Discurso pronunciado por el
Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Partido Unido de la
Revolución Socialista y Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en la
Universidad “Lomonosov” de Moscú, donde se le hizo entrega del diploma de
“Doctor Honoris Causa”, el día 21 de mayo de 1963.
(Departamento de Versiones Taquigráficas del
Gobierno Revolucionario)
Compañero Ministro de
la Enseñanza Superior;
Compañeros
profesores, trabajadores y estudiantes de la Universidad de Moscú;
Compañeros estudiantes
de la Universidad “Patricio Lumumba” (Aplausos):
Me
gusta reunirme con los estudiantes... (Alguien dice en ruso que no se oye.)
Parece
que hay alguien que no oye bien aquí, pero con la esperanza de que esta vez
pueda oírme, voy a repetirlo:
que me gusta reunirme con los estudiantes —¿lo oyó?— (Aplausos).
Muy a menudo me reúno con ellos en
nuestro país. Desde luego, no en actos
tan solemnes como este. Hoy es una
reunión con los estudiantes y con los profesores. ¿Cuál ha sido el pretexto ideado por ustedes?
Concedernos el titulo de “Doctor Honoris Causa” (Aplausos).
Yo pensaba, desde luego, que es un gran
honor para nosotros. Pero, ¿será justo
ese honor? (Aplausos.)
Nosotros
recordábamos, en primer lugar, nuestra vida de estudiantes universitarios: no éramos muy
buenos estudiantes (Aplausos). Desde
luego, que ese mal ejemplo no lo debe tomar nadie como pretexto para ser
también mal estudiante (Aplausos).
Nosotros
estudiábamos en un medio social completamente distinto al de ustedes: estudiábamos en una
universidad capitalista. Desde luego que
tampoco es un pretexto para ser mal estudiante (Aplausos).
Pero,
en realidad, nos faltaban a nosotros los incentivos que hoy tienen nuestros
estudiantes, y que hoy tienen ustedes.
Desde luego, lo primero que yo hice mal fue estudiar derecho. ¿Qué
derecho estaba estudiando yo bajo la sociedad capitalista? El derecho que le interesa a esa sociedad: el derecho de
propiedad, el derecho mercantil, el derecho hipotecario, y así por el estilo,
muchas de esas instituciones que eran las leyes de una sociedad llamada a
desaparecer.
En
nuestro país, sin embargo, casi todos los jóvenes querían estudiar
derecho. Era, sin embargo, un país
agrícola nuestro país; y por cada 1 000 que ingresaban en la Escuela de
Derecho, menos de 100 ingresaban en la Escuela de Agronomía.
Nuestra
universidad fabricaba abogados por millares; así que yo soy un abogado de los
que se produjeron en serie en nuestra universidad (Aplausos).
Yo
a veces me preguntaba:
¿Por qué estudié derecho, si el derecho de entonces no era el
derecho de ahora, ni el concepto que tenía para nosotros entonces es el que
tiene ahora? Pero debe ser que, cuando
yo era muy pequeño, venían algunas gentes mayores y me decían: “Este va a ser abogado.” Parece que decían que iba a ser abogado
porque discutía mucho.
¡Y
he venido a descubrir que me gusta, por ejemplo, la agricultura mucho! Me gustan otras muchas cosas; no quiere decir
que no me guste el derecho, pero todavía no estoy completamente seguro de
cuáles fueron las causas que me impulsaron a estudiar derecho. Yo le echo la culpa a la sociedad y a la
falta de orientación sobre la vocación de cada cual.
Hoy
las cosas han cambiado en nuestro país.
Hoy muchos menos van a estudiar en la Facultad de Derecho y más en otras
facultades.
Bien. Pero los estudiantes de derecho me oyen decir
estas cosas, y dicen:
“¿El derecho no importa?”, y me preguntan. No, ya no vamos a llamarlos estudiantes de
derecho o de abogacía, como se llamaba antes; vamos a llamarlos técnicos en
ciencias jurídicas o en cuestiones jurídicas (Aplausos).
En
nuestra universidad se graduaban millares de alumnos y después no tenían dónde
trabajar; se concentraban en la capital de la República abogados, médicos,
ingenieros; muchos de ellos no tenían empleo.
Hoy, naturalmente, como consecuencia de los cambios ocurridos en nuestro
país, lejos de sobrar, faltan técnicos.
Estoy
completamente seguro de que nunca jamás volverán a sobrar técnicos, por muy
grande que sea su número.
Hablando
sobre estas cosas del derecho, sí quiero decirles que para nosotros ha
significado una gran satisfacción, cuando nos ponemos a pensar en el derecho
que nosotros estudiamos, desde el derecho romano —algunas de cuyas
instituciones tenían vigencia todavía en la sociedad capitalista—, y para
nosotros fue una gran satisfacción saber que ese derecho ha sido abolido en
nuestro país (Aplausos).
Si
el título de Doctor Honoris Causa nos lo dan por todas las leyes malas que la
Revolución ha echado abajo, podríamos aceptarlo (Aplausos). Porque, efectivamente, una revolución
consiste, en primer término, en destruir las leyes injustas de la vieja
sociedad; no hay duda de que nuestra Revolución ha sido destructora de leyes. Las leyes más justas, el nuevo ordenamiento
jurídico de la sociedad nueva, eso es lo que tratamos de crear ahora
(Aplausos).
Hemos
cumplido, en gran parte, la primera tarea: destruir leyes injustas; y estamos
viendo, y tenemos por delante, el cumplimiento de la otra tarea: crear leyes que respeten y que regimenten la
nueva vida. Desde ese punto de vista, los méritos de nuestra Revolución están
por adquirir.
Nosotros,
a los estudiantes de derecho les recomendamos la importancia que tienen sus
estudios, les explico cómo todavía hay muchas cuestiones de procedimiento que
resolver de una manera revolucionaria; les recomendamos incluso que vayan al
pueblo, que vayan a los campos, que estudien la vida del pueblo, para que en
las nuevas condiciones de nuestro país sugieran un procedimiento adecuado a la
solución de todos los conflictos que tengamos y que son, desde luego, menores
en número de los que surgen en la sociedad capitalista.
En
nuestro país igualmente están por resolver muchas cuestiones de tipo
institucional, de tipo constitucional, para darle una forma nuestra al régimen
socialista, que inspirados en el marxismo-leninismo estamos creando (Aplausos).
No
hemos querido hacerlo de una manera idealista; hemos preferido no apurarnos,
puesto que no es un buen procedimiento imaginar leyes e instituciones, y luego tratar
de adaptar las realidades a esas formas ideales (Aplausos). No son las realidades las que deben adaptarse
a las instituciones, sino las instituciones las que deben adaptarse a las
realidades (Aplausos).
Por
eso, nuestros estudiantes de ciencias jurídicas tienen una tarea por delante,
que nosotros los exhortamos a cumplir.
Seguramente mañana ellos lean también, y les sirva de estimulo. Yo pienso en este honor, como un honor a priori para los revolucionarios
cubanos, para nuestros estudiantes de ciencias jurídicas.
Nuestro
país presta también gran atención a las facultades técnicas, a la Facultad de
Ciencias Médicas, a la formación de maestros y de pedagogos. Hoy en nuestro país, para estudiar para
maestro, es necesario empezar por las montañas, pasar un año en las montañas,
adaptándose a la vida dura del campo. Y
así nosotros confiamos en formar nuevas generaciones de maestros que sean
capaces de acudir allí donde el país los necesite.
En
realidad, nuestra Revolución, que no tiene grandes realizaciones, que tiene
muchas tareas por cumplir en todos los frentes, ha realizado en este campo un
gran avance, desde la erradicación del analfabetismo, la duplicación del número
de alumnos de las escuelas primarias, que se elevó de 600 000 a 1 200 000;
estudiantes de las escuelas secundarias que se elevaron de 120 000 a 250 000.
Es
enorme el torrente que avanza hacia los centros superiores de enseñanza;
además, miles de jóvenes cubanos que están estudiando en los países del campo
socialista.
Desde
luego que antes solo podían ir a una universidad extranjera los hijos de los
burgueses, los hijos de los latifundistas, los hijos de los ricos. La Revolución ha podido enviar a estudiar en
los países socialistas a miles y miles de jóvenes humildes, de trabajadores, de
campesinos.
Hoy
la ciencia y la cultura ya no estará en manos de las
minorías privilegiadas; ya no será un instrumento de explotación, sino un
instrumento de justicia, un instrumento de bienestar, un instrumento de
liberación. Gracias a la ayuda técnica
que nos presta la Unión Soviética y los demás países del campo socialista, es
por lo que hoy nosotros estamos venciendo etapas en este orden con gran
rapidez, y podemos ir formando un gran número de técnicos.
Y
así se desarrolla la enseñanza en nuestro país: pensando en el futuro, en la seguridad
de que esa es una base indispensable.
Comunismo
es igual a bases objetivas materiales más educación.
La
abundancia sola por sí misma, no formaría un ser humano mejor. La abundancia
equitativamente repartida entre todos (Aplausos), sin explotación, más
educación, es lo que hace a un ser humano superior (Aplausos).
Aquí
se encuentran presentes estudiantes de distintas partes del mundo, algunos de
países socialistas, otros, de países que aun viven bajo el capitalismo. Cada uno de ellos tiene sus tareas. Aquí están miles de estudiantes soviéticos,
donde ya se comienza a construir el comunismo. Ustedes tienen también delante
una gran tarea.
Todo
no está hecho todavía en vuestro país.
Afortunadamente para ustedes mucho está todavía por hacer,
afortunadamente para ustedes muchas glorias les quedan todavía por ganar
(Aplausos). Las generaciones que los
precedieron hicieron la revolución, construyeron el socialismo y han creado las
condiciones para iniciar la construcción del comunismo. En realidad, esa es una hermosísima tarea.
A
nosotros no se nos olvidará una frase que escuchamos en un concierto, en el
Palacio de los Congresos. Esa frase
decía que si será una gran felicidad vivir en el comunismo, mayor felicidad es
aun construir el comunismo (Aplausos).
Un
día el gran escritor Polevoi nos pidió que dijéramos algunas palabras a los
jóvenes. Nos decía: “¿Qué deben hacer los jóvenes, los
jóvenes que tienen y tendrán siempre inquietudes? Necesitarán siempre hacer algo y crear
algo. ¿Qué harán cuando no haya
revoluciones que realizar?”
Yo
le decía que alguna vez me había planteado ese problema: “¿Qué habría sido de nosotros, jóvenes
con inquietudes, en una sociedad sin clases, en una sociedad justa, y, sin
embargo, que hubiéramos nacido al mundo con esa inquietud y esa vocación
revolucionaria?”
Me
decía: “Cuando
se haya construido el comunismo habrá desaparecido la etapa de las revoluciones
sociales, pero entonces quedará una grande, inmensa, infinita revolución que
hacer, y es la revolución contra las fuerzas de la revolución de la
naturaleza.” ¡Y la revolución de la
naturaleza no terminará nunca!
Esa es la tarea de la ciencia, y esa es
la tarea de la juventud. Ahí tienen un
campo donde ser eternamente revolucionarios (Aplausos y exclamaciones de: “¡Fidel!,
¡Fidel!”). Revolución tan
extraordinariamente hermosa, como las propias revoluciones sociales que
llevaron al poder a los obreros, a los campesinos y que comenzaron el camino,
el grande y glorioso camino. Por eso
serán siempre inmortales, por eso siempre los jóvenes deberán mirar hacia Marx,
hacia Engels, hacia Lenin, los fundadores de la teoría, los constructores del
primer Estado socialista, por la hermosa oportunidad que abrieron a la
humanidad.
Jóvenes
soviéticos: en
muchas partes del mundo millones de jóvenes como ustedes asisten a las
universidades en las sociedades capitalistas, sin saber cuál será su porvenir,
cuál será su vida, cuál será su papel en medio de aquella sociedad de
injusticias. Ustedes tienen la fortuna
de ser los jóvenes que viven la época en que desde las aulas universitarias
saben cuál será su vida, saben cuál será su destino, saben cuál será su
porvenir. No hay que recibir esto como
hijos pródigos, hay que saberlo apreciar en todo lo que vale.
Nosotros,
que acabamos de salir de esa sociedad, no podemos menos que alegrarnos de
encontrarnos hoy ante una masa como esta (Aplausos), que tiene por delante
todas las razones para sentirse orgullosa, para sentirse optimista, para
sentirse feliz. ¡La ciencia vencerá!
¡Vivan los jóvenes!
¡Vivan los estudiantes!
¡Viva la ciencia! (Aplausos.)
¡Crezca
siempre la amistad, tan honda y tan fraterna, entre los jóvenes soviéticos y
los jóvenes cubanos!
Muchas
gracias.
(Ovación.)