DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL PARTIDO UNIDO DE LA
REVOLUCION SOCIALISTA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA ASAMBLEA DE LOS MILITANTES DEL
PARTIDO Y TRABAJADORES EJEMPLARES DEL SECTOR DE LA CONSTRUCCION, EFECTUADA EN
EL LOCAL DE LA DIRECCION NACIONAL DEL PURS, EL 30 DE JUNIO DE 1963.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros
miembros del Partido del sector de la construcción:
Hemos presenciado la participación de distintos
compañeros en esta reunión, muchos más desean hacerlo y desde cierto punto de
vista es útil, puesto que cada uno trae algo de interés que expresar; pero
también es de interés el tiempo, y que nos acostumbremos también no solo a discutir
y no solo a reunirnos, sino reunirnos y, con la mayor brevedad posible,
resolver los problemas con la mayor concreción y prontitud posibles para que no
caigamos en este vicio de muchas reuniones, muchas reuniones y más reuniones, y
de todas maneras el exceso de reuniones trae como consecuencia también la
disminución de la producción y ciertas pérdidas de tiempo que se pueden
invertir en trabajar, en estudiar, e incluso —si se trata de un domingo como
hoy— pueden invertirlo en reunirse con la familia, con los hijos, y descansar y
pasear ese domingo también (APLAUSOS).
Me parece que se puede hacer un resumen de lo que se
quiere y por qué se quiere, de las ventajas de lo que se quiere, y analizar
aquí algunas cosas que todavía no han sido analizadas. El problema ni siquiera es complicado, aunque
a primera vista pueda parecerles a ustedes complicado, ni debemos tener temor
de ir a la masa a exponerle ciertas cuestiones que si se exponen bien se
comprenden perfectamente bien, e incluso se pueden apreciar las ventajas de esa
medida.
Aquí no se trata ni siquiera de una cuestión de
ahorro, es decir, de tomar la medida simplemente para ahorrar tanto. Yo creo que la organización y con ello la
economía puede ganar mucho con el pago por separado del salario y el descanso
en la oportunidad de las vacaciones. Y,
al mismo tiempo, eso puede significar para los trabajadores ventajas desde el
punto de vista económico —se lo voy a explicar—, y para la economía ahorros
mucho mayores. Porque lo que interesa en
economía no es ahorrar 9 millones de pesos —ó 10—; puede interesar a la
economía pagar en vez de 10, 20, 30, si en definitiva eso se va a redundar en
40, 50, en 60 millones en bienes producidos.
Nosotros tenemos que olvidarnos de esas cuentas abstractas y empezar a
pensar en una aritmética —si ustedes quieren— concreta y económica. Nosotros tenemos que aprender a pensar
económicamente y con una aritmética económica.
Porque ustedes no pueden divorciar de ninguna manera
sus intereses como clase trabajadora de sus intereses como clase dirigente y
gobernante del país, como clase propietaria de la riqueza del país. Porque la aritmética de antes era la
aritmética de una clase explotada y sojuzgada y la aritmética de una clase dominante
y explotadora, en que cada vez que le sacaban un centavo al trabajador iba para
sus bolsillos; mientras que cuando ahora el trabajador ahorra un centavo, que
malgasta y que bota, ese centavo va para sus bolsillos precisamente. Es decir, no está ahorrando para otra clase,
está ahorrando para sí.
Este problema que se ha planteado, y para el cual
nosotros hemos reunido a los militantes del Partido dentro de la sección de la
construcción, y lamentando que aún no estén organizados los núcleos en todos
los centros de trabajo de la construcción, porque ello naturalmente facilitaría
aún más el trabajo, el trabajo coordinado del Partido y de las secciones
sindicales. Este es un problema que
tiene que ver con todo un esfuerzo de reorganización y organización de la
construcción; es decir, que aquí hay que resolver distintos tipos de problemas;
problemas, por ejemplo, de abastecimiento: es un problema a resolver
imperiosamente y sobre el cual se está trabajando duro; problemas de
organización de todo el aparato de construcción, es otro problema sobre el cual
se ha discutido mucho y se está trabajando duro también. No se vayan ustedes a pensar que las críticas
se le hace solamente al trabajador de la construcción
porque ponga menos ladrillos, o porque pueda ser ausentista, o cualquier
debilidad. Aquí las críticas se vienen
haciendo desde hace mucho rato a los distintos niveles, a los distintos
factores que intervienen en la cuestión de la construcción.
Pero es necesario organizarlo todo: el abastecimiento, el ministerio y,
además, los métodos y los sistemas de trabajo con todos los trabajadores. Es decir, que si no vamos a organizar la
fuerza principal, que son los trabajadores, y hacer una organización eficaz y
con normas, entonces de nada vale que se resuelvan los problemas de
abastecimiento y administración.
Y es por eso que se está discutiendo este punto. Hubo un tiempo, meses atrás, en que era tal
el número de trabajadores de la construcción, que realmente temíamos que si se
trabajaba de verdad iban a sobrar; y entonces estábamos tratando de ver cómo
resolvíamos el problema con el excedente para que no se quedara nadie sin
trabajo. Y una de las fórmulas que
surgieron era la del descanso, puesto que eso implicaba que un número de
obreros estaba supliendo a otros en los días que estuvieran descansando.
Sin embargo, ya esa no es la causa principal, porque
se estudiaron las posibilidades de construir al máximo, se ampliaron las
inversiones, y como consecuencia de ello, solo en algunos lugares aislados
tenemos problemas de algún excedente de personal. Pero a pesar de eso, de que ya no existe esa
causa, sin embargo, por una serie de causas y con vistas a la organización,
sigue siendo conveniente esta medida de pagar el salario básico por un lado y
pagar las vacaciones por otro, y que efectivamente las vacaciones se utilicen,
se disfruten.
En este primer punto hay una cuestión de principio,
porque hay que partir del principio de que el descanso es necesario; si se
renuncia a ese principio, estaríamos cometiendo un error, y ese error lo hemos
estado cometiendo.
Ahora, preguntémonos de dónde procede ese error. De la época del desempleo, de la época de los
contratistas y de la época en que los trabajadores no tenían asegurado su
trabajo y que, por lo tanto, trabajaban tres meses y luego paraban cuatro. No podía establecerse ningún sistema de
vacaciones con los obreros de la construcción.
Pero desde el momento en que no existe ese problema, y desde el momento
en que el trabajador de la construcción tiene asegurado el trabajo todo el año,
ya se puede, ya existe la base para plantear la cuestión del descanso.
Se supone que el hombre necesita reponer las energías;
y, en realidad, aunque parezca que no hay descanso ahora, sí lo hay, ¿pero
saben cómo se llama? ¡Ausentismo! Esa es la palabra. No es que ustedes no descansen, los de la
construcción, lo que pasa es que como no tienen un descanso regulado, tienen un
descanso irregular. Y por su propia
cuenta, muchas veces el día que les da la real gana.
Y con eso le voy a responder al argumento del
compañero que habló de las preocupaciones acerca de los ingresos, y le voy a
demostrar cómo, incluso, pueden tener ingresos mucho mayores a pesar de que se
pagaran separados el trabajo y el descanso, porque lo que había que preguntarse
es: cuántos
días están descansando, y si le puede convenir a la economía, el que la gente
descanse el día que le da la gana. E
incluso, si le puede convenir a la salud ese descanso irregular, si le puede
convenir a la familia y si le puede convenir a nadie.
Y así el descanso, que no existe de manera
sistemática, cobra la forma de ausentismo.
Ahora bien, para poder organizar el trabajo también
desde el punto de vista del ministerio, desde el punto de vista de las obras, y
de la planificación y del desarrollo de las obras, es necesario también un
margen mínimo de tiempo para transferir el personal de una obra a otra. Y ahora les voy a explicar: y nosotros podemos pararnos delante de
cualquier masa de trabajadores de la construcción, porque podemos presentarnos
con un racimo de beneficios que la Revolución ha aportado al sector de la
construcción, y de ventajas que la Revolución ha aportado al sector de la
construcción.
Uno de los problemas más trágicos de los obreros de la
construcción era la cuestión del desempleo estacionario y de la inseguridad en
el trabajo. Y por iniciativa del
gobierno, en una reunión, que posiblemente todos la recuerden, porque tuvo
lugar en los talleres de Obras Públicas, por allá por la Vía Blanca, yo hice
una proposición de que se cerrara el circuito y de que no ingresara más
personal en el sector de la construcción.
En aquel momento estábamos pensando en que desapareciera esa competencia
de nuevos y nuevos trabajadores en un sector, que podía aumentar la inseguridad
y el desempleo estacionario de los trabajadores.
Hoy vemos también otros problemas, porque los
problemas económicos y sociales son muy complejos y unos se reflejan sobre
otros. Además, para que mucha gente no
abandonara otros trabajos que estaban haciendo y vinieran a hacer el trabajo de
la construcción, porque es bueno recordar, compañeros, que hay otros trabajos
tan duros como el de la construcción y en algunos casos más duros que el de la
construcción que están peor remunerados que el trabajo de la construcción, y el
resultado puede ser que nadie quiera cortar caña, que nadie quiera estar ocho
horas trabajando sobre un surco, realizando limpias y haciendo determinados
trabajos agrícolas, y prefiera el trabajo de pintor —digamos—, o prefiera
convertirse en albañil —digamos— o, incluso, en operario, aunque nosotros
sabemos que los trabajadores y operarios de la construcción tienen trabajos
duros. Pero incuestionablemente, entre
un trabajo duro y otro trabajo duro, se opta por el trabajo duro mejor
remunerado. Y después la pregunta que
habría que hacerse era:
¿Quién iba a sembrar?, ¿quiénes iban a producir alimentos?,
alimentos que necesitamos todos absolutamente.
Un día hice una crítica —y creo que fue una crítica
bien hecha— contra aquel señor demagogo que califiqué de anarcoloco, porque en
realidad no era otra cosa, que un buen día, por politiquería, en aquellos días
en que había una serie de corrientes, que había gente que adoptaba medidas de
tipo puramente demagógicas, que impensadamente y sin consultar con nadie
decidió un problema como fue el problema de la equiparación de salarios de la
construcción del interior con los de la capital, sin tener en cuenta la
repercusión tremenda que eso iba a tener en la agricultura y en el
desplazamiento de la fuerza de trabajo de la agricultura a la
construcción.
Y precisamente, en aquellos días en que la Revolución
había iniciado una serie de obras para dar empleo, como uno de los tantos
medios para acabar con el desempleo antes de que la agricultura adquiriera un
desarrollo mayor. Luego, la agricultura
fue adquiriendo un desarrollo mayor y después empezaron a presentarse los
problemas de escasez de mano de obra; pero aun en aquellos días en que se
estaba tratando de dar empleo, lo más inteligente no era la equiparación de
aquellos salarios, sino dar el empleo, que era la necesidad inmediata, sin que
se afectara la producción agrícola o que se produjera una competencia
perjudicial entre el trabajo de la construcción y la agricultura.
Uno de los problemas que se estaba presentando en el
sector de la construcción después de aquella medida planteada por nosotros,
proponiendo que se cerrara el circuito para asegurarles trabajo permanente a
los obreros de la construcción, fue la interpretación que se dio a la medida. ¿Cómo interpretaron los incapaces dirigentes
del sindicato de la construcción de aquellos días la medida? De una manera demagógica, de una manera
irresponsable. Culpa que no solo tienen
aquellos incapaces responsables del sindicato de aquellos días, sino culpa
también tiene, en parte, la propia administración y el propio gobierno, porque
no advirtió a tiempo las consecuencias de aquello. ¿Cómo interpretaron aquella medida tomada con
el sano propósito de darles seguridad a los trabajadores? La interpretaron de manera que se cerrara un
circuito e hiciera o no hiciera nada, el trabajador tenía que estar todo el día
en la obra, aunque ya allí no hubiera taller para él.
La lucha del sindicato no fue a fin de presionar la
administración, de manera que el obrero pudiera ir pasando de una obra a otra,
e incluso, un mínimo de tiempo entre una obra y otra disponible para la
administración, a fin de no despilfarrar el dinero. Cuando se vino a ver, una medida que se hizo
en beneficio de los trabajadores, mal interpretada y mal aplicada, estaba
causándoles un daño a los trabajadores y estaba causándole un daño a la
economía del país.
Porque algo que hay que decir de verdad, es que ha
habido una productividad muy baja en la construcción, que no tienen solo la
culpa, desde luego, los trabajadores, ¡no!; la culpa la tiene la
administración, la culpa la tienen los abastecimientos y la culpa la tienen
también los trabajadores. Porque se
juntaron las distintas causas: dificultades en los abastecimientos,
deficiencias en la organización administrativa y falta de disciplina en el
trabajo. Y al faltar la disciplina, al
faltar los resortes mediante los cuales antes el capitalista hacía producir al
trabajador, y que tienen que ser sustituidos en el tránsito del capitalismo al
socialismo por otros resortes, no basados desde luego en la explotación de
clases, pero sí basados en la técnica, en la organización, en las normas, en la
disciplina y en una serie de sustitutivos sin un descenso de la
producción. Y, efectivamente, el que
ponía 14 metros de ladrillos bajo el capitalista, bajo el capataz, bajo la
amenaza del despido, bajo el temor de que cuando se acabara aquella obra no le
dieran trabajo en ningún otro lado, y bajo la amenaza del hambre. Y hoy, que todas aquellas amenazas
desaparecieron, todas aquellas preocupaciones desaparecieron, no fueron
sustituidas por otros resortes, el resultado es que empezó a descender la
productividad. ¿Por qué voy a producir
14 metros si puedo producir 10 y no hay problemas, puedo producir 6 y no hay
problemas, y puedo producir 4 y no hay problemas, y puedo producir hasta 2 y no
hay problemas? ¿Es así como puede
interpretarse el poder proletario? ¿Es
así como puede interpretarse el socialismo?
¿Es así como puede hacerse una revolución? ¿Es así como puede
cambiarse la vida de un pueblo: ¿Es así
como puede garantizarse el progreso de un país?
¿Es así como puede garantizarse el futuro de la nación? ¡No!, no es así; eso es una mixtificación,
una interpretación errónea, un subjetivismo, un idealismo creer que eso es
socialismo y que eso es progreso y que eso va a garantizar el desarrollo del
país. Porque nosotros no podemos olvidar
que todos hemos nacido bajo el capitalismo, no podemos olvidar que estamos en
una etapa de tránsito, y si bien es verdad que hay obreros de mucha conciencia,
con los cuales precisamente estamos organizando la vanguardia política, con los
cuales estamos organizando precisamente el Partido, hay también mucha gente que
no tienen ni noción de lo que es conciencia social, ni noción de lo que es
conciencia política, ni noción de lo que es conciencia revolucionaria. No quiere decir ni siquiera que tengan la
culpa, sino que fueron las condiciones, la falta de educación, la falta de
escuela, la falta de disciplina, la falta de todo, el nacer y desarrollarse
bajo condiciones de vida capitalistas, que convierten a los hombres en
egoístas, en hombres que solo piensan en ver cómo pueden —desesperadamente—
resolver sus problemas inmediatos, y que no crean en el hombre la conciencia. Y ustedes lo saben: que en cualquier centro de trabajo se
encuentran al héroe del trabajo y se encuentran también al vago del trabajo
(APLAUSOS).
Y entonces, ¿qué resulta? Si nosotros no organizamos debidamente el
trabajo, si no nos organizamos correctamente, el héroe va a estar trabajando
para el vago. Y si desaparece la
explotación de clase, si desaparece la explotación del trabajador por el
capitalista, debe desaparecer la explotación del héroe del trabajo por el vago
del trabajo, por el parásito y por el que no hace absolutamente nada
(APLAUSOS).
Y si nosotros creemos que todo el mundo tiene una
extraordinaria conciencia revolucionaria, y que todo el mundo se va a portar
bien en virtud de esa supuesta conciencia, y que todo va a marchar bien, ¿en
qué incurrimos? En un idealismo, en una
apreciación incorrecta de las realidades; incurrimos, sencillamente, en una
equivocación. Y en muchas cosas se ha
actuado partiendo de ese punto de vista, y olvidándonos que la organización hay
que hacerla, y que al hombre hay que formarlo, y que en la etapa de tránsito
del capitalismo al socialismo y al comunismo, en esa etapa son indispensables
determinados medios de organización y determinados resortes en virtud de los
cuales la producción se mantenga, la producción se eleve, se vaya creando la
conciencia, se vaya creando la disciplina.
En esta etapa de tránsito nosotros, que hemos abolido
los métodos capitalistas, debemos sustituir esos métodos capitalistas por
métodos socialistas de producción. Y no
solo en la construcción, sino en todas partes.
Y de veras que debemos aplicar el principio de que ¡el que no trabaja no
come! (APLAUSOS.)
¿Acaso la sociedad nuestra es despiadada con el
inválido que no puede trabajar, con el niño, con el enfermo, con el anciano,
con la mujer en estado de gestación?
¡No! ¿Qué ha hecho la
Revolución? Ha ido a garantizarle
precisamente a todo aquel que antes vivía desamparado y vivía criminal y
despiadadamente olvidado y marginado de la sociedad, el modo de vivir cuando no
puede valerse de sus fuerzas, cuando está enfermo, cuando está inválido; ha
establecido la protección a la mujer, la protección a la vejez, la protección
al enfermo, en el grado mayor que ha tenido nunca en nuestro país.
Ahora yo, a propósito de eso, hago la pregunta: ¿Cómo podemos
proteger a todos esos que realmente lo necesitan, si el que puede trabajar no
trabaja, y si el que puede producir no produce?
Entonces a los ancianos les tocará menos, a los niños les tocará menos,
a los enfermos les tocará menos, a las mujeres en estado de gestación les
tocará menos.
Y la Revolución ha ido estableciendo una serie de
medidas en favor del anciano, en favor de los niños, en favor del enfermo, en
favor de la mujer en estado de gestación, que está hoy —sea cual fuere el
centro de trabajo— protegida por las leyes de la maternidad. Y ha dado becas a decenas de miles de niños
en escuelas, cerca de 100 000 jóvenes —por lo menos— están estudiando, hijos no
de burgueses sino hijos de trabajadores, hijos de proletarios, con todos los
gastos pagados por el Estado.
Esas son las categorías sociales a las cuales la
sociedad tiene precisamente que garantizarles las mejores condiciones de vida,
porque ya han trabajado y no pueden seguir trabajando transitoria o
definitivamente, o porque serán trabajadores del futuro. Pero lo que no tiene ninguna justificación es
ser vago, y querer vivir parasitariamente de los que se esfuerzan y de los que
de verdad trabajan; porque desde que venimos al mundo tenemos un deber
elemental, porque la vida misma no puede sostenerse sino a base de determinados
bienes materiales. Y los bienes
materiales no se pueden obtener sino a base del trabajo, no se puede aspirar a
vivir sin satisfacer esos requisitos elementales, y hay que satisfacerlos con
el trabajo y no con el trabajo de los demás, sino con el trabajo de todos y
cada uno. Ese es un principio elemental
(APLAUSOS). No una ley que dicte un
Estado ni un gobierno, sino un imperativo que dicta la vida.
Lo que ha ocurrido es que muchos gobiernos,
representando clases sociales explotadoras, dictaron la ley de la explotación y
dictaron las leyes de amparo al parasitismo y a la vagancia; y, en cambio, la
Revolución, el Estado proletario, tiene que dictar las leyes de amparo al
desvalido, al anciano, al niño, a la madre, al enfermo, de amparo al
trabajador, ¡y hacerles las condiciones de vida imposibles al vago y al
parásito! (APLAUSOS.)
Y no hay que confundir. Esos son los objetivos que perseguimos. Y perseguíamos garantizarle al obrero de la
construcción la seguridad en el trabajo; y de ahí aquella iniciativa. Y esa conquista debemos mantenerla, pero de
una manera útil para el país, y de una manera útil para los trabajadores, y no
perjudicial para los trabajadores y gravoso para la economía del país. De ahí que no en este sector, sino en todos
los sectores tenemos que saber organizar adecuadamente, y sobre bases
socialistas, sobre bases revolucionarias, la producción.
Y en esa tarea estamos, luchando para que todos los
factores que intervienen en esa producción estén también organizados sobre
bases sólidas y sobre bases correctas, para que no cojee la carreta por ninguna
rueda.
Y de eso se trata, y con eso es que tiene que ver esta
medida. Pero esto no es más que una
parte, no es el objetivo fundamental reunirnos para eso; no estaría bien
empleada la mañana si solo fuéramos a tratar de esos problemas aislados, o de
una medida aislada; cuando en realidad tenemos que tomar muchas medidas de
distintos tipos.
Esta medida obedece, primero: al cumplimiento del principio de que
para el trabajador el descanso sistemático y organizado es indispensable.
Segundo: a la necesidad de disponer de
condiciones favorables para la organización de todos los talleres y del trabajo
de la construcción, dentro de las características de las construcciones.
Y, efectivamente, ¿qué ocurría a veces? Que un taller tenía trabajo para 30 y tenía
200 trabajando. Muchos de esos 200
llevaban ocho meses, en que se les podía perfectamente señalar a cada uno: “Bueno, ahora usted
disfruta sus vacaciones: usted dispone
de 20 días de descanso.” Como,
naturalmente, unas construcciones se pueden prolongar más, otras menos: unas pueden ser de
años y otras pueden ser de meses, si un trabajador lleva seis meses trabajando
la administración le puede decir: “Mire,
compañero, ya se acabó el taller aquí, tiene usted derecho a tantos días de
descanso: aquí tiene usted el dinero que
le corresponde a su descanso.” Porque
con seguridad que si ese dinero no se lo paga el día de las vacaciones, ese
dinero no va a existir el día de las vacaciones. “Aquí tiene usted su descanso, y puede usted
presentarse al distrito, a tal obra, en tal sitio, dentro de tantos días.” Y con eso no habrá necesidad de mantener un
número excesivo de personas en un taller cuando ya no hay trabajo, que es lo
que venía ocurriendo hasta ahora, porque las construcciones necesitan menos de
200 para hacer la transferencia de la fuerza de trabajo de un sitio a
otro. ¿Se le quita algo al trabajador? Absolutamente nada. Se le tiene garantizado el trabajo todo el
tiempo y, al mismo tiempo, se le tienen garantizadas las vacaciones, y se
dispone de tiempo para una mejor organización de las obras. Es por eso que interesa, desde este punto de
vista, también la cuestión de pagar separado el salario y el descanso. ¿Qué es lo que se ahorra por esta vía
directamente? Relativamente poco. Donde podemos ahorrar mucho, es por la vía de
una alta productividad y de una alta organización. Y por esa vía sí vamos a ahorrar mucho, por
esa vía sí que la economía nacional puede recibir ingentes beneficios, con la
importancia que tiene para la economía nacional el sector de la construcción;
de manera que si garantizamos una alta productividad y una buena organización,
eso sí significará millones y millones, y decenas de millones para la economía
nacional. Y de esto es de lo que se
trata, y desde ese punto es que hay que analizar las cuestiones.
Un compañero aquí analizó su preocupación de que al
pagar ahora el salario básico y las vacaciones después significaba
de inmediato una disminución del salario, y le preocupaba.
Yo tengo aquí unos datos estadísticos para
demostrarles que ahí no radica la cuestión, y que en realidad por esta vía se
pueden obtener mayores ingresos al año.
Basándonos en datos estadísticos, vamos a ver cómo las vacaciones
tomadas a discreción, significa mucho menos ingresos para los trabajadores de
lo que implica esta medida.
Y tenemos, por ejemplo, que el año pasado el promedio
de horas trabajadas mensualmente fue de 150 horas, cuando el promedio a base de
24 días de ocho horas debía ser 192 horas; es decir, 42 horas menos por
mes. Ahora, 42 horas por 11 meses son
462 horas; 462 horas por 48 centavos hora, que es el salario neto, son 221,66
pesos. Por otra parte, 3,88, que es el
salario mínimo neto, multiplicado por 24 días; es decir el mes de descanso que
no trabaja, es igual a 93,12 pesos. De
donde si se tiene en cuenta que un obrero tomara sus vacaciones cuando le
correspondiera y no fuera ausentista, al año recibiría 128,54 pesos más de
ingreso, que es la diferencia entre 93,12 pesos, que es el mes de vacaciones, y
sus 221,66 pesos, que es el equivalente al promedio de 462 horas dejadas de
trabajar. De donde una buena
organización, para empezar, con un buen sistema de descanso y una buena
disciplina en el trabajo, sin contar ya lo que sería esto en productividad,
implicaría ingresos de más de 100,00 pesos como promedio para todos los
trabajadores de la construcción, partiendo de los que perciben salarios
mínimos. Supóngase un promedio de días
que puede faltar por enfermedad, o por cualquier razón imperiosa, de todas
maneras no sería nunca este promedio de 42 horas mensuales.
Así que, desde el punto de vista económico, y con
relación a los intereses de la clase trabajadora, una buena organización, una
buena disciplina, una buena reorganización de este descanso, sería mayores
ingresos para la clase trabajadora, es decir, para la construcción, y grandes
beneficios para la economía.
Ahora bien, los compañeros del Partido y los
compañeros del sindicato, se pueden reunir con los trabajadores y plantearles
todas estas cuestiones, y algunas cuestiones más, y hacer un análisis de la
economía de conjunto.
¿Qué puede ocurrir a veces? Pues a veces ocurre que en algunos sitios los
ingresos son tan elevados, que el interés por el trabajo se disminuye; porque
tiene que haber un equilibrio entre los ingresos y la producción. Y así tenemos casos, por ejemplo los
carboneros, que trabajando determinado número de días, perciben ingresos más
que suficientes para adquirir a precios relativamente bajos una serie de
artículos, en virtud de lo cual ya no tienen interés en trabajar en la semana
nada más que tres días o cuatro días; dueños de camiones con lo que ocurre algo
por el estilo. La historia de los
choferes de alquiler ustedes la conocen perfectamente bien. Me contaba un compañero cuando venía en la
máquina, me decía: “¿Cómo
vivían esta gente antes del triunfo de la Revolución?”, ¡para hacer un peso, el
trabajo que pasaban! Cuando llovía se
tenían que lanzar a la calle y a la carrera y no perder un minuto para cobrar
40 centavos por una carrera, para ganarse el sustento. Y ahora, cuando llueve, descansan
plácidamente en su casa, no salen a la calle, no le paran a la gente (ALGUIEN
LE DICE ALGO). Pero, independientemente
de eso, es la mentalidad típica pequeñoburguesa del señor que es dueño del
instrumento de producción y tiene una categoría privilegiada dentro de la
sociedad (APLAUSOS).
Y así, analizando, debemos saber encontrar la raíz
especial de cada problema. Y ustedes
saben que tenemos el dueño del camión que trabaja para Obras Públicas o trabaja
para otras cosas; sus ingresos sabemos que son muy altos. Tenemos, por otra parte, el chofer que
trabaja en un camión de Obras Públicas, que tiene su salario, por tanto sus
ingresos determinados. Aquel dueño del
camión es un privilegiado al lado del otro.
Ahora bien: ¿Resulta correcto que aquel que tiene
su camión trabajando para sí, cuando quiere hacer mucho dinero trabaje
mucho? Y tengamos al compañero que
trabaja en el camión de Obras Públicas que no se preocupa porque ya tiene
garantizado su salario y no se preocupe por la productividad. ¿Eso ayuda a redimir al trabajador frente al
explotador? ¿Eso ayuda a crear una
sociedad más justa? ¿Eso ayuda a crear
la abundancia? No. Y yo sé de muchos compañeros que trabajan en
los camiones de Obras Públicas que dan un viaje de materiales, luego se sientan
en un café, se pasan media hora conversando, se fuman un tabaco y después
vuelven. Y así tenemos camiones que dan
ocho viajes y diez viajes pudiendo dar muchos más. Y nosotros sabemos que cuando hay un control,
esos mismos camiones rinden el doble o rinden el triple, simplemente
exigiéndole al trabajador lo que es elemental exigirle y hay derecho a exigirle
las ocho horas que tiene que cumplir, cuando hay un buen control del trabajo,
de las reparaciones, etcétera, y del tiempo que se tarda en dar un viaje del
lugar donde busca los materiales allí...
Y ya no estoy hablando del que tiene una gran conciencia, el que tiene
una gran conciencia va y trabaja más; pero aquel que no tiene conciencia, pero
es un individuo con un mínimo de decoro...
Y si hay una disciplina en el trabajo y si hay un jefe que le pregunta: “¿Qué estuvo usted
haciendo? Usted para llegar allí
necesita 24 minutos, y otros 24 minutos para regresar, ¿por qué usted se ha
tardado tres horas?” Ese hombre, que
tiene un mínimo de decoro, aunque no tenga conciencia revolucionaria, dice: “Yo no quiero que
me tengan por un vago, por un ladrón, por un parásito, por un descarado.” Y ese mínimo de control, que no es la amenaza
de antes, que no es el método capitalista, hace que ese hombre se esfuerce, se
esmere. Y a aquel que no tiene un mínimo
de decoro, que no cumple los más elementales deberes del trabajo y la
disciplina, que es un vago consumado, se le aplica el principio de que el que
no trabaja no come.
Y entonces, compañeros, los trabajadores, sabiendo que
eso es lo que se aplicará, deben apoyar esa medida, y el sindicato y la
Comisión de Reclamaciones.
Porque a veces se han dado casos de tipos sorprendidos
robando, y la Comisión de Reclamaciones ha exigido que regrese a trabajar. Y, en realidad, ni los compañeros, ni el
sindicato, ni la Comisión de Reclamaciones...
Y, desde luego, mucho menos el Partido puede amparar al vago, al
parásito, al que tiene una conducta antisocial.
Está bien que proteste contra cualquier injusticia, contra cualquier
arbitrariedad, contra cualquier cosa que no es correcta: pero que se defienda a un vago, que se
defienda a un ladrón, ¿adónde vamos a parar por ese camino? Y, entonces, ¿para qué nos sirve la Comisión
de Reclamaciones y para qué servirían las organizaciones sindicales, cuya
misión hoy es educar al trabajador, organizarlo, llevarlo hacia adelante hacia
el progreso?; no empantanarlo, no hacerlo retroceder, no incubar todo género de
vicios. Y entonces hay que establecer
los controles mínimos y la disciplina en el trabajo, que es una cosa que no se
puede perder y que se ha perdido bastante.
En cada obra tiene que haber un responsable, en cada
obra tiene que haber un jefe, y ese jefe debe tener autoridad, y debe existir
la disciplina, sin la cual es imposible la producción.
Entonces, en el sector de la construcción hay una serie
de perspectivas que deben tenerse presente, y hay una serie de antecedentes que
deben tomarse en cuenta.
El sector de la construcción, desde el triunfo de la
Revolución, ha sido beneficiado con aumentos salariales, leyes sociales,
etcétera. La maternidad obrera era algo
en que no estaban incluidos los trabajadores de la construcción —yo les estuve
preguntando aquí a los compañeros— y hoy están incluidos en todos los
beneficios de la seguridad social. Pero
lo más importante de todo:
está garantizado el trabajo, garantizado el trabajo de cada
obrero de la construcción.
El problema del desempleo, del tiempo muerto, todas
esas cosas que tanto preocupaban a los trabajadores de la construcción, han desaparecido y no constituyen para ellos preocupación hoy
día. La Revolución ha asumido la tarea
de dar empleo permanente, no solo a las decenas de miles de trabajadores de la
construcción que había, sino al doble, casi al triple de los trabajadores de la
construcción que había. Porque en estos
momentos solo en el Ministerio de Obras Públicas, sin contar los organismos que
hacen determinadas obras por su cuenta, hay más de 110 000 trabajadores de la construcción; y
eso es —no tengo los datos exactos a mano— mucho más del doble del número de
trabajadores de la construcción que había antes. Y la Revolución ha asumido la tarea de
garantizarles empleo seguro todo el año a todos esos trabajadores.
¿Por qué los compañeros del Partido y los compañeros
de la dirección sindical no han de tener autoridad, razón y moral para hablarle a la masa, para exponerle todos estos problemas,
sin temor de ninguna índole, y llamar también al deber a los trabajadores de la
construcción, al trabajo, a la productividad?
Hay una serie de perspectivas futuras. Cuando las normas estén establecidas,
aquellos obreros más asiduos, más constantes, más tenaces, recibirán también la
recompensa a su mayor trabajo.
No sé si ustedes saben que en los planes está la
construcción —algunas de las
cuales ya se están llevando a cabo— de tres fábricas de cemento. Eso quiere decir que el volumen de la
construcción aumentará extraordinariamente y no aumentará el volumen de los
trabajadores del sector. ¿Qué quiere
decir? Que la construcción se
tecnificará, se irá mecanizando, que existe la perspectiva para muchos
trabajadores de irse convirtiendo en técnicos, de ir adquiriendo capacidad para
un sector de la economía nacional que se irá mecanizando, que se irá
tecnificando, y que eso significará para los trabajadores de la construcción
posibilidades también de mayores ingresos.
Es el hecho cierto que debemos seguir hasta convertir
el sector de la construcción en un verdadero ejército de la construcción, y en
un organismo altamente eficiente. Esa es
tarea del Partido, esa es tarea de la administración. Y no debemos descansar hasta que tengamos un
formidable ejército de la construcción.
Eso cuesta trabajo, eso cuesta esfuerzo.
No olviden ustedes el nivel cultural, el nivel político de muchos de los
trabajadores de la construcción. Ese nivel
cultural, ese nivel político, ese nivel técnico, debemos elevarlo si queremos
obtener estos objetivos, de manera que puedan responder a la tarea.
Nos ponemos a conversar —y yo muchas veces converso—
con trabajadores de la construcción. Me
plantean cosas más diversas, problemas de distintos tipos. Pero tengo por experiencia que siempre que se
les habla y se les explica, entienden.
Hay veces que, por ejemplo, me paro en una obra y alguien me dice: “Mire, tengo tantos
hijos y necesito una casa.” Yo le digo
medio en serio y medio en broma: ustedes tienen parte de la culpa,
porque los que hacen casas son ustedes; y si no hacen las casas, y no terminan
las casas, entonces nunca vas a tener casa ni para ti ni para nadie. ¿Te das cuenta de la necesidad que tenemos de
casas?
Claro que la culpa no es de él solo, ni mucho menos;
la culpa es de los abastecimientos, la culpa es de la administración, la culpa
es del subdesarrollo, hay una serie de culpas.
Otro planteó otro problema, algunos nos plantearon el problema de que
les habían enviado una resolución relativa a la necesidad de trabajar el
equivalente del pago del viernes santo.
Le dije: Bueno,
¿y es que estamos viviendo en la edad
media o en la época del
socialismo? Si vamos a tener un
sinnúmero de días al año por una razón o por otra, una, fecha patriótica, una
fecha religiosa, u otra fecha cobrando sin trabajar, entonces, ¿qué beneficio
logramos con eso? Ya tenemos las
Navidades y otras varias fechas retribuidas.
Nuestra economía no permite más.
Uno me dijo: “Sí, pero hubo una equivocación, no
debió haberse pagado.” Es verdad: hubo un error. ¿Y usted piensa acaso que todo es
perfecto? ¿Piensa que no luchamos contra
todos estos desaguisados? Nos queda
mucho por hacer en todas partes, en todos los sectores; una lucha incesante
contra los errores, contra el burocratismo, porque, efectivamente, no deja de
tener razón que hubo un señor que se equivocó, que alguien “metió la pata” como
se dice corrientemente, pero, ¿eso quiere decir que entonces las cosas deben
quedar así, que unos cobraran y otros no?
Significa que tenemos que rectificar ese error, y esa es la lucha diaria
de todos nosotros, organizar, rectificar las deficiencias, rectificar los
errores.
Pero es indiscutible, compañeros, que es necesario
elevar el nivel cultural y el nivel político y el nivel técnico. Hoy cualquier trabajador comprende que el
problema está en la producción de bienes materiales. Cada sector está produciendo algo que
necesitan los demás; y el obrero de la construcción con seguridad piensa que el
de la agricultura debe producir más leche, más carne, más queso, más viandas,
más frijoles, más arroz; porque cuando van a las tiendas, están echando de
menos a esas cosas, y más zapatos, y más ropas; pero también los obreros
textiles deben pensar que los obreros de la construcción deben construir más
fábricas y más casas por su parte y, a su vez, los obreros agrícolas piensan
que deben construir más carreteras, más puentes, más obras hidráulicas; y, en
definitiva todos, cuando se trata de lo que tienen que recibir, comprenden la
necesidad de que los que están produciendo aquellas cosas se esfuercen: y de la misma manera que hay que contar con
los otros, los que reciben los beneficios de la construcción, los muchachos que
estudian en una escuela, un enfermo que va a un hospital, o una familia que se
muda para una casa, o la granja que recibe la irrigación de una obra
hidráulica; todos tienen también el derecho a exigir y a demandar que el sector
de la construcción, desde el ministerio hasta los trabajadores, se esfuercen
por cumplir también sus tareas y cumplir sus obligaciones.
y hoy todo el mundo aquí comprende el problema, no es
problema de más dinero, eso lo comprende todo el mundo, que el problema es un
problema de más producción, y más producción solo se puede lograr
perfeccionando la organización y luchando contra los parásitos y los
vagos.
¡La desorganización no nos llenará las tiendas, la
burocracia no nos llenará las tiendas!: las llenará el trabajo, la organización,
la disciplina, el esfuerzo. Y esa lucha
tenemos que llevarla implacablemente, en todo sitio, en todas partes, sin
tregua, sin vacilaciones, un día exigiéndoles a los obreros cañeros, a los
obreros agrícolas, a los obreros del calzado también, que fabriquen más, que
mejoren la calidad, que no hagan un zapato que se desprenda, porque, ¿a quién
le van a pedir el zapato, a un babalao?
No (RISAS Y APLAUSOS). Los
zapatos tenemos que pedírselos a los trabajadores del calzado, y el cuero hay
que pedírselo a los trabajadores de la agricultura, ir venciendo todos los
obstáculos que tenemos, y trabajando.
Aquí el problema no es decir: “Yo no trabajo porque no hay zapatos”,
sino “si no trabajo, no hay zapatos”. Es
decir, hay que verlo al revés. Porque si
nos ponemos a esperar el zapato para trabajar, entonces nos pasaremos toda la
vida esperando unos zapatos que solo pueden ser fruto del trabajo. Y hay que partir de ahí: que del trabajo vienen las cosas, no
esperar las cosas para el trabajo.
Porque el trabajo no surge del zapato, sino es el zapato el que viene
del trabajo. Así en todos los frentes de
la producción. ¿Y creen acaso que no
tenemos esa lucha? Esa lucha incesante
la tenemos con el consolidado del calzado y con los organismos encargados de
acopiar los cueros para los zapatos, y estudiando las posibilidades de producir
zapatos, tanto zapatos de lona, de goma, como zapatos de cuero y,
efectivamente, se está logrando eso, se están logrando resultados, ya empieza a
aparecer un mejor zapato. Claro que
tenemos déficit, pero, ¿cómo lo vamos a resolver, sino produciendo más y
produciendo con una mejor calidad?
Porque tendremos tantos zapatos como nos pueden dar nuestras fábricas,
como nos pueden dar nuestros obreros; tanta calidad como sean capaces de dar
los trabajadores, tanta materia prima como sea capaz de producirla nuestra
agricultura, y también las materias que no podamos producir aquí, adquirirla a
tiempo y de la mejor calidad posible, nuestros organismos de comercio exterior. Hay, en fin, infinidad de problemas que
tenemos que resolver. ¿Qué vamos a
hacer, dormirnos sobre los laureles?
Aquí, en definitiva, la realidad es que no hemos
tenido problemas realmente grandes e insolubles y podemos ahorrarnos también
grandes dificultades en el futuro.
Porque cuando uno oye algunas quejas y algunas cosas, y se acuerda de
los trabajos que han pasado otros pueblos, incluso los trabajos que pasamos en
la guerra, porque hubo veces que nosotros tampoco teníamos zapatos en la guerra
y andábamos por las montañas y a veces tuvimos que buscarnos unos alambres y
convertirnos en zapateros y amarrar con alambres los zapatos, porque teníamos
que caminar, y en la Guerra de Independencia también ocurrió lo mismo, en
nuestra Guerra de Independencia. Y
nosotros tenemos espléndidas oportunidades de resolver nuestros problemas, ya
se empiezan a ver los resultados, incluso a pesar de la tremenda sequía que
hemos tenido y de la gran desorganización que había; hemos rebasado esa etapa,
relativamente sin grandes problemas y ya se empiezan a ver los resultados en la
producción.
Y no es lo que hayamos logrado, sino lo que podemos
lograr, trabajando con entusiasmo, organizando bien las cosas. En la mañana de hoy antes de venir a este
acto estaba leyendo un folleto sobre la ganadería en Holanda, la producción de
leche, en una de las provincias de Holanda, en una extensión de tierra, de algo
más de 15 000 caballerías dedicadas a la ganadería, con una producción de más
de un millón de toneladas de leche al año.
Es decir, más de 1 000 millones de litros de leche, a base de una buena
atención a la ganadería, a base de la aplicación de métodos técnicos.
y nosotros tenemos aquí tierra, donde podemos aplicar
métodos similares, incluso sin la necesidad de tener que proteger al ganado de
los fríos del invierno, sin necesidad de hacer los esfuerzos que allí mismo
tienen que hacer.
Y ese esfuerzo es el que nosotros tenemos que
exigirles también a los agricultores, y en todas partes, y formar cuadros. Ir a la Universidad de La Habana, ir a la
Universidad de Las Villas, ir a la Universidad de Oriente, exigirles que nos
formen técnicos, como los técnicos que se están formando en la Universidad de
Las Villas, que es un verdadero ejemplo, un verdadero orgullo para nuestro
país; una serie de ingenieros agrónomos nuevos, graduados allí, dedicados a
investigar sobre el maíz híbrido haciendo investigaciones de todo tipo. En esos cuadros, en esa línea está el
porvenir de nuestro país y de nuestra economía.
Una noche, reunido con los estudiantes universitarios,
les decíamos: “¿Saben
cuántos hay aspirando a ingresar en la carrera diplomática en la Universidad de
La Habana? ¡Tres mil aspirantes a
ingresar en la carrera diplomática! ¿Y
saben cuántos para agronomía? ¡No han
aparecido ni cien! Si aquí todo el mundo
quiere ser diplomático, ¿quién va a producir leche, y carne, y huevos y
alimentos para la población?”
(APLAUSOS.)
Pienso que algunos tienen vocación, pero pienso que
algunos piensan que es muy bello viajar por el mundo, y ser diplomático, y
estar en recepciones y en todas esas cosas; porque es absurdo que en medio de
la Revolución, los aspirantes a derecho diplomático sean 3 000, y los
aspirantes a ingeniero agrónomo sean menos de 100. Y eso es una vergüenza.
Por eso hay que orientar, y por eso hay que dirigir, y
por eso hay que decidir:
No, aquí se escogen 100 ó 200 para estudiar derecho diplomático,
y lo que hay es que promover el estudio de la agricultura, y técnicos
agrícolas, ingenieros mecánicos, ingenieros químicos, técnicos químicos, que es
otra de las cosas que nosotros tenemos que desarrollar para ir a los derivados
del azúcar.
Y con vistas a eso, tenemos que promover también la
formación de infinidad de cuadros que se dediquen al estudio de la química,
porque en la química está uno de los renglones de muchas posibilidades de
nuestra economía; la química del azúcar..., y porque con la química se
resuelven problemas de vestidos, problemas de zapatos; con la química se
resuelven problemas de abonos para aumentar la producción de las tierras, y se
resuelven infinidad de necesidades.
Y nosotros donde tenemos que ingresar 3 000 no es en
la carrera diplomática, sino en el Instituto de Química, porque los
diplomáticos llenan su función, son necesarios, pero no son los que producen
los artículos que nosotros tenemos que consumir, sino por el contrario, somos
nosotros los que tenemos que producir para que esos diplomáticos, que cumplen
determinadas funciones, coman.
Si todo el mundo fuera a ser consumidor, y muy pocos
productores de bienes materiales, ¿qué seremos?: una pirámide al revés aquí, en una
base muy grande de consumidores y un grupito de productores (RISAS y APLAUSOS).
Y estas cosas son las que nosotros debemos ir a
explicarles a los trabajadores. ¿Qué
trabajador no entiende eso? ¿Qué
trabajador no comprende que es honesto y es correcto el esfuerzo de la
Revolución al abordar los problemas así?
No quiere decir que los hombres que dirigen y que trabajan sean
infalibles y no puedan equivocarse, porque todos pueden cometer errores. Lo importante es que sea honesto, entusiasta,
sincero, para cumplir el deber, para organizar las cosas: no dejarse invadir de la indolencia,
porque la indolencia no es propia de los trabajadores.
Han tenido que luchar mucho toda su vida, y por eso
pueden decir muchos como dijo Reinaldo Castro: “Desde los 7 años no he hecho más que
trabajar, y estoy enamorado del trabajo.”
Y naturalmente que ese espíritu y esas palabras no
pueden salir de la mente de nadie que no haya doblado nunca en su vida el
lomo. Y en este país hay mucha gente que
nunca ha doblado el lomo, y que aún bajo la Revolución Socialista aspira a
vivir cómodamente y espléndidamente, sin doblar el lomo, y sin hacer nada útil. Y no hay derecho.
¿Qué ley nos impone la obligación de sostener
parásitos, de sostener vagos? Ninguna
ley. Hay una ley que nos impone la
obligación de sostener a todo el que no pueda trabajar, y esa la cumpliremos cabalmente,
y trabajaremos para cumplirla. Pero,
¿cuántas injusticias había en esta sociedad, a las cuales nosotros hacíamos
referencia en el acto con los azucareros, en el que hablábamos de esa gran
verdad de una Habana cosmopolita, una Habana grande, capital macrocefálica de
una pequeña república (RISAS y
APLAUSOS) —estaba buscando un literato
por aquí; este es médico y dice que está bien— llena de comodidades, llena de
automóviles, llena de lujos? ¿De dónde
salía todo eso? ¡De las costillas del
trabajador azucarero!
Y ustedes, que son de la construcción, se habrán
cansado de hacer palacetes por ahí; porque ese Miramar —que afortunadamente lo
tenemos lleno de estudiantes, y de jóvenes, que van a ser futuros técnicos— y
Siboney, y Cubanacán, ¿cuántos cientos de millones de pesos, cuántos millones y
decenas de millones de horas de trabajo de cualquiera de ustedes están
invertidos allí?
Al fin y al cabo, un obrero de la construcción, cuando
él pasa hoy por cualquiera de esos lugares puede decir: “¡Caramba!, por lo menos mi trabajo ha
servido para que ahora vivan y estudien mis hijos ahí, o mis sobrinos”
(APLAUSOS).
Porque, hablando de ingresos, compañeros, ¿qué
trabajador no tiene hoy un hospital asegurado?, ¿qué trabajador no tiene la
medicina asegurada?, ¿qué trabajador no tiene una operación quirúrgica
asegurada, si tuviera la adversidad de necesitarla él, o sus hijos, su
familia? ¿Cuánto tiene que gastarse en
eso? ¿Cuánto tiene que gastarse en
escuela? ¿Qué trabajador no tiene un
hijo estudiando becado por el Estado, o un sobrino, un familiar?
Y así, hemos ido convirtiendo la riqueza nacional en
patrimonio de todos. Y antes se
malbarataban los recursos del trabajo y de la economía.
Claro está que ahora si van a la tienda no encuentran
en abundancia lo que necesitan, porque las tiendas antes estaban llenas para
una minoría, y muchos se tenían que parar delante de la vidriera a ver lo que
había allí y no tenían un centavo para comprarlo; y hoy lo más que le puede
ocurrir es que tenga que hacer una colita para comprarlo. Y en muchos casos, como la leche para sus
hijos le llega a su casa, sin tener que ir a hacer una cola para que se la
manden, y tiene con qué comprar esa leche.
Y esa es la verdad, porque no es lo mismo una economía
donde se produce para una minoría, aunque esa minoría fuera más o menos
grande. Y desde luego, nosotros aquí no
solo teníamos burgueses y pequeños burgueses, sino en los monopolios
imperialistas un elevado número de aristócratas-obreros también; porque esa es
una de las políticas que practica el capitalismo y el imperialismo: dividir a los obreros
en un montón de categorías, y convertir a una categoría de obreros en
explotadores de otras categorías de obreros.
Y esa era una verdad en este país, de desigualdades,
de privilegios, de injusticias. Y ahora
sí se trabaja para las masas y se lucha para las masas; y eso no es fácil, no
es fácil cambiar un orden social por otro, no es fácil cambiar los hábitos de
una sociedad vieja por los hábitos de una sociedad nueva y mejor; no es fácil
la transición, hay muchos problemas y enredos, y la madeja se enreda y hay que
desenredarla una vez y volverla a desenredar una y muchas veces, hasta que las
cosas marchen, hasta que las cosas funcionen.
Y así, en medio de los obstáculos, hemos resistido las etapas de las
agresiones imperialistas junto con la etapa de la sequía, de la
desorganización, y hemos salido victoriosos.
Y la Revolución es fuerte y se vislumbra la
perspectiva de poderse dedicar con más energía aún al trabajo creador, al
desarrollo de nuestra economía. Y esas
oportunidades debemos saber aprovecharlas en la paz, como en la guerra; con el
instrumento de trabajo, como con el fusil, con el mismo heroísmo con que los
trabajadores salieron a combatir en Playa Girón o estuvieron esperando las
hordas invasoras, en las horas de mayor peligro marchar también al trabajo en
todas partes. Y al vago, decirle como al
que se acobarda en un combate, porque ningún buen soldado está de acuerdo con
el que se acobarda en una batalla; ningún buen trabajador puede estar de acuerdo
con el vago, con el que se acobarda ante la producción, o con el que no tiene
ánimo para el trabajo. Y esa debe ser
nuestra actitud, nuestra conducta, alta productividad, disciplina, conciencia
cada vez mayor de lo que estamos haciendo, por qué lo estamos haciendo, y cómo
debemos hacerlo; y ser todos como un ejército.
Ustedes tienen, como ningún otro sector, que parecerse al ejército,
porque un batallón del ejército se destaca donde haga falta, y se le manda a
las montañas si hay que combatir allí y a cuidar una provincia, y marcha disciplinadamente;
son hombres igual que ustedes, muchos tienen familia igual que ustedes; y
cuando hay que hacer una limpieza de bandidos, marchan y allá están seis meses,
ocho meses, y también en la construcción, no en un grado igual, pero a veces
tenemos que destacar una unidad de trabajadores para hacer una obra en el
interior, una ciudad escolar, una termoeléctrica. Naturalmente que la Revolución trata de que
estas obras se hagan con personal de la región, con el personal de la
provincia, pero si tenemos el circuito cerrado y si no queremos admitir más, y
lo hacemos en bien de los trabajadores de la construcción y hay que hacer una
obra como la de Mariel, de ese ejército de constructores tienen que salir las
unidades que vayan allí, a construir con orgullo esa obra y sentir el orgullo
de los constructores, porque los constructores ven con cariño de padre cada
obra que se hace, cada edificio que se levanta, cada fábrica, cada carretera,
cada represa. Y así ustedes podrán decir
cuando sean viejos, teniendo el derecho a la justa retribución de la sociedad,
del mundo que han ayudado a construir, y decirles a sus hijos: esas obras las hicimos nosotros, los
de la construcción, esas fábricas, esos edificios, esas obras hidráulicas y
esas carreteras.
Con ese sentido de la disciplina, con ese espíritu de
ejército y con esa conciencia es que tenemos que trabajar. Y para eso ustedes, compañeros del Partido,
tienen que dar el ejemplo, tienen que ser vanguardia práctica, al mismo tiempo
tienen que hacer la conciencia permanente de cada centro. Y esa es la función del Partido y esa es la
función de ustedes en cada centro de trabajo, orientando, explicando,
exhortando a los compañeros y dando el ejemplo, para que no se pueda decir aquello
de revolucionarios que hablan y no hacen, sino de revolucionarios que hacen más
que nadie aunque no lo pregonen, de abnegados trabajadores, cumplidores de su
deber y que tengan siempre delante de la clase obrera la conciencia limpia y la
moral muy alta.
Muchas gracias, compañeros.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)