DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DE LA DIRECCION NACIONAL DE LAS
ORI y PRIMER MINISTRO DEL
GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA CLAUSURA DEL TERCER CONGRESO NACIONAL DE
CONSEJOS MUNICIPALES DE EDUCACION, EN EL TEATRO “CHAPLIN”, EL 10 DE SEPTIEMBRE
DE 1962.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Señores miembros
del Cuerpo Diplomático;
Distinguidos
visitantes;
Compañeras y
compañeros de los Consejos Municipales de Educación;
Señoras y señores:
Los trabajos de este congreso, sus análisis y sus
conclusiones, muestran la obra impresionante de la Revolución en el campo de la
educación.
Y si nuestra Revolución en menos de cuatro años puede
presentar un avance semejante, esto indica que la Revolución marcha bien,
porque una revolución que en un frente tan fundamental como es la educación ha
logrado ya tantos éxitos, indica que esa revolución está construyendo sobre
esas bases sólidas, muy sólidas.
La revolución no es cuestión de días, ni de meses; la
revolución no es cuestión de años. La
revolución es un proceso largo, y los frutos de una revolución no se han de ver
por eso ni en un día, ni en un mes, ni en algunos años.
Cuando se comienza a edificar algo desde, los
cimientos, tarda en verse la obra completa.
Al principio no se ven más que los cimientos. Y así también la Revolución, durante sus
primeros años, edifica sus cimientos y avanza trabajando, despacio, pero de
manera firme, tenaz, constante. Por eso,
los años más duros, los años más difíciles de toda revolución, los años en que
verdaderamente se pone a prueba la entereza de los revolucionarios y de los
pueblos, es en estos primeros años, cuando prácticamente de la nada tiene que
comenzar a edificarse todo.
Claro que a medida que los años pasen, ya los frutos
de ese esfuerzo se irán viendo cada vez más, y sobre todo se irán viendo cada
vez más nítidamente, porque lo que hay que preguntarse es lo que la Revolución
hace, lo que la Revolución hace en cada sector de trabajo.
Y, por ejemplo, en este mismo sector de la educación,
si nos preguntamos qué es lo que la Revolución hace, qué es lo que la
Revolución está haciendo, ya puede perfilarse una gran obra, una extraordinaria
obra revolucionaria que no tiene precedentes en nuestra patria, y que no tiene
tampoco precedentes en ningún país de América, con respecto a la cual todo lo
que se había hecho en materia de educación a lo largo de la historia de Cuba no
resiste comparación alguna.
Y esto es un motivo de aliento para los revolucionarios,
y un motivo de desaliento para los reaccionarios, para los que hundidos en el
fango de su miseria moral, de sus egoísmos, de su falta de fe, de su desprecio
hacia las masas, son incapaces de ver.
Mas, sin embargo, los números hablan. Cuando la Revolución llegó al poder, el 1º de
enero de 1959 (APLAUSOS), en nuestro país más de medio millón de niños carecían
de aulas y de maestros; el número de analfabetos alcanzaba la cifra de cerca de
un millón de personas:
el número total de aulas que se habían creado durante 57 años,
era aproximadamente unas 15 000; el número de estudiantes que ingresaba en
primer grado, era unos 185 000; el número de estudiantes de enseñanza
secundaria, era unos 120 000.
En Cuba estudiaban, en todos los centros de enseñanza,
un total aproximadamente de 750 000 personas; y, además, ya se sabe que las
principales oportunidades para educarse no las tenían los niños más
humildes. En todo caso, podía ir a una
escuela primaria el niño campesino donde había algún maestro; a la escuela
secundaria no podría ir ningún joven humilde de ningún central azucarero, de
ningún pueblo pequeño, solamente aquellos jóvenes que residiesen en alguna
población con algún centro de enseñanza superior. Y es sabido que gran parte de esos jóvenes
carecían de medios para ir a esas escuelas; tenían que ponerse a trabajar,
ayudar a su familia. Y, en fin, el
acceso a los centros superiores de enseñanza y a la universidad se hacía muy
difícil para los jóvenes más humildes, es decir, para la inmensa mayoría de
nuestros jóvenes.
Los presupuestos de educación apenas alcanzaban los
100 millones de pesos; unos 10 000 maestros —10 000 maestros—, estaban sin
empleo.
Esa fue la situación que la Revolución se
encontró. ¿Qué avances, qué logros puede
hoy presentar la Revolución? En primer
lugar, el número de alumnos matriculados en la escuela primaria se elevó de 650
000 a 1 200 000; el número de aulas,
de 15 000 a cerca de 30 000.
El analfabetismo fue virtualmente borrado, y cientos
de miles de personas adultas aprendieron a leer y a escribir; el número de
estudiantes de las escuelas secundarias se elevó de 120 000 a 250 000; el
número de alumnos de primer grado se elevó de 185 000 a 450 000.
Y no solo eso, no hay que contar solo los niños que
están estudiando; hay que contar los adultos que están estudiando, que antes no
estudiaban. Y en las escuelas de
seguimiento hay matriculados 450 000 adultos; en las escuelas de superación
obrera, cerca de 100 000 adultos; y en las escuelas nocturnas más de 50 000
personas adultas estudiando.
Lo que quiere decir que el número de personas que
estudian en Cuba, desde el triunfo de la Revolución se ha elevado de 750 000
personas a 2 millones de personas (APLAUSOS); 2 millones de personas, entre
niños, jóvenes y adultos, están estudiando actualmente en nuestro país. No se cuenta algunos otros tipos de escuelas,
que no son ni secundaria, ni preuniversitaria, ni tecnológicas, ni
universitarias, ni de seguimiento, ni de superación, ni de enseñanza
primaria. Hay que añadir las escuelas de
mínimo técnico que están funcionando actualmente, hay que añadir las escuelas
populares, es decir, esas escuelas que se están organizando y donde están
estudiando obreros que están recibiendo una preparación, adquiriendo nuevos
conocimientos, con motivo de la mecanización y la tecnificación de algunas
industrias que estaban sumamente atrasadas en nuestro país, y que empleaban un
gran número de personas y que, al modernizarse, necesitan un número mucho menor
de obreros.
¿Qué ocurre en nuestro país? No ocurre que los obreros pierdan su trabajo,
como ocurre, por ejemplo, en Estados Unidos, sino que aquí en nuestro país esos
obreros siguen cobrando, siguen recibiendo de la sociedad una remuneración y
son enviados a estudiar. Es decir que
mientras reciben esa remuneración estudian y adquieren conocimientos técnicos
para emplearse de nuevo en la industria; mientras que en otras partes ese
obrero es lanzado a la calle, pierde su empleo, en nuestro país ese obrero
recibe una remuneración por la sociedad, y es superado para asegurársele un
trabajo todavía más eficiente, todavía más útil a su país (APLAUSOS).
Hay que añadir las Escuelas de Instrucción
Revolucionaria (APLAUSOS), donde asisten decenas de miles de trabajadores, lo
cual permite afirmar que pasan de 2 millones el número de personas que están
estudiando, entre una cosa y otra.
Súmese a esto la circunstancia de que unos 75 000 jóvenes de familias
humildes reciben la oportunidad de estudiar en escuelas superiores, centros de
enseñanza superior, con todos los gastos costeados: la alimentación, la vivienda, la ropa,
los zapatos, las medicinas (APLAUSOS), sin restricción alguna.
Todo esto ha traído un interés por el estudio
extraordinario. Es difícil encontrarse
un ciudadano hoy día en nuestro país que no desee estudiar, que no se sienta
apremiado por la necesidad de estudiar.
Se ha creado un espíritu de superación colectiva extraordinario, un
verdadero interés por el estudio, y se crean condiciones mediante las cuales la
persona indiferente, insensible por completo a esta extraordinaria inquietud de
nuestro pueblo, se queda atrás.
Más aún: año por año irá aumentando el número
de alumnos, cientos de miles de niños, de jóvenes y cientos de miles de
personas más se irán incorporando a los estudios.
Nuestro país, sin discusión de ninguna clase, se ha
colocado a la cabeza de América en este sentido (APLAUSOS). Los cubanos podemos decir con orgullo que en
el campo de la educación marchamos a la cabeza de América, sin excluir ningún
país (APLAUSOS).
Y naturalmente que eso promete frutos extraordinarios
para nuestra patria en un futuro. Porque
el país que recibió la Revolución no fue ese; las condiciones que la Revolución
se encuentra no fueron esas, sino muy distintas. No se encontró un movimiento de educación en
marcha como este. Sin embargo, la
Revolución ha creado ese movimiento.
Claro que en las condiciones anteriores el número de
técnicos universitarios y de técnicos en general era insuficiente. Suficiente para aquel régimen económico
raquítico y ruin, porque aquel régimen miserable tenía muy pocos técnicos y se
daba el lujo de que les sobraran. Y
naturalmente que jamás en nuestro país volverán a sobrar técnicos, porque por
muchos que hagamos siempre necesitaremos más, porque aquel régimen anterior era
el de la miseria infinita y permanente; en cambio, el régimen actual es un
régimen que abre las perspectivas a un progreso infinito.
¿Dónde está el límite de las aspiraciones del
pueblo? No existen límites. Cuanto más capacitado sea nuestro pueblo, más
lejos llegará, y nunca podrá decir: “Me
siento satisfecho”; nunca más volverán a sobrar maestros, nunca más volverán a
sobrar médicos, nunca más volverán a sobrar ingenieros, nunca más volverán a
sobrar técnicos, porque cada vez necesitaremos más. Y aunque produzca nuestro país en los
próximos años cientos de miles de técnicos, tendrá necesidad de seguir
produciendo más, porque las aspiraciones de progreso de nuestro país ya no se
detendrán jamás, y ya nosotros no podremos decir nunca: Nos sobrarán técnicos.
Cuando tengamos diez, veinte veces más que ahora,
seguiremos necesitando más, porque a medida que se desarrolle la capacidad
técnica de nuestro pueblo, se desarrollará también su progreso material; a
medida que se desarrolle la cultura en nuestro país, se desarrollará el
bienestar general de todo nuestro pueblo.
Esas son las circunstancias tan distintas entre el
presente y el pasado; eso es lo que la Revolución significa. Si ustedes van al campo de la salud pública
—tema sobre el cual acaba de celebrarse un congreso internacional— da pena,
verdadera pena ver el estado de la salud en los países de toda la América
Latina. Y las realizaciones de nuestra
Revolución en ese campo realmente no resisten comparación, no pueden ser
comparadas; al revés:
lo que hay en los demás países no puede resistir la comparación
con lo de nuestro país, todo lo que la Revolución ha hecho en ese campo, las
victorias que ha obtenido, y así sucesivamente.
Y por supuesto que este movimiento no se detiene. Este mismo congreso significa la elaboración
de una serie de nuevas metas, de nuevas tareas.
Y claro está:
todo este gran movimiento educacional ha tenido que hacerse en
medio de muchas dificultades: de falta
de maestros, de falta de profesores.
Pero ese problema tampoco lo tendremos más
adelante. ¿Por qué? Por el esfuerzo que está haciéndose en
preparar cuadros educacionales, profesores, maestros. Y la Revolución le ha dado una importancia
extraordinaria y especial a la formación de maestros y de profesores. Le presta más atención a la formación de esos
cuadros educacionales que a ninguna otra cosa, porque la Revolución considera
que en la base de todo, de todo el esfuerzo revolucionario, ha de estar la
educación, y que la función más importante de la Revolución es educar, y que el
trabajo más honroso y útil que puede desempeñar cualquier ciudadano en nuestro
país es enseñar.
Por eso la Revolución eleva el papel del maestro, la
función del maestro. Naturalmente, trata
de elevar también las condiciones subjetivas del magisterio, la conciencia
revolucionaria del magisterio; porque también sabemos cuántos vicios plagaban
nuestra educación, sabemos perfectamente cuántas debilidades tenía nuestro
personal docente, consecuencia del medio ambiente en que tenían que desempeñar
sus funciones, la politiquería reinante en nuestro país, la corrupción, los
privilegios. Y por eso la Revolución se
esfuerza a través de las organizaciones sindicales y de las organizaciones de
masa en elevar la conciencia revolucionaria del personal docente, al mismo
tiempo que forma nuevos cuadros.
Bien se sabe cuánto trabajo costó resolver el problema
de la enseñanza en las montañas, cómo ese problema no se había resuelto nunca
en las condiciones anteriores, y el esfuerzo que aún se realiza hoy por
mantener la educación en las montañas, organizándose para ello la brigada de
maestros de vanguardia, maestros de vanguardia que necesitamos en las montañas
hasta que las legiones de nuevos maestros salgan de las escuelas de maestros,
maestros que tienen que estudiar dos ciclos:
un primer ciclo de dos años y un segundo ciclo de dos años también,
además del año que deben estar en la escuela vocacional de la Sierra Maestra.
Y para no sacar a los maestros con solo el primer ciclo
a enseñar, se están preparando maestros populares, porque es preferible que
tengamos un poco de paciencia y saquemos a los maestros ya con el primero y el
segundo ciclo de estudios, de manera que sean capaces de dar clases hasta sexto
grado para que en el campo tengamos maestros hasta de sexto grado. Esa tiene que ser nuestra meta en el campo,
en las montañas:
llevar a los alumnos hasta el sexto grado, y entonces seleccionar
a los mejores alumnos para llevarlos a los centros superiores de enseñanza. Porque claro está, las condiciones en el
campo, y sobre todo en las montañas, son mucho más difíciles. La dispersión de la población hace
prácticamente imposible el establecimiento de centros superiores de
enseñanza. Pero hay que llevar a los
muchachos hasta el sexto grado.
Porque otra cosa que no había dicho todavía es que no
solamente el número de niños que iba a la escuela apenas alcanzaba el 50%, sino
que había un gran número de niños que estaban atrasados en su enseñanza, que
estaban en los primeros grados fuera de edad.
Y de ahí la necesidad que ha habido de preparar cursos de aceleramiento
para todos esos muchachos, para llevarlos a sexto grado. Y que en el campo era casi una casualidad
encontrar un muchacho que llegara al sexto grado.
La Revolución está preparando grandes contingentes de
maestros sobre bases nuevas de organización, en contacto con las
realidades. Y así organizó la escuela
vocacional de la Sierra Maestra, la escuela de primer ciclo de Topes de
Collantes, la segunda escuela de primer ciclo que se organizará en La Habana,
la escuela de segundo ciclo que se organizará también en la capital de nuestro
país, y adonde irán los estudiantes una vez aprobado el primer ciclo, y de
donde irán entonces —una vez graduados
como maestros— a empezar su trabajo por las montañas.
Por eso es necesario —mientras esos contingentes de
maestros terminan sus estudios— mantener a través de esos maestros de
vanguardia, la enseñanza en las montañas.
Y si no alcanzan, pedir más maestros.
Y esos 2 000, 3 000 jóvenes de las antiguas escuelas de maestros
primarios, que acaban de terminar este año, esperamos que un buen número de
ellos ingrese en esas brigadas de maestros de vanguardia y se vaya a enseñar a
las montañas (APLAUSOS). Y si no
alcanzan, movilizar maestros populares, que ya dentro de tres años saldrán
graduados los 1 800 que este año terminaron su primer curso en Topes de
Collantes, detrás los 1 900 que terminaron el curso en las Minas del Frío, y
detrás los estudiantes que en número de 4 500 ingresarán este año en esa
escuela vocacional de la Sierra Maestra (APLAUSOS). Porque se ofrecieron 4 500 becas, y se
presentaron 8 000 solicitudes para estudiar para maestros, para ingresar en la
escuela vocacional de las Minas del Frío en la Sierra Maestra.
Y naturalmente a partir de ese momento por lo menos
unos 3 000 se graduarán todos los años.
Mas no solo eso, sino que tendremos estudiando aquí 8 000 entre la
escuela de segundo ciclo y una escuela de primer ciclo; fuerza educacional que
podremos movilizar para cursos de seguimiento, para escuelas nocturnas.
Es decir que aún como estudiantes de magisterio,
podremos movilizarlos para cualquier plan de educación, a fin de combinar el
estudio con el trabajo de esos jóvenes.
Luego los recursos humanos se irán acumulando, y
permitirán darle más y más impulso a este formidable movimiento
educacional. Y esta obra de la
Revolución —como toda la obra revolucionaria que nosotros podemos proclamar con
verdadera satisfacción— ha tenido que realizarse en condiciones difíciles, en
medio de un proceso revolucionario, en medio de las agresiones, de la
hostilidad, de la acción de los elementos reaccionarios, de los elementos
retrógrados y de la acción del imperialismo.
¿Qué quieren ofrecernos a nosotros? ¿Qué van a ofrecernos? ¿Cambiar esta obra de ahora por toda aquella
basura del pasado? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Y con qué moral? ¿Qué pueden los enemigos de nuestra patria,
los enemigos de nuestra Revolución, frente a los hechos, a los hechos reales
—esos hechos grabados en la conciencia y el corazón de todo hombre digno y
mujer de nuestra patria—, frente a los hechos, qué pueden ofrecer a los pueblos
de América? Frente a los hechos; no
frente a las mentiras, a los trucos propagandísticos, a los manidos y gastados
argumentos de los reaccionarios, que hoy —como en todos los momentos
revolucionarios de la historia— han tratado de defender sus podridos intereses
antisociales, antihistóricos, antipopulares frente a las revoluciones.
¿Sus mentiras cómo pueden ocultar estas
realidades? Porque estas realidades de
la Revolución se podrán ignorar, se podrá cerrar los ojos para no verlas, pero
su existencia real no la puede suprimir nadie.
Son hechos, y frente a la situación reinante en todo el continente, que no
se podrá comparar jamás con los imponentes triunfos de nuestra Revolución, que
ha sabido alcanzar tantos éxitos en medio de tan tenaz persecución, tan
incesante hostilidad, en medio de la agresión económica, de las agresiones
militares y de las amenazas que desde el primer día han pendido sobre nuestras
cabezas. ¿Con qué justificación pueden
los imperialistas pretender destruir esta obra de progreso, de avance? Y no de simple progreso y de avance, sino de
progreso heroico bajo la “espada de Damocles” de los imperialistas (APLAUSOS),
de avance heroico frente a todo su poderío, frente a todos sus recursos.
Porque hay que decir, hay que recalcar que todo esto
se ha hecho, pero se ha hecho a pesar de que un poder reaccionario tan grande
como el del imperialismo yanki ha estado tratando de impedirlo, ha querido
impedirlo. Y no se diga que los
imperialistas quisieron a medias impedir la obra revolucionaria de nuestro
pueblo; por entero han querido impedirla, con todas sus fuerzas han querido
impedirla, con todos sus recursos han querido impedirla, y no han podido
impedirla.
En medio de esas dificultades, nuestro pueblo ha
avanzado. Y con la obra de hoy puede
presentarse ante el mundo, con sus realizaciones actuales y, sobre todo, con la
esperanza de lo que se propone hacer.
¿Qué necesita la Revolución? ¿Qué necesita nuestro pueblo? ¡Paz!
¿Qué quiere nuestro pueblo? ¡Paz!,
trabajar, progresar. y nuestro pueblo necesita esa paz,
porque mucho tiene que hacer, mucho tiene que trabajar para vencer la pobreza
que nos dejaron, mucho tiene que luchar para lograr el estándar de vida que
desea, para explotar sus extraordinarios recursos naturales. Paz y seguridad que no hemos tenido,
seguridad que no hemos tenido. Porque si
hemos tenido, si hemos invertido enormes energías y grandes recursos en la
educación, en la salud, en la economía, los imperialistas nos han obligado
también a gastar grandes recursos en nuestra seguridad, en nuestra defensa;
extraordinarios recursos de hombres y de materiales para garantizar nuestra
defensa, para garantizar nuestra seguridad.
Mas, nunca hemos dejado de vivir bajo esas amenazas de sabotaje, de
infiltraciones, de ataques indirectos y de amenazas de ataques directos.
Cuando los imperialistas creían que la Revolución
sería destruida con una simple campaña de prensa, y que con sus campañas de
prensa reaccionarias promoverían la subversión de nuestro pueblo o la
desmoralización de nuestro pueblo, lanzaron esas campañas, y fracasaron. Cuando creían que bastarían entonces las agresiones
económicas, la supresión de nuestra cuota azucarera, el embargo de las
exportaciones de piezas y de materia prima, creían que la Revolución se
desplomaría, lanzaron sus agresiones económicas y fracasaron. Creyeron entonces que con el sabotaje y la
subversión podían destruir a la Revolución; se lanzaron al sabotaje y a la
subversión, y fracasaron. Creyeron
entonces que organizando una invasión de mercenarios que se apoderara de un
pedazo del territorio nacional e iniciara una guerra de destrucción y de
desgaste, que nos habría costado cientos de miles de vida, lograrían destruir
la Revolución, se lanzaron, y fracasaron.
“¡Vinieron por lana y salieron trasquilados!” (APLAUSOS.)
Con estas armas, con estos procedimientos, ellos
habían derrocado a muchos gobiernos.
Golpes de Estado, subversión, invasiones de mercenarios, cuyo
antecedente inmediato anterior había sido la invasión de Guatemala, en una
acción de este tipo. Mas, con asombro
para ellos, sin una explicación posible para ellos, sus golpes fracasaban unos
tras otros, su filosofía se desmoronaba, sus campañas tergiversadoras,
insidiosas, calumniosas, la mentira sistemática destilada sobre el pueblo de
Estados Unidos, se estrellaba contra una realidad.
¿Qué ocurre que los poderosos yankis, el Pentágono, la
CIA, el Congreso, el Departamento de Estado, el Ejecutivo de Estados Unidos, no
pueden destruir esa revolución? ¿Qué
ocurre que los poderosos imperialistas no barran a esa revolución de un país
pequeño? ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que ese pueblo resista? ¿Cómo es posible que esa revolución se
mantenga en pie? Y no solo resistía y se
mantenía en pie, sino que cobraba fuerzas, apoyo y simpatía fuera de las
fronteras de ese pequeño país, en todo el continente, y aún más allá del continente
americano. Con la mentalidad del
poderoso y reaccionario monopolio yanki, o monopolista yanki, esas cosas no le
cabían en la cabeza. ¿Cómo era posible tantos reveses, tantos golpes, tantos
fracasos?
Y esos golpes no le enseñaban nada. ¿No le enseñaban acaso la política estúpida
que seguían con respeto a nuestra patria?
¿No le enseñaban los frutos inútiles de sus agresiones, de su
hostilidad? ¿No le enseñaban que la
dignidad del pueblo cubano no podían doblegarla? Evidentemente que no aprendieron, era difícil
que aprendieran; y era difícil, incluso, que lo supieran, porque por primera
vez en su historia de piratería y de filibusterismo, de gendarmes y de matones
en este continente, nunca se habían encontrado con un caso como el de Cuba, nunca
se habían encontrado con un problema como el de Cuba.
¿Oportunidad de rectificar tuvieron? Sí tuvieron oportunidad de rectificar. Y el actual Presidente de Estados Unidos tuvo
oportunidad de rectificar. Y cuando
llegó al gobierno, nosotros expresamos la esperanza de nuestro pueblo de que
rectificara en sus errores, que rectificara en su política.
¿Podía esperarse, era lógico esperar del representante
del régimen de los monopolios una rectificación? Sí era lógico. Alguna lógica tenía, porque una política
inteligente habría aconsejado al presidente de un país poderoso como Estados
Unidos rectificar en esa lucha ingloriosa, en esa política de agresión criminal
y cobarde que se habían trazado con nuestra patria. Y además, porque no es de inteligentes librar
batallas que no se van a ganar, no era de inteligentes responsabilizarse con
una política que había sido la política de la
administración anterior, y seguir enzarzado en una lucha que estaba llamado a
perder. Y lo inteligente habría sido
comprender las realidades, no subestimar a nuestro pueblo, no subestimar a
nuestra Revolución, y comprender que estaban enzarzados en una batalla que no
iban a ganar, en una lucha que iban a perder.
Si se enfrascaron en ella y están perdiéndola, la
culpa no es de nosotros, es de ellos. Si
siguieron adelante con su política errónea, y esa política ha significado para
el actual Presidente de Estados Unidos un serio revés, ha significado un serio
descrédito, la culpa no es nuestra, es de ellos. Ellos quisieron destruirnos, y nosotros no
hemos hecho otra cosa que defendernos y no dejarnos destruir (APLAUSOS).
Culpa es de ellos esa política, culpa es haberse
enfrascado contra nosotros en una lucha ingloriosa que no han ganado ni ganarán
nunca (APLAUSOS).
y cuando los dirigentes de un país poderoso como
Estados Unidos se enfrascan en una lucha contra un país pequeño como el
nuestro, pero al que no habrían podido vencer jamás, es lógico que paguen en
descrédito la consecuencia de su política torpe.
Todos los procedimientos los usaron, y se equivocaron,
fracasaron.
Ahora, en la medida que comprenden que se hace cada
vez más imposible aplastar a nuestra Revolución, más se desesperan y más se
enfurecen.
¿Discutir, usar la lógica? ¿Es que acaso los imperialistas tienen lógica
en sus argumentos? ¿Es que acaso los
imperialistas usan otro argumento que no emane de su concepto de piratas y de
bandidos? ¿Es que acaso los
imperialistas tienen otras razones que la fuerza, que la amenaza, que la
agresión? ¿Con qué razón, con qué lógica
pueden defender su posición ante el mundo frente a Cuba? ¿Cómo pueden pretender que frente a una
política continuada de agresión y de hostilidad, Cuba no tratara de defenderse,
Cuba no se defendiera, Cuba no estuviera dispuesta a defenderse hasta su última
gota de sangre, Cuba no estuviera dispuesta a dar los pasos que fueran
necesarios para defenderse?
(APLAUSOS.)
¿O es que acaso frente a los enemigos que querían
destruirnos, nuestra obligación era poner la cabeza sobre la picota, bajo el
filo del hacha imperialista y no defendernos, no adoptar todas las medidas
necesarias para defendernos, y las medidas que garantizaran lo que
necesitamos: paz y seguridad para
trabajar, paz y seguridad para luchar por un destino mejor?
¿Cuál es la lógica de los imperialistas —organizadores
de sabotajes, de subversiones, de ataques cobardes y criminales, de invasiones
mercenarias— para pretender que nosotros no tuviéramos derecho a
defendernos? Ellos hablan en nombre de
su seguridad. ¡Ah!, ¿y la seguridad de
nosotros acaso no cuenta? ¿El derecho a
la seguridad la tienen ellos? ¿Y
nosotros no tenemos derecho a nuestra seguridad?
Sus senadores y sus directores de periódicos invocan
constantemente la seguridad de Estados Unidos.
Pero tal como si otro pueblo, este pueblo situado al otro lado de los
mares, este pueblo situado al otro lado del Estrecho de la Florida, no tuviera
derecho a pensar en su seguridad, no tuviera derecho a preocuparse de su
seguridad. Y ellos hablan de que
nosotros seamos un peligro para su seguridad, pero tal como si nosotros no
tuviéramos derecho a hablar de que ellos son un peligro para nuestra seguridad
(APLAUSOS).
Ellos proclaman su derecho a tomar todas las medidas
que tiendan a su seguridad. ¿Y es que
acaso nosotros no tenemos el mismo derecho a tomar todas las medidas que
tiendan a nuestra seguridad? Ellos
afirman que nosotros somos un peligro a 90 millas. ¿Y por qué no afirmar nosotros que ellos son
un peligro a 90 millas de nosotros?
(APLAUSOS.)
Sin embargo, nosotros no podemos proclamar ningún
derecho a invadir ese país, porque constituya un peligro para nosotros. Y nosotros tendríamos por loco o por
estúpido, al que planteara invadir ese país para librar a nuestro país del
peligro que constituye. Esto, pensando
en la lógica, pensando en el derecho, pensando en las normas que deben regir
las relaciones entre los pueblos, sin importar su tamaño, sin importar su
poderío. Y, sin embargo, allí no tienen
por loco, ni amarran, ni envían a un manicomio a ninguno de esos señores que
dicen, proclaman y exhortan a invadir a nuestro país en aras de la seguridad de
Estados Unidos. Y allí toman como la
cosa más natural del mundo, que solo puede emanar de la circunstancia de
tratarse de un país poderoso, que solo puede emanar de la filosofía de la
fuerza, del espíritu de matones, de bandidos, de piratas y de filibusteros que
inspiran a los hombres públicos de ese país (APLAUSOS).
No envían a Mazorra a ninguno de esos senadores que
proclaman el bloqueo, es decir, un acto de guerra, el bloqueo aéreo y naval por
la fuerza, es decir, un acto de guerra.
No envían al manicomio —a cualquiera de los muchos manicomios que hay
allí o debiera haber allí— a ninguno de esos señores que exhortan a la invasión
militar de nuestra patria, a pesar de que debieran mandarlos. Porque aunque ellos no lo crean, aunque no lo
vean, o aunque traten de hacer que no lo vean, lo que proclaman es
sencillamente un absurdo, un disparate, una locura. Algo más: el proclamar la agresión a Cuba se ha
convertido en slogan demagógico de los politiqueros, víspera de las
elecciones. Y las frases pronunciadas en
el Congreso de Estados Unidos dan idea del desquiciamiento que hay en ese país,
del caos que hay en ese país, de la irresponsabilidad de los hombres públicos
de ese país, que juegan con la guerra, juegan con el fuego, y exponen a nuestro
país, a su propio pueblo y a todo el mundo, a las consecuencias de las más
absurdas proposiciones.
Es decir que su irresponsabilidad llega a tal grado,
que han convertido este problema de Cuba en un instrumento de politiquería
interna de Estados Unidos, para confundir más a ese pobre pueblo. Y no vacilan en llevar la histeria hasta
grados inauditos, en ensayar todo tipo de presiones con fines politiqueros, en
presionar a la administración actual a que se decida a lanzar un ataque contra
nuestro país.
Ellos han hablado en un lenguaje que nosotros no
entendemos; ellos han hablado en un idioma que nosotros no comprenderemos jamás: el idioma de la
amenaza, el idioma de la fuerza, el idioma del chantaje. Hablan de que si nosotros constituyéramos un
peligro de agresión... Pues hablan
boberías, porque nosotros no constituiremos un peligro de agresión para nadie;
es sencillamente ridículo, es sencillamente absurdo.
Hablan como si ellos fueran los amos del mundo, como
si ellos fueran los dueños y señores de este continente, y como si, además,
pudieran trazar pautas a nuestra conducta.
¡Ese idioma, señores dirigentes de Estados Unidos, nosotros no lo
entendemos! (APLAUSOS.)
Los pasos que en uso de su legítima e irrestricta
soberanía da nuestra patria, no requieren instrucciones de Washington, no
requieren advertencias de Washington, no requieren órdenes de Washington. Nuestro país ha dado y dará cuantos pasos
sean necesarios, dentro de los caminos que le franquea
el derecho internacional y el uso de su prerrogativa de nación soberana, para
garantizar su seguridad frente a las amenazas de agresiones imperialistas.
Nosotros no tenemos ya que molestarnos en probar las
intenciones agresivas del imperialismo yanki, porque no hace falta
probarlas. Basta leer la propia prensa
yanki, basta leer las propias noticias cablegráficas de Estados Unidos, basta
leer los discursos de sus senadores, para que quede evidenciado ante el mundo
entero las intenciones agresivas de los imperialistas. Ya no se molestan en negar sus intenciones
agresivas, ¡no!, sino que lo proclaman ante el mundo, lo proclaman
públicamente.
¿Y qué pretenden, que no nos defendamos? ¿Qué pretenden, que no hagamos lo que sea
necesario para defendernos, que no hagamos lo que sea necesario para garantizar
nuestra seguridad? (APLAUSOS.) Si pretenden eso, pretenden lo absurdo,
pretenden lo imposible, ¡porque nuestro pueblo no nació con alma de esclavo ni
con alma de cobarde! (APLAUSOS,)
Nuestro pueblo es el legítimo descendiente de aquellos
mambises que no vacilaron en enfrentarse al poderoso imperio de España. Nuestro pueblo es el pueblo que en ningún
momento de la historia vaciló en enfrentarse a las dificultades más grandes, a
los peligros mayores. El pueblo y los
hombres que no vacilaron ayer, cuando estaban inermes, en enfrentarse a los
poderosos ejércitos de la tiranía batistiana.
El pueblo y los dirigentes que no midieron los obstáculos, ni los
peligros, ni el poder de los enemigos; que resueltamente se enfrentó a ellos y
que victoriosamente llevaron adelante su lucha.
Nuestro pueblo y sus dirigentes no vacilaron en enfrentarse a las
ingentes dificultades que planteaba la actitud agresiva y hostil de un gobierno
respaldado por tan poderosos recursos, como el gobierno de Estados Unidos.
¡Se equivocan si creen que con sus amenazas nos
impresionarán! ¡Se equivocan si creen
que frente a sus amenazas nos resignaremos a hacer el papel de mansos
carneros! ¡Se equivocan! Y no queremos, sinceramente, que se
equivoquen. Se equivocaron hasta aquí
todas las veces; sus equivocaciones condujeron a consecuencias cada vez peores
para ellos. Todos los pasos que dieron
fracasaron contra nosotros, y no queremos que den ese paso desesperado y
estúpido de invadirnos.
Ya aquí no cabe aquello del tiburón y la sardina
(APLAUSOS). ¡Ya no somos sardinas! (APLAUSOS.)
No se equivoque el tiburón, no se equivoque el tiburón, porque esta vez
esa equivocación quizás pudiera ser su última equivocación (APLAUSOS
PROLONGADOS Y EL PUBLICO PUESTO DE PIE COREA CONSIGNAS REVOLUCIONARIAS).
Si lanzan una invasión contra nuestra patria, no
podrán amparar su acción en la menor justificación legal o moral, sino en
virtud de la ley brutal de la fuerza, y sus actos no se diferenciarían
absolutamente nada de los actos de Hitler cuando atacó a Polonia en 1939. La invasión de Cuba por fuerzas militares de
Estados Unidos colocaría a los imperialistas fuera de la ley internacional,
como vulgares violadores del derecho de los pueblos, como genocidas, ¡y en tal
caso merecerían ser barridos de la faz de la Tierra! (APLAUSOS.)
Nosotros hemos dicho en otras ocasiones que no
queremos que el imperialismo se suicide a costa nuestra. Nosotros con toda sinceridad proclamamos
nuestro deseo de vivir en paz; proclamamos nuestro deseo de que el buen juicio
y el más elemental sentido común presidan los actos de quienes tienen en sus
manos los destinos de ese país.
Mas, como sus palabras amenazadoras contra nosotros
merecen respuesta, nuestra respuesta a las amenazas del gobierno de Estados
Unidos y a las exhortaciones histéricas de sus senadores a agredir a nuestro
país, nuestra respuesta es esta: ¡Nosotros, los dirigentes de esta
Revolución, estamos dispuestos a morir junto a nuestro pueblo! (APLAUSOS.)
¡No retrocederemos, no retrocederemos, no vacilaremos: nos mantendremos firmes!
Y podemos proclamar serenamente, serenamente, que
estamos dispuestos a morir en nuestros puestos.
¡Pero lo que no sabemos, lo que no sabemos es si el gobierno de Estados
Unidos, si los generales del Pentágono, si esos senadores que proclaman la
guerra contra nuestra patria, están también dispuestos a morir!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)