DISCURSO
PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL PARTIDO
UNIDO DE LA REVOLUCION SOCIALISTA y
PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL RESUMEN DEL ACTO CELEBRADO
EN EL ESTADIO LATINOAMERICANO CON RELACION A LA BATALLA POR EL SEXTO GRADO, EL
20 DE NOVIEMBRE DE 1964.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros maestros;
Compañeros trabajadores-estudiantes:
Este concepto,
trabajador-estudiante, es un concepto nuevo en nuestra patria, es un concepto
verdaderamente revolucionario. La
presencia de un número tan extraordinario de trabajadores, matriculados en los
cursos de Educación Obrera y Campesina, que asisten a este acto en este
estadio, es algo que si no se ha vivido, si no se tiene la oportunidad de
vivir, no se creería.
Cuando llegamos
aquí esta noche, recordamos otras ocasiones en que este estadio se ha
llenado. Recordábamos que este estadio
no se llenaba fácilmente, y como campo deportivo o centro deportivo que es, se
llenaban todas las gradas de este estadio cuando había un partido muy
importante, cuando tenía lugar un evento que había despertado el interés de
todo el pueblo, se podía decir el fanatismo de todo el pueblo. Y al llegar esta noche nosotros, les
expresábamos a algunos compañeros que nos preguntaban la opinión sobre el acto,
yo les decía: Veo que hay más público
que en los juegos de pelota.
Y es que
realmente habría parecido imposible que sucediera algo semejante, habría
parecido imposible que una reunión de los trabajadores de la capital, que están
participando de estos cursos, podría congregar un número tan elevado de
ciudadanos.
Y si todavía
existiesen en nuestro país personas que no entendiesen, que no comprendiesen, o
no pudiesen saber qué significa la palabra revolución, qué es una revolución,
bastaría que presenciaran esto de esta noche y meditaran un segundo siquiera,
para que supieran, para que acabaran de saber qué es una revolución
(APLAUSOS).
Porque esto,
esto que estamos viendo, enseña mucho más que cualquier libro, demuestra mucho
mejor que cualquier palabra qué es una revolución, y cómo los pueblos
revolucionarios se transforman, cómo los pueblos hacen las revoluciones a la
vez que las revoluciones hacen a los pueblos (APLAUSOS). Porque el pueblo que comenzó a hacer la
Revolución es este mismo pueblo de ahora, y, sin embargo, hay significativas
diferencias; porque este pueblo que la Revolución va forjando, la misma
Revolución que el pueblo hace, es un pueblo cuyo auge, cuyo avance, cuya educación,
cuya conciencia, crece día a día.
Lo que está
ocurriendo con millones de personas hoy día, es lo que en el pasado contadas
familias aspiraban para sus hijos. Lo
que ocurre hoy con millones de personas, fue la aspiración o el sueño que
millones de personas albergaron y que no pudieron realizar.
Por lo general
los padres deseaban que sus hijos estudiasen.
¿Por qué? Porque preveían,
pensaban, que el nivel de vida, la prosperidad, la felicidad de su hijo,
estarían relacionados con sus conocimientos, con su capacidad. Y los padres aspiraban a que los hijos
estudiasen para que triunfasen en la vida.
Y es lógico, o era lógico —aunque no siempre exacto—, aquel pensamiento. No siempre se triunfaba cuando se
estudiaba. No siempre alcanzaban el
éxito los que estudiaban. Muchas veces
alcanzaban el éxito los inescrupulosos, muchas veces vivían mejor aquellos que
ostentaban una serie de privilegios, o aquellos que se caracterizaban por una
falta de moral, por una falta de principios.
Pero aun en
aquellas circunstancias, aun en medio de aquella sociedad en que cada hombre
era prácticamente un enemigo de los demás, en que cada hombre trataba de
ascender aunque fuese pisoteando a los demás, aun en aquel medio los hombres
que tenían oportunidad de adquirir una calificación técnica, los hombres que
tenían oportunidad de adquirir una calificación universitaria, tenían muchas
más posibilidades que aquellos que no aprendían a leer y a escribir, que
aquellos que no pasaban de los primeros grados.
Hoy puede decirse con mucha más justicia que un pueblo que está dedicado
todo al estudio es un pueblo que necesariamente tiene un magnífico porvenir, es
un pueblo que inevitablemente tendrá un grandioso porvenir.
No se está
hablando en este caso de un proyecto, de una idea; se está hablando de una
realidad. Y si se analizan los datos
estadísticos, se podrá comprobar que posiblemente somos hoy, en cuanto a la
educación, en cuanto a la educación masiva, en cuanto al estudio, posiblemente
el primer país del mundo (APLAUSOS).
Al hablar de que
en algo alcanzamos un sitio de honor, no lo decimos con un falso orgullo
nacional, no lo decimos como una vanagloria; lo decimos como —si se quiere— una
comparación, una palabra para dar idea de lo que el movimiento educacional ha
avanzado en nuestra patria. Y, sobre
todo, para dar una idea de lo que los pueblos pueden hacer cuando son dueños de
su destino, de lo que los pueblos pueden alcanzar a través de las revoluciones.
Nuestro pueblo
es igual a los demás pueblos, pero la Revolución ha permitido que nuestro
pueblo alcance estos éxitos, ha permitido esta meta, esta increíble meta de
que, después de cinco años y medio de Revolución, es decir, cuando apenas han
transcurrido unos pocos años desde el triunfo de la Revolución, se pueda afirmar
que en nuestro país hay prácticamente una persona estudiando por cada tres
personas, una persona estudiando sistemáticamente por cada tres
habitantes. Y estoy casi seguro de que
en ningún otro sitio, en ningún otro instante, se ha alcanzado un auge tan
extraordinario del estudio.
Es posible y
ojalá que otros pueblos puedan hacer igual, ojalá que aún puedan hacer
más. Lo que importa no es que nosotros
podamos declararnos campeones, sino lo que importa es que nuestro ejemplo sirva
para estimular a los demás (APLAUSOS).
El compañero
Ministro de Educación citaba números; hablaba de los 800 155 matriculados en
estos cursos; hablaba del 1 300 000 alumnos que esperaban o habían matriculado
ya en la enseñanza primaria. Y añadía
los estudiantes de los niveles medios y los estudiantes universitarios, para
calcular que —en una cifra conservadora— el número total ascendía a unos 2 200
000 ciudadanos.
Y sin duda que
esa cifra es conservadora; porque en esa cifra, por ejemplo, no están incluidos
decenas de miles de alumnos o de jóvenes que estudian en las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (APLAUSOS); en esas cifras no estaban incluidas las personas
que asisten a las antiguas escuelas nocturnas; en esas cifras no están
incluidos algunos datos correspondientes a las regiones montañosas; en esas
cifras no están incluidas las 10 000 campesinas de las montañas de Cuba que
están estudiando también en la capital (APLAUSOS); en esas cifras no están
incluidos los compañeros que estudian en las escuelas de instrucción revolucionaria
de nuestro Partido (APLAUSOS); en esas cifras no están incluidos los miles de
jóvenes que están estudiando en otros países amigos (APLAUSOS); en esas cifras,
por último, no están incluidos los compañeros del Partido y de las
organizaciones de masas, que en número cada vez mayor participan en los
círculos de estudios que se están organizando a lo largo y ancho de la isla
(APLAUSOS). Es decir que las cifras
rebasan ampliamente la citada por el compañero Hart de 2 200 000 personas.
Pero, además, no
llamemos educación solamente a la instrucción primaria, o a la instrucción
tecnológica, o a la instrucción universitaria, o a la instrucción política; hay
que llamar también educación, por ejemplo, a la educación física, que es
también parte esencial de la educación de un pueblo. Si se analiza el número de personas que
practican activamente los deportes en nuestro país, el auge tremendo de la
educación física y los deportes, se verá que la educación tiene otras dimensiones.
Si se considera,
por ejemplo, las actividades culturales, los cientos de instructores de arte
que organizan grupos de aficionados de arte en toda la isla; si se analiza el
incremento de las actividades culturales en general; si se analiza la función
que hoy desempeñan en nuestro país la televisión, la radio y la prensa, que
eran antes instrumentos de propaganda mercantilista. Porque se abría un radio y una parte
considerable del tiempo se empleaba en anuncios comerciales. Pero no solo en anuncios comerciales; se
empleaba en propugnar verdaderos vicios.
Por ejemplo, muchos de esos anuncios comerciales estaban relacionados
con rifas, con loterías, con toda una serie de juegos de azar, que iban
inculcando en muchos ciudadanos ese vicio que anula la voluntad, ese vicio que
anula el esfuerzo, ese vicio que mata el espíritu de superación, que es el del
juego, el de esperarlo todo no del esfuerzo, no del trabajo, no de la
capacidad, sino del azar, de la suerte.
Y así, aquellos
instrumentos de divulgación, aparte de que estaban al servicio de las ideas de
los explotadores, de los causantes y los mantenedores de todos aquellos vicios,
se empleaban no en educar al pueblo, sino en corromper al pueblo.
Es posible y es
a la vez lógico, que nuestros órganos de divulgación no hayan alcanzado todavía
el máximo nivel técnico. Es posible y es
lógico que no hayan alcanzado un máximo de eficacia, un máximo de
perfeccionamiento. En ese campo como en
todos los demás, es mucho lo que debemos trabajar todavía. Pero sin duda que hay hoy una gran diferencia,
sin duda que hay hoy infinidad de programas que elevan el nivel cultural del
pueblo, los conocimientos generales; programas para niños, programas que al
mismo tiempo que distraen enseñan.
Cierto es, hay que reconocerlo, que todavía subsisten debilidades,
subsisten deficiencias y que aún no hemos estado haciendo un pleno uso de todos
esos medios. Pero sí hay que admitir que
todos esos órganos que antes estaban al servicio del engaño, de la mentira, de
la explotación y de la corrupción, hoy forman parte también de los instrumentos
y de los medios que amplían los conocimientos y la cultura de todo el
pueblo.
El movimiento
educacional es amplísimo y se apoya en todos los recursos de la Revolución, en
todos los recursos del pueblo. En
general este movimiento ha adquirido una magnitud extraordinaria, pero ¿cómo
seguir creciendo en magnitud? No podrá
ser en el mismo grado en que ha sido hasta hoy.
Porque en la medida en que nos acercamos a cifras verdaderamente límites
en cuanto al número de personas estudiando, deberemos avanzar en otro sentido,
debemos avanzar en el sentido de la calidad.
El gran esfuerzo en lo futuro deberá hacerse no en la magnitud, sino en
la calidad de este movimiento educacional.
Naturalmente que
el primer esfuerzo de todos en este sentido, fue la campaña de
alfabetización. Ni soñar siquiera en
comenzar por donde estamos hoy. Ni soñar
siquiera al principio en universidades obreras, en facultades obreras, ni soñar
en las enseñanzas secundarias, ni soñar en cursos de seguimiento. Fue necesario empezar por lo primero, fue
necesario empezar por la alfabetización.
A la vez que antes de comenzar por la educación de los adultos, fue
necesario completar la educación de los niños.
Por orden de tiempo, lo primero que fue necesario resolver era el número
de aulas y de maestros necesarios para todos los niños de Cuba. Ese fue el primer paso. Lógicamente, si habían cientos de miles de
niños sin maestros y sin aulas, lo más perentorio y lo más urgente fue resolver
esa primera necesidad. Cuando esa
primera necesidad fue resuelta, se presentó la segunda: ¿Qué hacer con el millón y tantos de adultos
que no habían podido aprender a leer ni a escribir? Y entonces se organizó aquella histórica
campaña de alfabetización que prácticamente erradicó en un año aquel vicio que
venía sucediendo, aquel mal que había venido teniendo lugar a través de
siglos.
Pero ya desde
entonces se planteó la necesidad de no detenerse ahí, se planteó la necesidad
del seguimiento. Después de la
alfabetización vino el seguimiento. Pero
si la alfabetización podía plantearse como tarea de un año, el seguimiento no
podía plantearse como tarea de un año, no podía plantearse como un problema de
tiempo. El seguimiento es algo que no
tiene límite de tiempo, el seguimiento es algo que no termina nunca; el
seguimiento, en un sentido más amplio, es prácticamente un deber o una tarea de
cada ciudadano durante toda la vida.
Porque no se trata solo de que el recién alfabetizado continúe
estudiando, se trata también de que el recién graduado universitario no se
puede conformar con el título obtenido y con las enseñanzas recibidas en la
universidad. El graduado universitario
se ve en la necesidad de seguir estudiando después de graduado, se ve en la
necesidad de seguir estudiando a través de toda la vida.
¿Por qué? Por una serie de razones. Porque, en primer lugar, el conocimiento
humano y la experiencia humana se va acumulando a través de toda la vida, pero
además, porque el conocimiento objetivamente considerado, los conocimientos que
la humanidad alcanza en cada rama de la ciencia crecen día a día, cambian día a
día. Es posible que un graduado en el
año 1920 de medicina, es decir un graduado del año 1920 en medicina que se
hubiese conformado con lo que aprendió de medicina en el año 1920, o hasta el
año 1920 en que se graduó, estaría completamente descalificado para atender a
un paciente hoy día. En los últimos 30
años, por ejemplo, las técnicas en la medicina han cambiado mucho, la cirugía
ha obtenido grandes avances, la medicina preventiva y la medicina
terapéutica. Prácticamente los
medicamentos que se usan hoy, en su inmensa mayoría, difieren enormemente de
los medicamentos que se utilizaban en aquella fecha.
Pero lo que se
puede decir del médico, se puede decir también de un ingeniero, se puede decir
de un químico, se puede decir de un profesor de educación física, de un
pedagogo, de un maestro; porque las ciencias constantemente están progresando,
los conocimientos constantemente se van renovando y aun modificando;
determinadas teorías son sustituidas por teorías nuevas, determinadas técnicas
son sustituidas por técnicas nuevas.
Luego, el ser
humano, la sociedad humana se ve en la necesidad vital de marchar al mismo
ritmo que avanzan los conocimientos técnicos, los conocimientos científicos; la
sociedad humana siente una necesidad vital en ese sentido.
Si se marcha al
compás de la ciencia y de la técnica, se avanza hacia insospechables metas de
progreso y de bienestar; si no se avanza al compás de la ciencia, de la técnica
y de los conocimientos en general, el precio es el estancamiento, la pobreza,
la escasez, la miseria.
¿Cuál es el
problema fundamental de nuestro país?
Cuando en el pasado alguien quería explicar cuál era el problema
fundamental de nuestro país decía:
“Bueno, no tenemos fábricas, no tenemos desarrollo industrial, no
tenemos capital, no tenemos instrumentos de trabajo, somos un país
semicolonializado, somos un país explotado por el imperialismo.” Pero las razones aquellas podían ser más o
menos comprendidas.
Hoy por hoy se
puede decir algo que explica mejor que cualquier otro concepto las causas —no
las causas mediatas, no las causas últimas, pero sí las causas inmediatas—
pero, sobre todo, se puede decir algo que nos permite comprender mejor que nada
que era lógica nuestra pobreza, nuestro estancamiento económico, nuestro
desempleo creciente, nuestra pobreza creciente, y es bien sencillo: en nuestro país, por ejemplo, de cada la
trabajadores del campo nueve, hoy todavía, hoy, están por debajo de 3er grado,
están de 3er grado hacia abajo. No sé
exactamente cuál es la situación en la ciudad, pero no es muy diferente,
lógicamente había más desarrollo educacional en la ciudad pero no era muy
diferente.
Y hay que ver lo
que eso significa, que nueve de cada diez obreros en el campo y posiblemente
seis o siete de cada diez trabajadores en la ciudad no rebasen los niveles del
3er grado.
Cuando no se
posee un nivel ni de 3er grado, ¿qué se sabe?, ¿qué se conoce?, ¿qué técnica se
puede aplicar?, ¿qué modo hay de resolver los problemas de la vida material?,
¿qué modo hay de resolver los problemas de las necesidades materiales de un
país con esos niveles de educación?, ¿qué puede hacer un hombre con un 1er
grado de educación?, ¿qué puede hacer un hombre con un 2do grado de educación?,
¿qué puede hacer un hombre con un 3er grado de educación?
En cierto
sentido con un 1er grado, con un 2do o con un 3ro y aun con menos de un 1er
grado se puede hacer mucho; en cierto sentido.
Muchos hombres, por ejemplo, que apenas sabían leer y escribir tenían el
instinto de conocer las causas de los males de su país, tenían el sentido de la
dignidad, tenían el sentido de la rebeldía, sentían la fuerza del deber en
grado tal, que muchos de ellos dieron sus vidas en los campos de batalla y
murieron por la Revolución (APLAUSOS).
Como combatiente, como revolucionario, se pueden hacer muchas
cosas. Un hombre sin esa preparación
puede llegar a ser un héroe, puede llegar a muchas cosas, pero, ¿qué puede
hacer ese hombre en el campo de la producción?
Bueno, un hombre con muy poco nivel puede llegar a adquirir ciertos
conocimientos empíricos de la producción, pero no puede manejar un torno, no
puede manejar una máquina medianamente complicada, no puede desarrollar una
agricultura técnica.
Un hombre con un
1er grado, desde luego, puede llegar a aprender a manejar —digamos— un camión,
pero vamos a poner el caso que teníamos de muchos hombres que eran
analfabetos. Si a este hombre analfabeto
le enseñan a manejar un camión y sale a una carretera por primera vez y hay un
letrero que dice: “Por aquí se va a
Santiago y por aquí se va a Holguín” ya no sabe qué hacer en la primera
carretera que se encuentra, porque no es capaz siquiera de leer un letrero que
le indica una dirección.
Un hombre
analfabeto, o un hombre con niveles de 1er, 2do o 3er grados, que apenas sabe
sumar, o multiplicar, o dividir, que apenas sabe escribir, que cuando escribe
pues escribe mal, se expresa mal, que es difícil que se le pueda entender, ¿qué
puede hacer en una época como esta en que prácticamente toda la producción,
sobre todo la producción masiva, está regida por la ciencia, por la técnica,
por las matemáticas, por la física, por la química, por la biología?, ¿qué
puede hacer ese hombre?
Aun cuando nosotros
hubiésemos tenido —una hipótesis— miles de fábricas, miles de máquinas
eléctricas, miles de equipos modernísimos, cientos de laboratorios, ¿qué
habríamos podido hacer con todo eso? Si
ahora mismo nosotros de repente, de la noche a la mañana, pudiésemos adquirir
100 fábricas, fábricas químicas, fábricas mecánicas, ¿qué podríamos hacer con
ellas? Si a nosotros nos regalaran miles
de tornos, de tornos —digamos— automáticos, ¿qué podríamos hacer con ellos? Si nosotros dispusiésemos de todos los fertilizantes,
por ejemplo, en las cantidades que los deseásemos, ¿qué podríamos hacer con
esos fertilizantes?, ¿qué podríamos hacer nosotros con nuestra tierra, aunque
dispusiésemos de todas las máquinas, aunque dispusiésemos de todos los medios,
si no conocemos las técnicas agrícolas?
Luego el
problema, un problema esencial no es solo el problema de los instrumentos de
trabajo, sino el problema de la capacidad técnica. Nosotros, por ejemplo, necesitamos
fertilizantes nitrogenados; nosotros al
triunfar la Revolución encontramos una fábrica de fertilizantes nitrogenados en
construcción. Bien. Se ha pasado un gran trabajo, y solo al cabo
de varios años echará a andar esa fábrica de fertilizantes químicos. Nosotros hemos inaugurado una planta mecánica
en Santa Clara, una magnífica planta, con magníficos equipos. Bien.
No recuerdo exactamente la cifra, pero el número de obreros calificados
y técnicos que necesita esa planta es aproximadamente tres veces superior al
número de obreros calificados y técnicos que tenemos en esa planta.
Las necesidades
de técnicos en la producción, las necesidades de técnicos en la agricultura son
verdaderamente fabulosas. Y ya hemos
tenido experiencias de fábricas subutilizadas, fábricas utilizadas a menos del
50% de su capacidad, por falta de obreros calificados, por falta de capacidad
técnica. Y cada vez las fábricas, las
industrias en general, cada vez más la producción necesita un porcentaje mayor
de personal calificado. Muchas veces
cuando nosotros hemos preguntado en algunas oficinas por qué tienen tanto
personal nos han contestado —en parte como un pretexto, y en parte con razón—
que como no saben, tres tienen que hacer el trabajo de uno. ¡Vaya solución esa! Vaya solución, que donde 100 pueden hacer un
trabajo administrativo tengamos que emplear 300. ¡Vaya porvenir ese el de un país!, el que
tenga que gastar tres veces más salarios para lograr la misma producción que
podría lograr uno con más capacidad.
Cualquiera
comprende que así no se eleva el estándar de vida de un pueblo; cualquiera
comprende que así no se puede tener los bienes que necesitamos en la abundancia
en que los necesitamos. Porque si se
cobra como tres o hay que gastar por tres, hay que pagar tres sueldos, para
producir como uno, entonces nunca nos independizaríamos de la libreta, nunca
nos libraríamos de la libreta, porque siempre la cantidad de bienes, la
cantidad de productos estaría por debajo de la cantidad de dinero en
circulación, de la cantidad de salario.
Y si un pueblo
no supera esas deficiencias, si siempre ha de estar pagando tres sueldos,
quiere decir que lo que produce uno hay que repartirlo entre tres; quiere decir
que si no fuese así, si uno produjera como tres, o si uno produjera como diez,
lo que le correspondería a cada trabajador sería incomparablemente más de lo
que le corresponde si tenemos a tres trabajando como uno.
Y esto no se
puede lograr sino capacitándose, sino estudiando. El hombre, como fuerza bruta, puede hacer
mucho sin duda, pero tiene un límite; es decir, un hombre, por su fuerza, por
su energía personal, por su carácter, por su espíritu, por su entusiasmo, por
su amor al trabajo, puede llegar a hacer tres veces lo que un hombre
normal. Tenemos el caso del compañero
Reinaldo Castro (APLAUSOS) que cortando
caña corta tanto como tres buenos trabajadores cortadores de caña; y es un
ejemplo extraordinario: llega a cortar
hasta más de 1 000 arrobas de caña en un día.
Esa es una cifra casi increíble.
Bien. Pero ahí termina la fuerza
del hombre. Para rebasar ese límite hace
falta entonces la máquina, y hace falta la técnica; si se quiere cortar tanto
como 5 000, 6 000 u 8 000 arrobas por día hace falta la máquina, hace falta
saber manejar la máquina; para que la máquina funcione bien, para que esté bien
mantenida, para que sea reparada inmediatamente si sufre una rotura, necesita
ya un mecánico. Esto aparte de que una
máquina debe ser diseñada por ingenieros mecánicos; los talleres de reparación
deben ser organizados por ingenieros mecánicos.
Es decir, que una máquina requiere ya una serie de técnicos calificados,
desde el que la maneja —que es posiblemente el que menos calificación necesite—
hasta el que la repara, el que organiza los talleres.
Una máquina debe
trabajar ya con una brigada, es decir, con un grupo de trabajadores. Hace falta un hombre que dirija esa brigada,
¿un hombre de 1ro o 2do grado, que no sepa apenas sumar ni multiplicar ni
dividir puede dirigir esa brigada?
Se necesita un
hombre con más capacidad, con más conocimiento, con más preparación. Se necesita una buena organización; para tener
una buena organización se necesita saber calcular bien, saber prever y estimar
adecuadamente una serie de factores; se necesita saber encontrar las fórmulas
adecuadas. Aquí muchas veces hemos
recibido máquinas, pero las máquinas han funcionado al 50% de su capacidad,
porque las máquinas necesitan mantenimiento, necesitan reparaciones, necesitan
organización, y en todos esos factores constantemente nos estamos encontrando
el límite de las posibilidades.
Pero no basta
con que tengamos una buena máquina, un buen operador de la máquina, un buen
jefe de brigada; no basta con que tengamos un buen taller, buenos mecánicos,
buenos ingenieros. No. Si aquella caña está mal cultivada la máquina
no funciona; si aquella caña es una caña de 30 000 arrobas por caballería
aquella máquina rinde menos, aquel esfuerzo rinde menos; si aquella caña no
está sembrada adecuadamente aquella máquina se traba; es decir que no basta con
que la técnica progrese por un lado: la
técnica tiene que progresar también allí, donde se produce aquella caña.
Pero no basta
con que haya buena caña, buenas máquinas, buenos operadores; está el central,
está la industria. Y, además, antes del
central y después del central está el transporte; hace falta un buen sistema de
transporte, una buena organización, y todos esos aspectos del proceso de llegar
a producir una tonelada de azúcar, pues constantemente están planteando las
necesidades de técnicos, constantemente están planteando la necesidad de la
calificación.
Si nosotros nos
resignamos a llegar hasta donde den nuestras propias fuerzas, nos tendríamos
que resignar a que un hombre produjera siempre 300 arrobas de caña al día; si
lográramos el milagro —y no veo cómo se puede lograr ese milagro— de que todos
fuesen como Reinaldo Castro, entonces producirían tres veces más los cortadores
de caña, pero de ahí no pasábamos. Solo
la técnica nos puede permitir rebasar esos límites. ¿Hasta dónde?
No se sabe.
Actualmente hay
fábricas automáticas que emplean una docena de hombres e incluso menos hombres,
donde en otros tiempos se empleaban cientos, y a veces miles de hombres.
¿Qué ocurre en
el capitalismo? En el capitalismo ocurre
que los trabajadores tienen que estar luchando contra las máquinas, los
trabajadores tienen que estar luchando contra la técnica. ¿Por qué?
Porque la técnica los deja sin trabajo, la técnica los desplaza, la
técnica crea el desempleo; la automatización es vista por los trabajadores de
los países capitalistas como un terrible enemigo, porque dicen: “¿Cómo es eso? Aquí trabajamos 500. Si lo que nosotros hacemos lo pueden hacer 12
trabajadores, ¿de qué vamos a vivir nosotros?”
Y entonces tienen que vivir de un subsidio, de una limosna, de un seguro
para los desempleados, que es lo que inventan los capitalistas para poder
automatizar, para poder introducir la técnica.
Pero ustedes
saben que, por ejemplo, en nuestro país se decía que si el azúcar se despachara
a granel nos ahorraríamos muchas divisas en sacos y además nos ahorraríamos
muchos hombres y mucho costo en el embarque del azúcar. Pero era imposible; si había cientos de miles
de desempleados; los obreros portuarios jamás habrían estado de acuerdo con que
se estableciese el embarque de azúcar a granel; igualmente, habrían estado
contra la mecanización de los puertos.
Igualmente, los tabacaleros estaban contra la introducción de las
máquinas de hacer tabaco, porque todo el tabaco se elaboraba a mano; una
máquina podía hacer el trabajo de decenas, quizás de cientos de obreros. Cualquier compañero tabacalero debe saber
mejor que yo cuántos. Pero tengo
entendido que fabricaba por muchos obreros una máquina de hacer tabacos; los
tabacaleros se oponían a la introducción de la máquina del tabaco.
Cuando en el
transporte se hablaba de ahorrar o disminuir la empleomanía, se hablaba de
suspender, por ejemplo, al conductor, pues se encontraba la resistencia
justificada de los obreros del transporte.
Y si alguien hubiese hablado de introducir una máquina de cortar caña,
¡lo linchan!, ¡lo habrían linchado en este país! Porque los obreros habrían visto aquella
máquina como una enemiga, una verdadera enemiga, habrían visto que aquella
máquina significaba hambre para él y para su familia.
¿Cuál es nuestra
situación? ¿Vemos acaso la máquina como
una enemiga? ¡No! ¿Cómo vemos en las condiciones del socialismo
la técnica y la máquina? Vemos la
técnica y la máquina como el gran recurso, como el gran instrumento de progreso
del país, de elevación del estándar de vida; vemos en la máquina de cortar caña
la posibilidad de poder llegar a producir 10 millones de toneladas de
azúcar. Vemos en una máquina cosechadora
de algodón la posibilidad de elevar nuestra producción de tejidos. Vemos en cualquier máquina una solución, un
remedio.
¿Por qué? Porque en el socialismo no hay contradicción
social entre los propietarios de las máquinas, los propietarios de las fábricas
y los trabajadores. En el socialismo,
trabajador y dueño es la misma cosa (APLAUSOS); en el socialismo, trabajador y
propietario es la misma cosa (APLAUSOS).
Carlos Marx les
decía a los capitalistas: “Vosotros nos
queréis acusar de querer abolir la propiedad privada, pero la propiedad privada
está abolida para las nueve décimas partes de la población, y solo puede existir
para la otra décima parte, a condición de que no exista para los demás
trabajadores.” En realidad, en cierto
sentido el socialismo liquida, el socialismo suprime la propiedad sobre los
medios de producción, la propiedad de los centrales azucareros, de las líneas
de transporte, de las fábricas; el socialismo no suprime las propiedades
personales, ni la propiedad del pequeño agricultor, pero en general la gran
propiedad queda abolida en el socialismo.
En cierto
sentido abolimos la propiedad, pero en otro sentido establecemos, creamos
propiedad. Queda abolida la propiedad
individual sobre los medios de producción, sobre las fábricas, pero de hecho
todo el pueblo se vuelve propietario, todo el pueblo se convierte en dueño de
los medios de producción y del fruto de su trabajo.
¿Qué problemas
hoy se plantea el ciudadano? El
ciudadano quiere que haya más zapatos, el ciudadano quiere que haya más leche,
más carne, más pescado, más alimentos, más ropa, más casas; es decir, el
ciudadano sabe hoy que si se produce más leche, esa leche va al pueblo; sabe
que si se produce más ropa, más zapatos, más bienes en general, esos bienes van
al pueblo. Es decir, que la preocupación
de cada ciudadano hoy es que haya más, la preocupación de cada ciudadano hoy no
es que deje de introducirse una máquina sino que se introduzcan todas las
máquinas y todas las técnicas posibles para que haya más, porque si hay más
sabe que le va a tocar más, sabe que va a recibir más (APLAUSOS).
Por ejemplo, un
solo ejemplo, muy corriente: si
preguntamos cuántos necesitan una casa o cuántos necesitan una mejor de la que
tienen, si lo pregunto estoy seguro de que aquí todo el mundo diría: “Yo necesito una casa.” ¿Hay alguno que no la necesite aquí? (EXCLAMACIONES.) Porque el que vive en un cuarto quiere una
casa de dos o de tres habitaciones; el que tiene una casa de dos o tres
habitaciones, pero es un poco vieja, desea una casa más nueva. Y, en fin, prácticamente no hay ciudadano
apenas que no tenga necesidad de algo en materia de viviendas. Y cuando no lo necesita para él la quiere
para la hija que se va a casar, o la quiere para el hijo que se va a casar y la
madre no quiere que la novia vaya a vivir a casa de la suegra. Y, en fin, quien no la necesita para sí, la
necesita o la desea para alguien.
Claro, que si
nos remontamos hacia atrás vemos que estos no son los problemas de antes; en
otro sentido ya cuando, por ejemplo, cumpla el quinto año, dentro de algunos
meses, dentro de un año aproximadamente de establecida, de decretada la Ley de
Reforma Urbana, pues, muchas familias se liberarán del pago de los
alquileres. Y, desde luego, eso de
liberarse del pago de los alquileres posiblemente fue una de las cosas que más
deseaba cualquier familia, porque ningún dinero dolía tanto como aquel dinero
que tenía que estar pagando todos los meses por los alquileres.
Claro que ya
esas cosas no preocupan, ya no preocupan esas cosas; hoy preocupan otras cosas,
pero les decía este ejemplo. Las
necesidades de viviendas son enormes, no solo las actuales, las necesidades
futuras. En el congreso de los
constructores se plantearon las necesidades de viviendas no solo para ahora,
sino para el año 1970, para el año 1980, el año 1990 y el año creo que 2000.
Claro está que
las necesidades del año 2000 no les preocupan tanto a la gente; les preocupan
las necesidades de ahora, y a algunos del año que viene. Y me he encontrado a algunas personas que me
han dicho: “Yo he pedido una casa, pero
¿sabe cuándo me toca?, dentro de cinco años, porque en el escalafón tengo no sé
qué número...”
Si, por ejemplo,
desarrollamos la industria de los materiales básicos para la construcción y
mecanizamos la construcción, el mismo número de obreros que hoy construye un
número de casas podría construir diez, quince y veinte veces más casas. Ahora nosotros nos preguntamos: ¿Cómo resolvemos en este país el problema de
la vivienda para todas las necesidades, si no mecanizamos la construcción, si
no tecnificamos la construcción, si no llegamos a tener 20, 30 ó 40 fábricas de
casas? No hay otro camino, no hay otro
camino.
Les citaba este
ejemplo porque tenemos necesidades de muchas cosas, pero hay que tener siempre
presente, siempre muy presente, que solo hay un camino para tener esas cosas,
que es la técnica, que es la capacitación técnica y, por supuesto, el
trabajo. Hay ciudadanos a veces que
cuando necesitan una casa se desesperan y dicen: “El médico me lo mandó, porque no me asienta
bien aquel lugar, porque somos tantos de familia, porque estamos todos en un
cuarto, necesitamos una casa.”
Pero a lo mejor
el esposo de la señora que pide la casa es uno de los que hacen casas. Es posible que la señora que pide la casa
cuando se encuentra con su esposo no lo urge tan apremiantemente para que ponga
500 ladrillos más en cada jornada de trabajo.
Con toda seguridad que si la señora que necesita una casa tiene un primo
que trabaja en la construcción y ve que el primo está trabajando “matando el
tiempo”, no se detiene allí donde está el primo y le dice: “Oye, si tú sigues poniendo ladrillos a ese
ritmo, más nunca voy a tener yo una casa”
(APLAUSOS).
Por lo general,
cada uno produce algo y cada uno quiere algo que casi nunca es lo que
produce. El que trabaja en la fábrica
textil quiere más zapatos; el que trabaja en la fábrica de zapatos quiere más
ropa; el que ordeña las vacas quiere más ropa y más zapatos y el que hace la
ropa y los zapatos quiere más leche. A
la vez, el que está sembrando vianda allá, quiere jabón, quiere ropa, quiere
zapatos, quiere medicinas, quiere de todo; el que está produciendo ropa,
zapatos, medicinas y lo otro, quiere vianda.
Y cada uno quiere muchas cosas y produce algo.
y una buena
fórmula sería que cada vez que alguien piense en su trabajo, piense en ese algo
que produce, le pase por su mente la idea de que eso que él está produciendo
hay muchos que lo desean y piden más, igual que él pide más de otras muchas
cosas; y que si él quiere que alguna vez haya mucho de todas las cosas, hay un
remedio: ¡Que cada cual haga más de cada
cosa que hace! (APLAUSOS.) El que produce leche, el que produce carne,
el que produce pescado, el que produce viandas, el que produce ropa, el que
produce zapatos, el que produce casas, el que produce medicinas; en fin, todos
los que producen algo, piensen que ese es el único camino. “¿Cómo yo me capacito, cómo yo puedo producir
más leche?”, debe decir el lechero.
“¿Cómo puedo yo producir más viandas?”, debe decir el obrero agrícola. “¿Cómo puedo producir yo más zapatos, mas
tejidos...?”
Y, desde luego,
que todo está relacionado, porque si no hay más vacas no habrá más cuero para
los zapatos; y si no hay más algodón, allí en el campo, no habrá más hilo para
los tejidos. Y, así, toda la producción
está relacionada.
Pero, qué bueno
que cada ciudadano pensara qué es lo que debe hacer, cuál es su deber, y tomar
ese deber con la misma angustia que muestra cuando pide algo para él, cuando
necesita algo para él.
Hoy mismo,
precisamente, me ocurre una experiencia.
Pasaba por un pueblito donde hay una lechería por allí, unas
vacas... Y, entonces, en el pueblito
nosotros habíamos dicho a los compañeros de esa lechería —porque había unas vacas nuevas que habían
llegado allí— que distribuyeran aquella leche en el pueblo que seguramente
tendría algunas necesidades, ya que allí se había puesto que el centro
distribuyera la leche en aquel pueblo.
Pasamos por el pueblo, pregunté por la leche, algunos me dijeron: “Bueno, la leche, hay tal problema de frío,
algunas dificultades.” Y conversando,
hay una señora que quiere hablar, y me dice algo, yo me detengo y me dice: “Oigame, ¿por qué es que no hacen los
paquetes más chiquitos?” Digo: ¿Qué paquetes? “Bueno, los paquetes de los comercios, porque
yo soy una empleada de comercio y los paquetes vienen de 300 libras aquí, pesan
mucho.”
Y yo digo: Esta señora tiene razón, pero, ¿por qué me lo
dirá a mí? ¿No será mejor que se lo diga
al del MINCIN cuando llegue allí, al jefe de la regional, al otro y le razone?
Pues le debe
decir a los que organizan los paquetes, a los que hacen los paquetes y a los
otros: “Oigame, usted que hace paquetes,
no se olvide que yo, que soy una mujer que peso 110 libras, no puedo cargar un
paquete de 300 libras.” Y a su vez el
que está haciendo el paquete de 300 libras, que a lo mejor es un hombre muy
fuerte, a lo mejor se ha llevado una medalla en un levantamiento de pesas,
piense que allí hay una mujer de 110 libras que solo puede cargar 50 libras
cuando más.
Bueno, me
acordaba de este ejemplo, porque muchas veces cuando alguien me plantea esos
problemas de casas, yo pienso igual.
Y no es que uno
no comprenda, uno comprende que quien tiene una necesidad, a quien tiene una
necesidad no se le puede andar razonando, no se le puede andar filosofando, no
se le puede andar argumentando, porque después que usted le argumente muchas
cosas y le razone muchas cosas, aunque usted tenga la mayor razón del mundo, el
individuo sigue sin la cosa que quiere, sigue sin la casa. Y uno mismo se dice con un sentido práctico: ¿Cómo yo me voy a poner a argumentarle, si al
fin y al cabo él lo que siente más fuertemente que nada es la necesidad de la
casa, porque tiene un problema tremendo?
Uno lo comprende, pero eso tiene que comprenderlo todo el mundo.
Y es necesario
que en el trabajo empleemos el mismo énfasis, la misma angustia por hacer las
cosas, que empleamos cuando pedimos las cosas, cuando necesitamos las cosas
(APLAUSOS).
Seguramente que
cuando un trabajador, digamos, que produce algo —carne, o leche, o algo— tiene
un familiar enfermo y necesita el médico, o tiene un accidente y pide una
ambulancia, y quiere que la ambulancia vaya a toda velocidad, y las ambulancias
van a toda velocidad hacia el hospital; y desea que el médico esté rápidamente,
que ese médico le preste toda la atención a ese familiar suyo, que lo atienda y
le salve la vida, porque si se pierden unos minutos se puede perder la vida; y
cualquiera piensa que en ese momento el chofer de la ambulancia debe correr, el
médico debe correr también, el enfermero, todo el mundo debe correr, y si no
corren puede perder la vida aquel ser querido.
Pues de la misma
manera que pedimos de los demás, que exigimos de los demás, de la misma manera
que si vamos a una cafetería, a un restaurante, deseamos que nos atiendan
pronto y bien, y finamente, y no nos echen la comida encima, y si vamos a una
tienda no nos hagan hacer una cola muy larga, de la misma manera, cuando les
estamos prestando un servicio a los demás y cuando estamos trabajando con los
demás, debemos desear hacer las cosas con toda premura, con toda urgencia y con
toda perfección.
Porque muchas
personas exigen mucho y dan muy poco. Y
a los exigentes lo primero que hay que preguntarles es: Oigame, ¿usted da tanto como exige? Porque si aquí todo el mundo diera tanto como
exige todos los problemas estarían resueltos (APLAUSOS).
La fórmula
social justa es que cada cual dé tanto de sí como desea que los demás den para
él. Y si ese principio elemental se
cumpliera y cada cual lo cumpliera en su trabajo, ¡qué bien marcharíamos! No es que no vayamos a marchar bien, vamos a
marchar bien de todas maneras, porque la voluntad de los que tienen conciencia
será siempre más poderosa que la voluntad de los inconscientes o que la flojera
de los inconscientes (APLAUSOS). La
fuerza y la moral de los que comprenden se impondrá sobre la invalidez de los
ignorantes y los que no comprenden.
Es decir que no
hay la menor duda de que —con trabajo, sí, porque nada se logra sin trabajo—
luchando muy duramente iremos marchando cada vez mejor, tendremos cada vez más
una masa de trabajadores capacitados y conscientes.
Naturalmente que
este tema, o estos razonamientos, se apartan un poquito si se quiere de las
cuestiones que estábamos hablando de la educación obrero-campesina. Pero en cierto sentido cuando meditamos sobre
estas cuestiones también estamos aprendiendo y también nos estamos
educando. Se me había olvidado que
también la tribuna es una manera de utilizarla para mejorar; es decir que antes
la tribuna se utilizaba para estar haciendo demagogia y politiquería, y hoy se
usa para discutir los problemas del país (APLAUSOS).
Bien, volviendo
al tema de la educación obrera y campesina.
Decía que lo esencial es la calidad de ahora en adelante; en favor de la
calidad se ha estado trabajando. Claro
está que para llenar todas las necesidades de maestros, aun cuando había 10 000
maestros al triunfo de la Revolución sin aulas, no fueron suficientes esos 10
000 maestros; fue necesario organizar cursos especiales, convertir a muchos
estudiantes en maestros, convertir a trabajadores en maestros. Y eso no fue suficiente.
Cuando se
presentó el problema de la educación obrero-campesina, pues participaron varios
miles de los maestros de instrucción primaria, pero se incorporaron además
muchos maestros aficionados. Pero aún eso
no bastaba. Y los compañeros que han
estado responsabilizados con la educación obrero-campesina idearon otro tipo de
maestro, que tengo entendido que lo llaman el trabajador-maestro. Cuando creció el número de obreros estudiando
se plantearon cómo resolver eso, y lo resolvieron de una manera muy
correcta. Y ojalá que muchas cosas
siempre las resolvamos así, de manera tan correcta.
¿Qué se les
ocurrió? No había más maestros, no había
de dónde sacar el personal, entonces idearon utilizar a aquellos trabajadores
más conscientes y con más nivel de educación para que dieran las clases a los
obreros que estaban en niveles inferiores.
Y así pudieron resolver el problema; extrayendo los maestros de entre
los propios trabajadores, sin abandonar la producción, resolvieron las nuevas
necesidades de maestros que se plantearon cuando aumentó el número de
trabajadores estudiando. Esa fue una
solución buena, una solución revolucionaria, una solución de masa.
Este movimiento
de estudio con los trabajadores tiene algo también muy interesante. Y es que prácticamente han resuelto todos los
problemas, improvisando aulas, utilizando desechos de material para resolver
los problemas de las pizarras, los problemas de los asientos.
Cuando se
pregunta: ¿Cuánto costó todo eso? Pues es casi increíble. Se han puesto a estudiar cientos de miles de
trabajadores sin haber hecho prácticamente una inversión en un local nuevo,
utilizando salones, utilizando espacios en las fábricas. Porque prácticamente tuvieron que hacer todo,
hasta las pizarras las hicieron no sé con qué materiales ahí; y han hecho las
pizarras, y han hecho los asientos, lo han hecho todo. Cientos de miles de trabajadores estudiando
prácticamente con los mismos recursos que estaban ahí. Fue suficiente el espíritu de los
trabajadores, la iniciativa de los trabajadores, la iniciativa de las masas, el
espíritu creador y emprendedor de las masas.
Esa palabra la oímos a cada rato:
las masas, y las masas hacen la historia, y las masas resuelven. Pues sí, ese es un magnífico ejemplo.
Estoy seguro de
que si se hubiese ido a buscar una solución burocrática a ese problema, cuatro
burócratas se habrían sentado detrás de un escritorio, habrían empezado a echar
números —porque a veces, parece mentira, el saber se emplea muy mal—, y se
habrían puesto a echar números, y más números, y habrían dicho: Bueno, para tener 800 000 trabajadores estudiando,
necesitamos tanto, más cuanto, más requetecuanto, ¡treinta mil aulas! Tantos millones, cientos de millones de presupuesto,
tanto de cemento, tanta cabilla; además, hay que importar 200 000 pizarras,
tantos millones de pies de madera para hacer bancos; tanto de esto, tanto de lo
otro. Total: 500 millones de pesos; 10 años para
hacerlo. Y de ahí empezar a discutir con
el Ministerio de Obras Públicas, con el otro, con el otro, y con el de más acá
y el de más allá. Pues es
increíble.
Sabemos que hay
cientos de miles de trabajadores estudiando, y se ha resuelto con lo que había,
se resolvió de una manera revolucionaria, se resolvió de acuerdo con un
espíritu de masa, fue una solución de masa; las masas resolvieron. Por suerte no fueron los burócratas los que
resolvieron el problema, porque, si no, ni tendríamos cientos de miles, habría... bueno, no habría nada. Los burócratas hacen mucho número y cuestan
mucho dinero. Y lo curioso es que muchas
veces invocando la necesidad de ahorrar y todas esas razones.
Hay que entender
las cosas bien. Esto no quiere decir —y
siempre hay que estar haciendo aclaraciones— que todos los problemas haya que
resolverlos así, o que haya que abolir los números y que... No, no, no quiere decir eso el poner un
ejemplo de cómo las masas resuelven un problema cuando pueden, de cuántas
riquezas, cuántas iniciativas, cuántas soluciones posibles hay. Y así es como se han resuelto estas
cuestiones.
¿,Y por qué se
resolvió así? ¡Ah! Porque los compañeros del ministerio y los
compañeros de los sindicatos trabajaron con espíritu de masas. Es decir, que si los compañeros que estaban
responsabilizados hubieran actuado con espíritu burocrático, no resolvían
nada. Y, sin embargo, han resuelto.
Bien,
encontraron soluciones para los materiales, para los maestros; encontraron,
inventaron y resolvieron.
No podíamos
ponernos a esperar a que tuviéramos 30 000 maestros; porque si nos ponemos a esperar que
tuviéramos 30 000 maestros, perdíamos 10 años.
Esos 30 000 maestros los vamos a tener; pero los vamos a tener, sobre
todo, para toda esa población infantil que crece, los vamos a tener para esa población
infantil que se incrementa, los vamos a tener para poder dar oportunidad a que
los actuales maestros de primaria se superen y enseñen en las escuelas
secundarias, y los maestros de secundaria se superen y enseñen en las
preuniversitarias y en los institutos tecnológicos. Estamos trabajando intensamente en eso.
Por ejemplo, de
6 000 a 7 000 jóvenes ingresan en las Minas del Frío todos los años para
hacerse maestros. Y ya el año que viene
unos 1 000 nuevos maestros graduados saldrán del Instituto Pedagógico
“Makarenko” (APLAUSOS), después de recibir una preparación esmerada. De manera que, dentro de algunos meses: 1 000 nuevos maestros. Es decir, el primer contingente de las
escuelas de maestros de los planes revolucionarios. El otro, saldrán otros 1 000. Pero un poco más adelante ya no saldrán de 1
000 en 1 000; saldrán de 2 000 en 2 000, de 3 000 en 3 000; y un poquitico más adelante saldrán
de 5 000 en 5 000. Es decir, ¡qué
magnífica cosa!
Y no estamos muy
lejos. Porque ya en el primer curso de
Topes de Collantes ingresan, por lo menos, entre 4 000 y 5 000 alumnos (ALGUIEN
LE DICE: “Tres mil quinientos”) ¿Cuánto?
Dicen que son menos. Se habrá
quedado por el camino un buen poco, porque ingresaron cinco mil y tantos. Pero, bien, esto es señal de que están
exigiendo allí.
Es decir, de
este primer grupo, ¿cuántos ingresaron en ese curso? (LE DICEN ALGO DEL PUBLICO) Ingresaron unos 6 000; se quedaron unos 5
000; y llegaron a unos 3 500. Luego,
tenemos que ingresar 10 000; si no, no llegamos a los 5 000. No quedará más remedio. Se hace un esfuerzo grande, y si no es
suficiente tendremos que hacer un esfuerzo mayor. Y no será difícil, porque cada vez es mayor
el número de graduados de 6to grado.
Pensamos que
debemos graduar no menos de 5 000 maestros primarios por año. Y eso, bueno, serán 3 500 pero ya es un
incremento notable.
Pero debemos
tratar de llegar a graduar unos 5 000 maestros primarios por año. Eso significa una perspectiva formidable de
elevar la calidad en la educación.
Pero además,
además, año por año se ha establecido la política de un mayor rigor y una
exigencia mayor para los graduados de 6to grado, de secundaria, de
preuniversitaria. Es decir que la
exigencia será cada vez mayor; se exigirá una preparación mayor. Eso que planteó aquí el compañero Lázaro es
muy correcto: que la cuestión del 6to
grado sea un 6to grado de verdad.
No importa tanto
cuántos se gradúen por año como que se gradúen con un nivel adecuado. Es necesario que los compañeros que están al
frente de estos trabajos comprendan que es mucho más importante la calidad que
el número de los que se gradúen, y que debemos tenazmente perseguir ese
propósito; de manera que cada vez seamos más exigentes en la instrucción
primaria, para poder ser más exigentes en la instrucción secundaria, para poder
ser más exigentes en la instrucción preuniversitaria y más exigentes en la
instrucción universitaria año por año.
Así, por
ejemplo, ya en la universidad es posible que se empiece a ir transfiriendo el programa
de cinco años a seis años en la escuela de medicina. Y cuando podamos, si hay que estudiar siete
años, siete; y si hubiera que estudiar diez, diez años. Cuando ya muchas de las actuales necesidades
estén satisfechas, entonces querremos un médico mucho más preparado todavía y
un médico con mucho más conocimiento. No
tendremos ya, como hoy, necesidades apremiantes. Sin embargo, esas necesidades apremiantes no
nos han llevado a graduar médicos con menos capacidad que antes. Porque es muy importante consignar que, a
pesar de esas necesidades apremiantes, se están graduando hoy los estudiantes
de medicina con un nivel mucho más alto de lo que se graduaban en el pasado
(APLAUSOS).
Señores, porque
hay cosas que no se saben: aquí había
casos, a veces, en el pasado era tan teórica la enseñanza, que a veces a un
alumno le daban sobresaliente en partos, y nunca había visto una mujer ni
siquiera ligeramente gruesa con bata de maternidad. A otros les daban premio en no sé qué
materia, cirugía de no sé qué cosa, y no habían operado a nadie; habían
estudiado en los libros la materia.
Hoy,
prácticamente, se combina a partes proporcionales la teoría y la práctica en
los hospitales. Y, a pesar de la
urgencia, no descendió el nivel; se elevó el nivel. Pero ese nivel tendrá que elevarse más y
más. Esto, a pesar de que con los
compañeros del Ministerio de Salud Pública nosotros hemos establecido una
emulación. ¿Emulación entre qué? Una emulación entre la medicina y la
agricultura. Y algunos dirán: “¿Qué tiene que ver la agricultura con la
medicina?” Y nosotros les decíamos a los
compañeros del Ministerio de Salud Pública que con los 40 000 técnicos
agrícolas íbamos a producir más salud que el Ministerio de Salud Pública y
todos los médicos que tuvieran para el año 1974. Y que íbamos, sobre todo, a desarrollar la
medicina preventiva. Es decir que íbamos
a procurar que no se enfermara la gente para que no pasara por manos de los médicos.
Porque les
decíamos que esta medicina terapéutica es una medicina cruel; claro, cruel en
un sentido y humanísima en otro sentido.
Pero cuando se visita un hospital se ve un hospital que hay hasta 20
operaciones diarias. Claro está que hoy
en un hospital se puede observar que la gente que se va a operar, se siente muy
confiada, mucho más tranquila, mucho más segura. Pero como quiera que sea, tienen que pasar
por un momento desagradable, difícil, la familia, el paciente, todo. Y que lo que debíamos procurar es que no se
enfermara el ciudadano.
Naturalmente,
los compañeros del Ministerio de Salud Pública siempre han planteado eso, y
siempre han planteado la medicina preventiva como la verdadera solución. Y no solo lo han planteado sino que han
desarrollado magníficos programas con las epidemias, previniendo las epidemias
han erradicado prácticamente la poliomielitis y han reducido
extraordinariamente el índice de otras enfermedades mediante la medicina
preventiva con los planes de vacunación.
Pero hay todavía
otro aspecto de la medicina preventiva, en la alimentación. Es decir que la medicina preventiva más
profunda es la que hay que realizar no solo en las condiciones higiénicas, no
solo en las campañas de vacunación, sino en la calidad de los alimentos del
ciudadano.
Que nosotros
podríamos, dentro de algunos años, producir no solo cantidad, sino
calidad.
Como estamos, al
fin y al cabo, en un acto de la educación obrero-campesina, me permiten que yo
haga una pequeñísima explicación sobre eso.
¿Qué quiere decir la calidad en los alimentos? Pues quiere decir lo siguiente: Quizás muchas personas piensan que un tomate
maduro, rojo, bonito, tiene las mismas vitaminas que otro tomate igualmente
rojo, maduro y bonito, y puede ocurrir que ese tomate tenga tres veces más
vitaminas que el otro tomate. Y al tener
tres veces más vitaminas que el otro tomate, el suero sanguíneo de los niños,
de las personas que consumen ese tomate, tengan más vitaminas que las que
consumen el otro, la salud, el aumento de peso, sea superior.
En el
capitalismo se regían por la cantidad y las apreciaciones exteriores. Los alimentos se vendían por libra; para nada
se tenía en cuenta la calidad del alimento.
Y es
perfectamente posible con una agricultura científica, producir no solo en
cantidad, sino también en calidad, pero no la calidad por el color, sino por el
valor en elementos, en vitaminas, en proteínas de cada uno de los
productos. Y eso, naturalmente, solo se
puede lograr con una economía no capitalista, porque la economía capitalista se
basa en la cantidad. Y nosotros podemos
llegar a desarrollar una agricultura científica que tenga en cuenta la cantidad
y la calidad.
Y nosotros les
decíamos a los compañeros del Ministerio de Salud Pública que íbamos a trabajar
en ese sentido. Es decir, no era una
emulación en el sentido de que ellos no entendieran eso, porque ellos están muy
de acuerdo con eso, fue más que una emulación, una broma emulativa. Porque los compañeros del Ministerio de Salud
Pública comprenden eso perfectamente bien.
Y en los
estudiantes de medicina vamos a tratar de despertar el interés por la
investigación. No solo por formar
médicos, sino por escoger un grupo de estudiantes todos los años, para las
investigaciones médicas. Sobre todo para
que se desarrollen en las cuestiones de la medicina preventiva, y la medicina preventiva
teniendo en cuenta las condiciones del medio.
Porque hay zonas
de Cuba, por ejemplo, donde la mayor parte de la población posee una dentadura
magnífica, y eso obedece a determinados elementos minerales de ese suelo. Ello quiere decir que las caries dentales,
por ejemplo, es un problema que se puede mejorar, se puede superar
considerablemente con medidas preventivas.
Y en muchos de los aspectos de la medicina se puede hacer la medicina
preventiva.
Y en el futuro,
más que magníficos hospitales —aunque siempre tendremos magníficos hospitales,
y cada vez mejores y con un personal cada vez con mayor experiencia—, deberemos
trabajar en el otro sentido, en la medicina preventiva.
Bien, tanto en
la primaria en los niños, como en la enseñanza de los adultos, como en todos
los niveles de la educación hay que luchar por la calidad. Es en ese sentido en que tenemos que
concentrar nuestro esfuerzo.
Y me falta un
detalle, podría decirse que me faltan dos cosas que quería plantear aquí. Una es la siguiente: ¿Deben desarrollarse estos cursos a costa de
la producción? No. No debe desarrollarse la educación a costa de
la producción.
¿Por qué digo
esto? Porque al principio se planteaban
muchas demandas de suprimir media hora de trabajo, o una hora de trabajo para
poderla dedicar al estudio. Eso sería un
error en muchos casos, no voy a decir en todos los casos. ¿Por qué?
Porque de hecho equivaldría a reducir la jornada de trabajo a siete
horas o a siete horas y media. Y en
realidad, bien arreglados estamos si empezamos a reducir la jornada de trabajo
antes de desarrollar la técnica, porque sería hacer las cosas al revés. Primero tenemos que desarrollar la técnica,
elevar la productividad, y después podremos reducir la jornada de trabajo. Lo que no podemos es reducir la jornada de
trabajo antes de desarrollar la técnica, porque sería un error.
Desde luego, hay
centros de trabajo en que por razones de materia prima, o por determinadas
circunstancias, no se pierde, no se afecta la producción terminando media hora
antes en esos casos, que tengo entendido que se han resuelto determinados casos
de esos. Pero en todos aquellos casos en
que reducir media hora, o una hora es reducir las horas de trabajo, es reducir
la producción, no debe aplicarse esa fórmula.
Y que no se nos diga que van a encontrar una solución porque en esas
siete horas y media van a trabajar más, porque entonces les diríamos: bien, en esas ocho horas trabajen tanto como
van a trabajar en esas siete y media, y después estudien una hora. Porque en definitiva si alguien confiesa que
puede hacer un poco de mayor esfuerzo, ¿por qué no lo hace? ¿No es acaso su deber hacerlo? ¿O lo hace solo si le dan media hora para
estudiar?
Por lo tanto, es
necesario que los programas de estudio no se hagan a costa de la
producción. Y cualquiera comprende que
esto es razonable y es justo, porque con un millón, aproximadamente un millón
de personas estudiando, imaginemos 800 000 trabajadores, 800 000 trabajadores una
hora que se pierda significan 800 000 horas de trabajo; 800 000 horas de
trabajo sería el trabajo de 100 000 trabajadores, ¡cien mil trabajadores! Cien mil trabajadores pueden producir valores
por 500 000 o más, o algo menos, pero bien pudiera plantearse un promedio de
500 000 pesos diarios; 500 000 pesos diarios en un año significa una producción
por cerca de 200 millones de pesos en un año.
Una hora, media
hora, un minuto que se le quita a la producción significa millones de pesos de
pérdidas para el país. Por eso el mérito
está en desarrollar ese plan y no sacrificar la producción, porque lo otro no
sería mérito y no se merecerían ningún elogio especial nuestros trabajadores si
fuesen ahora, haciendo las cosas al revés, a disminuir la producción, a
disminuir la jornada de trabajo antes de elevar la técnica, antes de
desarrollar la producción y, sobre todo, la productividad del trabajo. Porque estudiamos por muchas razones pero,
entre ellas, estudiamos para elevar la productividad del trabajo, y este es uno
de los objetivos fundamentales del estudio:
la elevación de la productividad del trabajo. Por lo tanto, es bueno que se tenga presente
este criterio: que nunca debe hacerse
este programa a costa de la producción.
Y hay otra
cosa: estamos enfrascados en esta
batalla del 6to grado. Estamos
enfrascados en esta batalla del 6to grado pero pronto tenemos otra tremenda
batalla que es la batalla de la zafra (APLAUSOS). Y de veras que no hacemos nada si aprendemos
mucho y no producimos mucha azúcar también, porque no hacemos nada si aprendemos
mucho y no desarrollamos nuestra economía, si no adquirimos los recursos
económicos para poder emplear nuestros conocimientos técnicos.
Y, por eso, con
el mismo ímpetu, con el mismo entusiasmo con que nuestras organizaciones de
masa, que nuestras organizaciones sindicales están librando esta batalla, sin
separar una cosa de otra, como parte de la misma cosa, como parte del mismo
propósito, hay que librar la batalla de la zafra.
Repito lo que
dijimos hace algunos días: Ganar la
batalla de la zafra es ganar la batalla de la economía. Y con mucha más razón en los próximos años en
que no tendremos máquinas, con mucha más razón si consideramos que los precios
del azúcar han bajado considerablemente y que parte de las consecuencias de esa
reducción de precios la podemos compensar con aumentos de la producción. Y caña hay bastante, no vamos a decir cuánta
hay, más o menos, cuando terminemos la zafra, si acaso no resulta otra cosa más
conveniente, diremos cuántas toneladas de azúcar hemos producido; pero sí les
puedo decir que caña hay, bastante caña, el problema es cortarla, transportarla
y molerla (APLAUSOS). Y nuestro pueblo
tiene que hacerse el propósito de que no quede una caña en pie.
Y, por último,
quiero decir lo siguiente: Los
compañeros del ministerio han estado muy preocupados porque, a medida que
crecía el movimiento educacional, se encontraban con que necesitaban más y más
y más millones. Pero los millones no se
pueden fabricar en una imprenta, no podemos seguir adelante y para seguir adelante
fabricar papeles. Ellos estaban
calculando que actualmente ya la educación obrero-campesina costaba 12 millones
de pesos y que los recursos económicos estaban limitados. Entonces yo les propuse una idea, la idea no
es de las más simpáticas, por supuesto, pero como nosotros no estamos para
decir cosas simpáticas, sino cosas justas, yo la voy a decir. Y yo les proponía que por qué no plantearles
a los trabajadores, todos los que están en la educación obrero-campesina, que
contribuyan con un peso mensual a los programas de educación obrero-campesina
(APLAUSOS).
Pero esto no
puede ser por decreto porque, al fin y al cabo, en la educación el país gasta
cientos de millones de pesos, lógicamente los recursos nuestros están
limitados. Si queremos hacer más no
podemos hacerlo sencillamente inventando el dinero; si queremos seguir adelante
es necesario que haya una contribución del pueblo.
La enseñanza,
como ustedes saben, es gratuita en todos los niveles, pero pienso que bien vale
la pena que un esfuerzo como el que se está haciendo, que un movimiento de
tantas perspectivas como este, vaya acompañado de un poco de sacrificio y que
el pueblo participe de una manera directa en los gastos que este programa
ocasiona. Y sería saludable para estos
planes y saludable para la economía del país, a la vez, que los trabajadores
contribuyeran.
Pero como esto
no es correcto que se haga por un decreto, lo que planteamos es que en cada
aula organicen una asamblea y consideren esta iniciativa, es decir, de que
todos los que están participando de los programas de educación obrera y
campesina contribuyan con un peso para sufragar los gastos de este programa
(APLAUSOS). Pero tiene que ser, en
realidad, una cosa consciente de los trabajadores, no porque el compañero de la
sección sindical se pare y proponga y los compañeros crean que están en el
deber de apoyar eso, no porque los compañeros del núcleo se paren y propongan,
sino sencillamente si los alumnos que están asistiendo a cualquier aula de una
manera mayoritaria, plenamente mayoritaria y consciente, creen que es justo,
creen que es correcto, discutan esa medida y la aprueben si creen que deben
aprobarla; si no creen que deben aprobarla, porque los ingresos sean muy bajos,
porque implique muchos sacrificios, o porque alguno no pueda, realmente no
pueda, entonces resuelvan el problema como lo estimen conveniente: si deben pagar todos, o si deben pagar los
que puedan, o si los que pueden más pueden pagar, incluso, por aquel que no puede,
en definitiva, que busquen una solución analizada, discutida y plenamente
voluntaria. Es decir que si se toma esa
decisión por un grupo de obreros la tomen de manera espontánea, de manera
consciente, porque comprenden que es justo y es correcto.
Un peso puede
significar para unos más, para otros puede significar menos. Pero nosotros estamos seguros de que en la
misma medida en que los trabajadores que estén asistiendo a clases hagan un
pequeño esfuerzo personal, una pequeña contribución personal, apreciarán más lo
que están haciendo. Con seguridad que
incluso se esforzarán más, porque verán de una manera más clara y más directa
que eso cuesta, que eso cuesta dinero.
Desde luego que
con la política que sigue la Revolución —que no es una política inflacionaria,
sino todo lo contrario—, con el propósito que tiene la Revolución de
economizar, de ahorrar, con el propósito que tiene la Revolución de combatir el
despilfarro, con el propósito que tiene la Revolución de impedir todas esas
tendencias a regar más y más dinero en la circulación, es necesario ese
esfuerzo, es necesario ese sacrificio para impulsarlo. Porque si actualmente se invierten 12
millones y se pueden recaudar 5 millones más, 6 millones más, o 10 millones de
pesos más, esto significará que se podrán invertir en este movimiento, y
podremos tener más materiales, y podremos tener más libros, y podremos tener
más recursos, podremos desarrollar y ampliar en todas sus posibilidades este
formidable movimiento revolucionario que se está llevando a cabo.
Y por eso, a
nadie le gusta tener que estar planteando cosas de dinero, pero yo asumí la
responsabilidad de hacer este planteamiento aquí en esta asamblea. Y si ustedes están de acuerdo, la economía
del país saldrá ganando, lo que quiere decir que la economía de los
trabajadores saldrá ganando (APLAUSOS).
Nosotros estamos
seguros de que aun con la fuerza que tiene este movimiento, con el entusiasmo
que hay, no es nada, no será nada comparado con el entusiasmo de los años
venideros. Nosotros estamos
completamente seguros de que este interés, esta conciencia de la necesidad de
estudiar irá creciendo día a día, que será cada vez mayor. Y, sinceramente, ninguna otra cosa puede
darnos más confianza, ninguna otra cosa puede darnos más seguridad, ninguna
otra cosa puede brindar a nuestro país mayores perspectivas, ninguna otra cosa
puede darnos más el derecho de decir:
¡Patria o
Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)