DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO
CELEBRADO EN EL TRIBUNAL DE CUENTAS DE LA REPUBLICA POR LA FEDERACION NACIONAL
DE TRABAJADORES AZUCAREROS, EL 27 DE MARZO DE 1960.
(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER
MINISTRO)
Compañeros dirigentes de la
Federación de Trabajadores Azucareros;
Compañeros obreros de todos
los centrales azucareros de Cuba que han estado pendientes de este acto:
En
realidad, si no hemos podido estar antes, se debió al compromiso contraído
también en el día de hoy con las milicias obreras, campesinas y estudiantiles
que organizaron un magno desfile en Ciudad Libertad.
Sentimos
haber tenido que dividir hoy nuestra energía y nuestro tiempo en estos dos actos
que tienen para la Revolución un valor extraordinario. Cuando se escriba la historia de la
Revolución Cubana, cuando en el futuro, vistos los hechos con la perspectiva de
la historia, se analice este proceso revolucionario, tanto el acto de esta mañana,
en que al cabo de cinco meses de haberse lanzado la consigna de organizar a las
milicias de trabajadores, desfilaron en perfecta y marcial formación
50 000 combatientes; como el acto de esta tarde, en que los trabajadores
azucareros hacen entrega de las actas contentivas de su acuerdo de congelación
de salarios, tendrán que ser considerados como dos hechos de los más admirables
y significativos; dos hechos realmente inolvidables y profundos de esta
Revolución.
Los
dos hechos son de los más característicos de esta Revolución, cada uno desde un
ángulo distinto. El primero revela la
disposición combativa de nuestro pueblo; la capacidad de nuestro pueblo para defenderse
de cualquier agresión; la disposición de nuestro pueblo de defender su
revolución; el cambio profundo que se ha operado en la vida de nuestro país, y el
desarrollo de los recursos infinitos con que cuenta un pueblo cuando marcha por
un camino correcto, cuando lucha por sus verdaderos intereses, y que permite
solo, con el esfuerzo espontáneo y la voluntad del pueblo, movilizar fuerzas
que tradicionalmente habrían costado cientos y cientos de millones de pesos,
porque cualquier otro gobierno en la historia de Cuba, en la llamada historia
republicana de Cuba, que no era tal república, y esa es la verdad, que se puede
no solo afirmar, sino demostrar qué gobierno hubiera podido movilizar
200 000, 300 000 o medio millón de combatientes para defender su
causa. ¿Cuantos cientos de millones de
pesos habría costado a cualquier gobierno en Cuba, movilizar a medio millón de
hombres para defender al país?
Se
decía que los institutos armados estaban para defender el país, y costaban 80 ó
100 millones de pesos. Habría 30 000,
40 000, quizás menos, porque hay una parte de la fuerza pública que tiene
que estar necesariamente dedicada al servicio de una serie de funciones. Supongamos un ejército de 20 000
hombres, ¿cuántos millones de pesos le costaba a la república? Y, sin embargo, la república puede contar hoy
con medio millón de hombres, para no exagerar, los cuales, incluso, se compran
sus propios uniformes y contribuyen para comprar sus armas. Es decir que si se fuese a pagar ese
servicio, como ocurría tradicionalmente, le costaría a la república 600, 700 u
800 millones de pesos.
¿Qué
quiere decir eso? Que requiere la
república de hombres que la defiendan; requiere de recursos humanos para
defenderse, y sin que le cueste un solo centavo, moviliza fuerzas que a
cualquier gobierno le habrían costado 600 ó 700 millones de pesos, lo cual
viene a demostrar una vez más lo que vale, si se pudiera medir en dinero, pero
como esto para nosotros no puede medirse en dinero, y si usamos el ejemplo es
solamente para dar una idea de lo que el pueblo es capaz de dar de sí mismo y
es capaz de dar de sí mismo cuando las circunstancias lo requieren; servicios y
recursos que costarían mucho más que lo que cuestan todos los servicios que el
Estado presta actualmente. Eso, en el
orden de la defensa militar del país. ¿Y
por qué? Por una razón muy sencilla que
solo podemos comprenderla los revolucionarios; que no la podrán comprender
jamás los contrarrevolucionarios, que no la podrán comprender jamás nuestros
enemigos, roídos de impotencia y de odio, y es que antes los gobiernos no
gobernaban para el pueblo; antes los ejércitos no eran ejércitos para defender
al pueblo; y hoy se gobierna para el pueblo, y las armas son para defender al
pueblo. Luego, es posible hacer lo que
tradicionalmente no se podía hacer, lo que tradicionalmente no se podía obtener
sino a base de pagarlo, a base de gastar cientos de millones de pesos.
Y
este ejemplo es un ejemplo más entre los muchos que está dando nuestro pueblo
de lo que el pueblo puede hacer, y que, naturalmente, los
contrarrevolucionarios habituados a un concepto muy especial de lo que es el
Estado, de lo que es el gobierno, de lo que es la fuerza pública, jamás podrían
lograr, ni jamás podrían comprender. Ese
hecho es, sin embargo, mucho más fácil; es decir, lograr la movilización de las
milicias es, sin embargo, mucho más fácil de lograr que lo que ha logrado la
Federación Azucarera, porque luce más evidente y más lógico, y más de acuerdo
con el entusiasmo del pueblo, más de acuerdo con el espíritu combativo del
pueblo, más de acuerdo con la realidad de que es preferible morir a tener que
resignarse al regreso de Pedraza, de Ventura y de todos esos criminales... (EXCLAMACIONES
DE: “¡Fuera!”) que vendrían aquí apoyados por recursos y fuerzas
extranjeras. Resulta mucho más fácil de
comprender, más claro y más obvio, y además, más de acuerdo con el espíritu de
pelea del pueblo, que sabe que para evitar eso, lo que hay que hacer es tomar
un arma y salir a combatirlos, de lo que resulta que se comprende con igual
facilidad y con igual lógica el acuerdo que han tomado los obreros azucareros.
Porque
el otro problema es más claro, el otro problema es más sencillo que el problema
económico del país. Los problemas
bélicos el pueblo se los explica y los entiende bien, porque acaba de
transcurrir una guerra, porque han vivido prácticamente en estado de guerra,
porque constantemente los enemigos nos acosan; porque constantemente las
avionetas vuelan sobre el territorio nacional; porque acabamos de sufrir ese
sabotaje del vapor “La Coubre”.
Esas
cosas el pueblo estaba mentalmente capacitado para comprenderlas y las podía
comprender sin dificultad. En cambio, no
estábamos capacitados mentalmente para comprender el problema económico. El problema económico es mucho más complejo,
mucho más difícil; el pueblo sabía de guerra, pero el pueblo no sabía de economía. Aquí, el que más y el que menos se sentía con
disposición para usar un arma o para aprender a usar un arma; cada cual se
sentía con confianza en sí mismo, con valor suficiente para actuar en el
momento en que se requiriera su esfuerzo, y en cambio en el orden económico el
pueblo se consideraba ignorante y la mayor parte de los ciudadanos del país se
consideraban incapaces de penetrar en esos complejos y complicadísimos
problemas de la economía que, desde luego, no eran tan complicadísimos, sino en
la forma en que se desenvolvía la economía de nuestro país, llena de
contradicciones y llena de lagunas, tenía que ser complicada porque no la
podían entender. Es decir, había interés
en que no se comprendieran, había interés en que el pueblo no los conociera, y
para justificar una serie de privilegios, para justificar una serie de
intereses, pues, había que inventar toda una ciencia complicada y difícil que
se suponía que solo en las universidades, en esa universidad bicentenaria se
podía llegar a tener alguna idea de lo que era la economía. y
lo curioso es que muchos estudiantes pasaban por la universidad y tampoco
tenían idea de esa economía, que en el fondo no era difícil, pero que nuestra
economía, tal como se trataba de justificar, sí era difícil, porque no tenía
justificación, y todo lo que se explicaba sobre ella, era, sencillamente, para
encontrarle una justificación a lo injustificable.
y nuestro
pueblo mentalmente no estaba capacitado para comprender esos problemas, y algo
más; su propia vida, su propia lucha, la incesante batalla de los obreros
dentro de los sindicatos para obtener mejoras lógicas y justas; porque se
desenvolvían en un medio social donde su interés no contaba para nada, se
desenvolvían en un medio social donde el interés nacional no contaba para nada. Contaban solo los intereses de grupos
privilegiados; contaban solo los intereses de minoría, por encima del interés
de la nación y por encima del interés del pueblo; y el obrero tenía que vivir
en ese constante batallar, para arrancarle algo de lo que un grupo de avaros,
un grupo de monopolizadores de los recursos y de la economía del país, trataban
de guardarse para sí.
Pero
la economía no podía ser difícil, y no podía ser difícil cuando un obrero, un
líder obrero, que no ha pasado por la universidad, que no ostenta el título de
doctor en algo, que no es doctor en nada, ha venido aquí a hablarles a los
obreros, ha ido a los sindicatos, ha ido a las plenarias provinciales y ha ido
a la masa de los trabajadores a explicar un problema económico, a explicar el
problema económico con sus palabras, con sus términos, que no serán
posiblemente los términos que aparezcan en los libros de texto de economía,
pero que son sus términos y términos al alcance de los trabajadores, y los
trabajadores lo han comprendido.
Luego,
la economía no era difícil, lo que era necesario es que se gobernara de acuerdo
con los intereses de la nación, de acuerdo con los intereses de la mayoría y no
de acuerdo con intereses de minorías, y se hablara claro para que el pueblo
comprendiera. No era difícil, lo que
hacía falta era hablar claro, y como al pueblo nunca se le habló claro, el
pueblo no podía comprender, pero como hoy se le habla claro al pueblo, se le
dice al pueblo cuáles son los problemas, se le dice al pueblo cuáles son las
soluciones de los problemas, se le enseña al pueblo, se invita al pueblo a
aportar su esfuerzo al gobierno... porque,
¿qué ha hecho la Revolución sino poner a gobernar a todo el pueblo? ¿Qué ha hecho la Revolución sino hacer a cada
obrero, a cada campesino, a cada ciudadano, partícipe del gobierno de la nación? Antes se dictaban decretos por encima de los
intereses del pueblo para defender intereses de minorías, hoy cuando se dicta
un decreto será en todo caso contra intereses de minorías; sin embargo, no se
ha tomado jamás una medida que le interese al pueblo, que afecte al pueblo, que
no haya salido del propio pueblo; porque el 4% no fue obra de un decreto del
Gobierno Revolucionario, fue obra de la iniciativa del propio pueblo, la contribución
para armas y aviones no fue obra de un decreto, fue obra del esfuerzo
espontáneo del pueblo; la contribución para la reforma agraria no fue obra de
un decreto, lo decretó, sí, pero no el gobierno sino el pueblo (APLAUSOS); y
este acuerdo de congelación de salarios no lo decretó el gobierno, lo
decretaron los propios trabajadores azucareros.
Pero hay algo más; ni siquiera se había dirigido el gobierno a los
dirigentes obreros para pedirles que desarrollaran esa iniciativa, esa
iniciativa fue absolutamente espontánea.
¿Producto de qué? De que ellos
han observado la realidad; de que ellos han escuchado las prédicas del Gobierno
Revolucionario; de que ellos han comprendido las grandes verdades sobre nuestra
economía. y hay algo más: sinceramente,
nos sorprendieron a nosotros, porque esa iniciativa demostró que la conciencia
revolucionaria estaba aun más elevada, si cabía, de lo que nosotros los
gobernantes o los miembros del Consejo de Ministros podíamos pensar que estaba
en estos instantes, y el acuerdo fue para nosotros una verdadera sorpresa.
Y
eso lo han comprendido perfectamente bien los trabajadores, lo explicó
perfectamente bien el compañero Conrado Béquer. ¿Es que resulta acaso difícil comprenderlo? ¿Qué razones podíamos tener nosotros para
alegrarnos de ese acuerdo? ¿Es que acaso
el Gobierno Revolucionario no desea que los trabajadores ganen más?; ¿es que
acaso el Gobierno Revolucionario no desea que los trabajadores vivan mejor?;
¿es que acaso el Gobierno Revolucionario no se interesa porque cada familia
pueda resolver sus necesidades, que cada obrero pueda gastar más, que cada
obrero pueda llevar a su esposa y a sus hijos, y a sus padres un número mayor
de beneficios, un número mayor de comodidades, un número mayor de
satisfacciones de las que le brinda? Pero,
¿se hizo la Revolución acaso por otra razón, sino para beneficiar a las grandes
mayorías del país?; ¿se hizo la Revolución por otro motivo, sino para librar al
pueblo de la explotación, para librar al pueblo de la miseria, para librar a la
familia de la vida estrecha que llevaba, para librar al pueblo de las
necesidades que lo agobiaban, y para aliviar, sobre todo, al trabajador y al
campesino de las miserias que pesaban sobre él?; ¿se hizo acaso la Revolución
con otro objetivo? Si el propósito
fundamental de la Revolución ha sido ayudar a ese trabajador y a ese campesino,
¿cómo explicarse entonces que se
aplauda, que se considere revolucionario, que se considere lo más revolucionario,
el acuerdo adoptado por los propios trabajadores, que consiste precisamente en
limitar los aumentos de salarios. ¿Qué
explicación tiene esto, y sobre todo, qué explicación tiene una economía como
la nuestra en que una gran parte de las empresas son empresas privadas?, porque
mucho más lógico sería poderle explicar al trabajador que esos sacrificios que
él hace, que esos ingresos que él deja de percibir, pasan directamente a la
nación y que se van a invertir en tales fines de reforma agraria, o en la
satisfacción de tales necesidades. Por
eso es tanto más difícil de comprender en una economía donde existe gran número
de empresas privadas y donde existen las rentas privadas de los propietarios de
esas empresas, y donde hay una economía privada en cada una de esas fábricas y
que pudiera deducir dónde está el interés de la economía nacional, si lo que el
obrero deje de ganar en un aumento de salario se lo va a echar en el bolsillo
el patrón, se lo va a echar en su bolsillo particular aquella empresa, y que la
nación no podrá recibir beneficio alguno de esos sacrificios que al congelar
sus salarios hicieran los trabajadores. Por
eso, el mérito extraordinario de esta actitud de los trabajadores, capaces de analizar
las cosas más profundamente, no con un análisis superficial, porque un análisis
superficial arrojaría esa conclusión superficial, pero un análisis más profundo
arroja una conclusión distinta, un análisis más profundo arroja una conclusión
demostrativa de que sí se defienden grandes intereses nacionales y sí se
derivan grandes beneficios nacionales, grandes beneficios para el pueblo, de
esa disposición de los trabajadores, de ese espíritu de sacrificio de los
trabajadores.
y siento,
realmente, que la voz no me quiera acompañar en el día de hoy (APLAUSOS) para
explicar estas cuestiones con la claridad que deseo hablarles a los
trabajadores. Lo explicó ya el compañero
Béquer. Analizaba
más profundamente, hablaba del control de cambio, hablaba de las divisas por el
gobierno; hablaba de 150 pesos para viajes al extranjero y hablaba de Cadillacs, y hablaba, en fin, de una serie de limitaciones
que hoy impiden al que obtenga grandes ganancias en una industria, llevarse el
dinero del país o gastarlo en artículos de lujo, viniendo a resultar que los
sacrificios que por un lado hicieron los trabajadores se dilapidaran en viajes
de placer o se dilapidaran en objetos de lujo, y que la nación no recibiera
beneficio alguno.
Les
explicaba él a los trabajadores que el dinero que él va a dejar de obtener en
esos aumentos que podrían lograrse, porque nada más fácil en este momento que
lograr un aumento, como tan difícil era antes lograrlo, porque antes, cuando el
obrero acudía a sus medios de lucha, que eran la huelga, por ejemplo, eran
víctimas de la represión, y hoy no hay, ni puede haber, represión contra los
trabajadores, y hoy, naturalmente, los obreros cuentan con muchos y mejores
medios de lucha para lograr arrancarle a un patrón un aumento de salario. Antes era mucho más difícil que ahora, y sin
embargo, ¿cuáles son los beneficios que en una economía, como la nuestra
actualmente, obtiene la nación y por qué?
¿Y por qué, incluso, independientemente de las ganancias privadas de los
empresarios, la política nuestra, en cuanto a salarios, tiene necesariamente
que ser esta? Ya él explicaba que el
dinero en Cuba nadie lo puede derrochar fácilmente; que el dinero en Cuba nadie
se lo puede llevar para el extranjero; si alguien ahorra, o más bien, si
alguien en una industria percibe una ganancia de 100 000 o de 200 000
pesos, esos 200 000 pesos no se los puede llevar al extranjero, esos
200 000 pesos no se pueden gastar en lujos, porque los lujos importados
tienen que pasar antes por el control del gobierno, que es el que autoriza la
cantidad de artículos de lujo que se pueden importar, y los que se permiten
importar se hacen única y exclusivamente teniendo en cuenta el mínimo necesario
para los centros de trabajo y los sectores obreros que dependen de esos centros
de trabajo.
Un
ejemplo, la cuestión del oro para hacer joyas.
Pues económicamente lo correcto sería que no se importara ningún oro
para hacer joyas, pero a la hora de tomar una determinación esa no puede ser la
fórmula, necesariamente, porque hay que considerar cuántos obreros han estado
viviendo de labrar esas joyas, y que nosotros, si no tenemos otro empleo inmediato
u otra solución para ese problema, pues entonces, no podemos suprimir la
importación de ese oro para hacer joyas, porque dejaríamos en la calle,
completamente, a los obreros que se dedican a ese trabajo. Y la Revolución tiene que evitar resolver problemas
a base de crear otros problemas. Luego,
la fórmula tiene que ser otra, la fórmula hay que tratar de que sea otra, cómo
importar el oro, hacer las joyas y vender de nuevo las joyas en el extranjero,
de manera que no se pierdan divisas.
Les
pongo este ejemplo para indicar que, lo que se permite hoy no obedece a que
queramos complacer a los señores adinerados, para que ellos puedan gastar lo
que quieran. Lo que se permite es solo
teniendo en cuenta la cuestión de empleos y los sectores que viven todavía de
la manipulación o distribución de artículos de importación y que hay que
mantener un mínimo, no por ellos, es decir, no por los que tienen el dinero
para adquirir esos lujos, sino por los obreros que nosotros todavía no hemos
podido buscarles otro centro de trabajo, y que, por lo tanto, nos obliga a
hacer, imprescindiblemente, determinados gastos.
Con
esto les estoy explicando cómo el dinero hoy no puede gastarse como se gastaba
ayer. Antes alguien hacía dinero, lo
acumulaba, lo gastaba en viajes, lo gastaba en lujos, o lo invertía en solares
para especular con los solares, de manera que el pueblo tuviera que pagar a 15
pesos el solar que él compró a tres pesos; o lo invertía en edificios de
apartamentos, de manera que el apartamento que él construyó lo tuviera que
pagar caro el pueblo; o lo invertía en hipotecas, o lo invertía en préstamos; o
lo invertía en negocios por el estilo, o en comprar más tierras y hacer todavía
mayores los latifundios. Es decir que el
dinero que se extraía de una empresa iba a parar a nuevas empresas que iban,
igualmente, a agravar la economía del pueblo; o lo invertían en un centro
turístico donde no podían ir nada más que los que tenían mucho dinero; o lo invertían
en un balneario, y a ese balneario no podía ir el pueblo. Hoy todo es absolutamente distinto. Hoy no se puede extraer dinero de una empresa
para explotar al pueblo en otra empresa.
Hoy,
las casas las está construyendo el Gobierno Revolucionario y el pueblo está
recibiendo casas por lo que valen, y no pagando un alquiler, sino
convirtiéndose en dueños de esas casas. Hoy,
los solares tienen un costo y no hay quien vaya a invertir dinero en solares
para especular, porque no ganaría un solo centavo, y las posibilidades que
tendría es no de ganar, sino de perder en ese negocio. Hoy no puede haber garroterismo;
hoy están virtualmente impedidos todos esos negocios especulativos que se
hacían antes, de adquirir grandes cantidades de una mercancía, especular con
ellas tranquilamente y sin dificultad alguna para obtener grandes márgenes. Hoy no se puede apropiar nadie de las playas
porque los balnearios y los grandes centros turísticos, al alcance del pueblo,
los está construyendo el Gobierno Revolucionario (APLAUSOS). Hoy no se pueden adquirir más latifundios
porque los grandes latifundios han desaparecido en nuestro país, y nadie puede
tener más de un límite determinado de tierra, y los grandes latifundios están o
estarán, muy pronto ya, todos en manos de cooperativas agrícolas (APLAUSOS).
Es
decir que, analizando cuidadosamente, las cosas han cambiado, y han cambiado
como tenían que cambiar, desde luego (APLAUSOS). ¿A favor de quién han cambiado? Han cambiado a favor del pueblo. Todo lo que se ha hecho es a favor del
pueblo, y el pueblo lo comprende, y el pueblo está de acuerdo; y claro, no se
pueden oponer a esos cambios. Nadie se
atreve a decir que es malo rebajar los alquileres; nadie se atreve a decir que
es malo abrir las playas públicas; nadie se atreve a decir que es malo
construir viviendas donde hoy pagan 30 pesos para obtener la propiedad de esa
casa en 20 años, cuando antes tenían que pagar 60, 70 y 100 pesos, si es que
tenían la suerte de encontrarla, porque, ¿quién podía soñar antes, como no
fuera sacándose la lotería, que era otra explotación (APLAUSOS); quién podía
soñar en tener una casa, como no fuera en cualquiera de esos sistemas de rifas,
que eran otra explotación (APLAUSOS); quién podía pensar en tener una casa
suya, con portal, y jardín, traspatio y todas esas cosas? Nadie absolutamente.
Y
claro, son cosas tan evidentemente justas que no se atreven a combatirlas y
entonces inventan lo raro, entonces empiezan a decir: comunismo comunista (APLAUSOS), acuden
a la palabra vaga, a la palabra confusa, que se la aplican a cualquier cosa,
que se la aplican a cualquier medida. Y
como no pueden rebatir una sola de las leyes revolucionarias, porque son tan
justas que hasta los niños las comprenderían, acuden a la palabra rara, a los
reflejos condicionados, a la propaganda que han estado haciendo 50 años, a los
chismes, a las intrigas, a las campañas pagadas. En fin, ellos dicen: el pueblo está contento, porque, ¿quién
no va a estar contento con esas medidas que son justas y benefician a todo el
mundo? Hay que inventar algo para ver
cómo embutimos al pueblo, cómo confundimos al pueblo, cómo envenenamos al
pueblo; y entonces, inventan y vienen por otras vías, vienen por otros
procedimientos, muy taimadamente, vienen como verdaderos cocodrilos de los
grandes intereses creados, con las fauces abiertas para ver por dónde le pueden
dar una mordida a la Revolución, sencillamente porque no tienen argumentos, no
tienen palabras y no tienen, desde luego, valor para pararse y decir: no, que los latifundios son buenos; no, que
pagar 100 pesos por un apartamentico de dos cuartos
es bueno; no, que pagar 25 pesos por un metro de tierra es bueno; no, que pagar
cualquier cosa, por ejemplo, la electricidad, más cara que en ningún lugar del
mundo es bueno, que pagarle a un garrotero el 100% de intereses es bueno
(APLAUSOS), que el juego es bueno, que la rifa es buena, que la especulación es
buena, que la explotación de nuestro pueblo es buena, que el llevarse las reservas
de la nación para el extranjero es bueno y que todo lo malo que había aquí era
bueno. Es decir que no tienen el valor,
ni tiene lógica de ninguna índole, que ellos combatan esas medidas de frente y
tienen, por lo tanto, que combatirlas de rodeo, de traición, que es como están
combatiendo hoy la Revolución, no de frente, sino a traición, con el
divisionismo, con el confusionismo, cuando en el fondo, lo que envuelve todo
eso, es que quieren, que en vez de que aquí se le haya partido —y bien partido—
la siquitrilla a los latifundistas (APLAUSOS) lo que quieren es, lo que quieren
con toda esa maniobra es que le partan, no la siquitrilla, sino el cuello al
pueblo (APLAUSOS).
Ellos,
al fin y al cabo, no han perdido más que la siquitrilla; sin embargo, lo menos
que quieren y lo menos que están tratando de hacer es que al pueblo le partan
la cabeza. Es decir que incluso nos
invadan, que incluso aquí venga un ejército en plan de batalla, y desembarque y
ataque, etcétera, etcétera.
En
el fondo están detrás de eso, ¿por qué? Por
las leyes de la Revolución; porque la Revolución ha tomado todas esas medidas
justas que han cambiado el sistema de abuso de ayer por el sistema de justicia
de hoy. ¿Quiere decir que estos cambios
se podían hacer fácilmente? ¿Quiere
decir que aquí se podía llegar a intervenir un latifundio extranjero sin más ni
más?; ¿quiere decir que aquí se le podían rebajar las tarifas o intervenir la
Compañía de Teléfono y echar abajo de un decreto lo que habían obtenido aquel
día sangriento del 13 de marzo? ¿Cuándo
en Cuba se habían podido hacer esas cosas?
Aquí no se podía cultivar ni arroz, porque había que importarlo; aquí no
se podía tomar medidas, porque los gobiernos no tenían, no ya deseo, ni siquiera
la posibilidad de hacerlo, porque, ¿qué gobierno hubiera podido dictar estas
medidas con un ejército como el que había aquí?, ¿cuántos días duraba el
gobierno que aquí hubiera tomado nada más que la décima parte de las medidas revolucionarias
que hemos tomado nosotros?, ¿qué habría pasado?
¿Qué pasó aquí en 1933, cuando el pueblo estaba muy contento con las
medidas revolucionarias que había tomado el gobierno, cuando estaba muy
contento con las medidas de Guiteras? (APLAUSOS.) ¿Qué pasó aquí? Vino el embajador Caffery,
llamó a Batista, le habló a los oídos, le dijo: “Tú eres el hombre (RISAS). Hay que salvar este país del caos, esto es
comunismo, esto es comunismo. Hay que
salvar a este país y tú eres quien tienes que salvarlo, te reconocemos
enseguida.” Y ahí están los resultados,
tuvimos 11 años, aquí, de batistianismo y tuvimos
después a este señor, que había echado raíces, otros siete años, como si
hubieran sido pocos los 11 que lo habíamos tenido antes.
¡Ah! Desde luego que entonces no salió ninguna
compañía, ningún periódico extranjero a defendernos; encantados porque, desde
luego, se habían librado de una revolución aquí y era lógico que entonces el
pueblo tuviera que fastidiarse durante todo el tiempo en que tuvo que
fastidiarse el pueblo.
¿Creen
ustedes que ningún gobierno de los que se llamaron constitucionales, si
hubieran querido hubieran podido tomar ninguna medida
revolucionaria, hacer ninguna reforma agraria?
¿Qué
pasaba aquí? Hubieran venido
inmediatamente de la embajada a hablarles a tres generales al oído a decirles: “Hay que salvar
esto, esto está raro, esto es comunismo, hay que salvar la democracia y al
mundo occidental, la unidad del continente, al mundo, hay que salvar al mundo
libre” (APLAUSOS). Y los tres generales,
“patriotas eximios”, “demócratas cabales”, “salvadores de la libertad”, “salvadores
del género humano”, habrían tomado el poder en dos horas. El pueblo desarmado, sin un cuchillo siquiera
para defenderse nadie aquí, sin organización alguna, sin experiencia para
defenderse, sin posibilidad de defenderse; y con 10 tanques, 50 perseguidoras,
le preparaban al pueblo 5, 10, 15 ó 30 años como se lo prepararon en Santo
Domingo y se lo prepararon en Nicaragua; 20 años el pueblo fastidiado.
Y
entonces ningún periódico se habría acordado del guajiro, allá metido en la
Sierra Maestra, asesinado en ocasiones, expulsado en otras. Cuando ya tenía trabajado en años de labor un
pedazo de monte, pues lo echaban para poner en su lugar allí al ganado, o lo
lanzaban sobre la guardarraya o lo lanzaban sobre los caminos; se cometían
todas las injusticias que se estaban cometiendo aquí, de esas que hablaba hace
un rato, y no pasaba nada. Nadie se
acordaba del pueblo entonces, el pueblo tenía que vivir entre el rejuego de los
políticos y los politiqueros, engañados entre la demagogia que decía que había
libertad de prensa, pero era la libertad de engañar aquí a todo el mundo, la
libertad de tomarle el pelo a todo el mundo, porque nunca veíamos a ningún
órgano tradicional de estos que ahora tanto combaten la Revolución y quieren
sembrar la confusión, decir una sola palabrita en favor del infeliz, a favor
del hambriento, a favor del guajiro, a favor del obrero; a todo lo más que se
atrevían a hablar era del empleado público, porque ese empleado era el Estado;
del obrero privado no, porque ellos defendían al empresario que tenía esos
obreros y entonces cuando se las querían dar de defensores del sector humilde,
no defendían al guajiro de la Sierra o al guajiro de la guardarraya, defendían
todo lo más al empleado público, porque eso iba a costa del Estado, nunca a
costa de los intereses privados que ellos defendían.
Y
así se desenvolvía nuestra república, esa es la historia real. Eso no lo puede negar nadie, ni nos lo puede
negar a ninguno de nosotros que hemos visto eso. Y a ustedes, los azucareros, ¿quién les puede
hacer cuentos?; ustedes que vivieron bajo el imperio allí del abuso, ustedes
que vivieron bajo la égida del capitán, o del teniente, o del sargento, o de la
pareja, que cualquiera de ellos era exactamente lo mismo, que vivieron bajo la
amenaza del culatazo, del plan de machete, que en muchas ocasiones tuvieron que
soportar. ¿Quién les puede hacer cuento
de lo que aquellas parejas representaban y sobre lo que aquellas parejas
defendían en los centrales azucareros? ¿Quién
no sabe esta verdad? Pero, ¿cómo se
podía llamar soberana y libre una república que no podía tocar, rozar, siquiera,
un monopolio extranjero? ¿Cómo se podía
llamar soberana y libre una república que si rozaba los intereses de un solo
monopolio estaba en peligro del golpe de Estado? ¿Cómo se podía llamar soberana y libre una
república que si intervenía un latifundio de una compañía extranjera estaba al
borde del golpe de Estado? ¿Cómo se
podía llamar soberana y libre una república, si cuando su gobierno hubiese
tomado una sola medida revolucionaria, estaba al borde de ser lanzado del poder? ¿Cómo se puede llamar soberano a un pueblo
que no puede adoptar una sola medida en defensa de sus intereses?
¿Y
qué había aquí sino todo un aparato militar, todo un aparato político y todo un
aparato de propaganda, para mantener ese estado de cosas? ¿Y qué ha hecho la Revolución sino venir a
destruir ese estado de cosas... a
cambiar las cosas, a situarlas en distinto plano? Muchos cambios ha habido; muchos cambios más
tiene que haber (APLAUSOS). Y que haya
todos los cambios necesarios, mientras sean cambios justos, como todos los
cambios que ha hecho la Revolución.
Pero,
estamos avanzando, ¿qué puede probar más que el pueblo entiende estas cosas, y
que las entiende bien, que este acuerdo de los azucareros? A ver, yo le preguntaría al pueblo, por
ejemplo, si ellos se están sacrificando; si ellos congelan; si ellos están
dispuestos a sacrificar su salario, ¿qué sería más justo, que se sacrificaran
ellos solos mientras las empresas continuaran echándose dinero en el bolsillo,
o que si ellos se sacrifican, ese dinero en vez de ir a parar a los bolsillos
particulares de nadie, fuera a los bolsillos del pueblo, es decir, a los
bolsillos de la nación? ¿Qué sería más
justo?
Y
el pueblo lo entiende. La mejor prueba
es este acuerdo que autolimita los salarios, que está
dispuesto a rebajárselos, sin preguntar siquiera cuánto va a ganar don fulano o
don mengano. Y eso demuestra cómo el
pueblo ha despertado, cómo el pueblo se está previniendo; cómo el pueblo está
entendiendo, que incluso sacrifica su parte, sin pedirle a la otra parte ningún
sacrificio. Desde luego que nosotros a
la hora de pedir sacrificios a los que se los tenemos que pedir es al pueblo. Nosotros, a los privilegiados no les pedimos
sacrificios; ¡les imponemos los sacrificios!
(APLAUSOS.)
Pero
a pesar de eso, y a pesar de que esa es una realidad en nuestra economía, el
pueblo comprende lo suficientemente como para adoptar esta actitud. Desde luego, no haríamos nada si esos
sacrificios no significaran ventajas. Pero,
¿por qué tiene que ser, necesariamente, esta línea la línea correcta? Bien sencillo. Vamos a suponer que incluso no obtuviera
ningún otro beneficio la nación. Vamos a
suponer que no hubiera el problema de las divisas; vamos a suponer que no
hubiera necesidad de invertir; vamos a suponer que no hubiera ninguna de esas
necesidades, aunque solo fuese por una razón, al triunfar la Revolución, ¿podía
esperarse que el pueblo comprendiera estos problemas económicos el primero de
enero?; ¿podía esperarse que quienes se vieron libres aquel día, repentinamente,
del cabo, del sargento, del capitán, del coronel; se vieron libres de aquellos
líderes que tiranizaban a los trabajadores y vendían sus demandas; se vieron
libres del terror, pudieran dejar de actuar como actuaron, tratando de ir,
inmediatamente a recobrar los derechos arrebatados, a recobrar las demandas por
las cuales había estado luchando durante años; la demanda del año tal y la demanda
del año más cual, porque esta es la hora, porque desapareció la tiranía? Bueno, pero es que lo que el obrero no pudo
obtener en el año tal, tres años antes o cinco años antes; lo que el obrero
perdió, no quedó ahí convertido en riquezas, no quedó ahí convertido en
bienes. Lo que al obrero le arrebataron
desapareció, se despilfarró, se trasladó al extranjero; lo que al obrero le
quitaron no lo convirtieron en fábricas; lo que al obrero le quitaron no lo
convirtieron en desarrollo económico.
El
obrero fue a buscar lo que era suyo, pero que ya no existía, porque aquello que
a él le quitaron, aquello no se dedicó a nada útil, no se dedicó a nada
provechoso. Lo que al obrero le quitaron
se lo habían quitado, sencillamente. El
obrero iba a reclamar su estándar de vida más alto, pero, ¿cómo iba a lograrlo
si no había producción para un estándar de vida más alto, si no había riqueza
para un estándar de vida más alto? Sí,
momentáneamente, había derechos irrenunciables:
el obrero que había sido despedido de su centro de trabajo, y que lo
habían sustituido por otro, tenía que ir, irrenunciablemente, a reclamar su
puesto, y recibió su puesto; sin que, naturalmente, se echara en la calle al
otro, y eran dos trabajadores en el mismo puesto. Una serie de derechos irrenunciables, una
serie de medidas imprescindibles, porque no se podía seguir permitiendo aquella
explotación en el alquiler; no se podía seguir permitiendo aquella explotación
en el servicio eléctrico; no se podía seguir permitiendo una serie de abusos. Y aquellas medidas impostergables,
necesariamente traían aparejadas un aumento en la capacidad adquisitiva de la
familia; trajeron aparejado 250 ó 300 millones más de pesos; vamos a suponer
que los datos estadísticos tomados del Retiro, o tomados de la Caja de
Maternidad sean datos que puedan tener los inconvenientes de que ahora haya un
número mayor de personas pagando. Pero
lo que no cabe duda es que entre 200 y 300 millones de pesos está la cifra de
aumento de capacidad adquisitiva del pueblo, entre las mejoras obtenidas, más
un número de cerca de 100 000 personas más trabajando. Aquellas destilerías de alcohol, por ejemplo,
que se abrieron con 2 000 ó 3 000 obreros. Aquellas fábricas que aumentaron su personal;
todo aquello llevó a un aumento entre 200 y 300 millones de pesos de capacidad
adquisitiva.
¿Con
qué mercancías y qué bienes se podía responder de ese aumento, repentino casi,
de más de 200 millones de pesos? ¿Con el
stock existente?, muy bien; pero el stock no es eterno, el stock existente se
acaba. ¿Con el aumento en la producción
de una serie de artículos:
cigarros, cerveza, distintos artículos? Muy bien, hay artículos cuya producción se
puede aumentar de un mes para otro, pero hay una serie de artículos que no; hay
una serie de artículos que requieren fábricas o requieren años. No se puede aumentar la producción de leche
de un mes para otro, ni se puede aumentar gran cosa de un año para otro. No se puede aumentar la producción de carne gran
cosa de un año para otro, no se puede aumentar repentinamente, un aumento en la
producción no se puede lograr repentinamente.
Un
aumento en el consumo sí, con repartir dinero, a todo el mundo más dinero, se
produce un aumento repentino en el consumo, mas no un
aumento repentino en la producción. Un
ejemplo: ¿Cuál
era el consumo de pollos en la capital de la República? El consumo de pollos era de 1 200 000
pollos al mes en tiempos anteriores. Consumo
actual: 1 600 000
pollos al mes, es decir, 400 000 pollos más. No están preparadas las granjas, no están
preparadas las fábricas de pienso; no está preparada la organización para
aumentar tan repentinamente la producción de pollos.
Lo
mismo sucede con la leche, mantequilla, arroz.
Por ejemplo, en el arroz, gran aumento, en un año un millón y medio,
gran aumento en este año de más de dos millones y medio; puede compensar el
aumento en el consumo, pero todavía no alcanza a cubrir el déficit. En algunos sí, en otros no, pero muchos de
esos artículos son indispensables.
¿Aumento
del consumo del pescado al rebajar el precio?
Considerable, pero el aumento de la producción de pescado no se logra
sino con más barcos, con más equipos, con más organización. Entonces, necesariamente, no se puede
aumentar la capacidad de consumo sino hasta cierta medida, por encima de la
cual sería exponer a la Revolución a los grandes trastornos que se derivarían
si, por ejemplo, de repente faltara la carne, porque el aumento en el consumo
fuera mayor que el de la producción, y llegara, incluso, a afectar
considerablemente nuestra riqueza ganadera.
Resultado: un
quebranto tremendo para nuestra economía.
En algunos casos el quebranto sería realmente irreparable; luego,
nuestras posibilidades de aumentar el ingreso tienen un límite, está limitado
por nuestras posibilidades de aumentar la producción.
¿Cuál
es la meta, cuál es el programa, cuál es la aspiración?: aumentar lo más rápidamente posible la
capacidad de producción. Pero hasta aquí
hemos pensado solo en los que consumen. Vamos
a suponer que se tratara solamente de los que trabajaban y nosotros dijéramos: podemos aumentar
los ingresos de los que trabajan, tantos millones, 100 millones,
200 millones más. Es decir,
suprimir el margen de cualquier empresa; aumentar esos ingresos; los invertimos. Muy bien, sería una solución que paralizaría
el desarrollo, aumentaría el estándar de vida hasta un límite y el desarrollo
quedaría paralizado, pero no habría otro trastorno que el trastorno de que
hablaba antes, de que ese aumento se produjera repentinamente si no hubiera
producción para responder a ese aumento.
Pero
cuando no se trata de los que tienen un salario, cuando se trata de la
necesidad de resolver el problema de los que no tienen ningún salario, de esas
personas son cientos, miles, cientos de miles, algunas de las cuales son
familiares de ustedes, muchas de las cuales nos las encontramos por la calle
que no tienen trabajo. ¿Cómo darles
trabajo? Movilizando los recursos
económicos, los recursos naturales. En
la agricultura, muy bien, rápidamente: 10
caballerías de tomate pueden llegar a dar empleo hasta a 800 personas un número
de meses —desde luego que no podríamos dedicarnos a sembrar toda la tierra de
tomates, porque no habría donde venderlos, y eso tiene un límite, hasta poder
darles trabajo a 8 000, 10 000, 15 000—; pero viene el del
arroz, vienen otra serie de cultivos, vienen los pastos; en la agricultura sí
hemos podido avanzar rápidamente, pero hay una gran parte de la población sin
trabajo que no está en los campos; en los campos había personas sin trabajo,
muchas, pero también las había en las ciudades.
A esas personas hay que darles un trabajo industrial, hay que darles una
ocupación industrial; eso no se logra sino invirtiendo en industrias,
organizando las industrias.
Pero,
¿de dónde se invierte? Un pueblo
invierte la parte que no gasta; es decir, de su producción total —vamos a
suponer 2 000, 2 500 millones—; en salarios, 1 000 millones, en
presupuestos del Estado, para gastos de educación, medicinas, etcétera, 400
millones, 500 millones ó 600 millones, y hay un margen de 300 millones. Ese dinero ahí es el que se invierte; pero, ¿quién
lo invertía antes? Antes lo invertía el
particular que los guardaba. ¿En qué lo
invertía? Sencillamente en lo que le
daba la gana; a lo mejor había 10 fábricas de latas de tomates y un señor
quería poner otra más, aunque no hiciera falta, y la construía; a lo mejor
había 20 cines, y eran más que suficientes, pero un señor ponía tres cines más;
a lo mejor había 15 hoteles, más que suficientes, pero venía un señor y decía: “Bueno, yo voy a
poner un hotel”, y se gastaba 5 millones en el hotel. Lo gastaba o no lo gastaba; se lo llevaba
para afuera, o lo despilfarraba, o lo invertía mal invertido. Ese ahorro nacional no se invertía con plan,
se invertía por la libre, como él quería.
Por eso, bueno, pues por eso estábamos como estábamos.
A
los que ahora dicen que nosotros hemos tomado un camino equivocado, que estamos
mal, que lo bueno es lo de antes, yo les pregunto sencillamente: Pero, bueno, ¿cómo
lo bueno lo de antes? ¿Lo de antes,
cuánto duró? Eso duró, exactamente se lo
podemos decir: entre
1902 y 1958 hay 57 años, más de medio siglo.
Que no digan que había agresiones a la industria privada, ¡nunca,
nunca!; ¡aquellos gobiernos estaban al servicio de la industria privada!; ¡que
no digan que había agresiones a la inversión extranjera!; ¡jamás!, ¡aquellos
gobiernos estaban al servicio de los monopolios y de las inversiones
extranjeras! (APLAUSOS); ¡que no digan
que las maravillas de la libre empresa resolverían todos los problemas habidos
y por haber!, ¡no!, ¡las maravillas de la libre empresa campearon por su
respeto aquí durante 56 años y meses!
Todo
aquello campeó, más garantías de las que había aquí para una compañía
extranjera, donde mandaba más el administrador que el alcalde del municipio, y
mandaba más el administrador que el gobernador de la provincia. ¿Qué más garantía? ¿Más garantía y extraían fabulosas sumas de
intereses? ¿Más libertad de empresa,
cuando cada cual invertía en lo que le daba la gana y hasta si querían se
llevaban el dinero de aquí para invertir afuera? ¿Más latifundios del que había? ¿Más edificios particulares de los que había,
más repartos, más solares, más garantías de las que había aquí? ¡Si el gobierno entero estaba al servicio de
todos esos intereses! ¡Y garrotero,
especulador, importador, todo el mundo tenía tanta garantía que podía hacer
todos los millones de pesos que le diera la gana!
Y,
sin embargo, ¿qué había aquí?: Guajiros muertos de hambre por
dondequiera, bohíos cayéndose por todas partes, 600 000 desempleados. ¡Vaya camino aquel, que al paso que íbamos llegábamos
al millón de desempleados! (APLAUSOS.)
¿Podría ser bueno aquel camino que tanto defendían la Marina y sus acólitos,
aquel camino maravilloso, que nos dejó un saldo tan terrible de miseria y de
pobreza? El camino aquel... Si no contáramos más que el hambre que pasaba
aquí mucha gente, si no contáramos más que el estado de salud aquí de una gran
parte de la población, bastaría el dato de que nosotros, por ejemplo, en los análisis
que les hacemos a los campesinos que estamos entrenando, se dan casos a veces
de 200 analizados y los 200 con parásitos, con una cantidad de tuberculosis,
insospechada por la misma persona, que se levantaba el pobre a trabajar todas
las mañanas, quizás se sentía desfallecido, quizás se sentía agotado, pero
trabajaba para mantener a sus hijos, y no sabía que tenía tal parásito capaz de
producir tal anemia y, además tuberculosis.
Y, desde luego, ese hombre desfallecido trabajaba, y trabajaba más que
cualquier bergante de esos, que nunca daba un golpe y, sin embargo, vivía muy
bien; ¡ah!, pero el bergante decía que nuestro guajiro era un haragán; ¡ese
guajiro tuberculoso y ese guajiro hambriento, y ese guajiro con parásitos, era
un haragán!, ¡y llamaban haragán a los muertos de hambre!, ¡y llamaban haragán
al enfermo!, ¡llamaban haragán al tuberculoso!, ¡ese es el mundo libre, ese de
que hablan tanto, que están defendiendo, el que se llama así! (APLAUSOS.)
Y
vamos a agarrar el torito por los cuernos (RISAS), vamos a decir aquí las
verdades claras, y decir lo que pasaba en Cuba, de una vez, para que no sean tan
descarados los que están combatiendo esta Revolución, porque entiendo que
nosotros hemos sido bastante buenos, demasiado buenos, para que no dijeran que
éramos crueles, inhumanos, etcétera, etcétera, etcétera; les hemos dado una
lección de decencia, les hemos tratado mil veces mejor que lo que han tratado a
esos guajiros, a los que a veces les entraban, además, a planazos, ¡además de
estar tuberculosos y anémicos, les entraban a planazos por la espalda! Y, ¿quién va a negar que estas son verdades?,
porque ahí están los datos estadísticos; que vengan, que vengan aquí de
cualquier parte del mundo, de cualquier organismo, que manden médicos, y vamos
a ir a los campos, y vamos a investigar y analizar el estado de salud, cómo
vivían las familias y cómo vivían los niños, y cómo vivían en el campo los
obreros agrícolas; no estoy hablando de la ciudad, no estoy hablando del barrio
de familias pobres, no estoy hablando de “Llega y Pon”, ni de “Las Yaguas”, ni
de todos esos lugares no, no, no, no he llegado ahí (APLAUSOS).
Y
esa era la situación real, que no son palabras mías, ni inventos míos, ni
frases de demagogos, sino que son sencillamente verdades que están ahí y que no
nos podría negar nadie. Claro, la obra
de la Revolución viene a ponerle fin a todo eso, y les decía que de esa
situación no podíamos salir repentinamente, les decía que aquel sistema dio eso;
los hechos están a la vista de todo el mundo.
¿Qué panacea era aquella que nos dejó ese saldo, ese saldo inhumano,
porque es verdaderamente inhumano? Y tenemos
derecho a indignarnos, tenemos derecho a indignarnos todo lo que queramos ante
esas realidades.
Y
por eso tenemos que salir de esa postración.
Yo decía que si no analizáramos más que la miseria en un orden, en el
orden de la salud; si quieren no hablamos en el orden de la educación, los
problemas del analfabetismo, los problemas de ignorancia, y otro problema muy
serio: el
problema de que aquí nada más estudiaba, por lo general, el que tenía padres
con manera de mandarlo a la universidad.
¿Dónde están los hijos de los carreteros que llegaron aquí a
profesionales?; ¿dónde están los hijos de los carreteros, de los cortadores de
caña y los hijos de los macheteros que tienen un título universitario? Sí, hay hijos de obreros de la ciudad que
pueden tener un título universitario con sacrificio grande de sus padres; el de
la ciudad, porque estaba más cerca, porque podía con un gran sacrificio comprar
algunos libros y mandar a su hijo a estudiar, pero, ¿esa era la situación en el
campo?: No, muy
lejos de todo eso. Aquí el pobre no
tenía el menor acceso a la cultura, ni maestros, ni libros, ni educación; vivía
en la ignorancia, vivía en la miseria, vivía en la pobreza, vivía en medio de
la enfermedad. Todas esas son
realidades, y esos son seres humanos, y esos son cubanos, ¡que tienen tanto
derecho como el más encopetado de los encopetados a vivir bien! (APLAUSOS.)
Al
infeliz no se le ayudaba; claro, ¿cómo se iba a ayudar
al infeliz, si el infeliz no contaba para nada aquí, si aquí nada más contaba
el poderoso! Claro que ahora dan el
grito en el cielo cuando vino la Revolución a poner las cosas en su lugar. ¿Qué es esta Revolución? Sencillamente un movimiento del pueblo para
arreglar esto. ¿Cómo lo vamos a arreglar? ¡Como sea, señor, como sea lo vamos a
arreglar!; ¡pero lo vamos a arreglar! (APLAUSOS);
¡lo vamos a arreglar haciendo lo que sea preciso hacer! ¿Nos quieren preguntar nuestra doctrina? ¡Pues nuestra doctrina es que nosotros vamos
a hacer aquí lo que sea preciso hacer para arreglar este país! (APLAUSOS PROLONGADOS.) Y lo que hemos estado haciendo, todo el mundo
está de acuerdo en que es justo y todo el mundo está de acuerdo en que sigamos
haciendo cosas justas; y lo menos, no serán muchas, pero algunas las hemos
arreglado, y algunas cosas estamos arreglando, y sobre todo tenemos una
seguridad, ¡que nos dejen tranquilos! Esos
señores que nos atacan en el extranjero dicen que ellos sí saben cómo se
resuelve el problema; nosotros decimos que ellos no saben nada, que ellos saben
resolver el problema de los monopolios y de los intereses particulares, que
nosotros somos los que tenemos derecho a saber cómo vamos a resolver nuestros problemas;
¡que nos dejen tranquilos!
Nosotros
estamos seguros de que si nos dejan en paz sabemos lo que tenemos que hacer, y
además vamos a resolver los problemas; no los vamos a resolver en un año, pero
en unos cuantos años los vamos a resolver todos; años más, años menos, los
vamos a resolver de verdad. Lo que aquí
no resolvieron en 57 años, nosotros no necesitamos tanto, ni mucho menos, ¡qué
va! (RISAS Y APLAUSOS.) Trabajando duro,
sacrificándonos —quiero decir, sacrificándonos si tenemos que sacrificarnos, si
nos agreden económicamente—; porque la disyuntiva en que nos quieren poner es
que sigamos como antes, o nos quitan el azúcar, nos matan de hambre, todo eso. Esa es la disyuntiva en que nos quieren poner. Desde luego que nuestra respuesta tiene que
ser una: bueno,
la que han dado los obreros azucareros. Nosotros
no queremos que nos quiten la cuota, porque entendemos que tenemos el derecho a
esa cuota; que esa cuota, además, no la inventamos nosotros, la inventaron
ellos. Nosotros hubiéramos estado de acuerdo
en competir. Nosotros competimos con
cualquiera en azúcar; con las cooperativas ahora, y el espíritu revolucionario
de los trabajadores, competimos con quien sea en producir azúcar, porque
decimos un año: “Bueno,
este año nos vamos a sacrificar de verdad, vamos a producir más y vamos a
vender barato” (APLAUSOS). Nosotros nos
estamos poniendo en condiciones de poder competir; nosotros no inventamos la
cuota. ¿Ustedes saben quiénes inventaron
la cuota? Los que no podían competir con
nosotros, los que no podían producir el azúcar como nosotros. Y hoy menos podrían competir; menos, porque
antes no podían competir ni con los latifundistas, ¿cómo van a poder competir
con las cooperativas? (APLAUSOS.) Las cooperativas, por lo menos, allí podrán
producir artículos alimenticios, podrán producir viandas, vegetales, podrán,
por lo menos, producir todo lo necesario para hacer un ajiaco todos los días
(APLAUSOS). Es decir, las cooperativas
están garantizadas contra el hambre, desde el momento en que van a poder
dedicar la extensión que consideren conveniente a la producción de viandas y artículos
alimenticios. Estarán en mejores
condiciones de producir que el guajiro en la época del latifundio, porque el
guajiro en una guardarraya, si bajaba el precio sí que se moría de hambre
completo; vivía medio muerto de hambre y el año en que bajaba el precio pues se
moría completo de hambre, porque en la guardarraya no podía defenderse de
ninguna baja de precio, de ninguna situación.
Y ahora en las cooperativas están en formidables condiciones de
subsistir, y estarán también en los centrales.
Primero,
organización; segundo, que vamos también a destinar, en cada central azucarero,
una extensión de tierra que, Conrado dijo 20, pero lo mismo que 20 pueden ser
30, o las que necesiten de acuerdo con el número de obreros del central
(APLAUSOS), para que también los obreros del central siembren lo necesario para
hacer aunque sea un ajiaco todos los días, si las circunstancias lo requieren
(APLAUSOS).
Es
decir que nosotros, las medidas revolucionarias que estamos tomando, nos
preparan más para competir, a pesar del retraso técnico de los cacharros que
son muchos de los centrales azucareros de Cuba; pero eso podríamos irlo
mejorando. Y si nos dejan competir
libremente, nosotros producimos, no tres meses, sino zafras de seis meses
aquí. Que nos dejen competir; nosotros
no inventamos la cuota.
Entonces,
la disyuntiva en que nos quieren poner es que quieren valerse del monocultivo
que había aquí, del cual, ¿quién tiene la culpa: el obrero agrícola, el obrero
azucarero tiene la culpa aquí del monocultivo?
No, la culpa la tenían esos señores que tenían el dinero, esos señores
que manejaban la economía del país, esos son los culpables; no el obrero y no
el pueblo.
El
pueblo quiere librarse del monocultivo, el pueblo quiere diversificar su
agricultura, el pueblo quiere diversificar su industria, ¿para qué? ¡Ah!, para no tener que vivir con una espada
sobre la cabeza, porque el país que esté dependiendo de un solo producto es un
país que está expuesto a las crisis en los precios, nunca puede tener una
economía segura, porque en una época en que venda a un precio muy alto, de
fiesta todo el mundo; una época de precios mundiales muy malos, pues, hambre
todo el mundo; una economía que dependa de un solo artículo no es una economía
segura para ningún pueblo.
No
es la primera vez que Cuba ha sido víctima de todas estas situaciones, y
además, los que dirigían la política económica no defendían con interés
nacional el azúcar, lo defendían con interés de grupo; no les importaban días
más o días menos de zafra, lo que les importaba era: más pesos, más ganancias con menos gastos
posibles. Y a veces especulaban, hacían
toda clase de maniobras, y nos dejaron el azúcar en la situación en que estaba.
Entonces,
nos amenazan con quitarnos la cuota. Claro,
¿para qué? Para limitar nuestra
soberanía. Bueno, ya no hay un ejército
aquí, ya no se les puede hablar a tres generales al oído, no. Pero entonces, como ya no hay generales,
porque lo que hay son comandantes, y comandantes rebeldes (APLAUSOS), que no
estudiaron en ninguna academia por allá, sino que aprendieron a pelear
peleando, y son soldados del pueblo; como no pueden hacer eso, ¿qué inventan? “Bueno, vamos a la cuota azucarera.” Es decir, no pueden acudir al golpe de
Estado, “vamos a minar la base popular del gobierno haciendo pasar hambre a la
gente; cuando la gente esté pasando hambre, le va a echar la culpa al gobierno,
y entonces las milicias no van a poder defender la Revolución, porque como van
a tener hambre, pues no van a tener ese ejército de medio millón”. Y calculan ellos, calculan que hay que minar
el apoyo del pueblo haciendo pasar hambre al pueblo, para que digan que el
culpable es el Gobierno Revolucionario. El
Gobierno Revolucionario lo único que ha hecho es, sencillamente, poner las
cosas en su lugar, y ayudar, decididamente, al pueblo; adoptar una política en
favor del pueblo para liberarse del yugo económico extranjero, para
diversificar la agricultura, la industria, darle trabajo al campesino, darle
tierra y, en definitiva, ir a satisfacer las grandes necesidades de nuestra nación. Esa es la culpa del Gobierno Revolucionario;
sí, nosotros tenemos una gran culpa: la culpa de ser justos, la culpa de
ser revolucionarios y no nos arrepentimos de esa culpa (APLAUSOS).
Acuden
a esa arma. ¿Respuesta? Esta respuesta, esta es la respuesta
formidable; esta es la respuesta extraordinaria. ¿Por qué?
Porque ya los obreros han empezado a decir: “Están equivocados; dicen que van a
rebajar, no importa: desde ahora mismo
congelamos, y si tenemos que rebajar, rebajamos; si ustedes nos agreden y nos
rebajan el precio, nosotros nos rebajamos también, y nos sacrificamos antes de
caer en manos de ustedes otra vez” (APLAUSOS).
Nosotros
tenemos todos un gran deber; todos los obreros que están trabajando tienen un
gran deber: tienen
el deber de pensar, primero que en ellos, en los obreros que no están
trabajando todavía. Es decir que hay
muchos seres; que si ellos son pobres, si los obreros todavía tienen ingreso
que no les alcanzan para vivir con más holgura, hay que pensar que muchos
cubanos, por los cuales tenemos el deber de velar, están en situación peor. ¡Qué egoísta sería: Bueno, vamos a olvidarnos de aquellos! Lo generoso, lo revolucionario y lo
patriótico es decir: “No, vamos a
acordarnos de aquellos, porque allí puede estar mi hermano, allí puede estar un
familiar, y aunque no haya ningún familiar, allí hay un hombre pobre igual que
yo, un hombre que depende del trabajo igual que yo, y que no tiene trabajo.” Lo correcto no es pensar hoy, de repente, en
ganar más.
Yo
decía que el aumento en el número de millones que hoy el pueblo recibe todos
los años, produce distintas consecuencias:
Una, primero, un aumento por encima de nuestra capacidad de producción,
que explicaba anteriormente; segunda, un gasto de la producción nacional, es decir,
una disminución de nuestra posibilidad de invertir, y si nosotros, de la producción
nacional tenemos que gastar, necesariamente en escuelas, tenemos que gastar en
hospitales, tenemos que gastar en una serie de servicios, porque en el campo
piden maestros, y ese maestro hay que pagarlo, piden médico, piden medicinas, y
muchos de esos servicios todavía no están satisfechos cabalmente; piden un
camino, piden una obra, piden un puente, piden una calle, piden un acueducto, y
piden lo que necesitan, porque no se ha hecho nada. Ese es un gasto que tiene que hacer el Estado;
sale de la producción nacional, es decir, si toda la producción nacional vale 2 500
millones, se pagan en salarios 1 200 millones; hay un gasto que se paga,
gasto del Estado, que era de lo que estaba hablando, tiene que haber una parte
para invertir, porque si nosotros decimos:
“Vamos a repartir esto”, aunque no lo gaste, aunque sea nada más para
guardar lo en el banco y no gastarlo para que no haya problemas con la leche y
con el pollo, pero se lo vamos a entregar a los que están trabajando. Resultado: no hay nada para invertir. Y la cuestión es que hay que invertir, porque
ese es el deber fundamental de nosotros.
Es
decir, nosotros tenemos que resolver un problema: el problema de los que están sin
trabajo. Nosotros no podemos actuar con
esa insensibilidad con que actuaban los latifundistas, con que actuaban los
monopolios extranjeros. A ellos nunca
les importaba los que estaban sin trabajar, a ellos les importaban sus
ganancias. Nosotros no podemos actuar
con ese egoísmo; nosotros, aunque ganemos mucho menos, tenemos que ser más
generosos; y no preocuparnos, como ellos, por ganar más, olvidarnos
insensiblemente de los que no tienen nada, sino nosotros, como revolucionarios,
como buenos ciudadanos, como buenos cubanos, tenemos que preocuparnos por
aquellos cubanos que no tienen trabajo, y que para darles trabajo hay que
invertir, y que para invertir hay que sacarlo de la producción nacional. Eso mismo que se llama la ganancia, porque de
la ganancia de cualquier empresa vienen los impuestos, y lo vamos a invertir,
porque esos planes de industrialización que nosotros vamos a hacer, los vamos a
hacer con ese ahorro, con ese ahorro.
Es
decir que si el ahorro nacional es de 300 millones, nosotros invertimos 300
millones en los planes industriales; si el ahorro es de 400 millones,
invertimos 400 millones.
Nosotros
no hemos querido hacer una revolución a base de grandes sacrificios para el
pueblo, sino de los sacrificios necesarios.
Nosotros le pedimos más sacrificios al pueblo si las circunstancias lo
exigen para salvar la soberanía, para salvar a Cuba, porque ya ese es un deber. Nosotros, hay gastos que hacemos en maestros,
hay gastos que hacemos en mejoras en las ciudades, hay gastos que hacemos en
preparar centros donde el pueblo pueda ir; es decir que nosotros le estamos
dando al pueblo muchas cosas. No le
estamos diciendo al pueblo:
“Sacrifícalo todo para que viva mejor la generación futura.” Nosotros a esta generación le estamos dando,
le hemos dado y le seguiremos dando. Si
de repente no le podemos dar más en salario, le daremos más en escuelas, le daremos más oportunidad de estudio a las familias
humildes, para que estudien en universidades y se preparen técnicos; les
daremos más en servicio público, les daremos más en vivienda.
Nosotros,
ahora mismo, tenemos un plan de construcción de viviendas, donde hay 400
rebeldes entrenándose en construcción de tipos de viviendas, que hemos logrado
hacer muy económicas, y vamos a hacer las viviendas, primero, en las
cooperativas. En cinco años pensamos
hacer 1 000 pueblos, con la ayuda de ellos trabajando. Ellos van a pagar con las ganancias de los
primeros años, van a pagar sus viviendas, porque el problema no es que las
cooperativas den mejoras a todo el mundo y a ganar más dinero para gastar más,
porque hay que resolver una serie de necesidades urgentes. No hacemos nada con que dentro de cinco años,
nos pregunten qué hemos hecho, y digamos: Sí, hemos hecho cooperativas, todo el
mundo ha ganado más. ¿Y
dónde viven: Pues siguen viviendo en un
bohío con piso de tierra, de guano y siguen enfermos de parásitos, los padres y
los hijos, y siguen muchos de ellos tuberculosos. No, nosotros tenemos que decir: en estos primeros
años ustedes van a poner el trabajo, la tierra y todo. La ganancia de los primeros años, las
utilidades esas, hay que invertirlas en los pueblos. Nosotros vamos a adelantarles el material
para que ellos trabajen. En cinco años vamos a hacer 1 000 pueblos
en las cooperativas, y en los centrales azucareros, pero empezando por los que estén
peores, por los centrales en que estén peores, y todavía peor que en los centrales,
están en el campo, en los barracones.
Nosotros
ahora vamos a convertir todas esas cañas de administración y los latifundios
cañeros, en cooperativas, con los obreros agrícolas. Ya se han adoptado todas las disposiciones
para hacer entrega y ya, inmediatamente para ocuparnos del cultivo de las cañas
para el año que viene, ya las cañas del año que viene serán todas esas cañas de
administración, cañas de los cooperativistas cañeros (APLAUSOS).
Y
vamos a darle especial atención a la construcción de las viviendas de las
cooperativas cañeras, porque es donde hay unas condiciones imposibles de vida. Y en los centrales que estén peores, ellos
mismos en cinco años las van a ir pagando y en los próximos cinco años vamos a
construir las viviendas individuales; luego en 10 años, 10 años nada más, vamos
a resolver, absolutamente, todo el problema de la vivienda campesina, en el
campo, y posiblemente lo tengamos resuelto en las ciudades.
Ustedes
saben que en Santiago de Cuba estamos haciendo un pueblo de 600 casas en el
barrio de las familias más pobres, ellos mismos están trabajando y están
adelantando extraordinariamente, ¿por qué?
Porque están poniendo su esfuerzo allí y mejorarán, vivirán en
condiciones mil veces distintas de las que vivían antes; allí tendrán su centro
escolar, porque cada pueblo tendrá su escuela, su tienda del pueblo, en fin,
todas las cosas necesarias para vivir muy distinto, pero infinitamente distinto
de como han estado viviendo hasta hoy nuestros obreros agrícolas en los
latifundios cañeros; van a vivir en condiciones absolutamente distintas.
Y
ese es un programa que significa que nosotros vamos a esperar 30 años. No, nosotros le vamos a empezar desde ahora a
resolver el problema de la vivienda. La
generación presente va a recibir muchos de los frutos de la Revolución y las
generaciones futuras recibirán más todavía, porque nosotros hemos querido que
esta generación, que ha tenido que vivir en condiciones duras, reciba también
parte del fruto. Pero es necesario que
el pueblo todas estas cosas las comprenda, como el pueblo es el que está
resolviendo los grandes problemas, todo el pueblo tiene que saber economía
política, todo el pueblo tiene que saber de cosas de gobierno; el pueblo debe
saber qué es lo que hay, cuánto dinero hay, cuánto es la producción nacional,
cuánto se cobra en salarios, cuánto se ha invertido en industrias, qué
industrias, cuántas casas, en qué se invierte el dinero, el pueblo tiene que
saberlo (APLAUSOS).
Debe
saberlo porque esa es su obra, él es el que está logrando esa producción y
nosotros vamos a llevar los datos estadísticos, año por año, fábrica por
fábrica y desempleado por desempleado, para que el pueblo vaya, todas esas
cosas, conociéndolas a medida que se vayan haciendo. Eso se llama: gobierno del pueblo, por el pueblo y
para el pueblo. Eso sí es democracia (APLAUSOS).
Antes
el pueblo no sabía nada de nada; no le decían nada de nada; no contaba para
nada y luego querían llamar a eso democracia.
Esas son las ideas trastocadas que le quisieron aquí hacer creer a la
gente para tenerlas engañadas, porque únicamente engañados los guajiros
aguantaron lo que aguantaron, únicamente engañados los obreros aguantaron lo
que aguantaron, y únicamente engañado aguantó el pueblo lo que aguantó; porque
no se explica que si antes hubieran visto las cosas claras y hubieran conocido
su fuerza, la fuerza de los sindicatos, la fuerza de los campesinos
organizados, la fuerza de estas milicias, no, señor, no hubiera sido posible
aquí mantener aquello. Pero al pueblo lo
vivían indoctrinando, ellos sí que vivían indoctrinando al pueblo, vivían
engañando al pueblo, enseñándole mentiras por todos los medios de publicidad
con que contaban, para que el pueblo no entendiera nada y creyera lo que a
ellos les convenía que creyera.
Bueno,
está bien, está bien que hicieran eso cuando ellos estaban en el poder, cuando
lo controlaban todo, pero es ingenuo que vengan ahora desde el extranjero,
desde la “Voz” esa que dicen, los descarados esos que están hablando allá (APLAUSOS),
vengan los muy desvergonzados que han puesto una horita de radio allá por
Washington, desde allá, tan lejos, tan lejos, explicar lo que dicen que pasa
aquí. ¡Mira que venir desde allá a
explicar lo que pasa aquí! Y desde los
órganos estos de la contrarrevolución, que antes trataran de engañar a la
gente, bueno, tenían una explicación, pero que vengan a estas horas a querer
tomarle el pelo aquí al pueblo, la verdad que son bastante ingenuos y bastante
tontos, porque ya a estas horas no van a confundir a nadie. Alguno que otro confundido hay, si, bueno,
eso es inevitable, siempre hay alguno equivocado, hasta cuando va para su casa
puede coger otra calle y no la calle de él (APLAUSOS).
Las
cosas tan claras como son aquí, porque aquí las cosas son claras de verdad, más
claras no pueden ser, porque todo lo que se hace está a la vista del pueblo y
el pueblo sabe todo lo que se hace aquí, y está informado y discute sobre eso; ellos
quieren llevar las discusiones a otros planos, no al plano de los hechos; ellos
quisieran que el pueblo se quitara de la mente el problema de las cooperativas,
de las casas, de las obras que está haciendo la Revolución y en que él está
participando para ponerlo a discutir sobre teorías y filosofías y cosas (RISAS). Y el pueblo está con los ojos puestos en los
hechos, que son los que interesan “no me pongan a mirar para las nubes que
estamos mirando para la tierra” (RISAS Y APLAUSOS).
Ellos
quieren distraerle la mente aquí, confundir para ver qué sacan, están
desesperados, se puede decir que están “echando el resto”, por confundir, por
engañar; hacen de todo, se valen de cualquier cosita, de cualquier detallito,
incluso de cualquier cosa. Y se valen de
esas cosas para sembrar la confusión y operan sobre muchas mentes todavía, o
sobre algunas, no muchas, porque uno ve al pueblo que está claro dondequiera,
bueno, sobre algunas mentes, pasajeramente; los hechos enseñan más que las
palabras, esta no es una revolución de muchas palabras, esta es una revolución
de muchos hechos, que se ven claramente y que se hacen con la mejor voluntad
del mundo, porque si no se hacen mejores es porque no podemos o porque no tenemos
gente competente suficientemente para hacer todas las cosas y se cometen
errores, y eso no lo hemos podido evitar; ¿cómo lo vamos a evitar?, si nosotros
hemos tenido que sacar para todas las cosas hombres del pueblo, que no pasaron
por la universidad ni fueron allá a graduarse con los títulos esos que les dan
por allá por el extranjero. Muchos no
saben inglés, qué vamos a hacer, muchos de nuestros guajiros, mucha de la gente
que estaba en la revolución no sabe inglés, no pudo aprenderlo, pero sabe defender
los derechos de sus prójimos, de su pueblo, sabe cuáles son los intereses de la
patria, no se vende por ningún dinero, porque esos que se venden, claro, los
individuos que amaestraron aquí durante tantos años, entre los amaestrados es
lógico que encuentren alguno que venda su conciencia; que haya un attachecito que se pase, bueno, desde luego, hay algunos
que hasta de eso se valen para atacar a la Revolución, vienen diciendo: “¡Ah!, era malo. ¿Y por qué lo tenían?” Sí, si nosotros hubiéramos ido aquí a suprimir
a todo el que había sido antes algo por alguna razón, bueno, nos quedamos aquí
en la nada por completo; porque, ¿dónde están los hombres técnicos para
sustituirlos? Se hizo así, ¿ustedes
creen que por placer? Ojalá todos los
guajiros de la Sierra Maestra hubieran sido graduados de la universidad para
tenerlos en todas esas cosas, desempeñando todos esos puestos (APLAUSOS), allá,
de attaché, de todo.
Pero, cómo podíamos prescindir de todos; nosotros quitamos los más
malos, pero quedaron muchos allí; además, quién lo va a saber, además, quién va
a ser adivino para penetrar en el interior de todo el mundo. Estamos expuestos a la traición, es lógico,
si hemos tenido esos elementos penetrados, amaestrados, amaestrados, que los
sobornan las campañas, precisamente, para lograr desertores, porque si le dicen
al desertor: “Vete de allá que aquí vas
a tener todo, todo: dinero, trabajo”, es
lógico que los caracteres débiles, confusos, pobres de espíritu, ese hombre
está hecho de la madera de un Judas, porque traidores, traidores los ha habido
siempre, porque siempre hay alguno con madera de traidor, lo sobornan, lo
compran. Y hay quien se vale, incluso,
de esta desgracia de la patria, para acusar al Gobierno Revolucionario, como si
el Gobierno Revolucionario pudiera preverlo todo y ser adivino, y estar en
todos los terrenos, y hacerle una radiografía cerebral a todo el mundo para
saber quién es (APLAUSOS).
Los
traidores, ¿quién los puede evitar? Pero
a mí no me importan los traidores, no, a mí los que me importan son los leales;
a mí no me importan si desertaron dos o tres, me importa cuántos había allí
desfilando hoy con las milicias obreras, y si los que hay son 50 000, cómo
preocuparnos de que haya dos o tres traidores (APLAUSOS). Ya esos los anatematizó la historia. Esos aquí, a esta islita, mientras haya un pueblo
como el que hay hoy, esos porque les paguen por allá y se vuelvan traidores,
que sigan siendo lo que han sido siempre, serviles, sumisos, criados de
intereses determinados; que aquí en esta islita hermosa, de un pueblo alegre,
de un pueblo feliz, un pueblo valiente, un pueblo revolucionario; en esta isla
donde vale la pena vivir, en un minuto como este y en todos los minutos
venideros, aquí ellos, no, aquí ellos han perdido la ciudadanía, aquí no vienen
más (APLAUSOS).
Y
ya eso es muy serio, no poder disfrutar nunca más de este pueblo, de esta compañía,
de las bellezas de nuestra patria, de nuestras playas, de nuestros campos, de
nuestra música; pero, sobre todo, de este despertar, de esta alegría, de este
orgullo de ser cubano, de esta honra de vivir este minuto singular de nuestra
historia; ya es de verdad bastante castigo haber renunciado a eso para siempre. Porque los desertores, los traidores, los que
se pasan al enemigo, los que sirven al enemigo de la patria, deben saber antes
que todo, que ya ellos tenían la patria y la renunciaron, y que al renunciarla,
es de los que quedamos aquí defendiéndola, y los que estamos dispuestos a hacer
por ella todos los sacrificios, defendiendo lo nuestro frente a intereses
extranjeros.
Así
que ellos saben lo que les toca, lo más que les puede tocar ya saben qué es: el pedacito de
tierra donde descansen en paz sus restos (APLAUSOS). ¡Ojalá se queden allá y no molesten más, y se mueran allá,
pero si vienen aquí…! Esa es la
situación que ellos tratan y fracasan unos tras otros en todos sus intentos, y
este es el punto que yo decía más difícil al principio, porque era más fácil
comprender que había que tomar un fusil para que no vinieran, pero es que hay
otro fusil que tenemos que tomar, y es el fusil del sacrificio cuando las
circunstancias lo exijan, porque eso es más difícil de comprender, porque eso
es más profundo, hay que hacer un análisis más profundo y tener confianza en el
Gobierno de la Revolución, porque lo único que queremos nosotros es más bienestar
para el pueblo, seguridad para el pueblo, lograr fortalecer el instrumento del
pueblo que es la Revolución. Porque,
¿una revolución, qué es? Una revolución
es, sencillamente, que el pueblo se sublevó, se cansó y dijo: “Ahora vamos a hacer las cosas bien
hechas nosotros, por los caminos nuevos, que son los caminos de la Revolución.” Y eso fue lo que el pueblo hizo. El instrumento del pueblo es la Revolución. Por eso hay que defenderla de los ataques.
Somos
un país chiquito y estamos rodeados de enemigos casi por dondequiera; amigos,
los pueblos; pero, nosotros somos un país chiquito aquí, que hemos tenido la osadía
de decir: “Vamos
a seguir nuestro camino.” Hemos tenido
el valor y la grandeza de decir: “Nuestro camino lo vamos a seguir.” Y, naturalmente, como somos un país pequeño,
la lluvia de propaganda, de soborno, de dinero, de amenazas, trata de gravitar
sobre los cerebros, pero los cerebros en estas circunstancias no pueden ser
blandos, tienen que ser fuertes, fuertes para resistir todas las presiones de
la propaganda y todo, para que los grandes, con sus grandes poderes y sus
grandes recursos, tengan que estrellarse todas sus maniobras contra el vigor y
la entereza del pueblo cubano.
¡No
importa que seamos pequeños: aquí estamos!
Lo que importa no es el tamaño; lo que importa es la dignidad, la
inteligencia, la entereza y el valor de un pueblo; la unión de ese pueblo, la
conciencia revolucionaria de ese pueblo, la visión de ese pueblo, su claridad,
su comprensión para las cosas que son inevitables; su comprensión para los
errores que no se pueden evitar, pero sabiendo que por encima de esas
contingencias pasajeras, por encima de los detalles, están las grandes cosas de
la Revolución, los grandes propósitos de la Revolución, que son los que hay que
salvar, que son los que hay que llevar adelante. No importa que seamos pequeños; no importa
que estemos aquí medio rodeados de planes, de
maniobras, de radio y de bases y de todas las cosas que quieran. ¡Eso no importa!
Nadie
debe tener miedo. Yo sé que el pueblo no
tiene miedo. Eso está de más decirlo, al
contrario, yo creo que está más de la cuenta el pueblo sin miedo, es decir,
serenamente, para mantener ese espíritu, y ese espíritu enfrentárselo a todas
las maniobras de los enemigos. Los
enemigos no descansan; están todo el día hablando tonterías, tratando de
confundir y sembrando cizañas, y llevando las cosas al plano que a ellos les
interesa estarlas llevando. No
descansan, ¿por qué? Porque saben que
los privilegios desaparecieron y la Revolución para los privilegios es como una
pesadilla, y ellos quieren lo de antes: regresar a lo de antes de todas
formas. Hablamos de milicia, ¡y qué va!,
no pueden estar de acuerdo con milicias.
¿Cómo van a estar de acuerdo con que el pueblo, que es la mayoría, esté
armado y esté preparado? Hablan de
democracia, pero, ¡qué poco sentido!, ellos que dicen democracia y tienen al
pueblo ahí dominado con un puñado de hombres armados, profesionales.
Democracia
es esta, que les damos rifles a los obreros, a los guajiros, a los estudiantes,
a la mayoría le damos fusiles. Esto sí
es democracia. No solamente hablamos a
favor de ellos y los defendemos, sino que les damos armas. Ellos son la aristocracia, la plutocracia, la
oligarquía. De democracia ni una palabra. Ellos hablaban de esa palabra, pero tenían a
la mayoría dominada y bajo el puño férreo de la minoría. No, no.
¿Cuándo ellos les hubieran dado fusiles aquí a los obreros y a los
campesinos, y a los estudiantes? Jamás,
porque sabían que no duraban 24 horas si pasaba eso (APLAUSOS PROLONGADOS). Eso lo sabe cualquiera. Y la llamaban democracia. ¿Democracia y le tenían miedo al pueblo? ¿Democracia y tenían al pueblo relegado en la
ignorancia y la miseria? No, democracia
es esta Revolución que le da fusiles al pueblo para defender su derecho
(APLAUSOS).
Así
que no importa que tengamos que luchar duro; no importa que tengamos que pasar
trabajo. Los obreros hoy han dado una
prueba extraordinaria, y bien dada. ¿Por
qué tiene que ser este el camino de los obreros? Porque antes los obreros tenían un solo
instrumento para luchar por sus intereses.
¿Qué tenían? El sindicato. No tenían más nada. Y a veces se lo quitaban. Y se lo llegaron a quitar, y le llegaron a
poner ahí un clan de gente amaestrada para que estuviera al servicio de la
reacción. El obrero no tenía más que el
sindicato. Ahora, el obrero para luchar
por su bienestar, tiene algo mucho más que el sindicato, tiene el Estado, tiene
el Gobierno Revolucionario (APLAUSOS).
El
obrero antes tenía que ser comunista, estar luchando por lo único que podía
obtener: una
ventaja más en el salario. El obrero
antes tenía que ser sindicalista, porque lo único que tenía era el sindicato. El obrero ahora tiene que ser estadista,
porque el obrero tiene el Estado (APLAUSOS).
Adoptar
estos acuerdos es actuar como estadista.
Los obreros azucareros han actuado como estadistas, porque van a usar su
Revolución, su Gobierno, su Estado, para bienestar de su clase, que es la clase
mayoritaria; para bienestar de los campesinos, para bienestar del pueblo, que
es el que está necesitado de ayuda. Así
que ya no hay que pensar que se tiene aquel instrumento del sindicato para
apoyar la Revolución, para apoyar sus posturas de estadistas, que es como hay
que mirar ahora, puesto que tienen un instrumento más poderoso; antes era el
sindicato y ahora es el poder del Estado.
Eso es lo que tenemos que utilizar para bienestar de la nación. Antes había que luchar con el sindicato; ahora
se tiene el Estado para luchar para mejorar los intereses de los obreros en
todos los órdenes. Eso es lo que han
hecho los obreros azucareros, que es el camino correcto de todos los
trabajadores. Tienen ellos el mérito de
que son de los obreros que no trabajan todo el año. Trabajan una parte del año y entonces son los
que se han puesto a la vanguardia, a pesar de que trabajan una parte del año
solamente. Y es justo decir que los
obreros azucareros han estado a la vanguardia desde aquel mismo día en que se
produjo aquella reunión, cuando terminada la guerra, la zafra no empezaba y
había muchos problemas. Y sacrificaron
sus demandas, y dijeron:
“Pues ahora vamos a sacrificar demandas para hacer zafra”, primera
consigna. De ahí cada una de las
consignas: armas, aviones, reforma
agraria, 4%, y por fin esta que es la más revolucionaria de todas las
consignas, que la ha realizado el sector obrero, posiblemente, que está más
mal, porque es el que trabaja solo un número de meses al año, y tiene después
que estar librando su sustento en otro trabajo.
Así
que esto es un verdadero motivo de orgullo para la Revolución, y debe ser un
motivo de orgullo para los trabajadores azucareros que se han ganado un lugar
en la historia de esta Revolución (APLAUSOS); se han ganado un lugar de honor y
se han situado a la vanguardia, y muy distintos, por cierto, de algún sector
que hay, incluso, trabajando en empresas de las que nos dejaron a nosotros
incosteables; incosteables, porque, entre otras cosas, hemos recibido la
herencia de una serie de empresas incosteables que le cuestan dinero al Estado. Y a pesar de que son salarios más altos que
los azucareros, ha habido algún sector que ha estado aspirando a aumento de
salarios en esas empresas incosteables, a pesar de ganar más que los azucareros. ¿Por qué eso es injusto? Porque eso equivaldría a decirle a los
azucareros: “Den
el 4% y entonces subsidiar con ese 4% a un sector que gana más que los
azucareros y todavía quiere ganar más. Sería
a costa de los que están dando el 4% para su industrialización, subsidiar
sectores que están ganando más que ellos.
Y
estas cosas deben ser muy elocuentes, muy instructivas, porque en grado de
conciencia revolucionaria, algunos sectores tienen más que otros, y en
realidad, hay que poner entre los primerísimos a los
azucareros (APLAUSOS). Y eso es, sencillamente,
ser revolucionario, actuar como revolucionario y trazarles el camino a los
demás. Ellos han tomado sus medidas y
han dicho que si hay agresión, ellos están dispuestos a hacer los sacrificios
pertinentes. Si no hay agresión, bien.
Si mejoran los precios, mejor porque entonces habrá hasta diferencial e iremos
mejorando (APLAUSOS). Además, para el
obrero agrícola, habrá extraordinarias mejoras al constituirse las cooperativas. Resueltos, además, los problemas económicos y
de subsistencia, los problemas de vivienda, de educación y todos los demás
problemas; entraña el avance que vamos a llevar a las cooperativas, que las
vamos a organizar con la colaboración y la participación completa de los
sindicatos obreros de toda la isla.
Y
ya están dadas las instrucciones, y esta semana se dispondrá ya del crédito de
34 millones de pesos, para empezar inmediatamente a emprender los cultivos
(APLAUSOS), que es lo que cuesta la refacción de las cooperativas este año. Pero no hay que andar pensando, si se dilatan
los trámites, no hay que preocuparse. Hay
que empezar a trabajar inmediatamente, mientras se hacen los trámites para
situar todos esos créditos. Y ya está el
reglamento listo de las cooperativas cañeras.
Y esta misma semana que viene hay que empezar para no perder tiempo. Además, hay que proceder a resolver los
problemas de las áreas que se le va a dedicar a cada sector azucarero, a cada
industria.
Y
para terminar, una parte que faltaba y es la siguiente: los centrales azucareros son puntos
básicos de la economía, puntales básicos de la Revolución. Hay que defenderlos, y no solo hay que
defenderlos, sino que hay que estar preparados para convertir cada central en
una fortaleza, en caso de ataque (APLAUSOS).
En cada central azucarero la milicia tiene que ser la más organizada, la
más entrenada, la más disciplinada y la más preparada, porque los obreros
azucareros serán los encargados de defender cada central en caso de agresión. Y la defensa de cada central hay que
defenderla como una fortaleza capital, y que se sepa que, en caso de alguna
agresión extranjera, del central no queda ni piedra sobre piedra aquí
(APLAUSOS), porque convertiremos cada central en una fortaleza, y el que crea
que puede invadir esto y ocupar esto, sepa que no queda un solo central aquí,
ni se produce un saco de azúcar aquí. Los
únicos que podemos producir aquí azúcar somos nosotros (APLAUSOS).
Y
que conste eso entre los que hacen cálculos sobre el precio del azúcar en el
mercado mundial, y todo eso; que conste eso:
que si nosotros somos víctimas aquí de cualquier agresión, que no
cuenten con un solo saquito de azúcar en el país; porque no va a haber ni quién
lo cultive, ni dónde moler caña, ni cañas, ni nada, porque las cooperativas
también van a ser, cada una de ellas, un baluarte defendiendo la Revolución
(APLAUSOS); y eso, para que los enemigos de la Revolución Cubana vayan teniendo
idea de cómo vamos a defender la Revolución, de cómo vamos a defender de verdad
la Revolución, y las consecuencias que pueda tener cualquier ataque a nuestro
país, y esta es la única manera de defender la nación correctamente: ¡sin vacilación, sin tibieza de ninguna
índole, dispuestos aquí a hacer lo que haya que hacer y a defendernos como haya
que hacerlo!, ¡no importa que seamos chiquitos, si hay el valor que hay en
estos momentos, si hay la decisión que hay, el espíritu de combate que hay, la
organización que hay, los obreros que tenemos, los campesinos que tenemos, los
estudiantes que tenemos, el pueblo que tenemos, entonces ya sabrán a qué
atenerse!
¡Este
es el camino, el camino claro y sin vacilaciones de la Revolución!, ¡sin
confusiones, sin confusionismo ni divisionismo, que esa es la estrategia de los
enemigos de esta Revolución! Pero no
importa, estamos tan arraigados en la conciencia del pueblo y en la tierra de
nuestra patria, que podemos sentirnos seguros de que Cuba no podrá ser vencida
y de que la consigna de:
“¡Patria o Muerte!”, a la larga será: “¡Patria!”
(OVACION)