DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO DE
CUBA, EN LA CLAUSURA DEL ACTO PARA CONMEMORAR EL VI ANIVERSARIO DEL ASALTO AL
PALACIO PRESIDENCIAL, CELEBRADO EN LA ESCALINATA DE LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA,
EL 13 DE MARZO DE 1963.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros
estudiantes (APLAUSOS):
Esta fecha que marca el momento de más alto heroísmo
en la historia de nuestra universidad, y que es por eso un día que habrá de
culminar siempre en un acto como el de hoy, con los estudiantes
fundamentalmente, será una fecha de mayor importancia cada año.
No ocurrirá como en el pasado, en que las fechas
gloriosas iban perdiendo emoción, iban perdiendo fuerza, en el vacío donde todo
el esfuerzo de los que lucharon y de los que cayeron parecía perderse.
Esta fecha tendrá cada vez más y más fuerza,
esencialmente porque aquel esfuerzo y aquel sacrificio no cayeron en el vacío,
sino porque los frutos se verán florecer cada vez más y más. Y el futuro se encargará de demostrarnos esta
verdad, porque el futuro será, cada vez más visiblemente, el futuro de nuestra
juventud, el futuro de nuestros estudiantes.
Y porque la patria será cada vez más y más una inmensa escuela, una
inmensa universidad.
Y este espacio, este espacio que hoy se colma de
jóvenes, no será ya bastante para dar cabida a nuestros estudiantes. Y por eso, será necesario hacer como se
hizo. ¿Quiénes van al acto de la
escalinata? ¿Cuáles becados van al acto
de la escalinata, de nuestros becados no universitarios? (APLAUSOS.)
Pues los mejores estudiantes, los de mejor comportamiento, los de mejor
expediente (APLAUSOS). Si alguno que no
pertenece a esa categoría se coló por ahí, es bajo su responsabilidad
exclusivamente.
Pero así fue como se resolvió el problema, porque ya
es un problema el decidir quiénes pueden venir, porque todos no caben en esta
escalinata. Y, entonces, se
seleccionaron, por eso, a aquellos que tenían más méritos.
Y así, año por año, en que serán más y más los
estudiantes, se reunirán en esta escalinata los más estudiosos y los de más
méritos. Y un puesto aquí, aunque sea un
puesto de pie, para conmemorar este día, para poder venir aquí, para tener el
honor de estar aquí, habrá que ganarlo durante el año.
Nosotros, medio en broma, al comenzar este acto les
decíamos a algunos compañeros: en nuestros tiempos no había tanto
público en la escalinata; en nuestros tiempos de estudiantes, la escalinata muy
pocas veces se llenaba.
Estas son las diferencias, las profundas y las
visibles diferencias entre el pasado y el presente. Pero, sobre todo, hay que pensar y hay que
mirar hacia el mañana. Nosotros, los
revolucionarios, siempre pensamos en el mañana.
En ocasión reciente de hacer un recorrido por las
áreas escolares de nuestra capital, comenzando por la escuela de enseñanza
primaria de becados también, de Santa María del Mar, continuando por la ciudad
escolar situada en el antiguo centro de Tarará (APLAUSOS) —que parece que tienen su representación aquí
en este acto, por lo que oigo—, y continuando después por distintos sitios,
horas prácticamente recorriendo calles, observando los cambios en el
comportamiento, en la disciplina, en la actitud, y hasta en la presencia física
de nuestros estudiantes, le decía a un compañero que eso era como un recorrido
por el futuro.
Un día como hoy, en un acto como este, hay que pensar
sobre todo en el futuro, mirar hacia el futuro.
Nosotros a veces nos preguntamos cuál será la visión panorámica de
nuestros jóvenes; cuáles serán sus sentimientos un día como hoy; qué
pensarán.
Recordando aquel respeto con que nosotros pensábamos
siempre en nuestros mártires, en los hombres que dieron su vida por una causa,
por la causa de nuestro país, de nuestro pueblo; recordando la historia, la
historia desde las luchas por la independencia y las luchas en la república; y
recordando aquel respeto que nos inspiraban a nosotros nuestros antecesores,
nos hemos preguntado cuál será el sentimiento de nuestros jóvenes.
¿Es que acaso tendrán los jóvenes el sentimiento de
que aquella lucha concluyó? ¿Es que
acaso tendrán el sentimiento de que las páginas más brillantes fueron ya
escritas? ¿De que lo más heroico y lo
más meritorio ha sido ya realizado, y que no habrá para nuestros jóvenes el
escenario, el combate donde probar su espíritu, donde probar sus cualidades de
revolucionarios y de patriotas? A veces
nos preguntamos esto. Y, sin embargo,
quien creyera que ya está escrita la historia, quien creyera que no quedan por
delante muchas páginas brillantes por escribir, estaría equivocado. Porque quedan por delante de todos, y sobre
todo quedan por delante de ustedes, muchas páginas que escribir todavía, mucho
que luchar todavía, mucho que hacer todavía y mucho que crear todavía.
Se han librado unas cuantas batallas. Pero las batallas que se libraron contra
Batista y su camarilla, las batallas que se libraron contra sus esbirros y
criminales, no eran todavía sino el comienzo de la Revolución. Y no eran las batallas más difíciles; las
batallas que se libran contra el imperialismo son más difíciles todavía.
Pero hay aun otra batalla todavía más difícil que esas
batallas contra el imperialismo —y algunos se preguntarán qué batallas pueden
ser esas—, y esa batalla es la batalla contra el pasado, contra el pasado y sus
ideas reaccionarias, contra el pasado y sus hábitos nefastos, contra el pasado
y sus vicios, contra el pasado y su sistema de privilegio, de explotación del
hombre por el hombre, contra el pasado y las ideas, las ideas —repito—, las
ideas que nos dejó; la manera de mirar las cosas, de mirar la vida, los
conceptos egoístas; aquel nacer y crecer diferenciando siempre entre lo mío y
lo tuyo, y el concepto de lo mío, lo mío, por encima de todos los demás; las
ideas que se fueron asentando durante siglos prácticamente.
En las revoluciones las ideas tienen mucha
importancia, porque luchan las clases y luchan las ideas de las clases. Y los reaccionarios tratan de atraer a sus
ideas el mayor número de personas posible; aprovechan, se valen de la
influencia de las viejas ideas en las personas.
Y desde luego que son precisamente nuestros estudiantes universitarios y
los de nuestras escuelas superiores de enseñanza, los que han de constituir la
vanguardia en la técnica y también en la cultura y en las ideas.
Porque claro está que no se forjan aquí ya parásitos
para la sociedad, sino trabajadores para la sociedad, servidores de la
sociedad; no explotadores, sino trabajadores.
Y han de ser en cada centro de trabajo los de mente más amplia, cultura
más vasta y comprensión más amplia y profunda.
Porque de la ignorancia se vale el enemigo, la ignorancia forma parte
del pasado.
Cuando hablo de pasado y sus vicios pienso, sobre
todo, entre tantos vicios, en la ignorancia.
Y esos son grandes aliados de los reaccionarios y de los
imperialistas.
El año pasado, en esta fecha, se presentaron las
circunstancias que me obligaron a hacer una crítica por la supresión de una
invocación a Dios en el Testamento de Echeverría. Con toda honradez, con toda sinceridad, que
debe ser la honradez y la sinceridad de los revolucionarios, hice aquella
crítica, juzgando erróneo y no revolucionario aquel acto. Los compañeros comprendieron la crítica y
reconocieron el error.
Hoy voy a hablar de otros que, invocando a Dios,
quieren hacer contrarrevolución (APLAUSOS).
Y esto está relacionado con lo que hablábamos de la
batalla más difícil de todas, que era la batalla contra el pasado, y cómo ese
pasado trata de gravitar por todos los medios posibles, y cómo los
reaccionarios se valen de todos los medios posibles, y cómo los imperialistas,
esos monstruos sin entrañas, porque no les interesa más que la cantidad de oro
que puedan acumular día a día, mes a mes y año por año; porque a ningún imperialista,
a ningún capitalista, a ningún explotador le interesa otra cosa —y esto lo
comprende quien llegue a tener un mínimo de raciocinio— no le interesa ni le
interesará jamás otra cosa que su provecho, su propio beneficio.
Claro está que tratan de hacer creer al mundo que al
luchar por sus beneficios personales luchan por el progreso de la
humanidad. Nosotros sabemos bien cuan
triviales eran muchos de esos creyentes, que llegaban a la iglesia por la
mañana, todavía con los vapores del ron que habían ingerido en sus
aristocráticos y privilegiados clubes.
Sabemos cuán “piadosa” era esa gente, tan “piadosa”, que en unas
Navidades sangrientas, como aquellas de Cowley, que en una noche asesinó a más
de 20 luchadores proletarios. Eso era
muy poca cosa para ellos, que no habría de interrumpir las fiestas de fin de
año, ni se sintieron jamás sensibilizados por los cientos y miles de muertos de
aquella lucha, y que aun en los días postreros de Batista, el propio 31 de
diciembre, día de la fuga, los sorprendió en medio de sus fiestas y
francachelas.
Claro está que por la mañana dicen que se sentían muy
contentos porque se había ido el señor Batista.
Pero es que, indiscutiblemente, creían que iban a tener manos más
sueltas para explotar aun más a nuestro pueblo.
Conocemos, pues, la piedad de aquellos señores. No tenemos ninguna duda.
Y recordamos cómo algunos señores que nunca habían ido
a la iglesia, apenas vino la ley de Reforma Agraria, comenzaron a ir a la
iglesia prácticamente todos los días.
Pero, bien: el
pueblo los conocía.
El imperialismo trató de enfrentar la iglesia católica
a la Revolución y el imperialismo fue desenmascarado. Algunos sectores reaccionarios de la iglesia
trataron de utilizar las iglesias contra la Revolución, pero fueron también
desenmascarados. Las aguas fueron
tomando sus niveles y los imperialistas empezaron a perder la esperanza de
poder utilizar la iglesia católica como instrumento de su contrarrevolución.
La Revolución se mantuvo firme en sus principios de
respeto a las creencias religiosas de cualquier ciudadano, su respeto al
culto. No ocupó iglesias, no cerró
iglesias, no obstaculizó las actividades de ningún sacerdote dispuesto a
desempeñar sus funciones propiamente religiosas, e incluso puede decirse que comenzaron
a desaparecer los conflictos entre la Revolución y la iglesia católica.
De manera que, si en los primeros meses de la
Revolución se oía hablar de muchos casos de actividades contrarrevolucionarias
relacionadas con la iglesia católica, después ya no se oían más y,
prácticamente, apenas se oyen. Y los
hechos han servido para demostrar cómo es posible que una revolución respete
las creencias, cómo una revolución proletaria mantenga ese principio en el
poder, y cómo la Revolución respeta los sentimientos religiosos de cualquier
ciudadano; que no es lo mismo que respetar las actividades
contrarrevolucionarias de cualquier reaccionario, encubiertas bajo el manto de
la religiosidad (APLAUSOS).
¿Qué hicieron los imperialistas? ¿Se conformaron? No, cambiaron de táctica, y hasta cambiaron
de iglesia.
Y eso lo veremos muchas veces. Veremos al enemigo de clase cambiar de
táctica muchas veces, porque esta lucha será larga y tiene que ser,
necesariamente, larga. Porque esta lucha
de clases, esta lucha de ideas no se liquida en 24 horas. La batalla más difícil, la batalla más larga
no era la batalla contra Batista; la batalla contra los imperialistas, la
batalla contra los reaccionarios, la batalla contra los explotadores, la
batalla contra el pasado, como decía hace unos minutos. Y veremos muchas veces al enemigo cambiar de
táctica. Y eso hizo el imperialismo: cómo cambió de
táctica cuando se vio aplastado en las ciudades por los Comités de Defensa de
la Revolución (APLAUSOS). De tal manera
se le estrechó el cerco, que se mudaron de las ciudades para el campo, donde la
dispersión de la población hace más difícil la vigilancia que en la
ciudad.
Y, de un tiempo acá, las actividades de dos o tres
sectas religiosas, fundadas, precisamente, en Estados Unidos, y que han sido
utilizadas como vanguardia de penetración en América Latina, sectas fundadas y
subsidiadas por los imperialistas Porque a los tiburones del imperialismo,
señores, no les importa Dios, ni religión, ni nadie, porque no tienen más Dios que
su oro y sus ganancias (APLAUSOS).
Pero, además, como los tiburones del imperialismo
tienen una posición moral e ideológica muy débil frente a la realidad de la
explotación, como a los tiburones del imperialismo se les hace muy difícil
justificarle a nadie la existencia de millones de analfabetos y de explotados y
de gentes hambrientas, y las muertes prematuras, y el promedio de vida que
apenas rebasa los 30 años en muchos países de este continente, y como eso es
muy difícil de defender con lógica y con argumentos, y como tienen muy poco que
ofrecerle al hambriento y al explotado, muy poco que ofrecerle en esta vida,
vida que para las masas es más breve que para los explotadores, entonces, se
valen de un magnífico expediente: el de
ofrecerles maravillas en la otra vida.
Tal vez las maravillas que los pobres de este mundo ven en las casas de
los ricos.
Imagino cómo verá un pobre el cielo, y tal vez se
imagine el cielo con un gran automóvil, vajillas de plata, un palacio y una
pierna de cerdo o de res asada en la mesa de su casa. Es decir, se imaginarán que saben, se
imaginarán cultos, se imaginarán saludables, se imaginarán esas maravillas que
los ricos explotadores disfrutan en este mundo y no quieren dejar para el otro
(APLAUSOS).
Pues, bien: donde pensaban penetrar las compañías
petroleras, mandaban por delante misioneros de algunas de esas sectas. Y quienes han estado en algunos de esos
sitios se horrorizan de los resultados de la superstición y el engaño en las
mentes ignorantes. Y cómo había, por
ejemplo, una familia de leprosos, convertidos ya a esa secta, y que, cuando les
decían de mandar sus hijos al hospital, decían: “No, porque ese hospital es católico,
y es preferible que se mueran, porque a esta vida se viene a sufrir y a morir
para ganar la otra vida.”
Ya no era, naturalmente, como hoy, choque de ideas
religiosas contra ideas políticas.
Cuando no se enfrentaban las ideas políticas, eran choques, incluso, de
fanatismos religiosos. Y la humanidad
vivió mucho el choque de esos fanatismos.
Millones y millones de seres humanos cayeron en esas luchas de
fanáticos, pero, detrás de las cuales se encubrían determinados intereses, bien
nacionales, bien de clases.
Y, de un tiempo a acá, comenzamos a observar una
actividad inusitada en nuestro país —actividad que no habían tenido nunca— de
esas sectas que son dirigidas directamente desde Estados Unidos, porque a esas
no las dirigen desde Roma. A esas las
dirigen directamente de Estados Unidos y las utilizan como agentes de la
Agencia Central de Inteligencia, del Departamento de Estado y de la política
yanki.
Naturalmente que trabajan con métodos muy sutiles,
naturalmente que van a explotar la ignorancia, van a explotar la superstición,
van a engañar al más ignorante, al campesino más humilde. Y así, mientras la Revolución organizaba su
campaña de alfabetización y movilizaba decenas de miles de jóvenes para
erradicar el analfabetismo, los imperialistas movilizaban a sus sectas
religiosas, las subvencionaban y las lanzaban por los campos, aprovechándose de
la tolerancia de la Revolución, para realizar actividades no con fines
religiosos sino con fines eminentemente y esencialmente políticos y
contrarrevolucionarios.
Y entonces comenzaron a llegar las noticias y los
informes, sobre todo en las zonas donde trabajaba la contrarrevolución más
activamente, de la presencia de elementos de esas sectas.
¿Cómo trabajan?
¿Qué hacen? Trabajan de una
manera muy sutil, van a explotar la superstición. Todo el mundo sabe cuán supersticiosos suelen
ser nuestros campos. ¿Quién no ha vivido
en el campo? ¿Quién no recuerda que,
incluso, las cosas más absurdas que nos contaban y que se convertían en
creencias: que si una lechuza pasaba y
había que decirle “solavaya” (RISAS), que si un gallo cantaba tres veces y
nadie le contestaba al gallo, que si una gallina cantaba como gallo? y
así por el estilo cosas que cualquiera leyendo “La Historia de Roma”, de Tito
Livio, no encontraría grandes diferencias entre aquellas supersticiones
fenomenales del mundo antiguo, en que todos los problemas iban a decidirse
primeramente ante un hechicero: cuál era
el día bueno de la batalla y cuál era el día malo, si la suerte iba a ser
favorable o adversa, y eran continuos sacrificios de aves y de animales en
general, incesante vivir en medio de la superstición y del engaño, producto de
la ignorancia de aquellos tiempos, en que muchos fenómenos de la naturaleza no
podían explicarse siquiera.
Y esa ignorancia es la que van
a explotar esos agentes de los imperialistas.
Y claro está que muy sutilmente, no de manera abierta; pero se van a una
zona donde puedan haber agentes de la contrarrevolución, donde la Agencia
Central de Inteligencia ha tratado de crear bandas, donde se han cometido
asesinatos como el del maestro Conrado Benítez o del brigadista Manuel Ascunce
Domenech (APLAUSOS), y entonces allí se van a predicar, allí precisamente donde
jóvenes son asesinados, donde campesinos son asesinados, donde obreros son
asesinados y donde tienen que defenderse de las bandas y de los asesinos, allá
se aparecen estos agentes del imperialismo a decir que no debe haber lucha, que
no deben emplearse las armas y a hacer una tarea de reblandecimiento. Y, bajo pretexto de la religión, decir: “no uses armas, no
te defiendas, no seas miliciano”; o cuando hay que hacer una recogida de
algodón, o de café, o de caña, o un trabajo especial, y las masas se movilizan
un domingo, o un sábado, o cualquier día, entonces llegan ellos y dicen: “no trabajes el séptimo día”. Y entonces empiezan bajo el pretexto
religioso a predicar contra el trabajo voluntario.
Pero, además, predican que la bandera no debe jurarse,
y les dicen a los padres:
“no mandes a los niños a las escuelas el viernes para que no
juren la bandera”. ¿Y es que nuestra
patria —patria que ha tenido que luchar tanto por su independencia y por su
bandera, patria que ha dejado tantos héroes en el camino, patria que por su
destino ha dado la vida de tantos jóvenes, de tantos trabajadores, de tantos
campesinos, de tantos hombres y mujeres dignos— puede tolerar que nadie
predique esa irreverencia contra la patria, esa irreverencia contra la
bandera? (EXCLAMACIONES DE: “¡paredón, paredón!”)
¿Es que la patria, que tiene que defenderse de un
enemigo poderoso a 90 millas, que incesantemente nos amenaza con atacarnos con
todas sus fuerzas, puede tolerar que nadie predique esa falta de patriotismo,
ese abandonar el combate, ese no empuñar las armas, y de tal forma contradiga
el himno de una nación que dice: “Al combate corred, a las armas valientes
corred,” desde los días de Céspedes?
(APLAUSOS.)
¿Es que una patria, una patria que necesita producir
para vencer las enormes dificultades que nos trae el bloqueo económico de la
más poderosa y reaccionaria nación de la Tierra; es que la patria que tiene que
trabajar para hacer su futuro, puede permitir que se prediquen esas
supercherías contra el trabajo?
¿Y qué tiene que ver eso con la religión? ¿Qué tiene que ver eso con los sentimientos
religiosos de nadie?
Y por eso es que les decía que hay que luchar, y
luchar duro. Difícil es que vengan a
esta universidad a predicar idioteces, porque no encontrarán caldo de cultivo
favorable; difícil es que le vengan a decir aquí a nadie que no vaya al médico
y que rece una oración para curarse; difícil es. ¡Pero aquí no vienen!, van allá donde está la
ignorancia, la ignorancia que dejaron en nuestra patria 60 años de explotación
imperialista.
¡Y a esos enemigos hay que desenmascararlos ante las
masas, hay que ponerlos en evidencia ante las masas! Y las masas proletarias, y las masas
campesinas, y los estudiantes, y los trabajadores intelectuales, que han tenido
la oportunidad de adquirir una mayor cultura, una actitud más científica, deben
combatir la mentira, la superstición, la superchería y, por encima de todo, la
farsa contrarrevolucionaria que pretende ocultarse bajo el velo del sentimiento
religioso. Porque son enemigos de la
Revolución, son enemigos del proletariado, son enemigos de los campesinos, son
enemigos de la patria y son instrumentos de los imperialistas.
Y nuestro pueblo los conoce bien, sobre todo en los
campos, a esos pseudo-religiosos. Y,
como dice un compañero, son conocidos uno de esos grupos con el nombre de los
batiblancos por nuestros campesinos y nuestros milicianos —batiblancos con
“B”—, porque han aparecido en muchos de esos sitios.
Y son tres, principalmente, esas sectas, los
principales instrumentos hoy del imperialismo, y son: los testigos de Jehová (ABUCHEOS), el
bando evangélico de Gedeón (ABUCHEOS) y
la Iglesia Pentecostal (ABUCHEOS).
Es curioso, y es una prueba de la tolerancia de la
Revolución, una prueba extraordinaria de la tolerancia de la Revolución, que
este último grupo tiene en la provincia de Las Villas, cerca del pueblo de
Santo Domingo, una escuela llamada Instituto Bíblico Pentecostal, donde
preparan sus cuadros, y que lo dirige un norteamericano; un yanki es el
director de esa escuela (EXCLAMACIONES Y ABUCHEOS). ¡Hasta dónde llega la tolerancia de la
Revolución, hasta dónde llega!
En días recientes, por gestiones de la embajada suiza,
se autorizó, como es conforme a nuestra política, la salida de una serie de
señores que decían ser ciudadanos norteamericanos, o que tenían algún pariente
norteamericano, o que les había nacido una hijita en la Florida (RISAS) y por lo tanto se acogían a ese beneficio de
partir del país.
Y qué curioso, no se llevaron a ninguno de esos
señores que están al frente de esas sectas; qué curioso, a esos no. ¿Cómo llevarse a esos que están trabajando
por la libre, que tienen escuelas y preparan sus cuadros para espiar, para
observar el territorio nacional, hacer campaña contrarrevolucionaria entre los
campesinos y combatir a la Revolución?
Pero véase hasta dónde llega la tolerancia de la
Revolución, que tenemos a todo un director yanki de una escuela de cuadros de
la contrarrevolución (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”), disfrazado todo bajo el
velo religioso.
¿Es que tiene nuestra patria la obligación de permitir
eso? (EXCLAMACIONES DE: ”¡No!”) ¿O es que creen los imperialistas que somos
idiotas?
Claro está, compañeros estudiantes, que las
condiciones de ignorancia derivadas del pasado, donde estos medios pueden
pretender determinados fines, no se cambian en un día. Nosotros hemos puesto mucho énfasis y muy especial
interés en la formación de maestros.
¡Ah, cuanto más avanza la Revolución tanto más nos
convencemos de cuánta razón teníamos en eso!
Gracias a los maestros que se promovieron en los primeros meses, el
primero y el segundo año de la Revolución, contamos con escuelas en todo el
país.
Ustedes saben qué esfuerzo fue necesario hacer; venir
aquí a la universidad para encontrar profesores para los nuevos centros de
enseñanza secundaria y preuniversitaria.
Y muchos jóvenes, compañeros de la universidad, se han destacado como
magníficos profesores en esas escuelas y algunos de ellos han sido, incluso,
designados directores (APLAUSOS).
Sin embargo, cuánto nos falta y cuánto esfuerzo hay
que realizar para satisfacer cabalmente nuestras necesidades.
Estos señores pentecostales tienen una escuela donde
instruyen a sus agentes durante ocho meses; mas, sin embargo, nuestros
maestros, que comienzan por las Minas del Frío, tienen que estudiar cinco años
y aun después tendrán que seguir cursos de distintos tipos de superación.
En topes de Collantes, escuela del primer ciclo, hay
en este momento unos 3 000 jóvenes, de los cuales el primer contingente este
año terminará el primer ciclo y después irá a estudiar dos años en un instituto
pedagógico.
Y en este año se hizo el esfuerzo por ingresar un
número determinado de maestros, se pidieron los certificados de sexto grado
y —como ya dije en una ocasión— casi
el 50% tenían escolaridad de tercero y cuarto grado y a veces menos, lo que nos
ha enseñado que habrá que hacer una movilización mucho mayor en el próximo
curso para llenar el cupo de 5 000 a 6 000 que deben comenzar a estudiar.
Es que como todo era un fraude prácticamente en
nuestra patria, no solo había un millón de analfabetos, sino muchos que
teniendo un certificado de sexto grado, tenían una escolaridad de segundo o de
tercero. ¡Así andaba nuestra enseñanza!
Y esos maestros que estamos formando serán los nuevos
contingentes que ingresen en nuestro magisterio —y de los cuales, dentro de
algunos años tendremos muchos miles graduados—, serán los encargados de ir allí
a la escuela a enseñar de veras, a llevar hasta el nivel que corresponda a los
jóvenes, a inculcarles desde temprano hábitos de vida social, hábitos sociales
correctos. Porque si bien es verdad que
no todos los seres humanos son de la misma condición, del mismo temperamento, y
del mismo carácter, la educación tiene una influencia decisiva, y es la
educación lo único capaz de desarrollar las inclinaciones positivas del ser
humano y de combatir desde muy temprano sus inclinaciones negativas.
Pero para eso necesitamos el técnico, el maestro, el
experto, el que conozca cómo se educa un niño, cuál es la psicología de un
niño, el carácter de un niño y cómo se enseña y se forma un niño.
Tenemos muchos maestros revolucionarios, porque en
aquella sociedad de privilegios y de explotación y de incultura, sin embargo, a
pesar de las condiciones adversas, se desarrollaron muchos talentos que
descollaron en las distintas ramas, o de la medicina, o de la ingeniería, o
como profesores, o como maestros; aunque, desde luego, no eran las condiciones
de hoy en que vamos en serio a formar maestros.
¿Podía una campesina estudiar para maestra, o la hija
de un obrero de un central azucarero? ¡No, porque las escuelas normales estaban en las ciudades,
principalmente en las capitales y no había becas; y hoy todos los alumnos de
magisterio, todos, son becados y comienzan por las montañas.
Claro está que así llegaremos a tener formidables
maestros, sobre todo si seguimos preocupándonos en ese sentido; si seguimos
poniendo todos los medios, medios revolucionarios, medios nuevos, como los
medios aplicados en una escuela de maestros funcionando en nuestra capital y de
la que he hablado en alguna otra ocasión y que hoy tiene a su cargo cerca de 10
000 campesinas.
Muchachas de 15 y 16 años, realizando una labor
impresionante, con extraordinaria responsabilidad, enseñando por la mañana,
estudiando por la tarde y por la noche, regresando a la casa de las campesinas
para fiscalizar cómo funciona todo, y lo que demuestra lo que puede lograrse,
lo que puede hacerse con los jóvenes.
Y una de las cosas que ha tenido nuestra Revolución es
saber calibrar el valor moral, humano y la dinámica y la actividad y la
capacidad de los jóvenes. Y hemos
obtenido fantásticos resultados, impresionantes éxitos, de lo cual la campaña
de alfabetización fue una elocuentísima prueba.
Hay que centrar la atención en la formación de los
maestros y de los profesores, porque serán los soldados de la vanguardia en la
lucha contra la ignorancia y contra el pasado.
Y en el futuro nadie tendrá que contar estas cosas, estas cosas
increíbles de cómo los imperialistas preparan sus agentes y realizan sus
actividades, primero porque las vamos a combatir, las masas se les van a
encarar a los farsantes; sabrán distinguir entre el hombre y la mujer de buena
fe; no olvidar, no olvidarse de los miles y miles de creyentes de buena fe
engañados, imbuidos de toda una serie de ideas sembradas sobre su ignorancia,
su desconocimiento del mundo, gente buena.
Lo que hay que combatir es a los responsables de ese
fraude, lo que hay que combatir es las facilidades con que están contando y
someterlos al fuero de las leyes del país (APLAUSOS). Y, sobre todo, salirle al paso dondequiera
que se encuentren, desenmascararlos como agentes del imperialismo enemigo de la
patria (APLAUSOS); salirle al campo en nuestras granjas, en nuestras
asociaciones campesinas; salirle al campo con nuestras organizaciones de masas
y con nuestro Partido Unido de la Revolución Socialista (APLAUSOS).
Y en la medida que nos organicemos, y avancemos en
todos los frentes, y superemos nuestras deficiencias, le iremos ganando la
batalla en ese frente y en todos los
frentes.
Y esto les da a ustedes una idea de lo que tienen por
delante, de la tarea que tienen por delante.
¿Es acaso ese el único mal que se manifiesta? No, surgen otra serie de males que son
consecuencia directa del pasado, la herencia que nos dejó el capitalismo. ¿Cuál de ellas por ejemplo?, el delincuente
antisocial, el ladrón, el ratero.
Nuestra Revolución, en la lucha contra el imperialismo y los agentes del
imperialismo, y centrando en ello todo su esfuerzo no ha tomado suficientes
medidas contra otro tipo de mal que es herencia del capitalismo, y es la
delincuencia común. De tal manera que
hay parásitos, crecidos bajo aquella sociedad, que no se resignan a trabajar de
ninguna manera, que antes de querer ganarse el pan honradamente, trabajando en
el campo o trabajando en las obras públicas, si no saben hacer otra cosa,
prefieren ganarse en 15 minutos lo que de otra manera se tendrían que ganar en
un mes o, dos meses de trabajo honrado.
Y robarse un televisor, o robarse un radio, o asaltar una casa (ALGUIEN
DEL PUBLICO LE INTERRUMPE).
Sí, hay jueces que los sueltan, hay jueces que no
colaboran con la policía (APLAUSOS). Y,
desde luego, eso obedece a otras razones, eso obedece a otras razones: en algunos señores
de estos jueces el deseo de crearle problemas a la Revolución. Pero, además, en una legislación anacrónica,
en que el señor que se roba un automóvil, o un radio, o un aparato eléctrico a
cualquier familia (UNO DEL PUBLICO LE DICE: “¡Guanahacabibes!”) ¡Qué Guanahacabibes!, Guanahacabibes es para
el que se equivoca de buena fe, no para el delincuente. De manera que se ha dado el caso de que la
policía ha arrestado dos veces, el mismo día, al mismo ladrón.
Claro está que no vamos a exonerar a nuestro cuerpo de
orden público de responsabilidad. Es que
tienen que prestarle especial atención al problema y adoptar medidas efectivas
y enérgicas, y hacerse conciencia de que hay que luchar seriamente contra ese
vicio que nos dejó la sociedad capitalista.
.
Hubo, incluso, algún compañero que creyó que a través
de métodos absolutamente filantrópicos iba a combatir ese mal social, esa
lacra, y que con un buen consejo podría volver a la vida ordenada y a la
convivencia social a un delincuente; esas son ilusiones, resultado: con las leyes anacrónicas, la actitud de
algunos jueces, la falta de conciencia social para combatir ese mal; que
siembran el terror entre las familias, que hay familias aterrorizadas por la
actividad de ese tipo de elemento antisocial, temiendo que le roben, temiendo
sufrir cualquier accidente, ser víctimas de cualquier agresión por parte de
ladrones.
Hay barrios, como el barrio por ejemplo de Altahabana,
donde viven numerosos médicos, en que ellos nos han informado el estado de
inquietud en que viven sus familias con motivo de esas actividades. Y otros muchos barrios, pues, ¿por qué? Porque andan “por la libre” los rateros (DEL
PUBLICO LE DICEN: “¡Que
se vayan a trabajar!”), y sencillamente se impone como un deber de la
Revolución el combatir de manera eficaz ese mal y adoptar medidas severas
(APLAUSOS).
Mientras puedan salir a la calle con una fiancita de
100 pesos, esos negocios organizados, porque ellos tienen su red de
distribución y de comercialización de los productos que obtienen con el robo,
no les cuesta ningún trabajo obtener los 100 o los 200 pesos a los
ladrones.
A veces emplean niños, lo cual es peor, emplean
menores de edad para penetrar en las casas y abrirlas. Resultado: la necesidad de tomar medidas
severas. En primer lugar exclusión de
fianza (APLAUSOS); pero eso no es suficiente, quien roba en un domicilio donde
se encuentra una familia, es decir que robe con el peligro para la familia de
ser víctima de la agresión física, es decir robo con violencia en el domicilio
y en las personas, pena capital (APLAUSOS PROLONGADOS). Quien robe haciéndose pasar por un agente de
la autoridad, pena capital (APLAUSOS); y quien robe empleando menores de edad,
con tanta más razón pena capital (APLAUSOS y
EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel,
paredón para el ladrón!”).
Nosotros sabemos, nosotros sabemos que el delincuente
es un producto de la sociedad, que el delincuente es un producto de esa
sociedad abolida; pero no por eso podemos dejar de tomar medidas para proteger
a las familias, para proteger a la sociedad de ellos, para proteger al pueblo
de sus actividades. No podemos dejar de
tomar medidas drásticas, porque de otra manera quedaría la sociedad expuesta al
libre albedrío de estos elementos antisociales.
Y hay que combatirlo como se combate una enfermedad, como se combate una
plaga, como se combate una epidemia.
(ALGUIEN DEL PUBLICO HACE REFERENCIA A LOS
BILLARES). ¡Bien dicho!, el de ese
compañero que nos ha recordado los billares (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES). Nosotros no hemos discutido ese problema,
pero muchos compañeros se nos han acercado para hablarnos de él, de la cantidad
de vagos y de lumpen que se reúnen en muchos de esos sitios.
Yo les decía, compañeros, que nos quedaba mucho por
hacer, pero mucho, porque queda todavía una cantidad de focos infecciosos de
delincuencia y de vagancia, y sobre todo quedan las clases sociales que
sostienen y alimentan esos focos, los vicios que los originan. Porque, ¿qué es ese ladrón si no el producto
de una sociedad que deshonra el trabajo, y que anatematiza el trabajo: el
capitalismo? ¿Qué son esos vagos? Porque no son solo los ladrones: hay otros
subproductos del capitalismo y de los reaccionarios y de los explotadores,
subproductos que hemos recibido en abundancia, porque si bien no nos dejaron
fábricas, nos dejaron vicios de todas clases en este país.
El imperialismo es pródigo en crear todos esos
vicios. Todo el mundo recuerda lo que
ocurría en Guantánamo cuando los “marinos” andaban “por la libre”; y todo el
mundo sabe lo que ocurre donde se encuentran las fuerzas yankis, cuánta
corrupción, cuánto vicio introducen, porque ellos necesitan “entretener” a su
soldadesca.
El producto a que me estoy refiriendo no es
precisamente la prostitución ahora, mal y vicio, lacra contra la que luchamos
pacientemente, cautelosamente, cuidadosamente, y con métodos adecuados; porque
esas son las víctimas, ese es otro subproducto de la sociedad capitalista, que
de tal manera degradaba a la mujer, que de tal manera la privaba de medios de
vida, de medios decorosos para vivir, que de tal manera arrastraba a decenas y
decenas de miles a esos repugnantes oficios.
No, no estaban abiertas las puertas de las profesiones
técnicas, o de muchas profesiones técnicas, a las mujeres; no ingresaba
prácticamente un 50% de muchachas en la escuela de medicina para hacerse
médicos, o para hacerse enfermeras, o para hacerse maestras (APLAUSOS); no se
convertían en administradoras de miles y miles de tiendas, como con la última
ley de nacionalización decretada.
No. El panorama
de la vida para la mujer era otro muy distinto, y muy distinto al honroso
porvenir y al porvenir digno que cualquier mujer hoy tiene aquí en nuestra
patria. Porque algunos de esos que han
sacado a sus hijitas del país, las han sacado del país donde la mujer empieza a
tener plenos derechos, todas las oportunidades, y donde la prostitución en sus
mil formas está siendo abolida, para llevarlas al país que es el vivero ideal
de todos los vicios.
Porque no en balde, y no es casualidad, que los
contrarrevolucionarios se llevaran para Miami sus garitos, su bolita, y sus actividades
ilícitas; no es casualidad que fundaran muchos prostíbulos allá en Miami y en
otros muchos sitios de América donde han ido a parar.
Hay otros males a los que iba a referirme, y que es el
del vago, el lumpen; lumpen, incluso, de altos ingresos, hijos de burgueses,
que ni estudian ni trabajan. ¿Qué
esperarán? ¿Que vuelva el capitalismo
para vivir de vagos? ¿Que sueñan? ¡No sé qué soñarán, porque ahora los
imperialistas parece que no los quieren recibir, no quieren recibir a los
burgueses en Miami ni en Estados Unidos!
¡Qué curioso! La Revolución
resistió el drenaje, la campaña colosal por llevarnos a los técnicos del país,
haciendo campañas contra la Revolución de la emigración que salía.
Claro está que ellos se cuidaban muy bien de presentar
el problema de la emigración de Cuba como un problema relacionado con la
Revolución, y la Revolución lo único que había hecho era cambiar el carácter de
esa emigración, y la composición de esa emigración, porque antes emigraban
muchos infelices, muchos que no tenían dónde trabajar.
Y ustedes recordarán, antes de la Revolución, en las
décadas del 40 y del 50, las inmensas colas frente a la embajada yanki pidiendo
visa. Y lo difícil que era conseguir una
visa. Cuando vino la Revolución, les
abrieron las puertas de par en par a los que quisieran irse; ¡y la Revolución
las abrió también de par en par para los que quisieran irse!
Pero, ¿qué ha ocurrido? Los imperialistas cerraron sus puertas;
perdieron la batalla frente a la Revolución, perdieron la batalla. Y así, la gusanera no dirá que nosotros
tenemos la culpa. No; ¡porque nuestras
puertas, están abiertas para los que deseen abandonar el país! (APLAUSOS.)
Ellos dieron decenas de miles de visas y ahora
suspendieron el transporte. Como ustedes
saben, el Gobierno permitió la salida en los barcos que traían el pago de la
indemnización, y así salieron tres barcos.
Pero en el cuarto barco, ¿qué inventaron los imperialistas? Pues inventaron un barco alemán, que llegaba
aquí y de aquí se iba para Alemania, para no darle chance a salir a nadie.
Suspendieron las líneas; alegaron que era
incosteable. Se discutió la posibilidad
de que de los dólares que pagaran los que salían, la mitad quedase en Cuba y la
mitad lo recibiese la compañía —dólares que, por supuesto, tenían que mandarles
de afuera. Es decir, que el Gobierno
cubano no ha puesto obstáculo alguno; las agencias imperialistas tratan de
ocultar la verdad, porque evidentemente no quieren problemas allá con la
gusanera —¡qué tienen bastantes ya, al parecer!
Y, ¿qué ocurrió?
Que les dieron permiso a decenas de miles de personas para ir a residir;
muchas de ellas renunciaron a sus trabajos, en muchos casos magníficos y
suculentos empleos a la sombra; muchos que no eran burgueses y pertenecían a la
aristocracia, o a la pequeña burguesía, y ahora los embarcaron; los embarcaron
una vez más.
¿Se van a quedar?
¡Pues que no piensen recuperar el empleíto cómodo! (APLAUSOS.)
Porque nosotros entendemos que deben ir a realizar trabajo físico, que
es el que hace más falta en este momento, y que se vayan a trabajar en la
agricultura. ¡Les damos trabajo a todos,
si quieren, en la agricultura! Y con
perdón de los campesinos, que no sería más que un refuercito, ¡y no de mucha
monta! (RISAS.) Pero, si quieren, que empiecen por el
campo.
Y sería bueno recomendar a nuestros administradores, a
esos a veces magnánimos, y excesivamente magnánimos empleadores, que sin
revisar los cálculos de gastos en las empresas son demasiado generosos en
aumentar las nóminas, les recomendaría que se fijaran bien no fuesen a darles
cabida otra vez a esos señores que tenían su visa y todo listo, hasta que los
yankis vinieron y les cortaron la salida (APLAUSOS).
¡El país “libre”!
Norteamérica; el país del “mundo libre”, el país “libre”, que no deja
venir a nadie aquí; que se atemorizó y se asustó ante la posibilidad de que a
Cuba pudiera venirse libremente, y prohibió el venir al país; e incluso condenó
a elevadas sumas de multa a un valeroso periodista negro que se atrevió a venir
a Cuba (APLAUSOS). ¡Qué ridículo ha
quedado ante nuestro país y nuestra Revolución el país “libre”! ¡Qué ridículo, que no deja salir a nadie para
visitar a Cuba! ¡Frente al país que deja
salir al que quiera y permite entrar al visitante de cualquier país del mundo
que quiera! ¡Que permite venir a los
norteamericanos que quieran! ¡Que no
cierra sus fronteras a nadie!
¡Qué posición tan ridícula tienen frente a nuestra
patria, frente a nuestro país! ¡Y los
que han quedado en una posición más ridícula aun son los últimos “embarcados”,
los que se iban para el “mundo libre” y el “mundo libre” les tiró las puertas
en las narices! (APLAUSOS.)
Ahora, claro está, si quieren vivir aquí, no puede ser
de vago, no puede ser de vago. Aquí hay
que trabajar (APLAUSOS). Que no le anden
buscando —no sé cómo dice el refrán— “la pata al gato”, “los cuatro pies al
gato”, ustedes me entienden bien lo que yo quiero decir. Que la Revolución no tiene ninguna obligación
de tolerar vagos, no tiene ninguna obligación de tolerar parásitos; la
Revolución sostiene al joven, al enfermo, al inválido, al viejo, todo para
ellos; son los únicos que tienen derecho a vivir del trabajo de los demás: los niños, los
enfermos, los inválidos y los ancianos.
¿Pero vagos, vagos viviendo de los demás? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Por qué?
¿Creen acaso que nuestro proletariado va a estar dispuesto a romperse la
vida trabajando en nuestras fábricas y en nuestros campos produciendo para
ellos? ¿Qué derecho tienen? ¡Ningún derecho! y
que se despabilen, y que anden derecho, y que sepan que aquí tienen que
trabajar para vivir (APLAUSOS).
Claro, por ahí anda un espécimen, otro subproducto que
nosotros debemos de combatir. Es ese
joven que tiene 16, 17, 15 años, y ni estudia, ni trabaja; entonces, andan de
lumpen, en esquinas, en bares, van a algunos teatros, y se toman algunas
libertades y realizan algunos libertinajes.
Un joven que ni trabaje, ni estudie, ¿qué piensa de la vida? ¿Piensa vivir de parásito? ¿Piensa vivir de vago? ¿Piensa vivir de los demás? Si los imperialistas no los reciben allá en
su “mundo libre”, que se preparen también a trabajar (APLAUSOS).
Ese subproducto del capitalismo tampoco lo
toleramos. Porque hay algunos burgueses
que han dicho: “no
mando mis hijos a la escuela”. Entonces,
ni estudian ni trabajan. Y a veces ni a
las hijas. ¿Qué porvenir les van a
deparar a esas niñas? ¿Tanto las
quieren, que no las quieren ver convertidas en una estudiante o en una
trabajadora? ¿En qué las quieren ver
convertidas?
(DEL PUBLICO LE DICEN ALGO AL DOCTOR CASTRO)
Vamos a atender lo esencial, no desviarnos ahora en
los detalles.
¿Y qué ocurre?
Que ese tipo existe, y los hay por ahí con responsabilidad de sus
familiares, con responsabilidad de sus familiares, aprendiendo a lumpen,
aprendiendo a vagos, aprendiendo a delincuentes.
Claro que no chocan contra la Revolución como sistema,
pero chocan contra la ley, y de carambola se vuelven contrarrevolucionarios
(RISAS). Porque en la Revolución ven la
ley, y ven el orden, son contrarrevolucionarios, y lo que son unos... Bueno, lo que son todos los
contrarrevolucionarios (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS). Porque son unos descarados, tan descarados
como todos los contrarrevolucionarios.
Porque, señores, no se olviden de esto, sobre todo
ustedes, jóvenes; no se olviden de esto, ténganlo siempre presente: que al igual que la Revolución une lo mejor,
lo más firme, lo más entusiasta, lo más valioso; la contrarrevolución aglutina
a lo peor, desde el burgués hasta el mariguanero, desde el esbirro hasta el
ratero, desde el dueño de central hasta el vago profesional, el vicioso; y todo
ese elemento se junta para dar batalla a la ley, y a la Revolución, a la
sociedad, para vivir de vagos, para estorbar.
Todo, lo peor, se junta. No lo
olviden nunca, no lo olviden nunca.
Entonces, mucha de esa gente están en esos sitios: en los billares, en
las esquinas, en los bares; quedan muchas cosas. Pero hay que estudiarlas, hay que
estudiarlas. Lo importante es el
principio, el principio de que no podemos permitirles aspirar a vagos.
(DEL PUBLICO LE DICEN: “¡Los flojos de pierna, Fidel!”, “¡los
homosexuales!”)
¡Un momento! Es
que ustedes no me han dejado completar la idea (RISAS y APLAUSOS). Muchos de
esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos
demasiado estrechos (RISAS); algunos de ellos con una guitarrita en actitudes
“elvispreslianas”, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a
algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la
libre.
Que no confundan la serenidad de la Revolución y la
ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no puede darles
cabida a esas degeneraciones (APLAUSOS).
La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de
degeneraciones.
¿Jovencitos aspirantes a eso? ¡No!
“Arbol que creció torcido...”, ya el remedio no es tan fácil. No voy a decir que vayamos a aplicar medidas
drásticas contra esos árboles torcidos, pero jovencitos aspirantes, ¡no!
Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy
un técnico en esa materia (RISAS), pero sí observé siempre una cosa: que el campo no
daba ese subproducto. Siempre observé
eso, y siempre lo tengo muy presente.
Estoy seguro de que independientemente de cualquier
teoría y de las investigaciones de la medicina, entiendo que hay mucho de
ambiente, mucho de ambiente y de reblandecimiento en ese problema. Pero todos son parientes: el lumpencito, el vago, el
elvispresliano, el “pitusa” (RISAS).
¿Y qué opinan ustedes, compañeros y compañeras? ¿Qué opina nuestra juventud fuerte,
entusiasta, enérgica, optimista, que lucha por un porvenir, dispuesta a
trabajar por ese porvenir y a morir por ese porvenir? ¿Qué opina de todas esas lacras? (EXCLAMACIONES.)
Entonces, consideramos que nuestra agricultura
necesita brazos (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”); y que esa gusanera
lumpeniana, y la otra gusanera, no confundan La Habana con Miami. Parece que no han adquirido conciencia clara
del país que están viviendo, y parece que pretenden
ignorar que el proletariado tiene la mano dura, porque trabaja duro, con
hierros. Y el proletariado tiene la mano
dura cuando hay que tenerla. Serenamente
sabe tener su mano dura cuando hay que tenerla, sin extremismos. Somos enemigos de los extremismos, somos
enemigos de los métodos incorrectos, somos enemigos de la chapucería; pero eso
no quiere decir que la Revolución no tenga la mano dura y que nuestros
trabajadores no tengan la mano dura, porque nuestros trabajadores saben que el
enemigo imperialista la tenía dura, y muy dura.
Y los trabajadores que conocen la historia de la Comuna de París,
nuestros trabajadores que conocen la historia de España, nuestros trabajadores
que conocen la historia en aquellas ocasiones en que el proletariado ha tenido
que sufrir la mano de la reacción, sabe lo que pretende para él la
contrarrevolución, lo que pretende para nuestro pueblo, para nuestros jóvenes,
para nuestras mujeres, para nuestros campesinos, para nuestros obreros, para
nuestros soldados, para nuestros milicianos.
Hay veces que me pregunto qué se imaginarán esos
señores. Cuando cualquiera cruza por la
Sta. Avenida y ve tantas y tantas casas
que albergan decenas y decenas de miles de jóvenes, tantas escuelas, tantos programas
en acción, pensamos: ”¿Qué
se creen estos señores? ¿Pensarán
recobrar esto, pensarán recuperar sus casitas y echar a las calles a los hijos
de nuestros obreros y de nuestros campesinos, echarlos de nuestras escuelas
preuniversitarias y tecnológicas, echarlos de nuestras universidades, echar a
los niños de las granjas infantiles establecidas en muchas de esas fincas de
recreo? ¿Qué pensarán? ¿Soñarán con esos sueños dantescos? ¿En qué mundo viven? ¿Qué se imaginan de nuestro pueblo, qué se
imaginan de nuestros jóvenes, qué se imaginan de nuestros proletarios, qué se
imaginan de nuestros campesinos, qué se imaginan de los hombres y mujeres
dignos que en tan elevado número ha dado esta tierra?”
¡Que no sueñen siquiera que van a encontrar una piedra
en pie! ¡Ni una piedra en pie en este
país, yankis insolentes, imperialistas desbocados, promotores de guerras,
azuzadores de guerra, charlatanes! ¿Qué
se imaginan, politiqueros de baja ley, que han convertido a nuestra patria en
cabeza de turco de sus campañas políticas, de sus aspiraciones inconfesables,
monopolistas de uno y otro partido, que son iguales? ¿Qué se imaginan y qué se creen? ¡Ilusos! Que no ven el mundo de hoy tal como
es, y cierran los ojos como el avestruz, que pretenden ignorar un continente en
ebullición, que pretenden curar los males de América con recetas de mercuro
cromo, el hambre y la espantosa miseria.
Y, en la medida en que se desesperan con su fracaso en
América, en la medida en que la ola revolucionaria crece en América, crece su
histeria y crece su odio. ¡Y deben saber
que de este país no podrán recoger ni el polvo, o —en todo caso— el polvo de
que hablaba Maceo, amasado con nuestra sangre!
(APLAUSOS.) Por las armas que
tenemos y las armas que están pasando a nuestras manos, y que son adecuadas
para recibir, como se merece, a cualquier agresor.
Porque, ahora mismo, estamos reclutando el personal
para nuestras armas más modernas. Y
necesitamos técnicos (APLAUSOS), necesitamos estudiantes de la facultad de
tecnología, necesitamos personal con alto nivel. Y lo que hemos acordado es, primero,
seleccionarlo en las Fuerzas Armadas, después en los centros de trabajo
(APLAUSOS). Porque hay muchos centros de
trabajo donde hay jóvenes buenos, jóvenes revolucionarios, que están
trabajando, realizando una tarea que no es de mayor importancia, cuya plaza,
incluso, pudiera amortizarse. Porque lo
que nosotros hemos pedido en los ministerios es que la plaza de cualquier joven
que pase a prestar este servicio se amortice para hacer economías. Y, en último término, algunos estudiantes,
dado que necesitamos personal con un elevado nivel de cultura y conocimientos
técnicos para saber utilizar las armas modernas que están a nuestra disposición
(APLAUSOS).
Y tenemos que prepararnos, tenemos que prepararnos en
todos los frentes, en todos los frentes: en el de la producción, en el del
estudio, con todas las medidas de reorganización que se están haciendo, y en la
defensa. No descuidar de ningún
frente. Poder contar con magníficas
unidades de combate para que los imperialistas no sueñen siquiera que van a
coger mangos bajitos en nuestro país.
Ellos saben que Cuba pelea, lo aprendieron en Girón,
lo saben requetebien (APLAUSOS). Todavía
están discutiendo qué pasó, qué pasó y cómo pasó. Discuten y discuten, pero pasó lo que pasó
porque tenía que pasar, porque les dimos su merecido, porque los recibimos,
naturalmente, no como ellos lo esperaban.
Ya podremos otra vez hablar de eso, porque los oímos discutir y no saben
de la misa la mitad. Que si
bombardearon, que si no bombardearon, que si tenían que hacer otro bombardeo y
no lo hicieron. Y creían que nosotros
estábamos de bobos aquí, con los brazos cruzados. Y nunca estaremos de bobos, nunca estaremos
con los brazos cruzados. ¡La Revolución
no se cruzará nunca de brazos!
(APLAUSOS.)
Y la Revolución tomará siempre todas las medidas, de
orden nacional y de orden internacional (APLAUSOS). Y dará todos los pasos para defenderse, para
resistir.
Ellos cuentan, sueñan, acusan al señor Kennedy de que
no tiene una política determinada, clara, que obtenga resultado. Pero, ¿dónde está esa política, dónde puede
estar esa política?
Es que no existe esa política ni puede existir. Y la otra, la que proponen los guerreristas,
lleva a su propio desastre.
Porque nosotros hemos hecho nuestros cálculos
también. El Pentágono calcula, y
nosotros calculamos. Ellos se imaginan,
y nosotros nos imaginamos también. Ellos
dan ciertos pasos, y nosotros damos también ciertos pasos (APLAUSOS).
Así pasó cuando Girón.
Calcularon y volvieron a calcular, y se equivocaron. Pues bien: la próxima vez, la próxima vez,
también se van a equivocar. Y con la
Revolución van a estar equivocados siempre hasta que aprendan la lección, y
hasta que comprendan que el único camino que les queda es respetar la soberanía
de este país, la dignidad de este país, el derecho de este país, la
autodeterminación de este país, la independencia de este país (APLAUSOS). Y todo otro camino estará equivocado.
¡A prepararnos, pues, en todos los frentes! ¡A trabajar con entusiasmo siempre, no
importan los obstáculos, no importa la acción del enemigo, no importan los
ignorantes! ¡La razón la tenemos nosotros,
el derecho lo tenemos nosotros, la energía la tenemos nosotros, la iniciativa
la tenemos nosotros, la historia la tenemos con nosotros!
Compañeras y compañeros estudiantes, futuros técnicos
de la patria, vanguardia intelectual y revolucionaria de nuestro pueblo: ¡A luchar, a
trabajar, a organizarnos! ¡A organizar
nuestro Partido, a desarrollar nuestras organizaciones de masa, a combatir al
enemigo en todos los frentes, a dar la batalla dondequiera que tengamos que
darla, y a prepararnos para todas las contingencias! ¡Las contingencias
no nos asustan¡ ¡Los imperialistas tienen
mucho más que perder que nosotros! Nosotros aquí, hoy, podemos decir aquello
que dijeron Marx y Engels en su Manifiesto Comunista: “¡Los proletarios no tienen otra cosa
que perder que sus cadenas!”
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)