DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL PARTIDO UNIDO DE LA
REVOLUCION SOCIALISTA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA CLAUSURA DEL SEGUNDO CONGRESO
NACIONAL DE LA ANAP, CELEBRADA EN EL TEATRO “CHAPLIN”, EL 9 DE AGOSTO DE 1963.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros
delegados de la ANAP:
En este Segundo Congreso Nacional de la ANAP se puede
apreciar perfectamente bien cuánto ha progresado la organización de los
campesinos, la organización de masa de los campesinos.
Este progreso, que se hace evidente, corre parejo con
el progreso que se observa en todos los frentes de trabajo de la
Revolución.
Hay veces que nosotros mismos nos quedamos
sorprendidos de cuán rápidamente, cuán notablemente se van produciendo en
nuestro país los saltos —puede decirse— de calidad en el trabajo, en la
organización, en el nivel cultural y en el nivel político de nuestro
pueblo.
Y a nosotros nos satisface mucho ver ya, del año pasado
a este año, la mejoría que se ha observado en el trabajo que está relacionado
con ustedes, tanto en la organización como en las relaciones con los organismos
revolucionarios.
y esto tiene mucha importancia para el país, puesto que
el campesinado, que es el sector que ustedes representan, constituye uno de los
pilares de la Revolución y uno de los pilares de la economía.
Hay cosas que al principio muchas personas no
comprendían bien; hay frases que al
principio una parte del pueblo no las comprendía bien. Y eso era lógico, porque ¿qué se había oído
decir durante muchos años?, ¿de qué se había oído hablar a lo largo de nuestra
historia?, ¿qué es lo que leían nuestros campesinos, aquellos que podían leer?,
¿qué es lo que escuchaban por radio nuestros campesinos?, ¿qué es lo que
escuchaban en los mítines políticos nuestros campesinos?
No oían hablar, naturalmente, de la alianza
obrero-campesina; no oían hablar de la explotación del hombre por el hombre; no
oían hablar de la explotación de unas clases del pueblo por otras clases del
pueblo. Lo que en nuestros campos se
escuchó siempre fue mucha demagogia, mucha mentira, mucha politiquería, mucho
compadrazgo de los sargentos politiqueros; vicio, robo —es decir, robo al
pueblo, robo a los campesinos—; explotación, aquella explotación que sentían
diariamente, constantemente.
No existía un nivel de cultura elevado en nuestros
campos. Y si en el país un 30% de la
población era analfabeta, ese 30% correspondía principalmente al campo; y en
algunas regiones del campo el analfabetismo era del 70%, del 80%, y hasta del
90%. Porque los males de aquella
sociedad eran en el campo peores que en la propia ciudad.
Si la asistencia médica en la ciudad era pobre y
deficiente, si en aquellos pocos hospitales en que se atendía al pueblo, y a
donde había que ingresar por la recomendación de un político, se encontraba el
espectáculo de enfermos durmiendo en el suelo, la asistencia médica en el campo
era, no puede decirse que peor, sino sencillamente que no existía.
Lo mismo ocurría con la escuela, con la economía del
campesino, con la vida del campesino, la vida cultural en general.
Era lógico que al principio muchos hombres del campo
escuchaban ciertas frases, ciertas consignas, y no se comprendían bien. También era lógico que los rezagos de la
politiquería que quedaban en el campo, los burgueses que quedaban en el campo,
se acercaran a hablarles a los campesinos, a intrigar entre los campesinos; a
hablarle al oído bajito al campesino y tratar de sembrarle el miedo y la
desconfianza hacia la Revolución.
Ustedes saben perfectamente bien cómo esos burgueses
que tenían más dinero, que tenían más cultura, que tenían más influencia, más
habilidad, influían sobre muchos campesinos.
Y esa influencia durante un tiempo la utilizaban en sembrar la
desconfianza y el temor entre los campesinos.
Y no faltaron casos de campesinos pobres, de pequeños
agricultores que se dejaron arrastrar por las intrigas, las mentiras y la
insidia de los burgueses rurales, que en nuestros campos han constituido la
base de la contrarrevolución. Y al
campesino le trataban de inculcar el miedo.
Pero a eso se unían otros factores: deficiencias en la organización, deficiencias
en los organismos administrativos del Estado, inexperiencia, falta de
funcionarios y cuadros competentes, medidas erróneas tomadas a determinados
niveles por determinados organismos que contribuían a sembrar la
confusión.
Sin embargo, esa etapa ha ido quedando atrás. Y los que se hicieron ilusiones de que podían
volver a los campesinos contra la Revolución, han de sentirse muy
decepcionados, porque hoy hay un campesinado cuyo nivel político y cultural se
ha elevado mucho; cuyo sentido del rol que juega dentro de la sociedad se hace
cada vez más claro. Y un campesinado con
el cual podemos hablar claro, con mucha claridad; un campesinado con el cual se
pueden analizar los problemas sociales, los problemas económicos y los
problemas políticos; un campesinado que tiene confianza en la Revolución, sin
que puedan venir ya a azuzarle el miedo y la inquietud.
Y esa confianza se hace y se hará cada vez más sólida
en la misma medida en que ese campesinado sepa cuál es su papel, cuál es su
presente y cuál es su futuro (APLAUSOS).
Cuando comenzó a hablarse de socialismo, los burgueses
rurales se acercaban a los campesinos y les decían: “Esto es socialismo, y te van a socializar la
tierra.” Entonces nosotros les dijimos a
los campesinos: “¡Esto es socialismo y
por ser socialismo no te vamos a socializar la tierra!” (APLAUSOS.) Porque el socialismo, compañeros, es una
concepción científica de la historia y de la sociedad humana (APLAUSOS).
El socialismo es la ciencia social y es, al mismo
tiempo, una guía para la acción práctica, una guía para la política. Y la política no es una cosa sencilla, es una
cosa compleja y difícil. Por eso se
decía que la política era un arte.
Y hay varias políticas. Hay la política de los explotadores y hay la
política de los explotados; hay la política de los burgueses, que era la
política del pasado, y hay la política del proletariado. Y el proletariado, enemigo de los
privilegios, enemigo de los explotadores, busca la alianza de los demás
explotados.
¿Y quiénes eran en nuestro país los demás
explotados? ¿Y quiénes eran los
explotadores? Los explotadores eran los
dueños de las fábricas, los latifundistas, los dueños de inmensas extensiones
de tierra.
Unos, en la ciudad, explotaban al obrero, otros
explotaban al obrero en el campo, otros explotaban al campesino, porque en el
campo había trabajadores agrícolas, en el campo había arrendatarios que tenían
que pagar el 25%, el 30%, hasta el 40% y a veces hasta el 50%, los aparceros,
todas aquellas formas de pago a los terratenientes que ustedes conocen; en el
campo había quien vivía en parte de un pedacito de tierra, y en parte
trabajando en alguna finca, en la zafra.
Esas eran las formas de explotación conocidas.
Pero había también el que era propietario de la
tierra, de una pequeña extensión de tierra.
¿Era o no era explotado ese campesino?
Pues también era explotado, porque ese campesino nunca tenía seguro el
precio de sus productos; ese campesino era víctima de los intermediarios, que
cuando había una cosecha abundante bajaban los precios, que trataban de comprar
barato para después enriquecerse especulando con los productos de los
campesinos, por lo que puede decirse que el campesinado era explotado, como era
explotado el obrero de la industria. Y
el obrero de la industria tenía que buscar sus aliados en los demás explotados;
sus aliados no iban a ser los burgueses, no iban a ser los políticos burgueses,
no iban a ser los terratenientes.
¿Pero, el pequeño agricultor es un propietario? Sí, la Revolución hizo propietario al pequeño
agricultor (APLAUSOS). ¿Y eso es alguna
contradicción? No. La Revolución suprimió la explotación que
había de todos aquellos campesinos que pagaban rentas, de todos aquellos
campesinos que tenían que entregar una parte importante de sus productos; la
Revolución afectó a los grandes propietarios que no trabajaban esas tierras y
que, viviendo en las ciudades, recibían una abundante renta, porque dueños de
una finca de 100, ó de 200, ó de 500 caballerías no tenían otro trabajo que
enviar a un empleado a cobrar las rentas.
La Revolución suprimió esa explotación y estableció el principio de que
ese campesino que estaba trabajando un pedazo de tierra no siguiera siendo
explotado y fuese dueño de sus productos.
Eso fue lo que hizo la Revolución.
En algunos países de América Latina se habla de
reformas agrarias, y ya ustedes se imaginan qué tipo de reforma agraria
es: en que el campesino durante 15, 20
años, está pagando ese pedazo de tierra —que por supuesto es la peor tierra de
los latifundistas cuando se les segrega alguna parte de la tierra a los
latifundistas. Una reforma agraria
realmente es como la reforma agraria que se hizo en Cuba, que eliminó
totalmente el pago de rentas.
Es cierto que había casos de personas que tenían un
pedazo de tierra pequeño y un arrendatario; no eran grandes propietarios. Originalmente se cometió el error de tratar
igual —al hacer la ley— al propietario pequeño y al grande cuando tenía las
tierras arrendadas a otros, y por eso posteriormente se tomaron medidas
rectificadoras para todos aquellos casos de personas ya ancianas que no tenían
otro medio de vida que la renta que recibían de un pequeño pedazo de
tierra: el que se les pagara una
indemnización. Era un error igualar el
caso de una persona, una viuda, una persona anciana, que percibía una renta
determinada para vivir de un pequeño pedazo de tierra y el caso del que tenía
100 arrendatarios, 200, 300, 400 arrendatarios.
Esas cosas que no se hicieron perfectamente bien, se rectificaron.
Y ese es precisamente el arte de la política, de
rectificar aquellas cosas que estén mal hechas, aquellas cosas que no sean
humanas, aquellas cosas que no sean justas.
Y no era justo tratar exactamente igual a la United Fruit Company que a
un pequeño propietario que tenía un pedazo de tierra arrendado. ¿Era un explotador o no? Sí, era un explotador, sin duda, era un
pequeño explotador, porque al fin y al cabo vivía de un trabajo que no hacía, a
base de un título de propiedad de tierra que tenía, que poseía; pero, en
definitiva, la sociedad tenía que contemplar el caso concreto de una persona
que no podía ganarse la vida ya de otra forma y que no iba a quedar
completamente desamparada. Y, por lo
tanto, no podía darle el mismo tratamiento a esa persona que a los explotadores
grandes.
Yo creo que esas son cosas obvias, claras, que se
comprenden perfectamente bien. Es decir,
la Revolución, que combatió al gran propietario, creó el pequeño propietario de
todo aquel que trabajaba las tierras. Al
principio, naturalmente, algunas personas preguntaban por qué las tierras que
no estaban repartidas, las tierras que eran trabajadas con obreros agrícolas,
por qué no se repartían esas tierras.
Algunos elementos de la burguesía le decían al campesino: “¿Ves?”; le decían al obrero agrícola: “¿Ves?, hablan de reforma agraria y de darle
la tierra al campesino, y no le dan la tierra al campesino, no reparten esas
tierras. El Estado se está convirtiendo
en dueño de esas tierras y tú te vas a convertir en un esclavo asalariado”; le
decían al obrero agrícola: “Te vas a
convertir en un esclavo asalariado.” En
todo caso le podían decir: “Eras un
esclavo asalariado y ahora sigues de asalariado”; el revolucionario le podía
decir: “Eras un esclavo asalariado de un
explotador, y ahora eres un trabajador de tu pueblo” (APLAUSOS).
Sigue siendo un trabajador, porque la Revolución no
significa que el trabajo desaparezca.
¿Quién dijo eso nunca? De la
sociedad humana no puede desaparecer el trabajo, porque solo el trabajo produce
las cosas que necesitamos, los bienes que necesitamos; lo que sí desaparece con
la Revolución es la explotación del trabajo humano.
Cuando un campesino tenía que entregar el 30% del
tabaco que cosechaba, y se lo tenía que entregar a alguien que ni siquiera
pasaba por allí, y todos los años —durante 20, 30 años— tenía que entregar el 30%
de su cosecha, ese campesino era explotado, su trabajo era explotado.
Cuando un obrero trabajaba para enriquecer a un
propietario, su trabajo era explotado.
Desde el momento en que las industrias pertenecen al pueblo, desde el
momento en que esas tierras pasaron de los monopolios americanos al pueblo,
¿qué significaba eso? Que los miles y
los millones de pesos de ganancia de esos monopolios, que los iban a cobrar los
accionistas que vivían en Nueva York a miles de kilómetros de distancia, y que
salían del sudor del trabajador, y que no se iba a convertir en escuelas, ni en
caminos, ni en hospitales, ni en maquinaria, ni en progreso para el país; desde
el mismo momento en que la Revolución suprimió el derecho de esos monopolios
sobre nuestras tierras, todos aquellos recursos extraídos del sudor de los
trabajadores se convirtieron en recursos para el pueblo (APLAUSOS).
Muchos campesinos podrían preguntarse: “¿Por qué antes no me daban créditos?, ¿por
qué antes no tenía crédito y ahora tengo crédito?” Porque aquellos monopolios
no iban a utilizar sus ganancias para darle crédito al campesino; a aquellos
monopolios no les convenía un campesino, un agricultor nacional, no les
convenía un campesino próspero; les convenía un campesino arruinado, para en cualquier
momento comprarle su tierra y convertirlo en un asalariado, al objeto de
aumentar sus ingresos, de aumentar cada año sus ganancias. Aquel dinero que salía de los trabajadores
agrícolas no se iba a convertir en crédito para los pequeños agricultores.
Un campesino podrá preguntarse por qué antes no había
maestros, por qué no había servicio médico rural, por qué no se construía antes
una ciudad escolar, por qué no se traía a los hijos de los campesinos a
estudiar. Y es que aquellos monopolios
no iban a invertir esas ganancias en ayudar al pueblo.
Desde el momento en que aquel obrero no trabajó más
para enriquecer a aquellos señores, aquel obrero dejó de ser en realidad un
esclavo de los explotadores y aquel obrero se convirtió realmente en un trabajador
para sí mismo.
Pero, ¿qué quiere decir trabajar para sí mismo? ¿Quiere decir acaso que el trabajador va a
percibir el ciento por ciento de lo que produce? ¿Qué ocurriría si cada trabajador percibiera
el ciento por ciento de lo que produce?
En la sociedad capitalista recibía un tanto por ciento de lo que
producía para él, y el otro tanto por ciento para los capitalistas. Los capitalistas, del tanto por ciento que
recibían del trabajo de los obreros, una parte la pagaban en impuestos, una
pequeña parte, y esa era la que se invertía en tener algunas escuelitas,
algunos hospitales muy mal atendidos, en hacer un camino de Pascuas a San Juan,
y el resto, el resto se lo embolsillaban los políticos que servían a los
capitalistas. Porque ¿de dónde salía el
dinero que ganaban los senadores, los representantes, los sargentos
políticos? ¿De dónde salía el dinero que
recibían los botelleros? ¿Y cuántos
botelleros había?
Si el Ministerio de Educación tenía un presupuesto de
60 millones, por lo menos 20 eran para los políticos, ¡por lo menos
veinte! Si Obras Públicas tenía un
presupuesto de 80, por lo menos 40 se los robaban. Si el Ministerio de Salud Pública tenía 25
millones, por lo menos 10 se los robaban.
Es decir que de las ganancias de los capitalistas, una parte la pagaban
en impuestos, y esos impuestos ni siquiera se invertían bien, se invertía una
parte y el resto se esfumaba, se lo robaban.
Hoy el ciento por ciento de lo que el obrero no recibe
directamente lo recibe indirectamente.
Porque el trabajador que tiene cinco o seis hijos, manda los hijos a la
escuela; allí están los libros, allí está el maestro. Y se puede preguntar: ¿Quién paga eso? ¡El lo paga!
Se enferma un familiar y lo lleva a un hospital; hay que hacer una
operación difícil, hay que hacer enormes gastos, y nadie duda de que lo que
haya que gastarse en un hospital por salvar una vida, se gasta (APLAUSOS).
Puede ser que necesitara una atención médica de muchos
meses, que costaría miles de pesos; nunca lo podría pagar con su trabajo. ¿Cómo un cortador de caña podría pagar 2 000
pesos por una operación? Nunca lo podría
pagar. Sin embargo, no hay trabajador en
el país que no tenga la seguridad de que el país, por salvarle la vida a su
hijo, o a su hermano, a un familiar suyo, no vacilará en emplear los recursos
que sean necesarios; él se siente seguro (APLAUSOS).
Quizás su hijo, o incluso él mismo, tenga una
inteligencia grande, una gran vocación para la técnica, quiere estudiar, ¿pero
cómo va a estudiar?, ¿quién sostiene a su familia? Y, sin embargo, ese trabajador puede tener la
oportunidad de estudiar; miles, decenas de miles de trabajadores han estudiado
y sus familias no se han quedado desamparadas (APLAUSOS). Incluso algunos han salido del país, han ido
al extranjero, han cruzado los océanos.
¿Cuánto costaría todo eso? ¿Cómo
podría pagarlo con su solo esfuerzo un trabajador? Y, sin embargo, ha podido estudiar; y ha
regresado después técnico en algo.
¿Y es bueno o es malo para los demás trabajadores
satisfacer esos gastos para convertir a ese trabajador en un técnico? Es bueno para todos los demás trabajadores,
porque cuando el país tiene un técnico más, tendrá un hombre que produce por
10, por 20, por 30 ó por 100 (APLAUSOS).
Hay que hacer una carretera para comunicar la
población de un lugar determinado. Si
esa carretera la fueran a construir con sus ganancias los que viven en aquel
barrio, quizás tardarían 100 años para reunir el dinero que necesitan. De repente llegan equipos, camiones, y se
hace una carretera que cuesta un millón, 2 millones, se construye un gran
puente. ¿De dónde salen esos
recursos? Salen precisamente del
trabajo, de aquella parte del trabajo que antes se apropiaban los
capitalistas.
Si aquel pueblo no pudiera contar con los recursos de la
nación, nunca estaría comunicado, nunca tendría un hospital; sería muy difícil
que pudiera resolver ningún problema importante.
Y los agricultores dirán: hemos recibido 80 millones de crédito, hemos
recibido 100, para poder dedicarnos a cultivar nuestras tierras. ¿De dónde salen esos recursos? Salen precisamente del trabajo de toda la
sociedad. Por eso es que cada cual no
recibe el total de lo que produce, recibe una parte de su trabajo; y el resto
es un fondo que pertenece a toda la sociedad y que la sociedad necesita
precisamente para su desarrollo (APLAUSOS).
Hay campesinos que dicen: mi hijo va a ser ingeniero; pero a él no le
alcanzarían nunca sus propios recursos para que su hijo fuera ingeniero. Sin embargo, sabe que su hijo va a ser ingeniero;
es inteligente, es competente, y está seguro de eso. O que su hijo va a ser médico; es
inteligente, es estudioso, vale la pena que el país desarrolle esa
inteligencia. El con sus recursos no
podría hacerlo; sin embargo, los recursos de toda la nación, de todo el pueblo,
¡sí lo pueden hacer! (APLAUSOS.)
Lo que nadie con sus propias fuerzas podría hacer, lo
puede hacer el esfuerzo de todos. Lo que
es imposible para el individuo aislado, jamás será imposible para una nación,
para el esfuerzo unido de todos los trabajadores de una nación (APLAUSOS).
Y así se empiezan a comprender estas realidades. ¿Cómo ninguna sociedad pudiera progresar, si
no existiera el esfuerzo unido de todos?
No puede progresar un pueblo explotado, por supuesto; pero tampoco
podría progresar un pueblo en que cada cual tuviera lo que él pudiera alcanzar
por su propia cuenta, sin la ayuda de nadie, y donde nadie recibiera la ayuda
de los demás.
Y cuando la nación entera prepara a un ingeniero —o
para dar un ejemplo que ustedes van a comprender mejor—, cuando prepara a un
médico, pues serán 15, 16 años estudiando.
Estudió en la escuela primaria, y después en una secundaria, y después
en un preuniversitario y después fue a la universidad. Y se puede incluso hacer el cálculo de lo que
cuesta formar a un médico.
Puede costar 10 000, 15 000; vamos a suponer que
cueste 20 000 pesos. Desde que llegó a
la escuela primaria, lo que hubo que gastar en libros, en maestros, en viajes,
en profesores, en material, en edificio, en todo. Pero un obrero dice: ¿Cómo yo iba a sacar 20 000 pesos para
convertir a mi hijo en un médico?
Desde luego, ese problema solo lo puede resolver los
recursos de la nación entera. Pero a la
nación, cuando gasta 20 000 pesos en formar a un médico, ¿le conviene o no le
conviene hacer eso? ¿Se beneficia o no
se beneficia? (APLAUSOS.) ¿Es solo una cuestión de justicia, o además
de una cuestión justa y humana es una cuestión beneficiosa?
Y ustedes mismos pueden comprenderlo bien, porque
ustedes conocen lo que es la medicina rural, y ustedes saben que hay algunos
lugares donde el médico da 1 000 consultas al mes; hay algunos médicos nuevos
que han ido a lugares donde nunca había médicos, y dan 30 y 40 consultas
diarias. Y ustedes se recordarán, antes,
cuando había que ir al médico había que vender el cochino o unas cuantas
gallinas, porque antes la cuenta bancaria del guajiro era el cochinito que
estaba engordando allí (APLAUSOS). Ese
era el crédito del guajiro. “Por si se
enferma alguien”, decían muchos campesinos cuando estaban engordando un
cochino: “por si se enferma
alguien”. Y por eso, muchas veces, nunca
sacrificaban ese cochino para la familia, porque siempre había que venderlo
para algo. Y había que pagarle tres
pesos, cinco pesos a un médico.
Si ustedes calculan y ustedes le pusieran valor a la
consulta de un médico; pónganle tres pesos, hay médicos que cobran mucho más,
hay veces que cobran 20, hay veces que cobran 30; pero si quieren la pueden
valorar en tres pesos. Es decir que el
beneficio que recibe un individuo cuando lo atienda un médico valga tres
pesos.
Desde luego que eso no se puede medir con una regla, y
desde luego que la salud puede decirse que no tiene precio. Pero vamos a suponer que le pongamos un
precio, y valoremos la consulta en tres pesos.
Mil consultas son 3 000 pesos: 10
meses dando 1 000 consultas son 30 000 pesos.
Ese médico que le costó a la sociedad 20 000 pesos formarlo produce
bienes en un año superiores a todo lo que la sociedad se gastó para formar ese
médico (APLAUSOS PROLONGADOS). Es decir
que esa es una buena inversión de la sociedad.
Hay el caso —que no es ese— de una persona ya anciana
que no puede trabajar, al cual le pagan una pensión, es decir que los
trabajadores sostienen a esa persona, y le dan una pensión —vamos a suponer un
cálculo—: 1 000 pesos al año, y en 10
años 10 000, y en 20 años 20 000. Esa no
es una inversión —se puede decir— de tipo económico, que va a producir tales
beneficios, pero es otro tipo de inversión que la sociedad necesita; es una
inversión humana, es la seguridad que tiene cada ser humano (APLAUSOS) de que cuando las fuerzas no le alcancen, no
se va a morir de hambre, no va a tener que ir a pedir limosnas a un portal,
como antes veíamos tantas y tantas personas, es la seguridad de que tendrá
asegurada su subsistencia y su vida y su vejez, todo el tiempo que viva. Y eso también tiene un valor extraordinario
para todo ser humano, para no quedarse solo, para no quedarse desamparado. He ahí la importancia que tiene el esfuerzo
de todo un pueblo, el esfuerzo unido de todos los trabajadores (APLAUSOS).
O se puede dar el caso de que un obrero se corte una
mano, que un obrero pierda una pierna o las dos piernas, con 20, 25, 30 años,
que resulte inválido para el trabajo. Y
entonces sabe que no va a pasar hambre él ni su familia.
Antes veíamos a ese hombre que le faltaba una pierna
con una pata de palo, vendiendo boletos y billetes en los andenes de los
ferrocarriles (APLAUSOS). Se las tenía
que arreglar como pudiera.
Claro que los capitalistas tenían sus compañías de
seguro que ustedes saben cómo funcionaban.
Los burgueses tenían algunas leyes que se decían de protección al
trabajador, y se suponía que los burgueses trataban de proteger a ese
trabajador porque era el que los enriquecía.
Pero cuando hacían esas leyes, ¿en qué consistían esas
leyes? Eran leyes mezquinas,
miserables. Hay que indemnizar: “Una mano vale tanto, un dedo vale tanto, una
pierna vale tanto.” Y el hombre que
perdía una pierna iba al hospital, le correspondían tantos pesos por su pierna,
le entregaban una cantidad, al entregársela tenía que ver un abogado, dos
abogados, tres abogados; le entregaban la mitad del valor de la pierna aquella,
le quedaban unos cientos de pesos, se los gastaba, y a pedir limosna o a vender
billetes. ¿Cuántos miles de casos como
esos no vimos? (APLAUSOS.)
Pero hay muchos ejemplos más de lo que vale el
esfuerzo de todos. Si los explotadores
quieren volver, si los enemigos del país quieren seguir explotando al país, y hace
falta un ejército para defender al país, el ejército que defienda a cada
ciudadano, a cada trabajador, a su familia, a sus hijos; si se necesitan unas
fuerzas armadas equipadas, entrenadas, capaces de combatir cualquier invasor,
capaces de combatir a las bandas de asesinos que un día asesinan a un
campesino, otro día a un obrero, otro día a un maestro voluntario, otro día a
un brigadista; o tienen que ir a salir a combatir a los invasores mercenarios,
a los hijos de los latifundistas y de los ricos que querían volver a establecer
aquel sistema de explotación, de trabajo esclavo, aquella sociedad que
prostituía a las hijas de los campesinos, que las utilizaban como criadas
(APLAUSOS), que las explotaban y las llevaban por los caminos del vicio y de la
prostitución; si hacen falta miles de hombres para evitar que aquel pasado
regrese, que aquel sistema vuelva, un hombre solo no lo podría hacer, el
esfuerzo individual de los trabajadores jamás podría resolver ese
problema. Ese problema solo lo puede
resolver el esfuerzo unido de todos los trabajadores.
Y entonces los trabajadores pueden decir que tienen un
ejército, una aviación, una marina de guerra revolucionaria (APLAUSOS
PROLONGADOS). Los trabajadores pueden
decir: “Tenemos tantos tanques, tenemos
tantos aviones, tenemos tantas unidades para defendernos de los explotadores,
para no volver jamás a aquel pasado.”
Y así hay infinidad de ejemplos que pueden explicar lo
que es el esfuerzo unido, el esfuerzo de toda la sociedad. Y que puede explicar la diferencia entre
aquel asalariado esclavo y explotado miserablemente, y ese trabajador de hoy
que ya no trabaja para los explotadores; que trabaja para satisfacer sus
necesidades como individuo, y para satisfacer sus necesidades como miembro de
una nación, de un pueblo, de una sociedad, gracias a lo cual su esfuerzo vale
por el esfuerzo de millones. Porque
puede contar con su esfuerzo; pero cuando su esfuerzo no le basta, puede contar
con el esfuerzo de los millones de trabajadores del país para que nunca se vea
desamparado (APLAUSOS), para que nunca se vea desamparado, para nunca sentirse
solo, y saber que los problemas fundamentales de su vida y de sus seres
queridos están garantizados y están resueltos.
Y esta misma explicación para cualquier obrero es una
explicación también para cualquier campesino, para cualquier pequeño
agricultor.
Porque a veces un pequeño agricultor pregunta: “¿Por qué, si nosotros recibimos tal precio,
tiene tal precio en el mercado?” Esa es
una pregunta muy corriente.
Desde luego, el problema de los precios es un
instrumento para estimular determinados productos; no es solo una retribución
justa al trabajo del pequeño agricultor.
Pero hay artículos que si se quieren fomentar es necesario estimularlos
a través de los precios.
Si por algunos artículos se pagara mucho y por otros
muy poco, ocurriría que la mayor parte de los agricultores preferirían ese
artículo por el cual se paga mucho. Y a
veces hay que pagar un artículo por encima de su valor; incluso se da ese caso
muchas veces.
Y, por ejemplo, la carne que se vende al público es
una carne que se vende por debajo de su valor.
Y son decenas de millones de pesos lo que eso significa. Otros se venden por encima del precio, por
encima del valor. Y así los precios se
utilizan con distintos fines: uno para
regular la producción; y también tienen un fin social. Tienen el fin de allegar recursos, crear
fondos con los cuales hacer inversiones, satisfacer necesidades sociales.
Porque el campesino que se pregunta: ¿por qué el artículo por el cual recibo tres
centavos se vende a cinco en el mercado?
Ese campesino se puede preguntar:
¿Y de dónde salen los millones de pesos que nosotros recibimos en
créditos?, ¿de dónde sale el crédito que yo recibo?, o ¿de dónde sale el dinero
con el cual se compra una maquinaria para aliviar mi trabajo?, ¿de dónde salen
los recursos con los cuales se fabrica un almacén para acopiar los productos?,
¿de dónde salen los recursos con que se construye una carretera? Porque esos recursos no salen de un sombrero
por arte de magia. Esos recursos tienen
que salir del trabajo.
Cuando un artículo que se recibe por un precio, que es
un artículo de importación, imagínense un artículo de importación que cueste un
peso, que se venda a tres, significa que hay una utilidad; utilidad que es un
fondo de inversiones, un fondo para satisfacer tantas y tantas necesidades como
las que tiene el país.
Desde luego, antes les ponían unos impuestos de
importación, y a veces a un artículo le ponían el 100%, el 200%, 300% de su
valor para hacer recaudaciones, las recaudaciones que hacían los gobiernos
burgueses. Para ayudar ¿a quién? Cuando el gobierno burgués reunía fondos, ¿le
prestaba a un pequeño agricultor? No, le
prestaba a un latifundista y le prestaba a un capitalista grande
(APLAUSOS).
Ustedes se recordarán que antes el que tenía 100
caballerías y quería sembrar arroz, iba al BANFAIC y le decía: “Présteme tantos miles por caballería.” Y aquel señor recibía 100 000, 200 000, 300
000; no importaba, le daban el dinero, lo hacían más rico. Si el otro quería poner una fábrica le daban
el dinero. Pero no crean ustedes que le
daban solo al de 100 caballerías, venía la compañía eléctrica, un monopolio
extranjero que explotaba al país y decía:
“Présteme 30 millones para inversiones”, y venía el Estado cubano y le
daba los 30 millones para inversiones a esa compañía extranjera.
Los ricos recaudaban.
Ya les explicaba que una parte la invertían en algunos servicios, otra
se la robaban y otra parte la invertían en prestarle a su clase.
¿Cuál es la diferencia? Los recursos que hoy se reúnen se emplean en
ayudar no al rico, se emplean en ayudar al hombre trabajador, al pequeño
agricultor. Antes el pequeño agricultor
no tenía créditos; le exigían la propiedad de la tierra, muchos no tenían
propiedades de la tierra, un papeleo enorme.
Y luego, si la cosecha venía mala, perdía la tierra o lo podían
desalojar de allí exigiéndole el cobro de las deudas.
Y algunos se preguntan: ¿Por qué si nosotros recibimos por aquel
artículo cuatro centavos se vende en el mercado a siete? Se pueden preguntar: Bueno, ¿y esta carretera con qué dinero se
construye; la ciudad escolar con qué dinero se construye; el médico ese que me
entrega la medicina gratis y me atiende a mí gratuitamente con qué dinero se
paga; esa inversión en maquinaria, esa inversión en fábricas con qué dinero se
paga; que hay que comprar una flota de barcos, con qué dinero se paga; que hay
que sostener un ejército para defender la patria, con qué dinero se paga? (APLAUSOS.)
Y, desde luego, no piensen los pequeños agricultores
que los ingresos son muchos por la diferencia entre lo que ellos reciben y el
precio que se paga, porque están los problemas de administración, los problemas
de transportes, los problemas de almacenaje, los problemas de frigorífico. Y tengan la seguridad de que los ingresos no
son muchos, porque cualquier producto para traerlo desde un sitio a otro,
almacenarlo, conservarlo, distribuirlo, tiene muchos gastos; y no son grandes
las ganancias.
Pero como algunos se lo preguntan es necesario que se
comprendan estas cosas, porque la pregunta no la hace un hombre de mala fe, es
que no se ha detenido a pensar y solamente ha analizado la cosa sencilla: “Esta malanga me la pagan a cuatro y la
venden a siete”. Creen que, a lo mejor,
lo justo sería si la venden a siete, hay que pagarles seis centavos a ellos, no
analizan todos estos problemas que, desde luego, apenas se tiene un poco ya de
preparación se pueden comprender perfectamente bien.
Y esta larga conversación sobre estos problemas surgió
cuando les decía que la Revolución al agricultor, que ya estaba posesionado de
la tierra, lo liberó de la renta; no repartió el latifundio. ¿Qué habría ocurrido si hubiésemos repartido
el latifundio? En primer lugar, a todos
no les habría alcanzado, o le alcanzaba un quinto de caballería a cada cual, o
un cuarto de caballería. Y en ese cuarto
de caballería una sería buena y otra sería mala. Al que le tocó la mala ¿qué le iban a
decir? El que le tocó la buena sí iba a
resolver su problema, pero en aquel cuarto de caballería iba a querer sembrar
todo: vianda, caña, arroz, de todo; para
hacer un plan de desarrollo agrícola ni soñarlo, porque en el cuarto de caballería
tendría dos vacas o tres; para desarrollar la ganadería entonces habría que
pasar un trabajo enorme, para hacer una cochiquera donde se cebaran miles de
cerdos, imposible; para hacer un pastoreo intensivo, imposible; para aplicar la
técnica a la agricultura, imposible; para emplear la máquina, imposible; para
emplear todos los medios más modernos de producción y elevar la producción
habría sido cuestión de discutir con millones, con cientos de miles de
personas.
Imagínense una finca arrocera de 100 caballerías, que
una parte del tiempo está anegada, repartida entre 500. Serían 500 familias con un cuarto de
caballería rodeada de agua y de fango por todas partes.
Fue correcto, muy correcto y fue un gran acierto el
que esas tierras que no estaban repartidas se conservasen como tierras de la
nación para promover el desarrollo en gran escala de la economía nacional,
resolver los problemas del desempleo y satisfacer todas las necesidades del
país. Gracias a eso ahora se pueden
promover grandes planes y decir: vamos a
producir tantos millones, de 8 millones a 9 millones de toneladas de caña para
1970, y vamos a tener 12 millones de cabezas de ganado para 1970
(APLAUSOS).
Pero los mismos problemas que ustedes conocen, los
problemas de acopio, el huevo que se vende a seis centavos en una tienda, es el
huevo que sale de una granja avícola del pueblo; y el pollo que se vende a
cuarenta y tantos o a 50 centavos la libra, más grande o más chiquito, es el
pollo que sale de una granja del pueblo; la carne que se vende a 45 centavos la
libra o a 43 centavos, es la carne de los toros que se ceban en las granjas del
pueblo. Y en realidad, compañeros, el
abastecimiento más seguro y el que tiene el precio más seguro es el
abastecimiento que proviene de esas tierras que no se repartieron
(APLAUSOS).
Y aquí, entre pequeños agricultores, aquí entre
pequeños agricultores podemos decir que no pasa lo mismo con los productos de
los pequeños agricultores. Claro que hay
que distinguir entre pequeño agricultor y pequeño agricultor. El agricultor cañero lleva su caña para el
central, no la puede vender por la carretera; el productor de café de las
montañas vende a los organismos de acopio porque, claro, está lejos, no hay
carreteras por allí atravesando las montañas y no sería posible si el gran
mercado está acá a 1 000 kilómetros de distancia. Eso está claro.
y aquí entre pequeños agricultores, analizando las
cosas, también voy a hablar de algunas críticas que he hecho, incluso voy a
explicar el famoso caso de Rancho Mundito del cual he hablado y si se entendió
o si no se entendió bien, y algunos conceptos que he vertido sobre la propiedad
los voy a explicar con la misma claridad con que nosotros explicamos toda la
política de la Revolución en relación con el pequeño agricultor. Claro que hay algunas cosas que el pequeño
agricultor no las podía oír muy tranquilo, pero hay que decirlas también para
que todo se comprenda.
En cambio, el que tiene una carretera por delante saca
el guanajo y lo vende en 30 pesos (APLAUSOS), saca el pollo y lo vende a cinco
pesos. Y a lo mejor hace esto: vende el guanajo en 20 pesos, no se lo come,
y después llega a la carnicería exigiendo que le den la carne, que cuando llega
su carne es a 43 centavos (APLAUSOS).
Claro está que estos son problemas. Yo saco el ejemplo porque les quiero explicar
cómo nosotros estos problemas los hemos afrontado, y por qué permitimos que se
venda en la carretera eso, por qué lo permitimos, cuáles son las razones
políticas y sociales, cuáles son las relaciones entre el proletariado y el
campesinado, cuáles son las relaciones del Estado revolucionario con el
campesinado, sobre qué bases se fundamenta.
y claro, ¿qué ocurre cuando un campesino vende el
guanajo a 30 pesos? Que jamás un
trabajador podrá comprar ese guanajo, jamás un obrero podrá comprar ese
guanajo. Y a lo mejor ese obrero que
está haciendo una carretera que pasa por delante del campesino, o le está
construyendo una escuela donde estudien sus hijos, ese obrero que quizás esté
construyendo allí el hospital donde un día se le salva la vida a la compañera,
a los padres de ese trabajador, de ese campesino, es posible que ese obrero
nunca pueda recibir un producto, una gallina, un huevo, un guanajo de ese
campesino (APLAUSOS).
Porque ¿quién puede comprar? El burgués que queda. Porque quedan muchos burgueses todavía con
mucha plata en el país. Ese sale en su
máquina, paga los 30 pesos, ¿qué le importa?, es dueño de tres cines, o tiene
30 caballerías que ni se preocupa de cultivarlas (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES), o
el hombre tiene un restaurante, o tiene un bar, o es dueño de una valla quizás
(EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”), ese tiene
máquina, ese tiene los 30 pesos.
Cuando un campesino se va a la carretera y saca esos
productos y los vende a esos precios su conducta en ese caso es una conducta
antisocial, su propiedad en ese caso está rindiendo una función
antisocial. Cuando el campesino que
produce el café en las montañas entrega y vende por un precio justo y
satisfactorio, 100 quintales, 200 quintales de café que los van a consumir los
trabajadores, está trabajando, está rindiendo una función social. O cuando manda la leche para que la reciban
los niños, la cuota que les corresponde a los niños, está rindiendo una función
social. Cuando guarda unas cuantas
botellas y las vende a 50 centavos...
¡Ah!, el hijo del rico se tomó dos litros, y quizás el hijo de un
trabajador se quedó sin ese litro de leche (APLAUSOS).
Pero, ¿qué hace la Revolución, prohíbe que venda el
guanajo en la carretera? ¿prohíbe que llegue un carrito de
alquiler por allí y compre 20 libras?
No. ¿Por qué? ¿Por qué si eso no es justo, si cualquiera
comprende que no es justo, la Revolución no toma medidas contra eso? Es bien sencillo: las medidas no resuelven ese tipo de
problemas. En primer lugar la solución
del problema no está en tomar medidas para que aquel guajiro no venda el
guanajo o la gallina, la solución está en impulsar la producción general del
país y de todas las granjas para que llegue el momento en que no haya nadie que
vaya a pagar 30 pesos por una gallina, incluso (APLAUSOS).
La solución del problema no está en regar un ejército
de funcionarios o de policías, a agarrar preso a todo el que esté vendiendo una
gallina especulativamente, o esté vendiendo la vianda al chofer de alquiler,
que a su vez la revende en la ciudad; el problema de los abastecimientos no se
va a resolver con esas medidas. Lo que
hacemos es un enorme, gigantesco esfuerzo por elevar la producción de todo,
pero, muy fundamentalmente, de esas tierras que son del Estado, elevar al
máximo la producción para satisfacer todas las necesidades, en primer lugar; y,
en segundo lugar, porque esa no es la actitud de todos los campesinos.
¿Y entonces, qué ocurre? Se empiezan a tomar medidas restrictivas y
ocurría lo de antes, venia acopio “te prohibo vender”, y luego no llegaba con
el camión a comprar en el momento en que tenía que llegar; resultado: venían las medidas prohibitivas, y lo que
traían eran una serie de problemas y una serie de inconvenientes, y una serie
de descontentos, y no era una organización perfecta; a veces ocurrió que “este
plátano no te lo compro porque está muy chiquito, y tal boniato y tal malanga
te la dejo ahí”. Y no iba a recoger
porque no había una buena organización que funcionara de una manera eficiente,
y muchas veces se quedaban los productos sin comprar; a veces incluso había
unos precios que no eran correctos. No
quiere decir esto que cada vez que haya una demanda de aumento de precios haya
que satisfacerla, porque no puede ser, pero había unos precios que no eran lo
suficientemente estimulantes.
¿Qué se decidió?
Suprimir toda medida restrictiva para el campesino. Es decir, el campesino tiene libertad de
vender esos productos, es mejor. Claro
está que si están cebando cerdos con pienso que les da el Estado, se establece
un contrato de compraventa, y un compromiso de, por tantas libras de pienso,
tantas libras de cerdo. Eso es un
procedimiento correcto. Lo mismo si cría
aves —en caso de que queden algunos criadores de aves en granjas—, lo mismo con
otros muchos productos; el sistema del contrato. Si cría una gallina en el patio de su casa,
que la venda cuando quiera y a quien quiera venderla; el cerdo que produce con
sus productos. Y solo hay una medida
restrictiva que es con el ganado vacuno, y que eso obedece naturalmente a un
propósito de interés para toda la nación, que es el no aniquilar la masa
ganadera, sino el desarrollarla de tal forma que permita satisfacer todas las
necesidades de carne y de leche. Porque
los problemas de la carne, los deseos de comer carne, no se resuelven
diciendo: mate todo el mundo todas las
reses que quieran, porque el resultado sería que dentro de 10 años habría mucha
más población y mucha menos carne. Y esa
no sería una solución inteligente (APLAUSOS).
Y lo que tenemos que hacer, es ir al desarrollo de la
ganadería, de la cría de cerdos, de las aves, de la producción de pesca, de
manera que, en un momento dado, se puedan satisfacer todas las
necesidades. Que, desde luego, no son
las necesidades de antes, sino las de antes multiplicadas por cinco, porque son
las de antes, más el poder adquisitivo que tiene hoy el pueblo y que,
naturalmente, el consumo se ha duplicado; la demanda es el doble, es el triple
en muchas cosas. Y la solución no es
decir: mate todo el mundo las vacas; eso
sería una locura desde el punto de vista económico, desde el punto de vista del
interés nacional.
Y entonces en el futuro, dentro de algunos años, la
escasez sería extraordinaria de carne, de carne y de leche. Entonces ha habido que hacer restricción en
el ganado vacuno con el propósito de elevar la masa ganadera, y se está
elevando, se está desarrollando, con algunos inconvenientes todavía. Es decir que hay todavía fincas ganaderas de
15, 20, 30 caballerías, que no crían, y que tienen abandonados los potreros
para sabotear la producción.
Pero la medida que se tomó fue la de permitir que el
campesino vendiera. Pero, ¿qué
ocurrió? A los pocos días de haber
dicho: abajo las restricciones, suspendidas las restricciones, un día llegaron
noticias de que, en Rancho Mundito, en un solo domingo, los carros privados y
de alquiler, habían comprado en un día 2 000 quintales de malanga; es decir, la
malanga que se necesitaba para toda una semana de la cuota de los niños y de
los enfermos. ¿Quién la había
comprado? Los burgueses, los que tenían
máquina, los que tenían dinero, se enteraron de que allí estaba la malanga,
había una carretera hasta allí, y allí mismo se fueron.
Es decir que el día que se suprimieron las
restricciones, cayeron como fieras allí donde había una reserva de viandas para
la ciudad. Claro, los campesinos
empezaron a venderla, les pagaban seis pesos, siete pesos, diez pesos, qué les
importaba pagarles los que iban allí, algunos la vendían aquí y la vendían al
doble; y otros tenían asegurada la malanga por dos meses. Claro que los hijos de los que no tenían
máquina no tenían asegurada la malanga en esas condiciones. Eso fue verdad; lo dije una vez y lo volví a
decir recientemente. Eso promovió, que
si estaban quejosos los campesinos de Rancho Mundito; yo no me estaba
refiriendo a un problema presente, me estaba refiriendo a una verdad
pasada. Yo sé que en este momento, y
hace mucho tiempo ya que los campesinos de Rancho Mundito superaron eso,
dejaron de venderles a los especuladores, tomaron la cosa con un gran amor
propio, y no solo hoy están vendiendo sus productos a los organismos de acopio,
sino que han elevado extraordinariamente la producción de malanga
(APLAUSOS).
Es decir que eso es un problema pasado. Y hoy se pueden considerar a los campesinos
de allí, entre los mejores grupos de productores que hay en el país, que
cumplen las metas, que superan las metas, y que están contribuyendo
extraordinariamente a la cuestión de los abastecimientos.
¿Pero qué hicimos entonces? Había restricciones y esto originaba
conflictos con los campesinos, descontento entre los campesinos; suprimimos las
restricciones, y se aparece toda esa clase que tiene recursos allí, a
abastecerse de una manera privilegiada, ¿qué hacer? Bueno vamos a tomar medidas restrictivas pero
no con el campesino, sino con los automóviles; entonces que nadie traiga más de
25 libras (APLAUSOS). Y todavía el que
tiene automóvil tiene el chancecito de ir y traer sus 20, sus 25 libras que no
lo tienen otros, que todavía es un cierto privilegio. Pero ya no es lo mismo, ya así no pueden
comprar 2 000 quintales en ninguna parte.
Y fue necesario tomar las medidas restrictivas, ¿con
quién, con el campesino? No, con los
automóviles. Claro está, que los privilegiados
dicen: Esto es una injusticia, no me
dejan comprar tres quintales de malanga.
Y se hizo esa medida, donde al campesino se le permite comprar y vender
y comercializar esos productos, porque no queremos aplicarles medidas
restrictivas a los campesinos; ese no es el camino. Y nunca estuvimos de acuerdo con aquellas
restricciones, y debemos aclarar que aquellas restricciones las establecieron
los organismos de acopio por su cuenta (APLAUSOS).
Ahora, eso no quiere decir que no hablemos claro de
estas cosas en una oportunidad como esta.
Nosotros no estamos de acuerdo con las restricciones, la fórmula de los
contratos, nos parece buena fórmula y, sobre todo, lo más importante: que el campesinado comprenda esto, que las
organizaciones campesinas comprendan esto; y, además, otra lección, no habrá
ese tipo de especuladores, cuando no queden burgueses aquí, privilegiados.
Es decir que la Revolución les plantea el problema de
que, más tarde o más temprano, los intereses de los burgueses que quedan en el país
deben ser afectados (APLAUSOS); los privilegiados que quedan en el país, deben
ser suprimidos (APLAUSOS). Ellos son los
que crean la corrupción, ellos son los que se aparecen con su máquina y con sus
30 pesos para comprar el guanajo.
También debemos decir que, en muchos pueblos del
interior, los campesinos organizados, han resuelto problemas de abastecimiento,
y han llevado sus pollos ahí al mercado, no para venderlos en cinco pesos, pero
sí los han vendido en precios que se han establecido, que son precios
satisfactorios y son precios justos. Y
ustedes saben que el pollo criollo tiene un precio mayor que el otro pollo de
granja (APLAUSOS).
Ese es el camino; eso es lo que debe comprender cada
agricultor, saber a lo que debe aspirar:
a lo justo. Si con los precios
que hay, cualquier hombre que trabaje no tiene que especular para tener todos
sus problemas económicos resueltos, no tiene que robar, en dos palabras. Porque la especulación es un robo; claro que
cualquiera diría: “Ladrón que roba a
otro ladrón tiene 100 años de perdón”, campesino que le roba a un burgués 30
pesos tiene 100 años de perdón. Pero no
le está robando al burgués, le está robando al trabajador, porque el dinero del
burgués no nos interesa, lo que nos interesa es el dinero del trabajador
(APLAUSOS). Al burgués no le importa
pagar, si él roba, ha estado robando toda su vida. Y entonces, no le importa pagar lo que le
pidan, pero le está quitando ese producto al trabajador, al obrero. Y, desde luego, nosotros sabemos cómo en muchos
sitios los campesinos organizados tienen los mercados organizados, y están
contribuyendo a resolver problemas. Ese
es el camino, esa es la conciencia que hay que formar; esa es la alianza de los
obreros y de los campesinos (APLAUSOS).
Y los obreros de la ciudad ayudan al hombre del campo,
ayudan al campesino; los campesinos contribuyen también a resolver los
problemas de los trabajadores de la ciudad, son buenos aliados de los obreros,
como los obreros son buenos aliados suyos.
Y lo de hoy ya no es como antes. Antes había gente que era del Partido
Liberal, otro del Partido Conservador, otro del Partido Auténtico, otro de otro
partido. Hoy los hombres actúan y saben
a lo que pertenecen, saben que la sociedad no se divide en esos partidos, sino
que se dividen entre explotadores y explotados, entre burgueses y trabajadores;
y el pequeño agricultor es un trabajador, un hombre que trabaja por su propia
cuenta y es un aliado del proletariado, esa es su condición: trabajador.
Y no debe servir nunca a los intereses de los explotadores, de los que
no son trabajadores.
¿Y qué es el pequeño agricultor? ¿Cuál es el porvenir del pequeño
agricultor? Y nosotros aunque sabemos
que hace mucho calor en este teatro, en la noche de hoy, vamos a detenernos
unos minutos en explicar estos conceptos (APLAUSOS PROLONGADOS).
Más o menos hemos clasificado, se han hecho
determinadas clasificaciones; quiénes pertenecen o quiénes pueden pertenecer a
la ANAP. Y se ha establecido que a la
ANAP pertenecen los agricultores de menos de cinco caballerías, de cinco o
menos caballerías de tierra. Esos son
los pequeños agricultores (APLAUSOS).
Porque, lógicamente, en un país donde había latifundios que tenían 1 000
caballerías y hasta 10 000 caballerías, un agricultor de cinco caballerías es
un pequeño agricultor. En otros países,
de la tierra extraordinariamente dividida, un poseedor de cinco caballerías no
habría sido un pequeño agricultor. Por
eso, atendiendo a las condiciones reales y concretas de nuestro país, quiénes
eran los pequeños agricultores en nuestro país.
Y hemos establecido por eso esa clasificación.
Ahora bien, hay otros casos de pequeños agricultores y
que nosotros creemos justo que se tomen en cuenta. Hay casos que la finca no tiene cinco
caballerías, tiene seis, siete, ocho, nueve, pero hay cuatro familias, cuatro
hermanos con sus familias trabajando allí, aunque sea una sola finca
(APLAUSOS). Hay esos casos de familias
que verdaderamente trabajan allí, y nosotros entendemos que a esos campesinos
se les debe tener en el concepto también de pequeños agricultores
(APLAUSOS) y considerar a cada familia
miembro; aunque tengan una sola finca cuatro hermanos que tienen seis y
siete. Claro está, esto quiere decir,
cuatro familias que estén allí trabajando.
Si ahora resulta que un burgués rural llama a cuatro
hermanos y les hace un bohío allí y los pone a trabajar a la carrera, eso no
quiere decir que esos tengan que pertenecer a la ANAP, no. Los que tradicionalmente están allí, los que
tradicionalmente han estado trabajando allí —y lo advierto porque los burgueses
son vivos (RISAS), lo advierto porque hacen toda clase de trucos. Andan algunos burgueses por ahí haciendo su
reforma demagógica y haciendo repartos de tierra. ¡Pues bien!, todo propietario de más de cinco
caballerías que dé un pedazo de tierra, no se reconocerá esa concesión, porque
no van a venir a hacer politiquería ahora, sobornando a gente y dando
tierra. Que la hubieran dado antes, el
que la dio antes sí. Pero el Gobierno
Revolucionario no reconocerá ninguna reforma agraria burguesa (APLAUSOS). Y de esos burgueses que están planeando irse,
y antes de irse dicen: bueno voy a
repartir esto para crearle un problema a la Revolución; como hay otros que
duplican los sueldos a los empleados de allí; como hay otros que los hacen
socios del negocio, cuando están pensando irse, cosa que no hacían nunca. Y por eso hay que tener cuidado con los
burgueses; emplean todo tipo de trucos para sobornar y corromper. Hay burgueses que antes ni saludaban al empleado,
al trabajador, y ahora lo invitan a pasear en sus automóviles y se los llevan a
dar tragos (APLAUSOS), cosa que nunca hacían.
¿Qué están haciendo? Tratando de
ampliar su base social. Ellos son pocos,
unos cuantos miles; pero tienen dinero, entonces se presentan de buenos, de
generosos, a cualquiera le prestan dinero, ¡les sobra la plata! Hacen favores, tratan a la gente de lo más
bien, para engañar a los ingenuos.
Si el capitalismo regresara a nuestro país, lo que les
dan es dos patadas inmediatamente a todos esos trabajadores y empleados que
ahora los invitan a tomarse tragos (APLAUSOS).
Y por eso, ni reconocemos “socios” de esos que los
burgueses forman, ni aceptamos como válidos esos aumentos de sueldo que hacen
por su cuenta, en el momento en que se vayan o en el momento en que se les
nacionalice, ni aceptamos esas reformas agrarias por su cuenta. Y ustedes deben estar atentos que los
burgueses no anden haciendo trucos. ¡Hay
que estar atentos!
Ahora, debemos considerar pequeños agricultores a
aquellas familias que, aun estando en una finca mayor de cinco caballerías, son
varios hermanos trabajando de verdad, que son buenos trabajadores y buenos
productores; a esos debemos considerarlos también como pequeños agricultores
aunque tengan más de cinco caballerías (APLAUSOS).
Claro está que cada caso debe ser discutido, analizado
y debe darle la aprobación el organismo, no empezar a ingresar por la libre a
cualquiera, sino estudiar cada caso concreto:
ver si han vivido en la tierra, si han trabajado en la tierra, si son
buenos productores, y es justo que se les considere como pequeños agricultores
esos casos.
Hay otros muchos burgueses que viven en la ciudad,
tienen un mayoral por ahí por sus tierras, y ahora se han agitado un poquito
cuando se intervinieron unas cuantas fincas que estaban abandonadas.
Desde luego, nosotros a los burgueses rurales no les
damos ninguna garantía, la Revolución no les da ninguna garantía, entre otras
cosas, porque los burgueses rurales no colaboran con la Revolución. Muchos de ellos han abandonado los potreros,
muchos de ellos no han cargado las vacas, han estado afectando la producción
ganadera. Y la conducta del burgués
rural no es igual a la del pequeño agricultor, no es igual (APLAUSOS).
Sí se dan casos por excepción, de algunos de esos
propietarios de tierras que las atienden y las han trabajado. Es justo decir que hay excepciones, y la
Revolución siempre tomará en cuenta esos casos a la hora de tomar cualquier
medida. Se tomará en consideración esa
gente que ha trabajado lealmente, o por lo menos ha trabajado seriamente, no ha
saboteado la producción, y el tratamiento que se le dé no será igual cuando se
aplique cualquier medida.
¿A quién le da garantías plenas y por qué, la
Revolución? A los pequeños agricultores
(APLAUSOS). ¿Por qué? Porque la actitud del pequeño agricultor es
distinta y forzosamente tenía que ser distinta, por su posición social, por su
carácter de trabajadores; han colaborado de verdad con la Revolución en su
inmensa mayoría. Y era lógico que
colaboraran con la Revolución. Por lo
tanto la Revolución concibe el desarrollo futuro de la agricultura sobre dos
bases: sobre la producción estatal y la
producción de los pequeños agricultores (APLAUSOS), que podrán sentirse absolutamente
seguros, absolutamente seguros —y ustedes saben que la Revolución tiene palabra
y habla con honradez—; los burgueses rurales, no; los pequeños agricultores, sí
(APLAUSOS). ¿Hasta cuándo? ¡Siempre!
¡Siempre! (APLAUSOS.)
Otra cosa es, desde luego, el caso del que conspire,
el que se deja arrastrar a la contrarrevolución, al que ayuda a una banda de
asesinos. No... a ese no le podemos dar ninguna garantía; y
eso es lógico (APLAUSOS) porque las
leyes establecen la confiscación de los que conspiran contra la Revolución, de
los que colaboran con los enemigos de la Revolución. Eso es otra cosa, porque eso es una cuestión
de carácter delictivo, una ley de carácter penal.
Ahora bien, en un futuro tendremos: las tierras de los pequeños agricultores, que
son las que ustedes tienen hoy y las tierras nacionales que incluirá en un
futuro, las tierras de los burgueses rurales (APLAUSOS). Y por lo pronto será más que hoy; no se sabe
la proporción que dará, un 60, un 65, o un 70.
Siempre hay el caso de quien quiere jubilarse y vender, hay casos de
compraventas de tierras en que el Estado compra cuando le han ofrecido, han
hecho ofertas de ventas de tierras.
De manera que el país quedará con una proporción
mayoritaria de las tierras en granjas que serán tierras nacionales y una
proporción minoritaria de las tierras de los pequeños agricultores, que no
sabemos si será del 30, 35 ó 40, no se sabe exactamente, habría que hacer
cálculos.
Entendemos nosotros que esa agricultura, y ese régimen
de propiedad agrícola puede marchar perfectamente unido, y puede marchar
perfectamente de acuerdo, y puede contribuir extraordinariamente al desarrollo
de nuestra agricultura, y de nuestra economía, sobre esos dos pilares
(APLAUSOS): las tierras nacionales y las
tierras de los pequeños agricultores (APLAUSOS).
Y que puede servir de base para una alianza duradera
entre los campesinos y los obreros, sin que nadie tenga que preocuparse, sin
que a nadie le puedan sembrar la duda.
Esa será la situación duradera de nuestra agricultura. ¿Hasta cuándo? Todo el tiempo que sea necesario,
indefinidamente (APLAUSOS).
Porque a nosotros no nos importa que dentro de 10,
dentro de 15, dentro de 20 años, haya pequeños agricultores; no nos
preocupa. Porque el país irá
desarrollando toda su agricultura, el país irá desarrollando toda su economía,
toda su industria, y ese pequeño agricultor puede contribuir a ese desarrollo,
puede contribuir a ese avance sin que estorbe a la economía.
Si la situación fuera distinta, si en nuestro país
toda la tierra estuviera en manos de pequeños agricultores, entonces la
situación sería distinta. No se podría
plantear el problema así, porque entonces toda la tierra repartida sería un
enorme obstáculo al desarrollo económico.
Pero cuando una mayor parte de la tierra esté
convertida en empresas grandes, con todos los medios técnicos, la proporción
mayoritaria de la tierra será nacional; se pueden crear estas bases sin que nos
apuremos, sin que nadie tenga por qué apurarse, en que esa tierra se vaya agrupando,
o que esa tierra se vaya convirtiendo en cooperativa, o se vaya convirtiendo en
sociedades agrícolas. De manera que
vamos a hablar muy claro, para que los campesinos sepan orientarse, sepan cómo
vemos el problema.
Una vez establecidas las tierras nacionales, que será
de un 60, 65, 70, según la cantidad de tierra que tengan los burgueses rurales,
habrá dos tierras: las tierras
nacionales y las tierras de ustedes.
¿Cómo van a trabajar ustedes las tierras de
ustedes? Es lógico, desde luego, que una
empresa un poco mayor, técnicamente funciona mucho mejor que una chiquita; pero
eso no va a afectar a la economía, porque hay cantidades suficientes de tierras
nacionales para elevar la producción todo lo que deseemos.
Por lo tanto, se puede establecer que los pequeños
agricultores cultivarán sus tierras de la forma que ellos estimen conveniente
(APLAUSOS); o como agricultores individuales, o como agricultores individuales
formando parte de cooperativas de créditos y servicios, o como miembros de sociedades
agrícolas, como prefieran, como lo deseen los pequeños agricultores.
Nosotros podemos decir: “Sí, va a funcionar mejor una sociedad
agrícola de 10 caballerías que 10 pedacitos separados de tierra.” Eso técnicamente es verdad; pero,
fundamentalmente, esencialmente, no deciden la economía del país, no es
decisivo. Sería decisivo si todos fueran pequeños agricultores. Entonces, habría que decir: “Es necesario agrupar, porque no puede
desarrollarse la agricultura del país de esa forma”; pero ese no es el caso, la
mayor parte de las tierras, tierras nacionales, hay posibilidad de desarrollo
en esas tierras, sin que afecte el que existan o no existan pequeños
agricultores.
y serán ustedes los que decidan ahora, o dentro de 10,
o dentro de 15 años, cómo quieren cultivar sus tierras.
Hay algunos que han hecho esas sociedades
agrícolas. Bien. Algunas están funcionando bien: nos alegramos mucho. Pero, ¿tenemos apuro de que se organicen
sociedades agrícolas? No tenemos ningún
apuro (APLAUSOS). Incluso, les hemos
dicho a los compañeros de la ANAP:
“Miren, ni hablen de las sociedades agrícolas, ni hablen, para que no
crea nadie que lo quieren agrupar en una sociedad.”
Nosotros sabemos que los que están en sociedad están
muy contentos, pero déjenlos solos, que la propia vida, la propia realidad, sea
lo que convenza a cualquiera de qué es lo que más le conviene (APLAUSOS).
Tienen ustedes el caso de la cooperativa de créditos y
servicios, hay más de 45 000 campesinos, ustedes saben lo que es eso; ha dado
buenos resultados. Y a nosotros algunos
compañeros nos dicen: “Miren, es bueno
que en los centrales azucareros se haga también, que en vez de recibir
directamente del central, los recursos y las cosas los reciban a través de
agrupaciones de créditos y servicios.”
Es un sistema de cooperación simple, en que la tierra cada uno la
cultiva por su cuenta, pero el crédito lo recibe esa cooperativa, los abonos,
los equipos, las distintas cosas; se agrupan para recibir esas cosas y para
venderlas. Esa es una organización
buena, y desde luego que, a cada cual lo mantiene con su tierra. Pero tampoco estamos abogando por esa
cooperativa; creemos que muy pronto la mayor parte de los campesinos estarán
agrupados, ¿por qué? Porque los
resultados que le han dado es muy bueno.
Es muy fácil para la administración, en vez de estar
tratando uno por uno con los campesinos; en un lugar hay 20 ó 30 campesinos,
tienen su cooperativa de créditos y servicios y, entonces, el dinero al banco
lo va a buscar uno, los créditos, los contratos, los hace uno, una
representación. Y ese lo designan
ellos.
Y quedan los agricultores independientes, que también
forman parte de las asociaciones campesinas.
Esas son las tres formas.
Nosotros creemos que se han desarrollado mucho en los
últimos tiempos las cooperativas de créditos y servicios. Han dado buenos resultados, hay 45 000
campesinos. Pero estas son cosas que
nosotros no abogamos por ninguna de esas formas; es decir, no tenemos especial
interés en ninguna de esas formas. Y lo
mismo tratamos con el campesino independiente, que con la cooperativa de
créditos y servicios, que con la sociedad agrícola. Eso se lo dejamos a ustedes.
Hay algunos problemas, naturalmente, que en el futuro
les dará una tendencia hacia la agrupación.
¿Cuál es? La máquina, por un
lado; la escasez de mano de obra, por otro, porque es lógico que cada día
ustedes se van a encontrar más dificultades con el problema de mano de obra,
porque antes sobraba la gente dondequiera buscando trabajo y hoy no es esa la
situación. Hoy hay que sustituir a ese
hombre por las máquinas; y será mucho más fácil resolver los problemas con las
máquinas.
Porque, desde luego, nosotros movilizamos para las
cosechas, en épocas de cosecha se necesita más mano de obra. ¿Cuál es el ideal del agricultor? Aquel que trabaja la tierra, él con su
familia. Claro, hay pequeños
agricultores que tienen obreros trabajando con él, cada día se le va a hacer
más difícil. ¿Por qué? Porque esos obreros irán a trabajar a otros
sitios, cada día serán más escasos, se irán a estudiar, o se irán a estudiar
una maquinaria, o irán a un curso de equipos pesados, o irán a un curso de
máquinas cortadoras de caña, porque quieren progresar; eso es lógico.
y esas circunstancias sociales harán que ustedes se
pongan a pensar cómo les conviene más organizar la producción.
Hay una época en que sí necesitan ustedes mano de
obra. Y nosotros aspiramos a que no haya
explotación del trabajo por el trabajo en el campo para los cultivos; aunque,
desde luego, en las cosechas sí es necesario movilización de fuerza de trabajo,
y lo hemos hecho. Nosotros mandamos a
los estudiantes, y ahora incluso a obreros industriales, a las montañas a
ayudar al pequeño agricultor a recoger su café; otras veces, movilizamos para
ayudarlo a recoger su tabaco; otras veces, se moviliza para la cosecha de la
caña. Es decir que siempre movilizaremos
para las cosechas la fuerza de trabajo que haga falta, porque es la época del
año en que se necesita más fuerza de trabajo.
Pero si ustedes van mecanizando la producción, cada
día necesitarán menos fuerza de trabajo; para los cultivos, a medida que se
mecanice la agricultura ustedes podrán, por ustedes mismos, hacer todo el
trabajo agrícola, o fundamentalmente, la mayor parte del trabajo de los
cultivos y de la producción; y naturalmente, necesitarán la ayuda en la
cosecha. Con la caña, ya está el
problema resuelto con las máquinas; con el café, habrá siempre que movilizar
fuerza de trabajo para recoger el café en las montañas; y así con otros
productos.
Pero lo importante es que ustedes sepan cuál es la
política de la Revolución, cuál es y cuál será definitivamente la política de
la Revolución con el pequeño agricultor.
Hay dos pilares: las tierras
nacionales administradas por granjas, las tierras de los pequeños
agricultores. Esas dos fuerzas pueden
avanzar unidas y contribuir extraordinariamente al desarrollo de la economía; y
como aliado de la clase obrera, el poder revolucionario respetará siempre la
voluntad acerca de lo que desee, en la forma en que deseen hacer producir sus
tierras, el sistema mediante el cual quieran hacer producir sus tierras los
pequeños agricultores (APLAUSOS).
Puede darse un caso, vamos a suponer un caso en que
haya que convencer a un pequeño agricultor, por ejemplo, de que cambie un tipo
de cultivo —les voy a poner un ejemplo—, imagínense que se hace una represa,
que se hace una zona de tierra de regadío, que se hace un desarrollo de una
región; es posible que si aquello está sembrado de cosas que no es buena la
tierra para eso, y que se puede producir otro producto que le interesa mucho
más a la economía, y que, por tanto, le va a interesar más también al pequeño
agricultor que le digamos: “Mire, no
creemos que deba haber potrero ahí, esta va a ser un área, digamos, cañera; y
esta tierra no vale la pena que sea una tierra de regadío, para que no se
aproveche”, y le digamos: “Estimamos
conveniente que usted siembre esto.” Eso
puede ocurrir en algunos sitios en que haya que indicarle el tipo de cultivo
que sea más conveniente; eso puede ocurrir en algún sitio, en alguna zona.
Por lo demás, sembrarán lo que estimen, lo que más les
agrade, lo que más les convenga, siempre habrá una política, tratando de
estimular tal cultivo, otro cultivo; siempre habrá un esfuerzo; si, por
ejemplo, quieren tumbar la caña, convencerlos de que no tumben la caña, que
hacen daño a la economía, discutir, de manera que siempre coincidan los
intereses del poder revolucionario y los intereses del pequeño agricultor,
porque el poder revolucionario se basa en los intereses de los obreros y de los
campesinos. Eso es lo que quiere decir,
eso que les estoy explicando, es lo que quiere decir la alianza obrero
campesina (APLAUSOS).
Con estas explicaciones los campesinos estarán armados
de argumentos, sabrán a qué atenerse, y tengan la seguridad, tengan la
seguridad de que nadie les irá a decir:
“Formen una sociedad agrícola”; al contrario, hemos planteado que cuando
quieran hacer sociedades agrícolas mayores de 15 caballerías necesiten una
autorización especial. Porque no nos
parece que debe haber sociedades agrícolas grandes, no van a funcionar bien,
nos parece que funcionan mejor cuando son pequeñas, y por eso hemos puesto un
límite: que si quieren los campesinos de
un lugar organizar una asociación agrícola, y son más de 15 caballerías,
necesiten una autorización especial para hacerlo.
Nadie les va a exigir que formen tal y cual tipo de
organización, nadie; y serán ustedes mismos los que dirán qué les conviene, qué
desean hacer de una manera absolutamente espontánea y producto del análisis de
ustedes, de la situación concreta de cada zona y de cada caso. Y esta es una palabra definitiva, esta es una
política definitiva de la Revolución, y que sobre esa base no habrá nunca problemas
entre los campesinos y el poder revolucionario (APLAUSOS); sobre esa base
nosotros sabemos que será eterna y definitiva la alianza entre los campesinos y
los obreros cubanos (APLAUSOS).
No quiere decir esto que no tengamos que discutir,
¡no!, tenemos que discutir muchas veces; no quiere decir que no tengamos que
criticar, muchas veces vendrá la asociación y dirá: “Mire, este funcionario no está trabajando
bien, dejó los productos aquí o tal sistema no es bueno, es mejor este”, tal
como estamos haciendo en acopio porque vamos superando viejos métodos y vamos a
ir estableciendo las subzonas de acopio y vamos a ir estableciendo centros
donde se resuelvan todos los problemas, el de los créditos, el de los insumos,
el de la maquinaria, el de los acopios (APLAUSOS). Es decir que vamos a crear una organización
muy práctica para resolver todos esos problemas, de manera que los campesinos
tengan sitios donde ir a llevar sus productos, donde ir a buscar el abono,
donde ir a buscar las cosas que necesiten.
Y vamos a establecer un sistema mucho mejor, en eso estamos
trabajando.
Y ya les digo, no quiere decir que no haya que
discutir, que no haya que criticar; a veces habrá que decir: “Tal asociación está trabajando muy mal, tal
asociación no cumple las metas” o habrá que felicitar a tal asociación porque
las ha cumplido, porque las ha sobrepasado, como se han dado muchos casos, se
han dado muchos casos de zonas donde han cumplido y han sobrepasado las
metas.
Entonces tiene que haber un trabajo estrecho, coordinado,
de lo que se va a producir, las metas de producción, las que se les asignen a
ustedes, los pequeños agricultores. Y
así habrá las metas para las granjas, las metas para los pequeños agricultores,
las metas de producción para las tierras nacionales y las metas de producción
para las tierras en manos de los pequeños agricultores, metas realistas; y
nadie les va a pedir más de lo que ustedes pueden producir; metas realistas y
teniendo en cuenta los recursos, la maquinaria, los medios de producción que
existen. Pero sobre estas bases marchará
la agricultura.
¿Qué puede ocurrir?
¿Será eterna esa pequeña parcela?
No, no será eterna, ¿por qué?, ¿qué ocurrirá? Muchos hijos de ustedes irán a las escuelas,
irán a las escuelas secundarias, secundarias básicas. Es posible que llegue un momento en que todos
los muchachos se fueron a estudiar otra cosa, a trabajar en otra cosa. Se han dado casos de familias que han dicho: “Bueno, ¿qué hago con esta tierra? Tengo cuatro hijos, están en la milicia,
están en el ejército, están en no sé qué cosa.”
Y entonces han pedido, incluso, mudarse para donde están los hijos, han
pedido vender, han pedido cambiar. Claro
que no siempre se pueden resolver esos problemas, porque el cambiar una tierra
de un lugar para otro no es fácil.
Porque algunos dicen: “Bueno,
tengo una tierra en la sierra, quiero cambiarla por una en La Habana”, y la
sierra es grande y La Habana es pequeña.
¿Y cómo se puede resolver ese problema? Bueno, paulatinamente, en el transcurso de
los años, de muchos años, pues irá produciéndose un proceso largo, en virtud
del cual cada vez la proporción de tierras nacionales será mayor y la tierra
del pequeño agricultor menor. ¿Qué
tiempo se necesita? Quince, 20, 25, 30,
40 años, no importa, eso no importa en absoluto (APLAUSOS), eso no apura a
nadie, no le preocupa a nadie.
¿Qué es lo que le preocupa al país? ¿Qué le interesa al país? Que ustedes produzcan, eso sí le preocupa,
eso sí le interesa al país, que ustedes a cada metro cuadrado de tierra le
saquen el máximo, que ustedes puedan utilizar esa tierra para sacar el mayor
número de los productos que necesita toda la población. Eso es lo que nos interesa, eso es lo que la
Revolución pide, eso es lo que la Revolución exige; no es la cuestión de la
ambición de estar metiendo más tierras en una granja, que si ya tiene 100
caballerías y quiere tener una caballería más.
No, no (APLAUSOS), al contrario, hay granjas que son demasiado grandes y
precisamente ahora vamos a hacer un estudio bien racional de cuál debe ser el
máximo de tierra que debe tener una granja para caña o para arroz, porque para
administrar una granja de esas de 1 000 caballerías hace falta un supergenio y
no abundan esos supergenios.
Y ustedes saben muy bien que para administrar una hay
que trabajar duro, para que funcione bien y cuidar las cosas bien hay que
esforzarse; ya saben lo que es administrar el trabajo de 200 ó 300
hombres. Por eso vamos a reducir el
tamaño de las granjas, a dividir granjas; porque ahora sí vamos a hacer una
emulación: ¿Dónde se organiza mejor la
producción?, ¿dónde hay mayores rendimientos?, ¿dónde hay más
productividad? Es la emulación entre las
granjas, las tierras nacionales y las tierras de los pequeños agricultores
(APLAUSOS).
Y a su vez ustedes tienen que emular, ¿dónde producen
más?, si en la sociedad agrícola, si en la cooperativa de créditos y servicios
o si en el agricultor pequeño. Porque
sí, nosotros sabemos que hay tierras que son del Estado, esas granjas que andan
muy mal. Hay campesinos que dicen: “Mire, esa tierra no la están produciendo
bien, se cometen tales y tales y más errores y, sin embargo, yo en un pedacito
así estoy produciendo tanto y más cuanto.”
Bien, cuando un campesino viene y dice eso le está prestando un favor a
la Revolución (APLAUSOS), porque está llamando al honor de ese administrador
(APLAUSOS). Y el pequeño agricultor
tiene que ayudar a que las granjas, las tierras nacionales marchen bien. Nosotros estamos seguros de que van a marchar
bien porque no vamos a descansar hasta que nuestra agricultura esté
perfectamente organizada, no vamos a descansar hasta que no haya una
productividad alta, no vamos a descansar hasta que podamos tener una
agricultura de la cual podamos sentirnos orgullosos. Y ustedes tienen que ayudar, criticando sí,
criticando (APLAUSOS), enseñando y a la vez aprendiendo, porque a veces ustedes
verán cosas que en la granja están muy mal, pero van a aprender otras que están
muy bien (APLAUSOS), y van a ver muchos métodos nuevos de cultivo, y verán
cuando de un centro experimental salga un tipo de caña y le digan a un pequeño
agricultor: “¿Usted quiere sembrar esta
caña?” Y diga: “No, no, yo tengo esta
caña, que es la mejor”; y cuando la vea sembrada al lado y vea que esa caña
tiene una productividad del doble, entonces va a decir: “Bueno, mándenme esa caña para acá.”
Porque hay 50 variedades de caña sembradas, pero ya
los organismos de investigación cañera han seleccionado 10 que son las mejores,
además de que siguen buscando selecciones, siguen buscando selecciones dentro y
fuera de Cuba, para ir elevando la productividad por caballería, para ir
buscando los tipos de caña, por ejemplo, que resistan la seca bien, tipos de
caña que se puedan cortar temprano, que se puedan cortar tardías, tipos de caña
que den mayor porcentaje de azúcar, mayor volumen de azúcar por unidad de
tierra, que es lo que hay que buscar.
Porque a lo mejor aparece una caña que tiene más que otra, más
porcentaje, pero que la caballería produce mucho menos arrobas que de otro
tipo. Por eso hay que buscar la caña que
produzca más; hay que decirlo, porque algunos de nuestros pequeños agricultores
trabajan muy bien, y muchos de nuestros pequeños agricultores no trabajan bien.
Si hay errores técnicos y hay rutina y deficiencia en
algunas granjas, en muchos pequeños agricultores hay rutinas; hay deficiencias
técnicas; crían cerdos y nunca se preocupan de buscar un cerdo de mejor calidad
y andan criando unos cochinitos flacos, que no engordan (APLAUSOS); lo mismo
les pasa con las gallinas, lo mismo les pasa con el ganado, no se preocupan de
la selección, no se preocupan del cruzamiento para obtener ejemplares que den
mayor cantidad de productos, por ejemplo, mayor cantidad de leche. Y hay que luchar por aplicar la técnica, las
mejores variedades de animales, las mejores variedades de los cultivos, las
mejores semillas. Y ustedes irán
aprendiendo mucho porque, por ejemplo, el maíz híbrido aquí no se conocía,
apenas se conocía, y andaban sembrando un maicito que daba 100 quintales o 200
quintales por caballería. Cuando ustedes
vean una semilla de maíz híbrido que produce 500, 600 y hasta 800 quintales van
a dejar de producir el otro tipo de maíz.
Hay campesinos que no conocían lo que era la pangola,
no sabían ni lo que era, y desde que vieron lo que da un pedazo de tierra
sembrado de pangola, no quieren sembrar otras hierbas que la pangola. Y así para eso están los organismos de
investigación, desarrollando la caña, desarrollando los pastos y el gobierno
está dándoles facilidades a esos organismos, recursos a esos organismos. Porque nosotros tenemos que aplicar la
técnica en la alimentación del ganado, por ejemplo, en la alimentación de los
cerdos, en la producción de caña, y entonces veremos cuáles son los resultados
de eso. Ustedes aprenderán mucho de eso
y verán que a la vuelta de algunos años tenemos una agricultura de una técnica
formidable; no perderemos el tiempo sembrando una hierba que no alimenta a
nadie, ni una caña que apenas produce azúcar, ni criaremos un animal que no sea
de la mejor calidad.
Y ahora, por ejemplo, ¿qué estamos haciendo en
Oriente, al sur de la Sierra Maestra?
Hemos llevado 400 toros Holstein allí.
¿Por qué? Porque se va a
desarrollar una cuenca lechera, se van a empezar a hacer cruzamientos del Holstein
con ese ganado de aquella zona. ¿Para
qué? Para obtener, dentro de dos, tres,
cuatro años, ejemplares que den el doble, el triple de leche. Hace falta tiempo, hace falta años, pero si
empezamos ahora, vacas que están dando tres litros, estarán dando 12, estarán
dando 15. Y entonces es cuando podremos
tener la oportunidad de saber lo que es la abundancia porque, claro, ahora no
se produce para unos pocos, no se produce ropa para unos pocos, ni zapatos para
unos pocos, ni comida para unos pocos. Hay que producir para toda la población, esa
es la demanda que hay de productos, porque hoy nadie se acuesta sin la
esperanza de comer algo, porque tiene con qué comprarlo y va a la tienda y
pide, y de ahí que tengamos que producir cantidades mucho mayores para
satisfacer esas necesidades.
¿Cómo las podemos satisfacer? Con la técnica, con la máquina, con la
organización. Ese es el interés que
tenemos por las escuelas, ese es el interés que tenemos por la alfabetización. Y ahora vamos a poner especial empeño en las
secundarias básicas rurales. ¿Por
qué? Porque antes no llegaba un muchacho
nunca al 6to grado; y ya hay incluso miles de muchachos en las montañas que van
para 5to grado. Y por eso vamos a hacer
los internados de montañas: para recoger
a los muchachos de las montañas, para los que están en 4to y 5to grados
(APLAUSOS).
Ya hay muchos muchachos que están llegando a 6to grado
en las escuelas. ¿Qué hacer con
ellos? Para ellos vamos a organizar las
secundarias básicas rurales. ¿Qué
conocimientos les vamos a dar?
Conocimientos técnicos, fundamentalmente técnicos agrícolas. ¿Por qué?
Porque no queremos al hombre produciendo con un machete cortando caña,
queremos al hombre produciendo con una máquina; no queremos al hombre
produciendo con métodos rudimentarios (APLAUSOS); no queremos al hombre
sembrando maíz de 200 quintales por caballería, sino al hombre sembrando maíz
de 1 000 quintales por caballería; no queremos al hombre ordeñando a mano una
vaca de tres litros, queremos al hombre manejando una ordeñadora eléctrica,
ordeñando vacas de 10 y de 15 litros (APLAUSOS); y no queremos al toro que
tiene que estarse tres años en un potrero para dar 500 ó 600 libras de carne
netas, queremos el toro que a los 18 meses esté dando esas 500 ó 600 libras de
carne, para que no haya más espacio, para tener mayor cantidad de vacas
lecheras.
Y así, parejamente, trabajando en la agricultura, en
la industria, en la pesca; trabajando con el espíritu que ya se observa, el
sentido de la responsabilidad, el entusiasmo, el sentido del honor; ya se ve
por todas partes, por todas partes se observa eso. Ya se ven los resultados del esfuerzo, de los
técnicos, el trabajo de los muchachos que estuvieron en la Unión Soviética estudiando
agricultura.
Y así, muy pronto regresarán 2 000 más, más los que
están formando nuestras escuelas.
Porque, claro, la Revolución triunfa, pero ¿cuántos técnicos había?,
¿cuántos campesinos preparados? Hubo que
improvisarlo todo. Sin embargo, ya
ustedes saben los miles de muchachos que están estudiando técnicas agrícolas,
cuestiones de administración; los miles de maestros que están estudiando. Incluso una noticia alentadora: ¡Seiscientas campesinas de las montañas van a
ingresar en la escuela de maestros ya!
(APLAUSOS.) Es decir que dentro
de cinco años tendremos maestras graduadas salidas del corazón de las
montañas. Y, naturalmente, que algún día
tendremos que recoger los frutos de ese esfuerzo.
Pero, sinceramente, es para sentirse alentados de ver
cómo todo está marchando mejor; cómo están marchando mejor las asociaciones
campesinas, las granjas cañeras, las granjas agropecuarias; llegar a una granja
donde hemos visto que se ha duplicado la producción de leche.
Y aunque sabemos que muchas cosas están por
rectificar, mejorar y superar, de todas formas es alentador ver en todas partes
síntomas de un mejor trabajo, de una mayor responsabilidad, que realmente nos
llena de esperanza y de aliento en los éxitos que vamos a obtener.
Y esa es la tarea en que debemos trabajar juntos; en
la que deben unir su esfuerzo los trabajadores, los obreros y los
campesinos.
Nosotros necesitamos el esfuerzo de ustedes para todos
estos planes, la ayuda de ustedes, el apoyo de ustedes, el interés de ustedes,
en el aumento de la producción, en el empleo de las máquinas, en el desarrollo
de la técnica, en la formación de cuadros.
Y creo que con estas cosas que les he dicho, y
sabiendo ustedes como saben cuál ha sido la palabra de los revolucionarios,
cuál ha sido la palabra de la Revolución, les sirva a ustedes para tener una
idea de cuál es el futuro, cuáles son las perspectivas de futuro y cuáles son
las bases sobre las cuales ustedes pueden organizar su trabajo.
Y creo que ya nunca más les harán cuento a ustedes; ya
nunca más vendrá nadie a engañar y a confundir a los campesinos. ¿Está claro eso? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”)
Saben ustedes ya cuál es el presente y saben cuál es el futuro.
Pues que sirva este Segundo Congreso para esto, para
que ustedes, los pequeños agricultores, sepan a qué atenerse, cuál es su papel
y cuál es su futuro; para que estén siempre tranquilos; para que comprendan qué
significa la alianza de los obreros y de los campesinos (APLAUSOS); y sobre qué
bases y por qué camino va a ser el futuro del país.
Y esto es así porque esto es socialismo, porque el
socialismo es una ciencia, y una ciencia que se basa en realidades
(APLAUSOS). Y esa ciencia enseña que el
camino del triunfo es el camino de la alianza de los obreros y de los campesinos;
que el camino del triunfo es el camino de la cooperación entre los obreros y
los campesinos; la cooperación franca, la cooperación clara, la cooperación
leal entre los obreros y los campesinos.
¡Y por eso esta es nuestra política para con los
campesinos, y por eso nosotros sabemos que siempre estarán los campesinos con
la Revolución, que siempre lucharán por la Revolución! (APLAUSOS y
EXCLAMACIONES.)
¡Y que al igual que en la guerra, al igual que en la
guerra los campesinos vertieron su sangre por el triunfo de la Revolución, por
el triunfo del proletariado, los campesinos en la construcción del socialismo,
en la construcción de la patria nueva, en la construcción de un futuro feliz,
estarán junto con los obreros y darán hasta la última gota de su sudor creador
y hasta la última gota de su sangre patriótica!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION.)