DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DE LA DIRECCION NACIONAL DE LAS
ORI Y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE GRADUACION DE
300 INSTRUCTORAS REVOLUCIONARIAS PARA LAS ESCUELAS DE DOMESTICAS, EFECTUADO EN
EL TEATRO “CHAPLIN”, EL 16 DE MARZO DE 1962.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeras
instructoras;
Compañeros y
compañeras estudiantes:
Debí haber empezado por los profesores; y debí
—todavía más— haber empezado por la compañera Elena (APLAUSOS). Pero, en fin, el orden de los factores no
altera el producto.
Bueno, hemos llegado a un escalón más, a un
escaloncito más. Muchas veces, durante
estos tres años, hemos tenido ocasión de ir poco a poco subiendo por la
escalera de la Revolución; y muchas veces este mismo teatro ha sido escenario
de muchos actos de graduaciones como esta y que marcan los pasos de avance de
nuestro país y de nuestra Revolución.
Hoy, son 300 instructoras revolucionarias. En realidad, temo que algunas personas
todavía no comprendan bien de qué se trata, porque en realidad son tantas y
tantas escuelas de tantos tipos que hay, que a mí me parece que el pueblo ha
perdido la cuenta. Para precisar un poco
mejor los conceptos:
se trata de una escuela que se organizó con el objeto de formar a
las instructoras, es decir, a las personas que iban a orientar a las alumnas de
las escuelas nocturnas para muchachas que trabajan en el servicio doméstico.
Este mismo hecho de que se haga una escuela de
instrucción revolucionaria para preparar estas orientadoras para las escuelas
nocturnas del servicio doméstico, nos está diciendo que todavía nos faltan
muchas cosas por hacer en nuestro país.
En la Revolución —y en todo, naturalmente— las ideas
van evolucionando y las ideas se van desarrollando. Podemos tomar como ejemplo esta idea de cómo
las ideas se desarrollan y de cómo la Revolución se desarrolla.
Lo primero que surgió fue la necesidad de preparar
maestros para enseñar en las montañas.
No había maestros —¿para qué vamos a hacernos
ilusiones?— , no había maestros para ir a las montañas. Yo no sé si los maestros se pondrán bravos,
pero en realidad había muchos maestros para dar clases en las ciudades, y no
había suficientes maestros para dar clases en las montañas. Y claro, lo fácil es siempre lo preferible, y
era mucho más fácil encontrar maestros y maestras para la ciudad que para el
campo, sobre todo para los lugares más apartados del campo.
Y entonces, al surgir esa necesidad, porque en el campo
no había maestros, es decir, no había maestros en número suficiente, sobre
todo, no había maestros para los lugares apartados, fue necesario preparar,
improvisar —si se quiere—, fue necesario improvisar maestros. ¿A quiénes? Tenían que ser maestros voluntarios. Es decir, tenían que ser personas,
estudiantes, jóvenes, que estuviesen dispuestos a pasar un cursillo en
condiciones duras para después ir a enseñar al campo los años que fuesen
necesarios.
Así surgieron aquellos cursillos de formación de maestros
en la Sierra Maestra, para satisfacer una necesidad, la más urgente de todas,
que era la de llevar maestros a cientos de miles, o por lo menos unas cuantas
decenas de miles de niños que no tenían maestros. Y, efectivamente, al llamamiento de la
Revolución se presentó un gran número de jóvenes que quisieron pasar por
aquellas pruebas. Así fue el primer
contingente. Pero fue tan exitoso aquel
primer esfuerzo, que surgió la idea de llamar un segundo contingente, y después
la idea de llamar un tercer contingente.
Ya teníamos tres contingentes.
Pero por el camino fueron surgiendo nuevas
necesidades. Observamos que, por
ejemplo, entre las muchachas que trabajaban en el servicio doméstico había
muchas que querían estudiar, algunas estaban asistiendo a las escuelas
nocturnas. Y nosotros tuvimos
oportunidad de comprobar cómo había muchas inteligencias brillantes entre esas
muchachitas humildes que, realmente, si no tenía una oportunidad de estudiar,
de prepararse, pues, no tendrían ocasión de utilizar su inteligencia en
servicio de nuestro país y en bien de cada una de ellas.
Así fue como surgió la idea de organizar, no de
organizar, porque había escuelas nocturnas, sino de darles un amplio desarrollo
a las escuelas nocturnas para muchachas del servicio doméstico. Entonces, había que preparar las orientadoras
revolucionarias, las instructoras revolucionarias de esas muchachas. Y lo que se hizo fue seleccionar entre los
mejores expedientes, seleccionar del segundo contingente 300 muchachas para que
pasaran un curso preparatorio; y posteriormente, del tercer contingente, otras
300 muchachas para ese estudio.
De modo que se organizó la escuela de instrucción
revolucionaria, y paralelamente se organizaron y se ampliaron las escuelas
nocturnas para muchachas del servicio doméstico. Y así, al mismo tiempo que estaban pasando por un curso de superación, ya las
compañeras comenzaron a trabajar en esas escuelas nocturnas como orientadoras
y, además, como maestras de las muchachas domésticas.
La idea iba progresando, la escuela iba teniendo
éxitos, los resultados de aquel curso preparatorio eran visibles. Las compañeras por la mañana recibían
determinadas clases, por la tarde recibían otro tipo de preparación, otras
clases, y por la noche trabajaban. Es
decir, eran estudiantes por el día y maestras por la noche. Y así ha sido durante un año entero.
Hoy se gradúan las primeras 300; como se dijo aquí,
dentro de seis meses se graduarán las otras 300.
Pero las ideas seguían desarrollándose. De las escuelas nocturnas para compañeras del
servicio doméstico fue seleccionado un grupo de muchachas para recibir
determinados estudios especiales, tales como taquigrafía y mecanografía, para
trabajar en los bancos y en las oficinas públicas.
Las ideas continuaron desarrollándose, y más adelante
surgió otra escuela para preparar muchachas del servicio doméstico en la
conducción de automóviles, para un servicio de transporte.
Naturalmente que estas ideas, como todas las ideas
nuevas, siempre encuentran un poco de duda, de expectación. ¿Trabajarán bien en este servicio las
muchachas? ¿Serán eficientes? ¿Chocarán los automóviles?
Y a propósito de eso, les puedo contar una anécdota,
que es realmente curiosa, y es que el primer día, la primera que chocó, chocó
precisamente conmigo (RISAS). Salimos
por la tarde, nos dirigíamos a la oficina, y por la calle 23 y L dobla
rápidamente un carro, sigue doblando y choca con el carro donde íbamos
nosotros. Yo pensaba: “Entre tantos miles de carros y de
tantas miles de posibilidades, me ha tocado.”
Y nosotros habíamos tenido que ver con la idea de organizar esa
escuela, y era una casualidad, verdaderamente, que a un supersticioso lo
hubiera dejado pensativo (RISAS).
Hubiera sido como una lección, era como para poner a prueba la fe de
uno. Bueno, sin embargo, salimos bien de
esa prueba, porque seguimos teniendo fe en que las muchachas iban a prestar el
servicio. Y, efectivamente, siguieron
prestando el servicio con éxito.
Ya hay un gran número de muchachas que están en ese servicio de
transporte.
Es decir que íbamos avanzando, ¿no? Surgió la escuela, surgieron los cursos de
las Minas del Frío, las escuelas en las montañas; posteriormente, la idea de
las escuelas nocturnas para muchachas domésticas, la escuela de instrucción
revolucionaria; después, la idea de las escuelas especiales de mecanografía y
taquigrafía, la de los servicios, y seguía desarrollándose la idea.
Cuando vimos el resultado tan formidable que habíamos
tenido, cuando vimos cómo se iba formando un verdadero contingente de muchachas
preparadas, serias, responsables, que cuando se necesitaban algunas de ellas
para determinados trabajos los realizaban bien, pensábamos que la escuela se
iba a acabar al finalizar el curso, y que, realmente, una iniciativa que había
dado grandes resultados iba a finalizar con el grupo de muchachas del segundo
contingente. Entonces surgió otra idea: solicitar
voluntarias entre las muchachas que habían estado de brigadistas, para
organizar una escuela todavía más especializada en cuestiones de educación. Surgió la idea entonces de organizar la
escuela “Makarenko”. ¿Por qué le pusimos
“Makarenko”? ¿Por sectarismo? No. Le pusimos “Makarenko” realmente porque
Makarenko fue un gran pedagogo, y le dejó a la humanidad una serie de
experiencias muy interesantes.
En esa escuela hay actualmente 1 100 muchachas
brigadistas. Esas van a salir todavía
más preparadas que ustedes, que las que se gradúan hoy. Nosotros lo sentimos mucho, pero ¿qué vamos a
hacer? A todos nos pasa lo mismo: los que vienen van a
ser mejores que nosotros. Pero, bueno,
nosotros hemos ayudado un poquito a hacer eso, ¿verdad?
Entonces, ¿estas muchachas qué van a hacer, las 1 100
muchachas? Pues estas muchachas, por la
mañana van a estudiar para maestras primarias; por la tarde van a estudiar
marxismo, van a estudiar economía política y van a estudiar un idioma; y por la
noche van a enseñar a las 20 000 muchachas de las escuelas domésticas
(APLAUSOS). Porque ahora estas
compañeras tienen que distribuirse, no solo en la capital, sino también en el
interior, porque se van a comenzar a organizar las escuelas para domésticas en
el interior.
Muchas de ellas han estado actuando no solo como
instructoras, porque, realmente, el carné de instructora lo han recibido ahora,
pero ellas fueron preparadas para ser instructoras revolucionarias. Y, además, muchachas que estarán estudiando
para maestras y, al mismo tiempo, enseñando como maestras que, sin duda de
ninguna clase, es un método que tienen que arrojar grandes resultados, porque
su aprendizaje va acompañado de toda una rica experiencia que les va a dar la
vida diaria y el trabajo diario de cada una de ellas.
¿Cuánto tiempo van a estudiar en esa escuela? Tres años.
Y cuando terminen en esa escuela los tres años, ¿qué van a
hacer? Pues van a estudiar en la
universidad (APLAUSOS).
Entonces, vamos a tener a estas compañeras estudiando
muchos años, estudiando y trabajando.
Gana algo ya, ya ganan 20 pesos que, para un estudiante, es algo. Y nosotros sabemos que algunas de ellas están
haciendo cuentecitas de ahorro, y algunas han guardado; no tienen muchos gastos
allí. Cada 15 días vienen al cine;
tienen este mismo cine con las mejores películas, no les cuesta nada. Así que, en realidad, tengo entendido que no
les falta nada, y por eso pueden, incluso, ahorrar algo.
Así se fueron desarrollando las ideas de esta escuela,
de tal manera que ya todo este plan es un gran plan de educación que comprende
decenas de miles de personas; es uno de los tantos trabajos de la Revolución,
una de las tantas direcciones en que se ha desarrollado la Revolución, y en la
cual se puede percibir claramente cómo va avanzando la Revolución y cómo se
empiezan a ver los frutos de la Revolución.
De manera que nosotros dentro de siete años, por
ejemplo, ya tendremos graduadas en la universidad a estas 1 100 jóvenes
(APLAUSOS). Pero, además, ya serán
muchachas que, por ejemplo, habrán rendido un gran fruto; habrán enseñado a
decenas de miles de jóvenes, las habrán preparado en cuestiones de enseñanza
general, las habrán ayudado a formar contingentes de muchachas humildes que
irán a trabajar en el Estado, en los bancos, en las fábricas; en fin, que ya
cuando ellas hayan culminado su preparación, y siendo aún muy jóvenes, ya les
habrán prestado a su país, a su pueblo, un gran servicio.
Es con esas cosas con que soñamos todos nosotros, es
así como nosotros concebimos la Revolución.
Concebimos la Revolución como algo verdaderamente creador, como algo que
no cese de crear un solo minuto, con un desarrollo incesante de las ideas, con
una superación incesante de las ideas, en que cada día, cada mes, cada año, se
haga más y se haga mejor (APLAUSOS). Así
concebimos la Revolución, como una lucha incesante contra todos los obstáculos,
como una lucha incesante contra todos los vicios, contra todos los males,
contra todos lo defectos, contra nuestros propios defectos; como una lucha
incesante por hacer una sociedad mejor, por hacer una patria mejor, un
ciudadano más completo, un ciudadano más feliz.
Esa es la Revolución, y así debemos entender una revolución. Cuando todos entendamos así la Revolución,
¡cuánto más avanzará la Revolución!
Lo más difícil de la Revolución es que la entiendan,
que empiecen por entenderla. Al
principio la entienden muy pocos, cada día son más los que la entienden, pero son muchos también
los que la entienden mal. Y esa es
la lucha, porque cada vez sean más los que entiendan la Revolución, porque cada
vez sean más los que la entiendan mejor y porque cada día sean menos los que la
entiendan mal.
¡Qué necesario es que meditemos sobre todas estas
cosas, y cuánto bien le haremos a la Revolución mientras más meditemos sobre
estas cosas, y cuánto mejor marchará la Revolución cuanto más comprendamos cómo
es y cómo debe avanzar, cómo debe progresar!
Y no progresará sino a base, siempre, de un gran esfuerzo.
Y solo el esfuerzo es lo que da frutos
verdaderos. ¡Vean en ustedes mismas,
compañeras, el fruto de esa lucha, el fruto de ese esfuerzo! Cuánto bien, cuánta ayuda, cuánto beneficio,
a cuántas personas vamos a hacer
mejores, a cuántas personas vamos a hacer más útiles, a cuántas personas vamos
a hacer más felices. Comparad la idea de
cualquiera de esas muchachas del servicio doméstico, cualquiera de esas
muchachas olvidadas de la sociedad, cualquiera de esas muchachas maltratadas y
hasta despreciadas, tratadas a veces con menos cariño que con el que alguna
gente trataba a sus perros; comparad ese ser humano, comparad ese compatriota,
comparad esa criatura, esa hermana, con la muchacha —la misma muchacha— a la cual se le abren
horizontes nuevos, becada en una escuela, obteniendo nuevos conocimientos que
le permitan redimirse de aquel trabajo que no produce nada, y prepararse para
realizar trabajos útiles a su pueblo y útiles para ellas mismas. Compárense esas situaciones, compárese el
ánimo de esa muchacha antes y ahora, y comprenderán cuánto bien se hace, y
comprenderán que eso es revolución: enseñar, ayudar, perfeccionarse,
superarse incesantemente.
Y que aquí tenemos que trabajar en todos los niveles;
que, con ese espíritu generoso y poseídos de esa idea del bien y de la
superación, debemos trabajar en todas las direcciones, y que tenemos que
ganarles la batalla a aquellos que entienden mal la Revolución, que no estén
inspirados siempre en esa idea de superarse, en esa idea de ayudar, en esa idea
de mejorar; tenemos que ganarles la batalla a los que no entiendan la
Revolución.
Y, ¿qué es la Revolución? ¿Es acaso una cosa fácil? ¿Es acaso una cosa sencilla? ¡No!
La Revolución es uno de los fenómenos sociales más complejos y más
difíciles. El cambio de una sociedad por
otra es uno de los hechos más difíciles en la historia humana. Y en esa empresa difícil, contra muy poderosos
enemigos, ha estado enfrascado y estará enfrascado, durante muchos años, nuestro
pueblo. Y la fortaleza de la Revolución
dependerá de nosotros mismos, el avance de la Revolución dependerá de nosotros
mismos, las dificultades mayores o menores que tenga la Revolución dependerán
de nadie más que de nosotros mismos; porque son muy lógicas las dificultades
que pone el enemigo, pero son muy absurdas las dificultades que muchas veces
con nuestra incomprensión y con nuestras insensateces ponemos nosotros mismos,
y contra esas hay que luchar en todos los rincones del país (APLAUSOS).
Nosotros tenemos muchas organizaciones de masa, muchas
fuerzas, que son fuerzas de la Revolución, vitales de la Revolución y que,
además, le prestan grandes servicios a la Revolución. Pero, sin embargo, en todas partes hay que
luchar contra errores, en todas partes hay que luchar contra defectos, y a
veces parece como si nos olvidáramos de luchar contra los errores y de luchar
contra los defectos.
Hay que luchar contra los errores en todas partes: en cada Comité de
Defensa de la Revolución, por ejemplo.
¿Quién niega que los Comités de Defensa de la Revolución son necesarios?
¿Quién niega que le prestan un gran servicio a la Revolución? ¿Quién niega que hay
en ellos muchos buenos ciudadanos? Y,
sin embargo, no hace muchos días, conversando con un grupo de compañeras en un
círculo infantil, muchachas que eran también domésticas y pasaron un curso para
trabajar ahora en ese círculo infantil, muchas de ellas tenían quejas de los
Comités de Defensa de la Revolución. Y
eran muchachas del pueblo, muchachas humildísimas del pueblo; no eran contrarrevolucionarias, ¡no!;
muchachas humildísimas del pueblo, simpatizantes de la Revolución, cada una de
las cuales tenían una queja de un Comité de Defensa.
¿Y por qué?
Porque se equivocan, porque cometen errores, porque no hay vigilancia
revolucionaria, porque hacen chapucerías, porque a veces hacen privilegios
(APLAUSOS) y fomentan privilegios: le guardan a alguien alguna cosa en la
bodega. Y entonces el pueblo,
naturalmente, que ve eso, se duele, y nuestro pueblo tiene una sensibilidad muy
grande para cualquier injusticia, nuestro pueblo tiene una sensibilidad muy
grande para cualquier cosa mal hecha; y
conforme una revolución necesita de todo el pueblo actuando, todo el pueblo trabajando,
todo el pueblo defendiéndola, es una desgracia cuando son muchos también los
que se equivocan, y entonces son miles y miles de personas las que sufren las
consecuencias de las equivocaciones de miles y miles de gentes. Por eso tiene tanta necesidad una revolución
de luchar contra esas equivocaciones para no debilitar a la Revolución, para no
hacer daño, para no herir a nadie, para no disgustar a nadie sin razón y sin
justificación.
¿Qué quiere decir esto? Pues que tiene que elevarse la vigilancia
colectiva del pueblo contra los errores, contra las injusticias, contra los
privilegios, contra las cosas mal hechas, que el pueblo tiene un sentido muy
desarrollado de la justicia, y sabe apreciar perfectamente lo que esta bien y
lo que esta mal. Y nadie tiene derecho a
perjudicar a nadie por gusto; nadie
tiene derecho a ser arbitrario con nadie, porque la Revolución no se hizo para
cobijar las arbitrariedades de nadie (APLAUSOS). Nadie tiene derecho a ser injusto con nadie,
y nadie tiene derecho a cometer injusticias, abusos, atropellos, con
nadie; y el que lo haga, es un
equivocado; ¡el que lo hace es un
enemigo de la Revolución (APLAUSOS), y jamás encontrará el apoyo ni encontrará
la tolerancia de nieguen hombre honesto de la Revolución! (APLAUSOS.)
Hay gente que se creen que hacer revolución es no
dejar vivir a los demás (APLAUSOS); hay
gente que se olvidan de que la revolución se hace para hacer más felices a los
demás y no más desgraciados (APLAUSOS), de que la revolución se hace para ayudar
a los demás, para fomentar la generosidad y no el egoísmo (APLAUSOS), la
confraternización con los demás y no el hostigamiento o la hostilidad.
Hay quienes se confunden y no saben distinguir al
amigo del enemigo (APLAUSOS), y al enemigo sí hay que combatirlo, como lo
combatimos cuando desembarcó aquí en Playa Girón y lo liquidamos en 72 horas
(APLAUSOS PROLONGADOS). Al enemigo hay
que combatirlo sin vacilaciones, al enemigo hay que combatirlo sin tregua, al
enemigo hay que combatirlo con firmeza;
¡pero hay que saber distinguir entre los mercenarios, que vienen con
aviones de bombardeo y con tanques, y el infeliz al que a veces apachurramos en
una oficina del Estado o en un centro de trabajo! (APLAUSOS.)
Y hay personas que se complacen en apachurrar, en hostigar, en acosar y
en hacer cosas que no tienen nada que ver con la conducta de un revolucionario,
de un revolucionario consciente, firme, claro, que discute, que tampoco quiere
imponer ideas; porque, ¿en qué se puede
diferenciar un señor que le quiere imponer sus ideas a la fuerza a nadie de un
Batista que nos quería imponer aquí su régimen odioso? (APLAUSOS.)
¿En qué se puede diferenciar ese señor que quiere a la fuerza hacer que
la gente piense de una manera, de un esbirro?
¿En qué se pueden diferenciar?
Entonces, hay gente que no sabe distinguir entre el
enemigo y el amigo, y ni siquiera sabe distinguir entre el enemigo y la persona
que no es ni amigo ni enemigo, pero que el deber de la Revolución no es
convertirlo en un enemigo, sino en un amigo y en un revolucionario (APLAUSOS).
Como estas cosas pasan en todos los niveles y pasan en
todos los rincones —porque hay de todo en esta “viña del señor” (RISAS)—, en las cooperativas, en la granjas,
en las fábricas, en cualquier parte, siempre aparece el oportunista, siempre
aparece el vago, siempre aparece el autoritario, siempre aparece aquel que
quiere ser autoridad no porque sepa dar el ejemplo a los demás, sino porque le
da la gana a él de creerse un superhombre (APLAUSOS), le da la gana de creerse
superior a los demás, más revolucionario que nadie y, por lo tanto, maltratar,
avasallar.
El deber de un revolucionario es conquistar; el deber de un revolucionario es ganar, el
deber de un revolucionario es persuadir, fortalecer incesantemente la
Revolución y no debilitarla incesantemente, y hay gente que tiene maneras tan
odiosas de actuar, que lo que hacen es ganarle enemigos a la Revolución y
amigos a los enemigos de la Revolución (APLAUSOS).
Y nuestro pueblo, ¿es acaso insensible a todo proceder
incorrecto? No, nuestro pueblo es un
pueblo muy sensible, de una extraordinaria sensibilidad, de un extraordinario
espíritu de justicia; nuestro pueblo
entiende la Revolución como debe entenderla:
como un camino de perfeccionamiento, como un camino incesante de avance
hacia la justicia, como un camino incesante de avance hacia la libertad, como
un camino incesante de avance hacia la hermandad, como un camino incesante
hacia la solidaridad humana, hacia el amor entre los semejantes, como un camino
incesante hacia la felicidad (APLAUSOS).
Revolución es ayudarse unos a otros, revolución es
ayudarse todos a todos, revolución es comprenderse, revolución es comprender
cada vez mejor cuáles son nuestras obligaciones para con los demás, para con la
patria; revolución es comprender cada
vez mejor los grandes ideales, los grandes propósitos, las grandes metas que se
ha propuesto nuestro pueblo. La gran misión que nuestro pueblo se ha propuesto,
este gran pueblo, este formidable pueblo, este magnífico pueblo, este pueblo
tan capaz de haber emprendido una tarea de la magnitud de la tarea que ha
emprendido el pueblo cubano.
Recientemente hemos tenido que reconocer nuestras
equivocaciones, recientemente hemos tenido que censurar nuestros propios
errores, recientemente hemos tenido que advertir contra determinadas
equivocaciones y contra determinados actos, y debemos tener ese espíritu
crítico, ¡debemos tener espíritu critico!
A nosotros no nos interesa engañar a nadie. Cuando nos equivoquemos, debemos saber que
nos estamos equivocando; porque, si
queremos engañar a alguien, ¡a los primeros que vamos a engañar es a nosotros
mismos! (APLAUSOS.)
¿Qué nos importa lo que pueda pensar el enemigo? El enemigo no va a ganar nada con el
reconocimiento de nuestros propios errores por nosotros mismos; en cambio, el enemigo va a ganar mucho con la
no rectificación de nuestros errores. Y
un pueblo vigilante, un pueblo siempre atento y siempre preocupado por
rectificar los errores que se cometan y por hacer las cosas bien, será siempre
un pueblo invencible (APLAUSOS), será siempre un pueblo llamado a obtener cada
vez más éxitos y llamado a obtener cada vez más triunfos. ¡Ah!, y qué desaliento para el enemigo cuando
sabe que la Revolución se fortalece precisamente por esa vigilancia y
precisamente por esa atención, por la rectificación de las cosas mal hechas,
por ese permanente espíritu de justicia; porque hay algo, compañeras, hay algo
con lo que no podemos conciliarnos nunca y es con las injusticias y con las
cosas mal hechas; porque, cuando nos
acostumbramos a aceptarlas, empezamos por ese camino, y por ese camino llegamos
a aceptar no solo las injusticias chiquitas, sino también las injusticias
grandes (APLAUSOS).
Esta Revolución, compañeras —y es bueno que estas
cosas se recalquen aquí, en un acto de graduación de 300 instructoras revolucionarias que van a enseñar a las
demás—, esta Revolución no es de nadie; ¡esta Revolución es del pueblo! ( APLAUSOS PROLONGADOS.) Y es al pueblo a quien le
corresponde defenderla; es al pueblo a quien le corresponde preservarla de vicios,
de injusticias y de errores; es al pueblo a quien le corresponde imponer ese
espíritu de justicia y de rectitud, y es solo el pueblo quien puede imponerlo;
en esta lucha contra las reminiscencias del pasado, contra los malos hábitos
del pasado, contra los males que pueden reverdecer en la menor oportunidad que
se les dé, es al pueblo y es solo al
pueblo a quien corresponde defender la Revolución de todo lo malo y hacer
marchar la Revolución cada vez mejor hacia delante.
¿Qué queremos decir con esto? Que se tienen que acabar aquí las tolerancias
con las cosas mal hechas, que se tienen que acabar las tolerancias con las
equivocaciones (APLAUSOS), y que tenemos que emprender con espíritu
rectificador el análisis, la tarea revolucionaria; y que, quien no sirva, quien
no tenga calidad verdaderamente revolucionaria, no ande ostentando posiciones
ni ande ostentando autoridades (APLAUSOS).
Y, sobre todo, compañeras, ahora que estamos
organizando el aparato político de la Revolución (APLAUSOS), ahora que estamos
integrando los núcleos revolucionarios, y por cuanto el aparato político de la
Revolución es la espina dorsal de la Revolución, tenemos que vigilar que esa
espina sea muy recta y que no adolezca de distorsiones de ninguna clase; ahora
que estamos organizando ese aparato y organizando los núcleos, es ahí donde
debemos tener más vigilancia, es ahí donde debemos tener más cuidado, es ahí
donde tenemos que procurar más calidad y mejor selección, es ahí donde no se
nos puede colar el pillo, porque el pillo puede tratar de buscar allí lo que
pueda parecer un privilegio, lo que pueda parecer poder. Es ahí donde tenemos que evitar que se filtre
el envanecido, el engreído; es ahí donde tenemos que tener la vigilancia mayor,
para que cada núcleo revolucionario sea expresión de lo mejor, de lo más
consciente, de lo más puro, de lo más honesto, de lo más abnegado, de lo más
ejemplar, en cualquier sitio de la Revolución (APLAUSOS).
Es ahí, en esa tarea, tarea fundamental, tarea
importantísima de la Revolución, donde debemos centrar nuestra atención y donde
debemos centrar nuestro esfuerzo y, sobre todo, nuestra comprensión. Porque por ahí hay una cantidad de
confundidos, que da verdaderamente pena; por ahí hay una cantidad de gente que
se cree que el núcleo revolucionario es para quitar o poner administradores,
que es para dar órdenes en la granja, o en la cooperativa, o en la
fábrica. ¡No señor! ¡No señor!
(APLAUSOS.) ¡Hay gente que ha oído campanas, y no sabe dónde! Hay gente que ha oído decir que las OIR, o el
Partido —como se llamará en el futuro—, el Partido Unido, es el organismo
dirigente de la Revolución, y ya entienden que ser de las ORI es el derecho a
estar dando órdenes, quitar y poner, crear el caos dentro del Estado; y hay
gente que ha creado el caos, ¡el caos lo ha creado!, ha destruido autoridad, ha
creado problemas de todos tipos, porque no saben distinguir entre las funciones
del aparato administrativo y las funciones del aparato político. Hay gente con una vocación de quitar y poner
y con unas ínfulas de señor, que son capaces de hacerle un daño a la Revolución
como no se pueden imaginar. Entonces,
hay gente que hacen un núcleo, y ya dicen: “Somos los mandones de aquí.” Pues, ¿qué les parece? Cuando hacen un núcleo, lo que tienen que
decir es: somos
los sacrificados de aquí, ¡no los privilegiados de aquí, no (APLAUSOS), sino
tenemos que ser el ejemplo de aquí; el ejemplo, no los privilegiados!
Nuestra autoridad no es porque nos llamemos de las
ORI, sino porque somos los mejores, porque somos el ejemplo, porque exhortamos
al trabajo, a la disciplina; porque ganamos, porque conquistamos para la
Revolución, porque somos incesantes defensores de la Revolución con los métodos
adecuados, porque las consignas mejores de la Revolución las enarbolamos, y las
enarbolamos no de palabras, que hay quien cree que con estar parándose en una
caja, hablando boberías, está defendiendo a la Revolución; hay quien cree que
con estar endilgándole 700 discursos a la gente por la cabeza está defendiendo
la Revolución, y puede ser que esté aburriendo a la gente con la Revolución
(APLAUSOS).
No, así no se hacen revolucionarios. Los revolucionarios se hacen con el ejemplo,
con la palabra oportuna en el momento oportuno; con el argumento bien pensado,
bien dirigido; con las palabras en el momento en que las palabras se necesitan,
que son necesarias para orientar; cuando no interrumpan el trabajo, porque el
trabajo es lo primero de la Revolución y el trabajo no debe interrumpirse.
Hay que ganarse la autoridad por el prestigio, por el
ejemplo, por la moral. Esta es la
autoridad que tienen que tener los núcleos: ayudar a la disciplina y no romperla,
apoyar la administración, trazar las consignas, exhortar al trabajo, ser
abanderados de las mejores ideas, ser abanderados de las ideas de la
Revolución, y no creerse que ser del núcleo es para quitar al administrador o
para ponerlo, para quitar y poner gente.
Eso, que lo ha habido en gran escala, se tiene que acabar ¡y se va a
acabar! (APLAUSOS.)
Los ministros tienen que tener autoridad, porque la
Revolución le tiene que exigir al ministro.
Los núcleos son responsables ante la dirección de las ORI, y los
funcionarios administrativos son responsables ante el ministro correspondiente,
con plena autoridad para desarrollar su trabajo, trátese de una cooperativa, de
una granja, de una fábrica, o de un departamento cualquiera de la
administración pública; y unas cosas son las funciones del Estado y otras son
las funciones del Partido, es decir, de las ORI, del futuro Partido Unido de la
Revolución Socialista. Eso debemos
entenderlo desde ahora, para no crear el caos.
Porque esos que creen que la función del núcleo es quitar y poner, esos
son unos golosos de poder, esos son unos golosos de autoridad y de privilegio
(APLAUSOS).
Dentro del país tiene que haber disciplina, tiene que
haber responsabilidad; dentro de la administración tiene que haber seriedad y
responsabilidad, autoridad; y, paralelamente, ¡paralelamente!, la organización
dirigente, la organización de los revolucionarios más preparados, la selección
de los mejores ciudadanos, ejerciendo su fuerza orientadora, su fuerza
inspiradora, su fuerza directora, con los métodos adecuados, el aparato
político de la Revolución.
Era necesario aclarar algunos de estos conceptos,
compañeras, para ustedes y para todo el pueblo.
Y que se sepa, compañeras y compañeros, que la Revolución necesita
revisar, y necesita revisar todos los núcleos revolucionarios, y necesita
revisar todo el aparato político de la Revolución (APLAUSOS), para hacer las
cosas bien, para rectificar las cosas que se hagan mal, para aclarar conceptos,
para acabar con la confusión, para acabar con los errores. Y la Revolución ha ido sentando las bases
precisamente para realizar en lo adelante un trabajo mejor, un trabajo más
eficaz, un trabajo más completo, para resolver todos los problemas como hay que
resolverlos, concentrando el esfuerzo donde hay que concentrarlo: ahora, en el problema de los abastecimientos,
de la distribución, de la producción, y así sucesivamente; como en cada momento
hemos concentrado el esfuerzo en una tarea, como lo concentramos el año pasado
en la alfabetización, con grandes éxitos, ahora tenemos que concentrarlo en la
producción, y sobre todo en la producción agrícola. Y nosotros tenemos que perfeccionar los
organismos dedicados a esas tareas, apoyar esos organismos, apoyar el
Ministerio de Industrias, apoyar el INRA, apoyar todos los organismos que están
dedicados a las tareas productivas, con todo nuestro esfuerzo y con todo
nuestro entusiasmo.
Al mismo tiempo, prestarle toda la atención a la
rectificación de errores, de confusiones, de injusticias, de equivocaciones, y
dedicarle también nuestro esfuerzo a la formación de ese aparato político donde
deben estar los mejores. Y esos serán
los requisitos que se exijan:
los mejores, la calidad, sin sectarismos de ninguna clase, sin
privilegios de ninguna clase. Es hora de
que la integración, más que interacción, sea fusión de revolucionarios, sea
fusión del pueblo (APLAUSOS).
Estas cosas que nosotros hemos referido, dan idea del
trabajo que debemos hacer y del gran trabajo que a todas ustedes les
espera. Ustedes tienen que trabajar
precisamente en el aspecto político, en la formación de la conciencia política
y revolucionaria de las muchachas, en la capital y en el interior; y tendrán
que enfrentarse a muchos errores, grandes y pequeños, tendrán que luchar contra
todas esas cosas.
Ustedes han recibido la preparación de un año entero
y, según todas las noticias que nosotros tenemos, han salido preparadas de
manera eficiente para el trabajo que van a desempeñar.
Es necesario que hagamos una tarea de educación de
todo el pueblo. La Revolución tiene sus
escuelas de instrucción revolucionaria;
pero no bastan las escuelas de instrucción revolucionaria; tenemos que
educar a todo el pueblo, tenemos que educar a esa juventud, a esas decenas y
decenas de miles de becarios, que serán, pues, sencillamente, la generación
futura de nuestra patria, la generación más preparada, la generación llamada a
realizar grandes tareas en nuestro país.
Sobre toda esa juventud tenemos que trabajar para
hacer de ellos revolucionarios conscientes, revolucionarios justos,
revolucionarios completos, revolucionarios cabales.
Ahí están esas decenas y decenas de miles de jóvenes
en la disposición de aprender, en la disposición de estudiar, en la disposición
de comprender, que todavía nos queda mucho por hacer, ¡cuánto nos queda por
hacer! Y por mucho que hagamos, siempre
descubriremos que nos quedan todavía muchas cosas más por hacer, si no, vean el
ejemplo de hoy:
graduación de compañeras para instructoras revolucionarias de
decenas de miles de domésticas, de compañeras que trabajan en el servicio
doméstico. ¿Qué quiere decir eso? ¡Cuánta desigualdad queda todavía en nuestra
sociedad, cuánta pobreza queda todavía en nuestra sociedad, cuántos trabajos
duros, cuántas vidas sufridas y maltratadas, cuántas vidas que necesitamos
redimir del trabajo improductivo, del trabajo humillante, para el trabajo útil,
para el trabajo digno, para el trabajo productivo! ¡Cuánto nos queda por hacer en nuestra
sociedad, cuántos problemas a resolver con relación a las mujeres, al trabajo
de las mujeres! ¡Cuántos centros de educación
todavía por crear, cuántos servicios por prestar para liberar a las mujeres del
trabajo esclavo de la casa, para incorporarlas a la vida productiva, para
incorporarlas, es decir, para liberarlas de la vida de tantas trabas que la
esclavizan!; porque nosotros tenemos que trabajar mucho todavía para llegar al
día en que no haya ya domésticas, ni las familias necesiten de muchachas en el
servicio doméstico; que las mujeres estén trabajando igual que los hombres, que
tengan las mismas oportunidades, que cuenten dentro de la sociedad con todos
los servicios para atender a sus necesidades, cuando los niños puedan almorzar
en las mismas escuelas o cerca de las escuelas sin tener que regresar al
mediodía a la casa, cuando una gran parte de los trabajadores pueda comer cerca
de sus propios centros, o en sus propios centros. ¡Cuánto tenemos que trabajar todavía para
crear condiciones de vida mucho mejores, condiciones de vida mucho más libres!
¡Mucho nos queda por hacer, y todavía estamos
empezando! De ahí la importancia que
tienen las escuelas, de ahí el interés que la Revolución ha puesto en las
escuelas, en la educación; porque ese es el interés de preparar al pueblo, el
interés de preparar a la juventud para que siga adelante esta Revolución
(APLAUSOS), para que la lleven hacia etapas superiores, para que sigan
avanzando con ella, para que sigan cuesta arriba por el camino del progreso,
peldaño a peldaño, hacia un futuro mejor, hacia una sociedad mejor, hacia una
vida más feliz.
Nosotros hemos luchado y seguiremos luchando cada uno
de nosotros, mientras tengamos un átomo de energía, pero la obra no es obra
solo nuestra, la obra no podrá ser obra solo de esta generación; la Revolución
tendrá que ser, sobre todo, obra de la generación que surge, de la juventud que
crece, del pueblo que se prepara para el futuro.
He querido traerles una idea de la importancia de
estudiar, de la importancia de prepararse, de la importancia de superarse para
la gran tarea, para el gran trabajo que ustedes, jóvenes, tienen por delante
(APLAUSOS); tienen por delante para que sea realidad el futuro de nuestra
patria, para que sea realidad la esperanza de todo nuestro pueblo, que por eso
y para eso hemos enarbolado las banderas revolucionarias que, por eso y para
eso hemos dicho tantas veces que estamos dispuestos a dar nuestras vidas
(APLAUSOS), que por eso y para eso tantos han dado sus vidas en esta lucha, que
por eso y para eso hemos dicho, y decimos, y seguiremos diciendo:
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)