DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DE LA DIRECCION NACIONAL DE LAS
ORI y PRIMER MINISTRO DEL
GOBIERNO REVOLUCIONARIO, RESUMIENDO LA REUNION CON LOS DIRECTORES DE ESCUELAS
DE INSTRUCCION REVOLUCIONARIA, CELEBRADA EN EL EDIFICIO DE LA DIRECCION
NACIONAL DE LAS ORI, EL 27 DE JUNIO DE 1962.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros
directores de las escuelas de instrucción revolucionaria:
Ya yo tengo por experiencia que estas reuniones que
son muy largas —y creo que tengo una vieja experiencia en reuniones largas— al
final, cuando llega la hora de hacer este resumen o esta conclusión, suele
ocurrir que ya las personas están cansadas y nosotros mismos estamos un poco
cansados, después que estamos muchas horas, y ayer tuvimos una que fue más
larga que esta todavía; esta creo que ha sido un poco más ligera y más
breve.
En primer lugar, quiero expresarles nuestra impresión
sobre la reunión. En realidad esta
reunión nos hace a nosotros muy buena impresión, aunque por lo general nunca
podemos sentirnos enteramente satisfechos de lo que hayamos logrado del
trabajo, porque en realidad todo el trabajo revolucionario —y todo trabajo
revolucionario tiene siempre muchas cosas que superar—, todo trabajo
revolucionario, sobre todo en la primera parte, en la primera etapa de una
revolución, tiene muchas lagunas, muchos defectos, y no puede ser de otra
manera.
En realidad se tiene la impresión aquí, en una reunión
como esta, de que poco a poco, venciendo los obstáculos naturales, tropezando,
cayendo, volviéndonos a levantar, luchando, se ve realmente en marcha, se ve en
marcha un gran movimiento de educación revolucionaria.
Los compañeros que han hecho uso de la palabra
representando a la dirección nacional de las escuelas de instrucción
revolucionaria en cada provincia, han hablado aquí de manera seria,
responsable. Han demostrado que hay una
serie de compañeros seriamente enfrascados en el trabajo de la instrucción
revolucionaria, que han tomado con una gran responsabilidad su tarea y que,
además, son compañeros que se les ve la vocación por el trabajo que están
realizando. Y además, nosotros sabemos
que de la nada prácticamente se ha organizado este movimiento de instrucción o
de educación revolucionaria.
Nosotros sabemos que una gran parte de ustedes fueron
alumnos precisamente de los primeros cursos que se organizaron, y que producto
de la selección en las escuelas, ha ido formándose esta organización, esta
organización que ya cuenta con varios cientos de compañeros y de compañeras
dedicadas, dedicados a este trabajo.
Es lógico que se cuente hoy con muchos más recursos
humanos —que es lo más importante— de
lo que se contaba cuando se comenzaron a organizar las escuelas; y es también
el hecho evidente de que son todos ustedes compañeros jóvenes que tienen todas
las posibilidades y todas las oportunidades de continuar desarrollándose,
continuar preparándose, continuar capacitándose para este trabajo que apenas
empieza.
La realidad de que de la nada se haya formado esta
organización, y la posibilidad de que de las propias escuelas sigan surgiendo
valores revolucionarios, valores jóvenes, materia prima de calidad para seguir
formando cuadros para este movimiento de educación revolucionaria, permite
hacerse una imagen optimista de las perspectivas que este movimiento
tiene.
Y desde luego que es importante o es alentador este
esfuerzo o esa posibilidad, por la importancia que tiene para la Revolución la
elevación del nivel político de los cuadros y de las masas.
Hemos sido quizás menos exigentes que las academias,
que las universidades, que los institutos, que los organismos. Hay centros de enseñanza ya preestablecidos,
de enseñanzas técnicas, de enseñanzas universitarias, que son muy exigentes. Está bien, ellos se pueden dar el lujo de ser
muy exigentes, si cuentan con un número, aunque sea pequeño, ya, de profesores
formados; o tienen la posibilidad de contratar profesores para enseñar ingeniería,
enseñar medicina, enseñar en las escuelas tecnológicas.
Pero no podía decir la dirección de escuelas de
instrucción revolucionaria, que contara con un equipo de profesores altamente
experimentados, ni mucho menos podía concebirse que para un trabajo de esta
índole fuésemos a contratar profesores y técnicos para enseñar aquí en Cuba
instrucción revolucionaria. Y sin
embargo, lo que se está enseñando es más importante que la medicina, que la
ingeniería, que la arquitectura; es más importante que cualquier facultad
tecnológica o cualquier facultad universitaria.
Lo que se está enseñando es más difícil, además de más importante: y lo que se está
enseñando es también una ciencia, pero la ciencia más compleja, la ciencia más
difícil, la ciencia más profunda, y no una ciencia muerta sino una ciencia en
pleno desarrollo histórico. Porque, ¿qué
puede haber más difícil y más complejo, en primer lugar, que una Revolución: qué puede haber más
difícil y más complejo en la vida de los pueblos que la política: y qué puede haber más difícil que aquello que
tiene que irse aprendiendo en medio del fragor de la lucha, de la batalla
diaria? Y que de la propia lucha y de
cada batalla tiene que ir extrayendo más y más conocimientos. Y porque, además, la política y la
Revolución, en general todas estas actividades de la sociedad humana, por lo
general aparecen ante los ojos del pueblo camufladas, ocultas por un sinnúmero
de fachadas que ocultan a la vista de los pueblos el verdadero fondo de las
cuestiones políticas y sociales. Pero,
además, es algo que hay que ir dilucidando en medio de pasiones, en medio de
los odios de clase, en medio de tremendos conflictos de intereses. Por eso es la política y la Revolución algo
mucho más difícil que cualquier cosa que se estudie en las universidades. Hemos sido menos ambiciosos y sin embargo
somos más ambiciosos; es decir, nos hemos conformado con empezar utilizando lo
poco que teníamos, y sin embargo aspiramos a que algún día podamos utilizar lo
mucho que estamos formando hoy. Hemos
sido más prácticos, porque nos hemos adentrado por estos caminos, avanzando
lentamente si se quiere, pero ganando terreno cada día; hemos ido ganando
terreno, y así, con constancia, con tenacidad, iremos logrando en el camino de
la ciencia política todo lo que nos propongamos ganar. Y cuando nosotros hablamos de ciencia
política y de ciencia revolucionaria, nos estamos refiriendo a la única ciencia
política y a la única ciencia revolucionaria verdadera, que es el
marxismo.
Para la Revolución nuestra, proceso convulso, audaz,
que se adentra en la historia firme y resueltamente, desafiando tantas y tantas
dificultades, significa mucho el que nuestro pueblo, todos nosotros —unos más
tarde, otros más temprano—, hayamos ido haciendo nuestra la única ciencia
política y revolucionaria verdadera que existe.
Desde el momento en que nuestra Revolución, por el
hecho mismo de ser una revolución, por el hecho de haber desatado las fuerzas
revolucionarias de nuestra sociedad, por el hecho mismo de haberse enfrentado
resueltamente al enemigo —y el enemigo no era otro que el imperialismo—, por el
hecho mismo de habernos enfrentado a los enemigos de los pueblos —y los
enemigos históricos de los pueblos no eran otros que los explotadores de los
pueblos—, por el hecho de haber desatado la lucha de clases en toda su
dimensión, arribáramos inevitablemente hacia la única formulación ideológica a
que podía arribarse, hayamos hecho nuestra la riquísima experiencia,
experiencia de más de un siglo, el caudal extraordinario de conocimientos que
el marxismo encierra, significa para nosotros una ventaja extraordinaria en
esta lucha.
Porque el marxismo no es solo la única verdadera
ciencia de la política y de la revolución, sino que desde que el hombre tiene
conciencia de sí mismo, es la única interpretación verdadera del proceso de
desarrollo de la historia humana. Y nada
menos que en este terreno, en ese caudal inmenso de experiencia y de
conocimiento, nos hemos adentrado con lo que teníamos, con lo poco que
teníamos, para desarrollar un movimiento de la magnitud de este movimiento de
educación revolucionaria, y sin embargo modestamente, modestísimamente, hemos
ido ganando terreno, hemos ido avanzando y hemos establecido ya prácticamente
las bases para seguir adelante.
Sin embargo, tenemos que estar conscientes, muy
conscientes, de que solo estamos comenzando, y que nos queda por delante un
trecho muy largo. Pero nosotros no
estudiamos marxismo por simple curiosidad filosófica o histórica. No.
Para nosotros es vital, es fundamental, es decisivo, estudiar marxismo y
enseñar marxismo: para
la Revolución es vital y es decisivo estudiar marxismo y enseñar marxismo.
Para un proceso político normal, para una revolución
de mentirijillas —como esas revoluciones que hemos visto por ahí muchas veces,
que a los demagogos o a los mal intencionados, para confundir a los pueblos
acerca de las revoluciones verdaderas, les dio por calificar de revoluciones—,
no había que estudiar marxismo, ni había que estudiar nada; si acaso, con
estudiar para politiquero le bastaba a cualquiera.
En la época de la politiquería nadie tenía que
estudiar absolutamente nada. Pero en
medio de una revolución, de una revolución verdadera como es esta, en medio de
un cambio tan profundo, tan audaz, en medio de un conflicto de tal dimensión
histórica como es el conflicto en que nosotros estamos enfrascados con la más
poderosa fuerza reaccionaria del mundo, hay que estudiar, y hay que estudiar de
verdad; y hay que adentrarse a fondo, y hay que sacar a relucir todas las armas
y todas las fuerzas de la ciencia y de la verdad.
Para orientarnos nosotros mismos, en primer lugar, y
para saber orientar correctamente a nuestro pueblo, tenemos que aprender y
tenemos que enseñar. Estudiar y enseñar,
porque es vital y es decisivo para la Revolución, puesto que aquí se han
enfrentado fuerzas históricas, intereses antagónicos e irreconciliables, en una
lucha a muerte. Entonces no se puede ser
irresponsable, no se puede ser superficial, no se puede echar a un lado el
estudio, sino que hay que aferrarse a él, porque en él encontraremos nuestras
mejores armas, en él encontraremos las más claras explicaciones y en él
encontraremos la orientación que tenemos que darle a nuestro pueblo. Porque en el choque de estas fuerzas históricas
chocan las ideologías, y el enemigo se vale de sus mejores armas, el enemigo se
vale de sus más sutiles mentiras, el enemigo se vale de toda la fuerza de la
tradición, el enemigo se vale de la ignorancia, el enemigo se vale, en fin, de
todos los recursos. Y los
revolucionarios tenemos por eso que valernos de las mejores armas de la verdad,
de los más claros razonamientos para las masas, y con el arma de la verdad, de
la razón y de la pasión revolucionaria, enseñar a las masas y llevarlas
victoriosamente hacia adelante.
Creo que no le quedará duda a nadie de la importancia
que por eso tienen las escuelas de instrucción revolucionaria.
Lamentablemente, a veces, confundieron el objetivo de
las escuelas; lamentablemente hubo gente irresponsable, como la hay en todas
partes, que creyó muchas veces que las escuelas eran un entretenimiento para
mayores, un kindergarten para personas problemáticas, o un centro de
chapistería para personas políticamente averiadas.
Y eso no pasó solo con las escuelas de instrucción
revolucionaria. Muchas veces ha pasado
eso con otras escuelas; muchas veces ha habido administradores que son los que
han elegido para una escuela y han mandado al que más le ha estorbado, al
primero que se les ocurrió.
Desgraciadamente hemos tenido mucha gente en muchas partes cuyos
cerebros no han estado aptos para comprender la idea de la importancia de la
educación en cualquier campo para la Revolución, en cualquier campo, ya no solo
en este campo, que es el campo más importante, es decir, el campo de la
educación política, sino en el de la educación técnica, o de cualquier tipo de
las tantas enseñanzas que la Revolución tiene que impartir a las masas.
Desgraciadamente, nuestras escuelas de instrucción
atravesaron y sufrieron también las consecuencias de concepciones equivocadas;
las escuelas también sufrieron, como sufrieron todas las organizaciones de
masa, como sufrió el aparato político de la Revolución, las consecuencias de
concepciones equivocadas sobre el papel de las masas en la Revolución y, por lo
tanto, la importancia de las organizaciones de masa y de los organismos
destinados a fortalecer la conciencia revolucionaria de las masas. Y a las escuelas les llevaban cuadros, como a
las organizaciones de masa les llevaban cuadros, como a los comités políticos
les llevaban cuadros, en una política que tendía a producir una anemia
permanente, privando a todas las organizaciones de sus mejores cuadros.
De manera que no tenía nada de extraño que sacaran al
director de una escuela para designarlo, por ejemplo, administrador de un
almacén; o al secretario de un sindicato nacional, para situarlo de
administrador de un consolidado; o al secretario de una sección sindical, para
designarlo jefe de un taller de mecánica.
Y que eso, en realidad, es producto simplemente de una concepción
equivocada, y que parte de una posición que es definitoria sobre el
revolucionario: su
actitud con respecto a las masas. ¡O se
tiene fe en las masas o no se tiene fe en las masas! Y de esa posición ante las masas depende el
método: o un
método de masas o un método antimasas.
El método antimasas se caracteriza por la selección
subjetiva, de dedo, los métodos subjetivos, las selecciones de dedo, la idea
mesiánica acerca de la importancia del funcionario, del administrador; querer
arrastrar a los pueblos por los cabellos, en vez de echar a andar al pueblo, en
vez de hacer andar al pueblo.
y claro que una concepción errónea nos condujo a
métodos erróneos, o una actitud errónea ante las masas nos condujo a métodos
erróneos y a resultados sencillamente absurdos.
Bien, pero eso no tiene que desanimar a nadie, eso no
ha desanimado a nadie. Y el espíritu con
que se han rectificado los errores ha sido un espíritu verdaderamente
revolucionario, verdaderamente marxista, que va hacia el fortalecimiento de todos
los frentes revolucionarios, y cuyos frutos se verán, ¡y no tardarán en
verse! Y todos lo comprenderemos, todos
absolutamente lo comprenderemos.
Porque hay dentro de la Revolución también mucha gente
honrada que se puede equivocar y que se equivoca, pero como que es antes que
nada honrada, honesta esencialmente, comprende rápidamente y perfectamente
dónde puede haber una equivocación, y la supera.
Los métodos equivocados nos llevaban a la formación de
un partido que se nos iba a llenar cada vez más y más de oportunistas y de
mediocres, es decir, a no tener ningún partido; los métodos equivocados nos
llevaban a estar gastando millones y millones de pesos —que salen del sudor de
los trabajadores— en educar no a la clase obrera sino, en muchos casos, a la
pequeña burguesía, y a "chapistear" gente. Y las consecuencias las vimos en más de un
curso y en más de una escuela, cuando salió a relucir en algunos casos la pobre
calidad, la pobre calidad de algunos cursos o de parte de algunos cursos,
naturalmente.
Y desde luego que la tarea de la educación
revolucionaria tiene que ir estrechamente unida a la tarea de la organización
de la vanguardia revolucionaria, a la tarea de la formación del partido
revolucionario de la clase obrera, porque son dos cosas indisolubles.
Si no hay partido revolucionario, si no hay método
revolucionario, no habrá educación revolucionaria. Y si no hay educación revolucionaria no habrá
partido revolucionario.
Un partido de burócratas se puede organizar
perfectamente; métodos mecánicos se pueden aplicar perfectamente, y entonces la
instrucción responderá a esos métodos, responderá a esa concepción, porque no
puede librarse la educación de las consecuencias de los errores.
Ahora, las condiciones que se van creando son
distintas: los
oportunistas de cualquier tipo tienen las puertas cerradas. Hubo aquí algunos que se creyeron que la
rectificación de errores era la justificación de otros errores; hubo, incluso,
quienes no entendiendo bien lo del antisectarismo, trataron de disfrazar de
antisectarismo su antimarxismo; hubo quienes se afilaron los dientes. Y, sin embargo, la rectificación de errores
no quería decir un paso atrás, sino un gran paso adelante en todos los frentes. Y en todos los frentes teníamos que dar un
gran paso adelante, porque en todos los frentes estábamos sufriendo las
consecuencias de los errores y, entre otros, en la economía, que estábamos
sufriendo las consecuencias de la anarquía, de la irresponsabilidad y del
caos.
Tardaremos algunos meses, pero en el campo de la
economía se verán también los resultados del esfuerzo que se está
realizando. En el campo político, se
marcha lentamente, pero, ¡ah!, cuanto pícaro que se había colado se ha ido
quedando afuera, cuanto pícaro y cuanto oportunista.
¡Qué cosa tan triste!, que el desertor, el traidor, el
débil, el cobarde, empujando más que nadie, estuviera aflorando y asomando por
todas partes, que se daba el caso, porque ese es más peligroso; el oportunista
es muy peligroso, porque "cuela" y después empuja todo lo que
puede. Sin embargo, de los trabajos que
se están realizando, ¡qué magnífica selección de compañeros revolucionarios!,
¡qué magnífica integración!, porque es la integración que se basa en lo que
tiene que acabar de basarse, que es en la calidad, en el mérito, en la honradez
revolucionaria, en la conducta de cada revolucionario, y en la ligazón con las
masas.
¡Qué gran limpieza!, no grande por el número, no. Grande por la calidad de los elementos
negativos que se habían filtrado, nada menos que dentro del aparato de
vanguardia de la clase obrera.
¡Ah!, y eso se refleja inmediatamente ya en este
frente de trabajo, porque nosotros tuvimos oportunidad de descubrir que
estábamos gastando millones de pesos para educar no a la clase obrera sino a la
pequeña burguesía. Y, señores, vamos a
dejarnos de cuentos, hay que integrar, sí, hay que integrar todo lo que se
quiera, hay que ganarse a la pequeña burguesía —¡cómo
no!, todo lo que se pueda ganar—, hay que arrastrarla hacia el proletariado, no
hacia el imperialismo, no hacia la reacción.
Eso está muy claro. Pero eso no
puede querer decir de ninguna manera educar a la burguesía, a la pequeña
burguesía y convertir a la pequeña burguesía en vanguardia de la revolución
proletaria.
Hablemos claro aquí, entre nosotros, entre pequeños
burgueses y proletarios, como los que estamos reunidos aquí por nuestros orígenes; hablemos claro, sin
que nadie tenga que sonrojarse, porque al fin y al cabo, la posición de cada
cual en la revolución es la que cada cual adopte, si adopta la posición del
pequeño burgués o adopta la posición del proletario. Y el pequeño burgués puede adoptar la
posición del proletario, la ideología del proletariado y la actitud
revolucionaria que corresponda al proletariado, pero no creamos que fomentamos
el espíritu proletario, o desarrollamos el espíritu proletario, desarrollando
la pequeña burguesía. Desarrollaremos el
espíritu proletario desarrollando al proletariado, educando al proletariado,
liberándolo incluso de muchas de las trabas y de los lastres que le quedan
porque no trabajan en balde y no dejan de hacer mella sobre el proletariado,
todos los vicios y todas las consecuencias de haber tenido que vivir dentro de
una sociedad capitalista y antiproletaria.
El espíritu del proletario es más fuerte, compañeros y
compañeras, el espíritu del proletario es más recio; como clase, como clase,
sus características son distintas al espíritu del pequeño burgués y, por
supuesto, al espíritu del burgués.
Y las virtudes del proletario son más sólidas, más
fuertes, más firmes, y en esto no hace falta ni razonar demasiado. Como les decía a los compañeros de la escuela
de instrucción revolucionaria de la provincia de La Habana, no es lo mismo el
espíritu de un oficinista que trabaja en un ministerio, que el espíritu de un
minero que trabaja a 1 000 metros bajo tierra.
Y constantemente lo vemos: no es lo mismo el espíritu del
oficinista que el espíritu del guajiro que sube todos los días la loma; porque
hasta ese guajiro, hasta ese guajiro que no es proletario, pero que tiene que
enfrentarse a la naturaleza dura y áspera, desarrolla un espíritu más firme,
desarrolla una capacidad de abnegación mayor, una capacidad de sacrificio más
acentuada.
Y eso se ve, las selecciones para las escuelas eran selecciones
de dedo: fulano
va para la provincial, mengano va para la nacional. No se tenían en cuenta absolutamente para
nada las características, las cualidades, el mérito. Las selecciones de los núcleos eran de dedo,
y eran hasta clandestinos —pero de eso no estamos tratando hoy, hago una simple
referencia—, desgraciadamente era así.
Claro que muchas veces de dedo se puede señalar a mucha gente buena,
porque cualquiera de dedo puede señalar a un gran individuo, y en los núcleos
había mucha gente buena de dedo, pero que su condición de miembro del núcleo no
tenía nada que ver con su conducta, con sus méritos, sino la suerte de que lo
conocían, la suerte de que el que organizó el núcleo se acordó de que él
existía; no tenía nada que ver con la masa, ni con la opinión de la masa. Y así también para la escuela, y resulta que
la Revolución se estaba gastando 10 millones de pesos, ¡diez millones de
pesos! —y que son pesos de verdad,
porque son pesos en comida, son pesos en gastos materiales—; se estaba gastando
en eso 10 millones de pesos.
Y, claro, todo el esfuerzo que hacían los compañeros
en las escuelas se veía limitado en sus frutos por esos métodos.
De ahora en adelante las funciones de la escuela serán
muy distintas. Un compañero dijo aquí
que solo la historia diría si estuvo bien o estuvo mal que se chapisteara a
mucha gente. Y yo coincido con ese punto
de vista del compañero. Incluso cuando
la selección no era la mejor o la ideal, la escuela no dejó de hacer surtir sus
efectos sobre mucha gente, incluso no dejó de chapistear a mucha gente, que la
chapisteó de verdad, desde luego; pero las escuelas no son para chapistear, e
independientemente de que la historia diga si fue bueno o fue malo chapistear,
no cabe ninguna duda, ni tenemos que esperar a la historia para saber que en
este momento lo único correcto es que las escuelas dejen de ser escuelas de
chapistería, que lo único correcto es que las escuelas se conviertan en
escuelas de la clase obrera fundamentalmente.
Y ya se refleja en las escuelas la nueva composición
de los alumnos. Porque las escuelas no
van solo con un programa mejor —producto, naturalmente, de la experiencia—, con
un programa más elaborado, programas que naturalmente van en un proceso de
adaptación hasta que más adelante ya quede para cada nivel la materia que hay
que estudiar; aparte de los programas, en las escuelas ya hay otra
composición.
Y aquí está la prueba.
En la provincia de La Habana, en el curso anterior solo había un 18% de
obreros industriales, la mayor parte era de procedencia no proletaria. Y en este momento hay 46,2% de obreros
industriales en la escuela provincial de La Habana.
Es decir que la composición ha aumentado de 18% a
46,2% y, desde luego, es un porcentaje alto si se tiene en cuenta que somos un
país subdesarrollado.
Empleados de oficinas, 15,48%. La proporción anterior era posiblemente a la
inversa, digo posiblemente por no tener aquí el dato exacto.
Técnicos, 5,31%; administración pública, 4,87%;
fuerzas
armadas, 3,98%; trabajadores de la enseñanza, 1,33%.
Pero ya en la escuela la composición es de una
influencia decisiva de alumnos de procedencia proletaria.
Naturalmente que en muchas provincias no hay ni
siquiera industrias, pero hay trabajadores agrícolas, hay obreros no industriales
y, desde luego, en las provincias suele haber por lo general una gran
proporción de burocracia, porque aunque La Habana es la ciudad burocrática por
excelencia, la contrapesa el hecho o la presencia de un gran número de obreros
industriales, porque de las pocas industrias que teníamos en nuestro país gran
parte estaba en la capital de la república.
Ya en las escuelas varía la composición, y ahora, en
el futuro —como explicó el
compañero Lionel— a las escuelas provinciales irá el 80% de los alumnos
seleccionados por méritos de las escuelas básicas.
A las escuelas básicas irán los miembros de los
núcleos y los trabajadores mejores, trabajadores seleccionados de cada
centro. Es decir que podrán ir a las
escuelas básicas obreros que no son miembros del núcleo; incluso pudiera darse
el caso de que un obrero no miembro del núcleo resulte ser tan buen alumno y
tan correcto, puntual, y evidentemente revolucionario su comportamiento, que
vaya a una escuela provincial aun cuando no sea miembro del núcleo. Lo que es muy posible que ese obrero que pasó
por la escuela básica y pasó por la escuela provincial, tenga muchas
posibilidades de ser aceptado después en el núcleo del centro de trabajo de
donde procede.
Las escuelas, naturalmente, no serán solo para los
núcleos, sino para enseñar a las masas, a la clase obrera, y servirán también
para descubrir inteligencias, servirán para descubrir cabezas revolucionarias y
caracteres revolucionarios; servirán para fortalecer no solo ideológicamente,
sino numéricamente también a los núcleos revolucionarios.
Pero, desde luego, antes que nada, los miembros de los
núcleos; pero para los miembros de los núcleos hay ya también un programa y se
está confeccionando un material. Desde
luego que muchos de los miembros de los núcleos han pasado ya por escuelas
básicas; esos compañeros ayudarán a los otros que no han pasado por las
escuelas básicas a estudiar el programa y el material que se va a enviar a cada
núcleo, y se está imprimiendo material para los círculos de estudio de los
núcleos, donde estudiarán los miembros de los núcleos ayudados por los que ya
han pasado por las escuelas básicas.
En esos mismos círculos de estudio de los núcleos
pueden estudiar otros obreros, aunque no sean del núcleo, y con eso los van introduciendo
en la materia, para después ir a las escuelas básicas. Y de las escuelas básicas podrán ser
seleccionados para las escuelas provinciales; y se reserva un 20% para cuadros,
para enviar a las escuelas provinciales, compañeros que no provengan directamente
de las escuelas básicas sino para cuadros políticos.
Es decir, se ha dejado un margen para la selección por
los organismos del Partido para enviarlos a las escuelas provinciales.
Ahora bien, ¿qué es una de las primeras cosas que
ustedes tienen que explicarles a los alumnos en cada curso? Que aquel curso, que ese curso no les va a
dar ningún privilegio, que ese curso no les va a dar ningún derecho especial,
que de ese curso van a volver al centro de donde proceden, que del curso no van
a salir líderes por el hecho de haber pasado un curso, que del curso no van a
cambiar de trabajo:
que la escuela es una oportunidad de fortalecer sus conocimientos
políticos, pero que volverán al punto de donde proceden. Para que no ocurra como el caso de aquel
obrero agrícola que fue a la escuela Sierra Maestra, y después de terminar el
curso, al encontrarse con unos compañeros en la granja, les dijo: "Miren, aquí me tienen olvidado, todavía
estoy dando azadón aquí en esta granja.”
El hombre pasó un curso de tres meses, y cuando volvió al campo creyó
que ya no estaba llamado a trabajar como estaba trabajando antes.
Pero es más:
cuando se va a la escuela provincial, hay que recalcarle mucho que de
allí volverá a su centro de trabajo, porque las escuelas provinciales tienen
por misión fundamental educar también, educar a los cuadros que ya son cuadros,
preparar a los militantes, preparar mejor a los buenos obreros.
¿Pero que va a ocurrir? ¿Acaso que los 900 alumnos que pasan por las
escuelas se conviertan en cuadros?
No. De las primeras escuelas hubo
que traer muchos cuadros, muchos profesores; pero el objetivo de las escuelas
no es ese, de la escuela provincial volverán a su centro de trabajo.
Cuando el Partido necesite a un militante convertirlo
en cuadro, naturalmente que escogerá al militante que esté mejor preparado;
pero eso no quiere decir que desde el momento que pase por la escuela queda
automáticamente convertido en cuadro, sino que vuelve a su núcleo, vuelve a su
centro de trabajo.
Lo que a la Revolución le interesa es que en cada
centro de trabajo haya obreros preparados, obreros con una gran educación
política, obreros capaces de orientar a sus compañeros, obreros capaces de
explicar el socialismo, de discutir contra los derrotistas, discutir contra los
ignorantes, de salirles al paso a los argumentos del enemigo, de explicar el
porqué de cada dificultad, de explicar el pasado, de explicar el presente y de
explicar el futuro.
Lo que la Revolución necesita en cada centro de
trabajo son militantes capacitados, los más educados políticamente, porque
cuantos más militantes revolucionarios y con alto nivel de educación política
tengamos en el centro de trabajo, más fuerza tendrá la Revolución, más apoyó en
las masas, más solidez.
Porque, señores, es un principio elemental que la
Revolución y el Partido no son instrumentos de beneficios personales. Esclarézcasele a cada estudiante, a cada
alumno de las escuelas, como el primer principio, de que ser revolucionario
quiere decir abnegación, quiere decir sacrificio, quiere decir humildad, quiere
decir el primero en los trabajos más duros, el primero en el ejemplo, el
primero en el esfuerzo, el primero en el peligro; eso, y apartar de la mente de
cualquiera la idea de que la escuela o el Partido sean vehículos de beneficios
personales para nadie, de cambiar el azadón por el tractor, ¡no!
Se cambia el azadón por el tractor en una escuela de
tractoristas, en una escuela técnica. Se
cambia un trabajo por otro con la superación técnica; no a través de la
escuela, no a través del Partido. El
Partido no es prebenda, el Partido es sacrificio; al Partido no se va a buscar
nada.
Enseñémosle primero que nada a cada revolucionario,
que al Partido se va a darlo todo; y defendamos a cada revolucionario de esos
administradores que cuando hay un buen cuadro sindical lo quieren sacar de la
organización sindical para meterlo en un taller, o cuando sale un alumno de la
escuela lo quieren sacar de su trabajo para convertirlo en jefe de algo o
administrador de algo; porque esos administradores que así actúen son enemigos
de nuestro esfuerzo, son enemigos del esfuerzo de hacer un gran partido
revolucionario.
Porque entonces habrá gente que quiera ir a la escuela
para ver si cuando regresan le mejoran el trabajo. Y cuando tengamos un buen militante
revolucionario nos lo van a sacar de allí para ponerlo de jefe. Y entonces él tendrá un jefe, pero nosotros
habremos perdido un militante, y un militante revolucionario interesa más que
un jefe administrativo; y eso es un principio fundamental.
Para administradores, escuelas de administradores;
para cuadros administrativos, que se vaya a la masa, porque la masa es una gran
cantera; lo que tenemos es que crear condiciones para que no se elija a nadie
por haber ido a una escuela de cuadros o porque sea del núcleo.
Cada núcleo debe esforzarse para que en el centro de
trabajo existan condiciones que permitan a cualquier obrero de la masa, a
cualquier miembro de la masa, por sus méritos, por su capacidad, por sus
cualidades, ser promovido a cargos administrativos más importantes, a trabajos
de responsabilidad. Que de la masa surja
cualquier obrero; que ningún obrero vea en el núcleo a los privilegiados; que
nadie pueda ver en el núcleo el trampolín para mejorar de posición personal. El núcleo no es eso; el militante no es
eso. Nos interesa mucho más ese
militante humilde, con su sueldo humilde, convertido allí en un baluarte de la
Revolución, que ese militante convertido en un administrador.
Si en un momento dado en un departamento hay que
escoger al obrero más capaz, más competente, que demuestre más conocimientos, y
ese resulta ser el del núcleo, el militante, y lo llevan allí, bien; pero que
no lo lleven por ser el militante. Y dentro
de un mismo departamento puede haber alguien que no sea militante y sea de más
conocimientos, de más experiencia.
¿Y qué debe hacer el militante? Promover a ese. Y si lo van a llevar a él, decir: "No, no me
llamen a mí, porque ese compañero tiene más conocimiento, tiene más experiencia
y puede desempeñar mejor que yo el cargo; él no podrá desempeñar como yo mi
papel aquí de militante y soldado de la Revolución, pero él puede desempeñar
mejor que yo el papel de jefe de ese departamento o tal cargo dentro de la
producción.
Esas son las condiciones que nosotros tenemos que
crear en todos los centros de trabajo.
Es decir, condiciones para que de las masas surjan los mejores valores,
para que de las masas surjan las mejores inteligencias para cada cosa.
No se concibe que en un teatro falte el violinista y
quieran convertir en violinista al portero del teatro porque sea el militante
mejor del núcleo revolucionario. Hay que
buscar a otro para violinista; a él no lo pueden llevar para violinista. Y si él no tiene inteligencia de músico, no
debemos hacerlo músico; debemos hacerlo cualquier otra cosa menos músico. Lo que debemos tratar de extraer de las masas
los mejores valores.
La organización política será siempre una selección.
La organización política no es la masa, es la
dirigente de la masa; es la que dirige a las masas, desarrolla a las masas,
promueve a las masas y crea las condiciones que permitan que las masas den lo
mejor de sí, sus mejores valores a trabajar para la sociedad, a trabajar para
la Revolución, a trabajar para la patria.
Y esas condiciones son las que tiene que crear el
Partido en cada sitio. ¿Qué método vamos
a seguir, qué línea vamos a seguir? Pues
vamos a seguir la línea de defender los cuadros del Partido, de defender los
cuadros de las organizaciones de masa, de defender los cuadros de las escuelas;
que las escuelas vayan formando cuadros, pero que no les quiten cuadros a las
escuelas, y no sea que el día que haga falta un administrador para una fábrica,
quitemos a un director de escuela para meterlo en una fábrica, con lo que
posiblemente sacaremos a ese compañero de lo que sabe hacer, para situarlo en
lo que no sabe hacer.
Hay que defender los cuadros de las escuelas, hay que
defender los cuadros de las organizaciones de masa y, sobre todo, hay que
defender los cuadros políticos más que nada, que no pueden estar disponiendo de
los cuadros políticos, ni quitándoselos a la organización. Cuesta mucho trabajo hacer un buen cuadro,
cuesta años adquirir experiencia, y es sencillamente un desaguisado y una
equivocación quitarles los cuadros a las organizaciones de masas, porque las
organizaciones de masas son lo más importante que tiene la Revolución, su
aparato político, lo más importante de todo, más importante que el aparato
administrativo. Porque un buen administrador
claro que es importante para la producción; pero no es el hombre, el buen
administrador, el que impulsa la producción; son las masas; y las masas se
mueven a través de sus organizaciones, a través de sus sindicatos, a través de
sus organizaciones de jóvenes, de mujeres, los Comités de Defensa, los
milicianos. No. Esa es una idea mesiánica, el administrador
no es el non plus ultra; claro que un mal administrador hace más daño que un
elefante en una cristalería, porque dificulta el trabajo de las organizaciones
de masas (APLAUSOS), dificulta enormemente el trabajo de los cuadros políticos
y de las organizaciones de masas. ¿Pero
qué pinta un administrador solo, por maravilloso administrador que sea, si no
hay espíritu de trabajo en los obreros, si no hay emulación, si no hay
vanguardia dentro de aquel centro de trabajo, si no hay quien dé el ejemplo,
quien trace las pautas?
y trabajar como cuadro político, como cuadro de las
organizaciones de masas, tiene que ser para cualquier revolucionario el más
alto honor que le pueda conferir la Revolución, y tanto más grande cuanto que
posiblemente estará más mal pagado y sus ingresos serán más modestos, en
definitiva al revolucionario no tiene que importarle eso. Y nosotros tenemos que hacer revolucionarios. Ser revolucionario significa marchar a la
vanguardia en todo, a la vanguardia en las ideas; ser revolucionario significa
contemplar, sí, con realismo, las condiciones objetivas de cada momento
histórico, pero al mismo tiempo comprender que esas realidades objetivas no se
ajusten a los supremos ideales que un revolucionario lleva dentro de sí —las
supremas aspiraciones—, como ahora mismo las realidades objetivas nos dictan
muchas desigualdades, las realidades objetivas nos dictan muchos privilegios
todavía, y dentro de la sociedad nuestra, a pesar de todo lo que hemos avanzado
y sin que podamos evitarlo, subsisten todavía muchos privilegios, subsisten
todavía muchas situaciones privilegiadas.
El revolucionario contempla esa verdad con visión
objetiva, con sentido real de la historia, pero sabe que eso es un
tránsito. Sin embargo él, su posición,
tiene que estar por encima de todos esos privilegios, su disposición tiene que
ser hacer dejación de cualquier privilegio en el momento en que sea
necesario.
Los revolucionarios son los que van delante, y la
realidad impone inevitables desigualdades durante muchos años, desigualdades
que existen dentro de nuestra sociedad y existirán dentro de muchos años.
Nosotros comparábamos el caso del médico que daba 60 consultas
diarias en la medicina rural y ganaba 240 pesos, con el dueño de un taller de
construcciones que ganaba 3 000 mensuales.
Y comentábamos con él: "Qué
triste es pensar que mientras uno como tú, que ayudas a 60 personas todos los
días a conservar su salud, ganas diez veces menos que aquel que dentro de
nuestra sociedad, sin ayudar a nadie, gana doce o quince veces lo que tú
ganas.” Y esas son realidades que
existen y existirán lamentablemente, en nuestro país determinado tiempo, que
será tanto más breve cuanto más se atrevan a desafiar esas clases de
privilegiados que quedan en el poder de la Revolución (APLAUSOS).
Y si el poder de la Revolución es desafiado por esas
clases, alentadas por el imperialismo, sus intereses y su condición como clase
durarán aquí lo que dura un merengue en la puerta de un colegio (APLAUSOS).
Ya nos las arreglaremos para suplantarla si las
circunstancias lo exigen, que para eso estamos entregados a la tarea de hacer
un poderoso partido revolucionario, que para eso estamos creando condiciones: ¡para estar en condiciones de salirle al
paso al enemigo cuando sea necesario y en las circunstancias en que sea
necesario! Para eso estamos
desarrollando un nuevo método, una nueva concepción.
Nuestro método antes no nos permitía librar la batalla
contra esa clase. ¿Por qué? Porque encontrar administradores para 160
centrales no era tarea imposible, encontrar 160 hombres no era tarea imposible,
160 compañeros más o menos competentes; mientras la lucha era con la alta
burguesía, con nuestros métodos anteriores podíamos ir saliendo adelante, con
el método de saca de aquí, saca de allá, busca por aquí y busca por allá. Pero cuando la batalla fuera contra esa clase
que es más numerosa, si nuestros métodos son nuestros métodos de antes,
nuestros métodos de dedo:
saca de aquí y saca de allá, y ya no hubiera de dónde sacar,
¿cómo nos íbamos a enfrentar a esa clase?
¡Ah!, cuando los métodos son de masas, y cuando hacen falta 3 000 para
estudiar de auxiliares de administración los escogemos por asamblea entre los
mejores trabajadores, y no le encomendamos a nadie esa tarea de dedo, porque
confiamos mucho más en el cerebro de las masas que en el dedo de los hombres
(APLAUSOS), porque es más difícil engañar a la masa que engañar a los hombres,
conquistar a la masa que conquistar a los hombres, adularle a la masa, que
adularles a los hombres.
Si nosotros sabemos extraer de las masas todos sus
valores, como hemos extraído más de 300 jóvenes que irán a Helsinki... ¡Y qué impresionante, qué extraordinaria cosa
es ver cómo en los planteles y en los centros las masas han escogido a los
mejores jóvenes! Método infalible, de lo
cual tenemos pruebas. Porque nosotros sabíamos
que había una muchachita salida de la Ciénaga de Zapata, prácticamente
analfabeta, que vino a una escuelita, que tenía un gran talento de escritora y
que fueron tan descollantes sus cualidades de inteligencia que de allí pasó a
una escuela de maestros, y supimos después que por unanimidad la habían
escogido sus compañeras para ir a Helsinki.
Y nos decíamos:
Ahí no hay casualidad. Era
lógico.
Cuando supimos de un Camilito, que en dos años había
avanzado tanto como desde el analfabetismo hasta la secundaria básica, muchacho
de relevantes cualidades, y después lo vimos en el periódico escogido por sus
compañeros, pensábamos:
"Ahí no hay equivocación posible.” Porque fue claro y evidente para nosotros que
las masas cuando escogieron habían escogido a personas de cuyas brillantísimas
cualidades ya teníamos noticias, y donde estaban esos muchachos, no escogieron
a otros, los escogieron a ellos.
Cuando en Oriente el ejército escogió a un sargento
que cuando desembarcó un grupo de mercenarios él, con un puñado de hombres, los
persiguió incansablemente, hasta que los liquidó; o cuando escogieron a aquel
comisario, que estando un día rodeado de contrarrevolucionarios y lo conminaron
a rendirse les dijo: "¿Cómo me voy
a rendir en mi patria libre?” Disparó
contra ellos, mató a dos y ahuyentó al resto (APLAUSOS), nosotros pensábamos: no puede haber
casualidad, las masas no se equivocan fácilmente, las masas tienen un alto
espíritu de justicia.
Claro está que a algunos compañeros seleccionados para
ir a Helsinki, no los seleccionaron las masas.
Ciertos atletas, seleccionados por sus músculos, o ciertos compañeros de
cualidades artísticas, seleccionados por sus cualidades ante la necesidad de
organizar algunos grupos artísticos.
Pero la inmensa mayoría fue escogida por sus méritos y por las
masas.
¡Qué magnifico método!
¡Cómo eleva eso el mérito a los ojos de la sociedad, cómo eleva el
sacrificio, cómo eleva el concepto del trabajo y, sobre todo, cómo eleva la
opinión de las masas proletarias y trabajadoras!, cómo va indicándole a cada
cual que aquí no podrá pasar gato por liebre, porque hay cada vez más una
opinión desarrollada, una opinión vigilante, una opinión justa, que sabe dónde
hay mérito y sabe dónde hay falsedad.
¡Cuánto nos ayudará eso en nuestra gigantesca tarea
histórica! ¡Cuánto nos ayudará a hacer
un pueblo mejor, cuánto nos ayudará a crear una conciencia verdadera y real de
la Revolución y del trabajo! ¡Cuánto nos
ayudará!
Y esos métodos son los únicos métodos con los que en
cualquier pueblito, grande o chiquito, uno puede encontrar 20, 30 ó 40
administradores, si los necesitamos. Que
hicimos la prueba en un pueblito de aquí, donde los contrarrevolucionarios
estaban a la ofensiva, donde los burgueses del pueblo, valiéndose de un
incidente inevitable que había ocurrido con la fuerza pública, al ir a rodear
un grupo de elementos que estaban en una manigua, en un sitio donde el día
antes a una compañía en maniobras le habían herido a una posta, y al darle el
alto a aquellos elementos y salir estos huyendo, resultó uno muerto y uno
herido —un hecho absolutamente accidental, que no tenía nada de criminoso—, los
burgueses, viejos sargentos políticos que se enriquecieron a la sombra de Guás
Inclán y de Orúe, o producto de la explotación de obreros en ese pueblo, se
lanzaron a la calle, cerraron sus timbiriches y sus negocios y trataron de
escenificar un show contrarrevolucionario.
Cuando nosotros tuvimos noticias, propusimos en la
dirección nacional una investigación a fondo de todos los antecedentes, de las
debilidades de las organizaciones de masas allí, de las debilidades de la
Revolución allí y el porqué de los errores cometidos —que fueron, por cierto,
muchos—, que habían permitido a la contrarrevolución adquirir determinada
fuerza para promover un show, a fin de tomar las medidas pertinentes. Pero al mismo tiempo, considerando que el
hecho de que en un régimen capitalista un burgués cierre su negocio pueda pasar
como una virtud —la de aquel "gran ciudadano" que cierra su negocio,
aquel ciudadano "cívico"—, pueda pasar por un buen ciudadano, y por
cívico en un régimen capitalista, que es el régimen de los burgueses, que un
burgués cierre su negocio en una revolución socialista es lo que no se tolerará
jamás (APLAUSOS).
Porque aquí no podrá pasar jamás por virtuoso ningún
explotador. Que se contente y que lo toleren
por el tiempo que sea necesario tolerarlo, pero que no se ponga a jugar contra
la Revolución de los proletarios, porque se expone a cesar inmediatamente en su
condición de explotador, y mucho antes tal vez de lo que habría podido
permanecer.
Y fue lo que hicimos en aquel pueblo. Analizamos las causas de nuestras
debilidades, errores —que son errores cometidos en muchos sitios—: un pésimo cuadro
político, mal ejemplo, desacreditado, toda una serie de otros errores; reunimos
a las organizaciones de masas, con todas sus debilidades; se reunió a los
trabajadores, a las mujeres, a los Comités de Defensa, a la milicia, a los
jóvenes comunistas —núcleo prácticamente no había—, se reunió a las
organizaciones de masas. Y por un lado
reuniéndose las organizaciones de masas, y por otro la Seguridad del Estado
arrestando a todos los burgueses de aquel pueblo (APLAUSOS), excepto a unos
poquísimos y contados, que habían tenido una buena actitud con la
Revolución. Y que no cerraron; e
inmediatamente después designando por las masas del seno de las organizaciones
revolucionarias, de las organizaciones de masas, el administrador para cada
negocio (APLAUSOS), desde la fonda de un portugués que había allí, hasta los
tejares de la zona, pasando por bodegas, boticas, panadería y cuanto negocio
había allí que había participado en la contrarrevolución (APLAUSOS).
Y las masas supieron escoger. Y para cada taller y para cada cosa
escogieron al mejor. Y no había a quién
escoger para la botica, y por eso se habían llevado a uno de la botica, y ellos
hablaban de un compañero miliciano que estaba en Sagua: "A ese, a ese que es un gran
revolucionario, tráiganlo para la botica.”
¿Y qué ocurrió?
Que resultaron intervenidos y confiscados revolucionariamente
(APLAUSOS), designados inmediatamente los administradores por las
organizaciones de masas, constituida una comisión económica honoraria para
supervisar el trabajo de cada negocio y de cada administrador, constituido un
contador que llevaría la cuenta mancomunada con cada uno de los
administradores, supervisado por la comisión económica, y constituida una junta
de las organizaciones revolucionarias, ante la cual la comisión económica
tendría que rendir cuenta de su gestión.
No pasó la fonda a un consolidado, ni pasó el tejar a
un consolidado. Era necesario descubrir
nuevos organismos, y los descubrimos.
Porque luego se intervenía un tejar en Trinidad y lo metían en un
consolidado, que es como meter una aguja en un pajar, que a veces se
intervienen esos negocios porque se va el dueño, por lo que sea, y se meten
dentro del saco, del barril sin fondo de un consolidado, sacan de casa de las
quimbambas un administrador cualquiera, lo ponen allí, no lo fiscaliza nadie,
no lo controla nadie, se está seis meses metiendo la pata y no se entera nadie
(APLAUSOS). Y nosotros concebimos un
consolidado de centrales azucareros, grandes fábricas, con problemas similares,
con reparaciones y piezas similares, pero, ¿quién concibe un consolidado de bodegas,
quién concibe un consolidado de fondas?
Que a veces ocurre como con el INIT, que tiene, por ejemplo, una
cafetería en Consolación del Sur con dos empleados y un bar en Baracoa, que le
han pasado, porque se han ido los dueños o por lo que sea, y eso es
sencillamente absurdo.
De allí mismo del pueblo se designó el administrador
de cada cosa, con un sueldo modesto, advirtiéndole que su cargo no era a
perpetuidad, que si no trabajaba bien sería sustituido, con una comisión
económica honoraria para fiscalizar el trabajo, con una junta de las organizaciones
revolucionarias. Si allí uno no sirve,
se enteran enseguida todas las organizaciones, se entera la comisión económica,
se resuelve inmediatamente el problema, y a nivel local se resuelve, se cambia,
se toma la medida.
¿Y qué pensamos?
Que a fin de año se reúna en asamblea general del pueblo, y los
administradores rindan cuenta ante el pueblo de la administración de aquellos
bienes (APLAUSOS), los bienes socializados locales, empresas socializadas
locales, que siguen funcionando igual que funcionaba la fonda antes, bajo la
administración del portugués, ahora sigue funcionando bajo la administración de
un compañero del pueblo, fiscalizado por una comisión económica, un contador y,
además, por las organizaciones de masas.
Resultado: por
la noche ya la fonda estaba sirviendo comida, en la panadería se comió pan
caliente, y al otro día todo estaba marchando igual, si es que no mejor de lo
que estaba marchando antes.
¿Qué ocurría realmente allí, en aquel pueblo? Me refiero al pueblo de El Cano, si es que no
he mencionado el lugar, en Marianao, zona de mucha influencia politiquera de
los viejos caciques. Allí los burgueses
eran dueños de todos los negocios, dueños de todas las máquinas, automóviles,
de todos los camiones, todos tenían teléfonos en sus casas y eran, además,
dueños del dinero y los que tenían mando sobre todos aquellos obreros
artesanales del lugar eran los amos del lugar; dinero, jefatura sobre los
obreros a los que les daban órdenes todos los días, automóviles, camiones, teléfonos. ¡Pues se les confiscaron todos los
automóviles! —¡veintiocho
automóviles confiscados!—, se les confiscaron todos los camiones, se les
quitaron todos los teléfonos y se pasaron a casa de trabajadores los teléfonos
del pueblo (APLAUSOS). Su poder se
destronó como un castillo de naipes, y lo único que no se les tocó fueron las
cuentas en los bancos, y eso en virtud de que la Revolución, que tiene interés
en el ahorro, tiene que establecer el principio de que es sagrado el dinero que
se guarde en los bancos, como hizo cuando el cambio de moneda (APLAUSOS); y,
además, para que al otro día no fueran a hacer el papel de pobrecitos
limosneros en la calle. ¡Les quedó para que fueran tirando... (RISAS)
mientras se adaptan o se van para Miami!
Pero, ¿qué ocurrió?
Ellos habían movilizado 60 u 80 personas; en la reunión de las
organizaciones de masas había 200, no se habían citado todos, sino una
selección. Al otro día se dio un acto y
fueron 2 000 ciudadanos de aquel pueblo.
¿Qué se demostró? Que aun en
aquel pueblo, donde había una gran influencia de esos elementos negativos, una
gran influencia negativa del pasado, la proporción a favor de la Revolución era
de 10 a 1, se demostró allí ante los hechos; respondieron los sectores
humildes, respondieron los trabajadores, respondieron los desposeídos, con
espíritu, con energía, con entusiasmo (APLAUSOS).
Cuando nuestra organización sea fuerte, cuando en cada
municipio, en cada pueblo, en cada sitio, tengamos un secretario del Partido
formado, disciplinado, educado en la fe hacia las masas, convencido de que en
las masas hay una cantera infinita de valores, que en las masas están los
hombres y las mujeres que necesitamos para cada tarea, ¡ah!, entonces estaremos
en condiciones de librar la batalla contra los enemigos de la clase obrera,
contra los enemigos de nuestros trabajadores a nivel de pueblecito, de ciudad,
de provincia o de república, si las circunstancias lo exigen.
Este ejemplo sirve para ilustrar la importancia del
aparato de vanguardia de la Revolución; sirve para orientar a los
revolucionarios y para advertir a los contrarrevolucionarios, para advertir a
los burgueses, que sepan que no estamos jugando a la revolución, que sepan que
tienen que evitar el choque con los trabajadores, que tienen que evitar el
choque con la clase obrera, y que sepan respetar la revolución proletaria, que
sepan a qué atenerse, si desafían el poder de los proletarios.
Por eso, compañeros directores, es importante que
junto con las lecciones aquellas a que nos referíamos sobre el papel de la
escuela, el espíritu de sacrificio con que hay que ir a la escuela y al
Partido, es necesario explicarles a los alumnos cómo nuestra Revolución
atraviesa un período de aguda lucha de clase, de enconada lucha de clases
nacional e internacional, cómo subsiste una burguesía rural numerosa de
propietarios medios, cómo subsiste una numerosa burguesía urbana, con máquina,
con dinero, con teléfono, con recursos, con chismes, con una cierta cultura,
con un profundo odio de clase hacia el proletariado, con los ojos puestos en el
extranjero enemigo de la patria, con los ojos puestos en el poderío del
imperialismo, soñando con arrasar la Revolución proletaria, soñando con volver
a establecer su odioso régimen de explotación, de parasitismo en nuestro país,
de hambre y de miseria, su régimen despiadado para con las masas, obligadas a
vivir sin porvenir y sin esperanzas. Y
esas clases sueñan eso.
Enseñar al alumno que la Revolución no se hizo el día
primero —ni el primero, ni el segundo, ni el tercero, ni el cuarto, ni el
quinto año—, que la Revolución es una larga batalla, una larga lucha, como fue
la lucha por conquistar el poder. Pero
que después de conquistado el poder hay que seguir luchando, y más duramente
todavía, contra esa clase, contra su influencia, contra su espíritu
reaccionario. Esos son los que crean
dificultades, los que cuando nosotros liberamos de restricciones a los
campesinos, porque son nuestros aliados, cuando nosotros adoptamos medidas que
faciliten a los campesinos la venta de sus productos, salen ellos a pagar 10
pesos por una gallina, 50 pesos por tres guanajos.
Esos son los que como tienen dinero y como tienen
recursos, se van a Rancho Mundito, y en un solo domingo compran 4 000 quintales
de malanga. La malanga que necesitamos
para cumplir las obligaciones del racionamiento durante seis días en la capital
de la república: la
malanga de los hijos de los obreros y de las familias humildes, van ellos en
sus automóviles a comprarla, pagándola a cualquier precio.
Son los que en este momento de dificultades aumentan
nuestras dificultades, promueven la especulación, sobornan, lanzándose, como
parásitos que son, a nutrirse a costa de los que no tienen máquinas ni tienen
recursos, a costa de los que no pueden pagar 50 pesos por tres guanajos.
Esos son los que crean problemas, los que interfieren,
los que están ahí. Y esas clases
subsisten, y esas clases estarán en batalla contra la Revolución, si es que no
se deciden a aceptar la etapa de transición inevitable, si es que siguen
alentándose con el imperialismo, si es que no se resignan.
Y es lógico que en un país como el nuestro, a 90
millas del imperialismo yanki el poder reaccionario mayor del mundo, se sientan
esperanzados, se sientan envalentonados.
Por eso hay que acudir a la teoría de la lucha de clases, para darles
una explicación clara a los alumnos de las escuelas, para que no caigan en
ilusiones, en ese ilusionismo en que cayeron muchos que creían que una
revolución era un paseo, que ya estaba hecha, los que cayeron en esas
posiciones idealistas, ajenas a las realidades de la historia, ajenas a la
esencia de lo que es una verdadera revolución; para que cada alumno que salga
de las escuelas comprenda la etapa en que estamos viviendo y comprenda esta
lucha, se explique y pueda explicar el porqué la Revolución tiene que luchar
arduamente y vencer ingentes obstáculos.
Como es necesario en cada alumno que pase por la escuela crear una
conciencia de revolucionario verdadero, de revolucionario combatiente, de
individuo dispuesto a dar la batalla en cualquier momento. Porque lo que no podemos aceptar ni concebir
es ese revolucionario que vea al enemigo en la calle y no le salga al paso, que
vea al enemigo hablar de la Revolución y no le rebata inmediatamente, porque si
hay un revolucionario en la calle y vienen 100 enemigos, aunque sea él solo
tiene que pararse delante de ellos y hacerse matar si es necesario
(APLAUSOS).
Esa es la actitud del convencido de una causa, esa es
la actitud del verdadero defensor de una causa: no mira cuántos son sus enemigos, sino
que piensa en la causa que defiende, en la convicción que tiene de los
intereses que defiende frente a los malsanos intereses de los enemigos, de los
vendepatria, de los cobardes, de los explotadores, de los traidores.
Y la Revolución se enfrenta hoya los enemigos de clase
del proletariado, al lumpen, a los parásitos de todo tipo, a los instrumentos
del imperialismo, a los que están dispuestos a hacerle el juego al imperialista
que nos bloquea. ¡A ese que quiere salir
con el caldero a hacerle el juego a Kennedy, hay que romperle el caldero en la
cabeza! (APLAUSOS.)
Porque con esos explotadores, con esos reaccionarios
que quieren aumentar las dificultades de la patria, esos son con los que está
contando el imperialismo yanki; con esos vendepatria, con esos explotadores,
con esos burgueses y el lumpen que se les ha unido. Porque frente al proletariado se han unido
latifundistas, especuladores, negociantes de todo tipo, politiqueros, esbirros
de ayer, boliteros, elementos prostibularios, viciosos de toda ralea, porque es
el abrazo del lumpen, el vicio y el crimen con el privilegio y con la
explotación.
Esos son nuestros enemigos, y lo serán
eternamente. Y para el enemigo ninguna
consideración; para el compañero todas las consideraciones. Para el compañero campesino, para el
compañero obrero, para el que trabaja por la sociedad con su inteligencia o con
su brazo, nuestro corazón, nuestra vida.
Para el enemigo, dondequiera que nos salga al frente, nuestro puño; para
el enemigo, la mano dura, la destrucción dondequiera que nos salga al paso
(APLAUSOS).
Porque ellos aspiran al San Bartolomé de los
proletarios, al San Bartolomé de los revolucionarios, al San Bartolomé de los
humildes. Sueñan con eso, sueñan con la
hora en que pudieran bañar en sangre proletaria, campesina, revolucionaria y
humilde, el suelo de la patria para implantar su mundo odioso, vicioso,
corrompido e infame.
Y como nosotros sabemos que sueñan con eso, eso es lo
que se van a encontrar cada vez que se enfrenten con la Revolución
proletaria. Porque la Revolución tiene
fuerza, tiene convicción, moral, entusiasmo, y toda la dignidad que sea
necesaria para batirse con sus enemigos y para liquidar a sus enemigos si es
necesario, aniquilar a sus enemigos.
Comprendemos muy bien que esta es una lucha de vida o
muerte. Comprendemos muy bien que una
revolución es una batalla que solo puede terminar con el triunfo de los
revolucionarios o con el triunfo de los contrarrevolucionarios. Mas la historia enseña que termina siempre,
en cada hora histórica, con los revolucionarios que saben interpretar esa hora
de la historia.
Y por eso nosotros sabemos que aunque ellos no se
resignen fácilmente, aunque hagan lo indecible, la victoria terminará
inexorablemente al lado de nosotros.
Sabemos lo que es una revolución, sabemos los antagonismos que se
enfrentan en una revolución, sabemos, además, que esta revolución se desarrolla
en condiciones especiales, que no sería igual tal vez si estuviésemos a muchas
millas de distancia del imperio yanki. Y
digo solo tal vez, porque los imperialistas yankis tienen su pezuña metida en
todos los continentes; pero que la circunstancia de estar nosotros a 90 millas
de ellos hace especiales nuestras circunstancias, hace especial nuestra
situación, y eso determina mucho la actitud del enemigo de clase: la circunstancia especial de la proximidad
del imperialismo.
Por eso les cuesta trabajo resignarse, por eso se
sienten alentados. Y por eso solo los
hechos decidirán, la realidad objetiva nos dictará el futuro de nuestras
relaciones con esa clase; pero de todas formas debemos prepararnos para dar la
batalla, debemos estar listos para darle la batalla, si es necesario darle la
batalla en la forma que sea necesario darla.
No la daremos innecesariamente, no caeremos jamás en extremismos
innecesarios; preferimos no tener que caer en esos extremismos, o mejor dicho,
no podrán llamarse extremismos cuando sean necesarios. Sería mejor decir: preferimos que no sea necesario
hacerlo; preferimos que la Revolución siga su curso ascendente sin vernos
obligados a la necesidad de tomar drásticas medidas contra nuestros enemigos de
clase. Preferiríamos que se resignaran a
la Revolución y se resignaran a desaparecer paulatinamente, sin grandes
sacrificios para ellos, antes de que tengamos necesidad de que desaparezcan
como clase drásticamente.
Pero comprenderán ustedes, de la meditación de los
problemas del proceso revolucionario, que necesitamos para ello fortalecer
nuestras organizaciones de masa, nuestro aparato revolucionario, nuestros
cuadros, el nivel ideológico y político de las masas.
Compañeras y compañeros:
Es impresionante el empuje de nuestra Revolución en
estos momentos. Es impresionante el
avance del pueblo en todos los frentes; cómo ha avanzado, tanto en el campo
militar, como en el campo del trabajo.
Es impresionante el esfuerzo que se realiza en estos momentos en todas
partes. Es impresionante este mismo
movimiento de educación revolucionaria.
Supera todo lo soñado el número de escuelas de divulgación del marxismo,
las decenas de miles de hombres y mujeres que pasan por esas escuelas.
Pocas veces ha habido en ninguna parte un ascenso tan
vertiginoso de las masas hacia la educación, hacia la verdad. Todo impresiona, e impresiona más cuando se
piensa en las dificultades que tenemos delante, en las zancadillas que nos ha
puesto el imperialismo; impresionante ver cerca de 100 000 becados estudiando,
el movimiento de educación y de preparación que hay en todo el país, el esfuerzo
que se realiza en todas partes.
Claro que nosotros, en medio de las dificultades,
hemos tenido más suerte que otras revoluciones, porque nosotros hemos tenido
tres años y medio para hacer esto, cuando la revolución soviética, por ejemplo,
esos tres años se los tuvo que pasar combatiendo en los campos de batalla
frente a la intervención extranjera. No
podían ellos haber hecho lo que nosotros hemos podido estar haciendo, lo que
estamos haciendo en este momento, el impulso que le estamos dando a la educación
revolucionaria de las masas.
Y eso nos permite fortalecernos; esto nos permite
darle solidez a la Revolución; esto nos permite que la Revolución eche raíces
hondas, bases sólidas e indestructibles; esto nos permite pensar en nuestra
Revolución como en un hecho irreversible, como en un episodio luminoso en la
historia de nuestro continente; esto nos permite tener más seguridad y más fe
en la victoria final de nuestro pueblo.
Expliquemos y enseñemos y estudiemos para poder ver
más y enseñar más; para comprender las realidades, para que no haya misterio
para ninguno de nosotros en el avatar revolucionario, para que sepamos conocer
nuestros amigos y nuestros enemigos, los aliados de la clase obrera en el
pequeño campesino. Como ese admirable
campesino de las montañas, que ha dado a las fuerzas armadas de la Revolución
decenas de miles de hijos valientes y estoicos; como ese campesino de las
montañas orientales que defendiendo la Revolución proletaria ha luchado contra
las bandas mercenarias en Matanzas, en Las Villas y en todos sitios; saber
conocer ese aliado, esforzarnos en todos los frentes de la producción para
llevarle a ese campesino ropa, para llevarle zapatos, para llevarle medicina,
para llevarle maestros, para llevarle médicos, para darle ayuda económica.
Y, claro, ya sabemos que no tenemos todos los maestros
que necesitamos, ni todos los médicos que necesitamos. Ya sabemos,
y es muy doloroso pensar que hay maestros que apenas van dos días a dar
clases, médicos que no se dignan ni a darle una consulta a un enfermo. Lo sabemos, pero no importa. No solo estamos haciendo un esfuerzo por
elevar la conciencia revolucionaria de los maestros, sino que estamos haciendo
nuevas generaciones de maestros, nuevas generaciones de médicos, nuevas generaciones
de técnicos; como estamos haciendo nuevas generaciones de pescadores junto con
los proyectos de construcción de grandes flotas pesqueras; como estamos
haciendo nuevas generaciones de cuadros administrativos; como estamos
impulsando el futuro de la patria, con fe, con convicción, sin desalentarnos de
las dificultades de hoy, porque sabemos que son pasajeras; y, además, porque
nos honran; y, además, porque sabemos que nos hacen fuertes (APLAUSOS); y,
además porque los pueblos se hacen fuertes no en la abundancia, sino en el
sacrificio, en la lucha, en la adversidad.
Y nosotros sabemos de lo que son capaces los pueblos.
Todo depende de que comprendamos y sepamos hacer
comprender a los demás que una Revolución no es un paseo, ni es un baño de
rosas, sino de sacrificio: una lucha
dura y abnegada. Que sepamos que no
vivimos en épocas normales, sino que la Revolución es una lucha tremenda, una
guerra que cambia de forma, que a veces se vuelve guerra armada y otras guerra
de clases desarmadas —saboteo, campañas, resistencia, interferencia al trabajo
revolucionario—, que puede cobrar forma de lucha armada, como cobró en Girón,
como cobró en el Escambray cuando la campaña contra las bandas en aquel sitio;
que los enemigos no descansarán, que no descansarán en su tarea de tratar de
sembrar el terror, asesinar maestros, asesinar milicianos, asesinar obreros,
cometer los crímenes repugnantes y odiosos que han cometido en todas partes las
bandas reaccionarias. Saber que esta es
una lucha dura. Y nosotros sabemos lo
que resisten los pueblos, porque lo vimos en la sierra, cuando ni nosotros ni
el pueblo teníamos ni sal ni azúcar ni cigarros, y lo que teníamos eran
aviones, bombas, familias viviendo en las cuevas. ¡Y con qué estoicismo lo soportaron todo!,
sabiendo que aquella era la lucha, sabiendo que aquella era la guerra, sabiendo
que vendrían tiempos mejores.
Nosotros sabemos también que los pueblos son
indoblegables, son capaces de los más inconcebibles sacrificios, y que allí
donde al timorato y al que le falta fe empiezan a doblárseles las piernas, el
pueblo empieza a reaccionar con energía, con valor, a reaccionar frente a sus
enemigos. Los enemigos se
envalentonaron; no tardó en venir la reacción del pueblo, y ya se ve, se ve en
todas partes, se verá cada vez más, se verá el 26 de Julio, cuarto aniversario
después del triunfo de la Revolución, que será un día también de lucha, de
recuento; será un día de batalla, donde movilizaremos al pueblo allí mismo, en
Santiago de Cuba, para enviar a toda la nación, desde allí, el mensaje
revolucionario.
Con este espíritu, compañeros, de lucha, de combate,
de ofensiva, tienen ustedes que iniciar esta nueva etapa de las escuelas, con
ese espíritu tienen ustedes que ir a enseñar a sus alumnos.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)