DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA
GRADUACION DE 3 000 CAMPESINAS BECADAS PARA ESTUDIAR CORTE Y COSTURA, EN EL
TEATRO "CHAPLIN", EL 23 DE NOVIEMBRE DE 1961.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeras
campesinas:
No menos de lo que significa para ustedes esta
graduación, significa para nosotros.
Ustedes, porque ven el resultado del estudio; ven el diploma que han
recibido, después de meses de intenso aprendizaje; ven la oportunidad de
regresar a sus hogares, de reunirse nuevamente con sus familiares, de volver a
ver a los hermanos y a las amistades.
Aunque, por otra parte, también nosotros sabemos que tiene siempre, en
medio de la alegría, su parte triste también al separarse de las compañeras y
al separarse de las maestras.
Para nosotros significa ver también el fruto del
esfuerzo revolucionario, el fruto del trabajo de la federación de mujeres, de
los profesores y de los maestros, que con tanto interés han trabajado en esta
escuela; significa, también, que vemos cómo marchan los planes de la educación;
significa que 3 000 muchachas más han recibido la preparación necesaria para
servir a su país y para servir a su familia:
significa que la obra de la Revolución, en todos los frentes, avanza, y
que el porvenir que esperamos alcanzar algún día se acerca con cada meta que se
cumple, con cada día de trabajo que pasa.
Entendemos que este esfuerzo de la Revolución en favor
de los campesinos, era muy necesario y muy justo.
No ha sido fácil obtener estos éxitos y obtener estos
frutos. Ha sido necesario trabajar,
organizar, resolver muchos problemas, pero antes fue necesario que la
Revolución llegara al poder.
Cuando se convocó a las muchachas campesinas para
asistir a estos cursos de corte y costura, como parte de todo el plan, de un
plan amplio de enseñanza masiva, en este propio Año de la Educación, recordamos
algunas de las intrigas de los contrarrevolucionarios. En algunos sitios comenzaban a decir que no
mandaran a las muchachas, que las iban a enviar al extranjero, que iban a
perder la patria potestad, y todas esas idioteces con que siempre han tratado
de obstruccionar todo el trabajo de la Revolución. Desde luego que los hechos y el tiempo se han
encargado de darles la mejor respuesta.
Es posible que a algunos padres los hubiesen intimidado; es posible que
algunas jóvenes no hayan recibido la oportunidad que ustedes tuvieron, como
consecuencia de las intrigas de los enemigos de la patria y, sobre todo, de los
enemigos de los campesinos. Porque
quienes difunden todas esas mentiras, quienes tratan de hacer ese daño, son,
precisamente, los que no se resignan a que la explotación haya desaparecido;
son los mismos que les cobraban a los campesinos la tercera parte o la cuarta
parte de su cosecha de café, o de su cosecha de cacao; los que les cobraban
grandes rentas; los que les explotaban, comprándoles barato y vendiéndoles
caro; los que desalojaban a los campesinos
de las tierras; los que servían a los intereses de los explotadores.
Esos, que fueron los enemigos encarnizados de nuestros
campos; esos, que mantuvieron a nuestros campos en la mayor miseria; esos, que
son los culpables de que no hubiera caminos, ni hubiera maestros, ni hubiera
escuelas; esos que son los culpables de la falta de hospitales que había en
nuestro país, de la falta de viviendas, de la falta de oportunidades para los
hijos de nuestros campos; esos, que eran los culpables de que el campesino
tuviese que abandonar el campo para venir a la ciudad; esos, que eran los
culpables de que las jóvenes campesinas, en el pasado, en vez de la oportunidad
de venir a estudiar, de venir a superarse, de venir a progresar, se veían en la
triste necesidad de venir a trabajar, como empleadas maltratadas y mal pagadas,
en las casas de los ricos explotadores.
Esos son, precisamente, los que más sufren, los que más se irritan por
lo que la Revolución ha significado para los campesinos, y esos son los que
regaban intrigas y mentiras.
Algunas muchachas encontraron que era difícil soportar
la ausencia de sus familiares durante meses, y regresaron. Como explicó la directora de la escuela,
muchas de ellas, después, deseaban otra vez regresar.
Ustedes, es decir, la inmensa mayoría de las
campesinas que vinieron y que perseveraron, hoy reciben el merecido premio de
haber tenido voluntad, de haber tenido entereza, de haber tenido interés.
Al regresar ahora, a pesar de que han estado
aproximadamente medio año en la capital, se encontrarán, seguramente, algunos
cambios; se encontrarán infinidad de personas que no sabían tampoco leer ni
escribir —al igual que las 815 jóvenes que recibieron instrucción primaria en
la escuela—, se encontrarán muchos adultos que no sabían leer ni escribir y
que, sin embargo, ahora saben leer y escribir ya, como consecuencia del trabajo
abnegado de los brigadistas y de los alfabetizadores; se encontrarán que, en
esos seis meses breves, cambia la vida en el campo, como consecuencia del
trabajo revolucionario; se encontrarán muchos hospitales funcionando en las
montañas; se encontrarán ya a los maestros permanentemente en todos los sitios
poblados del campo; se encontrarán con que no falta un maestro en ningún lugar
apartado de nuestro país, se encontrarán también los progresos económicos, como
consecuencia de los planes de fomento promovidos por la Revolución, a través de
la ayuda de créditos para inversión a los campesinos.
Cuando ustedes llegaron a la capital, como expresaba
la joven que habló en nombre de ustedes, como ella decía gráficamente, “todo
les parecía gigantesco, todo les parecía impresionante". Es posible que muchas de ustedes hayan
llegado a la ciudad con la timidez con que llegan las personas del campo... como llegaban antes, porque ya esa mentalidad
ha cambiado. Antes se decía la palabra
guajiro como una ofensa; a las personas del campo se les llamaba montunos, y a
costa de las personas del campo los explotadores hacían chistes y hacían
cuentos. Los hombres y las mujeres del
campo llegaban a la ciudad realmente cohibidos, apenados, atemorizados.
Hoy los campesinos no llegan así a la ciudad. Hoy los campesinos llegan confiados, seguros,
y saben que ya no son objeto de la burla de nadie, sino que son tratados por
todo el pueblo con la mayor consideración.
Pero, a pesar de todo, siempre impresiona el cambio de vida, siempre
impresiona el traslado del campo a la ciudad.
Los primeros días aquellos, el impacto de la escuela, con las
dificultades de los primeros tiempos, ya han quedado muy atrás en el recuerdo
de todas ustedes.
Y este acto de hoy, con la participación de las
alumnas, acto sencillo, pero profundamente emotivo, profundamente humano, nos
enseña a todos una cosa —a ustedes, a nosotros y al pueblo—: los valores que hay en el pueblo, las
inteligencias que hay en el pueblo, lo rápidamente que avanza y progresa
nuestro pueblo, de lo que son capaces los hijos de nuestro pueblo.
La escuela ha funcionado durante algunos meses, seis
meses para la mayor parte de ustedes, y, sin embargo, aquí durante dos horas
han actuado las alumnas de la escuela, durante dos horas han hecho aquí de
todo; han exhibido los vestidos que han hecho ustedes mismas, sirviendo además
como modelos, y haciéndolo bien.
Esto nos recuerda un comentario que nos hacía un
compañero cuando la otra graduación.
Cuando la otra graduación de 1 000 alumnas de las cooperativas cañeras,
también hubo una exhibición de vestidos hechos por las muchachas. Parece ser que el ICAIC había tomado una
película de la graduación y entonces se exhibía en un cine. Era uno de esos cines donde todavía va alguno
que otro siquitrillado contrarrevolucionario.
Y había un señor siquitrillado con la señora al lado, y cuando en la
pantalla aparecía el noticiario con la película de las muchachas exhibiendo sus
modas, cuenta el compañero que la señora, no pudiendo resistir aquello,
enfadada, decía:
"¡Mira qué ridículo, mira qué ridículo!" Y no hacía más que criticar a las muchachas
cuando aparecían.
Nosotros nos imaginamos el estado de ánimo de aquella
señora. Posiblemente tenía criada y ya
no tiene; pero no tiene porque posiblemente la muchacha se ha ido a estudiar a
alguna escuela (APLAUSOS). Con seguridad
que era una señora que se vestía en El Encanto, o en cualquier otra tienda y se
vestía elegante; posiblemente fuera una de esas señoras que no quería que nadie
tuviera un traje como ella, que quería vestir de manera exclusiva, y que
necesariamente tenía que sufrir grandemente al ver a las jóvenes campesinas tan
bien vestidas, y que desempeñaban un papel tan natural y tan perfecto cuando
exhibían los vestidos que ellas hacían y aquellas cosas se le hiciesen duro de
soportar. Y es posible que se le hiciese
duro soportar, también, el hecho de que esas muchachas del campo lucían
verdaderamente elegantes y lucían verdaderamente bonitas, porque naturalmente
nuestro pueblo no podía vestirse bien.
En nuestros campos muchas familias se alimentaban
deficientemente, y es incuestionable que las condiciones de vida del pueblo van
cambiando. Las estadísticas sobre el
consumo de alimentos demuestran el gran aumento de consumo de productos que hay
en nuestro país después del triunfo de la Revolución. Y eso, naturalmente, se refleja en la
fisonomía y en la salud de las personas.
Como aquellas muchachas habían recibido una buena
alimentación, estaban bien peinadas y estaban bien vestidas, se había
demostrado, además, toda la belleza que había en las mujeres del campo, y eso
irritase a aquella señora que le parecía ridículo ver a las muchachas
exhibiendo sus vestidos. Posiblemente
esa señora no sabía ni poner un botón.
Y hoy las muchachas no solamente han exhibido sus
vestidos, con gracia, con elegancia. Y
no resulta fácil cuando por primera vez una muchacha tiene que presentarse ante
miles de personas en un escenario. Y no
solo han hecho eso, sino que, además, han bailado, han cantado, han
representado aquí números artísticos, y fue para todos nosotros impresionante
escuchar las voces de esas dos jóvenes campesinas del Escambray, Caridad y
Paula, que se ganaron el aplauso... —una
de Oriente, estaba representando a Oriente también—, se ganaron el aplauso de
todos nosotros, y, además, evidenciaron poseer magníficas cualidades.
Cuando nosotros le preguntábamos a Dulce si esas
jóvenes iban a seguir estudiando en alguna escuela de arte, decía que, por ejemplo,
Paula, el padre no quería que estudiara, porque decía que no quería que su hija
fuera artista.
Eso como consecuencia del concepto falso que existe
sobre las artistas; concepto que ya no tiene razón de ser, que en realidad
nunca lo tuvo, porque hay gran número de personas que se dedican a las
actividades artísticas, y que ese es un trabajo tan decoroso y tan honroso como
cualquier otro trabajo, y que son personas también acreedoras de la mayor
estimación social, porque trabajan también para el pueblo. Pero es consecuencia todavía de las
supersticiones de nuestros campos y de los falsos conceptos que existen en los
campos.
Esa joven posee magníficas cualidades, puede
desarrollarlas en una buena escuela, y puede llegar a ser una artista brillante
para representar a nuestro país.
Y le decía a la directora de la escuela que tenían que
convencer a "Tata", que es como se llama al padre de Paula y que vive
en el Escambray, y que es miembro de una cooperativa, creo que una cooperativa
cañera. Había que convencerlo. No es posible que por un criterio equivocado
esa joven desperdicie las magníficas cualidades que posee.
¿Y cómo se descubrió eso? Pues sencillamente con la oportunidad. Entre 1 000 muchachas, y entre 3 000
muchachas cuántos valores de distintos tipos: la joven que habló aquí con tanta
desenvoltura, la niña recién alfabetizada que habló aquí con tanta serenidad y
gracia; jóvenes que poseen inteligencias privilegiadas, inteligencias que antes
se perdían sin oportunidad de desarrollarse.
Y así, nosotros sabemos que en el pueblo hay infinitos
valores que solo necesitaban su oportunidad.
Las muchachas del coro, las muchachas que representaron a distintos
países latinoamericanos; en fin, quién les iba a decir a esas jóvenes que en
tan poco tiempo podrían desempeñar ese papel: alfabetizarse, adquirir un oficio,
venir aquí al teatro, no impresionarse por el tamaño del teatro, no
impresionarse por el número de miles de personas que aquí se encuentran, y
actuar. ¿Quién les puede decir ya que
sean tímidas? ¿Quién les puede decir que
se apenen o se avergüencen de la ciudad, o del público, o del teatro? ¡Cómo han cambiado! ¡Cómo han avanzado!
Y fue verdaderamente acertado organizar el acto con
las propias muchachas de la escuela.
¡Vean lo que se ha logrado en tan pocos meses!
Nosotros le decíamos al compañero Ministro de
Educación, que esta era una enseñanza más.
¿Por qué? Pronto, al comenzar el
próximo año, en esa misma escuela, habrá 4 000 becados de secundaria básica;
jóvenes también humildes que reciben la oportunidad de estudiar. Esos jóvenes no van a estar meses, van a
estar años.
Y los instructores artísticos de las muchachas, son
también alumnos de un curso especial que se preparó para la enseñanza
secundaria. Piensen lo que significará,
qué frutos arrojará el trabajo de los instructores de arte en esa escuela, el
trabajo de los instructores de educación física, cuando trabajarán con miles de
jóvenes, no durante unos meses, sino con la oportunidad de trabajar durante
años; ¡cuántos coros podrán organizarse solo allí, cuántos grupos de teatro,
cuántos grupos de baile, cuántos magníficos atletas, cuántos magníficos
gimnastas!
Es decir que lo que se ha logrado en tan breve tiempo
con ustedes, nos enseña a nosotros las extraordinarias posibilidades que hay
con los jóvenes que ingresan en esas escuelas.
Y nos demuestra, nos enseña, nos permite ver cómo será la vida futura de
nuestra juventud, cómo estará organizada nuestra enseñanza, cómo cada centro de
enseñanza no será ya un lugar donde las jóvenes se reúnen, estudian con desgano
y se aprenden de memoria los libros, sino que serán centros de vida cultural
amplia y sana; no solo centros de instrucción, sino centros de formación
física, centros de preparación revolucionaria, centros de formación de conciencia
en el espíritu creador y de trabajo de la Revolución. Porque un problema nos faltaba resolver con
respecto a esos jóvenes; son jóvenes humildes además; jóvenes que de otra
manera jamás habrían podido estudiar en una de esas escuelas. Antes estudiaban, en las pocas escuelas que
había, hijos de familias ricas, jóvenes que no tenían idea, siquiera, de lo que
era pasar trabajo, jóvenes desganados, jóvenes sin incentivo para luchar. Y, en cambio, esos jóvenes que llenarán las
incontables y gigantescas escuelas de la Revolución, serán jóvenes humildes,
con un gran incentivo y un gran interés, cada uno de los cuales sabrá
justipreciar la gran oportunidad que se le presenta ante su vida, cada uno de
los cuales traerá a la escuela el recuerdo de sus hermanitos, el recuerdo de
sus padres humildes y pobres. Cada uno
traerá en su mente la necesidad de aprovechar el tiempo para ayudar a su país y
para ayudar a los suyos.
Esos jóvenes van a vivir en condiciones decorosas, en
magníficas casas, que si son tan buenas, la culpa no la tenemos nosotros, la
culpa la tienen aquellos señores que gastaban tantos millones de pesos en hacer
palacetes, pero las casas son magníficas, cómodas. En todas habrá las condiciones necesarias, recibirán
una buena alimentación, recibirán ropa también, asistencia médica, vivirán
confortable y saludablemente, estudiarán, realizarán actividades artísticas, lo
que contribuirá extraordinariamente a la alegría, al espíritu sano, al espíritu
libre y fraternal de nuestra juventud.
Pero nos preocupaba algo. ¿Y si después que estos jóvenes de familias
humildes cambian de condiciones de vida y se pasan largos años en las escuelas
sin contacto con el trabajo, sin contacto con el medio social, no se
acostumbrarán a vivir bien?; ¿qué hacer?
Había que encontrar una solución, había que idear algo, algún trabajo,
como se hace en las granjas infantiles.
Sí, pero no había tierra, en esos repartos no hay tierra para realizar
trabajos agrícolas. ¿Qué hacer? Y entonces surgió una idea, y es la idea de
que todos los años, durante dos meses, los estudiantes becados realicen
trabajos manuales. ¿Dónde? En las fábricas, en distintos centros, si
son, por ejemplo, estudiantes de ingeniería, estudiantes técnicos, en las
fábricas. ¿Y si son estudiantes
secundarios? ¿Dónde encontrar trabajo
útil? Y entonces surgió una idea, una
idea que, además de ser útil a la juventud, de hacerles entrar en contacto con
el trabajo todos los años para que no se fuesen a educar demasiado cómodos,
para que no se fuesen a olvidar del esfuerzo y del deber del trabajo... ¿Qué trabajo?
Pues surgió también una idea útil.
Ya empezábamos a tener problemas en nuestros campos
con la recogida de café todos los años.
Ustedes, que son de las montañas de Oriente y de las montañas del
Escambray, saben que hay que recoger el café todos los años; saben, además, que
los que iban a recoger el café eran los obreros de los centrales azucareros, de
las colonias cañeras, que trabajaban en la zafra tres o cuatro meses, que
después hacían algunas limpias, pero que después permanecían meses y meses sin
trabajar, y entonces tenían que caminar leguas y leguas hacia las montañas,
llevar con ellos a sus mujeres y a sus hijos pequeños, hacerlos también
caminar, alojarse en cualquier sitio, y trabajar dos o tres meses recogiendo
café.
Pero ya hoy no hay ese obrero desempleado, ya hoy no
hay ese obrero de las colonias y latifundios azucareros que trabajaban tres o
cuatro meses solamente; hoy los 120 000 obreros que trabajaban en los
latifundios cañeros, trabajan durante todo el año en las cooperativas, y ya no
hay en nuestros campos desempleados, porque los que no trabajan en las
cooperativas trabajan en las granjas, y ya no tienen necesidad de caminar
leguas y leguas, días y días, con sus familiares a rastro, para ir a ganarse la
vida recogiendo café en las montañas. ¿Y
qué hacer entonces? ¿Cómo recoger el
café?
Pues bien, ahí está la solución: que esos jóvenes becados, después que pase el
curso, después que tengan sus vacaciones también, entonces se vayan dos meses a
las montañas a recoger el café (APLAUSOS).
Irán también en brigadas, como fueron los alfabetizadores, bien
organizados, bien disciplinados, y matarán dos pájaros de un tiro; recogerán el
café y al mismo tiempo todos los años tendrán contacto con el campo, tendrán
contacto con el trabajo; trabajarán, y sabrán apreciar las diferencias entre la
residencia cómoda y el sitio donde tengan que acampar en las montañas.
Nosotros sabemos, desde luego, que eso —para la gente
joven— es casi también unas vacaciones, pero contribuirá a educar a la juventud
en el espíritu del estudio, en el espíritu del trabajo, y en el espíritu de
confraternidad con el pueblo.
Desde luego, a los jóvenes estudiantes tenemos que
organizarlos; es necesario que los jóvenes más destacados de todos los centros
secundarios, aunque no sean becados, los jóvenes de vanguardia, los más
conscientes, los más revolucionarios, organicen también sus brigadas en las
vacaciones, para realizar determinados trabajos, y con eso resolvemos un
problema, sobre todo el problema de las montañas, movilizando la juventud, y
esa será una tarea importante que tendrá la Asociación de Jóvenes Rebeldes.
Pues bien, el acto de esta noche nos permite tener una
idea de cómo se va a educar nuestra juventud.
Ahora bien, ustedes van a regresar a los campos; ustedes regresan con
los conocimientos adquiridos en estos meses; cada una de ustedes recibirá,
también, una máquina de coser (APLAUSOS).
Ahora ustedes tienen también una tarea que realizar, y, ¿están
preparadas para realizar esa tarea?
(EXCLAMACIONES DE:
"¡Sí!") ¿La van
a cumplir? (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!") ¿Cuál es esa tarea? (EXCLAMACIONES DE: "¡Enseñar!") Enseñar, ¿enseñar a quiénes? (EXCLAMACIONES.) A las campesinas que no pudieron venir a
estudiar.
Lo que ustedes aprendieron lo pueden enseñar con los
métodos que han aprendido, con la máquina de coser que van a recibir. Dondequiera que lleguen, tienen que
organizar, inmediatamente, un grupo de campesinas, y enseñarles también a
coser, para que se hagan la ropa, para que hagan la ropa de sus hijos, para que
se puedan vestir mejor, ya que no hay nada más hermoso que ver a los niños en
el campo bien vestidos, y ustedes han aprendido con qué poca cosa se hace un
bonito vestido; con qué poca cosa se hace una ropita de niño, con qué poca cosa
se puede ayudar a mejorar la vida en nuestros campos.
Ustedes son 3 000.
Si cada una de ustedes pudiera enseñar a diez, serían 30 000. Ustedes, desde luego, no son las únicas, ya
se graduaron cerca de 1 000 la primera vez.
Hoy son 3 000, y en el mes de diciembre se van a graduar 8 000
(APLAUSOS), 8 000 más en el próximo mes, lo que significa que si cada una de
las 12 000 enseña a 10, serán 120 000 campesinas que aprenderán también a
coser.
Es así como debemos trabajar; es así como debemos
ayudar a preparar a nuestro pueblo; es así como se puede avanzar; es así como
se pueden ir mejorando las condiciones de vida de toda la nación; es así como
tenemos que luchar por nuestros campos.
Desde luego que ya en el futuro no habrá analfabetos
en los campos, ya no habrá niños sin escuelas.
Esas 815 jóvenes que se alfabetizaron son una prueba de algo. ¿Qué prueba eso? Prueba que no había escuelas en nuestros
campos; prueba que esas 815 jóvenes jamás habrían aprendido a leer ni a escribir
sin la Revolución; prueba la falta de maestros.
Mas, en el futuro no será así.
¡Ya no hay ni habrá jamás niños sin escuelas!; y no solo aprenderán a
leer y escribir, sino que también aprenderán el 1er grado, el 2do grado, el 3er
grado, y tendrán oportunidad de llegar al 6to grado.
¿Y qué puede ocurrir con uno de los hermanitos de
ustedes que llegue al 6to grado y viva en las montañas, donde no hay escuelas
superiores, donde no hay institutos?
Pues bien, a eso se refería Pepe.
Pepe dice que en su visita por los campos todas las familias le pedían
becas y Pepe les decía:
"Imposible poder trasladar a todos los muchachos a estudiar
a La Habana, tengan calma; hay que estudiar en la escuelita con el maestro, y
después que estén en 6to grado, el que tenga cualidades y desee seguir
estudiando, pues entonces recibirá una beca." Y no sería extraño que algunos hermanitos de
ustedes, dentro de algunos años, vayan a estudiar donde mismo han estado
estudiando ustedes, vayan a Tarará convertida en ciudad escolar —de secundaria
básica en los próximos años y más adelante en escuela de maestros primarios, de
acuerdo con los planes—; y que algunos hermanitos de ustedes, si se aplican en
la escuela, y ustedes ahora que han tenido la oportunidad de ver y de comprender
estas cosas, deben estimular a los niños a que estudien, a los amigos y a los
hermanitos, para que ellos tengan oportunidad de estudiar también el día de
mañana en esos magníficos centros escolares de que hablábamos.
Pero, en un futuro más lejano ni siquiera eso, ni
siquiera tendrán que venir a la capital.
Avanza ya y se convierte en gigantesco e impresionante centro nuevo y
moderno la Ciudad Escolar "Camilo Cienfuegos" de la Sierra Maestra
(APLAUSOS). Cientos de niños estudian ya
allí; miles de niños ya comenzarán a estudiar el próximo año. Los mejores alumnos de las escuelas rurales
irán a las ciudades escolares. Aquella
es la primera, aquella es el plan piloto, y todo parece indicar que será una
formidable institución. Y entonces, los
mejores alumnos de las escuelitas rurales irán a la ciudad escolar. Y entonces allí recibirán distintas
enseñanzas, de acuerdo con su vocación, estudiarán y producirán, se
autoabastecerán de todo lo que necesiten, y así se lleva adelante la aspiración
de organizar y levantar aquel centro con capacidad para 20 000 niños.
Es decir que muchas de ustedes, que son de las
montañas de Oriente, quizás también algún día vean a un hermano o a un primo de
los más pequeños hoy que lleguen también a alcanzar la oportunidad de distinguirse
en la escuelita rural y recibir como premio una beca para la Ciudad Escolar
"Camilo Cienfuegos".
Sobre esas bases firmes se está edificando el futuro
de la patria. Pero, se preguntarán
ustedes, ¿y nosotras, nosotras qué oportunidad tendremos?; se preguntarán
ustedes, ¿podremos estudiar?, ¿habrá para nosotras nuevas oportunidades, o será
tan solo esta oportunidad? ¿Será esta la
única oportunidad que la Revolución nos dé a las que queramos seguir
estudiando? ¡No, no es la única
oportunidad! Desde luego que, en el
próximo año, los cursos de corte y costura no serán tan masivos, en primer
lugar porque ya este año se han graduado enormes contingentes; en segundo
lugar, porque nuevos planes de educación ocuparán los espacios que este año
ocuparon las campesinas. Pero siempre se
mantendrá un número, se mantendrán centros para continuar estos planes de
educación de las campesinas, similares a los planes que ustedes han
recibido. Pero, además, ustedes tendrán
nuevas oportunidades.
Ahora regresan y cumplen el compromiso de trabajar
durante seis, ocho o diez meses; y después, aquellas que deseen seguir
estudiando, entonces recibirán también la oportunidad de seguir estudiando
(APLAUSOS). Por lo pronto, en la Escuela
de Instructores de Arte ingresarán de 200 a 300 de ustedes, ya que de cada 1
000 se seleccionan de 80 a 100 jóvenes, las que tengan mayores facilidades para
ingresar en la escuela de arte de un curso de dos años, para que después vayan
al campo también a enseñar a cantar, a bailar y a hacer alegre la vida en
nuestros campos.
Para todos hay una oportunidad en la Revolución, para
todos; todos tienen su oportunidad. Y la
Revolución es precisamente eso: la oportunidad para todos por
igual. Y la Revolución va alcanzando su
ambicioso propósito de dar a todos las oportunidades de estudiar, de
prepararse, de superarse, de desarrollar su inteligencia, su salud, de forjar
un porvenir donde se unen los supremos intereses de la patria con las
aspiraciones naturales de todo ser humano.
Y si aun no hubiese oportunidad para todos, para todos
absolutamente; si aun quedan núcleos de jóvenes o niños sin la oportunidad, la
Revolución no descansará hasta que haya esa oportunidad para todos,
absolutamente para todos (APLAUSOS).
Esa es la Revolución; esa es la Revolución que ustedes
han tenido la oportunidad de ir comprendiendo cada día con la experiencia de la
propia vida; esa es la Revolución que trabaja creando la patria del futuro; esa
es la Revolución que crea un porvenir para nuestro pueblo. Ustedes no solo han aprendido a coser y han
aprendido a leer y escribir las que no sabían; han vivido meses en nuestra
capital, han participado de numerosos actos, de grandes desfiles, desfiles
atléticos, grandes actos multitudinarios; han tenido oportunidad de ver muchos espectáculos
en el teatro, en el cine; han tenido oportunidad de ampliar el conocimiento de
cada una de ustedes, y vuelven al campo, vuelven a donde miles y miles de
personas, cientos de miles de personas no han tenido esas oportunidades de
ampliar su mente y su experiencia, no han tenido esas oportunidades de ver, de
ver todo lo que ustedes han visto, de ver todo lo que ustedes han aprendido.
Y donde ustedes regresen no deberán limitarse solo a
enseñar a coser; tienen que hacer todo lo que puedan a favor del pueblo, tienen
que hacer todo lo que puedan a favor de la escuela. Y si alguna familia no manda a su hijo a la
escuela, luchar y luchar hasta persuadirla de que no cometa con el niño el
crimen de dejarlo sin escuela; explicar lo que sepan, organizar al pueblo,
ayudar a las organizaciones, a los pioneros, a los jóvenes rebeldes, a la
federación de mujeres, a los Comités de Defensa de la Revolución, a las
asociaciones campesinas, a las organizaciones revolucionarias, a las milicias,
a la escuela. Tienen que sumarse a las
organizaciones y trabajar en ellas.
Ustedes viven en las montañas, la mayor parte; allí
viven los pequeños agricultores, allí deben ser fuertes las asociaciones
campesinas. Allí irán también los
contrarrevolucionarios, si es que alguno se embulla, o los parlanchines y los
intrigantes, a regar mentiras. Y al
igual que antes les decían a los familiares de ustedes que las iban a llevar
para el extranjero, dirán otras cosas; dirán que les van a quitar las tierras a
los campesinos, dirán que los van a cooperativizar.
Y es, en todos esos casos, donde ustedes deben
salirles al paso y decirles:
“Miren: nosotros somos
hijas de pequeños agricultores; nuestros padres pagaban renta y la Revolución
libró a nuestros padres de la explotación de la renta que pagaban a los
latifundistas (APLAUSOS); y si no pagaban renta, vivían amenazados de desalojos
por los latifundistas y hoy tienen la tranquilidad de poder trabajar sin miedo
en su tierra."
Y ustedes les dirán: "Miren: antes no teníamos dinero para trabajar;
nuestros padres tuvieron que iniciar los cultivos de estas tierras con miles de
trabajos."
Las habrá entre ustedes que puedan decir, además que
cuando niñas tuvieron que caminar leguas y leguas, vivir semanas enteras
comiendo vianda sin grasa. Las habrá
entre ustedes que puedan recordarles que cuando niñas tuvieron que ir con los
padres a ganarse un sustento, un jornal de un peso en los llanos, para comprar
sal y para comprar viandas, e ir a trabajar otra vez en las montañas, para así
ir fomentando un cultivo de café o de cacao.
Tan cierto estoy de eso, como nos lo probaba el hecho de la niña vestida
de pionero, niña campesina; hija de Prieto, pequeño agricultor de la Sierra
Maestra, en cuya casa más de una vez, en los días difíciles de la guerra, recibimos
generosa acogida. Y esa niña, que hoy
tiene 10 años, tenía seis años; y Prieto cultivó así su pedacito de tierra, y
así casi todos los campesinos de las montañas:
pasando miles de trabajos, porque nadie los ayudó, y muchas veces así,
con miles de trabajos, fundaban su centro, creaban su medio de vida, y siempre
oían decir que venía tal compañía o más cual compañía y los iba a desalojar, o
que iba a ir la Guardia Rural, y no tenían crédito, porque el crédito se lo
daban a los que tenían mucho; a los que tenían poco, a los que no tenían
papeles de dueño, a los que no tenían todavía producción, no les daban crédito,
y a los que les daban crédito se lo cobraban a un alto interés, y los productos
se los compraban barato, y los artículos de consumo se los vendían caro a los
campesinos.
Y por eso habrá quien les pueda decir: "No solo libró
la Revolución del pago de rentas a mis padres, sino que además les ha dado
créditos para que siembren, y para que trabajen; les ha dado créditos para que
lo pague, cuando es para sembrar café, o cacao, o fomentar algo, para que lo
pague en tres, en cuatro, en cinco o en diez años (APLAUSOS). Y le podrá decir al intrigante: "Hoy mi
familia tiene asegurado el pago de la cosecha, y el precio bueno." Y le podrá decir: "Antes aquí no había maestros, y
hoy hay maestros; antes aquí nadie sabía leer ni escribir, y hoy todo el mundo
sabe leer y escribir; antes por aquí no venía nunca un médico, y hoy tenemos un
hospital a pocos kilómetros de aquí (APLAUSOS); antes no teníamos caminos, y
hoy tenemos caminos, y los que no tenemos todavía caminos, sabemos que la
Revolución seguirá trabajando, para ayudarnos."
Y le podrán decir cómo ya no hay miedo al explotador,
ni miedo al desalojador, ni miedo al esbirro, ni miedo al extorsionista, ni
miedo a nadie; y cómo hoy suyas son las montañas, cómo hoy la nación lo ayuda,
y cómo eso ha hecho la Revolución; y que la Revolución nunca obligará a ningún
campesino a entrar en una cooperativa.
La Revolución respetará el derecho del pequeño agricultor, todo el
tiempo que quiera trabajar, toda la vida si lo desea, como pequeño agricultor.
Y les podrán decir ustedes a los intrigantes: "No, no venga aquí con chismes ni con
mentiras, que la Revolución es amiga del pequeño agricultor campesino, que la
Revolución ayuda al pequeño agricultor campesino, que la Revolución garantiza
un porvenir extraordinario a mis hermanitos, que la Revolución garantiza un
porvenir mucho más feliz a los niños de nuestros campos.
Y le podrá decir cada una de ustedes al intrigante y
al charlatán que se presente por los campos:
"¡No hable usted tonterías, que el obrero de la ciudad es mi
hermano (APLAUSOS), que el obrero de la ciudad es mi aliado!, y mi padre,
pequeño agricultor, miembro de la asociación campesina, es aliado del obrero
que trabaja en el central azucarero, o en la metalúrgica, o en las fábricas
textiles, o en cualquier fábrica; que el obrero que trabaja en la granja del
pueblo es su aliado, que el cooperativista que trabaja en la cooperativa es su
aliado." Porque la Revolución es
eso: ¡La hermandad, y la alianza
estrecha en defensa de sus intereses, de los campesinos y de los obreros! (APLAUSOS.)
El pequeño agricultor trabaja, produce, contribuye a
aumentar la cantidad de café, de tabaco o de cacao que podemos consumir, o que
podemos exportar; o frutos, o viandas.
Con su esfuerzo y con el esfuerzo de su familia, ayuda al país, ayuda a
la Revolución.
Estas cosas son cosas que ustedes deben saber, para
que ustedes tengan la respuesta pronta, inteligente y enérgica, para los
calumniadores, para los intrigantes contrarrevolucionarios, para los regadores
de bolas y de mentiras; hacerle frente siempre al enemigo de la patria, al
enemigo de la patria que a veces la puede combatir con una bomba, o con un arma
homicida, ¡pero que a veces también pretende clavarle a la espalda de la patria
el puñal de su lengua traicionera!
(APLAUSOS.)
Combatir, combatir a los gusanos de lengua, salirles
al paso, discutirles, explicarles; y cuando vengan con sus intrigas porque falte
algo, díganles: "¡Sí,
puede ser que hoy falte algo, porque antes eran pocos los que comían, pocos los
que vestían y pocos los que calzaban!
(APLAUSOS); muchos los que no trabajaban, muchos los que no encendían el
fogón, muchos los que nunca les podían poner un par de zapatos a sus hijos; y
hoy todos trabajan, hoy todos comen, así que si algo falta, falta ahora, no
faltará mañana; no faltará mañana, cuando las nuevas fábricas estén en
producción, no faltará mañana, en la misma medida en que crezca vertiginosamente
nuestra economía; y si falta hoy algo, ¡no importa que falte hoy, cuando lo que
hay tienen derecho a disfrutarlo todos y no unos cuantos, como ayer! (APLAUSOS.)
Y no importa que falte algo, cuando ya no hay analfabetos en nuestra
patria; no importa que falte algo, cuando cualquier niño tiene derecho a su
escuela, cuando cualquier joven tiene derecho a su instituto, cuando cualquier
joven tiene derecho a su universidad, y cuando hoy cualquier niño puede estar
llamado a ser un gran ingeniero, un gran técnico, o un gran conductor de su
pueblo, un gran médico, un gran maestro, un gran artista."
Hoy, cuando esa oportunidad existe para todos los
niños de nuestro país, bien se le puede decir: "No importa que en estos años
tengamos que hacer algunos sacrificios; y si más sacrificios tenemos que hacer,
¡más sacrificios haremos!"
(APLAUSOS.)
Ustedes bien podrán decirles: "Somos de las montañas, y en las
montañas se luchó; somos de las montañas, y en las montañas pudimos presenciar
el sacrificio; somos de las montañas, y durante meses, años, la tiranía nos
bloqueó y no nos dejaba pasar alimentos, y muchas veces vimos a los
combatientes hambrientos, y a los combatientes descalzos, y vimos cómo los
pueblos, en los momentos de lucha heroica, se olvidan de las comodidades, y,
olvidados de las comodidades son capaces de vivir años enteros, con tal de
lograr el futuro; porque el futuro pertenece, no a los que se resignan, sino a
los que luchan por ese futuro, a los que combaten, ¡a los que están dispuestos
a pagar por un mañana mejor el precio que el presente les exija! (APLAUSOS.)
Y ustedes les podrán decir que vivieron en las
montañas, y que en las montañas quedó la tradición de lucha.
Y así actuar, así luchar. En muchos sitios encontrarán todavía que hay
muchas cosas por hacer, muchos puntos donde avanzar todavía. En muchos sitios podrán encontrarse muchas
cosas que no son las ideales, podrán encontrarse incluso errores,
deficiencias. Contra los errores hay que
luchar, contra las deficiencias hay que luchar.
No, nuestra patria no es todavía, ni mucho menos, un
paraíso. Por eso, para hacer un paraíso
de la patria, hay que luchar, y no desalentarse nunca cuando vea o le parezca
que marcha lento, no desalentarse nunca cuando algunas cosas tarden, no
desalentarse nunca cuando vemos a gente indiferente, a gente sin
conciencia. No, ¡contra eso también hay
que luchar! Hay que inyectar ánimo, hay
que inyectar entusiasmo, hay que enfrentarse a las dificultades.
Y eso tienen que hacer ustedes: las que vayan con intención de volver a
estudiar, o las que vayan con intención ya de quedarse trabajando, o las que
vayan y hagan como la joven de hoy, que se casó aquí esta noche, para darle más
emotividad todavía a este acto. Esa joven
también cumplirá su compromiso de enseñar corte y costura. Y si se queda a vivir aquí con el esposo, en
la capital, en la capital tiene que cumplir su compromiso de enseñar 10 mujeres
a coser (APLAUSOS).
Y ese es el trabajo que ustedes deben hacer: luchar en todo, en todo lo que vean mal, en
todo lo que vean deficiente, luchar por mejorarlo, luchar por superarlo. Ya que al regresar ustedes, no pensamos
solamente que regresan 3 000 maestras de corte y costura, sino que regresan,
también, 3 000 jóvenes revolucionarias a nuestros campos (APLAUSOS). Y como revolucionarias habrán de comportarse
siempre, siempre presente que hay que luchar, que hay que trabajar; siempre
presente que queda mucho por hacer, y que al igual que ustedes ya han recibido
algunos de los beneficios de la Revolución, hay que trabajar generosamente para
que cada cubano llegue a recibir iguales y mayores beneficios, para que cada
cubano tenga iguales y mayores oportunidades de aprender, de educarse, de
capacitarse, de superarse, de luchar —hombro con hombro— por el progreso de su
patria; siempre presente que nuestro pueblo ha tenido que pagar un precio alto
por sus triunfos, que nuestro pueblo ha tenido que pagar un alto precio por
conquistar este derecho a crear el porvenir.
Que antes fue necesario destruir las barreras, fue necesario aniquilar
la tiranía, fue necesario erradicar el vicio y la politiquería, la corrupción y
la explotación de nuestra vida; fue necesario instaurar un régimen
revolucionario, un gobierno revolucionario del pueblo, donde el ciudadano
humilde de la patria pudiera pronunciar el verso que nos leyó el Indio Naborí: "El Estado
ahora soy yo." Y poder decir así
cada ciudadano, como expresión de que la patria y sus riquezas son suyas; la
patria, y las oportunidades grandes que la patria tiene, son suyas. Y que para eso tuvieron que luchar los
cubanos, que para eso tuvieron que morir muchos cubanos, no solamente para
conquistar un triunfo un día 1ro de enero, sino para defender ese triunfo un
17, un 18 y un 19 de abril, en las costas de Playa Girón (APLAUSOS).
Siempre presente que para tener el derecho a seguir
marchando hacia adelante, tenemos que estar dispuestos, cuantas veces sea
necesario, a pagar el precio de sacrificio y de heroísmo que la patria nos
exija.
Pero cada día estaremos mejor preparados en todos los
órdenes, cada día estaremos más instruidos, cada día tendremos más conciencia
revolucionaria. Y así, cada una de
ustedes será, en cada sitio, en cada hogar, como una inyección de entusiasmo,
una inyección de espíritu revolucionario.
Por eso nos sentimos hoy contentos, nos sentimos
felices; por eso, nos sentimos contentos de pensar que pronto recibirán los
campos otro refuerzo, de otras 8 000 jóvenes como ustedes (APLAUSOS). Así, con esa impresión, nos despedimos de
ustedes. Sabemos que muchas volverán a
estudiar, que otras muchas veces nos seguiremos ayudando, todos mutuamente: la Revolución, los
dirigentes de la Revolución y el pueblo.
Siempre podrán cumplir con su deber, dondequiera que
estén: en la
escuela o en el campo. Y nosotros sabemos
que no trabajamos en vano, nosotros sabemos que estos cimientos son sólidos, y
nosotros sabemos lo que decía la joven: que ustedes nunca olvidarán —no a mí—,
nunca olvidarán a la Revolución, nunca olvidarán a la patria, nunca olvidarán
el deber, y que sabrán cumplir la consigna de la Revolución de:
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)