DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO
RUZ, PRIMER SECRETARIO DE LAS ORI y
PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE CLAUSURA DE LA
CONVENCION NACIONAL DE CONSEJOS TECNICOS ASESORES, CELEBRADO EN EL CIRCULO
SOCIAL OBRERO “CHARLES CHAPLIN”, EL 11 DE FEBRERO DE 1961.
(DEPARTAMENTO
DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO
REVOLUCIONARIO)
Compañeros:
No sé si el
pueblo se habrá dado cuenta de la importancia que tiene, o del sentido que
tiene, este acto que clausuramos hoy.
Durante el año
pasado, y en parte ya durante este año también, hemos venido celebrando una
serie de reuniones que incursan en casi todos los aspectos de la vida nacional;
reuniones de todo tipo:
unas veces de maestros, otras veces de jóvenes, otras veces de
profesionales, otras veces de milicianos.
En fin, que casi todos estos actos marcan una expresión de todo lo que
la Revolución ha venido haciendo.
Actos, por
ejemplo, hemos tenido de tipo económico, muy importantes, como, por ejemplo,
aquel en que se decidió el monto de la zafra, en que estuvieron representados
los obreros de los centrales azucareros, los cooperativistas, los pequeños
agricultores y, en fin, todos los que tenían que ver con la producción cañera.
Este acto no
es una reunión de representantes de los obreros como movimiento sindical; que
la Revolución ha tenido muchos encuentros con los trabajadores, con los
sindicatos y con las federaciones. Este
acto es una reunión de obreros, pero no de obreros como representativos de una
clase, que ha tenido que luchar muy duramente a través de sus organizaciones
sindicales para garantizar sus derechos; esta es una reunión de los obreros
como participantes en la dirección de las empresas. Es decir, es la primera vez en nuestro país,
y es la primera vez en América, que tiene lugar una reunión de este tipo. Ocurre como tantas cosas de la Revolución que
se vuelven una especie de costumbre, acontecimientos que, sin embargo, lucían
insólitos. Y, por lo pronto, en América
todavía tienen que luchar muy duramente los pueblos para llegar al momento en
que, en vez de los ejecutivos extranjeros de las grandes compañías y sociedades
anónimas, se reúna, en un acto como este, la representación de los obreros en
la dirección de las empresas de producción (APLAUSOS), como una idea del cambio
profundo que ha tenido lugar en nuestro país, lo que se observa en muchos
detalles.
Antes, ustedes
recuerdan, las convenciones, las convenciones o reuniones, por ejemplo, de los
hacendados, de industriales, de sectores económicos dominantes, que se
hospedaban en los mismos hoteles donde ustedes, los que son del interior, se
han hospedado (APLAUSOS). Ni soñar
siquiera un obrero en ir a residir al hotel Nacional o al hotel Habana Libre o
al hotel Habana Riviera (APLAUSOS). En aquellas
habitaciones, ociosas una gran parte del año, se hospedaban antes los
ejecutivos de las compañías norteamericanas, se hospedaban los hacendados, se
hospedaban los grandes latifundistas, se hospedaban los gangsters
internacionales, se hospedaban los contrabandistas, los que explotaban el
juego, el vicio, los grandes politiqueros, los grandes malversadores y, en fin,
todos los grandes ladrones que en este mundo existían iban allí
(APLAUSOS). Un obrero cañero jamás, un
obrero negro jamás, un obrero pobre jamás. Y a propósito de esto, ayer conversábamos con
algunos de ustedes a la entrada de uno de esos hoteles, y un obrero con una
extraordinaria satisfacción en su interior, recordaba cierto episodio de su
vida hace dos años, cuando la Revolución todavía no había llegado al poder, en
que él con su hijo se acercó a la entrada de uno de esos hoteles y quería que
le permitieran enseñar al niño las fuentes y los jardines de aquel hotel, y
alguien allí le ordenó terminantemente que se marchara, que no podía estar ahí,
y él nos decía, que él se dijo para su interior, que algún día él podría estar
en aquel hotel sin que lo expulsaran (APLAUSOS).
Y así
fue. Ya no vienen jugadores
norteamericanos a hospedarse en esos sitios, ya no vienen millonarios
norteamericanos, ya no vienen directivos de los grandes monopolios, ya ninguna
de aquella gente se hospeda en esos hoteles:
se hospedan representativos de países amigos (APLAUSOS), se hospedan embajadas
culturales y artísticas (APLAUSOS), dirigentes obreros y juveniles (APLAUSOS),
cooperativistas cañeros (APLAUSOS), delegados sindicales (APLAUSOS), campesinos
y campesinas que vienen a los centros abiertos por la Revolución (APLAUSOS),
jóvenes rebeldes (APLAUSOS), milicianos y milicianas (APLAUSOS), hombres
humildes del pueblo (APLAUSOS), negros y blancos (APLAUSOS), con tal que sean
hombres trabajadores, hombres útiles a su país, que es hoy la única medida del
mérito verdadero y la única categoría de hombre que vale en nuestra patria
(APLAUSOS). Y vienen ustedes que desempeñan
hoy noblemente el papel que ayer desempeñaban los buitres y las aves de
rapiña. Es decir, ustedes, que hoy dirigen
el país, ustedes que hoy dirigen la producción, no para explotar a nadie; antes
eran los explotadores, los buitres, las aves de rapiña, los que dirigían esas
fábricas no para beneficio del pueblo, no para crear bienes para la nación, no para
ayudar al país, no para permitir que esos bienes estuviesen al alcance de
todos, sino para su exclusivo provecho, para su exclusivo beneficio, para
satisfacer sus fines ambiciosos y egoístas.
Hoy son
ustedes los que impulsan la producción, hoy son ustedes los que han sustituido
los intereses egoístas de unos pocos, por el interés absolutamente mayoritario
de la nación; antes se pretendía hacer creer que sin ellos la producción no podría
marchar; antes se pretendía hacer ver que sin el móvil del interés egoísta, las
fábricas se paralizarían, que los servicios se deteriorarían y que, en fin, el
país no podría marchar si detrás no estaba el interés de aquellos señores.
Hoy también
hay un interés, que el interés hacía que las empresas marcharan mal o bien, que
el interés de unos pocos hacía que la economía marchara mal o bien, más mal que
bien, cuando hay un interés muy superior, cuando hay un interés no de una minoría,
cuando hay el interés de toda una nación, cuando detrás de esa economía y
detrás de esas empresas está el interés, sí, el interés legitimo de la nación
entera, que quiere un estándar de vida más alto, que quiere una mejor vida para
sus hijos, para sus familiares, que quiere, en fin, una vida mejor, ese interés
infinitamente mayor e incomparablemente más legítimo que aquellos intereses
egoístas, hará que ahora la economía y las empresas marchen a un ritmo mucho
mayor y que produzcan mucho más en beneficio de la nación (APLAUSOS).
Los ejemplos
enseñan, es decir, los ejemplos que vemos diariamente enseñan mucho más que
cualquier palabra; los hechos tienen esa virtualidad de enseñar a los
pueblos. El pueblo en estos días de
zafra, por ejemplo, lee una serie de informaciones relativas a la producción en
los centrales azucareros, y de casi todos los centrales llegan noticias de que
con relación al año anterior hay una producción mucho mayor, de que tal central
está moliendo tantos miles de arrobas más que el año pasado, de que tal central
está produciendo tantos sacos de azúcar más que en la misma fecha del año
pasado. Y esos datos llegan de todos los
rincones del país, es decir, que las mismas fábricas y los mismos obreros están
logrando en el mismo tiempo, una producción mucho mayor. Y hay en todo el país un gran entusiasmo por
lograr este aumento de la producción.
¿Cuándo ocurre
esto? ¿Ocurrió en algún año
anterior? ¿Ocurrió el año pasado? ¿Ocurrió alguna vez desde que en nuestro país
se fundaron los primeros centrales azucareros?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡No”!) Nunca. Y, sin
embargo, ¿por qué ocurre hoy?, ¿por qué hoy recibimos de todas partes la
noticia, y hay entre todos los trabajadores una verdadera competencia para que
su central marque metas de producción mayor que el año pasado, y hay un
verdadero orgullo en el obrero cuyo central logra una producción mayor, y hay
una infinita satisfacción en el centro de trabajo cuando pueden comunicarle a
todo el país que están moliendo tantos sacos más de azúcar? Y es tan sencillo comprender el por qué, es
tan claro y tan lógico comprender que antes no podía ocurrir así, es tan
evidente que cuando en años anteriores un obrero se esforzaba más lo estaba
haciendo en su propio perjuicio, es tan evidente que antes cuando un obrero
producía el mismo número de sacos de azúcar, en un número menor de días, le
estaba haciendo un daño a su clase y a sí mismo, porque iba a ganar menos,
porque iba a trabajar menos días, ¿en beneficio de quién?
¿Quiénes eran
los únicos que se beneficiaban cuando un obrero rendía el máximo? ¿Quién se llevaba ese dinero cuando un obrero
producía tantos sacos más de azúcar por el mismo número de horas de
trabajo? ¿Hacia dónde iba a parar ese
dinero?, ¿hacia qué bolsillos, hacia qué cuentas y en beneficio de quién? Esfuerzo que jamás se revertiría en beneficio
de los obreros, y que nadie, absolutamente nadie, ni aun los más tercos
enemigos de la Revolución, y por muy tercos y muy brutos que sean, podrían
negar esta verdad que los hechos demuestran de manera tan clara: la verdad de que cuando el obrero se
esforzaba más lo hacía en perjuicio suyo, y en beneficio de unos pocos que se
llevaban el dinero para el extranjero, o lo invertían no en abrir una escuela,
no en llevarle al pueblo un provecho, sino que lo invertían en sus socios, o se
lo jugaban en la ruleta, o se lo iban a gastar a New York o a París, o lo invertían
en esos palacetes fabulosos, tan fabulosos que en cualquiera de ellos, donde
antes vivían cuatro gatos, hoy estudian 50 ó 60 niños (APLAUSOS).
Eso no lo
puede negar nadie. Y los enemigos de la
Revolución, los predicadores del terrorismo, los vendepatria, por mucho que se
rompieran la cabeza no podrían encontrar un solo argumento para demostrar que
fuese mejor que los centrales continuasen en manos de unos cuantos intereses
privados, y en virtud de lo cual el trabajo humano tenía que desperdiciarse; en
virtud de lo cual el trabajo humano, que es lo que crea riqueza y crea
bienestar, tenía que refrenarse; en virtud de lo cual un pueblo tenía que
producir mucho menos de lo que era capaz de producir. Y un pueblo que producía menos de lo que
podía producir, y, además, de todo aquello que producía, una parte considerable
se la llevaban otros, no era un pueblo que estuviera bajo condiciones
económicas y sociales propias para progresar y para resolver sus
problemas. De ahí que en nuestro país
tuviéramos aquel problema del desempleo permanente; de ahí que en nuestro país
faltaran, por ejemplo, 10 000 maestros; de ahí que en nuestro país existiese
un desempleo crónico ascendente a varios cientos de miles de ciudadanos sin
trabajo; de ahí que en los campos se trabajara nada más que tres o cuatro
meses; de ahí todos los males de nuestra república, que de ninguna manera
habrían podido superarse jamás si la república no adopta formas de organización
social y de producción que pusiesen el esfuerzo humano de acuerdo con el
interés del pueblo de progresar y de producir más. Era necesario suprimir ese divorcio entre el
esfuerzo del pueblo y los intereses del pueblo; era necesario ponerle fin a un
sistema en virtud de lo cual trabajar más significaba ganar menos, trabajar más
significaba para el pueblo más hambre, y sustituirlo por un sistema en virtud
del cual trabajar más significara ganar más, trabajar más significara más
provecho y más beneficio para el pueblo (APLAUSOS).
Y cualquiera
lo comprende perfectamente bien, cuando se pregunta si antes era posible que un
obrero redoblara su esfuerzo en un central.
¿Cómo iba a ser posible? Eso,
hoy, ante los hechos que son tan elocuentes, cualquiera lo comprende. Y aquí está ocurriendo, y citamos el caso de
la zafra, porque estamos en medio de la zafra, pero que es lo que está ocurriendo
también en todos los demás sectores de la industria. Y de tal manera se ha logrado un incremento
en la producción de azúcar, que aquella idea de pagar tal cantidad, hasta 4
millones de arrobas, fue necesario suprimir el límite en la cantidad y fijar de
antemano un número de días en los centrales, es decir, hacer un cálculo a base
de su producción normal y en vez de establecer como límite una cantidad de
azúcar, establecer como límite un número de días de trabajo. ¿Por qué?
Porque los obreros estaban produciendo mucho más, e iban a producir esa
misma cantidad en un número menor de días que el año pasado, y por eso se
acordó hacer un cálculo de los días que en años anteriores necesitaban para
producir esa misma cantidad, y pagarles ese número de días, tomar el número de
días en vez de la cantidad de 4 millones (APLAUSOS).
Y aun así,
pagando por un número de días, el esfuerzo que están haciendo significa una
producción a más bajo costo, y de esa manera la nación puede, perfectamente,
adoptar esa medida de beneficio a los obreros y que significa, al mismo tiempo,
un beneficio para la nación. Ha dejado
de existir ese antagonismo de intereses que existía entre las empresas
extranjeras o empresas particulares. Nos
referimos, naturalmente, a las grandes empresas; hay muchas personas que
trabajan por cuenta propia, hay muchos tipos de pequeñas empresas y de pequeños
comercios que prestan un sinnúmero de servicios que, sencillamente, contribuyen
a los planes de la Revolución. Hago esta
aclaración para que no se confundan los intereses de las grandes empresas
explotadoras y los intereses de un gran número de pequeños empresarios que,
positivamente, en estos instantes prestan un beneficio por el número de
servicios que desenvuelven.
Tenemos
entendido que el 80% del empleo está en las empresas nacionalizadas, es decir
que el 80% del capital industrial está en manos de la nación; y el ciento por
ciento del capital bancario, es decir, de los bancos, está totalmente nacionalizado. Es decir que ya nosotros podemos trabajar
sobre la base de una economía que en su inmensa mayoría pertenece a la nación y
que en aquella parte que no es nacional, está fundamentalmente en manos de
pequeños empresarios que también pueden marchar conjuntamente con la clase
obrera en el cumplimiento de las grandes metas de la Revolución. Esto es importante, porque el enemigo siempre
trata, por todos los medios, de restarle fuerzas a la Revolución.
Y así tenemos
que, por ejemplo, constantemente tratan de preocupar a los pequeños
comerciantes, a los pequeños industriales, de convertirlos en enemigos de los
trabajadores; tratan hasta de asustar a los que tienen por ahí un puesto de
fritas o un cajón de limpiar botas. Son
tácticas de la contrarrevolución.
La Revolución
tiene sus tácticas, porque dentro de la Revolución caben los intereses de la
clase obrera, con los intereses de un gran número de miembros de la clase
media, o un poco de media hacia abajo; es decir, con los pequeños industriales
y los pequeños comerciantes.
Y el caso lo
vemos en muchos pueblos del interior de la isla. Hay pueblos de la isla que son todos de
comerciantes; ustedes viajan por las carreteras, y se encontrarán algunos
pueblos en que todo el mundo es comerciante, es decir en que todo el mundo vive
de venderle a todo el mundo, y a alguno que otro transeúnte que pasa por allí. Esa es la composición social de muchos
pequeños poblados, de un país subdesarrollado.
En un país con
mucho desempleo, en un país subdesarrollado, todo el que se ve sin trabajo se
las ingenia para inventar algún modo de obtener algunos ingresos; y pide dinero
prestado, o hace cualquier esfuerzo, o hace algunos ahorros, y pone un negocito
cualquiera. Y así ustedes se encuentran
un sinnúmero de familias que en este país subdesarrollado y de mucho desempleo
que era antes, pues se dedicaban a una serie de pequeños negocios. La contrarrevolución quiere asustar a ese
sector y convertirlo en contrarrevolucionario, con la propaganda de que la
Revolución les va a privar de ese medio de vida.
Por las mismas
causas que en nuestro país, subdesarrollado y de mucho desempleo, surgieron un sinnúmero
de pequeños negocios por causas similares; cuando nuestro país sea un país muy
desarrollado y de una gran demanda de brazos, irán desapareciendo
paulatinamente ese sinnúmero de pequeños negocios. ¿Por qué?
Porque los hombres preferirán un trabajo más remunerativo, porque las
familias preferirán un tipo de trabajo y de ingresos más seguro que vivir
penando con un puestecito de frutas, o de fritas, o un pequeño negocio donde,
al fin y al cabo, han ido resolviendo su problema con mucho trabajo (APLAUSOS).
El Estado no
tiene que interferir esos pequeños negocios.
El mismo avance económico, irá cada día reclamando más brazos; el mismo
empleo más remunerado, irá cada día reclamando más la atención de esas familias
que antes, por pura necesidad, se veían en la situación de tener que buscar
esos medios de ingresos. ¿Y mientras
tanto? Pues, mientras tanto, conviven
perfectamente con la Revolución; mientras tanto, muchos de esos pequeños
negocios están obteniendo también los beneficios que se derivan de un mayor
poder de ingresos en el pueblo y una mayor capacidad de consumo en el pueblo; y
nosotros hemos visto que en muchos casos han estado económicamente
beneficiándose, y sin otra preocupación que los fantasmas y los miedos que les
azuzan los contrarrevolucionarios.
La Revolución
tiene por delante un gran esfuerzo, la Revolución tiene por delante una gran
tarea; con la cantidad de tierra que la Revolución tiene en sus manos, con la
cantidad de recursos minerales y recursos naturales de todo tipo que la Revolución
tiene hoy en sus manos, le alcanza para trabajar un buen número de años, sin
tener que preocuparse por esos pequeños intereses, ya que el grueso, lo más
importante de la economía nacional, lo básico, lo esencial y lo fundamental,
está en manos del pueblo; o porque el pueblo lo recuperó (APLAUSOS), o porque
el pueblo lo nacionalizó, o porque algunos a los que ni siquiera se les había
recuperado o nacionalizado se asustaron tanto que se fueron y dejaron aquí esos
negocios (APLAUSOS). Los que quedan,
pueden convivir perfectamente bien con la Revolución.
Y, en
realidad, nosotros sabemos que algunas de esas familias que hoy temen a la
Revolución, el día de mañana, cuando vean que sus hijos tienen oportunidades
que no tenían antes, cuando vean que cualquiera de sus hijos puede ser
ingeniero, o puede ser médico, o puede ser dirigente de una empresa, o puede alcanzar
cualquier función, según el mérito y la capacidad que posea, se reirán y se
avergonzarán de los miedos que hoy tienen para la Revolución.
En realidad,
de tal manera la Revolución brinda oportunidades que, cuando nosotros nos
encontramos por la calle con un limpiabotas, joven, con uno de esos muchachos
que todavía andan limpiando zapatos, les preguntamos: “¿Y tú qué has hecho que no te has ido para
el Turquino con las brigadas juveniles?, ¿cómo estás perdiendo esta oportunidad
(APLAUSOS), esta oportunidad de estudiar en una escuela tecnológica, esta
oportunidad de ser piloto, esta oportunidad de ser ingeniero, esta oportunidad
de tener una beca?” Porque, de tal
manera abre la Revolución oportunidades a los hombres del pueblo, de tal manera
abre oportunidades a los hijos de las familias humildes del pueblo, que eran
los que vendían periódicos, los que limpiaban zapatos y los que incluso
desempeñaban funciones todavía mucho más duras y mucho más tristes; porque precisamente
los prostíbulos no se nutrían de los hijos de los acaudalados, los prostíbulos,
lacra social dolorosa y terrible, se nutrían de los hijos de los campesinos
pobres, se nutrían de los hijos de las familias pobres, ¡porque la prostitución
no es un mal congénito del género humano, sino que la prostitución es un mal
congénito del sistema de explotación en que vivía nuestro país, y en que
todavía viven muchos pueblos del mundo!
(APLAUSOS.)
De tal manera
existen hoy oportunidades, que incluso ya tenemos escuelas donde están becadas más de 1 000
muchachas del servicio doméstico, que allí van a recibir una preparación que
les permitirá un trabajo más remunerado.
De tal manera existen oportunidades, que hoy el joven que se dedique a
realizar esas tareas es, sencillamente, porque quiere, o es, sencillamente,
porque nadie le ha abierto todavía suficientemente los ojos; porque cualquier muchacho... Y nosotros nos recordamos que antes constantemente
se nos acercaba un joven, en los primeros meses, a pedirnos una beca, y
nosotros no sabíamos qué responderle, porque en aquellos momentos todavía no
teníamos ni a dónde enviar a aquel joven; y, sin embargo, hoy cada vez que un
joven se acerca a pedir una beca, nosotros le decimos: “Vete a ganártela al Turquino, con las
brigadas juveniles” (APLAUSOS).
El hecho es
que tenemos una respuesta inmediata, y cualquier joven tiene hoy oportunidad de
recibir una beca, de ir a una escuela politécnica, incluso de estudiar en la
universidad, porque tenemos más capacidad de albergue y escuelas para esos
jóvenes que jóvenes para enviar a esas escuelas (APLAUSOS). Naturalmente que tiene que ser a base de
mérito, naturalmente que les damos esas oportunidades a los jóvenes, que se la
ganen probando su fuerza de voluntad, probando su tesón, probando su carácter y
probando, en fin, su interés, pero que esa oportunidad la tiene absolutamente
todo el mundo. Y eso es lo que ha
significado la Revolución.
Recordamos que
en los primeros momentos, cuando se hacían aquellas investigaciones de opinión,
en el ánimo del pueblo lo que más preocupaba era el problema del desempleo. Y se decía que el triunfo de la Revolución
dependería de su capacidad para resolver el problema del desempleo, que el
éxito o el fracaso de la Revolución estaría relacionado con ese tremendo
problema. Y no era un tremendo problema
que habría de resolverse en las mejores condiciones; no era un tremendo
problema que habría de resolverse sin grandes obstáculos, sin grandes
zancadillas.
y cuando en nuestro país alguien hubiese afirmado que a pesar de la
supresión de la cuota azucarera, la supresión total, en un país que vivía bajo
aquel fatalismo, rindiéndole culto a aquel mito; si alguien hubiese dicho que podían
suprimirle a nuestro país totalmente la cuota azucarera; que podría resolverse
el problema aun cuando se decretase un embargo sobre las exportaciones de
Estados Unidos a Cuba; que podría resolverse el problema aun cuando se
suspendiese todo envío de piezas de repuesto para nuestras industrias, de
factura norteamericana en su inmensa mayoría, o en el envío de equipos
agrícolas; cualquiera que hubiese afirmado semejante cosa habría sido tenido
por un irresponsable o por un estúpido. Porque
con todo eso, con la cuota azucarera y con las inversiones de capital
extranjero, había cerca de medio millón de desempleados en nuestro país, y a
nuestro pueblo le habían enseñado que tenía que resignarse a aquello, o de lo
contrario la situación sería peor.
Se planteaba
que la Revolución debía resolver el problema del desempleo y, lo que era más
difícil, debía resolverlo en condiciones de agresión económica, embargo de
piezas, de materias primas y de maquinaria, y supresión total de nuestra cuota
azucarera.
Y sin embargo,
no han transcurrido apenas más que dos años, gran parte de ese tiempo ha debido
invertirlo la Revolución en defenderse; y, sin embargo, sin cuota, sin piezas
de repuesto, sin posibilidad de adquirir muchas materias primas en nuestros
mercados habituales; suprimido de manera abrupta nuestro mercado de
abastecimiento tradicional; y, sin embargo, el país no ya marcha hacia la
solución completa del problema del desempleo, sino que el país entra en la
preocupación muy seria que se deriva de los problemas de falta de brazos para
atender todas las tareas que tiene delante (APLAUSOS).
Y a veces nos preguntamos:
¿Qué dirán nuestros enemigos?; ¿qué
dirán los contrarrevolucionarios?; ¿qué dirán desde allá, desde tierras
norteñas, los que viven en el perenne desvelo por servir a los intereses
extranjeros, y que viven en el perenne propósito de hacer fracasar la
Revolución?; ¿qué dirán desde allá, cuando oyen que han hecho falta tantos
miles de hombres y mujeres para cortar las cañas?; ¿qué dirán cuando leen que solamente
en la capital de la república se han inscripto más de 100 000 personas
voluntariamente para cortar caña?
(APLAUSOS.) ¿Qué dirán de ese fenómeno extraordinario?; ¿qué rollo se
les armará en la cabeza cuando oyen decir que en este país, donde se esperaba
con ansias el inicio de la zafra, como único medio de librar malamente el
sustento para cientos de miles de personas, hoy resulte, hoy resulte que hay
que enviar refuerzos al campo para cortar caña?; ¿qué rollo se les armará en la
cabeza, y cuál no será su desaliento, al analizar que esto, sencillamente,
significa una cosa: y es que a pesar de
todas las agresiones, a pesar de todas las mañas, las artes y malabarismos que
el imperialismo ha empleado contra nuestro pequeño país, aquí nosotros los cubanos
hemos podido realizar el milagro de que haya más trabajo en estos momentos que
personas disponibles para realizarlo, y que desde magistrados hasta empleados
bancarios, que trabajan durante la semana en sus respectivas funciones, tengan
que ir los sábados y los domingos a picar caña?
(APLAUSOS.)
En realidad,
es un golpe tan duro a las esperanzas de la contrarrevolución, que tanto soñó
en ver estrangulada nuestra economía, que tanto soñó en ver ahogada la
Revolución por el peso de las agresiones yankis; es un golpe tan tremendo, que
en verdad debe ser motivo de profundo desaliento, porque no es que hayan
fracasado ellos, ellos han fracasado desde hace mucho rato, ellos fracasaron
definitivamente desde el mismo momento en que agarraron un avión y se marcharon
de aquí; ellos estaban fracasados desde mucho antes de agarrar el avión. Lo desalentador, lo verdaderamente
desalentador, es que no ellos, sino que sus amos poderosos, que el imperio
todopoderoso haya fracasado tan bochornosamente en el intento de ahogar la
economía de nuestro pequeño pueblo (APLAUSOS), y que al cabo de dos años, sin
cuota azucarera, sin reposición de maquinarias, sin envío de piezas de
repuesto, sin envío de materias primas, sin petróleo yanki, sin inversiones de
capital privado yanki, sin monopolios yankis, sin directores yankis en nuestras
fábricas, sin mayorales, sin capataces, sin administradores extranjeros, sin
aquellos sabios, sin aquellos genios, nuestro país haya ido resolviendo los
problemas de tal manera que su éxito se convierte cada día más en una pesadilla
de los enemigos.
¿Saben ustedes
lo que le duele al señor Kennedy?
(EXCLAMACIONES y SILBIDOS.)
¿Saben ustedes el porqué de cinco declaraciones contra Cuba en 20 días?; ¿saben
ustedes el porqué de esa actitud agresiva frente a la actitud serena del
Gobierno Revolucionario?; ¿saben ustedes el porqué de esa actitud provocadora
frente a la actitud ecuánime del Gobierno Revolucionario?; ¿saben ustedes el
porqué de esa especie de obsesión que tienen por Cuba?; ¿saben ustedes el
porqué de ese nerviosismo?; ¿saben ustedes el porqué de esa histeria? Por una sola causa: por nuestros éxitos.
Lo que pone
nervioso al imperialismo, lo que no deja dormir a Kennedy, lo que lo lleva a
una política de agresión más agresión, y de amenaza más amenaza, y de declaración
más declaración contra Cuba, son, sencillamente, nuestros éxitos (APLAUSOS). ¡De qué dolor de cabeza se habría librado el
imperialismo, si en vez de éxitos, cosecháramos fracasos!
Y es
extraordinariamente curioso, que en el preciso momento en que los gobernantes
de esa nación confiesan la tremenda crisis económica que se les encima, que en
los precisos momentos en que los gobernantes de esa nación confiesan que el
desempleo aumenta, y confiesan que entran en una etapa de verdadera crisis, es
altamente curioso, que en el mismo minuto en que confiesan su fracaso y el
descalabro de su economía, no se resignen a dejar vivir en paz a un pueblo que
está declarando los extraordinarios éxitos de su economía, y que lejos de ir en
aumento el desempleo, desaparece el desempleo (APLAUSOS y EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel,
seguro, a los yankis dales duro!”).
Es
extraordinariamente curioso, que cuando los gobernantes de un país confiesan
que se ha producido una parálisis en el desarrollo de la agricultura de ese
país, en Cuba sea tan extraordinario ese desarrollo que tengamos que enviar a
los obreros industriales al campo a trabajar para recoger las cosechas; es
verdaderamente curioso, que los que confiesan los fracasos de su sistema, los
fracasados, no se resignan a dejar en paz a los que triunfan.
Y nosotros
podríamos preguntarle al señor Kennedy: Si tu sistema es mejor que el nuestro,
¿por qué mientras aumenta el número de millones de desempleados en Estados
Unidos, en Cuba tenemos que organizar batallones de voluntarios para ir a trabajar
a los campos? (APLAUSOS.) ¿Por qué mientras tus fábricas se cierran y
tus industrias trabajan al 30% o al 40% de su capacidad, nuestras fábricas
trabajan 24 horas, y muchas fábricas paradas se están abriendo a la
producción? (APLAUSOS.)
¿Por qué
mientras la agricultura se paraliza en tu país, miles y miles de tractores en
Cuba abren nuevas y nuevas áreas a la producción? (APLAUSOS.)
Si tu sistema
es mejor que el nuestro, ¿por qué en tu país, sin agresiones económicas, sin
embargos de maquinarias, sin que nadie les impida recibir materias primas
libremente, por qué en tu país sin ninguna de esas dificultades ni agresiones
hay problemas y, sin embargo, en nuestro país con todas esas agresiones, sin
embargo, no hay problemas? (APLAUSOS.)
Si tu sistema
es mejor que el nuestro, ¿por qué ustedes marchan hacia la crisis y nosotros
marchamos hacia el progreso? (APLAUSOS.)
Y si tu gobierno es mejor que el
nuestro, si tus ministros son mejores que los nuestros, si tus funcionarios son
mejores que los nuestros, si tus politiqueros son mejores que nuestros
revolucionarios, ¿por qué no se van los domingos a ayudar a los campesinos a
recoger el maíz? (APLAUSOS), ¿y por qué
no se van a trabajar en los campos, para trabajar en algo? —vean ustedes, no
les queda ni el chance de ir a trabajar—, porque el problema que tienen es que
sobra gente, y si fueran a trabajar estarían desplazando a uno más del
trabajo. Es decir, que no les queda ni
el chance de ir a ayudar a los granjeros a recoger maíz, y tienen que cruzarse
de brazos, impotentes, ante la crisis.
Vean ustedes
si ese sistema imperialista está caduco y está condenado al fracaso, en que el
trabajo se ha vuelto un enemigo del progreso, en que trabajar más significaría
más hambre. Vean si ese sistema está
condenado a muerte. Si allá no pueden resolver
los problemas trabajando y tienen que holgar los hombres y las mujeres, y
tienen que holgar los gobernantes para seguir nutriendo los ingresos de una
casta de parásitos.
Es decir, el
pueblo norteamericano tiene que renunciar al trabajo, y si trabajaran más, más
crisis; y si Kennedy fuera a trabajar, más desempleados en Estados Unidos; y si
los senadores fueran a trabajar, si los representantes fueran a trabajar, si
los del FBI fueran a trabajar, si los del Pentágono fueran a doblar el lomo
sobre la tierra (APLAUSOS), si los almirantes fueran a trabajar, si los
generales fueran a trabajar, y los charlatanes fueran a trabajar en ese
país... (EXCLAMACIONES). Esos no trabajan ni allá ni acá (APLAUSOS Y
EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel,
seguro, a los yankis dales duro!”, que tienen que ser acallados con los acordes
del Himno Nacional).
¿Qué sistema
es ese en que, si toda esa gente fuese a trabajar, habría más desempleo y más
problemas?
Creo que los
curas tienen una gran simpatía aquí en esta asamblea (EXCLAMACIONES). Pero, sin embargo, hay un cura bueno que
tiene simpatías aquí, ¿cómo se llama?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡El padre Lence!”) El padre Lence, porque es un cura que está
con la Revolución, tiene las simpatías del pueblo (EXCLAMACIONES DE: “¡Lence!, ¡Lence!”). Por eso, por eso quieren excomulgar al padre
Lence: porque
está con la Revolución.
Estábamos
hablando del imperialismo (EXCLAMACIONES).
En fin, lo que queríamos demostrar es lo absurdo que resulta que quienes
están con el agua al cuello ya, estén hablando de las maravillas de aquel
sistema, y no queriéndole perdonar la vida a una revolución que ha venido a
resolver todos los problemas, y que no quedará un problema que no resuelva en
nuestro país. ¡En vez de aprender de
nosotros!, ¡en vez de copiar de nosotros!
¿Quiere el
señor Kennedy que no haya más desempleo en Estados Unidos? Pues que nacionalice los grandes monopolios
(APLAUSOS), que nacionalice las grandes empresas de servicios públicos, que
nacionalice los bancos, para que los bancos dejen de ser empresas privadas al
servicio de unos cuantos millonarios; que suprima las bases militares en el extranjero;
que cese la carrera armamentista, que deje de fabricar cohetes y acorazados;
que haga una política de paz, y verá entonces cómo se acaban los problemas y
las crisis en Estados Unidos y de paso se acaban los problemas en el mundo.
Y en vez de
copiar de nosotros, mientras el agua les llega al cuello, pretenden que
nosotros desaparezcamos de la faz de la Tierra.
Y esa es la sin razón del imperialismo: prisionero de sus propias
contradicciones, prisionero de toda la telaraña que ellos mismos han armado. Y por eso han llegado a esa posición absurda
en que allí no se puede trabajar. ¿Para
qué o por qué? Sencillamente, porque
aquel es un sistema en beneficio de una clase absolutamente parasitaria.
El pueblo
tiene que renunciar al trabajo; no se sabe que exista en el mundo ninguna otra
cosa capaz de crear bienestar, que el trabajo; no se sabe de
que exista ninguna otra fuerza en el mundo capaz de crear bienes, capaz
de crear riquezas, capaz de producir bienestar, que el trabajo. Lo que nada produce es el ocio, el ocio
conduce a la ruina, a la pobreza, y el trabajo conduce al bienestar. Y cuando un pueblo tiene que renunciar al
trabajo, está condenado a la ruina. Y el
pueblo norteamericano tiene que renunciar al trabajo sencillamente para que
puedan vivir los parásitos; es todo un pueblo condenado a la ruina para
engordar tricocéfalos (RISAS). Es decir: monopolios,
millonarios, banqueros, senadores, politiqueros, curas (EXCLAMACIONES), en
fin: generales, almirantes, esbirros,
delincuentes internacionales, chivatos, vendepatrias, espías, comevacas
(RISAS). Y el pueblo de Estados Unidos
está condenado a renunciar a los beneficios del trabajo en beneficio de esa
casta. Y esa es la triste situación de
Estados Unidos.
Y, ¿cómo es
que nos van a venir a convencer de que aquel sistema es bueno, si ellos mismos
están declarando que tienen un tremendo déficit de reserva, que hay cerca de 6
millones de desempleados, que se avecina una tremenda crisis económica? No lo decimos nosotros, lo dice el señor
Kennedy. Ahora, lo que hace falta es que
termine de decir por qué; no basta con que diga que hay como 6 millones de
desempleados; no basta con que diga que hay crisis en la economía; no basta con
que diga que hay déficit, un déficit de varios miles de millones en la balanza de
cambio, sino que diga por qué; no basta con pararse allí en la Cámara y en el
Senado de aquel país, a decir: está
pasando esto y esto y esto, sino que hay que decir el porqué. Pero el señor Kennedy no puede ni siquiera
decir el porqué. El sabe perfectamente
el porqué, y sabe también el porqué no lo puede decir.
Y esa es la
tragedia del gobierno imperialista, esa es la explicación de por qué mientras
el Gobierno Revolucionario tiene una actitud serena, ecuánime, dedicado al trabajo, ese señor se ha dedicado, cinco veces
en 20 días, a atacar a la Revolución Cubana. ¿Por qué?
Si nosotros, en vez de tener que mandar la gente a trabajar, tuviéramos,
en vez de medio millón, un millón de desempleados, ¿tendría que preocuparse el
imperialismo? Si nosotros, en vez de la
cantidad de azúcar que vamos a moler este año (APLAUSOS), se nos hubiese
reducido a un 50%; si nosotros, en vez de tener suficiente producción de carne para
mantener toda la demanda de carne a un precio mucho más bajo del que había
antes de llegar la Revolución al poder, y mantener los abastecimientos de pescado,
de leche, de huevos, de frijoles, de arroz, de alimentos en general, ¡hasta
para los cocodrilos!, los cocodrilos que, por lo menos, van a dar una piel
útil, no como los cocodrilos de antes (APLAUSOS).
Si nosotros,
en vez de haber aumentado la producción agrícola considerablemente, y la
producción industrial; si nosotros, en vez de tener una producción suficiente
para satisfacer el aumento extraordinario de dinero en manos del pueblo, por
los aumentos de salarios, por las rebajas de los alquileres, por el aumento de
empleo, si en vez de eso, fuera al revés, ¿tendría que estarse preocupando el
imperialismo? Si en vez de crecer el
prestigio de la Revolución Cubana frente a la incesante y sistemática campaña
de todos los órganos entregados al imperialismo y de sus agencias de cables, el
prestigio de la Revolución decreciera en América Latina, ¿tendría que
preocuparse el señor Kennedy? Si
nosotros estuviésemos fracasados, ¿tendría que preocuparse el señor
Kennedy? No. Podría acostarse a dormir tranquilo. El, los magnates del dinero, del oro, los
generales del Pentágono, los almirantes de la flota, los banqueros, los
accionistas de la United Fruit y de todas las compañías, estarían tranquilos;
y, sin embargo, ¿por qué no duermen?
¿Qué están
reconociendo ante el mundo? Si le
dedican cinco declaraciones en 20 días a combatir a Cuba, ¿qué están confesando
ante el mundo? Confiesan que Cuba
triunfa, confiesan que Cuba prospera, confiesan que el triunfo de la Revolución
crece, confiesan su fracaso, que han fracasado todas sus medidas de agresión;
peor todavía: que
han fracasado sus campañas, que cada día es más evidente y más cálida la
solidaridad de los pueblos hermanos de América Latina con Cuba.
Y han tenido
que hacer cosas todavía peores. Nosotros
recordamos la campaña que hacían contra la Unión Soviética, y decían que había
una cortina de hierro en la Unión Soviética, y levantaron esa leyenda; y, sin
embargo, ahora los que han puesto una cortina de hierro en Estados Unidos son
ellos, que han prohibido a los ciudadanos norteamericanos viajar aquí. ¿Por qué?
Es decir que se ha dado el caso de que, en vez de ser nosotros, que
podíamos muy bien haber adoptado esa medida, y que si la hubiéramos adoptado
estaría muy bien adoptada, para que no nos enviaran saboteadores, ni espías, ni
mensajeros contrarrevolucionarios, ni transportadores de bombas y de oro
mercenario; sin embargo, vean cómo son las relaciones entre Cuba y Estados
Unidos que nosotros, el país chiquito, el país pequeño, no hemos sido los que
hemos prohibido que viajen allá los cubanos, no hemos sido los que hemos
prohibido que viajen aquí los norteamericanos, y son ellos, el imperialismo
poderoso, el imperialismo fuerte, el que ha prohibido que viajen los
norteamericanos aquí. Es decir, que han
adoptado una actitud absolutamente defensiva frente a la Revolución Cubana.
¿Es por el
daño que vayan a hacer a nuestra economía?
No, si el turismo hace rato que ellos lo paralizaron, porque a ese
turista frívolo, a ese ya lo habían asustado hace rato, y desde hace muchos
meses a Cuba no venían los turistas frívolos, desde hace muchos meses venían
escritores, intelectuales, líderes negros (APLAUSOS), líderes juveniles,
periodistas honestos; y esos no dejaban divisas. La preocupación no era económica, la preocupación
era política; no querían que los líderes negros del sur de Estados Unidos
viesen la igualdad social que hay en nuestro país (APLAUSOS); no querían que
los hombres honestos de Estados Unidos, los escritores honestos, los
periodistas honestos y los políticos honestos de Estados Unidos vinieran aquí. Nosotros no les cerrábamos las puertas,
nosotros les decíamos: Vengan para que
vean; vengan para que vean cuántas escuelas hemos abierto, cuántos cuarteles
hemos convertido en escuelas, vengan para que vean el respaldo que tiene la
Revolución en el pueblo; vengan para que vean las cooperativas (APLAUSOS);
vengan para que vean las granjas del pueblo; vengan para que vean nuestras
montañas; vengan para que vean nuestros campos; vengan para que vean las miles
y miles de casas que estamos construyendo; vengan para que vean, y hablen con
el pueblo; vengan para que vean que todo eso es mentira, lo que escriben contra
nosotros. Resultado: prohibido venir a Cuba.
¿Qué confiesan
con eso? Su fracaso, su temor al ejemplo
y a la verdad, a la influencia que pueda tener Cuba, no ya en América Latina,
sino en los propios Estados Unidos, porque tan vecinos somos nosotros de ellos
como son ellos de nosotros, y si en Estados Unidos viene una crisis muy seria,
entonces peor todavía, peor todavía, porque hay muchos norteamericanos
honestos, capaces de comprender el ejemplo de Cuba.
Ahora están
muy preocupados por una planta de radio que Cuba va a lanzar al aire
(APLAUSOS). ¿Ellos se toman el derecho a
lanzar cuantas plantas les venga en ganas, para predicar la contrarrevolución
en nuestro país?, pues, ¡Cuba se siente con el derecho de lanzar sus verdades a
las cuatro direcciones del mundo!
(APLAUSOS PROLONGADOS.) ¿Ellos se
sienten con derecho a aprobar un crédito para los exilados
contrarrevolucionarios?, pues, ¡Cuba se siente con el derecho de aprobar un
crédito para ayudar a los exilados portorriqueños y a los exilados
revolucionarios en toda la América Latina!
(APLAUSOS PROLONGADOS.)
Cuba, Cuba va
a ir a la ONU a declarar que si Estados Unidos se cree con el derecho a
promover la contrarrevolución en Cuba, y se cree con el derecho a promover la
contrarrevolución y la reacción en América Latina, ¡Cuba se siente también con
el derecho a alentar la Revolución en América Latina! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Revolución!, ¡Revolución!”,
y “¡Cuba sí, yankis no!”)
Lo que no
puede ser es que ellos se consideren con el derecho a promover
contrarrevoluciones, y se consideren con el derecho a estar enviando armas
constantemente a los contrarrevolucionarios en Cuba —armas yankis, de las cuales tenemos miles
ahí capturadas—, que se consideren con el derecho a ayudar económicamente a los
contrarrevolucionarios, y pretendan que Cuba no vaya a tener, en legítima
defensa, el derecho de ayudar a los revolucionarios (APLAUSOS), y pretendan que
el imperialismo tenga derechos de acción contra Cuba y que Cuba no tenga
derechos de acción contra el imperialismo.
Y si el imperialismo se cree con derecho a realizar todas esas acciones
contra nosotros, ¡bienvenidas sean esas acciones, porque nos dan derecho a
realizar acciones similares contra el imperialismo! (APLAUSOS.)
Y esperamos
que el señor Kennedy no pretenda que la lógica haya desaparecido del mundo;
porque nosotros estamos hablando con estricta lógica y con estricta razón, pero
eso no quita que mañana el señor Kennedy declare que “ni la razón ni la lógica
existen”. Y en virtud de esa lógica es
que nosotros proclamamos nuestro derecho a defendernos del imperialismo.
Miedo aquí, hace
rato que nadie tiene (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”). ¿Miedo aquí al imperialismo?: ¡Ninguno! La suerte está echada desde que la Revolución
Cubana surgió al mundo; y la Revolución Cubana seguirá existiendo, por mucho
que les duela eso a los señores imperialistas; y la Revolución Cubana seguirá
triunfando, por mucho que les quite a ellos el sueño.
¿Piensan que
van a intimidar al pueblo de Cuba? ¡Qué
ingenuos son!, ¡qué ignorantes son! Si
tuvieran dos dedos de frente, fueran capaces de ver lo que está pasando aquí, y
si se dieran cuenta que nosotros con la inmensa mayoría del pueblo podemos
aniquilar aquí tranquilamente a los contrarrevolucionarios, y si se dieran
cuenta de que con lo que cuentan es con una minoría, la mayor parte de los
cuales han huido, sencillamente, y nos han dejado todas sus casas y sus bienes,
donde vamos a meter decenas de miles de estudiantes, porque hay un gran capital
invertido.
Cuando
hablábamos de lo que el pueblo ha creado, se nos pasó recordar que mucho de lo
que ellos se apropiaron indebidamente, está regresando al pueblo, porque
ustedes fueron los que produjeron esos palacetes, esos repartos enteros, esos
círculos sociales —antiguos clubs— fastuosos, que están regresando al pueblo
(APLAUSOS).
Y el pueblo
tendrá playas de sobra, y lugares de esparcimiento de sobra, y los hijos de los
obreros y de los campesinos...
Y les voy a
decir una cosa para recordársela también a los imperialistas, y es lo siguiente: los invitaría a ir
al reparto Cubanacán, donde tenemos 200 niños de la Ciénaga de Zapata, que
están estudiando cerámica, mecánica (APLAUSOS); y dentro de algunas semanas
tendremos 600, solo de la Ciénaga, es decir, del gran Parque Nacional de la
Ciénaga de Zapata, y todos van a regresar allá.
Y vamos a tener, ¿saben cuántas campesinas, hijas de campesinos? Vamos a tener este año estudiando, con las
casas que nos han regalado, o mejor dicho que nos han devuelto, ¿saben cuántas
campesinas?: ¡Doce
mil campesinas! (APLAUSOS.)
¡Vamos a tener
más campesinas estudiando corte y costura aquí que hijos de millonarios en las
universidades norteamericanas! Y esas 12 000
campesinas van a regresar este mismo año con 12 000 máquinas de coser, y,
¿saben a cuántas campesinas van a enseñar?: ¡A ciento veinte mil campesinas! ¿Qué les parece? (APLAUSOS.)
Y cualquiera
que vea a esos muchachos de la Ciénaga de Zapata, se dará cuenta de lo que es
la Revolución, porque esos niños están viviendo en las residencias de los que
se fueron, y esas residencias tienen magníficas salas, comedores —nosotros lo
que hemos hecho es distribuir bien las habitaciones en literas—, formidables
jardines, piscinas todas las casas. En
definitiva, que esos niños de la Ciénaga de Zapata están estudiando en mejores
condiciones de la que estudian los hijos de los millonarios, porque ningún hijo
de millonario tiene la residencia que tienen aquí estos niños de la Ciénaga de
Zapata, ni esos jardines, ni esas piscinas (APLAUSOS).
Y aquí tenemos
capacidad en las casas que hicieron ustedes, y que fue producto del trabajo de
ustedes, porque lo que a ustedes les quitaban no se invertía en beneficio de
los niños, no: se
invertía en hacer palacetes, piscinas, comprar cuatro Cadillacs, irse a
París. En eso se invertía el esfuerzo de
ustedes. Y hoy lo que es del pueblo
vuelve al pueblo (APLAUSOS); y hoy esas casas son sitios donde encuentran una verdadera
y legítima felicidad, y forjan un porvenir los hijos de las familias humildes.
Y mientras más
humildes, y mientras más apartados y olvidados sean los rincones de donde esos
niños vengan, más satisfacción para la Revolución Cubana, y más terrible
decepción y amargura para los enemigos de la Revolución Cubana.
¿Y quién es el
que puede venir a decir que eso no es justo?
¿Quién es el que puede venir a decir que era mucho mejor que en unos
barrios aquí super aristocráticos vivieran unos cuantos millonarios, mientras
estos niños se morían allá comidos de parásitos en los campos, sin adquirir
ninguna preparación? ¿Y quién puede
negar que es mucho más justo, más humano y más útil a la patria, que en esas
mismas residencias se alberguen miles y miles de niños, estudien miles y miles
de campesinas, que no solo van a estudiar, sino que van a enseñar a las demás?
Había en
Varadero un reparto donde en 30 casas caben 1 000 niños de vacaciones, y
todos esos niños, todas esas campesinas, las directoras de los círculos
infantiles, las instructoras revolucionarias, las 18 000 personas de los
distintos cursos, sin contar, por supuesto artillería, etcétera, no, solamente
en estudios de este tipo van a pasar nada menos que por el sitio de vacaciones
de los supermillonarios, y se van a pasar los días que les corresponda de
vacaciones en Kawama nada menos (APLAUSOS).
Y no solo ellos:
el pueblo también.
Todas esas
residencias las estamos convirtiendo en albergues. El Instituto de la Industria Turística este
año va a tener para el pueblo, albergue para 6 000 personas en Varadero —la
playa de los millonarios—, de donde cualquier obrero, por ejemplo, que gane 90
pesos, podrá ir a cualquiera de esos albergues, y, si lleva la funda y las
sábanas, por 50 centavos se puede hospedar allí (APLAUSOS). Si no quiere, pagará la funda por una
bobería. Es decir, el costo es un peso
más la rebaja que le toca a los círculos sociales. Y como todo el mundo es socio, todo el que
paga el 4% es socio, obtiene según los ingresos, una rebaja.
Es decir,
ustedes pueden ir pensando, ustedes los miembros de los Consejos Técnicos
Asesores pueden ir pensando en viabilizar las vacaciones de los trabajadores y
sus familiares, pues estamos preparando centros donde por cantidades
verdaderamente módicas puedan pasar las vacaciones. Es decir que nosotros no hemos empobrecido a
los ricos, sino que hemos enriquecido a los pobres (APLAUSOS).
Antes había
que ser millonario para ir a Kawama, y ahora cualquier hijo de ustedes puede ir
a Kawama; cualquier campesina de las cooperativas, o de las montañas, o de las
granjas del pueblo, o de los pequeños agricultores, que esté aquí estudiando,
tendrá sus vacaciones. ¿Les vamos a
cobrar por eso? ¡No! ¿Les vamos a cobrar por la máquina de coser
que les vamos a entregar? ¡No! ¿Cómo van a pagar eso? Pues, sencillamente, con su trabajo: enseñando durante
un año, gratuitamente, a sus vecinas (APLAUSOS).
Además, esas
escuelas son forjas de verdaderos revolucionarios. Y les voy a contar cómo trabaja la
contrarrevolución. Cierto día se
presentó una madre de uno de estos niños de la Ciénaga, muy preocupada, que
quería llevarse a sus dos hijas. Y no decía
por qué se las quería llevar. Y por fin,
conversaron con ella; ese día había un grupo de artistas, estaba el Indio Naborí
y otros artistas revolucionarios, que habían ido allí a trabajar para los niños. Y aquella madre se quedó, terminó cantando
con los niños; y entonces desistió de llevarse a las niñas. Y entonces contó lo que había ocurrido,
y es que le habían dicho que no iba a ver más a sus hijas, porque a sus hijas
se las iban a llevar para Rusia (RISAS).
Para que ustedes vean la bajeza, cómo los gusanos no se resignan a ver
estas cosas, porque esta obra es insoportable, estas cosas son insoportables,
eso les quita el sueño.
¿Cómo sabotear
eso?, ¿cómo obstaculizar eso?, ¿cómo evitar que sean felices esos niños y esas
familias? Ir allá a largar la insidia y
la mentira, a sembrar la intriga de decirle a una madre que no va a ver más a
los hijos. Es posible que una epidemia o
una enfermedad sí privara a esa madre de volver a ver a sus hijos, posibilidad
que ya no existe. Sin embargo, los
gusanos van allí a tratar de inquietar a esa madre.
Claro que eso
lo logran en muy contados casos: uno de 100. Pero cuando esos niños les hablan a los
demás, y les explican qué están haciendo y cómo están viviendo, lo que ocurre
es que todos los niños quieren venir, todas las madres quieren enviar a sus
hijos.
Vean también
cómo decían cosas similares de los círculos infantiles, que si se les iba a
quitar la patria potestad a los padres, como si la patria potestad fuera un
monopolio o una industria, es decir, o una mina o un central azucarero; como si
la patria potestad fuese un instrumento de producción. Y les decían que les iban a quitar a los
padres la patria potestad.
Sin embargo,
vean cómo hoy la idea de los círculos infantiles tiene todo el calor de las
madres cubanas, que han comprendido lo que es esa institución verdaderamente
humana y que es la que de verdad les va a garantizar a las madres la felicidad
de sus hijos, la educación de sus hijos.
Y así van triunfando los círculos infantiles, como los círculos obreros.
Y hoy nosotros
pasábamos por la Avenida Primera y veíamos la cantidad de antiguos clubs que
están pasando ya a los círculos sociales obreros. Y no solamente vamos a tener todos esos clubs
antiguos, sino todos los círculos obreros que se están haciendo en todas partes
de la isla.
¿Quiénes iban
antes? Unos pocos; el pueblo no podía
ir. El pueblo hoy puede ir a esos
lugares, cualquier ciudadano del pueblo.
Era tanto lo que se había invertido en sitios de recreo, era tanto lo
que se había invertido en hoteles fastuosos, en clubs, en palacetes, en Varadero
y en todos esos sitios, que con lo que se había invertido todo el mundo puede disfrutar
de eso.
El absurdo es
que aquí nada más podían disfrutar de esos servicios unas pocas familias. ¿Cómo pueden los enemigos de la Revolución
contrarrestar esas realidades? ¿Cómo
pueden los esbirros desde Miami, o desde el púlpito, contrarrestar estos hechos
y estas verdades? ¿De qué manera se las
van a arreglar frente a los cientos de miles que hoy trabajan y que ayer no
trabajaban, frente a los cientos de miles de niños que hoy tienen escuela, frente
a la verdad palpable y tangible de todo un pueblo que hoy tiene casas, que hoy
tiene playas, que hoy tiene trabajo, que hoy tiene libros, que hoy tiene
escuelas, escuelas de adultos y escuelas de niños? Hay madres que están en escuelas. En la escuela de directoras de círculos infantiles
hay 300 mujeres, muchas de las cuales son madres, y están internas, y aquellas
que son madres tienen también en las casas, en esos palacetes, una habitación
para albergar niños. De manera que ellas
van a estar en un curso de seis meses y pueden de cuando en cuando traer a sus
hijos con ellas. La Revolución se
preocupa de que estas madres revolucionarias no vayan a estar seis meses sin
ver a sus hijos, o que los hijos estén sin verlas a ellas. Y no solamente hay madres, ¡hay hasta abuelas
estudiando en esas escuelas! (APLAUSOS.)
Jóvenes,
niños, adultos... la oportunidad de
estudiar, la oportunidad de estudiar en Cuba y fuera de Cuba, la oportunidad que
se abre por igual a todos. Hay un curso
de 400, si es que no me equivoco, 400 administradores de empresas, hombres adultos
que están estudiando, obreros que están estudiando. Antes no se estudiaba eso, hoy se
estudia. Y muchos de ustedes tendrán
también que pasar cursos, porque nos interesa que cada cual sepa cumplir su
tarea (APLAUSOS), y hay miles de estudiantes becados. Hoy las universidades se abren a la inteligencia,
ayer se abrían al privilegio; para estudiar ayer, había que ser un privilegiado
social; para estudiar hoy, hay que ser un privilegiado de la inteligencia;
antes se perdían las inteligencias, hoy las inteligencias se cultivan, y basta ser
inteligente y tener deseos para poder ir a una universidad; y ahí están las
becas para hacer ingenieros. Y en el
futuro tendremos miles y miles de ingenieros, de médicos, y todo el personal
técnico que nos quieran quitar.
El
imperialismo se trata de robar nuestros técnicos, no porque los necesite, sino
para hacernos daño, y tienta, soborna, intimida, compra, para dejarnos sin médicos,
sin ingenieros, sin arquitectos. Eso es
lo que hace el imperialismo. Pero eso tiene
también una contrapartida:
los cobardes se van, los mercenarios se van, pero hay una
cosa: de América Latina ya hay muchos
médicos y muchos ingenieros que quieren venir a trabajar a Cuba
(APLAUSOS). ¿El imperialismo nos roba técnicos? Bien.
Hay muchos arquitectos, ingenieros y médicos recién graduados que no
quieren en América Latina trabajar en empresas imperialistas y quieren venir a
trabajar en Cuba (APLAUSOS).
Así que todo
tiene su contrapartida. Pero la gran
realidad es que la Revolución avanza en todos los campos, y la obra de la
Revolución es incontrastable:
triunfa en la industria, triunfa en la agricultura, triunfa en la
pesca, triunfa en la educación, triunfa en el deporte, triunfa en la cultura, triunfa
en la defensa, triunfa en todos los campos.
¿Y de qué manera pueden contrarrestar eso, cómo podrán contrarrestar los
tremendos efectos del ejército de los 100 000 jóvenes que marcharán desde
el mes de abril a alfabetizar? Y logrará
la Revolución, con un capital, con ese capital que es el pueblo, con ese
capital que tenemos en gente joven, con ese capital de entusiasmo; movilizando
esos elementos humanos, movilizando la juventud, enviaremos 100 000 maestros
a los campos a realizar una tarea que si se fuese a pagar en dinero costaría
cientos de millones de pesos y que, sin embargo, a la Revolución le costará 12
millones de pesos. Pues, sencillamente,
la ropa, los zapatos, la ayuda que hay que darle a cada muchacho para sus
alimentos, y así tendremos 100 000 maestros durante seis meses.
Es bueno que
todos ustedes estimulen a los jóvenes a enrolarse en ese ejército. Ya estamos haciendo los uniformes, las mochilas,
las botas y, en fin, estamos preparando el equipo de ese ejército; deben enviar
a sus hijos, deben estimular a los jóvenes para que todos se enrolen: los varones y las
hembras. Los varones van a estar, van a
ir a los lugares más apartados; las jóvenes van a estar en campamentos, en los
pueblos. Es decir, enviaremos a los
varones a los lugares más distantes, cada uno de ellos con sus jefes, y las
jóvenes irán también con personas responsables que estarán al cuidado de ellas,
e irán a los pequeños poblados y a sus alrededores.
Vamos a
movilizar esos 100 000 maestros que erradicarán el analfabetismo en Cuba,
y así a fin de año Cuba podrá presentarse con una de las más grandes victorias
en ese campo, que fortalecerá el prestigio de la Revolución en América y que
iniciará una era de estímulo para el estudio, una era extraordinaria de
progreso cultural en nuestro país, porque a esos que aprendan a leer y escribir
se les seguirá estimulando para que sigan estudiando.
Es curioso
que, precisamente, cuando después de 60 años de coloniaje, de incultura y de analfabetismo,
lance la patria la consigna de educar hasta el último analfabeto, hayan venido
los curas falangistas aquí (EXCLAMACIONES) a promover, a tratar de promover una
huelga de estudiantes, estudiantes, naturalmente, de los colegios privados; no
se les ocurriría ir al barrio de Las Yaguas a promover una huelga allí, ni se
les ocurriría ir a un central azucarero a promover una huelga, ni se les
ocurriría ir a una granja del pueblo, o a una cooperativa de campesinos o de
pescadores. No se les ocurriría ir
allí. Ellos van allí a los colegios
donde todavía, pues, imperan ellos, inculcando contrarrevolución a los jóvenes,
abusando de la generosidad y de la tolerancia de la Revolución, tratando de
forjar contrarrevolucionarios para dentro de 10 ó 12 años.
Casi no es
necesario preguntarlo, pero, en realidad, ¿tenemos nosotros la culpa de esas
provocaciones?, ¿tenemos nosotros la culpa de que de una manera tan insidiosa y
tan descarada se dediquen a deformar las mentes de los jóvenes, se dediquen a
forjar contrarrevolucionarios, sin que nadie les haya impedido la función
docente, se dediquen descarada y cínicamente a promover el odio hacia el
pueblo, el odio hacia la patria; promover el sabotaje al progreso y a la
cultura, a conspirar contra su nación?
¿Es justo que Cuba permita que a su juventud vengan a deformarla quienes
están al servicio de las peores ideas y de los peores intereses? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Tenemos acaso obligación de tolerar
semejante cosa? Puestas las manos sobre
nuestros corazones, ¡preguntémonos si existe alguna obligación para el pueblo
de Cuba y para el Gobierno Revolucionario de permitir semejante cosa! (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¡Y cabe preguntarse si acaso tema el pueblo,
o tema el Gobierno Revolucionario, enfrentarse a ese problema! (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”)
No somos
nosotros los culpables, bastante hemos tolerado. Porque hasta hemos tolerado en
aras de nuestro interés de evitarle conflictos a la Revolución; en aras de
nuestro interés en el trabajo de la Revolución, sin buscarle a la Revolución problemas
adicionales, hemos hasta tolerado que una sinecura tan deshonesta y tan inmoral
como es esa de cobrarles a los pobres de este país hasta el pedacito de tierra
en que lo entierran (APLAUSOS). No es
que al pobre se le persiga en vida, no es que al pobre se le desaloje solamente
en vida, hemos librado a los vivos, hemos acabado con el desalojo, con el
desahucio, hemos puesto fin a las injusticias que se cometían con los seres
vivientes, y aun no hemos redimido a los muertos (APLAUSOS).
¿Y saben lo
que ocurre con un hombre pobre, saben lo que ocurre con el hermano o la
hermana, o el hijo o el padre o la madre de un hombre humilde del pueblo? Pues que tiene que pagar para que lo
entierren, tiene que alquilar el pedazo de tierra, y al cabo de algunos años —dos,
tres—, esos huesos son convertidos en cenizas.
Las familias
humildes no tienen ni siquiera el derecho de conservar los restos de sus seres
queridos. Si se trataba de una familia
pudiente, podía adquirir la propiedad de un pedazo de tierra y construir una
sepultura, pero a los pobres les estaba vedado ese derecho. Los que no podían pagar a precio de oro un
pedazo de tierra y construir una bóveda, sabían que apenas transcurrido algunos
años, no tendrían siquiera el consuelo de ir a poner sobre las tumbas de sus
seres queridos un puñado de flores, porque los restos se volvían cenizas, y las
cenizas las arrastraba el viento. Y esa
sinecura, inmoral y bochornosa, injusta y cruel, la ha tenido que tolerar la
Revolución, cuando es lo cierto que no solo los pudientes, sino también las
familias humildes, deben tener derecho, aunque sea, a un pedazo de tierra donde
descansar (APLAUSOS).
Y los muertos
también tienen derecho a su pedazo de tierra.
La Revolución, en su exceso de generosidad, para evitar que cargaran
sobre ella la culpa de problemas, de conflictos con la iglesia, mantuvo intacto
esos privilegios. Y son muchos, pero
muchos, los esfuerzos que la Revolución ha hecho por evitar esos conflictos, y si
esos conflictos al fin no logran evitarse, al menos, el esfuerzo que la
Revolución ha hecho servirá para demostrar que la culpa no es nuestra, y que
los provocadores no hemos sido nosotros, que la Revolución ha sido respetuosa
con las creencias religiosas de los ciudadanos, que la Revolución no interfiere
en los íntimos sentimientos de nadie, que la Revolución proclama y proclamará
ese derecho.
Sin embargo,
no puede significar el derecho por parte de los que enarbolan criminalmente
esos sentimientos, de los que fingen representar esos sentimientos, para
volverlos contra la sociedad, para volverlos contra la nación, para volverlos contra
el pueblo. La Revolución no ha rehuido
nunca ninguna batalla que se vea en la necesidad de librar; la Revolución ha
hecho esfuerzos siempre por evitar batallas que no tenían necesariamente que
librarse para hacerse una revolución.
Y, sin
embargo, esos esfuerzos no siempre son premiados con el éxito, porque al
parecer hay privilegios y hay asociaciones de privilegios que hacen imposible,
al chocar con uno, evitar tener que chocar con otros. La Revolución no ha querido ese tipo de
lucha, y es más, la Revolución nunca estará contra la religión, la Revolución
nunca estará contra los que crean, la Revolución jamás pretenderá interferir en
lo que pertenezca al fuero interno de cada ciudadano. Y esos son principios inalterables de la
Revolución, que el pueblo los comprende perfectamente bien.
Pero sobre esa
premisa y sobre esa línea de la Revolución, la Revolución resueltamente se
enfrentará, llegado el caso, a los farsantes que quieran explotar ese
sentimiento, y a los farsantes que quieran poner ese sentimiento contra el sentimiento
de la patria, los farsantes que quieran convertir la religión en una
institución antinacional y antisocial; la Revolución no vacilará en enfrentarse
a los fariseos, y la Revolución no vacilará en tomar las medidas que sean necesarias. La Revolución sabe tomar medidas cuando el
caso lo requiere, porque la Revolución sabe que es justa y sabe que tiene la
razón, y saber eso da la fuerza que se necesita, y la moral que se necesita, y
el apoyo que se necesita.
Batallas duras
el pueblo de Cuba ha tenido que librar; a circunstancias difíciles el pueblo de
Cuba ha tenido que enfrentarse más de una vez, y el pueblo de Cuba ha aprendido
a librar batallas y a ganar batallas. Se
enfrentó una vez a las fuerzas militares de la tiranía, y las venció; se
enfrenta hoy, victoriosamente, a las fuerzas poderosas del imperialismo; y la
Revolución, de la misma manera, no teme ni temerá enfrentarse a las fuerzas del
fariseísmo internacional (APLAUSOS).
Y con esa
misma moral que ha emprendido otras batallas, emprenderá las batallas que le
falten por librar, y no permitirá, por ningún concepto, que bajo ningún
pretexto los enemigos de la patria forjen contrarrevolucionarios para de aquí a
10 años. Es lógico que luchemos hoy
contra los contrarrevolucionarios que forjaron ayer, contra los reaccionarios
que forjaron ayer; es lógico que tengamos que luchar hoy contra la mala semilla
que sembraron ayer; pero lo que no tiene ninguna lógica es que tengamos que
seguir permitiendo la siembra de contrarrevolucionarios y de reaccionarios hoy,
de la mala semilla, para que dentro de 10 ó 12 años todavía tengan que estar
funcionando los tribunales revolucionarios y los pelotones de fusilamiento
(APLAUSOS).
Porque
nosotros tenemos esperanza en que llegue el día en que los enemigos de la
Revolución desistan, que llegue el día en que hayamos extirpado la mala hierba
de la contrarrevolución. Y porque
tenemos esa esperanza, no permitiremos que nos siembren para mañana esa mala
semilla, no permitiremos que lleven adelante su plan criminal de crearles
enemigos a la patria, para que dentro de 10, 12 ó 15 años, todavía tengan que tener
vigencia los tribunales, todavía tenga que tener vigencia el grito de paredón;
y porque tenemos la esperanza de que algún día haya una patria sin un solo
contrarrevolucionario y sin un solo traidor, adoptaremos las medidas necesarias
para erradicar de nuestra patria a los sembradores de traidores, a los sembradores
de contrarrevoluciones (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel, seguro, a los yankis dales duro!”).
A las nuevas
generaciones las deberá forjar la patria en el sentimiento de amor hacia ella;
las nuevas generaciones deberán ser generaciones revolucionarias, y es deber de
la Revolución forjar a las generaciones futuras, y sería crimen de la Revolución
que manos criminales, que manos reaccionarias y egoístas continuaran llevando
adelante la tarea indigna y criminal de deformar a parte de las generaciones
futuras. Y en el futuro no podemos
permitir que quienes formados por la Revolución podrían llegar a ser magníficos
revolucionarios, por culpa de los fariseos y de los mercenarios al servicio del
oro y del imperio poderoso, se conviertan en reos de traición a su pueblo y a
su patria; sería crimen de la Revolución dejar de salvar a un solo joven. Y más culpa de la Revolución que de los reos
sería si permitimos que eso ocurra, y culpa sería nuestra, más que de nadie, si
dentro de 10 años hay que fusilar a un contrarrevolucionario porque hoy los
dejamos en las manos encanallecidas de los que quieren modelar, de manera
antisocial y anticubana, las mentes de esos jóvenes, que la generosidad de la
Revolución les permitió todavía tener bajo su influencia, generosidad que ellos
fueron incapaces de interpretar, y oportunidad que han estado aprovechando para
sembrar en esas mentes la mentira, el odio al pueblo y la hostilidad a la
Revolución.
Demasiado
generosa ha sido esta Revolución, aunque no se arrepienta de ello. La generosidad que hemos tenido ha de servir
para que a nadie en el pueblo le quede dudas.
Si hubiésemos tomado medidas preventivas, tal vez a muchos les quedarían
las dudas, pero hoy no hay un solo ciudadano consciente, que no sepa, y no vea,
y no comprenda quiénes son los que han actuado indebidamente, y quiénes son los
enemigos del pueblo, y quiénes son los enemigos de la Revolución, los enemigos
del progreso, los enemigos de la sociedad y los enemigos de la patria.
Fueron
incapaces de adaptarse a la situación; se engañaron y se engañan; se pusieron
del lado de los enemigos de la Revolución y de la patria y han retado a la
Revolución. La Revolución ni siquiera ha
querido librar esa batalla. ¡Ojalá
hubiese sido posible evitarla! Pero, por
cuanto luce muy difícil de evitar, y por cuanto la culpa no ha sido nuestra, la
Revolución no vacilará en librar la batalla inevitable, con la misma energía, con
la misma decisión, con la misma firmeza con que la Revolución ha librado todas
sus batallas.
Hay poderosas
fuerzas internacionales: el imperialismo
y sus aliados, el fariseísmo internacional, fuerzas poderosas de orden
internacional, fuerzas retrógradas, fuerzas antisociales, y si a la Revolución
Cubana le toca, a pesar de tratarse de un país pequeño, la tarea de librar
frontalmente las batallas contra esa fuerza, la Revolución las librará sin
vacilación (APLAUSOS). Que en su razón
de ser y en su derecho a existir, la Revolución encuentra fuerza suficiente
para luchar contra todos los que le nieguen ese derecho a ser y existir; ¡que
le sobra fuerza en el pueblo, y en el pueblo tiene su fuerza!, no es la batalla
de un grupo, no es la batalla de un hombre; es la batalla de un pueblo.
Nosotros
sabemos que este pueblo sabe librar batallas y que a este pueblo nadie le va a
ganar ninguna batalla (APLAUSOS).
Lo hemos visto
en cada oportunidad; véase, por ejemplo, lo que ahora está ocurriendo: bastó que el compañero
Guevara lanzase la feliz iniciativa de incorporarse al trabajo físico, para que
la idea prendiera en proporciones tales que hemos visto al pueblo cubano, en
estos días, llegar a la cumbre de su entusiasmo creador; hemos visto a un
pueblo enarbolar la bandera del trabajo, hemos visto al pueblo redimir el
trabajo.
Y aquello que
ayer fue mirado con desprecio, aquello que la aristocracia y las clases
dominantes enseñaron a mirar con desprecio, es decir, el trabajo físico, hoy lo
eleva un pueblo a la más honrosa actividad de ciudadano alguno, y lo que ayer fue
como una deshonra, inculcada por los parásitos en la mente del pueblo, hoy se
convierte en la mayor honra: el trabajo
ha sido redimido, el trabajo se ha convertido en la actividad más digna, más
honesta del pueblo, y en el deber más sagrado de todo ciudadano.
Y tiene que
progresar necesariamente, y tiene que avanzar necesariamente, un pueblo que de
tal manera se lanza a trabajar, cuyas masas en proporción tan gigantesca, se
ofrecen a ese esfuerzo, sin distingo de funcionario, de oficio, sin distinción
alguna entre magistrados y artistas, entre obreros intelectuales y obreros
manuales. Tiene que triunfar un pueblo que
es capaz de semejante gesto.
Y en verdad es
como para sentirse orgulloso de ser un miembro de este pueblo, un pueblo que de
tal manera honra y eleva el trabajo; un pueblo que de tal manera ha renunciado
a la frivolidad y a la mentira, para abrazarse enardecido, a la verdad y al
esfuerzo serio y responsable; un pueblo capaz de todos los heroísmos, capaz de
todos los entusiasmos, que por eso, cuanto se propone lo consigue en todos los
órdenes; que por eso, lo mismo defiende la patria cuando es lo que está en el
orden del día, como aumenta la producción, como desarrolla una campaña
gigantesca de educación, o realiza todas esas actividades a la vez.
Y así aquí,
hoy, ustedes lanzan la consigna, la consigna de impulsar el trabajo industrial;
ustedes, hoy, enarbolan también una de las grandes metas de la Revolución, la
que, con el devenir del tiempo, se convertirá en la más importante de todas. Hemos hecho y estamos haciendo grandes esfuerzos
por fortalecer militarmente la Revolución; hemos hecho y estamos haciendo
grandes esfuerzos por educar al país; hemos hecho y estamos haciendo grandes
esfuerzos, y con éxito, en el desarrollo agrícola del país. Lo más fácil, quizás, ha venido primero en
orden de tiempo; lo más difícil y lo más duradero serán las tareas que han de
ocupar nuestra atención estos años, y en los años venideros, cada día más: el desarrollo industrial
de nuestro país. Y para eso ya hemos
dado grandes pasos, y vean ustedes qué gran paso, y vean ustedes qué gran diferencia
entre los primeros días de la Revolución y estos días de hoy, qué gran
diferencia entre aquellos días en que ustedes tenían que reunirse enarbolando
demandas, y estos días en que ustedes se reúnen enarbolando planes de
producción sabiendo que el mejoramiento de todo el pueblo dependerá del éxito
que tengan en esta empresa; no de la demanda, sino del trabajo; no de pedir,
sino de producir. Y que tendrán derecho a
recibir tanto como sean capaces de producir, sin que nadie se lo robe, sin que
nadie lo invierta en lujos ni ocios, sin que nadie se lo arrebate a nuestro
país.
¡Qué días tan
distintos y qué porvenir vislumbra para nuestro país! ¡Cómo se ha avanzado, cómo vamos a
avanzar! La agricultura ha avanzado
extraordinariamente; era más fácil. La
agricultura ha absorbido una gran parte del desempleo, que era lo lógico. Se necesita mucho menos técnica y mucho menos
maquinaria para poner a producir la tierra que para edificar y hacer funcionar
una gran instalación industrial. Pero
eso que requiere más técnicos, que ya se están preparando, más programas y más
experiencia, viene ahora.
El primer año
fue el “Año de la Liberación”, el segundo año fue el “Año de la Reforma Agraria”,
este año es el “Año de la Educación”, pero el año que viene será el “Año de la
Planificación del Desarrollo Industrial” (APLAUSOS). Y lo mismo que este año nos hemos reunido con
los maestros al empezar el año, en el “Año de la Educación”, de la misma forma
que lanzamos la consigna de erradicar el analfabetismo, cerraremos el año,
cuando regrese el ejército de alfabetizadores, con un gran acto el 20 de
diciembre, para poder proclamar ante el pueblo y ante el mundo que se ha
cumplido esa meta. Y así, como tendremos
en todos los aeropuertos y puertos de nuestra isla un gran letrero que
diga: “En este país todo el mundo sabe
leer y escribir” (APLAUSOS), así también, en el año próximo iniciaremos el año
con un gran banquete con ustedes, los miembros de los Consejos Técnicos
Asesores (APLAUSOS) y lanzaremos al mundo la noticia de que Cuba ha planificado
la economía y proclamaremos nuestro primer gran plan industrial, y nuestra
economía industrial y agrícola y en todos los órdenes tendrá ya su primer gran
plan por cuatro años. Y ese plan lo
haremos con la colaboración de todos ustedes, con el esfuerzo de todos
ustedes. He ahí una de las tareas
principales de los consejos técnicos: no solo mejorar e intensificar la
producción, y ayudar al mejoramiento en todos los órdenes de la vida industrial
del país, sino también ayudar a planificar nuestra industrialización, y ayudar
a señalar las metas de nuestra economía, y que esas metas sean ambiciosas como
todas las metas que nos hemos propuesto.
Ninguna otra
actividad habrá requerido de más tesón, de más responsabilidad y de más estudio
que esta, sobre la cual se edificará el brillante porvenir de nuestra
patria. He ahí, pues, la gran tarea de
todos ustedes, de cada uno de ustedes: estudiar el esfuerzo que puede hacer
cada una de las fábricas, estudiar el desarrollo que puede hacer cada una de
las fábricas y las metas que puede proponerse cada una de las fábricas y cada
uno de los consolidados industriales; estudiar las necesidades materiales y de
técnicos; brindar esa ayuda indispensable para desarrollar, con el pueblo, un
trabajo del pueblo. No será programa de
un grupo de teóricos, no serán metas elaboradas en despachos y en gabinetes;
serán metas elaboradas en los talleres y en las fábricas.
Y el año que
viene lanzaremos esas metas seguros de que, como todo lo que ha hecho la
Revolución, será capaz de cumplirlas, sobre todo, cuando lo mejor y lo más
capaz de cada centro de trabajo, en el orden técnico y en el orden
revolucionario, se ha aglutinado para trabajar en esta tarea.
Y así, cuando
todo lo mejor de un país se reúne para trabajar, ese país tiene que
triunfar. El año que viene será, pues,
el “Año de la Planificación de la Economía y de la Industria Nacional”
(APLAUSOS).
Podemos, pues,
hoy, marcharnos a nuestras tareas. Cada
uno tiene la suya, y nosotros también tenemos nuestro pequeño compromiso de
cortar unas cuantas arrobas de caña.
Vamos a hacer todo lo posible por cumplir esa meta, pero tenemos que comenzar
temprano. Así que nos retiramos.
¡Patria o
Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)