DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DE LAS ORI y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO
REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE RECIBIMIENTO AL DOCTOR OSVALDO DORTICOS TORRADO,
PRESIDENTE DE LA REPUBLICA, A SU REGRESO DE LA ONU, DESPUES DE HABER
PARTICIPADO EN LA XVII ASAMBLEA DE ESA ORGANIZACION, EL 9 DE OCTUBRE DE 1962.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeras y
compañeros:
Una vez más nos reunimos en este sitio para recibir
como se lo merece a quien acaba de librar una honrosa batalla en defensa de
nuestra patria (APLAUSOS):
nuestro presidente Osvaldo Dorticós (APLAUSOS).
No es una tarea fácil la que él acaba de cumplir. El hecho mismo de que la Organización de las
Naciones Unidas (SILBIDOS y
EXCLAMACIONES)... No es la Organización
de Naciones Unidas lo que nosotros debemos criticar; lo que nosotros debemos
criticar es la política de Estados Unidos y de los imperialistas dentro de las
Naciones Unidas. Y lo que nuestro pueblo
condena no es a la Organización, (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) sino a los métodos que ha introducido en ella
el imperialismo yanki (SILBIDOS y
EXCLAMACIONES), a la política de chantaje demostrada ayer, presenciada por todo
el pueblo de Cuba a través de la televisión, en las circunstancias mismas de
ver qué hacía el delegado de Estados Unidos cuando la asamblea aplaudía
(EXCLAMACIONES). Porque en aquel
instante el señor Stevenson (EXCLAMACIONES), más que un representante diplomático,
parecía un perro de presa (EXCLAMACIONES)
vigilando, vigilando de una manera indisimulada, observando y anotando
qué delegaciones eran las que aplaudían al Presidente de Cuba. Porque, desde luego, no solo aplaudieron a
nuestro Presidente delegaciones amigas, delegaciones de países que nos han
ayudado y nos han defendido, sino que las verdades pronunciadas por nuestro
Presidente, recibieron también los aplausos de numerosos países que incluso
figuran como aliados de Estados Unidos (APLAUSOS). Y eso era lo que precisamente le preocupaba a
Stevenson: quiénes
aplaudían; y aparentemente estaba chequeando a las delegaciones.
Eso es consustancial a la política de presiones y de
chantajes que el gobierno de Estados Unidos emplea en el seno de las Naciones
Unidas, como fueron las provocaciones a que estuvo sometido incesantemente
nuestro Presidente durante los días que permaneció en Estados Unidos, como fue
la provocación que el gobierno de Estados Unidos trató de escenificar allí, en
la propia asamblea, utilizando a esos elementos que no se pueden llamar cubanos
(EXCLAMACIONES), a esos miserables traidores, indignos de llevar un nombre tan
glorioso como es hoy el nombre de cubano (APLAUSOS).
Porque allí se veían las lágrimas de cocodrilo, los
gritos histéricos de los privilegiados, de los explotadores de ayer, de los
esbirros, de los asesinos (EXCLAMACIONES), que con toda su corte de viciosos,
con todo el elemento prostibulario, se marcharon hacia allá, hacia la sociedad
donde puedan encontrar mejor albergue, en la sociedad corrompida donde puedan
vivir. Porque esos son los excrementos
de la sociedad capitalista (EXCLAMACIONES).
Y nuestra tierra no producirá jamás en el futuro esa
clase de elementos (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”), porque aquellos elementos son
producto de la sociedad capitalista, de la sociedad egoísta, de la sociedad
corrompida, de la sociedad llena de vicios, abolida en nuestra tierra. Y por eso, al cambiar el régimen social en
nuestro país, se producirá otro tipo de hombre y otro tipo de mujer, los que
con legítimo orgullo sí podrán llamarse cubanos (APLAUSOS). Porque si el nombre de cubano es hoy una
honra, lo es por la Revolución que los cubanos hacen (APLAUSOS). Y quienes reniegan de esa revolución, no
podrán aspirar a recibir el honor, el reconocimiento y el orgullo de llamarse
cubanos (APLAUSOS).
Pero ese ambiente infecto, esa atmósfera de
provocaciones y de insultos, es la que rodea a todo representante de la
Revolución Cubana cuando va a Naciones Unidas, porque hace mucho rato que esa
organización funciona en un país que no es capaz, ni quiere, ni es digno de que
pueda funcionar allí como debe esa asamblea de los pueblos (APLAUSOS).
Sin embargo, eso no amilanó a la representación de
nuestra patria. Nuestro Presidente podía
ir allí, como fue, con la frente en alto (APLAUSOS), desafiando, desafiando la
hostilidad y la provocación de los imperialistas, desafiando los insultos,
desafiando sus groserías, porque tenía fuerza moral y tenía verdades más que
suficientes para pronunciar allí (APLAUSOS), y sentar, como lo hizo, en el
banquillo de los acusados, al imperialismo yanki (APLAUSOS).
Porque, ¿qué parecía el delegado yanki cuando hablaba
nuestro Presidente? Parecía un reo. Y ese fue el papel que realmente representó
en la histórica sesión de ayer.
De más está decir que el nombre del delegado de
Estados Unidos está altamente desacreditado en la ONU, porque fue precisamente
aquel señor quien horas antes de la agresión imperialista a nuestra patria
declaró que su país no albergaba propósitos agresivos contra Cuba. Y fue ese mismo señor quien el día del
bombardeo de aviones de guerra a nuestras bases, el 15 de abril, declaró que
los aviones tenían las insignias cubanas y que se decía que había tenido lugar
una sublevación de la fuerza aérea cubana.
Como aparentemente consideró que cuando los hechos se
consumasen, ante los hechos consumados, ante el éxito que pretendían alcanzar,
se olvidarían sus mentiras, no vaciló en adoptar una posición tan cínica. Solo que los hechos no resultaron tal y cual
ellos se los imaginaban, y sus mentiras quedaron en evidencia por cuanto el
propio Presidente de Estados Unidos anunció su responsabilidad algunos días
después con aquellos hechos, desmintiendo, es decir, en absoluta contradicción
con todas las declaraciones anteriores y con las declaraciones que había hecho
en la ONU su delegado.
Si ese señor hubiese tenido un ápice de vergüenza y de
decoro, habría renunciado en aquella ocasión a seguir siendo delegado de
Estados Unidos en las Naciones Unidas (APLAUSOS).
Para los que creyeron alguna vez que este señor
Stevenson formaba parte del grupo de liberales —no digamos progresista, porque
ya decir liberal es casi decir revolucionario en Estados Unidos—, para los que
pensaban que este señor pertenecía al grupo de los políticos liberales, resultó
ser una completa defraudación, una total decepción, porque demostró ser un
politiquero más, tan cínico y con tan poca vergüenza como los demás miembros de
la camarilla dirigente yanki.
Era lógico que al pararse allí nuestro Presidente y
denunciar estas cosas, tuviera que quedarse callado; era lógico que ante la
verdad aplastante, la fuerza demoledora de los argumentos de la representación
cubana fuesen incontestables.
¿Qué quedó demostrado en el día de ayer? Quedó demostrado el descrédito creciente del
imperialismo, su falta de prestigio, su política sin principios, su situación
desesperada, su desmoralización ante la opinión pública mundial, su posición
débil frente a nuestro país. Porque ante
las apelaciones de nuestro Presidente en favor de la paz, en favor de las
soluciones diplomáticas de los problemas, en favor de la discusión, no podían
responder nada.
y no podían responder nada, porque para responder a los
planteamientos de Cuba habría sido necesario que renunciasen a la idea, que ha
sido la idea esencial de la política yanki desde el mismo día en que nuestro
pueblo se liberó, a la idea de destruir la Revolución; para poder responder a
los planteamientos de Cuba habrían tenido que renunciar a esa idea que tienen
en la mente desde hace cuatro años.
No pudo ser más clara, más diáfana, más convincente la
palabra de Cuba, la sinceridad de Cuba, la política de Cuba. Y allí quedaron contrastadas las dos
políticas: primero,
lo innegable de quiénes han sido los agresores, quiénes han tratado de
intervenir en los asuntos internos de otros países, quiénes han tratado de
derrocar gobiernos, quiénes han perpetrado agresiones; y por otro lado, quiénes
quieren la solución pacífica de los problemas y quiénes no la quieren; quiénes
tienen una política de paz y quiénes tienen una política de agresión.
El gobierno de Estados Unidos no podía ni responder a
estos planteamientos, y en realidad se quedaba ante el mundo entero sin
argumentos, porque si ellos dicen que Cuba constituye un peligro para su seguridad
y que Cuba tiene una política provocadora, y Cuba dice que quiere discutir, y
lo emplaza a discutir por la vía diplomática los problemas, ¿por qué dicen que
no? ¿Cómo entonces pueden decir que Cuba
sea una preocupación? Porque si
entrañara una verdad esa afirmación, entonces, ¿por qué no hacen el menor
esfuerzo a fin de quitarse esa preocupación?, ¿por qué no quieren hablar?, ¿por
qué no quieren discutir?
Y entonces, ¿cómo podrán seguir tratando de confundir
y tratando de engañar al mundo? Pero,
¡qué ridículos son! ¿Saben ustedes lo
que afirman, y lo que después en una declaración afirmó la delegación de
Estados Unidos? ¡Que las armas que
estábamos trayendo eran para defendernos del pueblo! (RISAS Y EXCLAMACIONES.)
Este señor, hablando en nombre del gobierno de Estados
Unidos, tiene la cara tan dura, tan dura, que se atreve a afirmar semejante
cosa. Es decir que nosotros no nos
armamos frente al peligro de las agresiones yankis; que nosotros las armas que
hemos adquirido y las medidas que hemos tomado —y que hemos tomado unas cuantas
medidas y muy buenas medidas, por cierto (APLAUSOS), y que tienen muy
preocupados a los imperialistas— ... como si la causa fundamental de esas
medidas no fuesen la agresión incesante y la incesante amenaza, la incesante
política de hostilidad y subversión contra nuestro país por parte del
imperialismo yanki.
Es posible que ni borrachos ellos mismos crean
semejante argumento.
¿Por qué no han podido aplastar a la Revolución? Porque han tenido que enfrentarse al pueblo
(APLAUSOS). ¿Quién tiene las armas? (EXCLAMACIONES DE: “¡El pueblo!”) ¿Acaso una fuerza de mercenarios? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Acaso algo que no sea esencialmente, que no
esté entrañablemente unido al pueblo y se confunda con el pueblo mismo? ¿Acaso aquel soldado de ayer? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Quiénes llevan esas armas? (EXCLAMACIONES DE: “¡El pueblo!”) ¿Quién custodia estos actos? (EXCLAMACIONES DE: “¡El pueblo!”) ¿Quién defiende la Revolución? (EXCLAMACIONES DE: “¡El pueblo!”)
Y por eso mismo: porque las armas las tenía el pueblo y
no un ejército profesional ni mercenario, no esos ejércitos al estilo de
Argentina y de Perú que los yankis manejan a su antojo y que los utilizan para
cambiar gobiernos; por eso mismo, porque es el pueblo armado, y no es lo mismo
manejar generales que manejar pueblo (APLAUSOS), los imperialistas se han roto
los dientes contra la Revolución Cubana.
Fracasaron todos los planes subversivos, fracasó la
agresión indirecta, y entonces se pusieron a pensar en la agresión
directa. Pero entonces también nosotros
nos pusimos a pensar en otras medidas frente a la agresión directa
(APLAUSOS). El pueblo sabía que los dirigentes
revolucionarios no nos íbamos a cruzar de brazos, el pueblo sabía que los
hombres que dirigen la Revolución no iban a retroceder (APLAUSOS), ¡el pueblo
sabía que los hombres que tiene en sus manos la dirección del país son hombres
de Patria o Muerte! (APLAUSOS
PROLONGADOS.)
La Revolución triunfó y la Revolución llegó al poder
no en virtud de un cuartelazo de generales, no en virtud de un madrugonazo, no
en virtud de unas elecciones corrompidas y politiqueras. La Revolución llegó al poder luchando, la
Revolución llegó al poder venciendo infinitos obstáculos, la Revolución llegó
al poder desafiando enormes fuerzas; la Revolución se fue desarrollando desde
los ínfimos recursos con que contaba en sus días difíciles a lo que es hoy,
luchando y no vacilando, no deteniéndose ante las dificultades, no deteniéndose
ante la fuerza del enemigo.
La Revolución ha sido un proceso que surgió y creció
luchando contra la fuerza de sus enemigos.
Y la fuerza de sus enemigos en armas, en poderío militar, era
infinitamente superior a la fuerza de la Revolución. Y eso sin embargo no fue obstáculo: siguió adelante la
Revolución, y es hoy lo que es hoy.
Tenemos muchas armas, ¡sí! (APLAUSOS), muchas armas, muchas y potentes
armas (APLAUSOS); ¡pero un día tuvimos solo siete armas! Cuando nos reunimos a hacer el recuento de lo
que nos quedaba, cuando nos disponíamos a reemprender la lucha en la Sierra
Maestra (APLAUSOS), un día tuvimos siete armas, y sin embargo si la Revolución
es hoy una realidad tan horrible para nuestros enemigos como hermosa para
nuestro pueblo, para los hombres y mujeres humildes de la patria (APLAUSOS), si
la Revolución es hoy una pesadilla para los imperialistas, fue porque aquellos
siete rifles no se plegaron, no se rindieron (APLAUSOS), fue porque aquellos
siete rifles siguieron adelante, y lucharon.
¿Cómo creían los imperialistas que hoy, cuando no
somos siete rifles, cómo creían los imperialistas que después que nuestro
pueblo había pulverizado su invasión de mercenarios en menos de 72 horas
(APLAUSOS), cómo creían los imperialistas que después de cuatro años de
abnegada y heroica Revolución (APLAUSOS), nuestro pueblo se iba a desalentar
ante los peligros, nuestro pueblo se iba a detener? ¿Cómo creían que podían aspirar o figurar
creer los imperialistas, que ante la amenaza que se cernía sobre la patria y
sobre nuestro pueblo, nuestra actitud sería doblar los cuellos bajo el hacha
criminal de los yankis imperialistas?
¿Cómo podían figurarse que nuestra actitud iba a ser esa, y no la
actitud consecuente con la historia de esta Revolución y de los hombres que
están al frente de ella? Que era la
única actitud: la
actitud de no decir jamás que el enemigo podía derrotarnos, la actitud de no
aceptar jamás la posibilidad de que el enemigo pueda derrotarnos, la actitud
—que es la actitud que hemos adoptado, repito, en consecuencia con la historia
de esta Revolución— de tomar las medidas que las circunstancias aconsejaban, de
dar los pasos que las circunstancias aconsejaban (APLAUSOS), para poner un
freno a la agresión imperialista para atajar la mano asesina del imperialismo.
¡¡Y eso es lo que hemos hecho!! (APLAUSOS.)
Y por eso, por eso los imperialistas hoy rabian. ¿Por qué rabian? Porque la cosa es más seria, porque la cosa
no es ya mandar sus avioncitos una mañana a dejar caer bombas tranquilamente
sobre nuestro pueblo; la cosa ya no es tan sencilla como traer convoyadas por
sus barcos de guerra invasiones de mercenarios:
la cosa no es tan sencilla como descargar un centenar de bombas sobre
nuestro pueblo y después decir que fueron aviones de la fuerza aérea cubana,
como lo han hecho tan cínicamente, tan impunemente, y que una agresión a
nuestra patria ya no sería una agresión impune, que un crimen contra nuestra
patria no sería ya un crimen impune (APLAUSOS).
Y la situación es esa: una agresión no sería impune, un
crimen contra Cuba no sería impune.
¡Cómo han cambiado las cosas!
(APLAUSOS.) ¡Qué diferente! ¡Qué diferente de cuando lo de Girón, qué
diferente de aquellos días vísperas de Girón!
¡Qué distinto! ¡Qué situación tan
diferente entre poder cometer impunemente una agresión, un crimen, un ataque
piratesco y cobarde contra un pueblo pacífico y pequeño, y ahora! ¡¡Qué distinto!!
Y para eso es que hemos dado los pasos que hemos
dado. ¡Para eso es que hemos recibido
las armas que hemos recibido y los técnicos que hemos recibido! (APLAUSOS.)
¡Para eso, señor Kennedy! ¡Para
eso señor Stevenson! No como ustedes
dicen, para defendernos del pueblo, sino para defenderse el pueblo
(APLAUSOS) Y para defenderse de sus
únicos enemigos que son ustedes.
Y, por lo demás, ¡qué ridículos, qué insensatos, qué
irresponsables, qué equivocados! Era
hora de que abrieran los ojos; era hora de que comenzaran a despertar y vieran
las realidades del mundo de hoy, la realidad de los pueblos que despiertan y
que detienen la mano a los que hacían y deshacían a su antojo la política, los
sistemas y la vida de los pueblos.
Esto es una consecuencia de que el mundo ha
cambiado. No estamos en 1898; no estamos
en aquellos años en que a Calixto García le impidieron entrar en Santiago de
Cuba; no estamos en aquellos años en que ellos pudieron hacer trizas las
aspiraciones de nuestro pueblo, gobernar como invasores durante dos años a
nuestro país, y retirarse dejándonos atrás una Enmienda Platt. No estamos en aquellos tiempos, vivimos
tiempos muy distintos, vivimos realidades más prometedoras para los
pueblos. No vivimos en aquellos tiempos
en que los ejércitos imperiales desembarcaban en las costas de cualquier país
de América o en las costas del continente de Africa o de Asia, a masacrar
nativos y a imponer su ley. Para fortuna
de la humanidad, y mal que les pese, mal que les duela y les quite el sueño a
los reaccionarios y a los explotadores, ¡no vivimos en aquellos tiempos!
La historia ha seguido su curso inexorable, y ha
marcado el fin de aquella etapa ignominiosa para la humanidad, ausente de
garantías para los pueblos, para los pueblos pequeños, para las naciones
débiles militarmente y que estaban a merced de la fuerza, cuyos derechos, cuya
independencia, cuyos destinos, estaban a merced de la fuerza de los imperios
poderosos. ¡Afortunadamente para la
humanidad esos tiempos han pasado!
(APLAUSOS.)
Y aquí, en nuestro propio país, tenemos la mejor
prueba: aquellos
tiempos han pasado. En aquellos tiempos
habrían podido intentar invadirnos; en aquellos tiempos habrían podido
desembarcar sus marinos y nos habrían obligado, no a rendirnos, pero sí a un
inmenso holocausto. Pero aquellos
tiempos han pasado. ¡Hoy eso no lo
podrán hacer impunemente!
(APLAUSOS.) Podrían intentarlo,
podrían intentarlo, pero no podrían intentarlo impunemente (APLAUSOS). ¡Podrían comenzarlo, pero lo que no podrían
es terminarlo! (APLAUSOS.) ¡Podrían comenzar, pero su comienzo sería su
propio fin! (APLAUSOS.) Amargo fin, naturalmente, del imperialismo,
que no desea nadie, porque nadie desea, nadie consciente, nadie responsable
desea ese suicidio del imperialismo, ese holocausto de la humanidad, el inmenso
precio, los inmensos sacrificios que ello implicaría para el mundo.
Pero no es lo mismo cuando los imperialistas podían
hacer esas cosas impunemente, a cuando se arriesgan a ser destruidos. Destrucción que nadie desea, solución que
nadie desea; pero que los pueblos, todos los pueblos libres, verdaderamente
libres, todos los pueblos que ansían vivir en un mundo de paz, en un mundo de
justicia, en un mundo de respeto a los derechos soberanos de las naciones y de
los estados, tienen la necesidad de estar siempre dispuestos a defender esos
derechos, a defenderlos a cualquier precio, a defender la paz, porque la paz es
un interés de toda la humanidad; el derecho a vivir en paz, el deseo de vivir
en paz, deseo de toda la humanidad.
Porque la humanidad toda sabe que se vería afectada, sin excepción, por
las consecuencias de una guerra. Toda la
humanidad lo sabe, toda la humanidad se vería afectada, y por eso la paz es el
gran anhelo de la humanidad.
Pero para defenderla, para frenar a los guerreristas,
a los chantajistas, a los mercachifles de la guerra, a los explotadores, a los
piratas, a los que quieren mantener a los pueblos doblegados y explotados; a
los que no les importa desatar guerras como la guerra de Corea, a los que no
les importan los millones de víctimas; a los que no les importó cuántas decenas
de cientos de miles de vidas se habrían perdido en Cuba, si los imperialistas
hubiesen logrado apoderarse de una cabeza de playa cuando nos invadieron
—porque aquella estrategia, como ustedes recuerdan era la estrategia de una
guerra de desgaste, para bombardearnos desde allí todos los días y todas las
noches, lo cual habría significado infinitas pérdidas en vidas y en riquezas
para nuestra nación—, quienes no se detienen ante esas consideraciones, quienes
quieren destruir pueblos, han de ser frenados con una actitud que es la actitud
de los pueblos, firmemente decididos a defender la paz, a defender la soberanía
de los pueblos, a defender los derechos de los pueblos.
Y en este mundo que vivimos, en esta hora que vivimos,
nosotros somos defensores de la paz, estamos del lado de los que defienden la
paz (APLAUSOS); defensores de la soberanía de los pueblos, defensores de los
derechos de la humanidad.
Y los que defienden esos derechos son nuestros
hermanos (APLAUSOS); los que defienden esos derechos son nuestros compañeros;
los que defienden esos derechos son como nosotros. Y todos estamos corriendo los mismos riesgos,
los mismos peligros, frente a los belicistas, frente a los enemigos de la
paz.
y nuestra Revolución en desarrollo se ganó ese derecho,
se ganó esa solidaridad; nuestro pueblo con su firmeza, nuestro pueblo con su
determinación, nuestro pueblo con su heroísmo se ganó ese apoyo de las fuerzas
que defienden la paz (APLAUSOS).
y ese apoyo que recibimos del campo socialista
(APLAUSOS), ese apoyo especial que recibimos, ese apoyo especial que recibimos
de la Unión Soviética (APLAUSOS), ¡a ese apoyo no renunciaremos!, porque ese
apoyo solidario es hoy, ese apoyo solidario es hoy freno de los imperialistas
(APLAUSOS); ese apoyo solidario, ese apoyo solidario es contén frente a los criminales,
es preservación de la paz, salvación de vidas humanas (APLAUSOS).
Porque nosotros sabemos que una invasión yanki
obligaría a nuestro pueblo a inmensos sacrificios, ríos de sangre se
derramarían; y aunque estamos dispuestos a los sacrificios que sean necesarios
(APLAUSOS), aunque estamos dispuestos a pagar el precio que sea necesario por
nuestra libertad, por nuestra soberanía, por nuestros derechos, ¡no
renunciaremos a un apoyo que puede significar evitar esos ríos de sangre! (APLAUSOS), ¡evitar que los imperialistas se
lancen a la aventura!
¿Y qué dijo Stevenson en respuesta al planteamiento de
nuestro Presidente? Que si queríamos
negociaciones debíamos empezar por romper los vínculos con la Unión Soviética
(EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Qué creen ustedes de eso? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¡¡Jamás!!
Porque, ¿cómo vamos a romper los vínculos con nuestros amigos? (DURANTE VARIOS MINUTOS EL PUEBLO APLAUDE y COREA: “¡Fidel, Jruschov, estamos con los
dos!”)
¿Cómo venir a proponernos que rompamos con nuestros
amigos para quedar nada menos que a merced de nuestros enemigos? (EXCLAMACIONES.)
Y vean ustedes qué clase de amistad puede ser la
amistad de los imperialistas, que proponen que para ser amigos de ellos no se
puede ser amigo de más nadie.
¡Qué vanos, qué presumidos, qué engreídos! Que rompamos nada menos con quienes nos han
ayudado tan lealmente (APLAUSOS); con quienes, frente a cada acto de agresión
yanki, respondieron con un acto de amistad hacia nosotros (APLAUSOS); con el
país que desde miles de millas de distancia nos ha estado mandando el petróleo
para que funcionen nuestras fábricas, nuestro transporte (APLAUSOS), cuyos
barcos han surcado los océanos trayéndonos productos, con el país que,
precisamente nos ha dado tan calurosa y tan generosa ayuda en estos años
difíciles (APLAUSOS), a pesar de la distancia; con el país que junto con los
demás países del campo socialista nos envió las armas con que derrotamos a los
criminales invasores (APLAUSOS); con el país que de manera clara y terminante
ha advertido a los imperialistas que una agresión a nuestra patria significaría
el inicio de una contienda mundial (APLAUSOS); con el pueblo soviético, ese
pueblo generoso, ese pueblo sano, ese pueblo lleno de cariño hacia nuestra
patria y hacia nuestro pueblo (APLAUSOS), que en defensa de nuestra Revolución
corre los riesgos que su advertencia implica, que su posición implica; ese
pueblo generoso que de tal forma nos ha ayudado, que tan extraordinaria
generosidad y solidaridad ha evidenciado hacia nosotros.
¿Vamos a romper con ese pueblo (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”)
para ser amigos de quienes nos han agredido, de
quienes suprimieron nuestros mercados, de quienes nos han amenazado
incesantemente, de quienes explotaron el vapor “La Coubre”, asesinando decenas
de obreros y soldados, de quienes incendiaron nuestros cañaverales, de quienes
han tratado de rendirnos por hambre, de quienes tratan de ponernos hoy un
bloqueo, de quienes presionan a muchos países para que sus barcos no
transporten mercancías a Cuba? ¡Qué
engreídos, qué fatuos y qué vanos!
¡Porque nosotros tenemos un sentido muy alto y muy
profundo de la gratitud (APLAUSOS), de la solidaridad humana, de la
hermandad! ¡Y el pueblo soviético es y
será, por siempre, un pueblo amigo y un pueblo hermano de nuestro pueblo! (APLAUSOS.)
Porque los obreros y los campesinos de aquel país, los
obreros y los campesinos de aquel país que rigen el estado soviético, como
nosotros un día, echaron a príncipes, condes, marqueses y privilegiados de todos
tipos, imperialistas, explotadores; y como nosotros sufrieron la agresión
imperialista, como nosotros sufrieron el bloqueo, porque los imperialistas
trataron de hacer rendir al pueblo soviético (EXCLAMACIONES); los imperialistas
trataron de destruir por hambre la Revolución soviética, por el hambre y por
las armas, ¡y fracasaron!
¿Quién puede comprender mejor que ese gran pueblo lo
que son las garras del imperialismo, lo que es el puñal asesino del
imperialismo; ese mismo imperialismo que bajo la forma de fascismo asesinó más
de 10 millones de ciudadanos soviéticos?
¿Quién puede comprender mejor que ese gran pueblo lo que es nuestra
Revolución, que recuerda sus días de lucha también, sus días difíciles, cuando
el imperialismo o los imperialistas se empeñaban en aplastarlo, como hoy se
empeña el imperio yanki en aplastarnos a nosotros? ¿Quién puede comprendernos y ayudarnos mejor
que ese estado de obreros y de campesinos, sin burgueses, sin explotadores? (APLAUSOS.)
¡Antes renunciarán los imperialistas a sus imperios y
los explotadores a su explotación, que renunciar nosotros a la amistad y a la
hermandad con el pueblo soviético!
(APLAUSOS.)
Ese lenguaje soberbio, ese lenguaje soberbio y
altanero fue la respuesta a las palabras honradas y elocuentes de nuestro
Presidente (APLAUSOS).
Pero la locura de los imperialistas llega a tanto que
ven fantasmas dondequiera. Hay cosas,
desde luego, que no son fantasmas; eso lo sabemos todos. Y si se asustan, bien asustados. ¡Pero que los asuste el puerto pesquero, ya
eso da risa! (ALGUIEN DEL PUBLICO DICE
ALGO.) Eso que dice esa mujer del
pueblo, de que le tienen roña al arenque y al bacalao... Entre los argumentos de los imperialistas,
dicen que están lejos de las costas de Cuba.
Bien, para eso queremos barcos grandes: precisamente para irlos a buscar
allí donde están. Es la rabia que les da a los imperialistas
ese tipo de convenio. ¿Por qué? Porque el mundo capitalista nunca conoció un
convenio de ese tipo.
Aquí, por ejemplo, vino el gobierno de Estados Unidos
y fabricó una industria de níquel; esa industria era propiedad del gobierno de
Estados Unidos, y la estuvieron explotando hasta que vino la Revolución y
nacionalizó la industria del níquel (APLAUSOS).
Aquí venían los imperialistas, las compañías
imperialistas, construían fábricas, empezaban a explotar a nuestros
trabajadores, y algunas, como la de electricidad y de teléfonos, estuvieron más
de 40 años, extrajeron la inversión y varias veces el valor de la inversión. Y en la Alianza para el Progreso lo que
ofrecen es eso. A los imperialistas no
les conviene de ninguna forma el ejemplo de este tipo de convenio.
¿Cómo ha ocurrido en este caso? Nosotros vamos a tener numerosas fábricas,
entre otras una gran industria siderúrgica.
¿Cómo la vamos a tener? Con
créditos que nos da la Unión Soviética (APLAUSOS); con técnicos, con proyectos
y con técnica que nos facilita la Unión Soviética. La industria es nuestra; el producto del
trabajo es nuestro; y la podremos pagar con una parte de las ganancias, de las
utilidades que esa industria implique para el pueblo de Cuba. ¡Qué distinto! (APLAUSOS.)
En este caso se va a construir un puerto pesquero: el proyecto lo
facilitan los soviéticos; la maquinaria la facilitan los soviéticos, y lo que cueste
el cemento y la mano de obra hacerlo, por un equivalente igual, nos dan un
crédito los soviéticos (APLAUSOS). Los
obreros que van a trabajar en ese puerto, en sus equipos de refrigeración e
industria y en sus talleres de reparación, son cubanos y los entrenan los
soviéticos en la Unión Soviética (APLAUSOS).
Y el puerto es nuestro, es de Cuba y lo administra Cuba.
Y como si fuera poco, los barcos soviéticos que van a
recibir los servicios de ese puerto para trasbordar el pescado hacia los barcos
madre, o a reparar sus barcos, o abastecerse de combustible, nos van a traer
este año 2 000 toneladas de pescado, y para el año 1963, 15 000 toneladas de
pescado (APLAUSOS).
Pero hay algo más: la Unión Soviética ha desarrollado una
industria pesquera que ha superado ya con mucho a la industria pesquera
yanki. La Unión Soviética está
produciendo cerca ya de 5 millones de toneladas de pescado (APLAUSOS), y siguen
desarrollándose su industria y su flota pesquera; y a nosotros nos brinda la
oportunidad de que entrenemos a nuestros futuros marinos de la flota mercante
en su Flota Mercante pesquera; nos facilitan la técnica de elaboración de los
productos.
Es claro que este tipo de convenio tiene que poner a
rabiar a los imperialistas. Y además
ellos presionando a todo el mundo para que no nos traigan mercancías, y los
soviéticos nos entregan parte del producto de su flota pesquera, para ayudar a
la alimentación de nuestro pueblo (APLAUSOS).
Es lógico que esas cosas pongan a rabiar a los imperialistas.
Y el puerto pesquero se ha convertido en otro
argumento de agitación belicista contra nosotros. Entonces ya no estamos viviendo en la época
del tiburón y la sardina. Antes decían que
el tiburón se devoraba a la sardina, ¡y ahora resulta que el tiburón se asusta
de los arenques! (RISAS Y
APLAUSOS.) Es un tiburón asustado y,
además, un tiburón que teme que lo pesquen también a él (APLAUSOS). ¡Qué distinto!, ¿verdad? Ahora el tiburón dice que las sardinas se lo
quieren devorar a él. Esa es la
historia. Claro está que nosotros no
somos tiburón, pero tampoco somos sardinitas (APLAUSOS). Y a tal grado de ridiculez ha llegado el
imperialismo con estas cosas, y de descrédito, de descrédito —el poco que
tenían.
Y ayer eso fue lo que ocurrió allí en las Naciones
Unidas: la voz
de Cuba, la verdad de Cuba se hizo sentir, y se hizo sentir muy honda
(APLAUSOS); y todos los cubanos, todos los cubanos nos sentimos orgullosos de
esa verdad (APLAUSOS).
¡Ah! ¡Ah!, los
imperialistas nunca hablan oído que un gobierno libre de América Latina les
dijera esas cosas, nunca; les dijeran así la verdad ante los representantes de
más de 100 países. Y por eso rabian, y
por eso están que muerden, o por lo menos ladran. ¿Y cómo está el pueblo? Sereno, tranquilo, firme, trabajando,
trabajando en serio para producir, y para ganar su batalla por la felicidad
(APLAUSOS). ¿Cómo está el pueblo? ¡Más firme que nunca, más fuerte que nunca,
más seguro que nunca! (APLAUSOS.)
¿Y a qué vino este pueblo hoy aquí, esta gigantesca
multitud que no cabe en esta avenida? ¿A
qué vino? ¡A respaldar esa verdad, a
testimoniar su calor a quien fue portavoz de esa verdad! (APLAUSOS.)
¡A respaldar la Revolución!
(APLAUSOS.) ¡A respaldar los
pronunciamientos del Gobierno Revolucionario!
(APLAUSOS.) ¡A respaldar las
medidas que el Gobierno Revolucionario ha tomado para fortalecer a la
Revolución, para fortalecer la defensa de la patria! (APLAUSOS.)
¡Vino a apoyar las medidas tomadas por el Gobierno Revolucionario! ¡Vino a apoyar el apoyo de la Unión
Soviética! (APLAUSOS.) ¡Vino a decir que sí, que acepta las armas
que nos ha enviado la Unión Soviética!
(APLAUSOS.)
Eso es lo que el pueblo ha venido a decir ,aquí, a
expresar su satisfacción por el hecho de que la seguridad de la patria haya
aumentado, por el hecho de que la patria no sea impotente (APLAUSOS), por el
hecho de que la patria sea fuerte; por el hecho de que la patria, con la ayuda
y el apoyo de sus hermanos socialistas, pueda responder al ataque imperialista
(APLAUSOS); y a decirles a los contrarrevolucionarios: “Adiós esperanzas de invasión yanki.” Porque los contrarrevolucionarios, los
contrarrevolucionarios sabían que por aquí no podían asomar ni las narices, los
contrarrevolucionarios sabían que no duraban lo que “un merengue en la puerta
de una escuela” (EXCLAMACIONES).
Sin embargo, ¿qué esperaban los
contrarrevolucionarios? Ese
siquitrillado, el dueño de fincas, la empresa monopolista, el esbirro, ¿qué
esperaban? Que vinieran los yankis, que vinieran
los marines, y aunque fuera sobre un charco de sangre, ¡aunque fuera sobre un
charco de sangre!, recuperar sus fincas, sus palacetes, sus cuentas bancarias,
sus fábricas, sus criadas, sus prostíbulos, sus garitos (EXCLAMACIONES).
¿Qué esperaban los esbirros? Verse de nuevo aquí en una perseguidora, con
una ametralladora en la mano, mirando con cara de malo a los pocos que iban a
quedar aquí, abusando de todo el mundo, cobrándole barato a todo el mundo,
negociando con la charada, la bolita y todas aquellas chivichanas que había
aquí, explotando el juego; los politiqueros con sus sombreros, sus tabacones,
sus casimires, sus dril cien, paseándose en Cadillacs; y el pueblo humillado,
discriminado, sin trabajo, sin cultura; el pueblo miserablemente explotado, el
ser humano reducido a un cero a la izquierda frente a los privilegiados y a los
poderosos.
¿Qué razón podían tener? ¿Qué razón podían tener frente a la obra de
la Revolución? ¿Qué razón frente a una
revolución que ha hecho tanta justicia, frente a una revolución que tanto ha
trabajado y ha luchado por su pueblo?
¿Qué razón podían tener ante nuestro millón, ante nuestro millón de
cubanos alfabetizados (APLAUSOS), ante los cientos de miles de niños que hoy
tienen escuelas? ¿Qué razón podían tener
ante cada hombre o mujer que hoy tiene trabajo, que hoy tiene un sitio de honor
en el seno de su patria?
(APLAUSOS.) ¿Qué razón pueden
alegar, qué razón pueden tener los criminales, los explotadores, los
discriminadores, los privilegiados; qué razón pueden tener para impedirle a
este pueblo que trabaje por su felicidad, para impedirle a este pueblo que
trabaje por un destino mejor, para impedirle a este pueblo que trabaje por el
mañana, por el futuro, por el futuro de sus hijos?
Ayer recorríamos nosotros el interior de la isla, y
veíamos un hecho impresionante: el pueblo dedicado al trabajo, hombres
y mujeres por igual desarrollando las riquezas de nuestros campos, enormes
plantaciones de frutales, un millón de pinos sembrados por la Revolución que
invadían llanuras antaño estériles, y allí, donde no crecía ni una palma cana,
crecían robustos los árboles frutales, como lección elocuente de lo que el
trabajo humano puede.
Y nosotros contemplábamos aquellos lugares donde
apenas hace tres años reinaba la miseria más espantosa: campos estériles convertidos hoy en
caudal de riquezas, promesa del mañana; y pensaba en los millones y millones,
cientos de millones de árboles maderables que hemos sembrado, los millones de
frutales que hemos sembrado y que ya se ven crecer por todas partes, y
pensábamos nosotros: ¡Cuánta riqueza,
qué gigantescas riquezas está creando el pueblo!. ¡Qué porvenir tan extraordinario será el de
nuestro pueblo! ¡Cuántos recursos
contarán las generaciones venideras por este trabajo, por este esfuerzo! ¡Riqueza que se ve crecer (APLAUSOS), promesa
que comienza a ser realidad!
Y al ver tantos brazos trabajando —brazos que ayer no
trabajaban—, pensábamos nosotros: ¡Cuánto va a crecer nuestra producción
al incorporarse masas enteras a la producción, cientos de miles de brazos a
extraer de la naturaleza sus recursos!
¿Qué derecho tiene nadie a tratar de impedir eso? ¿Qué derecho pueden tener los que durante 50
años destruyeron las riquezas de nuestro país, talaron sus montes y
convirtieron en zonas estériles largas regiones de la patria? ¿Qué derecho pueden tener para tratar de
impedir que en unos pocos años reconstruyamos lo que ellos destruyeron, creemos
de nuevo lo que ellos hicieron desaparecer del suelo de la patria? Porque, ¿qué nos dejaron? No nos dejaron ni suficientes árboles
cítricos para darles naranjas a los enfermos.
¿Qué tendrá nuestro pueblo el día de mañana? ¡Millones y millones de esos árboles, y de
otros muchos tipos! Y así, en todos los
órdenes. ¿Qué nos dejaron en
industrias? ¡Nada! Eramos importadores de materias primas. Aquí prácticamente no se producía nada. Claro, por eso pusieron tantas esperanzas en
el bloqueo.
¿Cómo conservaron nuestros recursos hidráulicos? Nada hicieron. Nuestros caudales hidráulicos disminuyeron,
los nacimientos de los ríos fueron talados, ni un sistema hidráulico se
creó.
¿Qué teníamos para exportar nuestros productos? No teníamos una flota mercante; para pescar
no teníamos sino chalanas que apenas se podían apartar de las costas. ¿Qué nos dejaron en la educación, sino
analfabetos?
¿Qué nos dejaron en el orden moral, sino el vicio, el
juego sembrado por doquier, el crimen, el irrespeto a la ley, el abuso, la
desigualdad, la discriminación? ¿Qué nos
dejaron, sino miserias:
miserias materiales y miserias morales?
De esas cadenas con que nos ataban nos hemos librado,
y los males que nos dejaron los estamos barriendo con sacrificios, si, lo
sabemos, pero ninguna obra histórica se hace sin sacrificios. ¡La libertad y la felicidad no se adquieren
sin sacrificios! Los que no tienen
carácter ni espíritu para sacrificarse, no tendrán derecho a la felicidad, no
tendrán derecho a la libertad.
Y estas cosas son las que nos mueven, y estas verdades
son las que nos impulsan, las que nos han hecho vencer, las que nos han hecho
unir, las que nos han hecho fuertes, las que nos llenan de esperanzas en el
mañana, las que nos dan seguridad de un porvenir luminoso, en nombre del cual
hemos hecho nuestra consigna de:
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)