PALABRAS
PRONUNCIADAS POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO
REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE GRADUACION DE LOS CADETES DEL EJERCITO REBELDE,
EN EL CAMPAMENTO MILITAR DE MANAGUA, EL 29 DE OCTUBRE DE 1960.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL
GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros oficiales del Ejército Rebelde (APLAUSOS);
Compañeros próximos oficiales de las milicias
(APLAUSOS);
Señoras y señores:
Hoy tiene lugar la primera graduación de
oficiales del Ejército Rebelde, antes de los dos años del triunfo de la
Revolución.
Para nosotros, esto significa un triunfo
más. Ha sido largo el camino a recorrer;
no ha sido fácil la tarea. Prácticamente
no teníamos los medios para lograrlo fácilmente. El hecho de que hayamos podido graduar hoy 55
oficiales en la Escuela de Oficiales del Ejército Rebelde, se debe, en gran
parte, al esfuerzo de un grupo de militares honestos que aportaron a la Revolución
su experiencia y sus conocimientos. Y no
era fácil, repito, la tarea, en medio de las convulsiones de una Revolución, en
medio de las tremendas pasiones que se agitan en la entraña de las
revoluciones.
Nosotros, los rebeldes, no sabíamos mucho
de cuestiones militares; nosotros habíamos aprendido sobre la marcha; en medio de
la guerra, aprendimos la práctica. Enseñamos
en las montañas.
Y los hombres se iban convirtiendo en
jefes en medio de la lucha, cada cual según sus méritos.
Pero, nosotros, en la paz no teníamos
hombres para organizar una escuela de oficiales. Sin embargo, un grupo pequeño de hombres, que
sí tenían conocimientos para organizar esa escuela, nos brindaron su
colaboración. Tampoco era fácil escoger
a los hombres que ingresarían en la escuela.
Era difícil borrar de la mente de muchas personas jóvenes la antigua
idea de lo que debía ser la escuela militar.
Muchos, movidos por la vocación,
convencidos de que tenían condiciones para servir a su país como militares,
desearon ingresar en la escuela; pero también había quienes tenían un concepto
erróneo de lo que significaba ser oficial del Ejército Rebelde, quienes tenían
un concepto erróneo de la vida y de los sacrificios de un militar. Y no están aquí todos los que ingresaron
cuando se reanudó la escuela; están aquí, aproximadamente, la tercera parte de
los que comenzaron el curso.
Eso quiere decir que los oficiales que
aquí se han graduado, son consecuencia de una selección, son consecuencia de un
proceso; han pasado duras pruebas, y al fin han arribado a la meta. Posiblemente había, entre los que solicitaron
y obtuvieron su ingreso, quienes creían que la república había entrado en una etapa
fácil, en una vida sin riesgos ni sacrificios, y que ser militar sería,
sencillamente, una cómoda profesión. Pero los hechos fueron enseñando que,
lejos de ser una tarea fácil, lejos de ser una profesión fácil, ser militar
revolucionario, ser soldado u oficial de un pueblo revolucionario significa,
sí, un honor; significa, sí, una consideración, un respeto y un cariño muy
grande de su pueblo; significa, sí, un lugar desde donde se puede servir con
orgullo a la patria; pero significa también un puesto de sacrificio y de
abnegación, significa un puesto de riesgo y de esfuerzo, significa que a ese
honor, y a ese respeto y cariño del pueblo, no se llega si no se tiene mérito,
no se llega si no se tienen condiciones para ello, no se llega si no se tiene
espíritu de sacrificio, porque muchos son los que creen que pueden, ¡pero no
todos los que creen que pueden, pueden! (APLAUSOS.)
Hay en los hombres débiles que se
arredran, o se acobardan ante las dificultades, el castigo de ver frustrados
los propósitos que un día se hicieran; y hay para los hombres que saben
enfrentarse a las dificultades, que saben pasar todas las pruebas, un premio; un
premio como este que ustedes acaban de recibir hoy, y un premio como el que muy
pronto van a recibir también los responsables de las milicias, que han sabido
pasar por duras pruebas (APLAUSOS).
Hace algún tiempo visitamos nosotros esta
academia, y con nosotros se reunieron una tarde los responsables de milicias y los
alumnos de la Escuela de Oficiales del ejército.
En aquella ocasión les explicamos nuestro
punto de vista de que los oficiales debían pasar por pruebas más duras que el
soldado; que los soldados estaban pasando por pruebas duras; que era necesario
no solo estar dotado de los conocimientos idóneos, sino que para que ese
oficial fuese todavía un oficial más completo y un oficial con pleno prestigio
ante los soldados que iba a mandar, era necesario que pasasen por pruebas más
duras que los soldados. Y lo mismo les dijimos
a los jefes de milicias; en aquella ocasión les anunciamos que pronto
marcharían hacia las montañas de la Sierra Maestra.
Y marcharon hacia las montañas, y muchos
pasaron las pruebas, y hoy tenemos aquí la satisfacción de graduar a un grupo
de oficiales, que no solo estudiaron en las aulas, que no solo aprendieron sus
deberes en los libros y en las instrucciones de los maestros, sino también que
aprendieron a cumplir el deber en las duras pruebas de las montañas, y nosotros
sabemos que hoy ellos han de sentir la satisfacción que merecen como premio de haber
sabido pasar aquellos rigores, la confianza en sí mismos que los hombres tienen
cuando saben que han pasado duras pruebas. Y así, estos oficiales podrán ostentar la
insignia de tres picos con una estrella, que corresponde a los que han subido
en ejercicio diez veces el Pico Turquino (APLAUSOS).
Mas, no solo eso, sino que, conjuntamente
con un grupo de profesores de la escuela, trabajaron en la instrucción de los
responsables de milicias de La Habana. Los
conocimientos que ellos habían adquirido se los fueron brindando y comunicando
a los que también les correspondía una tarea de gran importancia, los que
habrán de mandar a las unidades de milicias. Y esos compañeros pasaron
también por las duras pruebas de las montañas, y han pasado también por un
entrenamiento duro y sacrificado. Padres
de familia muchos de ellos, han estado hasta 40 días sin visitar a sus
familiares; y aún no se sabe los sacrificios que deban hacer.
Cuando algunos nos han sugerido, nos han
preguntado si eso no es demasiado duro, nosotros hemos dicho:
“No, todavía no es, quizás,
suficientemente duro” (APLAUSOS). Y les
recordábamos los que, por ejemplo, a veces han tenido que pasarse años en las prisiones
sin ver a su familia, y los que han tenido que pasarse también años en campaña;
y que los hombres que están llamados a dirigir a los combatientes en la lucha,
han de ser hombres hechos para esas pruebas y para otras mayores.
Sin embargo, no deja de tener gran mérito
lo que han hecho, porque han estado haciendo esos sacrificios en medio de la
paz, han estado haciendo ese sacrificio cuando muchos no se han visto en la
necesidad de hacer sacrificios similares.
Pero lo que importa sacar en conclusión es que muy pronto tendremos
también más de 500 jefes de milicias, que escalaron tres veces el Pico Turquino
y han estado varios meses en riguroso entrenamiento (APLAUSOS).
¿Qué significa eso? ¿Qué significa el hecho de poder graduar hoy 55
oficiales, y de poder graduar muy pronto más de 500 jefes de milicias? Significa que hemos vencido el obstáculo
mayor, significa que hemos vencido el obstáculo de nuestra propia ignorancia,
significa que estamos aprendiendo, significa que estamos creando, significa que
las semillas sembradas se están multiplicando. Sin eso no habría milicia, sin eso no habría defensa,
sin eso no habría poderío militar revolucionario, porque a la gran masa de
milicianos hay que organizarla, hay que constituirla en unidades de combate con
máxima disciplina y con máxima eficacia. A la gran masa del pueblo hay que entrenarla, hay
que organizarla, hay que prepararla, y esa es la tarea que a ustedes, los
responsables de milicias, les corresponde.
Un grupo pequeño enseñó a un grupo mayor,
y ese grupo mayor enseñó a otro grupo mucho mayor, y todos juntos, el primero,
el segundo y el tercer grupo, se dedicarán ahora a enseñar a las decenas de
miles de milicianos que han estado esperando por sus maestros (APLAUSOS); y sin
maestros, sin esos cuadros, no habría entrenamiento, porque para entrenar y
organizar un batallón hacen falta hombres que conozcan y estén lo
suficientemente capacitados para organizarlo.
No se improvisa una unidad de combate, no se resuelven los problemas
técnicos de una unidad de combate con el entusiasmo solamente.
¡Ah!, si nuestros hombres en la guerra,
además de la razón que los acompañaba, además de la tremenda moral y el
extraordinario entusiasmo que los acompañaban siempre, hubiesen poseído,
además, la técnica, muchas vidas valiosas se habrían ahorrado, y muchos meses
de sacrificios se habría ahorrado el país.
Hoy tenemos la razón, el entusiasmo, la
moral, pero vamos a tener también la técnica para que la patria se sienta más
segura, para ahorrar vidas, y para que las victorias sobre los enemigos de nuestra
causa sean victorias más fulminantes (APLAUSOS).
Antes, además de la técnica, nos faltaban
las armas, y ahora, ¡además de la moral (APLAUSOS), además del entusiasmo,
además de la razón y además de la técnica, tendremos también las armas! (APLAUSOS
y EXCLAMACIONES DE: “¡Venceremos,
Venceremos!”) (EL PUEBLO EXCLAMA “¡Viva!”
A LOS LIDERES DE LA REVOLUCION.)
Pero el enemigo sabe eso, el enemigo sabe
que cada día que pasa son cientos de hombres más que organizamos, el enemigo
sabe que cada semana que pasa son miles de hombres más que organizamos, el enemigo
sabe que pronto tendremos centenares de hombres dedicados a la tarea de
organizar y entrenar, el enemigo sabe que cada día que pasa sus esperanzas son
más remotas, y por eso el enemigo se apresura; por eso, por esa razón que es
muy sencilla y por esa razón que nosotros le explicamos al pueblo con la misma
claridad con que le hemos hablado siempre, por esa razón el enemigo se desboca,
por esa razón el enemigo se apresura; el enemigo sabe la fuerza en potencia del
pueblo, y el enemigo no quiere que esa fuerza se desarrolle.
Por eso, el riesgo de ataque; por eso, la
inminencia del ataque, por esa razón, por esa razón tan sencilla; porque lo que
ellos tienen esperanzas de hacer hoy con un número de mercenarios, piensan que
dentro de algunos meses necesitarían muchas decenas más de mercenarios para
albergar una esperanza. El enemigo sabe esa
razón, que es bien sencilla; por eso el enemigo se apresura a atacar antes de
que la tremenda fuerza en potencia de la Revolución se desarrolle; por eso la
inminencia del ataque y, además, porque en este problema de Cuba están jugando
las más ruines y las más bajas pasiones.
Este problema de Cuba se ha convertido en
el punto esencial de la polémica entre los grupos monopolistas que aspiran a
controlar el gobierno de Estados Unidos; y de una manera desvergonzada, de una manera
repugnantemente cínica, arrancándose la máscara de una vez, ambos, ¡estúpidos
jefes de camarillas monopolistas! (APLAUSOS), han estado pregonando la
agresión, han estado pregonando la intervención, la intervención en los asuntos
de un país independiente. ¡Han hecho
trizas los principios de respeto a la soberanía de los pueblos y, ante el
mundo, los histéricos monopolistas se han arrancado la careta y no han tenido
ni siquiera la capacidad de disimular cómo piensan! ¡Y el mundo ha sido testigo del escándalo que
han escenificado, el descaro y la desfachatez con que han estado preconizando
la intervención directa o indirecta en los asuntos de nuestra patria soberana! Y casi se ha convertido nuestra isla en
objeto de los caprichos y las ambiciones, se ha convertido nuestra isla en el
quid de la cuestión electoral; y eso es peligroso, porque el grupo que actualmente
ostenta los mandos, en su ruín ambición, en medio de la competencia con otros
tan ruines como ellos, puede hacer a nuestra patria objeto de la agresión, con
la esperanza loca de satisfacer mezquinos intereses de grupos explotadores y saqueadores
de los pueblos.
Y esa es una razón más para pensar en la
inminencia del ataque en estos días críticos antes de las elecciones, sin que,
por supuesto, después de las elecciones vayan a dejar de ser días también
riesgosos, y vayan a dejar de ser días riesgosos los días siguientes a la toma
de posesión de cualquiera de los dos estúpidos que asuma la presidencia del
imperialismo (APLAUSOS).
Pero, sin embargo, saben que cada día que
pasa es más difícil, que cada día que pasa el número de mercenarios que
necesitan es mucho mayor del que necesitaban el día anterior. Y a los mercenarios hay que reclutarlos,
entrenarlos, organizarlos y “embarcarlos”, ¡en el doble sentido de la palabra!
(APLAUSOS.)
Y cada número de mercenarios, determinado
número de mercenarios más, necesitan un barco más, o un avión más y un campamento
más; por tanto, cada día que pasa, la batalla ellos saben que sería más dura,
sus posibilidades —si es que se han imaginado que tienen alguna— cada día
menores, y por eso la inminencia del ataque; y si no lo hacen es porque, o han
perdido la esperanza, o son todavía más torpes de lo torpe que nosotros sabemos
que son (APLAUSOS).
Y resulta, por supuesto, más lógico,
resulta más inteligente que ataquen ahora, que atacar dentro de un mes; mucho
más inteligente que ataquen ahora, que atacar dentro de dos meses, o dentro de
tres meses. Eso resulta lógico. Y nosotros y ustedes tenemos que aprender a
razonar correctamente; precisamente, si nosotros no razonáramos correctamente,
entonces no andaríamos bien; nuestro deber es razonar correctamente, y por cuanto
razonamos correctamente, si alguno se equivoca al calcular o al estimar las
situaciones, que sean ellos y no nosotros; porque nosotros, al analizar bien
las cuestiones, no debemos equivocarnos, y si ellos se equivocan, ¡allá ellos!
(APLAUSOS.) Y si estos razonamientos les
sirven de estímulo para precipitarse, pues ¡allá ellos también! (APLAUSOS.)
Nosotros consideramos que lo que vayan a
hacer es ya independiente por completo de lo que pueden pensar hoy; lo que
vayan a hacer ya no lo puede alterar nada, porque no es fácil reclutar miles de
hombres y después desvanecerlos; cuando empieza el juego de las armas, cuando
los mercenarios se alquilan, ya no dependen de ellos, ¡dependen de los que los
alquilan! (APLAUSOS), y las decisiones que toman siguen como un curso fatal.
Por eso nosotros cumplimos con el deber
de razonar y de explicar, y por eso hemos dicho con toda franqueza que, si es
pronto, será peor para ellos; es decir, sería peor para ellos hacerlo más
tarde; más tarde, ¡estaremos más fuertes! (APLAUSOS.)
Sin embargo, ellos no pueden hacer con
los mercenarios el milagro de los peces y los panes. Los que tengan hoy, no los pueden multiplicar
de hoy a mañana; los que tengan hoy, son los que tienen hoy; ¡la incógnita es
lo que tenemos nosotros! (APLAUSOS.)
Eso es para ellos la tremenda incógnita;
y nosotros no queremos hacer muchas consideraciones en torno a lo que tenemos
nosotros, sencillamente, creemos que con lo que tenemos es suficiente (APLAUSOS).
¿Nos puede preocupar, acaso, lo que
traiga el enemigo? Ya una vez, ya una
vez nosotros nos vimos en una situación en la cual venían a atacarnos
numerosísimas fuerzas; unos 5 000 hombres perfectamente armados y que,
además, contaban con el apoyo de la aviación y de la artillería ligera, de
abastecimientos y de infinidad de recursos, avanzaban sobre nosotros, que solo contábamos
con unos 300 hombres armados, y una parte de ellos mal armados y con pocas
balas. Aquel jefe adversario estaba convencido
de su triunfo, y tan convencido estaba que nos envió un mensaje y hasta,
incluso, se lamentaba de la suerte que nosotros íbamos a correr; porque en
medio de todo, al parecer, sentía alguna admiración por aquel grupo de hombres
que durante 18 meses había mantenido en jaque a las fuerzas enemigas, y hasta es
posible que, efectivamente, sintiera alguna pena por nuestra suerte, en la
convicción que albergaba de que nos destruiría.
Y nosotros le respondimos el mensaje, le
respondimos con caballerosidad el mensaje; le dimos las gracias por su preocupación,
le explicamos que teníamos la idea de que él estaba en condiciones de hacer
algo por el país, de hacer algo a favor de la Revolución y que cuando la
ofensiva pasara, entonces podíamos conversar, pero antes no; que nosotros no
queríamos conversar antes de la ofensiva, que nosotros sí estábamos dispuestos
a conversar después de la ofensiva, pero que si los hombres que estaban
luchando por aquella mala causa lograban vencer nuestra resistencia y destruir
hasta el último soldado rebelde, que no se entristeciera de nuestra suerte, que
nosotros le dejaríamos a la patria una página que haría palidecer los episodios
más gloriosos de la historia, y que hasta los hijos de los mismos soldados que
fuesen capaces de destruirnos tendrían que mirar algún día con respeto los
picos de la Sierra Maestra (APLAUSOS).
Nosotros estábamos totalmente cercados,
no teníamos más que 300 hombres, una parte mal armada, y, sin embargo, las
fuerzas destruidas no fueron nuestras fuerzas, las fuerzas destruidas fueron
las fuerzas de los 5 000 hombres que avanzaron sobre nosotros (APLAUSOS). Y no era la primera vez que nos teníamos que
enfrentar a circunstancias adversas. En
determinado momento habíamos llegado a ser menos de 10 hombres, y frente a
nosotros eran decenas de miles, era todo el poder y todos los recursos de un
gobierno, y, sin embargo, nosotros sabíamos que no nos derrotarían; nosotros,
cuando éramos menos de 10 estábamos seguros de la victoria.
Y así se hizo el Ejército Rebelde, así se
hizo el ejército del cual ustedes son hoy nuevos oficiales (APLAUSOS); un
ejército que combatió siempre en desventaja numérica y de armas, en increíbles
desventajas, que surge virtualmente de la nada y esfuerzo tras esfuerzo,
victoria tras victoria y sacrificio tras sacrificio, llegó a ser la fuerza que
liberó a la patria, llegó a ser la fuerza que destruyó los privilegios, llegó a
ser la fuerza que frente a los poderes nacionales de los privilegiados y los poderes
de los grandes privilegios extranjeros, pudo izar la bandera en lo alto del
mástil, soberana y libre, símbolo de un país que se gobierna a sí mismo
(APLAUSOS); símbolo de un pueblo que no conocerá más de la humillación, símbolo
de un pueblo donde habrá de imperar para siempre la justicia, símbolo de un
pueblo que se ha llenado de gloria y de prestigio en el mundo, ¡símbolo de un
pueblo que se ha convertido en el pueblo revolucionario y la antorcha encendida
de los pueblos de América Latina! (APLAUSOS.)
Y ese símbolo no lo podrán arriar otra
vez de su mástil, ese símbolo no lo podrán arrastrar otra vez por el suelo, ese
símbolo no volverá a ser jamás el símbolo de un pueblo que tenga que vivir de
rodillas (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Nunca!”).
Luego, ¿qué importa el número de los que
vengan?, ¿qué importa el apoyo que tengan los que vengan? Nuestro pueblo permanecerá inalterable cuando
vengan, ni siquiera abandonará nadie su trabajo, al contrario; lo primero es
mantener a toda costa el trabajo, la producción y el funcionamiento normal del
país (APLAUSOS). Hay que advertir al
pueblo sobre algo, y es sobre el peligro de que todo el mundo quiere empuñar un
fusil, sobre el peligro de que todo el mundo se desespere por tomar las armas,
de que los ciudadanos abandonen sus tareas, y es preciso que advirtamos contra
ese peligro, que en ese momento nadie debe desesperarse ni entorpecer el
trabajo de los compañeros responsables, de los oficiales o de los funcionarios,
pidiéndoles armas, porque así no se resiste la agresión.
Lo primero es mantener a toda costa todo
funcionando: las
escuelas, las fábricas, la vida del país, sin apurarse nadie, no es posible que
todos salgan con un fusil a combatir al enemigo. Para combatir al enemigo puede bastar con una
parte solamente, y a nosotros nos toca la tarea de ir llamando a los hombres y
a las mujeres que hagan falta (APLAUSOS).
Por eso, el primer deber, ante una
agresión, es mantener la ecuanimidad, no impacientarse, no desesperarse, sino
esperar, disciplinadamente, a que se les llame, para ir llamando a los que
vayan siendo necesarios; porque no podemos ser víctimas de nuestro propio
entusiasmo, no podemos ser víctimas de nuestra propia exaltación patriótica,
sino recordar estas palabras, seguir realizando las tareas normales, en
cualquier circunstancia; y esperar tranquilos, con una seguridad completa, que
los enemigos que vengan ¡los destruiremos! (APLAUSOS.)
Y vamos a imprimirles más impulso todavía
a las tareas de organización, y más dinamismo todavía a las tareas de
organización; además, aun bajo la lucha, aun bajo las balas, la organización de
batallón tras batallón no se detendrá. Nosotros
tenemos los cuadros para que la instrucción y la organización no se detengan,
bajo ninguna circunstancia, ni aminore el ritmo acelerado que ya tiene hoy, en
que los batallones comienzan a salir en serie, porque ya hemos construido los
moldes (APLAUSOS).
En cualquier circunstancia, sean los que
sean que ataquen, en eso no se cumple más que una ley inexorable de la
historia, una ley invariable de todas las revoluciones: el ataque de la reacción, de la
reacción internacional, la lucha que caracteriza a todas las revoluciones y que
ha sido una ley de la historia del mundo.
Vienen sobre nosotros, como ha ido siempre la reacción contra los
pueblos revolucionarios; pero también hay otra ley inexorable de la historia: los pueblos revolucionarios,
es decir, las revoluciones, ¡no han sido jamás vencidas en la historia del mundo!
(APLAUSOS PROLONGADOS Y EXCLAMACIONES DE:
“¡Venceremos!”), por la fuerza que dimanan, por la solidaridad que
despiertan en los demás pueblos. Vamos a
ver, ¡¿qué pasa en América cuando nos ataquen, directa o indirectamente?!; vamos a ver, ¿cuál es la reacción de los pueblos de
América cuando sepan que en la patria cubana el pueblo heroico y revolucionario
de Cuba está combatiendo de nuevo, no solo hoy, por su libertad y su futuro,
sino está combatiendo por todos los pueblos hermanos del continente?!
(APLAUSOS.)
¡¿Y vamos a ver, vamos a ver cuál es la
reacción cuando sepan del heroísmo de nuestro pueblo; cuando sepan la feroz
resistencia que van a encontrar los enemigos que nos ataquen; cuando sepan que
no hay un solo hombre que abandone su puesto, cuando sepan que no hay una sola
compañía, de soldados o de milicianos, que abandona su posición?! (APLAUSOS
PROLONGADOS); ¡cuando sepan que cada cubano sabe morir en su puesto, y cuando
muere en su puesto sabe también matar a muchos de los que intenten atacar y
avasallar a la patria! (APLAUSOS PROLONGADOS); cuando sepan la entereza con que
los hijos de esta tierra defienden esta tierra, cuando sepan la firmeza con que
los abanderados de la justicia defienden su causa, cuando sepan el honor con
que los libertadores de Cuba y de los pueblos oprimidos... —porque con nuestro
ejemplo, con nuestra victoria, solo con nuestro ejemplo, ¡destruimos!; solo con
nuestra victoria aquí, ¡destruimos!; y somos por eso, con nuestro ejemplo, los
abanderados de todos los pueblos colonizados, explotados, saqueados y oprimidos
del mundo—; cuando sepan el honor con que defendemos esa bandera, con que
defenderemos, desde el primero hasta el último, porque nosotros sí que ¡de
retirada no sabemos! (APLAUSOS PROLONGADOS), ¡nosotros sí que no queremos por
sepultura otra tierra que no sea nuestra tierra! (APLAUSOS PROLONGADOS y
EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!”)
Sean quienes sean los que ataquen, ¡qué
importa! Nuestra ecuanimidad y nuestra calma, que nacen de la seguridad de
nuestra victoria, que nacen de la convicción de nuestro destino, no nos
abandonarán un solo segundo. Aquí se puede repetir hoy lo que dijo el Titán de
Bronce: “¡Quien intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo
anegado en sangre...!” (APLAUSOS PROLONGADOS.) Porque nosotros no tenemos otra consigna que: ¡Patria o muerte!
(APLAUSOS); y solo albergamos una seguridad, ¡que nuestro pueblo vencerá!
(OVACION.)