, que en aquellos momentos declararon,
en presencia del ejército de ocupación, la falta de unión en el propósito de
exigir lo que tenía que haber exigido todo el mundo en aquel momento: la plena soberanía del país. Porque frente al enemigo no se puede mostrar
nunca débil el pueblo. La fuerza del
pueblo está en su unión; la fuerza del pueblo está en su mayoría; esa mayoría
que, como decía, decide hoy sus destinos y que decide de acuerdo con sus
propios intereses, siguiendo su propio camino.
A
eso ha llegado el pueblo, a reaccionar como reacciona, como una sola cosa, en
todas sus manifestaciones; lo mismo en las concentraciones multitudinarias, que
en los momentos solemnes, que en los actos como el de hoy, que en los actos
como el desfile tras las víctimas de la explosión, que en la contribución a la
Reforma Agraria, o en la contribución a armas y aviones, y en todas sus
manifestaciones el pueblo actúa con un solo pensamiento y con un solo
propósito. Por eso ha adquirido
confianza en su destino, por eso ha adquirido conciencia de su fuerza, por eso
decíamos que era esta una generación afortunada que vio lo que ninguna otra
pudo ver.
Los
sacrificios que tengamos que soportar son sacrificios que nosotros mismos nos
imponemos. Por alcanzar una meta digna y
grande. Y para dar también nuestra parte
a las generaciones que vengan detrás de la nuestra, como las que vinieron antes
pusieron también su parte en lo que nosotros hemos logrado hoy.
Y
la prueba de que nuestro pueblo resiste y de que nuestro pueblo es capaz de
resistir, está en esta comunicación que recibimos al llegar hoy aquí, a la
universidad. Es una comunicación dirigida
al Presidente de la República, al Primer Ministro y al Ministro del Trabajo,
que dice así:
“La
Asamblea provincial de los Sindicatos Azucareros de La Habana, bajo la
presidencia del compañero Conrado Bécquer Díaz, Secretario General de la FNTA,
acordó, por unanimidad, comunicarle al Gobierno Revolucionario que los
trabajadores azucareros de la provincia de La Habana, frente a la agresión
económica que preparan los imperialistas, estamos resueltamente dispuestos a
congelar nuestras condiciones de trabajo y salarios. Y si las circunstancias lo exigen, estamos en
disposición de rebajarnos los salarios (APLAUSOS), dispuestos a todos los
sacrificios y privaciones, por duras y difíciles que sean, por el triunfo
definitivo y la consolidación de nuestra Revolución.” Y firman todos los Sindicatos Azucareros de
la provincia de La Habana (APLAUSOS).
Y
que es, en realidad, el acuerdo más revolucionario que ha tomado ningún sector
obrero, que tiene el mérito de que nadie les pidió este acuerdo, que tiene el
mérito de que nadie se dirigió a ellos, y que ha sido un acto absolutamente
espontáneo. Ellos no esperaron a que se
lanzara ninguna consigna, a que se diera una orientación en este sentido. Pero, ¡qué conciencia han adquirido de
nuestras realidades, qué conciencia han adquirido de nuestras debilidades, qué
conciencia revolucionaria tan clara y tan formidable, que ocurre, con toda
seguridad, por primera vez en la historia de Cuba, por primera vez, quizás, en
la historia de América, que un grupo de sindicatos obreros diga, le diga al
Gobierno Revolucionario, conscientes de que nuestros enemigos tratan de usar el
arma del estrangulamiento económico, de que nuestros enemigos tratan de
crearnos problemas económicos con un propósito.
El cálculo de nuestros enemigos es, que si obligan al pueblo a soportar estrecheces, el pueblo se volverá enemigo de la Revolución
(EXCLAMACIONES). Ese es el cálculo de
los enemigos de la Revolución Cubana, porque de otra forma, ¿qué sentido
tendría idear medidas que conduzcan a nuestro pueblo a pasar estrecheces? El
único sentido es restarle al Gobierno Revolucionario el apoyo absolutamente
mayoritario con que cuenta; crear descontentos que le sirvan de cabeza de
playa, para con el apoyo de esos descontentos, llevar adelante sus planes de
destrucción de la Revolución Cubana, que quieren destruir, no tanto por lo que
significa de pérdidas materiales para el bolsillo de unos cuantos monopolios,
sino que quieren destruir por lo que significa de clarinada para todo un
continente, por lo que significa de ejemplo para los demás pueblos, ya que al
fin y al cabo, los intereses que nos combaten se podrían resignar a la cantidad
más o menos mayor de pérdidas materiales que la Revolución en sí
signifique. Lo que todo el mundo
comprende cuan difícil es que se resignen al ejemplo. Lo que se combate en Cuba, sobre todo, es el
ejemplo, y una de las armas que quieren usar para producir el descontento, para
restarle fuerza a la Revolución, es obligar al pueblo a pasar sacrificios,
obligar al pueblo a limitar sus recursos.
Ese es el propósito.
Pero
mucho antes de que eso ocurra, he aquí esta expresión revolucionaria; he aquí
este acuerdo revolucionario de un grupo importante de sectores que dicen, que
frente a la agresión económica están dispuestos a congelar sus salarios y están
dispuestos, incluso, a rebajarse sus salarios.
¿Qué quieren decir? No quieren
decir que vayan a pasar hambre. La
cuestión sería repartir bien lo que nosotros contemos aquí para que nadie pase
hambre (APLAUSOS). Porque nosotros
podemos producir con los recursos naturales que tenemos, lo suficiente para
pasar cualquier época de privación; pueden venir vacas flacas (RISAS), pero no
serán tan flacas que el pueblo se vaya a morir de hambre. Pero lo que creen es que eso obligaría al
pueblo a echarle la culpa al Gobierno Revolucionario (EXCLAMACIONES DE: “¡Nunca!”), y una
vez más se equivocan. Una vez más se
encuentran a esa sólida conciencia revolucionaria de nuestro pueblo.
Y
eso es lo que quieren decir estos obreros.
Quieren decir que si el ingreso nacional disminuye como consecuencia de
la reducción de nuestras ventas de azúcar, eso no quiere decir que tengamos que
paralizar nuestro programa de desarrollo; eso quiere decir que tendremos que
gastar menos, y si llegara el caso de tener que gastar menos, si eso fuese una
necesidad por salvar nuestra patria, por salvar nuestra economía, por defender
nuestra soberanía, qué importa, gastamos menos, ¡todos estamos dispuestos a
gastar menos! (APLAUSOS.) Y hasta, incluso, a compartir lo que tenemos
con los que todavía no gastan nada (APLAUSOS); de seguir preocupándonos por los
que están sin trabajo; de buscar para ellos fuentes de trabajo; de preocuparnos
por los que todavía no han adquirido siquiera un ingreso elemental, y de seguir
adelante en la campaña y en la lucha contra el desempleo, que ya ha logrado
reducir en más de 100 000 personas el número de desempleados.
El
pueblo tiene infinitos recursos, el pueblo tiene infinitas fuerzas. Acaso, ¿quién ha producido toda la riqueza,
si no el pueblo? Acaso, ¿quién llenó las
arcas de los millonarios, si no el pueblo?
¿Quién llenó los bolsillos de los monopolios, si no el pueblo? (APLAUSOS.)
El pueblo tiene infinitos recursos que todavía no ha usado; nos quedan
todavía muchos recursos por usar. Ahora,
por ejemplo, estamos empleando los recursos de nuestros soldados, y nuestros
soldados están plantando millones de árboles, y nuestros soldados están
construyendo una ciudad escolar.
Nuestros soldados están construyendo casas para los campesinos; nuestros
soldados están construyendo centros de recreo; nuestros soldados están
preparándose para nuevas tareas, y en estos momentos hay 300 soldados y
oficiales rebeldes preparándose para construir viviendas a los campesinos. Ese es un recurso: la nación emplea a los soldados del
ejército para producir y emplea a los obreros de su producción para defender la
Revolución, si el caso lo requiere (APLAUSOS).
Es decir que todos a producir si no hay guerra abierta, si no hay frente
de combate establecido, los soldados se dedican a trabajar para los campesinos,
a trabajar para el pueblo, a trabajar para los niños. Y si hay guerra, entonces los obreros, y los
campesinos, y los estudiantes, y el pueblo todo va a pelear junto a los
soldados (APLAUSOS).
Quiere
decir que estamos empleando a nuestros soldados en la producción y estamos
empleando, y estamos en condiciones de emplear a nuestros obreros y a nuestro
pueblo en la guerra, a los que hoy están en la producción (APLAUSOS). Eso, sencillamente es emplear los recursos
del pueblo.
Cuando,
por ejemplo, teníamos créditos para 5 000 maestros solamente, y había
10 000 maestros en condiciones de trabajar, adoptamos otra medida. De acuerdo con los maestros, pagar el primer
año la mitad del sueldo e ir aumentando gradualmente los sueldos por año. ¿y con eso qué hicimos? Pues poner a trabajar 10 000 maestros con los recursos que
teníamos para 5 000.
Es
decir que se emplean los recursos que tiene el pueblo, se emplean esos 5 000 maestros que no tenían trabajo ni
había presupuesto para dárselo, sino para una parte solamente, y con lo que
teníamos para la mitad, pusimos la totalidad de los maestros disponibles a
darle clases a los campesinos. ¿Qué
estábamos haciendo? Emplear los recursos
del pueblo.
El
pueblo tiene infinitos recursos que no se han movilizado nunca. Cuando se moviliza el pueblo para comprar
armas y aviones y reúne millones de pesos, ¿qué hace si no emplear sus
recursos? Cuando los obreros voluntarios
van a las cooperativas los domingos a trabajar en las edificaciones, ¿qué hace
el pueblo si no emplear sus recursos? El
pueblo tiene infinitos recursos que emplear, porque el pueblo tiene la energía,
el pueblo tiene la inteligencia, el pueblo tiene el espíritu de sacrificio, y
¿quién sabe cuántos millones signifique ese esfuerzo? ¿Quién sabe si puede
calcularse los millones en que puede convertirse la energía del pueblo, los
millones en obra creadora, los millones en riquezas, si empleamos bien los
recursos del pueblo, si empleamos hasta el máximo los recursos del pueblo, si
empleamos todos los brazos.
Nosotros
debemos estar en esa disposición de ánimo de quienes se sienten seguros de que
no podrán ser vencidos frente a cualquier contingencia, que no podrán ser
vencidos de ninguna forma. Ese es un
pueblo seguro; ese es un pueblo que puede confiar en un destino mejor, porque
está en el animo de afrontar todas las vicisitudes, y
de afrontarlas orgullosamente, de hacerlo sin temor, de hacerlo sin vacilación.
Y
en un día como hoy, en que venimos precisamente a un acto de recordación a los
jóvenes y a los hombres que dieron sus vidas y que nos congregan aquí en un
acto de admiración y de recuerdo cariñoso, en un día como hoy, en que venimos a
honrar a los que dieran su cuota de sacrificios, en que venimos a rendirle
generoso y merecido tributo, es cuando tenemos que afianzar ese espíritu de
sacrificio, fortalecer ese estado de ánimo de
quienes están dispuestos a todo.
En definitiva, cuando aquellos sacrificios se produjeron, parecía
difícil la victoria. Muchos, una gran
parte, era escéptica; pensaban que, ¿cómo aquel grupo de estudiantes sin armas,
cómo aquel grupo de jóvenes que se lanzaba a la lucha frente a tantos recursos,
podía tener éxitos? Ellos no vacilaron
en su cuota de sacrificios ante un éxito que muchos discutían, que muchos no
estaban seguros de ver. Y así pasa, por
ejemplo, que constantemente un recuerdo, algún recuerdo de compañeros, de
tantos compañeros como los que murieron en la lucha contra la tiranía, nos
viene a la mente, porque es raro el día en que no recordemos por alguna u otra
razón, a uno de esos compañeros y a nosotros nos duele que ellos no hayan
tenido la oportunidad de ver la victoria.
Muchos, incluso, murieron en los primeros combates. No llegaron a conocer la emoción profunda de las grandes batallas
victoriosas, y no llegaron a conocer el espectáculo de este pueblo nuestro en
pie; el pueblo que ellos conocieron fue el pueblo de ayer, el pueblo un tanto
acomodaticio, el pueblo que todavía no tenía una conciencia clara de sus
destinos, el pueblo dividido, confuso y engañado de ayer, el pueblo triste y
oprimido de ayer. Ellos no tuvieron la
oportunidad de ver en vida los frutos de aquellos sacrificios, y realmente, si
desea uno algo que hubiera sido motivo de alegría para ellos es lo que es
nuestro pueblo hoy, y los beneficios que ha recibido nuestro pueblo de aquellos
sacrificios; y siente uno no solo su ausencia, siente que no hayan podido ser
testigos de los frutos que iba a recoger nuestra patria con aquella siembra de
sacrificios.
Eso
debemos pensarlo nosotros también. Ellos
sabían, sí, que nuestro pueblo despertaría algún día; sabían, sí, que los
recordaríamos eternamente, porque ellos también desde esta tribuna, en actos
como este, conmemoraron a los jóvenes que en generaciones anteriores se habían
sacrificado, en actos como este rindieron tributo a los que les precedieron;
ellos rendían tributo, incluso, a aquellos compatriotas nuestros que no habían
conocido sino a través de la historia.
No es este el caso nuestro, que fuimos compañeros, que convivimos con
ellos; no es el caso de esta generación que ha vivido la epopeya
revolucionaria, que ha padecido de los males de la tiranía y que ha disfrutado
de las alegrías y de los beneficios de la Revolución.
Nosotros
hemos convivido con todos estos compañeros que hoy se recuerdan, nosotros
tenemos que sentirlos muy hondamente, y tenemos que recordarlos muy
revolucionariamente. Recordarlos
revolucionariamente es renunciar a todo egoísmo, renunciar a las comodidades si
es necesario, para estar dispuestos a dar también nuestra cuota de sacrificio
cuando la ocasión se presente.
A
estos actos se viene a rendir tributo a los caídos, pero se viene también a
consolidar el espíritu revolucionario, a consolidar la fe revolucionaria, a
hacer más fuerte el propósito revolucionario (APLAUSOS), para que no sean meras
palabras, para que les rindamos el tributo de los hechos y el tributo de la
obra.
La
satisfacción mayor que podemos tener sus compañeros un día como hoy, es la
conciencia de que estamos cumpliendo con el deber; la idea de que lo que ellos
iniciaron, por lo que ellos cayeron, es hoy realidad que se está cumpliendo, es
hoy ideal que se está realizando, no diré que de una manera perfecta —nos
quedan muchas deficiencias por superar, nos queda mucho por aprender, nos queda
mucho por organizar y nos queda mucho por educar, ya que nuestro pueblo tiene
que prepararse para realizar estas tareas, para lo cual nuestra generación
estaba deficientemente preparada. Y nos
queda mucho por hacer todavía, pero es lo cierto que estamos haciendo el máximo
posible, estamos haciendo el máximo de esfuerzo porque todo se haga y se haga
bien, y ese es el motivo mayor de consuelo en un día como hoy: la moral para hablar aquí, la moral de los
estudiantes universitarios, la moral de los gobernantes, la moral del pueblo
para conmemorar un día como hoy, en el que se recuerda a los que cayeron ese
día y a los que cayeron todos los días de lucha; porque cada conmemoración es
un recuerdo de los que están eternamente unidos en el sacrificio y en la muerte
por un ideal.
Y
esa es la moral de todos para rendir tributo; y el día que no estemos
dispuestos a sacrificarnos, el día que nuestro pueblo no estuviera dispuesto a
sacrificarse, el día que nuestro pueblo vacilara, el día que nuestro pueblo no
estuviera dispuesto a todos los sacrificios antes que rendirse, ¡ese día no
tendría nuestro pueblo moral para rendir tributo a nuestros muertos! (APLAUSOS.)
Mas, ese día no llegará nunca; ese día no llegará nunca, porque, como
hemos dicho en otras ocasiones: “¡Hombres puede haber traidores, pero
no pueblos!” (APLAUSOS.)
Y
así, en este acto de la universidad, que es el segundo acto después del día
primero de enero, y que por cierto no será el último, porque los enemigos que
se han sentado a esperar el cadáver de la Revolución no lo verán pasar por las
puertas de sus casas (APLAUSOS PROLONGADOS), ¡porque aquí mismo, o en las
montañas, o en el campo de batalla, o donde sea necesario, honraremos siempre a
nuestros caídos y seguiremos honrándolos siempre, porque el triunfo,
cualesquiera que sean los obstáculos, será definitivo; y nadie debe dudar de
esto: de que seguiremos... seguirá nuestro pueblo, siempre, honrando a
sus caídos!
Y
hoy, en un tercer aniversario, más que el recuento de lo que hemos hecho
debemos plantearnos lo que debemos hacer, sobre todo lo que debemos hacer en el
orden educacional, lo que deben hacer los estudiantes universitarios, que ahora
tienen por delante varios proyectos.
Uno, es el Monumento a los Mártires, y están recaudando fondos para el
Monumento a los Mártires; pero tienen también otras tareas en que están
enfrascados, tienen la Reforma Universitaria.
El
pueblo oye hablar de la Reforma Universitaria, y quizás no la entienda tan bien
como la Reforma Agraria. La Reforma
Agraria la entiende muy bien el pueblo, porque ve una enorme extensión de
tierra llena de aromas —que no son, por cierto, aromas agradables, sino una
planta improductiva—, o la ve llena de marabú, y el pueblo entiende que aquello
es absurdo que eso esté sin cultivar, el pueblo comprende que es una necesidad
urgente que los campesinos se pongan allí a trabajar; y la Reforma Agraria se
entiende mucho más fácilmente, se ve cuando se va por las carreteras y se ven
áreas enormes de nuevos cultivos, ya que mensualmente se están cultivando 2 000
nuevas caballerías de tierra en estos momentos, y el pueblo lo ve. En cambio, la Reforma Universitaria es algo
más sutil, no tan visible, pero sí tan necesaria como la propia Reforma
Agraria, porque también hay enormes latifundios de inteligencias que hay que
cultivar (APLAUSOS).
Tanto
como había miles y miles de caballerías sin cultivar, hay cientos de miles de
inteligencias sin cultivar (APLAUSOS). Y
tanto como había en algunos órdenes de la agricultura un gran retraso técnico,
hay también en algunos órdenes, en algunos órdenes de la educación, un gran
retraso técnico; tanto como faltaban instrumentos a los campesinos para
trabajar la tierra, faltan instrumentos en las universidades para cultivar las
inteligencias: faltan los centros de
investigación, faltan, en muchos casos, las maquinarias para instruir a los
ingenieros, faltan los recursos, faltan los locales, faltan los profesores —ya
que una serie de facultades todavía no existen en nuestra universidad, y ni
siquiera tenemos los profesores. Es
decir que vamos a tener que necesitar profesores que vengan de otras
universidades, algunos profesores que vengan de otras universidades, como lo
hemos necesitado en otros campos, que hemos necesitado técnicos, vamos a
necesitar también profesores en esta etapa.
Día llegará en que no sea necesario, pero ahora tenemos que resolver
todos estos problemas.
La
Reforma Universitaria es, naturalmente, una etapa importantísima en toda la
reforma de la educación, y esa reforma, que el compañero Cubela
decía que no habían podido concluir todavía, pero que se proponen llevarla
adelante, permítasenos sugerir en nombre del Gobierno Revolucionario a la
universidad de La Habana y a todas las universidades que para que la reforma no
sea una en La Habana y otra en Las Villas, y otra en Oriente, todas las
universidades coordinen esa reforma, coordinen sus esfuerzos y sitúen en el
orden académico, en el orden técnico, a las universidades de Cuba entre las
primeras universidades, si es posible, del mundo (APLAUSOS).
Eso
como una necesidad, como una necesidad y como un deber, porque esta es una
oportunidad única que si no la aprovechamos en este momento de tanto fervor
revolucionario, de tanto espíritu de superación, nunca más volvería a
presentarse una oportunidad igual. Y lo
que hoy hagamos bien, rendirá frutos extraordinarios en el futuro; en cambio,
los errores que podamos cometer o lo que dejemos de hacer, ocasionará también
perjuicios extraordinarios.
La
educación toda está mereciendo el mayor esfuerzo de la Revolución. En días pasados hablábamos del número de
niños que iban a estudiar en los cuarteles, en las grandes fortalezas
convertidas en escuelas, y decía que tendríamos pronto 40 000 niños
estudiando en esas fortalezas en condiciones óptimas, tan buenas como en las
condiciones de cualquier colegio privado.
Dije
40 000 niños, pero debo rectificar, no van a ser 40 000, van a ser
50 000 niños (APLAUSOS), porque para el 1ro de enero del año
próximo pensamos tener ya lista para funcionar la gran Ciudad Escolar de
Libertad, donde estaba el, antiguo Campamento de Columbia
y que era una promesa de la Revolución convertirla en centro escolar donde
tendrán allí todas las comodidades y
todos los medios de educarse aproximadamente 20 000 jóvenes y niños. Estará allí también, donde estaba el Estado
Mayor, el Ministerio de Educación y será ese centro uno de los más importantes
centros de investigación pedagógica en toda la América. Y esa ciudad, sumada a las demás fortalezas
que van a estar listas para esa fecha harán un total de 50 000 niños en
dos años de Gobierno Revolucionario, solamente en las fortalezas, sin contar
por supuesto los centros escolares que se están haciendo en todos los pueblos,
sin contar los 200 centros escolares que esta haciendo en este momento el
Gobierno Provincial Revolucionario de La Habana (APLAUSOS), sin contar los
treinta y tantos centros escolares que en la sola capital de la República ha
hecho el municipio revolucionario de La Habana (APLAUSOS), sin contar los
centros escolares que se van a construir en cada una de las cooperativas
(APLAUSOS), sin contar las que se van a construir en todas partes, porque
solamente en los 1 000 pueblos nuevos que vamos a levantar en 1 000
cooperativas, aproximadamente en cinco años, habrá también allí un centro
escolar. Y vamos a invertir con
preferencia los fondos de todos los municipios y de todos los gobiernos
provinciales en la construcción de centros escolares (APLAUSOS), para que
dentro de cinco años a más tardar, cientos y cientos de miles de niños estén
estudiando en condiciones tan buenas como en los más privilegiados centros de
enseñanza privada (APLAUSOS).
Eso
va unido a la construcción de tres ciudades universitarias, la de Las Villas,
la de Oriente y la de La Habana (APLAUSOS).
Pero cuando llegó la de La Habana nos encontramos que no había recursos
para construir la de La Habana, que por el volumen de los alumnos tiene que ser
la mayor. Hay muchas obras que realizar
de todos tipos y los recursos no alcanzan, ¿qué hacer entonces?, ¿quedarnos
cruzados de brazos y no hacer la Ciudad Universitaria? No, eso no sería digno de nuestro pueblo, eso
no sería digno de nuestra Revolución, eso no sería digno de los compañeros de
José Antonio Echeverría y de todos los caídos (APLAUSOS); porque antes de tener
los recursos, antes de tener siquiera el lugar, antes de tener siquiera los
proyectos, ya la Ciudad Universitaria tenía un nombre, el nombre de José
Antonio Echeverría (APLAUSOS). Y era el
nombre que debía de llevar, por haber sido José Antonio el más alto exponente
del estudiantado universitario y el joven más brillante de la universidad en
los últimos años, para no nacer comparaciones y sobre todo un ejemplo, que es
orgullo de nuestra generación, que se gestó aquí como líder, no solo
estudiantil, sino como líder revolucionario de todo el pueblo en la universidad
de La Habana. Y su nombre y su recuerdo
tienen permanente vigencia en esta Alma Mater. Tenía que llevar su nombre. Y cómo se iba a quedar ese nombre sin la
Ciudad Universitaria, si teníamos el nombre y teníamos la oportunidad de
hacerla, si teníamos necesidad de esa Ciudad Universitaria, pero no teníamos
recursos, ¿cómo íbamos a dejar de hacerla?
¿Es que por esa razón ya no haríamos la Ciudad Universitaria? No, vamos a hacer la Ciudad Universitaria sin
recursos, porque los recursos vamos a sacarlos de los recursos infinitos del
pueblo (APLAUSOS).
No
nos hemos preocupado del monto de ese esfuerzo, que vale 30 millones, que vale
menos o que vale más, eso no nos importa, nos importa que hace falta la Ciudad
Universitaria, que es una necesidad nacional y que es un homenaje a los
mártires de la Revolución y que, sencillamente, tenemos que hacerla.
¿Cómo
la vamos a hacer? Repito, con los
recursos del pueblo. La universidad
tiene arquitectos, profesores que son arquitectos, profesores que son
ingenieros, profesores que son técnicos, que necesitamos para construir la
Ciudad Universitaria; esos profesores van a aportar sus conocimientos
técnicos. La Ciudad Universitaria
necesita brazos, necesita todo tipo de trabajo de mano de obra, alguna de ella
especializada, los estudiantes de ingeniería y otras facultades pueden
especializarse en esos trabajos para prestarlos allí.
La
Ciudad Universitaria necesita muchos brazos, la universidad tiene una cantera
enorme de brazos; tiene en primer lugar los brazos de los estudiantes
universitarios, tiene los brazos de los estudiantes de enseñanza secundaria
(APLAUSOS) y tiene los brazos del pueblo, de muchos obreros que pueden venir a
ayudar (APLAUSOS). Luego vamos a
construir la Ciudad Universitaria con trabajo absolutamente voluntario, nadie
que ponga una piedra allí puede cobrar absolutamente nada (APLAUSOS). De la nada vamos a hacer una ciudad
universitaria, construida por los estudiantes y por el pueblo. Pero no está todo, hay que comprar materiales,
falta dinero. Ahora estamos recaudando
para armas y aviones, ya hemos recaudado para la Reforma Agraria, cuando
terminemos esta recaudación tenemos que empezar entonces la recaudación de la
Ciudad Universitaria (APLAUSOS). De
nuestro sacrificio vamos a hacer la Ciudad Universitaria con trabajo de
estudiantes y de pueblo.
¿Quiénes
van a estudiar? Van a estudiar los que
puedan, pero van a estudiar los que no han podido también hasta hoy (APLAUSOS),
porque ya en el mes de mayo vamos a traer del interior de la República, entre
los alumnos graduados de bachiller, principalmente de ciencias, algunos de
letras, pero sobre todo, atendiendo a la necesidad de preparar técnicos; de
esos alumnos que se han graduado de segunda enseñanza en el interior de la
República y no estudian una carrera porque no tienen recursos, de esas
inteligencias que hay que cultivar y que necesitamos, porque el problema más
grave que tiene la Revolución es que constantemente necesita algo y no tiene ni
expediente de nadie, ni conocimiento de las personas capacitadas, ni personas
capacitadas, porque se da el caso incluso de muchos técnicos nuestros que
estudiaron aquí y se han tenido que ir al extranjero a trabajar, y necesitamos
personal para las distintas obras de responsabilidad, y no lo encontramos.
Así
que vamos, como tenemos una tremenda necesidad de técnicos, vamos este mismo
año a traer 2 000 estudiantes pobres del interior de la República
(APLAUSOS). Vamos a preparar los
reglamentos y vamos a preparar las condiciones requeridas para optar por ese
beneficio, que consistirá no solamente en pagarles la matrícula y los libros,
sino también el alojamiento, la alimentación, la ropa (APLAUSOS). En fin, ya tenemos dos edificios de 20 pisos,
aproximadamente, recuperados (APLAUSOS) y en cada uno de esos edificios van a
ir 1 000 estudiantes, que van a tener lo todo, todo lo que necesiten, lo
cual vamos a considerar como parte de los gastos para el desarrollo económico. Y nosotros les vamos a costear todos sus
estudios para que estudien sin otra preocupación que la de prepararse, y cuando
ellos se gradúen, entonces en los próximos cinco años se ponen a trabajar, y en
cinco años pagan lo que les adelantó el pueblo a ellos para que estudien
(APLAUSOS). En esas condiciones, un
joven, porque no tenga recursos, no dejará de capacitarse, ni el país perderá
los beneficios de un técnico, de una inteligencia.
Y
pensamos con el tiempo, en los próximos años, llegar a tener hasta 10 000
estudiantes escogidos de las familias humildes, es decir que no puedan pagarse
los estudios, del interior de la República, para traerlos a estudiar en esas
condiciones, y luego ellos mismos, después que se ha hecho esa inversión por parte
de la nación, cuando los primeros se gradúen, comenzarán a pagarles los
estudios a otros. Es decir que con lo
que ellos aporten se irán pagando los estudios de los que empiezan, y ya
tendremos una centrífuga, pero una centrífuga revolucionaria (APLAUSOS).
De
esa manera, la nación además de todos los alumnos que pueden costearles el
estudio sus familias, porque viven en la capital o porque viven cerca de los
centros de enseñanza, se costean los estudios, pues tendremos todos los años un
gran número de técnicos, sin los cuales no puede haber industrialización, ni
puede haber desarrollo económico, ni puede haber nada.
Es
decir que tenemos que dedicarnos previsoramente a preparar los hombres que
vamos a necesitar. De todos estos
estudiantes se llevará su récord, su expediente, su comportamiento y sus
notas. De esa manera, se sabrá, cuando
se necesite una persona competente para una industria, para un cargo, se busca
los expedientes; esa será la recomendación del profesional, su expediente
exclusivamente (APLAUSOS), su conducta y su seriedad.
Así
que aun cuando todavía no tenemos la Ciudad Universitaria, que la vamos a
construir, por lo pronto, como no podemos perder ni un minuto, no podemos
perder un curso, vamos a poner a estudiar ya miles de estudiantes todos los
años y orientarlos hacia las carreras, porque nosotros no queremos obligar a
nadie a estudiar lo que no quiere estudiar.
Entendemos que se puede gastar el lujo de estudiar algo, alguna facultad
que no sea imprescindible, solo aquel que tenga otros medios para vivir porque,
realmente, el que estudie una facultad por vocación y por profesión pues busca
aquella facultad donde tenga un empleo asegurado, pero nosotros orientaremos
esas becas hacia las necesidades más fundamentales. Si es de ingenieros, de ingeniero; si es de
médicos, de médico; si es de maestros, de maestro. Es decir, un plan racional, no como
antes. Antes no se calculaban en
absoluto las necesidades de técnicos, ni había orientación alguna. Por lo menos ahora sabemos que en la Escuela
de Ingeniería han matriculado cuatro veces más que en años corrientes
anteriores. También en la Escuela de
Agronomía ha habido un gran aumento del número de estudiantes, y ahora, con
estas pensiones, vamos a orientar el estudio de acuerdo con las necesidades del
país.
Pero
todavía queda sin resolver el problema de muchos estudiantes del interior, que
con sacrificio sus familiares les costean los estudios, porque viven
incómodamente, carecen de los medios más elementales para una vida de estudios. Entonces, para eso tenemos que hacer la
Ciudad Universitaria y la vamos a hacer como los soldados rebeldes están
haciendo la primera Ciudad Escolar para niños, la ciudad escolar que está
frente a la Sierra Maestra pues también los estudiantes van a hacer la Ciudad Universitaria,
con su trabajo, y será seguramente la primera Ciudad Universitaria del mundo
construida por los propios estudiantes (APLAUSOS).
Es
decir que los estudiantes tienen una gran tarea. Ellos tienen ya las Brigadas Universitarias,
cada día más numerosas, cada día mejor entrenadas. Ahora van a organizar las Brigadas de Trabajo
y podemos pensar que alguien tenga cierta preocupación o cierta alergia a
entrenarse para una patrulla militar, pero cualquier joven que, en realidad, no
tenga que estar trabajando, porque naturalmente que el que tiene que estudiar y
tiene que trabajar para sostener la familia no dispondrá de mucho tiempo, pero
puede haber muchos casos de jóvenes que no tengan que trabajar y que inviertan
una parte del tiempo en pasear; así que para una cosa tan noble como esa y tan
útil, pues nadie podrá tener alguna razón para no ayudarla, y yo digo que ahí
es donde se van a probar los estudiantes más revolucionarios, porque los
estudiantes más revolucionarios, en eso estamos de acuerdo todos, van a ser los
que más piedras pongan allí (APLAUSOS).
Los mejores, las milicias más revolucionarias, el miliciano más
revolucionario, va a ser el que más piedras ponga allí (APLAUSOS). Esa será la prueba, la mejor emulación y la
mejor competencia. Ahí está una obra
magnífica para todos los que creen en que la Revolución hay que servirla de
alguna manera, pues esa es la mejor. Ahí
es donde cada cual debe probar su calidad revolucionaria, su espíritu
revolucionario y su ideal revolucionario.
El que no quiera trabajar, el que no sienta inspiración de ir a poner
una piedra allí, el que no quiera que le salgan unas ampollas en las manos,
bueno, pues nadie le obliga a trabajar.
El podrá ir a estudiar a esa universidad que se ha hecho con el
sacrificio de los demás, pero no podrá ya hablar (APLAUSOS).
Es
decir que los estudiantes tienen una gran tarea en la que todos los vamos a
ayudar; van a ayudar los obreros, sobre todo los que tengan algún conocimiento,
alguna experiencia, que los orientarán, prepararán los equipos que van a
trabajar, y tan pronto terminen los proyectos vamos a empezar a hacer la Ciudad
Universitaria con los esfuerzos de los estudiantes, del pueblo, con la ayuda
del pueblo. Es decir, acudiendo a los
recursos infinitos del pueblo vamos a hacer la Ciudad Universitaria, y vamos a
hacerla pronto. Vamos a trabajar duro
para que la obra se termine cuanto antes y entre las grandes obras de esta
Revolución creadora, nuestra patria pueda mostrar con orgullo la que debe ser
la universidad mejor de este continente.
Esto como una emulación, no como una vanidad. Nosotros debemos procurar que la nuestra sea
la mejor, para que sirva también de aliento a los estudiantes que defienden
nuestra Revolución, y para que ellos se sientan estimulados a poder hacer algún
día lo mismo que van a hacer ahora los estudiantes de nuestra universidad.
Así
que esa es la tarea inmediata y esperamos que por lo menos el quinto, y si no
el quinto aniversario del 13 de Marzo, el sexto aniversario, podamos ya
conmemorarlo allí y que los mismos ciudadanos que están aquí hoy y se reúnen
porque son los más entusiastas, porque no les importa la hora (APLAUSOS) y
porque tienen un gran fervor, nos podamos ver allí también, en la universidad
que todos vamos a ayudar a construir.
Y
con esto tendremos un motivo más para defender esta Revolución, porque cada
obra justa que se hace, cada bien que se hace, cada creación de la Revolución,
es una razón más para defenderla, es un motivo más para defenderla. Triste es pensar que nos quieran interrumpir
esta tarea; triste es pensar que no quieran que hagamos ciudades escolares para
los niños de la Sierra Maestra, ciudades universitarias para nuestros
estudiantes; triste es que nos quieran convertir otra vez las escuelas en
fortalezas, pero eso no debe desanimarnos, porque nuestro pueblo hoy está
simbolizado en una actitud que aúna el espíritu de combate y el espíritu de
trabajo: ¡Junto al instrumento de
trabajo el rifle para defender la Revolución!
(OVACION)