DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL
ACTO DE GRADUACION DE 800 MAESTROS DE SECUNDARIA BASICA, EN EL TEATRO
"CHAPLIN", EL 8 DE DICIEMBRE DE 1961.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros y
compañeras graduados del curso de profesores de secundaria básica;
Estudiantes de
las distintas escuelas representadas aquí;
Señoras y
señores:
Gran entusiasmo reina hoy en este teatro, entusiasmo
que tiene su razón de ser, para todos ustedes y para todos nosotros, en la
satisfacción y el optimismo que despierta la obra de la Revolución y la cosecha
de los primeros frutos de la Revolución.
¿Cómo se organizó este curso y qué tiene de
experiencia para nosotros este curso, qué nos enseña? Nos enseña que, en medio de una revolución,
hay que resolver los problemas revolucionariamente.
Una de las dificultades principales para llevar
adelante los planes gigantescos que una revolución necesita en el campo de la
educación, uno de los problemas serios, fundamentales, era la falta de
profesores. Todos sabemos perfectamente
la necesidad que tiene la Revolución de formar técnicos, esas cifras las
conocemos perfectamente bien. Para
llevar adelante cualquier programa de educación hacen falta recursos, hacen
falta edificios, hacen falta casas, hacen falta recursos materiales de diversa
índole, tales como libros, muebles, muchas cosas. Pero lo más importante para llevar adelante
un programa de educación son los maestros y los profesores.
Nuestro país confrontó ese problema de la falta de
maestros y de profesores para, a su vez, resolver el otro problema, el de la
necesidad de técnicos, y, sobre todo, la necesidad de educar a nuestro pueblo.
En nuestros campos, por ejemplo, no había escuelas ni
maestros. Se hacía difícil encontrar
personal que estuviese en condiciones de ir a enseñar a las montañas; cientos
de miles de niños, por esa razón, carecían de escuelas, lo cual iba a aumentar,
de año en año, el número total de personas adultas sin saber leer ni escribir,
y que en nuestro país ascendían aproximadamente a un millón de personas;
faltaban profesores para las escuelas tecnológicas; faltaban profesores para
las escuelas superiores, preuniversitarias y secundarias.
¿Cómo resolver ese tremendo problema? ¿Debíamos resignarnos a esperar que en el
transcurso de los años se formase el número suficiente de profesores para ir
progresivamente, de año en año, aumentando el número de escuelas, y conformarnos
con un plan modesto sobre una cuestión que es tan esencial para nuestro
país? No podíamos hacer eso. Y a esta falta de maestros y de profesores se
unía la circunstancia de la acción del enemigo, de la acción de la
contrarrevolución y de los imperialistas para llevarse a los profesores.
El razonamiento del imperialismo es este: "Si no te bastan un millón de
analfabetos, si no te bastan cientos de miles de niños sin escuelas, y si no te
bastan tu miseria y tu pobreza, vamos a llevarte los profesores, vamos a
llevarte los técnicos, y vamos a sumirte aún más en la ignorancia y en la
pobreza."
Sin embargo, las revoluciones tienen precisamente esa
virtud de poder enfrentarse a los problemas y resolverlos. Pero, ¿cómo?, ¿burocráticamente? No, las revoluciones pueden resolver sus
problemas mediante un procedimiento simple y esencial: ir al pueblo, porque en el seno del
pueblo se encuentran todos los recursos que la Revolución necesita. Y la Revolución, por eso, fue al pueblo. Necesitó maestros para ir a enseñar en las
montañas, y llamó a la juventud, solicitó jóvenes dispuestos a ir a entrenarse
a las montañas para poder fundar escuelas en esas montañas, y miles de jóvenes
se presentaron a pasar las pruebas y a capacitarse para después ir a enseñar a
las montañas; se necesitaban decenas, cientos de miles de personas, para llevar
a cabo aquella tarea tan ambiciosa —y aparentemente imposible— de erradicar de
nuestro país, en solo un año, el analfabetismo que se había ido concentrando en
nuestra república durante 60 años; hacían falta maestros, hacían falta
alfabetizadores, y la Revolución llamó de nuevo a la juventud, llamó a los
estudiantes, estableció la meta de organizar un ejército de jóvenes
alfabetizadores, es decir, la Revolución fue al pueblo, la Revolución fue a las
masas, y de las masas surgieron uno a uno los jóvenes suficientes para alcanzar
la cifra de 104 000 que se ofrecieron para ir a enseñar a los campos.
Mas, la Revolución necesitaba también profesores de
secundaria básica. Ya teníamos los
edificios, ya teníamos las instalaciones.
Los ricos, los poseedores de la riqueza nacional, que habían invertido
cientos de millones de pesos en construir verdaderos palacios, se estaban
marchando de nuestro país. Claro que
ellos no se marchaban por un acto de generosidad, se marchaban porque pensaban
que era solamente cuestión de meses, y los más optimistas que era cuestión de
semanas; se marcharon a Miami, a esperar que la Revolución fuese destruida por
la invasión de mercenarios. Ellos se
marcharon, los mercenarios vinieron, ¡y quedaron! (APLAUSOS.)
Pero, no solo quedaron los mercenarios, quedaron en manos de la
Revolución 1 000 residencias de las más lujosas y las más holgadas (APLAUSOS),
barrios enteros quedaron en manos de la Revolución. ¡Ya teníamos casas, sin tener la Revolución que
gastarse un solo centavo!
Y las casas estaban además situadas alrededor de
gigantescos colegios, eran los colegios privilegiados adonde acudían los hijos
de las familias que habitaban aquellas residencias. Y así, no solo quedaron barrios enteros, sino
que en medio de los barrios quedaban enormes edificaciones que, bien adaptadas,
podrían servir para aulas, puesto que muchas de ellas eran internados y gran
parte de su espacio lo ocupaban en dormitorios y comedores, y si nosotros
teníamos las casas de los alrededores, entonces no necesitábamos dormitorios en
los edificios y podíamos convertir todos los dormitorios y comedores en aulas,
con lo cual la capacidad de esas instalaciones se aumentaba
extraordinariamente.
Pero si aún no bastaban las edificaciones escolares
adonde asistían los hijos de la alta burguesía de nuestro país, en cualquiera
de aquellas casas podían también hacerse las modificaciones necesarias para
convertirlas en aulas.
Y así fue creciendo nuestra capacidad material de
enseñanza, así fueron uniéndose recursos, que podían ser y debían ser
utilizados. ¿En qué otra cosa sino en la
educación? Barrios igualmente fastuosos,
donde aquellas familias iban a veranear, quedaron en nuestro poder, sin que le
quitáramos una sola casa a nadie. Claro
está que algunos de esos señores trataban de burlar las medidas revolucionarias
y a veces llamaban a un primo quinto y le daban la casa, pero, naturalmente,
siempre se encontraba una solución para albergar en un lugar mucho más modesto
al primo quinto y dedicar aquella gran casa a residencia de estudiantes.
En algunos sitios, como en Tarará, fue necesario
construir los edificios, ¿por qué?
Porque como era para verano, allí no había edificaciones escolares, pero
tampoco importaba, la Revolución rápidamente se puso a trabajar, y ya están
construidas, prácticamente, allí, todas las instalaciones suplementarias que
hacían falta. Pero ni siquiera han
permanecido vacías esas residencias; cerca de 15 000 jóvenes campesinas además
de otros miles de estudiantes de distintas materias, han estado recibiendo
cursos en nuestra capital para aprovechar estos meses anteriores a la
inauguración de los grandes centros de enseñanza superior que allí se van a
establecer. Teníamos todo, repito, pero
no teníamos profesores, y una vez más la Revolución se dirige al pueblo, se
dirige a las masas, y en las masas encuentra la solución.
Habíamos observado que miles de jóvenes estaban
estudiando en la universidad distintas carreras, otros eran estudiantes y
trabajaban en oficinas administrativas.
Reflexionamos que entre esa masa estudiantil era posible encontrar los
profesores para los centros de secundaria básica; se organizó el curso, se hizo
un llamamiento a los estudiantes universitarios o a los empleados de la
administración pública de nivel universitario, y miles de jóvenes se
presentaron también, ofreciéndose para pasar el curso. De entre los miles, fueron seleccionados los
alumnos para el curso, y gracias a esa acción, gracias a ese esfuerzo, hoy
tenemos resuelto lo único que nos faltaba para poder llevar adelante los
planes; hoy tenemos los 800 profesores de secundaria básica que necesitábamos.
Esto nos enseña que la Revolución siempre encontrará
en el pueblo, siempre encontrará en las masas las energías, las inteligencias y
los recursos humanos que necesite. Y así
la Revolución va ganando su batalla; así la Revolución va derrotando a sus
enemigos; así la Revolución, no solo encontró maestros para enviar a todos los
niños del país —aún a los lugares más apartados e incomunicados—; así la
Revolución encontró recursos para llevar adelante su gigantesca campaña de
alfabetización; y así la Revolución encontró recursos para llevar adelante sus
gigantescos planes de enseñanza en el pueblo, porque en el pueblo están todos
los recursos que la Revolución necesita.
¡Y esa es la más importante lección que debemos sacar
de esta graduación y de todos los éxitos que en el campo de la educación la
Revolución ha obtenido! Y, ¿por qué es
tan extraordinario el porvenir de nuestro país?
¿Por qué es tan prometedora la Revolución para nuestra patria? Y, ¿por qué esa grande y legítima esperanza
se palpa en el ánimo y en el entusiasmo de nuestro pueblo, sobre todo de
ustedes, los jóvenes de nuestra patria?
¿Por qué esa indescriptible alegría?
¿Por qué ese optimismo, y por qué esa fe? Y, ¿por qué, frente a los presagios de
nuestros enemigos, y frente a sus amenazas, y por qué, frente a fuerzas tan
poderosas como las que se nos oponen, y por qué, frente al éxodo de los
poseedores de nuestras riquezas, y de los que hasta cierto grado, monopolizaban
la educación en nuestro país, la experiencia en la administración, la
experiencia en la construcción y la experiencia en la técnica...?
¿Por qué, frente a todos los recursos económicos, y a
todas las fuerzas del imperialismo, frente al concierto de los traidores del
continente, frente a la conjura de los tránsfugas y de los mercenarios de toda
América, frente a la complicidad de los explotadores de todo un continente, ¡la
Revolución avanza, la Revolución marcha, y el pueblo tiene confianza, y el
pueblo tiene fe, y el pueblo ríe, y el pueblo canta, y el pueblo se llena de
júbilo!? ¿Por qué?
Entre otras razones, entre otras muchas razones, por
una elemental, por una razón clarísima y elocuente: ¡Porque muy grande tiene que ser el porvenir
de una nación que está realizando una obra educacional tan gigantesca como la
que se lleva adelante en nuestro país!; porque era una cuestión elemental para
todos y cada uno de nuestros ciudadanos, porque había algo sobre lo cual nadie
dudaba, y era que el porvenir de cada ciudadano, como el porvenir de cualquier
país, dependería siempre de la atención que ese país prestase a la educación
del pueblo. Nadie pensó jamás que un
ciudadano analfabeto tuviese porvenir; nadie pensó jamás que un pueblo inculto
e impreparado tuviese porvenir; no hubo jamás familia que se resignase a que su
hijo permaneciese sin escuela; no hubo jamás familia en nuestra patria, humilde
o rica —fuese cual fuese su posición social— que no se lamentase profundamente
de tener un hijo vago o un hijo que por falta de recursos no pudiese enviar a
la escuela, al instituto o a la universidad; familias había muchas tan pobres
que tenían que enviar a sus hijos a mendigar o a vender periódicos o a limpiar
zapatos. No hubo familia en nuestro país
que no estuviese absolutamente segura de que en la educación de su hijo estaba
el porvenir; y no hubo familia que pudiendo enviar a su hijo a un instituto o a
una universidad no lo enviase.
Y la inmensa mayoría de las familias no podían obtener
para sus hijos esa oportunidad. Algunas
escuelas se fundaron para enviar a estudiar a los huérfanos; para tener derecho
a recibir una beca, los pocos que la recibían antes, tenían que haber pasado
por la tragedia de perder a sus padres, de ser huérfanos, de ser desamparados.
Y esa era una verdad, la verdad de que solo en la
educación podía estar el porvenir de cualquier ciudadano, una verdad admitida
por todos, por los humildes y por los poderosos; y esa verdad, ¡que era
oportunidad de los poderosos y jamás oportunidad de los humildes, hoy, que es
real oportunidad de todo nuestro pueblo, de todas las familias de nuestra
patria, es una verdad que los poderosos de ayer —enemigos de hoy— no podrán
negar! Porque esos mismos poderosos que se
ilusionan con la posibilidad —hipotética o irreal— de que la Revolución pueda
ser vencida; esos mismos poderosos si conservan un átomo de sentido común, si
conservan un átomo de inteligencia, tendrán que aceptar que una revolución que
lleva adelante tan gigantesca tarea de educación, que una revolución que lleva
adelante una obra tan impresionante como esta en el campo de la educación, ¡no
podrá ser jamás vencida!
Porque si el porvenir de cualquier ciudadano estaba en
la posibilidad de prepararse, si el porvenir de cualquier pueblo dependía del
grado mayor o menor de educación que pudiese recibir, si ayer eran muy pocos
los que disponían en nuestro país de esa oportunidad, los poderosos, ¡hasta los
poderosos de ayer tendrán que admitir —quieran o no, duélanles o no, rabien o
no, maten o no, asesinen maestros como Conrado Benítez o no, asesinen a niños
adolescentes como Manuel Ascunce o no— tendrán que admitir que es
extraordinario el porvenir de una revolución que ha logrado enviar un maestro
hasta el último niño de la patria, que ha logrado cumplir la meta de
alfabetizar a todos los adultos alfabetizables en un año y que puede proclamar
hoy que todo joven del país, todo estudiante, tiene garantizada la oportunidad
de estudiar todos los grados de la enseñanza primaria, y además, todos los años
de la enseñanza secundaria, conquista lograda ya por nuestro pueblo en menos de
tres años, y que sitúa a nuestro país —en el campo de la educación— en el
primer lugar —¡en el primero, sí!— de toda la América, incluyendo a Estados
Unidos (APLAUSOS).
En Estados Unidos esa oportunidad no existe para los
negros del sur, en Estados Unidos esa oportunidad no existe para millones de
hijos de obreros, en Estados Unidos esa oportunidad no existe para una juventud
que tiene que vivir, además, en la atmósfera asfixiante de un régimen social
decadente y putrefacto.
¡Estados Unidos, que pretende presentarse como el
ejemplo —Estados Unidos, ¡sí!,
Estados Unidos, míster Kennedy y señores del Pentágono—, ya ha quedado atrás de
Cuba en el campo de la educación!
(APLAUSOS.)
Porque Cuba, Cuba puede reunir hoy lo que en Estados
Unidos las camarillas explotadoras de los imperialistas no podrán jamás reunir,
Cuba puede reunir, en un mismo acto una representación tan elocuente de lo que
hace y de lo que avanza; Cuba puede reunir hoy, en un mismo teatro, 800 jóvenes
que acaban de recibir un curso de capacitación para maestros o profesores de
secundaria; con miles de campesinas procedentes de nuestras montañas y de
nuestros campos; con cientos de estudiantes de instructores de arte —que a su
vez se preparan para llevar la cultura y la alegría a lo largo del país—; con
cientos de estudiantes procedentes de las familias que trabajan en nuestras
costas, con cientos de alumnos de otras escuelas, con cientos de jóvenes que
antes no tenían empleo ni tenían escuelas, y después de pasar por las duras
pruebas de los campamentos de la Sierra Maestra, están hoy también recibiendo
la educación que les abre un porvenir y un sentido a sus vidas. Cuba puede reunir hoy lo que es una
representación de lo que está haciendo, y que explica el porqué del desbordante
entusiasmo.
Cuando ustedes reían, cuando ustedes cantaban, cuando
ustedes entonaban himnos revolucionarios en la noche de hoy, nosotros pensábamos
en el porqué de ese fervor, en el porqué de esa ilimitada e infinita confianza
proyectada hacia el porvenir en cada uno de ustedes, en lo que representa cada
uno de ustedes, en lo hermosa que es en sí la obra de la Revolución, en lo
generosa que es la obra de la Revolución.
Y por eso es que quieren destruir a nuestra
Revolución, porque enseña, porque abre las vías de un porvenir al joven que
nada poseía, que ni siquiera —en otros tiempos— pudo albergar ni la menor
esperanza de ir a una escuela y adquirir un oficio, de obtener una oportunidad
en la vida.
Los imperialistas y sus cómplices, los farsantes que
hablan de las ventajas de su régimen corrompido y explotador, los que hablan de
esa seudodemocracia, a la que llaman "democracia representativa"; no
se cansan de decir que el mérito de su régimen y de su sistema es que brinda
igualdad de oportunidades. ¿Dónde estaba
la igualdad de oportunidades?, ¿dónde estaba la igualdad de oportunidades donde
un millón de personas se quedaron sin aprender a escribir una letra? ¿Dónde estaba la igualdad de oportunidades en
nuestros campos y en nuestras montañas sin maestros y sin escuelas? ¿Dónde estaba la igualdad de oportunidades en
una capital donde al lado de los barrios de indigentes había una escuelita
semiderrumbada, sin pupitres, sin material, expuesta en muchas ocasiones la
vida de los niños?, y más de una vez leíamos en los periódicos que tal o más
cual escuela se derrumbó, y que cuando llovía se mojaban los alumnos. ¿Dónde estaba la igualdad de oportunidades en
una capital donde, junto al barrio de indigentes, la escuela semiderrumbada, y
contrastando con ese cuadro, bastaba cruzar la bahía o cruzar el río Almendares
para encontrarse las regias mansiones, y junto a las regias mansiones los
imponentes edificios donde se educaban los hijos de los explotadores? ¿De qué igualdad de oportunidades se les
podía hablar a esas campesinas, a aquellos jóvenes de la escuela de
instructores de arte?; ¿de qué igualdad de oportunidades se les podía hablar a
esos adolescentes de los jóvenes rebeldes, que al recibir la verdadera
oportunidad escalaron cinco veces las montañas más altas de Cuba y hoy se
encuentran aquí junto a nosotros?
(APLAUSOS); ¿de qué igualdad de oportunidades podía hablar aquella clase
explotadora?; ¿de qué igualdad de oportunidades puede hablar el régimen
capitalista?; ¿de qué igualdad de oportunidades se puede hablar en medio de la
explotación?
Igualdad de oportunidades, verdadera igualdad de
oportunidades es esta, que a cualquier joven de nuestro país, a cualquier hijo
de familia, por humilde que sea, le brinda la posibilidad de estudiar, de venir
a la capital o a donde sea necesario y estudiar no ya en la escuela primaria,
sino estudiar hasta en las propias universidades de nuestro país.
Igualdad real e indiscutible de oportunidades es esta,
que a cualquier joven, a cualquiera por humilde que sea su origen, le brinda la
oportunidad de estudiar desde la primera letra, en una escuela primaria, hasta
la última asignatura del último curso de una carrera universitaria (APLAUSOS).
¿Y quiénes fueron escogidos para enseñar? ¿Quiénes fueron escogidos para ser profesores
de las escuelas de secundaria básica, de las nuevas escuelas de secundaria
básica? ¿Acaso los amigos de los
políticos?, ¿acaso mediante influencias?, ¿acaso mediante padrinos? No, no fue así. Así escoge el imperialismo, así escoge el
capitalismo, así escoge la llamada democracia burguesa; el socialismo no escoge
así.
Ni uno solo de los jóvenes que van a enseñar a los 20
000 becados de las nuevas secundarias básicas —no de todas las nuevas, porque
hay muchas más secundarias básicas en nuestro país y aún en nuestra capital— de
las secundarias básicas de la capital para becados, ni uno solo fue escogido
por amistad, por influencia, mediante privilegio. Todos, absolutamente todos, son profesores y
tienen asegurada ya una tarea en el seno de su patria porque se les brindó la
oportunidad, porque acudieron al llamado de la Revolución, porque asistieron puntual y disciplinadamente a los centros de capacitación y
porque se ganaron ese derecho con su esfuerzo (APLAUSOS).
Y nosotros nos preguntamos, nosotros nos preguntamos
qué régimen pasado podía hablar así; nosotros nos preguntamos si alguna vez
algún político pudo hablar así; si alguna vez en nuestra patria pudo afirmarse
esto; y si algún régimen capitalista puede afirmar semejante cosa y puede hacer
galas de semejante espíritu de justicia, de verdadera igualdad de
oportunidades, de verdadera equidad, de verdadero acatamiento al mérito, porque
es solo el mérito y la virtud de cada ciudadano lo único que cuenta y lo único
que vale en una revolución socialista (APLAUSOS).
Y por eso quieren destruir a nuestra Revolución; por
eso se conciertan los traidores; para eso se convoca a la OEA: para destruir esto. Y para eso presionan los imperialistas, para
eso planean sus reuniones criminales, su conjura cobarde y miserable; para eso
se reúnen los títeres; para eso planea viajar el señor Kennedy a Venezuela y a
Colombia.
¿Qué es lo que va a defender allí?, ¿qué intereses,
qué política? ¿Una política de justicia
para el pueblo? ¡No! Va a defender los intereses de sus monopolios
explotadores, va a defender los intereses de sus poderosas compañías, va a
defender la política reaccionaria y de traición a los intereses de Venezuela
que representa el miserable de Rómulo Betancourt (ABUCHEOS).
Y allá va Kennedy.
¿Acaso a defender alguna idea de justicia? ¿Acaso a defender a los obreros? ¿Acaso a defender a los estudiantes? ¡No!
Va allá a defender la política de represión de los obreros, a defender
la política de persecución a los estudiantes, de clausura a las universidades y
a los centros de enseñanza; ese sistema podrido, ese sistema reaccionario, ese
sistema antipopular, esa política traidora y entreguista es lo que va a
apuntalar allí; a santificar las medidas represivas y de persecución, las
medidas de asesinatos a obreros y a estudiantes, desacatando el sentimiento de
Venezuela, desacatando e hiriendo el honor del pueblo venezolano y la dignidad
del pueblo venezolano.
Kennedy sabe que el pueblo venezolano es
antimperialista; Kennedy sabe que el pueblo venezolano odia profundamente la
política imperialista; Kennedy sabe que los venezolanos han sabido demostrar y
supieron demostrar elocuentísimamente su repudio al imperialismo a raíz de la
visita del señor Nixon; Kennedy sabe —y si no lo sabe es porque sería realmente
el hombre peor informado del mundo— que ese sentimiento de repulsa no ha
disminuido, sino que ha crecido en la misma medida en que es mayor el desempleo
en Venezuela, más alto el costo de la vida, más duras las condiciones de vida,
más feroz la represión reaccionaria; Kennedy lo sabe y en el momento en que más
se extrema la represión sangrienta y la traición de Rómulo, ese es el momento
que escoge para ir a tratar de apuntalar y para algo más: para concertar con el miserable traidor de Rómulo Betancourt y los
miserables traidores del gobierno de Colombia, porque aún cuando Colombia
mantenga relaciones diplomáticas con nosotros, ¡no vacilamos en decir aquí que
esas son las relaciones de Judas, las relaciones de los traidores! (APLAUSOS.)
Y a nosotros, a nosotros nos han estado chantajeando miserablemente los
imperialistas con su política de aislacionismo contra nosotros, presionando
para que rompan relaciones. Y así,
algunos han roto, pero otros han seguido una política más taimada todavía, una
política más ruin todavía, y nosotros siempre tolerando. Pero como ya decidieron reunirse, decidieron
reunirse en conferencia de cancilleres, vamos a llamar más las cosas por su
nombre, y para que rompan, para que acaben de romper los que están con el
imperialismo contra Cuba (APLAUSOS).
¡Basta ya, basta ya de chantajes!, ¡basta ya de
chantajes!; ¡basta ya de clavar el puñal por la espalda!, ¡basta ya de traición
encubierta! Nuestra política no fue
nunca la de romper con nadie, ¡pero basta de chantaje, basta de traición! ¡Que mantengan relaciones con nosotros los
gobiernos que tengan vergüenza en América!
(APLAUSOS PROLONGADOS.) ¡Que
mantengan relaciones con nosotros los gobiernos que tengan dignidad en
América! ¡Que mantengan relaciones con
nosotros los gobiernos que tengan decoro y no obedezcan órdenes del
Departamento de Estado yanki! Porque, al
fin y al cabo, cuando las agresiones vienen lo que decide no es el abrazo ni el
beso de los Judas que allá votan por la agresión contra Cuba, ¡lo que decide es
la dignidad, el decoro y el valor de todo un pueblo! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Venceremos!” Y DE: "¡Fidel, seguro, a los yankis da
les duro!")
En América, las posiciones se hacen cada vez más
nítidas y cada vez más evidentes; se
hacen, cada vez más, demasiado claras para que nadie pueda disimular sus
posiciones. Y gobiernos de Judas,
gobiernos de traidores, son dos gobiernos que habían mantenido hasta hoy y
mantienen relaciones con nosotros, y uno promovió la agresión o los planes de
agresión, o los planes de reunión —y los venía proponiendo desde hace meses—, y
el otro votó allí, y fue el gobierno que en días recientes se hizo eco de la
insolente y absurda y ridícula nota del señor Ydígoras de Guatemala, me refiero
al gobierno de Panamá, otro gobierno de cómplices del imperialismo y de
traidores (EXCLAMACIONES DE:
"¡Fuera!").
El imperialismo, el Departamento de Estado, estaba muy
interesado en que los gobiernos rompieran relaciones con nosotros. Pues bien: ¡Ahí le obsequiamos, en bandeja de
plata, las relaciones con ese par de gobiernos títeres y cómplices! (APLAUSOS PROLONGADOS.) ¡Ahí se las dejamos en bandeja de plata! ¡Que rompan!
¡Dos contrabandistas menos, dos traficantes de dólares menos en nuestro
país, dos chantajistas menos, y dos residencias más para estudiantes
revolucionarios! (APLAUSOS.) ¡Hasta cuándo vamos a estar soportando!
Mantendremos relaciones con los gobiernos que tengan
dignidad, con los gobiernos que tengan vergüenza, con los gobiernos que no
obedezcan órdenes del imperialismo, con los gobiernos que no levanten el puñal
traicionero contra el corazón de una nación hermana, de una nación
latinoamericana, de una nación que lucha heroicamente y gloriosamente, y
valerosamente por su porvenir, por su decoro, por su soberanía; de una nación
que se enfrenta históricamente al imperialismo.
Y así, nos honraremos siempre con mantener relaciones
con los gobiernos que no levantaron allá el puñal traicionero contra Cuba
(APLAUSOS), con los gobiernos que no votaron por la traición. Y, encabezando a todos ellos, con el gobierno
de México que votó en contra de la traición (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "México,
México").
¡Los traidores que rompan! Algún día los pueblos de América
restablecerán —los pueblos de América gobernados por esos títeres y traidores—
sus relaciones con sus hermanos de Cuba (APLAUSOS).
Y eso es lo que va a defender Kennedy allí, a
Venezuela, desafiando al pueblo venezolano, hiriendo profundamente la dignidad
del pueblo bolivariano, y pretendiendo ignorar ese pueblo heroico y
revolucionario de Venezuela, que está constituido por los hijos legítimos, ¡por
los hijos inmortales de Simón Bolívar, el libertador de América! (APLAUSOS); pueblo heroico que en días
recientes, apenas descubrió a una pandilla de senadores yankis, arremetió
contra ellos, ¡a pedradas! (APLAUSOS);
pueblo heroico, al que tratan de someter a sangre y fuego.
Pero a Kennedy no le importa el luto, no le importa la
sangre venezolana que pueda costar su visita.
El va allí a apuntalar al traidor, a concertar la agresión contra
nuestra patria, aunque su visita tenga que significar represión, tenga que
significar ejércitos enteros por las calles, a tiros y a culatazos, contra el
pueblo venezolano; va allí, a concertar la agresión contra Cuba y a apuntalar
al traidor.
¿Qué defenderá allí?, ¿acaso esto? ¿Acaso hay esto en Venezuela?, ¿acaso miles y
miles de campesinas se gradúan, acaso decenas y decenas de centros superiores
se abren, acaso se está alfabetizando a todo el pueblo, acaso se preparan los
maestros, como los maestros que aquí esta noche han venido a la graduación
representando a los profesores que van también a enseñar en el gigantesco
centro de maestros para enseñanza primaria, destinado a satisfacer todas las
necesidades de nuestro país?
No, porque, habiendo el doble de analfabetos de los
que había en Cuba, allí no se hace nada contra el analfabetismo, allí no se
abren escuelas sino que se cierran, allí no se fundan centros de enseñanza
superior sino que se clausuran, allí no se movilizan los jóvenes —porque los
jóvenes son la expresión más evidente y más irrebatible de la pureza de los
sentimientos de un pueblo, los jóvenes son la expresión más espontánea del
entusiasmo, del apoyo o de la rebeldía, según el caso—, y mientras aquí toda la
masa juvenil se moviliza, y marcha a las montañas a enseñar; mientras aquí los
estudiantes universitarios se presentan por millares al llamado de la patria y
de la Revolución, para asistir a los cursos de capacitación de profesores;
mientras aquí el analfabetismo se liquida; mientras toda la masa juvenil se
incorpora; mientras 20 000 jóvenes de todos los rincones de la isla, de los
centrales azucareros, de nuestros campos, pueblos y aldeas, preparan sus
maletas para venir a estudiar en las secundarias básicas; mientras otros 30 000
jóvenes preparan también sus maletas para ingresar en las escuelas
tecnológicas, en la universidad, en los institutos tecnológicos o preuniversitarios,
en los centros de instructores de arte, o en las academias nacionales de arte;
es decir, mientras más de 50 000 jóvenes se disponen a marchar jubilosos hacia
los centros de cultura y de enseñanza, mientras cerca de 100 000 se disponen a
regresar victoriosos de la proeza incomparable de haber alfabetizado a un país,
de haber alfabetizado a todos los analfabetos alfabetizables de nuestro país,
mientras en Cuba ocurre esto, que es expresión de justicia, que es expresión de
porvenir, que es prueba irrefutable de razón, en Venezuela Rómulo clausura, en
Venezuela Rómulo reprime, en Venezuela Rómulo persigue a los estudiantes, y los
estudiantes enarbolan la rebeldía, y los estudiantes se baten en las calles,
luchan y mueren, golpeados y asesinados, como prueba inequívoca también de que,
¡aquello es la traición y esto es la justicia!
(APLAUSOS.)
¡Y aquella infamia, aquello, es lo que va a apuntalar
Kennedy, para tratar de destruir esto!
Va allá, a apoyar la traición y a conjurarse con el traidor, para
agredir la justicia; va allá, a defender la ignorancia y el oscurantismo, a
conjurarse con la reacción, ¡para tratar de destruir el progreso, la cultura y
la luz!
Y esto es lo que nos enseña a distinguir, es lo que
nos enseña a comprender, y es lo que le da razón histórica a nuestra lucha, es
lo que le da fuerzas a nuestra energía, es lo que le da valor a nuestro pueblo,
es lo que le da decisión de defender su causa hasta la última gota de su sangre
(APLAUSOS), es lo que le da vergüenza y honor a nuestra patria para hablar, es
lo que le da derecho a levantar la bandera de la dignidad, ¡y es lo que le da
derecho a ganarse un lugar inmortal en la historia de América!
¡Adelante, compañeros profesores, que por esto estamos
luchando!
¡Adelante, a enseñar!
¡Adelante, jóvenes profesores, a enseñar a los jóvenes
estudiantes de la patria!
¡Jóvenes enseñando a jóvenes, el camino del porvenir,
el camino del honor, el camino de la gloria, el camino del triunfo!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)