DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO Y
SECRETARIO GENERAL DEL PARTIDO UNIDO DE LA REVOLUCION SOCIALISTA DE CUBA, EN LA
CLAUSURA DEL PRIMER ENCUENTRO NACIONAL DE EMULACION EN EL TEATRO DE LA CTC-R,
EL 6 DE MARZO DE 1964.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros
Héroes Nacionales del Trabajo;
Compañeros
trabajadores de vanguardia:
Vengo a hablar en este acto en nombre del compañero
presidente, doctor Osvaldo Dorticós (APLAUSOS), quien me pidió que lo
representara esta noche, por encontrarse algo agotado con motivo del trabajo
excesivo de estos últimos días. Porque
en verdad el compañero Osvaldo Dorticós es de esos compañeros que merece el
dignísimo título de trabajador de vanguardia (APLAUSOS PROLONGADOS), como lo
merece el compañero Ernesto Guevara (APLAUSOS PROLONGADOS); y lo
merecen... (ALGUIEN DICE: “¡Usted!”)
No, esto para mí no es un trabajo, ni para nadie, ni
para los demás compañeros tampoco. Pero,
en fin, muchos compañeros de la Revolución.
y en realidad es posible que no todo el mundo se haya
dado cuenta cabal de la importancia que tiene esta institución de la emulación,
de la honda significación que tiene este acto.
Los compañeros que hablaron aquí, demostrando que no
solo saben trabajar sino que saben también expresar lo que llevan dentro,
porque al fin y al cabo el amor al trabajo está inspirado en la misma fuente en
que se inspira el amor al pueblo, el amor a la Revolución, el amor a la patria,
ellos decían —además de otras cosas que dijo, muy interesantes, al regresar de
la tribuna el compañero Reinaldo Castro, cuando yo le dije: “Tú eres un orador, y tenías guardado el
secreto.” Dice él: “No, ¡qué va!, lo bueno lo tiré ayer,
pero es que no quise repetir hoy” (APLAUSOS).
Y es cierto que parece que ayer habló y pronunció palabras muy bonitas,
como fueron las de hoy; en opinión de él, él estaba más satisfecho con las de
ayer. Pero es una muestra de esa
consideración para el pueblo, que él tiene la preocupación de no decirle hoy la
misma cosa que le dijo ayer, esa gentileza—, ellos decían que significaba para
ellos mucho, que era un gran honor el que pudieran reunirse en la mesa
presidencial con los compañeros del gobierno.
¿Y en realidad para quién es el honor?
El honor realmente es para nosotros, la satisfacción y el íntimo
regocijo que se siente, el orgullo de podernos sentar junto a los Héroes del
Trabajo (APLAUSOS).
Porque nada ennoblece más al hombre que el
trabajo. Y el trabajo hizo al hombre
(APLAUSOS); no fue el hombre el que creó
el trabajo, fue el trabajo quien creó al hombre (APLAUSOS).
Y es claro que para nuestra Revolución el trabajo
ocupe el primer lugar y el más digno puesto entre las actividades del
hombre.
Y el problema de designar, de escoger al Héroe
Nacional del Trabajo, se convirtió en un verdadero problema, no resultó una
tarea fácil, puesto que en realidad las páginas que se exponían entre los dos
compañeros que habían acumulado los mayores puntos, los méritos de cada uno de
ellos, hacían verdaderamente difícil poder escoger. Al fin se tomó una decisión, pero, sin
embargo, nos quedaba a todos la tristeza de que otro obrero, con
extraordinarios méritos, no fuese destacado plenamente también en este acto. Y así fue como surgió la solución final de
crear otro premio: el
premio al Héroe Nacional del Trabajo Técnico.
Y así, habrá un Héroe Nacional del Trabajo: será el galardón
más alto y el más difícil de asignar.
Pero habrá también otro Héroe Nacional del Trabajo, el Héroe Nacional
del Trabajo Técnico, puesto que el compañero que recibió este premio no solo
fue un extraordinario trabajador, sino que aplicó la inteligencia, aplicó la
técnica al trabajo, logrando elevar extraordinariamente la productividad.
Pero era ciertamente emocionante para nosotros el
conocer que la selección del Héroe Nacional del Trabajo se convertía en un
problema serio y en un juicio difícil para los compañeros que tenían que
decidir.
Y por eso, tan sinceras y tan valiosas las palabras
del compañero Reinaldo Castro, cuando él —con toda la modestia que lo
caracteriza—decía que había en el pueblo muchos héroes del trabajo, y cada vez
serán más, y por lo tanto cada vez será más difícil escoger.
Y cuando en el día de ayer vimos en las primeras
páginas de los periódicos las fotos del compañero que había sido designado
Héroe Nacional del Trabajo y los cintillos de nuestros periódicos dedicados a
esta noticia, nos invadía a todos una impresión y una emoción profunda; y nos
estaba mostrando lo que es la Revolución, y nos estaba mostrando la grandeza de
la Revolución, y estábamos recibiendo la impresión de esas cosas justas, tan
justas que llenan de satisfacción el alma, de ver que esos honores, el homenaje
de la nación, el reconocimiento de la nación, estaba recayendo sobre esos
hombres, y podíamos exclamar como en otras ocasiones: ¡Vamos bien, vamos bien!
Vamos bien, porque ese es el camino, porque ese es el
único y el verdadero camino de la Revolución, porque ese es el único y el verdadero
camino del porvenir; es el camino del mañana.
Porque así tendrá que ser cada
vez más; y así, dentro de nuestra sociedad, han de ir ocupando cada vez más los
lugares de honor y recibir cada vez más el homenaje y el reconocimiento del
pueblo los que más luchan por el pueblo, los que más trabajan para el pueblo,
los mejores hermanos del pueblo, los mejores hijos del pueblo (APLAUSOS).
La sociedad humana, que ha vivido muy diversos tipos
de sistemas, que ha conocido los más extraños tipos de privilegios —desde los
privilegios de los aristócratas de sangre azul, hasta los privilegios de los
ricos explotadores—, la humanidad que ha padecido todos esos privilegios
absurdos, la humanidad que ha conocido y ha sufrido a lo largo de su historia
tantas opresiones, la opresión del poderoso, la opresión de los privilegiados,
empieza en este siglo a conocer, a vivir en una sociedad tan distinta, que los
privilegios del oro y los privilegios de sangre han desaparecido para dar
sitio, para dar lugar a los únicos que merecen dentro de la sociedad recibir
los mayores honores, el mayor respeto, la mayor admiración, que son los que más
trabajan.
Porque de los privilegiados nunca recibió beneficio la
humanidad, el privilegio nunca alimentó ni vistió a un ser humano, mientras el
trabajo no solo creó al hombre, sino que lo ha sostenido, lo ha alimentado, y
lo ha hecho ser lo que el hombre es hoy.
Y por eso, vamos bien; pero muy bien, cuando atrás
está quedando aquel pasado, y delante tenemos esta perspectiva.
Y esta magnífica institución de la emulación, que
tiene un valor social incalculable, porque estos obreros serán ejemplo y serán
estímulo para todos los trabajadores, esta formidable institución ha de ofrecer
a nuestro país los servicios no solo que da el ejemplo, no solo los bienes
materiales que se deriven de la elevación de la conciencia de los trabajadores
y el espíritu de trabajo, sino también ha de tener un gran valor social, porque
esta institución sirve para ir señalando cada año de entre los trabajadores,
los más competentes, los más esforzados, los más cumplidores.
Y una de las cuestiones que ha de preocuparnos siempre
mucho, siempre, y sobre todo cuando pensemos en el mañana —no en el presente
que nos ha obligado a muchas tareas de distintos tipos, sino cuando pensamos en
el mañana— es cuáles son los mecanismos, cuáles son los canales mediante los
cuales nuestro pueblo, nuestro Partido, nuestro gobierno, les abre paso a los
mejores ciudadanos, a los mejores hombres, y mujeres del pueblo.
Porque algo en lo que debemos preocuparnos es que haya
siempre una luz verde al mérito, una luz verde al mérito, porque cuando el
mérito es sustituido por otras formas, cuando el mérito es sustituido por otros
factores, se anda mal; y andaríamos mal el día en que las avenidas estén
cerradas al mérito. Porque el mérito
debe ser el factor esencial, no solo por una simple cuestión de justicia, no
solo por una simple cuestión de principio moral y social, sino también por un
principio de alta conveniencia para la sociedad humana, porque aquella sociedad
que más facilite la selección de sus mejores hijos, aquella sociedad que más
abra vías al mérito, llegará más lejos que ninguna otra. Muchas veces el mérito permanece oculto e
ignorado; muchas veces el mérito no tiene oportunidad de desarrollarse, de
evidenciarse.
Y esa era una de las características de aquella
sociedad que el dueño de la fábrica no escogía al mejor obrero: escogía a su hijo,
o a su hermano, o a su primo, o a su pariente —y parientes puede tener cualquiera
muchos—; mas el ser pariente no significaba ser el más capacitado, no
significaba ser el más inteligente. Y en
aquella sociedad de favores y de favoritismo, de prebendas y de privilegios, el
mérito no tenía ninguna oportunidad.
¿Puede ocurrir bajo el socialismo que el mérito
tampoco tenga oportunidad? Sí. También puede ocurrir. Puede ocurrir que por métodos equivocados de
trabajo se cierren también las vías al mérito; y en el socialismo —como toda
formación social humana— hay que hacer, hay que organizar, hay que construir; y
hay que construirlo limpio de vicios, limpio de métodos erróneos. Y por eso es necesario que se recalque esto: que nosotros
tenemos que tomar la emulación como uno de los medios por los cuales les
abramos camino al mérito (APLAUSOS).
¿Es que siempre tenemos nosotros al mejor al frente de
una unidad, al frente de una empresa?
No, no siempre. Muchas veces hay
los mejores, están los mejores; muchas veces hay hombres incompetentes al
frente de las unidades; muchas veces hay hombres insensibles; muchas veces son
los métodos subjetivos los que prevalecen al escoger a un hombre para
determinada tarea. Y es preciso que los
métodos subjetivos sean erradicados, para que en su lugar se establezcan
métodos verdaderamente objetivos en la selección de los cuadros.
Desde luego que no es un simple problema de selección,
es también esencialmente un problema de formación; no solo hay que seleccionar
los mejores, sino que hay que preparar los mejores.
Muchas veces cuando nosotros meditamos por qué un
centro no marcha bien, este sí y aquel no, aquella granja sí y aquella no,
aquella empresa sí y aquella no, siempre por lo general se encuentra con que el
hombre que está al frente de aquella que no marcha bien, es un hombre que no ha
podido superar los obstáculos y las trabas que tiene delante: o no es competente, o no se
interesa. Y cuando un hombre tiene
interés resuelve, se mueve, trabaja, actúa, y resuelve (APLAUSOS). Otras veces es un problema de ignorancia: hay hombres dotados
de buena fe, de gran espíritu de sacrificio, de gran entusiasmo por el trabajo,
y cuando van a hacer algo y se le dice:
Haga esto así, y así y así, lo van a hacer con el mayor entusiasmo y lo
hacen mal. Falta de interés, o falta de
entusiasmo o falta de conocimiento.
Dentro de algunos años, naturalmente que como
resultado del trabajo de hoy, habrá, tendremos mucho más de lo que tenemos hoy;
pero si hoy tuviésemos en cada frente de trabajo, en cada unidad, en cada
granja, en cada fábrica, más experiencia de la que tenemos, más conocimientos
de los que tenemos, estaríamos mucho mejor hoy.
Y claro está que no nos vamos a detener ni nos vamos a conformar.
Y no nos vamos simplemente a resignar con nuestras
deficiencias sencillamente porque no sepamos.
Hay que darse a la tarea de aprender, hay que darse a la tarea de
desarrollar cuadros, hay que darse a la tarea de formar hombres. Y eso es muy importante; las mejores
intenciones del mundo se estrellarían contra la realidad si no tenemos en
cuenta esto.
Y así, cuando se habla de grandes planes de distintos
tipos, no hay que olvidarse que para que esos planes se conviertan en realidad
es necesario que frente a cada granja, frente a cada central, frente a cada
fábrica, frente a cada puesto de trabajo responsable, haya un hombre o una
mujer que sepa lo que está haciendo (APLAUSOS).
Y no debemos descansar hasta que no logremos eso.
Nuestra Revolución debe caracterizarse por su espíritu
humano, nuestra Revolución debe caracterizarse por el hecho de que nunca le cierre
las puertas a nadie ni le quite la oportunidad a ningún ciudadano, por
supuesto. Pero también nuestra
Revolución debe caracterizarse por ser inflexible y aplicar el principio de que
vale más siempre el pueblo, y los intereses del pueblo están por encima de las
consideraciones que nos pueda merecer un compañero. Las consideraciones hacia el pueblo han de
estar siempre por encima de las consideraciones individuales.
Muchas veces hay un compañero que es incompetente en
un cargo, y no se le haría ningún daño cambiándolo para otro trabajo —desde
luego, para otro que no este más alto, porque hay los casos conocidos de los
que se caen hacia arriba (APLAUSOS)—, a otro trabajo.
Nosotros hemos tenido experiencia en estos cinco años
de Revolución, de compañeros que han estado en un cargo provincial y han
trabajado mal, malísimo, pésimo, horriblemente mal; han cometido desaciertos,
errores de todo tipo, y esos compañeros en un momento dado han sido enviados a
una pequeña granjita a trabajar.
Correcto, correcto; claro, si no han hecho una barbaridad que se
convierta en un delito; y, desde luego, hay que tratar de sustituir a aquellos
que se equivocan demasiado, antes que el daño sea demasiado grande.
Hay gente que cuesta caro; ¡y hay gente que nos ha
costado caro aquí!, cuyas ignorancias nos han costado caro, caro, caro, casi
tanto como el presupuesto de una universidad cualquiera. Sí, y, desde luego, hay que estar a tiempo
para evitar eso. Pero esos compañeros,
que se han ido después a hacer un trabajo muy modesto, cuando se han ido a
hacer el trabajo modesto han empezado a trabajar bien, lo han hecho bien y
después, incluso, han ido recibiendo trabajo de mayor responsabilidad y lo han
hecho bien.
Pero, ¿saben una cosa?
Yo creo que una de las razones por las cuales en nuestra Revolución se
han cometido errores con cierta ligereza, es que aquí hubo ciudadanos que de la
noche a la mañana, sin haberlo pensado siquiera, estuvieron al frente de
importantísimas tareas. Claro está que
en la Revolución no puede haber un escalafón, ¿quién organiza un escalafón
dentro de una revolución?, y sobre todo cuando ocurre el triunfo de la
Revolución, que no era como ahora, sino que en aquellos tiempos había de todo,
y había una cantidad de oportunistas por dondequiera, locos por hacerse de un
cargo importante. ¿Y quién controlaba
aquello en los primeros tiempos? Nadie
lo podía controlar. Pero, incluso, casos
no de personas oportunistas, sino hubo necesidad de hacerse cargo del Estado,
de la economía, y muchos compañeros llegaron a tener un trabajo importante y ni
siquiera apreciaban el valor de ese trabajo, la importancia de su trabajo,
porque realmente cayeron allí de pie.
Y muchos compañeros después, cuando en el trabajo que
se les ha asignado y donde se les llenó la cabeza de humo han
trabajado mal y los han puesto en un trabajo muy modesto, empezaron a apreciar
la importancia del trabajo que tenían antes, y empezaron a aprender. Es malo empezar por arriba, lo bueno es
empezar por abajo, hay que empezar por abajo (APLAUSOS).
Y los técnicos y los intelectuales que nuestra
Revolución forme, debe procurar que sepan empezar por abajo, estar en contacto
con la vida real del pueblo. Porque
también pudiera darse el caso de que un jovencito, educado por la Revolución,
vaya desde primer grado hasta un título universitario sin conocer las
realidades de la vida. Y es por eso que
nosotros siempre nos hemos preocupado de que nuestros jóvenes estudiantes,
nuestros jóvenes becados, sepan lo que es el trabajo físico. Y a veces nos hemos encontrado y hemos
chocado, incluso, con criterios de algunos de nuestros técnicos en educación,
que han tratado de poner más énfasis en lo meramente teórico, en lo meramente
teórico; nosotros tenemos magníficos técnicos en educación, pero algunas veces
adolecen del defecto de olvidarse de que no hay mejor escuela para el hombre
que el trabajo (APLAUSOS).
Nuestros pescadores, por ejemplo, empiezan por una
escuela, pero realmente aprenden sobre los barcos. Nosotros no podemos saber si un hombre se marea
o no, hasta que no lo metamos en un barco, en alta mar. Y así ha habido algunos jóvenes que han
querido ser pescadores, y a las tres millas ha habido que virar para
atrás.
Y a veces hemos tenido problemas; y así con una
escuela: en
cierta ocasión nos empeñamos en organizar una escuela para jóvenes, una escuela
de tipo agrícola. En esa escuela se
suponía que tenían que estudiar y tenían que trabajar, y un día, cuando
correspondían las vacaciones de fin de año, pasamos por esa escuela y vimos a
un montón de obreros trabajando y que, sin embargo, no alcanzaban para los
tomates que allí se cultivaban, que eran de los de la escuela, y pregunto: “¿Dónde están los
muchachos?” “Están de vacaciones.” Digo: “¡pero
estos son señoritos que están de vacaciones mientras estos obreros están aquí
cuidándoles sus cosechas!” No. Y hubo que cambiar aquel director y poner
otro. En aquella ocasión nosotros
hablamos con los de aquella escuela y les dijimos: “Esto es un enorme error, si ustedes
quieren dar las vacaciones tienen que dividirlas, por lo menos, en dos equipos,
no puede haber en un centro de producción un sistema de vacaciones clásico,
porque si no los tomates, y las lechugas quién los recoge, y el ganado quién lo
atiende; tienen que dividir las vacaciones en dos grupos.
Quién les cuenta que, al cabo de un año, otra vez
preguntamos por la escuela y nos enteramos que estaban también de vacaciones
los muchachos. “¿Cómo es eso?” Bueno, que del Ministerio le habían mandado a
ese director una circular de que las vacaciones eran de tal día a más cual día;
vino una aplicación mecánica de las instrucciones, y de vacaciones todo el
mundo otra vez. A sustituir otra vez el
director “que es muy bueno, que ha trabajado mucho, que tiene magnificas
condiciones, que es un problema sustituirlo”.
“No transijo, hay que sustituirlo; no transijo, hay que sustituirlo,
porque si no comprende eso cómo demonio va a enseñar lo que es la agricultura”
(APLAUSOS).
Como me insistían en que era bueno, dije: “Bueno, lo dejan
aquí, pero no de director, lo ponen de segundo y le ponen un director por
encima.”
Y también eso había pasado con la escuela de
pescadores: los
barcos estaban terminándose, y cuando preguntamos por los alumnos de la escuela
de Girón estaban de vacaciones —eso fue en el último verano. Y siempre pensaba en eso: qué difícil, qué difícil, y pensaba
que no se acababa de comprender. También
cuando se estaban haciendo los planes había dos preocupaciones, las de tipo académico, y los compañeros del
Ministerio de Educación decían: “Estamos muy preocupados con el atraso
de esos compañeros, hay que hacer un curso especial.” Yo decía: “Es muy importante la parte académica,
¿quién lo discute?, y más en nuestro país, donde venían los muchachos de atrás
con una preparación muy débil; pero si hacemos unos sabios de estos muchachos
que no saben cómo se siembra un boniato ni cómo se producen bienes
materiales...”
Y siempre estaban las dos cosas, y hay que velar por
las dos cosas. Hasta que por fin, el año
pasado el Ministerio tuvo una idea muy buena, dijo: “Bueno, mandar a trabajar a los
mejores alumnos.” Y claro que fue una
brillante idea, porque así es como tiene que aparecer el trabajo; a mí nunca me
ha gustado cuando he oído decir que mandaron a trabajar a alguien como
castigo. Y el año pasado, de los
becados, mandaron a los mejores alumnos a trabajar, y los más malos a
estudiar. Fue una buena idea.
Y por eso, nosotros no estaremos dándole una educación
cabal a nuestra juventud mientras no sepamos combinar en alguna medida, en
algún grado, mayor o menor —porque, desde luego, no es fácil—, el estudio con
el trabajo. Y en todas las escuelas e
institutos tecnológicos debe haber alguna producción, y debe haber algunas
horas de trabajo; en todas las escuelas e institutos agrícolas debe haber
algunas horas de trabajo. Y cuando se
pueda, que haya también algunas horas de trabajo en toda la enseñanza
secundaria.
Y no podremos darnos por satisfechos mientras eso no
lo logremos, porque es el trabajo lo que hace identificarse más al hombre con
la vida y con la realidad (APLAUSOS).
Y nuestros compañeros del Ministerio de Educación
deben tener esto muy presente; y, por lo menos, siempre que surge la necesidad
de alguna escuela, siempre hemos pensado en toda posibilidad de que este
principio se cumpla. Y las escuelas
tienen una importancia realmente extraordinaria para la sociedad,
extraordinaria para nuestro país.
Y, desde luego, la educación en la Revolución ha
recibido la atención fundamental, y realmente es impresionante lo que la
Revolución va logrando en ese sentido, y es en realidad asombro de muchos
técnicos internacionales, de fama internacional en cuestiones de educación, lo
que en Cuba se ha hecho en ese sentido.
Y para satisfacción nuestra vale recordar los informes que los técnicos
en educación de las Naciones Unidas han hecho acerca de la campaña de
alfabetización en Cuba, que fue un hecho realmente —por su magnitud— sin
precedentes en el mundo; y se impresionan.
Y realmente avanza la educación a paso firme, sólido; y, desde luego,
eso es muy bueno, eso es formidable, eso es garantía de un futuro espléndido
para nuestro país. Pero no basta con
eso. Esa educación tiene que ser una
educación teórica y a la vez práctica; y no basta con la educación de los jóvenes,
hay que educar también a los adultos, como se está haciendo con las escuelas de
mínimo-técnico, con las escuelas de superación obrera y campesina.
Hay que decir que nosotros tenemos máquinas que no
están trabajando por falta de torneros; hay que decir que necesitamos muchos
obreros calificados, ¡pero muchos! ¡Y
qué pena!, tener una máquina y no tener un obrero calificado que la sepa
manejar, cuando la máquina multiplica por 10, por 20, por 50, por 100, por 300,
el trabajo del hombre. Y las máquinas
necesitan algún conocimiento; cualquier combinada de caña. Llegaremos a tener miles de combinadas de
caña, pero para que esas combinadas den el máximo, para que no se rompan, hay
que saberlas manejar bien. Entonces, un
hombre puede hacer el trabajo de 120 hombres con una máquina; segando hierbas
con determinado tipo de segadora, un hombre puede hacer el trabajo de 300. Y eso que ocurre en la agricultura ocurre en
cualquier industria. Y si además de la
mecanización viene la automatización, más se multiplica el trabajo.
Y así, nosotros vimos en la Unión Soviética empresas
hidroeléctricas manejadas por 10, 12, 20 hombres (APLAUSOS).
Cuando a fines del año pasado se hicieron determinados
planes sobre caña, se trajeron a los administradores de todas las granjas
cañeras y estuvieron en un curso de 10 días.
¡Y es increíble lo que ese curso de diez días enseñó a esos
administradores! Algunos de ellos por
primera vez en su vida oyeron hablar de encalado y de toda una serie de
técnicas; y este año se va a hacer el curso de un mes.
Y, desde luego, con las escuelas, con la preparación
de esos administradores, se pueden llevar a cabo los planes que tenemos. Pero hay que preparar mucho, hay que enseñar
mucho.
Y toda esta larga charla sobre cuestiones de educación
vino a mi mente, porque cuando yo estaba leyendo ayer por la mañana los récords
de trabajo y el impresionante récord de trabajo del compañero Reinaldo Castro,
y veía el esfuerzo realmente sobrehumano e increíble que había hecho, los
rendimientos que había logrado, el esfuerzo que había hecho en la zafra pasada,
y después de la zafra en la siembra de caña, en los riegos y luego con la
brigada, me preocupaba, y me decía: Si
un hombre como este continúa todos los años haciendo ese esfuerzo, se aniquila,
y nuestro país va a salir perdiendo con eso; se vuelve, entonces, una simple
bestia de trabajo, y eso no puede ser, ni podemos quererlo.
Pero al mismo tiempo me había dado cuenta, en el caso
de Reinaldo, que no solo él había sido el mejor trabajador, sino que la brigada
que él dirigía estaba en primer lugar (APLAUSOS). Y yo dije: Esto no es casualidad, eso no es
casualidad, y no se puede deber al trabajo de él solo; esto demuestra que este
trabajador es capaz de contagiar de su mismo espíritu a los demás hombres de
esa brigada (APLAUSOS), que este no solo es capaz de trabajar mucho, sino de
dirigir a los demás también en el trabajo, y de contagiarlos de su mismo
espíritu y de su mismo entusiasmo.
Entonces pensaba que los casos como ese, o de todos aquellos obreros
cuya brigada quede en primer lugar, constituye para nosotros una evidencia muy
importante de la calidad de esos hombres.
Puede darse el caso de que un hombre sea capaz de
trabajar mucho y, sin embargo, no sepa organizar el trabajo de los demás. Pero eso sería una rara excepción. Por lo general el hombre muy trabajador y
capaz de trabajar mucho, siempre contagia a los demás de ese espíritu suyo
(APLAUSOS), y tiene condiciones para dar un aporte más importante.
y yo me decía:
Hombres como ese dirigiendo tareas aquí de determinados tipos, si dentro
de 8, ó 10, ó 12, ó 15, ó 20 años, los hombres que están al frente de todas las
unidades de trabajo y de todas las empresas son hombres como ese, está
garantizada la construcción del socialismo y del comunismo en nuestro país
(APLAUSOS).
Y esos hombres son los revolucionarios por excelencia,
los socialistas por excelencia y los comunistas por excelencia. Y esos hombres deben ser reclutados por
nuestro Partido de vanguardia (APLAUSOS), porque ellos representan las mejores
virtudes de la clase obrera, el espíritu de la clase obrera, la generosidad de
la clase obrera (APLAUSOS); porque cuando obreros como esos que han sido
premiados trabajan, no han estado pensando en sus beneficios —posiblemente ganan
mucho más de lo que necesitan trabajando como trabajan—, han estado pensando en
la nación, han estado pensando en el pueblo; no han estado pensando en lo que
van a consumir simplemente, sino han tenido su pensamiento puesto en lo que van
a producir para que los demás consuman (APLAUSOS). Y eso significa un alma generosa, un corazón
generoso. Porque hay por el contrario
ese tipo de seres que nunca piensan en los demás; piensan solo en sí mismos y
cuánto van a consumir, y ni siquiera piensan que cada bien material o de
cualquier índole que se consuma, es producto del esfuerzo y del trabajo de
alguien.
Y por eso los obreros de vanguardia deben ser objeto
de la atención esmerada de nuestro Partido, para estimularlos, para formarlos,
para reclutarlos; porque el Partido, que es la vanguardia, debe estar integrado
por los hombres mejores de la clase que representan. El país, cuyo poder es el poder de los
obreros, debe ser el poder de los más esforzados obreros, de los más dignos
hijos de la clase obrera. Ahí está la
cantera de donde nosotros tenemos que buscar los tesoros que encierra, tanto
para la vanguardia política como para la vanguardia administrativa, como para
la dirección del trabajo. Ese principio
tenemos nosotros que garantizarlo. Que
nadie el día de mañana por vías simplemente colaterales o teóricas llegue a
ocupar una posición responsable.
¡No! Que el camino sea este, este
el camino: ¡El
camino del trabajo! Los mejores del
trabajo, al Partido; los mejores del Partido, a los cuadros de dirección del
Partido (APLAUSOS); los mejores del trabajo, a las escuelas; los mejores del
trabajo, a la dirección; los mejores del trabajo, a la vanguardia de las
organizaciones de producción.
Y así, un porvenir extraordinario será el porvenir de
nuestro país, y eso lo tenemos que garantizar.
Y por eso pensaba que a esos obreros de vanguardia, a esos héroes
nacionales, hay que darles oportunidad de estudiar y que —junto al honor, al
homenaje y al reconocimiento de la nación— haya para cada uno de los obreros de
vanguardia que así lo desee la
oportunidad de estudiar (APLAUSOS).
¿Y por qué a estudiar?
Porque nosotros nos podemos encontrar con el caso del compañero Reinaldo
que tiene magníficas condiciones personales, y eso no bastaría; si a esas
condiciones se suma la capacitación, la preparación, y él pone ese mismo
coraje, ese mismo entusiasmo que tiene, por el estudio, el compañero Reinaldo
es un valor que puede llegar a aportar beneficios incomparablemente mayores a
la sociedad, que cortando caña o regando sacos de abono (APLAUSOS), más aún que
al frente de una brigada de cortadores de caña.
¡Ojalá pudiéramos un día ver a compañeros como
Reinaldo al frente de una agrupación básica de producción! (APLAUSOS.)
Y que ese espíritu del cual contagian a la brigada, se lo contagien a
cientos y a miles de hombres trabajando bajo su dirección.
Y por eso nosotros entendemos que una de las cosas que
debe ir acompañada a la selección es la oportunidad de estudiar. No se trata de decir a Reinaldo: “Tienes que estudiar
y te vamos a encerrar ahora en una escuela.”
No, sino: “Tienes
la oportunidad de estudiar, deseamos que estudies, le interesa al país que
estudies.”
Pero esa oportunidad hay que brindársela a todos los
trabajadores de vanguardia. Y ustedes
han de pensar que el país gana con eso, el país ganar la
mucho con eso. Hay algunos que dicen: Yo soy viejo, tengo
tantos hijos. Y eso no es un
obstáculo. Porque yo estoy seguro de que
si ese obrero, que recibió el título de Héroe Nacional del Trabajo Técnico,
fuera un ingeniero de nivel universitario, con el interés y la capacidad
natural que posee, rendiría frutos incomparablemente mayores.
Creo que nada más hermoso ha hecho la Revolución que
brindar la oportunidad a todas las inteligencias y a todos los caracteres para
desarrollarse (APLAUSOS), porque antes las inteligencias se perdían, las
inteligencias se perdían en nuestros campos y en nuestras ciudades.
Y yo comprendo por experiencia personal eso mejor,
estoy en condiciones de comprenderlo mejor que muchos. Porque si yo he podido desempeñar un papel
determinado en la vida de nuestro país, si he podido hacer un aporte a la
Revolución, se debió a que tuve la oportunidad de estudiar, y tuve la
oportunidad de estudiar porque mi familia tenía recursos para pagarme los
estudios. Pero nadie mejor que yo puede
comprender que si yo hubiese sido hijo de cualquiera de las docenas de humildes
obreros que allí trabajaban, yo no estaría aquí ahora (APLAUSOS), no tendría un
trabajo de responsabilidad en el gobierno.
¡Y cuántos mejores que nosotros, cuántas inteligencias
se habrán perdido en nuestros campos!
¡Cuántos hombres de aquellos que fueron compañeros míos en la escuela
pública, en la escuela rural! ¡Cuántos
de esos hombres los ha perdido el país como técnicos, como ingenieros, como
cuadros políticos, de cualquier índole!
Y así ha pasado con millones de ciudadanos. ¿Era yo acaso mejor que los demás? Solo en una determinada situación social, por
causas enteramente ajenas a mi voluntad, tuve oportunidad de ir a las escuelas
donde aproveché el tiempo a mi manera; primero, porque no era buen estudiante,
pero además, ¡porque no podía serlo en aquellas basuras de colegios por donde
pasé! (APLAUSOS.) Pero al menos uno aprendió a leer y a
escribir. Podía decir como la canción: “He aprendido a
leer y a escribir.”
Y eso fue algo para mí. Pero no puedo menos que pensar con
indignación en los que se quedaron sin aprender a leer ni a escribir, ni en el
tiempo que nos hicieron perder, aun a los que como nosotros tuvieron
oportunidad de ir a una escuela. Pero,
¿qué nos enseñaron, qué historia nos enseñaron?
Cuántas cosas que podíamos haber aprendido dejamos de aprender; y cómo
será el pueblo de mañana cuando todos los millones de niños que nazcan tengan
la oportunidad de recibir no solo la enseñanza primaria, sino incluso la
enseñanza secundaria. Y no ha de estar
lejano el día en que sea estricta e irrenunciable obligación de cada joven, el
adquirir hasta el título de la secundaria.
Y entonces, ¿con qué estándar de vida, con qué cúmulo de riquezas, podrá
contar nuestro pueblo? Porque la
riqueza, la abundancia, condición imprescindible del socialismo y del
comunismo, se logra con la técnica, con la inteligencia, con los medios
adecuados de trabajo y la técnica adecuada.
Y el mérito de ese obrero fue el aporte que hizo,
fruto de su observación, de su amor al trabajo, elevando de manera
extraordinaria y considerable la productividad.
Por eso si la sociedad pasada no les brindó a los
mejores obreros como él la oportunidad de estudiar, la Revolución tiene que
brindarles esa oportunidad, la Revolución tiene que estimular esa oportunidad
(APLAUSOS).
Y entendemos que sería el complemento del sistema de
emulación, el principio de que el triunfo en la emulación, el título de
trabajador de vanguardia, significa para cada uno que lo reciba la oportunidad
de estudiar. Y todas las empresas deben
esforzarse por lograr que esos obreros de vanguardia estudien. Y nuestras empresas y nuestros ministerios
deben estudiar por qué vías y por qué canales y en qué forma se logra eso. Porque nadie está viejo para estudiar
aquí. ¿Comprenden? Todos tenemos mucho que estudiar, y todos
tenemos mucho que aprender.
Yo no quiero ser más extenso, y por eso no voy a
abundar más en estos argumentos. Pero
todos tenemos necesidad de estudiar, y lo que con ello se logra no es
simplemente un “hobby”, no vamos a estudiar por sport. ¡No!
Vamos a estudiar por necesidad, porque lo necesita nuestra patria, lo
necesita nuestra Revolución. Y vamos a
estudiar, además, por una cuestión moral, por una satisfacción espiritual, y
además por emulación. Porque yo creo que
nadie quiere quedarse “burro”, como decían antes, nadie quiere quedarse atrás. Y ese es un sentimiento noble.
Antes discutían quién era más rico. Y los niños decían: Mi papá tiene más plata que tu
papá. Ahora no, ahora se discute quién
trabaja más, quién estudia más, quién sabe más.
Y los niños dirán:
Mi papá sabe más que tu papá (APLAUSOS).
Nuestro país marcha bien, nuestra Revolución marcha
bien. Bien es una cosa, y muy bien es
otra. ¡Y la Revolución marcha muy bien!
(APLAUSOS), ¡el país marcha muy bien!
(APLAUSOS.) Vamos mejorando,
vamos progresando; pero eso no es nada, ¡lo que nos queda por progresar y lo
que vamos a progresar en los años venideros!
En las condiciones que hemos creado, en los instantes
en que el bloqueo económico del imperialismo yanki se viene abajo, se convierte
en polvo, en que las posibilidades para nuestra economía son como nunca, ¡como
nunca!, en que se han creado las bases en nuestro comercio internacional para
darle un gran impulso a todo, no podemos perder estas oportunidades y no las
vamos a perder.
Desde luego que aquí puede ser que falte un poco de
pintura a las casas durante algún tiempo hasta que tengamos las industrias
básicas para producir la pintura suficiente con que pintar bien bonitas todas
las fachaditas de todas las casas. Desde
luego que aquí en 10 años por lo menos, vamos a ver que los automóviles se van
a ir poniendo más cacharros, sí, más cacharros.
Pero mientras los automóviles se estén poniendo más cacharros, los
ciudadanos se están poniendo más flamantes y las inteligencias se van puliendo
(APLAUSOS), y los cerebros van adquiriendo ruedas, y la inteligencia va adquiriendo
alas. Y empezarán a salir de las
universidades decenas de miles de ingenieros, médicos, pedagogos, técnicos de
todos tipos; se desarrollará una técnica nueva, se irán creando las condiciones
mediante las cuales un día vamos a poder hasta comprar más automóviles que los
que compraban los burgueses. De manera
que nadie ande loco buscando un automóvil, sino el que quiera irse un fin de
semana vaya y por una cantidad módica lo alquile y se lo lleve, y desde luego que
no lo rompa, déjame rectificar (APLAUSOS).
Falta tiempo, si eso lo hacemos mañana acaban con los
automóviles. Todavía incluso no solo con
los automóviles, con los camiones y las guaguas luego acaban.
Por ahora hay que ir al transporte colectivo,
¿verdad? Ya hemos mejorado nuestras
líneas aéreas, ya hay un avión que en una hora y 20 minutos va desde Santiago a
La Habana. Posiblemente ustedes han
montado en alguno de esos aviones. Los
peloteros también, aunque a algunos no les gusta mucho
montar en el avión, pero bueno...
Hay que mejorar nuestros ferrocarriles, y vamos a
comprar ferrocarriles nuevos y hasta con aire acondicionado (APLAUSOS), vamos a
mejorar nuestros transportes urbanos e interurbanos, es decir, el transporte
colectivo ahora es lo fundamental; vamos a desarrollar nuestra flota mercante,
vamos a tener una flotica mercante, una flotica mercante.
¡Despacio pero apurados!, y vamos a tener una flotica
pesquera. El atún va a estar por la
libre en tiempos no muy lejanos (APLAUSOS).
Pero antes que el atún, los huevos van a estar también
por la libre. Ya hemos dicho que en
enero por docenas se venderán, y ustedes saben que, por lo general, las cosas
que ofrecemos las cumplimos. E irá
aumentando paulatinamente la producción de leche y la producción de carne, y
vamos a ver si los compañeros del Ministerio de la Construcción resuelven el
problema de ver cómo construimos casas también (APLAUSOS), en cantidades
suficientes.
Ahora ha habido que construir una serie de cosas a la
carrera, y hay muchas fábricas que se están levantando, pero tenemos que ir
viendo cómo, por métodos modernos de prefabricados y con la mecanización de las
construcciones y con los obreros de la construcción que tenemos podemos
construir mucho más (APLAUSOS). La
población se multiplica y hace falta techo, de manera que tenemos que ir
levantando parejo en todo. Pero primero
lo imprescindible, ¿verdad?
Yo estoy seguro de que ustedes verán un cacharrito que
no estará muy moderno y dirán: “Pero es mejor tener un buen barco
pesquero que pesque unos cuantos cientos de miles de libras de atún por
año.” (ALGUIEN DEL PUBLICO DICE: “¡De bacalaol”)
¡También!, también (APLAUSOS). Quiero que sepan que hemos mandado a comprar
seis barcos de esos. Estamos callados,
no decimos mucho de eso (APLAUSOS).
Basta decir que vamos a tener 70 barcos atuneros para fines del año que
viene, isetenta!
Y ahora tenemos cinco, ahora tenemos cinco, y que esos muchachos van a
pescar diez veces, quince veces, veinte veces más que nuestros viejos
pescadores con anzuelitos.
Y así iremos creando la abundancia. Hemos dicho: Primero vamos a desarrollar las
gallinas ponedoras, después las de carne.
Y, desde luego, una cosa, para que lo sepan: los aumentos de abastecimiento
empezarán por el interior, ¡por el interior!
(APLAUSOS.)
En La Habana hay determinadas cuotas que
tradicionalmente eran más altas, tiene mayor cantidad de restaurantes, hay unos
50 000 obreros con comedores. Ahora, en
La Habana, vamos a congelar en ese nivel, y vamos a empezar de Oriente para
acá, ¿comprenden? (APLAUSOS.)
Si aumenta la producción de huevos primero para
Oriente; de pescado, primero para Oriente; que vamos a traer unos cuantos miles
de toneladas de bacalao, para el interior; que han venido unas cuantas
toneladitas de tasajo de Uruguay, para el interior (APLAUSOS). Hay que aguantar un poco, cuando vayan a
Santiago podrán comer tasajo. Y es
justo, ¿verdad?, es muy justo.
Con la capital se ha tenido en consideración sus
consumos tradicionales. No habría sido
correcto decir bueno, pues, vamos a disminuirle a la mitad lo que están
consumiendo aquí, porque ese no es un buen método político de hacer las
cosas. Pero, ahora hay que ir empezando
por allá. Igual que cuando ya nos estén
sobrando los productos y falte dinero, hay que ir empezando por los salarios
más bajos, ¿comprenden? (APLAUSOS.)
Claro que ya el año que viene, para fines del año que
viene, ya se cumplen los cinco años de la reforma urbana. ¡Como pasa el tiempo! Y hay muchas, muchas familias, que ya no tendrán
que pagar alquiler (APLAUSOS). Eso
significará unos centavitos más para fin de año y para todo el otro año
también.
Pero cuando ya los ingresos y la producción estén
parejos, y cuando ya empiece a haber más productos que dinero —y no vamos a
tardar mucho tiempo, no vamos a tardar mucho tiempo—, entonces llegará la hora
de ir empezando a elevar los ingresos por los salarios más bajos, ¡por los más
bajos! Porque todavía hay mucho desnivel
en todas esas cosas, a pesar de lo que se ha hecho y de mucho de lo que se ha
adelantado en ese sentido. Ustedes saben
que, por ejemplo, en las minas creo que había 20 salarios distintos en las
minas.
Y así iremos por ese orden: del interior para acá, de abajo hacia
arriba, mejorando al pueblo.
Y con el esfuerzo, con el trabajo, no vamos a tardar
mucho en tener suficientes cosas. Y para
nosotros será una gran satisfacción ver que empiezan a aparecer productos por
la libre, y que la libreta quede abolida (APLAUSOS).
La libreta fue una necesidad, porque sin la libreta el
que tenía más plata cogía más, y hubo que hacerla para defender al que no podía
pagar en bolsa negra. Muchas de esas
cositas de bolsa negra por allá, por algunos lugares, yo sé que hay gente que
vende los huevos a 20 centavos. ¡En
enero ya no habrá más bolsa negra de huevos!
¿Por qué?, porque estarán baratos, los vamos a clasificar y los vamos a
vender según el tamaño, y se acabará la bolsa negra. Cuando tengamos pollos suficientes tampoco
habrá quien venda un pollo en bolsa negra; cuando tengamos pescado suficiente
no habrá nadie vendiendo su pescadito por ahí con la bolsa negra. La abundancia es lo que acaba con la bolsa
negra (APLAUSOS), ¡y con la abundancia vamos a poner fuera de combate la bolsa
negra!
Entonces después dirán: “Bueno, y ahora dónde vendemos
esto.” Mire a ver si tienen quien se los
compre, véndaselo más barato, le diremos.
Porque, claro, siempre hay ciertos intereses antisociales, siempre hay
quien anda buscando o inventando algo, pero eso es hijo de la escasez. Poniéndole fin a la escasez llegará un
momento en que la gente dirá:
“Caramba, no tengo plata, como hay cosas en la tienda.”
Claro, en ese momento la gente empezará a decir: “Qué lástima que no
tuviera un poquito más de dinero.” Se ha
de discutir eso, y entonces diremos: Bueno, vamos a ver quiénes son los que
más lo necesitan y quiénes son los más mal pagados, todas esas cosas,
bien.
Y es bueno, antes que falten las cosas, es mejor que
sobren, porque entonces mucha gente tendrá más interés en trabajar y
necesitamos que se trabaje, y siempre habrá una cantidad de gente que
estimulados por la cantidad de bienes que pueda adquirir trabaje más para ganar
más dinero, y en la etapa de la construcción del socialismo tiene que ser
así. El socialismo es a cada cual según
su trabajo y el comunismo a cada cual según sus necesidades, pero eso es cosa
de los hijos de ustedes, hijos chiquitos, no los grandecitos. Todavía los grandecitos vienen con algunos
hábitos y algunas costumbres. Todavía
dentro de la sociedad hay muchos privilegios, pero ya no es una sociedad de
explotación del hombre por el hombre, ya las bases fundamentales de la
explotación social y los que crearon todos esos privilegios
desaparecieron.
El otro es un proceso largo, largo, pero un proceso
seguro. Pocos países tienen las condiciones
que tenemos nosotros para cumplir con éxito ese proceso, pocos pueblos tienen
las ventajas que tenemos nosotros, ventajas de orden exterior y ventajas de
orden interior también.
Si nosotros no lográramos la abundancia aquí sería,
sencillamente, porque fuéramos unos incapaces completos de lograrlo, sería
sencillamente porque no quisiéramos.
Pero queremos lograrla y la vamos a lograr, la vamos a lograr haciendo
las cosas como debemos hacerlas y, eso sí, quitando todo el que no sirve del
lugar donde está e irlo poniendo en otro lugar (APLAUSOS).
Desde luego, desde luego, tiene que ser así, y lo
lograremos más pronto en la medida en que a los que sirvan los vayamos poniendo
en los lugares donde deben estar.
A nadie le va a faltar nada, nadie tiene que
atemorizarse. A veces yo he pensado el
caso de algunos compañeros. Digo: Miren que estos
compañeros cuestan caros. Miren, si les
pagáramos una jubilación de 1 000
pesos costarían mucho más baratos a la Revolución que con lo que están haciendo,
de veras que saldríamos ganando incluso jubilándolos —sin que jubilar sea malo— pero con tal de
que la gente se jubile por edad y que la gente no se jubile porque cuestan
caros. Yo creo que hay que jubilar los
que cuestan caros, que es preferible.
No, la Revolución no va a matar a nadie de
hambre. Nosotros debemos establecer el
principio de que nadie tendrá las puertas cerradas, de que nadie morirá jamás
de hambre aquí, porque si es tan malo, malo, lo metemos en la cárcel y le damos
comida allí. Es decir, si es un sujeto
antisocial, delincuente, enemigo de la ley, bueno, señor, con usted ya no
podemos hacer nada más, vaya para una cárcel y allí lo vamos a mantener.
Pero si ustedes supieran que a nosotros nos escriben
cartas y nos enteramos de muchas cosas que son tristes. Y así había el caso de una señora que tenía
varios hijos y estaba, además, en estado, y el esposo estaba preso por un
delito común. Yo me decía: Pero qué triste
realidad que todavía en nuestra sociedad estas cosas pasen. Quién se acuerda de esa mujer que tiene
tantos hijos, que esté en esa necesidad, en esa situación dura de esa mujer, y
que todavía haya mujeres, madres de familia, que se vean en esa penosísima
situación. Usted dice: Bueno, vamos a sostener esa
familia. Entonces va a decir mucha gente: “Caramba, no
importa si yo delinco, mi familia va a estar bien.”
Pero, de todas maneras, debe haber instituciones que
se ocupen de esos casos, tienen que haber instituciones que se ocupen de esos
casos. De manera que en nuestro país no
haya un solo niño que se acueste desamparado, ni una sola mujer, ni un solo
enfermo inválido, nadie (APLAUSOS).
Qué socialismo habríamos hecho nosotros aquí sin eso,
de qué podríamos enorgullecernos si eso no lo logramos, cuando nuestro orgullo
mayor es haber acabado con la mendicidad, que todavía me dicen que andan
algunos mendigos por ahí, algunos los ven —realmente yo no los veo, no sé si
será que caminan muy rápido los carros esos—, al Caballero de París que me lo
encontré por la Quinta Avenida, pero el Caballero de París no mendiga, todo un
caballero y él no incurre en eso.
¿Muchachos por la calle de vagabundos? Rara vez se encuentra alguno, aparece
alguno. Esas cosas es
elemental que nosotros las vayamos erradicando.
Y ese será siempre el orgullo de nuestro pueblo el ir alcanzando todas
esas cosas. Eso es vivir como seres
humanos, eso es vivir como hombres y no como bestias. Y aquella sociedad era una sociedad de
sentimientos bestiales y le inculcaba al hombre esos sentimientos, y cada cual
se desentendía de la suerte de los demás.
Un hombre trabajando, ¿cuánto no puede producir y a
cuántos no puede sostener? Con seguridad
que cualquiera de estos obreros de vanguardia produce veinte veces más, cien
veces más de lo que él necesita —y no ya un buen obrero de vanguardia, hasta
una vaquita puede ayudar a sostener tres familias. ¿Y es justo que viviéramos —como vivíamos— en
aquellas condiciones, en aquellos sentimientos egoístas, aquella insensibilidad
hacia los demás? No, señor, aquí entre
obreros de vanguardia, entre productores de primera calidad, de hombres que
tienen fe en el trabajo y saben que son los frutos del trabajo, se puede decir
que el trabajo puede erradicar la miseria (APLAUSOS).
El trabajo, con una buena organización, buena técnica,
modernos instrumentos de trabajo, hombres que sepan emplearlos, una buena
organización: y queda barrida de la faz
de nuestro país la miseria, la pobreza, e iremos creando para todo un pueblo
las condiciones de vida por las cuales se ha luchado, por las cuales se han
sacrificado nuestros obreros, por las cuales han muerto muchos combatientes,
han dado su sangre, desde los que cayeron en “La Coubre” hasta los que murieron
en Girón (APLAUSOS).
Y así, cuando uno de los obreros aquí hablaba de que
ellos están dispuestos a dar su vida, ¡cuánta verdad decía! ¡Y con qué disposición los obreros han estado
dispuestos a dar su vida por la Revolución, y con qué disposición han ido a
combatir, y con qué disposición han muerto!
Porque son cientos los trabajadores que han dado su vida y su sangre por
la causa de la Revolución, y lo han hecho por esto.
Y hoy cada día más la Revolución es comprendida, hoy
cada día más la Revolución es aceptada como un hecho incontrovertible de
nuestra historia; cada día más la Revolución es segura; cada día más están
aplastados los gusanos, los vacilantes y los enemigos de nuestra patria
(APLAUSOS). Triunfa la Revolución,
triunfa la Revolución frente a poderosos enemigos, frente a grandes obstáculos;
triunfa la Revolución aun frente a nuestra propia incapacidad, a nuestra propia
ignorancia; triunfa la experiencia sobre la ignorancia. ¡Vamos triunfando!
Iremos mejorando día a día; lo comprenderemos todo
cada vez con mayor claridad. Y tendremos
siempre —todos y cada uno de los hombres que amamos esta Tierra, que amamos
esta causa— la satisfacción de verla crecer, con el amor con que los seres
humanos ven crecer la obra de su esfuerzo, de su trabajo, con el amor con que
los padres ven crecer a sus hijos, con la satisfacción y la seguridad de que
eso está seguro, con la convicción de que ya nada podrá volver atrás la
historia de nuestra patria, con la convicción de que este pueblo —heredero y
descendiente de nuestros mambises que hace 100 años empezaron a luchar por la
independencia (APLAUSOS)— hoy recibe los frutos, hoy recibe los frutos del
esfuerzo de otras generaciones.
Muchas veces decimos que nos estamos sacrificando para
que vivan mejor las generaciones venideras.
Y es verdad, ¡vivirán mejor que esta generación! ¡Pero recordemos también que otras vivieron
mucho peor que nosotros, y se sacrificaron por nosotros! (APLAUSOS.)
Y así, tenemos que ser generosos con los que vendrán después, como
fueron generosos con nosotros los que nos precedieron.
y estos son los sentimientos que evocan en nuestro
ánimo un acto como este, una reunión como esta, una fiesta como esta. Porque esta es una verdadera fiesta: la fiesta del
trabajo, la fiesta del patriotismo, la fiesta del espíritu revolucionario, la
fiesta de todos los trabajadores. ¡Y un
día de orgullo para nuestra clase obrera, para nuestros trabajadores, para
nuestras organizaciones obreras; un día de orgullo en que la nación, el
gobierno y el Partido rinden tributo a sus obreros de vanguardia!
¡Y que esta institución se fortalezca cada vez
más! ¡Y que esta institución cobre cada
vez más vigencia y cada vez más prestigio!
¡Y que en el corazón de cada uno de los cubanos tengan un lugar cada vez
más distinguido los hombres y las mujeres que están al frente de la
producción! ¡Porque
ustedes han sabido cumplir con la patria, ustedes han sabido cumplir con la
Revolución, ustedes han sabido cumplir con nuestra consigna de:
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)