DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO CLAUSURA DE LA CONVENCION DE LA CONFEDERACION DE ORGANIZACIONES TURISTICAS DE AMERICA LATINA (COTAL), EN RIO CRISTAL, EL 23 DE ABRIL DE 1960.

 

(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER MINISTRO)

 

Distinguidos visitantes de los pueblos hermanos de América Latina:

 

Se hace difícil hacer una síntesis de todas las impresiones de esta noche:  desde los momentos de sana alegría, de humorismo, incluso de imitaciones —que yo no quiero hacer quedar mal ahora al compañero Tito Hernández, tengo que parecerme un poco a él­—, hasta esos minutos de profunda y verdadera emoción humana y latinoamericana que se sintetizaban en las hermosas palabras de Pepe Maure, que además de un gran agricultor —porque es agricultor, y medio guajiro—, es también un fino y sensible orador.

No es fácil hablarles, en circunstancias como las de nuestra patria, y en mi cargo de Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, a un grupo de visitantes como ustedes.  No es la primera vez que se reúne, en el curso de menos de un año, un grupo humano tan representativo de la solidaridad entre los pueblos, como es una organización de agentes de viajes; ya anteriormente habíamos tenido la visita del (ASTA).  Tuve que hablarles; les hablé en inglés —en un mal inglés, que es el inglés que yo hablo—, pero les hablé también con el corazón abierto, en ese esfuerzo que hemos hecho por entender y porque nos entiendan.

Ahora les hablo también a un grupo de agentes, o de organizadores, o de promotores del turismo; pero les hablo en nuestro idioma, porque somos de la misma cultura, de los mismos sentimientos y de la misma sangre:  la sangre de América Latina y aún es difícil hablarles a ustedes, aunque seamos de la misma sangre, de la misma cultura y de los mismos sentimientos, porque nuestra patria —este escenario donde ustedes le hicieron a nuestro pueblo el honor de reunirse este año—, atraviesa por una etapa excepcional, atraviesa por una etapa revolucionaria; y, desde luego, es un hecho que hay que tener en cuenta, y además un hecho del cual no podemos responsabilizar a nadie más que a la necesidad.

Sería distinta esta reunión, tal vez sea distinta una reunión en nuestra patria, dentro de cinco, o dentro de 10, o dentro de 15 años; y es posible que este tema no estuviera en el ambiente, pero está en el ambiente y es una razón más para que hablar sea difícil esta noche, precisamente porque comprendo y además soy alérgico a hablar de temas que no tengan relación con las personas a quienes me dirijo.  Sin embargo, decía que muy a pesar nuestro estaba en el ambiente, porque esta misma actividad del turismo está dependiendo mucho para nosotros de esta situación; y las revoluciones no se hacen por capricho de los hombres, nadie podría decir que el capricho de un grupo de hombres pudiese conducir a un pueblo a una revolución; las revoluciones las hacen las necesidades, y los pueblos no tienen la culpa de las revoluciones; los pueblos las hacen obligados por las necesidades, aunque los que en ellas intervenimos lo hacemos gustosamente.

Y atravesando nuestro país por esta etapa, es lógico que hasta comprendernos, comprendernos entre nosotros mismos, sea difícil; y sea difícil, porque la gran verdad, la dolorosa verdad es que nosotros, los hijos de la gran familia de América Latina, ni siquiera nos conocemos apenas; nos sentimos inclinados por la simpatía, nos sentimos atraídos por innumerables vínculos, incluso se hace difícil en cualquier circunstancia saber a qué nacionalidad pertenecemos, puesto que la gran nación latinoamericana está dividida en un grupo de naciones, y tenemos que ser presentados y decirnos:  de la delegación argentina, o de la delegación brasileña, o venezolana, o chilena, o peruana; en fin, porque puestos unos frente a otros, no podríamos distinguir eso que llamamos las nacionalidades de América Latina, y, sin embargo, apenas nos conocemos.

Más todavía:  no solo no nos conocemos, sino que, lo que es peor aún, nos conocemos mal, nos conocemos equivocadamente.  Y a nosotros no se nos escapa el hecho real de que todo lo nuestro es desfigurado, de que todo lo que con Cuba se relaciona, es totalmente desvirtuado y desnaturalizado interesadamente.  No se nos escapa el empeño de engañar a la América Latina sobre Cuba; no se nos escapa la realidad de las noticias que a diario se publican; ni se nos escapa tampoco la verdad de que esas noticias influyen, porque no tenemos otro modo de saber lo que ocurre en los países, en otros países, por las noticias que nos llegan de él y creemos, por lo general, lo que leemos o escuchamos, porque es una costumbre.  Y de la misma manera en que podemos conocer cosas ciertas, a través de ese mismo mecanismo, podemos conocer cosas falsas, considerándolas como verdaderas.

Y eso ocurre con relación a Cuba y eso confunde con relación a Cuba; no podría confundir a los cubanos, porque los cubanos somos testigos de nuestra propia historia y de nuestros propios hechos, pero confunde a los pueblos hermanos de América Latina.   Y esa es una realidad; por eso una oportunidad como esta no es una oportunidad ni mucho menos, de hacer política, no es una oportunidad de hacer propaganda; nosotros no estamos, ni podemos estar, interesados en eso.  Es una oportunidad de que las verdades se abran paso por sí solas, esa es una oportunidad de que las personas vean por sí mismas, ya que a veces es necesario ver para creer.

Y así, directamente, en relación con nosotros, ustedes pueden ver, por sí mismos, lo bueno y lo malo, porque nosotros no consideramos que seamos, ni mucho menos, poseedores del don de hacer las cosas a la perfección, ni creemos que todas nuestras cosas sean perfectas, ni nos creemos exentos de los errores; pero al menos tienen la oportunidad de apreciar la verdad.

Y esa es la oportunidad que brinda la visita a Cuba, al pueblo que en este momento es objeto, a pesar de ser pequeño, a pesar de ser no más que una nación reducida en extensión, en recursos y en población, objeto de una de las más despiadadas campañas que se hayan promovido nunca contra pueblo alguno.  Y nosotros no contamos con muchos medios para defendernos de esas campaña ni es fácil; quizás nuestra mejor arma es la visita, la observación directa de nuestras realidades por parte de los que quieren informarse acerca de Cuba, ya que nosotros no les cerramos las puertas a nadie, nosotros las abrimos de par en par, porque no tenemos nada que ocultar y porque podemos mostrar nuestros hechos.

Y los que han querido aislar a nuestro país, rodearlo tras una cortina de mentiras y de confusión, no podrán más que la evidencia de los hechos ante los que nos hagan el honor de visitarnos, ya que nosotros tenemos aquí una cortina, sí, nosotros tenemos en nuestra patria una cortina de luz para que nos visiten y vean lo bueno y lo malo, los errores y los aciertos, ya que no somos más que un pueblo esforzándose por su progreso, que anhela algo tan legítimo para cualquier pueblo, que nadie podría discutirle con argumentos, lo que anhelan los pueblos de cada uno de los miembros de la gran familia de América Latina:  el anhelo de progresar, el anhelo de desarrollarse espiritual y materialmente, el anhelo de alcanzar una vida mejor en todos los órdenes y una solidaridad más estrecha entre todos.

Somos un pueblo dedicado a trabajar por nuestro progreso y nuestro bienestar, un pueblo que no aspira a quitarle nada a nadie; un pueblo que no aspira a vivir del esfuerzo de otros pueblos, sino de su propio esfuerzos un pueblo que no aspira a vivir del sudor de otros pueblos, sino de su propio sudor; que  no aspira a vivir de la explotación de las riquezas y los recursos de otros pueblos, sino de la explotación de sus propias riquezas y sus propios recursos; un pueblo que quiere vivir de su trabajo; un pueblo que quiere forjar instituciones justas; un pueblo que quiere ajustar su ordenamiento social a la aspiración justa de cada uno de sus ciudadanos; un pueblo que aspira a la verdad y aspira a la justicia; y que en su propósito noble, noble de toda ambición, ajeno a toda ambición, ajeno a toda mezquindad, se encuentra en su camino los obstáculos consiguientes a su condición de pueblo pequeño, subdesarrollado y débil.

Cuando ustedes tengan alguna duda acerca de qué pasa en Cuba, cuando ustedes, influidos por noticias fraudulentas, influidos por el ambiente que se quiere tejer en torno a nuestra patria, quieran encontrar una respuesta a la verdad de Cuba, la única respuesta es que en Cuba hay un pueblo que lucha, hay un pueblo que está luchando, y esa es la verdadera respuesta:  un pueblo que está luchando y que está luchando no solo por sí mismo, un pueblo que en parte está luchando también por los demás pueble hermanos de este continente, porque nosotros somos algo así, en estos momentos, como los conejillos de indias de América Latir (APLAUSOS).

No es necesario que se comparta nuestros puntos de vista revolucionarios; no es necesario que se piense igual que nosotros, pero para todos los latinoamericanos constituimos el ejemplo de un pueblo que lucha y de cuyos resultados obtendrán experiencias los pueblos de América Latina; y aprenderán de nuestros aciertos, y aprenderán también de nuestros errores, y así, hasta nuestros errores servirán para hacer un bien a todos los pueblos hermanos de América Latina.

Por eso tenemos conciencia de que de la obra y del esfuerzo de este pueblo que lucha, no podrán resultar sino beneficios para todos los pueblos de este continente, que hablamos el mismo idioma y que sufrimos las mismas penas;  porque nuestras penas se parecen tanto como una gota de agua a otra gota, ya que no somos iguales solo en historia, en cultura, en tradición, en sentimientos; somos iguales, y nadie podría negarlo; ni los más soberbios detractores podrían negar, que los problemas de cada uno de nuestros pueblos son los mismos problemas.

Y nosotros, que no aspiramos a imponerle a nadie un juicio sobre nosotros mismos, tenemos, sin embargo, la seguridad de que algún día habrán juicios objetivos e imparciales sobre Cuba; de que algún día se harán juicios justos sobre Cuba, y por eso no nos apuramos ni nos preocupamos; simplemente cumplimos el deber de tratar de acercarnos, de tratar de comprender y que nos comprendan.

Lástima que tengamos que hablar de estas cosas, cuando podríamos hablar, sobre todo, de lo que más debe interesarnos, como son las cosas que nuestros pueblos tienen para hacer agradable la estancia de un visitante, para hacer galas de hospitalidad y­ para hacer felices a los que sientan su curiosidad más allá de los límites estrechos del lugar donde viven, y, en fin, podamos hablar aquí de las cosas relacionadas con el turismo.

El turismo ha sido una de las tantas actividades, igual que la educación, igual que otros muchos aspectos de la vida cubana, a la cual nosotros le hemos dedicado nuestra atención.  Bellezas naturales tiene nuestro país, como tienen todos los países de América Latina.

¿Quién de nosotros no ha sentido siempre el deseo de conocer más y más acerca de los pueblos y de la naturaleza de las naciones de nuestro continente?  ¿Y quién no ha sentido ese deseo de viajar —y de compartir— por todos los pueblos de América?  Maravillas encierran todas nuestras tierras, y aquí nosotros nos esforzamos por poner esas maravillas, en la parte que nos corresponde, al alcance de nuestro pueblo y de nuestros visitantes, porque aunque parezca paradójico, en nuestro país ni siquiera sus propios hijos tenían la oportunidad de disfrutar una playa, o un paisaje, o cualquiera de las maravillas de nuestra tierra.

En nuestro país, esas playas que ustedes han visto, esos hoteles, esas bellezas naturales, no estaban ni al alcance de los propios cubanos; había un turismo para privilegiados, había un turismo para niveles muy altos solamente, un turismo para millonarios norteamericanos; no había un turismo para cubanos, cubanos de clase media o cubanos de economía humilde, ni tampoco para los viajeros de América Latina, porque los problemas de la moneda, los diferentes estándar de vida, hacían muy difícil la costeabilidad de esos precios para los viajeros de América Latina que tenían que adquirir dólares, adquirirlos a un precio alto, y pagar precios altos.

En la misma medida en que el Gobierno Revolucionario pone las bellezas naturales y los recursos naturales de Cuba al alcance de todos los ciudadanos, los está poniendo también al alcance de todos los viajeros de América Latina.  Porque no vemos el porqué, sino una razón egoísta, de esa práctica en virtud de la cual se impide a las personas de recursos modestos, la oportunidad de disfrutar de aquellos beneficios que pueden estar al alcance de todos; no vemos por qué ese criterio mercantilista de la exclusividad que haga que solo reducidos grupos de personas puedan disfrutar, por ejemplo, de unas playas como las que nosotros tenemos y como era antes; nosotros entendemos que es no solo más justo, sino incluso más económico y más beneficioso para las naciones, que esos beneficios estén al alcance del mayor número de personas posible, y eso es lo que estamos haciendo en Cuba:  desarrollando todos los sitios que tienen cualidades para convertirse en lugares atractivos al turista y ponerlos al alcance del pueblo.

Es natural que deseamos y necesitamos que nos visiten los turistas de otros países, pero también es natural que luchemos porque lo disfruten los cubanos, y aun en la circunstancia de que nosotros tuviésemos que sufrir durante muchos años, o durante varios años, las consecuencias de la campaña que se hace contra nuestra Revolución, esa misma circunstancia de que estamos desarrollando el turismo interior, nos  ayudará a resistir las consecuencias económicas de que el turismo extranjero se vea considerablemente mermado.  Y les puedo hablar, por ejemplo, de una circunstancia:  años atrás, hace aproximadamente dos años, estaban ocurriendo en nuestro país horribles acontecimientos; era muy raro el día en que algún joven —o un racimo de jóvenes— no apareciera balaceado por las calles o los repartos de nuestra capital; eran raras las prisiones que no estuviesen repletas de jóvenes y ciudadanos torturado; ni jóvenes ni ancianos, ni hombres, ni mujeres se libraban de aquella terrible represalia; cosas monstruosas ocurrían en nuestro país, y nada se sabía en el exterior, o se sabía muy poco; y, sin embargo, había turistas.  Desde aquel día en que el esfuerzo de nuestro pueblo puso fin a aquella noche de tragedia, nadie ha escuchado otra vez en nuestra patria el grito de un torturado, ni el espectáculo de un joven asesinado en las calles de cualquier lugar de nuestra república; nadie ha vuelto a presenciar uno solo de aquellos hechos.  Esa seguridad en que vive nuestro pueblo, esa confianza en que vive nuestro pueblo, visible para cualquier visitante, es una prueba de lo que estamos diciendo; y, sin embargo, ahora vienen menos turistas que en aquellos tiempos, y ese simple dato demuestra cómo ocurren las cosas en nuestra América y cómo los pueblos pueden ser perjudicados sin razón y sin fundamento.

Antes no había una sola playa pública.  Muchas de esas playas, que ustedes habrán visto, estaban cercadas; no había una sola construcción; no existían muchas de las obras que hoy se han hecho; no existía la organización ni las facilidades que hoy existen para el turista; no existía la garantía y la seguridad que hoy tienen; pero eso no importaba.  Antes no se trabajaba para el pueblo, ni se esforzaba nadie por fomentar el turismo.  Pero eso no importaba; otros objetivos guiaban la conducta de los hombres públicos; el afán de enriquecerse, despreocupación absoluta por los intereses del pueblo.  Los cientos de millones recuperados dan una prueba del saqueo a que estaba sometido nuestro país, pero eso no importaba; Cuba entonces no era el objeto predilecto de las agencias de noticias internacionales; la suerte de nuestro pueblo no importaba; la suerte de los pueblos nunca ha importado para determinados intereses.  Y había más turismo que hoy.  Hoy nos importa a nosotros la suerte de nuestro pueblo; hoy luchamos por otras metas; hoy nadie podría acusar a ningún funcionario del Gobierno Revolucionario, a ningún ministro, a ningún jefe civil o militar con funciones importantes, de enriquecerse con los recursos del pueblo, de explotar el juego; de enriquecerse a través de las muchas actividades ilícitas que acostumbraban a servir de fuentes de provechos personales.

Hoy, un ideal de justicia guía el esfuerzo de gobernantes y gobernados y, sin embargo, somos víctimas de esa atención que nunca se brindó a nuestra patria, cuando nuestra patria podía ser considerada como un ejemplo de vergüenza.  Y hoy, hoy cuando nuestra patria no es motivo de vergüenza para ninguno de nosotros, cuando más bien una parte muy considerable de nuestro pueblo considera que es motivo de orgullo, hoy sí recibimos esa atención para hacernos daño.

Y nosotros sabemos que tenemos por delante esas dificultades.  Al hablarles así, solo queremos decir que somos honestos y realistas, que no nos hacemos ilusiones y que observamos las realidades tal como son.  No les decimos:  promuevan el turismo a este país, que es un país sin problemas y sin dificultades; no les decimos:  aconsejen a sus clientes que visiten a Cuba, porque van a vivir en el más encantador de los mundos; por encima de los encantos que nosotros encontramos en nuestra tierra, por encima de las cosas que nosotros queremos, por encima está la verdad:  la verdad de las dificultades que nosotros confrontamos y que con toda lealtad expresamos en esta ocasión; dificultades que nosotros iremos venciendo, problemas que iremos resolviendo pacientemente y tenazmente.  Y, desde luego, que lo que queremos es el cuadro real, no el cuadro que pintan, no esas noticias que llegan a las capitales de la América Latina hablando de que se combate en las calles de La Habana, de que pasan tales y más cuales cosas, de que alguien hizo tal o más cual declaración; constantemente están tentando a los funcionarios de la nación cubana; constantemente están tratando de sobornar embajadores o miembros del Cuerpo Diplomático; constantemente están tratando de comprar a cuantos puedan prestarse a hacer una declaración contra su patria, repitiendo aquella escena bochornosa de Judas, porque todo eso forma parte del material con que se nos agrede y se nos difama.

Una gran parte de lo que se afirma es en ocasiones absolutamente  falso, en ocasiones exageraciones escandalosas y falsas, y por supuesto que nunca se ha luchado en las calles de La Habana; y por supuesto que hay en todas las ciudades de nuestro país la paz que nunca hubo, la tranquilidad que nunca hubo, y la alegría que nunca hubo, y el optimismo que nunca hubo, y la virtud que nunca hubo, a pesar de que nosotros, ¿qué somos en medio de este continente, sino una islita pequeña, un pueblo débil y económicamente atrasado, que tiene, sin embargo, adversarios poderosos, adversarios muy poderosos?

Y a pesar de las campañas, a pesar de los esfuerzos por crear dificultades aquí adentro; a pesar de los esfuerzos por confundir; a pesar de los esfuerzos por debilitar esta obra nuestra; a pesar de que nosotros fuimos amaestrados virtualmente durante muchos años por una enseñanza que no era nuestra enseñanza latinoamericana, por una influencia que no era nuestra influencia latinoamericana, por una cultura que no era nuestra cultura latinoamericana...  (APLAUSOS); por un pensamiento y un sentimiento que no eran el pensamiento ni el sentimiento de nuestra América Latina; a pesar de ese constante torrente de influencia, capaz de hacer desaparecer los vestigios de la nacionalidad de un pueblo pequeño, tanto ha resistido nuestro pueblo en su apego a su cultura, su tradición y sus sentimientos, en su apego a lo que es y a lo que quiere ser y que quiere seguir siendo siempre; tanto ha resistido este pueblo:  al influjo de películas, libros y todos los medios de influencia falsa y mentirosa, ajena y extraña a lo que es nuestra raza y nuestra sangre y nuestro corazón...  (APLAUSOS)...  tanto ha resistido y tanto resiste, que los empeños han sido vanos, los esfuerzos han sido inútiles, porque nuestro pueblo se mantiene erguido y firme, nuestro pueblo se mantiene decidido en la defensa de esos sentimientos y de esos intereses.

Nosotros no somos aquí sino como una trinchera de otros pueblos que, más lejos de esas influencias que nosotros, no habrán tenido quizás la oportunidad de conocerlas tan de cerca como ­las conocemos nosotros.  Nosotros aquí nos enorgullecemos de ser una trinchera de la cultura, de la sangre y del sentimiento de la América Latina (APLAUSOS).  Y una trinchera que sabremos defender con dignidad.

Nosotros no odiamos a ningún pueblo; nosotros no albergamos sentimientos de antipatía contra ningún pueblo; nosotros no hacemos sino reafirmar el amor a lo suyo, y el amor a lo suyo es odio contra nadie; el amor a lo propio, la simpatía a lo propio, el apego a lo propio, no es antipatía contra nadie.  Nosotros aquí amamos lo nuestro y defendemos lo nuestro.  Esa es nuestra posición:  no agredimos a nadie, sino que nos defendemos de agresiones de otros.

Y esa es la única verdad con respecto a Cuba, la realidad que ustedes deben conocer.  Y aquí estaremos siempre luchando, aquí estaremos siempre trabajando, para que si no de inmediato, si no en los años próximos, algún día, cuando la verdad de todos nuestros pueblos se vaya abriendo paso, cuando la hermandad de todos nuestros pueblos vaya echando lazos más sólidos, cuando los miembros de esta gran familia nos conozcamos mejor, y cuando toda la América haya despertado a una verdadera aurora de progreso y de luz, y cuando sea la historia la que le corresponda dar su juicio sereno, si no nosotros, las generaciones que vengan después, y si no ustedes, las generaciones que vendrán después de ustedes, puedan disfrutar del esfuerzo que los cubanos estamos haciendo hoy.

(OVACION)