DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO
RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO CONMEMORATIVO DEL
PRIMER ANIVERSARIO DEL SABOTAJE AL VAPOR “LA COUBRE”, EN EL MUELLE DE LA PAN
AMERICAN DOCKS, EL 4 DE MARZO DE 1961.
(DEPARTAMENTO
DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO
REVOLUCIONARIO)
Trabajadores:
Hoy se cumple
el primer aniversario de aquel holocausto que costó cerca de 100 vidas de
obreros y de soldados cubanos.
Cuando el
pueblo se reúne en la tarde de hoy, cumple un deber de cariñoso recuerdo, de
homenaje, para aquellos que dieron su vida por su pueblo. No cayeron en un combate, pero no solamente se
muere por la patria en los combates.
Trabajaban, y trabajaban por la patria, trabajaban para contribuir a la
defensa de su pueblo y de su causa.
Aquellos obreros y aquellos soldados estaban descargando las primeras
armas que llegaban a nuestro país para defender a la Revolución y para defender
la integridad y la soberanía de la nación.
Ya desde
entonces empezaban los primeros amagos de agresión; ya desde entonces
comprendíamos la necesidad de prepararnos y de contar con las armas necesarias
para responder a la agresión, para defendernos, para defender los derechos de
nuestro pueblo, para defender la integridad de nuestro pueblo, para defender
las riquezas de nuestra nación, para defender las vidas de nuestros ciudadanos.
Y eso le
preocupaba al enemigo. El enemigo quería
un país desarmado, quería un país indefenso.
La Revolución tendría que defenderse, porque ninguna revolución se realiza
sin lucha, ninguna revolución se desarrolla sin enemigos poderosos, adentro y
afuera; ninguna revolución podría liquidar los viejos privilegios, ninguna
revolución podría liquidar los intereses extranjeros que explotaban a un país,
sin lucha, sin tener que disponerse a resistir la acometida de los enemigos. Y nuestros enemigos principales no era
precisamente aquella clase dominante, adormecida y aletargada por el ocio y por
el lujo; los enemigos fundamentales de la Revolución no eran enemigos
nacionales, eran enemigos extranjeros, estaban representados, o simbolizados,
en aquellos monopolios que explotaban desde los muelles hasta las compañías
eléctricas, pasando por las minas, por las mejores tierras de nuestro país, y
por el grueso de los recursos naturales y las industrias instaladas en Cuba.
Así, por
ejemplo, un acto como este, hace tres o cuatro años, habría congregado aquí a
una plaga de politiqueros (EXCLAMACIONES DE:
“¡Fuera!”), sargentos de barrio, botelleros y claques mercenarias que
por ron, o por migaja, acudían a aquellos actos de la vieja politiquería. Y en esta tribuna no estarían sentados los hombres
honrados que aquí se encuentran (APLAUSOS); en esta tribuna estaría sentado un
grupo de asaltadores de la Hacienda Pública (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”); en esta tribuna estarían sentados
unos cuantos latifundistas y magnates, con la investidura de Senador o de
Representante (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”);
en esta tribuna no habrían hombres que trabajaban incansablemente, día tras
día, mes tras mes, y año tras año, y en los cuales tiene el pueblo esa
confianza y esa seguridad de que por muchos que sean los cientos de millones de
pesos de la economía y de la Hacienda Pública que manejen, ni un solo centavo
se quedará entre sus dedos (APLAUSOS).
Hombres que viven entregados a una sola idea: el trabajo, el cumplimiento del deber,
el servicio a la causa que representan.
Estarían
sentados aquí aquellos “manganzones” que dirigían el movimiento obrero
(EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”),
no estarían los líderes honestos e íntegros de la clase obrera cubana (APLAUSOS). Y estaría, tal vez, una media docena de
agentes del FBI, “atacheses” de la embajada americana
(SILBIDOS), y alguno que otro esbirro sin sotana, y con sotana (EXCLAMACIONES DE: “¡Para los curas,
paredón!”).
No estarían,
como están hoy, distinguidos representantes de las organizaciones mundiales de
los trabajadores (APLAUSOS), ni valiosos intelectuales de América Latina, como
los que nos acompañan en esta tarde (APLAUSOS).
Y no sería el pueblo, como hoy, no serían brazos de hombres y mujeres
trabajadores, no serían hombres con camisas de obreros, los que estarían
cuidando este acto, y esas armas no estarían en manos de hombres del pueblo,
que saben por qué están aquí (APLAUSOS) y por qué tienen esas armas en sus
manos. Esas armas estarían en manos de porristas
y de criminales (EXCLAMACIONES).
Y alrededor de
nosotros, ¿qué contemplaríamos? Pues contemplaríamos
una serie de muelles de otras tantas compañías americanas; contemplaríamos
barcos mercantes, que a pesar de haber sido comprados, es decir pagados por el
Estado, estaban en manos de poderosos magnates de la industria. Y esas cuatro chimeneas que humean de la
Compañía de Electricidad, no estaríamos mirando, como hoy, elevarse hacia el
cielo de la patria el humo que sale de una fábrica nacional... (APLAUSOS PROLONGADOS) manejada por obreros
que prestan ese servicio al pueblo, y que reintegran a la economía nacional,
para construir más plantas termoeléctricas, los recursos que antes se llevaban para
siempre al extranjero; y no estaríamos mirando locomotoras y trenes de la
nación, ni almacenes de la nación; y esos edificios, los nuevos y los viejos,
esos edificios eran edificios donde el pueblo venía, desde tiempos
inmemoriales, pagando un alquiler que no representaba para ellos, ni representaría
jamás, ninguna seguridad para el futuro.
Es decir, que el pueblo no tendría nada.
Ayer nada
tenía el pueblo, ni tenía muelles, ni tenía barcos, ni tenía trenes, ni tenía
industrias eléctricas, ni tenía almacenes, ni tenía casas. Y hoy, ¡hoy todo es del pueblo! (APLAUSOS.)
Para
comprender lo que es la Revolución, basta solo con pararse en cualquier rincón
de Cuba, aquí o junto a las chimeneas de cualquiera de los ciento sesenta y
tantos centrales azucareros (APLAUSOS); aquí, o en el medio de las montañas, o
en el medio de los llanos, y hasta en el medio de las aguas que rodean a nuestras
costas, y preguntarse:
¿ayer, de quién era todo? (EXCLAMACIONES),
¿y hoy, de quién es todo? (EXCLAMACIONES
DE: “¡Del
pueblo!”)
Para recibir
una lección práctica de revolución, basta con situarse en cualquier sitio de la
nación, y todo, absolutamente todo, nos estará indicando qué es la revolución,
desde el fusil en manos de un hombre del pueblo, hasta las fábricas más
modernas; desde la tierra a la industria, pasando por el transporte y, en fin,
por el grueso de los recursos económicos y naturales de la nación. Y sin contar lo que ayer no existía y que hoy
existe; sin contar con las miles de nuevas escuelas; sin contar con los
millones de libros que hoy ilustran al pueblo (APLAUSOS); sin contar que apenas
queda ya un cuartel que no sea una escuela (APLAUSOS); y, sin contar que a
fines de este año podremos proclamar al mundo que aquí todo el mundo sabe leer
y escribir (APLAUSOS). Y así, cuando en
cualquier rincón de la patria nos paremos, y veamos que a nuestro alrededor no
hay un solo analfabeto, estaremos sabiendo lo que es la Revolución (APLAUSOS).
Esa es la gran
diferencia, la tremenda y abismal diferencia que hay entre el ayer y el hoy, y
la que se vislumbra hacia el mañana.
Pero la Revolución no es solo realizaciones logradas. Para comprender una revolución, no basta
saber lo que una revolución ha hecho o es capaz de hacer. ¡Para comprender una revolución, hace falta
saber también el precio que hay que pagar por ella! (APLAUSOS.)
Y hemos
hablado de lo que tenemos, y constantemente podremos estar viendo y hablando de
lo que ha cambiado y de lo que se ha hecho, pero constantemente tendremos
también que estar hablando, quién sabe por cuánto tiempo, del precio de luto y
de sangre, de los desgarramientos que a nuestro pueblo le quieren hacer pagar
los que no pueden contemplar, con resignación y calma, este tremendo cambio
entre ayer y hoy; entre el ayer, en que nada era del pueblo, en que el pueblo
era el rebaño humano que sudaba y sangraba para servir a los que lo tenían
todo; y el hoy, en que el pueblo dejó de ser rebaño para ser dueño (APLAUSOS),
el hoy, en que todo es del pueblo.
Y cuando el
barco “La Coubre” estalló, con aquel dantesco saldo de obreros y soldados
destrozados por el sabotaje criminal, nuestros enemigos nos estaban advirtiendo
el precio que estaban dispuestos a cobrarnos; pero también nos estaban
enseñando que por muy caro que fuese el precio que nos obligasen a pagar por la
Revolución, mucho más caro iba a ser el precio que le iban a obligar a pagar a
nuestro pueblo por haber querido hacer una revolución, si derrotaban a la
Revolución (APLAUSOS); nos estaban enseñando que las 20 000 víctimas iban
a ser pocas, comparadas con las víctimas que le iban a obligar a pagar al pueblo,
si algún día fuese posible el regreso del ayer (EXCLAMACIONES DE: “¡Nunca!”) Nos estaban dando esa lección, que
se unía a la otra lección, la lección que la propia Revolución, al transformar
la vida de nuestro país, al abrir las riquezas de la nación al trabajo creador,
al dignificar al hombre; al elevar a todos los cubanos, sin prejuicios
absurdos, a la condición de hombres y no de parias, de dueños de sí mismos y no
de esclavos, la Revolución nos había enseñado.
Pusieron a nuestro país en el único camino por el que podía optarse: el camino del
porvenir y siempre el camino del porvenir, y jamás el camino del regreso al
pasado (APLAUSOS).
Por eso, aquel
tremendo holocausto no amilanó a nadie, no acobardó a nadie; aquel tremendo
sacrificio debió de ser como una advertencia a los enemigos de la patria, a los
enemigos de nuestro pueblo. Y es que
estaban dando coces contra el aguijón: que por aquel
camino que se empeñaban en seguir, no iban a debilitar a la Revolución, no iban
a intimidar al pueblo. Al otro día el
pueblo marchó entero detrás de los cadáveres de los obreros asesinados.
Y aquellas
milicias que desde el primer momento acudieron, ya con disciplina, a socorrer a
las víctimas, de milicias no organizadas ni entrenadas, de milicias no armadas,
se fueron transformando en los formidables batallones organizados,
disciplinados, entrenados y armados que tenemos hoy (APLAUSOS).
Y si el
imperialismo creía que iba a debilitar al pueblo, la diferencia es harto
elocuente; la diferencia entre el día en que estalló “La Coubre” y el día de
hoy se puede medir no en armas menos, no en toneladas menos de medios de
defensa; hay que medirla en toneladas más, hay que medirla en miles de toneladas
más de armas (APLAUSOS), y armas que ya el pueblo sabe manejar.
Creían que al
producir aquel criminal sabotaje, no habría un obrero que volviera a subir a un
barco para descargarlo. No habrían
transcurrido dos semanas, cuando otra vez otro barco procedente del mismo país,
y con idénticas armas, entraba en el puerto de La Habana, y eran miles los
obreros que voluntariamente se ofrecían para descargar aquel barco (APLAUSOS). Y no había ninguna seguridad: las armas venían de
un país virtualmente dominado por el imperialismo. Y tan era así, que a las pocas semanas
anularon las entregas que estaban pendientes mediante contratos suscritos por
el Gobierno Revolucionario.
Y no volvieron
más aquellos barcos. Otros barcos
verdaderamente amigos (APLAUSOS), otros barcos que sí tenían y que sí
inspiraban la confianza y la seguridad de los obreros, comenzaron a llegar a
nuestro país. Desde entonces han llegado
muchos barcos, desde entonces han llegado muchas armas en el transcurso de un
año.
Sin embargo,
no volvieron a estallar los barcos.
Aquella explosión, sin género de dudas, había sido fraguada en el extranjero;
sin género de dudas, la máquina infernal había sido colocada cuando se cargaba
el barco. Y a nadie escapaba
quiénes eran las manos criminales que habían preparado aquel sabotaje. Aquel sabotaje no podía haber sido preparado
aquí, en un barco manipulado por obreros escogidos, custodiados por soldados veteranos
de la guerra; aquel sabotaje solo podía haber sido preparado en el extranjero. No cabía la tesis del accidente, y para
demostrarlo de manera irrebatible, se lanzaron desde 500 metros —si mal no
recuerdo— de altura algunas de aquellas cajas sin que ninguna hiciera
explosión.
El gobierno
imperialista de Estados Unidos (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”) era el principal interesado
en que aquellas armas no llegaran a Cuba; el gobierno imperialista de Estados
Unidos había estado haciendo presiones para que no llegaran aquellas armas. Fracasaron las presiones diplomáticas, porque
los aliados del imperialismo a veces se toman ciertas libertades, y en aquella
ocasión el gobierno belga, aliado del imperialismo, por razones de intereses
económicos, por la necesidad que tenía de vender sus productos industriales,
resistió a las presiones del gobierno yanki y envió las armas.
Pero si un
recurso había fallado, otros recursos quedaban.
Y como el Servicio Central de Inteligencia se gasta 1 000 millones de
dólares en mantener un ejército de espías y de agentes en todo el mundo, en
Bélgica —sobre todo en Bélgica, gobernado por colonialistas— era lógico que
allí tuviera abundantes agentes.
Y cuando en
aquella ocasión depurábamos responsabilidades, nosotros declaramos que estaba
probado que el accidente había sido afuera, que estaban probadas las grandes
presiones realizadas por el gobierno imperialista yanki para que las armas no
llegasen, y que por tanto, nosotros teníamos derecho a pensar que ellos eran
los únicos culpables; que “teníamos derecho a pensar”.
Y hablábamos
así, sencillamente, porque era la conclusión a que nos conducían los más
elementales razonamientos; “que teníamos derecho a pensar”, nos limitamos a
decir en aquella ocasión. Hoy, después
de un año de experiencia, después de conocer las actividades de ese mismo
Servicio Central de Inteligencia con respecto a nuestro país, después de la experiencia
de un año en lucha contra ese Servicio Central de Inteligencia yanki, y después
de la experiencia que ha vivido el mundo en este último año, tenemos derecho a
decir que tenemos la convicción que fue el gobierno imperialista de Estados
Unidos el asesino de esos obreros y soldados cubanos (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!, ¡Cuba sí, yankis no! ¡Paredón!”).
Muy pocos
escépticos van quedando en el mundo acerca de lo que son capaces los
imperialistas. Es posible que en aquella
ocasión habría algunos que se pusiesen las manos en la cabeza y se preguntaran: ¿Pero es
posible? Quién habría creído entonces
que eran posibles cosas todavía más absurdas y todavía más desfachatadas de
aquel artero criminal sabotaje, que costó la vida a tantos hermanos
nuestros. Quién habría creído posible en
aquella ocasión que un pequeño país de Africa, a quien
se le acababa de otorgar la Carta de Independencia, pero con todas las
intenciones de mantener allí bajo otra máscara el sistema colonial, iba a ser
agredido por fuerzas de la metrópoli que lo estaba explotando; que ese país iba
a pedir ayuda y protección a la Organización de Naciones Unidas, protección
contra los invasores extranjeros, protección confiada que solicitó al organismo
internacional, que fue creado precisamente para preservar la paz y para
proteger a las naciones de los actos de agresión, que ese organismo enviaría fuerzas
a ese pequeño país, y que en virtud de las maniobras de los imperialistas esas
fuerzas, en vez de ir allí a proteger a los congoleses contra los soldados
belgas, irían allí a promover la división y a promover la secesión dentro de
esa pequeña nación, a promover el golpe de Estado, a sufragar económicamente a
los golpistas y a los secesionistas, y que antes de transcurrir un año de la
agresión, aquel gobernante del pequeño pueblo del Africa
que había solicitado ayuda a la ONU, no solo iba a dejar de recibir protección,
sino que los llamados a protegerlo promueven el golpe de Estado y el derrocamiento;
y no solo promueven el golpe de Estado y el derrocamiento, sino que promueven
el encarcelamiento de ese gobernante; y no solo promueven el golpe de Estado,
el derrocamiento y el encarcelamiento, sino que promueven, incluso, el
asesinato de aquel gobernante (APLAUSOS).
Absurdo,
habrían dicho los escépticos; imposible, habrían dicho con las manos sobre sus
cabezas algunos a quienes se les hubiera dicho que el imperialismo, a la faz
del mundo, era capaz de perpetrar semejante hecho. Habrían existido escépticos y descreídos que
habrían dicho: ¡Imposible! Y ahí están los hechos, demasiado sangrantes,
demasiado crudos, demasiado hirientes a la sensibilidad humana, perpetrado a la
vista del universo entero para que pueda quedar nadie que todavía dude de lo
que son capaces las fuerzas reaccionarias que quedan en el mundo.
Y aquí mismo,
en nuestro propio país, los escépticos escasos que quedaban tienen pruebas más
que suficientes, y las tenemos nosotros, de lo que son capaces las fuerzas
reaccionarias que quedan en el mundo; de los actos de intromisión y de
violación de derechos de los pueblos y de normas internacionales de que son
capaces las fuerzas imperialistas. Y
aquí mismo, constantemente, tenemos los ejemplos; aquí mismo, nuestro país vive
bajo un incesante hostigamiento, bajo condiciones de guerra no declaradas con
el Servicio Central de Inteligencia yanki, que no ha cesado un solo instante de
promover y crear, mediante actos de flagrante intervención en los asuntos internos
de nuestro país, todo tipo de problemas, de crímenes, de sabotajes y de actos
subversivos contra la nación cubana.
Y es un hecho
verdaderamente vergonzoso, si es que pudieran ser capaces de concebir la
vergüenza, tanto ellos como los que están vendidos a ellos, que actualmente sea
precisamente el Servicio Central de Inteligencia yanki, es decir, que sean agentes
yankis los que manejen todos los hilos de la subversión, de los abastecimientos
de armas y de explosivos, con que han estado tratando de promover bandas
contrarrevolucionarias y con las que han estado llevando a cabo actos de
asesinatos, o actos tan salvajes de terrorismo, como el de hacer estallar una potente
bomba en un aula o en una escuela repleta de alumnos (EXCLAMACIONES DE: “¡Paredón, paredón!”).
De una manera
abierta y descarada organizan campos de entrenamiento, de una manera abierta y
descarada construyen bases aéreas piratas —que de piratas no tienen
absolutamente nada, porque todo el mundo sabe quiénes son los que están construyendo
esas bases y compran esos aviones—, de una manera abierta y descarada reclutan
mercenarios, entrenan esos mercenarios, con una violación flagrante y absoluta
de las normas internacionales, y hasta tienen la desfachatez y el cinismo de
publicar sus fotografías en los propios periódicos americanos.
¡Y luego
hablan en nombre de “la seguridad hemisférica”!, ¡y luego hablan de que Cuba
constituye un peligro para esa seguridad!
Y, al menos que estemos equivocados, entendemos que Cuba no está situada
en Asia, ni en Africa, ni en Oceanía, ni en la Antártida, ni en el planeta Marte; que Cuba está situada en
este hemisferio, y que constantemente el espacio aéreo nacional es violado por
aviones que no pueden venir de Venus, ni de Africa,
ni de la Antártida, sino que vienen de este
continente.
Y, como prueba
de lo desvergonzados que son los imperialistas, baste tener presente que
mientras hablan incesantemente de esa seguridad, mantienen a nuestro país bajo
un constante hostigamiento, por parte de aviones que tienen sus bases en este
continente, desde Estados Unidos hasta Guatemala. Y, sin respeto alguno para el Derecho
Internacional, no solamente reclutan, arman y organizan mercenarios, descarada
y abiertamente, sino que violan de manera incesante el espacio aéreo nacional y
las aguas jurisdiccionales de nuestro país, con barcos y aviones procedentes de
esas bases contrarrevolucionarias situadas alrededor de Cuba, y que a través de
aviones y de barcos traen aquí los explosivos que cuestan la vida de niños, de
mujeres y de obreros, cruelmente ultimados mediante actos que no tienen otro propósito
que segar vidas, en el intento de ablandar a nuestro pueblo.
Y esa es la palabra
que ellos emplean. Ellos emplean esa
palabra para indicar que esa es una táctica de “ablandamiento”; es decir,
mediante el terror, mediante la bomba que asesina niños y mujeres, mediante
atentados cobardes a obreros cuando salen de su trabajo. Y mediante esos procedimientos, agreden y
hostigan a nuestro pueblo, tratan de promover bandas de contrarrevolucionarios;
y lo triste, y lo verdaderamente ofensivo para nuestro pueblo, lo que
constituye una flagrante violación de los derechos internacionales, es que
todas esas actividades están directamente manejadas y dirigidas desde Estados
Unidos por agentes del Servicio Central de Inteligencia. Es decir que, desde allí, se manejan los
hilos de toda la conjura que mata niños, que mata obreros y que de manera cruel
e inhumana siega vidas del pueblo.
Y es
verdaderamente penoso que las propias marionetas que le hacen el juego no se
percaten de la estrategia que está siguiendo el Servicio Central de
Inteligencia. Nadie crea, ni por un
minuto, que ninguno de esos señores tránsfugas que aparecen como jefes de la
contrarrevolución tiene facultades allí para dar órdenes; los movimientos de
aviones, de barcos, los embarques de armas y de explosivos, los campamentos militares,
absolutamente toda la actividad, está mandada directamente por agentes yankis
(EXCLAMACIONES DE: “¡Abajo!”).
Nosotros
tenemos información amplia sobre todos esos detalles; no se mueve un solo barco
sin orden de ellos, no se mueve un solo avión sin orden de ellos, no se hace un
solo movimiento de tropas mercenarias sin órdenes de ellos. Y lo triste, y lo penoso, es que haya gentes
que, por muy miserables que sean, por muy corrompidos que estén, por muy “gusanos”
que sean, debieran darse cuenta de la estrategia yanki. Y basta razonar un poco sobre este
particular.
Una de las
cosas que ensayaron, fue organizar bandas de contrarrevolucionarios. Así, aprovechándose de la complicidad de
elementos seudorrevolucionarios que en la guerra —en
la guerra que libró el pueblo, pero que no libraron ellos— se movieron en la
zona montañosa de Las Villas, valiéndose de la complicidad de aquellos
elementos, y del hecho de que allí, aquella población, no había conocido la
Revolución, se dieron a la tarea de promover bandas contrarrevolucionarias,
mientras en el extranjero organizaban y entrenaban a los mercenarios.
En determinado
momento, valiéndose del peligro de agresión directa que el país se vio obligado
a precaver, y alentados por la esperanza de que se iba a producir un inmediato desembarco
de infantería de marina, los grupos contrarrevolucionarios llegaron a reunir
entre 400 y 500 hombres en sus bandas; es decir, unos 500 “gusanos” (RISAS).
En el
exterior, reclutaban “gusanos” y entrenaban”gusanos”; pero en el exterior
tenían varios miles, y aquí tendrían unos 500.
¿Qué ocurrió? Se movilizaron las
fuerzas necesarias para liquidar esos grupos que no presentaban combates, y que
por lo general se dispersaban, y que por tanto era necesario agarrar uno a
uno. ¡Y a veces no es fácil encontrar un
“gusano” en un hoyo! (RISAS.) Por lo tanto, era necesario realizar una operación
sistemática, de limpieza. Se movilizaron
los efectivos necesarios para realizar esa búsqueda y limpieza total.
Ellos sabían
que los “gusanos” de aquí estaban rodeados; ellos sabían que los estábamos
persiguiendo sistemáticamente. Y, ¿qué
hicieron? Era de esperar que mandaran a
los mercenarios, era de esperar que trataran de reforzarlos. Si tienen varios miles en los campos de
entrenamiento de Miami y de Guatemala, bien armados y entrenados por oficiales
yankis, era lógico que, desde el punto de vista de sus obligaciones para con su
propia gente, reforzaran a los que estaban aquí cercados y sistemáticamente
perseguidos, y barridos. ¿Qué
hicieron? Se dedicaron a hacer campañas
por radio, diciéndoles que “resistieran” (RISAS), a enviar armas en paracaídas
a diestro y siniestro, todas las cuales iban cayendo en nuestras manos.
Nosotros no
hemos dado información sobre la marcha de las operaciones, porque entendíamos
que eso solo servía para orientarlos a ellos acerca de la situación. Nosotros hemos mantenido siempre el criterio
de que cualquier asunto que merezca, que tenga importancia, que tenga gravedad,
que signifique algún peligro, debe ser conocido inmediatamente por el pueblo
(APLAUSOS). La situación allí no ofrecía
ningún peligro; era un trabajo que llevaba tiempo, puesto que había que
realizarlo sistemáticamente, e ir liquidando toda oportunidad de permanecer
dentro del territorio que se fuera limpiando.
Todo ha ido marchando perfectamente bien; y no se ha brindado
información, precisamente para que ellos no se percatasen de la verdadera
situación que tenían aquí. Mandaban
cargamentos y cargamentos de armas, y a no ser por alguna que otra
indiscreción, de alguno que otro reportero que publicaron algunos detalles, se
mantenían en secreto esos cargamentos ocupados, y se mantenía discreción sobre
la marcha de las operaciones, para no orientar al enemigo, y si era posible, conducirlos
al error, no al enemigo interno, sino al enemigo externo.
Era de esperar
que ellos trataran de reforzar a los contrarrevolucionarios, a las bandas
contrarrevolucionarias aquí. Ellos estaban
en la obligación de reforzar esas bandas, pero no desde un avión, con armas en
paracaídas que caían en manos de nosotros, sino con hombres. Y si habían estado reclutando mercenarios
durante un montón de meses, y entrenándolos, ellos no podían permitir que les
exterminaran las bandas sin reforzarlos, porque si no, ¿qué “gusano” vuelve a
tomar el camino de las montañas?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Ninguno!”) Era lógico que los que habían sido lanzados a esa
aventura, se consideraran criminalmente “embarcados”. Mas, ¿cuáles fueron
las instrucciones que dio el Servicio Central de Inteligencia y el grupo de
flamantes cabecillas, marionetas, que tienen allí? ¿Reforzarlos, para ayudar a los que habían
“embarcado”, como era su obligación?
No. Las instrucciones que dieron
fueron de alzarse a más grupos en otras provincias, es decir, como manera
táctica para ayudar a los “embarcados”; embarcar más incautos (RISAS).
Todos esos
intentos fueron desarticulados antes de comenzar. Trataron de hacerlo en Oriente, y fueron
capturados antes de que agarraran el monte, y algunos grupitos que lograron reunirse,
fueron capturados en su inmensa mayoría, inmediatamente. Otro tanto pensaban hacer en el norte de Las
Villas, y unas 48 horas antes de que llegara el momento del alzamiento ordenado
desde allá, llegaron los compañeros del G-2, y los enviaron a todos a buen
recaudo (APLAUSOS). Otro tanto tenían
planeado en Pinar del Río, y no han podido ni moverse.
Es decir que
para apoyar a los “embarcados” dieron instrucciones de “embarcar” más
contrarrevolucionarios. ¿Por qué ordenar
que 50 ó 100 de sus cómplices se vayan a las montañas o al campo a afrontar la
fuerza de nuestros batallones, y no mandar, como era más lógico, los miles de
mercenarios que tienen entrenando desde hace muchos meses? ¿Por qué, si aquellos no se consideraban con
fuerza suficiente para afrontar el choque, envían en cambio a grupos de 50 ó
100, sin entrenamiento y sin el armamento que tienen los que están afuera? ¿Qué táctica es esa?
Prescindiendo
de las diferencias abismales que nos separan en el orden ideológico, la
diferencia entre lo que pensamos los revolucionarios y lo que piensan los
reaccionarios, ¿podríamos nosotros mandar un grupo de hombres a combatir, saber
que ese grupo de hombres está cercado y a punto de exterminio, y no mandar uno
solo de nuestros batallones a socorrerlo?
¿Podríamos nosotros permitir que dos compañías de milicianos estuviesen
en apuros, y disponiendo de muchas compañías más no mandar una sola a combatir,
y a morir si es necesario, por defender a aquellos que están en una difícil
situación? (APLAUSOS.)
Y cualquiera
que sea la causa que se defienda, buena o mala, cualquier fuerza armada está en
el insoslayable deber de apoyar y ayudar a sus hombres en situación difícil,
porque no hacerlo así equivale a destruir la moral y la fe de los combatientes,
y no es lo mismo un miliciano combatiendo en un punto, sabiendo que no va a
recibir refuerzo alguno, que ese mismo miliciano combatiendo, sabiendo que
mientras quede un solo cañón, un solo fusil, una sola bala, podrá contar con él
para apoyarlo y para combatir a sus enemigos (APLAUSOS).
Es de una
impudicia que no tiene límites, dar instrucciones aquí de que se levanten,
prometiéndoles villas y castillas, prometiéndoles el triunfo, prometiéndoles el
refuerzo, y dejarlos después abandonados a su suerte. Eso es lo que han hecho. Si el Servicio Central de Inteligencia y los
cómplices que han puesto ahí, como supuestos jefes, se equivocaron, y
prematuramente lanzaron a la aventura de organizar bandas
contrarrevolucionarias a los suyos, estaban en la obligación de apoyarlos y
reforzarlos. Es verdaderamente absurdo,
y es verdaderamente impúdico y cobarde, que lo que hayan hecho en esas
circunstancias es ordenar la formación de nuevas bandas, mientras tienen miles
de mercenarios entrenados y armados desde hace meses.
Conversando
nosotros en un interrogatorio con uno de esos cabecillas
contrarrevolucionarios, le recordábamos cuál fue el proceder de nosotros cuando
organizábamos la lucha revolucionaria, y le decíamos: “No teníamos un miserable avión, y
allá los mercenarios cuentan con docenas de aviones; no teníamos un miserable
barco, y tuvimos que adquirir con un millón de dificultades un yate para hacer
la travesía (APLAUSOS); no teníamos armas automáticas, y eso no nos detuvo.” Y nosotros le exponíamos: “Cualquiera de aquellos 82 hombres valía, por
lo menos, tanto como cualquiera de esa docena de jefes que tienen allá en el
extranjero (APLAUSOS); cualquiera de nosotros valía, por lo menos, tanto...” Es decir, que tenemos derecho a decir que
valíamos tanto como cualquiera de ellos.
Nosotros creíamos en una táctica, creíamos en esa táctica, pero no mandamos
a nadie de “conejillos de india” por delante; no mandamos 40 ó 50 para probar
si se podía, mientras nosotros nos quedábamos allá.
Es decir que
nosotros todos, todos los compañeros que nos habíamos hecho aquel propósito,
sin excepción, y que son los compañeros que llevaron aquella táctica a su pleno
desarrollo y llevaron la Revolución al triunfo, y hoy tienen grandes
responsabilidades en sus manos, cualquiera de esos compañeros, admítase
solamente que vale tanto como cualquiera de esos señores que están allí de
ilustres jefes de las expediciones (EXCLAMACIONES).
Sin embargo,
todos nosotros juntos vinimos a correr la misma suerte. Nosotros fuimos, en todo caso, los
“conejillos de india”, y no teníamos armas automáticas, ni teníamos un
miserable avión, y no teníamos más que una cáscara de nuez para atravesar el
Golfo de México (APLAUSOS). No esperábamos
refuerzos desde afuera, y los yankis no nos mandaban armas a nosotros, sino a
Batista (EXCLAMACIONES); no había esperanza de recibir refuerzo de ninguna
índole. Y nosotros vinimos con los
primeros, todos nosotros, y ya que creíamos en nuestra causa, y ya que creíamos
en nuestras tácticas, vinimos por delante.
¿Qué hacen —y
esta es una pregunta que deben hacerse los incautos que se dejan arrastrar por
las ilusiones de que tengan alguna posibilidad de triunfo—, cómo pueden
justificar los cabecillas contrarrevolucionarios y los del Servicio Central de
Inteligencia, dar las instrucciones de alzarse a las bandas de
contrarrevolucionarios, dejar que los cerquemos, dejar que los exterminemos,
mientras salen retratados en los periódicos allá en los campamentos de Miami y
de Guatemala los cabecillas contrarrevolucionarios? (EXCLAMACIONES.)
Y si ellos no
se sienten con fuerza, a pesar de ser varios miles, para enfrentar nuestras
unidades de combate, ¿cómo justificar las instrucciones que dan a grupos de 40
y 50 para enfrentarse a nosotros? ¿No es
evidente que están actuando con una impudicia que no
tiene límites? ¿No es evidente que están llevando miserablemente al exterminio a su propia
gente? Si no, ¿por qué no han
desembarcado los mercenarios?, ¿y para cuándo van a esperar desembarcar los
mercenarios? ¿Van a esperar que no les
quede ni uno solo? ¿Qué esperan? Porque las bandas están siendo liquidadas, y
dentro de unos días vamos a brindar una información del número de
contrarrevolucionarios capturados y muertos en el Escambray (APLAUSOS).
Allí no ha
habido ninguna batalla; ojalá hubiesen hecho resistencia. Bastaría recordar que cuando la gran ofensiva
contra la Sierra Maestra, nosotros teníamos menos hombres y menos armas, es
decir, menos hombres armados, menos armas de las que les habían mandado a los
contrarrevolucionarios. Y, sin embargo,
el ejército de la tiranía, con todo su apoyo de aviones y de tanques, salió
totalmente destruido en aquella campaña.
Nosotros nos posesionamos del terreno y le hicimos resistencia firme, y
durante 70 días no se perdió el contacto con el enemigo.
Desde luego,
que nosotros sabíamos que todo dependía de nuestro propio esfuerzo, y no
podíamos esperar nada de nadie. La mentalidad
de estas bandas ha sido la de esperar que vengan. Luego, ¿su misión?: sobrevivir y escapar. Por eso ha sido necesario disponer de tiempo
para ir haciendo un trabajo sistemático y cabal. Ya ese esfuerzo está llegando a sus
resultados finales. ¿Bajas por parte
nuestra?: muy
pocas, muy pocas. Son más, por lo
general en estas campañas, las bajas por tiros escapados que por
escaramuzas. Muy pocas.
Los
contrarrevolucionarios y los cómplices se dieron a la tarea de regar rumores
para crear la preocupación en los familiares de los milicianos, pero frente a
eso nosotros les recomendábamos que escribieran por lo menos dos o tres veces a
la semana, para que sus familiares tuvieran noticias constantemente de ellos. Están, con rarísimas excepciones, que han
sido las bajas, perfectamente bien todos, saludables, contentos (APLAUSOS),
curtiéndose allí, curtiéndose, aprendiendo y enseñando (APLAUSOS). Y ya pronto estarán de regreso (APLAUSOS
PROLONGADOS).
Los últimos
días vamos a mandar a algunos batallones de los salidos de las escuelas, para
que todos esos batallones pasen por las experiencias de esa campaña
(APLAUSOS). Es decir que vamos, en esta
última etapa, vamos a sustituir a algunos de los batallones que llevan más
tiempo por los batallones que van saliendo de la escuela, pero de todas maneras,
dura poco y están virtualmente aniquilados los contrarrevolucionarios. ¿Los demás alzamientos que trataron de
promover?:
descabezados antes de comenzar.
Ahora, lo que
cabe es preguntar una cosa:
¿por qué han permitido que exterminemos a sus bandas, sin
reforzarlas?; ¿por qué no han venido?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡por cobardes!”); ¿qué hacen con miles de hombres entrenados y
armados en las bases extranjeras?
Cruzados de brazos, mientras les exterminábamos
a su propia gente. ¿Qué es lo que le van
a decir ahora a nadie, para conducirlo a la aventura de los alzamientos? Y en fin de cuentas, ¿qué esperan? ¿Por qué no vinieron cuando tenían que venir? ¡Ah!
¿Que no están suficientemente preparados? ¡Pues menos lo van a estar dentro de un mes,
o dentro de dos meses, o dentro de tres meses!
El único
argumento: que
no tenían suficiente preparación ni suficiente entrenamiento. Y frente a eso hay un argumento más poderoso: que aquí se
organizan y se entrenan, en un mes, y por cada mes que pasa, cuatro veces más
de los que ellos organizan y entrenan en un año (APLAUSOS).
Quiere esto
decir que las razones que hayan tenido para no venir en estos días, las van a
tener multiplicadas por dos para no venir dentro de un mes ni dentro de tres
meses. Eso es, sencillamente, lo que
quiere decir. Pero que quede constancia que
de una manera impúdica y de una manera cobarde, han desmoralizado a sus propias
huestes al llevarlas a una situación desesperada de total derrota, sin haber
enviado un solo hombre o un solo “gusano” a apoyarlos.
Y en verdad,
vamos a imaginarnos que Tony Varona... (EXCLAMACIONES Y SILVIDOS)... —un momento, no le dediquen tanta atención,
que se va a sentir muy honrado— ..., vamos a imaginarnos que es una lumbrera
(EXCLAMACIONES), un cerebro claro y genial, un estratega de la guerra y de la
paz, un estadista, un creador, en fin, un genio de la humanidad
(EXCLAMACIONES); vamos a imaginarnos que Justo Carrillo, por ejemplo
(EXCLAMACIONES), es otra lumbrera, otro genio; que Barquín (EXCLAMACIONES), que
Martín Elena, que todos esos señores, prohombres de la contrarrevolución, son
hombres geniales; dignos de preservarse para la especie humana; vamos a pensar
que Masferrer (EXCLAMACIONES), que Ventura
(EXCLAMACIONES), que Sánchez Mosquera (EXCLAMACIONES), son otros tantos genios
del género humano, lumbreras que sean dignas de que la humanidad las preserve
como valioso tesoro. Pero cuando esas
lumbreras y esos genios se lanzan a la tarea de redentores, guerreros,
conquistadores, Alejandro, Aníbal, Napoleón, Bolívar (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”), no se
preservaban como semillas fecundas para que la humanidad contara con muchos de
sus descendientes. Todos aquellos genios
de la guerra y grandes estadistas, a cuya altura tal vez se supongan ellos que
estén algunos de los contrarrevolucionarios, dirigían sus campañas, dirigían
sus ejércitos, organizaban y encabezaban sus luchas.
No sabemos de
ninguno de ellos que haya mandado por delante durante muchos meses sus
avanzadas, sus patrullas, para ablandar el terreno y preservar el grueso del
ejército, mientras a esas avanzadas las destruyeran. Suponiendo que se tratase de prohombres
insignes, no les queda más remedio que hacer lo que hicieron los prohombres,
que hacer lo que hicieron los grandes generales, los grandes guerreros, los
grandes estrategas. ¡Qué es eso de
aparecerse retratado con un uniforme de kaki (RISAS),
y mandar a la gente a combatir desde Miami!
¡Qué es eso de parecerse
retratado en unos campamentos a 1 000 leguas de Cuba, mientras les
exterminan a los incautos que “embarcaron aquí”!
Si se han
retratado con esos uniformes de kaki, es nuestro más
ferviente deseo, y les extendemos la más gentil y amable invitación (APLAUSOS)
a ese grupo de ilustres y geniales estrategas, guerreros y prohombres para que,
en una especie de paseo militar e inspirados en las musas de Allan Dulles, vengan a perpetrar
un maravilloso paseo militar por nuestro país; que nuestro país está deseoso de
la visita de tan ilustres guerreros; nuestro país está emocionadísimo por ver
en un caballo blanco (RISAS) a los émulos de Aníbal, Alejandro y Napoleón,
porque espectáculo tan fantástico no hemos presenciado nunca, oportunidad tan
maravillosa no hemos tenido nunca. ¿Y
cómo es posible concebir que hombres tan llenos de amor a su pueblo, tan
deseosos de libertar a su pueblo, tan deseosos de hacer feliz a su pueblo, tan
deseosos de dar la vida por el bienestar y el progreso de su pueblo, no van a
complacer siquiera el deseo de nuestro pueblo de verlos desfilar gallardamente,
con sus uniformes de kaki, al frente de sus heroicas
legiones? (APLAUSOS.)
Nosotros no
teníamos un miserable avión y vinimos; nosotros no teníamos armas automáticas y
vinimos. Incluso, avisamos cuando
veníamos, para que quede demostrado que no es tan difícil, y que lo que hicimos
nosotros, modestísimos ciudadanos de este país, pueden hacerlo los ilustres
prohombres que desde Guatemala dirigen.
Lo que fue fácil para nosotros, un grupo de compañeros jóvenes, que ninguno
era militar ni guerrero, médicos, abogados, albañiles, como el compañero Almeida
(APLAUSOS)... En fin, lo que nosotros,
sin barcos, sin aviones, sin armas automáticas, sin millones de dólares, sin
apoyo de nadie, hicimos; a pesar de no contar con los talentos que iluminan la
inteligencia de esos señores, bien pueden realizarlo ellos. Y por tanto no hay excusa posible.
Y que no
hablen de sacrificio inútil, porque sacrificio inútil es el que le han hecho
soportar a los incautos que mandaron aquí a alzarse. Ese sí ha sido sacrificio inútil. Y los que asumieron esa responsabilidad es
hora de que dejen de retratarse, y nosotros estamos seguros de que hasta los
mismos mercenarios comparten el criterio de que esos señores deben venir juntos
con ellos (APLAUSOS).
(AL DOCTOR
CASTRO LE ENTREGAN UNA NOTA A LA QUE LE DA LECTURA)
“Teniente del
Pino en un chorro derribó al norte de Baracoa avión pirata de dos motores”
(APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE:
“¡Cuba sí, yankis no!” “¡Arriba, abajo, los yankis son guanajos!”
“¡Rim-bom-ba, abajo Caimanera!” y otros
gritos revolucionarios que tienen que ser acallados con las notas del Himno
Nacional”).
Ya ven ustedes
como un país que está dedicado a trabajar, un país que no tiene guerra con
nadie, tiene que estar recibiendo “partes de guerra”; y un día pacífico, una
tarde como hoy, pues, tranquilamente, haya que leer aquí una especie de parte
de guerra: “avión pirata violando el
territorio nacional, derribado”. Y esto,
sencillamente, ya es a todas horas, es cada día creciente la actividad de los
aviones piratas con bases del Servicio Central de Inteligencia yanki
(EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”).
Esos son los
aviones constantemente violando el territorio nacional; por lo tanto, no tiene
nada de extraño. ¡Lo que han tenido es
un poquito de suerte!, pero que esa “paseadera” por encima
del territorio nacional se les acabará también (APLAUSOS). Primero, nos hemos fortalecido en tierra, en
tierra en primer lugar, porque lo importante es tener aquí asegurada la base en
tierra; y somos fuertes en tierra, somos en tierra inconmovibles. Ahora nos seguiremos fortaleciendo en las
demás ramas, y llegará el momento en que no van a poder ni asomar la nariz por
los alrededores (APLAUSOS). Mientras
tanto, han estado campeando: volando de noche, a baja altura, sorpresivamente,
lanzando paquetes de propaganda, pero sin que nadie pueda tener seguridad de
que cualquier día comience a lanzar bombas.
Y yo sé que
aquí nadie tiene miedo (EXCLAMACIONES DE: “¡Nadie!”). Eso es precisamente lo insoportable para los
enemigos de la Revolución, el saber que aquí nadie tiene miedo (EXCLAMACIONES DE: “¡Nadie!”); y es
que parece que duele, es que parece que los irrita, ¡y después que no digan que
nosotros traemos toneladas y toneladas de armas! Porque, mientras nos sigan hostigando,
mientras nos sigan violando el territorio nacional, mientras sigan exponiendo
el país a bombardeos, mientras nos sigan rodeando de bases piratas, mientras
sigan entrenando contrarrevolucionarios, ¡vamos aquí a traer montañas de armamentos
para defender al país! (APLAUSOS PROLONGADOS),
¡y vamos a traer cuantas armas sean necesarias, y del tipo que sean necesarias,
para defender al país! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Y que después
no salga el “ilustrísimo señor” Berle —o como le
llamen—, a decir que este problema de Cuba no es un problema unilateral de Estados
Unidos, sino un problema de todo el continente.
¡Como si el continente tuviera que ver nada con los monopolios!, ¡como
si el continente tuviera que ver nada con el atraco continuo de los monopolios
a los pueblos de América Latina!, ¡como si el continente tuviera la culpa del hambre
que hay en América Latina, del subdesarrollo, de la incultura, del
analfabetismo!
Y ahora ha
inventado el señor... este señor que
está ahí ahora... (RISAS), ha inventado
una extraordinaria teoría —¡qué inteligente!, me veo
en la necesidad de rectificar: ¡qué hombre
tan inteligente!, ¡qué luminaria rige los destinos de Estados Unidos!—, ha
ideado que el problema de Cuba no es ya un problema de Estados Unidos con Cuba,
sino del continente con Cuba. Y, que
nosotros sepamos, América Latina no tenía un solo monopolio aquí, no tenía un
solo latifundio, no tenía una sola compañía eléctrica, no tenía un solo barco,
no tenía un solo muelle, no tenía un solo banco, no tenía una sola mina, no tenía
un central azucarero; y nosotros, que sepamos hasta ahora, no hemos tenido
problemas más que con los monopolios norteamericanos; con nadie más, porque ni
por equivocación había un monopolio por ahí, o una fábrica, o un central azucarero,
latinoamericano. La cuota, quienes nos
la quitaron fue el gobierno yanki, el que nos quitó la cuota; las agresiones
económicas, las hemos recibido de ellos.
Además, ellos son los que están en todo este “teje-maneje” de la
conspiración, el terrorismo, los aviones piratas, los campamentos de mercenarios,
la hostigación abierta y descarada.
¡Ah, no
quieren discutir!, ¡no quieren discutir!
Cuba dice que quiere discutir, y lo ha planteado, lo ha planteado a
todas las cancillerías, lo ha planteado en la ONU. ¿Por qué no quieren discutir? ¡Ah, porque se les “rompe el paso-doble”!
(RISAS.)
Cuba quiere
discutir, y ellos no quieren discutir, porque, como tienen mucha esperanza
puesta en esos “extraordinarios estrategas” y en ese “formidable ejército”, en
esa “legión invencible” que tienen entrenada en Guatemala y en esos países, pues,
tienen una gran esperanza puesta en eso, y han inventado una gran “teoría”: que el problema de
nosotros no es unilateral, con Estados Unidos, sino con el continente.
Entonces,
nosotros decimos de discutir. Ellos
saben que no pueden discutir, porque, discuten y toda la maniobra, el
“teje-maneje”, el “paso-doble” y todas las ilusiones que se han hecho, ¡por el
suelo!
Los problemas
de las tensiones en América Latina se podrían resolver perfectamente: vamos a
discutir. A ver: nuestros derechos, ¿cuáles son los
derechos que ustedes creen tener? Pues: “nosotros tenemos
derecho a esto, a esto... las cuotas, los
mercados...”, todo lo vamos a discutir, de igual a igual, de amigo a amigo, y
más nada, ¡más nada! (APLAUSOS.) Como
dos países soberanos, dos vecinos de este continente, y nosotros podemos vivir
en paz, y queremos vivir en paz, y tenemos derecho a vivir en paz.
Claro que,
mientras nosotros teníamos aquí que estaban los guajiros comiendo tierra, y una
compañía norteamericana tenía 17 000 caballerías de tierra aquí, no podíamos
vivir en paz, eso era imposible.
Nosotros queremos vivir en paz en lo nuestro, queremos vivir en paz en
lo nuestro (APLAUSOS), y queremos vivir en paz de lo nuestro, de lo nuestro; y
Cuba ha demostrado que no necesitamos, con los recursos que tenemos, no
necesitamos más que nos dejen en paz.
Vean todas las
agresiones. Ellos creían que a la
primera carta, todo el mundo “boca abajo” aquí (EXCLAMACIONES DE: “¡Nunca!”); que, al
quitarnos la cuota, ¡lista la Revolución, y listo el país! (EXCLAMACIONES DE: “¡Nunca!”) Pero, de tal manera ha fracasado
esa táctica de agresiones económicas que ahora, convencidos de que estamos
muertos de risa aquí, con lo que hicieron, ya están planeando establecer un bloqueo
total, e incluso suprimir las compras de tabaco, y de vegetales, y de algunos
artículos, y privarnos de ciertos artículos que los estamos comprando
allí. Nos han amenazado incluso con no vendernos
ciertos alimentos.
Bien... están amenazando con que no nos van a vender
manteca. Bien... eso no nos va a hacer mella, nada de
eso. Estamos desarrollando
extraordinariamente la producción de grasas; claro que necesitamos algún
tiempo, pero, ¿que nos dejan sin manteca?..., bien, se va a poner todo el mundo
aquí “en la línea”, ¡todo el mundo en la línea!
(APLAUSOS.) ¿Un año sin manteca?,
¡un año sin manteca!; no nos van a derrotar con eso, y eso es bueno que ellos
lo sepan: que
con eso no nos van a derrotar, ni con nada; ni con eso, ni con nada.
¿Este señor
dijo que iba a empezar de nuevo?, pues, ¡ha empezado de viejo! (RISAS.)
Porque, que sepamos nosotros, con respecto a Cuba, si había un millón
puso cuatro, para contrarrevolucionarios; si venía un avión cada día, ahora
están viniendo tres; y si había tantos mercenarios, hay más mercenarios ahora,
y las agresiones continúan. Está
haciendo papel de “valiente”, en Cuba; papel de valiente, con Cuba; papel de
agresivo, con Cuba; papel de estadista, con Cuba; papel de estratega, con
Cuba. Sin medir la diferencia que hay
entre su posición de gobernante de un país con tantos recursos militares y
económicos y nuestro pequeño país, que realiza un esfuerzo tan meritorio como
heroico, por progresar, con su trabajo, y con sus riquezas propias y sus
recursos.
No comprende
que a mayor sea la distancia entre el poderío de su país y el nuestro, más
grande es la derrota moral a que se expone, ¡más grande es el ridículo
histórico a que se expone! (APLAUSOS.) De nosotros no tiene nada que temer; nosotros
no amenazamos la seguridad, ni absolutamente nada de su imperio… bueno, de su imperio sí… de su país; nosotros
no constituimos ninguna amenaza para la seguridad de su país y de su
pueblo. El sí constituye una amenaza
para nuestro pueblo, y para nuestro país, pero él se expone más que nosotros;
porque nosotros, por ejemplo, no estamos expuestos a la derrota moral, y él sí;
nosotros no estamos expuestos al ridículo, y él sí; nosotros estamos expuestos
al exterminio, y él también (APLAUSOS).
Ellos pueden tratar de exterminarnos a nosotros, pero con toda seguridad
que ellos resultarían a su vez exterminados (APLAUSOS). Y, ¿no es mejor que nadie sea exterminado en
el mundo? ¿No es mejor que el mundo
pueda vivir en paz?, ¿qué los pueblos y las naciones se respeten y se ayuden
pacíficamente? ¿No es ese un ideal mejor
para la humanidad y un deseo de la humanidad?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Sí!”) Ese es nuestro
deseo.
Ahora bien,
frente a nuestras palabras, ¿qué hemos escuchado? Gestos orgullosos, soberbios, agresivos, que
deshonran a quienes promueven semejante política. Y es vergüenza que un gobernante recién
estrenado, tan pronto marche por los caminos del descrédito, por continuar una
política tan torpe como la que siguió su antecesor con nuestro país.
¿Que van a
convencer a la América Latina? Lo veo
mal. Vean, si no, quiénes les sirven
incondicionalmente:
los peores regímenes, los más reaccionarios, los más tiránicos,
los más corrompidos. Pero, ¿qué ha
pasado? Que hay varios gobernantes de América
Latina que han hablado en estos días, y han hablado claro, y han hablado
enérgico. ¿Saben por qué? Porque en este continente se ha perdido el
miedo (APLAUSOS), y ya en este continente no se puede estar haciendo papeles de
matón ni de guapo. Los pueblos hace rato
que perdieron el miedo, y los gobernantes han perdido el miedo. Y sinceramente, sin ánimo de denostar ni de
disminuir los altísimos merecimientos del Sr. Berle,
o de Mr. Berle, creo que le
han hecho el caso del perro en América Latina (APLAUSOS).
Ya no
impresionan, ya no asustan, desde el día en que un pequeño país se plantó
firme, y dijo: no
(APLAUSOS); y lo amenazaron, y dijo: no
me importan tus amenazas; e iniciaron las agresiones económicas, y dijo: no me importan tus agresiones económicas; y
empezaron a organizar mercenarios y terroristas, y le dijimos: te vamos a aniquilar a los mercenarios y a
los terroristas aquí (APLAUSOS). Y no
hay más vuelta que darle al problema: nosotros trabajando y el gobierno de
Estados Unidos hostigando; nosotros hablando en términos de paz, y el gobierno
de Estados Unidos hablando en términos de guerra y agresivo; nosotros en
posición de discutir, y el gobierno de Estados Unidos diciendo que este es un
problema de América Latina, es decir, que no quiere discutir. Y nosotros seguiremos insistiendo en esa
tesis, y seguiremos mandando informes a la América Latina, a la ONU, a las
cancillerías de América Latina, de cuál es nuestra posición.
Y de paso,
vamos a empezar una exhibición en el Capitolio en estos días, de todas las
armas que les hemos capturado (APLAUSOS): bazookas,
cañones sin retroceso de 1957, armas automáticas, ametralladoras, que hacen un
buen lote. Y valdría la pena hacerle una
pregunta al Presidente de Estados Unidos.
Si nosotros le preguntáramos al Presidente de Estados Unidos si estaría
dispuesto a vendernos algunas armas, unos cuantos cientos de armas, 1 000
armas, el Presidente de Estados Unidos diría: jamás, eso pondría en peligro la
seguridad de este continente (EXCLAMACIONES); eso pondría en peligro la paz de
este continente; eso sería una negación de la línea democrática representativa,
digna, honrada, limpia y humanitaria de Estados Unidos (EXCLAMACIONES). Jamás; vender armas a Cuba, eso sería una
traición a los sagrados principios que nosotros defendemos.
¿A alguien le queda alguna duda de que si nosotros le enviamos una
solicitud de que nos venda algunos fusilitos, dirían eso, dirían que jamás la
opinión pública de Estados Unidos podría aceptar semejante política, que eso
sería condenado por la opinión pública de Estados Unidos y por la opinión
pública de los”países libres” entre comillas; que Franco, Trujillo, Somoza y
toda esa gente diría: eso es una
agresión... (EXCLAMACIONES), que eso es
una agresión a la democracia representativa y a la libertad humana?
Y más, no ya
no nos venderían, sino que les dicen a todos sus aliados: no les vendan armas. Bueno, entonces sin querernos vender esas
armas, el hecho de que nos las hayan regalado (EXCLAMACIONES), el hecho de que
nos las hayan traído en paracaídas, engrasadas, envueltas, con su
parque... entonces, si no nos las pueden
vender, ¿cómo nos las pueden regalar?
(APLAUSOS Y EXCLAMACIONES.) Algo
anda mal cuando no nos quieren vender armas, y sin embargo nos las quieren
regalar; algo anda mal por allá dentro, algún tornillo anda flojo... (RISAS) en la dirección de la política de
Estados Unidos, porque nosotros vamos a exhibir aquí una gran cantidad de armas
yankis que, amablemente, sin cobrarnos un solo centavo, nos las han regalado.
Pero podría
decirse: el
mundo libre está en peligro, la seguridad de este continente está en peligro,
la seguridad del hemisferio está en peligro.
Y, en fin, ¿qué dirá la opinión pública de Estados Unidos? ¿Qué dirán las democracias representativas de
España, Santo Domingo, El Salvador, Perú, Nicaragua? (EXCLAMACIONES.) ¿Qué dirá Mobutu? (RISAS.) ¿Qué dirá Kasavubu? (RISAS.) ¿Qué dirá Tshombe? (RISAS.) ¿Qué dirá Chiang Kai
Shek? El mundo
anda mal, porque los que jamás nos venderían un arma amistosamente, nos las regalan
enemistosamente.
Y esos son los hechos.
Y en el
Capitolio todo el pueblo, y posiblemente de gratis, va a poder observar el
formidable stock de armas, y los periodistas extranjeros, y los embajadores
latinoamericanos podrán venir a ver ese armamento, y después se podrá contestar
a la pregunta de quién está en peligro, ¿qué seguridad es la que está en
peligro? ¿Quiénes son los que se
entrometen en los problemas de otros países?
¿Quiénes son los que intervienen en los asuntos internos de otros
países?, porque que yo sepa, no hay armas nuestras en ningún país de América
Latina y, sin embargo, ahorita no caben en el Capitolio las armas que el Gobierno
de Estados Unidos les ha entregado a los esbirros y a los criminales de
guerra. Estas son las cosas.
Poco a poco
hemos aprendido a razonar, poco a poco hemos aprendido a meditar, a analizar
nosotros mismos los problemas. Antes no
era así, antes nos traían ya todo en fórmula, todo en pastillas que nosotros
teníamos la obligación de digerir; poco a poco vamos entendiendo el mundo; poco
a poco estamos descubriendo las maravillas de ese mundo que nos querían endilgar
por la cabeza, ese mundo cuya filosofía se puede resumir en esto: en que nada es del
pueblo; frente a una Revolución cuya filosofía es: todo es del pueblo (APLAUSOS). Y afortunadamente nuestro pueblo ha ido
aprendiendo.
¡Qué incautos
son los que se dejan arrastrar por la ilusión de que tienen algún chance de
volver al pasado, de conquistar el poder, de dominar al pueblo! Deben estar verdaderamente ciegos, o estar
armados de unas de esas orejeras que les ponen a los asnos, que no los deja ver
en absoluto, porque... ¿no andan por la
calle?, ¿no caminan?, ¿no han visto?, ¿son bobos?, ¿no
se dan cuenta de que por cada uno afectado aquí, hay 100 que han cambiado de
vida aquí?, ¿que por cada uno que le duele las leyes de la Revolución, hay 100
infinitamente agradecidos?, ¿que por cada uno que perdió un latifundio, aquí
hay 100, o 200, o más, que han resuelto sus problemas económicos
definitivamente?, ¿que por cada uno que perdió aquí un “casifundio”,
como les decían, un edificio de apartamentos, hay 100 que hoy tienen
casas? (APLAUSOS). ¿No comprenden que
por cada uno de esos que perdió su palacete o su fábrica, hay 200 que hoy
tienen trabajo... (APLAUSOS), y que hoy
tienen escuelas, y que hoy tienen maestros? Pero, sobre todo, señores, que hoy tienen una
cosa que es dignidad humana, condición humana (APLAUSOS); que por cada uno que
ha perdido sus viajes a la Riviera Francesa hay
1 000 que tienen playa hoy aquí donde pueden pasearse (APLAUSOS); y hay
1 000 que tienen su círculo social obrero; que por cada uno de los
millonarios que aquí dejó de existir, tienen asegurada su subsistencia 20 000
cubanos aquí (APLAUSOS). ¿No se dan
cuenta, y creen que la calentura de unos pocos que allá rumian su desdicha
frente a la Revolución y se quejan de esta “cruel” revolución que a un
“pobrecito infeliz” millonario le quitó su tierra y su fábrica para darles
trabajo y garantizarles la subsistencia a 1 000 “malvados infelices
pobrecitos”?
Es decir que
por cada millonario de esos, “tan bueno y tan noble”, nosotros, que somos “tan
malos”, que les hemos quitado a ellos, que “lo sudaron con su frente”, que “se
pasaron toda la vida trabajando”, y que cuando tenían unos “ahorritos” de
varios millones y que a los pobres apenas les alcanzaba para vivir, y nosotros,
por ayudar a la gente de la calle, a esa gente “antipática”, ¿comprenden?, a
esa gente “churrosa”, a esa gente “inculta”, a esa gente “analfabeta”; que para
ayudar a ese “guajiro ignorante”, a ellos, los “curtos”, a ellos, los señores
que “tanto han trabajado”... ¡miren que
quitarle al que ha trabajado tanto para darles a los holgazanes!... Ellos, los que sabían cómo era París y
Londres; ellos, que sabían sentarse en una mesa y comer finamente; ellos, que
no se olvidaban del santo de nadie, que no se perdían un solo “canasta-party”,
cuyos nombres no faltaban nunca en una crónica social... ¡miren que tener que publicar la Marina, Avance, y todos aquellos periódicos, nada menos que en Estados
Unidos, y que los pobres lectores cubanos no tengan hoy la oportunidad de ver
aquellos ilustres nombres en los periódicos!
¡Y con lo feliz que era el pueblo viendo aquellos nombres! ¡Y cómo al pueblo se le mitigaba el alma, cómo
al pueblo se le mitigaban todos los dolores, al abrir una mañana el Diario de la Marina y tener la infinita
satisfacción de saber que en el “coctel-party” de la
avenida tal, del reparto más tal, había estado presente la distinguidísima dama
fulana de tal! ¡Con lo feliz que era el
pueblo!
¿Qué necesidad
tenía el pueblo de comer? ¿Qué necesidad
tenía el pueblo de trabajar? ¿Qué
necesidad tenía el guajiro de la tierra?
¿Qué necesidad tenía el campesino de maestros, o de médicos? ¿Y qué necesidad tenía el país de fábricas,
un país que tenía tantas gentes ilustres?
¿Qué necesidad tenía el país de una economía próspera, cuando tenía
tantas gentes prósperas? ¿Economía pobre
la de este país donde había 40 ó 50 millonarios? ¡Qué economía tan floreciente la de estos
millonarios!
Pues nosotros
somos malos, muy malos. ¡Miren que
convertir los cuarteles en escuelas! ¿Y
quién defiende al latifundio?, ¿quién le defiende la finca a don mengano, o el
central a mister tal y a mister cual? ¿Y
al mister, quién lo defiende? ¡Qué
triste es un país donde ya ningún mister tiene un central! ¡Y donde nadie puede tener 15 000
caballerías de tierra! ¡Qué triste se ha
vuelto este país, ¿verdad?! ¡Qué duro es
este país! ¡Qué malos son estos
gobernantes, que les han mandado maestros a los pobres guajiros! ¡Si el guajiro es más feliz no sabiendo nada,
señores! ¿Para qué enseñar a leer a
aquella criatura que vive en su inocencia feliz, o enseñarle las cosas tristes
de esta vida? ¡Qué gobierno tan malo que
se ha atrevido a mandarles 11 000 maestros a los guajiros! (APLAUSOS.)
¡Y qué
gobierno tan irresponsable, que se propone erradicar el analfabetismo! ¡Qué gobierno tan ignorante, que imprime millones
de libros para que el pueblo lea, y los vende a 20 centavos! (APLAUSOS.) ¡Qué
gobierno tan estúpido, que en vez de seguir importando 10 000 automóviles
todos los años... ¡Y qué triste va a
estar La Habana sin esos Cadillacs-colas de pato, tan
bonitos, tan flamantes, cada fin de año, que ya empezaban a venir las nuevas
líneas! ¡Y ya el pueblo contempla
entristecido cómo ya no hay cadillacs del último modelo, cómo no sabemos la forma
que tienen esos carros de lujo! ¡Qué
triste está la República!
¡Y que ya no
vemos aquellas fiestas donde se gastaban 100 000 pesos en flores! ¡Qué país tan desdichado donde ya nadie —y
vean ustedes qué violación de los derechos individuales, vean ustedes qué falta
de libertad— un país donde nadie puede gastarse 100 000 pesos en flores
una sola noche! ¡Qué cruel es este
gobierno y qué enemigo de la familia, que ya no hay padre que pueda celebrar a
su hija los 15 con un gasto de 50 000 pesos!
Son las cosas
“terribles” que esta Revolución ha traído al país y por las cuales cuantos
“heroicos” esfuerzos se hagan por que vuelvan otra vez las cosas como antes, y
que puedan gastarse 100 000 pesos en flores, y los Cadillacs
charolados del último modelo recorran las calles, y en vez de esos cuarteles
llenos de muchachos sean fortalezas llenas de soldados marciales que defiendan
a los míster y a los dones; para ello, para que esos “infelices”
campesinos se queden felices en su ignorancia; y para que siga habiendo gente
“muy próspera”, “muy próspera, tan próspera” que acumularon 20 y 40 millones de
pesos; y para que esos “infelices” que tenían 1 000 casas y se las
entregaron a los inquilinos vuelvan otra vez a ser personas “felices” en un
mundo de “libertad”, de “derecho”, para eso, pues, hacer los mayores
“heroísmos” a fin de que eso regrese.
Ya ustedes ven
la autocrítica que el Gobierno Revolucionario se está haciendo. Bueno, así es como piensan esos señores. Esa es la filosofía de esos señores... (ALGUIEN EXCLAMA ALGO SOBRE LOS CURAS) ...Vamos a dejarlo para otro día, yo no quiero pronunciar
aquí esa palabra, porque si no, no me dejan terminar esta noche (EXCLAMACIONES
DE: “¡Sí!” Y DE: “¡Fidel, seguro, a los curas dales
duro!” Y “¡Fidel, Fidel, que los curas corten caña y si no quieren cortarla que
se vayan para España!”)
Sobre todo,
señores, que debemos cortar caña. Es una
gran cosa los domingos cortar caña, maravillosa, un buen ejercicio, saludable;
se conoce el campo; sobre todo, se tiene la sensación de que se está
produciendo algo. Nunca se tiene la
sensación de que el almuerzo es tan merecido como el día en que se han cortado
unas cuantas arrobas de caña; cuando eso ocurre, tenemos la sensación de que
nos han estado regalando la comida. Es
un gran ejercicio cortar caña, sobre todo, porque es un deber de todos el deber de trabajar.
Aquí debía implantarse aquel principio leninista de que “el que no
trabaja, no come” (APLAUSOS). Esa es la
clave del problema: el
número tan grande de personas que quieren comer sin trabajar. Ese es el quid de la cuestión: el gran número de
personas que quiere vivir sin trabajar, que quieren comer sin trabajar, vestir
sin trabajar. Y los hombres debemos, en
esto, cuando menos imitar a las hormiguitas.
Las hormiguitas trabajan todas, y acumulan para cuando viene el
invierno, y ustedes se sienten con el deber de contribuir a la
colectividad. Por ese problema de que la
Revolución entiende que el trabajo es honroso, y que es deber de todos trabajar
y contribuir a la creación de los bienes que han de servir para satisfacer las
necesidades de todos, por eso solo, la Revolución tiene unos cuantos enemigos.
Podíamos decir
que la mayor parte de los enemigos que tiene la Revolución obedecen a esa razón: al hecho de que
entiende que todo el mundo debe trabajar para vivir. Había muchos que querían trabajar y no tenían
oportunidad, y muchos que no tenían necesidad de trabajar; no trabajaban porque
otros trabajaban para ellos. Nosotros
debemos establecer el principio de que todo hombre o mujer tiene derecho al
trabajo, y que, al mismo tiempo, todo hombre y toda mujer tiene el deber de
trabajar (APLAUSOS y
EXCLAMACIONES DE: “¡A
los curas!”).
Después van a
decir que ustedes están sembrando las pasiones en el Gobierno, que ustedes le
están inculcando al Gobierno el radicalismo, que ustedes están despertando
nuestras bajas pasiones y que ustedes son unos demagogos (RISAS), en vista de que
nosotros aquí ni hemos querido hablar de ese tema, porque había otros muchos
temas hoy, y el pueblo insiste, el pueblo insiste... (EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel, seguro, a los curas dales
duro!”)
¡Estamos
corriendo el riesgo de que nos excomulguen a todos!
Bueno, yo les
vaya decir una cosa:
que todo ese problema es un problema complicado, es un problema
complejo. ¿Saben por qué? Porque ellos han tratado de darle la vuelta a
este problema en el sentido que les convenía.
Quieren identificarse ellos con la religión, y entonces plantear como
que nosotros, al combatir la actitud antisocial, antinacional y
contrarrevolucionaria de ellos, estamos combatiendo la religión.
¿Ustedes no
han visto de las cosas que han acusado al Gobierno?.. ¿Pero ustedes no oyeron decir que nosotros
íbamos a mandar a los muchachitos chiquiticos a
Rusia? (RISAS) ...
Miren, para Rusia, decían. Y que a los
padres les íbamos a quitar a los hijos.
Ustedes oyeron, durante mucho tiempo estuvieron regando esas bolas.
Esa era una de
las acusaciones que le hacían al Gobierno.
La preocupación del Gobierno es que todo el mundo trabaje, precisamente
para que pueda darles alimento a sus hijos, ¡y ojalá pudiéramos tener todas las
escuelas para poder atender todas las becas que le piden al Gobierno! (APLAUSOS.) ¡Ojalá!, no podemos; ¡ojalá!, para atender a
las familias que nos piden que le demos una beca al hijo, para atender a todas
las familias que quieren que sus hijos tengan una buena escuela, una buena
alimentación, todas esas cosas.
Y ya ustedes
ven qué cosas tan ridículas, tan absurdas, porque para inventar
tonterías... bueno, esa gente no hacía
otra cosa nunca, no se dedicaban a otra cosa; no trabajaban físicamente, porque
trabajaban con la cabeza, pero no trabajaban bien con la cabeza; están siempre
estudiando la manera de fastidiar a los demás.
Son los grandes autores, promotores y empresarios de todas estas bolas;
pero ya todo eso está camino del desprestigio completo.
Quieren pintar
a la Revolución como enemigo de la religión, como si eso no tuviera nada que
ver en absoluto con las cosas que a la Revolución le interesan; eso pertenece
al fuero interno de cada cual. Y la
Revolución no ha tenido un solo problema con estos señores. ¿Por qué el pueblo está tan indignado? Por eso mismo, por eso mismo. ¿Por qué el pueblo está tan indignado? Ahora dirán que este es un grupo de
facinerosos que se reunión aquí a gritar (RISAS), una plebe ebria de sangre y
de cosas por el estilo.
Me imagino que
al menos reconozcan que todas las personas que están aquí han venido, y llevan
un montón de horas de pie, sin que nadie...
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Desde las 2:00!”) Como siete horas de pie, sin tomar agua, sin
comer; no dirán que esta es una multitud como aquella que venía a los actos
aquí; no podrán negar que esta masa que hay aquí es una masa de obreros. A ver, que levante la mano el que tenga
latifundios aquí... (EXCLAMACIONES DE: “¡Nadie!”) Que
levante la mano el que se ha pasado unas vacaciones en la Riviera
Francesa ... (EXCLAMACIONES
DE: “¡Nadie!”)
No negarán que
la masa que está aquí es una masa de trabajadores, de productores, de hombres y
mujeres que prestan servicios de todas clases al país; no dirán que hay una
masa parasitaria, que vive del trabajo de otro.
No. Esta es una masa de hombres y
mujeres del pueblo, como las que se reúnen en todas partes, en todas las
esquinas, por las calles, por los centrales, por los campos, por las lomas, esa
masa poderosa que es el pueblo.
Y, sin
embargo, ese pueblo, ¿por qué está indignado?
¿El pueblo ha visto que el Gobierno se hubiera metido en una iglesia y hubiera
intervenido una iglesia? (EXCLAMACIONES
DE: “¡No!”) ¿Ha visto el pueblo que nosotros hayamos
metido preso a un solo cura?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”) ¿Y cree el pueblo
que ningún cura ha conspirado?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”) ¿Hay alguien que
crea aquí que no hay un solo cura que haya conspirado? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) Nadie.
Sin embargo, no hay un solo cura preso; nadie ha intervenido ninguna iglesia,
nadie ha intervenido ninguna institución de ese tipo.
En dos
palabras: nadie
se ha metido con ellos. Fíjense, que hasta
lo del cementerio... Ya es una demanda
del pueblo la nacionalización del cementerio (APLAUSOS). Ya no queda más remedio, porque no tenemos por
qué tolerar ese privilegio inmoral, ese grosero comercio de cadáveres y ese
alquiler de tumbas que hay en el cementerio (APLAUSOS y EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel, Fidel!”).
El cementerio
debe ser el lugar donde descansen los restos mortales de nuestros seres queridos
y no un mercado de la muerte. Y toda
familia debe tener derecho a tener un pedazo de tierra donde descansar, donde
descansen sus madres, sus hermanos, sus seres queridos, sin que los desalojen
del cementerio (APLAUSOS).
Estas son unas
medidas que vienen inevitablemente, pero que hasta hoy ni siquiera una medida
de tan elemental justicia el Gobierno Revolucionario
había proclamado.
¿Se ha metido
el Gobierno con la iglesia?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”) ¿Se ha metido el
Gobierno con los curas? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) Entonces, ¿qué guerra es la que tienen los
curas contra nosotros?.. Sin embargo,
han estado provocando una serie de incidentes, y después, con esa socarronería
clásica, después que ellos provocan el problema, entonces hacen pastorales
culpando al Gobierno, hablando de violencia, hablando de falta de
garantías. Naturalmente que hay unas
cuantas honrosísimas, y muy honrosas excepciones. Aquí hay unos cuantos curas revolucionarios
(EXCLAMACIONES DE: “¡Lence, Lence!”).
Todo el mundo
sabe que hablamos con la mayor seriedad y con la mayor sinceridad, cuando
decimos que nosotros no hemos adoptado aquí ninguna acción que pueda
considerarse una provocación o una agresión a las instituciones religiosas,
todo el mundo sabe que eso es rigurosamente cierto. ¿Qué ha hecho el Gobierno para ganarse la
enemistad de estos señores?, pero, ¿se concibe que estos señores, cuando aquí
todo esto era una corrupción, y una putrefacción; cuando aquí las hijas de las
campesinas más humildes venían a trabajar aquí a la ciudad, y eran engañadas, y
terminaban en los prostíbulos; cuando aquí la prostitución era una institución
social, en este país, consecuencia de la falta de trabajo, consecuencia de la
falta de protección para las mujeres, consecuencia de la falta de empleo?
(APLAUSOS) ... porque, ¿qué mujer que
pueda ganarse la vida decorosamente, y constituir un hogar, va a venderse
públicamente a nadie? (APLAUSOS.) Y la prostitución era una consecuencia de la explotación
social, era una consecuencia de los privilegios sociales.
Y ¿qué
hicieron estos señores para combatir este mal?
Todo fue darse golpes de pecho farisaicos, y dedicarse a perdonar las faltas
de las señoronas encumbradas (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”) que, con una falta de
espíritu cristiano, de esos problemas, de todos esos vicios, de todas esas
lacras, no se ocupaban. Aquí metía todo
el mundo los cinco, y sacaba los seis; se robaban millones de pesos; era una
explotación repugnante la que había con el pueblo en todos los órdenes.
Les voy a poner
un ejemplo. Accidentes del trabajo, en
el campo: para
los accidentes del trabajo se recogían como 14 centavos por ciento de arrobas,
las compañías. Cuando se aplicó la
Reforma Agraria en la caña, se dedicaron creo que dos o tres centavos... miren si fue insignificante que ascendió a un
millón de pesos, para atender directamente los accidentes de trabajo de las
cooperativas. Ese millón alcanzó para
todos los trabajadores de todas las cooperativas y, además, para todos los
trabajadores de todas las granjas del pueblo, y era mucho menos que lo que antes
se gastaba. Es decir que en los
accidentes del trabajo, les robaban a los obreros cinco veces más de lo que
realmente tenían que gastar. El obrero
luego caía en manos de alguien para cobrar; cuando alguien perdía un brazo,
perdía una pierna, perdía la vida, los familiares de la víctima iban a recibir
el 40% de lo que en realidad les correspondía, después de pasar infinidad de trabajos.
Ese es un
caso; pero, ¿en qué forma no era explotado el pueblo, en qué forma no era
humillado? Se humillaba al ciudadano; en
una serie de lugares no permitían entrar a una parte considerable de nuestros
compatriotas, porque eran negros (APLAUSOS).
Y ese hombre... imagínense un
niño, ¡cuántas humillaciones no sufrirían los niños
negros, condenados ya por la sociedad llena de prejuicios, prejuicios que nacen
¿de qué?, de la esclavitud; y por eso eran los herederos de esos prejuicios los
herederos de los esclavistas, en cuya mentalidad incubaron esos prejuicios, los
fueron trasmitiendo y los fueron inculcando a través de todos sus medios de
divulgación.
Ese niño
infeliz, sufriendo humillaciones desde que tenía uso de razón, hasta su
muerte... ¿Cuándo se paró uno de estos señores
a combatir la discriminación racial?, ¿cuándo se paró a combatir la
prostitución, no como mal en sí, sino como consecuencia del régimen
social? ¿Cuándo se dedicaron a combatir a
los salteadores? ¡Bendecían aquí a
cuanto ladrón repartiera su migaja entre ellos, y bendecían al tirano, y
bendecían a todos los ladrones, no escribían una pastoral contra ellos!
El catecismo
decía “No robarás” (RISAS), ¡y aquí robaban, y ellos eran amigos de los que
robaban!; “No matarás”, ¡y aquí mataban y eran amigos de los que mataban!; “No
mentirás”, ¡y todo era una mentira, y se vivía en vergonzosa complicidad con la
mentira! La pereza es “pecado capital”,
y ¿quién era la gente más perezosa aquí, sino los parásitos que vivían del
trabajo de los demás?
Y, en fin, en
la realidad de nuestra vida, nunca hicieron nada realmente humano. Distingo perfectamente el caso de esas instituciones
que sí hay que reconocer que con devoción se dedicaban a servir a los enfermos,
a los ciegos, como son esas instituciones religiosas que han atendido los
hospitales, las monjitas que han trabajado en los leprosorios,
y en los hospitales (APLAUSOS). Los que
realizan un trabajo humano merecen nuestro respeto; todo el que se sacrifique
por los demás, merece nuestro respeto.
¿Qué gobierno
ha ayudado más a los enfermos?, ¿qué gobierno ha ayudado más a los inválidos?,
¿qué gobierno ha ayudado más al pobre?, ¿qué gobierno ha ayudado más al
perseguido, al humilde? Solo el Gobierno
Revolucionario (APLAUSOS) se ha ocupado de llevar un poco de felicidad a
millones de seres que vivían postergados, humillados, desconocidos, rebajados
de su condición humana; solo la Revolución ha erradicado una serie de vicios y
de males de la vida de nuestro país.
¿Por qué nos
combaten a nosotros? Diferencias ideológicas. ¿Y no tenían ninguna diferencia ideológica
con los grandes asesinos?, ¿no tenían ninguna diferencia ideológica con los grandes
ladrones?, ¿no tenían ninguna diferencia ideológica con los grandes corruptores
de la moral pública?, ¿no tenían ninguna diferencia ideológica con los
explotadores?, ¿no tenían ninguna diferencia ideológica con los viciosos? Porque nosotros hemos combatido todos esos
males, y dicen que tienen diferencias ideológicas con nosotros. Tendremos diferencias, son las diferencias
que hay entre los que remediaron todos esos males y los que fueron cómplices de
todos esos males.
En el terreno
espiritual, en el terreno religioso, no nos metemos. ¿Qué tiene que ver lo que crea, en qué
estorba eso a la Revolución, cuando ese hombre está consciente de sus deberes sociales,
de sus deberes con la sociedad, de sus deberes con su patria, y actúa siguiendo
una conducta social justa? La Revolución
no interfiere en esos campos; cada cual tiene derecho a creer, y el mismo
respeto que la Revolución debe tener para las creencias religiosas lo pueden tener
estos que hablan en nombre de la religión por las creencias políticas de los
demás. Y, sobre todo, tener presente
aquello que dijo Cristo, porque Cristo dijo: “Mi reino no es de este mundo”
(APLAUSOS). ¿Qué hacen metidos en los
problemas de este mundo estos que se dicen ser intérpretes del pensamiento
cristiano?
La doctrina de
Cristo fue una doctrina que tuvo eco entre los esclavos, entre la gente
humilde; fue perseguida por la aristocracia, por las clases dominantes. Solo que cuando estos señores, en los tiempos
contemporáneos, abandonando por completo la esencia de la doctrina cristiana,
se dedicaron a tomar la religión como instrumento para encubrir todos los vicios
y todas las lacras de las actuales clases dominantes, con olvido de los
esclavos de hoy, que eran los obreros, los esclavos de hoy, que eran los
campesinos sin tierra (APLAUSOS), estos señores se apartaron de los intereses
de las masas explotadas, y de las masas humildes, para ir a llevar en bandeja de
plata la religión a los grandes explotadores, a las clases dominantes; se
divorciaron de las masas, se divorciaron del pueblo, y prostituyeron la esencia
del cristianismo primitivo (APLAUSOS).
La Revolución
representa el interés de las masas, la Revolución trae un mensaje a las masas,
a ese hombre humilde del pueblo; ese mensaje choca con los intereses de las
clases dominantes. Si los que dominaban
aquí, los que nos pasaban con un “Cadillac” por un
lado y nos chapoteaban de agua, los que nos discriminaban, los que nos miraban
con desprecio; al servicio de esas clases se pusieron ellos. Y como la Revolución choca con esos
intereses, la guerra de ellos contra nosotros es la guerra de las clases
dominantes. Es mentira y es burdo
pretexto el problema ideológico. Si
ellos podían convivir con el latifundismo, ¿por qué no pueden convivir con las
cooperativas?; si ellos podían convivir con la compañía extranjera de
electricidad, ¿por qué no pueden convivir con una compañía de electricidad
nacional?; ¿por qué no pueden convivir con una granja del pueblo?, ¿por qué si
convivían con los dueños, con un régimen en que unos pocos eran los dueños de
todas las casas, por qué no van a convivir con un régimen donde el pueblo es
dueño de sus casas? Se adaptaron a vivir
con el régimen de la explotación, se adaptaron a vivir con el régimen de la
explotación colonialista e imperialista, y se oponen ahora a un régimen de
justicia social. ¿Qué quieren? ¿Que continuara el pueblo siendo carnero?,
¿que continuara el pueblo siendo esclavo?, ¿Que continuara el pueblo siendo
discriminado y explotado? ¿Eso es lo que
quieren? Eso es lo que quieren.
Por eso nunca
antes hablaron contra esos males, y ahora, pues se dedican a atacar la
Revolución.
Etiqueta,
estribillo o ritornello, como lo quieran llamar, pretexto: comunismo. Entonces Cristo era comunista también... (APLAUSOS) Estarán contra Cristo, porque
Cristo dijo que era más difícil que un rico entrara en el reino de los cielos, que
un camello por el ojo de una aguja (APLAUSOS).
¿Las cuestiones filosóficas? Bueno,
pues que las discutan allá en los claustros, que las discutan allá en sus
conferencias, que cada cual discuta las suyas.
Pero, ¿alguien ha atacado aquí la religión en nombre de ideas
políticas? (EXCLAMACIONES DE: “¡Nadie!”)
Nadie. ¿Por qué ellos tienen que estar
atacando las ideas políticas en nombre de la religión, si su reino no es de
este mundo? ¿Por qué en nombre de la
religión tienen que estar atacando las ideas políticas, si aquí nadie ataca las
ideas religiosas en nombre de las ideas políticas?, porque nosotros lo que
atacamos y combatimos es que estén poniendo bombas... (EXCLAMACIONES), que estén armando contrarrevolucionarios,
que estén creando el divisionismo aquí, que estén deformando la mentalidad de
los jóvenes. Eso sí que no se lo podemos
permitir de ninguna manera (APLAUSOS), porque a eso no tienen derecho.
Son ellos,
exclusivamente ellos, los que han provocado este conflicto, porque eran
representativos de las clases dominantes, estaban al servicio de las clases
dominantes y del imperialismo, y en consecuencia, en la lucha del pueblo contra
el imperialismo y clases dominantes, se pusieron ellos contra nosotros, y son hoy
la quinta columna aquí, dentro del país, de la contrarrevolución (APLAUSOS).
Ahora, hay
otro plan. ¿Por qué el imperialismo se
ha tomado tanto interés en agitar a los esbirros con sotana aquí? ¿Por qué?
Porque persigue propósitos exteriores.
Aquí no hay nadie que crea en esos señores, ¡nadie! (EXCLAMACIONES.) Aquí hay muchas personas que creen en Dios,
muchas personas que creen en muchas cosas, pero muy pocas personas que crean en
los curas (EXCLAMACIONES). Aquí no
engañan a nadie, aquí agarran un barco y se van todos para España y no pasa
nada (APLAUSOS). Desde luego, con los
curas buenos que queden aquí tenemos nosotros (EXCLAMACIONES DE: “¡Que se
vayan!”). No pasa nada, los buenos
creyentes siguen yendo a orar a los templos; los templos serán respetados por
la Revolución. Pero uno que quiera orar,
no necesita que se le pare un cura en el púlpito y vaya a meterle un sermón
contrarrevolucionario, porque eso no es sermón ni es nada, ni que se ponga aquí
a hacerle el juego a los que quieren ensangrentar a nuestro país, agredir a
nuestro país, asesinar niños, asesinar obreros, asesinar mujeres, porque el
pueblo sabe que puede ser su hijo al que lo mate una bomba, o a su esposa, o su
compañero el que pierda los brazos o quede ciego. Y ahí perdieron muchas mujeres, muchas madres
a sus hijos en la explosión, y muchas familias tuvieron que pasar por el horror
de ver a sus hijos heridos por la metralla en la escuela, y cuando pusieron en
las tiendas; y los terroristas y los saboteadores son enemigos de la sociedad.
Y al pueblo
por eso le interesa que nadie vaya allí a promover el terrorismo ni el sabotaje. Y por eso, cualquiera que quiera orar no
necesita un esbirro allí hablando del terrorismo. Y el que sea un buen cura no tiene
problemas. ¿Qué es un buen cura? Pues un buen cura es alguien que se dedica a
ejercer su oficio religioso sin estar conspirando, sin estar conspirando,
promoviendo el terrorismo... (APLAUSOS).
Así que yo
creo que más claro no podemos hablar.
Nosotros no les tenemos ningún miedo a esos señores, no le tenemos
ningún miedo a su poderío. Nos creemos
con razones para discutir con ellos en dondequiera que sea necesario, discutir
y decir unas cuantas verdades.
“Conozco al
monstruo porque viví en sus entrañas” (APLAUSOS). Así que...
Y todos tienen derecho, sin que nadie los interfiera, tienen
garantías. Y esta es la realidad: una guerra declarada
por ellos contra nosotros, guerra a la cual nosotros no le tenemos ningún miedo
(APLAUSOS). Y nosotros, ha sido nuestro deber
de gobernantes evitar esos problemas; sobre todo, llevar al ánimo del pueblo de
que nosotros no teníamos ninguna actitud agresiva contra ninguna institución
religiosa, que el pueblo supiera que todos esos problemas los habían provocado
ellos, completamente, y no nosotros; que nosotros lo que queremos es ir
conduciendo la Revolución, sin enfrascarnos en batallas que no tengan para
nosotros ningún motivo para librarlas, excepto que nos presenten batalla. Es decir, si nos presentan batalla se la
damos, y bien dada. ¡Que no se hagan
ilusiones!
Estos señores
están ciegos, no ven, no conocen al pueblo.
El pueblo está animado de un profundo sentido de justicia. No se puede apartar el sentimiento religioso
del sentimiento de la justicia, porque la injusticia y los sentimientos
religiosos honestos son dos cosas antagónicas, y todo el que tiene un sentimiento
religioso honesto, justo, nos da la razón, porque los hechos están ahí, no los
van a venir a tupir, ni a hacer cuentos, ni creemos en excomuniones, ni en
cuentos de camino de ninguna clase (EXCLAMACIONES). Que si ellos quieren ir a agitar sus armas
seculares, no vivimos en la Edad Media, vivimos en la Edad Contemporánea, y la
época del oscurantismo y de la Inquisición, en que se quemaba a la gente viva,
pasó. Y con todo respeto nosotros les
exponemos aquí que no le tenemos ningún miedo a este problema, que hemos
tratado de evitarlo hasta el punto en que ellos han estado conduciendo esto de conflicto
en conflicto. Pero si nos presentan la
batalla, les daremos, sencillamente, batalla.
Y, claro, el imperialismo es lógico que cuente con ellos, porque cada
cual conoce sus armas aquí; el imperialismo sabe que cuenta con una fuerza
retrógrada en la alta jerarquía eclesiástica aquí y en otros lugares; entonces,
movió su legión para virarla contra su enemigo: la Revolución Cubana, para que a su
vez repercuta el problema en América Latina, pero a la larga en América Latina
también van a abrir los ojos.
Y hay
hambre. Y al hombre que no tiene
trabajo, y está allí pasando hambre, no lo van a convencer con muchas crónicas sociales
ni con muchos sermones; y al guajiro que no tiene tierra allí, y a la familia
que ve a su hija morir sin asistencia médica, y al indio y al negro que se vea
discriminado, no lo van a andar convenciendo con muchos sermones aquí ni muchos
cuentos. Pero se van a preguntar: ¿qué pasó en Cuba?,
¿que le dieron la tierra al guajiro?,
¿que le dieron las casas a los inquilinos?, ¿le dieron trabajo a todo el
mundo?, ¿que nacionalizaron todos los monopolios americanos? Eso es bueno, ¡esa gente es buena! (APLAUSOS.) Y mientras más les apriete allí el hambre y la
miseria, los pueblos van a pensar que es bueno lo que estamos haciendo aquí.
Además, la
lucha está planteada. Ellos temen al
ejemplo de Cuba, temen la fuerza moral de la Revolución; por esa fuerza moral
de la Revolución quieren exterminarnos, pero nosotros estamos decididos a que
no nos exterminen. Esto está planteado: la Revolución es y
seguirá siendo, y no lo podrá impedir nadie, ¡nadie! (APLAUSOS); ni aunque en la más estrecha
colaboración el fariseísmo internacional y el imperialismo se asocien más de lo
que están para exterminarnos, no lo conseguirán.
Así que se
tienen que imponer de la realidad de que esto está hecho con carne de pueblo,
con corazón de pueblo, con alma de pueblo, con voluntad de pueblo y con valor
de pueblo (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel, Fidel!”).
Eso es lo que
nosotros queríamos decirles para explicar un hecho real: la repulsa del pueblo a los
fariseos. Ya dirán después que fuimos
nosotros. Ahora, fue el pueblo aquí, el pueblo
aquí, y es lo mismo aquí que en Baracoa, dondequiera que se reúne el pueblo
está pensando igual que ustedes. Así que
nadie va a llorar aquí el día que nos veamos privados de los servicios de todos
los esbirros con sotana que hay aquí (EXCLAMACIONES). Que quede bien sentado de quien es la culpa.
Todas estas cosas
nos enseñan. La vida es una
escuela. Todo es una escuela y todos
sabemos un poquito más que cuando empezamos, y esta escuela nos enseña y nos da
una lección todos los días, y el pueblo aprende, y el pueblo sabe que sabe, y
el pueblo sabe que aprende, y el pueblo sabe que vence. Antes nos sentíamos un poco infelices, no
veíamos los problemas muy claros, creíamos que los demás sabían mucho y que
nosotros no sabíamos nada. Y hoy todo el
mundo sabe, todo el mundo ve, y todo el mundo comprende. La Revolución es una gran escuela, y nos
enseña todos los días lo que debemos hacer.
Y tenemos una lucha seria, una lucha seria delante, dura; el enemigo
emplea todas sus armas, agita cuantos recursos tiene en sus manos, las
mentiras, los prejuicios; agita toda la herencia y el bagaje que han ido dejando
aquí, sobre la cual han ido edificando su imperio; todo contra el pueblo, para
dividir al pueblo, para debilitar al pueblo, sencillamente para dominar al
pueblo, para doblegar al pueblo, para vivir sobre las espaldas del pueblo.
Pocas veces en
ningún momento anterior en algún país la palabra pueblo ha cobrado la vigencia
beligerante que tiene hoy, demostrado en sinnúmero de hechos, en todos; en este
mismo, en las horas que llevan ustedes de pie, en los esfuerzos que hace el
pueblo, en las decenas de miles de hombres y mujeres que se van a picar caña y
a trabajar. En todos estos hechos se demuestra
la presencia del pueblo; en las milicias, en las decenas de miles de hombres
que se van a pasar los entrenamientos; en la presencia de las mujeres; en la
presencia de todos los hombres sin distingos de colores; en la presencia del
pueblo, el pueblo como una sola voluntad, el pueblo como un solo ejército, el
pueblo como una sola fuerza; que sabe que es una fuerza grande, que se sabe
fuerza invencible; que sabe que tiene delante enemigos; que sabe que tiene
delante los que lo quieren explotar, los que lo quieren humillar, los que lo
quieren hacer infelices; que saben que le quieren robar la dignidad que hoy ostenta
cada ciudadano, y la dicha que hoy pueda alcanzar cada hombre o cada mujer; que
tiene enemigos que lo quieren ensangrentar, que les ponen en riesgo a sus
hijos, que los quieren asesinar, que les quieren robar, que los quieren
ablandar, sin darse cuenta que cada día el pueblo es más veterano y cada día el
pueblo es más duro, porque el pueblo es como un ejército.
Ya llevamos
dos años y tanto de lucha; la lucha enseña, la lucha hace aguerridos a los
pueblos, los hace veteranos. Este es un pueblo
hoy aguerrido, veterano, más fuerte cada día; más fuerte hoy al conmemorarse el
primer aniversario que en el momento en que se produjo la explosión; más fuerte
el mes que viene, más aguerrido, más veterano; más fuerte y más aguerrido el
año que viene, y más lleno de fe en sí mismo, y más orgulloso de la lucha que
libra.
¡Infelices
esos que desertaron de las filas de este ejército, el ejército del pueblo! ¡Desgraciados esos que se fueron allá donde
los desprecian, allá donde los discriminan, allá donde los ponen a fregar
platos, allá donde los miran con lástima!
Y los miran con lástima, primero, como latinos, que ya es una razón para
mirarlos con desprecio; segundo, como vencidos, que ya es otra razón para
mirarlos con desprecio; tercero, como mendigos, que ya es otra razón para mirarlos
con desprecio; cuarto, como cobardes, que ya es otra razón para mirarlos con
desprecio; quinto, como apóstatas y como traidores
que abandonan a su patria y se van allí a las órdenes de agentes extranjeros, a
sembrar el terror entre sus hermanos, a sembrar el crimen, que ya es otra causa
para mirarlos con desprecio. Y hay un
viejo adagio de Roma que decía: “Roma paga a los traidores, pero los
desprecia.” Y así viven allá.
Triste, mucho
más triste todavía, la situación de esos que fueron compañeros nuestros,
compañeros de viaje de la Revolución; que se montaron en el carro en una u otra
estación y llegaron hasta ciertos puntos, y ahí se fueron con los enemigos. Y yo me pregunto: ¿dónde están los primeros?: están aquí; ¿dónde están los 12?: están aquí; ¿dónde están los 100?: están aquí
(APLAUSOS).
Pero en el
carro de la Revolución, en el carro de la Revolución montaron viajeros que un
día, en el triunfo, ostentaron cargos de honor.
El pueblo los respetaba; después fueron vacilantes, después fueron
tímidos. El pueblo lo sabía, pero los
respetaba. Y esos señores, algunos de
ellos que llegaron a ser ministros, el pueblo no los tragaba, pero los
respetaba; y algunos que siempre, mal que bien, los miraban con respeto. Eran respetados aquí, y se marcharon. ¡Y hoy no los respetan ni aquí ni allá!
¡Creyeron que
por traicionarnos serían recibidos como héroes allá afuera! Y allá afuera, mientras más campañas hacían
contra nosotros, y mientras más “malos” éramos nosotros, peor era haber sido
compañero de nosotros. Y los que han
llevado la peor parte son los desertores, los que en un tiempo marcharon junto con
la Revolución, y después se fueron, porque los esbirros son más considerados
que ellos allá afuera. Ahora los
esbirros empiezan a darse golpes de pecho allí: “nosotros teníamos razón, porque
asesinábamos a esa gente; eran mala, eran unos comunistas malos; había que
asesinar a toda esa gente”. Y entonces
ellos van allá y dicen:
“son comunistas”. Y
entonces los esbirros dicen:
“teníamos razón”. Y los
esbirros son más considerados, porque los esbirros dicen: “estábamos claros nosotros con esa gente”.
Los esbirros
se pavonean orgullosos, y cuando ven a un desertor, dicen: “miren ese, ahora viene, después que
estuvo allá con ellos; ¡este es espía!” Además, creen que los hemos infiltrado allí
¡y a lo mejor es hasta verdad que hay alguno que otro infiltrado por allí! Y hay el caso de otros que participaron en
las leyes revolucionarias, y ahora no se lo perdonan; entonces, llegan allá
dándose golpes de pecho:
“no” porque la Revolución...”
Y entonces les sale Gastón Baquero y les salen los de la Marina, y les
dicen: “miren,
no jueguen más a la Revolución, y no hablen más pamplinas; Revolución es
aquella, aquí es contrarrevolución, y vamos a estar claro aquí en lo que
nosotros estamos persiguiendo”. Y como
hicieron leyes revolucionarias, no hallan qué decir; están entre la espada y la
pared. Se topan con todos los
latifundistas allá, con todos los presidentes de las empresas: “¡Ah!, pero ¿tú no eras ministro?, o
¿tú no estabas en el gobierno?, ¿no hicieron las leyes?” Son arrepentidos, pero
los miran como revolucionarios arrepentidos, que es peor que haber sido
esbirro. Esos son los que están peor: los revolucionarios
arrepentidos, porque hombres que aquí contaban con el respeto del pueblo, que
participaban en las cosas del pueblo, se van allá a que los esbirros los
desprecien.
¡Calculen
ustedes qué triste suerte ir a un lugar donde los esbirros los desprecien! ¡De aquel tiempo en que se pavoneaban de
revolucionarios, despreciando a los esbirros, a este tiempo en que los esbirros
orgullosos desprecian a los revolucionarios arrepentidos! Ese es el camino del desertor y del traidor. Creyeron que los iban a engrandecer, que les
iban a poner todo en sus manos, y se encontraron que no les pusieron nada en
las manos. Dieron un salto en el abismo,
y hoy están todos en camisas de 20 varas.
Tienen esa
situación de desprecio; abandonaron el ejército del pueblo. ¡Cuánto mayor motivo de orgullo no es marchar
con este ejército, figurar en sus filas, vivir sus triunfos y afrontar sus
reveses; disfrutar sus alegrías y llorar sus llantos, sus días de fiesta y sus
días de luto, con el pueblo! ¡Cuánto más
honroso que vivir sin pertenecer a ningún pueblo, sin pertenecer a ningún
ejército, como no sea de mercenarios y de parásitos! ¡Juntarse con lo peor y no con lo mejor, porque
en este ejército del pueblo se va quedando lo mejor y se ha ido depurando lo
peor!
¿Y dónde está
lo peor? ¡Allá! ¿Dónde está toda la basura? ¡Allá!
¿Dónde está toda la gusanera? ¡Allá! ¿Dónde está toda la peste? ¡Allá!
y aquí se ha ido quedando en el pueblo el que tiene fe, el que tiene
valor, al que no le asustan las campañas de amenaza de invasión, al que no le
asustan los bombardeos, al que no le tiene miedo a las agresiones económicas;
ese, que no tiene miedo a nada, que no tiene prejuicios, ni cree en el cura
mentiroso que venga a hablarle de la contrarrevolución; ni cree en las campañas
de los contrarrevolucionarios; ese, ese que está claro de verdad, ¡claro aquí!;
ese es, sin duda de ninguna clase, el mejor del pueblo, el hombre firme, el que
tiene fe, el que no vacila, el que sabe que marcha sobre terreno firme.
¡Cuánto más
honor es pertenecer al ejército del pueblo, que traicionar a ese ejército,
abandonar a ese pueblo, convertirse en mendigo, convertirse en objeto de
desprecio, convertirse en mercenario pagado!
Y así, la Revolución se ha ido quedando en todo con lo mejor, y con lo
mejor está librando su lucha. Y ese
pueblo aprende, este ejército es cada día más veterano, cada día más aguerrido.
Y así, hoy
venimos a rendir ese homenaje, y a recordar a los que también nos enseñaron; a
los que dieron sus vidas entre los primeros para que hoy estemos más fuertes,
para que hoy estemos mejor defendidos.
Sus hijos, los hijos de esos obreros, de esos soldados que murieron, no
se quedaron huérfanos:
fueron hijos del pueblo, y el pueblo los ayuda, el pueblo los
protege. Y en los familiares de los
compañeros que murieron hace un año, el pueblo ha invertido cerca de medio millón
de pesos. Les faltaron sus padres y, sin
embargo, han tenido la paternidad de un pueblo entero, que los ayuda y los
ayudará; como ayudaremos a cuanto obrero se lesione en su trabajo, a cuanto
obrero pierda la vida en su trabajo; como ayudaremos a los familiares también
de cuanto miliciano muera en servicio, bien en accidente, bien en combate. Y vamos a hacer pronto una ley para que todo
eso quede, y que sepa cada combatiente de la revolución que tiene en cada uno
de nosotros a un hermano, que sus hijos tienen en el pueblo entero a sus
padres, o sus sustitutos; que todos vamos a trabajar para todos (APLAUSOS), y
que ningún hombre que cumpla con su deber, soldado, o miliciano, u obrero,
ningún hombre que cumpla con su deber pueda albergar la preocupación que el
cumplimiento del deber implica orfandad, olvido y miseria para sus hijos. La República tiene para todos; todos tenemos
para todos; todos tenemos para los hijos de todos (APLAUSOS).
Y eso será ley
pronto de nuestro país. Y así cada vez
más unidos, no solo en el sentimiento, sino en los intereses, en la
fraternidad, en la hermandad, en todas las circunstancias, este gran ejército
del pueblo, de lo mejor del pueblo, seguirá adelante victoriosamente, sin que
ninguna agresión, ningún acto de barbarie o de salvajismo nos intimide.
Y siempre
responderemos como respondió el pueblo cuando estalló “La Coubre”: estalló el barco,
las llamas se extendían junto a las cajas de explosivos, y el pueblo fue a
salvar a los heridos; estalló otra vez, las llamas se extendían junto a los
explosivos, y el pueblo siguió atendiendo a los heridos. ¡Ese es el pueblo!
¡Vivan los
mártires de “La Coubre”!
¡Viva el
pueblo!
(OVACION)