DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO Y PRIMER SECRETARIO DE LAS ORI, EN
LA CLAUSURA DEL CONGRESO DE LA ASOCIACION DE JOVENES REBELDES, EN EL STADIUM
LATINOAMERICANO, EL 4 DE ABRIL DE 1962.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros y
compañeras:
Este acto tiene para nosotros especial significación y
nosotros, nosotros somos la generación —estamos hablando de nosotros— la
generación de revolucionarios más viejos, es decir, la generación adulta de
revolucionarios.
Y para nosotros, sencillamente, los que les llevamos
un poco de años a ustedes, este acto tiene especial significación, porque este
acto es como una cristalización de lo que la Revolución quiere, es como si se
cristalizara la esperanza de la Revolución.
¿Por qué hacemos Revolución? ¿Hacemos Revolución para nosotros? ¡No!, hacemos Revolución para ustedes
(APLAUSOS). ¿Hacemos Revolución por
nosotros? ¡No!, hacemos Revolución por
ustedes. ¿Podemos hacer Revolución con
nosotros? ¡No!, podemos hacer Revolución
con ustedes (APLAUSOS).
La Revolución que estamos haciendo nosotros no es la
Revolución que nosotros queremos; la Revolución que nosotros queremos es la
Revolución que van a hacer ustedes. La
sociedad que nosotros vivimos no es la sociedad que nosotros queremos. La sociedad que nosotros queremos es la
sociedad en que van a vivir ustedes.
A nosotros nos ha correspondido el privilegio o el
derecho de empezar a hacer esa Revolución, a nosotros nos ha correspondido la
oportunidad de comenzar. A ustedes sí
que les corresponderá el privilegio de llevarla adelante. A nosotros nos han correspondido tal vez los
momentos más duros, los más difíciles; nos ha tocado el momento de la
Revolución en que las ideas tienen que abrirse paso por entre el bosque de los
prejuicios, de los hábitos, de las costumbres y de las ideas de la sociedad
vieja.
A nosotros nos ha correspondido lidiar con toda la
herencia que nos dejó el pasado. Pero en
cambio confesamos que nosotros sentimos una emoción profunda; nosotros sentimos
una compensación muy grande cuando empezamos a ver en ustedes, cuando empezamos
a ver en este contingente inmenso de jóvenes, los frutos de la Revolución que
estamos haciendo. Cuando empezamos a ver
en esta muchedumbre de jóvenes al pueblo de mañana; cuando empezamos a ver en
ustedes la imagen del porvenir, cuando empezamos a ver en ustedes la justeza de
la obra de la Revolución.
Nuestros jóvenes, los jóvenes cubanos tienen un
derecho muy grande a todo el cariño del pueblo, a la admiración del pueblo, al
respeto del pueblo. Nuestros jóvenes,
los jóvenes cubanos tienen muchas razones para sentirse orgullosos, tienen
muchas razones para sentirse satisfechos.
¿Por qué miramos con admiración a los jóvenes?, ¿por qué
miramos con cariño a los jóvenes?
Miramos con admiración y con cariño a los jóvenes porque los jóvenes han
hecho mucho por esta Revolución nuestra (APLAUSOS), porque los jóvenes han
escrito páginas de heroísmo muy grande en esta Revolución nuestra; porque los
jóvenes nos han dado sobradas razones en todos los órdenes para tener fe en los
jóvenes. Por todo lo que han hecho los
jóvenes, por todo lo que han hecho en la historia de nuestra patria, por todo
lo que han hecho en la historia de nuestra Revolución, es por lo que nosotros
creemos en los jóvenes, creemos en los jóvenes, creemos en los jóvenes —y lo
repito— porque creer en los jóvenes significa una actitud, creer en los jóvenes
significa un pensamiento.
Creer en los jóvenes determina una conducta, y la
conducta de nosotros, dirigentes revolucionarios, no sería la misma; si no
tuviésemos fe en los jóvenes, si no creyésemos en los jóvenes, nuestra conducta
y nuestra actitud sería distinta; nuestro trabajo con los jóvenes sería
distinto y los resultados, de no creer o de creer, serían también muy
distintos.
Es necesario que creamos en los jóvenes. Creer en los jóvenes no es ver en los jóvenes
a la parte del pueblo simplemente entusiasta; no es ver en los jóvenes a
aquella parte del pueblo entusiasta pero irreflexiva; llena de energía, pero
incapaz, sin experiencia. Creer en los
jóvenes no es ver a los jóvenes simplemente con ese desdén con que muchas veces
las personas adultas miran hacia la juventud.
Creer en los jóvenes es ver en ellos además de
entusiasmo, capacidad; además de energía, responsabilidad; además de juventud,
¡pureza, heroísmo, carácter, voluntad, amor a la patria, fe en la patria! (APLAUSOS), ¡amor a la Revolución, fe en la
Revolución, confianza en sí mismos!, convicción profunda de que la juventud
puede, de que la juventud es capaz, convicción profunda de que sobre los
hombros de la juventud se pueden depositar grandes tareas.
Creer en la juventud es ver en la juventud la mejor
materia prima de la patria, la mejor materia prima de la juventud, de la
Revolución; creer en la juventud es mirar todo lo que nuestra juventud puede
hacer; es ver en esa juventud los dignos continuadores de la obra
revolucionaria; es ver en la juventud a mejores continuadores o constructores
de la obra revolucionaria mejores todavía que nosotros mismos.
Creer en la juventud es ver en ellos la generación del
mañana, una generación mejor que nuestra propia generación, una generación con
muchas más virtudes y muchos menos defectos que las virtudes y los defectos de
nuestra propia generación.
Porque creemos en los jóvenes, es porque tenemos una
determinada actitud ante los jóvenes.
Pero es que los jóvenes de nuestro país se han ganado esa fe; los
jóvenes de nuestro país se han ganado ese derecho a nuestra admiración.
Nuestra juventud, en la lucha contra la tiranía dio
todo su esfuerzo; nuestra juventud rindió, en aras de la Revolución y de la
patria, un altísimo tributo de sacrificio, de sangre y de vida. La historia de la Revolución, la historia de
la lucha del pueblo contra la tiranía, está escrita con la lista interminable de jóvenes que cayeron en esa
lucha, está escrita con la lista interminable de los que murieron (APLAUSOS),
interminable lista de héroes, interminable lista de combatientes que cayeron,
luchando frente a los opresores, en las ciudades, en los campos, en las
montañas y en todos los frentes de batalla.
Pero, esa misma juventud no solo escribió páginas de
heroísmo en la lucha contra los opresores y por la conquista del poder, sino
que ya en el poder la Revolución nuestros jóvenes han escrito páginas
igualmente brillantes y heroicas en la lucha defendiendo a la patria frente al
imperialismo y en la lucha por llevar adelante la Revolución.
Fueron jóvenes los que se inscribieron en los contingentes
de maestros para ir a enseñar a las escuelas de las montañas; fue un joven,
Conrado Benítez (APLAUSOS), el primer mártir en la lucha contra la incultura; y
fue otro joven, Manuel Ascunce (APLAUSOS), quien diera su vida heroicamente
frente a las bandas del imperialismo durante la Campaña de Alfabetización.
Nuestros jóvenes se han distinguido singularmente en
la defensa de la patria. Fueron jóvenes
de 15 a 20 años nuestros artilleros antiaéreos (APLAUSOS), que con tan
extraordinario valor se enfrentaron a los aviones enemigos; fueron igualmente
jóvenes nuestros artilleros antitanques (APLAUSOS). Y de nuevo, en los combates por defender la
Revolución de los ataques del imperialismo, los jóvenes pagaron también un alto
tributo de vidas. Pero no solo en el
combate, no solo en la guerra, sino también que nuestros jóvenes en las tareas
pacíficas, en la obra creadora de la Revolución, han escrito también una de las
tareas más gloriosas, cual fue su aporte de 100 000 brigadistas para erradicar
en un año el analfabetismo en nuestra patria (APLAUSOS).
¡¿Y qué página más hermosa que ésta, qué tarea más
útil que ésta?!: el
hecho de que 100 000 jóvenes cubanos, en un país relativamente pequeño, hayan
respondido al llamamiento y se hayan marchado a las montañas, y hayan
permanecido allí durante largos meses, y hayan cumplido la tarea que se les
encomendó, y que justifica todo el prestigio de nuestra juventud y toda la fe
que nosotros tenemos en nuestros jóvenes.
Hemos querido señalar estos hechos, porque necesitamos
que la juventud cubana sea consciente de esto, necesitamos que la juventud
cubana tenga una gran fe en sí misma y que la juventud cubana tenga una gran
conciencia de su extraordinaria responsabilidad. Todo lo que hemos dicho no significa sino que
tenemos una gran juventud, que tenemos una gran materia prima, que sobre esa
base, sobre esa materia prima ha de trabajar la Revolución.
La Revolución necesita que cada joven tenga en sí
mismo una gran confianza, la Revolución necesita que cada joven tenga en sí
mismo un alto sentido de la responsabilidad, la Revolución necesita que cada
joven tenga un alto nivel de preparación política, que cada joven encierre un
gran entusiasmo, que cada joven trate de forjarse un carácter, que cada joven
trate de hacer de sí mismo un gran revolucionario. Con todas esas virtudes, con todas esas
características de nuestra juventud, debemos trabajar.
¿Todo lo que hemos dicho significa acaso que cada
joven deba sentirse ya un revolucionario?, ¿que cada joven se considere ya un
gran revolucionario?, ¿que cada joven se considere ya un revolucionario
formado, un revolucionario completo? ¿Sí
o no? ¿Se considera cada joven ya un
revolucionario completo? (GRITOS DE: “¡No!”) ¡No!
¿Por qué, compañeros, por qué todavía no se puede considerar ningún
joven un revolucionario completo? Porque
el revolucionario tiene que hacerse, el revolucionario tiene que forjarse. Lo que es muy importante que tengamos una
visión clara de lo que debe ser un joven revolucionario.
¿Y quiénes tendrán derecho a llamarse Jóvenes
Comunistas? ¿Es acaso un extremismo
bautizar la organización juvenil con el nombre de Unión de Jóvenes
Comunistas? ¡No! ¡No!
Porque, precisamente, la función de esa organización es formar jóvenes
que tengan una actitud comunista ante la sociedad y ante la vida; de formar
jóvenes que han de vivir en una sociedad nueva, en una sociedad distinta, en
una sociedad muy diferente de la sociedad en que hemos vivido. La misión de esa organización es formar
jóvenes capaces de construir esa sociedad y de vivir en esa sociedad.
Nuestra actual generación no está capacitada para
vivir en esa sociedad, nuestra actual generación no está preparada para vivir
en esa sociedad. Nuestra actual
generación es una generación que creció y se educó bajo la sociedad
capitalista.
La sociedad capitalista era la sociedad de la
explotación, en primer lugar, la sociedad del privilegio, la sociedad de la
discriminación, la sociedad de la desigualdad, la sociedad del egoísmo, la
sociedad en que el hombre era el enemigo del hombre. En esas ideas, en esas costumbres se educó
nuestra generación, con toda la secuela de prejuicios, de privilegios, de
desigualdades y de egoísmos que en el carácter y en la mente de cada ciudadano
tenía que grabar esa sociedad.
La existencia de clases explotadas y de clases
explotadoras trajo consigo esa tremenda pugna de intereses, esa tremenda lucha
de clases, ese choque de intereses, ese choque de clases que deja también
hondas huellas en la mente y en el carácter de los ciudadanos.
Todos sabemos, incluso, de casos de familias
divididas, donde el padre o la madre tenían una posición ante la Revolución y
el otro cónyuge tenía otra posición.
Todos saben de casos de familias divididas en que la madre o el padre se
encuentran en el extranjero, y a veces los hijos separados de los padres, o una
parte de la familia en el extranjero y otra parte en el país. Todos saben que ese choque de clases, ese
choque de intereses, dejó sus huellas, incluso en el seno de muchos hogares. Esa es la consecuencia inevitable de lo que
era la sociedad capitalista, la sociedad de explotadores y explotados.
Eso no volverá a ocurrir jamás en nuestra patria. Jamás en el futuro existirán esos choques;
jamás en el futuro se dividirán los padres entre sí ni los padres de los hijos,
porque en el futuro habrán desaparecido para siempre las causas que engendraron
esas tremendas y dolorosas divisiones, las causas que engendraron esas
heridas. ¡Porque en el futuro no volverá
a haber jamás, no volverá a existir jamás en nuestra patria, y en el futuro
existirán cada vez menos en el mundo, sociedades de explotadores y explotados,
de privilegiados y discriminados!
Desaparecerán esas causas económicas y sociales que engendran esos
antagonismos en el seno de las sociedades humanas.
La sociedad del futuro será una sociedad sin
antagonismos sociales, una sociedad sin explotadores ni explotados, una
sociedad sin privilegiados ni discriminados.
¡Y que bien vale la pena toda la sangre que se ha
derramado y todos los sacrificios que se han hecho para poder decir esto: que nuestra
sociedad será una sociedad sin explotadores ni explotados, sin privilegiados ni
discriminados! (APLAUSOS.)
Y cada ciudadano se acostumbrará a mirar a sus
semejantes no como su enemigo, sino como su hermano, no al hombre fiera, contra
el cual tenga que defenderse, sino al hombre verdaderamente humano, en el cual
tiene a un hermano, en el cual tiene a quien le ayuda; no verá en sus
semejantes al superior o al inferior, verá en sus semejantes a su igual; y no
verá privilegios, sino méritos, ya que el mérito ha de ser lo que distinga a un
ciudadano de otro, ya que el mérito ha de ser la única regla que se le pueda
aplicar a cada ciudadano.
Viviremos en una sociedad sin egoísmos; viviremos en
una sociedad sin odios; viviremos en una sociedad donde todos estarán
trabajando para cada uno y donde cada uno estará trabajando para todos
(APLAUSOS). Ese mundo será mucho mejor;
ese mundo será mucho más feliz.
En la sociedad capitalista el hombre era un ser
aislado, un ser acorralado; si se quedaba sin trabajo nadie lo ayudaba; si se
enfermaba, nadie lo ayudaba; si moría no podía esperar de nadie que ayudara a
sus hijos, sus hijos serían pordioseros, sus hijos andarían descalzos, sus
hijos pasarían hambre, sus hijos serían igualmente explotados.
En la sociedad capitalista el hombre no podía esperar
nada de sus semejantes, como no fuese el mal, como no fuese daño.
En la sociedad socialista y en la futura sociedad
comunista que venga luego, cada hombre, cada niño, cada mujer, cada joven, cada
anciano, tendrá la ayuda y el apoyo de millones de sus semejantes. ¡Todos los brazos se moverán para vestir y
calzar a un niño huérfano! ¡Todos los
brazos se moverán para alimentar a ese niño desvalido, para alimentar al
anciano, para alimentar al enfermo, para alimentar y ayudar al inválido! Cada ciudadano podrá contar con la energía y
con los recursos de todos sus semejantes, de toda la sociedad, para alimentarlo,
si tiene hambre, para curarlo, si padece alguna enfermedad, para ayudarlo, si
es desvalido, para sostenerlo si ya no puede trabajar. ¡Esa es la sociedad socialista, y aún más
perfecta será la sociedad comunista! (APLAUSOS.)
Todos trabajaremos para todos; todos trabajaremos
cuanto sea nuestra capacidad para trabajar, y todos recibiremos cuanto seamos
capaces de necesitar; esa será la sociedad comunista; esa será la sociedad en
que han de vivir ustedes; esa será la sociedad por la cual habrán de luchar y
habrán de trabajar ustedes (APLAUSOS).
La sociedad socialista es todavía imperfecta, lleva
consigo muchas imperfecciones todavía, pero con todo, es muy superior a la
sociedad capitalista.
Nuestro pueblo ni siquiera está viviendo todavía en
una sociedad socialista; nuestro pueblo ha emprendido el camino del socialismo
y está construyendo una sociedad socialista, pero esa no es más que una etapa
inevitable de tránsito, una etapa que no se puede saltar. Nuestra generación vivirá en esa sociedad
socialista, y ustedes vivirán en la sociedad comunista (APLAUSOS).
Naturalmente que en esta etapa de tránsito debemos
tener siempre muy presente eso, que es una etapa de tránsito, y todas las
posiciones que podamos ganar para construir el futuro, para construir esa
futura sociedad comunista, debemos ganarla; cuantos avances de manera realista
podamos hacer, debemos hacerlo.
Esa debe ser nuestra norma: construir realistamente el presente,
prever audazmente la construcción del futuro.
Y ustedes tienen una gran responsabilidad en la
construcción de ese futuro.
Con este acto se cierra el Congreso. En este Congreso se ha adoptado ya un nombre,
Unión de Jóvenes Comunistas. Ahora bien,
serán necesarios requisitos muy especiales para pertenecer a esa organización;
serán necesarios requisitos muy especiales para pertenecer a una célula de la
Unión de Jóvenes Comunistas.
¿Y cuál va a ser el criterio? ¿Acaso un criterio sectario? No. El
criterio será, sencillamente, la calidad y el mérito de cada joven. En eso sí que no puede influir ningún tipo de
amiguismo, ningún tipo de falso compañerismo; no deben influir criterios
subjetivos.
Para pertenecer a la organización hay que dar pruebas
fehacientes e indudables que se trata en todo caso de un joven verdaderamente
modelo, de un joven verdaderamente digno de llamarse Joven Comunista.
No va a ser fácil, no va a ser fácil, porque ser Joven
Comunista no significará privilegio de ninguna clase, sino todo lo
contrario: ser Joven Comunista
significará sacrificio, significará renunciamiento, significará abnegación; ser
Joven Comunista significará que por su conducta, dondequiera que se encuentre
ese joven, podrá contar con el reconocimiento y con la admiración de todos los
demás jóvenes, con el reconocimiento indiscutible y la admiración ilimitada,
por su conducta, de todos los demás jóvenes.
No será, de ninguna forma, que cuente con el reconocimiento porque
alguien lo haya señalado de dedo, porque alguien lo haya designado de dedo o
porque alguien lo haya situado en un cargo determinado. El principio, ahora y siempre, tendrá que ser
el principio de la calidad y del mérito.
No será una autoridad transferida, no será la autoridad que la
organización le dé a ese joven, sino que la autoridad de ese joven debe
provenir, esencialmente, de su comportamiento, de su conducta y de sus méritos
ante las masas. Y no será, como a veces
ocurre, que la organización le dé prestigio y le dé autoridad al joven, sino
precisamente a la inversa:
que el prestigio y la autoridad que ese joven tenga ante las
masas sea prestigio y autoridad que ese joven transfiere a su organización
(APLAUSOS).
Creemos que eso es bien claro. No se trata de que algún joven diga: “tengo autoridad
ante este centro de trabajo, ante este centro de estudio, porque soy Joven
Comunista”, sino “soy Joven Comunista, porque tengo autoridad, mérito y
prestigio ante la masa”, que son dos cosas muy distintas (APLAUSOS).
Así tiene que ser hoy y así tendrá que ser
siempre. Porque desde hoy, en todo,
debemos ir forjando normas de organización, desde hoy tenemos que ir aplicando
una política de métodos correctos y de principios revolucionarios; cuando no se
aplican los métodos y los principios, más tarde o más temprano salen las
consecuencias.
Todos no podrán ser Jóvenes Comunistas. Jóvenes Comunistas
podrán llamarse solo aquellos que, por su conducta y por sus méritos, sean
acreedores a pertenecer a esa organización.
¿Y qué hacer con un joven que tiene primero una buena
conducta, una gran conducta, un gran mérito, y al cabo de los años o al cabo de
cierto tiempo comienza a dejar de tener esas virtudes y esos méritos? Pues, sencillamente, hay que darle de baja de
la organización, porque el haber adquirido ese derecho no significa un derecho
vitalicio, un derecho perpetuo, sino que ese derecho ganado por sus méritos
tiene que saber mantenerlos una vez que ha sido designado miembro de la
organización.
Nosotros somos partidarios de que las normas sean
rígidas, porque solo eso será lo que le dé verdadera calidad, y, sobre todo,
compañeros y compañeras, porque es muy importante que cuando al pueblo le digan
“ese es un Joven Comunista”, todo el pueblo sepa que se trata de un joven lleno
de méritos y un joven lleno de virtudes.
Porque lo peor que nos pudiera pasar es que un joven miembro de la
organización se comporte incorrectamente, se comporte indebidamente, porque
entonces no solo desprestigia a la Revolución y desprestigia a la organización,
sino que, incluso, desprestigia al comunismo (APLAUSOS).
Y desde ahora hay que ceñirse a normas que garanticen
que el pueblo pueda tener absoluta fe en los miembros de la Unión de Jóvenes
Comunistas, es decir, en los Jóvenes Comunistas.
El joven que en virtud de que en el Estado se le
asigne algún cargo, un cargo de confianza, bien remunerado, que sin tener
familia que sostener, sin tener grandes necesidades, recibe un sueldo de
$500.00 y se queda tan tranquilo y empieza a disfrutar de ese sueldo, superior
a todas sus necesidades, ese joven no podrá ser un Joven Comunista, no podrá
llamarse un Joven Comunista (APLAUSOS).
Nadie está llamado, nadie está llamado o está obligado
a pertenecer a la Unión:
es una asociación absolutamente libre de jóvenes revolucionarios,
pero que no significará privilegios en ningún sentido, sino sacrificios, para
que se sepa que ahí en esa organización se va a buscar sacrificio, abnegación y
renunciamiento.
Es decir, que hay que tener temple para ser un Joven
Comunista, hay que tener carácter para ser un Joven Comunista, hay que tener
abnegación para ser un Joven Comunista, hay que tener vocación para ser un
Joven Comunista, hay que saber cumplir.
Si se es estudiante, hay que ser inexorablemente buen estudiante; si se
es trabajador de una fábrica, hay que ser obrero modelo en esa fábrica; hay que
ser ejemplo de buen compañero, hay que ser ejemplo de sacrificio, hay que ser
ejemplo de voluntad; han de ser los primeros en todo, en el trabajo, en el
estudio, en los deportes, en la vida de relación con los demás compañeros.
El joven orgulloso no puede ser un Joven
Comunista. El Joven Comunista ha de ser,
antes que nada, un compañero modesto, porque la modestia es una de las primeras
virtudes del revolucionario (APLAUSOS).
El que se crea superior a los demás, o que trate a los demás con
espíritu de superioridad, no puede ser un Joven Comunista; quien le restriegue
a otro sus presuntas virtudes, no puede ser un Joven Comunista; quien le niegue
a otro el compañerismo, quien le niegue a otro la ayuda, quien le niegue a los
demás el brazo generoso para ayudarlo, quien quiera hundir a un joven, pisotearlo,
en vez de ayudarlo, no puede ser un Joven Comunista (APLAUSOS). Porque el Joven Comunista tiene que ser un
apóstol de sus ideas, un predicador de sus ideas, y tiene que predicar, en
primer lugar, con el ejemplo; tiene que conquistar jóvenes y no alejar
jóvenes.
Quien aleje jóvenes de sí con sus métodos despóticos,
con su desprecio y con su falta de generosidad hacia los demás jóvenes, no
puede ser un Joven Comunista.
El Joven Comunista tiene que ganarse a los demás
jóvenes, conquistarlos para su causa; ganarlos con su ejemplo; atraerlos a las
filas de la Revolución; ayudarles, enseñarles, dándoles oportunidad de
aprender, dándoles oportunidad de rectificar.
Un Joven Comunista no puede albergar odios; el odio del Joven Comunista
es hacia los explotadores, hacia los enemigos de la Revolución, hacia los
explotadores de la humanidad, hacia los imperialistas, hacia los
guerreristas.
Hacia el joven compañero de estudios no puede, no debe
sentir odio; debe sentir afecto, debe tratar de ganar, debe sumar. Bueno es recalcar esto, porque hay gente que
ha tenido el sistema de alejar gente de la Revolución en vez de atraer;
extender la punta del pie a los demás, en vez de extenderles a los demás la
mano; ganarle enemigos a la Revolución, en vez de ganarle amigos a la
Revolución.
El deber de la Revolución, el deber de cada
revolucionario, es ganar, sumar, y no perder, no restar. Acercar a la Revolución y no alejar de la
Revolución. Pero si esa norma es correcta
para cualquier revolucionario, lo es aún más para los jóvenes. Es necesario que entre los jóvenes haya
respeto, es necesario que entre los jóvenes haya lealtad, es necesario que
entre los jóvenes existan normas de relaciones humanas.
Compañeros, es muy importante saber mantener normas de
relaciones humanas; ayudar a un compañero cuando está deprimido, no
desalentarlo, no burlarse de él, no hacer bromas a costa de él. Es muy importante que si tenemos una opinión
de un compañero sobre un defecto, no andar hablando
con cincuenta compañeros más y haciendo a los demás una opinión negativa de ese
compañero. Lo correcto es ir
directamente al compañero y señalarle el defecto (APLAUSOS).
No le hacemos ningún favor a un joven cuando salimos
por todas partes hablando mal de sus defectos; le hacemos un favor verdadero si
vamos a él y se lo señalamos. Cuando en
vez de señalarlo por la espalda lo señalamos en el núcleo, o en la asamblea de
la clase, o en la asamblea de la fábrica y en el nivel donde corresponda.
Así sí haremos críticas positivas; así sí haremos
favor a los demás. Hemos dicho en una
ocasión: guerra
al sectarismo; pues bien, digamos ahora:
¡guerra a la intriga, guerra al chisme, guerra al rumor por la espalda,
guerra a la incivilidad (APLAUSOS), guerra a la mentira, guerra a la
hipocresía, guerra a la insinceridad!
¡Lo que haya de decirse de un compañero, hay que
decírselo a él y no a otros; hay que decirlo por delante y no por la
espalda! (APLAUSOS.)
Pero, además, hay que ser comprensivos, hay que ayudar
y no fulminar un joven; hay que darle oportunidad de rectificar, hay que darle
oportunidad de educarse, hay que darle oportunidad de cambiar.
En los estatutos, por supuesto, está que el joven que
no sea modelo de trabajador no puede ser Joven Comunista; que el joven que le
suspendan el curso, el joven que no pase de curso, no puede ser Joven Comunista
(APLAUSOS).
Buen trabajador, buen estudiante, buen
deportista. La organización tiene sus
militantes profesionales, sus cuadros que se dedican todo el tiempo al
trabajo. Bien, pero aquel que estudia en
la Universidad, que estudia en las escuelas tecnológicas, o en los centros
preuniversitarios, o en cualquier centro, tiene que aprobar su curso. Si no aprueba el curso, automáticamente deja
de ser miembro de la Unión de Jóvenes Comunistas (APLAUSOS).
El Joven Comunista, además, tiene que estar dispuesto
a dar su vida por la Revolución y por la patria sin vacilación (APLAUSOS). Esa es condición esencial de todo Joven
Comunista. Y así el carácter y el
concepto del Joven Comunista tiene que ir formado de todos esos atributos, de
todas esas cualidades, de todas esas virtudes, de manera que ser Joven
Comunista constituya el más alto, el más señalado y el más preciado galardón de
todo joven.
Ya no se trata solamente de nosotros; se trata de que
nuestra juventud debe también ser ejemplo a la
juventud revolucionaria en América Latina; se trata de que nuestra juventud
marcha a la vanguardia.
América Latina es un continente convulsionado por la
ola revolucionaria que se desata. Los
imperialistas tratan de frenar esa ola, tratan de lograr el imposible de
impedir el avance de esa ola revolucionaria; pero más que una ola
revolucionaria, es un verdadero ras de mar revolucionario que barrerá con el
imperialismo en nuestros pueblos de América Latina (APLAUSOS).
Las contradicciones se agudizan cada vez más, el
desprestigio del imperialismo es cada vez mayor y se enreda cada vez más en
esas contradicciones.
Lo que acaba de suceder en la Argentina es un
verdadero ejemplo. La “hojita de parra”
la han perdido. Su democracia
representativa acaba de ser objeto de uno de los más desvergonzados actos de
violencia y de fuerza. Hasta los propios
títeres del imperialismo sucumben ante la agudización de las contradicciones,
ante la violencia de la reacción proimperialista.
Así vemos que en unas elecciones, las fuerzas
populares obtienen la victoria y al otro día intervienen aquellos Estados o
provincias donde había sido derrotado el régimen proimperialista. A los pocos días por la fuerza destituyen al
que estaba fungiendo como Presidente Constitucional.
Hace verdaderamente mucha gracia ver el estupor de
algunos farsantes. Los hechos de la
Argentina ponen tan al desnudo al imperialismo que el gobierno imperialista de
los Estados Unidos luce verdaderamente desconcertado ante los acontecimientos,
que no son más que el fruto de su propia política injerencista.
Mientras, por otra parte, ¿qué hace el señor Rómulo
Betancourt? ¿Cómo actúa el señor Rómulo
Betancourt? El señor Rómulo Betancourt
retira su embajador de Argentina, ruborizado ante los hechos, es decir,
simulando estar ruborizado, porque ¿quién es el señor Rómulo Betancourt, sino
un agente reaccionario del imperialismo, asesino de obreros y estudiantes,
asesino de campesinos, encarcelador de miles de ciudadanos, que a sangre y
fuego mantiene un régimen de concesiones y de entrega a los monopolios
imperialistas? Y ahora, ¿cómo reacciona
ante el caso de Argentina? Pues, reacciona,
sencillamente, como una prostituta ruborizada (APLAUSOS).
Son las contradicciones del imperialismo en la América
Latina.
¿Qué ocurre en Ecuador? En Ecuador ocurre lo mismo que en
Argentina. Todo el mundo sabe que en
Ecuador el señor Arosemena llegó al poder apoyado por los obreros, por los
campesinos y por los estudiantes. Al
llegar al poder designa un gabinete de reaccionarios, donde no había un solo
estudiante, un solo obrero, ni un solo campesino. No obstante, se mantenía firme en el propósito
de mantener relaciones con el Gobierno Revolucionario cubano. Las relaciones con Cuba eran la prueba
definitiva de su actitud como gobernante, de su postura como gobernante.
Bastó una visita de un general yanki, jefe de las
tropas yankis en el Comando del Caribe; bastó una visita a la ciudad de Cuenca,
en Ecuador, ¿qué había allí en la ciudad de Cuenca? En la ciudad de Cuenca estaban entrenando una
tropa antiguerrillera. Oficiales yankis
estaban entrenando una tropa antiguerrillera en la ciudad de Cuenca.
El jefe de las fuerzas yankis en el Caribe visitó a
esa tropa en la ciudad de Cuenca y de allí mismo, a los pocos días salió el
ultimátum al Presidente de la República para que rompiera con Cuba. Ese ultimátum llegó y contó con el apoyo
inmediato del Primer Jefe y el Segundo Jefe de las Fuerzas Armadas, que eran
elementos conocidamente reaccionarios.
Nosotros teníamos ciertas noticias de Ecuador, algunas
de ellas desalentadoras. Nosotros
sabíamos que el gabinete era reaccionario, nosotros sabíamos que el Primer Jefe
y el Segundo Jefe del Estado Mayor del Ejército eran elementos proimperialistas
y reaccionarios. Nosotros sabíamos que
el señor Arosemena se las pasaba completamente embriagado desde el lunes hasta
el domingo, en algunas ocasiones.
Nosotros sabíamos eso. Nosotros
sabíamos que el Presidente de ese hermano país se había entregado a la bebida
de una manera desenfrenada. Eso lo sabía
también todo el pueblo del Ecuador, desde luego, los reaccionarios aprovechaban
eso, los reaccionarios se encargaban de sacar fotografías de este señor en
medio de francachelas y en medio de borracheras. De manera que iba perdiendo cada vez más su
autoridad, pero no obstante Arosemena decía, y repetía una y otra vez, que no
rompería con Cuba, que a él no lo podría nadie obligar a romper con Cuba; que
él no era Frondizi; que a él había que matarlo, que él sería capaz de cualquier
cosa antes que romper con Cuba.
Y nosotros confiábamos en su firmeza de
propósito. No le teníamos por un hombre
cobarde, no considerábamos que fuese un hombre cobarde. Todo lo contrario, considerábamos que tendría
valor para oponerse a los militares.
En sus ratos de cordura, como en sus ratos de ocio, y
en sus ratos de embriaguez siempre repetía que nadie lo haría romper relaciones
con Cuba. Todo indicaba que tendría al
final una postura digna, que tendría al final un gesto.
No sabemos si tendrá o no tendrá a última hora un
gesto, quizás reaccione, pero lamentablemente reaccionará demasiado tarde. Desde el momento que aceptó la imposición de
los militares, desde el momento que aceptó la exigencia de los militares para
romper con Cuba, Arosemena dejó de ser el gobernante de poder. Desde ese momento renunció a su investidura
en favor de los fueros militares; desde ese momento será un prisionero de los
militares, porque esa acción marcó su divorcio total con las masas populares,
su divorcio total con las masas obreras, campesinas y estudiantiles.
Desde el momento que renunció a ese apoyo, mal podrá
enfrentarse en lo adelante a la exigencia de los militares, mal podrá librarse
de las ataduras, mal podrá librarse de las cadenas del militarismo. Porque antes tenía pueblo, antes pudo
movilizar a los obreros, a los campesinos, a los estudiantes; ahora no, ahora
está solo con los reaccionarios; ahora está solo con los militares y le harán
al fin y al cabo lo mismo que a Frondizi.
Cualquier día, en una de esas borracheras lo agarran y lo llevan a una
embajada. Cualquier día se despierta en
una embajada.
Es posible que los militares actúen con él peor que
con Frondizi, porque él ha sido más cobarde que Frondizi, porque él resistió
menos que Frondizi, porque Frondizi hace mucho rato que no tenía pueblo, hace
mucho rato que no tenía ni podía tener apoyo de obreros, de estudiantes y de
campesinos; y Arosemena podía tener y habría tenido el apoyo de las fuerzas
populares para resistir a la presión de los militares, teniendo fuerza para
resistir, no resistió, resistió menos que Frondizi, fue más cobarde que
Frondizi. El que decía que no era
Frondizi, ha resultado ser menos que Frondizi, y el puntapié, que al fin y al
cabo le darán los militares, será un puntapié más grande que el que le dieron a
Frondizi (APLAUSOS).
Ahí tienen los jóvenes latinoamericanos lo que
significan las escuelas de oficiales antiguerrilleros, lo que significan los
entrenamientos de tropas antiguerrilleras, ahí lo tienen: tropas para imponerse por la fuerza a
los gobiernos, para arrastrar a los gobiernos a posturas cada vez más y más
reaccionarias.
Pero, ¿qué significa esto? ¿Significa, acaso, que se aleja la
posibilidad revolucionaria? ¡No!,
significa que se acerca. ¿Significa,
acaso, que desaparecen las condiciones objetivas de la revolución
latinoamericana? ¡No!, significa que
esas condiciones objetivas para la revolución latinoamericana se presentan en
grado cada vez mayor y cada vez más evidente; significa que las fuerzas se
polarizan, que las contradicciones se agudizan, que la ola revolucionaria de
América Latina cobra altura, que el imperialismo presiona a los gobiernos y se
atrinchera en las posiciones más reaccionarias, y moviliza a los sectores más
reaccionarios, a los militaristas, a los latifundistas, a los explotadores y a
todos los elementos más negativos, para enfrentarlos a los pueblos.
¿Significan esos entrenamientos de fuerzas
antiguerrilleras que podrán aplastar a los pueblos? ¡No!, porque contra la revolución, contra la
rebelión de los pueblos no se ha inventado todavía ninguna táctica eficaz;
contra la lucha de los pueblos por su liberación no se ha inventado todavía
ninguna táctica, ninguna escuela. Los
fracasos del imperialismo en Viet Nam del Sur, país pequeño en población y
pequeño en extensión, demuestra que los imperialistas,
por muchas escuelas antiguerrilleras que organicen, no podrán impedir la lucha
de los pueblos por su independencia. Y
el hecho de que se tomen tanto interés en organizar escuelas antiguerrilleras
revela el temor del imperialismo a las guerrillas revolucionarias, revela el
temor del imperialismo a la táctica que hizo posible el triunfo de la
Revolución en nuestra patria, revela el miedo del imperialismo a las
condiciones que harían invencible a la revolución latinoamericana si sabe
aprovechar la experiencia de la Revolución Cubana, si sabe recoger y utilizar,
con espíritu creador aplicado a las condiciones objetivas de sus respectivos países,
las tácticas de la Revolución Cubana.
El hecho es que al cabo de un año de “Alianza para el
Progreso”, los propios periódicos imperialistas la están llamando ya “Alianza
que no progresa”, y en realidad ha sido la “Alianza del retroceso”, la “Alianza
del fracaso”.
Cada vez es más fuerte el sentimiento revolucionario
de los pueblos de América Latina, cada vez son mayores las contradicciones,
cada vez es mayor el desprestigio del imperialismo, cada vez es más evidente la
debilidad de la reacción. ¿Qué quiere
decir todo esto? Quiere decir que
estamos ante un gran minuto, una gran hora revolucionaria; que estamos en los
umbrales de la gran revolución latinoamericana, que los pueblos de América
Latina han emprendido el camino de su liberación y nada ni nadie los podrá
detener; que estamos ante un continente que despierta, que estamos ante grandes
masas de obreros, de campesinos, de estudiantes, de jóvenes que se yerguen para
luchar por las mismas cosas que hemos luchado nosotros, para hacer —igual que nosotros—
sus revoluciones contra el imperialismo, contra el feudalismo y contra la
explotación.
Es importante que nuestros jóvenes tengan presente que
su obra, su ejemplo, no solo será útil a la patria, sino que será útil también
a todos los pueblos de América Latina, que nuestras experiencias servirán
también a los pueblos hermanos de América Latina, a los jóvenes de
América Latina. Por eso es tan
importante la misión que tienen ustedes,
la misión de ser no solo abanderados del futuro, de la sociedad más perfecta,
de la sociedad comunista; no solo de ser los abanderados de las ideas del
porvenir, sino ser también el ejemplo —como lo es nuestra Revolución— de los
jóvenes de América, ser también los abanderados de los ideales de todos los
jóvenes de América Latina.
¡Viva la Unión de Jóvenes Comunistas! (GRITOS DE: “¡Viva!”)
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)