DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE INAUGURACION DEL HOSPITAL "LENIN", EN LA CIUDAD DE HOLGUIN, ORIENTE, EN OCASION DEL XLVIII ANIVERSARIO DE LA REVOLUCION DE OCTUBRE, EL 7 DE NOVIEMBRE DE 1965.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Señores miembros de la delegación soviética, presidida por el Viceministro de Salud Pública de la URSS;
Señores miembros del cuerpo diplomático;
Compañeros médicos y estomatólogos;
Compañeros que se van a graduar de médicos, presentes aquí también (APLAUSOS);
Otros compañeros universitarios, que van a acompañar a los médicos al Turquino y que no debemos olvidarlos tampoco (APLAUSOS); Holguineros;
Orientales:
Es esta la segunda ocasión que nos reunimos en esta ciudad para inaugurar una obra determinada. No siempre que se concluye una obra revolucionaria se reúne al pueblo; cada vez sería, incluso, más difícil, porque esperamos que cada vez sean más las obras a concluir.
En esta misma provincia, como saben ustedes, se están construyendo numerosas obras hidráulicas. Habrá que inaugurar algunas de esas obras también, es decir, habrá que celebrarlo, pero será imposible reunir al pueblo en cada una de estas ocasiones.
Sin embargo, estas dos veces, la primera cuando se inauguró la ciudad escolar "Oscar Lucero" (APLAUSOS), en la que fuera fortaleza militar de los enemigos de nuestro pueblo, y hoy, al inaugurarse este 7 de noviembre el hospital "Lenin", ambas obras significan, sobre todo, por lo que simbolizan: la inauguración de la ciudad "Oscar Lucero" simbolizó la tremenda revolución que en el campo de la educación se iniciaba en nuestro país, la conversión de las fortalezas en escuelas, el fin de la tiranía, el principio de la cultura y la educación para el pueblo; y esta obra significa también mucho: significa o simboliza, en primer lugar, un hermoso acto de internacionalismo proletario, por cuanto este hospital se ha construido con la generosa cooperación de la Unión Soviética (APLAUSOS), que donó el equipo para el hospital.
Como explicó el compañero Ministro de Salud Pública, al principio se pensó —en el año 1960— en un hospital de 450 camas; posteriormente llegaron a la conclusión de que las necesidades de esta región de Oriente eran aun mayores, pero cuando ellos solicitaron el equipo para un hospital de 450 camas, se les ofreció y se les donó íntegramente el equipo para ese hospital.
Cuando vino el cambio y, naturalmente, se duplicó el equipo, pues no alcanzaba el equipo para 450 camas. Y, naturalmente, el Ministerio de Salud Pública —creo que hizo muy bien— no pidió otra vez otra donación para el doble de camas, sino que se las arregló con los recursos de que disponía para poder ampliar la capacidad del hospital.
Y esto es, realmente, una cosa que es símbolo de la solidaridad y de la amistad entre nuestros dos pueblos. Naturalmente que esa solidaridad y esa amistad no se ha demostrado simplemente por la donación de los equipos médicos para un hospital; esos equipos tienen un valor relativamente reducido en relación al valor total del hospital. La solidaridad y la amistad de la Unión Soviética con nuestro país no se puede, realmente, medir en cifras, porque ha sido la solidaridad y la ayuda que hemos recibido en cuestiones esenciales para nuestra Revolución, en los momentos decisivos de este proceso (APLAUSOS).
Si fuésemos a hablar de cifras, incomparablemente superiores son las cifras que implican la ayuda en equipo militar recibido por nuestra Revolución (APLAUSOS); los enormes esfuerzos realizados en determinados momentos para abastecernos de ciertos artículos, como fue el caso del petróleo; y la ayuda extraordinaria que hemos recibido para poder sobrevivir frente al bloqueo imperialista.
Por eso digo que es esencialmente simbólica, por lo que tiene de humano, por lo que tiene de útil, por lo que tiene de beneficio directo para una parte importante de la población de nuestro país, esa cooperación en la construcción de este hospital.
Por eso, aunque no solo por eso: por eso en parte, y en parte porque es un acto justísimo de gratitud, y porque es un acto justísimo de reconocimiento a sus méritos históricos, este hospital, símbolo de la fraternidad y de la solidaridad internacional, lleva el nombre querido y glorioso de Lenin (APLAUSOS), y se inaugura este 7 de noviembre como homenaje al XLVIII aniversario de la Revolución de Octubre (APLAUSOS).
La Revolución de Octubre y el nombre de Lenin presiden este acto; sus voces, sus recuerdos. Y es verdaderamente conmovedor pensar que quizás en aquellos días gloriosos, en aquellos días también arduos y difíciles en que surgía el primer Estado socialista en la historia de la humanidad, es difícil que en aquel instante Lenin tuviese tiempo para imaginarse que 48 años después, en una islita situada a miles y miles de kilómetros de distancia, en una región de esa isla, un día, un hospital como este, que simbolizara lo que significa este, construido con la ayuda de aquel Estado que nació a la vida aquel día, llevaría su nombre (APLAUSOS).
Y es así. Y esto significa mucho, significa que no estarán lejanos los tiempos en que el reconocimiento a su tarea y a su obra sea universal, y que no estarán lejanos los tiempos en que en cualquier rincón del mundo, cualquier escuela, cualquier hospital, cualquier parque, cualquier fábrica, lleve el nombre de Lenin (APLAUSOS).
Simboliza también esta inauguración el triunfo de una política en el campo de la salud pública, significa el instante en que esta provincia, y en particular esta región de esta provincia, pasó de la más absoluta penuria en el campo de la salud pública a una situación tan satisfactoria que bien puede decirse que no existe otro nivel igual en ningún otro país de este continente.
El compañero Machado citaba cifras, hacía comparaciones. Pero es que prácticamente no se pueden hacer comparaciones porque no se puede comparar lo que hay hoy con lo que había ayer, no se puede comparar algo con la nada, y la situación de la asistencia médica en esta provincia, y en especial en esta zona del país, era la nada; unos pocos médicos, unas pocas camas.
Y ya ustedes saben lo que hacía falta para recibir una medicina en ese hospital, para que le dieran una consulta en ese hospital, para que le dieran ingreso a cualquier campesino, a cualquier obrero, a cualquier familia pobre en cualquiera de esos hospitales, si es que conseguía el ingreso, si es que le resolvían algún problema; porque cuando aquí en este país se hacían hospitales con los equipos modernos que tiene este hospital, cuando se hacían hospitales con los servicios médicos y las especialidades de ese hospital, cuando se disponía de todos esos recursos —si es que alguna vez un hospital en Cuba dispuso de ellos— (APLAUSOS), no era un hospital para los hombres y mujeres humildes de este país.
Cuando se construía un hospital con determinados recursos —no tantos como este, porque podemos decir con absoluta satisfacción que jamás los capitalistas ni los millonarios de este país tuvieron un hospital igual— no era para atender a un hombre, a una mujer, a un niño, a un anciano, a un recién nacido del pueblo.
Y por eso cuando una obra como esta se echa a andar es muy justo el júbilo del pueblo, porque es una obra del pueblo, para el pueblo. No es una dádiva del gobierno revolucionario para el pueblo, el gobierno revolucionario administra en nombre del pueblo y administra los recursos del pueblo (APLAUSOS).
No venimos a decir aquí que hemos dado nada, venimos a mostrar lo que hemos hecho, lo que ha hecho el pueblo, lo que puede hacer el pueblo y lo que en el futuro podrá hacer este pueblo (APLAUSOS); venimos a mostrar lo que se puede hacer por el camino de la Revolución, venimos a mostrar lo que pueden hacer nuestros trabajadores, lo que pueden hacer nuestros técnicos.
Porque ese hospital hubo que proyectarlo, y una obra de esa envergadura no se puede proyectar tan extraordinariamente bien si no contara ya nuestro Ministerio de la Construcción con un equipo de hombres verdaderamente entusiastas, verdaderamente capaces y verdaderamente creadores; no se podría llevar a cabo sin la pericia y el entusiasmo de nuestros trabajadores de la construcción; no se habría podido llevar a cabo si en nuestro Ministerio de Salud Pública no existiese ya también un equipo altamente competente, capaz de decir cómo tenía que ser construido este hospital; y no se podría llevar a cabo si no pudiésemos contar con excelentes contingentes de médicos, verdaderamente humanos y verdaderamente revolucionarios, dispuestos a trabajar para su pueblo (APLAUSOS).
Porque hay que decir que en este proceso de superación la composición social y, sobre todo, la composición revolucionaria de nuestros médicos ha ido cambiando extraordinariamente; en la misma medida en que todos aquellos que demostraron no tener ninguna vocación de médicos fueron desertando de las filas de su pueblo y fueron abandonando su patria; y en la misma medida en que los médicos de más vocación, los médicos más humanos, se hacían cada vez más conscientes y cada vez más revolucionarios; y en la misma medida en que nuevos contingentes de médicos se incorporaban a las filas de nuestro pueblo y a las filas de nuestros médicos.
Esto ha ido permitiendo que el núcleo, la fuerza, la masa de médicos conscientes y de médicos revolucionarios, haya ido creciendo y sea cada vez mayor en el seno de nuestros médicos. Gracias a ese proceso en virtud del cual esta sociedad revolucionaria se autodepura, en virtud de ese magnífico principio de que esta es una sociedad de hombres libres, para hombres libres que libremente quieran pertenecer a ella (APLAUSOS).
Y cuando nosotros desde el principio de la Revolución hemos autorizado la salida de los que deseen marcharse del país, salida que nunca fue interrumpida por nosotros y que —como todo el mundo sabe— fue interrumpida por el gobierno de Estados Unidos, que no solo paralizó los vuelos que siempre habían existido entre La Habana y Miami, sino que incluso trató de suspender todos los demás vuelos que iban y venían de cualquier país hacia Cuba; cuando ahora esas puertas se abrieron porque ya no podían permanecer por más tiempo cerradas después del emplazamiento nuestro el 28 de septiembre pasado; cuando ahora esas puertas que ojalá fuesen más amplias, esas puertas cuyo defecto fundamental es que resultan demasiado estrechas —porque con eso de tres o cuatro mil por mes, lamentablemente, pueden atorarse por esa puerta, porque es relativamente poco; pero, naturalmente, nosotros no somos los que podemos disponer acerca de los que allí permitan entrar o no—; ahora que esas puertas se abren, aunque limitadamente, se presentarán también los que, siendo médicos, quieran marcharse hacia aquel país.
Sobre esto hay algunas historias que a veces resultan anecdóticas. Han estado saliendo todos estos años algunos médicos limitadamente de entre los que tenían permiso para salir, cientos y tantos todos los años, entre 150 y 200. Ahora, naturalmente, quedaba cierto número de los que habían pedido permiso más los nuevos que pidan permiso; pero la anécdota a que yo me refería es que hay algunos de estos casos que son curiosos: algunos médicos que habían pedido permiso para salir pero no se iban, pasaba un año, dos años, tres años, y de repente llegan pidiéndole mil excusas al Ministerio de Salud Pública, "que tienen que irse, porque ellos no quisieran irse, pero es que las mujeres quieren que se vayan" (EXCLAMACIONES).
De ese caso hay muchas anécdotas sobre las cuales el Ministerio de Salud Pública tiene interesantes y simpatiquísimos datos que, desde luego, no vamos a publicar, ¿no?, porque no nos vamos a meter en esos problemas conyugales que arrastren a algún médico a irse; de todas maneras demuestra la influencia que tiene el sexo femenino, que, bien empleada, ¡magnífica!, pero mal empleada se lleva a un médico que se va muchas veces muy en contra de su voluntad. Porque puede haber ese tipo de mujer. Desde luego, no por esto vamos a pensar que las mujeres de los médicos sean contrarrevolucionarias ni mucho menos; habrá también médicos que no se vayan porque las mujeres les digan que ellas no quieren irse (RISAS). Pero, desde luego, esos fenómenos de que si falta un cosmético, que si falta esto, que si falta lo otro... Y, naturalmente, produce en ciertas clases, en ciertos sectores sociales, ciertas irritaciones y ciertas cosas. Pero bien, muchas veces los hacen irse para Estados Unidos, donde están los cosméticos y todas las demás cosas, y no hay un miserable centavo con qué comprarlos; porque la situación de los médicos en Estados Unidos se conoce bastante bien, y algunos han tenido que trabajar de ascensoristas. No es que ser ascensorista sea malo, hay muchos hombres y muchas mujeres que trabajan y ese es un trabajo honroso; pero indiscutiblemente que es lo que no esperan algunos de los que se marchan. Y a otros, como aparecía en un periódico, pues tenían que escoger entre la factoría y Viet Nam.
Es decir, que algunas de esas mujeres que arrastran a los maridos para allá, para Miami, bien puede ser que se queden viudas en cualquier momento; porque nada les garantiza que no les recluten el marido y se lo lleven, además, para Viet Nam.
Pero, bueno, nosotros no queremos hacer campaña para que no salgan. Creemos que todo aquel que no tenga vocación de médico; creemos que todo aquel que no tenga la entraña profundamente humana que debe tener un médico; creemos que todo aquel, cuando en este país se acabó aquella penuria en que existía la medicina, cuando en este país se acabaron los miles de niños que se morían de epidemias todos los años, los cientos de niños que se morían o quedaban invalidados por la poliomielitis; cuando en este país se han quintuplicado, sextuplicado prácticamente los recursos que se dedican a la medicina, cuando la medicina no es solo para los privilegiados, cuando la medicina no es solo para los ricos, cuando se practica cada vez más la medicina sin distinción de ninguna clase para todo hombre y mujer del pueblo, los que crean que en este momento es justo que abandonen a su patria, los que crean que en este momento es justo irse del país, esos —lo digo con toda honestidad—, deben marcharse (APLAUSOS).
Pero creemos algo más. Hay algunos que piden permiso para cubrirse las espaldas, dicen: por si acaso puedo ir porque estoy en lista, por si acaso espero mi tiempo, y si me conviene me quedo. Pues no. Y puesto que ha habido alguno de ellos que han estado en posiciones verdaderamente chantajistas: bueno, la verdad que tengo problema con la casa, que si me consiguen una casa yo convencería a mi mujer, y le dan la casa, si un carrito por "hache" o por "be", y le han conseguido un carrito. Y algunos, pues, si me voy y si me quedo, claro, ¿a quién le hacen el daño? Saben que si le preocupa al gobierno revolucionario es porque nos preocupan las necesidades del pueblo; saben que si le puede doler al gobierno revolucionario es porque le duelen las necesidades del pueblo. Y por eso tratan de chantajear a la Revolución. Y decía que esos que por guardarse las espaldas piden permiso "por si acaso", creemos que no, creemos que cuando les llegue su turno deben irse de todas maneras (APLAUSOS). No van a ser débiles con la mujer y "osos" con la Revolución (EXCLAMACIONES).
Y nosotros que ni botamos a nadie, ni creemos que sea una política correcta hacer nada nunca para echar a nadie, ni para crearle las condiciones imposibles a nadie —entiéndase bien—, creemos que a estas horas y a estas alturas, esa es la política correcta.
Unos se marchan y otros ingresan; unos se marchan y se inscriben en una lista, y más de 400 nuevos médicos —que empezaron a estudiar con la Revolución— (APLAUSOS) se graduarán, médicos y estomatólogos, se graduarán el día 14 en el Turquino en otra extraordinariamente simbólica y revolucionaria graduación (APLAUSOS).
Es que unos van cuesta abajo por el camino de la vida, sin principios, desmoralizados, y otros van cuesta arriba. Y lo importante es que los que marchan cuesta arriba no solo son muchos más, sino que son mucho mejores que los que marchan cuesta abajo (APLAUSOS).
Y un día como hoy que nuestro pueblo siente —tiene derecho a sentir— la satisfacción, la tranquilidad, la alegría de que comienza a funcionar este que es, en tamaño, el segundo hospital de más camas en el país, el más moderno de todos, que significa seguridad para esta región de la provincia, tranquilidad para las familias; un día como hoy, nosotros hablemos en estos términos y miremos con todo el desprecio que merecen aquellos que desertan de las honrosas filas de los médicos, de los trabajadores médicos, de los que han jurado dedicar su vida a llevar la salud a los enfermos, a salvar vidas, a aliviar dolores, y por lo cual merecen tan alta estima por parte de nuestro pueblo.
Día llegará, porque los días llegan, los días llegan unos detrás de otros. Nosotros, cada vez que pasábamos por Holguín mirábamos el hospital y nos preguntábamos: ¿Cuándo lo podremos inaugurar, cuándo estará terminado? Incluso uno de los primeros arquitectos que trabajó, enfermó e infortunadamente murió, no pudo ver terminado el hospital, otros siguieron la obra. En otro ejemplo más de fraternidad internacional, un arquitecto mexicano, que vino a nuestro país de visita y le agradó nuestro país y quiso conocer de cerca nuestra Revolución, fue el que estuvo al frente de la obra en los dos últimos años y culminó tan exitosamente bajo su dirección técnica este hospital (APLAUSOS).
Esa es una buena prueba, eso nos ayuda a comprender un poco mejor ese principio de nuestra Revolución que las fronteras de este país no están en esa tenue línea que podría dibujarse en un mapa señalando el contorno con tres millas y todo de las costas de nuestro país; nuestras fronteras no son fronteras geográficas, ¡son fronteras de clase, son fronteras revolucionarias, son fronteras ideológicas!
Por eso este país, cuando a alguien se le dice: "Si te quieres marchar no te lo impedimos, eres libre de marcharte", este país no pierde un ciudadano. ¿Por qué? Porque ese ciudadano nunca podrá ser considerado revolucionariamente, desde nuestro punto de vista revolucionario, desde nuestro punto de vista marxista, ciudadano de este país. Y por eso cada vez que viene cualquier hombre poseído de entusiasmo, de fervor revolucionario, a trabajar aquí, a conocer nuestras experiencias, a ayudarnos a crear y a marchar hacia adelante, a ese hombre, venga de cualquier parte del mundo de donde venga, lo consideraremos siempre a todos los efectos ciudadano de este país (APLAUSOS).
Porque nuestras fronteras —repetimos— no están en el campo de la geografía, ¡nuestras fronteras están en el campo de las ideas! Y nos consideramos conciudadanos y hermanos de todos los revolucionarios del mundo, y no nos consideramos compatriotas ni nada parecido de ningún reaccionario, ni conciudadano de ningún reaccionario, haya nacido donde haya nacido o viva donde viva.
Nuestra situación —les decía— es cuestión de saber esperar un día tras otro, y les ponía el ejemplo del hospital: llegó el día en que los holguineros y los ciudadanos de la costa norte de Oriente podrán venir a su hospital. Y decía que llegaría el día también en que no exista entre nosotros ese tipo de gente tibia, ese tipo de gente sin conciencia, ese tipo de gente sin escrúpulos; llegará el día en que como consecuencia del avance y de la marcha de la Revolución ya en este país no haya necesidad de esas autodepuraciones que tenemos hoy día. La masa de técnicos en todos los sentidos será cada vez más, y será cada vez más consciente, y será cada vez más revolucionaria. Ese es nuestro porvenir, de una manera clarísima. Y los que se creen que nos hacen algún daño, los que se creen que nos dejan apabullados cuando abandonan la patria, menudo chasco el que se van a llevar, menudo desengaño, porque eso no detendrá a la Revolución, eso no detendrá el camino del pueblo. ¡El pueblo será cada vez más revolucionario, será cada vez más consciente y profundamente revolucionario, y las masas estarán cada vez más con la Revolución!
Quisiera saber qué piensan, qué impresión les haría a algunos de esos que tan cobardemente abandonan la patria si pudieran ver por un instante, por un agujerito —como se dice— este acto de hoy, con este motivo de hoy, esta gigantesca muchedumbre (APLAUSOS). Y tendrán que preguntarse por qué, por qué, por qué las realidades no marchan de acuerdo con sus deseos egoístas, por qué las realidades no marchan de acuerdo con sus sentimientos inhumanos, de acuerdo con sus sentimientos reaccionarios. ¡Por esto mismo que estamos aquí haciendo en el día de hoy! ¡Por esto que caracteriza la obra de la Revolución, que no es obra de un puñado de hombres, que es obra de un pueblo, de la inmensa mayoría de ese pueblo que era la mayoría oprimida, la mayoría sufrida, la mayoría olvidada, la mayoría explotada de la nación! Porque quienes conocieron de miserias verdaderamente fueron los pobres y, sobre todo, los pobres de nuestros campos, los pobres de nuestras provincias del interior, los que tenían que ganarse la vida en los latifundios cañeros, los que tenían que ganarse la vida en las peores condiciones que puedan imaginarse. Yesos son los que entienden, esos son los que están más capacitados para entender la Revolución, esos son los que comprenden y apoyan cada vez con más energía, cada vez con más firmeza, cada vez con más decisión a la Revolución, que es su Revolución (APLAUSOS).
Naturalmente que es mucho lo que tenemos que hacer, que es mucho lo que tenemos que trabajar, que son inmensas nuestras necesidades. Aquí mismo, si cualquiera se para en la Loma de la Cruz encontrará en los alrededores de este nuevo y moderno hospital millares de casitas humildes, de bohíos prácticamente, porque con excepción de unas cuantas casas de gente de clase media en las ciudades, también nuestras ciudades se hacían de bohíos de yagua y de guano, y la mayor parte de las familias de esta ciudad viven en casas de guano, y cualquiera que viaje en avión o en helicóptero por encima de la ciudad de Bayamo verá también que la inmensa mayoría de las familias viven allí, en casas de guano y en bohíos.
Cuando construimos este hospital aspiramos a llevar más salud, a preservar la salud del pueblo, pero la preservaremos más todavía cuando no haya una sola ciudad sin alcantarillado, cuando no haya una sola ciudad sin acueducto, cuando no haya una sola ciudad sin calles, cuando no haya una sola familia viviendo en condiciones insalubres, es decir, cuando podamos tener una casa decorosa para cada familia en nuestros campos y en nuestras ciudades.
Pero nuestra patria arrastraba siglos de pobreza, siglos de miseria, siglos de explotación, siglos de ignorancia. La Revolución nos viene a sacar de esa penuria centenaria; la Revolución significa la oportunidad de sacudirnos ese lastre que recibimos del pasado; significa la oportunidad de empezar a trabajar para el porvenir.
Y en ese porvenir habrá que trabajar mucho, habrá que luchar mucho. Hoy es una obra aquí, otra allá. Anoche visitábamos las construcciones del estadio de Las Villas; hoy pasábamos cerca de otro estadio similar en Camagüey. Pero cuando se construye el estadio se ve que hacen falta escuelas, se ve que hacen falta viviendas, se ve que tenemos muchas otras necesidades.
Nuestro cemento: 800 000 toneladas, apenas alcanza. Esa producción rápidamente se aumentará. Dentro de muy pocos años será más del doble, y continuará creciendo.
Cada vez que veo una obra, pregunto: ¿Cuánto cemento llevó? Preguntaba cuántos sacos había llevado el estadio de Las Villas, y había llevado 100 000 sacos, es decir, aproximadamente unas cuatro mil y tantas toneladas de cemento.
Y siempre me pregunto: ¿Cuántos estadios como este podríamos hacer con todo el cemento de un año?, ¿cuántos hospitales como este podríamos hacer con todo el cemento de un año? Pero, naturalmente hay que preguntarse también cuántas escuelas podemos hacer con todo el cemento de un año, cuántas casas podemos hacer con todo el cemento de un año; pero, sobre todo, nos preguntamos: cuántas lecherías, cuántos puentes, cuántas obras hidráulicas, cuántas fábricas.
Porque, naturalmente, si dedicamos todo el cemento a estadios, a hospitales, a escuelas, entonces nos faltaría para todo lo demás. Nos faltaría, incluso, el cemento para hacer fábricas de cemento. Y esa es, aritméticamente... Y aquí ya pronto todo el mundo estará en sexto grado y entiende perfectamente estos razonamientos, porque somos un país pobre, un país subdesarrollado.
La economía de este país estaba estancada hacía más de 30 años. Los orientales saben que no se hizo un solo central más hace 30 años, que no se amplió ninguna capacidad; los orientales saben demasiado bien cómo crecía la población cada vez más y más, y siempre la misma caña, siempre la misma economía, que tenía que servir para alimentar a una población cada vez mayor. Y cómo esa economía apenas daba para satisfacer los ocios, los lujos y los privilegios de una minoría.
¡Bien poco le iba a quedar a este país! ¿Cuál habría sido el camino de este país al paso que iba? Los orientales comprenden bien esto, y comprenden cómo tenemos ahora, con perseverancia, con tesón, pero con inquebrantable firmeza, con absoluta fe, que luchar y que trabajar, para deshacernos de aquella carga del pasado.
¡Mucho machete tendremos que dar todavía cortando caña! Mucho esfuerzo en nuestra agricultura, para llegar a los 10 millones de toneladas de azúcar; mucho esfuerzo haciendo represas, estableciendo regadíos, para darle seguridad a nuestra agricultura, para no depender de los imponderables de las lluvias.
Saben ustedes cómo en estas provincias las lluvias han sido irregulares y escasas en este año. Saben que eso nos obliga en la próxima zafra a hacer un trabajo mucho mejor, a obtener rendimientos mayores en azúcar, a evitar que la caña esté más de 48 horas entre el instante en que se corta y el instante en que la muelen los centrales; cómo habrá que hacer el esfuerzo máximo, tanto en la producción industrial como en el corte de caña, a fin de que coincidan los meses de más alto rendimiento con el máximo de caña a los centrales.
Es decir, que para contrarrestar los efectos de las lluvias escasas e irregulares tenemos que hacer un esfuerzo muy especialmente organizado para la próxima zafra, a la vez que plantamos y cultivamos las cañas para la zafra de 1967, a fin de poder cumplir nuestras metas; a la vez que seguimos adelante en nuestras obras hidráulicas, a fin de tener cada año más seguridad en nuestra agricultura; a la vez que llevaremos adelante nuestros planes de producción de fertilizantes para elevar la productividad de nuestros campos de caña, de nuestros campos de frutas, de nuestros campos de vegetales, de viandas, la productividad de nuestros pastos, y seguir adelante con el programa agrícola de la Revolución. Porque no solamente con hospitales se evitan y se combaten las enfermedades.
Decía que no era solamente con hospitales, con médicos, no solamente con viviendas higiénicas, no solamente con condiciones de vida saludables. Se evitarán más y más las enfermedades en la misma medida en que nos alimentemos mejor, en la misma medida en que podamos consumir más leche, más frutas, más vegetales, más carne, más huevos, más pescado, más alimento y mejor alimento.
A veces nosotros, los agricultores, les decimos a los médicos que podemos hacer una emulación y que en el futuro los agricultores produciremos más salud que los médicos. Y yo pienso que nuestros médicos están absolutamente convencidos de que eso es cierto, sobre todo cuando después de la Revolución se hace cada vez más énfasis en la medicina preventiva que en la medicina curativa. La aspiración en la cual coincidimos agricultores y médicos es que en el futuro nadie tenga que ir al hospital, es decir, que las enfermedades se prevean.
Esto, naturalmente, no se puede llevar a términos absolutos. Queremos decir que nuestra medicina debe ser cada vez más preventiva, y parte importantísima de la medicina preventiva es la alimentación adecuada, la alimentación óptima. Y eso lo lograremos en la misma medida en que desarrollemos nuestra agricultura, en la misma medida en que hagamos producir más a nuestros campos, en la misma medida en que hagamos producir más a nuestro trabajo.
Creemos que hemos sido suficientemente amplios. Ojalá las obras que podamos inaugurar como esta sean más y los discursos menos; ojalá que los hechos sean cada vez más y las palabras cada vez menos.
Exhortamos a los compañeros de la construcción y del Instituto Hidráulico a que hagan lo más posible para que se empiecen también a terminar en serie y a poner a funcionar las obras hidráulicas de la provincia de Oriente, de manera que nos preserven de las inundaciones y nos garanticen contra la sequía y nos permitan las más altas producciones.
y podemos comprometernos a que inauguramos —no voy a decir la de Gilbert, porque la de Gilbert está casi terminada y es, desde luego, una obra que va a satisfacer una necesidad importante para la ciudad de Santiago de Cuba, pero no le va a dar mucho a la agricultura—, a que terminen pronto la primera de las grandes represas, bien sea la de Paso Malo, o bien sea la de Contramaestre, El Mate, o cualquiera, pero que avancen esas obras que tanto necesita nuestra agricultura.
Inauguramos una y las demás se terminan y echan a andar. Una inauguración chiquita. Tenemos que irnos preparando para cuando en vez de 800 000 toneladas de cemento tengamos 2 millones, tengamos 3, tengamos 4, y terminemos una obra todos los días, una fábrica, no voy a decir obras chiquitas.
Como ustedes saben este año se están haciendo aproximadamente 2 000 lecherías, es decir que esas son como seis lecherías por día, pero son chiquitas. Yo digo obras como esta, obras como la ciudad escolar "Oscar Lucero", obras como la represa de Paso Malo, como la represa de El Mate, como la INPUD, como cualquiera de las obras, como la termoeléctrica de Santiago de Cuba que se me había olvidado, o la termoeléctrica de Mariel. Todas esas obras, como ustedes saben, son indispensables para nuestro desarrollo económico.
Los que han visitado ese hospital han podido ver infinidad de equipos de todo tipo. Pues bien: sin corriente eléctrica no funcionan esos equipos, sin corriente eléctrica no funcionan muchas máquinas, muchas de las máquinas con las cuales se lleva a cabo la producción de bienes materiales. Por eso la importancia que tienen esas obras básicas: las termoeléctricas, la fábrica de cemento, o esas obras como las que se están haciendo en Nuevitas y en otros sitios del país. Todo eso nos dará cada vez más recursos.
Mientras más cemento, mayor número de problemas podremos resolver, mayores construcciones podremos realizar; mientras más electricidad, mayor fuerza energética para la producción, para los distintos tipos de servicios. Creo que eso lo entiende cada vez más el pueblo, porque antes al pueblo le venían con politiquería, le hablaban de aspiraciones de grupito, de aspiraciones de personajes; al pueblo venían demagógicamente a pedirle el voto, o a comprarle el voto, o a engañarlo.
Cuando le iban a dar un ingreso en un hospital un político le decía: "Tienes que votar por fulano de tal, tienes que inscribirte en tal partido, tienes que darme tu cédula."
Cuando la Revolución inaugura una obra como esta, donde cientos de miles de servicios se van a prestar al año, donde miles de personas, decenas de miles, recobrarán la salud, miles nacerán a la vida en las mejores condiciones, miles salvarán sus vidas; la Revolución cuando abre un hospital como este es sin fueros ni privilegios para nadie, un derecho de todos, sin requisitos de ninguna índole, sin condiciones de ninguna índole como no sea el requisito y la condición de necesitar ese hospital.
El socialismo quiere decir eso, el comunismo quiere decir eso: darle a cada ser humano lo que necesita. Y si un hombre requiere cualquier gasto, cualquier operación para salvarle la vida, pero no ya para salvarle la vida, para salvar le una mano, para salvarle un ojo, para salvarle un dedo, que ese hombre no pierda su dedo, o no pierda su mano, o no pierda la vista, o no pierda la vida porque le falten unos miserables pesos que a otros les sobran a costa de la explotación de los demás (APLAUSOS).
El socialismo quiere decir eso, el comunismo quiere decir eso: que cada hombre o mujer, que cada anciano, que cada niño tenga lo que necesita, no más de lo que necesita. ¿Para qué más de lo que necesita? ¡No, esos que egoístamente quieren tener más de lo que necesitan solo pueden tenerlo a costa de que los que lo necesitan no lo tengan!
El socialismo y el comunismo aspiran a que cada hombre, cada ser humano, tenga lo que necesita. Y con el trabajo del hombre, con la productividad de nuestro trabajo, con la técnica, la sociedad humana puede producir lo suficiente para satisfacer todas las necesidades del ser humano.
Y no habrá sociedad más libre, no habrá sociedad superior, no habrá sociedad más justa, no habrá sociedad más humana, no habrá sociedad más feliz. Ese es el camino que la Revolución traza, ese es el objetivo que la Revolución busca; y lo busca con tesón, con fe, con esfuerzo, con trabajo, con sacrificio, sin demagogia, sin falsas promesas. Porque aquellos que venían a prometer posaban aquí como superhombres, como si de ellos dependiese que el pueblo tuviera o no tuviera. No es en ese concepto que nosotros venimos aquí. Nosotros venimos a decir lo que el pueblo puede tener si el pueblo quiere, si el pueblo lo desea; a exhortar al pueblo a que marche por ese camino, a que busque la felicidad con su esfuerzo, con su sacrificio, con su trabajo. Esas son las verdades que venimos los revolucionarios a decirle al pueblo.
Y, afortunadamente, muy atrás va quedando toda aquella etapa antes de la Revolución, de corrupción, de demagogia, de mentira, de politiquería. La Revolución abrió el camino de la justicia, la Revolución abrió el camino de la verdad, la Revolución abrió el camino del porvenir. Ese es el camino que sigue hoy con orgullo, con satisfacción y con firmeza nuestro pueblo, dispuesto a erradicar todas las lacras que nos legó el pasado: la ignorancia, la pobreza; y a labrarse el porvenir con su trabajo, con su heroísmo.
Les deseamos a los orientales, a los holguineros, que este hospital les preste el mayor servicio. Deseamos que nuestros médicos se esfuercen. Deseamos que el funcionamiento de este hospital —y no tenemos la menor duda de que así será— esté a la altura del esfuerzo que hicieron los obreros, del esfuerzo que hicieron los constructores, del esfuerzo que hicieron los técnicos, del esfuerzo que hizo el hermano pueblo soviético al facilitarnos el equipo para el mismo (APLAUSOS); y que le preste al pueblo los mejores servicios. Y deseamos que cada vez sean menos los que tengan que venir a los hospitales porque la medicina preventiva le gane la batalla a la medicina curativa.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)