DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL
ACTO DE GRADUACION DE OCHO MIL ALUMNAS DE LAS ESCUELAS DE CAPACITACION
CAMPESINAS, EN EL TEATRO “CHAPLIN”, EL 11 DE DICIEMBRE DE 1961.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeras
delegadas de la Federación de Mujeres Soviéticas (APLAUSOS);
Compañeras de la
Federación de Mujeres Cubanas (APLAUSOS);
Compañeras
maestras de corte y costura (APLAUSOS):
Nos hemos reunido para festejar la graduación de
ustedes. El acto de hoy ha sido el más
nutrido de todos, puesto que hoy se gradúan aquí 8 000 jóvenes campesinas (APLAUSOS). La primera graduación de 1 000, la segunda graduación de 3 300
y la tercera graduación de 8 000 (APLAUSOS) y que hacen un total de 12 300
graduadas durante este año de 1961 (APLAUSOS).
Cada acto se caracterizaba por una organización mayor
y un entusiasmo mayor; este no solamente ha sido el más nutrido, sino que
también ha sido para todos nosotros culminación, al fin y al cabo, de un
esfuerzo grande, el más emotivo.
Cuando presenciábamos el programa, una de las mujeres
de la delegación de mujeres soviéticas me hizo una pregunta interesante; ella
estaba visiblemente emocionada con todo esto y, sobre todo, es posible que se
percatara de la emoción de todos nosotros, y me preguntó: “Cuando usted estaba luchando en la
Sierra Maestra, ¿soñaba usted con cosas tan bellas después del triunfo?” y
en realidad era una pregunta interesante.
¿Cuál fue nuestra respuesta?
Nuestra respuesta fue:
Siempre soñábamos con muchas cosas bellas para nuestra patria
cuando la Revolución triunfase, pero las realidades de la Revolución son
todavía más bellas que todos los sueños pasados. Esa era la idea y la respuesta que en medio
de ustedes, en la noche de hoy, me sugirió la pregunta de la compañera
soviética.
Siempre ocurre así; ustedes se alegran mucho un día
como hoy; me imagino lo que pasará por las mentes de todas ustedes, las
emociones que pasarán por el corazón de todas ustedes (APLAUSOS), los
sentimientos contradictorios, la gran alegría en medio de un poco de tristeza,
la idea de que ya el curso ha terminado, la satisfacción de todo lo que han
aprendido durante estos meses, la pena de separarse de las compañeras y de sus
maestras, la alegría —por otra parte— de volver a sus hogares, de encontrarse
de nuevo con sus padres, con sus hermanos, con los vecinos —los vecinos que,
posiblemente, estén también participando de este acto de hoy, y que están
también esperando el regreso de ustedes—; la alegría de esta noche, al reunirse
aquí tantas muchachas de la misma procedencia, que han realizado estudios
similares, la admiración de ver a otras compañeras llevar a cabo un programa
artístico con verdadero arte, con verdadera habilidad; y pensar que son jóvenes
campesinas como ustedes, que solamente han estado seis meses en la escuela, que
solamente han tenido unos días, apenas, para ensayar, y que, sin embargo, lo
han hecho maravillosamente bien (APLAUSOS).
Mas, cuando por el ánimo de ustedes pasan todas esas
emociones y sentimientos, por el ánimo nuestro también cruzan emociones y
sentimientos. ¿Qué pensábamos nosotros
mientras ustedes aplaudían, se reían, y se alegraban? Nosotros pensábamos que posiblemente no tengamos
oportunidad de volver a ver tantas campesinas reunidas aquí como esta
noche. Volveremos a ver reunidos muchos
jóvenes; volveremos a ver actos muy emotivos y vibrantes también de entusiasmo
joven como este; volveremos a ver muchos programas, programas posiblemente,
cada vez mejores; ya no serán los alumnos que han estado solamente seis meses
en la escuela, serán alumnos que llevan años en las escuelas, los alumnos de
las escuelas de instructores de arte (APLAUSOS), los alumnos de escuelas de
instructores de arte, a las cuales van a pertenecer más de 1 000 de ustedes
(APLAUSOS), los alumnos de la Academia Nacional de Arte, que comenzarán también
a funcionar en el próximo curso, es decir, dentro de un mes o dos apenas, los
alumnos de las escuelas preuniversitarias, de las escuelas tecnológicas de la
universidad.
Y, naturalmente, como consecuencia del aprendizaje
sistemático y prolongado, llegarán a perfeccionar su trabajo, y veremos por
eso, les decía, cosas tal vez más perfectas, pero nunca volverá a ser ni a
tener para nosotros la enseñanza y la significación del acto de hoy
(APLAUSOS). Ya no serán las muchachas
que llegaron a nuestra capital hace apenas unos meses; ya no serán las
campesinas que en tan breve tiempo han podido aprender tanto, han podido adelantar
tanto, y han demostrado poseer tantas virtudes, han demostrado poseer tanta
inteligencia, tanta sensibilidad humana y revolucionaria (APLAUSOS).
Y nada podrá enseñarnos tanto cómo una revolución
puede avanzar, y cómo una revolución puede lograr magníficos y extraordinarios
frutos en un tiempo tan breve. Nada
podrá enseñarnos tanto lo que la Revolución ha ganado en organización, lo que
la Revolución ha ganado en perfección.
Ya nada podrá enseñarnos tanto lo que puede hacerse con el pueblo, y lo
que puede hacer el pueblo.
Eso es lo que tenía para nosotros de impresionante el
acto de hoy; es por lo mucho que nos ha enseñado, por lo mucho que nos ha
enseñado de nuestro pueblo, por lo mucho que nos ha enseñado de nuestros
campesinos, y por lo mucho que nos ha demostrado cuán necesaria y cuán justa
era la Revolución (APLAUSOS); cuán necesario destruir todas las cadenas que nos
ataban al pasado oprobioso de explotación; cuán necesario liquidar todas las
trabas; cuán necesario abrirle vías al pueblo; cuán necesario abrirle a nuestro
pueblo la gran oportunidad que la Revolución ha significado.
Nosotros sabemos que cada día que pasa, cada mes que
pasa, y cada año que pasa, ¡seremos más a trabajar por la Revolución! (APLAUSOS); que cada día, cada mes, y cada semana,
¡seremos más los revolucionarios!
(APLAUSOS.)
Hace un año ustedes no tenían la experiencia que
tienen hoy, hace un año no tenían los conocimientos que tienen hoy, hace un año
no sabían lo que saben hoy (APLAUSOS), hace un año no podían comprender las
cosas que comprenden hoy (APLAUSOS); hace un año, muchas, posiblemente, no
habían estado en escuela alguna, muchas no habían podido conocer nuestra
capital, muchas no pertenecían a ninguna organización, muchas no conocían a
ninguna compañera de la federación de mujeres, muchas no tenían una tarea que
realizar, no tenían una misión que cumplir.
Y cada cual en su pueblo o en su aldea —¿para
qué hablar de pueblo?, si son campesinas— (APLAUSOS), cada cual —vamos a hablar
claro—, cada cual en su bohío o en su casita humilde de los campos (APLAUSOS)
quizás no sabían que, en la asociación campesina, y en la cooperativa o en la
granja, las iban a escoger para venir a estudiar. Hace un año la Revolución no podía contar con
ustedes.
¡Y en qué breve tiempo todo ha transcurrido! ¡En qué breve tiempo han aprendido tantas
cosas, han visto tantas cosas y han participado de tantos actos de la
Revolución! (APLAUSOS.) ¡En qué breve tiempo han adquirido un
certificado de capacitación! ¡En qué
breve tiempo se han abierto nuevos e insospechados horizontes para la vida de
cada una de ustedes! ¡Y en qué breve
tiempo ha crecido el ejército de la Revolución!
(APLAUSOS.) ¡En qué breve tiempo
ha crecido el número de los revolucionarios!
(APLAUSOS.) ¡En qué breve tiempo
la Revolución puede contar con doce mil trescientas revolucionarias más! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Porque si algo nos hace sentirnos satisfechos, si algo
nos alienta a los revolucionarios cuando vemos lo que ustedes han aprendido, lo
que ustedes se han superado, si algo verdaderamente premia el esfuerzo que se
ha hecho, es saber que en ustedes, que en cada una de ustedes —¡saberlo, porque lo estamos viendo;
saberlo, porque tenemos fe en ustedes!—, saber que en cada una de ustedes la
Revolución cuenta con un soldado más (APLAUSOS), ¡que en cada una de ustedes la
patria cuenta con una revolucionaria más (APLAUSOS), ¡que en cada una de
ustedes Cuba cuenta con una hija más! (APLAUSOS), dispuesta a servir a la
patria, a servir a la Revolución y a servir a Cuba! (APLAUSOS.)
¡Saberlo como lo sabemos y como
lo vemos (APLAUSOS):
como la cosecha que es de las semillas sembradas en la tierra
fértil de la Revolución! (APLAUSOS.)
Lo que la nación ha hecho con ustedes, es como cuando
en el campo se siembra:
cuando se ara la tierra, se siembra, se abona y se riega, y surge
una abundante cosecha, en esos años en que la cosecha es más abundante que
nunca, ¡así también, nosotros, en este acto de hoy, vemos que la cosecha es
abundante como nunca! (APLAUSOS
PROLONGADOS.)
Ustedes se han incorporado a la vida de la patria,
ustedes se han incorporado a la vida de la Revolución (APLAUSOS), ¡ustedes son
ya parte importante de la Revolución!
(APLAUSOS.)
Y ahora somos más a trabajar, somos más a ayudar a
nuestro país, somos más a ayudar a nuestro pueblo, somos más a ayudar a
nuestros campesinos, a nuestros trabajadores, a nuestros jóvenes, a nuestros
niños (APLAUSOS). Y si somos más, ¿qué
significa eso? Si somos más a sembrar,
si somos más a trabajar, ¿qué significa eso?, ¿qué significa eso para el
futuro? Significa... ¿Qué significa?... Si con ustedes trabajaron algunos cientos de
compañeras, de maestras y de miembros de la Federación de Mujeres Cubanas, si
unos pocos centenares de mujeres han podido hacer tanto por tantas, ¡¿qué no
podremos hacer ahora que son unos cuantos millares de mujeres?! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Para reunirlas a todas ustedes aquí esta noche, fue
necesario transformar el teatro, fue
necesario situar tablas sobre los asientos, fue necesario hacer galerías,
porque este teatro es para 5 000 personas, ¡y aquí, ustedes solamente, son ocho
mil! (APLAUSOS.) No cabrían, por supuesto, en este teatro —que
es el mayor de Cuba, y uno de los mayores del mundo—, no cabrían todas las
alumnas que han pasado ya por los cursos.
¿Dónde podrían caber todas las jóvenes que ustedes pueden enseñar? (APLAUSOS.)
Ya no podremos reunir en ningún teatro a todas las
muchachas que ustedes van a enseñar lo que han aprendido; ya no cabrían en
ninguna parte. Tendría que hacerse una
gran concentración (APLAUSOS). ¡Y por
eso estamos contentos, por eso estamos satisfechos, no pensando en lo que hemos
hecho sino pensando en lo mucho que ahora podremos hacer! (APLAUSOS), pensando que ahora podremos hacer
mucho más, pensando que ahora podremos llevarles los conocimientos no a miles,
sino a decenas de miles, y a cientos de miles de jóvenes y de mujeres cubanas
(APLAUSOS); que ahora podremos enseñarles las cosas de la Revolución, podremos
hablarles de todas las cosas que ustedes han visto, y podremos mostrarles lo
que será en el futuro nuestro país.
Porque todo esto que ustedes han disfrutado de aquí,
todas las alegrías que han recibido, todas las experiencias, todos estos actos
tan magníficamente desarrollados por las muchachas —y que hoy se ven aquí
solamente, en un teatro de la capital de la república—, toda esta belleza, la
belleza de las muchachas (APLAUSOS), la educación de las muchachas, los
vestidos elegantes de las muchachas (APLAUSOS), todas esas cosas que hoy
ocurren aquí, ¡deben ocurrir también algún día en nuestros campos; deben
ocurrir en todos los pueblos, en todas las granjas, en todas las cooperativas,
en todas las asociaciones campesinas y hasta en los rincones más apartados de
nuestras montañas! (APLAUSOS.)
Y algún día los campesinos podrán reunirse y organizar
también su coro, su grupo de guitarras, su grupo de danzas, con los mismos
vestidos llenos de colorido que ustedes han visto aquí, y los van a hacer
ustedes o las muchachas a las que ustedes enseñen a coser (APLAUSOS).
¿Y será o no será posible que algún día en nuestros
campos grupos de muchachas jóvenes se reúnan como esta noche, para bailar, para
cantar, para organizar un programa?
¿Será o no será posible?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Sí!”) ¿Será o no será
posible que se vistan tan bonitamente como las de esta noche? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) ¿Será posible? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) ¿Y por qué será posible? Porque ya habrá quienes sepan, ya hay y habrá
cada vez más quienes sepan hacer esos vestidos (APLAUSOS).
Pero, además, esas muchachas trabajaron tan
brillantemente porque alguien las enseñó.
Si nadie las hubiese enseñado, ellas no habrían podido hacerlo. ¿Qué significa eso? Significa que hace falta que en el campo haya
personas también que enseñen (APLAUSOS).
Y esos maestros los tendremos.
¿Quiénes serán los maestros? ¡Los
alumnos de la Escuela de Instructores de Arte!; ¡muchas de ustedes serán los
maestros también de otras cosas!, porque más de 1 000 de ustedes —repito— van a ir a estudiar durante
dos años en la Escuela de Instructores de Arte (APLAUSOS). Pero no para que después se queden aquí
(EXCLAMACIONES DE: “¡No!”),
sino para que vuelvan a enseñar, a enseñar a los campesinos, a enseñar a los
niños, a enseñar a las muchachas...
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Volvemos para el campo!”)
Ya ven, dicen que van para el campo.
Desde luego, es que saben que el campo también es muy bello, saben que
el campo tiene también cosas magníficas (APLAUSOS); que si la ciudad tiene los
edificios, si la ciudad tiene los edificios, si la ciudad tiene muchas cosas
que no se ven en el campo, el campo tiene muchas cosas que no se ven en la
ciudad (APLAUSOS).
El campo tiene las mañanas, el campo tiene el verde,
el campo tiene toda la belleza de nuestros árboles, de nuestras palmas, de
nuestras montañas; el campo tiene el aire puro, la vida tranquila y muchas
cosas que en la ciudad no se encuentran; el campo tiene grandes encantos, si
sabemos llevar al campo también, sobre todo, la educación, la cultura, los
conocimientos útiles para la producción y para la vida y para la alegría del
pueblo.
Y la Revolución tiene que hacer eso; tiene que acabar
de embellecer a nuestros campos. Y
nuestros campos son cada vez más bellos a medida que hay cada vez más maestros,
más escuelas, más caminos, más viviendas; y, sobre todo, a medida que hay más
trabajo, más vida, más progreso, más alimentos, más ingresos para nuestro
pueblo del campo.
Y no vayan a pensar que se me ha olvidado; en el campo
también hay la belleza de las campesinas (APLAUSOS). Se demuestra así que la belleza no era un
monopolio de la ciudad, y que cuando las campesinas se visten bien y se peinan,
y se arreglan, no tienen que envidiarles absolutamente nada a las muchachas de
la ciudad (APLAUSOS).
¿No les parece a ustedes que será verdaderamente
maravilloso nuestro país el día que todas las cosas que hemos visto aquí
existan también en nuestros campos?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Sí!”)
Y el día que también en los campos haya viviendas
higiénicas, haya agua corriente, haya teatros también, círculos sociales, y
haya, prácticamente, todo lo que hay en la ciudad. Y eso, ¿qué les dice a ustedes? ¿Qué les dice a ustedes la idea de que algún
día es posible que en el campo existan todas esas cosas? Pues, una cosa bien sencilla: que tenemos que
ponernos todos a trabajar porque ese momento llegue cuanto antes a nuestros
campos (APLAUSOS).
La vida allí todavía es dura; muchas cosas faltan,
muchos caminos; muchas cosas necesitan todavía nuestros campesinos. Muchas de ustedes regresarán de nuevo a la
vida sacrificada, regresarán de nuevo a muchas incomodidades, regresarán de
nuevo a muchas cosas que de nuevo exigirán de ustedes adaptarse. Pero, sin embargo, todo eso es mucho más
soportable cuando se piensa que podemos hacer mucho para que cambie, que
podemos hacer mucho para que llegue el día en que todas las cosas que necesitan
nuestros campos existan.
Podemos hacer mucho, y a ese trabajo era al que me
refería: el trabajo que debemos hacer para que cuanto
antes la vida, las condiciones de vida de nuestros campos hayan cambiado
radicalmente. Y ya ustedes tienen la fe
y la seguridad de que eso puede ser así; ya ustedes tienen, además, la
satisfacción, la tranquilidad de pensar que algún día será así, que la
Revolución puede lograrlo con el esfuerzo de todo el pueblo y que ustedes
pueden hacer mucho porque eso se logre.
No quiere esto decir que la Revolución tenga por
delante una tarea fácil. La Revolución
tiene por delante una tarea larga, una tarea de mucho trabajo, de mucho
esfuerzo. Nuestros campos están todavía
muy atrasados en muchos órdenes; nuestros cultivos todavía son pobres en muchas
cosas; en nuestras cooperativas y granjas, y en nuestras asociaciones
campesinas, hay muchas personas todavía que no tienen conocimientos, que no
tienen técnica; en muchos sitios se siembra la semilla mala, no se selecciona
la semilla, no se abona, no se cultiva adecuadamente.
Muchas de ustedes son de las montañas, y en las
montañas sembraban cualquier grano de café para hacer un cafetal; no escogían
el mejor café, no sembraban los árboles a la mejor distancia unos de otros, no
sembraban el café o el cacao debidamente.
Muchas veces en nuestras montañas no se cuida la tierra, se cultiva en
surcos que sirven, muchas veces, para arrastrar la capa vegetal.
Nuestros campesinos no tuvieron escuelas, no tuvieron
quién los enseñara a cultivar; aprendieron solos, pasando trabajo. En nuestros campos todavía nuestra
agricultura está muy atrasada; una caballería de tierra muchas veces produce la
tercera parte de lo que pudiera producir si se cultivara bien, si se le
seleccionaran las semillas, si se abonara la tierra; en nuestros campos todavía
hay vaquitas que dan solo dos litros de leche, todavía hay puerquitos que se
tardan un año en llegar a las 200 libras, todavía hay gallinas que ponen un
huevo a la semana.
Si queremos progresar, si queremos que haya todo lo
que necesitamos, si queremos que haya abundantes riquezas para todo el pueblo,
si queremos que la vida futura de nuestros campos y de nuestro pueblo sea una
vida de abundancia, una vida de bienestar en que a nadie le falte absolutamente
nada, pues tenemos que luchar mucho en nuestros campos, tenemos que aprender
mucho, tenemos que esforzarnos por introducir los conocimientos no solo de
corte y costura, no solo de guitarra, no solo de baile, sino algo muy
importante que no debe olvidarse: los
conocimientos de agricultura.
Hay mucha obra que hacer. En muchos sitios a veces perecen las cosechas
porque no llueve; eso significa que tenemos que hacer muchas represas; no
quiere decir que tengan que hacerlas los campesinos; esas represas las tienen
que hacer los ingenieros, las tiene que hacer el Gobierno Revolucionario.
Es decir que hay una gran obra por realizar, pero que
esa obra hay que realizarla en todos los órdenes; en muchos aspectos hay que
lograr mejores semillas, mejores plantas, mejores animales de cría, con la
ayuda del Gobierno Revolucionario, pero con el esfuerzo también de todo el
pueblo.
Los campesinos deben estar bien organizados. Es necesario que estén organizados en sus
asociaciones; es necesario que las asociaciones tengan sus tiendas, donde ellos
compren, la asociación misma compre todo lo que necesitan los vecinos, le
compre a los almacenes, y esas tiendas no sean administradas sino por la propia
asociación de los vecinos, igual en las montañas que en los llanos, en las
granjas que en las cooperativas. Es
necesario que las asociaciones estén bien organizadas; es necesario que los
Comités de Defensa de la Revolución estén bien organizados; es necesario que la
Asociación de Jóvenes Rebeldes esté organizada; y es necesario que la
federación de mujeres esté organizada dondequiera que ustedes se encuentren.
Es necesario organizar. Sin organización no se puede hacer nada, sin
organización este acto no sería como es, no estarían ustedes vestidas de un
color, aquellas compañeras de otro, aquellas de otro, y no luciría todo tan
bonito como luce hoy.
¡Ah!, ¿por qué se ha podido lograr esto?, ¿por qué se
ha podido enseñar a tantas jóvenes?
Sencillamente porque hay una organización que se llama Federación de
Mujeres Cubanas (APLAUSOS). Si la
federación no existiera, ¿quién habría hecho esto? Si no hubiera organización, ¿cómo podría
hacerse esto? Si en el campo no hay
organización no puede hacerse nada. Y,
además, la Revolución solo puede avanzar, estar sólida y obtener grandes
éxitos, mientras más organizada esté; y, además, hay que enseñar mucho en
nuestros campos, hay que explicar la Revolución, hay que discutir.
Todavía hay en nuestros campos mucha superstición,
todavía hay en nuestros campos mucha ignorancia. ¿Quieren un ejemplo? Una joven, simpatizante de la Revolución y
revolucionaria de un municipio de aquí de La Habana, no vayan a creer que era
de las montañas, porque en las montañas la gente, muchas veces, sabe más y es
más despabilada que la gente que vive cerca de las grandes ciudades
(APLAUSOS). Si no que lo digan las
muchachas de la escuela “Fe del Valle”, que son casi todas de las montañas.
Y la joven nos escribía muy preocupada, y nos decía: “Pregúntenle a
Fidel” —no nos escribía, a nosotros nos llegó la carta— “si es cierto, porque
no lo hemos oído por radio, lo que se anda diciendo por aquí, una ‘bola’ de que
a partir del 15 de diciembre quedan prohibidos los matrimonios” (RISAS). Y la muchacha ingenuamente nos decía: “Porque por radio
no hemos oído nada, pregúntenle a Fidel para que hable por radio.” Ella se daba cuenta de que era una mentira,
pero nos pedía que habláramos por radio, porque allí por el barrio había gente
que creía eso, había gente que creía en aquella “bola”, y ella pedía que se
aclarara esa “bola”.
¿Creen ustedes que eso haga falta aclararlo? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Creen ustedes que esa “bola” haya que
aclararla? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Y será posible que sea todavía tanta la
ignorancia y el retraso en alguna parte de nuestro pueblo, que un sinvergüenza
cualquiera, un descarado contrarrevolucionario cualquiera, un mentiroso
cualquiera pueda encontrar a nadie a quien inculcarle semejante idea, a quien
hacerle creer semejante mentira? Cosa
tan absurda, tan contraria a todos los principios de la Revolución, porque la
Revolución lo que quiere, precisamente, es que nuestra patria crezca, nuestra
Revolución lo que quiere es que nuestros ciudadanos sean felices, nuestra
Revolución lo que quiere es que cada joven tenga una preparación, tenga una
educación, tenga una oportunidad de trabajar, para poder ser útil a su país y
para poder satisfacer todas sus aspiraciones plenamente.
¿Cómo es posible que todavía algunas cosas absurdas
puedan ser creídas? Pues todavía hay
otro caso, que casi me daría pena contarlo aquí... Pero lo voy a contar (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”). Resulta que la Revolución tiene una escuelita
de pescadores, de hijos de pescadores, en un reparto, porque ustedes saben que
todos los repartos estos los hemos heredado nosotros; el pueblo se ha hecho
heredero de todos los repartos: Siboney, Atabey, Miramar, Cubanacán,
Tarará, etcétera. Y en Varadero
heredamos también un gran reparto, el reparto de Kawama. Kawama es una playa muy bella, llena de
grandes mansiones en la mejor arena, donde el agua es más azul, donde hay más
brisa. Allí vivían los millonarios. Y allí la Revolución tiene heredada unas 38
residencias.
Entonces, allí se organizó una escuela para hijos de
pescadores, para enseñarlos ya desde jóvenes a conocer el mar, las artes
marinas y, en fin, hay allí 1 400 niños, 1 300 en Kawama y en Dupont... ¿No han oído hablar de Dupont? Dupont era otra cosa fantástica de un
millonario norteamericano. Y allí hay
unos 250 niños, en Dupont, hijos de familias de pescadores. ¿Qué hacían los contrarrevolucionarios? Iban allá a llenarles la cabeza de mentiras,
como hicieron en los campos también cuando ustedes vinieron, ¿se
recuerdan? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Se recuerdan que decían: “No, se los van a llevar para el
extranjero.” ¿Se recuerdan?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Sí!”) Y lo curioso es
que cuando se pidieron 1 000 jóvenes para ir a la Unión Soviética a estar un
año estudiando agricultura, se aparecieron miles. Pero ellos tratan de intimidar a la familia.
Cuando por primera vez una joven tiene oportunidad de
venir a estudiar, o un niño; cuando por primera vez sus padres tienen la gran
oportunidad que siempre han deseado para sus hijos, entonces vienen los
contrarrevolucionarios egoístas malvados, inescrupulosos, a tratar de quitarle
esa oportunidad a un niño o a una joven, a quitarles la alegría a los padres, a
sembrarles una duda, a sembrarles el miedo.
Y así hacían con las familias de los pescadores. Iban los contrarrevolucionarios de lengua
—que son gente mala—, iban inmediatamente a llenarles la cabeza de historias.
Y entonces venían algunas familias a ver, y
comprobaban que eran mentiras, pero iban.
Les decían un sinnúmero de cosas.
Bien. ¿Saben lo que se apareció
una madre a averiguar lo que le habían dicho?
¡Es increíble! Y hay incluso
gentes que se creen esas cosas. Porque
primero decían que estaban pasando hambre, que estaban desnudos, que los
echaban a fajarse, toda una serie de cosas.
Pero a esta madre le dijeron que a los muchachos los estaban engordando,
los iban a mandar a Rusia, y de allá iban a venir enlatados (RISAS).
¿Ustedes se ríen?
Pues todavía hay gentes en Cuba, tan ignorantes, a las que les dicen una
de esas barbaridades y se las creen.
¿Por qué?
Porque no han tenido oportunidad de ver nunca un periódico, porque no
han tenido nunca oportunidad de leer una revista. La vida para esas personas es todavía un
misterio, una sombra, y cualquier malvado puede aprovecharse de su ignorancia
para engañar, para sembrar el miedo en una persona que no sabe.
Y por eso les decía que es necesario llevar el
espíritu revolucionario, llevar las ideas revolucionarias, llevar la
explicación revolucionaria, para que no haya un solo ciudadano que pueda ser
víctima del engaño, para que no haya una sola familia a la que puedan hacer
infeliz en el momento en que más feliz tenían que sentirse, para que no priven
a ningún niño de la oportunidad de aprender.
Piensen ustedes que, por ejemplo, eran unos 1 600
niños, y como siempre que se hace una escuela, al cabo de un tiempo siempre
algunos regresan a sus casas porque sus padres los buscan; una minoría, un 5%,
un 10%. Pero 100 niños
que se lleven por una mentira y por una intriga de un malvado, significa que a
100 niños, a 100 jóvenes les han quitado la gran oportunidad de su vida, la
gran oportunidad —si es una inteligencia clara— de llegar a ser, pues un
ciudadano útil, un ciudadano preparado.
¡Quién sabe la oportunidad que le quitan a un joven por una mentira, por
un acto de ignorancia!
Recuerden ustedes cómo las muchachas que se fueron,
después escribían queriendo volver; recuerden cómo se lamentaban las muchachas
que no supieron tener fuerza de voluntad para resistir, y qué triste se sentirán
ahora cuando las vean a ustedes regresar felices y orgullosas. Orgullosas en el buen sentido, no en el
sentido de sentirse superiores a los demás, sino contentas de haber recibido el
diploma y de haber estudiado durante todos estos meses.
Piensen lo que a un joven le quitan, un canalla le
puede quitar su gran oportunidad. Porque
de eso se valen los enemigos de la patria, de eso se valen los malvados, de eso
se valen los ladrones, los explotadores, los criminales, los imperialistas; se
valen de eso, de que el pueblo no haya tenido escuelas, no haya tenido
maestros, no haya tenido educación; los imperialistas, los explotadores, los
ladrones, los malvados, no querían que el pueblo aprendiera, para poder
explotarlo. Y por eso la Revolución se
interesa de que todo el mundo aprenda, para que nadie
pueda ser engañado, para que todo el mundo pueda ser respetado, para que todo
el mundo pueda sentirse libre, para que todo el mundo pueda sentirse feliz.
Ellos no querían que el pueblo tuviera escuelas, y
ahora tratan de engañar, y eso es lo que hacen los malvados, los explotadores,
tratan de obstaculizar todo el trabajo de la Revolución, tratan de entorpecer
toda la obra de la Revolución; no quieren que el pueblo aprenda. Por eso asesinaron al brigadista de 16 años,
por eso lo torturaron, para sembrar el terror, para que los demás jóvenes se
llenaran de terror, para que las madres se llenaran de terror, y los campesinos
se quedasen sin aprender a leer y a escribir.
¡Así actúan los enemigos de la patria, así actúan los enemigos de la
Revolución, así actúan los enemigos del pueblo!
¡Siempre con la mentira, siempre con la traición, siempre con el crimen!
Pero esa batalla contra los contrarrevolucionarios,
los imperialistas, los traidores, los que siembran el mal, los que siembran la
mentira, los que siembran la muerte, los que engañan, los que le quieren
arrebatar la felicidad a cualquier familia, la oportunidad a cualquier joven,
esa batalla ¡la ganará, sin duda de ninguna clase, la Revolución! (APLAUSOS.)
Porque el pueblo cada día sabe más, el pueblo cada día comprende más,
los revolucionarios somos cada día más; y cada victoria de la Revolución es
desmoralizante para los enemigos de la Revolución, cada éxito de la Revolución
es un golpe desalentador para los enemigos de la Revolución.
¿Qué dirán los contrarrevolucionarios que queden por
ahí, qué dirán, si han visto este acto?, ¿qué dirán si han visto a las
campesinas hacer ejercicios gimnásticos, cantar, bailar? (APLAUSOS), ¿qué dirán cuando hayan visto
esta muchedumbre de jóvenes preparadas que vuelve a sus campos?
¿Cuándo vieron ellos esto jamás, bajo su régimen de
explotación? ¿Cuándo vieron jamás gentes
del pueblo, jóvenes humildes, reunidos como están reunidas ustedes esta
noche? ¿Cuándo se vio una graduación
como esta? ¿Cuándo se vieron programas
como este? Porque lo que se ha visto hoy
no eran capaces de hacerlo los colegios de privilegiados; nunca, en ningún
colegio de privilegiados, donde se reunían los hijos de los millonarios, fueron
capaces de representar un programa tan brillantemente, tan maravillosamente
como lo han hecho, en tan poco tiempo organizado, y con tan poco tiempo de
preparación, las campesinas hoy (APLAUSOS).
¿Qué dirán?, ¿a qué les sabrá el éxito del pueblo?,
¿cómo pensarán? Pues, sencillamente,
pensarán: ¡Ese
es el pueblo! Y un pueblo que es capaz
de esos hechos, un pueblo tan inteligente, un pueblo tan entusiasta, no podrá
ser sometido otra vez jamás a la explotación, ¡no podrá ser de nuevo encadenado
jamás!
¿Qué dirá ese señor que trató de provocar a las
muchachas que cantaban?, ¿qué dirá, desde su residencia, si está sentado
delante de su televisor, viendo tantas y tantas muchachas, con el entusiasmo
que han demostrado ustedes en el día de hoy?
¿Qué dirán si las vieron bailar?, ¿qué dirán si las
escucharon?, ¿qué dirán? Pues dicen lo
que, aunque no digan de palabra, en su
fuero interno tendrán que reconocer: ¡La Revolución es invencible!, tendrán
que reconocer cuando ven actos como este (APLAUSOS); ¡la Revolución es invencible!,
tendrán que reconocer cuando ven a todo un pueblo, a un pueblo entero, en
interminables filas, marchando tras el féretro del joven héroe asesinado por
los esbirros de la reacción y del imperialismo.
Eso es lo único que pueden pensar, eso es lo único que
tienen derecho a pensar, eso es lo único que tienen derecho a pensar los
imperialistas cuando ven los avances de la Revolución, en medio de las
agresiones; cuando ven que, aun en medio de las agresiones, de los sabotajes y
de las invasiones, no solo hemos logrado cumplir la gigantesca tarea de
alfabetizar a los analfabetos, a pesar de que eran cientos de miles (APLAUSOS),
sino que además a 12 300 campesinas las hemos capacitado en cursos especiales,
y que además hay 20 000 jóvenes que trabajan en el servicio doméstico
estudiando ya en las escuelas nocturnas organizadas por la Revolución.
Si eso ha podido hacer nuestro pueblo, si eso ha
podido hacerlo en medio de las agresiones, en medio de los sabotajes, de las
invasiones, de las agresiones económicas, de todas las medidas que han tomado
para arruinarnos, si eso ha podido hacer nuestro pueblo en medio de las
amenazas, al imperialismo le debe saber muy mal todo eso, al imperialismo lo
tiene que desanimar mucho todo eso. Y se
preguntarán los generalotes del Pentágono —¿saben
ustedes lo que es el Pentágono?: un
edificio allá donde se reúnen todos los generales del imperialismo,
guerreristas y agresores, allá donde planearon la invasión de Playa Girón—; los
generalotes deben estar un poco asombrados.
Dirán: “¿Qué clase de pueblo es
ese que nosotros, que le metíamos miedo a todo el mundo en América, no le hemos
podido meter miedo a ese pueblo?, ¿qué clase de pueblo es ese que, a pesar de
lo poderosos que somos nosotros, de las escuadras que tenemos, de los aviones
que tenemos, y de los ejércitos que tenemos, y de los dólares que tenemos para
pagar traidores, para pagar contrarrevolucionarios, para pagar saboteadores,
qué clase de gente es esa, que ni se rinde, ni se acobarda, ni se vende? (APLAUSOS), ¿qué clase de pueblo chiquito es
ese, que está dándole a la América el ejemplo?, ¿qué clase de pueblo chiquito
es ese que, a pesar de que lo explotamos 60 años, a pesar de que lo saqueamos
60 años, a pesar de que lo oprimíamos o impedíamos que se desarrollara, que
desarrollara su industria, impedíamos que se educaran, que tuviera escuelas,
qué clase de pueblo es ese que tan tremenda resistencia ofrece a nuestro
poderío?”, se preguntarán los imperialistas.
Y cuando ven que, en medio de todo eso, Cuba realiza
la proeza de acabar el analfabetismo en un año; cuando ven que, en medio de
todas las agresiones de los poderosos imperialistas, el desempleo se acaba;
cuando ven que vamos ganando la batalla económica, la batalla de los
abastecimientos; cuando ven que el país comienza a industrializarse; cuando ven
que los obreros se unen, los campesinos se unen, la juventud se une; y cuando
ven el fervor, la fe y el entusiasmo del pueblo; cuando eso ven los
imperialistas y los traidores que los sirven; cuando ven cómo el pueblo entero
se arma, pero sobre todo cuando ven los éxitos de nuestro pueblo en la cultura,
en la educación, en la economía, los imperialistas dirán: “¿Qué clase de pueblo es ese?, y, ¿qué
podemos hacer para destruir esa Revolución que nos ha dado tanto disgusto, que
nos ha dado tanto dolor de cabeza?, ¿qué hacer?; lo hemos hecho todo: los amenazamos, les quitamos la cuota
azucarera, les prohibimos importar productos, establecimos contra ellos un
embargo, establecimos contra ellos prácticamente un bloqueo, les quitamos el
petróleo, les hemos quitado todo, hemos maniobrado para aislarlo de la América,
hemos hecho cuantas cosas se habían hecho antes para liquidar una revolución, y
no podemos, hemos organizado mercenarios ¡y nos los derrotan!
“¿Qué hacer?
—dirán los imperialistas—, ¿qué hacer con ese pueblo que en medio de
todas esas agresiones estudia, progresa, se organiza, avanza y, lejos de
tenernos miedo, lejos de temblar los ciudadanos de ese país, los hombres, las
mujeres, los jóvenes y las jóvenes, se ríen, cantan, bailan, son felices, son
optimistas y cree en el porvenir?
(APLAUSOS.)
“¿Qué pueblo es ese —se preguntarán los imperialistas—
que ni se rinde, ni se acobarda, ni se vende?
(APLAUSOS), ¿qué pueblo es ese, contra el cual se estrellan todas mis maniobras?”,
dirán los imperialistas. “Y, ¿qué pueblo
es ese que, además, se arma hasta los dientes?, ¡¿qué pueblo es ese donde los
hombres y las mujeres están dispuestos a empuñar las armas para defender su
tierra y para defender su Revolución, para defender su causa?!” (APLAUSOS.)
Los imperialistas ven que todas las maniobras fallan,
y que ¡no solo la Revolución es una fuerza moral!, ¡de que no solo es una
fuerza de razón y de justicia, sino que la Revolución es también una fuerza
militar para defenderse de los agresores!
(APLAUSOS.) Y que no solo la
Revolución es fuerte en moral, es fuerte también ¡para hacer morder el polvo de
la derrota a los agresores! ¡Es fuerte
para liquidarlos otra vez como en Playa Girón, solo que mucho más
rápidamente! (APLAUSOS); es fuerte, no
solo para liquidarlos rápidamente, sino para liquidar varias invasiones como
las de Playa Girón simultáneamente (APLAUSOS), y es fuerte, incluso, para
resistir la agresión directa, si los imperialistas nos invadieran directamente,
mientras el mundo se movilizara en solidaridad con nuestra patria.
Es decir que los imperialistas nada pueden contra
nosotros; ¡si mandan mercenarios se los hacemos polvo aquí! (APLAUSOS), ¡y si mandan su infantería de
marina, se la batimos aquí, y podemos resistirla el tiempo que sea necesario
para derrotar a los imperialistas, porque Cuba no está sola, ni los
imperialistas pueden hacer en el mundo lo que podían hacer hace 20 años o
hace10 años! Luego los imperialistas están
totalmente fracasados ante la Revolución Cubana, y nuestro pueblo, por eso, se
siente optimista; nuestro pueblo, por eso, se siente confiado en el porvenir.
Bien, nada más quiero decirles dos o tres cosas
más (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”). Algo...
Y hasta una cosa más nada más, algo que a ustedes les interesa: el grupo que va a
estudiar en la escuela de instructores de arte, irá a las vacaciones nada más,
y tendrá que venir rápidamente (EXCLAMACIONES).
Ese grupo no puede esperar, porque perdería el curso. Las demás ya saben la regla: se van, se van a enseñar durante 6, 8, 10
meses o un año (APLAUSOS), pero, además, no pierdan la oportunidad de estudiar,
elevar la educación escolar; la que esté en tercer grado que procure ponerse en
cuarto o en quinto estudiando allí sola o con ayuda de alguien (APLAUSOS),
porque, como ustedes saben, a todas las muchachas que han estado, después de
cumplir la tarea en el campo, les vamos a dar oportunidad de volver a estudiar
(APLAUSOS), las que lo deseen. En el futuro,
naturalmente, también seguirán cursos como este, pero mucho más reducidos,
porque todas esas escuelas...
Ahora todas esas residencias y muchas más, están
siendo preparadas, van a servir para los estudiantes de secundaria básica de
los centrales azucareros, de los pueblos, de dondequiera que no haya secundaria
básica, los jóvenes, que de otra manera no podrían estudiar, hijos de obreros,
de campesinos, humildes.
Eso significa también que en el campo ustedes tienen
que exhortar a los jóvenes a estudiar, a llegar, por lo menos, al sexto grado;
a sus hermanitos, a sus amigos, que estudien, porque al llegar al sexto grado,
pueden recibir una beca para seguir estudiando, los jóvenes. A ustedes ya se les ha concedido el derecho a
seguir estudiando, pero tienen que aprovechar durante este tiempo no solo para
enseñar sino para adelantar; búsquense los libros, pídanlos, soliciten ayuda y
estudien durante esos 6, 7, 8 meses o un año, para que después puedan, en mucho
menos tiempo, adquirir otros conocimientos.
Se mantendrán, digo, algunas escuelas, no con 12 000,
con 1 000 ó 2 000 ó 3 000, siempre mantendremos estas escuelas campesinas, pero
el grueso de los estudiantes serán estudiantes universitarios o de
tecnológicos, o de preuniversitarios o de secundaria, porque es lo que más
necesita la Revolución con toda urgencia.
Por eso casi todas las edificaciones se van a dedicar a ese tipo de
escuelas, pero siempre se mantendrán cursos especiales también para campesinos.
Ya ustedes saben la oportunidad que tienen, pero deben
aprovechar, deben estudiar, deben enseñar (APLAUSOS). Y otra cosa, acuérdense del prestigio con que
ustedes regresan, del concepto tan extraordinario que tiene todo el pueblo de
ustedes, del concepto que van a tener en los campos, para que siempre se
comporten como revolucionarias, ¡para que siempre se comporten como mujeres
hechas y derechas! ¡Para que siempre se
comporten como buenas ciudadanas! ¡Para
que mantengan en alto el prestigio de la Revolución, el prestigio de las
escuelas, el prestigio de la federación de mujeres! ¡para
que siempre se justifique toda la confianza que el pueblo ha puesto en ustedes,
toda la fe que el pueblo ha puesto en ustedes, todo el cariño que nosotros
hemos puesto en ustedes!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION.)