DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA
REUNION CON LOS EMPLEADOS DEL SECTOR BANCARIO, EFECTUADA EN EL TEATRO PAYRET,
EL 2 DE OCTUBRE DE 1961.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros y
compañeras del sector bancario:
¿Cuál es el motivo de esta asamblea convocada un poco
apresuradamente? Desde luego, en primer
lugar, que nosotros estamos en el deber de todos los problemas siempre tratar
de resolverlos rápidamente. Es decir, no
dejarlos para el mes que viene o para el otro mes. Creo que no es ese un método
revolucionario. El método que deben
tener todos los revolucionarios es resolver los problemas, y resolverlos,
además, con toda la prontitud posible.
¿Por qué en las revoluciones hay que resolver los
problemas con prontitud? Porque la
revolución es un acontecimiento que no tiene esa cachaza que tienen… (APLAUSOS). Los acontecimientos revolucionarios son
acontecimientos donde todos los cambios ocurren vertiginosamente, y requieren,
pues una actitud de rapidez también en el trabajo. ¿Y quién va a saber eso mejor que el sector
bancario?
Nosotros creemos que el sector bancario es uno de los
sectores que sabe mejor, por experiencia propia, lo que es la vertiginosidad de
los cambios revolucionarios (APLAUSOS).
Pero además el sector bancario es uno de los sectores que conoce mejor
que nadie la cantidad de disparates que muchas veces ocurren también dentro de
un proceso revolucionario (APLAUSOS).
Es decir que ustedes saben muy bien —posiblemente
mejor que ningún otro sector, por la función que ustedes desempeñan dentro de
la economía nacional— de cómo la Revolución, en medio de todos sus cambios, que
se producen de manera vertiginosa, que muchas veces improvisa, se cometen
muchos errores, una serie de errores; errores de los cuales lo que debemos
hacer todos los revolucionarios es sacar experiencias, sacar experiencias y
aprovechar las lecciones que de ellas deben derivarse.
Este sector, es un sector que ha estado en el centro,
se puede decir, de toda una serie de transformaciones de carácter económico y
de carácter financiero. Cada una de esas
transformaciones ha afectado, de alguna manera, al sector; ha implicado
trabajos para el sector, ha requerido la participación del sector
bancario. Cada una de las leyes
revolucionarias importantes, de transformación económica y financiera, ha
significado también cambios en las condiciones de trabajo del sector bancario. Y los errores de tipo administrativo que se
cometen, o los apresuramientos en ese orden, han significado también cambios en
la condiciones de trabajo del sector, y ha significado trabajo para los
compañeros del sector.
Y el bancario, por ejemplo, ha sido uno de los
sectores que se ha tenido que sacrificar por la Revolución; ha sido uno de los
sectores que, con motivo de los cambios revolucionarios, ha tenido que trabajar
más arduamente. En realidad, el sector
bancario podía decirse, podía decir: “Bueno, ¿y la Revolución qué ha
significado para mí?” Claro que la
Revolución ha significado para todos, en todos los órdenes; pero también para algunos sectores ha significado mucho
más trabajo. Y para el sector bancario
la Revolución, con sus leyes, ha significado un gran cúmulo de trabajo; un gran
cúmulo de trabajo que se debe —y en parte se hubiera podido evitar—, que en
parte se debe, a la improvisación, y en parte se debe a la falta de previsión,
y que en parte se debe a un mal que nosotros, en la Revolución, tenemos que
combatir duramente, a un vicio que nosotros tenemos que erradicar de la
Revolución. Y ese mal, o ese vicio —como quieran llamarle— es el método
burocrático de trabajo (APLAUSOS PROLONGADOS).
El método burocrático de trabajo, es un método, es un
mal, contra el cual todos los revolucionarios debemos de estar alertas. Es un mal en el que puede caer fácilmente,
incluso, un buen revolucionario. Porque,
sencillamente, es una cuestión de método, pero debe ser también para el
revolucionario una cuestión de principios.
Es decir que por una cuestión de principios el revolucionario debe
evitar caer en el método burocrático de trabajo.
El método burocrático significa el gobernar desde
arriba; el método burocrático significa el decidir desde arriba; significa la
ausencia de contacto entre el que administra, entre el que dirige, entre el que
gobierna, y las masas (APLAUSOS). El
contacto con la base, y el contacto con las masas, hace que las equivocaciones
que pueda cometer un gobernante, o un funcionario administrativo, se reduzcan
al mínimo. Y, además, es lo que hace que
cuando una medida sea necesaria, imprescindible, esa medida, su necesidad, sea
compartida exactamente igual por la masa, por los que trabajan, como por los
que dirigen. Hay medidas que son
innecesarias, que si hubiera contacto con las masas no se realizan.
Ahora, cuando una medida es imprescindible, y es
necesaria, exige más trabajo; si las masas están conscientes de esa necesidad,
entonces, por difícil que sea, esa necesidad se satisface, esa medida se lleva
adelante.
Cuando se planteó el problema de la zafra, el problema
de que hacía falta cortar toda la caña, que había que cultivar toda esa tierra
que estaba, desde hacía muchos años, dedicada a la caña sin cortar, y se
planteó ese problema, y se les planteó a los trabajadores, y se le planteó al
pueblo, entonces, inmediatamente del pueblo, consciente de la necesidad y de la
conveniencia de cortar la caña, surge la iniciativa, surge el entusiasmo a
favor del trabajo voluntario. ¿Es que,
por ejemplo, ese tipo de trabajo voluntario se hubiera podido lograr por una
disposición ministerial? ¿Y si se
hubiera podido trazar sin una explicación, sin explicarle al pueblo esa
necesidad, sin lograr que el pueblo se incorporara espontáneamente a eso? ¿Se podía resolver el problema por alguna
otra vía? No se podía resolver por
ninguna otra vía.
Y cualquier iniciativa, por modesta que sea, siempre
se debe llevar a la masa. Y la
Revolución nos ha enseñado a todos nosotros, que todo lo que se le plantea al
pueblo, y todo lo que surge del pueblo, inmediatamente cobra una fuerza
arrolladora; y que, sin embargo, cualquier cosa que se hace de espaldas al
pueblo, cualquier medida —en un sindicato, en cualquier parte— que se tome
de espaldas a la base, cualquier sacrificio que se le imponga a la base,
entonces crea malestar y crea disgustos, lo mismo que estaría dispuesto a hacer
y mucho más, cuando se consulta con ella, y cuando se le convence que es
necesario hacer un esfuerzo, o es necesario hacer un sacrificio. Ese es el método revolucionario verdadero.
El método burocrático implica el riesgo, incluso, de
sacrificar una serie de principios que son fundamentales para la
Revolución. Y, sobre todo, hacerle
perder, renunciar, a lo que es tan fundamental en la Revolución, como es la
iniciativa, el espíritu creador y el entusiasmo de las masas. Porque una revolución es, sencillamente, una
tarea de pueblo, no es una tarea de funcionarios administrativos, no es una
tarea de dirigentes revolucionarios. Una
revolución es una tarea de pueblo. Y el
método burocrático está en contradicción absoluta con el principio de la
revolución socialista. El verdadero
revolucionario no acude al método burocrático, y tiene siempre muy presente
todos estos problemas.
Cuando se aplica correctamente el método de relación y
de consultas con la masa, entonces infinidad de problemas se obvian y todo
marcha perfectamente bien.
Muchas veces en la calle, o en el centro de trabajo,
se sabe lo que no se sabe desde un cargo de ministro, o desde un alto cargo del
Estado. Cuando se quiere saber sobre
muchos temas, sobre muchas cuestiones, no hay un método mejor que hablar con el
pueblo, hablar con el centro de trabajo, conocer las opiniones, conocer los
problemas.
Eso le permite a todo el que va a tomar una
iniciativa, va a tomar una medida, estar previamente informado de las
circunstancias en que esa medida se va a aplicar.
Ya nosotros sabíamos que en los bancos había un exceso
de trabajo, y habían llegado algunos informes a nosotros de que en los bancos
se estaba trabajando una serie de horas, de tiempo extra; que había un exceso
de trabajo en los bancos, que los bancos se habían sobrecargado como
consecuencia de todas las nuevas funciones que los bancos habían asumido. Ya, incluso, estábamos tomando una serie de
medidas para empezar a resolver ese problema.
Pero fue la circunstancia de haber pasado nosotros el último viernes por
un centro de trabajo, es decir, ya de retirada de nuestro trabajo, y
encontrarnos que a la 1:00 de la mañana, en un banco, los trabajadores bancarios
estaban todavía allí, un viernes, a la 1:00 de la mañana. Entonces nosotros sentimos curiosidad por
conocer directamente cuál era la razón por la cual se había acumulado ese
exceso tan grande de trabajo, y también para conocer la opinión de los trabajadores
de aquel centro e informarnos más directamente del problema.
Nosotros ya sabíamos que los compañeros del sindicato
se habían reunido con el compañero que está desempeñando interinamente el cargo
de Presidente del Banco Nacional, y ellos, a su vez, estaban estudiando todas
estas cuestiones. Nosotros, de la
conversación sostenida allí con aquellos trabajadores, sacamos la conclusión de
que era necesario afrontar el problema, todavía con más energía y afrontarlo más
rápidamente, discutirlo y analizarlo; que no era un problema, en las
condiciones en que estaba realizándose el trabajo, de retardar su solución.
En realidad, el análisis de una serie de cosas que han
estado pasando era indignante, y sinceramente, saqué de aquella conversación
con los trabajadores bancarios una mejor opinión, todavía, de la que tenía de
los trabajadores bancarios (APLAUSOS).
Nosotros sabíamos del número de trabajadores del sector que había
desertado del sector; nosotros sabíamos de los que habían renunciado, de los
que se habían marchado, incluso de los que habían emigrado al extranjero. Y sin embargo, el saber todo el trabajo, todo
el esfuerzo y toda la prueba que ha significado para los trabajadores bancarios
los trabajos y los sacrificios de los últimos meses y el entusiasmo y la fe en
la Revolución que, a pesar de todo eso, había en la inmensa mayoría de los
trabajadores bancarios (APLAUSOS PROLONGADOS), trabajo, esfuerzo y sacrificio
realizado sin protesta alguna, demuestra que hay en el sector bancario, y más
aún después de esas autodepuraciones, una masa buena, una masa competente, una
masa trabajadora, y una masa revolucionaria.
Debemos decir que, incluso, hay otro índice que es,
realmente, muy bueno. Nosotros habíamos
comenzado un plan con el objeto de preparar un personal para cubrir ciertas
vacantes en los bancos, un plan relacionado con el plan que tenemos de
educación masiva del pueblo, de la escuelas nocturnas, de matricular en esas
escuelas no menos de 20 000 muchachas que actualmente hacen trabajos mal
remunerados, en muchos casos humillantes.
Y nosotros supimos del entusiasmo y la verdadera alegría con que, en los
sectores de trabajo, recibieron la iniciativa de enviar 45 muchachas de las
escuelas nocturnas —domésticas— a empezar a trabajar en los bancos (APLAUSOS
PROLONGADOS).
Y eso para nosotros fue también una importante prueba
del espíritu revolucionario del sector: la disposición en que estaban los
compañeros, incluso, de enseñar a ese personal, y de capacitarlo, por lo cual
nosotros estamos seguros de que ustedes van a hacer un personal, y un personal
que les va a estar a ustedes eternamente agradecido de la oportunidad y de las
enseñanzas que ustedes le faciliten.
Pero bien, el hecho cierto es que ese día, en el
banco, estaban trabajando a la 1:00 de la mañana, y que, además, posiblemente
se iba a tener que quedar hasta las 5:00 o las 6:00 de la mañana
trabajando. Nosotros empezamos a
preguntar una serie de cosas. De la opinión
de los trabajadores de ese centro, nosotros pudimos conocer toda una serie de
medidas, que muchas veces sobrecargaban innecesariamente el trabajo, que muchas
veces sobrecargaban injustamente el trabajo, que muchas veces sobrecargaban
arbitrariamente el trabajo, sin que, posiblemente, los responsables de tales
medidas, ni siquiera se dieran cuenta de cuáles eran las consecuencias de las
disposiciones y de las resoluciones.
Nosotros, que ya veníamos preocupados por este
problema, que sabíamos también que era preocupación de los compañeros del
sindicato, que era preocupación del compañero Presidente de la Junta, el
compañero Ministro de Economía, que actualmente está de Presidente en el Banco,
la situación que existía en los bancos nos vino a dar una idea de que, en este
problema, como en otros problemas relacionados con este, nosotros hemos actuado
mal; nosotros hemos actuado deficientemente.
Habrá otros campos en que el resultado del esfuerzo haya sido un gran
resultado y se haya abordado toda una serie de problemas con acierto, pero hay
otros problemas en que nosotros hemos estado muy desacertados, y que el
desacierto, en otros órdenes, ha contribuido a crear esa sobrecarga de trabajo
que cayó sobre los bancos, tal como es el caso de la política nuestra con la
plantilla suplementaria.
La plantilla suplementaria tuvo un móvil honesto. Porque ustedes, en las equivocaciones de la
Revolución, hay algo que se van a encontrar casi constantemente, y es: las buenas
intenciones. No en balde alguien dijo
que “de buenas intenciones estaba empedrado el camino del Infierno”, y es
verdad… es verdad… es sencillamente verdad.
Muchas veces, uno le reprocha a un compañero seriamente una
equivocación, y cuando va al fondo de la equivocación, se encuentra que era un
compañero de los más celosos, de los más entusiastas, y que, con la mejor
intención del mundo, se equivocó, hizo algo que estaba completamente
equivocado. Muchas veces, hasta la
indignación se tiene que calmar cuando se descubre, realmente, toda la buena
intención que había detrás de algún trabajo, de alguna actividad.
La plantilla suplementaria tuvo una intención honesta,
una intención buena. Ustedes saben que
todo el aparato administrativo del Estado era, y en parte todavía es, una
basura (RISAS Y APLAUSOS). Era, porque,
como ustedes saben, el aparato administrativo del Estado era el lugar donde iba
a parar todo el que tenía influencia o todo el que, después de gran esfuerzo y
mil sacrificios y mil pruebas, podía ingresar en él. Y en un país subdesarrollado, de mucho
desempleo, todo el mundo tenía como suprema aspiración, o mucha gente,
engancharse a trabajar en un ministerio, cómo podía empezar a trabajar y a
obtener su sueldecito, que al fin y al cabo era un sueldecito modesto, pero que
conseguirse un puesto en el Estado era poner “una pica en Flandes”, y todo el
mundo aspiraba a tener un puesto en el Estado, lo cual estaba, además,
vinculado con todo el procedimiento politiquero que había en nuestro país, de
privilegios y de favores, en que para nada se tenía en cuenta la capacidad del
funcionario, e incluso, con los cambios de los políticos…
Había veces que un político tenía una gran influencia,
llenaba el ministerio o los aparatos del Estado con sus amigos. De repente, la influencia de ese político
decaía, tenía un problema con el grupo más fuerte dentro del gobierno, tenía un
problema con la camarilla influyente en ese momento, y entonces empezaban a
botar a todos sus amigos de los ministerios.
Y así era:
quita y pon, saca, etcétera.
Entonces, el que había pasado todo ese vendaval, era un tipo de
funcionario que vivía ahí, como deseoso de que ni siquiera se enteraran de que
vivía (RISAS), para que en una de esas botaderas de la tendencia tal o de la
tendencia más cual, no lo limpiaran a él también de paso y lo dejaran en la
calle (RISAS).
Y, vamos a ser francos, a ninguno de nosotros, los
revolucionarios que estábamos en la lucha activa e intensa contra el sistema
social y el régimen de gobierno imperante, nos había pasado nunca por la mente
que el sacrificio de los combatientes y el esfuerzo que estaba haciendo el
pueblo en la lucha, fuese a ser, ni muchos menos, para cometer injusticias o
para satisfacer ambiciones personales, o para favorecer a nuestros amigos, ni
perseguir a nuestros enemigos.
La gran verdad es que, cuando la Revolución llegó al
poder, el día Primero de Enero, el poder estaba en manos de cualquiera, menos
de los revolucionarios. ¿Qué pasó…? Y esa es la verdad. ¿Qué pasó el día Primero de Enero? El día Primero de Enero, aquí, en la capital
de la República, se armó una arrebatiña (RISAS) por los uniformes, por las
armas, por los puestos, por los cargos y todo, que cuando nosotros llegamos
aquí el día 8, ya los ministerios todos estaban tomados (RISAS). Ya una gran cantidad de gente estaba botada y
otra cantidad de gente estaba instalada.
Bueno, magnífico, yo creo que, efectivamente, había que limpiar. Claro, ojalá la limpieza se hubiera podido
hacer con orden, y con estricta justicia.
Muy de acuerdo que había una serie de cargos y de trabajos que había que
poner a revolucionarios en esos cargos y esos trabajos, sobre todo, por poner a
aquellos que habían luchado, y en los cuales se podía confiar. Pero ese no era el caos, sino que muchas
veces el más honrado es el que se queda en su casa, el más responsable; el más
oportunista, el más aprovechado, es el que corre, y entonces se aprovecha de
esas condiciones. Mucha gente a la que
nunca se le ocurrió hacer absolutamente nada, pues, entonces esperan ese
momento y se movilizan en ese momento para obtener ciertos beneficios de tipo
personal.
Pero, además, había otra cosa: nosotros éramos unos ignorantes sobre
los problemas del Estado; es decir, éramos unos ignorantes sobre el problema de
todo ese aparato administrativo del Estado y sobre el funcionamiento de todo
eso; para nosotros era una cuestión global.
Nosotros veíamos el problema de la Revolución a través de una serie de
conceptos y de ideas fundamentales, pero en realidad todos esos trámites que
los políticos conocían perfectamente bien no los conocíamos nosotros.
Los políticos sabían, en un ministerio, cuántos
departamentos había, cuántas secciones, cuántos despachos, cuántos cargos,
cuántas nóminas; los políticos sabían todo aquello de las categorías que había
en cada ministerio… ¿Cómo se llaman…? Los de plantilla, los otros… “oficial clase A”,
“clase B”, “clase C” (RISAS), “clase D”, “clase E”; cuánto ganaban, qué hacían.
Y hubo gente aquí, un poco más viva y un poco más
despabilada, que inmediatamente que llegó el día 1ro, empezaron a repartir
cargos: cargo
por aquí, cargo por allá, cargo por allá, buscaron a sus amigos y los pusieron
allí; y cada amigo hizo exactamente lo mismo.
Sí, había gente revolucionaria que, efectivamente, nadie le podía negar
el derecho a trabajar, y trabajaban; pero había mucha gente que comenzaba a
trabajar por razones exclusivamente de amistad.
El Estado estaba divido en 10 000 organismos: autónomos,
semiautónomos… cada caja de retiro era una caja independiente, cada retiro era
un organismo autónomo independiente;
además de eso, había un sinnúmero de organismos, aparte de las cajas de
retiro. Y yo recuerdo que lo que había
en el Palacio Presidencial por aquellos días era la lista de cuántos organismos
había y a quién iban a poner en cada uno; y el grupito que se aglutinó allí, en
torno a aquel señor que estuvo los primeros días (RISAS), grupito vivo, que
enseguida empezó a usar las armas de la “guataquería” y de la camarilla, pues
empezaron a influir para la ocupación, prácticamente por asalto, de todos esos
organismos. Nosotros, de verdad que no
sabíamos ni cuántos organismos eran ni dónde estaban, y de todo el aparato
burocrático del Estado conocíamos muy poco.
Entonces, los primeros meses de la Revolución, el
aparato del Estado continuó siendo el mismo que antes, con otras gentes; muchas
de las cuales, pues, era gente que no tenía nada de revolucionaria, y de gente
que muchas veces después que lo hacían presidente de un organismo de esos,
entonces no querían que ese organismo desapareciera, y resistían por mantener
ese organismo; hacían política personal en esos departamentos.
Entonces, aquel aparato del Estado era un aparato del
Estado inservible, que no se sabe lo que le ha costado a la República. Basta poner un ejemplo: el país se tiene que gastar casi 200 millones
de pesos en pensiones, jubilaciones y retiros, de los cuales casi 200 millones
de pesos, las jubilaciones y pensiones obreras son apenas unos 50 millones de
pesos; es decir que la gran masa
trabajadora del país, productora de riquezas materiales y de bienes de todo
tipo, está representada, en el pasivo que hoy se tiene que gastar la economía
nacional, en la cuarta parte, y las tres cuartas partes restantes son
obligaciones pasivas que tiene el Estado provenientes, en realidad, de
funcionarios y empleados del Estado.
Ese dato da una idea de lo que era el aparato
burocrático de nuestro país. Claro que
en todo eso estaba incluido ejército, marina, policía, pero que actualmente
esta generación y la economía del país tienen que satisfacer todos esos
pasivos. Y es lógico que lo hagan; ¿qué
se va a hacer?, ¿qué culpa tiene un ciudadano que no tuvo otro empleo de una
oficina del Estado, y que después de estar 30 años allí, sentado humildemente,
pasando sofocones de todas clases (RISAS), se retiró? ¡La Revolución no va a venir a quitarle su
retiro!, la Revolución no puede hacer eso, eso no sería justo; pero que el dato
nos da una idea de cómo estaba distribuida la riqueza nacional, qué significó
para la economía nacional todo el aparato civil, el aparato político, el
aparato burocrático del Estado.
Ese aparato durante los primeros meses continuó
exactamente igual. Después comenzó la
reestructuración, era imprescindible reestructurar todo aquello, aunque, desde
luego, aquello no se podía reestructurar en un día. Y desde entonces, en todos estos tres años,
ha tenido lugar un proceso de reestructuración de todos los organismos del
Estado, al mismo tiempo que se reestructura toda la economía y toda la vida
nacional. Todo eso se ha ido haciendo
durante este proceso.
Ahora bien, como los ministerios se habían llenado,
los primeros meses, otra vez, prácticamente el mismo número de empleados, en el
mismo aparato, cuando venía la reestructuración de un ministerio, o el cambio
de las funciones de ese ministerio, o cuando otro organismo asumía las
funciones, resultaba que podía haber un excedente de 200, 300, 500, hasta
1 000 personas, en un ministerio.
Para que esas personas no fuesen a quedar en la calle, sin trabajo,
entonces se ideó la plantilla suplementaria; en dos palabras: se ideó subsidiar a esos empleados,
mientras no estuviesen desempeñando otro trabajo, es decir, por no dejar en la
calle a nadie.
Pero la plantilla suplementaria no se concibió como
una institución permanente, o como una institución similar a lo que se ha
convertido la plantilla suplementaria.
La plantilla suplementaria debió haber sido acompañada de un programa de
superación y de estudios para todos los empleados que estaban en esa plantilla
suplementaria, en curso de capacitación, y esa fue la idea original. Pero, ¿qué pasó? Durante los primeros meses funcionaron
algunos de esos cursos, en el antiguo Tribunal de Cuentas; después, aquellos
cursos se paralizaron, la plantilla pasó a otra dependencia, y los cursos
quedaron totalmente paralizados.
Entonces, ¿qué ocurría? En muchos departamentos, en muchos
departamentos, constantemente mandando personal para la plantilla
suplementaria.
Se suponía que había que mandar el personal con el
presupuesto; ahora, el presupuesto sí lo mandaban, pero después, en el otro
presupuesto, si traían gente nueva, pues pedían presupuesto para aquel
personal.
Hay dos tipos de funcionarios. Hay el funcionario que llega a un
departamento y se encuentra que un personal no es precisamente de primera;
puede tener dos actitudes:
una, luchar con aquel personal, tratar de mejorar aquel personal,
tratar de trabajar con aquel personal; otra, sacar a toda aquella gente que no
le gusta y mandarla para la plantilla suplementaria, a toda aquella gente que
no crea competente. Claro, ese es un
camino muy cómodo para cualquier funcionario.
Desde que no es lo mismo el caso cuando un departamento completo se
suprime y cuando ya no tiene dónde darle trabajo a aquel personal.
Hay el caso también del personal que está menos
preparado o menos competente, o le parece que es menos competente: ¡Plum!, ¡lo manda
para la plantilla suplementaria!
Entonces, la plantilla suplementaria se estaba
convirtiendo en una institución donde todo nuevo funcionario enviaba a la
gente, pero lo peor de todo es que lo estaba haciendo por su cuenta; no había
control, cada funcionario tenía la facultad de enviar a la plantilla
suplementaria a discreción. La primera
medida que nosotros, al darnos cuenta de esa situación, nos vimos obligados a
tomar, fue establecer el principio de que ningún funcionario puede mandar a nadie
a la plantilla suplementaria sin consulta previa con la Junta Central de
Planificación. Porque la experiencia nos
ha enseñado a nosotros que todo lo que se hace a discreción sale mal, todo lo
que se hace a discreción, siempre es fuente de toda una serie de vicios y de
errores. En eso se estaba convirtiendo
la plantilla suplementaria.
Pero, además, el gobierno no adoptó las medidas
pertinentes para aprovechar la circunstancia de tener 3 000, 4 000,
5 000, 6 000 personas en una plantilla suplementaria, a fin de
organizar cursos de preparación y de superación con ese personal.
¿Qué hicimos?
Mandamos al personal para la plantilla suplementaria. ¿No fue para la calle? ¡Muy bien!, no fue para la calle, no, siguen
cobrando. Pero, en el fondo, no nos
habíamos estado dando cuenta que a muchas personas, con eso lo que estábamos
era ofendiéndolas, con eso lo que estábamos era hiriéndolas.
Y lo más triste de todo es que en la plantilla suplementaria hay
personal competente (APLAUSOS), incluso hay muchos casos de personas
revolucionarias que están en la plantilla suplementaria (APLAUSOS); personal al
cual nosotros hemos estado pagándole, lo cual, para muchas personas, ha
constituido una verdadera humillación, se han sentido como obligadas a ser “botelleras”,
que es la sensación que experimenta cualquier persona que está en su casa, no
le asignan una tarea. Y en cambio está
cobrando todos los meses un sueldo. De
donde una institución que se había organizado con las mejores intenciones,
estaba convertida en una institución que es una verdadera vergüenza de la
Revolución.
¿Qué es lo que debimos haber hecho? Pues, sencillamente, debimos haber
aprovechado ese gasto que estaba haciendo el Estado para preparar a ese
personal, porque a veces ocurría que el motivo por el cual no podía prestar un
servicio útil en un departamento es porque no sabía mecanografía, o porque no
sabía taquigrafía, o porque no sabía otra cosa.
Entonces, pedían personal de plantilla suplementaria. ¿Pedían mecanógrafos?, no había
mecanógrafos. ¡Ah!, pero, ¿por qué no
había mecanógrafos? No había
mecanógrafos, porque nosotros no habíamos organizado escuelas de mecanografía,
y de taquigrafía, y de todo lo que fuera necesario, con el personal de la
plantilla suplementaria (APLAUSOS).
¿Es que acaso el Gobierno Revolucionario no podía haber
organizado un curso para unos cuantos miles de personas? ¿Y las decenas de miles de personas que
tenemos en distintos cursos?, las decenas de miles de personas que hemos traído
de los rincones más apartados de las montañas que, incluso, había que buscarles
albergue, había que preparar alojamiento para ellos; decenas de miles de
campesinos que están estudiando, que ha habido que transportarlos, que darles
alojamiento, prepararlo todo. Cuánto más
fácil no era eso con personas que ya vivían en determinado lugar y que no
tenían problemas de alojamiento de ninguna clase, y que no era cuestión más que
de preparar locales, buscar profesores y buscar material para dar esos cursos.
El Estado podía perfectamente haber organizado esos
cursos, y decirles entonces a las personas que estaban en la plantilla
suplementaria: “El
Estado le paga a usted y lo único que quiere de usted no es que vaya a la
oficina, sino que vaya a pasar este curso, lo que usted guste estudiar.”
Porque, en dos palabras, en 6 000, en 7 000, o en 8 000
personas, ¿qué no se puede sacar de un número tan alto de personas? Bien puede haber personas que sean
completamente incompetentes, incapaces, falta de espíritu, de voluntad o de
algo, pero de esas personas se pueden sacar...
hasta ingenieros se pueden sacar de ahí; de 8 000 personas puestas
a estudiar, se puede sacar cualquier cosa; es un número alto de personas, eso
es indiscutible.
Y nosotros hemos tenido a miles de personas, durante
casi un año, sin hacer nada; nosotros hemos estado incurriendo en ese bochorno
y en esa vergüenza, porque para una revolución eso, sencillamente, tiene que
ser una vergüenza. Y esa es la
verdad: que hemos tenido a miles de
personas, pagándoles, sin haberles organizado absolutamente nada —como no sea en los primeros meses—
para capacitar y preparar a esas personas.
La información de la plantilla suplementaria, cuando
se pidió al departamento que tiene que ver con la plantilla suplementaria
cuánto había en la plantilla, que dijera, mes por mes, cuánto había; entonces
resultó que había cerca de 8 000 en enero, un poquito menos en febrero, en
marzo —estaba como por 7 000 en
marzo—; de repente saltaba al mes de septiembre, a 9 000 personas en la
plantilla suplementaria. Bueno, 9 000
personas, con lo que cuesta en la plantilla suplementaria 9 000 personas,
se puede pagar 15 000 maestros, de acuerdo con lo que se les estaba
pagando a los maestros de las aulas que se iniciaron el primer año, cuyo sueldo
va ascendiendo por meses. Y la triste
realidad es que teníamos 9 000 personas sin hacer nada en la plantilla
suplementaria, y sin estarlas preparando para nada. Entonces, aquí viene algo que está en
relación con la cuestión de los bancos.
¿Por qué hubo ese ascenso abrupto de 7 000 a 9 000 en la
plantilla suplementaria? ¡Ah!, porque
había 1 500 empleados de las zonas fiscales que desde el mes de julio habían
pasado a la plantilla suplementaria.
Señores, ¿y será posible que nosotros pasáramos a la
plantilla suplementaria, de una vez, 1 500 personas, y las hayamos tenido ahí
tres o cuatro meses sin hacer absolutamente nada, mientras el trabajo de
aquellas 1 500 personas pasaba a los bancos?
Otro departamento completo del Ministerio de Hacienda
que había desaparecido, que eran como 400 ó 500 personas más: para la plantilla suplementaria. Es decir que mientras nosotros estábamos
mandando personas para la plantilla suplementaria, el trabajo en los bancos iba
creciendo, y creciendo y creciendo.
Entonces, en los bancos se iban acumulando todas las cuestiones.
¿Que se hace la Ley de Reforma Urbana? Y pasa el cobro, y todo el trasiego de los
cobros y los pagos para los bancos; una cantidad de trabajo abrumador. ¿Que se reestructuran las funciones del
Estado, el pago de los impuestos se va a dejar de pagar a la zona fiscal, se va
a refundir en los bancos, es decir, en el aparato financiero del Estado, todas
esas funciones? Y pasa para todos los
bancos el cobro de los impuestos que antes se hacían en las zonas
fiscales. ¿Que la chapa? A pagarla también en los bancos. ¿Que viene el cambio de moneda? Y se acumulan un montón de miles y decenas de
miles de cuentas en el banco (APLAUSOS).
Entonces, ¿qué hemos hecho nosotros? Les hemos ido acumulando a los bancos
funciones, y funciones, y más funciones y más funciones, mientras por otro lado
no hemos hecho absolutamente nada previsoramente para, en el orden del trabajo
en cada uno de esos centros, crear las condiciones mediante las cuales los
bancos hayan podido asumir todas esas funciones. Así que mientras por un lado hay disminución
de personal, con motivo de las deserciones, por otro lado aumento infinito de
funciones en los bancos.
y esa realidad que estaban confrontando los
trabajadores en la base, en sus centros de trabajo, que significaba más
trabajo, y más trabajo y más trabajo, no había sido acompañada por una
preocupación del gobierno de preparar las condiciones para que los bancos
pudieran desempeñar todas esas funciones que les estábamos dando.
Estaba muy bien, desde el punto de vista de las
transformaciones que tienen que llevarse a cabo en nuestro país, toda una serie
de cambios en virtud de los cuales han pasado a los bancos todas esas
funciones. La cuestión, desde el punto
de vista de las funciones, en lo fundamental no tiene nada de objetable; desde
el punto de vista de los cambios estructurales, no tiene nada de
objetable. Lo que sí tiene de objetable
es que nosotros nos empachemos con una indigestión de transformaciones, y que
sean transformaciones de tipo teórico (APLAUSOS), sean transformaciones de
carácter burocrático.
Es decir que se hagan todas esas transformaciones —que
está muy bien hacer—, y en cambio no vayan acompañadas de todas las medidas que
deben acompañar esas transformaciones.
Por lo tanto, aquí tenemos que censurarnos dos cosas
muy seriamente: mientras por un lado
teníamos miles y miles de gentes a las que teníamos humilladas, pagándoles un
sueldo, convertidas prácticamente en “botelleras”,
en contra de la voluntad de muchas de ellas, perdiendo su tiempo, por otro lado
recargábamos a los bancos de todas las funciones imaginables, y no
acompañábamos ese cambio de funciones de una preparación previa y previsora del
personal suficiente y de las condiciones para que los bancos pudieran
desempeñar esas funciones.
Y un burócrata puede dictar una disposición de
cualquier tipo; la dicta, y se acabó. Lo
malo es cuando esa disposición significa una carga abrumadora de trabajo para
las personas, y que ni siquiera se dé cuenta de eso. Y, honestamente, nosotros debemos analizar
que hemos incurrido en esas dos grandes irresponsabilidades.
Porque, cuando se va a hacer una medida determinada,
es necesario estudiar las condiciones en medio de las cuales se va a implantar
esa medida, y los requisitos para que esas medidas se lleven a vías de hecho,
previsoramente, sobre todo cuando hay tiempo.
Cuando se trata de una invasión, usted no le va a decir al enemigo: “Mira, espérame
ahí, que voy a preparar un grupo de artilleros” (APLAUSOS). Entonces, en ese momento hay que llevar al
artillero aunque nada más haya dado tres clases de artillería, y hay que
movilizar todos los recursos en las condiciones en que se encuentren, porque es
una situación de emergencia, una situación excepcional, una situación en que lo
que en ese momento hay que hacer es, sencillamente, afrontarla.
Pero cuando muchas de las medidas se pueden tomar con
tiempo, ¿qué necesidad hay de indigestarse?, ¿qué necesidad hay de ser
imprevisores? Cuando lo que se puede
hacer el mes que viene, se puede hacer bien tomando todas las medidas y todos
los requisitos previos, entonces, ¿por qué lo vamos a hacer este mes? Si es una cuestión o un problema que no
exige, imprescindiblemente, hacerlo este mes, si este mes no tenemos preparadas
las condiciones para tomar esas medidas.
Y esa es la verdad: que en toda esa serie de medidas que
se han tomado con respecto a los bancos, no se consideraron todos los
requisitos previos para hacerlas; de lo contrario, se habrían hecho mejor.
Y ese problema no es solo problema de los bancos;
estos problemas han pasado en muchos departamentos del Estado, por la misma
manía de indigestarse con medidas que no toman en consideración todos los
requisitos previos antes de llevarse a la práctica, en definitiva por una misma
causa: por espíritu burocrático, por
métodos burocráticos de trabajo, que es muy conveniente que nosotros señalemos
aquí para que sirva de orientación a todos los compañeros de la Revolución, que
sirva de orientación a todos los revolucionarios y sirva de orientación a las
masas, porque, en definitiva, mientras más grado de preparación y de cultura
política tengan las masas, es mucho más difícil que se cometan errores, o al
menos, que cuando los errores se cometan no se superen inmediatamente.
Porque el problema no era ese solo. Encima de haber recargado de trabajo todos
los bancos sin haber tomado medidas previas, mientras dejábamos en el abandono
a 9 000 personas en la plantilla suplementaria, como si todo eso fuera
poco, el dictado de una serie de medidas en cualquier momento que venían,
precisamente, a agravar todos esos males.
Como si no fuera poco el trabajo que tenían ya todos los bancos,
sobrecargados de funciones y con menos personal, encima de eso, venían las
medidas de última hora. Tal como la
medida de “los balances que se presenten el día 2 o el día 3…” (APLAUSOS). Bueno, pues, vamos a analizar algunos casos.
El viernes, a la hora ya en que, incluso, muchos
empleados se han marchado, la orden —fíjense ustedes—, la orden de que los
balances había que presentarlos el lunes.
Es decir que los balances se venían presentando, mes por mes, el día 2 o
el día 3. ¿Se desea hacer el balance con
el fin de mes? Muy bien: avíselo por lo
menos con un mes de anticipación (APLAUSOS).
Y entonces, avisándolo con un mes de anticipación, ¿qué le costaba a la
Revolución?, ¿qué perdía la Revolución y qué perdía el país, sencillamente
posponiendo 30 días aquella “maravillosa” orden que se le había ocurrido a un
funcionario? (RISAS.)
Es muy sencillo: el viernes, por la tarde o por la
noche, se da la orden. ¿A quién se
consultó? Se pregunta: ¿De dónde vino esa orden? ¿Dictó el compañero Ministro esa orden? No.
¿Se consultó esa orden con el sindicato?
¿Se consultó con la base, para ver si había condiciones allí para poder
realizar el trabajo? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) No.
Sencillamente un funcionario determinado, en una dependencia
determinada, el viernes por la tarde dicta esa orden. Resultado: una orden que afecta a 3 000
ó 4 000 trabajadores; una orden que
muy bien podía haber esperado hasta el otro mes; una orden que muy bien, antes
de haberse dictado, podían haber hablado con los compañeros del sindicato,
podían haber consultado con los administradores del centro de trabajo y
preguntarles de qué personal disponían.
Porque eso es como el general que desde un estado mayor, sin averiguar
cuántos hombres hay, cuántas municiones, cuánta pólvora, y cuál es la situación
allí en el frente, dice: “Tomen esa
fortaleza a las 3:00 de la mañana” (APLAUSOS).
¿Y por qué no llamar siquiera un administrador de un
banco, no consultar con los trabajadores, no consultar con el sindicato, con la
representación de los trabajadores? Y
entonces, ¿cómo se puede calificar tal orden, tal método de trabajo cómo se
puede calificar? Es sencillamente un
método de trabajo burocrático, es sencillamente eso; no hay que darle más
vueltas.
Coincidente con eso, llega también la orden de que el
pago por epígrafes que se estaba haciendo de los impuestos, ya no era por
epígrafes, ya era por otra cosa (APLAUSOS).
¡Exactamente a fin de mes!, ¡como si se hubiera trastornado el mundo por
haber planteado eso con publicidad previa, consulta previa, estudio previo de
las condiciones, y plantearlo con un mes de anticipación! Otro método burocrático de trabajo para el
cual no se consultó con nadie. El
sindicato ni se enteró de eso.
Bien. ¿Es el
único disparate que se ha ordenado?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”) No. Otro día llegó una orden de que todas las
cuentas tendrían que estar ubicadas en el lugar de la residencia. En virtud de una de esas órdenes, las cuentas
de la compañía cubana de electricidad le cayeron a una agencia donde había 11
empleados (RISAS). ¡Figúrense, con la
concentración de bancos que había en la Habana Vieja! ¿Se discutió con los centros de trabajo, con
la representación de los trabajadores?
No se consultó con nadie.
Entonces hay una cosa clara y evidente: que si no se trabajara con métodos
burocráticos, y si en cada uno de los cambios que se va a hacer se toman en
cuenta las condiciones, la base; si los funcionarios no se creen unos señores
todopoderosos, porque eso es confundir el socialismo con el feudalismo…
(APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE:
“¡Fidel, Fidel!”)
Ese es el problema de la confusión de ideas que tiene
alguna gente. ¿Quién les ha dicho a
ellos, a los que opinen que esos son métodos adecuados, que esos sean métodos
socialistas? Esos métodos son
feudalistas, y si no feudalistas son por lo menos burgueses, de alta burguesía
(APLAUSOS), métodos de superintendente de banco yanki (RISAS). ¡Qué!: ¿Es la época en que cada
superintendente de banco hacía lo que le daba la real gana? No señor.
¿La época en que cada superintendente resolvía el problema sin tomar en
cuenta para nada a los trabajadores? No
señor. ¡Ese jamás será un método
socialista!, ¡ese jamás será un método revolucionario!
¿De dónde nace esa confusión? De la falta de concepción clara de los
problemas. El método capitalista es un
método antipopular por excelencia; no cuenta para nada el pueblo, no cuenta
para nada las masas. El método
capitalista es un método burocrático por excelencia, en que los cargos se
reparten, los funcionarios actúan sin importarles un bledo la opinión ni los
intereses del pueblo; cada señor dueño de un banco, es un señor feudal que hace
lo que le da la gana en el banco. Y los
bancos ustedes sabían lo que eran mejor que nadie.
¿Cuál era la función de los bancos? Los dueños de los bancos recogían el dinero
de los ahorristas, y entonces con el dinero de los ahorristas hacían negocio: prestaban el dinero
de los que ahorraban en el banco a determinado tipo de interés. El capital, gran capital financiero, se ha
formado, fundamentalmente, a través de ese procedimiento de manejar los ahorros
del pueblo. Entonces ellos se tomaban la
facultad de prestarlo para tal cosa o para otra cosa, a tal interés. Eso era un banco: un señor que recogía el dinero de
todos los que allí depositaban dinero, y entonces utilizaba ese dinero en su
propio provecho, en su propio beneficio; él manejaba aquel dinero prácticamente
como si fuera su dinero. Después, todo
ese sistema estaba protegido por el Estado, todo ese sistema estaba protegido
por el Banco Nacional por la política del Estado.
La Revolución nacionaliza los bancos. ¿Qué significa eso? Significa que todos los centros bancarios
pasan a formar una sola institución bancaria nacional, y significa que todos
los trabajadores bancarios dejan de ser trabajadores de Don Fulano y de la
compañía tal americana, para trabajar en beneficio de la nación; significa que
todo lo que mejorara su trabajo iba a mejorar la economía de la nación, iba a
beneficiar al país, no iba a beneficiar a un magnate cualquiera. Eso significaba, en primer término, la
nacionalización.
En segundo lugar, significaba que los trabajadores iban
a dejar de ser trabajadores de míster tal o de don tal, y se iban a convertir
en trabajadores de la nación, que iban a trabajar para la nación y que el poder
que estaba en la nación era poder revolucionario, un poder que tiene su apoyo y
tiene su fuerza en las masas del pueblo; es decir, tiene su apoyo y su fuerza
en la masa obrera, en la masa campesina, en los trabajadores manuales e
intelectuales. Es decir, no un Estado
que exista para los parásitos y para el parasitismo; no un Estado explotador,
sino un poder que representa la voluntad y los intereses de las grandes
mayorías de la nación, de los trabajadores de la nación: ¡el Estado antiparasitario por
excelencia!, ¡el Estado de los que trabajan y de los que producen!
Naturalmente que las relaciones cambiaban en el centro
de trabajo. Ya no había un antagonismo
entre el patrón particular y el trabajador de aquel centro; el antagonismo
desaparecía desde el momento en que la propiedad privada de aquel centro de
trabajo desaparecía y pasaba a ser una propiedad de la nación, una propiedad
del pueblo; el antagonismo desaparecía desde el momento en que no se estaba
trabajando en beneficio de particulares de ninguna clase, sino que el trabajo y
el excedente del trabajo no iba a parar a los bolsillos particulares de los
magnates, sino que iba a parar a la economía nacional, para el desarrollo de la
economía nacional y para todos los servicios que había que brindarle al
pueblo. Desaparecía el antagonismo de
clases al desaparecer aquella relación entre explotadores y explotados. Naturalmente que la relación tenía que ser
una relación distinta. ¿Por qué? Porque los intereses representados en el poder
del Estado eran los intereses de los mismos que estaban trabajando en todos
esos centro de trabajo.
¿Qué ocurre cuando se nacionaliza una empresa? En aquel banco se produce una relación nueva,
se produce una fusión de intereses entre los intereses del que trabaja. Desde ese momento un trabajador no empieza a
trabajar para un particular:
trabaja para la nación, trabaja en su propio beneficio, porque
todos aquellos bienes dejaron de ser bienes particulares para ser bienes
nacionales; se produce una fusión de intereses.
¿De quién es ahora uno de esos bancos?
De la nación, del pueblo. Si uno
de esos bancos deja un millón de pesos de utilidades, como cualquier fábrica,
como la compañía eléctrica, significa que ese millón de pesos, o los millones
que dejaba la compañía eléctrica, no va a parar a manos de los monopolios. Ese millón de pesos se invierte, o esos
millones de pesos de la compañía eléctrica, se invierten en hacer nuevas
plantas o se invierten en el desarrollo de la economía en cualquier sentido, o
se invierten en un servicio al pueblo.
Sencillamente al pueblo van directamente todos aquellos beneficios que antes
iban al extranjero.
El que trabajaba antes en un banco extranjero, estaba
trabajando para el extranjero, estaba trabajando para los intereses privados de
la compañía que era propietaria de ese banco.
Y hoy está trabajando para el pueblo.
Ha desaparecido el antagonismo de clases, el
antagonismo de intereses ha desaparecido en ese centro de trabajo. Por lo tanto, al desaparecer ese antagonismo
se produce una fusión de intereses, puesto que el interés del obrero, es el
mismo interés de la nación.
El hecho de que ya las relaciones haya que mirarlas de
manera distinta entre administración y trabajador, no significaba de ninguna
manera, ni puede significar de ninguna
manera, que los trabajadores no tengan que contar. Entonces, aquí ha habido una confusión
mental. Vamos a analizar sus orígenes.
De la eterna pugna que tenía que existir bajo el
régimen de producción capitalista entre obreros y patronos, de la eterna lucha,
por sus mejoras, de los trabajadores frente a los patronos, lucha inevitable y
lucha necesaria, se originaba por un lado las corrientes de tipo economistas;
es decir, la idea de que había que luchar exclusivamente por un aumento hoy,
otro mañana, otro aumentico mañana, quitarle cuatro quilos a la compañía
aquella americana, más por día o por horas; ir viviendo, ir tirando, y no
pensar en cambios profundos de orden económico y de orden social, no pensando
en abolir el sistema, ir viviendo en aquel sistema. “Si en este centro de trabajo logramos que
nos den un poquito más, no nos importan los demás centros de trabajo; no nos
importa que los cañeros se queden trabajando tres meses al año. Nosotros, los 20 que estamos aquí, o los 100
que estamos aquí, mejoramos.” Entonces
los otros venían y decían lo mismo; los otros, por otro lado, decían lo
mismo. Y siempre que se producía un
aumento de cualquier tipo, en cualquier industria, a la larga, inmediatamente
se producía un aumento en los precios.
Cuando venían a darse cuenta todos los aumentos eran falsos, todos los
aumentos eran ficticios.
Pero, por eso mismo, tenían que estar los obreros
constantemente en una lucha para arrebatarles determinadas reivindicaciones,
determinadas conquistas a los patronos.
Hacía que muchas veces esa lucha hiciera a los obreros, a los
trabajadores, olvidarse del deber que tenían de luchar para dejar de ser clase
explotada por los parásitos, para convertirse en clase dirigente y en clase
gobernante, para erradicar a los parásitos de la vida pública; porque en
aquella situación, a la larga, teníamos que seguir soportando a la condesa de
Revilla de Camargo y a toda aquella gente (RISAS), teníamos que seguir
soportando toda aquella vanidad, todo aquel ridículo, toda aquella fatuidad,
toda aquella vida que tenían todas aquellas señoronas y toda aquella gente, que
hay que leerla en las crónicas de los periódicos. Esa era la situación.
¿Sobre los hombros de quién gravitaba todo eso? ¿A costa de quién se hacía todo eso? Todo eso se hacía a costa del
trabajador. ¡Cuántas fiestas se darían a
costa de los trabajadores bancarios!
¡Cuántos miles de pesos en flores, en perfumes, en propagandas, en
lujos, en fiestas se darían a costa de ustedes, igual que a costa de obreros
azucareros, a costa de todos los demás obreros, en aquel régimen de
explotación, de aquellos señores que eran parásitos, que no producían
absolutamente nada!
Aquel régimen social había que cambiarlo. Una clase obrera no se puede conformar con
mejoras hoy y mejoras mañana de centavitos, mientras prevalece todo el régimen
de explotación. Régimen que a unos sectores
les llega más que a otros; quizás al sector bancario no le llegó nunca como le
llegó al sector azucarero, porque allí la explotación adquiría caracteres de
hambre casi diaria: los caracteres de “tiempo
muerto”, los caracteres de la miseria más espantosas.
Pero el hecho de que los trabajadores bancarios
estuvieran un poco mejor, no significaba que a los trabajadores bancarios no
los explotaban. Los explotaban
exactamente igual que a los demás, aunque las condiciones de explotación en el
campo, por ejemplo, fueran peores que las condiciones de explotación de la
ciudad.
El economismo, en la lucha aquella entre el obrero y
el patrono originaba, por un lado, el olvido, muchas veces, de los deberes
políticos de la clase obrera por la búsqueda afanosa de mejoras
transitorias. Pero, por otro lado, al
desaparecer la explotación, al desaparecer aquella relación entre patronos y
obreros, al fundirse en una sola cosa el interés de la administración y de los
trabajadores, ha originado, por otro lado, alguna tendencia en alguna gente en
concebir el sindicato como una cosa inútil, como una cosa innecesaria, por
cuanto ya el sindicato no tiene la función que tenía en el viejo sistema, en la
pugna de intereses entre obreros y patronos, el sindicato no tiene ninguna importancia.
Y esa tendencia a tal confusión se ha manifestado no
solo entre algunos administradores, sino que, incluso, se ha manifestado entre
algunos dirigentes obreros.
Por un lado el administrador que le van a hablar del
sindicato. “No me hable de sindicato.” Como si el sindicato fuera un enemigo. Y en las granjas del pueblo había gente que
hablarle de sindicato era hablarle de contrarrevolución. Y, entonces, ¿a los trabajadores quién los
representa? ¿A qué organización van a
pertenecer los trabajadores, si el sindicato es precisamente la organización de
los trabajadores? El hecho de que haya
desaparecido el sistema de explotación de la clase obrera, no significa que
tenga que desaparecer su organización.
¿Quién ha dicho que esa organización tenía una sola función? La función de la organización obrera era
aquella en aquel entonces, la función de la organización obrera es otra en este
momento. Pero, por cierto, incluso, ¿qué
dijeron por ahí?
(UN EMPLEADO BANCARIO LE DICE ALGO AL COMANDANTE)
Precisamente, es otra no menos más importante que la función de entonces, sino
tiene una función mucho más importante de la que tenía antes.
Es decir, el sindicato es una organización
imprescindible: la
organización de los trabajadores, para todas las funciones importantísimas que
tienen los trabajadores dentro de la Revolución. Y hay que luchar contra esa mentalidad que se
crea en algunos administradores, que es una mentalidad típicamente burguesa. Únicamente a una mentalidad burguesa se le
ocurre ver en la organización obrera un factor inútil, innecesario.
Entonces, ¿él qué es allí? ¿Es acaso un patrón? ¿No comprende que precisamente está
desempeñando esa función en beneficio de aquellos obreros, y representando el
poder de aquellos obreros? ¿Cree acaso que
un administrador hace una empresa? ¿Cree
acaso que un administrador es la base fundamental de la producción? No, el administrador es imprescindible, el
administrador representa una función importante, y es necesaria la autoridad
del administrador. A nadie se le
ocurriría negar su autoridad, como también su responsabilidad; tampoco se puede
negar la responsabilidad del administrador.
Y hay que exigírsela, y exigirle que cumpla.
Pero es que el centro de trabajo no es el
administrador, ni muchos menos. El
centro de trabajo es un conjunto formado, integral, de los trabajadores y de
los directores. Unos dirigen, es decir,
realizan una función dentro de ese centro de trabajo, donde cada uno de los
trabajadores está desempeñando otra función.
Unos en un tipo de tarea, y otros en otra tarea. Cada uno tiene sus funciones
específicas. Para eso se creó,
precisamente, por la ley, se crearon los Consejos Técnicos Asesores —que
todavía no se han implantado en los bancos, debido, precisamente, a esta serie
de cambios y de reestructuraciones que se han estado haciendo—, sencillamente,
para que la opinión, los criterios de los trabajadores lleguen e influyan en
todos los actos de la dirección de la empresa.
Entonces, hay una tendencia a suponer que el sindicato
es una organización innecesaria, siendo el sindicato la representación, la
organización de los trabajadores; la organización que los representa en aquel
centro. Como la milicia es otra
organización, como los comités de defensa son otra organización. Ese mismo obrero puede ser miembro del comité
de defensa, o de la milicia, pero él como trabajador tiene su organización, y
su organización es el sindicato.
Queda en algunos dirigentes obreros la vieja
mentalidad sindical economista; queda en algunos dirigentes. Esa es una reminiscencia del pasado que hay
que eliminar; pero queda en algunos administradores la vieja concepción
burguesa de la administración, que también hay que erradicar. Y por eso hay que levantar la importancia del
papel que tienen los sindicatos.
¿Quieren una prueba de ello? Todo lo que ha estado pasando en los
bancos. Si cada una de esas
disposiciones, los que las dictaron se hubiesen tomado
la molestia de conversar con la representación de los trabajadores, y se
hubieran molestado, porque es lógico, tienen que hablar con alguien. ¿Con quién deben hablar? Con la representación de los
trabajadores. Pueden ir más lejos,
pueden llegar a un centro de trabajo, por vía de información, convocar a una
asamblea, discutir —que no es un mal método, ni mucho menos. Pero se entiende que no va a estar
constantemente organizándose una asamblea para discutir un problema. Para eso está la representación de los
trabajadores, para eso está el sindicato.
Si cada una de estas disposiciones se hubieran discutido con el
sindicato, se hubieran ahorrado el 95% de los desaguisados que se han
cometido. ¿Qué mejor prueba se quiere de
la importancia de la representación de los trabajadores, y del papel de los
trabajadores? Y nosotros
entendíamos que el sindicato también tenía culpas; entendíamos que tenía
culpas, porque si el sindicato no es el que da la voz de alerta sobre todo eso,
entonces, ¿quién lo va a hacer?
Pero ocurría que el sindicato venía también planteando
todas esas cuestiones, y prácticamente se le había hecho poco caso al
sindicato. Esa es la verdad. Porque, entonces, resulta que ni siquiera el
sindicato se enteraba de muchas de esas medidas.
¡Ah!, para eso está la organización obrera, para eso
está la CTC. Porque cualquier problema
en un centro de trabajo debe llegar a la organización, y debe llegar a la CTC;
y la CTC tiene acceso a todos los órganos de dirección de la Revolución, tiene
acceso a los órganos de poder revolucionario.
Esa es la importancia de tener reorganizados los
núcleos revolucionarios en cada sindicato, porque los obreros tienen multitud
de órganos a través de los cuales manifestarse; tienen su sindicato, pero tienen también el núcleo
revolucionario dentro del sindicato.
Entonces, se puede llegar bien por la vía del sindicato, organización de
masa, o bien por vía del núcleo revolucionario, organización política, porque
los del núcleo revolucionario deben estar muy atentos.
Supongamos que el delegado de un centro de trabajo no
tiene sensibilidad para captar un problema, pero el núcleo revolucionario debe
tener sensibilidad para captarlo; cuando falla en sus funciones el delegado
obrero, está el núcleo revolucionario, que puede, también, plantear su
problema, y entonces, la solución llega a través del aparato político.
Así que, lo mismo a través del aparato sindical, que a
través del aparato político, debe llegar a la dirección de la Revolución y del
gobierno, todo problema que exista en cualquier sitio. Cuando hay cualquier problema en cualquier
lugar, y no llega a los organismos responsables de resolver los problemas, es
que algo anda mal; o anda mal la organización obrera, o anda mal el núcleo
revolucionario. Porque tenemos que tener
siempre la atención puesta en todos los problemas, y tenemos que registrar,
sensiblemente, todas las cuestiones. Y
las cuestiones que no podamos resolver, que no esté al alcance de nuestras
manos resolverlas, hacerlas llegar al alcance de los organismos que deben
resolver esas cuestiones.
Y esos son los vehículos que tienen los trabajadores
para actuar, para participar, para resolver.
Que no se concibe el poder revolucionario sino como un poder que es
representación, voz y brazo de las masas trabajadoras. Y esa es la concepción verdadera que hay que
tener. Hay que tener en cuenta que el
poder revolucionario es representación de esa masa, y que los sentimientos, las
ideas, los intereses de esa masa, las preocupaciones y las iniciativas de esa
masa, deben llegar —a través de todos los canales posibles— a la dirección de
la Revolución.
Cuando hay un criterio equivocado en un sector
determinado, entonces se explica, se aclara, y puede haber una opinión sobre
cualquier cosa, por una falta de información determinada, entonces viene la
información, entonces la información llega por vía del sindicato, o llega por
la vía del núcleo revolucionario.
Es muy importante que estos conceptos se aclaren,
porque nunca el poder revolucionario puede ser un poder burocrático,
jamás. Nunca el poder revolucionario
puede distanciarse de las masas. El
poder revolucionario debe estar, siempre, en constante contacto con las masas.
Hay otro problema que es importante en los
funcionarios del gobierno, que se lo acaben de aprender, y es la necesidad de
coordinar, la necesidad de consultar. Es
indiscutible que en una etapa revolucionaria debe haber un cierto grado de
centralización —porque no es lo mismo soportar la equivocación de uno que
soportar la equivocación de diez— y debe haber uno… ¡Qué es eso de estar
dictando órdenes a diestro y siniestro, cualquier departamento, que afectan a
los bancos! ¡Pues no señor! ¡No se debe dictar en ningún banco ninguna
resolución, si no es consultada con la dirección del banco!, y además, esa
resolución no se debe ejecutar si no se han tomado en cuenta las condiciones
del centro de trabajo, si no han discutido también con los compañeros que
representan a los obreros de ese centro de trabajo (APLAUSOS PROLONGADOS). Con eso nos evitaremos que se dicten
resoluciones por cualquier funcionario, sin que lo sepa, ni siquiera, la
dirección del banco, y nos evitaremos que se dicten resoluciones por métodos
burocráticos, sin tener en cuenta para nada las condiciones en las cuales se
van a ejecutar esas disposiciones. Y así
se habrían ahorrado muchos de los problemas en los bancos, porque cualquier
trabajador bancario habría dicho: “Ese cambio no se puede hacer, porque
ese cambio origina una serie de trastornos.
Ese cambio hay que avisarlo con tanto tiempo” y se les ahorra a los
trabajadores un disgusto, se les ahorra a los trabajadores un sacrificio inútil,
un sacrificio innecesario. Porque
nosotros comprendemos perfectamente bien que cuando cualquier trabajador sabe
que lo que está haciendo es útil y es necesario, se siente mil veces satisfecho
de las horas que tenga que estar trabajando, y que, en cambio, las horas más
amargas de trabajo, son aquellas horas en que se tiene la sensación de que está
haciendo una cosa inútil, o un sacrificio innecesario (APLAUSOS PROLONGADOS).
Me acuerdo de que en una novela seria, leíamos
nosotros sobre los métodos de tortura y de castigo que tenían en una cárcel, y
que, uno de los métodos consistía en poner a un grupo de personas a cargar
arena de aquí para otro lado, y cuando ya se había formado el bulto de arena
allí, cambiarlo de allí para acá, y así sucesivamente. Aquel era un trabajo, pero, ¿qué era lo
horrible de aquel trabajo?:
La idea de que se estaba realizando un trabajo innecesario. No hay cosa más estimulante que el trabajo
útil, que el trabajo que es necesario, que el trabajo que vale la pena
realizar. No hay cosa más angustiosa que
el trabajo innecesario, el sacrificio innecesario.
Nadie tiene derecho a esa desconsideración; nadie
tiene derecho a esos actos arbitrarios, sencillamente. Ahora esos actos arbitrarios no se pueden
cometer cuando se utilizan métodos revolucionarios. Es muy difícil que quien use métodos
revolucionarios pueda cometer una arbitrariedad. Es posible que pueda haber una decisión dura,
difícil, pero cualquier trabajo, cualquier esfuerzo que se exija, plenamente
justificado, siempre encontrará apoyo, siempre encontrará entusiasmo para
realizarlo, siempre tendrá una explicación que todo el mundo comprenderá.
Y eso es lo difícil en una revolución. En la revolución es difícil que las ideas de
cada uno de los que tienen funciones que desarrollar, se comprendan
perfectamente bien, para que no se vaya de un extremo a otro, para que no se
caiga, ni en la arbitrariedad, ni tampoco en la indisciplina, ni tampoco en la
anarquía. Y estas son las cosas que,
tanto los administradores, compañeros que desempeñan funciones de dirección,
como los trabajadores, deben comprender.
Que al apartarse de un mal no se vaya a caer en otro peor, y que se sepa
comprender la función que a cada cual le corresponde.
Y eso que ha pasado aquí, también ha pasado en otros
aspectos en otros lugares. Y ese es el
interés que nosotros teníamos de que estas cuestiones se dilucidaran,
incluso, públicamente, para que el pueblo comprenda, aprenda, y sobre todo,
para que aprendan los que tienen cargos de responsabilidad, los que tienen
funciones administrativas. Porque, claro
está que una revolución no es fácil, que
una revolución implica muchos cambios, infinidad de cambios que, además, todos
esos cambios se van realizando de una manera rápida, vertiginosa, y que, desde
luego, no es, ni mucho menos, una cosa sencilla. Ya vendrán los años en que todas estas cosas
sean cuestiones sabidas; ya vendrán años en que los métodos de trabajo sean
métodos correctos, aplicados por todos; ya vendrán los años en que, incluso las
personas que desempeñan una función de dirección, salidas de la clase obrera,
tengan una gran experiencia teórica, y además, una gran experiencia práctica;
ya vendrán los años en que estos tipos de desaguisados no ocurran, pero ahora,
en esta etapa de la Revolución, están ocurriendo, y hay que luchar contra ellos
por todos los medios.
Había otro problemita (Muestra un documento). (APLAUSOS).
Los obreros del centro de trabajo nos explicaban este tipo de
modelo. Este es un tipo de modelo en el
que aquí había que firmar, yo no sé si era la inicial o completo, pero es que
ni siquiera para la inicial alcanza (RISAS).
Firmas autorizadas… dos centímetros.
Entonces, este es otro problema muy sencillo, muy práctico, que
cualquier trabajador lo sabe. Si él
hubiera hecho este modelo, la hoja para arrancar hubiera sido la de atrás. Si la que tiene que arrancar es la del medio,
ese obrero tiene que pasar un trabajo allí buscando la hoja del medio para
arrancarla (APLAUSOS).
Y, ¿qué es lo grave con todos esos detallitos? ¡Ah!, que entonces se le va a dar la
sensación al trabajador que las personas que están dirigiendo son una ineptas y
unas incapaces, y entonces viene el contrarrevolucionario a hacer campañas
(APLAUSOS PROLONGAOS); entonces viene el contrarrevolucionario a matarle la fe
al trabajador, la confianza, la seguridad; viene entonces a sembrar la falta de
optimismo y a sembrar la desesperanza con esa cosa, y dice: “No, mira, eso es socialismo.” Y esa es, precisamente, la antítesis del
socialismo. Eso es feudalismo,
capitalismo, mentalidad burguesa, mentalidad feudalista, cualquier cosa, menos
socialismo, que no hay que confundir (APLAUSOS). Socialismo es esto que estamos haciendo aquí esta
noche. Socialismo es la honradez de
venir aquí, a plantear ante las masas todos estos problemas (APLAUSOS) y hacer
que las masas participen y discutan (APLAUSOS PROLONGADOS Y EXCLAMACIONES
DE: “¡Fidel!, ¡Fidel!”); significa la
máxima consideración para el trabajador, la máxima consideración por las
condiciones en que desenvuelve sus funciones, la máxima consideración hacia sus
criterios, hacia sus opiniones, hacia sus iniciativas, hacia sus
organizaciones; consideraciones que jamás podrá tener el capitalismo, nunca,
porque el capitalismo gobierna en nombre de los intereses de la clase
parasitaria y explotadora, y el socialismo es la liberación de la clase obrera,
la conquista del poder político por la clase obrera, para liberar a toda la
sociedad de la explotación, para liberar a la sociedad del parasitismo.
Y eso es lo que está haciendo la Revolución, que
nuestro país se convierta cada vez más en un pueblo de trabajadores, manuales e
intelectuales, y de estudiantes, en que el parásito tendrá cada vez menos
chance de medrar (APLAUSOS), donde solo tendrán oportunidad de disfrutar del
trabajo de los demás los niños y los ancianos, los que ya no puedan producir,
los que ya no puedan trabajar.
Cada día nuestra patria es más una patria de personas
que son útiles, trabajadoras, productoras, y de estudiantes, porque crecen y se
multiplican por doquier las escuelas; cada día va desapareciendo más la fachada
burguesa de nuestra sociedad, de los palacetes y de los grandes lujos de una
minoría privilegiada, a costa de las grandes masas (APLAUSOS). Se gobierna para la felicidad del pueblo, se
gobierna para la felicidad de los que trabajan, de los que producen. Eso es cada día más la Revolución; las
equivocaciones que la gente cometa, los errores, no tiene nada que ver con el
socialismo.
Además, nosotros sabemos que para eso también no hay más
que un método efectivo, para ayudar a la superación de todas esas deficiencias,
y es la educación del pueblo. De ahí el
interés de la Revolución de educar al pueblo, de enseñar a todo el mundo a leer
y escribir, de que todo el mundo estudie, de
que todo el mundo aprenda, de que todo el mundo se capacite, adquiera
más cultura general y más cultura política (APLAUSOS).
Un obrero políticamente capacitado será,
inevitablemente, socialista. Porque a
nadie que de verdad esté en sus cabales, que sea honrado, se le ocurre que sea
bueno un sistema mediante el cual el pueblo tiene que trabajar como un esclavo
para enriquecer a nadie (APLAUSOS); nadie que esté en su sano juicio cree que
pueda ser mejor un sistema de explotación como aquel, de despilfarro como aquel,
de anarquía como aquel, en que todo el excedente de la producción nacional se
despilfarraba miserablemente, todo aquel excedente iba a parar a los bolsillos,
a las cuentas de los monopolios extranjeros.
Y así, la generación futura irá creciendo en otras
ideas. Ese trabajador que en una
Revolución opte por el partido de los latifundistas, de los terratenientes, de
los monopolios, ese no es trabajador, ese era un señor que nació con alma de
esclavo (APLAUSOS PROLONGADOS); salvo que haya estado pensando en ser dueño de
un banco (RISAS), bueno, ¿estaba pensando en ser dueño de un banco?: según el cálculo de posibilidades, de cada
10 000, uno iba a llegar a ser dueño de un banquito, y bien vale la pena
sacrificar esa oportunidad de uno entre 10 000. O, si no, ¿cómo era? ¿Le iban a dar unas acciones del banco?, ¿le
iban a tomar el pelo con eso? ¡Como si
los monopolios estuvieran dispuestos a sacrificar nada en beneficio de los trabajadores! Tratan de comprar partidarios, con algunos
procedimientos como ese, “engaña-bobos”.
“No, ¡repartieron mil acciones entre los trabajadores!, ¡todos los
trabajadores son accionistas!” ¡Qué
casualidad!, y, ¿por qué aquel sigue viviendo en un apartamentito chiquitico y
aquel tiene un yate, un avión y todos los demás lujos? (RISAS Y APLAUSOS.)
¡No, si la compañía de aviación aquí repartía
acciones! Pero, lo único que todos los
años tenía pérdidas por 3 ó 4 millones de pesos (RISAS). ¡Pero repartía acciones a los trabajadores la
compañía de aviación! Las que tenían
ganancias no andaban repartiendo muchas acciones… (RISAS). Lo que sí a veces hacían los monopolios era
ceder ciertos beneficios, a costa de cargarle al público consumidor esos
beneficios que él cedía, inmediatamente.
Había muchos patronos que tenían el juego ese, se
pasaban de patronos buenos, dando cosas, y después se lo cobraban al pueblo; y
así podían estar toda la vida. ¿Aumentan
tres centavos en el trabajo?:
¡Aumentan diez al producto!, y así sucesivamente.
Todas esas cosas las debe entender el pueblo; y
ustedes, que son trabajadores que tienen un nivel de cultura, más que nadie
deben ir penetrando de verdad en los secretos de la ciencia política, porque
esa es la única que nos dice la verdad. La
Revolución, por eso quiere que todo el mundo sepa, porque la verdad no teme a
la instrucción, no teme a la cultura.
Los explotadores no querían que el pueblo aprendiera,
porque temían precisamente a la cultura, temían a la instrucción. La Revolución quiere que el pueblo estudie,
quiere que estudie, para que cada día se depuren más las viejas ideas, las
falsas ideas, los falsos conceptos; cada día se vayan erradicando toda una
serie… que quedan prejuicios, ¡sí, quedan un montón de prejuicios todavía!, y
nosotros todos los días tenemos ejemplos de eso.
Nosotros tenemos las quejas de una directora de una de
las escuelas de campesinas. “¿Qué pasa
allí?” “Nada, que tengo problemas con
algunos rebeldes que van allí.” “¿Por
qué?” “Ah, porque van a hacer visitas,
dicen que son primos, y nos encontramos con que allí quieren darles la brava al
miliciano y quieren que las muchachitas salgan, y les dicen a las muchachitas
que no hagan caso…” Bueno, pues… ¿Seis rebeldes que están allí, en aquella
escuela, creando problemas?, ¿incluso uno tratando de seducir a una de las muchachas,
diciéndole que dejara la escuela? ¿Ah,
sí? Pues bien: mande los nombres a la ORI, que vamos
a mandarlos a auditoría de guerra, ¡para que a esos seis rebeldes les hagan
consejo de guerra! (APLAUSOS
PROLONGADOS).
Y uno se pregunta: ¡Como quedan reminiscencias todavía
del pasado! No se pueden juzgar a los
demás rebeldes por esos seis, ni mucho menos, porque por unos cuantos de esos
señores hay masas de compañeros que son magníficos compañeros. Pero aquellos, ¿por qué actúan así? Eso es heredado del pasado.
Antes, un joven de 15 ó 16 años tenía el concepto de
lo que era un soldado, ya se le concebía, al soldado, como un señor que tenía
una serie de privilegios, que podía meterse con las mujeres y hacer lo que le
daba la gana, y que había que tolerárselo.
Y hay gente que, todavía, cuando se vieron con un uniforme arriba,
dijeron: “¡Ah!…” ¡El concepto que tenían del militar era aquel
concepto, y no el concepto revolucionario del militar!
Y hay que luchar contra todas aquellas reminiscencias
del pasado. ¿Se concibe que haya un
militar, precisamente yendo a una escuela hecha por la Revolución, a tratar de
pervertir allí y a tratar de crear un problema?
¡Eso es absurdo! Y hay que luchar
contra las reminiscencias del pasado, en todas partes.
Nosotros sabíamos de una batería de antiaéreas, de las
buenas baterías. Había seis muchachos
que estaban un poco raros. Era porque
una dama, ella, acostumbraba a reunirse con los seis muchachos y a organizar
fiestas con ellos. Seis muchachos
jóvenes, y entonces ella tratando de inculcarles sus ideas
contrarrevolucionarias, después de organizar fiestecitas.
Por eso es que hay que estar en todas partes atento,
luchando contra la corrupción, contra lo viejo, contra las reminiscencias del
pasado, en todas partes; esa tiene que ser una lucha persistente y permanente
de la Revolución, en todas partes, porque quedan muchos rezagos y muchos
residuos del pasado, tratando de influir todavía sobre el presente, sobre las
mentes, jóvenes o no jóvenes. Muchas de
esas ideas hay que ir, solo con el estudio, con la superación, con la lucha
constante, superándolas en la mente del pueblo.
De manera que lo que vaya quedando cada vez más en
nuestro país, sea lo mejor, lo más honesto, lo más limpio, lo más trabajador, cada
día ir despojándonos
de todos los parásitos, que todos se han ido yendo, se han ido reuniendo allá
en Miami —Miami, que es el vertedero de la
Revolución, donde va a parar toda la basura (APLAUSOS).
Todavía quedaba por aquí alguna gente que no había
acabado de reunirse con “la familia”, todavía quedaban por aquí algunos
jugadores, algunos explotadores de mujeres y algunas “matronas ilustres” (RISAS
Y APLAUSOS). Todo eso tiene que irse
reuniendo allá, cada vez más, en la gusanera de Miami, para que se lo cojan todo,
¡todo lo podrido, todo lo apestoso que había en este país, todo lo parasitario
y todo lo corrompido que había!
(APLAUSOS.)
Además de eso, que se lleven a todos los ignorantes, los
incultos, que se lleve a todos los cobardes, y a todos los débiles (APLAUSOS). ¿A quién se llevaron?: al que flaqueó, al que le faltó la fe, al
débil; al firme, al fuerte, no se lo llevan; al que tiene convicción, al que
tiene olfato revolucionario, no se lo llevan (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Cuba sí,
yankis no!”).
Quedaban todavía algunos temas por discutir aquí. El problema de una resolución famosa que
planteaba algunas cosas; que no hay que confundir, porque planteaba algunas
cosas positivas y otras disparatadas, verdaderamente. Entre las disparatadas, por el momento, era
plantear la cuestión del pago en efectivo en obras públicas, y una serie de
cosas que no se podían realizar; y hay otros métodos, otros procedimientos,
para lograr los mismos fines, pero que de momento eso no se podía hacer. Es un poco fuera de la realidad el
planteamiento ese.
Estaba también otra medida: suprimen los créditos de
empresas. Bueno, está bien, pero así sin
más ni más no se puede dictar una medida; esa medida tenía que haber ido
acompañada de otra medida complementaria respecto a los créditos. Se dijo bien claramente cuál era la política
del gobierno revolucionario sobre los créditos, cuando de repente se vieron los
créditos suspendidos a todas las bodegas.
Bueno, entonces los bodegueros le suspendieron el crédito a todo el
mundo más atrás. Resultado: les habíamos
suspendido los créditos a los consumidores, y a los clientes. En definitiva, el bodeguero dijo: “Yo no doy fiado”,
y toda la cosa cayó sobre la revolución.
Entonces, esa resolución, que se prorroga y se prorroga
su aplicación por días y por días, esa resolución se va a legislar
definitivamente sobre ella para el mes que viene. Entonces la cuestión de los créditos, para
que no haya que estar haciendo demasiado papeleo en la cuestión de los créditos
—porque es una situación que se había presentado de emergencia, porque ya
cuando salió esa resolución y los créditos se suspendieron en las empresas
había creado un verdadero problema— que vayan todos los que vayan a solicitar
esos créditos, tienen todo el mes para ir trabajando en eso, y mediante un
procedimiento sencillo y simple, para dar el crédito.
¿Hay alguna serie de disposiciones que son positivas, que
convienen a la economía? Bueno, hay que aplicarlas,
pero lo que no se puede hacer es estar aplicando ninguna nueva medida sin haber
estudiado las condiciones previas en que esa medida se va a ejecutar.
Había aquí otra cuestión, que fue la metamorfosis de una
planilla (RISAS). La planilla, que sale
de las disposiciones y las instrucciones del Banco Nacional…”esta planilla deberá
ser llenada con original y dos copias por cada empleada, y adjuntar a la misma
dos fotografías de tipo carné, dos fotografías de tipo licencia de conducción,
con su nombre al dorso de cada una. Lea
todo el cuestionario antes de comenzar a llenarlo…”
Todas las preguntas eran preguntas lógicas; fueron
confeccionadas en la Junta de Planificación, y decían aquí: “Datos personales de las personas; la
ubicación actual —es decir, grupo ocupacional que ocupa, si es funcionario, si
es técnico, si es empleado—, sueldo básico anual, gratificación mensual por
viajes, dependencia, etcétera…”, lo que sea.
Entonces, los otros:
Enseñanza primaria que ha recibido; enseñanza universitaria que ha
recibido; entonces aquí estaban: Estudios posgraduados que había realizado,
otros conocimientos, “¿ha obtenido becas
por oposición?, ¿ha cursado enseñanzas culturales o técnicas?; además de
español, ¿qué otros idiomas conoce?, etcétera; si sabe escribir en máquina, en
máquina de escribir, en máquina de sumar, o de calcular o de contabilidad…”, toda una serie de datos que eran realmente
necesarios, útiles, con solamente cuatro fotografías, que es la que se ha
mandado a casi todos los departamentos.
Pero fue recibiendo una metamorfosis por el
camino. Y ahí empiezan a añadirle
fotografías; que si “de paso, ¿por qué no pedimos otras dos para los círculos
sociales?; y de paso, ¿por qué no pedimos otras dos para el control de la
empresa?, de paso otra…” y, además de
todo eso, algunos datos absolutamente innecesarios, que no le interesan a
nadie. En realidad, esto es una
equivocación; aquí, cuando se fue a hacer esta planilla, pues fue un espíritu
casuístico, que no tiene que ver nada con los datos que realmente interesan.
“Cónyuge, nombre, apellidos, edad, dirección; padres: nombre, apellidos,
edad, dirección, lugar donde trabaja; hijos… bueno; hermano, hermana, nombre,
edad, estado civil, dirección, lugar donde trabaja (RISAS)…” ¿Qué le importa a la administración
pública? A mí me preguntan el nombre de
mis hermanos, y yo no sé dar el dato absolutamente de ninguno, ¿qué se yo? ¿Y si mis hermanos no me quieren decir la
edad que tienen, qué hago yo? (APLAUSOS.) Problemas, preocupaciones, si tengo una
hermana en el norte y todo eso. Lo que
hace la hermana de cada quien es cosa de la hermana de cada quien (APLAUSOS).
Cada uno debe responder de sus cosas; cada persona es
una vida aparte, cada persona es una vida aparte. Hay familias, incluso, donde un hermano es
revolucionario y el otro es contrarrevolucionario. Así que cada persona es una vida aparte,
independiente. Entonces, ahora, el que
tenía cualquier familia fuera, le entraba la preocupación, y todas esas cosas,
con motivo de estas planillas. ¿Para qué
el casuismo ese? Esos son datos que,
realmente, no interesan.
La planilla realmente salida, con las instrucciones,
fue la planilla que dio la Junta de Planificación sobre las cuestiones que
atañen al personal, que es la planilla que ha estado llenándose. Pero, es más, a su debido tiempo se había
mandado a rectificar, los compañeros de personal habían mandado a rectificar
esa planilla, dada la orden de suprimirla.
Pero, en medio de todos estos rollos de canje, y todo el trabajo
excesivo que ha habido, parece que en algunos lugares llegó, otros no llegó, la
cuestión es que todavía, el día que yo fui a ese centro de trabajo, estaban
llenando la planilla esa; con el problema de las 18 fotografías, ¡dieciocho
fotografías! (RISAS.) Claro, ¡los fotógrafos estarían
contentísimos! Bueno, es para reírse de
verdad, el problema de que le pidan tal planilla a cualquier ciudadano,
acompañada de 18 fotografías (ALGUIEN LE PREGUNTA SOBRE LA INSCRIPCION DE
NACIMIENTO). ¿Para qué, si no va a
ingresar en el instituto? (RISAS.) Yo no sé, no sé, porque no soy ningún técnico
en esa materia, pero yo no sé todavía para qué hace falta esa inscripción de
nacimiento.
Lo mismo que el problema de los censos: Todo el mundo un
censo, censo para esto, censo para lo otro.
Y así fue también el problema del censo de los muchachos, igualito, la
contrarrevolución aprovechó. No señor,
hay que hacer un solo censo; hay que hacer el censo nacional de todos los
bienes, riquezas de la nación, que estaba prescripto por la constitución, y
prepararlo y hacerlo, pero un solo censo, que se tenga toda la información
estadística que se necesita, los datos, pero los datos de la nación. Pero no hacer todo el mundo un censo, que hay
una “censomanía” del diablo...
(RISAS). La Junta de
Planificación está estudiando la realización del censo general. Bueno, sí, hubo que hacer un censo del
ganado, previo, porque era necesario saber con urgencia cuántas vacas había;
era imprescindible, necesario. ¡Hasta
eso lo aprovecharon los contrarrevolucionarios, y decían que les iban a quitar
las vacas...! Pero, bueno... el censo general y más nada, que es el censo
general de población, de bienes y de riquezas de la nación, que hay que hacer
cada cuatro, cada seis años, cada diez años.
Entonces hay que hacer, con todas las de la ley, un solo censo, y no
andar haciendo todos los días un censo distinto. Una manía de hacer censos tremenda...
Esta planilla fue el producto también de un error, y
esa planilla no es la planilla. Los
compañeros de la Junta de Planificación han planteado para todos los
funcionarios de la administración pública, que tiene datos que son datos
necesarios, que son datos útiles. Yo no
sé si pedirán aquí alguna inscripción de nacimiento, pero creo que no.
Bueno, entonces, ¿qué tenemos que hacer? Bueno, tenemos que resolver con toda urgencia
el problema de exceso de trabajo creado en todos los bancos. Yo no sé qué simpatías les tienen a los
bancos, que les mandan a los bancos todos los trabajos. Bien, es necesario, de manera inmediata,
resolver algunos de esos problemas.
Entonces, con el Ministerio de Obras Públicas se ha
planteado la prioridad de una serie de locales, algunos de los cuales van a
estar terminados el 15 de este mes, otros de los cuales van a estar terminados
en diciembre, con toda urgencia. Es
decir, se le ha planteado que todos los locales de agencias bancarias tengan
prioridad en la construcción, al objeto de terminar todas las adaptaciones y
todas las construcciones con la mayor brevedad (APLAUSOS).
Mientras tanto, los compañeros del Banco Nacional, en
coordinación con el sindicato, están tomando toda una serie de medidas para
aliviar la situación de aquellos lugares más sobrecargados de trabajo. Hay veces que, incluso, no se resuelve con
personal en el lugar, porque no cabe más gente en el que hay, no cabe. Así que no es ni siquiera un problema de
personal, sino un problema de local.
Donde haya problema de personal, es necesario, sencillamente, llamar a
aquellos compañeros que creamos que puedan prestarnos esas funciones, de los
mismos compañeros que estaban trabajando en las zonas fiscales, y donde quepa
personal y el problema sea de personal, no solo de personal y de local, enviar
inmediatamente cuantos compañeros sea posible, a trabajar a esos centros de
inmediato (APLAUSOS).
El problema es que se sepa que todas las medidas
necesarias se están tomando, se van a tomar con toda urgencia, para aliviar el
problema de exceso de trabajo que hay en el sector; que los compañeros harán el
máximo esfuerzo por buscarles soluciones razonables y prácticas a los
compañeros del sector.
Además, la función que tienen ustedes ahora es una
función mucho más importante que la que tenían antes; la función que ustedes
desempeñan ahora es una función importantísima para el país, dentro de todo el
sistema y de todos los cambios que se han hecho. Así que la función del trabajador bancario ha
adquirido una importancia fundamental para la vida del país, una función útil,
una función necesaria, una función imprescindible.
Vamos a hacer todo el esfuerzo para, cuanto antes y
con toda urgencia, crear las condiciones materiales y de personal para el buen
funcionamiento de este sector de la economía nacional. Así que por nosotros no quedará el mayor
esfuerzo en ese sentido. Ahora, por
parte de los compañeros que tienen que ver con el sector, tanto del gobierno
como del sindicato, queda la responsabilidad de encontrar una coordinación
verdaderamente estrecha entre los compañeros.
Yo sé la preocupación de los compañeros por los
círculos de estudio dentro del sector, pero se encontraban con esa dificultad y
con ese inconveniente. La educación
política se hace más difícil cuando las condiciones empeoran. Pasa como aquel brigadista que estaba de
instructor revolucionario por allá por una montaña; llega y me dice, muy
apurado, dice: “Oigame,
compañero, yo estoy de instructor revolucionario, pero resulta que en la bodega
no hay absolutamente nada allí en aquel lugar, y estoy en un apuro. ¿Qué le digo a la gente?” (RISAS.)
Digo:
efectivamente, ¿qué le dices tú a la gente, si resulta que la
bodega está, la tienda del pueblo está vacía?
¡Menudo trabajo tenía aquel compañero instructor revolucionario, de
darle una conferencia...! Lo primero es
que la tienda del pueblo llene la tienda de comestibles; si no, la tarea del
instructor es una tarea prodigiosa la que tiene que desempeñar allí,
sobrehumana: ¡Convencer
allí a los campesinos aquellos que no tenían nada en la tienda! Lo mismo que el instructor revolucionario en
un centro de trabajo bancario iba a tener que hacer una labor sobrehumana: ¡A las cuatro de la
madrugada un sábado, explicando un problema revolucionario! (APLAUSOS.)
Eso está muy lejos de lo que es el verdadero
sacrificio que la gente hace y está dispuesta a hacer. Y que el pueblo consciente, cuando las
circunstancias se lo exigen, es capaz de hacer los sacrificios más increíbles,
¡y los hace a gusto! Nosotros no tenemos
la menor duda de la gran capacidad de sacrificio que tiene nuestro pueblo, del
valor, de su estoicismo, de su fe en el porvenir. Y cuando las circunstancias lo han exigido,
lo han hecho, como lo ha hecho el pueblo frente a las amenazas, frente a las
agresiones, en los casos de emergencia; y como lo hace cuando el imperialismo
nos ha impuesto toda una serie de restricciones y de privaciones para
entorpecer nuestro desarrollo, para crearnos problemas de abastecimientos,
precisamente cuando nuestro pueblo tiene más capacidad adquisitiva que nunca,
porque cuenta con varios cientos de millones de pesos más que significan una
demanda extraordinaria. Y ha hecho todo
lo posible por crearnos obstáculos, escaseces.
Nosotros, frente a eso, ¿cuál es nuestra actitud? Todo lo que el pueblo comprende, cuando el
pueblo comprende que algo falta y tiene una explicación, la acepta; cuando es
por una negligencia, entonces resulta distinto.
¿Cuál debe ser nuestra actitud frente a eso? ¿Decir: Bueno, no importa, que escasee todo,
que la culpa la tienen los americanos?
No. Nosotros debemos de estar
conscientes del grado de culpa que tienen nuestros enemigos, de que esto significa
parte de su estrategia contra la Revolución.
Pero entonces nosotros tenemos que redoblar el esfuerzo, hacer el máximo
esfuerzo, todo lo que esté al alcance de nuestras manos, no descansar un
minuto, para resolver esos problemas de abastecimientos, para acelerar la
producción, para superar todos esos problemas.
Esa es la actitud en que debe estar cada revolucionario.
Ningún revolucionario se puede cruzar de brazos: “Bueno, fatalmente
esto tiene que ser así.” No; contra
todos los problemas, contra todas las privaciones hay que luchar para
superarlas. Si las podemos superar en
cinco, no hay que esperar siete meses para superarlas; si las podemos superar
en tres, no hay que esperar cinco meses.
Ese es el espíritu con que todos los revolucionarios en todas partes
deben estar luchando y deben estar cumpliendo su deber, librando la batalla en
todas partes, en todos los frentes, por mejorar las condiciones del pueblo, por
superar todos los obstáculos, por vencer las zancadillas que nos han estado
poniendo; y luchar con ese orgullo con que debemos luchar los cubanos cuando
sabemos que a pesar de ser un país chiquito, de economía débil, el imperialismo
no ha podido doblegarlo, el imperialismo no ha podido dominarlo; con ese
orgullo que tiene que tener cada ciudadano de un país como este, que cuando
mide sus fuerzas contra las fuerzas del enemigo no puede menos que sentir el
orgullo y la satisfacción que cada cubano, verdaderamente cubano, puede sentir
(APLAUSOS).
Cuando se piensa que por primera vez en América un
pueblo ha podido seguir una política independiente y soberana; cuando por
primera vez en América una revolución verdadera ha podido durar sin que la
aplasten, sin que la destruyan; cuando por primera vez un pueblo de América ha
podido seguir una política suya, independiente, eso tiene que ser para nosotros
un motivo de verdadero orgullo. Cuando
nosotros sabemos que en América...
¡¿Cuántos gobiernos no han roto con nosotros, simplemente cumpliendo
órdenes del Departamento de Estado yanki?!, en esa
política por aislar a nuestro país, por dejarla sola —a Cuba—; en esa política
por crear toda una “santa alianza” contra la Revolución Cubana de todas las
oligarquías y de todos los reaccionarios de América, de los gobernantes dóciles
a los mandatos de Washington, de los gobernantes dóciles a las órdenes del
embajador yanki... Que Cuba, país
pequeño, se haya podido erguir contra todo eso, se haya podido levantar, haya
podido seguir una política independiente y soberana frente a todo el poder del
imperio norteamericano, frente a todo el entreguismo de los gobiernos que le
hacen el juego, eso debe ser para nosotros, los ciudadanos de este país, los
que de verdad queremos a este país, y los que por nada del mundo renunciamos a
la gloria de ser cubanos en esta hora, un honor (APLAUSOS PROLONGADOS).
Pero debemos recordar que ese alto honor exige de
todos que nos esforcemos, que nos esforcemos por hacer las cosas bien hechas
dondequiera que estemos. No basta con
que tengamos la razón y sepamos que nos asiste la razón; no basta con que
sepamos que la causa que defendemos es la más justa;
no basta con que sepamos que todo eso nos asiste a nosotros; no basta con
eso. Porque hay que saber defender esta
causa, hay que saber defender esta razón, hay que saber hacer las cosas bien
hechas, hay que ser enemigos de la chapucería, hay que ser enemigo de los
métodos antipopulares, de los métodos no revolucionarios, de los métodos
burocráticos. Hay que actuar con métodos
revolucionarios, métodos nuevos, métodos democráticos, de los que corresponden
a una democracia revolucionaria, a una democracia obrera; porque eso significa
el socialismo:
significa precisamente el gobierno del país por la mayoría del
país, que son los que trabajan, los que producen y los que imponen su ley
revolucionaria, con la fuerza de su razón y con la fuerza de su energía, a la
minoría explotadora y parasitaria.
Tratar de hacer las cosas bien hechas dondequiera que estemos, y ser
cada uno de nosotros guardianes de los métodos revolucionarios y de las cosas
bien hechas; defensores del estilo revolucionario; defensores del principio de
que, como revolucionarios, cada cosa debemos tratar de hacerla lo mejor
posible, cada servicio, cada producto, cada trabajo; que nosotros tenemos que
ser superiores en todos los órdenes a los métodos del pasado, que en todos los
órdenes tenemos que ir con espíritu nuevo, con métodos nuevos, y luchar contra
todo lo que esté mal hecho, luchar contra todo lo que no se ajuste a los
principios de la Revolución, ¡y trabajar!
Ese es el deber de todos nosotros en esta república,
que será, cada día más, una república de trabajadores y una república de
estudiantes, dedicados todos a crear un porvenir mejor para todos; mejor, sobre
todo, en primer lugar, para todos aquellos que han tenido que vivir en
condiciones tristes y duras de vida, para todos aquellos que han vivido
desamparados con una participación exigua en la producción nacional, con una
participación reducidísima en todos los bienes y servicios que el país
producía. Y ustedes también, los del
sector bancario, que tuvieron una actuación firme durante la lucha contra la
tiranía, que tuvieron una actitud revolucionaria, que han dado pruebas de su
entusiasmo y de su apoyo a la Revolución, como sector que tiene un nivel alto
de preparación, como sector de trabajadores que está capacitado para comprender
bien la teoría y la práctica de la Revolución.
Nosotros, por nuestra parte, le queremos dar al sector
las gracias por el esfuerzo que ha estado haciendo durante los últimos meses, y
expresarles aquí nuestro reconocimiento por toda la labor que han rendido
(APLAUSOS); y decirles que la Revolución no tiene la culpa de las
desconsideraciones de que hayan sido víctimas.
Esas son consecuencias de vicios y de errores que la Revolución debe superar. Y que todos estos ejemplos deben servir de
lección, deben servir para que, dondequiera y en todas partes, los
revolucionarios comprendan y aprendan.
Que todo esto nos sirva de ejemplo, para que los errores cometidos aquí
no los cometamos en otros aspectos.
Parejamente con esto, vamos a organizar, para todos
los compañeros de la plantilla suplementaria, cursos de superación, donde vayan
todos (APLAUSOS)... Con toda urgencia,
en el antiguo edificio del ministerio de hacienda, vamos a preparar aulas, y a
preparar en lo que quieran estudiar, en las cosas que puedan ser útiles, a
todos esos compañeros. De manera que
nadie se sienta inútil, recibiendo un sueldo sin trabajar, gente joven, y en
muchos casos gente buena, gente entusiasta y gente revolucionaria. Nuestra es la culpa de no haber hecho más, de
no haber sabido a tiempo, previsoramente, emplear las medidas que correspondían
a ese caso; la culpa del tiempo perdido.
Pero ese tiempo debemos recuperarlo.
Y por eso recabamos también el entusiasmo de todos los
compañeros, a los cuales de repente no se les encuentre una ocupación, que
mientras ese trabajo no exista para ellos, o no se presente, ellos tienen
oportunidad de superarse y de estudiar.
Que la Revolución, gustosamente, eso que tiene que invertir por ese
concepto, si se emplea para estudiar, cree que es la mejor inversión que puede
hacerse.
Así iremos rectificando todas esas fallas, y nosotros
aprovecharemos los problemas que ocurrieron en los bancos para sacar la lección
y el provecho correspondiente. Que eso
es lo que debemos hacer los revolucionarios: sacar provecho hasta de nuestros
propios errores, sacar provecho de nuestras propias equivocaciones, para no
volver a cometer esos errores (APLAUSOS).
Quiero, por último, expresarles también nuestro
reconocimiento por el entusiasmo que han demostrado ustedes en esta asamblea,
el espíritu revolucionario, y el número extraordinario de compañeros bancarios
que ha estado aquí esta noche.
¡Adelante, compañeros!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)