DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL PARTIDO UNIDO DE LA
REVOLUCION SOCIALISTA DE CUBA y
PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE CLAUSURA DE LA
PRIMERA PLENARIA NACIONAL DEL TRANSPORTE, CELEBRADA EN EL TEATRO DE LA
CTC-REVOLUCIONARIA, EL 31 DE OCTUBRE DE 1964.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Señores
invitados;
Compañeros
trabajadores del transporte:
Con este acto
de hoy culminan una serie de eventos que han tratado los problemas de la
producción.
En días, o mejor dicho, en semanas sucesivas se
reunieron los compañeros azucareros, es decir, todos los compañeros de la
industria y de la agricultura que tienen que ver con el azúcar, los compañeros
que tienen que ver con la medicina, los compañeros de obras públicas. Anteriormente se habían reunido también los
compañeros del instituto hidráulico, y aunque creo que se me olvida todavía
uno... Es que hubo dos azucareros: un Fórum Nacional Azucarero y una reunión, un evento de la
industria azucarera propiamente dicha, una plenaria. Y hoy esta plenaria de los trabajadores del
transporte.
Lo que puede afirmarse como una característica común a
todos estos eventos es un evidente progreso en el trabajo revolucionario, un
superior espíritu de responsabilidad, una mucha mayor seriedad en el análisis
de los problemas, y un indiscutible avance en todos los órdenes.
Para todos los trabajadores y para todo el pueblo
tiene que ser evidentemente satisfactorio ver que la Revolución marcha, ver los
avances que a un ritmo creciente se van logrando. Y, desde luego, esto entraña un
fortalecimiento de la confianza de las masas en la Revolución, un
fortalecimiento de la fe en la Revolución.
Lo más importante de todo es que sepamos que no hay
camino fácil; lo más importante es que sepamos que los avances en estos
primeros tiempos de una revolución siempre son más lentos, siempre son más
trabajosos, siempre son más difíciles.
Es importante que sepamos que al vislumbrar estos éxitos, al vislumbrar
los éxitos futuros, hayamos de olvidar, o vayamos a caer en la ilusión de que
ya todo marchará fácilmente hacia adelante.
Y no marcharemos más fácilmente, pero sí marcharemos
con una mayor seguridad. No marcharemos
más fácilmente, pero sí marcharemos con una mejor organización. Marcharemos con una mayor experiencia; y,
desde luego, por supuesto, con un mayor esfuerzo por parte de todos, porque
necesariamente necesitamos del esfuerzo.
Y marcharemos también con una mayor disciplina que hasta hoy; y
marcharemos también con más seriedad en nuestro trabajo que hasta hoy, y
marcharemos con más conocimientos que hasta hoy.
Y es evidente que en todos los aspectos, en todos los
frentes de trabajo de la Revolución, se puede apreciar un mayor conocimiento,
una mayor capacidad. Es evidente que
vamos comprendiendo mejor qué es una revolución; vamos comprendiendo mejor en
qué consiste una revolución; y acabamos de comprender —acabamos de comprender—
que una revolución es una tarea mucho más difícil de lo que muchos se
imaginaban, que una revolución es un cambio mucho más profundo de lo que muchos
se imaginaban, que una revolución es algo mucho más serio de lo que muchos se
imaginaban. Y, entre otras cosas,
aquella verdad de que nada enseña tanto a los pueblos como una revolución. Porque muchas veces los hechos contradecían
la fe, muchas veces los hechos contradecían el entusiasmo, muchas veces los
hechos contradecían las palabras, y muchas veces los hechos contradecían las
aspiraciones, muchas veces los hechos contradecían las promesas.
Porque la realidad era así, y las causas no eran
causas fáciles de comprender, las causas eran difíciles de comprender.
Y cuando los hechos van contradiciendo las
aspiraciones, los objetivos, los deseos, las promesas y las palabras,
incuestionablemente que pueden dañar el entusiasmo y pueden dañar la fe de las
masas en la revolución.
Y había causas de orden objetivo que estaban fuera del
alcance de todos nosotros, pero había causas de orden subjetivo que estaban al
alcance de todos superarlas. A veces se
confundían las causas, a veces se echaba la culpa a una sola causa. Y es mala la confusión de causas, porque
existe la tendencia o a echarle la culpa a una sola causa o echarle la culpa a
otra causa. Y así, muchas veces se le
echaba toda la culpa al imperialismo y se le echaba toda la culpa al bloqueo
imperialista. Y no es que vayamos a
subestimar la importancia de esa causa, no es que vayamos a subestimar la
importancia de las agresiones imperialistas y la importancia del bloqueo
imperialista; es incuestionable que eso ha constituido un obstáculo grande, es
indiscutible que eso ha sido causa de muchas de nuestras dificultades, pero
también es indiscutible que la inexperiencia, la incapacidad, la superficialidad
y la irresponsabilidad han sido también causas de muchas de nuestras
dificultades.
Y así, el bloqueo no debe servir de pretexto sino que
debe servir de acicate, el bloqueo no debe servir de excusa sino que debe
servir de estímulo. Porque frente a la
acción del enemigo, la actitud de los combatientes revolucionarios; frente a la
acción del enemigo para destruirnos, no vale la queja, ni vale el lamento, ni
vale la protesta; frente a la acción del enemigo para destruirnos, vale nuestra
acción para evitar que el enemigo nos destruya (APLAUSOS); frente a la acción
del enemigo, el esfuerzo redoblado, la pasión multiplicada hacia la causa, el
honor de los revolucionarios, la decisión de vencer.
Claro está que no puedo pensar de ninguna forma que un
proceso revolucionario, que un pueblo que se abre paso a marchas forzadas hacia
el porvenir, pueda inevitablemente dejar de vivir ese proceso de aprendizaje,
que pueda inevitablemente dejar de pasar por todas las experiencias. Nosotros creemos, sinceramente, que todo era
necesario y que todo era inevitable.
Pero lo que importa dentro de una revolución es la
prontitud, la eficacia, con que los problemas inevitables, los errores
inevitables, la desorganización inevitable, se superen.
Y esa es la lucha de hoy, esa es la batalla de
hoy. No tengo la menor duda de que
cuando —en años venideros— volvamos la vista hacia atrás, no solo nos admiremos
de lo que se haya hecho sino, incluso, nos admiremos todavía más de todo lo que
se haya hecho partiendo prácticamente de cero y cómo se haya podido hacer
cuando prácticamente nadie sabía de nada, cuando prácticamente todo tuvo que
aprenderse sobre la marcha, cuando prácticamente todo hubo de hacerse
nuevo.
Sin embargo, ningún revolucionario estaría satisfecho,
ningún revolucionario estaría tranquilo, si comprendiera que lo que pudo
resolverse en cinco años se resolvió en 10, y lo que pudo resolverse en 10 años
se resolvió en 20.
Al principio de este año, cuando hacíamos un recuento
de los éxitos logrados, decía —ese día en que se cumplía el quinto aniversario
de la Revolución— que en los próximos cinco años se haría dos veces o tres
veces más de lo que se había hecho en esos primeros cinco años. No tiene el mismo valor un año, un mes, un
día, una hora, en los primeros tiempos de la Revolución, que el valor que tiene
un año, un mes, un día y una hora cuando ya han transcurrido algunos años de
Revolución. Y creo que estamos en lo
cierto si pensamos que en estos segundos cinco años de Revolución, habremos de
marchar mucho mejor y habremos de progresar extraordinariamente más. Que las circunstancias que se presentan hoy,
son mucho mejores que las de los primeros años.
Que muchos problemas han debido ser superados, muchos problemas, desde
el mismo día del triunfo de la Revolución, hasta hoy.
Y no es que se esté marchando mucho en un solo frente;
es que en realidad se está marchando de una manera más o menos similar, de una
manera más o menos pareja en todos los frentes.
Podría decirse que en los primeros años de la Revolución, algunas cosas
avanzaron más que otras; podría decirse que algunos de esos avances nos fueron
impuestos por las necesidades mismas.
Y así, la necesidad de defender la patria frente a las
agresiones enemigas, promovió un avance extraordinario en nuestras fuerzas
armadas. Así mismo, la necesidad de
crear conciencia, la necesidad de comprender la batalla ideológica frente a los
enemigos, promovió un avance extraordinario de la educación y del estudio.
Sin embargo, hoy, sin que ese avance se detenga, puede
decirse que marcha parejo con un gran esfuerzo en todos los demás órdenes; con
un gran esfuerzo en la agricultura, por ejemplo, con un gran esfuerzo en las
construcciones; con un gran esfuerzo en el transporte; con un gran esfuerzo en
el deporte; con un gran esfuerzo de organización, tanto en el aparato
administrativo, como en la organización de nuestro Partido, y en nuestras
organizaciones de masas; y un número considerable de esfuerzos en distintas
direcciones se está realizando. Una
serie de industrias ya comienzan a ser realidades.
Ya no será fácil que nuestros enemigos hagan aquel
chiste de que se estaban limpiando el hombro del polvo de las industrias que
les caía encima, porque ya tendrán seriamente que limpiarse el polvo de algunas
industrias no imaginarias, el polvo que les caerá de nuestras gigantescas
plantas termoeléctricas, por ejemplo (APLAUSOS), que prácticamente duplican
toda nuestra anterior capacidad instalada.
Hace apenas un año, sufrió nuestro país uno de los más
fuertes azotes de la naturaleza, ocasionando incontables pérdidas en vidas y en
bienes materiales, y ya se están construyendo numerosas represas en la
provincia de Oriente, y si no han alcanzado todavía un ritmo mayor, es
simplemente, por el tiempo inevitable que se llevan determinados estudios. Y ya han estado llegando en cantidades
considerables, los equipos que para la realización de esas obras se adquirieron
con la contribución generosa del pueblo.
Los años críticos de nuestra producción azucarera,
cuyas cifras, como ustedes saben, no se han publicado y todavía por algún
tiempo no se publicarán, como todos ustedes saben, van quedando atrás y van
cada año a ir quedando cada vez más atrás.
Se recupera el país, prácticamente, en todos los
frentes de trabajo. Se trabaja
intensamente en la elevación de esa producción azucarera, a fin de alcanzar la
cifra de 10 millones de toneladas (APLAUSOS).
Y los 10 millones de toneladas, se alcanzarán. Y no solo eso, lo interesante es, que será
muy probable que cuando hayamos alcanzado esa cifra, nos veamos en la necesidad
de tener que promover otra más alta (APLAUSOS).
¿Por qué? Porque prácticamente,
en virtud de los convenios suscritos con numerosos países, los 10 millones de
toneladas de azúcar están vendidas (APLAUSOS).
El programa de incremento, o las exportaciones programadas año por año,
las exportaciones programadas y conveniadas año por año, absorben la totalidad
de nuestro incremento azucarero.
Y nuestro problema, el problema de nuestro pueblo hoy,
no es aquel tremendo problema de ayer para saber qué demonios hacíamos con unas
toneladas de azúcar que nos sobraban todos los años, y que constituía la
tragedia del país, el dolor de cabeza del país, la inseguridad y la angustia de
los trabajadores, la inseguridad y la angustia de los agricultores, sino que
nuestro problema es hoy el producir mucha más azúcar de la que producimos y el
producir todo el azúcar que hemos vendido.
Y pensar ya que aún esas cifras máximas se encuentran con la realidad de
que no van a ser suficientes. Porque si
ya desde el año 1964 tenemos vendidas hasta el azúcar de 1970 (APLAUSOS),
tiempo tenemos de aquí a 1970 para vender el azúcar de 1975 (APLAUSOS). Y no solo eso, sino que la inmensa mayoría de
ese azúcar está vendida a precios superiores a los
precios que recibíamos antes.
Esa es la perspectiva mirando un solo año. Pero es que no será solo el azúcar lo que se
desarrolle de nuestra agricultura, sino que nuestra agricultura, por ejemplo la
agricultura ganadera, el sector agropecuario, alcanzará en los próximos 10 años
un valor superior dos veces a lo que valgan los 10 millones de toneladas de
azúcar (APLAUSOS).
Es decir que en nuestro país el trabajo productivo, el
trabajo creador de bienes materiales, está adquiriendo un auge verdaderamente
increíble.
Si a eso le unimos el hecho de que el país
prácticamente todo se ha convertido en una escuela (APLAUSOS), en un inmenso
campo de estudios; si el número de los trabajadores que están estudiando
alcanza la cifra increíble de 600 000, si el número de los niños matriculados
en la escuela alcanza aproximadamente la cifra de 1 300 000, lo que significa
que el conocimiento, la técnica, la ciencia, van a acompañar —como su mejor
sostén— ese gigantesco esfuerzo productivo del pueblo, ¿a quién le pueden
quedar dudas del porvenir que espera a nuestra patria? Si el trabajo mejora en todos los frentes, es
indiscutible que tenemos el derecho a sentirnos optimistas.
Y creo que esas perspectivas deben estimular nuestro
esfuerzo de hoy, nuestro esfuerzo de ahora, de estos años. Y el ejemplo de lo que se ha realizado en el
sector del transporte en menos de un año, es una buena prueba de lo que puede
hacerse (APLAUSOS). Es una buena prueba
de los frutos del trabajo entusiasta e inteligente, es una prueba buena de los
frutos de una organización adecuada, es una buena prueba de los resultados que
da emplear la cabeza, es una buena prueba de los frutos que da el trabajo
responsable y serio.
y es muy digno de señalarse este ejemplo, porque puede
decirse que hace un año el sector del transporte estaba realmente en la cola,
hace un año la situación del transporte era pésima, la situación del transporte
era bochornosa.
Creo que no han transcurrido sino 11 meses desde
aquella ocasión, que se recordaba aquí hoy por el compañero Faure,
en que nosotros nos referíamos a este problema.
Y puede asegurarse que la situación ha cambiado considerablemente, y
puede asegurarse que el sector del transporte marchará parejamente con los
demás sectores, y que por su importancia, por la enorme y vital importancia que
tiene para la economía de nuestro país, deberá situarse entre los primeros
(APLAUSOS).
El análisis del avance logrado tiene de significativo
que se ha logrado prácticamente con los mismos recursos que había el año pasado,
con menos fuerza de trabajo de la que existía hace un año y a un menor costo de
producción del que había hace un año.
El hecho de que se hayan elevado los aportes a la
nación de las empresas de transporte, de 11 millones a 33 millones en ocho meses,
indica que el incremento del aporte en este año será aproximadamente 30
millones de pesos más que el año pasado.
Es posible que todavía haya personas que no sepan lo
que 30 millones de pesos significan: aquellos para quienes los pesos son
simples papeles que se reciben del banco y se botan.
Y, desde luego, que quien suda duramente esos papeles
no los bota, pero hay quienes no los sudan y los botan (APLAUSOS). Esos son los papeles con los que el
trabajador recibe su remuneración y esos son los papeles con que el trabajador
va en busca de los servicios y de los bienes a que lo hace acreedor su aporte a
la sociedad. Y papeles demás que se
lanzan a la calle, son papeles de menos para los trabajadores; papeles demás
que se lanzan a la calle, son bienes y servicios menos para los trabajadores;
papeles que se botan en trabajos improductivos, significa menor remuneración
para el trabajo creador y productivo (APLAUSOS).
Esa es la importancia que tienen las cifras, esa es la
importancia que tienen los millones. Y
para citar un ejemplo más concreto que nos ayude a comprender lo que valen 30
millones, baste decir que con 30 millones en un año, se sufragan todos los
gastos de 50 000 becados de escuelas tecnológicas o institutos tecnológicos
(APLAUSOS).
Y esto significa que si aspiramos a tener 100 000
jóvenes becados, si aspiramos a crear una generación nueva con un elevadísimo
nivel técnico que coloque a nuestro país entre los más avanzados del mundo
actual, no podemos botar dinero, no podemos malgastar el dinero. Porque en la misma medida en que no
aprendamos a ahorrar, en la misma medida en que no superemos ese absurdo
hábito, estaremos limitando nuestras posibilidades de hacer más y más por el
porvenir, de hacer más y más por el pueblo.
¿Y este hábito de botar dinero es acaso un hábito capitalista? En cierto sentido sí y en cierto sentido
no.
El capitalista botaba dinero en ocios, en lujos, en
diversiones, pero no botaba dinero en el centro de producción, no administraba
mal su dinero. El capitalista
despilfarraba dinero en virtud de la anarquía en la producción, malgastaba
dinero con el uso irracional de ese dinero; así malgastaban y despilfarraban el
dinero, el fruto del trabajo, los capitalistas, pero no lo malgastaban en el
centro de producción; empleaban el mínimo de personas necesarias en
determinados tipos de trabajo, el máximo de personas necesarias en otros tipos
de trabajos.
¿Y es que nosotros, socialistas, vamos a suprimir el
despilfarro de los capitalistas, lo que los capitalistas gastaban en ocios y en
lujos y en vicios, lo que malgastaban en virtud de la anarquía y del uso
irracional del dinero, y vamos a botar por otras vías el fruto del trabajo del
pueblo? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”)
Y eso es lo que debe tener presente cada funcionario,
cada revolucionario, cuando en sus manos está la función de administrar
dinero. Y es que no gana nada
absolutamente el pueblo, si el dinero que gastaban de una forma los
capitalistas, lo botamos los socialistas de otra forma (APLAUSOS).
Es cierto que el funcionario revolucionario no trabaja
por el afán de hacerse rico; es cierto que el funcionario revolucionario
trabaja por una remuneración o recibe —no trabaja propiamente por una
remuneración—, sino recibe una remuneración relacionada con el valor de su
esfuerzo y de su capacidad. No trabaja
por hacerse rico, y eso es lógico.
El capitalista trabajaba por hacerse rico, trataba de
administrar bien por hacerse rico; pero cuando un peso se perdía a él le dolía
y procuraba no malgastar, no despilfarrar.
Sin embargo, ¿por qué no ha de dolerle a un revolucionario el peso que
malgaste? (APLAUSOS) ¿Por qué no ha de dolerle a un revolucionario
el derroche del dinero que en nombre del pueblo administra? Porque, ¿qué diferencia podría haber entre un
rico tacaño y un revolucionario despilfarrador?
Aquel podría decirse que, al menos, empobrecía a unos para enriquecerse
él. ¿Pero a quién enriquece el
revolucionario que malgasta el dinero?
Empobrece a todos sin enriquecer a nadie.
Y la función del revolucionario que administra es no
empobrecer a nadie y enriquecer a todos.
Administrar bien significa trabajar para el enriquecimiento de
todos. Y no siempre se comportan así los
revolucionarios, o los mal llamados revolucionarios (APLAUSOS), o los que,
creyéndose de buena fe que son revolucionarios, van empedrando el camino de la
ruina.
Conversando ayer con un compañero, y haciendo algunos
comentarios sobre algunos problemas propios de la inexperiencia de estos
tiempos y algunos de los problemas de la burocracia, decía: "Mira, la verdad es que a veces
yo llamo por teléfono a un compañero que no tiene un cargo muy importante, un
trabajo de muy alto nivel, y me sale la secretaria (RISAS); me dice: 'Ah, sí, espere un momento que lo voy a
llamar; espere un minuto'.” Y me decía: "Prácticamente
todo el mundo tiene una secretaria" (APLAUSOS).
La verdad es que a mí me da pena, a mí me da pena por
las compañeras secretarias, porque hay muchas compañeras y muy valiosas; y, en
definitiva, porque la culpa no la tienen las secretarias (APLAUSOS). Cuando uno tiene que tratar de estos
problemas está incurriendo siempre en el riesgo doloroso de herir a algunos
compañeros de algunos sectores del trabajo.
Pero es que ellos no son los que tienen la culpa; si nosotros somos los
que llenamos los edificios de oficinistas, ¿por qué les vamos a echar la culpa
a los oficinistas y no a nosotros?
(APLAUSOS.) Que yo sepa, nadie
adquirió aquí un empleo a punta de pistola en ninguna parte.
Y cuando nosotros nos referimos a estos problemas, nos
referimos a los defectos, a los errores nuestros.
y cuando ese compañero me decía eso, yo pensaba en el
caso de algunos compañeros que trabajan de una manera increíble, que hacen tal
cantidad de trabajo al día, que prácticamente puede hacer diez veces más que
algunas de esas gentes que cuando los llaman no pueden salir al teléfono, tiene
alguien para que le tome el teléfono, ¡caballerosI
(APLAUSOS.)
Yo sé que gran parte de ese mal no obedece al hecho
premeditado o la indolencia —aunque haya parte de indolencia—; muchas veces
obedece a concepciones erróneas de organización.
En cierta ocasión discutía con un compañero que
trabajaba en un organismo del Estado sobre el problema de los organogramas
(RISAS), y él me decía:
"Pero es que son necesarios los organogramas.” Y yo no niego que son necesarios los
organogramas; pero yo estaría más satisfecho, más convencido, si esos
organogramas salieran de las necesidades reales, salieran de la vida, y no que
traten de hacer que la vida salga de los organogramas (APLAUSOS).
Y entonces ese compañero me confesó algo, me dice: "Te voy a
contar una anécdota: nosotros teníamos
dos tipos de empresa, una era empresa de servicios y otra era empresa —creo que
le llamaban—..." No me acuerdo cuál
era la clasificación, no sé si era una de producción y otra de servicios
—aunque el servicio también es una forma de producción— pero creo que estaba
clasificada así. La de servicios tenía
tal organograma, y la de producción tenía otro.
En la de producción había una de las ramas del organograma que no estaba
en la empresa de servicios. Pero al
organizar tal empresa, que es de servicios, se comete un error y ponen el
organograma de la otra (RISAS). Y
entonces resultó que, ya organizada, con todo el organograma, de repente
descubrieron que toda aquella gente que estaban trabajando allí, con las cuales
había llenado esa parte del organograma, no correspondía a ese tipo de empresa,
y fue cuando descubrieron entonces que se habían equivocado, y que habían
puesto una de las ramas de una empresa de producción en la empresa de servicios
(RISAS). Y eso no hizo más que confirmar
esa sospecha de que muchos organismos aquí han salido de la cabeza de la gente,
de una manera idealista, y no han salido de las realidades de la vida. Y han confundido una cosa con la otra, y han
convertido el organograma en un objeto casi en sí mismo, en un objetivo, en vez
de un instrumento, pero un instrumento que responda a realidades.
De esa manera, de esa manera, se ha ido cayendo en un
mal que es necesario que comprendamos, se ha caído en un tremendo vicio que es
el burocratismo (APLAUSOS). Claro que
ese vicio del burocratismo no se combate fácilmente. La lucha contra el burocratismo es una lucha
compleja y difícil, porque hay que evitar que la lucha contra ese mal se
convierta en un desconocimiento de la necesidad y de la importancia de la
organización; hay que evitar que al crear una conciencia contra eso no se vaya
a crear una conciencia contra la organización, que es necesaria. Pero la lucha contra el burocratismo,
decíamos nosotros que era una manifestación del espíritu pequeño burgués en la
revolución proletaria. Y eso es una
verdad.
Y nosotros tenemos que tratar de enseñar al pueblo, de
educar al pueblo. No enseñamos ni
educamos al pueblo cuando incurrimos en esos vicios.
¿Cómo podremos superar las dificultades que tenemos en
una serie de aspectos? ¿Cómo lograremos
formar todos los técnicos que necesitamos para el desarrollo de nuestro
transporte, por ejemplo? ¿Cómo
lograremos formar todos los maquinistas, oficiales, que necesitamos para
nuestra marina mercante? ¿Cómo
lograremos formar los ingenieros que por cientos necesitamos no solo para la
industria y para la agricultura, sino también para el transporte? (APLAUSOS.)
¿Cómo lograremos encontrar la fuerza de trabajo que se necesita hoy para
resolver una serie de problemas urgentes, para resolver los problemas de
nuestros abastecimientos, para liquidar la libreta en una serie de renglones lo
antes posible, tal como el renglón de las viandas, por ejemplo (APLAUSOS), para
disponer de leche suficiente no solo para darle a los niños hasta los siete
años, sino después de los siete años e, incluso, a cualquier ciudadano hasta
los 70 años (APLAUSOS)? ¿Cómo vamos a
resolver todos los problemas de vivienda que tenemos todavía, todas las
necesidades de trabajo en construcciones para nuestras industrias y demás
necesidades públicas? ¿Cómo vamos a
resolver los problemas de nuestra industria azucarera y los cultivos de
nuestros campos de caña y el corte de la caña?
¿Cómo vamos a resolver todos esos problemas si nosotros realmente no
vamos incrementando el espíritu de trabajo, el espíritu de trabajo productivo,
si no vamos haciendo conciencia a cada ciudadano de la necesidad de trabajar y de
producir? (APLAUSOS.)
Si necesitamos decenas de miles de maestros, de
enfermeras, de médicos, de toda una serie de trabajos, ya de tipo pudiera
decirse intelectual, no podemos hipertrofiar toda una serie de funciones
innecesarias e improductivas.
Y ayer, cuando nos reuníamos con los alumnos que
acaban de recibir un curso, es decir, con los administradores de las granjas
cañeras (APLAUSOS), les citábamos un ejemplo:
que en un recorrido reciente que hicimos al interior del país y que
llegamos hasta las fincas de Oriente, viendo cómo marchaban algunos trabajos
agrícolas, llegamos a un lugar ya de noche —habían caído grandes aguaceros, los
ríos estaban crecidos, había una gran humedad, un rebaño de más de 500 vacas— y
allí conversábamos con tres compañeros que estaban luchando por amansar esas
vacas, y nos estaban explicando todos aquellos problemas, los problemas que
tenían, el esfuerzo tremendo que tenían que hacer luchando con aquellos
animales que eran fieras. Y les decíamos: "Necesitan más
personal aquí para poder llegar a amansarlas todas, a ordeñarlas todas.” Y me explicaban: "Bueno, es que por aquí han
pasado por lo menos 10 y todos se han ido, ¡han pasado diez y todos se han
ido!"
y meditaba yo en aquellos instantes viendo el trabajo
heroico de aquellos hombres, trabajo verdaderamente heroico, remunerado de una
manera modestísima, aquel trabajo heroico de aquellos hombres por tratar de
resolver problemas del pueblo, y realmente aquello hacía que uno pensara cuán
poca gente conoce los esfuerzos que se están haciendo, cuánta gente habrá
ignorante del esfuerzo que algunos hombres de carne y hueso como ellos están
haciendo en apartados rincones de la patria (APLAUSOS), y cuántos hombres como
esos necesitamos, y qué necesidad tenemos de crear ese sentido del deber, esa
conciencia de la necesidad de trabajar, esa comprensión del honor y el mérito
que significa hacer ese trabajo.
Y ciertamente que no puede haber pueblo más fecundo,
más fértil a la comprensión; no puede haber inteligencia más abierta a los
problemas y a los modos de solucionar los problemas que nuestro pueblo, como no
hay pueblo más entusiasta, como no hay pueblo más sensible, como no hay pueblo
más rápido a cualquier llamado que se le haga en cualquier sentido (APLAUSOS). ¡Y qué lucha, qué dura lucha!, porque hay que
comprender cuántas necesidades tiene que satisfacer nuestro pueblo, hay que
comprender cuántos hombres jóvenes, cuántas inteligencias vigorosas nosotros
tenemos que tener sobre las armas, cuánta fuerza y cuánto recurso humano
tenemos que dedicar ya a la tarea de defender el país, y cómo a la vez que
satisfacemos esta necesidad —la primera y esencial porque es vital para la
nación— tenemos, al mismo tiempo, que resolver toda otra serie de tareas de
todo tipo para las cuales se necesitan fuerzas, se necesitan brazos, se
necesita trabajo.
y entonces, cuando tenemos por delante las tareas de
incrementar nuestra producción en todos los órdenes, sobre todo la tarea de
incrementar la producción azucarera, sobre todo en estos próximos años en que
no tendremos todavía las máquinas suficientes, y que será un incremento por año
enorme, ¿cómo podemos despreocuparnos del hecho de que haya hombres que salgan
del campo hacia la ciudad, éxodo y más éxodo del campo hacia la ciudad, hombres
y más hombres para tipos de trabajo no esenciales? Si tenemos regiones de grandes posibilidades
agrícolas con una población escasa, es necesario que todos meditemos y nos
preocupemos por estas cosas, es necesario que nosotros le pongamos un freno
definitivo y total a toda tendencia que vaya contra esos intereses vitales de
nuestro pueblo.
No es esa la única práctica. Ayer también teníamos nosotros ocasión de
conocer otro tipo de práctica, una especie de piratería de otro orden —no la
clásica—, y se refería a algunos alumnos de los que se graduaban de bachiller
en el instituto preuniversitario de Tarará, hoy Ciudad Escolar "Ciro
Redondo".
De allí se había logrado enrolar 50 jóvenes para
estudiar agronomía pero que, a la vez, no iban a estudiar agronomía
matriculados en la universidad, iban a ingresar en institutos tecnológicos para
obreros, institutos tecnológicos agrícolas, allí iban a ser maestros de los
obreros, de matemática, de física, de química y, a la vez, serían estudiantes
de agronomía, e iban a recibir un modesto sueldo en los primeros años y
paulatinamente se les iría aumentando.
Y el compañero que estaba al frente de esos trabajos
me trae un papel que de la Universidad de Las villas habían regado allí, en que
solicitaban estudiantes para un curso de instructores-profesores, que los
matricularían en agronomía, que al cabo del primer año ganarían, como
profesores-instructores, 171 pesos, que al cabo del segundo año ganarían 238
pesos. ¡Ahí tienen al indolente, ahí
tienen a los botadinero, ahí tienen a los
despilfarradores, ahí tienen a los corruptores!
(APLAUSOS.)
Y lo cierto es que algunos de aquellos muchachos que
ya habían decidido ingresar en aquellos cursos, de acuerdo con la proposición
que se les hizo, habían abandonado la idea atraídos por aquella oferta, por
aquella jugosa oferta.
Le hube de pedir al compañero que enviara alguien a la
Universidad de Las Villas, investigara quién era el responsable de esa fechoría
(EXCLAMACIONES), y le dijera que quedaba cancelada esa convocatoria por
inconsulta y, además, por inmoral (APLAUSOS).
Hace apenas unos días, hablábamos en la Universidad de
Las Villas contra esa piratería de estudiantes, que ahora ya no es ni piratería
de estudiantes, ya no es piratear al estudiante para que trabaje, sino tratar
de que en vez de que estudie esto, estudie esto otro por soborno. Y eso implica la necesidad de que hagamos un
control todavía mayor y mejor de los estudiantes, porque se ha convertido en
una práctica los llamamientos, y llamamientos, y más llamamientos que de hecho
están aquí suprimiendo la enseñanza
preuniversitaria, porque ya desde la secundaria los están llamando.
Y eso puede hacerse en una actividad esencial, o en
dos, o en las que sean necesarias, bajo un estricto control; pero el llamar, y
el llamar, y el llamar, impelidos por necesidades urgentes, puede dar como
resultado que prácticamente terminando la secundaria esté ingresando en esto y
en lo otro. Y tiene que haber un
control, y el Ministerio de Educación debe ser responsable de ese control. Y que se establezca un rígido control, y que
no se pida ningún estudiante si no es con autorización y con discusión con el
Ministerio de Educación (APLAUSOS).
Porque proliferan las necesidades, proliferan las necesidades de
técnicos altamente calificados.
En los informes de los compañeros subsecretarios del
Ministerio del Transporte no hay uno solo que no plantee, de una manera firme,
vigorosa y acertada, la necesidad tremenda de personal altamente calificado
para satisfacer las exigencias crecientes de nuestro transporte. Luego esto implica que nosotros tenemos que
establecer un orden de prioridades; implica que debemos establecer un gran
control para evitar la piratería del estudiante, para evitar el prorrateo ese,
para evitar esa concurrencia anárquica en busca de los estudiantes, sin control
de ninguna índole, y quieran satisfacer esas exigencias apremiantes
sacrificando las posibilidades del futuro.
Recordamos perfectamente que al principio en los
planes de formación de maestros se había hablado de graduar unos maestros de
primer ciclo, después enviarlos a trabajar, después llamarlos otra vez para que
hicieran el segundo ciclo. Nosotros
pensábamos que muchos de esos que harían el primer ciclo nunca más harían el
segundo ciclo, y que nunca íbamos a tener de una vez maestros perfectamente
formados. Y planteamos que no, que se
tuviera paciencia y que terminara no solo el primer ciclo, sino el segundo, y
ya dentro de algunos meses salen 1 000 alumnos, aproximadamente, graduados de
maestros, con los dos ciclos. Y serán
maestros de mucha más calidad de lo que habrían sido si salen a trabajar con el
primer ciclo.
Hubo paciencia, fue necesario un poco de paciencia; y
eso permite que algún tiempo más adelante salgan ya técnicos mucho más preparados,
maestros mucho más formados, con mucha más experiencia. Y así nosotros debemos aprender a tener
paciencia muchas veces para no destruir con los pies —como se dice vulgarmente—
lo que se está haciendo con la cabeza.
Y así, tenemos que siempre ser muy conscientes de que
el avance de la Revolución requiere un esfuerzo muy coordinado, requiere que
todos nos apoyemos en todos, y sobre todo nos apoyemos en el esfuerzo de todos,
que de otra forma podríamos estar cometiendo errores que después nos costasen
muy caros.
Y decía que las necesidades son muy grandes: de fuerza de
trabajo, de personal técnico calificado.
A veces se abre una empresa nueva, una fábrica nueva, no es correcto
traer personal a hacer las tareas administrativas que hay que hacer allí de la
calle, si están sobrando en otro sitio.
El problema de los excesos de personal no es fácil de resolver; porque
si lo resolvemos sacándolo aquí y llevándolo allá estaremos sobrecargando el
otro lugar, estaríamos transfiriendo el mal de un sitio para otro. No puede ser esa la solución, porque eso
sería castigar a los que no son culpables (APLAUSOS).
Yo pienso que, entre otras cosas, la Revolución le
tiene que dar una seguridad a cada trabajador, cualquiera que sea el trabajo
que haga, incluso si es un trabajo improductivo tiene que darle la seguridad de
que no lo van a lanzar a la calle.
Porque por grave que sea ese mal, hay que combatirlo sin incurrir en un
mal peor.
Lo que creo es que nosotros tenemos que meditar sobre
esos problemas. Y nos parece que una de
las formas de resolver el problema es organizar los estudios con todo el
personal excedente, porque si en la agricultura estamos trayendo obreros
agrícolas a estudiar tres y cuatro años —desde luego, para enviarlos otra vez a
la agricultura—, por qué en la administración no habremos de organizar escuelas
también. Si vamos a convertir un obrero
agrícola que muchas veces está en 3er grado, y estamos dos años para nivelarlo
y llevarlo a un 8vo grado —o más tiempo si es necesario—, más otros dos años
haciendo estudios tecnológicos, y al final ya se puede matricular en la
universidad e ir a trabajar para venir a examinarse, ¿por qué no emplear un
método similar con los excedentes de personal en trabajos determinados? Digamos, ¿qué no se puede hacer con cualquier
joven que tiene ya un nivel de 6to, 7mo u 8vo grados, si constantemente se oye
la queja de que está tan mal capacitado el personal que por eso tiene que
emplear 10 en vez de cinco? ¿Por qué
entonces no se hace un esfuerzo serio hacia la preparación de todo el personal
administrativo? Primero elevar los
niveles de escolaridad, aprender cuestiones de contabilidad, cuestiones de
administración, y de esta manera ir elevando la calificación técnica de toda
esa parte de los trabajadores que están en ese tipo de actividades.
La fórmula sería cerrar el circuito, congelar el
actual número de trabajadores en oficinas administrativas por lo menos por 10
años (APLAUSOS). De manera que un número
igual o menor, dentro de 10 años, cuando la economía esté mucho más
desarrollada y la producción sea incomparablemente mayor, todas esas funciones
las realice un número igual o un número menor de personas, con mucha más
calificación técnica. Cerrar el circuito
por 10 años, y no dar ingreso sino a técnicos de alta calificación
(APLAUSOS).
Yo pienso que esta es una buena tarea para los
compañeros del Sindicato de Administración Pública y para los compañeros del
Ministerio del Trabajo, que acaben de saber cuántos empleados de oficina
tenemos en toda la isla, en cada provincia, en cada ministerio, en cada empresa
consolidada, en cada regional, en todas partes, que seamos capaces, que
empleemos un poco de esos empleados de oficina en llevar un buen archivo y un
buen cálculo estadístico, una buena contabilidad del actual número de personas
que trabajan en esas actividades. ¡Y
cerrar el circuito!
Y entonces, cada vez que se abra una fábrica
nueva... Ahora mismo, dentro de algunos
meses, se tendrá que abrir el puerto de La Habana; ahí se requerirá un número
de empleados administrativos. Pues bien: que cada vez que un
nuevo centro se abra, y que necesite un trabajo de esa índole, se vayan
empleando, y así iremos distribuyendo y racionalizando más y más, e iremos
elevando el nivel de producción y de productividad de esos trabajadores.
Claro que es mucho más fácil meter miles de gentes que
botar miles de gentes; y no sería correcto, no sería justo, no sería
humano. Pero sencillamente tenemos que
plantearnos seriamente, pero muy seriamente este problema, y es un deber
nuestro como revolucionarios plantearnos ese problema y ganar esa batalla.
Y que se sepa que hay miles de actividades, miles de
campos para los hombres y las mujeres de este país, para los jóvenes de este
país, ¡miles de campos!; y que no estamos viviendo en el capitalismo, señores,
que preparaban a la niña "un poquito de esto y un poquito de esto
otro" para un trabajo de ese tipo, ¡que lo que necesitamos son
técnicos! (APLAUSOS)
Necesitamos muchos técnicos, de muy distintas
especialidades, de diversos niveles. Y
tenemos que seguir preocupándonos por esas cosas, y tenemos que estudiar las
causas de esos problemas. Y estudiar qué
es lo que debemos hacer hacia el interior de la república, sobre todo, que
hemos heredado, hemos recibido una herencia tremenda: una nación macrocefálica,
con una capital mucho más grande que ella.
Y lo que tenemos es que ahora poblar el interior del país, preparar
muchos técnicos y mandarlos para el interior, y crear en el interior del país
condiciones de vida (APLAUSOS).
Es necesario que nos preocupemos por las condiciones
de vida del interior del país. Eso es lo
más inteligente que podemos hacer, lo más correcto. Y es increíble la desproporción que hay entre
el tamaño de la república y el tamaño de la capital. Y en las cifras de cómo las mercancías se
desembarcan por aquí, las dos terceras partes de las mercancías de importación
se desembarcan por el puerto de La Habana que es, además, uno de los más
chiquitos.
Y acerca de todos esos problemas generales debemos meditar
y debemos hacer conciencia. Desde luego,
la batalla contra ese vicio hay que librarla haciendo conciencia y hay que
librarla con la fuerza organizada de nuestro Partido (APLAUSOS), porque solo
los cuadros del Partido, los hombres que tienen vocación política y
revolucionaria, son capaces de sentir profunda preocupación por estas cosas,
son capaces de sentir pasión por estos problemas. El cuadro político que está allí defendiendo
su causa, que está allí luchando, comprende la incidencia de cualquier
problema, la incidencia política de cualquier problema, a él se le acercan
explicándole qué falta, qué necesidad hay de esto, de lo otro, de lo otro, y
siente la preocupación por esos problemas.
Nosotros hemos planteado, por eso, la necesidad de que
los cuadros nuestros adquieran una profunda capacidad tecnológica, que se
dediquen a estudiar muy seriamente, porque es más fácil hacer un técnico de un
apasionado político, que hacer un apasionado político de un técnico (APLAUSOS).
Y la necesidad de estudiar aquí es una cosa general y
cada vez más evidente; y entre otros los cuadros políticos, y digo lo mismo de
los cuadros sindicales:
tienen que estudiar ¡y mucho!
(APLAUSOS), porque realmente el que no estudia aquí va a perder la
consideración general (APLAUSOS). Porque
se ha creado un movimiento educacional que posiblemente no tenga paralelo, de
una magnitud, que los hombres que van delante tienen que apurarse mucho para
que no les pasen por arriba (RISAS); porque viene una masa avanzando... (UN COMPAÑERO LE DICE: "A muchos les van a pasar por
arriba").
¡Y les pasarán inexorablemente por arriba! No quedará nadie al que no le pasen por
arriba si no se apura, si no estudia. Y
cada vez los problemas se analizan en dondequiera con mucha más profundidad y
mucha más seriedad.
Al llegar aquí yo le decía al compañero Faure y a otros compañeros: antes un acto no era un trabajo tan
serio; hoy para venir a un acto hay que pasarse un día entero leyendo más de
100 páginas. Y ya en cada acto están
discutiéndose problemas técnicos, con una gran sistematización, con una gran
seriedad, con una gran profundidad, que requieren un estudio, un análisis, una
información previa, una cosa tremenda. Y
nosotros sabemos lo que es eso, porque constantemente tenemos que estar
hablando en un acto, que un día trata de caña, otro día de otra cosa, otro día
industria azucarera, otro día del transporte, otro día de medicina, otro día de
obras públicas, y es un trabajo agobiante.
Y en realidad esto no demuestra sino que las cosas están adquiriendo un
nivel cada vez más alto, cada vez más serio, cada vez más técnico, cada vez más
científico, y exige de todos los hombres que están al frente de cualquier
actividad administrativa o de masas la necesidad de estudiar. Y una de las fórmulas que yo he propuesto es: ¡menos reuniones y
más estudio! (APLAUSOS)
Y no tengo la menor duda de que a más tardar dentro de
dos años, al ritmo que sigue la revolución educacional y la revolución técnica
que está en marcha en el país, habrá decenas y posiblemente cientos de miles de
personas estudiando matemática, física, química, y cosas por el estilo. Y que esos estudios que antes pertenecían a
una reducidísima minoría se van a convertir en estudios de masa, y nos obliga a
nosotros a buscar fórmulas prácticas.
Pero pienso que hay muchas fórmulas, y entre ellas usar un poco nuestra
prensa con esos fines. Esto no quiere
decir que mañana mismo tengamos que empezar a publicar un libro, ¡no! (RISAS)
Que discutamos, que discutamos lo que vamos a publicar, cuándo y
cómo.
Ayer nosotros les regalamos unos libros a los
administradores de granjas cañeras. Esos
libros los imprimieron los compañeros del Ministerio de Industrias en un tiempo
récord; no estaba planificado, desde luego, pero la necesidad surgió y nosotros
se lo planteamos a los compañeros del Ministerio de Industrias, al compañero
Guevara, y me dice:
"Ese libro lo imprimimos nosotros en un tiempo récord.” Digo: "Bueno.” Le dimos el libro, y realmente lo imprimieron
en un tiempo récord, quedó bien impreso, se hicieron 5 000 ejemplares. Pero a nosotros no nos alcanzan; de esa
materia pueden alcanzarnos 5 000, pero de otra cosa podemos necesitar cientos
de miles. Y ese es un problema que hay
con las ediciones de libros para las escuelas, para todas partes.
Y nosotros, hablando con el compañero BIas Roca, director del periódico "Hoy", le
decíamos en ocasión de un análisis de la forma en que se están distribuyendo
los periódicos, dónde llegan, y él me explicaba cómo se distribuían, más o
menos, los distintos periódicos y los esfuerzos que hacían para llevar el
periódico al campo. Otras veces yo había
visto en algunas páginas de los periódicos algunas secciones dedicadas a la
agricultura. Muchas veces, algunos de
nuestros periodistas, muchos de los cuales no saben absolutamente nada de las
materias sobre las cuales tratan, y esto lo digo sin ánimo de herir a los
periodistas, lo digo de verdad; creo que tenemos magníficos compañeros
revolucionarios trabajando en el periodismo, y que también tienen que
superarse, que tienen también que superarse, porque a un pueblo que cada día
sabe más, a un pueblo que cada día lee más, hay que presentarle cada día
artículos de más calidad (APLAUSOS). Le
exponía la conveniencia de utilizar la prensa para hacer algunas divulgaciones
técnicas. Yo pienso discutir este
problema con los compañeros directores de periódicos, próximamente. La idea es, esencialmente, cierto tipo de
libros de esos que hoy ya están teniendo mucha demanda, por ejemplo, sobre
cuestiones agrícolas. Así fue como
surgió la idea, después esto se puede desarrollar y extenderse mucho más. Explicaba la posibilidad, por ejemplo, en una
de las páginas interiores del periódico, una sección, de ir publicando, por
ejemplo, un capítulo, o medio capítulo todos los días, de uno de los libros que
nos interese divulgar, y algunos de ellos de indiscutible utilidad. Eso significa que si se imprimen 270 000
periódicos diariamente, todos los días se estarían imprimiendo 270 000
capítulos, o medios capítulos, y cada dos meses, prácticamente, imprimirse un
libro; y que los lectores que tengan afición por la lectura, o por las
cuestiones, lo recorten y vayan haciendo su libro en la casa (APLAUSOS). Eso con una pequeña sección de pintores,
porque a veces hay que hacer grabados, algunas figuras; una fotografía es más
difícil, la fotografía puede tener algún valor, pero por ejemplo, en un libro
de química todo se podría hacer a base de pintura. Y claro, no empezar por aquellas cosas un
poco más difíciles, hay que darle a cada cosa su oportunidad.
Nosotros estamos esperando, próximamente, un eminente
científico francés, experto, muy experto en cuestiones de ganadería, que nos
visitará el próximo mes y va a dar 10 conferencias. Por supuesto, esas conferencias ya se podrán
publicar y podrán recortarse; tiene alguna de sus obras, respecto a las cuales
nosotros le vamos a pedir autorización para publicar algunas de ellas.
Extendiendo esta idea.
Nosotros sabemos que en muchas ocasiones, en muchas de las decenas de
miles, de los cientos de miles de obreros que están estudiando, se resienten de
la falta de un texto; que si no hay un texto de gramática, si no hay un texto
de matemática, si no hay un texto de algunas de las materias. Eso naturalmente requeriría un gigantesco
trabajo de impresión de libros. Pero si
usamos los periódicos que imprimimos todos los días, con el mismo papel y con
la misma fuerza de trabajo podemos ir publicando algunos de esos libros de
texto, algunos libros de gramática, de matemática, de las distintas asignaturas
que estén estudiando los obreros, y con respecto a las cuales carecen de
materiales, y prácticamente por esa vía podríamos imprimir millones de
libros. Es decir, esa sería una tercera
dimensión de la prensa; la de editar libros para un país que está todo
estudiando (APLAUSOS), prácticamente sin ningún gasto adicional y utilizando
una parte pequeñísima de la superficie de cualquiera de nuestros periódicos (UN
COMPAÑERO LE DICE:
"Están anunciando el cine en dos páginas").
Sí, pudiéramos anunciarlo en una (APLAUSOS). Es decir, no tenemos que quitarle al periódico algunos de los servicios que presta, pero
posiblemente hay espacios subutilizados de los periódicos. Y pienso que en ninguna cosa se pueden
utilizar mejor; un espacio de un periódico, sin exageraciones, con orden, con
un control, para que precisamente utilicemos los distintos periódicos, en
distintas cosas, en distintas materias, según la distribución. Y, en realidad, tenemos que ver cómo se apoya
con toda energía el enorme esfuerzo de los trabajadores y del pueblo todo por
estudiar.
Y por eso, yo llamaba la atención aquí y advertí a
todos los compañeros de la necesidad de marchar con ese mismo ritmo, y cómo es
un deber de todos, y cómo cada vez se tratan con más seriedad los temas.
Y esos mismos informes que los compañeros del
Ministerio del Transporte han hecho, y que discutieron aquí en la plenaria,
vale la pena que se impriman, que se distribuyan, porque hay análisis muy
serios, y muy interesantes, y proposiciones muy inteligentes, y cosas en que
tal vez, muchas veces no se piensan, no hemos pensado. Y cómo un enfoque certero y correcto de
cualquier problema es esencial. Y los
compañeros del ministerio han analizado una serie de problemas muy bien, han
ido a lo esencial. La política de
prestarle atención al mantenimiento, como cuestión primordial, es
indiscutible. De ahí que, incluso con un
aumento del 17% de producción, los gastos fueron, creo, del 6%, de los cuales
el salario era 1%, aproximadamente. Pero
casi todo el incremento del costo fue en materiales, sencillamente por la
atención al mantenimiento.
y así, unido a esa política de prestarle toda la
atención que requería el mantenimiento, la política de echar a andar muchas
locomotoras que se daban, prácticamente, por inservibles; de reconstruir muchos
ómnibus, de adaptarles motores nuevos, de echar a andar muchos de nuestros
carros que estaban paralizados porque faltaba una pieza, problemas de distinta
índole. Y en realidad, se han encontrado
soluciones. Se ha incrementado
considerablemente la producción, aún antes de que estén en servicio los equipos
nuevos que se han adquirido, porque solo hay cincuenta y tantos ómnibus Leyland, de los cerca de 1 000 ómnibus adquiridos. Todavía no ha llegado ninguna de las
locomotoras que se han adquirido también.
Pero es realmente muy alentador saber que cuando todos
esos equipos, que cuestan recursos, que cuestan divisas, lleguen aquí, van a
tener una duración mucho mayor, van a tener una productividad mucho mayor, van a
tener una atención muy superior. Eso
realmente es para el pueblo una buena noticia, eso realmente es una magnifica
noticia. Y estoy seguro de que también
es una pésima noticia para los imperialistas, una muy mala noticia para
nuestros enemigos, puesto que precisamente ellos tenían cierta información del
estado, de nuestro transporte; ellos veían que se iba así (SEÑALA CON LA MANO
HACIA ABAJO), y estaban esperando el día en que se paralizara
completamente. Y ahora se encuentran que
iba así (SEÑALA CON LA MANO HACIA ABAJO), y de repente ha hecho así (SEÑALA CON
LA MANO HACIA ARRIBA), vertical hacia arriba (APLAUSOS).
Si muchos de los ómnibus que estaban parados se echan
a andar, se reconstruyen, se cuidan mejor, y se les incorporaran los
novecientos y tantos que vienen. Si lo
mismo se hace con nuestro parque de locomotoras, si lo mismo se hace con
nuestros barcos... Porque hay que tener
en cuenta que ya para el año que viene nuestra flota mercante será tres veces
mayor de lo que era al principio de la Revolución. Si cada vez que se va incorporando ese nuevo
equipo tenemos la garantía que se van a atender mejor, y se van a utilizar
mejor, y van a producir más, eso es una magnífica señal de que se marcha por un
camino correcto, y es una garantía de avance, es una garantía de progreso, es
una garantía de desarrollo económico.
Y realmente hay numerosos detalles muy interesantes en
esos informes que se refieren a todos los sectores del transporte. El análisis, por ejemplo, de los
ferrocarriles, la historia de los ferrocarriles; el desarrollo, como fue
nuestro país el primer país de América que tuvo un ferrocarril prácticamente, y
cómo eso se estancó durante muchos años; cómo otros países han alcanzado en el
sistema ferroviario un desarrollo enorme, mientras que el nuestro estaba
completamente paralizado. Todos los
problemas que hay sobre las vías, sobre el empleo de los equipos electrónicos
en las vías, la automatización en las operaciones de los equipos de ferrocarril,
el problema de la construcción de las vías; toda una serie de cuestiones que
son necesarias que se conozcan, una serie de planteamientos que vale la pena
que se estudien, y que ya reflejan indiscutiblemente que estamos abordando los
problemas con un sentido técnico, con un sentido científico. Y que todas esas cosas tienen una profundidad
mucho mayor de la que parece a simple vista.
y que todos esos problemas en muchas partes del mundo
han llegado a un grado de desarrollo que ni nosotros soñamos, de donde nuestro
problema era igual: en
la caña, el país de más bajo rendimiento del mundo, de los países productores
cañeros, con las mejores condiciones del mundo; en la ganadería, igual; en
todos los cultivos, prácticamente con algunas excepciones, la misma cosa. En los servicios hospitalarios, igual; en los
ferrocarriles, en el transporte, igual; en la industria, igual; en las minas
igual. El caso de nuestro país era un
penoso caso de un país estancado completamente desde hacía decenas de años, y
un país que se quedó a la cola de los demás países; de un país cuya población
crecía y, sin embargo, no se desarrollaba ni económicamente, ni técnicamente en
ningún sentido.
Ese era el caso de nuestro país. Y de ello es una buena prueba el millón y
tantos de adultos analfabetos que había en Cuba.
Y hoy se hace un esfuerzo grande y serio, que tiende a
reincorporar al país hacia la ciencia, hacia la técnica, hacia el desarrollo
económico, hacia el desarrollo educacional, hacia el desarrollo cultural. Un país que tiene que recuperar muchos años
perdidos y que, por lo tanto, tiene que avanzar muy rápidamente si queremos en
el menor tiempo posible hallarle solución a nuestros problemas fundamentales,
si queremos en el menor tiempo posible situarnos en los primeros lugares entre
los países desarrollados, entre los países avanzados.
y ya todos estos esfuerzos que se hacen, cuando apenas
empezamos, la seriedad y la profundidad de este esfuerzo, constituyen algo
realmente alentador. Y realmente con ese
ánimo, sin olvidar en ningún instante todas las cosas que tenemos que superar
todavía, con esa impresión, es que hemos venido a la clausura de esta
plenaria.
Y creo que no debemos limitarnos a los análisis, sino
que —como decía el compañero Faure— darnos a la tarea
de cumplir con los acuerdos de la plenaria.
El compañero Faure hacía referencia a que
todavía subsisten vicios, e incuestionablemente es así. Pero no tengo la menor duda, por el espíritu
de los trabajadores, por el espíritu que se ha manifestado aquí, no tengo la
menor duda de que hacia la superación de esos vicios contribuirán con su mayor
esfuerzo los compañeros de los sindicatos y los compañeros del Partido.
En el problema sindical hubo también un enorme
cambio. Hábitos inveterados, reflejos
condicionados por largos años de lucha contra el capitalismo, dejaron hábitos,
dejaron reflejos, dejaron costumbres que no eran fáciles de superar, e incluso
muchas veces no eran fáciles de comprender para las masas de trabajadores.
Es evidente que en el sector del transporte se
aflojaron mucho los resortes de la disciplina, se aflojaron mucho los resortes
de la administración; prácticamente cada cual hacía lo que le daba la gana en
cada empresa y en cada sitio. Los
resultados no fueron buenos. Fue
necesario comprender eso, fue necesario promover una vigorosa reacción contra
eso. Y a la larga, ¿qué trabajador no
comprende que todo lo que se haga bien hecho dondequiera va en su propio
beneficio? Y que aquí tenemos que erradicar
un vicio, allí otro y allí otro, y en el otro sector, otro. Pero la erradicación de los vicios en todos
los sectores ayuda a todos, y que es ese el único camino, es que no hay otro
camino; si queremos hacer que perduren esos vicios o esas debilidades en
nuestro sector, no podemos aspirar a que se superen en el otro ni en el otro, y
el resultado sería desventajoso para todos.
¿Que otra cosa puede querer la Revolución? ¿Qué otra cosa puede querer la
administración? ,Qué
otra cosa quiere decir un gobierno revolucionario sino la preocupación por el
bienestar de las masas, la preocupación por el bienestar del pueblo? Cuando decimos: ¡A mejorar el transporte!, no estamos
pensando en los ricos, no estamos pensando ni siquiera en los que viajamos en
automóviles; estamos pensando en los que tienen que tomar un ómnibus, en los
que tienen que usar ese servicio para ir a su trabajo, para ir a pasear, en
todos los demás trabajadores. De la
misma manera que cuando exhortamos a los que están en la agricultura a producir
viandas, estamos pensando en los demás trabajadores; si los exhortamos a
producir leche, estamos pensando en los trabajadores; dondequiera, cuando
hablamos con los estudiantes de medicina, con los estudiantes de cualquier
sector, estamos pensando solamente en los beneficios que eso va a aportar a la
masa de trabajadores. ¿Qué trabajador no
comprende, y qué trabajador no se ha de sentir satisfecho cuando sabe que su
sector avanza, que mejora, que progresa?
Y eso se ha visto y el público ya empieza a
reconocerlo; ya el público empieza a reconocer el esfuerzo que están haciendo
los trabajadores del transporte. Eso no
pasa desapercibido. Y el público, que es
el resto del pueblo trabajador, empieza ya a sentir su reconocimiento, su
gratitud hacia los trabajadores del transporte (APLAUSOS).
Y van adquiriendo, van mejorando su concepto, va
elevándose cada vez más en el concepto del pueblo el trabajador del transporte,
porque el pueblo es sensible a todo eso.
Luego no tenemos por eso la menor duda de que con el
apoyo de las masas trabajadoras, los dirigentes sindicales, ayudarán con el
máximo de su esfuerzo y han estado ayudando.
Y en días recientes nosotros leímos una comunicación en que expresaban
ya antes de este evento los avances que se habían logrado, los éxitos que se
habían logrado.
Hoy día, y en medio de una revolución, los viejos
conceptos van quedando atrás, los viejos conceptos acerca de administración,
los viejos conceptos acerca de gobierno, los viejos conceptos acerca de
funcionarios, los viejos conceptos acerca de dirigencias, van cambiándose por
conceptos enteramente nuevos. Y las
funciones cambian. Si la función de los
funcionarios ayer era enriquecerse, la función hoy de los revolucionarios es
trabajar incansablemente por el pueblo; si la función de los dirigentes
sindicales era ayer luchar a brazo partido contra los explotadores, contra los
explotadores de los trabajadores, la función de los dirigentes es hoy luchar a
brazo partido por el desarrollo económico del país, es luchar a brazo partido
por el progreso y por el bienestar de los trabajadores por caminos distintos.
Porque ayer era en antagonismos con los explotadores,
hoy es en función del esfuerzo de todos los trabajadores del país. Hoy ya tenemos un concepto distinto; ya no es
aquel concepto sectorial, hoy tenemos un concepto nacional, hoy tenemos un
concepto ya no del sector, sino de toda la clase, de todos los trabajadores; ya
no luchamos por un centavo para el sector, luchamos por un centavo para todos
los trabajadores; ya no luchamos de una manera, en cierto modo, reducida por
las reivindicaciones de un grupo de trabajadores, sino que luchamos por el
bienestar de todos los trabajadores.
Y quienes como ustedes han podido ver los resultados
de un buen trabajo, quienes como ustedes han podido participar de esta plenaria
y han visto cómo se mejora, han de sentir una gran satisfacción como sentimos
nosotros esta noche, cuando vemos los datos, cuando vemos las cifras, cuando
vemos el esfuerzo que estamos haciendo.
Ya podemos decirnos:
los capitalistas no eran capaces de hacer eso. Muchas veces hemos sentido esa pena y ese
dolor de ver que algunas cosas los capitalistas las hacían mejor que nosotros: en la agricultura
algunas cosas las hacían mejor.
Por eso los imperialistas dicen que en la agricultura,
el régimen capitalista, la libre concurrencia, el estímulo, es decir, el afán
de hacerse millonarios era el sistema mejor.
Sin embargo, nosotros tenemos hoy la seguridad de que podemos mostrar
con los hechos que es insuperable el socialismo, que es insuperable el método
de producción socialista en la agricultura, como en la industria, como en
cualquier otro sector; lo hemos demostrado en la asistencia médica, lo hemos demostrado en la educación,
se empieza a demostrar ya en la economía, se demostrará de una manera que
muchos no creerán, que muchos se sorprenderán, en nuestra agricultura, se está
demostrando ya en el transporte.
Y no es tan fácil manejar una empresita de ómnibus,
manejar una ruta de ómnibus, como manejar el transporte del país en su
conjunto, como manejar la política del transporte de todo el país. Es una tarea difícil. Ya los administradores capitalistas no daban
para tanto; tiene que ser un tipo de
técnico nuevo, tiene que ser un tipo de administrador nuevo. La profundización acerca de los problemas del
transporte nunca la hicieron los administradores capitalistas, nunca se
preocuparon por formar técnicos para el transporte, jamás hablaron de una
carrera de ingeniero de transporte.
¡Jamás!
Ya hoy la preocupación es mucho más elevada, los
problemas mucho más difíciles y se están resolviendo. Ya se plantean problemas para toda la nación,
ya se plantea una política para toda la nación, y ya estamos haciendo cosas que
los capitalistas jamás habían hecho, que los capitalistas jamás habrían podido
hacer.
Y esa es nuestra tarea: demostrar lo que se puede hacer con el
esfuerzo de todos, demostrar lo que se puede hacer con una economía
planificada, demostrar lo que se puede hacer con el uso racional de todos los
recursos. Y eso no es fácil; el trabajo
es muy grande, se necesitan muchos conocimientos, se necesita mucho esfuerzo,
se necesita mucho tesón. Y ya ese
esfuerzo, ese tesón, esos conocimientos se van evidenciando, y ya estamos
realmente realizando algo que no se habría podido soñar antes.
Y esa impresión la hemos recibido hoy, y estoy seguro
de que esa misma impresión la tienen ustedes, y estoy seguro de que la misma
satisfacción que nos causa a nosotros ha de causarles a ustedes, hay un salto
verdadero de calidad, una enorme diferencia.
Y de los problemas que discutíamos hace dos años a los que discutimos
hoy hay una gran diferencia. Y del
momento aquel en que se hizo una crítica pública a este momento, hay una gran
diferencia (APLAUSOS).
Y lo demás ahora corresponde al trabajo. Como decía el compañero Faure,
la conciencia de la responsabilidad se irá imponiendo sobre las debilidades que
quedan, sobre las lacras que quedan. Y
así la conciencia de la importancia que tiene el transporte para nuestra
economía, del papel que ha de desempeñar el transporte en nuestra economía, la
conciencia de que nuestra economía crece y con ella es indispensable que crezca
el transporte. La satisfacción de los
éxitos que se han logrado hasta ahora habrán de servir de estímulo a todos
ustedes: a los compañeros de la
administración y a los compañeros de las secciones sindicales, a los compañeros
de los demás organismos que de una manera o de otra tienen que colaborar y
tienen que cooperar con el Ministerio de Transporte, y sobre todo los
compañeros del Partido que tan merecido y justo reconocimiento han recibido por
su participación en el éxito que se ha logrado hasta ahora (APLAUSOS).
No tenemos por tanto la menor duda de que se ha
encarrilado el transporte, de que marcha bien el transporte, y que el
transporte se desarrollará a la par con el resto de la economía del país, y que
el transporte estará a la altura de los ambiciosos planes de desarrollo que
vamos a realizar.
Así que hace apenas un año nos veíamos en la necesidad
de hacer una crítica, y hoy nos sentimos en el deber de hacer una felicitación.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!