DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL PURS y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA CLAUSURA DEL PRIMER CONGRESO DE LOS CONSTRUCTORES, EN EL SALON DE EMBAJADORES DEL HOTEL HABANA LIBRE, EL 25 DE OCTUBRE DE 1964.

 

(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS

DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)

 

Señores invitados;

Compañeras y compañeros constructores: 

 

Para mí no es una tarea fácil hablar en esta clausura del Primer Congreso de Constructores, porque sinceramente soy bastante profano en esta materia.  Pero de ninguna forma podía negarme a aceptar la invitación de los compañeros —que sé que han estado muy entusiasmados con este congreso, y que consideran además que ha sido muy positivo y útil— para participar en la clausura. 

Es cierto que podía haber estado un poco mejor informado, pero no tuve tiempo de leerme todas las tesis.  Empecé a leerme algunas en el breve tiempo de que dispuse para tratar de compenetrarme un poco mejor con todas esas cosas que ustedes han estado observando, analizando y concretando en proposiciones y conclusiones acerca de las fallas fundamentales que tenemos y acerca de los medios más adecuados para superarlas. 

De todas formas, creo que tanto las tesis —o si se quiere ya la Resolución del congreso—, es un material que todos debemos leer; ustedes la han leído, yo me refiero a todos los otros, es decir, a todos los que de alguna manera o de otra tenemos que ver con el problema de las construcciones, y creo que todos tenemos que ver (APLAUSOS).  Porque pudiera decirse que ustedes son la sal de la economía, no en el sentido de que ustedes vayan a "salar" la economía (RISAS). 

Es decir, que dondequiera que se proyecta el desarrollo económico del país, en todos los sentidos, salta en primer lugar la necesidad del desarrollo del ramo de las construcciones.  Prácticamente todas las tareas de la economía dependen de las construcciones, lo mismo se trate de las tareas productivas que de las mal llamadas tareas improductivas.  Porque yo pienso que esa terminología que se usa —por ejemplo— para poner la educación entre las actividades improductivas, en la terminología usual, o los servicios improductivos, me parece que es una gran equivocación, porque en realidad yo creo que lo único improductivo es el no trabajar (APLAUSOS).  Y lo otro que ustedes estaban pensando también (RISAS):  cuando tenemos demasiada gente, más de las que necesitamos, en las oficinas. 

Decía eso porque la inversión que se hace en la educación es posiblemente la más importante de todas, y sin ella creo que no se puede ni siquiera comenzar.  Pero la inversión que se hace también en la salud, la inversión que se hace en la elevación del nivel cultural de los ciudadanos, la inversión que se hace en las personas que se jubilan, en fin, todas esas son inversiones que producen un tipo de bien.  Pudiera ser producción de bienes materiales y producción de bienes inmateriales. 

Pero todas las actividades, absolutamente, dependen de la construcción, y en la construcción tienen el factor que las limita o les permite alcanzar las metas o el desarrollo planeado.  Y con respecto a la cuestión de las construcciones, ustedes mismos han estado analizando los problemas fundamentales.  El compañero Osmany se hizo una autocrítica aquí en nombre de los constructores, pero en realidad no se puede desconocer el hecho de que se ha ido mejorando en el sector de las construcciones, es una cosa visible.  Y en general el problema de cualquier sector de la economía, los problemas que tiene cualquier sector o cualquier frente de trabajo son muy similares a los que tienen los demás frentes de trabajo. 

Es posible que llegue el tiempo —y ese tiene que llegar, y mientras más pronto mejor— en que nosotros recordemos los primeros años de la Revolución, y nos parezca casi increíble cómo es posible que una Revolución salga adelante con todas las dificultades que tiene en los primeros tiempos y con la gran cantidad de inexperiencia que hay, el inmenso cúmulo de subjetivismo. 

Es interesantísimo también ver cómo en el transcurso de los años se va produciendo un proceso de organización, de adquisición de conocimientos; se va produciendo un proceso de adaptación a las realidades, de comprensión de las realidades.  En fin, se empiezan a poner los pies sobre la tierra y se empieza a marchar con los pies sobre la tierra.  Yeso se puede observar en todos, absolutamente todos los frentes del trabajo revolucionario.  Y al mismo tiempo se puede observar en todos, absolutamente todos los frentes del trabajo revolucionario, cómo se va produciendo ese proceso de mejoramiento, ese avance de la organización, ese mayor control, ese mayor conocimiento, ese mayor dominio de las tareas que se están realizando.  Algunas cosas se superan más pronto, otras tardan más;  hay ciertos problemas que subsisten persistentemente y hay que combatirlos con energía para superarlos.  Pero es satisfactorio observar ese proceso, y ese proceso que se observa en todos los niveles, en todos los frentes, en todos los sitios del país, en todas las organizaciones, de donde se empieza a ver que hay algo donde en un principio no había absolutamente nada. 

Actualmente estamos viviendo un proceso en el cual hay, se puede decir, un gran esfuerzo en muchas direcciones, hacia un mejor trabajo.  Y eso se puede apreciar, no en una sola provincia, se puede apreciar en toda la isla; ante cualquier problema, ante cualquier situación que surge, en cualquier detalle, lo mismo un ciclón, que una necesidad, que un plan, la movilización, la confianza, la cantidad de factores que se coordinan, que trabajan, pues es incomparablemente superior al que hubiera podido verse años atrás. 

En algunos casos las medidas urgentes que se toman para subsanar una situación...  Si las lluvias, por ejemplo, estropearon o echaron a perder los semilleros para el tabaco, si los vientos se llevaron determinado número de naves de aves, la velocidad, cómo instantáneamente la gran cantidad de movilización que hay para volver otra vez a sembrar, a plantar los semilleros, salvar todas las aves, comenzar a construir todo lo que había sido derribado.  Y así, nosotros en días recientes tuvimos la oportunidad de verlo en la propia provincia de Pinar del Río, donde el ciclón, en una faja relativamente estrecha, pero con mucha violencia, echó por tierra prácticamente todas las casas de tabaco, echó por tierra todas las naves avícolas; e incluso hizo algún daño a las plantaciones forestales, pero siempre en las plantaciones forestales hay que calcular un número de plantas que se pierden.  E hizo algún daño también a las plantaciones frutales.  Y aquel mismo día ya había una gran movilización para salvar todos los árboles frutales, la inmensa mayoría se iba a salvar, para utilizar los árboles que había derribado el ciclón en la reconstrucción de las casas de tabaco; y la utilización de las palmas que habían sido derribadas, la utilización de las pencas de guano, en fin, de todos los medios, todos los recursos, una gran movilización y una gran actividad.

No siempre, desde luego, las cosas se hacen con una completa perfección.  A veces se interfieren algunas medidas un poco mal estudiadas; así ocurrió, por ejemplo, con relación a ese mismo ciclón, de una movilización de estudiantes secundarios que hicieron hacia Guane, pero sin estudiarla adecuadamente, y fue una movilización inútil.  Estando precisamente nosotros en Santa Clara, recibimos varios telegramas de los  compañeros estudiantes que habían sido movilizados no en las mejores condiciones para trabajar allí; realmente no tenían tareas.  Los compañeros del Partido optaron porque regresaran ante la imposibilidad de resolver los problemas que planteaba allá su presencia en aquel momento. 

Pero se puede observar todo eso.  Cómo, además, actualmente hay así un esfuerzo hacia la búsqueda de recursos; no se ponen a esperar, no se ponen a escribir un memorándum y una solicitud de materiales para resolver tal cosa, en ciertos tipos de actividades, en cierto tipo de trabajo donde algunos materiales de la región pueden ser utilizados.  Y tenemos un ejemplo en la provincia de Las Villas, donde en relación con determinados planes ganaderos se encontraban que no tenían maderas; y encontraron una solución, porque habían hecho un conteo de todas las palmas de la provincia, encontraron que había unas 600 000 palmas improductivas, es decir, aquellas que estaban demasiado cerca, algunos palmares que había que entresacar palma a palma que eran improductivas, e idearon incluso una cuchilla allí que la tiran con una yunta de bueyes o un tractor, y van sacando las tablas de las palmas.  Y van a resolver el problema de las construcciones que tenían que hacer allí, con tablas de palmas que no tenían ninguna utilidad para la producción.  Y en muchos sitios nosotros hemos visto cómo han ido resolviendo muchos problemas, porque cuando han surgido, hemos llegado a los límites en que los materiales no alcanzan, y entonces empieza la imaginación a trabajar, empieza la inventiva, y empiezan a aparecer soluciones de todos tipos. 

Y es increíble cómo ahora mismo, en muchas cosas, con menos recursos, están produciendo más.  Es increíble, por ejemplo, cómo han aumentado la producción de carne, con mucho menos pienso.  Y en muchos pueblos del interior han empezado ya a elevar las cantidades de consumo de carne; eso en La Habana no se percibe, se percibe mejor en el interior.  Han producido más leche con mucho menos alimentos de importación. 

Porque ante la necesidad, han acudido a un empleo más racional de todos los recursos que se poseen, los recursos que hay en el país. 

Y, en realidad, es posible que estemos entrando ahora en la etapa en que aprendamos a hacer un uso más racional de los recursos que poseemos.  Porque tenemos muchas aspiraciones, queremos hacer muchas cosas, y los medios de que dispone el país no son suficientes para todas las cosas que queremos hacer; los recursos de importación de que dispone el país no son suficientes.  Nos encontramos con problemas relativos a los precios de los productos.  Hay años que tiene mejor precio, por ejemplo, el azúcar; otros años tiene otros precios.  Aunque, desde luego, nosotros tenemos un precio estándar en la mayor parte del azúcar que vendemos a aquellos países que nos abastecen de la mayor parte de los artículos que necesitamos. 

Pero pudiera decirse que una de las características de estos primeros años es haber vivido en una cierta abundancia de recursos, los cuales no han sido utilizados de la mejor forma. 

Como todos los sectores y todos los frentes de trabajo, nuestro comercio exterior pues también adoleció de todas las consecuencias de la inexperiencia.  Y en un principio las compras de un equipo por aquí, otro equipo por allá, otro equipo por el otro lado, sin estudiarse los problemas de las piezas de repuesto, una gran heterogeneidad de equipos agrícolas, una gran heterogeneidad de camiones, sin contemplarse previsoramente todas las cuestiones relacionadas con el mantenimiento de esos equipos, las piezas de repuesto adecuadas para esos equipos; y cuando en un lugar determinado faltaba una pieza, comenzaba la "canibalización" de los equipos.  Esto, aparte de las formas de emplearse muchas veces los equipos, de las distribuciones a prorrateo de los equipos, de la distribución de los equipos como resultado de una lucha, se puede decir una lucha entre la oferta y la demanda; es decir, la demanda de equipos por mucha gente y la resistencia para entregar esos equipos, pero que siempre los factores de racionalidad intervenían mucho menos que los resultados de las mil batallas y las mil presiones que se ejercían.  Muchas formas de organización de los primeros tiempos de la Revolución no adaptadas a las realidades, muchas concepciones de organización.  Y no es tan fácil, desde luego, sacar conclusiones sobre cuestiones de métodos, cuestiones de sistemas de organización; pero sí es fácil poder observar que muchos sistemas de organización concebidos en la primera etapa de la Revolución eran inadecuados a las funciones a desarrollar. 

Y claro que un tipo de error engendra otros ciertos problemas; cierto tipo de empresas centralizadas a nivel nacional, cuyas características, cuyo desarrollo no aconsejaban una centralización de ese tipo; el olvido de la región en muchos tipos de actividades. 

Y así, por ejemplo, cuando se producían en un sector, digamos la distribución o el INIT, o en algún tipo de receptor, 10, ó 12, ó 15 empresas verticales para manejar distintos tipos de centros de distribución que podían ser manejados desde una región, daban lugar al establecimiento de una oficina para cada empresa en cada provincia, en cada pueblo; cuando el método era mucho más práctico, mucho más sencillo para determinados tipos de actividades.  La organización de un control regional; una concepción de la organización origina así, como consecuencia, un desarrollo del personal administrativo, un crecimiento extraordinario del personal administrativo.  Y naturalmente, no es el tipo de organización más adecuada, más funcional. 

Y eso, repetido en escala nacional, en infinidad de organizaciones verticales, en distintos frentes de trabajo, en distintos organismos, daba por resultado la proliferación de las oficinas; y como resultado de que algunas tiendas se convertían en oficinas, y las otras cosas se convertían en oficinas. 

Así, resultados de concepciones erróneas en la cuestión de la organización.  Porque muchas veces, además, en los primeros tiempos, faltándole a la Revolución una metodología, faltándole a los hombres de la Revolución experiencia, puede decirse que cada cual organizaba su organismo, su ministerio, a su manera.  Y nos encontrábamos entonces pueblos donde empezaban a desaparecer tiendas y empezaban a aparecer oficinas.  Y eso no puede ser de ninguna manera la aspiración de la Revolución, esa no puede ser de ninguna manera la imagen del socialismo (APLAUSOS), no puede ser de ninguna manera la imagen del socialismo.  Porque el socialismo que concebimos, el socialismo con que hemos soñado, es una cosa muy distinta a eso, es una cosa muy superior a eso, es incomparablemente más eficaz que eso. 

Muchas veces mientras repetíamos de una manera mecánica las frases, los pensamientos, los principios filosóficos y estábamos poseídos de un radicalismo teórico, en el terreno de la realización práctica, en la ejecución práctica, en la creación de lo que queremos hacer, entonces lo que se desarrollaba, lo que se creaba, lo que se hacía, estaba muy lejos de ser lo que aspiramos todos, y lo que deseamos todos, y lo que podemos hacer todos. 

Porque es increíble las ventajas con que puede contar una revolución socialista para utilizar de la manera más racional todos los recursos naturales, para utilizar de la manera más racional todos los recursos humanos, para utilizar de la manera más racional todos los medios de producción, sin despilfarro, sin capricho.  Y como se producen las fallas, son el resultado precisamente, de los errores de los hombres, de la incapacidad de los revolucionarios para superar esas fallas.  Y el revolucionario tiene que ser un hombre irreconciliable con las fallas, irreconciliable con las cosas que estén mal hechas, porque si no, no se es revolucionario (APLAUSOS). 

Los seres adaptados a las cosas que no satisfacen las necesidades del hombre, las aspiraciones del hombre; los seres que no estén poseídos de un deseo de superación y de mejoramiento en todo el esfuerzo del hombre, no se pueden considerar revolucionarios.  Y pueden tener una posición mental, una posición filosófica de revolucionarios, pero ante la realidad de la vida no tienen esa posición.  Y muchas veces se encuentran hombres que no han llegado a racionalizar su temperamento o su posición revolucionaria, y son unos trabajadores incansables, y son unos hombres irreconciliables con todo lo que esté mal hecho, y luchan incesantemente por mejorar lo que no está bien.  Esos no han llegado a la revolución por una concepción estrictamente filosófica.  Su carácter, su temperamento, su concepto de la vida, su sensibilidad, lo hacen reaccionar contra lo que está mal hecho y lo trata de superar. 

Y afortunadamente, el espíritu de nuestro pueblo es ese; el espíritu de nuestro pueblo es el espíritu de un pueblo que ha tenido siempre ese afán de superación, ese afán de progreso tantas veces impedido por fuerzas que operaban contra el destino de la nación y contra el deseo de la nación, y que al llegar la oportunidad de poder desarrollar ese destino, al llegar la oportunidad de poder emplear la inteligencia de manera plena, y emplear el esfuerzo de manera plena, al llegar esa oportunidad es un deber de cada uno de los revolucionarios y de cada uno de los ciudadanos esa lucha incesante contra lo que no esté bien hecho. 

Y sin duda de ninguna clase que esa preocupación, esa pasión por el progreso de nuestro país, es una de las fuerzas que más ha influido e influye día a día en la superación de los problemas que hemos tenido.  Y claro, en la medida en que cada cual comprende que no se puede menospreciar el conocimiento, y que no se puede menospreciar la ciencia, de que no se puede menospreciar la técnica; en la misma medida en que se comprende que en la sociedad moderna en que el hombre contemporáneo ha recibido un cúmulo muy grande de conocimiento, de experiencia, en que el hombre contemporáneo ha llegado a realizar muchas cosas que son resultado de siglos de acumulación de conocimientos, nadie que no estudie, nadie que no tenga conocimientos se puede considerar capaz de hacer cualquier cosa y resolver cualquier cosa. 

Y así muchas veces había quienes creían que por generación espontánea estaban superdotados para resolver un problema.  O quienes creían que no había nada difícil en el mundo y que todo era una cosa muy sencilla y muy fácil.  Y para saber de la necesidad de conocimientos, basta entrar en una fábrica, basta entrar en cualquier industria, basta tratar de conocer cualquier máquina, cualquier cosa, y se verá que los conocimientos constituyen una base de la cual no se puede prescindir y que no se pueden en ningún sentido subestimar. 

Ese proceso de ignorancia de los primeros tiempos, de falta de conocimientos, de subjetivismos, de ideas erróneas, es el proceso que se ha ido superando.  Y claro está que unas cosas inciden sobre otras. 

Los problemas de la construcción que tuvimos en los primeros tiempos y que aún tenemos, de ninguna manera se pueden considerar aisladamente de los problemas que teníamos en los primeros tiempos y que aún tenemos en otros sectores de la economía.  No lo podemos aislar de los problemas del comercio de exportación y de importación; no lo podemos aislar de los problemas de la planificación; no lo podemos aislar de otras muchas actividades de otros muchos sectores.  Es decir que hay que saber distinguir aquellas cosas que no estaban en manos del sector de la construcción superar, y aquellas cosas que indiscutiblemente sí podían estar en manos del sector de la construcción superar. 

Y por eso pienso que el análisis que ustedes han hecho sobre toda una serie de cuestiones, debe ser leído y estudiado por todos los demás organismos.  Y estoy seguro de que algunas de las explicaciones que son tan claras, tan evidentes, tan elocuentes, como todo lo que se relaciona con los problemas de las tareas de inversión, y a todo lo que se relaciona con la documentación y con los proyectos de las obras y el tiempo necesario con que se deben presentar todos esos proyectos, y los inconvenientes que originan los tipos de obras que se improvisan, error en que prácticamente aquí no hay nadie que pueda decir que no haya incurrido, porque todos prácticamente hemos incurrido por una razón, o por otra, o por la impaciencia —que es la causa fundamental de todos— y contribuir a hacer difícil la tarea que los constructores tienen que resolver; la falta de documentación, la falta de proyectos, las modificaciones en las obras.  Es lógico, cualquiera lo comprende, cualquiera comprende que si esos factores no se superan entonces será difícil, muy difícil, el trabajo de los constructores.

Me parece que uno de los mejores resultados de este congreso es ese estudio, las tesis, los puntos de vista de los que tienen que enfrentarse a ese problema, para que todos aquellos que de una manera pueden colaborar a la superación de esas deficiencias y de esas dificultades colaboren, y entonces comprendan que muchas veces la impaciencia —y eso lo tenemos que comprender absolutamente todos—, que muchas veces la impaciencia por hacer las cosas puede dar como resultado el hacer las cosas mal hechas, el hacer las cosas más caras, y el tardar más en resolver los problemas. 

Por eso cuando nosotros conversábamos con el compañero Osmany y le preguntábamos que cuál era la situación, él me explicaba los problemas que tiene desde el punto de vista del ministerio para la realización de los proyectos, la falta de personal suficiente para poder hacerlo, y las deficiencias que tiene el departamento propiamente de los proyectos.  Pero al mismo tiempo también, los problemas originados en la falta de documentación, relacionados con las obras. 

Y es claro que el ministerio tiene que hacer el esfuerzo para llegar a tener todos los medios y todos los elementos y todos los factores que permitan que la cuestión de los proyectos, desde el punto de vista de la construcción, esa tarea se resuelva. 

Pero nosotros planteábamos lo siguiente:  que si pudiéramos lanzar la meta, por ejemplo —para que no fuera tan ambiciosa— de que para el año 1966 no se comenzara una sola obra, una sola obra, que no se tramitase de acuerdo con todos los requisitos que establecen los reglamentos, la planificación (APLAUSOS). 

Es decir, que toda obra que se iniciara a partir de esa fecha tuviera sus tareas de inversión perfectamente cumplidas, todos los requisitos de las tareas de inversión, todos los documentos, y estuviesen los proyectos perfectamente terminados.  Y entonces el sector de la construcción pudiese ya tener a su favor —a los efectos de cumplir su cometido— todas esas ventajas, y ahorrarse todos los problemas de las obras sin proyecto, ahorrarse todos los problemas que origina la falta de cumplimientos de todos esos requisitos para realizar una obra. 

Esto no quiere decir que se pueda aspirar en la vida a una cosa rigurosamente exacta; esto no quiere decir que en un momento dado pueda surgir la necesidad de alguna pequeña modificación por excepción;  pueden ocurrir circunstancias que surgen imprevistamente, como un ciclón, digamos, que obliga a la construcción de un puente, a la reconstrucción de viviendas, a la construcción de algunas cosas, circunstancias excepcionales; puede surgir una necesidad determinada en un momento dado que no se puede razonablemente prever.  Pero todo lo que se pueda razonablemente prever, preverlo; y en condiciones normales se cumplan rigurosamente esos requisitos. 

Bien puede ocurrir que a lo mejor algo que deseamos tenerlo dentro de un año, necesitemos esperar un año más para tenerlo.  Es mucho más lo que se pierde cuando se trata de ganar ese año a costa de violar todos esos principios que lo que se gana obteniendo algunas cosas un año antes, porque entonces hay que calcular cuánto retrasa todas las demás cosas.  Y establecernos ese propósito firme, y que todos los organismos que necesitan de los servicios del Ministerio de la Construcción se atengan a esos principios, y todos nos propongamos ese objetivo. 

Hay toda otra serie de cuestiones que también nos explicaban los compañeros y que están aquí en esta Resolución, relacionadas con cosas que inciden también en el sector de la construcción y que son ajenas al sector de la construcción, tales como problemas relacionados con el no cumplimiento de las normas en los trabajos por cuenta propia, en la sustracción paulatina de la mano de obra (APLAUSOS). 

Nosotros sabemos perfectamente cómo los compañeros que originan estos problemas, por lo general no tienen idea del daño que están haciendo, o que hacen.  En su afán sectorial, o regional, o personal, con nobles intenciones de hacer una cosa pronto, rápido, utilizan esos métodos, y no saben el daño que hacen.  Y estoy perfectamente seguro de que cualquier compañero que tenga conciencia de eso, que conozca las implicaciones de eso, no sería capaz de adoptar esos métodos; si conociera los problemas que origina en la disciplina, las consecuencias que tiene para la disciplina del trabajo el pagar salarios superiores a los que se pagan de acuerdo con las normas de obras públicas, al darle categoría de operario o darle una calificación que realmente no se ha ganado, como un medio de aumentarle el ingreso (APLAUSOS).  El daño que eso le hace al trabajador, en primer lugar; el daño que eso le hace a la disciplina del trabajo, y el daño que eso ocasiona a la economía nacional; los problemas que se originan cuando resultan entonces después excedentes de obreros calificados, porque aquellos que no tenían la misma calificación se fueron en busca de un mejor salario, y se establece esa absurda competencia dentro del Estado socialista, esa absurda competencia entre organismos del Estado socialista (APLAUSOS), que no tiene nada que envidiarle a los peores vicios del capitalismo, con la diferencia de que en el capitalismo la competencia es entre los obreros por el trabajo, mientras en el socialismo la competencia es por la mano de obra.  Y, naturalmente, las consecuencias que eso tiene que originar son tremendamente perjudiciales. 

Y yo me pregunto si habrá alguien que comprendiendo eso, que teniendo una clara conciencia de eso, participe de esas prácticas, realice esas prácticas.  Es que hay veces que alguien dice "llevándome uno no va a pasar nada", pero no razonan que cuando hay 10 000 que dicen lo mismo sí pasa mucho (APLAUSOS).  Que es el mismo daño que se hace cuando se contrata a un estudiante:  se le priva a un joven de la oportunidad de adquirir una capacidad mayor, sin control alguno. 

Y con esas prácticas individualistas, sectoriales, egoístas, se hace un daño a la cooperación máxima indispensable entre todos, que es el verdadero camino para resolver los problemas. 

Yo estoy seguro de que quienes comprendieran eso no incurrirían en esas prácticas.  Y no es difícil superar ese problema, no es difícil saber hacia qué sectores se mueven, dónde se producen esos males y por qué;  y tomar las medidas pertinentes.  Si no, ¿cuál es la función de nuestros organismos?, ¿cuál es la tarea de nuestros compañeros que están en esos frentes de trabajo?  Tomar las medidas pertinentes, a fin de que se actúe rigurosamente con los funcionarios que realizan esas prácticas, se realicen las gestiones pertinentes.  Muchas veces nos reunimos diez veces más de lo que debemos reunirnos, y no realizamos una gestión que pueda dar grandes resultados, una gestión con un compañero, con un funcionario, con un ministro; y adoptar las medidas y dar los pasos pertinentes para que esas cosas no sucedan.  Y no es difícil, no es en ningún modo difícil. 

¿Qué resultados traen esas cosas?  Bueno:  el resultado es que conseguir un hombre que quiera dar pico y pala es una cosa muy difícil; es decir, encontrar, por ejemplo, en la capital, que es donde más se han producido esos problemas.  Y así tenemos que antes la demanda por los trabajos de obras públicas era tremenda, tremenda; y ahora encontrar a alguien que quiera realizar un tipo de trabajo —que todavía tenemos que realizar, duro, artesanal, porque no hemos alcanzado los niveles de mecanización suficiente— es difícil, porque si en otras cosas le están pagando más en una competencia, si en un organismo le están pagando con una calidad superior a la que tiene, o si le dan un trabajo más fácil, más cómodo, mejor remunerado. 

Así pasaba, por ejemplo, en la agricultura; yo les voy a citar un ejemplo:  en ciertas zonas donde tenían producción avícola, además de un exceso de personal tal que cuando se superaron esas deficiencias la mitad del número de personal va a producir tres veces más de lo que producía, teníamos en una zona 1 200 personas dedicadas a la avicultura, y la mayor parte hombres que habían realizado trabajos agrícolas.  Ese era un tipo de tarea que podrían haber realizado las mujeres en aquel centro, las campesinas; un tipo de trabajo que no es un tipo de trabajo duro, que es un tipo de trabajo, por ejemplo, para el cual la mujer tiene incluso a veces mejores cualidades que los hombres.  Si a aquel hombre lo sacan del campo, lo ponen a la sombra en una nave de pollos, ¿quién después va a cortar la caña, quién va a limpiar la caña, quién va a realizar esos trabajos? (APLAUSOS). 

No vamos a culpar al trabajador de eso; es a él al que menos se le puede culpar.  Pero desgraciadamente todavía tenemos trabajos duros que hacer en el campo, trabajos fuertes.  Solo la Revolución, el progreso del país, la mecanización y el desarrollo de la técnica nos irán liberando de esos trabajos duros que desgraciadamente hay que hacer todavía, que desgraciadamente una parte de la sociedad tiene que hacer todavía, porque no hay una máquina para cada tarea agrícola.  Día llegará —como hemos dicho otras veces— en que hasta se trabaje con máquina y aire acondicionado dentro de las máquinas; día llegará en que el trabajo se vaya cada vez haciendo menos duro, menos rudo, ¿pero cómo llegamos a eso?  Es incuestionable, eso nos lo impone la realidad, y de eso no podemos liberarnos con ilusiones, de que hay trabajos duros que hacer. 

Y si con prácticas irracionales de organización y con medidas superficiales contribuimos precisamente a quitarle a la agricultura fuerza de trabajo, a ciertas actividades que hay que desarrollar inevitablemente...  Ahora mismo comienza el período ya —en la próxima zafra— de la mecanización de la zafra, pero tardaremos años hasta que alcancemos los más altos niveles de mecanización en el corte de la caña.  Yeso es un trabajo duro.  Tardaremos años antes de que logremos realizar la mayor parte de las tareas agrícolas con máquinas. 

Y hay todavía trabajos duros.  Y nosotros hemos visto esos casos de hombres, verdaderos héroes del trabajo, que están trabajando en el campo para resolver los problemas, por ejemplo, de la leche, domando vacas cebú, que son poco productoras de leche, de un temperamento muy nervioso; algunas de ellas son verdaderas fieras.  Y hay que saber cuántos miles de hombres están en esa lucha, cuántos miles de hombres están a las 2:00, a las 3:00 de la mañana realizando esa tarea, para cumplir las metas de que haya un vaso de leche por lo menos en cada casa, de que haya en el futuro un litro de leche en la mesa de cada familia (APLAUSOS).  Y que solo mediante ese esfuerzo se conseguirá.

Llegará el día en que esas vacas ya estén mezcladas con otro tipo de ganado, sean mucho más dóciles, produzcan mucha más leche, sea mucho más fácil el trabajo, se puedan emplear ordeñadoras mecánicas.  ¡Pero cuántos años tenemos todavía por delante en que hombres del pueblo, con ingresos modestísimos, tienen que estar realizando ese trabajo heroico!  Y sobre el esfuerzo de esos hombres es que se puede avanzar; gracias al esfuerzo de esos hombres es que se puede avanzar.  Y no podemos ilusamente decir:  "hay que liberar a los hombres de ese trabajo".  Ese es nuestro mayor deseo, y más pronto lo conseguiremos cuanto más comprendamos el camino para conseguir eso; más pronto liberaremos a ese hombre de ese trabajo cuanto mejor trabajemos, más organizadamente, más eficientemente, más inteligentemente.  Cuanto más nos esforcemos por superar esos vicios y comprendamos esas realidades, más estaremos ayudando a los ciudadanos de este país y, sobre todo, más estaremos ayudando a los hombres sobre cuyo esfuerzo rudo descansa hoy la economía de nuestro país.  Y no precisamente con prácticas que tienden a alejar precisamente el momento en que nosotros podremos tener la satisfacción de ver que vamos superando esas etapas. 

Cuántas cosas tenemos todavía que hacer en nuestros campos.  Qué triste impresión produce el pasar por un central azucarero a las 10:00 de la noche; en muchos de esos centrales donde prácticamente no hay un solo sitio donde sentarse la gente, un solo sitio donde ir a tomar un refresco, donde todavía hay muchas viviendas en condiciones horribles.  Cuántos esfuerzos tenemos que hacer en esos campos, donde todavía junto a las guardarrayas están los barracones. 

Y uno piensa:  "Bueno, hay muchas cosas que este hombre ha adquirido ya:  trabajo todo el año, asistencia médica, oportunidad de estudiar.”  Ha habido incuestionablemente un mejoramiento, si se puede decir, un mejoramiento grande, grande, grande.  Pero a pesar de ese mejoramiento, son tan penosas todavía muchas de las condiciones de vida que lo rodean:  sin un bombillo, sin un baño, cuando llueve rodeado de fango por todas partes. 

Y hay que estar en contacto con esas realidades, hay que verlas, hay que sentirlas para tener conciencia de cuánto tenemos que esforzarnos.  Y que somos nosotros los que debemos esforzarnos más, que somos nosotros los que tenemos más obligación por haber tenido una preparación mayor, que somos nosotros —precisamente quienes tenemos condiciones de vida mejores que ellos— los que tenemos el deber principal de no ser nunca insensibles a esas realidades que todavía perduran, y que podemos superarlas.  Y si podemos superarlas, ¿por qué no hemos de superarlas?; y si podemos superarlas en 10 años, ¿por qué hemos de tardar 20 como consecuencia de nuestros errores, por qué hemos de tardar 30? 

Aquí mismo, en este congreso, haciéndose un análisis de las necesidades de viviendas, ¿qué conclusiones sacaba?  Que había un déficit urgente de 655 000 viviendas, partiendo del hecho de que antes del triunfo de la Revolución el 53% de la población vivía en condiciones de inhabitabilidad absoluta; que había un déficit de 655 000 viviendas para     3 500 000 cubanos, urgente, más otras 290 000 viviendas para 1 300 000 personas con déficit habitacional.  Los cálculos de la vivienda que tenemos que hacer en 25 años, la necesidad de construir de aquí al 1990 no menos de 2 millones de viviendas para poder decir que todas las necesidades de la población estaban satisfechas. 

¡Qué doloroso es pensar —ahora cuando se hace un cálculo de este tipo en el año 1965—, pensar que hace 60 años se proclamó la independencia de este país, y que para que en 1990 cada ciudadano tenga una habitación decorosa en este país, harán falta 2 millones de viviendas y si hacemos 2 millones de viviendas, al final del siglo prácticamente podría decirse que la población de Cuba tendría suficientes viviendas!  ¡Cuánto tienen que sufrir los pueblos, cuánto tienen que esforzarse los pueblos, cuánto tienen que trabajar los pueblos y qué duramente y con cuántas dificultades para llegar a satisfacer las necesidades más elementales de su vida:  la necesidad de tener un techo, de vivir en condiciones de elemental higiene, de elemental comodidad! 

Y no se puede olvidar que nuestro deber y nuestro objetivo, aquello por lo que se trabaja, es precisamente darle a cada ciudadano esas condiciones.  No resolverlo para un grupito de personas, no resolverlo para una minoría, para llegar un día a colmar esa aspiración y poder decir que cada ciudadano de este país vive en una habitación decorosa, y se habrán terminado todas esas casas donde se amontonan y viven en las peores condiciones las familias, todos esos solares, todos esos barracones. 

Y hay que pensar que esas son las metas que tenemos que proponernos, los objetivos.  Y que nuestros niveles actuales de construcción son ínfimos comparados con las necesidades, que el desarrollo de nuestra economía es ínfimo comparado con las necesidades de recursos que tenemos y que tenemos que aspirar a ir año por año haciendo un mayor número de casas.  Y en estos primeros años podemos hacer muy pocas, porque las mismas necesidades del desarrollo, las mismas necesidades de desarrollar la industria de la construcción, la misma necesidad de desarrollar proporcionalmente nuestra economía, puesto que no podríamos dedicarnos ahora a resolver estos problemas cuando tenemos otras necesidades más urgentes todavía, tenemos que realizar otras tareas básicas para poder un día resolver estos problemas.

Si observamos que tenemos por delante esos objetivos, cualquiera comprende que solo se puede lograr trabajando muy tesoneramente, muy duramente, muy inteligentemente, muy disciplinadamente, y que es preciso abolir todas esas prácticas y que tenemos que llegar al día que se hagan bien, sobre bases realistas, los planes, que las metas de construcción se cumplan rigurosamente; porque están basadas en elementos reales, en cálculos reales, en fuerza humana real, en abastecimientos reales.  Y que cuando año por año se vayan analizando las cifras, se vea un progresivo aumento, un progresivo mejoramiento, como se ve ya en todas estas cifras, en la disminución de los costos, en el aumento de la productividad; pero que todavía tenemos muchas fallas, todavía tenemos muchas deficiencias.  Y, por supuesto, de ninguna manera imputable al sector de la construcción, sino que el sector de la construcción —en una gran parte— es afectado por el trabajo deficiente de otros sectores de la economía.  Se ha avanzado, se ha avanzado y se han aumentado o se han incrementado considerablemente las inversiones; los números dicen eso y es cierto.  Pero, sin embargo, cuán poco satisfechos podemos sentirnos todavía ante las deficiencias y las fallas que debemos superar.

Y por eso de este Congreso, al igual que del fórum azucarero, al igual que de la reunión de los trabajadores de la industria azucarera, y de toda la actividad organizada, consciente, que han venido realizando nuestros trabajadores, nuestros técnicos, se han ido sacando conclusiones, se han ido haciendo estudios serios, porque puede decirse que la seriedad está imperando cada vez más, la seriedad se está poniendo de moda, la responsabilidad se está poniendo de moda y, cada vez más y más, se está analizando, se está profundizando, se está estudiando, se está en la búsqueda de soluciones adecuadas, y es imposible que este esfuerzo no logre una real superación, un gran salto de calidad del cual se irá percatando cada vez más cada ciudadano. 

Podemos, por eso, trazarnos algunas metas en ese sentido en la superación de algunos problemas, como aquella que habíamos señalado anteriormente, y tenemos que divulgar estas conclusiones. 

Están los otros problemas relacionados también con la cuestión del tipo de obras que han realizado los compañeros del Ministerio de la Construcción, del número de obras pequeñas, de poca monta, que han constituido porcentajes altos del número de obras totales, que han promovido una dispersión de los recursos, una dispersión de los técnicos. 

Es necesario igualmente hacer un esfuerzo para ir definiendo cada vez más el tipo de obra que debe corresponder al Ministerio de la Construcción, el tipo de obra y la categoría de las obras que pueden hacerse por cuenta propia y cómo hacerse, y con qué controles y con qué requisitos precisamente para que no choquen, para que no entren en contradicción con el mejoramiento que queremos lograr en el frente de trabajo del Ministerio de la Construcción que tiene bajo su responsabilidad las obras de mayor importancia, de mayor trascendencia, que le permitan el empleo más pleno y más racional de sus recursos humanos, de sus recursos técnicos, de sus recursos en equipos. 

Y eso requiere también definiciones, requiere la búsqueda de soluciones acertadas, que para ser acertadas tienen que ser bien estudiadas y tienen que ser reglamentadas, que tenemos que ir aprendiendo todos a adquirir esa disciplina de atenernos a los reglamentos, de atenernos a las normas, porque es la única forma en que se puede lograr una eficaz cooperación entre todas las fuerzas de un país, entre todos los elementos de un país; proponernos también la más pronta solución a ese problema, la definición de ese problema, y quiénes van a controlar, qué medios de control crearemos a fin de evitar el desorden, la anarquía, el desperdicio y a fin de lograr una eficaz solución sin contradicciones entre las tareas que debe realizar el Ministerio y las tareas que pueden realizar perfectamente otros sectores de la economía. 

Ustedes también han sacado una serie de conclusiones sobre la necesidad de uniformar la técnica de tipificar las construcciones.  Pienso que esas son cosas razonables, pienso que son cosas lógicas.  Se ha hablado también de la cuestión de la calidad, no sé si se ha hablado también —es posible— de la cuestión de las formas, cómo nosotros tenemos que tratar de conciliar tres cosas:  economía, calidad y forma.  Ahí es donde está verdaderamente el papel de los arquitectos, de los técnicos, cómo conciliamos esas tres cosas, es decir, lo hacemos económico y lo hacemos de calidad y, además, lo hacemos bonito; no incurrir en el extremismo de decir vamos solamente a atender a estos dos factores, cómo atendemos los tres factores, cómo lo hacemos económico sin sacrificar la estética, y cómo lo hacemos estético sin sacrificar lo económico. 

A veces no se ha sacrificado ni lo estético ni lo económico, pero se ha sacrificado la funcionabilidad, la utilidad.  Hemos visto por ahí algunos tipos de naves, de unas cafeterías que a veces empinan hacia arriba un techo, luce de forma muy bella, y cuando llueve no hay quien pueda estar parado por todos aquellos alrededores y todo se moja (APLAUSOS).  Es decir, los hay quienes ponen todo el acento en lo estético.  Y me olvidaba decir que en ese caso se olvidaron dos cosas, dije que la funcionabilidiad, no, se olvidó también lo económico. 

Hay quienes ponen todo su acento en lo estético, hay quienes, a la inversa, ponen todo su acento en lo económico, hay quien pone todo el acento en la utilidad de lo que se está haciendo, y, claro, sobre esto sí es difícil trazar reglas. 

Es claro que ahora en estos primeros tiempos no podemos satisfacer nuestras más exigentes aspiraciones en cuanto a la calidad, en cuanto a la estética.  No, eso también es un proceso dialéctico, es un proceso cambiante, no podemos aspirar ahora a hacer las cosas tan bonitas como podemos aspirar a hacerlo dentro de 20 años, pero debemos tratar de evitar hacerlas ahora tan feas que dentro de 20 años nos abochornemos de lo que estamos haciendo ahora (APLAUSOS). 

Hay que conciliar todas estas aspiraciones y conciliarlas, además, con las realidades, y no olvidarse que las necesidades surgen, una vez satisfecha una, surge otra y surge otra y surge otra; y el día que hayamos satisfecho todas estas necesidades elementales empezaremos a sentir la otra necesidad de que las cosas que hayamos hecho sean agradables, sean lo más agradables posibles; van surgiendo una detrás de otra por orden jerárquico y no debemos olvidarnos del futuro. 

Tenemos que estudiar todos los problemas relacionados con la planificación física, la localización de los centros industriales de manera racional, el embellecimiento además que no cuesta caro, porque hay muchas cosas que se pueden hacer bonitas prácticamente con ningún gasto.  El problema mismo de las áreas verdes, tan olvidado en este país, la mejor prueba son los 500 000 árboles que hoy, en homenaje a los constructores, plantaron los compañeros de los Comités de Defensa de la Revolución (APLAUSOS). 

Hace aproximadamente un año nosotros le expresamos al compañero Osmany nuestra preocupación por la falta de árboles en la capital, cuánto daña la belleza de nuestra capital y de cualquier ciudad, cuánto dañaba la salud; la necesidad de hacer un esfuerzo de plantar árboles que es una cosa tan sencilla y tan barata, y que solo con el tiempo y un poco de atención permite que nuestras ciudades desoladas, nuestros parques desolados, lleguen un día a ser un lugar donde haya fresco, haya sombra, sea agradable estar.  ¿Quién se preocupó de esas cosas nunca?...  Y nosotros tenemos la obligación de preocuparnos de todas esas cosas, porque tenemos la obligación de tratar de hacer este país un país agradable en todos los órdenes, tenemos que tratar de hacer la vida agradable de cada ciudadano, cada vez más, y tenemos que pensar en el mañana, y tenemos que pensar en nuestras ciudades del futuro.  Y prácticamente tenemos que estudiar todos los pueblos, todas las ciudades, sobre todo aquellas que tienen más posibilidades de desarrollo, sobre todo aquellas donde los recursos naturales del país —el agua, y los otros recursos que determinen el desarrollo de una ciudad— están señalando el desarrollo de esa ciudad; el trazado de las calles, las áreas destinadas a la siembra de árboles.  Porque tenemos que preocuparnos de esas cosas. 

Cada vez que pasamos por un pueblecito cualquiera y lo vemos tan abandonado —no tan abandonado hoy, sino la forma desordenada en que se fue desarrollando—, entonces pensamos si en cada uno de esos pueblos se está haciendo un estudio, y debemos tratar de que en cada uno de los pueblos se vaya estudiando la parte referente a la urbanización, la parte referente a la industria, y estar los compañeros dedicados a esa tarea en una incesante búsqueda de elementos de juicio que les permitan señalar una solución, hacia dónde se va a crecer, qué ciudades están llamadas a crecer de acuerdo con los planes económicos del país, qué hacer en cada pueblecito, qué hacer en cada central azucarero, qué hacer para lograr que la vida sea más agradable en el central, qué hacer para mejorar las condiciones de vivienda en los centrales, las condiciones de vida, qué hacer para que haya un sitio donde se pueda tomar un helado, un refresco, un café.  No sea que llegue el día en que tengamos de todas esas cosas más que abundantes y no tengamos ni un sitio donde pueda ir a sentarse un trabajador azucarero. 

Y pensar en todos esos problemas, no olvidar ninguno de esos problemas acorde con las realidades, acorde con las aspiraciones del país.  Los centrales azucareros se convierten en centros muy importantes, pues porque la industria azucarera tendrá un gran auge, y es necesario que esos centros —que van a ser centros vitales de la economía del país— reciban la atención de nuestros compañeros que trabajan en planificación, y reciban la atención de los compañeros del Ministerio de la Construcción, acerca de posibilidades, y reciban la atención de todos los organismos que pueden de alguna manera contribuir a mejorar las condiciones de vida.  El estudio de las condiciones de distintos centros industriales, como es el centro del norte de Oriente, donde actualmente —por cierto— se está haciendo un especial esfuerzo, donde trabajan miles de trabajadores en aquellas minas, en aquellas industrias. 

Es decir, que hay mucho por hacer, hay muchas cosas en qué pensar, hay muchas aspiraciones a satisfacer, y debemos procurar tener en cuenta todo, porque a veces nos olvidamos de algunas regiones.  A veces se pasa por un pueblito y da la sensación de que de ese pueblo se ha olvidado todo el mundo; y allí tiene que haber un servicio médico, allí tienen que haber técnicos.  En todos esos sitios llegará el momento, incluso, que prácticamente en cada central azucarero haya una secundaria básica; muchos casos de jóvenes en los centrales azucareros a veces que ya para estudiar la secundaria básica tienen que andar viajando horas.  Y desde luego, es algo, es mucho.  Y hay casos de muchachos de los campos que van a pueblos que están a 20 kilómetros a estudiar en la secundaria básica.  Eso, desde luego, no se veía, y es síntoma de cómo está desarrollándose la juventud, cómo están surgiendo por doquier, por todas partes, las inteligencias. 

Llegará el momento en que en cada central azucarero tenga que haber una secundaria básica; los servicios de hospitales, los círculos sociales.  Y allí tienen que ir a vivir los técnicos, allí tienen que ir los trabajadores.  Muchas veces tenemos problemas con la cuestión de la localización de los médicos, porque no hay viviendas para ellos.  Se hace un hospital, y es necesario rodear de condiciones adecuadas, de algunas facilidades, a los que van allí a trabajar, precisamente para evitar esa tremenda competencia que la capital —con mayor número de atractivos— ejerce sobre los técnicos, ejerce sobre tanta gente.  ¡Y cuántos cuando han podido no se han marchado de los centrales!  ¡Cuántos no se fueron de los centrales a buscar trabajo en otro sitio, cansados, aburridos de las condiciones de vida de los centrales azucareros!  Y nosotros tenemos que desarrollar el interior del país, tenemos que crear mejores condiciones de vida en el interior del país, porque tenemos que desarrollarnos hacia el interior del país, desarrollar las poblaciones del interior, los recursos del interior.

Esta es una isla que no es redonda.  Si esta fuera una isla redonda, perfectamente bien podría tener un centro.  Pero es una isla larga y estrecha según hemos estado leyendo desde que hemos visto algunas geografías —y aquí veo que casi todo el mundo ha leído más de una geografía—, y creo que podrán entender perfectamente bien, perfectamente bien los tremendos inconvenientes que plantea el desarrollo de una capital tan grande en un extremo de la isla prácticamente; lo cual, unido a algunas de nuestras costumbres, cual es la de estar reuniendo constantemente a los funcionarios de toda la república aquí en la capital, crea un tremendo problema, con un trasiego incesante de funcionarios desde Oriente, Camagüey, Las Villas, para La Habana; incesantemente, porque constantemente hay una comisión, una reunión, para información, para esto, para lo otro...  (APLAUSOS).  Que a veces es más cómodo traer a un despacho a todos; venga el jefe de acá, y el de allá, y el de más acá, para una reunión.  Tiene que hacer un viaje larguísimo; si no encuentra sitio en el avión, en tren, en ómnibus.  Para esos métodos, realmente la capital ideal sería Santa Clara, puesto que no tendrían que recorrer tanto tramo. 

Pero pienso que muchas veces puede ir el funcionario al interior, puede ir si no el ministro, puede ir un viceministro, y en vez de tener una reunión de todos los de la provincia, tener seis reuniones, una en cada provincia (APLAUSOS).  Y a veces se concretan mejor las cosas —yo he visto que algunos se han puesto colorados, y yo no estoy pensando en nadie, de verdad (RISAS)—, a veces se concretan mucho mejor las cosas.  Si algunas de esas reuniones de información, de análisis, se realizan en la provincia, se reúnen todos los compañeros que tienen que ver con ese trabajo, se reúnen los compañeros del Partido, y es mucho más fácil.  A veces hay que hacer eso, hay veces que hay que hacer una reunión nacional; entonces eso implica un gran trabajo para todos.  Hay veces que los hombres que están allí al frente de las tareas —que tienen un sinnúmero de cargos— se pueden reunir no solo con los que están al frente del trabajo, se pueden reunir con los compañeros del Partido, que es una fuerza en la que debemos apoyarnos cada vez más (APLAUSOS), porque afortunadamente esa fuerza va surgiendo con compañeros de un gran espíritu de responsabilidad, compañeros que tienen una gran preocupación de todas las cuestiones, donde se está viendo la calidad del trabajo de los compañeros.  Y eso es una fuerza, y si los citamos aquí no podemos decir a todos los compañeros del Partido que vengan; en una reunión de algunos sectores del trabajo pueden ir y se reúnen los de la regional, porque se están más o menos acoplando en la agricultura y en distintas actividades de la producción, está la regional de producción con la regional política.  Y es una garantía cuando en esas reuniones participan los compañeros también del Partido, no para ir a suplantar las actividades del administrador, no para que se conviertan y se subroguen en el lugar y grado del administrador, no; que afortunadamente los compañeros están comprendiendo cada vez mejor eso.  Pero se convierten en una fuerza que ayuda, que respalda, que apoya, que impulsa, que despierta el entusiasmo.  Y nosotros hemos tenido oportunidad de verlo en un sector de trabajo, en la agricultura, y en toda una serie de planes agrícolas que se están llevando a cabo, lo utilísimo que resulta el apoyo de los compañeros del Partido a esos planes, no para que administren; cómo se plantean los problemas, cómo ayudan a resolver distintas cuestiones, cómo idean soluciones, ayudando a los organismos productivos sin disminuir la actividad de los compañeros ni la autoridad de los compañeros que están en la producción. 

No es una cosa fácil, pero los compañeros cada vez tienen más experiencia en eso, cada vez se ve mejor la eficacia de su trabajo. 

A veces, naturalmente, los sobrecargan de tareas.  A veces los compañeros del Partido son vapuleados de una reunión a otra, de una citación a otra, y de una comisión a otra, porque a un ministerio se le ocurrió un plan, y allá reunió a todo el Partido; después al otro se le ocurrió otro, y los reunió, los reunió aquí.  Y a veces se acumulan montones de tareas, y andan locos los compañeros, tratando de cumplir con todo.  Que a veces también nos olvidamos de eso; a veces, cuando se nos ocurre algo, no nos preguntamos qué otras tareas estarán realizando en ese momento los compañeros y cuál será el mejor momento de realizar esa tarea.  No desesperarnos tampoco.  

Pero un buen método que contribuiría a superar algunos de nuestros vicios —y eso es otra cosa:  la circunstancia de encontrarse la capital en este punto tan apartado de algunas de las provincias del país— es, en ocasiones, realizar las reuniones por provincia.  Además, la experiencia enseña que esas reuniones nacionales siempre tienen mucho de abstracto, y tienen poco de concreto.  Muchas veces no se agarran bien las cosas, no se estudian bien los problemas de cada región; son más vagas y, además, son más aburridas (APLAUSOS).  Y para realizar determinadas tareas bastantes viceministros tienen nuestros ministerios (RISAS), si para realizar algunas tareas, en ocasiones van a la provincia, allí se reúnen, y van a la otra provincia, y van a la otra provincia.  Claro que tiene que tener seis reuniones ese funcionario; pero posiblemente las cosas queden más claras, más precisas, más concretas.  Y tiene una gran importancia, pero tiene una gran importancia.  Porque muchas veces surgen cosas, detallitos cualquiera. 

Voy a poner un ejemplo:  cuando se lanzó la consigna para la próxima Noche Buena, de que debíamos tratar de cebar los cerdos.  A veces se producía una gran matanza de cerdos, y después durante tres meses no se producía ni un tocino, ni jamón, las industrias de carne paralizadas.  ¿Qué era más racional?  Bueno, podíamos privarnos de eso.  Entonces planteaban algunos compañeros en las provincias una cosa razonable:  existían los contratos de compra-venta con los pequeños agricultores, entonces, ¿qué hacer?  En algunas provincias no tenían instalaciones suficientes para cebarlos; podían los de las granjas cebarlos, a veces tenían cierto problema también de que no les convendría reunir cerdos de muy distintos sitios para cebarlos.  Y planteaban qué hacían en esa situación, que podía dar lugar a que se produjera cierta especulación y cierta bolsa negra de cerdo en esos días.  ¿Qué hacer? 

Entonces, nosotros teníamos la oportunidad de ver que en una provincia hay problemas distintos que los de otra provincia.  En ese ejemplo —uno de tantos ejemplos—, ellos planteaban:  ¿Qué hacer?,  y entonces, así puede surgir una solución, como fue en este caso:  Bueno, que los campesinos ceben todo el que puedan cebar; que las granjas ceben todos los suyos, y el excedente de ese pequeño agricultor comprárselo al pequeño agricultor, y entonces, eso, en las provincias, pues que lo repartan. 

Porque a veces también es un tremendo problema:  que Las Villas tenía que mandar 20 000 cerdos, que Camagüey tenía que mandar         18 000, que el otro tenía que mandar tanto, cantidades enormes.  Y los compañeros esmerándose por cumplir. 

Así ha ocurrido con la carne.  Bien, el per cápita de consumo de carne en la capital ha sido de tres cuartos de libra semanal; se ha cumplido cuando en ocasiones en el interior del país tenían media libra quincenal.  Y en esos tiempos duros el interior mandaba y sigue mandando, nos sigue abasteciendo de carne.  Es lógico, bueno, pues con esos casos:  "Bueno, cómanse los cerdos excedentes que no puedan cebar ni los campesinos ni las granjas en el interior del país" (APLAUSOS).  Nos pareció una cosa justa, una cosa razonable; con ese excedente no vamos a poder, se lo consumiría todo La Habana. 

Y muchas veces ha pasado así.  Un enorme esfuerzo, y muchas veces eso desalienta la producción en el interior.  Porque muchas veces los compañeros que están al frente de los trabajos de producción sienten una cierta nostalgia de lo que consume La Habana.  Sin embargo, siempre cumplen disciplinadamente, se esfuerzan por cumplir en toda una serie de artículos esenciales.  Se ha presentado un caso de esos, bueno, en estas ocasiones esto no va a resolver ningún problema en la capital de la república, es un día, pues entonces que en el interior resuelvan el problema. 

Y fue una cosa, fue una solución que se encuentra cuando se va allí.  Algunas soluciones, algunas ideas, algunas consignas que tienen su razón de ser, luego requieren readaptarse a circunstancias concretas de una región, de una provincia. 

Y nosotros entendemos que esas cosas alientan a los compañeros; que vean los de las provincias que se les tiene en cuenta, que no se les exige, que no se convierte a las provincias en tributarias de la capital sin consideración alguna.  Y en cierto sentido eso es verdad:  las provincias son muy tributarias de la capital.  La capital no tiene la culpa, eso es un fenómeno histórico; se desarrolló con condiciones de vida más elevadas, los gastos son mucho más altos, los niveles de ingreso son más altos.  Y eso operaba despiadadamente durante toda la etapa anterior; el interior estaba olvidado por completo.  Bien, el interior sigue ayudando, hay un gran sentido de unidad nacional, de cohesión nacional; las provincias comprenden estos problemas.  Pero nosotros también debemos preocuparnos por las provincias, debemos preocuparnos de ver que se tienen en cuenta todas esas cosas, debemos darles aliento a los compañeros.  Porque en la misma medida en que trabajen, en la misma medida en que se sientan entusiasmados para trabajar en el interior del país, nos ayudarán a resolver los problemas de abastecimiento de la capital. 

Y en algunas cosas los problemas...  Para los niveles de abastecimiento de leche que aspiramos que haya en nuestro país, ahí será a la inversa; será mucho más fácil de resolver en el interior, se resolverá más pronto en el interior.  Desgraciadamente, desde el valle de El Cauto no podemos trasladar leche fresca a La Habana.  En el valle de El Cauto hay una industria de leche condensada pero su capacidad será rebasada en poco tiempo.  Cuando creamos que tengamos un nivel, por ejemplo, aspirar a tener el nivel de un litro de leche per cápita...  ¿Saben en la provincia de La Habana cuál es el total de la población?  Tengo entendido que es algo más de 2 millones de personas que viven en la provincia de  La Habana.  Esto hace que algunos de esos problemas sean de más difícil solución; pero, sin embargo, tienen solución.  Cuando los excedentes del interior puedan, por ejemplo, procesarse en la producción de leche en polvo, que es una de las soluciones más prácticas.  Muchas veces cuando hay escasez de la leche fresca, actualmente, una parte de la leche fresca de la capital de la república se produce a base de leche en polvo.  Pero se produce una leche buena, una leche que tiene todos los nutrientes, que tiene una gran calidad.  En La Habana, para poder llegar a esos niveles a base de la producción solo de la provincia, sería muy difícil.  Tiene el interior que ayudar a resolver ese problema. 

Habrá que establecer fábricas de leche en polvo.  Porque el solo incremento de la leche fresca, por grande y rápido que sea ese incremento, no alcanza para estar a la par con el nivel de consumo en el interior de la república dentro de tres años.  No alcanzaría.  Entonces, para llegar a niveles tan altos como en el interior, tenemos que emplear parte de leche fresca y parte de los excedentes del interior elaborados.  Y en el interior hay un gran entusiasmo por el trabajo; y en el trabajo agrícola hay un entusiasmo extraordinario en el interior.  Están trabajando seriamente, responsablemente, con un gran entusiasmo los compañeros en el interior del país; se está haciendo realmente un esfuerzo significativo. 

Pero todas estas cosas debemos de meditarlas y tenemos que pensar cómo nosotros vamos creando las condiciones, elevando los niveles de vida de aquellos sectores de la población más pobre, de aquellos sectores de la población que viven en peores condiciones; y todo eso forma parte del trabajo de todos.  Pero forma parte de manera muy importante de ustedes, forma parte de manera muy importante del esfuerzo de los trabajadores de la construcción. 

Y estamos conscientes, y todos los compañeros de todos los sectores de la producción están conscientes, que es incalculable lo que hay que construir en nuestro país.  Por eso es tan imprescindible profundizar en la técnica, tan imprescindible avanzar por el camino de la mecanización; por eso es tan imprescindible modernizar nuestras técnicas de construcción, desarrollar nuestras industrias de construcción, porque los mismos hombres, la misma fuerza de trabajo, con máquinas con técnicas modernas, tendrán que producir muchas veces más de lo que producen hoy, y tendremos que llegar al momento en que mecanicemos al máximo la construcción, porque ni soñar que con métodos artesanales estas necesidades podrían satisfacerse nunca, por mucho que se esforzaran nuestros hombres. 

Y hace falta fuerza de trabajo en las industrias, hace falta fuerza de trabajo en la agricultura.  No dispondremos de abundante fuerza de trabajo en la construcción, pero podremos disponer de técnicas modernas, podremos disponer de máquinas, podremos multiplicar muchas veces la fuerza de trabajo.  Y esa será nuestra gran aliada para poder satisfacer estas aspiraciones. 

Todos estamos muy conscientes de eso.  Y creemos que ustedes, los técnicos, los trabajadores de la construcción, han hecho un buen aporte, creo que han hecho una cosa útil, positiva.  Y nosotros exhortamos a los demás compañeros a que estudien estos materiales, y que de la misma manera que ellos necesitan la ayuda de la construcción, necesitan la colaboración del ramo de la construcción, ellos a su vez colaboren y contribuyan a establecer las normas, a establecer las disciplinas, a satisfacer todos los requisitos de documentos y de proyectos que requieren las obras; y así, cuando dentro de dos años, de acuerdo con esta disposición acordada por ustedes se vuelva a reunir este congreso, ya podamos exhibir, comparándolo con este, los grandes logros que se hayan alcanzado en ese sentido. 

Creemos que por eso, los trabajadores de la construcción merecen la más expresiva felicitación, merecen que se les dé las gracias por lo que han hecho, y merecen toda la confianza del pueblo, y toda la confianza de la Revolución (APLAUSOS).  

¡Patria o Muerte! 

¡Venceremos!

(OVACION)