Discurso
pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Partido
Unido de la Revolución Socialista y Primer Ministro del Gobierno
Revolucionario, en la fábrica Electrosila, en Leningrado, el día 15 de mayo de
1963.
(Departamento de Versiones Taquigráficas del
Gobierno Revolucionario)
Queridos
trabajadores de la fábrica de fuerza eléctrica;
Querido
pueblo de Leningrado:
La Revolución de
Octubre comenzó por Leningrado, es decir, todo lo que la URSS —que nosotros
hemos estado recorriendo— es hoy día, comenzó aquí. Pero, por lo visto, nosotros hemos hecho al
revés: estamos
terminando por aquí (Aplausos).
Y, en realidad,
después de un recorrido largo, nos sentimos un poco cansados. Parece ser que tenemos una gran resistencia
para el esfuerzo físico, pero no tenemos la misma resistencia para los
esfuerzos emocionales. Y, en realidad,
hemos estado haciendo un extraordinario esfuerzo en ese sentido desde que
llegamos a la URSS.
Pero, ¿es que todavía
los soviéticos no se dan cuenta de todos los honores y todas las pruebas de
amistad y de afecto que nos han ido dando constantemente?
Quizás nuestro oficio
habría sido mejor como metalúrgico, igual que ustedes, y no de Primer Ministro,
no de dirigente revolucionario (Aplausos).
Aunque yo comprendo
que ustedes no hacen ahora muchos esfuerzos físicos; tienen máquinas que hacen
el trabajo de miles de hombres, lo están automatizando todo.
Hemos visitado uno de
los talleres; nos encontramos con un obrero y nos explicó que estaba retirado
ya, pero que venía todos los días a trabajar en la fábrica. Estaba viendo un torno, cómo trabajaba; en
realidad, nosotros pensamos:
es un bonito trabajo.
¡Qué cosa tan
emocionante es ver el cariño que un obrero le toma a su trabajo, y cómo después
no concibe la vida sin esa tarea!
Claro que eso solo
puede ocurrir bajo el comunismo. No se
concibe que ese mismo obrero, en una sociedad capitalista, donde es
despiadadamente explotado, se presente a trabajar. Y esa es la gran tragedia de los trabajadores
que viven bajo el capitalismo.
Cuando nosotros
visitamos Volgogrado, fuimos a la hidroeléctrica, y entonces preguntamos dónde
habían hecho aquellas máquinas. Y nos
dijeron: “En
Leningrado” (Aplausos).
Cuando visitamos
Irkutsk fuimos a la hidroeléctrica —lo primero que cada ciudad enseña es su
hidroeléctrica—, y les preguntamos: “¿Dónde hicieron esos generadores?” y
nos dijeron: “En Leningrado” (Aplausos).
Vamos a Bratsk,
aquella obra impresionante, unos generadores potentes, unos ejes fuertes;
hicimos la misma pregunta y nos volvieron a dar la misma respuesta: “En Leningrado”
(Aplausos).
Por todas partes
hemos ido viendo el trabajo de ustedes, por todas partes hemos ido conociendo
los productos de esta fábrica. Y en
realidad, que tienen máquinas impresionantes.
Han puesto todos los ríos a trabajar para el pueblo soviético, con una
energía de millones y miles de millones de caballos de fuerza.
Han puesto a la
naturaleza, la han dominado realmente, la han puesto a trabajar para el hombre,
no para explotar al hombre; no para
acumular fuerzas con qué oprimir al hombre, sino para liberar al hombre, para
ayudar a la libertad del hombre.
Eso es lo que ustedes
están haciendo con la Revolución, con la larga y hermosa historia que la
Revolución ha recorrido, ya con todos los éxitos que han alcanzado.
Estamos en Leningrado
y a nosotros mismos nos cuesta trabajo creer que al fin hemos podido conocer
esta ciudad tan llena de historia.
Y este acto en este
taller nos recuerda los actos del proletariado de Leningrado en los días que
precedieron a la Revolución, cuando la Revolución se gestaba, y cuando fue
necesario luchar muy duro para defenderla de la reacción.
Esa es la estampa del
Leningrado heroico de todas las épocas.
Trabajadores de
Leningrado: Nuestra
delegación los saluda en nombre de los trabajadores de nuestro país (Aplausos).
Ustedes han hecho
muchos elogios de nuestra Revolución, pero, en realidad, nosotros hemos hecho
muy poco; nosotros, simplemente, estamos comenzando. Eso sí, estamos seguros de que seguiremos
adelante, que la Revolución no podrá ser destruida, porque se asienta en la
fuerza del pueblo y de las masas, y cuenta también con ese escudo tan grande
que es la amistad entre nuestros dos pueblos.
¡Vivan los
trabajadores de Leningrado! (Aplausos.)
¡Viva la amistad
entre Cuba y la URSS!
(Ovación.)